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El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
¿Qué es mejor que un caballero a tus pies? Dos caballeros.
El amor a primera vista resulta ser real y afecta a todos, mientras se reúnen y
se dan cuenta de que sin importar los obstáculos, están destinados a estar juntos.
Silla es el eslabón perdido que unirá sus vidas y formará una familia verdadera en la
guarida.
Advertencia: A los Caballeros les gusta ser juguetones, y estos dos no son la
excepción. Cuidado con la pasión, la diversión, un poco de bondage y mucho amor
a tres bandas con un poco de exhibicionismo de buena medida.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
Silla era una sanadora. No del tipo mágico de los cuentos de hadas, sino una
boticaria consumada que había sido entrenada en el Templo Mayor de Nuestra
Señora de la Luz durante muchos años antes de ser enviada a su aventura oficial.
En algún momento, todos los sanadores del Templo eran enviados a mezclarse con
gente de diversos países durante algunos años, para aplicar sus habilidades en un
entorno real. Sólo después de una década, o a veces más, eran invitados
oficialmente para volver al Templo y se les adjudicaba el título de Maestros.
A Silla le restaban cinco años como mínimo, para ser oficial pero no le
importaba. Disfrutaba mucho el viajar por las campiñas de Draconia, aunque le
hubieran dado un itinerario en la frontera con Skithdron. Esa nación había estado
causando más problemas en los últimos tiempos, y Silla había visto demasiadas
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El Club de las Excomulgadas
Parecía que los únicos enemigos naturales de los skiths eran los dragones. Esas
mágicas criaturas voladoras que podían respirar fuego y también podían, según
había oído, freír a un skith en el lugar. No era fácil, pero podían hacerlo. Bayberry
Heath era uno de los pequeños pueblos en el trayecto de Silla. Yacía en un valle
protegido que era tan idílico como tranquilo. El pueblo prosperaba y tenía una
encantadora posada así como varios otros negocios y tiendas. Silla siempre
esperaba con ansias la parte de su circuito que le traía a Bayberry Heath, y mientras
alcanzaba la última colina y bajaba la mirada hacia el fértil valle, sintió una
sensación de alegría que pocas veces le llegaba.
El caballo resopló y se movió hacia adelante. Tal vez sólo imaginaba que él
Su caballo, Héroe, era viejo pero robusto, y habían tenido una buena
asociación en los últimos años. Por supuesto, el Templo le había enviado al exterior
con poco más que la ropa en su espalda. Parte de ser un oficial era aprender cómo
ser ingeniosa. Se había ganado a Héroe cuando había sanado a la esposa de un
hombre rico después de un parto peligroso. Ambos, el niño y la madre, habían
prosperado bajo su cuidado y el hombre había estado tan agradecido, que le había
dado el caballo como pago. Silla había querido rechazarlo, pero francamente estaba
cansada de tanto caminar entre los pueblos y granjas que tenía asignadas.
Unos meses más tarde, otro pueblo agradecido le había dado el carro
después de que ella diagnosticara la razón detrás del brote de una enfermedad
estomacal. El pozo local había estado infestado de una especie particular de caracol
que había contaminado el agua de tal forma que aunque ésta lucía normal, enviaba
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a todo el mundo corriendo en busca de privacidad unas pocas horas después de
beberla.
Tal cosa podría matar a los viejos y más jóvenes, pero afortunadamente, los
niveles de contaminación no habían llegado a esa etapa crítica antes de que hubiera
descubierto el problema.
Una vez más, había tratado de rechazar el carro, pero con él, podría hacer
sus rondas mucho más rápido. Ese argumento, hecho por uno de los habitantes del
pueblo, finalmente le había convencido. El jefe del pueblo había pasado unos días
enseñándole a Héroe y a Silla cómo manejar el carro y luego ellos partieron hacia el
siguiente pueblo en sus rondas.
Silla descubrió enseguida que el carro hacía las veces de una cama de
manera excelente, en aquellas noches cuando no podía encontrar un mejor refugio.
Hizo algunos intercambios en el pueblo siguiente para conseguir algunas telas, e
El carro era más que suficientemente grande para ella y sus pocos objetos.
Poco tiempo después, decidió que tenía espacio para otros utensilios que podría
intercambiar en los pueblos por mejores comidas y poder pasar alguna ocasional
noche en una posada. Silla hacía muchos tipos de pociones medicinales e incluso
cultivaba algunas plantas raras y útiles que podía intercambiar o darles a sus
pacientes cuando lo necesitaban. Durante los últimos años, había construido una
muy buena botica para que los vecinos de cada pueblo pudieran obtener
preparaciones a base de hierbas hechas por una mano experta o incluso plantas de
donde podrían hacer sus propios remedios, dependiendo de la temporada. Pero ella
nunca cobraba por los medicamentos o plantas cuando sus pacientes realmente los
necesitaban. Ese era el credo por el cual su Templo vivía. Sin embargo, podía ganar
algunas monedas de aquellos que no estuvieran enfermos y realizar intercambios
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más a menudo, no por productos alimenticios sino por otros artículos que le
ayudarían a hacer su trabajo con mayor comodidad.
Casi lamentó el hecho de tener que volver. Silla había descubierto que
disfrutaba de la libertad de viajar a donde quisiera. En realidad, estar en el Templo
era mucho más restrictivo. Por supuesto, era mejor de lo que había sido su vida
antes.
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prepararse por sí misma. Casi podía saborear el sabroso guiso de la posada. Cerró
los ojos por un momento, imaginando lo bueno que sabría.
Ella lo impulsó a andar otra vez, mientras buscaba en la noche por lo que
sea que hubiera emitido ese tono de pura angustia. Si había alguna manera en que
pudiera ayudar, lo haría, pero no tenía idea de qué clase de criatura podría haber
hecho tal sonido. No había sido ninguno de los animales que conocía. Había sido
llamada para curar una vaca o un caballo más de una vez, y no le había importado
en lo más mínimo. Sus habilidades eran para todas las cosas vivientes; personas,
animales o vegetales.
Era el dragón quien había aullado de dolor cuando un hombre grande había
vertido cubo tras cubo de agua en lo que parecían ser profundas quemaduras ácidas
alrededor de la articulación de su ala donde se unía a su cuerpo. Silla hizo una
mueca de simpatía mientras la criatura se retorcía de dolor.
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—Gracias a la Madre de Todo que has venido, Sanadora Silla. Si alguna vez
hubo necesidad de tus medicamentos, es ahora. ¿Puedes ayudar al dragón? Todos
lo tomaremos como un favor. Él bajó para protegernos de un skith renegado y está
seriamente quemado.
Habían peleado contra skiths antes y salido ilesos. Había sido un disparo de
suerte, o más bien, de mala suerte, el que le había acertado a Phelan esta vez.
Afortunadamente, la buena gente de Bayberry Heath había estado dispuesta a
ayudar, consiguiendo la mayor cantidad de agua que había podido para bañar la
herida y liberarla del terrible ácido.
Brodie no sabía qué otra cosa hacer. Habían vertido tanta agua como habían
podido en la quemadura, bañando al dragón a fondo. El ácido se había diluido lo
suficiente ahora para ser inofensivo, drenándose en el foso de arena debajo de ellos.
Pero Phelan todavía estaba sufriendo un terrible dolor.
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—Señor, soy una sanadora oficial del Templo Mayor de Nuestra Señora de
la Luz. Aunque nunca he tratado a un dragón antes, ofrezco mis humildes
habilidades para ayudar en lo que pueda a su compañero.
Ante él había un ángel enviado de las alturas, una hermosa mujer con la
simple ropa de una sanadora. Las marcas de su Templo eran claramente visibles en
su capa y Brodie pensó que nunca había visto algo más hermoso.
Brodie había visto y sentido sus efectos antes. Esta mujer podría ayudar a
Phelan. Brodie estaba seguro de ello.
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alrededor de ella lo mejor que pudo después del baño que los aldeanos habían
ayudado a Brodie a darle.
—Esta crema tiene anestésico, así que el dolor debería ceder —dijo la
sanadora con voz suave.
—Lo que sea que estés haciendo, continúa con ello —dijo la voz de Phelan, llena
de alivio, en la mente de Brodie.
—Sólo los hombres que pueden oír el discurso silencioso de los dragones son
elegibles para ser caballeros —le contestó sin darle importancia, observándole tratar
a su mejor amigo con cuidado.
—Ya veo. —Examinó la herida más estrechamente ahora que el dolor había
sido amortiguado—. Esta quemadura es grave, pero creo que podemos hacer que él
esté más cómodo mientras se recupera. —Se dio la vuelta para enfrentar al dueño
de la posada, que había regresado sin que Brodie se diera cuenta—. ¿Puedes
conseguir seis plantas burnjelly de mi carro, por favor? Las más grandes —aclaró.
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dueños de posadas que les gustaría mantener una planta de burnjelly en una maceta,
y creciendo en los alféizares soleados si pudieran poner sus manos en una.
Era algo raro y casi un milagro que esta sanadora tuviera una muestra en la
parte de atrás de su carro.
Brodie notó que Phelan había caído en una ligera siesta. La prolongada
batalla, la lesión y el dolor lo habían agotado. El cese de lo peor de su agonía
probablemente había permitido que el dragón quedara noqueado por un corto
Brodie había aprendido a lo largo de los años que habían estado juntos, que
Phelan había cultivado la capacidad de tomar lo que llamaba siestas de batalla.
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En lugar de hundirse en la más profunda desesperación, Phelan se había
impuesto la tarea de salvaguardar al resto de la familia real, en particular a los
príncipes, el mayor de los cuales podría convertirse en rey a la muerte de su padre.
Roland había sido muy joven cuando había asumido el trono, pero había
hecho un trabajo magistral. Se habían hecho intentos de asesinato sobre su vida y la
de sus hermanos, pero Phelan siempre había estado allí para atravesar o freír a
cualquiera que intentara matar a alguien más de la familia real.
Por eso Phelan había aprendido a hacer mucho sin haber dormido
demasiado mientras estaba de servicio. Él y otro dragón sin pareja habían ideado el
plan y compartido el deber de velar por los príncipes por su cuenta. No se lo habían
dicho a nadie, pero después de que habían derrotado convenientemente a algunos
aspirantes a asesinos, la gente comenzó a darse cuenta de cómo habían obrado los
dragones.
Brodie tenía la experiencia militar e ingeniera para manejar tal tarea. Incluso
antes de haber sido elegido por Phelan, había estado en el inicio de una carrera
exitosa con el grupo especializado de Guardias que evaluaban la seguridad de los
puentes y de otras estructuras públicas. Había estudiado construcción y arquitectura
en detalle cuando era joven y junto con su afición por la guerra, había estado en
una buena disposición al volverse un ingeniero militar.
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Brodie había sido enviado a reparar el puente. Phelan había estado allí para
ayudar con el rescate, cogiendo personas y al ganado del furioso torrente y
llevándolos volando a la costa. Cuando Phelan se dio cuenta de que Brodie era uno
de los raros hombres que podía oírle hablar, comenzaron a trabajar juntos para
ayudar durante la crisis.
—¿Has hecho esto antes? —le preguntó la sanadora con esa calma suya.
—Lo he visto hacer —le confirmó Brodie—. Puedo ayudar. Me doy cuenta
de que tendrás que usar mucho de tu suministro en Phelan, pero puedo pagarte.
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Sin embargo, Brodie sabía que muchos sanadores tenían pequeñas
cantidades de dinero gracias a la venta de medicamentos en las ciudades que
visitaban. Nunca era gran cosa, pero probablemente proporcionaba algún bienestar
material ocasional.
Era una criatura hermosa y ahora que Phelan estaba descansando más
Esta sanadora era una belleza con un toque suave y un atractivo aroma.
Quería besarla, pero sabía que sería totalmente inapropiado en este momento. Aun
así, si se presentaba la oportunidad más tarde, no sería tímido. Quería ver si ella
sabía tan dulce como olía.
—Si sólo utilizamos los tallos exteriores —continuó ella, ignorando sus
pensamientos carnales—, la planta sobrevivirá y crecerá más con el tiempo. Incluso
con éstas, que tan recortadas estarán cuando hayamos terminado, puedo ganar
unos centavos de los habitantes del pueblo para pagar por mi alojamiento y mi
comida. —Sonrió y se hizo hacia atrás, cortando otro de los tallos exteriores de la
planta y abriéndola—. Así que ya ves, no gastaré mucho al ayudar a tu amigo. Para
ser honesta, me siento honrada de ayudar a un dragón y un caballero del reino.
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—Silla —respondió en voz baja, casi con timidez.
Ningún juego del estilo de la corte para esa belleza. No, ella era más
auténtica y espontánea en sus respuestas.
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Capítulo Dos
Silla estaba halagada y algo incómoda con la atención del caballero. No
sabía cómo responder a sus palabras. Pocos hombres le habían hecho alguna vez
tan increíbles declaraciones. La mayoría la veía primero como una sanadora, y
segundo como una mujer. Si es que la venían en absoluto.
Ella se ocupó de preparar los tallos de la planta que necesitaría para tratar al
dragón.
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Silla decidió aceptar su desafío. Atreviéndose a lo grande, tomó un paño
limpio de su bolso y quitó la marca gris a lo largo de su mejilla. El roce de su
incipiente barba le hizo temblar las entrañas y maldijo el trozo de tela entre sus
dedos y su piel. Quería sentir el calor de su cuerpo, la barba en su mejilla.
Le hacía sentir cosas que no había soñado en demasiados años para contar.
Revivía algo en ella que deseaba saber más.
Sabía todo eso desde un punto de vista académico, pero nunca había
imaginado que querría conocer el toque de un hombre de nuevo. No hasta conocer
a este increíble, alarmante y cautivador caballero.
Ella miró por encima del hombro para ver al dueño de la posada escoltando
a la última persona del pueblo a la sala común.
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Había muchos que se habían unido al grupo para ayudar al dragón. Todos
estaban ahora disfrutando de una bebida. Había oído a Brodie, a Sir Broderick, se
recordó con severidad, hacer la oferta de una ronda de bebidas que él pagaría a
modo de agradecimiento cuando el último de los cubos había sido vaciado.
Silla bajó la mirada hasta sus manos y vio que había suficiente gel en el
cuenco por lo menos para comenzar a tratar la quemadura del dragón. Cuanto
antes colocaran el gel en la herida, más pronto empezarían a sanar las quemaduras.
Se alejó del perturbador caballero y se acercó, una vez una vez más, al
dragón.
—Hay otro cuenco como éste, en el primer bolsillo de mi bolso —dijo sin
mirar a Brodie a los ojos. ¡Maldición! Tenía que recordar pensar en él como Sir
Broderick. Brodie era demasiado familiar para un caballero del reino—. Si pudiera
continuar preparando el gel, señor, yo empezaré con el tratamiento.
Se quedó sin gel rápidamente, pero Brodie, Sir Broderick, demostró ser un
excelente asistente, entregándole un cuenco lleno cuando el de ella se vació. Ellos
repitieron el proceso unas pocas veces antes de que todas las quemaduras del
dragón fueran tratadas.
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con satisfacción. Un hombre que escuchaba realmente era raro y algo maravilloso
en su experiencia.
—Eso debería servir por ahora. —Ella frotó el exceso de burnjelly de sus
manos con un pequeño cuadrado de tela—. Debemos dejar las heridas abiertas y al
aire esta noche. ¿Crees que pueda dormir en esta posición? Si rueda y se ensucia las
heridas abiertas, sería malo. —Miró la cabeza del dragón, sorprendida de
encontrarlo con los ojos abiertos y la cabeza girada para mirarla—. Bueno, hola, Sir
Dragón. Espero que se sienta mejor que cuando llegó. —Hizo una profunda
reverencia, sosteniendo la mirada del dragón. A todo el que era enviado a Draconia
desde el Templo se le daba instrucciones sobre cómo comportarse con los dragones
con los que debiera relacionarse. Había un cierto protocolo a seguir.
—Me siento mucho mejor. Gracias, sanadora. Ahora dormiré y no me moveré de esta
posición. Me siento suficientemente cómodo.
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Una mano en su antebrazo la detuvo cuando habría levantado los mangos
de la carretilla. Ella levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Sir
Broderick. Brodie.
Más cerca y mucho más apuesto de lo que cualquier hombre tenía derecho a
ser. Sintió que se quedaba sin aliento nuevamente, debido a su proximidad.
—Es muy amable, señor. —Sabía que estaba ruborizada cuando lideró el
camino hacia el lugar donde estaba estacionado su carro junto a los establos. Había
una bomba de agua cerca y un abrevadero vacío que serviría a su propósito. Tenía
que limpiar los instrumentos de su oficio y prepararlos para mañana antes de que
La había colocado junto a su carro para poder mover las ahora desnudas
plantas al área cubierta de almacenamiento junto con el resto de sus suministros. Al
mismo tiempo, ella movió cuatro plantas que todavía tenían todos sus tallos y las
puso en la carretilla con los dos cuencos vacíos que habían utilizado antes, además
de dos cuencos adicionales que sacó de la parte de atrás de su carro.
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—Si quiere lavarse las manos primero, bombearé agua para usted —ofreció
ella.
Brodie, no; debía pensar en él como Sir Broderick para no tener un desliz y
volverse demasiado familiar, se acercó, y se lavó las manos enérgicamente. Era tan
grande, y estaba tan cerca. Ese día él había estado en batalla, acompañando las
heridas y el dolor de su dragón, y todavía parecía tan fuerte y vital.
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—Eso es más que un rasguño, mi señor. —Normalmente no habría
discutido el asunto, pero tal vez, admitió en su inquieta mente, quería prolongar su
encuentro. No quería alejarse de su presencia todavía. Su herida era una fantástica
excusa para pasar unos minutos más con él.
Las telas que estaban realmente sucias, las apartó en una pequeña pila para
encargarse de ellas más tarde.
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mañana, siempre y cuando tuvieran el cuidado de cubrirla de forma segura durante
la noche.
Estuvo tan sorprendida por su pregunta, que casi dejó caer su cuchillo en el
abrevadero. Recuperando su equilibrio, y algo de su estabilidad, pensó en cómo
responder a su pregunta. Seguramente era capciosa.
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Capítulo Tres
—Es una historia muy larga y triste en su mayor parte —contestó
finalmente, decidiendo contarle una parte de la verdad—. Me casé muy joven con
un anciano. Cuando quiso librarse de mí, me golpeó y me lanzó a la calle. Un alma
de buen corazón llamó a uno de los hermanos de nuestra orden y él me atendió.
Fue una larga recuperación y durante el tiempo que pasé en los jardines del
Templo, descubrí una afinidad con las plantas. Ellos me permitieron quedarme y
unirme a la orden para entrenarme como boticaria. Como puedes ver, logré llegar a
ser oficial. —Se encogió de hombros, señalando hacia su carro.
—¿Durante cuánto tiempo has estado por los caminos? —Parecía entender
más acerca de la forma en que el Templo funcionaba que la mayoría de la gente.
—Lo has hecho muy bien por ti misma. —Dio un vistazo lleno de
aprobación al carro y su suministro de plantas raras.
Sir Broderick le dio una sonrisa reservada. —Oh, apostaría a que le conoces
si pasaste algo de tiempo en los jardines del Templo. ¿Conociste al hermano Osric?
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—Es mi hermano —dijo Brodie con voz juguetona, como si compartiera
una broma privada, pero ella no la entendió muy bien. Cada vez era más difícil
pensar en él como Sir Broderick cuando era tan abierto y cálido. La versión más
corta de su nombre encajaba con su amigable actitud, y supo que era una batalla
perdida intentar mantener en su mente esa distancia más formal.
—Nunca había oído hablar de algo así —admitió, permitiendo que parte de
la admiración que sentía fuera percibida en su tono.
—Así que realmente eres mayor que yo, aunque luces más joven —pensó en
voz alta. Sólo después de que se dio cuenta de lo que había dicho el sonrojo
comenzó en sus mejillas.
—En efecto, señora. Soy mucho más viejo y más sabio que una joven bonita
como tú. —Se rió entre dientes, inclinándose para colocar la planta en la que había
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estado trabajando en la carretilla cercana. El movimiento lo acercó más a ella y
durante un latido del corazón, pensó que tal vez él tenía la intención de besarle.
—Sin duda, vivir tanto tiempo debe ser una bendición —comentó, hablando
rápidamente para cubrir su confusión. Realmente no había pensado en sus palabras
y la forma en que él la miró la hizo darse cuenta de su estupidez. No era un don ver
a su propia familia envejecer y morir—. Perdóname —añadió, bajando la mirada
hacia su trabajo, avergonzada una vez más por sus reacciones ante este confuso
caballero.
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Ella se levantó y se sacudió un poco de tierra que se había caído de una de
las macetas sobre su falda. Era tan buena excusa como cualquier otra para poner un
poco de distancia entre ella y el confuso hombre.
Ese tentador dedo se movió para trazar su oído y sus entrañas temblaron
mientras su cuerpo se estremecía.
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la línea. Su toque era demasiado distrayente. Demasiado excitante. Demasiado
increíble.
Con cierta necesidad, la giró hacia él, colocándola con la espalda contra el
lado del carro.
Todo ello con un simple beso. Sus manos permanecieron en sus hombros,
sólo su boca reclamó la suya, poseyéndola.
Cuando el beso terminó, no fue porque ella se apartó. No, Brodie había
dado un paso atrás, y Silla oyó algo tarde, el fuerte golpe de una cubeta de metal
dentro del establo, no muy lejos de ellos. El mozo de cuadra, sin duda, se estaba
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encargando de sus tareas y el ruido probablemente le había recordado a Brodie que
no estaban necesariamente solos.
—Sir Phelan debería pasar bien esta noche. Dijo que no se movería de su
posición, lo que ayudará a que la herida sane más limpiamente.
—Bueno, por supuesto. Fue la primera vez para mí, sin duda, pero él habla
contigo todos los días, ¿no es cierto? —No esperó una respuesta, y no le miró
mientras recogía sus cosas.
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Las delicadas plantas se mantendrían adecuadamente bajo la cubierta si la
temperatura bajaba demasiado para ellas.
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Su sonrisa la provocó e hizo que sus pasos vacilaran, pero continuaron su
lento avance a través del enorme patio. Notó entonces, su comportamiento
escandaloso. Había besado al hombre como si no hubiera un mañana y recién
acababa de conocerlo. La idea le hizo detenerse.
—Para que quede claro, mi señora, no voy por ahí besando a cada
muchacha bonita que se cruza en mi camino. Esta noche ha sido única en muchas
y diferentes formas y no estoy demasiado orgulloso de admitir que la condición de
Phelan me ha dejado algo desequilibrado. —Sus profundos ojos marrones
suplicaban comprensión y mostraban sólo un poco de la vulnerabilidad que sentía
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tener que abrirse camino con dificultad entre la multitud para conseguir la atención
del dueño de la posada, y mucho menos tener que regatear con el hombre por
alojamiento y comida.
—Está más atareado de lo que pensaba aquí —habló Brodie en voz baja,
junto a su oído—. ¿Tu habitación ya está preparada?
Había estado yendo por este camino desde hacía cinco años. Sus pacientes
debían ser atendidos antes que sus propias necesidades, pero esta noche deseaba,
como había deseado un par de veces antes, en su momentos débiles, que alguien le
ayudara.
A veces, en las horas más oscuras de la noche, oraba por alguien que le
ayudara a sostener esa pesada carga sobre sus hombros. Alguien que le ayudara,
como ella lo ayudaría a él.
Pero sabía por su amarga experiencia que tener un hombre en su vida no era
garantía de tales cosas. Tenía la esperanza de encontrar un buen amigo. Tal vez un
amante. Incluso una mascota podría ayudarle a aliviar algo de su carga. De hecho,
le había cambiado el nombre a su caballo a Héroe porque era, de alguna manera, su
héroe. Él había entrado en su vida en un momento en que había estado demasiado
cansada y débil para caminar de un lugar a otro. La sanadora se había enfermado
de caminar y su Héroe había llegado para cargarla dónde sea que tuviera que ir,
dándole tiempo y energía para curarse a sí misma así ella podría continuar sanando
a otros.
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—Hay una habitación especial, que siempre está preparada porque es para
los caballeros que patrullan —le dijo Brodie—. La entrada está en el exterior, muy
cerca del foso de arena para que podamos permanecer cerca de nuestros
compañeros. Hay dos camas en la habitación. Puedes compartirla conmigo —le
ofreció él.
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Capítulo Cuatro
Silla se volvió para mirar sus ojos. No vio engaño en su profunda mirada
marrón, aunque la luz del fuego destacaba unas vivaces manchas doradas en su iris
que de lo contrario, serían de un color marrón inmaculado.
—Soy un caballero honorable —protestó, pero con una ligera sonrisa que
expresaba su comprensión por la precaución de ella—. Tienes mi palabra de que no
te molestaré durante la noche. Por el contrario, te protegeré. Sobre todo porque eres
la proveedora de burnjelly que sanará a mi más querido amigo en el mundo. —Le
hizo un guiño, y ella captó su humor. Realmente parecía ser un buen hombre.
Ella le siguió mientras Brodie les guiaba al exterior por la puerta, y hacia la
parpadeante luz de las linternas del patio. Volvieron sobre sus pasos nuevamente,
hacia el dormido dragón y fueron más allá, hasta una pequeña puerta integrada en
un costado de la posada. Efectivamente, cuando él la abrió, había un dormitorio.
Una cosa que sí notó ella, sin embargo, fue que una de las camas había sido
construida maciza y enorme. La otra era claramente una cama individual. Ella dejó
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la capa y la pequeña mochila que había tomado de su carro en esa, pero Brodie
pareció notar su confusión cuando se sentó en la otra cama mucho más grande y le
sonrió.
—Esta cama está construida para los caballeros casados y su señora. La otra
es para cuando los caballeros solteros patrullan juntos. El mayor de la pareja
obtiene la cama más grande y el más joven tiene que conformarse con esa. —
Señaló la pequeña cama detrás de ella.
—Por favor, permíteme ser juez en eso. Quítate los pantalones y acuéstate.
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Sacó un impermeable y toallas para poner debajo de su pierna, así no
mancharían las sábanas con su sangre. Primero tendría que limpiar la herida y para
ello acercó una palangana y la jarra con agua que encontró asentadas en una
pequeña mesa junto a la puerta. Por su olor, notó que el agua estaba fresca, y la
palangana servía para su objetivo. Vertió una pequeña cantidad de agua en la
palangana y añadió hierbas de limpieza que garantizarían que su herida estuviera
desinfectada y mitigarían parte del dolor.
Silla trató de no pensar en las musculosas piernas con apenas una capa de
vello. Había trabajado en muchos pacientes masculinos antes, pero ninguno había
suscitado este tipo de respuesta femenina de su parte. Se sentía un poco inestable a
medida que se aproximaba a él, con el paño y la palangana que cargaba. Se sentó
en un costado de la enorme cama, y puso la palangana a su lado.
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Ella trató de ser lo más delicada posible, pero vio la forma en que los
músculos de sus piernas se contraían al sondearlo.
—Lo siento, pero la herida debe estar tan limpia como sea posible antes de
que una infección pueda fijarse en ella. Me sorprende que hayas caminando con
esto por tanto tiempo. —Trabajó con cuidado, pero de manera constante, usando
una toalla para quitar el agua ensangrentada—. Las hierbas desinfectarán y
adormecerán el área. No debería doler demasiado en unos minutos, una vez que se
produzca el efecto.
—No necesitas puntos de sutura, pero lo vendaré por esta noche, para
mantener la piel en su lugar mientras se sella. Para mañana, deberías poder
prescindir de las vendas, siempre y cuando te lo tomes con calma. —Aplicó un
ungüento especial que había hecho para tales lesiones mientras hablaba, después
cortó un largo vendaje limpio y lo envolvió alrededor de la pierna con su ayuda.
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muslo y cada vuelta alrededor de la circunferencia de su muslo la llevaba a las
proximidades de su pene. El cual se endurecía con cada vuelta del vendaje.
—Este tipo de cosas sucede con los pacientes masculinos a veces. —Trató de
sonar indiferente, encogiéndose del asunto.
—No creo que me guste como suena eso. —Su expresión repentinamente
cambió de divertida a enojada... y ¿posesiva? ¿Cómo podía sentirse posesivo con
ella en tan poco tiempo?
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Brodie era todo lo que había soñado en un hombre y nunca habían pensado
realmente que existía. Él era un caballero. Un hombre de honor, sin lugar a dudas.
Sólo los hombres honorables eran elegidos como caballeros. Los Dragones, se
decía, eran excelentes jueces del carácter.
También era, por mucho, el hombre más guapo del que había estado
cerca. Y su atractivo no era sólo superficial. El obvio amor que le tenía a su amigo
dragón era expuesto en todas sus acciones. Había sido educado, amable, divertido y
acogedor.
Sexy también, aunque no de una forma descarada... hasta ahora. Sus ojos
fueron atraídos por la erección que él hacía poco por ocultar.
Es cierto que su túnica lo cubría, a duras penas. Pero a juzgar por la marca
en la tela, no habría podido ocultar fácilmente sus generosas proporciones, aunque
lo hubiera intentado. Su boca se hizo agua al pensar en tocarle. Ahí.
—Lo que tú quieras que sea, mi señora. —Su voz se había vuelto seductora
y baja.
—No estoy acostumbrada a este tipo de cosas. —Bajó la mirada hasta sus
manos, sabiendo que el calor en sus mejillas sólo se había incrementado.
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Brodie se movió, girando de manera que sus dos pies tocaron el suelo
y quedó sentado sobre el costado de la cama, a su lado. Levantó una de sus grandes
manos para acariciarle la mejilla, y se encontró inclinándose hacia su caricia.
—¿No crees que sé eso? Eres una mujer especial, Silla. Reconocí eso casi
desde el primer momento en que nos conocimos. Sé que esto va rápido, pero esa es
la forma en que sucede con los caballeros.
Él se inclinó más cerca, pero no hizo ningún movimiento para reclamar sus
¿Se atrevería?
Oh, sí, pensó mientras unía sus labios a los suyos. Definitivamente
necesitaba atreverse esta única vez. Podría llegar a lamentar su elección mañana,
pero por esta noche, viviría un sueño. Alejaría la preocupación y las dudas, y
compartiría su cuerpo con un hombre demasiado bueno para ser verdad.
Demasiado bueno para pertenecerle por más tiempo que el espacio de una única
noche robada.
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Le empujó hacia atrás sobre la gran cama y se sentó a horcajadas sobre su
cuerpo firme. Ahora que había tomado su decisión, se había convertido en la
agresora, un papel que nunca había jugado antes, pero que descubrió disfrutaba
inmensamente. Fue cuidadosa con su herida. No ocasionaría que sangrara de
nuevo. No ahora, cuando el placer estaba en oferta.
Después de una batalla con la tenaz tela, ella finalmente pudo empujar la
túnica más arriba y pasarla por encima de sus cooperativos hombros. Él se irguió,
ayudándole a mover la prenda. Su concentración se había reducido a este único
Sus brazos se habían llevado la peor parte de los cortes durante los años,
pero a pesar de que tenía tantos, algunos parecían como si hubieran sido graves en
su momento. La extensión de sus heridas le distrajo sólo un momento, pero fue
suficiente para que él cambiara los papeles.
Tenía pocas prendas debajo, pero él sólo estaba en calzones, por lo que
supuso debían estar igualados.
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El Club de las Excomulgadas
Una vez que se librara de su vestido, ella quedaría sólo con la fina cubierta
de sus cortas calzas.
Cómo deseaba que toda esa tela restante hubiera desaparecido ya.
Un shock de éxtasis la hizo jadear cuando el placer rodó sobre ella en una
—Todavía hay demasiada ropa —se quejó él con una sonrisa, mordiendo la
suave piel de su vientre mientras acechaba más abajo sobre su cuerpo. Sus manos
desataron los pequeños lazos de sus calzas cortas y se las bajó, su boca siguiendo su
camino con pequeños besos.
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El Club de las Excomulgadas
habían enseñado acerca de la anatomía, por supuesto. Todo buen sanador conocía
las partes del cuerpo y sus funciones. Pero nunca había entendido completamente el
propósito del clítoris hasta ahora.
Magnífico. Grande, erguido, bien formado y todo para ella. Al menos por
esa noche. Ese precioso pene sería el instrumento de su placer, si la Señora la
bendecía con otra nueva experiencia.
Silla había tenido sexo antes, pero nunca, al parecer, con un amante experto
y cuidadoso. Hasta ahora, esa experiencia había sido todo lo que alguna vez había
—¿Quieres más que sólo esta noche? —preguntó, estupefacta por sus
palabras. ¿Podría él realmente desear algo más que esto? Ella no se había atrevido a
tener esperanza...
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El Club de las Excomulgadas
¿Podría estar hablando en serio? Lucía serio. Empezó a creerle y
una pequeña llama de esperanza nació en su corazón, una pequeña brasa que bien
podría nutrirse de las llamas o ser abandonada para morir en su corazón. Sólo el
tiempo diría en qué dirección iría.
A decir verdad, estaba más que bien. Experimentaba deseo de verdad por
primera vez en su vida y disfrutaba de la sensación de tenerlo en su interior,
probando sus límites, frotándose contra los puntos ocultos que le hacían querer
retorcerse.
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El Club de las Excomulgadas
Su varonil aroma la seducía. El sonido de sus gruñidos y quejidos hacía que
su pasión ascendiera más. La visión de él irguiéndose sobre ella, su cuerpo
presionándose contra el suyo, era un nuevo sueño hecho realidad. La sensación de
sentirle en su interior y en su contra, le producía una deliciosa piel de gallina, y la
piel de él era casi adictiva, con un sabor salado contra su boca.
Habría dicho que lo amaba, si todavía creyera en tales cosas. Pero el amor
significaba dolor en su experiencia y nunca duraba. Aun así, sentía un inmenso
cariño por Brodie y sería su dispuesta compañera de cama en cualquier momento
en que él la llamará enseñándole su meñique. Ya era adicta a su contacto. Adicta al
increíble placer que sólo él se había tomado el tiempo en mostrarle.
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El Club de las Excomulgadas
Su cuerpo nuevamente estaba vibrando de excitación cuando deslizó los
dedos dentro de ella, frotándolos contra un lugar que la hizo gemir.
Él capturó el sonido con sus labios mientras la besaba hasta dejarla sin
sentido.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
—Volamos aquí en medio de la noche porque escuchamos que estabas
lesionado, y lo que me encuentro, es tu mano en el coño de una mujer dispuesta.
Mantuvo sus piernas abiertas y los dedos en su vagina para que cualquiera
pudiera verlo, a pesar de que trató de zafarse de él. Si iba a ser su esposa, tendría
que acostumbrarse a que Geoff los viera follar, y a que Brodie los viera follar a
ellos, para el caso. Era mejor comprobar si estaba interesada ahora, para evitar
malentendidos.
—Esta es Silla —continuó Brodie—. Es especial para mí, Geoff, así que sé
—¿Qué? —Los ojos de Silla se abrieron como platos, y Brodie supo que
tenía que hablar rápido.
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El Club de las Excomulgadas
—Tan en serio como nunca en mi vida. Los caballeros a menudo saben
enseguida cuando conocen a la mujer que está destinada a compartir sus vidas. Es
una bendición para los nuestros. Supe más temprano esta tarde, que había conocido
a mi pareja. Geoff lo supo también, aunque no lo conoces todavía. Apostaría todo
lo que aprecio que una vez que llegues a conocerlo un poco, se sentirá por ti de la
misma forma en que yo me siento.
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El Club de las Excomulgadas
¿Silla sería de mente abierta a esa experiencia? Y ¿sería capaz de compartirse
a sí misma con Geoff de la misma forma en que lo había hecho con Brodie? Este
era el primer paso para averiguarlo.
Brodie removió sus dedos y deslizó su pene en ella sin queja alguna. Se
aseguró de extender sus piernas ampliamente para que Geoff pudiera ver. Jugó con
los generosos senos de Silla mientras bombeaba dentro de ella, consciente del
público, lo que despertó al exhibicionista interno que todos los caballeros parecían
llevar.
—Nuestra Silla tiene unas encantadoras y redondas tetas, ¿no es así, Geoff?
—Oh, ella es nuestra compañera, Geoff. Tengo pocas dudas al respecto. Puede oír a
Phelan.
—¿En serio? —El tono de Geoff tenía esperanza—. ¿Puede hablar con los
dragones?
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El Club de las Excomulgadas
—Es verdad, hermano. Puede hacerlo. Es nuestra compañera. Es hora de que le
enseñemos lo que eso significa.
Geoff extendió la mano y cogió el pezón erguido sobre el seno más cercano.
Brodie todavía la acunaba, pero Geoff tiró de su pezón, trabajando juntos como lo
harían el resto de su vida, si Silla accedía.
—De hecho, son muy lindas —coincidió Geoff—. ¿Pero ella obedece
órdenes?
—¿Y tú dijiste que yo estaba presionando las cosas? ¿De verdad quieres probar tus
juegos de disciplina en ella, ahora? —se quejó Brodie a su compañero de batallas,
—¿Por qué no? Si es la elegida para nosotros, se entusiasmará con la idea, ¿no te
parece?
El cuerpo de Silla saltó debajo del suyo y Brodie trató de leer su expresión.
Se inclinó, colocando sus labios junto a su oído. —Me temo que Geoff es más
juguetón que yo. Le gusta representar juegos, pero no te hará daño de ninguna
manera, amor mío. Yo tampoco lo haré. Te prometo esto con mi vida. Te doy mi
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El Club de las Excomulgadas
palabra de caballero. ¿Confías en mí? Te guiaré y protegeré, pero debes confiar en
mí o no iremos más lejos.
—¿Qué piensan hacerme? —La pregunta salió con temor, pero Brodie
también pudo oír el pequeño estremecimiento de excitación en su tono. Y la forma
en que su dulce coño se apretó varias veces en torno a su pene le dijo que estaba
más excitada que verdaderamente asustada.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
Silla no sabía por qué no estaba huyendo. Un hombre extraño la tenía atada
desnuda a una cama gigante y ¡ella se lo estaba permitiendo! ¿Qué había cambiado
en su salud mental en las horas pasadas para que accediera a tal cosa?
Todavía no podía creer esa parte. Ella había sido una esposa y nunca pensó
No podía negar que la mirada de Geoff encendía sus sentidos. Tal vez tenía
tendencias exhibicionistas después de todo. Nunca lo habría creído, pero cuando
Geoff había mirado fijamente su coño mientras Brodie había estado dentro de ella,
la expresión decidida en su rostro la había dejado sin aliento. Y cuando ambos le
habían tocado el seno al mismo tiempo, se había sentido ávida de más.
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El Club de las Excomulgadas
¿Cómo funcionaría? ¿Cómo se sentiría? ¿Sobreviviría a tal cosa y todavía la
desearían después de haber conseguido probarla?
Los largos vendajes que habían usado para atarla, cedían bastante así podría
moverse un poco. Podía doblar los codos y más importante, las rodillas. Se imaginó
todo tipo de escenarios que demandaban tener las rodillas dobladas y simplemente
los pensamientos carnales en su mente hicieron que su temperatura se elevara.
Geoff tenía el pelo rubio y unos brillantes ojos azules. Era un complemento
ideal para el pelo castaño, y los hermosos ojos marrones de Brodie. Geoff tenía un
aspecto más fornido, mientras que Brodie era más bonito, pero ambos tenían un
cuerpazo bastante grande, con músculos abultados y cicatrices de su vida guerrera.
Geoff se quitó el jubón de cuero con un encogimiento de hombros, y tiró de la
túnica de tela que llevaba debajo de éste por encima de su cabeza.
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El Club de las Excomulgadas
Geoff le sostuvo la mirada mientras arrastraba sus dedos descendiendo por
la piel de su abdomen y subía de nuevo para provocarle ligeramente alrededor de
sus senos, dibujando círculos. Entonces, él deslizó su atención a lo que su mano
estaba haciendo, observando su cuerpo como si estuviera mirando una escultura o
una pieza de arte. Jugó con su pezón hasta que estuvo erguido, como si suplicara
por su toque.
—Sí, ¿qué?
—¿Sí, Señor?
Lo liberó y movió su mano hacia atrás. —Muy bien. Bésala, Brodie. A ella
parece gustarle tu boca en sus senos.
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El Club de las Excomulgadas
—Ah, sí, a ella le gustas, Brodie. —La voz de Geoff reclamó su atención, al
igual que lo hizo la mano que inició un camino desde su ombligo y bajó hasta el
vértice de sus muslos.
Geoff se movió hacia abajo mientras Brodie todavía se dedicaba a sus senos,
y sintió las manos de Geoff doblando ligeramente sus rodillas y separando sus
muslos tanto como podían ir. Tenía acceso completo ahora y no tardó en usarlo.
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El Club de las Excomulgadas
Todavía llevaba sus pantalones de cuero, y la visión de él arrodillado cerca
de su cabeza le condujo nuevamente a sentirse plenamente excitada. Tener a dos
hombres guapos centrados exclusivamente en su cuerpo, en su placer, era algo
verdaderamente increíble.
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El Club de las Excomulgadas
Y aunque fuera sólo por esta noche, los deseaba a los dos. Dejaría que la
mañana se encargara de sí misma. Esta noche deseaba el sueño. La fantasía. El
éxtasis.
Geoff esperó, con su rostro muy cerca del de ella. Se elevó un poco, y su
mirada encontró la de ella, y se la sostuvo.
Por primera vez, vio la vulnerabilidad en sus ojos. Comprendió un poco más
sobre este extraño caballero y supo que no le podía negar nada en este momento.
Mañana podría ser otra historia, pero por ahora, ella era suya. Suya y de Brodie.
Geoff subió para arrodillarse a su lado, con sus dedos trabajando sobre la
marcha en sus pantalones de cuero. Se los bajó, liberando una impresionante
erección, y sosteniendo su mirada todo el tiempo. Quiso lamerle, conocer su sabor,
pero él se alejó, moviéndose hasta donde sus muslos todavía estaban extendidos
ampliamente.
Se sorprendió cuando sus manos buscaron los lazos que sostenían sus
tobillos, y la liberaron. Brodie liberó sus muñecas al mismo tiempo y juntos la
convencieron de girarse sobre sus manos y rodillas.
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El Club de las Excomulgadas
La nueva posición alineó su cabeza frente al distendido pene de Brodie y
repentinamente, quiso conocer su textura y probar su sabor con su lengua. No le
dio ninguna advertencia, simplemente lamió a lo largo de su pene mientras él se
encontraba distraído viendo como la preparaba Geoff. Las manos de Geoff
extendieron sus muslos y sus dedos la penetraron, sacando su humedad para
esparcirla, mientras chupaba el pene de Brodie profundamente dentro de su boca.
Tenía un sabor salado y divino, y al mismo tiempo Geoff le mantenía
desequilibrada con las arremetidas de sus dedos. Ellos se fueron y pronto fueron
sustituidos por su pene.
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El Club de las Excomulgadas
convirtiéndose en dos y luego en tres orgasmos mientras continuaba golpeando en
ella desde atrás.
Cuando se tensó y apretó sus pezones con mayor fuerza, estalló una última
vez y sintió el calor de su semen en su interior, deslizándose, resbalando y goteando
mientras seguía penetrando dentro y fuera de su centro. Ella gritó entonces, un
sonido incoherente por el más increíble placer que jamás hubiera conocido.
Haciendo todo más seductor debido a la ardiente mirada marrón de Brodie, quien
los observaba.
Capítulo Siete
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El Club de las Excomulgadas
Follaron durante toda la noche, por separado y en trío, y finalmente
encontraron el sueño un par de horas antes del amanecer. Silla despertó cuando los
primeros rayos de luz entraban por la ventana, sabiendo que tenía que ver a su
paciente. Se levantó de la cama, lo más silenciosamente posible. Los caballeros
habían tomado posiciones a cada lado de ella y ni se inmutaron mientras se vestía y
se escapaba hacia la temprana luz de la mañana.
Encontró dos dragones donde sólo había uno la noche anterior. Yacían muy
cerca, con sus cuellos entrelazados. Hizo una pausa para observarlos por un
momento. Parecían tan felices...
—Buenos días, Lady Silla —la voz retumbó igual que la que había oído la
noche anterior dentro de su mente. Phelan le estaba hablando, y finalmente notó
sus ojos parpadeando y abriéndose.
—Buenos días, Sir Phelan. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó en voz alta,
insegura de cómo, o de si incluso, podía responder de la misma manera.
—Estoy bien y feliz. Mi compañera está aquí y nuestros caballeros informan que
pronto podremos estar juntos otra vez. —El otro dragón se movió y abrió los ojos.
Deshicieron sus largos cuellos y dos cabezas gigantes se levantaron unos pocos
metros en el aire para mirar fijamente hacia abajo, a ella.
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El Club de las Excomulgadas
El dragón, que había sido impresionante en la noche a la luz de las linternas,
era casi abrumador a la luz del día. Se preguntó cuán magnífico se vería cuando los
rayos del sol se hicieran más fuerte y besaran su armadura viviente.
—Gracias por haber atendido a mi compañero —dijo otra voz en su mente. Ésta
era un poco más suave, aunque no menos inmensa. Era el dragón hembra,
hablándole directamente a ella por primera vez—. Soy Qwila.
Una vez más, llegaron las pequeños espirales de humo que indicaban la
diversión del dragón. Silla se encontró sonriendo también. Phelan había resumido
la naturaleza de Osric perfectamente. El hombre más gentil que jamás había
conocido. Sería imposible para él manejar una espada, incluso en defensa de los
inocentes. Era un pacifista hasta la médula.
—Tus habilidades serán una excelente adición a nuestra nueva Guarida. No tenemos
a ningún sanador todavía y será difícil encontrar a uno de tu habilidad dispuesto a vivir y
trabajar con los nuestros —añadió Qwila—. Lo creas o no, muchas personas tienen miedo
de nosotros. —Su tono indicó un humor irónico que Silla apreció.
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El Club de las Excomulgadas
Los dragones realmente no eran de temer en absoluto, una vez que eras
capaz de hablar con ellos un rato.
—¿Puedo? —le recordó Silla a los dragones, presentando los cuencos con
burnjelly de nuevo.
La voz de Phelan tenía una nota burlona, y se dio cuenta que estaba
tratándolo como lo haría con sus pacientes humanos. Indudablemente, las
tolerancias del dragón eran muy diferentes.
—Perdóname, Sir Phelan. Veo que tengo mucho que aprender acerca de tu
especie. —Vio el humo divertido elevándose de su nariz a pocos metros de
distancia y se maravilló de nuevo por su sentido del humor.
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El Club de las Excomulgadas
—No te preocupes —la voz de Qwila retumbó en su cabeza—. Tendrás muchas
décadas para perfeccionar tu conocimiento de cómo tratar a los nuestros una vez que unas
formalmente tu vida a nuestros caballeros, y por su conexión, a nosotros.
—Todavía no estoy segura acerca de todo esto. —Decidió ser franca con los
dragones, ya que parecían estar bajo la impresión de que realmente se iba a casar
con sus caballeros—. No me atrevo a creer que es real.
—Es tan real como yo. —La cabeza de Qwila bajó para poder estudiar los ojos
de Silla. El dragón parecía completamente serio—. Eres la mujer que la Madre de
Todos ha elegido para nuestros caballeros. Para nuestra familia. ¡Nos puedes oír! —Parecía
—Más raro que los diamantes, mi querida escéptica —se inmiscuyó Phelan, con
su cabeza todavía descansando en sus patas delanteras y sus ojos aún cerrados—.
Sabemos que eres la elegida. Nuestros caballeros lo saben. Solo falta que tú lo entiendas y
aceptes.
Terminó de atender su herida, dando un paso atrás para poder ver a los dos
dragones a la vez mientras continuaban su conversación.
—Es simple. Busca en tu corazón —le aconsejó Qwila—. Sabes que en el fondo, ya
estás unida a ambos. Solo falta que aceptes la conexión y permitas que se abra más de modo
que nunca se cierre. A través de tu unión a nuestros caballeros, te conectarás con nosotros
también y nuestra magia te sustentará por muchos, muchos años.
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El Club de las Excomulgadas
—Parece increíble —susurró Silla, bajando la mirada. Se sentía a la deriva,
perdida debido a todos los cambios que habían llegado a su vida en tan poco
tiempo.
—Es verdad —la voz de Brodie llegó a ella desde su espalda mientras se
acercaba y la atraía contra él.
Geoff se acercó mientras Brodie la soltaba, y sin decir nada, la tomó en sus
brazos, meciéndola suavemente de lado a lado mientras le abrazaba.
El abrazo de Geoff cambió al retroceder y bajar su cara para juntar sus labios
con los de ella en un inesperado y suave beso, lleno de dulzura. Cuando se retiró,
vio un inexplicable brillo en sus ojos, como si estuviera casi abrumado por la
emoción.
—Te presioné bastante anoche. No creí que el amor a primera vista fuera
real, aunque muchos cuentos hablan de tales cosas entre los caballeros y sus
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El Club de las Excomulgadas
compañeras. ¿Me perdonas? Estoy convencido más allá de cualquier sombra de
duda de que eres la pieza faltante para nuestra familia. Contigo y sólo contigo,
querida Silla, todos podremos ser felices. ¿Harás eso por nosotros? ¿Nos harás los
hombres más felices, y permitirás que nuestros compañeros dragón estén juntos una
vez más?
—Mi caballo. —Pero el viejo caballo castrado era más que eso. Era su
amigo, su confidente, y había sido su constante compañero en estos últimos años.
No quería dejarlo al cuidado de extraños.
—¿Le pusiste Héroe a ese viejo jamelgo? —Brodie se rió desde un lado.
—No tienes que hacerlo, amor mío —le aseguró Geoff con un pequeño
apretón—. Tendrá avena y heno y un lugar cálido para vivir su vida. Hay un
establo construido en la Guarida para las bestias de carga que usamos para
transportar suministros. Vivirá allí y lo podrás ver cada día.
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El Club de las Excomulgadas
—Y mi hermano, Osric, se encargará de las cosas con el Templo —agregó
Brodie, moviéndose más cerca. Geoff se paró a su derecha para permitirle a Brodie
colocarse a su izquierda. Ambos tomaron una de sus manos. Geoff mantuvo su
brazo alrededor de su hombro, mientras Brodie enlazaba uno alrededor de su
cintura—. La pérdida del Templo será nuestra ganancia. Y si no lo dijimos antes,
puedes estar segura de que Geoff y yo nunca te lastimaremos. Nunca nos
apartaremos de ti. Serás nuestro amuleto y nuestra luz guía. Eres la mujer que
hemos estado buscando. Sólo tú, Silla, hasta que la Madre nos llame a todos a casa,
a ir a Su Luz.
Las lágrimas llenaron los ojos de Silla mientras sus palabras calmaban sus
temores y le hacían tener esperanza. ¿Se atrevería a confiar en estos hombres? ¿En
estos caballeros del reino?
Y todo el mundo sabía que no había tal cosa como el divorcio entre los
caballeros y sus compañeras.
Con sus temores aplastados, Silla hizo lo único que podía hacer. Besó a cada
uno de sus caballeros en la mejilla y les susurró la palabra que los cuatro seres
esperaban oír.
—Sí.
Fin
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El Club de las Excomulgadas
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hallen esposa, la compartirán. Al enterarse de la lesión del dragón, Geoff y su dragona corren a
ayudar, sólo para encontrar al dragón en vías de recuperación y a Brodie en la cama con la mujer
más impresionante que Geoff ha visto.
El amor a primera vista resulta ser real y afecta a todos, mientras se reúnen y se dan cuenta de que
sin importar los obstáculos, están destinados a estar juntos. Silla es el eslabón perdido que unirá sus
vidas y formará una familia verdadera en la guarida.
Advertencia: A los Caballeros les gusta ser juguetones, y estos dos no son la excepción. Cuidado
con la pasión, la diversión, un poco de bondage y mucho amor a tres bandas con un poco de
exhibicionismo de buena medida.
Nota Excomulgada: Aunque este libro se ubica en el orden de lectura como la historia 1’5, de la
Serie, la autora la publicó recientemente, por lo que este sería el nuevo orden.
02 - La Guarida Fronteriza
Cuando la guerra llega a la frontera, los caballeros y los dragones de la zona Fronteriza se levantan
para tal ocasión. Nuevos aliados se reúnen a su lado. El amor florece y crece incluso cuando el mal
invade la tierra. Los caballeros y los dragones deben ser firmes contra los ataques, la hermosa mujer
de sangre real les lleva esperanza, curación y amor.
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El Club de las Excomulgadas
03- El Dragón de Hielo
Sabe casi desde el primer momento que la quiere para él. Sin embargo, los complots de los señores
de la guerra en el norte, están tratando de matar a los dragones que protegen la frontera norte, e
invadir el reino de pacifico de Roland.
Lana y su amigo dragón de hielo increíblemente hábil son el único rayo de esperanza para
los caballeros y los dragones guerreros en la Guarida del Norte. Igual que Lana es el único amor que
Roland conocerá en la vida.
Él puede reunirla con su familia perdida, pero ¿podrá ganar su corazón y hacerla su reina?
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Próximamente
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Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón
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