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¿Belice o Belize?

Aquiles Faillace

Cuando niño todos los mapas impresos de Guatemala traían incluido a Belice,
con c. Y en un rotulo claramente visible se leía: “Belice es nuestro”.
El Congreso aprobó de manera inconstitucional llevar a consulta popular un
acuerdo que ni es definitivo ni provee solución a nuestro conflicto territorial con
Belize, con z, producto de un conflicto entre imperios que data del año 1588
cuando Inglaterra derroto a la “Armada Invencible” de Felipe II de España. A
partir de este hecho el “derecho divino” de España sobre los territorios recién
conquistados de América quedo sujeto al “derecho de los cañones” del nuevo
imperio: Inglaterra. Este hecho derivo en la firma del tratado de Godolphin de
1670 donde España reconoce a Inglaterra la soberanía a perpetuidad de los
territorios ocupados por ciudadanos ingleses. Hay que hacer notar que en este
momento el territorio de Belice no estaba en posesión inglesa.
Desde esa posición de fuerza, cien años después, Inglaterra obtuvo de España,
mediante el “Tratado de Paris” de 1763 permiso para ciudadanos británicos a
acceder a cortar el “palo de tinte” en la parte norte de lo que hoy es Belize. Veinte
años después mediante el “Tratado de Versailles” la concesión en disputa fue
ampliada hacia el sur hasta subsecuentemente llegar al rio Sibun. Hay que
recalcar que dicho acuerdo no incluía ni llevaba implícita la soberanía sobre el
territorio, ni el mar territorial ni la plataforma continental, era una mera
concesión forestal.
Cuando en 1821 el Reino de Guatemala declaro su independencia de España,
heredo todo el antiguo territorio español para sus ciudadanos, incluyendo Belice
como parte de las Verapaces y Peten, dentro de la República Federal de
Centroamérica.
Sin embargo, al transcurrir del tiempo, la ex colonia inglesa, los Estados Unidos
de América cobraron hegemonía y vino a complicar la situación del decadente
imperio Ingles. Bajo la doctrina de “América para los americanos” (por supuesto
no los americanos hispano hablantes) la nueva potencia americana limito las
posibilidades de influencia inglesa en el Caribe, culminando este esfuerzo con la
construcción del Canal de Panamá en 1914. Este forcejeo entre potencias resulto
en acuerdos que afectaron nuestro diferendo con Belize: Los tratados Clayton-
Bulwer de 1850 y Dallas-Clarendon de 1856 suscritos entre Estados Unidos e
Inglaterra, pero con efectos sobre el territorio Centroamericano. Vea usted la
definición de injerencia extranjera.

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Sin embargo ya el territorio de Chiapas había declarado su anexión a México y
en 1826 México e Inglaterra firman un acuerdo de límites en el que acordaron
los límites entre Belize y México sin tomar en cuenta a Guatemala y en 1841 con
la disolución de la Federación Centroamericana y la invasión en 1842 del
territorio guatemalteco de Soconusco por México, Inglaterra invade el territorio
al sur del rio Sibun hasta llegar al rio Sarstun aprovechando el conflicto
Mexicano–Guatemalteco, emitiendo el gobierno Guatemalteco en 1850 el decreto
49 que reivindicaba sus derechos sobre Belice ya que para 1852 Inglaterra
consideraba a Belize como una colonia, no un territorio bajo concesión,
culminando así en 1859 con el tratado Aycinena-Wyke que definía los límites
actuales bajo la condición que Inglaterra daría acceso al mar caribe mediante la
construcción de una vía para tal propósito, condición nunca cumplida.
Pero ¿Por qué firmo Guatemala dicho tratado? Acá regresamos al nacimiento de
la potencia al norte. Los filibusteros, ciudadanos norteamericanos liderados por
Walker tuvieron la pretensión de invadir territorios Centroamericanos y fue
Guatemala la que solicito la protección de Londres, naciendo así el tratado
relativo a los límites de la ya entonces colonia británica, reconociendo que los
límites fronterizos se habían mantenido así “durante largo tiempo”. De no
aceptar las condiciones impuestas por el Foreign Office ingles no llegaría la
ayuda naval para contrarrestar la invasión de los filibusteros. Todo culmina en
1933 cuando Guatemala en cooperación con ingenieros ingleses delimitan las
fronteras actuales del territorio de Belize.
Con este panorama de fondo los gobernantes guatemaltecos se vieron
presionados por las dos potencias para “encontrar soluciones pacíficas” al
diferendo, viniendo así una serie de desafortunadas acciones diplomáticas
guatemaltecas caracterizadas más por la indolencia y ánimo de lucro de los
actores involucrados que por el mantenimiento del interés nacional, siendo todas
las propuestas hechas por Guatemala rechazadas por Inglaterra.
Después de la segunda guerra mundial, una Inglaterra disminuida inicio un
proceso de descolonización dentro del cual se incluyó la Independencia unilateral
para Belize, posteriormente pasando a formar parte de la Mancomunidad
Británica. De tal manera bajo presión internacional en 1981 se consuma dicha
independencia unilateral, siendo la protesta del Gobierno de Guatemala en 1985
totalmente inútil y permitiendo el ingreso de Belize a la OEA a pesar de existir
un diferendo territorial con uno de los estados miembros, Guatemala. Esta
trágica secuencia de eventos culmina en 1992 con el reconocimiento de la
independencia “del pueblo beliceño” por parte del Gobierno nacional.

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¿Pero qué sucederá después de esta consulta popular que no será simultánea
en ambos países? (Premisa fundamental del “acuerdo especial”, violada por
Belize y avalada por el congreso guatemalteco). Belize por supuesto ira por el no
y aunque Guatemala votara por el sí y los beliceños nos dieran la sorpresa, es
previsible que la Corte no dejara sin territorio a los beliceños y de nuevo
habremos caído en la judicialización de todas nuestras diferencias, dejando en
manos de las cortes la manera como deberían de lograr los pueblos y sus
representantes acuerdos nacionales en busca del bien común.
Debemos considerar que la firma del “Acuerdo Especial entre Guatemala y Belize
para someter el Reclamo Territorial, Insular y Marítimo de Guatemala a la Corte
Internacional de Justicia”, acuerdo firmado en Washington en 2008, fue suscrito
a espaldas de un auténtico escrutinio público en nuestro país, ignorando el
mandato constitucional de los artículos 173 y 19 transitorio de nuestra
Constitución Política, los que exigen que previo a gestionar ningún acuerdo este
tenga el carácter de definitivo y sobre todo “de acuerdo al interés nacional”,
premisa fundamental ausente, además de que el mecanismo procesal es
totalmente contrario a los intereses nacionales pues se basara en doctrina de
Derecho Internacional y no en el principio de Equidad. Cabe mencionar que el
Derecho Internacional tiene como premisa fundamental “las expresiones
unilaterales de voluntad”, las cuales adquieren el carácter de irrevocables como
son los numerosos tratados firmados por Guatemala desde el inicio del diferendo
hasta culminar con el reconocimiento del pueblo y gobierno de Belize. Este
acuerdo se amparó en una interpretación antojadiza de nuestras leyes y el
ocultamiento de las interioridades de la negociación, generando una duda más
que razonable con respecto a los motivos del mismo.
Para comprender la decisión de llevar a Consulta Popular un acuerdo no
definitivo tenemos que considerar que a todo país se le reconoce en forma
fundamental 3 elementos: población, Gobierno que la representa y territorio.
Guatemala ya reconoció en su momento que no hay amor obligado y por eso
acepto que la mayoría de la población beliceña no nos quiere. Esto se llama la
autodeterminación de los pueblos.
Luego nuestro país entendió que esta población si tiene un gobierno que los
representa, por lo que admitió la existencia del gobierno de Belize.
Pero quedo un tercer elemento a resolver: ¿Qué área le pertenece a uno y a otro?
Es decir, al día de hoy Belize no tiene ningún título de propiedad sobre el
territorio que administra. Y aquí la pregunta: ¿Para qué quiere Guatemala un
territorio cuya población y sus representantes no nos quieren? Con el agravante
que el propio estatuto de la Corte Internacional de Justicia en su artículo 38

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inciso 1 reconoce el principio “uti usedetis” que significa básicamente el
reconocer que el territorio pertenece a quien lo ocupa. Y es precisamente este el
desafío. Hacer de los beliceños, guatemaltecos.
¿Cómo ejercemos soberanía en un territorio que inicialmente fue español y luego
explotado por los ingleses hasta que su población se independizo? En ningún
momento la presencia del estado guatemalteco se hizo valer, de tal manera que
ir a plantar una bandera sin capacidad de ejercer soberanía no significa
reconocimiento internacional.
Y aquí viene la pregunta: ¿Cuál es el interés nacional frente a Belize? La
integridad territorial de Guatemala puede ser vista como una amenaza para la
población beliceña al igual que la soberanía de Belize puede serlo para nosotros.
¿Cómo conciliamos estos puntos de vista? ¿Y los efectos sobre el Plan para el
Triángulo Norte? Desde 2011 la Casa Blanca ha considerado a Belize como la
esquina incomoda del Triángulo Norte y tanto el Plan Puebla-Panamá (ahora
conocido como Proyecto Mesoamérica) como el Plan para la Prosperidad y
Seguridad del Triángulo Norte de Centroamérica incluyen a Belize. Hay que
preguntarnos si la seguridad estratégica de la potencia del norte manda algún
resultado especifico en la solución a este diferendo territorial.
La pregunta es: ¿Cómo estarían los beliceños si fueran guatemaltecos?
Indiscutiblemente para una nación no hay nada más importante que la persona
humana, o por lo menos esa es la filosofía de los países exitosos. Después de
analizar el informe del PNUD 2016, Belize está clasificado como un país de “alto
desarrollo humano”, situación que Guatemala no comparte. Y al analizar todas
las demás variables del desarrollo la conclusión es triste: Si Belize fuera nuestro
sería más pobre.
Sin embargo, la estrategia trazada es la equivocada, puesto que preguntar a una
población si acepta o no que una Corte internacional decida no es la vía. La
población beliceña no tiene nada que ganar en esa consulta y la población
guatemalteca en su mayoría es indolente a los efectos de lo que se le va
preguntar. De esta forma la derrota de Guatemala está garantizada e incluso me
atrevo a decir que Guatemala no tiene una estrategia jurídica valedera para llevar
el caso a La Haya. Con el agravante de los plazos para la resolución de dicho
conflicto, ya que cuando al final de cuentas Belize decida hacer su consulta y en
el hipotético caso de decir si, Guatemala tiene un plazo de 12 meses para
plantear su demanda y Belize tiene otros 12 meses para contestar, ante lo cual
Guatemala debe “replicar” en un plazo de otros 6 meses y Belize “duplicar” (o sea
ampliar sus argumentos) con otro plazo de 6 meses. En conclusión 3 años antes
de que la Corte tenga la oportunidad de examinar la prueba, periodo que según

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el historial de dicha Corte tomara entre 3 y 5 años más. De tal manera llevaremos
un mínimo de 7 años antes de conocer algún fallo, el cual para poder ser
implementado debe llevar primero el reconocimiento de la jurisdicción de la Corte
en esta materia por parte de los 2 estados y luego el compromiso de cumplirlo
“de buena fe”. Y los hechos muestran lo contrario a esta premisa, ya que en 2014
se firmaron en Plasencia, Belize 13 acuerdos con la pretensión de “fomentar la
confianza” entre los estados, de los cuales ninguno ha sido cumplido.
En conclusión, pretendemos hacer valer un nacionalismo sin territorio ni
estrategia para recuperarlo, por lo que debemos hacer un alto en el camino de
judicializar las diferencias y entender que si consideramos Belice como nuestro
debemos empezar por conquistar el corazón y la mente de nuestros hermanos
beliceños.
Yo si cumpliré mi deber cívico de votar y lo hare por el no, e insto a que usted
participe y medite su voto.

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