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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Al Staff Excomulgado: Nelly Vanessa por la


Traducción; Marijf22 por la Corrección de la
Traducción; Mokona por la Corrección; Laavic
por la Diagramación, Bibliotecaria70 y Kiti08 por
la Lectura de este Libro para El Club De Las
Excomulgadas…

A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que

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nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras
Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan
siempre. A Todas….

¡¡¡Gracias!!!

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El Club de las Excomulgadas

Aviso Excomulgado

El Club de Las Excomulgadas ha realizado este


proyecto de fan traducción Sin Ánimo De Lucro
Alguno.

Está hecho por Fans para Fans, Siendo su


Distribución Complemente Gratuita.

No ha tenido en ningún momento el objetivo de

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quebrantar la propiedad intelectual del autor o
reemplazar el original. Su Único fin es incentivar
y entretener con la lectura en nuestro idioma.

Así mismo las Incentivamos a Comprar Las


Obras de Nuestras Autoras Favoritas, ya sea en
el idioma original o cuando estén disponibles en
español, para seguir disfrutando de estas grandes
novelas.

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El Club de las Excomulgadas

Argumento
¿Qué es mejor que un caballero a tus pies? Dos caballeros.

Silla es sanadora en el límite de la frontera, ayudando a los necesitados.


Cuando oye los doloridos gritos de un dragón en apuros, va en su ayuda, con la
mayor parte de sus preciosos materiales para ayudar a la criatura gravemente
herida.

El compañero del dragón, el caballero Brodie, está fascinado por la mujer


que logra el milagro y que ha venido a ayudar a su amigo. Ella es a la vez hermosa
y de buen corazón y rápidamente se da cuenta de que es su compañera destinada. Y
si es la compañera de Brodie, lo será también de Geoff, ya que el dragón de Brodie
está unido a la dragona de Geoff desde hace muchos años.

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Geoff no cree en los cuentos de amor a primera vista entre caballeros, pero
sabe que cuando él o Brodie hallen esposa, la compartirán. Al enterarse de la lesión
del dragón, Geoff y su dragona corren a ayudar, sólo para encontrar al dragón en
vías de recuperación y a Brodie en la cama con la mujer más impresionante que
Geoff ha visto.

El amor a primera vista resulta ser real y afecta a todos, mientras se reúnen y
se dan cuenta de que sin importar los obstáculos, están destinados a estar juntos.
Silla es el eslabón perdido que unirá sus vidas y formará una familia verdadera en la
guarida.

Advertencia: A los Caballeros les gusta ser juguetones, y estos dos no son la
excepción. Cuidado con la pasión, la diversión, un poco de bondage y mucho amor
a tres bandas con un poco de exhibicionismo de buena medida.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Uno
Silla era una sanadora. No del tipo mágico de los cuentos de hadas, sino una
boticaria consumada que había sido entrenada en el Templo Mayor de Nuestra
Señora de la Luz durante muchos años antes de ser enviada a su aventura oficial.
En algún momento, todos los sanadores del Templo eran enviados a mezclarse con
gente de diversos países durante algunos años, para aplicar sus habilidades en un
entorno real. Sólo después de una década, o a veces más, eran invitados
oficialmente para volver al Templo y se les adjudicaba el título de Maestros.

A Silla le restaban cinco años como mínimo, para ser oficial pero no le
importaba. Disfrutaba mucho el viajar por las campiñas de Draconia, aunque le
hubieran dado un itinerario en la frontera con Skithdron. Esa nación había estado
causando más problemas en los últimos tiempos, y Silla había visto demasiadas

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quemaduras de veneno en las personas que habían sido atacadas por skiths. Esas
malignas criaturas, nacidas de la magia durante las Guerras de los Magos que hubo
siglos atrás, eran cazadores que no discriminaban a sus presas. Cualquier cosa que
se moviera estaba en peligro alrededor de un skith.

Eran enormes y parecidos a serpientes, con grandes fauces que escupían un


ácido venenoso. Si el veneno no te alcanzaba, sus múltiples filas de dientes
aserrados lo harían, cortándote la cabeza con un rápido movimiento.

Afortunadamente, la mayoría de los skiths permanecían de su lado de la


frontera. El terreno plano y rocoso de Skithdron era más conveniente para su
especie. Los bosques verdes y montañosos de la frontera Draconiana rara vez eran
testigos de incursiones de los skith, a menos que fueran deliberadamente
conducidos en esa dirección. Eso había ocurrido durante las Guerras de los Magos
y un par de veces desde entonces, pero Silla no había estado aquí entonces.

Esta nueva incursión era lo suficientemente mala para que el Rey


Draconiano hubiera ordenado la creación de una nueva Guarida donde los
dragones de combate y los caballeros vivirían, entrenarían y protegerían la frontera.

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El Club de las Excomulgadas
Parecía que los únicos enemigos naturales de los skiths eran los dragones. Esas
mágicas criaturas voladoras que podían respirar fuego y también podían, según
había oído, freír a un skith en el lugar. No era fácil, pero podían hacerlo. Bayberry
Heath era uno de los pequeños pueblos en el trayecto de Silla. Yacía en un valle
protegido que era tan idílico como tranquilo. El pueblo prosperaba y tenía una
encantadora posada así como varios otros negocios y tiendas. Silla siempre
esperaba con ansias la parte de su circuito que le traía a Bayberry Heath, y mientras
alcanzaba la última colina y bajaba la mirada hacia el fértil valle, sintió una
sensación de alegría que pocas veces le llegaba.

—¿Ves eso, Héroe? —Hablaba con su caballo como si pudiera realmente


entender lo que decía—. Dormiremos bien esta noche. Una cama en la posada para
mí y una linda caseta llena de heno fresco para ti.

El caballo resopló y se movió hacia adelante. Tal vez sólo imaginaba que él

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había intensificado su ritmo cuando vio el pueblo en la distancia... o tal vez no.
Había llegado a respetar mucho más a los animales y a sus muchos sentidos desde
que había salido a la carretera. Los animales del bosque siempre sabían cuando el
peligro estaba cerca o venía una inminente tormenta. Al aprender a leer sus señales,
había aprendido cómo protegerse a sí misma también.

Su caballo, Héroe, era viejo pero robusto, y habían tenido una buena
asociación en los últimos años. Por supuesto, el Templo le había enviado al exterior
con poco más que la ropa en su espalda. Parte de ser un oficial era aprender cómo
ser ingeniosa. Se había ganado a Héroe cuando había sanado a la esposa de un
hombre rico después de un parto peligroso. Ambos, el niño y la madre, habían
prosperado bajo su cuidado y el hombre había estado tan agradecido, que le había
dado el caballo como pago. Silla había querido rechazarlo, pero francamente estaba
cansada de tanto caminar entre los pueblos y granjas que tenía asignadas.

Unos meses más tarde, otro pueblo agradecido le había dado el carro
después de que ella diagnosticara la razón detrás del brote de una enfermedad
estomacal. El pozo local había estado infestado de una especie particular de caracol
que había contaminado el agua de tal forma que aunque ésta lucía normal, enviaba

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El Club de las Excomulgadas
a todo el mundo corriendo en busca de privacidad unas pocas horas después de
beberla.

Tal cosa podría matar a los viejos y más jóvenes, pero afortunadamente, los
niveles de contaminación no habían llegado a esa etapa crítica antes de que hubiera
descubierto el problema.

Una vez más, había tratado de rechazar el carro, pero con él, podría hacer
sus rondas mucho más rápido. Ese argumento, hecho por uno de los habitantes del
pueblo, finalmente le había convencido. El jefe del pueblo había pasado unos días
enseñándole a Héroe y a Silla cómo manejar el carro y luego ellos partieron hacia el
siguiente pueblo en sus rondas.

Silla descubrió enseguida que el carro hacía las veces de una cama de
manera excelente, en aquellas noches cuando no podía encontrar un mejor refugio.
Hizo algunos intercambios en el pueblo siguiente para conseguir algunas telas, e

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hizo unos estantes improvisados rellenando las telas cosidas con fibras vegetales
blandas e hierbas. Las hierbas mantenían a los insectos del verano a raya y
aromatizaban de forma agradable el espacio para descansar después de un largo día
en la carretera.

El carro era más que suficientemente grande para ella y sus pocos objetos.
Poco tiempo después, decidió que tenía espacio para otros utensilios que podría
intercambiar en los pueblos por mejores comidas y poder pasar alguna ocasional
noche en una posada. Silla hacía muchos tipos de pociones medicinales e incluso
cultivaba algunas plantas raras y útiles que podía intercambiar o darles a sus
pacientes cuando lo necesitaban. Durante los últimos años, había construido una
muy buena botica para que los vecinos de cada pueblo pudieran obtener
preparaciones a base de hierbas hechas por una mano experta o incluso plantas de
donde podrían hacer sus propios remedios, dependiendo de la temporada. Pero ella
nunca cobraba por los medicamentos o plantas cuando sus pacientes realmente los
necesitaban. Ese era el credo por el cual su Templo vivía. Sin embargo, podía ganar
algunas monedas de aquellos que no estuvieran enfermos y realizar intercambios

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El Club de las Excomulgadas
más a menudo, no por productos alimenticios sino por otros artículos que le
ayudarían a hacer su trabajo con mayor comodidad.

Su trayecto se superponía con otros miembros de mayor nivel de su Templo


alguna que otra vez. Ellos comprobarían su progreso en persona, además de los
informes escritos que ella devolvía todas las temporadas al Templo principal.
Alguien allí mantenía un seguimiento de los brotes de enfermedades basado en los
informes oficiales y también mantenía un ojo en los propios oficiales. La
acumulación de riqueza no era recomendada. Su orden era vivir con sencillez, pero
aquellos que eran diligentes al llevar remedios a la gente a lo largo de su trayecto,
incluso antes de que los medicamentos se necesitaran, eran a menudo
recompensados con posiciones superiores en el Templo cuando volvían para
convertirse en Maestros.

Actualmente, Silla estaba a mitad de camino de lograrlo. De acuerdo con el

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sanador anciano con quien había pasado una sociable tarde un par de semanas
atrás, ella iba avanzando a buen ritmo. Otros cinco años más o menos, y podría
volver al Templo con la cabeza en alto.

Casi lamentó el hecho de tener que volver. Silla había descubierto que
disfrutaba de la libertad de viajar a donde quisiera. En realidad, estar en el Templo
era mucho más restrictivo. Por supuesto, era mejor de lo que había sido su vida
antes.

Mientras el anochecer se instalaba en el valle de Bayberry Heath, Silla se


dirigió a la última pequeña subida que conducía al pueblo. El dueño de la posada
ya estaba encendiendo sus linternas para acoger a los extraños en la noche. Podía
ver el pequeño punto de la llama bailar y oscilar mientras él caminaba a lo largo de
la reja, encendiendo las dos linternas a cada lado de la entrada de su jardín, las
cuales arderían toda la noche para darle la bienvenida a los cansados viajeros. Era
un regalo para la vista. Y esta vez, no tenía que imaginar el acelerado ritmo de
Héroe mientras probablemente olía a otros caballos en el establo no muy lejos.
Unos pocos minutos más y llegarían allí a tiempo para una cena agradable, de
fresco forraje para Héroe y una buena comida caliente que ella no tendría que

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prepararse por sí misma. Casi podía saborear el sabroso guiso de la posada. Cerró
los ojos por un momento, imaginando lo bueno que sabría.

De repente, un inconfundible bramido inhumano de dolor destrozó la


noche. Los ojos de Silla se abrieron con rapidez mientras buscaba la fuente del
sonido. Había venido de más adelante y había asustado a Héroe dejándolo casi
inmóvil.

Ella lo impulsó a andar otra vez, mientras buscaba en la noche por lo que
sea que hubiera emitido ese tono de pura angustia. Si había alguna manera en que
pudiera ayudar, lo haría, pero no tenía idea de qué clase de criatura podría haber
hecho tal sonido. No había sido ninguno de los animales que conocía. Había sido
llamada para curar una vaca o un caballo más de una vez, y no le había importado
en lo más mínimo. Sus habilidades eran para todas las cosas vivientes; personas,
animales o vegetales.

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Héroe se resistió una vez más a medida que entraban en el patio de la
posada, y sus razones se hicieron evidentes de inmediato. Junto a la posada, en el
lado alejado de los establos de caballos, había un área abierta llena de arena que
Silla había visto antes, pero nunca cuestionado. Ahora entendía por qué estaba allí.
Era un espacio reservado para los dragones.

Había uno allí ahora.

Era el dragón quien había aullado de dolor cuando un hombre grande había
vertido cubo tras cubo de agua en lo que parecían ser profundas quemaduras ácidas
alrededor de la articulación de su ala donde se unía a su cuerpo. Silla hizo una
mueca de simpatía mientras la criatura se retorcía de dolor.

Humo salió de su nariz, pero parecía estar haciendo un esfuerzo para


contener su agonía mientras el hombre se apresuraba con la ayuda de lo que parecía
ser cada persona apta de la aldea.

El dueño de la posada la vio y fue directamente a ella, agarrando la brida de


Héroe.

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El Club de las Excomulgadas
—Gracias a la Madre de Todo que has venido, Sanadora Silla. Si alguna vez
hubo necesidad de tus medicamentos, es ahora. ¿Puedes ayudar al dragón? Todos
lo tomaremos como un favor. Él bajó para protegernos de un skith renegado y está
seriamente quemado.

Silla saltó de su carro y agarró su bolso. —Veré lo que puedo hacer.


¿Llevarías a Héroe a los establos? Deja el carro al alcance de la mano. Hay algunas
plantas en la parte de atrás que podría necesitar para el tratamiento del dragón, si su
caballero lo permite.

—Claro que sí, señorita. Y gracias. —El dueño de la posada se encargó de su


caballo y del carro mientras Silla se acercaba al dragón y a todas las personas que
trataban de ayudarlo.

Sir Broderick estaba llegando al límite de su desesperación, tratando de


ayudar a su compañero dragón, Phelan, su mejor amigo en todo el mundo. Habían

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pasado por momentos tensos anteriormente, pero Phelan nunca había estado tan
herido o tan dolorido.

Habían peleado contra skiths antes y salido ilesos. Había sido un disparo de
suerte, o más bien, de mala suerte, el que le había acertado a Phelan esta vez.
Afortunadamente, la buena gente de Bayberry Heath había estado dispuesta a
ayudar, consiguiendo la mayor cantidad de agua que había podido para bañar la
herida y liberarla del terrible ácido.

Brodie no sabía qué otra cosa hacer. Habían vertido tanta agua como habían
podido en la quemadura, bañando al dragón a fondo. El ácido se había diluido lo
suficiente ahora para ser inofensivo, drenándose en el foso de arena debajo de ellos.
Pero Phelan todavía estaba sufriendo un terrible dolor.

La articulación del hombro de un dragón era uno de sus pocos lugares


vulnerables. El ácido había consumido profundamente la carne de Phelan antes de
haber sido capaces de aterrizar y poner agua en ella. Brodie estaba angustiado por
no saber qué hacer para ayudar a aliviar el dolor de Phelan.

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—Señor, soy una sanadora oficial del Templo Mayor de Nuestra Señora de
la Luz. Aunque nunca he tratado a un dragón antes, ofrezco mis humildes
habilidades para ayudar en lo que pueda a su compañero.

La suave voz a su lado distrajo a Brodie por un momento. Se volvió y se


detuvo en seco.

Ante él había un ángel enviado de las alturas, una hermosa mujer con la
simple ropa de una sanadora. Las marcas de su Templo eran claramente visibles en
su capa y Brodie pensó que nunca había visto algo más hermoso.

—Señora, le daremos la bienvenida a cualquier ayuda que pueda darnos. —


Brodie encontró su voz después de un momento de completo shock—. Confieso
que no sé qué más hacer para aliviar el dolor de Phelan. Por favor, ayúdelo. —Eso
último salió en un susurro quebrado, pero Brodie no pudo evitarlo. Había mirado
de vuelta a Phelan al hablar y se dio cuenta una vez más de que nunca había visto a

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su compañero dragón en tan mala forma. A Brodie le dolía ver al gran dragón tan
humillado.

Ella se adelantó rápidamente, incluso antes de que terminara de hablar, sus


pasos tenían urgencia, a pesar de que se acercaba al dragón con cuidado. Brodie le
alcanzó y le acompañó hasta la peor lesión de Phelan, que estaba en el doblez de su
ala donde se unía con su cuerpo.

La curandera había sacado un jarro de su bolso y lo había destapado. Brodie


pudo oler el aroma de las hierbas curativas, y supo que el frasco contenía algo que
haría que el dolor de Phelan se detuviera. Ese ungüento adormecería cualquier
lugar que tocara.

Brodie había visto y sentido sus efectos antes. Esta mujer podría ayudar a
Phelan. Brodie estaba seguro de ello.

En lugar de untar el medicamento de inmediato, la sanadora se tomó un


momento para examinar las lesiones de Phelan con manos seguras. Incluso se
agachó para oler la herida y utilizó una tela limpia de su mochila para secar el área

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alrededor de ella lo mejor que pudo después del baño que los aldeanos habían
ayudado a Brodie a darle.

En el momento en que aplicó el ungüento, Phelan comenzó a respirar más


tranquilamente. Al igual que Brodie.

—Esta crema tiene anestésico, así que el dolor debería ceder —dijo la
sanadora con voz suave.

—Lo que sea que estés haciendo, continúa con ello —dijo la voz de Phelan, llena
de alivio, en la mente de Brodie.

—Está funcionando —le informó Brodie a la sanadora—. Dice que


continúes.

Continuó trabajando, hablando en voz baja mientras atendía al dragón. —

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Así que realmente hablas con tu compañero dragón. Había oído cuentos, pero
nunca había visto un dragón de cerca anteriormente, y mucho menos hablando con
un caballero. Me preguntaba cómo se las arreglaban unos seres tan diferentes para
trabajar tan bien juntos.

—Sólo los hombres que pueden oír el discurso silencioso de los dragones son
elegibles para ser caballeros —le contestó sin darle importancia, observándole tratar
a su mejor amigo con cuidado.

—Ya veo. —Examinó la herida más estrechamente ahora que el dolor había
sido amortiguado—. Esta quemadura es grave, pero creo que podemos hacer que él
esté más cómodo mientras se recupera. —Se dio la vuelta para enfrentar al dueño
de la posada, que había regresado sin que Brodie se diera cuenta—. ¿Puedes
conseguir seis plantas burnjelly de mi carro, por favor? Las más grandes —aclaró.

El dueño de la posada se escabulló para cumplir su orden. Brodie reconoció


el nombre de una planta poco común que era altamente valorada por su capacidad
para curar quemaduras. En la parte sur del país, conocía a muchas amas de casa y

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dueños de posadas que les gustaría mantener una planta de burnjelly en una maceta,
y creciendo en los alféizares soleados si pudieran poner sus manos en una.

Era algo raro y casi un milagro que esta sanadora tuviera una muestra en la
parte de atrás de su carro.

Ella tarareó en voz baja mientras trabajaba y el sonido pareció calmar a


Phelan. Calmaba a Brodie también, a decir verdad. Entre el tarareo y el modo
seguro en que trabajaba para limpiar e inspeccionar todas las heridas de su
compañero dragón, Brodie sentía que estaba en buenas manos.

Gracias a la Madre de Todos.

Brodie notó que Phelan había caído en una ligera siesta. La prolongada
batalla, la lesión y el dolor lo habían agotado. El cese de lo peor de su agonía
probablemente había permitido que el dragón quedara noqueado por un corto

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tiempo y recuperara parte de su fuerza.

Brodie había aprendido a lo largo de los años que habían estado juntos, que
Phelan había cultivado la capacidad de tomar lo que llamaba siestas de batalla.

Podía dormir deliberadamente, a voluntad, por cortos períodos de tiempo


que le permitirían permanecer en el servicio mucho más tiempo que la mayoría de
los otros dragones. Phelan había desarrollado la habilidad mientras había estado
recuperándose de la pérdida de su primer caballero.

Phelan era un dragón en la flor de su vida, y aunque formar una asociación


con un dragón extendía el tiempo de vida de un caballero al doble o triple,
eventualmente morirían. Cuando el caballero moría, el dragón generalmente
entraba en un período de luto riguroso.

El primer caballero de Phelan, Sir Anarik, había muerto en batalla después


de sólo cien años juntos. Había sido uno de los que defendieron al viejo rey y a su
esposa cuando habían sido asesinados. Phelan y Sir Anarik habían ido tras los
asesinos y Anarik había muerto, dejando a Phelan sin jinete y con el corazón roto.

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El Club de las Excomulgadas
En lugar de hundirse en la más profunda desesperación, Phelan se había
impuesto la tarea de salvaguardar al resto de la familia real, en particular a los
príncipes, el mayor de los cuales podría convertirse en rey a la muerte de su padre.

Roland había sido muy joven cuando había asumido el trono, pero había
hecho un trabajo magistral. Se habían hecho intentos de asesinato sobre su vida y la
de sus hermanos, pero Phelan siempre había estado allí para atravesar o freír a
cualquiera que intentara matar a alguien más de la familia real.

Por eso Phelan había aprendido a hacer mucho sin haber dormido
demasiado mientras estaba de servicio. Él y otro dragón sin pareja habían ideado el
plan y compartido el deber de velar por los príncipes por su cuenta. No se lo habían
dicho a nadie, pero después de que habían derrotado convenientemente a algunos
aspirantes a asesinos, la gente comenzó a darse cuenta de cómo habían obrado los
dragones.

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El Rey Roland había elevado a Phelan, agradeciéndole por su incansable
servicio, haciéndolo miembro del Consejo de los Dragones y uno de los más
confiables asesores del rey en asuntos militares. Cuándo había llegado el momento
de construir la Guarida Fronteriza, Phelan había estado en la parte superior de la
lista de guerreros experimentados que podría ayudar a construir el lugar.

Brodie tenía la experiencia militar e ingeniera para manejar tal tarea. Incluso
antes de haber sido elegido por Phelan, había estado en el inicio de una carrera
exitosa con el grupo especializado de Guardias que evaluaban la seguridad de los
puentes y de otras estructuras públicas. Había estudiado construcción y arquitectura
en detalle cuando era joven y junto con su afición por la guerra, había estado en
una buena disposición al volverse un ingeniero militar.

Su asociación con Phelan había llegado por accidente. Un río se había


derramado violentamente más allá de sus orillas, desplazando un puente clave
durante una fuerte y particular tormenta.

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El Club de las Excomulgadas
Brodie había sido enviado a reparar el puente. Phelan había estado allí para
ayudar con el rescate, cogiendo personas y al ganado del furioso torrente y
llevándolos volando a la costa. Cuando Phelan se dio cuenta de que Brodie era uno
de los raros hombres que podía oírle hablar, comenzaron a trabajar juntos para
ayudar durante la crisis.

Después de que la emergencia terminó, Phelan no había perdido mucho


tiempo en pronunciar las palabras de Reclamación a Brodie y habían sido
compañeros desde entonces. Brodie se mudó del puesto de guardia a la Guarida y
había comenzado a recibir entrenamiento en las maneras de los caballeros. Su
experiencia de lucha anterior fue muy útil y su mente lógica le había ayudado a
subir en las filas en un tiempo récord. Era un estratega y un ingeniero altamente
capacitado, algo que el rey también podría utilizar en sus filas de Caballeros
Dragón y en los principales asesores.

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La única razón por la cual Phelan no había sido nombrado líder de la nueva
Guarida era la falta de una compañera para el caballero. Las parejas unidas se
consideraban más estables para dirigir las Guaridas, por lo que a Phelan y por
extensión, a Brodie se les había dado el puesto de segundo al mando de la nueva
Guarida.

El dueño de la posada regresó rodando una carretilla llena de macetas con


plantas. Efectivamente, Brodie reconoció el distintivo e hinchado tallo de la planta
de burnjelly de sus viajes por el sur. Él tomó una de las plantas mientras la sanadora
hacía lo mismo y comenzaba a romper algunos de los tallos exteriores y preparar el
gel interno para su uso.

—¿Has hecho esto antes? —le preguntó la sanadora con esa calma suya.

—Lo he visto hacer —le confirmó Brodie—. Puedo ayudar. Me doy cuenta
de que tendrás que usar mucho de tu suministro en Phelan, pero puedo pagarte.

—Cuando hay necesidad, no se cobra —la sanadora repitió el lema de su


Templo, que tantas veces había sido escuchado.

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El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, Brodie sabía que muchos sanadores tenían pequeñas
cantidades de dinero gracias a la venta de medicamentos en las ciudades que
visitaban. Nunca era gran cosa, pero probablemente proporcionaba algún bienestar
material ocasional.

—Un sentimiento noble. Sin embargo, te compensaré por las plantas. Sé lo


raras que son en estos climas.

—Te contaré un pequeño secreto —susurró con una traviesa expresión,


inclinándose hacia él.

Ella olía a lavanda, a lirios y a mujer cálida. Una embriagadora


combinación que le hizo desear inclinarse más cerca de ella y respirar
profundamente.

Era una criatura hermosa y ahora que Phelan estaba descansando más

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cómodamente, Brodie observó nuevamente lo que había visto al contemplarla la
primera vez.

Esta sanadora era una belleza con un toque suave y un atractivo aroma.
Quería besarla, pero sabía que sería totalmente inapropiado en este momento. Aun
así, si se presentaba la oportunidad más tarde, no sería tímido. Quería ver si ella
sabía tan dulce como olía.

—Si sólo utilizamos los tallos exteriores —continuó ella, ignorando sus
pensamientos carnales—, la planta sobrevivirá y crecerá más con el tiempo. Incluso
con éstas, que tan recortadas estarán cuando hayamos terminado, puedo ganar
unos centavos de los habitantes del pueblo para pagar por mi alojamiento y mi
comida. —Sonrió y se hizo hacia atrás, cortando otro de los tallos exteriores de la
planta y abriéndola—. Así que ya ves, no gastaré mucho al ayudar a tu amigo. Para
ser honesta, me siento honrada de ayudar a un dragón y un caballero del reino.

—Nos honras con tu habilidad y voluntad de ayudar, sanadora —respondió


Brodie cortésmente—. Soy Sir Broderick, pero mis amigos me llaman Brodie. ¿Cuál
es tu nombre?

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El Club de las Excomulgadas
—Silla —respondió en voz baja, casi con timidez.

Se preguntó cómo una encantadora, atractiva y obviamente habilidosa mujer


había terminado en esa solitaria ocupación, pero no sería fisgón. Todavía no.
Pronto, sin embargo, se prometió que conocería todos sus secretos.

—Eres adorable, Silla. —Brodie se preguntó a dónde habría ido el control


que a menudo ponía en sus palabras. No había tenido la intención de dejar escapar
sus pensamientos de esa manera, pero ella parecía estar sonrojándose en la
penumbra del iluminado patio con antorchas.

Ningún juego del estilo de la corte para esa belleza. No, ella era más
auténtica y espontánea en sus respuestas.

Tímida. Hermosa, de voz suave e insegura.

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Brodie nunca habría esperado eso de una evidentemente exitosa sanadora
oficial. Estar de camino por sus propios medios, requería de un fuerte carácter, y
por lo general, significaba que los sanadores viajeros eran mucho más seguros de sí
mismos y de alguna manera... presuntuosos. Pero esta mujer todavía podía
ruborizarse.

Brodie se encontró encantado por el enigma que representaba.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dos
Silla estaba halagada y algo incómoda con la atención del caballero. No
sabía cómo responder a sus palabras. Pocos hombres le habían hecho alguna vez
tan increíbles declaraciones. La mayoría la veía primero como una sanadora, y
segundo como una mujer. Si es que la venían en absoluto.

Ella se ocupó de preparar los tallos de la planta que necesitaría para tratar al
dragón.

Metiendo la mano en su bolso, sacó un cuenco pequeño de un conjunto que


tenía y que a menudo utilizaba para mezclar las hierbas. Serviría como recipiente
para mantener el gel mientras trabajaba. Comenzó a raspar la jalea de los tallos
cortados hacia el cuenco. El caballero siguió su ejemplo, inclinándose cerca de ella
mientras trabajaba.

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Era tan alto. Y más joven que ella, si no se equivocaba en su suposición. Sus
rizos oscuros provocaban que sus dedos le picaran por tocarlos y ver si eran tan
suaves como parecían. Tenía el pelo castaño espolvoreado con mechas doradas, lo
llevaba corto al estilo de los guerreros, pero se rizaba de una forma muy atractiva.
Estaban erizados debido a su vuelo hasta allí, sin duda, y el hollín cubría sus ropas,
y había dejado una raya en una mejilla.

Él le sonrió, con interrogación en los ojos. —¿Hay algo en mi cara?

Caray. Había sido atrapada mirándolo.

—Sí. —Se vio obligada a explicar la fascinación por sus hermosas


facciones—. Hollín, creo —respondió en voz baja.

—El peligro de trabajar con dragones. —Se rió y la sorprendió al inclinarse


más cerca, y ofrecerle su mejilla—. ¿Podrías? —le preguntó con aparente inocencia,
pero tenía una sonrisa diabólica en su rostro.

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El Club de las Excomulgadas
Silla decidió aceptar su desafío. Atreviéndose a lo grande, tomó un paño
limpio de su bolso y quitó la marca gris a lo largo de su mejilla. El roce de su
incipiente barba le hizo temblar las entrañas y maldijo el trozo de tela entre sus
dedos y su piel. Quería sentir el calor de su cuerpo, la barba en su mejilla.

Era irracional. Nunca había deseado a otro hombre desde la disolución de su


desastroso matrimonio. Pensaba que se había curado de los anhelos que conoció
una vez cuando había sido una mujer joven. Anhelos que habían sido demolidos y
reemplazados por la repulsión que había aprendido en su dolorosa cama
matrimonial.

Pero este caballero... era diferente.

Le hacía sentir cosas que no había soñado en demasiados años para contar.
Revivía algo en ella que deseaba saber más.

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Otras mujeres parecían disfrutar de acostarse con sus compañeros. En el
curso de sus funciones como sanadora, muchas le habían hablado sobre las
intimidades del dormitorio. Se había dado cuenta de que no todos los maridos eran
lerdos y brutos. Algunos eran tiernos y amaban a sus esposas. Algunos amantes
también eran demasiado juguetones y se metían en cosas que exigían de sus
servicios para curarse.

Sabía todo eso desde un punto de vista académico, pero nunca había
imaginado que querría conocer el toque de un hombre de nuevo. No hasta conocer
a este increíble, alarmante y cautivador caballero.

El hollín en su mejilla hacía mucho que se había ido, pero el momento


perduró. Sus miradas se trabaron y él hizo descender su cabeza, más cerca de la de
ella.

Un sonido metálico en el patio le hizo saltar y el momento se rompió.

Ella miró por encima del hombro para ver al dueño de la posada escoltando
a la última persona del pueblo a la sala común.

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El Club de las Excomulgadas
Había muchos que se habían unido al grupo para ayudar al dragón. Todos
estaban ahora disfrutando de una bebida. Había oído a Brodie, a Sir Broderick, se
recordó con severidad, hacer la oferta de una ronda de bebidas que él pagaría a
modo de agradecimiento cuando el último de los cubos había sido vaciado.

Silla bajó la mirada hasta sus manos y vio que había suficiente gel en el
cuenco por lo menos para comenzar a tratar la quemadura del dragón. Cuanto
antes colocaran el gel en la herida, más pronto empezarían a sanar las quemaduras.

Se alejó del perturbador caballero y se acercó, una vez una vez más, al
dragón.

—Hay otro cuenco como éste, en el primer bolsillo de mi bolso —dijo sin
mirar a Brodie a los ojos. ¡Maldición! Tenía que recordar pensar en él como Sir
Broderick. Brodie era demasiado familiar para un caballero del reino—. Si pudiera
continuar preparando el gel, señor, yo empezaré con el tratamiento.

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


Oyó un suspiro y luego movimiento detrás de ella mientras el caballero
metía la mano en su mochila, que estaba tendida en el suelo. Le observó encontrar
el segundo cuenco por el rabillo del ojo mientras ella recogía un puñado de gel de
su recipiente y comenzaba a frotarlo suavemente en las heridas del dragón.

Comenzó a tararear un canto de sanación mientras trabajaba, dando ligeras


caricias en la carne viva del dragón, asegurándose de que cada centímetro de las
zonas dañadas quedara cubierto.

Se quedó sin gel rápidamente, pero Brodie, Sir Broderick, demostró ser un
excelente asistente, entregándole un cuenco lleno cuando el de ella se vació. Ellos
repitieron el proceso unas pocas veces antes de que todas las quemaduras del
dragón fueran tratadas.

Cuando se giró hacia la zona donde él había estado trabajando, descubrió


todas sus plantas en macetas bien podadas con los centros de crecimiento intactos.
Las plantas vivirían para generar nuevos tallos. Él había estado escuchando. Sonrió

20
El Club de las Excomulgadas
con satisfacción. Un hombre que escuchaba realmente era raro y algo maravilloso
en su experiencia.

—Eso debería servir por ahora. —Ella frotó el exceso de burnjelly de sus
manos con un pequeño cuadrado de tela—. Debemos dejar las heridas abiertas y al
aire esta noche. ¿Crees que pueda dormir en esta posición? Si rueda y se ensucia las
heridas abiertas, sería malo. —Miró la cabeza del dragón, sorprendida de
encontrarlo con los ojos abiertos y la cabeza girada para mirarla—. Bueno, hola, Sir
Dragón. Espero que se sienta mejor que cuando llegó. —Hizo una profunda
reverencia, sosteniendo la mirada del dragón. A todo el que era enviado a Draconia
desde el Templo se le daba instrucciones sobre cómo comportarse con los dragones
con los que debiera relacionarse. Había un cierto protocolo a seguir.

—Me siento mucho mejor. Gracias, sanadora. Ahora dormiré y no me moveré de esta
posición. Me siento suficientemente cómodo.

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La gran cabeza se volvió y se acomodó en la pata delantera del dragón, sus
ojos se cerraron. Silla todavía estaba conmocionada e inmóvil por el sonido del
vozarrón del dragón en el interior de su cabeza. Nunca se había imaginado tal cosa,
pero no había duda alguna. Era el dragón el que había hablado con ella,
silenciosamente, en su mente.

Silla sacudió la cabeza mientras recogía sus materiales y los ponía en la


carretilla con las plantas ahora mucho más pequeñas. Pasó al caballero mientras lo
hacía, sabiendo que tenía muchas tareas que hacer antes de que pudiera descansar
esta noche.

—Tu compañero requerirá de otros tratamientos —le dijo Silla al hombre—


Prepararé el gel esta noche y se lo aplicaré con la primera luz, si estás de acuerdo,
señor. —Se mantuvo ocupada mientras hablaba con él, haciendo un balance mental
de lo que tenía que hacer antes de ir a dormir y el amanecer siguiente.

21
El Club de las Excomulgadas
Una mano en su antebrazo la detuvo cuando habría levantado los mangos
de la carretilla. Ella levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Sir
Broderick. Brodie.

Quedó atrapada en su mirada. Él estaba más cerca de lo que ella imaginó.

Más cerca y mucho más apuesto de lo que cualquier hombre tenía derecho a
ser. Sintió que se quedaba sin aliento nuevamente, debido a su proximidad.

—Permíteme —dijo él con un tono de voz calmado mientras levantaba la


carretilla y esperaba. Comprendió que él estaba esperando que le guiara.

—Es muy amable, señor. —Sabía que estaba ruborizada cuando lideró el
camino hacia el lugar donde estaba estacionado su carro junto a los establos. Había
una bomba de agua cerca y un abrevadero vacío que serviría a su propósito. Tenía
que limpiar los instrumentos de su oficio y prepararlos para mañana antes de que

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


pudiera procurar su cama.

Para su gran sorpresa, Sir Broderick no se fue después de entregarle la


carretilla cargada.

La había colocado junto a su carro para poder mover las ahora desnudas
plantas al área cubierta de almacenamiento junto con el resto de sus suministros. Al
mismo tiempo, ella movió cuatro plantas que todavía tenían todos sus tallos y las
puso en la carretilla con los dos cuencos vacíos que habían utilizado antes, además
de dos cuencos adicionales que sacó de la parte de atrás de su carro.

Brodi, mejor dicho Sir Broderick, se quedó a su lado y recogió la carretilla de


nuevo cuando se trasladó hacia el abrevadero vacío. Ella llegó primero y comenzó
a bombear agua en la palangana. No necesitaba mucha. Sólo la suficiente para
lavar los implementos y sus manos.

Se percató entonces de que las manos de Sir Broderick probablemente


seguían cubiertas del gel viscoso.

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El Club de las Excomulgadas
—Si quiere lavarse las manos primero, bombearé agua para usted —ofreció
ella.

Parecía como si él quisiera discutir el punto, pero cedió después de un


momento de consideración. —Estaría muy agradecido.

Brodie, no; debía pensar en él como Sir Broderick para no tener un desliz y
volverse demasiado familiar, se acercó, y se lavó las manos enérgicamente. Era tan
grande, y estaba tan cerca. Ese día él había estado en batalla, acompañando las
heridas y el dolor de su dragón, y todavía parecía tan fuerte y vital.

Debido a las limitaciones de espacio y a que la bomba era pequeña, ella no


pudo evitar permanecer de pie realmente cerca de su forma musculosa y alta.
Incluso en la parpadeante luz de todas las linternas del patio de la posada, podía ver
claramente las líneas masculinas de su mandíbula angular, la nariz recta y el fuerte
mentón. Era realmente muy guapo para su propio bien. Para el de ella también.

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Trató de apartar la mirada bajándola, pero eso le llevó a centrarse en sus
gruesos brazos musculosos, que ondulaban mientras se movía. Hizo descender aún
más su mirada y fue atrapada por la visión de sus fuertes muslos, encerrados en
cuero negro que rodeaba su forma tan fielmente. Su boca se secó con la vista.

Entonces, notó el rasgón en la suave piel de sus pantalones. Y la sangre.

—Estás herido —susurró, sorprendida de que él no hubiera estado cojeando


o quejándose debido a la incomodidad que debía estar sintiendo. Ella fácilmente
podía ver el furioso corte rojizo a lo largo de su muslo derecho. Parecía profundo y
muy doloroso. Había visto tales heridas antes. Sabía lo que le hacían a un hombre
normal. Que este valiente caballero siguiera de pie y actuara como si no pasara
nada, era un testimonio de su fortaleza.

—Es sólo un rasguño —respondió, echando un vistazo hacia su muslo y


sacudiendo la cabeza. Su actitud de indiferencia le asombró.

23
El Club de las Excomulgadas
—Eso es más que un rasguño, mi señor. —Normalmente no habría
discutido el asunto, pero tal vez, admitió en su inquieta mente, quería prolongar su
encuentro. No quería alejarse de su presencia todavía. Su herida era una fantástica
excusa para pasar unos minutos más con él.

—La lavaré cuando llegue a mi habitación. —Se encogió de hombros, como


si se tratara de algo insignificante—. Primero deja que te ayude a prepararte para
mañana. Quiero ayudar en todo lo que pueda, ya que estás siendo tan amable y
generosa al atender a Phelan.

—Es para mí un honor y un deber, mi señor —respondió, ligeramente


avergonzada por su alabanza—. Pero si eso hace que dejes de apoyar la pierna,
comenzaremos cuánto antes la preparación. Esto no tomará mucho tiempo. Y
después de eso, insisto en cubrir la herida de tu pierna. No ayudará a su dragón si
pesca una infección que podría fácilmente haber evitado.

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


Él sonrió y su respiración se agitó. Era imponente a corta distancia. Era
increíblemente guapo, ¿por qué no podía dejar de pensar eso? y parecía
inconsciente del efecto que su presencia causaba en la capacidad de pensar con
claridad de una mujer. Con su sentido común un poco confundido, cambió de lugar
con él y le permitió operar la bomba de agua. Limpió sus herramientas y sus manos
lo más rápido que pudo, escurriendo las pequeñas telas que había utilizado y que
no estaban demasiado sucias.

Las dejaría secar durante la noche.

Las telas que estaban realmente sucias, las apartó en una pequeña pila para
encargarse de ellas más tarde.

Durante los siguientes diez minutos, trabajaron amigablemente, cortando los


tallos exteriores del nuevo grupo de plantas y preparando el gel para la mañana
siguiente. La burnjelly era más potente cuando tenía entre doce y veinticuatro horas
de cortada antes de su uso. Este grupo sería aún más útil para el dragón en la

24
El Club de las Excomulgadas
mañana, siempre y cuando tuvieran el cuidado de cubrirla de forma segura durante
la noche.

Se sentaron en el borde del abrevadero medio vacío, al principio cada uno


trabajando en silencio. Trabajaban bien juntos, estableciendo un ritmo.

Brodie, Sir Broderick, era un buen acompañante y no retrocedía ante el


trabajo, incluso aunque estaba herido. Mientras más tiempo permanecía alrededor
de él, más impresionada se sentía.

—Así que dime, ¿cómo llegaste al Templo? —preguntó Brodie de la nada


después de haber estado trabajando durante unos pocos minutos.

Estuvo tan sorprendida por su pregunta, que casi dejó caer su cuchillo en el
abrevadero. Recuperando su equilibrio, y algo de su estabilidad, pensó en cómo
responder a su pregunta. Seguramente era capciosa.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Tres
—Es una historia muy larga y triste en su mayor parte —contestó
finalmente, decidiendo contarle una parte de la verdad—. Me casé muy joven con
un anciano. Cuando quiso librarse de mí, me golpeó y me lanzó a la calle. Un alma
de buen corazón llamó a uno de los hermanos de nuestra orden y él me atendió.
Fue una larga recuperación y durante el tiempo que pasé en los jardines del
Templo, descubrí una afinidad con las plantas. Ellos me permitieron quedarme y
unirme a la orden para entrenarme como boticaria. Como puedes ver, logré llegar a
ser oficial. —Se encogió de hombros, señalando hacia su carro.

—¿Durante cuánto tiempo has estado por los caminos? —Parecía entender
más acerca de la forma en que el Templo funcionaba que la mayoría de la gente.

—Cerca de cinco años. Estoy casi a mitad de camino de mi período de

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prueba oficial.

—Lo has hecho muy bien por ti misma. —Dio un vistazo lleno de
aprobación al carro y su suministro de plantas raras.

—Pareces estar más familiarizado con el Templo y sus costumbres que la


mayoría de las personas que he conocido. ¿Cómo es que sabes tanto sobre la orden?

—Nosotros, los caballeros, nos encontramos con muchas personas en


nuestros viajes, pero casualmente, alguien querido para mí es miembro de tu orden.

—¿En verdad? ¿Crees que lo pueda conocer?

Sir Broderick le dio una sonrisa reservada. —Oh, apostaría a que le conoces
si pasaste algo de tiempo en los jardines del Templo. ¿Conociste al hermano Osric?

—¿Osric? Es el mejor de nosotros. Es el líder de todos los boticarios de


nuestra orden.

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El Club de las Excomulgadas
—Es mi hermano —dijo Brodie con voz juguetona, como si compartiera
una broma privada, pero ella no la entendió muy bien. Cada vez era más difícil
pensar en él como Sir Broderick cuando era tan abierto y cálido. La versión más
corta de su nombre encajaba con su amigable actitud, y supo que era una batalla
perdida intentar mantener en su mente esa distancia más formal.

—Eso no es posible. Él es probablemente lo suficientemente mayor como


para ser tu padre —dijo con una mueca de confusión.

—Una de las ventajas de unir mi vida a la de un dragón. —El Señor, mejor


dicho Brodie, miró hacia el área arenosa donde el dragón dormía—. Sobreviviré a
mi hermano menor, Osric, por muchos años. Tal vez por el período de una vida o
dos. —Se encogió de hombros, pero vio la incomodidad que esa certeza le
producía, en la inquietud que prevalecía en sus ojos, incluso a la luz parpadeante de
las linternas—. Fui elegido por Phelan cuando tenía la edad que probablemente

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


supones que tengo. A decir verdad, ya he vivido dos veces ese tiempo, a pesar de
que mi cuerpo se mantiene tan joven como lo era cuando Phelan me dio sólo una
pequeña parte de su magia.

—Nunca había oído hablar de algo así —admitió, permitiendo que parte de
la admiración que sentía fuera percibida en su tono.

—No es de conocimiento popular, aunque no es un secreto, exactamente.


Como pocos hombres pueden ser caballeros, no es algo que a la gente común le
afecte.

—Así que realmente eres mayor que yo, aunque luces más joven —pensó en
voz alta. Sólo después de que se dio cuenta de lo que había dicho el sonrojo
comenzó en sus mejillas.

Él le dirigió una mirada especulativa.

—En efecto, señora. Soy mucho más viejo y más sabio que una joven bonita
como tú. —Se rió entre dientes, inclinándose para colocar la planta en la que había

27
El Club de las Excomulgadas
estado trabajando en la carretilla cercana. El movimiento lo acercó más a ella y
durante un latido del corazón, pensó que tal vez él tenía la intención de besarle.

La decepción que sintió cuando no lo hizo fue involuntaria, pero demasiado


verdadera. Acababa de conocer al hombre y ya quería conocer su beso.

Deseaba más que eso, a decir verdad.

—Sin duda, vivir tanto tiempo debe ser una bendición —comentó, hablando
rápidamente para cubrir su confusión. Realmente no había pensado en sus palabras
y la forma en que él la miró la hizo darse cuenta de su estupidez. No era un don ver
a su propia familia envejecer y morir—. Perdóname —añadió, bajando la mirada
hacia su trabajo, avergonzada una vez más por sus reacciones ante este confuso
caballero.

El dorso de sus dedos tocó su mejilla, luego su mandíbula, muy suavemente.

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Era como la caricia de una mariposa. De una fuerte mariposa que la instó a
mirar hacia arriba y encontrar su mirada. Obedeció, sintiéndose muy similar a una
jovencita, temblando ante tal caricia inocente.

—Nunca lamentare haber unido mi vida a la de Phelan. Es mi mejor amigo


—dijo simplemente—. Pero todo caballero busca su propia familia. Sabemos que
por ser elegidos, con el tiempo perderemos a la familia en la que nacimos. Parece
un pequeño precio si tenemos en cuenta los increíbles beneficios de asociarnos con
un dragón y ser capaces de entrenar, luchar para proteger nuestra tierra y a nuestra
gente. Fue la ambición de mi vida convertirme en caballero y nunca fui más feliz
que el día que Phelan me dijo las palabras de Reclamación. —Retiró la mano de su
rostro, pero sostuvo fija su mirada—. Pero siempre buscaré a la mujer que pueda
completar nuestro círculo.

Eso sonó serio. ¿Y por qué repentinamente, la miraba de manera tan


especulativa? ¿Podría posiblemente creer que ella era la mujer que parecía tan
decidido a encontrar? Se sintió sin aliento una vez más, pero entonces recordó las
extrañas cosas que había oído acerca del matrimonio en las Guaridas de dragón.

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El Club de las Excomulgadas
Ella se levantó y se sacudió un poco de tierra que se había caído de una de
las macetas sobre su falda. Era tan buena excusa como cualquier otra para poner un
poco de distancia entre ella y el confuso hombre.

—Y por círculo, ¿a qué te refieres exactamente? —Caminó hasta su carro en


busca de algo en que ocuparse, fingiendo necesitar algo de la parte de atrás de éste.

No estaba preparada para sentir su fuerte calidez en su espalda, y sus manos


sobre sus hombros. Estaba contra la rueda del carro, estirándose hacia la parte que
se encontraba a la altura de su cintura cuando él la atrapó usando nada más que su
calor y el ligero toque en su cuello. Sólo un dedo. Acariciándole. Haciendo que se
erizara con el lento movimiento de ida y vuelta contra la piel sensible ubicada justo
debajo de su oído.

—Phelan es un dragón viejo —dijo, confundiéndola una vez más.

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Aunque probablemente se debía a su contacto, que provocaba que hasta la
última célula de su cerebro saltara con una mezcla de alegría y pánico. —Él tiene
una compañera. Se llama Qwila y su caballero se llama Geoff. Fue elegido hace
alrededor de una década y es probable que tenga tu edad, tal vez un poco más, si
eso hace alguna diferencia para ti.

Ese tentador dedo se movió para trazar su oído y sus entrañas temblaron
mientras su cuerpo se estremecía.

—Cuando uno de nosotros encuentre a la mujer que pueda completar


nuestro círculo, sólo entonces Phelan y Qwila podrán unirse una vez más en un
vuelo de apareamiento. Hasta que no tengamos a una mujer propia, Phelan y
Qwila deberán abstenerse. ¿No sientes lástima por ellos?

Él se rió suavemente y ella sintió el suave susurro de su aliento contra su


oído, elevando sus estremecimientos.

—Supongo que sí —respondió, sin comprender realmente qué estaba


respondiendo. Había perdido el hilo de la conversación en algún lugar a lo largo de

29
El Club de las Excomulgadas
la línea. Su toque era demasiado distrayente. Demasiado excitante. Demasiado
increíble.

Él se apartó un poco, dejando caer ambas manos sobre sus hombros.

Con cierta necesidad, la giró hacia él, colocándola con la espalda contra el
lado del carro.

Hizo descender su cabeza. Lentamente.

Tan lento, que podría fácilmente haberlo rechazado, pero se encontró


impotente frente a su avance apasionado. Deseaba su beso. Ahora, más que nunca,
como si la hubiera impulsado dentro de un pequeño frenesí de necesidad con ese
simple y estimulante toque.

Su boca encontró la de ella y ella se deslizó alegremente bajo las olas de su

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


deseo, repleta de sensaciones que nunca había sentido anteriormente. Ni una sola
vez en su vida se había sentido tan excitada por un beso.

Su opinión del sexo estaba padeciendo una sorprendente revisión mientras


Brodie le enseñaba acerca de la pasión.

Una ardiente, brutal y envolvente pasión.

Todo ello con un simple beso. Sus manos permanecieron en sus hombros,
sólo su boca reclamó la suya, poseyéndola.

Su sabor era divino. Caliente. Carnal. Varonil. Él era la tentación en sí,


desafiándola a ir más allá, a seguirle dentro de las llamas de la perdición.

Silla estaba perdida. Brodie era su ancla en un torbellino de caótico placer.


Su guía y su profesor. Su salvación.

Cuando el beso terminó, no fue porque ella se apartó. No, Brodie había
dado un paso atrás, y Silla oyó algo tarde, el fuerte golpe de una cubeta de metal
dentro del establo, no muy lejos de ellos. El mozo de cuadra, sin duda, se estaba

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El Club de las Excomulgadas
encargando de sus tareas y el ruido probablemente le había recordado a Brodie que
no estaban necesariamente solos.

Silla estaba agradecida de que él se hubiera detenido antes de que alguien


fuera testigo de lo que había pasado, después de todo, fue sólo un beso. Tenía una
reputación que mantener en esta ciudad. Tenía que ser prudente en todos sus tratos
con los hombres, para no dar una idea equivocada.

El respeto era importante para el éxito de una sanadora. Si la gente que


atendías no te respetaba, rara vez escucharían tu consejo. Le había tomado mucho
tiempo demostrar su valía como sanadora a las personas a lo largo de su circuito y
no quería arruinar todo ese arduo trabajo creando chismes acerca de su disposición
a sucumbir frente a un hombre joven y guapo.

—Sir Phelan debería pasar bien esta noche. Dijo que no se movería de su
posición, lo que ayudará a que la herida sane más limpiamente.

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


—Espera. ¿Pudiste oírlo?

Brodie se detuvo en seco, pero ella no sería desviada. Quería llegar al


interior de la posada, lejos de la tentación.

—Bueno, por supuesto. Fue la primera vez para mí, sin duda, pero él habla
contigo todos los días, ¿no es cierto? —No esperó una respuesta, y no le miró
mientras recogía sus cosas.

Moviéndose rápidamente, se alejó de Brodie y se movió en torno a la


carretilla. Puso el paquete de ropa sucia en su carro junto con las plantas ahora más
pequeñas.

La cubierta impermeable que utilizaba para mantener la parte trasera de su


carro seco del clima lluvioso fue colocada sobre la parte superior, asegurándola
para el resto de la noche.

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El Club de las Excomulgadas
Las delicadas plantas se mantendrían adecuadamente bajo la cubierta si la
temperatura bajaba demasiado para ellas.

No pudo mirar a Brodie mientras terminaba sus preparativos para la


mañana, pero sintió su silenciosa presencia allí. Observándola.

Probablemente esperando alguna señal o tratando de entenderla. Le deseó


suerte con eso. Ni siquiera ella podía entender sus propias motivaciones o
respuestas en ese punto. Sir Broderick y su devastador beso la tenían en una
vertiginosa tormenta de confusión.

Pero, qué encantadora confusión era.

¿Se atrevería a enfrentarse a él y dejar que la pasión que le inspiraba la


consumiera?

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


Silla había transitado un camino estrecho y seguro durante tanto tiempo,
que no estaba segura de sí todavía tenía la audacia para hacerlo.

—Me despido de usted, Sir Broderick —dijo formalmente, dejándose caer en


una pequeña reverencia, incapaz de encontrar su mirada.

—Te acompañaré hasta la posada —dijo suavemente, tomándola del brazo y


moviéndolos hacia delante, hacia la amplia puerta delantera de la iluminada sala
común—. ¿Y no crees que deberías llamarme Brodie? Si alguien en este pueblo
tiene derecho a tales libertades, eres tú, querida mía.

Su tono coqueto le hizo levantar la mirada hacia él a medida que caminaban


tranquilamente por el gran patio de la posada.

—Brodie, entonces —se corrigió ella, encontrando esa pequeña chispa


dentro de ella que la hacía querer saltar de cabeza a los brazos de este hombre, y no
mirar atrás.

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El Club de las Excomulgadas
Su sonrisa la provocó e hizo que sus pasos vacilaran, pero continuaron su
lento avance a través del enorme patio. Notó entonces, su comportamiento
escandaloso. Había besado al hombre como si no hubiera un mañana y recién
acababa de conocerlo. La idea le hizo detenerse.

La hacía preguntarse si no era más que una de tantas en la larga lista de


conquistas del apuesto caballero.

Brodie debía haber leído algo de su estado de ánimo en su respuesta porque


detuvo su progreso y se volvió para mirarla.

—Para que quede claro, mi señora, no voy por ahí besando a cada
muchacha bonita que se cruza en mi camino. Esta noche ha sido única en muchas
y diferentes formas y no estoy demasiado orgulloso de admitir que la condición de
Phelan me ha dejado algo desequilibrado. —Sus profundos ojos marrones
suplicaban comprensión y mostraban sólo un poco de la vulnerabilidad que sentía

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


al tener a su compañero dragón lastimado con una lesión tan grave.

El blando corazón de Silla se derritió. —Deseé no ser una de muchas, mi


señor —respondió con sinceridad.

—Querida mía, eres una en un millón. Excepcionalmente única. Nunca


podrías ser duplicada. —Su sonrisa encendió su mundo por un breve momento.

Se volvió hacia la posada, con su corazón lleno de alegría. La luz de las


linternas se derramaba a través de las ventanas y la música se oía flotando en la
brisa de la noche. No hablaron más a medida que él abría la gran puerta para ella y
descubrieron que los lugareños estaban teniendo una improvisada fiesta. No
mostraban señales de detenerse y nadie se percató de ellos parados en el oscuro
marco de la puerta. El dueño de la posada y su personal estaban teniendo mucho
trabajo debido a las demandas de comida y bebida.

Silla sintió cada fragmento de su cansancio. Había sido un largo día en la


carretera y luego el tratamiento del dragón y el conocer a su caballero, el cual
perturbaba su paz en tantos niveles. Estaba cansada hasta los huesos y no quería

33
El Club de las Excomulgadas
tener que abrirse camino con dificultad entre la multitud para conseguir la atención
del dueño de la posada, y mucho menos tener que regatear con el hombre por
alojamiento y comida.

—Está más atareado de lo que pensaba aquí —habló Brodie en voz baja,
junto a su oído—. ¿Tu habitación ya está preparada?

Negó con la cabeza, sintiendo la amenaza de las lágrimas. ¿Lágrimas? Ella


no sabía por qué estaba tan emocional.

Había estado yendo por este camino desde hacía cinco años. Sus pacientes
debían ser atendidos antes que sus propias necesidades, pero esta noche deseaba,
como había deseado un par de veces antes, en su momentos débiles, que alguien le
ayudara.

Un compañero. Un amigo. Alguien que le ayudara a que su camino en la

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


vida fuera más fácil mientras trataba de suavizar el camino a los demás.

A veces sentía como si el peso del mundo se hubiera instalado en sus


hombros y tuviera que sostenerlo para todos los demás.

A veces, en las horas más oscuras de la noche, oraba por alguien que le
ayudara a sostener esa pesada carga sobre sus hombros. Alguien que le ayudara,
como ella lo ayudaría a él.

Pero sabía por su amarga experiencia que tener un hombre en su vida no era
garantía de tales cosas. Tenía la esperanza de encontrar un buen amigo. Tal vez un
amante. Incluso una mascota podría ayudarle a aliviar algo de su carga. De hecho,
le había cambiado el nombre a su caballo a Héroe porque era, de alguna manera, su
héroe. Él había entrado en su vida en un momento en que había estado demasiado
cansada y débil para caminar de un lugar a otro. La sanadora se había enfermado
de caminar y su Héroe había llegado para cargarla dónde sea que tuviera que ir,
dándole tiempo y energía para curarse a sí misma así ella podría continuar sanando
a otros.

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El Club de las Excomulgadas
—Hay una habitación especial, que siempre está preparada porque es para
los caballeros que patrullan —le dijo Brodie—. La entrada está en el exterior, muy
cerca del foso de arena para que podamos permanecer cerca de nuestros
compañeros. Hay dos camas en la habitación. Puedes compartirla conmigo —le
ofreció él.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cuatro
Silla se volvió para mirar sus ojos. No vio engaño en su profunda mirada
marrón, aunque la luz del fuego destacaba unas vivaces manchas doradas en su iris
que de lo contrario, serían de un color marrón inmaculado.

—Estoy completamente agotada —le dijo honestamente—. Si esperas más


que simplemente compartir el cuarto, buscaré refugio en otro lugar.

—Soy un caballero honorable —protestó, pero con una ligera sonrisa que
expresaba su comprensión por la precaución de ella—. Tienes mi palabra de que no
te molestaré durante la noche. Por el contrario, te protegeré. Sobre todo porque eres
la proveedora de burnjelly que sanará a mi más querido amigo en el mundo. —Le
hizo un guiño, y ella captó su humor. Realmente parecía ser un buen hombre.

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


—Entonces aceptaré tu oferta, confiando en tu discreción. Mi reputación es
todo lo que tengo y no la pondré en riesgo a la ligera. —Miró a su alrededor a los
aldeanos reunidos. Muchos estaban en camino a la intoxicación y nadie parecía
notarla parada junto a la puerta.

—Lo entiendo, mi señora. Tu honor no sufrirá ningún daño de mi parte —le


prometió.

Ella le siguió mientras Brodie les guiaba al exterior por la puerta, y hacia la
parpadeante luz de las linternas del patio. Volvieron sobre sus pasos nuevamente,
hacia el dormido dragón y fueron más allá, hasta una pequeña puerta integrada en
un costado de la posada. Efectivamente, cuando él la abrió, había un dormitorio.

Grande para los estándares de una posada, estaba cómodamente equipado.


No demasiado elegante, ni demasiado sobria. Era suficientemente grande para que
dos grandes caballeros y su equipo estuvieran cómodamente adaptados.

Una cosa que sí notó ella, sin embargo, fue que una de las camas había sido
construida maciza y enorme. La otra era claramente una cama individual. Ella dejó

36
El Club de las Excomulgadas
la capa y la pequeña mochila que había tomado de su carro en esa, pero Brodie
pareció notar su confusión cuando se sentó en la otra cama mucho más grande y le
sonrió.

—Esta cama está construida para los caballeros casados y su señora. La otra
es para cuando los caballeros solteros patrullan juntos. El mayor de la pareja
obtiene la cama más grande y el más joven tiene que conformarse con esa. —
Señaló la pequeña cama detrás de ella.

—Es lo suficientemente adecuada para mí —replicó, sintiéndose cansada


otra vez.

Se dio la vuelta, liberándose del manto. Lo tomó antes de que cayera al


suelo y lo dobló prolijamente sobre la silla ubicada junto a la cama más pequeña.

Sintió la caricia enervante de la mirada de Brodie mientras se quitaba tantas

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prendas exteriores como se atrevía. Dormiría con su vestido.

Lo había hecho antes y estaba acostumbrada a eso.

Un repentino pensamiento la golpeó cuando organizaba su pequeña


mochila.

—Lo siento. Me olvidé por completo de tu lesión en la pierna. ¿La


atendemos ahora? —Tomó el otro bolso que contenía sus suministros de
emergencia. Nunca iba a ninguna parte sin esa destartalada mochila.

—Te lo dije, no es nada.

—Por favor, permíteme ser juez en eso. Quítate los pantalones y acuéstate.

—Eso es algo que me gusta escuchar.

Los ojos de Brodie brillaron, y ella se echó a reír.

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El Club de las Excomulgadas
Sacó un impermeable y toallas para poner debajo de su pierna, así no
mancharían las sábanas con su sangre. Primero tendría que limpiar la herida y para
ello acercó una palangana y la jarra con agua que encontró asentadas en una
pequeña mesa junto a la puerta. Por su olor, notó que el agua estaba fresca, y la
palangana servía para su objetivo. Vertió una pequeña cantidad de agua en la
palangana y añadió hierbas de limpieza que garantizarían que su herida estuviera
desinfectada y mitigarían parte del dolor.

Cuando regresó a la cama, él había cumplido su solicitud. Estaba vestido


con una sencilla camisa que colgaba más allá de sus caderas. Tendría que haber
tenido la túnica debajo del cuero, pero no lo había notado antes.

Él se había quitado su equipo de montar de cuero, incluyendo la chaqueta,


las botas y los pantalones, y sus largas piernas estaban desnudas para su inspección.

Usó un pequeño y limpio paño cuadrado, sumergiéndolo en el agua que se

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había vuelto de un color amarillo pálido mientras las hierbas secas iban liberando
sus propiedades de curación. En su línea de trabajo, utilizaba un montón de telas y
mantenía su bolso lleno de paños limpios, vendas, toallas y telas en todo momento.
Había reabastecido sus suministros de la parte posterior de su carro
sin pensar, pero ahora se alegraba de ello. La herida era profunda y había sangrado
un poco.

Silla trató de no pensar en las musculosas piernas con apenas una capa de
vello. Había trabajado en muchos pacientes masculinos antes, pero ninguno había
suscitado este tipo de respuesta femenina de su parte. Se sentía un poco inestable a
medida que se aproximaba a él, con el paño y la palangana que cargaba. Se sentó
en un costado de la enorme cama, y puso la palangana a su lado.

—¿Puedes mantener esto estable? —preguntó con indiferencia, ni siquiera


esperando a que él sostuviera el borde de la palangana antes de alcanzar el paño
mojado. Lo retorció un poco, e inmediatamente se puso a trabajar en su herida.

38
El Club de las Excomulgadas
Ella trató de ser lo más delicada posible, pero vio la forma en que los
músculos de sus piernas se contraían al sondearlo.

—Lo siento, pero la herida debe estar tan limpia como sea posible antes de
que una infección pueda fijarse en ella. Me sorprende que hayas caminando con
esto por tanto tiempo. —Trabajó con cuidado, pero de manera constante, usando
una toalla para quitar el agua ensangrentada—. Las hierbas desinfectarán y
adormecerán el área. No debería doler demasiado en unos minutos, una vez que se
produzca el efecto.

—Ya se siente mejor, Silla. No te preocupes. He estado peor y he vivido


para contarlo.

Ella supo la verdad en eso simplemente observando la colección de cicatrices


en sus piernas. Algunas eran antiguas, otras nuevas.

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Muchas eran más grandes de la que él ganaría de esta lesión. Contaban la
historia de una vida de dureza. De un cuerpo esgrimido para la lucha y el trabajo
incansable... y la guerra.

Silla no hizo ningún comentario mientras continuaba con su trabajo. Utilizó


toda el agua tratada antes de sentirse satisfecha con la limpieza de la herida. Él
había dejado de encogerse de dolor desde hacía rato, gracias al anestésico en el
agua, y ella había sido capaz de alcanzar lo más hondo del corte para ver que no
era tan profundo como había temido a primera vista.

—No necesitas puntos de sutura, pero lo vendaré por esta noche, para
mantener la piel en su lugar mientras se sella. Para mañana, deberías poder
prescindir de las vendas, siempre y cuando te lo tomes con calma. —Aplicó un
ungüento especial que había hecho para tales lesiones mientras hablaba, después
cortó un largo vendaje limpio y lo envolvió alrededor de la pierna con su ayuda.

Él levantó la pierna lo suficiente para que pudiera ir debajo. Quitar la toalla


empapada le dio más espacio para trabajar, pero el corte estaba bastante alto en su

39
El Club de las Excomulgadas
muslo y cada vuelta alrededor de la circunferencia de su muslo la llevaba a las
proximidades de su pene. El cual se endurecía con cada vuelta del vendaje.

Silla trató de no fijarse. Algunos hombres respondían al toque de una


sanadora, ya sea que lo quisieran o no.

De alguna manera, sin embargo, no pensaba que Brodie fuera el tipo de


hombre que respondería al toque de cualquier mujer.

No, la dureza tan pésimamente oculta por el dobladillo de su túnica y


calzones era probablemente debido a ella. Especialmente después de ese increíble
beso que habían compartido en el patio, el cual la había dejado temblorosa, agitada
y también demasiado excitada para su propia comodidad.

—Diría que lo siento, pero no lo hago. —Debió haber notado la dirección de


su mirada. Ella sintió el calor inundar sus mejillas mientras su mirada saltaba hacia

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la suya. Él estaba sonriendo, pero esa sonrisa sostenía un océano de experiencia.
Un mar de deseo.

¿Se atrevería ella a sumergir sus dedos de los pies en el agua?

—Este tipo de cosas sucede con los pacientes masculinos a veces. —Trató de
sonar indiferente, encogiéndose del asunto.

—No creo que me guste como suena eso. —Su expresión repentinamente
cambió de divertida a enojada... y ¿posesiva? ¿Cómo podía sentirse posesivo con
ella en tan poco tiempo?

—Sin embargo, es un riesgo de mi profesión.

Hizo un sonido entre un suspiro y un gruñido que no fue difícil de


interpretar. Sorprendentemente, estaba celoso.

Ella lo miró, confundida, extrañamente halagada y, no era demasiado


orgullosa para admitirlo, excitada. Una vez más. Todavía. No estaba segura de cuál
era la mayor sensación.

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El Club de las Excomulgadas
Brodie era todo lo que había soñado en un hombre y nunca habían pensado
realmente que existía. Él era un caballero. Un hombre de honor, sin lugar a dudas.
Sólo los hombres honorables eran elegidos como caballeros. Los Dragones, se
decía, eran excelentes jueces del carácter.

También era, por mucho, el hombre más guapo del que había estado
cerca. Y su atractivo no era sólo superficial. El obvio amor que le tenía a su amigo
dragón era expuesto en todas sus acciones. Había sido educado, amable, divertido y
acogedor.

Sexy también, aunque no de una forma descarada... hasta ahora. Sus ojos
fueron atraídos por la erección que él hacía poco por ocultar.

Es cierto que su túnica lo cubría, a duras penas. Pero a juzgar por la marca
en la tela, no habría podido ocultar fácilmente sus generosas proporciones, aunque
lo hubiera intentado. Su boca se hizo agua al pensar en tocarle. Ahí.

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—¿Qué es esto? —Estaba desconcertada por sus propias reacciones. Se
encontró con su mirada, sabiendo que su cara enrojecida y ojos abiertos como
platos mostraban su confusión y, probablemente, su excitación también.

—Lo que tú quieras que sea, mi señora. —Su voz se había vuelto seductora
y baja.

Por un lado, quería que la agarrara y le quitara la decisión de sus manos,


pero por el otro, sabía que no era el tipo de hombre que obligaría a una mujer a
intimar, incluso aunque estuviera dispuesta. No, Silla tendría que ser audaz y tomar
su propia decisión. No había una salida fácil aquí. Lo deseaba, un milagro en sí
mismo, y sin embargo tenía miedo.

—No estoy acostumbrada a este tipo de cosas. —Bajó la mirada hasta sus
manos, sabiendo que el calor en sus mejillas sólo se había incrementado.

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El Club de las Excomulgadas
Brodie se movió, girando de manera que sus dos pies tocaron el suelo
y quedó sentado sobre el costado de la cama, a su lado. Levantó una de sus grandes
manos para acariciarle la mejilla, y se encontró inclinándose hacia su caricia.

—¿No crees que sé eso? Eres una mujer especial, Silla. Reconocí eso casi
desde el primer momento en que nos conocimos. Sé que esto va rápido, pero esa es
la forma en que sucede con los caballeros.

Él se encogió de hombros, y ella no estuvo segura de lo que quería decir


acerca de los caballeros siendo más rápidos que los demás. ¿Tal vez era debido al
peligro al que su forma de vida les conducía? ¿Tal vez aprovechaban cada momento
porque estaban en peligro constante? El pensamiento le hizo encogerse
interiormente. La idea de que estuviera en peligro de forma regular le daba tanto
miedo, y le hacía sentirse orgullosa de él, de su vocación.

Él se inclinó más cerca, pero no hizo ningún movimiento para reclamar sus

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labios. Podía sentir la calidez de su aliento contra su piel, sentir su calor a lo largo
de su costado. Sabía lo que él estaba haciendo. Estaba ofreciendo la tentación en su
camino y viendo si daba ese paso final, cerrando la pequeña distancia entre ellos y
aceptando lo que deseaba. De esa manera, él sabría que se trataba realmente de lo
que deseaba, no algo de lo que le había persuadido. Silla estaba contenta por su
preocupación por sus sentimientos, como perturbada, por ser quien tendría que
hacer el movimiento.

¿Se atrevería?

Oh, sí, pensó mientras unía sus labios a los suyos. Definitivamente
necesitaba atreverse esta única vez. Podría llegar a lamentar su elección mañana,
pero por esta noche, viviría un sueño. Alejaría la preocupación y las dudas, y
compartiría su cuerpo con un hombre demasiado bueno para ser verdad.
Demasiado bueno para pertenecerle por más tiempo que el espacio de una única
noche robada.

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El Club de las Excomulgadas
Le empujó hacia atrás sobre la gran cama y se sentó a horcajadas sobre su
cuerpo firme. Ahora que había tomado su decisión, se había convertido en la
agresora, un papel que nunca había jugado antes, pero que descubrió disfrutaba
inmensamente. Fue cuidadosa con su herida. No ocasionaría que sangrara de
nuevo. No ahora, cuando el placer estaba en oferta.

Ella lo besó profundamente, saqueándole y permitiendo que su boca fuera


devorada a cambio.

Al mismo tiempo, sus dedos se ocuparon con los lazos de su túnica,


aflojando los enloquecedores nudos que le evitaban llegar a su objetivo: su piel.
Entre más le pudiera tocar, mejor.

Después de una batalla con la tenaz tela, ella finalmente pudo empujar la
túnica más arriba y pasarla por encima de sus cooperativos hombros. Él se irguió,
ayudándole a mover la prenda. Su concentración se había reducido a este único

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hombre, a la enorme cama y a su deseo de unirse con él en todas las formas que
conocía. Al menos por esta única y bendita noche, una que nunca se repetiría.

Su pecho era masivamente musculoso y estaba marcado de cicatrices como


sus piernas.

Sus brazos se habían llevado la peor parte de los cortes durante los años,
pero a pesar de que tenía tantos, algunos parecían como si hubieran sido graves en
su momento. La extensión de sus heridas le distrajo sólo un momento, pero fue
suficiente para que él cambiara los papeles.

Brodie rodó, cambiando las posiciones, colocándola debajo de él. Le había


subido la falda de su sencillo vestido en el proceso y éste se encontraba
arremolinado en torno a la mitad de sus muslos. Tomó rápida ventaja de eso,
apoyando sus rodillas entre las de ella, y usando una mano para empujar la tela de
su vestido más hacia arriba.

Tenía pocas prendas debajo, pero él sólo estaba en calzones, por lo que
supuso debían estar igualados.

43
El Club de las Excomulgadas
Una vez que se librara de su vestido, ella quedaría sólo con la fina cubierta
de sus cortas calzas.

Cómo deseaba que toda esa tela restante hubiera desaparecido ya.

Quería que nada se interpusiera entre ellos. No ahora. Se sentía demasiado


bien. Demasiado preparada. Lo deseaba, dentro de ella, bombeando en su receptivo
y deseoso cuerpo.

Le ayudó a quitarle el vestido, y se quedó sin aliento cuando sus manos le


ahuecaron sus senos desnudos. Pensó que no podría desearle con más ansia. Se
había equivocado. Mientras jugaba con sus sensibles pezones, y luego se inclinaba
para lamerlos y chuparlos con su boca uno a la vez, ella aprendió el verdadero
significado del anhelo.

Un shock de éxtasis la hizo jadear cuando el placer rodó sobre ella en una

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ola que la tomó por sorpresa. Chupó con fuerza uno de sus senos mientras
pellizcaba suavemente el otro, haciendo movimientos repetitivos que la hicieron
gemir. Ningún hombre había suscitado tales respuestas en ella. Jamás.

Él se echó hacia atrás y sonrió, y supo que entendía lo que estaba


sucediendo en su cuerpo. Sus ojos tenían un conocimiento que ella no
comprendía y secretos que la hicieron feliz por alguna razón. No se lo preguntó,
sólo quería más del placer que le había enseñado a su codicioso cuerpo. Al parecer,
se había convertido en una mujer lasciva, y todo lo que se había requerido fue este
hombre para lograrlo.

—Todavía hay demasiada ropa —se quejó él con una sonrisa, mordiendo la
suave piel de su vientre mientras acechaba más abajo sobre su cuerpo. Sus manos
desataron los pequeños lazos de sus calzas cortas y se las bajó, su boca siguiendo su
camino con pequeños besos.

Quedó impactada cuando su boca se detuvo en el ápice de sus muslos y la


tela continuó deslizándose más abajo hasta que estuvo fuera de su cuerpo. Le
separó las piernas y luego su lengua le hizo cosas increíbles a su clítoris. A ella le

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El Club de las Excomulgadas
habían enseñado acerca de la anatomía, por supuesto. Todo buen sanador conocía
las partes del cuerpo y sus funciones. Pero nunca había entendido completamente el
propósito del clítoris hasta ahora.

Brodie le enseñó cosas acerca de su propio cuerpo que la hicieron desear


reír, llorar y gritar de placer, todo al mismo tiempo. Se corrió de nuevo con su boca
en su coño, esta vez con más fuerza, a pesar de que no habría creído que tal cosa
fuera posible. Su cuerpo vibraba e increíblemente, estuvo listo para más cuando él
se asentó entre sus muslos y se quitó sus calzones. Y ahí estaba él.

Magnífico. Grande, erguido, bien formado y todo para ella. Al menos por
esa noche. Ese precioso pene sería el instrumento de su placer, si la Señora la
bendecía con otra nueva experiencia.

Silla había tenido sexo antes, pero nunca, al parecer, con un amante experto
y cuidadoso. Hasta ahora, esa experiencia había sido todo lo que alguna vez había

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soñado. Todo lo que nunca pensó que experimentaría alguna vez. Cosas de cuentos
de hadas con las que las mujeres jóvenes soñaban.

Extendió la mano hacia él, queriendo darle una probada de lo que ya le


había regalado a ella, pero él la detuvo y se movió fuera de su alcance. Su mirada se
encontró con la suya y lo encontró sonriendo suavemente.

—Esta vez es para ti, mi querida Silla. Es mi momento para demostrarte lo


que eres capaz de hacer. Mi momento para tratar de convencerte de que no debe ser
nuestra única vez. Tal vez mañana te permita jugar. —Él se encogió de hombros,
pero la mirada de sus ojos le dijo que estaba deseando que le permitiera salirse con
la suya.

—¿Quieres más que sólo esta noche? —preguntó, estupefacta por sus
palabras. ¿Podría él realmente desear algo más que esto? Ella no se había atrevido a
tener esperanza...

—Te quiero a ti. Repetidamente. Tanto como me lo permitas y más.

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El Club de las Excomulgadas
¿Podría estar hablando en serio? Lucía serio. Empezó a creerle y
una pequeña llama de esperanza nació en su corazón, una pequeña brasa que bien
podría nutrirse de las llamas o ser abandonada para morir en su corazón. Sólo el
tiempo diría en qué dirección iría.

—Te deseo, Brodie. ¿Entrarás en mí ahora? —Habló con su tono de voz


suave, ligeramente avergonzada por las palabras, pero queriendo que supiera cómo
se sentía.

Su sonrisa se ensanchó en respuesta al mismo tiempo que se movía de nuevo


entre sus muslos, ubicándose entre sus resbaladizos pliegues. Su lengua había
preparado el camino, al parecer, provocando la respuesta de su cuerpo que le
permitiría a su gran tamaño un fácil acceso.

Conocía la teoría de la forma en que sus partes encajarían y lo había


experimentado varias veces, pero nunca con un hombre tan grande y nunca estando

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verdaderamente preparada.

Nunca había reaccionado a ningún hombre de la forma en que le respondía


a Brodie.

Se deslizó en su interior con sólo una mínima dificultad y solamente


permaneció allí, llenándola. Su mirada buscó la suya y una comunicación
silenciosa creció entre ellos. Sus ojos le preguntaban si se encontraba bien y
parecieron encontrar la respuesta en su expresión.

A decir verdad, estaba más que bien. Experimentaba deseo de verdad por
primera vez en su vida y disfrutaba de la sensación de tenerlo en su interior,
probando sus límites, frotándose contra los puntos ocultos que le hacían querer
retorcerse.

Era encantador. Y eso sólo aumentó cuando comenzó a moverse. Con un


ritmo lento al principio, que fue creciendo mientras él observaba cada una de sus
respuestas. Una brusca inhalación le valió un gruñido de aprobación de su parte, y
un aumento en el placentero asalto a cada uno de sus sentidos.

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El Club de las Excomulgadas
Su varonil aroma la seducía. El sonido de sus gruñidos y quejidos hacía que
su pasión ascendiera más. La visión de él irguiéndose sobre ella, su cuerpo
presionándose contra el suyo, era un nuevo sueño hecho realidad. La sensación de
sentirle en su interior y en su contra, le producía una deliciosa piel de gallina, y la
piel de él era casi adictiva, con un sabor salado contra su boca.

Sintió algo monumental acumulándose en su interior. Una tensión del tipo


más delicioso y mucho más increíble que cualquier cosa que hubiera
experimentado antes. Su placer se elevó junto con su ritmo hasta que él estuvo
arremetiendo con fuerza dentro de ella, en estocadas cortas, que la volvían voraz
con cada embestida. Se corrió con un grito arrancado desde su alma al mismo
tiempo que él se tensaba encima de ella, y su semilla caliente inundaba su vientre
con su calidez.

Ella pronunció su nombre como una plegaria mientras se aferraba por su

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vida, su cuerpo girando en el remolino de una dicha que nunca había conocido.
Entonces esto, era lo que atraía a muchas personas. Pensó que finalmente lo
entendía. Y había requerido de este hombre especial para que le enseñara.
Apreciaba a Brodie. Muchísimo.

Habría dicho que lo amaba, si todavía creyera en tales cosas. Pero el amor
significaba dolor en su experiencia y nunca duraba. Aun así, sentía un inmenso
cariño por Brodie y sería su dispuesta compañera de cama en cualquier momento
en que él la llamará enseñándole su meñique. Ya era adicta a su contacto. Adicta al
increíble placer que sólo él se había tomado el tiempo en mostrarle.

Tal vez, pensó, que sólo él podría proporcionarle.

Una idea que le daba algo que pensar.

Brodie se retiró después de un largo rato y estiró la mano hacia el borde de la


cama en busca de su pila de paños limpios. Sosteniendo su mirada, la secó entre sus
muslos, limpiándola. Era un acto íntimo que nadie había realizado por ella, y tuvo
el extraño efecto de hacer que lo deseara de nuevo.

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El Club de las Excomulgadas
Su cuerpo nuevamente estaba vibrando de excitación cuando deslizó los
dedos dentro de ella, frotándolos contra un lugar que la hizo gemir.

Él capturó el sonido con sus labios mientras la besaba hasta dejarla sin
sentido.

Y fue entonces cuando ella escuchó a otro hombre riendo.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cinco
—Volamos aquí en medio de la noche porque escuchamos que estabas
lesionado, y lo que me encuentro, es tu mano en el coño de una mujer dispuesta.

—Que las estrellas maldigan tu pellejo, Geoff, siempre llegas en un pésimo


momento —se quejó Brodie, alejándose del dulce beso de Silla.

Mantuvo sus piernas abiertas y los dedos en su vagina para que cualquiera
pudiera verlo, a pesar de que trató de zafarse de él. Si iba a ser su esposa, tendría
que acostumbrarse a que Geoff los viera follar, y a que Brodie los viera follar a
ellos, para el caso. Era mejor comprobar si estaba interesada ahora, para evitar
malentendidos.

—Esta es Silla —continuó Brodie—. Es especial para mí, Geoff, así que sé

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educado e incluso podría ver si ella está dispuesta a acostarse contigo.

—¿Qué? —Los ojos de Silla se abrieron como platos, y Brodie supo que
tenía que hablar rápido.

—¿Recuerdas cuando te dije que el matrimonio en la Guarida involucraba a


dos caballeros y a una mujer? —Esperó a que ella asintiera, mientras frotaba su
clítoris de forma deliberadamente lenta—. Quiero que seas mi esposa, Silla. Mía y
de Geoff. Para siempre. Para la eternidad. Para tenernos, mantenernos y follar
juntos o separados. —Sintió una oleada de fluido cubrir su mano, y supo que la
idea le agradaba—. Piensa en ello, Silla. Dos penes para darte placer, dos hombres
para adorarte todos tus días, dos guerreros y sus compañeros dragón para
protegerte siempre y dos corazones para compartir tu amor.

—¿Estás hablando en serio? —Las palabras de Silla fueron dichas en un


susurro tan bajo que casi no lo oyó. Pero el renovado repiqueteo bajo su cuerpo él
le dio esperanza.

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El Club de las Excomulgadas
—Tan en serio como nunca en mi vida. Los caballeros a menudo saben
enseguida cuando conocen a la mujer que está destinada a compartir sus vidas. Es
una bendición para los nuestros. Supe más temprano esta tarde, que había conocido
a mi pareja. Geoff lo supo también, aunque no lo conoces todavía. Apostaría todo
lo que aprecio que una vez que llegues a conocerlo un poco, se sentirá por ti de la
misma forma en que yo me siento.

—¿Y de qué forma es esa? —Su aliento quedó atrapado en su garganta


mientras aumentaba la presión de sus dedos dentro de su canal. Bajó la cabeza para
besarle el pezón, convirtiéndolo en un pico que la hizo jadear antes de que él
respondiera.

—Creo que voy a amarte, Silla. —Expresó su declaración con cuidado,


asumiendo por la descripción de su pasado que ella era cínica acerca del amor, y
que no creía en el amor a primera vista—. Ahora, por favor, déjame follarte otra

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vez antes de que explote, luego podremos sentarnos con Geoff y podrás llegar a
conocerlo un poco. —No esperó su respuesta, se giró hacia Geoff y sacudió la
cabeza indicándole la silla cercana a la cama—. Siéntate y cállate. Esto no tomará
más que un momento.

—¿Quieres que nos observe? —susurró la pregunta asombrada, mientras


Brodie se colocaba entre sus piernas una vez más.

No iba a arriesgarse a que ella se fuera si le permitía erguirse por un


segundo. Necesitaba correrse de nuevo y otra vez más, hasta que se acostumbrara a
su toque y fuera adicta al placer que podía darle. Esa también era una prueba de
algún tipo. Los dragones eran infames exhibicionistas. Cuando los dragones
despegaban hacia el cielo en sus vuelos de apareamiento, no siempre comprobaban
primero que sus contrapartes humanas estuvieran en un lugar privado. La vida en
la Guarida era lujuriosa, y los caballeros sin pareja a menudo terminaban siendo
voyeurs en cierta medida. Lo que era aceptado como una cuestión de necesidad
cuando se vivía con los dragones.

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El Club de las Excomulgadas
¿Silla sería de mente abierta a esa experiencia? Y ¿sería capaz de compartirse
a sí misma con Geoff de la misma forma en que lo había hecho con Brodie? Este
era el primer paso para averiguarlo.

Brodie removió sus dedos y deslizó su pene en ella sin queja alguna. Se
aseguró de extender sus piernas ampliamente para que Geoff pudiera ver. Jugó con
los generosos senos de Silla mientras bombeaba dentro de ella, consciente del
público, lo que despertó al exhibicionista interno que todos los caballeros parecían
llevar.

Notó la dirección de su mirada. Ella repasó a Geoff varias veces con la


mirada, ruborizándose hasta la raíz del pelo, pero excitándose a la vez.

Porque era en esos momentos cuando ella encontraba la mirada interesada


de Geoff que su cuerpo despedía néctar alrededor de su pene, lubricando su
camino. Oh sí, estaba interesada.

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Estaba respondiendo muy bien a esta pequeña prueba no planificada.

Brodie aminoró su ritmo, queriendo empujarla más cerca de sus límites.


Posicionó sus muslos sobre los suyos y se echó hacia atrás, ahuecando sus senos en
sus manos.

—Nuestra Silla tiene unas encantadoras y redondas tetas, ¿no es así, Geoff?

—¿Qué infiernos estás haciendo? —le preguntó Geoff en la intimidad de sus


mentes. El hecho de que pudieran comunicarse en silencio entre sí, de esa manera,
era un don de su asociación con los dragones —. La ahuyentarás. Si ella es de verdad la
elegida para nosotros, tenemos que tener cuidado en cómo la tratamos.

—Oh, ella es nuestra compañera, Geoff. Tengo pocas dudas al respecto. Puede oír a
Phelan.

—¿En serio? —El tono de Geoff tenía esperanza—. ¿Puede hablar con los
dragones?

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El Club de las Excomulgadas
—Es verdad, hermano. Puede hacerlo. Es nuestra compañera. Es hora de que le
enseñemos lo que eso significa.

Geoff se levantó y se acercó a la cabecera de la cama. Ellos estaban en


medio del enorme colchón, así que había espacio para que el otro caballero se
sentara.

Geoff extendió la mano y cogió el pezón erguido sobre el seno más cercano.
Brodie todavía la acunaba, pero Geoff tiró de su pezón, trabajando juntos como lo
harían el resto de su vida, si Silla accedía.

—De hecho, son muy lindas —coincidió Geoff—. ¿Pero ella obedece
órdenes?

—¿Y tú dijiste que yo estaba presionando las cosas? ¿De verdad quieres probar tus
juegos de disciplina en ella, ahora? —se quejó Brodie a su compañero de batallas,

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sabiendo que a él ocasionalmente le gustaba un poco de perversidad en la cama.

—¿Por qué no? Si es la elegida para nosotros, se entusiasmará con la idea, ¿no te
parece?

—Si esto sale mal, nunca te lo perdonaré.

Geoff pareció reconsiderar su plan y se inclinó para recuperar algunos de los


vendajes de Silla. Ella había dejado su bolso bien abierto así podría tener acceso
fácilmente a sus cosas, y Geoff se estaba aprovechando de ello al máximo.

—¿Mi señora te permite controlar su placer? —Geoff preguntó en voz alta—


¿Confía en ti lo suficiente para que la ates al poste de la cama?

El cuerpo de Silla saltó debajo del suyo y Brodie trató de leer su expresión.
Se inclinó, colocando sus labios junto a su oído. —Me temo que Geoff es más
juguetón que yo. Le gusta representar juegos, pero no te hará daño de ninguna
manera, amor mío. Yo tampoco lo haré. Te prometo esto con mi vida. Te doy mi

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El Club de las Excomulgadas
palabra de caballero. ¿Confías en mí? Te guiaré y protegeré, pero debes confiar en
mí o no iremos más lejos.

—¿Qué piensan hacerme? —La pregunta salió con temor, pero Brodie
también pudo oír el pequeño estremecimiento de excitación en su tono. Y la forma
en que su dulce coño se apretó varias veces en torno a su pene le dijo que estaba
más excitada que verdaderamente asustada.

Le besó en la mejilla, mordisqueando el lóbulo de su oreja. —Tengo la


intención de amarte y de proporcionarte el mayor placer que alguna vez hayas
conocido. Una y otra vez. Pero sólo si confías en mí. No permitiré que salgas
lastimada. ¿Qué dices? —Tenía que tener su respuesta antes de permitir que esto
avanzara. Ella era demasiado importante para él, para todos ellos.

—Estoy de acuerdo, pero si te pido que te detengas, debes prometerme que


lo harás.

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—Lo juro. —Le besó de nuevo, amando la manera en que ella se prensaba a
su alrededor—. Ahora, levanta tus brazos. Vamos a atarte.

Geoff tomó el brazo más cercano a él y rápidamente le enrolló un poco del


suave vendaje alrededor de su muñeca, atando el otro extremo a la cabecera de la
cama. Brodie hizo lo mismo en el otro lado. Tuvo que abandonar el calor acogedor
de su vagina para hacerlo, pero ahora tenían tiempo. Ella no se escaparía. Por lo
menos no hasta que les pidiera que se detuvieran y la desataran. Tenía tiempo para
seducirla, para explorarla, para devastarla lentamente.

Tiempo para meter a Geoff en el juego, en pequeños incrementos. Tanto


como ella pudiera manejar, o permitir. Cuanto antes pudieran los tres
acostumbrarse el uno al otro, más pronto podrían cimentar los vínculos que unirían
a su pequeña familia y los dragones podrían aparearse. Silla sería el enlace que los
sostendría a todos juntos. Si ellos hacían esto de la manera correcta. Y si ella
accedía a ser su esposa.

Mucho sucedería en las siguientes horas.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Seis
Silla no sabía por qué no estaba huyendo. Un hombre extraño la tenía atada
desnuda a una cama gigante y ¡ella se lo estaba permitiendo! ¿Qué había cambiado
en su salud mental en las horas pasadas para que accediera a tal cosa?

Pero el pequeño diablo de la lujuria que finalmente había despertado en su


cuerpo la estaba conduciendo a obedecer cualquier cosa que Brodie y su compañero
de batallas demandaran. Ella había oído sobre los tríos en las Guaridas al recorrer
el país y siempre se había preguntado cómo podrían funcionar.

Aquí estaba su oportunidad de oro para averiguarlo. Y lo más impactante de


todo, Brodie incluso había dicho que quería que ella fuera la esposa de ellos.

Todavía no podía creer esa parte. Ella había sido una esposa y nunca pensó

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que alguna vez volvería a considerar algo así de nuevo, pero nunca había soñado
que un caballero, mejor dicho dos caballeros, desearían que fuera su compañera. No
sabía qué pensar de eso. Pero definitivamente quería saber más del placer que
Brodie le había presentado.

No podía negar que la mirada de Geoff encendía sus sentidos. Tal vez tenía
tendencias exhibicionistas después de todo. Nunca lo habría creído, pero cuando
Geoff había mirado fijamente su coño mientras Brodie había estado dentro de ella,
la expresión decidida en su rostro la había dejado sin aliento. Y cuando ambos le
habían tocado el seno al mismo tiempo, se había sentido ávida de más.

Brodie por sí mismo había sido increíble, pero la seducción prohibida de


tener a dos hombres tocándola al mismo tiempo se estaba convirtiendo
rápidamente en algo irresistible.

¿Podría realmente estar meditando permitir que el recién llegado no


solamente la tocara, sino que la tomara también? Algo que ni siquiera habría
considerado sólo una hora atrás estaba fácilmente convirtiéndose en el pensamiento
más tentador.

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El Club de las Excomulgadas
¿Cómo funcionaría? ¿Cómo se sentiría? ¿Sobreviviría a tal cosa y todavía la
desearían después de haber conseguido probarla?

Todas las preguntas pronto tendrían su respuesta, si dejaba que esto


continuara.

Cuando sus manos estuvieran aseguradas, ellos le sorprendieron al situarse a


sus pies. Uno a cada lado. Extendiendo sus piernas y atándole los tobillos al carril
de la parte inferior de la ancha cama.

Los largos vendajes que habían usado para atarla, cedían bastante así podría
moverse un poco. Podía doblar los codos y más importante, las rodillas. Se imaginó
todo tipo de escenarios que demandaban tener las rodillas dobladas y simplemente
los pensamientos carnales en su mente hicieron que su temperatura se elevara.

Cuando estuvo completamente extendida delante de ellos, Brodie se sentó

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desnudo en uno de los lados de ella, y Geoff completamente vestido en el otro.

Geoff le sostuvo la mirada mientras comenzaba a eliminar su jubón de


cuero. Lazo tras lazo, le observó abrir el cuero que le protegía mientras volaba con
su compañero dragón.

Geoff tenía el pelo rubio y unos brillantes ojos azules. Era un complemento
ideal para el pelo castaño, y los hermosos ojos marrones de Brodie. Geoff tenía un
aspecto más fornido, mientras que Brodie era más bonito, pero ambos tenían un
cuerpazo bastante grande, con músculos abultados y cicatrices de su vida guerrera.
Geoff se quitó el jubón de cuero con un encogimiento de hombros, y tiró de la
túnica de tela que llevaba debajo de éste por encima de su cabeza.

Se quedó casi sin aliento cuando obtuvo el primer vistazo de su pecho y


brazos bien constituidos. Tenía menos cicatrices que Brodie, pero eso era
probablemente porque, como Brodie le había dicho, era más joven. Por supuesto,
ambos se veían de la misma edad, un poco más jóvenes que ella, incluso a pesar de
que eran mayores en años y experiencia, si sus cicatrices eran un indicio a tener en
cuenta.

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El Club de las Excomulgadas
Geoff le sostuvo la mirada mientras arrastraba sus dedos descendiendo por
la piel de su abdomen y subía de nuevo para provocarle ligeramente alrededor de
sus senos, dibujando círculos. Entonces, él deslizó su atención a lo que su mano
estaba haciendo, observando su cuerpo como si estuviera mirando una escultura o
una pieza de arte. Jugó con su pezón hasta que estuvo erguido, como si suplicara
por su toque.

—Cuando estés atada para nuestro placer, te dirigirás a nosotros como


Señores. ¿Queda claro?

Sus palabras la tomaron por sorpresa, y vaciló. Geoff le pellizcó el pezón,


haciéndole chillar, a pesar de que no le dolió tanto como la impresionó.

—Dije, ¿está claro? —repitió, a la espera de una respuesta, sus dedos


rodeando su pezón, relajándolo y excitándolo a la vez.

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—Sí —jadeó ella.

Le pellizcó de nuevo. Con más fuerza esta vez.

—Sí, ¿qué?

Le tomó un momento centrarse mientras volvía a hacer rodar su pezón


puntiagudo entre su dedo pulgar e índice.

—¿Sí, Señor?

Lo liberó y movió su mano hacia atrás. —Muy bien. Bésala, Brodie. A ella
parece gustarle tu boca en sus senos.

Brodie se movió a su línea de visión y le sonrió antes de chupar su seno


dentro de su cálida boca. Utilizó su lengua en ella, provocando un gemido de placer
en su garganta.

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El Club de las Excomulgadas
—Ah, sí, a ella le gustas, Brodie. —La voz de Geoff reclamó su atención, al
igual que lo hizo la mano que inició un camino desde su ombligo y bajó hasta el
vértice de sus muslos.

El ligero toque de Geoff hizo círculos alrededor de su clítoris, deslizándose a


través del fluido que salía con su caricia, y vio la sonrisa en su cara, a pesar de que
él no le miraba a los ojos. Estaba mirando fijamente más abajo y se dio cuenta de
que estaba estudiando su entrepierna.

Su rostro ardió. Nadie nunca le había inspeccionado con tanta


determinación en esa zona. No era decoroso. Y sin embargo, la excitaba en
demasía. Más de lo que alguna vez habría creído posible.

Geoff se movió hacia abajo mientras Brodie todavía se dedicaba a sus senos,
y sintió las manos de Geoff doblando ligeramente sus rodillas y separando sus
muslos tanto como podían ir. Tenía acceso completo ahora y no tardó en usarlo.

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Sus dos manos fueron a su coño, extendieron sus labios para separarlos, mientras
acercaba su cara hasta que pudo sentir la ráfaga de su cálido aliento sobre su piel
más sensible.

La mantuvo abierta, mientras uno de sus dedos jugaba con su clítoris y


luego, sin previo aviso, lo dejó en paz y un largo dedo se hundió en su canal,
deslizándose directamente hasta su centro. Con una fuerza, rápida e
inesperadamente.

Combinado con la forma en que Brodie estaba lamiendo y chupando sus


senos, sintió una sensación inundarla como una ola de liberación. Una pequeña
liberación, ahora que sabía lo que Brodie podía otorgarle si lo intentaba realmente,
pero una liberación no obstante.

Geoff retiró su dedo y acarició sus rizos.

—Buena chica —dijo suavemente, y su cara volvió a su línea de visión.

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El Club de las Excomulgadas
Todavía llevaba sus pantalones de cuero, y la visión de él arrodillado cerca
de su cabeza le condujo nuevamente a sentirse plenamente excitada. Tener a dos
hombres guapos centrados exclusivamente en su cuerpo, en su placer, era algo
verdaderamente increíble.

—¿Ya le chupaste el pene a Brodie? —le preguntó inesperadamente.

—No... Señor. —Ella recordó sus reglas justo a tiempo.

—¿No? Pensé que ciertamente, ya te la habría metido hasta la garganta. —


La cruda expresión añadió algo travieso, en el buen sentido, a las acciones, por
extraño que pareciera.

Brodie se alejó de sus senos y se sentó a su lado, estirándose para sostenerle


los dedos de una mano, de manera que le tranquilizaran.

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—No hemos tenido mucho tiempo juntos, Geoff. —La voz de Brodie sonó
como una advertencia, y ella supo que estaba velando por su comodidad.

—No importa. Se rectificará fácilmente. —Geoff bajó la cabeza de manera


que sus labios descansaron junto a la oreja de Silla y habló en voz baja, su
respiración soplando contra el lóbulo de su oreja con cada palabra—. Sé que no me
conoces todavía, pero si estamos destinados a ser una familia, nos conoceremos con
el tiempo. La pregunta es, ¿dejarás que te folle esta noche? Te permitiré decidir,
Lady Silla. ¿Chuparás el pene de Brodie mientras conozco la calidez de tu centro?
¿O me chuparás a mí mientras Brodie reclama lo que ya ha conocido una vez? ¿O
me hago a un lado y permito que Brodie te tome hasta alcanzar el clímax?
Simplemente dime lo que deseas y eso es lo que tendrás.

Diosa, ¡qué tentación! Silla no sabía de dónde venían esos deseos y no


estaba interesada en cuestionarlos. Las caricias de estos dos hombres le habían
conducido a un lugar de desesperación, un lugar de anhelo, un lugar de necesidad.
Lo deseaba todo.

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El Club de las Excomulgadas
Y aunque fuera sólo por esta noche, los deseaba a los dos. Dejaría que la
mañana se encargara de sí misma. Esta noche deseaba el sueño. La fantasía. El
éxtasis.

Geoff esperó, con su rostro muy cerca del de ella. Se elevó un poco, y su
mirada encontró la de ella, y se la sostuvo.

—¿Qué es lo que será, mi señora?

Por primera vez, vio la vulnerabilidad en sus ojos. Comprendió un poco más
sobre este extraño caballero y supo que no le podía negar nada en este momento.
Mañana podría ser otra historia, pero por ahora, ella era suya. Suya y de Brodie.

—Lo primero, Señor —encontró el coraje de responder con el más mínimo


susurro. Vio el fuego arder en sus ojos cuando sus palabras dieron en el blanco.

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Geoff hizo descender sus labios a los de ella parar su primer beso. Un
amable beso de adoración. Un saludo tierno que se volvió abrasador cuando su
lengua se reunió y batió en duelo con la de ella. No supo cuánto duró, pero cuando
él levantó la cabeza, la habitación giraba. Estaba mareada de deseo y borracha por
él.

—Nunca te arrepentirás de esto, querida mía. Te lo juro.

Geoff subió para arrodillarse a su lado, con sus dedos trabajando sobre la
marcha en sus pantalones de cuero. Se los bajó, liberando una impresionante
erección, y sosteniendo su mirada todo el tiempo. Quiso lamerle, conocer su sabor,
pero él se alejó, moviéndose hasta donde sus muslos todavía estaban extendidos
ampliamente.

Se sorprendió cuando sus manos buscaron los lazos que sostenían sus
tobillos, y la liberaron. Brodie liberó sus muñecas al mismo tiempo y juntos la
convencieron de girarse sobre sus manos y rodillas.

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El Club de las Excomulgadas
La nueva posición alineó su cabeza frente al distendido pene de Brodie y
repentinamente, quiso conocer su textura y probar su sabor con su lengua. No le
dio ninguna advertencia, simplemente lamió a lo largo de su pene mientras él se
encontraba distraído viendo como la preparaba Geoff. Las manos de Geoff
extendieron sus muslos y sus dedos la penetraron, sacando su humedad para
esparcirla, mientras chupaba el pene de Brodie profundamente dentro de su boca.
Tenía un sabor salado y divino, y al mismo tiempo Geoff le mantenía
desequilibrada con las arremetidas de sus dedos. Ellos se fueron y pronto fueron
sustituidos por su pene.

Se deslizó en su interior lentamente, la curva de su larga dureza haciendo


que se sintiera de forma diferente a Brodie. Se impulsó dentro, y ella captó que su
ritmo contra su parte trasera la conducía hacia delante para tomar a Brodie más
hondo.

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A ella le gustó. El ritmo que le impuso les complacía a todos y en poco
tiempo, todos estuvieron gruñendo, gimiendo y tensándose unos contra otros con
un ritmo cada vez mayor. Cuando Geoff abofeteó su trasero, chilló sorprendida. Se
sintió tan extrañamente bien que se apretó en torno a él, y él lo hizo de nuevo,
provocando la misma respuesta.

No pudo soportar mucho de ese tipo de trato. Era demasiado excitante.


Demasiado diferente y ajeno a cualquier cosa que hubiera experimentado antes.

Se corrió en un santiamén, y hubiera gritado si no fuera por el pene en su


boca. Brodie se corrió un momento más tarde, saliéndose de su boca para disparar
su semen sobre sus senos colgantes. Ella se levantó un poco y presionó sus senos
contra él, prolongando el momento para ambos. Geoff seguía bombeando dentro
de ella cuando Brodie se alejó, colapsando contra la cabecera de la cama,
observándoles.

Los brazos de Geoff fueron alrededor de ella y le ahuecó los pechos,


esparciendo el semen que Brodie había eyaculado allí, frotándolo repetidamente
sobre sus pezones de una manera que le hizo desear gritar. Su clímax se extendió,

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El Club de las Excomulgadas
convirtiéndose en dos y luego en tres orgasmos mientras continuaba golpeando en
ella desde atrás.

Cuando se tensó y apretó sus pezones con mayor fuerza, estalló una última
vez y sintió el calor de su semen en su interior, deslizándose, resbalando y goteando
mientras seguía penetrando dentro y fuera de su centro. Ella gritó entonces, un
sonido incoherente por el más increíble placer que jamás hubiera conocido.
Haciendo todo más seductor debido a la ardiente mirada marrón de Brodie, quien
los observaba.

Maldición. Tal vez realmente era una exhibicionista, después de todo.

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Capítulo Siete

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El Club de las Excomulgadas
Follaron durante toda la noche, por separado y en trío, y finalmente
encontraron el sueño un par de horas antes del amanecer. Silla despertó cuando los
primeros rayos de luz entraban por la ventana, sabiendo que tenía que ver a su
paciente. Se levantó de la cama, lo más silenciosamente posible. Los caballeros
habían tomado posiciones a cada lado de ella y ni se inmutaron mientras se vestía y
se escapaba hacia la temprana luz de la mañana.

Encontró dos dragones donde sólo había uno la noche anterior. Yacían muy
cerca, con sus cuellos entrelazados. Hizo una pausa para observarlos por un
momento. Parecían tan felices...

Ahora podía distinguir, a la luz de la mañana, que Phelan era de un


metálico color bronce, mientras que la hembra que yacía cerca de él era de un
intenso azul casi púrpura. Sus colores eran complementarios y el brillo de sus
escamas era algo que no había esperado. En lugar de piel, se veía casi como metal

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


pulido. Sin embargo, era flexible y capaz de doblarse de manera que no había
esperado en criaturas tan grandes.

—Buenos días, Lady Silla —la voz retumbó igual que la que había oído la
noche anterior dentro de su mente. Phelan le estaba hablando, y finalmente notó
sus ojos parpadeando y abriéndose.

—Buenos días, Sir Phelan. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó en voz alta,
insegura de cómo, o de si incluso, podía responder de la misma manera.

—Estoy bien y feliz. Mi compañera está aquí y nuestros caballeros informan que
pronto podremos estar juntos otra vez. —El otro dragón se movió y abrió los ojos.
Deshicieron sus largos cuellos y dos cabezas gigantes se levantaron unos pocos
metros en el aire para mirar fijamente hacia abajo, a ella.

A medida que se movilizaban, notó el brillo iridiscente de sus escamas


mientras la luz destellaba en ellas.

62
El Club de las Excomulgadas
El dragón, que había sido impresionante en la noche a la luz de las linternas,
era casi abrumador a la luz del día. Se preguntó cuán magnífico se vería cuando los
rayos del sol se hicieran más fuerte y besaran su armadura viviente.

—¿Puedo acercarme? Sir Brodie y yo preparamos más burnjelly anoche, la


cual creo, te hará sentir más cómodo esta mañana. —Sostuvo los cuencos con sus
manos en el aire para que el dragón pudiera verlos.

—Gracias por haber atendido a mi compañero —dijo otra voz en su mente. Ésta
era un poco más suave, aunque no menos inmensa. Era el dragón hembra,
hablándole directamente a ella por primera vez—. Soy Qwila.

—Soy Silla —respondió, esbozando una sonrisa involuntaria cuando se dio


cuenta de que sus nombres rimaban. Vio la risa de los dragones mientras unos
zarcillos de humo con olor a canela se elevaban en el aire de la mañana—. Fue un
honor para mí —prosiguió ella—. Soy sanadora oficial del Templo Mayor de

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


Nuestra Señora de la Luz. Aunque nunca he tratado a un dragón antes, juré brindar
atención a todas sus criaturas, humanas y de otro tipo.

—Conocemos tu Orden —contestó Phelan—. Osric es una parte de nuestra familia


por extensión, a través de Brodie. Osric habría sido un excelente caballero, si no fuera por su
afición a curar cosas en vez de derribarlas.

Una vez más, llegaron las pequeños espirales de humo que indicaban la
diversión del dragón. Silla se encontró sonriendo también. Phelan había resumido
la naturaleza de Osric perfectamente. El hombre más gentil que jamás había
conocido. Sería imposible para él manejar una espada, incluso en defensa de los
inocentes. Era un pacifista hasta la médula.

—Tus habilidades serán una excelente adición a nuestra nueva Guarida. No tenemos
a ningún sanador todavía y será difícil encontrar a uno de tu habilidad dispuesto a vivir y
trabajar con los nuestros —añadió Qwila—. Lo creas o no, muchas personas tienen miedo
de nosotros. —Su tono indicó un humor irónico que Silla apreció.

63
El Club de las Excomulgadas
Los dragones realmente no eran de temer en absoluto, una vez que eras
capaz de hablar con ellos un rato.

Pero Qwila hablaba como si la unión de Silla a su pequeño grupo fuera ya


inamovible. Silla todavía tenía dudas.

—¿Puedo? —le recordó Silla a los dragones, presentando los cuencos con
burnjelly de nuevo.

—Sí, por favor —respondió Phelan en su mente. Movió su ala ligeramente,


así podría acercarse lo suficiente a la peor de sus heridas.

Qwila ayudó, usando su propia ala para mantener la de él elevada, y


soportando parte del peso de la articulación que había sido dañada.

Phelan hizo descender su cabeza hacia el suelo, y la apoyó en sus

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


antebrazos, cerrando luego los ojos. La cabeza de Qwila se irguió sobre la de Silla,
observando atentamente mientras examinaba la herida.

—Esto está mejor de lo que esperaba —informó Silla mientras inspeccionaba


la herida de color rojo oscuro que había comenzado a sanar a un ritmo récord—. Si
no es demasiado doloroso para ti, aplicaré el burnjelly directamente. Debería hacer
que te sientas mucho más cómodo tan pronto como se empiece a absorber.

—Gracias, sanadora. Te diré si no puedo soportar la agonía.

La voz de Phelan tenía una nota burlona, y se dio cuenta que estaba
tratándolo como lo haría con sus pacientes humanos. Indudablemente, las
tolerancias del dragón eran muy diferentes.

—Perdóname, Sir Phelan. Veo que tengo mucho que aprender acerca de tu
especie. —Vio el humo divertido elevándose de su nariz a pocos metros de
distancia y se maravilló de nuevo por su sentido del humor.

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El Club de las Excomulgadas
—No te preocupes —la voz de Qwila retumbó en su cabeza—. Tendrás muchas
décadas para perfeccionar tu conocimiento de cómo tratar a los nuestros una vez que unas
formalmente tu vida a nuestros caballeros, y por su conexión, a nosotros.

Las manos de Silla se detuvieron un instante, y luego continuaron su


trabajo. La herida de Phelan requería de toda la burnjelly que habían preparado, y
probablemente podría haber necesitado más, pero tendría que saquear más de sus
plantas para conseguirla.

—Todavía no estoy segura acerca de todo esto. —Decidió ser franca con los
dragones, ya que parecían estar bajo la impresión de que realmente se iba a casar
con sus caballeros—. No me atrevo a creer que es real.

—Es tan real como yo. —La cabeza de Qwila bajó para poder estudiar los ojos
de Silla. El dragón parecía completamente serio—. Eres la mujer que la Madre de
Todos ha elegido para nuestros caballeros. Para nuestra familia. ¡Nos puedes oír! —Parecía

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


particularmente impresionada por este hecho—. ¿Sabes lo raro que es eso?

—Um... no. ¿Lo es? —Silla se sentía insegura.

—Más raro que los diamantes, mi querida escéptica —se inmiscuyó Phelan, con
su cabeza todavía descansando en sus patas delanteras y sus ojos aún cerrados—.
Sabemos que eres la elegida. Nuestros caballeros lo saben. Solo falta que tú lo entiendas y
aceptes.

—Lo haces sonar tan simple.

Terminó de atender su herida, dando un paso atrás para poder ver a los dos
dragones a la vez mientras continuaban su conversación.

—Es simple. Busca en tu corazón —le aconsejó Qwila—. Sabes que en el fondo, ya
estás unida a ambos. Solo falta que aceptes la conexión y permitas que se abra más de modo
que nunca se cierre. A través de tu unión a nuestros caballeros, te conectarás con nosotros
también y nuestra magia te sustentará por muchos, muchos años.

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El Club de las Excomulgadas
—Parece increíble —susurró Silla, bajando la mirada. Se sentía a la deriva,
perdida debido a todos los cambios que habían llegado a su vida en tan poco
tiempo.

—Es verdad —la voz de Brodie llegó a ella desde su espalda mientras se
acercaba y la atraía contra él.

Sus brazos le abrazaron, haciéndole sentir segura en el mar de confusión que


le había rodeado en las últimas horas desde su llegada a Bayberry Heath.

Le besó en la sien, con los brazos alrededor de su cintura. —En mi corazón


tengo más sentimientos por ti, Silla, de los que nunca tuve por ninguna otra mujer.
Los caballeros reconocen a su compañera casi inmediatamente. Tú eres la mía. Y
de Geoff. El hecho de que puedas hablar con estos dos sólo lo confirma. —El
humor entrelazó su tono al referirse a los dragones—. Si nos das una oportunidad,
te convenceremos de que realmente nos perteneces a nosotros por todos los

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


tiempos. Como sabes, podemos ser muy persuasivos. —La giró en sus brazos y la
alegría que encontró en su expresión fue encantadora.

Geoff se acercó mientras Brodie la soltaba, y sin decir nada, la tomó en sus
brazos, meciéndola suavemente de lado a lado mientras le abrazaba.

Envolviéndole en su estatura, en su poder, en su fuerza. Lejos de sentirse


abrumada, descubrió que amaba la sensación.

¿Casi tanto como lo amaba? ¿Podría realmente amarlo y a Brodie, al


haberles conocido tan recientemente?

El abrazo de Geoff cambió al retroceder y bajar su cara para juntar sus labios
con los de ella en un inesperado y suave beso, lleno de dulzura. Cuando se retiró,
vio un inexplicable brillo en sus ojos, como si estuviera casi abrumado por la
emoción.

—Te presioné bastante anoche. No creí que el amor a primera vista fuera
real, aunque muchos cuentos hablan de tales cosas entre los caballeros y sus

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El Club de las Excomulgadas
compañeras. ¿Me perdonas? Estoy convencido más allá de cualquier sombra de
duda de que eres la pieza faltante para nuestra familia. Contigo y sólo contigo,
querida Silla, todos podremos ser felices. ¿Harás eso por nosotros? ¿Nos harás los
hombres más felices, y permitirás que nuestros compañeros dragón estén juntos una
vez más?

—Pero, ¿qué hay mi trabajo? —preguntó lo primero que se le vino a la


mente. No sabía qué decir. La parte más salvaje de su corazón quería saltar a sus
brazos y nunca mirar atrás, pero su lado práctico proyectaba dudas.

Nunca había sido afortunada en el matrimonio anteriormente. Se había


resignado a vivir una vida de servicio y soledad. ¿Por qué deberían cambiar las
cosas tan drásticamente para ella ahora?

Geoff sonrió. —Tus habilidades serán de gran demanda en la Guarida. De


hecho, tendremos suerte de verte en absoluto una vez que todo el mundo sepa que

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


eres una Sanadora entrenada del Templo. Ese tipo de cosas son raras en las
Guaridas periféricas.

—¿Y qué hay de Héroe? ¿Qué será de él?

—¿Héroe? ¿Quién es ese? —preguntó Geoff, claramente perplejo.

—Mi caballo. —Pero el viejo caballo castrado era más que eso. Era su
amigo, su confidente, y había sido su constante compañero en estos últimos años.
No quería dejarlo al cuidado de extraños.

—¿Le pusiste Héroe a ese viejo jamelgo? —Brodie se rió desde un lado.

—No es un jamelgo. Es mi amigo, y no lo dejaré atrás.

—No tienes que hacerlo, amor mío —le aseguró Geoff con un pequeño
apretón—. Tendrá avena y heno y un lugar cálido para vivir su vida. Hay un
establo construido en la Guarida para las bestias de carga que usamos para
transportar suministros. Vivirá allí y lo podrás ver cada día.

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El Club de las Excomulgadas
—Y mi hermano, Osric, se encargará de las cosas con el Templo —agregó
Brodie, moviéndose más cerca. Geoff se paró a su derecha para permitirle a Brodie
colocarse a su izquierda. Ambos tomaron una de sus manos. Geoff mantuvo su
brazo alrededor de su hombro, mientras Brodie enlazaba uno alrededor de su
cintura—. La pérdida del Templo será nuestra ganancia. Y si no lo dijimos antes,
puedes estar segura de que Geoff y yo nunca te lastimaremos. Nunca nos
apartaremos de ti. Serás nuestro amuleto y nuestra luz guía. Eres la mujer que
hemos estado buscando. Sólo tú, Silla, hasta que la Madre nos llame a todos a casa,
a ir a Su Luz.

Las lágrimas llenaron los ojos de Silla mientras sus palabras calmaban sus
temores y le hacían tener esperanza. ¿Se atrevería a confiar en estos hombres? ¿En
estos caballeros del reino?

Todo el mundo sabía que no había mejores hombres en el reino de Draconia

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


que los nobles caballeros que eran elegidos por su honor y habilidad por los
dragones mágicos que podían ver en su propia alma. ¿Por qué dudaba, cuando
ambos, Brodie y Geoff, ya le habían demostrado que valían la pena simplemente
por haber sido elegidos caballeros?

No le lastimarían. No le despreciarían. Nunca le echarían a la calle.

Y todo el mundo sabía que no había tal cosa como el divorcio entre los
caballeros y sus compañeras.

Con sus temores aplastados, Silla hizo lo único que podía hacer. Besó a cada
uno de sus caballeros en la mejilla y les susurró la palabra que los cuatro seres
esperaban oír.

—Sí.

Fin
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El Club de las Excomulgadas

Serie Caballeros Dragón


01 - El Vuelo De La Doncella

Dos caballeros, dos Dragones y una Doncella. Belora


y su madre Adora, no saben que sus vidas cambiaran.

La guerra está llegando y con ella un descubrimiento


que las sorprenderá. Pero también el amor las
encontrará, cada una a su turno, mientras luchan con
acontecimientos cargados de peligro y riesgo la
posibilidad de reunirse con un joven Dragón macho
sellará el destino de la valiente sanadora al compañero
del dragón un hermoso caballero llamado Gareth; solo
le basto una mirada a la sanadora para comprender
que era suya. No solo la seducirá sino que caerá
profundamente enamorado de la muchacha.

Pero en ella hay algo extraño, no sólo es capaz de oír

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


a los Dragones Lo que no solo es una rareza sino que
no les teme. Él la desea pero el acoplamiento con un
caballero no es simple ya que aceptarlo deberá aceptar
a su compañero y su Dragón y al compañero del
Dragón...

01.5 - La Sanadora de Dragones

¿Qué es mejor que un caballero a tus pies? Dos caballeros.

Silla es sanadora en el límite de la frontera, ayudando


a los necesitados. Cuando oye los doloridos gritos de
un dragón en apuros, va en su ayuda, con la mayor
parte de sus preciosos materiales para ayudar a la
criatura gravemente herida.

El compañero del dragón, el caballero Brodie, está


fascinado por la mujer que logra el milagro y que ha
venido a ayudar a su amigo. Ella es a la vez hermosa
y de buen corazón y rápidamente se da cuenta de que
es su compañera destinada. Y si es la compañera de
Brodie, lo será también de Geoff, ya que el dragón de
Brodie está unido a la dragona de Geoff desde hace
muchos años.

Geoff no cree en los cuentos de amor a primera vista


entre caballeros, pero sabe que cuando él o Brodie

69
El Club de las Excomulgadas
hallen esposa, la compartirán. Al enterarse de la lesión del dragón, Geoff y su dragona corren a
ayudar, sólo para encontrar al dragón en vías de recuperación y a Brodie en la cama con la mujer
más impresionante que Geoff ha visto.

El amor a primera vista resulta ser real y afecta a todos, mientras se reúnen y se dan cuenta de que
sin importar los obstáculos, están destinados a estar juntos. Silla es el eslabón perdido que unirá sus
vidas y formará una familia verdadera en la guarida.

Advertencia: A los Caballeros les gusta ser juguetones, y estos dos no son la excepción. Cuidado
con la pasión, la diversión, un poco de bondage y mucho amor a tres bandas con un poco de
exhibicionismo de buena medida.

Nota Excomulgada: Aunque este libro se ubica en el orden de lectura como la historia 1’5, de la
Serie, la autora la publicó recientemente, por lo que este sería el nuevo orden.

02 - La Guarida Fronteriza

La guerra ha llegado a la guarida de la frontera, pero


mientras los enemigos se convierten en aliados - y
amantes - la esperanza llega para los dragones y para
sus caballeros.

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


Una joven viuda, Adora crió a su hija sola, pero su
hija está casada ahora. ¿Podrá Adora encontrar el
amor en su propia guarida de la frontera llena de
gente? ¿Se atreverá a intentarlo?

Lord Darian Vordekrais está a punto de traicionarse,


renunciando a su título, a sus tierras y a su casa con el
fin de advertirle a los dragones y caballeros del
malvado plan traicionero de su rey. ¿Su vida se
perderá, o existirá alguna forma de que pueda hacer
una nueva vida en una tierra extranjera?
Sir Jared perdió a su esposa e hijo a traición, pero
conoce a Lord Darian y confía en él. Ambos hombres
admiran a la hermosa Adora, pero el corazón roto de
Jared está congelado como hielo sólido. ¿O no?

Cuando la guerra llega a la frontera, los caballeros y los dragones de la zona Fronteriza se levantan
para tal ocasión. Nuevos aliados se reúnen a su lado. El amor florece y crece incluso cuando el mal
invade la tierra. Los caballeros y los dragones deben ser firmes contra los ataques, la hermosa mujer
de sangre real les lleva esperanza, curación y amor.

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El Club de las Excomulgadas
03- El Dragón de Hielo

Un salvaje dragón de hielo del Norte y la chica que


le enseño a volar y salvó la vida a un feroz, cambia
formas dragón real negro, sólo para tenerlo a él
salvándolos con su amor.

El tercer libro de la serie Caballeros Dragón.


Cuando un dragón negro real cae bajo el fuego
enemigo, sólo la naturaleza de un Dragón de Hielo
del Norte y su poco probable jinete femenina lo
pueden salvar. Mitad salvaje, como el pequeño
Dragón de Hielo al que ella llama amigo, Lana es
una rara sanadora y poderosa de dragones. Le salva
la vida al dragón negro real, sólo para enterarse de
que el más sagrado de los dragones es mitad-
hombre, capaz de cambiar de una forma a otra a
voluntad.

Roland es el rey de todos los dragones y de los


humanos en su tierra, pero está lejos de casa, herido
de muerte, y su único refugio es la increíble mujer
que ha salvado su vida y la de su joven amigo
dragón salvaje. Lana es la forma más pura de magia para él, el cielo para sus sentidos, tanto en

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón


forma dragón como humana.

Sabe casi desde el primer momento que la quiere para él. Sin embargo, los complots de los señores
de la guerra en el norte, están tratando de matar a los dragones que protegen la frontera norte, e
invadir el reino de pacifico de Roland.

Lana y su amigo dragón de hielo increíblemente hábil son el único rayo de esperanza para
los caballeros y los dragones guerreros en la Guarida del Norte. Igual que Lana es el único amor que
Roland conocerá en la vida.

Él puede reunirla con su familia perdida, pero ¿podrá ganar su corazón y hacerla su reina?

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El Club de las Excomulgadas

Próximamente

Bianca D’arc - Serie Caballeros Dragón IV

Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón

Príncipe De Los Espías

72
El Club de las Excomulgadas

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Bianca D’arc - La Sanadora de Dragones - Serie Caballeros Dragón
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