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LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA LOCAL

LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA LOCAL


Daniel E. Wray

Es el sábado por la tarde, y por todo el país la gente está decidiendo nuevamente si
asistir a los cultos de la Iglesia mañana o dónde hacerlo. Algunos se preguntarán:
“¿Hace alguna diferencia asistir a la Iglesia en el siglo XX? Después de todo, la
mayoría de nosotros puede encontrar una variedad amplia de programas religiosos
en la radio o la televisión en nuestros hogares. Otros irán a cultos de adoración,
pero permanecerán distantes de cualquier compromiso serio con la iglesia local a
que asisten. Todavía otros pasarán de iglesia en iglesia aparentemente incapaces o
desinclinados a decidir si deberían unirse a una.

Es un tiempo de confusión acerca del lugar y propósito de las iglesias locales. Los
cristianos en el pasado no tenían tantas elecciones con que enfrentarse. No tenían
los medios electrónicos, por ejemplo. Los libros cristianos no eran ni tan
abundantes ni tan fácilmente obtenibles como lo son hoy. El transporte no permitía
los viajes rápido con que estamos familiarizado ahora. La gente no podía escuchar
sermones grabados como muchos hacen tan provechosamente hoy. El efecto
combinado de estas y otras circunstancias actuales es fomentar que los cristianos
contemporáneos cuestionen la importancia la iglesia local tradicional. Cuando uno
agrega a éstas las muchas imperfecciones obvias que se encontrar aun en las
mejores iglesias locales, los problemas y las preguntas aumentan en intensidad.
¿Hay respuestas a las preguntas:

¿Es importante la iglesia local? ¿No pueden los cristianos arreglárselas sin ella?
¿Realmente importa si participo en ella o no? Aun cuando asista a los cultos de la
Iglesia, importa si me hago miembro?

Estas y otras preguntas deberían ser de gran interés para los cristianos actuales.

En todos los asuntos de fe y práctica, el cristiano tiene una guía autoritativa. La


Biblia contesta las preguntas y resuelve los dilemas que se han propuesto arriba. Al
examinar la enseñanza de la Santa Escritura, encontraremos que nuestro Padre en
el Cielo no nos ha dejado vagar en la incertidumbre con respecto al lugar e
importancia de ser miembros en una iglesia local.

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1. La Iglesia gloriosa

La Iglesia del Dios viviente desde el pasado hasta el presente es gloriosa a sus
ojos. No hay grupo, movimiento, o institución de ninguno tipo en el mundo que
pueda aun aproximarse a la gloria, el esplendor, el honor, la belleza, la
magnificencia, la maravilla, la dignidad, la excelencia, la refulgencia de la Iglesia de
Dios. !Ojalá que nosotros pudiéramos todos ser llenos hasta rebosar con un
sentido profundo de la gloria de la Iglesia como Dios la ve! Muchos de nuestros
problemas sobre la iglesia local se resolverían inmediatamente si compartiéramos
la perspectiva de Dios!

Juan Newton expresó una medida de este espíritu cuando parafraseó la enseñanza
del Salmo 87 en su conocido himno:

Cosas gloriosas de ti se hablan, Sión, la ciudad de nuestro Dios; Aquel cuya palabra
no puede ser quebrantada te formó para ser su propia morada: Sobre la Roca de los
Siglos fundada, ¿qué puede sacudir tu seguro reposo? Con muros de salvación
rodeada, puedes sonreír a todos tus enemigos.

Pero estas declaraciones sobre la gloria de la Iglesia de Dios no son ilusiones


simplemente románticas. Pueden ser comprobadas por la enseñanza expresa de la
Santa Escritura:

1. La gloria de la Iglesia se ve en su elección por parte de Dios (Efesios 1.3-6).


Cualquiera que sea aquello en que el Señor Dios haya puesto su amor con un fin
determinado desde “antes de la fundación del mundo” deber sin duda ser de
extrema importancia para Él.

2. La gloria de la Iglesia se ve en el gran costo a que fue comprada (Efesios 1.7,5,2


5; 1 Pedro 1.18,19). Frecuentemente apreciamos el valor de un objeto por su
costo. Dios ha puesto el valor de su Iglesia tan alto que envió el “don inefable” (2
Corintios 9.15) de su Hijo unigénito (1 Juan 4,9) para comprarla para sí mismo.

3. La gloria de la Iglesia se ve en la adopción de sus miembros como hijos de Dios


(Efesios 1.5; Romanos 8,15). Mediante la sangre de Cristo, Dios no solamente
aseguró perdón para su pueblo, sino también la plena posición de hijos.
Además, la Iglesia de Dios se levanta a una posición de santa realeza. Su pueblo
es “un reino y sacerdotes para su Dios y Padre” (Apocalipsis 1:6). Como Pedro

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nos asegura, la Iglesia es un “real sacerdocio, nación santa” (1 Pedro 2:9). Esta
honorable posición ante Dios obviamente trasciende el mero perdón. Los
miembros de la Iglesia Dios, que anteriormente eran hijos de ira y de
desobediencia (Efesios 2:2,3; 5:6), son ahora los miembros santos de la Familia
Real de Dios.

4. La gloria de la Iglesia se ve también en su distinguida y espléndida herencia


(Efesios 1: 14, 18; Romanos 8:17,18). Como hijos adoptivos, los miembros de la
Iglesia de Dios son los herederos de grandes bendiciones. Éstas incluyen el
Reino de Dios (Lucas 12:32), un Cielo nuevo y una Tierra nueva (2 Pedro 3:13; Ap
21:1), vida eterna (Marcos 10:30; Juan 10:28; Romanos 6:23; Hebreos 9:15), y la
visión de Dios (Mateo 5:8). Como garantía de estas bendiciones, el Espíritu
Santo mismo ha sido dado como una señal (Efesios 1:13,14). Así, la Iglesia de
Dios es un grupo de personas llamadas “para [obtener] una herencia
incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para
vosotros, que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la
salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo” (1 P. 1:5).

5. La gloria de la Iglesia puede verse en el propósito maravilloso y lugar central que


ella tiene en el plan de Dios. Dios se propone mostrar mediante la Iglesia la
gloria de su amor, sabiduría y gracia (Efesios 1:6,14; 2:7; 3:10,11,21). Puesto que la
Iglesia ha sido designada para cumplir un propósito tan profundo, ¿cómo puede
dudarse su importancia? Ella está en el corazón del plan de Dios para su
creación (Efesios 1:9,10 con 1:22,23). Con las ruinas de la naturaleza humana
caída, Dios construye una humanidad nueva: la Iglesia (Efesios 2:15, 4:13).

6. La gloria de la Iglesia se ve en la gloria de su Cabeza, el Señor Jesucristo


(Colosenses 1: 15-19; Efesios 1:22, 23). Él es supremo sobre todo, y la Iglesia
participa en su gloria como su cuerpo (Efesios 4:15,16; 5:29,30). En virtud de su
unión con Cristo, la Iglesia realmente participa en “la plenitud de Dios” (Efesios
3,19). La importancia de la Iglesia no puede entenderse aparte de la importancia
del Señor Jesucristo. Esta visión de la gloria de la Iglesia es realzada por una
consideración de la gran diversidad de personas que Dios está transformando
en el cuerpo unificado de Cristo (Efesios 2:11-22; 3:5,6; Ap. 7:9; Juan 17,21,23).

7. La gloria de la Iglesia puede verse en el hecho que ella disfruta del ministerio
poderoso y personal del Espíritu Santo (Efesios 1.13,14,17-19; 3:16,17; Romanos
8:9-16). La Iglesia (tanto individual como colectivamente) es el templo del

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Espíritu Santo (Efesios 2:21,22; 1 Corintios 3:16, 6:19). Así como la segunda
persona de la Santísima Trinidad llegó a ser carne y murió para comprar la
Iglesia, nada menos que la persona del Espíritu Santo de Dios ha venido como
su Guía y Consolador que mora en nosotros (Juan 14:16,17,25; 16:13-15).

8. La gloria de la Iglesia puede verse en su verdadera santidad (Efesios 1:4; 2:10,21;


5:26, 27). La santidad es la verdadera belleza y la gloria de seres morales
inteligentes. Es mediante vidas santas como los santos de la Iglesia de Dios
reflejan su imagen (Efesios 4:24). La Iglesia es llamada a una perfección
gloriosa, que consiste nada menos que en la imitación de Dios mismo (Efesios
5:1; cf. Mateo 5:48).

9. La gloria de la Iglesia puede verse en su cercanía y acceso a Dios (Efesios


2:13,18; 3:12; Hebreos 4:16). Solamente a la Iglesia de Dios se da tal promesa de
acceso inmediato al lugar santísimo, donde Dios mora en luz inaccesible.
Además, la Escritura enseña que Dios está presente en su Iglesia (Efesios 2:22;
5:18; 2 Corintios 6:16; Mateo 28:20). La Iglesia vive en comunión actual con Él.

10. La gloria de la Iglesia puede verse en su conocimiento espiritual de todo los


misterios del Evangelio (Efesios 1:9; 3:23; 1 Corintios 2). Sólo el pueblo de Dios,
por la fe en Jesucristo, tiene un verdadero entendimiento espiritual de las cosas
de Dios. Esto es así porque tiene la “mente de Cristo” (1 Corintios 2:16), y la
unción de Dios (1 Juan 2:20,27). Jesús expresó el privilegio de la Iglesia de esta
manera: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor;
pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de
mi Padre” (Juan 15:15).

A la luz de todas estas verdades, no es sorprendente que los cristianos podemos


cantan con el entendimiento himnos como éste:

¡Yo amo tu Iglesia, oh Dios! Sus muros ante ti están, Estimada como la niña de tu
ojo, Y grabada sobre tu mano.

Por ella se derraman mis lágrimas, Por ella mis oraciones subirán, A ella mis
preocupaciones y trabajos sean dados, Hasta que los trabajos y las
preocupaciones terminen.

Timothy Dwight

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