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RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 7

ÍNDICE GENERAL DE LA OBRA

Pág.
Introducción................................................................................................................... 13

Capítulo I. Cáceres al comenzar el siglo XIX.- Perímetro de la villa.- Sus edificios:


parroquias, conventos, ermitas, hospitales, colegios y casas particulares.............. 17

Capítulo II. La sociedad cacereña de 1800 a 1820.- La aristocracia: su carácter, hábi­


tos e indumentaria.- Veladas de las gentes de la villa: la tertulia de las
Escalerillas y su trágica terminación.- Trajes y costumbres de la clase
media.- Hábitos funerarios y onomásticos.- Beldades celebradas en estas
clases sociales.- El clero y su influencia.- El hospedaje de Las Periquitinas:
colisión inesperada.- Preponderancia de los frailes franciscanos.- La magis­
tratura: privilegios y prestigio de sus individuos....................................................... 31

Capítulo III. La clase baja.- Su vida morigerada.- Su indumentaria y salarios habitúa


les.- Religiosidad popular.- Relaciones amorosas.- Diversiones del pueblo:
el pasillo del barbero; el teatrillo de polichinelas.- ¡A correr gallos!.-
Costumbres funerarias.- Brujas y pitonisas.- Apariciones de fantasmas.-
Respeto del pueblo hacia las clases elevadas.- Bellezas famosas de la clase
baja................................................................................................................................... 47

Capítulo IV. La Guerra de la Independencia.- Junta Patriótica del partido.-


Insoportables exigencias de vituallas hechas a la villa por ejércitos y parti­
das amigas y enemigas.- Destácanse en estas circunstancias las figuras del
marqués de Santa Marta y de don Alvaro Gómez Becerra.- Los primeros
soldados franceses que pisan nuestro suelo.- Caballerosidad del corregidor
con un centinela prisionero.- Agradecimiento del mariscal Víctor y entra­
da de éste, con todo su ejército, en Cáceres.- Vino a todo pasto: venganzas
de algunos vecinos.- La Folica: tres bigotes por una coleta.- Peligros de
muerte en que se vio don Alvaro.- Modo que tuvo de desarmar a Soult don
Cayetano Golfín.- Generales de unos y otros ejércitos que pasaron por
nuestro suelo.................................................................................................................... 65

Capítulo V. La lucha de las ideas.- Trabajos de las Cortes gaditanas.- La tertulia de


don Alvaro.- Una sorpresa literaria.- Proyecto de un periódico.- La
Asociación de Cáceres: su éxito y desaparición.- Personas que, al dividir­
se el campo político, figuraron respectivamente a la cabeza del bando rea­
lista y del bando liberal.- Sucesos ruidosos a la vuelta de Fernando VII:
quema de la Constitución y vuelta al poder del partido absolutista........................ 75
8 PUBLIO HURTADO

Capítulo VI. Fiestas religiosas y populares, costumbres y supersticiones (I).-


Educación cristiana de nuestros mayores.- Postulantes para fines piadosos
ycaritativos.- Año Nuevo: apreciaciones sobre lo que podía esperarse de él
según el día en que entraba.- Los estrechos.- Fiesta de la Epifanía: ¡a espe­
rar a los Reyes!.- Día de San Antón: costumbres hípicas.- Inauguración del
Carnaval: las pegas.- ¿Qué era una m esa l: puja de platos; las roscas.- Los
Mártires: devoción a San Sebastián.- San Ildefonso.- Nuestra Señora de la
Paz.- La Candelaria.- San Blas.- Jueves de compadres y comadres: la cerca
de Don Jorge.- Estudiantinas y mascaradas.- Los días de Carnaval: coqui-
llos y truchuelas; “la mala vaquilla”.- Memento homo... .- Las bulas.- Las
confesiones.- Los sermones del Real Acuerdo.- Fiesta de la Anunciación,
patrona del Colegio de Abogados: prestigio y obligaciones de esta docta
asociación.- Domingo de Lázaro: procesión al Calvario; las tortas.- Viernes
de Dolores.- Domingo de Ramos: la procesión de las palmas y virtud que a
éstas atribuye la gente.- Semana Santa: prácticas caseras y gastronomía de
estos días.- Oficios, procesiones y prácticas religiosas del miércoles, jue­
ves y viernes santos.- Sábado santo: los borregos..................................................... 85

Capítulo VII. Fiestas religiosas y populares, costumbres y supersticiones (II).- Fiesta


de Nuestra Señora de la Montaña.- La ermita y sus contornos: devoción a
esta santa imagen.- Preparativos de los festejantes; las funciones religiosas
por mañana y tarde; expansiones populares.- Ofrendas poéticas a la
Virgen.- Don Antonio Hurtado: sus “Cantos populares”-, su entrevista con
la reina Doña Isabel II, que ingresa en la Hermandad; petición que le hace
de una limosna y la que obtiene de la Soberana.- Fiesta que se hace con tal
motivo.- El maestro Gracia y su composición musical.- Nuevos rasgos de
devoción y munificencia de don Antonio para con su Patrona.- Conflicto
que promueve el obispo con motivo de la administración de la real limos­
na; cisma en la Cofradía; el mayordomo excomulgado; la Reina decide la
cuestión............................................................................................................................ 105

Capítulo VIII. Fiestas religiosas y populares, costumbres y supersticiones (III).-


Funciones de San Benito, Santa Lucía y Santa Olalla.- La de San Jorge,
patrón de Cáceres.- Las letanías.- La Cruz de Mayo, Ascensión y Corpus
Christi.- Verbena de San Antonio: humorada de don Eduardo Sánchez
Cortés.- Velada de San Juan: refranes y aforismos relativos a este día;
influencia maligna de tal noche; conseja de “la mora encantada” y la galli­
na de los pollitos de oro.- Atribúyese a uno de éstos la fortuna de José
Leocadio Polo y exposición que le acarrea la especie.- Verbenas de San
Pedro, San Pablo y Santiago.- Jubileo de la Porciúncula.- La Asunción de
Nuestra Señora.- La Natividad de la Virgen.- Todos los Santos.- Día de
Difuntos: poder atribuido a las Ánimas Benditas.- Nochebuena: aguinal
dos, misa del gallo, nacimientos y comedias pastoriles........................................... 125

Cüpírulo IX. Espectáculos.- Las cucañas.- Ejecuciones de sentencias.- Penas de azotes,


vergüenza pública, horca y garrote.- Orden de las procesiones patibularias.-
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 9

Peligros de vidas y haciendas en aquellos días.- Malhechores célebres que


asolaron nuestra provincia.- Famosa cuadrilla de Melchor y Merino: su
indumentaria y hazañas que llevaron a cabo en nuestra tierra.- Sala del
Crimen establecida en Badajoz para perseguirlos y castigarlos.- Cómo fue­
ron cayendo en manos de la Justicia.- Rafaela Sánchez, la Valenciana.-
Agarrotamiento de Merino.- El Niño de la Gracia.- Martín Paredes.-
Boquique.- El cura Fuerte: peripecias de su ejecución............................................. 137

Capítulo X. El Trienio Liberal.- Regocijo de los constitucionales por la restauración


liberal del año 20.- Cáceres capital de provincia.- Establecimiento en ella
de una Universidad de Segunda Enseñanza.- Nombramiento de administra­
dor de ella.- Sus catedráticos y apertura.- Creación de escuelas.- Vigilancia
ejercida sobre los maestros.- La Sociedad de Amigos del País.- Intentonas
de los realistas contra el gobierno constitucional.- Landero, jefe político.-
Amenazas al vizconde de la Torre de Albarragena y sus contertulios.-
Espíritu de la Milicia Nacional.- Cambio de gobierno al acercarse a
Cáceres los soldados de Angulema.- El barón de Cools y el cura Merino.-
Acción de La Aliseda.- Vuelven a gobernar en Cáceres los “negros”.-
Desórdenes en la localidad.- Tornan a imperar los “ser\>iles”.- Huida de los
liberales............................................................................................................................ 155

Capítulo XI. Fin del Trienio Liberal.- Venida a nuestra provincia del Empecinado.-
Destitución del Ayuntamiento realista de Aldea del Cano.- Asamblea popu­
lar cacereña.- Su resolución y quiénes la impusieron.- El pueblo se dispone
a la defensa.- Intentona del 13 de octubre.- Decisión de la Junta de
Seguridad.- El parlamento del Carmen.- Retirada de las tropas al Casar. -
Nueva diputación al Empecinado.- Intimación hecha a la villa el día 15.-
Llegada al Casar de los señores Landero y Pastor.- Consejo que tienen.-
Landero decide al caudillo liberal.- Preparativos.- Sitio de Cáceres.-
Entrada en la villa de las tropas liberales, el 17 de octubre.- Robos, incen­
dios y fusilamientos.- Marchan de Cáceres las huestes liberales el día 19.-
Reacción persecutoria y sangrienta.............................................................................. 167

Capítulo XII. La fiesta nacional.- Afición a los toros de los cacereños.- Las corridas de
toros como medio de obtener ingresos el Ayuntamiento.- La Plaza Mayor
como coso taurino.- Construcción de una plaza de toros en las Eras de los
Mártires.- Su inauguración el 6 de agosto de 1846.- Lidiadores que han
actuado en ella hasta finales del siglo XIX................................................................. 185

Capítulo XIII. El periodismo.- La Asociación de Cáceres, periódico manuscrito por no


haber imprenta en la villa.- El Semanario Patriótico de la Provincia de
Cáceres, primer periódico impreso.- El Boletín Oficial de la Provincia de
Cáceres, primer periódico oficial que tuvimos.- Incremento de la prensa
periódica a partir de la revolución de 1868.- La prensa ilustrada llega a
nuestra ciudad, en el año 1897, con El Adelanto Cacereño.- La Revista de
Extremadura.- Otros periódicos y periodistas de este siglo..................................... 215
10 PUBLIO HURTADO

Capítulo XIV. La guerra carlista.- Muerte de Fernando VIL- Residencia del


Pretendiente en Castello-Braneo (Portugal).- Intento de traición del gene­
ral Rodil a la causa isabelina.- La expedición del general Gómez.- Su
estancia en Cáceres.- Ramón Cabrera, el Tigre del Maestrazgo. Destrucción
del puente de Alcántara por los nacionales cacereños.- Partidascarlistas
de la provincia: la acción del Casar.- Los nacionales cacereños y
placentinos derrotan en Béjar al general carlista don Basilio.................................. 237

Capítulo XV. La danza en Cáceres.- Bailes públicos para celebrar acontecimientos


nacionales.- Los bailes en domicilios particulares, como reuniones de
sociedad.- Los casinos: el “Círculo de la Concordia”; el “Círculo de
Artesanos”; “El Fomento de las Artes”; el “Círculo Agrícola Mercantil”; el
“Casino de la Unión”.- Actuaciones musicales en casas particulares.- Los
conciertos del “Círculo de la Concordia” y sus famosos bailes.-
Popularidad de los organizados por el “Casino de Artesanos”.- Las diver­
siones de la “gente del bronce” : El Gurugú.- El periodista Gusó Vert como
empresario de bailes para esta clase social................................................................. 255

Capítulo XVI. Teatros y representantes.- Afición del pueblo cacereño a las funciones
teatrales.- Antecedentes de farsantes y comedias en los siglos precedentes.-
Juan Carrión, natural y vecino de Cáceres.- La censura teatral.- Nuestro
primer teatro de la calle de Comedias.- Se traslada la escena al Hospital de
la Piedad.- Construcción por don Ventura Carlés del teatro de la calle Peña,
y su inauguración el Io de junio de 1802.- Recursos pecuniarios para el
Ayuntamiento y fines benéficos.- Trabas que ponen a las representaciones
los partidos políticos.- Autores que actuaron en nuestro teatro hasta 1820.-
Sociedades de aficionados en los años 1820 - 23 y 1834 - 36.- Vida teatral
desde 1839 a 1847.- Dramas, comedias, sainetes y bailes.- Compañías de
ópera.- La zarzuela llega a Cáceres en 1857: cantantes y obras representa­
das.- Teatro del Casino o “Círculo de Artesanos”.- El género chico.- Varios
teatros construidos desde 1884 al 86: el de Escandón, el de la plazuela de
la Concepción, el de Matos y el de Variedades.- Compañías que trabajaron
desde 1886 en los de Variedades y en el Principal o “de la calle Peña”.-
Alicientes variados.- Teatro Guiñol.- Celos, trapisondas y rivalidades de los
actores: la Albini y la Cuaranta.- Marrullerías e informalidades de los cómi­
cos.- Dirección de aficionados.- Compañías de éstos que funcionaron a
partir de 1890.- Compañía infantil enseñada por doña Luisa Abella.
-Representación en la Audiencia Territorial en 1894.- Obras estrenadas en
nuestros teatros: “El tío Pedro del Casar”; “La fortuna de ser loco”; “La
conquista de Cáceres”; “Pedro Bletsky o tres noches en Varsovia”; “Los
duendes de Cáceres”; “El enano Tragabombas”; “Novios del Casar”; “El
duende de la corte de Peleas”; “Seis años después, o favores por agra­
vios”; “Dos horas en una quinta”; “Ardides de m ujer”; “El último día de
Sagunto”, “La casa de don B las”; “El quinto de Garrovillas”; “La f e ”;
“Nuestro gozo en un p ozo”; “Donde las dan las toman”; “Madrid,
Cáceres y Portugal”; “Tocino del cielo”; “El casado casa quiere” y “El
píllete de mi tierra”........................................................................................................ 279
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Capítulo XVII. El Ayuntamiento.- Edificios que ha ocupado el Concejo de Cáceres.-


Construcción del Ayuntamiento actual en los años sesenta.- La revolución
de 1868.- Lectura pública y promulgación de la Constitución de 1869 en
laPlaza Mayor.- La Universidad Libre de Cáceres.- Su funcionamiento
durante dos cursos académicos.- La Escuela Libre de Derecho.- La Banda
Municipal de música.- El maestro D. Arturo Rosich.- Premios que obtuvo
en los certámenes en que se presentó.- Dificultades del Ayuntamiento
para pagar a sus músicos.- Supresión de la banda en 1900.................................... 311

Capítulo XVIII. Llega el progreso.- Atraso económico e industrial en que se encontraba


España.- La minería.- La fiebre minera en la provincia de Cáceres.- Las
comunicaciones.- Se proyecta construir la carretera de Castilla.- Recursos
económicos para financiar su construcción.- Los caminos de hierro.- Las
proyectadas comunicaciones ferroviarias con Portugal.- Polémica sobre si
la línea férrea Madrid-Lisboa debía atravesar la provincia de Cáceres o la
de Badajoz.- Inauguración del ferrocarril lusitano en esta última capital.-
El descubrimiento de minas de fosfatos en el cerro de Cabeza Rubia.- La
línea férrea castellano-extremeña.- Nueva línea Madrid-Lisboa por la pro­
vincia de Cáceres.- Venida a Cáceres de los reyes de España y Portugal
para inaugurarla oficialmente.- Actos celebrados con tal motivo.- La corri­
da de toros pasada por agua.- La villa de Cáceres recibe el título de ciu­
dad.- Otra manifestación del progreso: la fotografía.- Fotógrafos estable­
cidos en Cáceres en la segunda mitad del siglo.- Los fotógrafos ambulan­
tes.- La Sociedad Artístico Fotográfica..................................................................... 331

Capítulo XIX. Las ferias.- Diversas ferias que ha tenido Cáceres durante el siglo XIX.-
Festejos celebrados el año 1893 para agasajar al capitán general D.
Federico Ezponda.- En 1896 se crea la última feria del siglo.- Preparación
del segundo año de ferias y fiestas.- Una broma del banquero D. Clemente
Sánchez.- La aparición de la luz eléctrica en nuestra capital.- El cinema­
tógrafo llega a Cáceres durante la feria de 1897.- El problema del abaste­
cimiento de aguas a la capital cacereña.- Diversos intentos para solucio­
narlo.- El farmacéutico D. Joaquín Castel.- La Compañía de Aguas de
Cáceres, S.A.................................................................................................................. 357

Capítulo XX. El fin de siglo.- Climatología adversa durante la última década del siglo
XIX: sequías pertinaces y lluvias torrenciales.- Plagas de langosta y epi­
demias.- El IV Centenario del Descubrimiento de América.- La Tienda
Asilo.- La herencia del marqués de Monroy: reparto de bienes al pueblo
bajo; amotinamiento de los beneficiarios; procesamiento de periodistas.-
El “Consultorio Médico-Quirúrgico Internacional”.- Las guerras colonia­
les y su repercusión en Cáceres: motín popular por la subida del pan;
intento de supresión de la Audiencia Territorial.- La Cámara de
Comercio.- El automóvil llega a nuestra ciudad en el último año del siglo.-
El cierre dominical de los comercios.- El eclipse de sol del 28 de mayo de
1900.- Una misa pone fin a la centuria en todo el orbe católico........................... 387
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APÉNDICE:

Pág.

APODOS CACEREÑOS

I.- Unas páginas, a modo de prefacio, sobre el origen de los sobrenombres y apodos............. 420
II.- Léxico a seguir.- Motes celestiales.- Los que ofrece la abogacía: Don Pivoteo;
Piquito de Oro; el abogado Mangas; el abogado Garbancito; Antófilo................................. 423
III.- La aristocracia: El RicoHombre de Extremadura.- La Historia: Andrea de Tavernay;
Madame Roland.............................................................................................................................. 427
IV.- El teatro: La Penosa.- Títulos de comedias convertidos en apodos....................................... 431
V.- La torería.- La indumentaria.- El gremio barberil: el Peluquero; Ronquiña; Patuelas......... 435
VI.- Historia Natural.- Lacerías Humanas.......................................................................................... 439
VII.- Motes a granel, por orden alfabético........................................................................................... 443
VIII.- Divagaciones finales...................................................................................................................... 461
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 13

Gentes de toda condición social figuraron entre


los informantes, generalmente personas que
INTRODUCCIÓN nacieron a finales del siglo XVIII y en los prime­
ros años del XIX y que participaron, de grado o
Amable lector: por fuerza, en los violentos acontecimientos que
configuraron la primera mitad de la centuria,
Este libro que tienes en tus manos parecía con­
aportando cada una su experiencia personal y sus
denado por los genios maléficos de la imprenta a
recuerdos. A ellos se unieron los propios del autor,
no conocer la tinta de las linotipias ni a figurar en
que nació en 1850 y que fue testigo, por tanto, de
los anaqueles de las librerías, y ello a pesar de sus
cuantos acontecimientos tuvieron lugar en los últi­
innegables bellezas literarias, de su interés históri­
mos cuarenta años del siglo, en los que, ya con
co y del evidente cariño que el autor puso en sus
uso de razón, pudo grabar en su memoria los suce­
páginas al escribirlo. sos diarios y las transformaciones sociales y urba­
Don Publio Hurtado, con el sentido histórico nas que se producían en la poco variada vida del
que le caracterizó y consciente de la fugacidad de Cáceres chiquito en que vivió y que tanta impre­
los hechos cotidianos, fue elaborándolo desde la sión dejaban en las sencillas mentes de sus habi­
década de los ochenta del pasado siglo hasta su tantes, que no tenían muchas ocasiones de con­
fallecimiento en 1929 sin considerarlo nunca ter­ fundirlos con otros ni borrarlos de su memoria,
minado, pues siempre estimó que aún podía aña­ precisamente por la escasez de acontecimientos
dir a sus capítulos algunos aspectos olvidados de dignos de ser recordados.
la vida del Cáceres decimonónico que conoció, "Recuerdos cacereños del siglo X IX ” es una
uniendo a sus vivencias juveniles los recuerdos de obra no sólo de carácter histórico sino con un
ancianos de la localidad que le transmitieron noti­ contenido altamente sociológico pues sus páginas
cias de sucesos por ellos presenciados, de muchos rezuman información de este tipo, de un valor
de los cuales no quedó constancia documental incalculable por los datos que proporciona sobre
alguna y cuya memoria fatalmente habría de per­ el modo de vivir de nuestros abuelos y sobre las
derse tan pronto como desaparecieran sus prota­ costumbres de la época, totalmente extinguidas en
gonistas o espectadores. nuestros días y hasta olvidadas por las gentes, de
El comienzo de la redacción de la obra puede algunas de las cuales sólo guardamos un borroso
situarse en 1885, año en que Hurtado publica su recuerdo quienes pasamos cumplidamente del
primer trabajo histórico “La reacción en medio siglo de existencia por haber oído hablar de
Cáceres” (incorporado al capítulo V de ella) en el ellas a nuestros mayores en los ya lejanos días de
periódico La Reforma de Cáceres (números 5 y 6 nuestra infancia, al referirse ellos a los más remo­
de los días 13 y 17 de diciembre), sobre los suce­ tos aún de las suyas en que todavía se practicaban.
sos ocurridos en nuestra capital con motivo de la La Gran Historia (con mayúscula) cacereña se
reposición del gobierno absolutista de Fernando encuentra perfectamente documentada a través de
VII en 1814. los diferentes archivos locales consultados por el
Animado por el éxito que obtuvo su incursión autor (de los cuales alguno no ha llegado hasta
en la historia, aún reciente, de su ciudad natal, nuestros días), si bien no se hace referencia a las
decidió reunir cuantos datos pudiera obtener sobre fuentes utilizadas dado el carácter narrativo de la
el siglo que estaba a punto de terminar, referentes obra. Y la historia pequeña (con minúscula), la
a la vida habitual de sus habitantes, los sucesos que conforma la vida cotidiana y vulgar, que no
grandes o pequeños que conmovieron a sus gen­ suele dejar rastro más que en la memoria de las
tes, acontecimientos artísticos, etc., interrogando gentes, está tomada de las noticias facilitadas por
para ello a cuantas personas de edad avanzada las personas que la vivieron, cuyos nombres apa­
podían aportarle noticias pretéritas sobre Cáceres. recen con frecuencia en los apuntes de Hurtado.
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protagonista, a su vez, de la misma como habitan­ - Finalmente, los “Recuerdos cacereños del
te de una pequeña población que creció muy poco siglo X IX ” también estuvieron presentes en el
a poco a lo largo del siglo y cuyo número de habi­ Ateneo de Cáceres que inició su breve existencia
tantes no alcanzaba siquiera las 17.000 almas en el Día de la Raza de 1925, pues sobre ellos versa­
el último año de la centuria. ron las conferencias pronunciadas por Publio
Pero si la obra no llegó a editarse en vida de su Hurtado en octubre de 1926, con motivo de la
autor, éste sí dio a conocer fragmentariamente su inauguración del curso académico, en la que
contenido publicando trozos de algunos de sus disertó sobre “La clase baja cacereña” y, poste­
capítulos (con más o menos modificaciones sobre riormente, en otras dos pronunciadas en el año
la redacción que ahora se edita) en diversas revis­ 1928: “Sucesos acaecidos en Cáceres durante la
tas y periódicos, o divulgándolos en las conferen­ Guerra de la Independencia” (12 de enero), y
cias pronunciadas en el Ateneo que presidió. “Nobleza cacereña” (10 de marzo).
Los fragmentos de la obra que se publicaron y Pareciéndome que don Publio dejó incompleta
de los que tengo noticia son éstos: la historia local del siglo pasado al no hacer refe­
- “De lo vivo a lo pintado”, que apareció en la rencia a sucesos tan notables para Cáceres como
Guía de Ferias de 1904, reproduce una anécdota la revolución de 1868, la construcción del ferro­
de la estancia en nuestra capital del general carlis­ carril o la instalación del alumbrado eléctrico y
ta don Ramón Cabrera en 1836, y está recogida en del agua corriente, que tienen perfecto acomodo
el actual capítulo XIV. en estas páginas, me he permitido añadir los capí­
- “Melchor y M erino” tituló don Publio un tulos XVII al XX, enteramente redactados por mí
fragmento del capítulo IX en el que narra las pero procurando adaptarme en lo posible al estilo
narrativo de mi bisabuelo para no romper la uni­
fechorías que realizó en nuestra provincia, en los
dad de la obra, y recurriendo, siempre que he
años siguientes a la Guerra de la Independencia, la
podido, a apuntes suyos o a obras publicadas por
tristemente célebre partida de facinerosos conoci­
él y actualmente de difícil consulta, así como a los
da por los apellidos de sus jefes, y que apareció en
datos guardados en su riquísimo archivo, a los
el número correspondiente a junio de 1906 de la
periódicos de la época y a los recuerdos de mi
Revista de Extremadura.
infancia, en la que tantas veces escuché narrar a
- En el verano de aquel mismo año, la revista
las personas mayores de mi familia historias y
granadina La Alhambra incluyó en uno de sus
anécdotas de su pretérita juventud que quedaron
números un resumen de este mismo trabajo.
grabadas para siempre en mi virgen memoria de
- También fue la Revista de Extremadura niño y cuya veracidad he tenido ocasión de com­
(números de junio y septiembre de 1909) quien probar, en muchos casos, en mi búsqueda de datos
publicó una parte del capítulo II bajo el título de para la confección de esos capítulos, especialmen­
“La sociedad cacereña de 1800 a 1820”. te en lo referente a la precisión de fechas.
- “La romería de la Montaña ” fue el siguiente A este mismo deseo de aportar información
relato que, procedente del capítulo VII de esta sobre el poco conocido Cáceres decimonónico
obra, salió a la luz, esta vez en las páginas del responde la incorporación que he hecho de nume­
periódico La Montaña, número 106, del día 6 de rosas notas al texto de los diversos capítulos, acla­
mayo de 1916. rando aspectos de éstos que su autor da por sobra­
- La revista cacereña Hispania, en su número 1, damente sabidos y que, aunque lo fuesen en su
aparecido en mayo de 1922, recordó a sus paisa­ época, resultan completamente desconocidos, las
nos las páginas publicadas en 1909 en la Revista más de las veces, para los lectores actuales. Las
de Extremadura, presentando con una nueva notas de Hurtado son muy escasas a lo largo de la
redacción las andanzas de la sociedad cacereña de obra y cuando aparece alguna lo indico entre
comienzos del siglo XIX bajo el título de paréntesis con las letras N. del A. (Nota del
"Retrospectiva Autor).
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 15

Siguiendo la corriente moderna de embellecer menor de Publio Hurtado, que fue uno de los últi­
los libros con ilustraciones que proporcionan, ade­ mos que realizó en su vida y que, aunque ajeno
más de datos históricos, una información visual de totalmente a la obra, guarda con ella un íntimo
difícil descripción literaria, he creído conveniente parentesco ya que su contenido versa sobre el
completar este volumen con numerosas fotografí­ siglo XIX con alguna ligera incursión en los pri­
as, dibujos y documentos de todo tipo para pre­ meros años del XX.
sentar a las nuevas generaciones aspectos desco­ Se titula este trabajo “Apodos cacereños” y.
nocidos de un Cáceres que desapareció, ya que por una entrevista que a su autor hizo un perio­
son un excelente complemento de las historias que dista que firmaba “Jacobo” y que publicó el perió­
en su texto se narran. Proceden en su mayoría del dico local El Noticiero de fecha 22 de noviembre
archivo familiar y entre ellas figuran dibujos y de 1924, sabemos que había sido terminado el
acuarelas del padre del autor, don Antero Hurtado mismo día en que fue entrevistado. Su texto fue
Valhondo, que fue aficionado en su juventud a la mecanografiado y preparado para entregarlo a la
pintura y nos dejó unas vistas de Cáceres, realiza­ imprenta, incluso con indicaciones para los cajis­
das hacia 1845, que adolecen de todas las virtudes tas, pero por circunstancias que desconozco no
y defectos de los grabados románticos de su época llegó a editarse. Hoy su publicación como libro
y que no son ni mejores ni peores que los dibuja­ independiente carece de sentido, pero unido a los
dos por artistas de renombre y publicados en tan­ “Recuerdos” es un magnífico complemento de
tos libros contemporáneos, así como otros traba­ ellos por añadir una larga serie de anécdotas
jos pictóricos, de muy superior calidad técnica, de (alguna de ellas repetida en éstos, pero que no me
su nieto e hijo de don Publio don Gustavo Hurtado ha parecido oportuno suprimir) y ser una inapre­
Muro, maestro en el bello arte de Apeles, quien es ciable fuente para el conocimiento de tipos que
autor, además, de gran parte de las fotografías que fueron populares en el Cáceres provinciano que
incluyo. En las ilustraciones que proceden de don Publio conoció, además de una espléndida
otros fondos documentales, que me han sido ama­ recopilación de datos sociológicos que reflejan
blemente facilitadas por sus propietarios para su admirablemente la mentalidad' de la época que le
publicación, indico su procedencia. correspondió vivir.
Finalmente, y como apéndice a los “Recuerdos
cacereños del siglo X IX ”, he agregado un trabajo ALFO N SO AR TER O HURTADO
APÉNDICE

APODOS CACEREÑOS
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 419

ÍNDICE DE “APODOS CACEREÑOS”


Pág.
I - U n a s páginas a modo de prefacio sobre el origen de los
sobrenombres y apodos................................................................................................................. 420
II - Léxico a seguir.- Motes celestiales.- Los que ofrece la abo­
gacía: Don Piroteo\ Piquito de Oro; el abogado Mangas;
el abogado Garbancito; Antófilo.................................................................................................. 423
I I I - L a aristocracia: el Rico-Hombre de Extremadura.
- La Historia: Andrea de Taverney; Madame Roland............................................................... 427
IV.- El teatro: la Penosa.- Títulos de comedias convertidos en
apodos.............................................................................................................................................. 431
V.- La torería.- La indumentaria.- El gremio barberil:
el Peluquero; Ronquiña; Patuelas............................................................................................... 435
V I.-H istoria Natural.- Lacerías humanas........................................................................................... 439
V II.- Motes a granel por orden alfabético............................................................................................ 443
VIII.-Divagaciones finales...................................................................................................................... 461
420 PUBLIO HURTADO

UNAS PÁGINAS, A MODO DE PREFACIO, SOBRE EL ORIGEN DE LOS


SOBRENOMBRES Y APODOS

No es éste un trabajo de empeño ni de luci­ Lo propio sucedió en España en tiempo de los


miento, sino de mera curiosidad para aquellas per­ godos y los primeros reyes de la Reconquista. Só­
sonas que, preocupándose de la masa social en su lo los condes palatinos y los duques o generales de
ebullición transformadora y continuada e irradian­ los ejércitos añadían a sus nombres de pila sus tí­
do como rosa náutica en todas direcciones, buscan tulos, para diferenciarse de los demás proceres sus
datos, precedentes, añoranzas y referencias con contem poráneos, como el conde Rudesindo, el
los que poder componer la psicología popular en conde Lozano, el conde Don M endo, el duque
las diversas etapas de la Historia. Claudio; apareciendo muy luego los sobrenom ­
Y los encontrarán, porque bajo esta capa trivial bres tomados de los feudos o demarcaciones terri­
y baladí han de descubrir algo histórico, algo geo­ toriales hechas por los monarcas a sus servidores,
gráfico, algo fisiológico, algo crematístico, algo cual ocurrió con los de Trastámara, los Bureba,
biológico, algo indumentario, algo retórico, algo Limia y Amaya.
genial y subjetivo, y otros “algos” que no mencio­
Ya en este tiempo habían empezado a adoptar­
no, que recogidos y ordenados por un espíritu me­
se los sobrenombres patronímicos que terminaban
tódico y artístico darán por resultado un mosaico
en “ez” , terminación que quería decir “hijo de” .
tal cual vistoso y agradable a la curiosidad y al
Así Fernández significaba hijo de Fernando, Ro­
gusto.
dríguez hijo de Rodrigo, Peláez hijo de Pelayo; y
Es cosa sabida que antiguamente -¡muy anti­
guamente!- no había más que nombres propios, y como estos apelativos eran corrientes y no necesi­
sólo en algunas estirpes regias o cuando algún taban título, albalá ni data autoritaria que los otor­
personaje llevaba a cabo algún hecho glorioso se gase, se multiplicaron en todas las clases sociales
añadía al nomen, el agnomen y el cognomen, co­ extraordinariamente.
mo sucedió en Roma con Publio Cornelio Esci- Según los tratadistas de esta materia, los verda­
pión el Africano, y Quinto Cecilio Metelo el Ba­ deros apellidos no se empezaron a formar en nues­
leárico; en Egipto con los Ptolomeos, y en Judea tra península hasta el siglo XI y, como todos los
con los Herodes; mientras en otros países sólo se­ inventos de este mundo, fueron hijos de la necesi­
guían usando el nombre sus más augustos jefes, dad. Los patronímicos no implicaban más que la
como Breno, Viriato, Yugurta, Atila, Alarico, De- filiación; no abarcaban a toda la parentela, y era
móstenes y Salomón... El cúlmen de las grandezas preciso determ inar las estirpes con un agnomen
humanas. apropiado. Sabíase que un González era el hijo o
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 421

nieto de Gonzalo, pero ¿qué González era aquél to surgió en la palestra otro factor importantísimo:
cuando tantos González había por todas partes?... “el ridículo”, que unas veces sonsonetero y rego­
Y se les adicionó el nombre del pueblo o lugar en cijado como la pandereta de Colombina, otras
que nacían, resultando los González de Avila, los adusto y sombrío como el ceño de Minos, ya
González de Castejón, los González de Sepúlveda, noble y franco como promesa de caballero andan­
y apellidándose así hijos, hermanos, tíos y sobri­ te, ya taimado e insidioso como conciencia de
nos, redundaban en pro de todos las glorias y ho­ fariseo, pulcro y limpio a veces cual mística pate­
nores que cualquiera de ellos alcanzaba. na o sucio y maloliente como boca de cloaca, puso
Puestos ya en este camino, los altos dignatarios generalmente el dedo en la llaga, dando o quitan­
quisieron perpetuar en sus estirpes la denomina­ do a las personas en una frase, una palabra o una
ción de sus cargos, recordando a propios y extra­ simple interjección lo que les faltaba o les sobra­
ños que sus familias, aunque hubiesen descendido ba para identificarlas con verdad.
en la escala social, habían tenido un abolengo no­ La chistosa nomenclación, si acertada y expre­
toriamente honroso y encopetado, como de un Al­ siva en su origen, solía también quebrar con el
mirante, un Adelantado, un Infanzón, un Merino o tiempo en lo que tenía de gráfica y representativa
un Infante. en los descendientes del motejado. Lambrija se
El sistema planetario ofreció a los mortales un apodaba, por ejemplo, a la mujer delgada como
Sol, una Luna, varias Estrellas y Luceros, y hasta una lombriz, y el alias le cuadraba a maravilla.
un Carro. Pero tenía sucesión y los hijos, por uno de los
La justicia proporcionó Jueces, Escribanos, Al­ caprichos de la naturaleza a que acabo de aludir,
guaciles y Verdugos. nacían y se criaban rollizos y mofletudos como
De la iglesia salieron Cardenales, Obispos, Per­ angelotes barrocos y era una impropiedad llamar­
tigueros, Arcedianos, Capellanes, Cruces, Albas, los lambrijos. Pero no importaba: por ley de
Capillas y Rosarios. herencia les correspondía el apodo y lambrijos
Las órdenes M ilitares dieron de sí M aestres, habían de ser ellos y sus descendientes. Certero o
Claveros, Comendadores, Caballeros y Escuderos. equivocado, el mote los ungía con su burlesco
¿Y el ejército?... Toda su jerarquía tuvo repre­ marchamo antes que el óleo del bautismo. Y esta
sentantes en la escena social: Alcaides, Adalides, propensión tan poco cristiana y conmiserativa
Coroneles, Capitanes, Tenientes, Cabos y Solda­ cundió de tal manera que, en los pueblos sobre
dos. todo, nadie se conocía por su nombre y apellido
Las profesiones y oficios, las condiciones físi­ que desaparecían ante el impacto del apodo, ocu­
cas y morales de los ciudadanos, los instrumentos rriendo con frecuencia -y yo lo he comprobado
y herramientas con que se ganaban la vida... todo por mí mismo- que sujetos que pretendían saber
era bueno para diferenciarse de los demás; siendo leer y escribir daban su nombre de pila pero no su
contadísimas las personas que renegaron de sus apellido, que no recordaban sino a fuerza de fati­
apellidos por malsonantes que resultasen. gar la memoria, mientras otros ignoraban los
A pesar de ser infinitos y excesivamente varia­ sobrenombres de sus padres y sólo sabían sus
dos los sobrenombres, resultaron insuficientes motes.
para dar una idea del individuo o de la familia que Pues de esta clase social es de la que voy a
los llevaban, pues se daban muchos casos en que hacer lastre de mi literario pasatiempo; y aunque
la naturaleza, burlándose de los convencionalis­ hay apodos que cuentan siglos de longevidad yo
mos sociales, creaba lacio al que debía llamarse no rebasaré más allá del siglo XIX, pues éste y lo
Crespo; Delgado al que parecía una sandía con que va corrido del presente dan materia sobrada
patas; más feo que Picio al que se nombraba para distraer la imaginación un largo rato de las
Bello, y jorobado o patizambo al Garrido. enojosas cavilaciones que, con frecuencia, som­
Era preciso corregir estas antinomias, y al efec­ brean y acibaran nuestros días. Al citar algunos
422 PUBLIO HURTADO

motes nombraré a las personas y familias que los individuos que, tomando el rábano por las hojas,
llevaron, si son de aquéllos que dan más que qui­ se empeñen en descubrir tras una inocente combi­
tan; pero los callaré, aunque los sepa, al citar nación de letras una ofensa a su persona o a su
otros, cuando el alias pudiera redundar en des­ estirpe?
prestigio de los motejados o lastimen las muchas Por eso pido de antemano benevolencia a mis
conveniencias sociales a que puedan afectar. convecinos para que me dispensen de cualquier
Y ésta es la parte más escabrosa del asunto. lapsus que pudieran encontrar en estas páginas,
¿Cómo puedo yo adivinar hasta dónde puede por estar muy lejos de mi ánimo el zaherir a nadie,
llegar la susceptibilidad de algunos o de muchos máxime no teniendo motivo para ello.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 423

II

LÉXICO A SEGUIR.- MOTES CELESTIALES.- LOS QUE OFRECE LA ABOGACÍA: DON


PIROTEO; PIQUITO DE ORO; EL ABOGADO MANGAS; EL ABOGADO GARBANCITO;
ANTÓFILO

Antes de espigar en este rincón del mundo doquiera. Ojogarza ¿no es más sintético que “ojo
-donde, como en todos los restantes, no hallare­ de garza”?... Jambrina ¿no expresa con más inten­
mos más que antinomias, viceversas y contradic­ sidad que “hambrina” la sensación famélica de
ciones, a pesar de las decantadas armonías de la una persona?... Y probe ¿no ofrece más vigor que
Creación- el cúmulo de palabrejas que me pro­ “pobre”?... Silguero, mudando en S la J de jilgue­
pongo pescar y adobar a mi manera, he de hacer ro, tiene más adecuada similitud con los dulces
una advertencia que no huelga en trabajo de esta silbidos del pintado conirrostro. Rinrín, Chaschás
índole: en las sartas nominales por las que va a y Piropiro son de una armonía imitativa insusti­
pasar sus ojos el lector encontrará palabras que, tuible; así como Pospós es alias mucho mas expli­
aunque ajenas a su léxico, le recordarán otras cativo de la torpe pronunciación de un tartajoso.
parecidas -casi homónimas- a algunas que haya Empezaré, antes de descender a los apodos
mundanos, a citar aquellos que se relacionen, aun­
oído repetir mil veces, que tendrán la misma sig­
que no sea más que in nomine, con la corte celes­
nificación que aquéllas, dando mayor vivacidad a
tial y encontraremos algunos con que il popolo ha
sus expresiones. Pues no se extrañe: el concepto
bautizado irreverentemente a ciertos sujetos para
de unas y otras será el mismo.
ridiculizarlos, llamando a uno e/ Padre Eterno, a
Fácil tarea me hubiera sido trazarlas como un
otro Cristo Viejo, a este Jesucristo, a ese San Dios,
filólogo las hubiera deletreado, ateniéndose a la a aquel Santa Olalla, a alguno San Blas y a esotro
preceptiva hermosillana. Pero no; es preciso escri­ San Benito... Con ellos viviríamos como en la glo­
birlas así, como la fonética popular las pronuncia, ria una existencia parecida a la de los bonzos
en ocasiones más pintorescas, más significativas budistas, toda paz e íntima satisfacción. Pero,
que las que la cultura académica preceptúa. ¡ay!, surgieron en escena, como a un conjuro dia­
El vulgo, aunque inconsciente de ordinario, bólico, un Zurracristos y un Apedreasantos, más
tiene no sólo su vocabulario privativo sino hasta judíos que los que martirizaron al Señor, que con
su retórica. Las figuras de dicción constituyen su sus sacrilegos procedimientos nos aguaron la
tendencia favorita, y el símil, la síncopa, la elipsis, dicha.
la metátesis y la armonía imitativa despuntan por Algo parecido ocurre u ocurrió con el Bueno y
424 PUBLIO HURTADO

Picardías, sujetos que tomaron siempre el choco­ puedo dar razón, de ciencia propia, de la anécdota
late de espaldas y anduvieron constantemente a la siguiente: Tenían lugar en la capilla de San
greña, como encarnación viviente de aquel dualis­ Antonio de la Enfermería (calle del Olmo) las
mo que desde los más remotos tiempos enemistó novenas del Santo y, ante la rutinaria monotonía
a Ormuz y a Arimán, cuya armonía o monismo no con que los fieles repetían el estribillo de los
se encuentra por parte alguna, a pesar de los ensa­ Gozos novenarios, ocurriósele a Sánchez Cortés
yos de Taine y Hartmann para solucionar el pro­ parodiarlos y largarles a los devotos una vez...,
blema. La enemiga siempre en pie. una vez tan sola, las estrofas paduanas. Hízolo así,
La abogacía, poco pródiga en apodos, nos ofre­ y un buen día acudió a rezar la novena, modifica­
ce sin embargo cinco alias muy justificados: Don dos los Gozos de esta forma:
Piroteo, Piquito de Oro, el abogado Mangas, el
Con pan, torta del Casar
abogado Garbancito y Antófilo.
y una bota de buen mosto,
Llamábase el primero don Francisco Mostazo; una mañana de agosto
era muy liberal y como tal figuró en la política fue el maestro Pablo a pescar.
local, especialmente en la etapa de los años 1820- Y lo mismo fue llegar
23. Y como era frase suya, que repetía hasta la que la caña hizo primores.
saciedad al tratar de los realistas: “ ¡Fuego de Dios
Y el devoto concurso contestaba maquinal­
en ellos!”, le pusieron Don Piroteo, que significa
“fuego de Dios” . mente:
El segundo se llamaba don Juan Francisco Humilde y devoto Antonio,
Álvarez, incorporado al Colegio en 1822, cuya rogad por los pecadores.
ilustración y elocuencia le depararon el honroso Animado don Eduardo, continuó los Gozos con
mote de esta guisa: Celebrábase la vista pública la siguiente estrofa:
ante la Sala del Crimen de nuestra Audiencia de
una causa criminal contra un delincuente político De don Tomás Palomar
y los hermanos Cisneros
llamado don Fernando Hermoso, arcediano de
ni favores ni dineros
Coria y conspirador realista, quien noticioso de su
lograreis nunca a alcanzar;
pericia y elocuencia le había encargado de su
pues sabe todo el lugar
defensa, y fue tan asombroso el informe que Alva- son unos enredadores.
rez pronunció en la vista, que una gitana que esta­
ba entre el gran concurso de gente que llenaba la Y repetía el coro con devota fruición:
Sala de Justicia exclamó, entusiasmada, al termi­ Humilde y devoto Antonio,
nar su informe don Juan Francisco: rogad por los pecadores.
-¡Dios bendiga ese piquito de oro!
La crítica fue un destello de humorismo de don
Y Piquito de Oro se le apodó desde entonces.
Eduardo, pues tanto uno como otros eran sacerdo­
¡Mote glorioso para quien ganaba la vida y el
tes de ejemplar conducta y largueza en cuanto
crédito profesional a costa de su elocuencia!
El tercero, o sea el abogado Mangas, llamába­ podían. El mismo cura de San Mateo don Antonio
se don Eduardo Sánchez Cortés, incorporado al Cisneros, aunque no le hiciese gracia la parodia
Colegio en 1859, y proveníale el mote de que no pudo menos de reírla cuando tuvo conocimien­
todas sus chaquetas, levitas y gabanes tenían las to de ella.
mangas tan largas que le cubrían las manos. No Del cuarto, el abogado Garbancito, cuyo nom­
cedía en ilustración y elocuencia al anterior, y era bre callo pero que muchos de los vivientes recor­
de un humor tan campechano y ameno que hacía darán, es fácil explicar el mote: decíase que con­
deliciosas las tertulias a que concurría. Una de taba los garbanzos que echaba en el cocido, y de
ellas era la de la casa de mis padres y por eso aquí su sobrenombre. Era hombre ingenioso y de
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 425

trastienda, tacaño como pocos aunque bastante tero por el candil, hasta que consiguió que. por
afincado, y para probar su modo de ser, económi­ librarse de tal posma, se lo compusiese. Al reci­
co con ribetes de miserable, elijo, entre las anéc­ birlo el dueño le preguntó, después de mirarlo y
dotas a que dio vida, ésta que no tiene rival. remirarlo
Vivía en una casa por cima de la suya un hoja­ - Bien, ¿cuánto le debo a V., maestro?
latero con el que llevaba buenas relaciones de - ¡Hombre!... ¿qué voy a llevar a V. por eso?...
convecino y a cuya puerta solía pararse cuando Nada, no es nada.
ante ella pasaba, a tener un rato de palique con el - Mil gracias, vecino, mil gracias. Pero permí­
tame que le haga una pregunta.
latonero y sus oficiales.
- Usted dirá.
Un día entró en el taller con un candil de hoja­
- ¿Dónde tiene V. el culo que le quitó al candil?
lata, sucio y lleno de abolladuras, en la mano.
- ¡Qué sé yo!... Se habrá tirado.
- ¿Qué es éso, don F...? Parece que trae usted...
- Pues búsquelo usted, vecinito, búsquelo y
- Sí, hombre... un candil que quiero que V. vea.
démelo porque en mi casa todo sirve.
- Ya, ya lo veo... muy viejo, muy maltratado...
- A ver, muchacho -dijo el maestro a un apren­
- Precisamente por eso se lo traigo. ¿Ve
diz, con retintín-, busca el culo del candil, que
usted?... el hondón está sumamente picado y el para nosotros nada vale, y dáselo a este señor al
aceite se va por los agujeritos. que todo le sirve.
- ¡Claro! ¿Y qué es lo que V. desea? Buscó el muchacho el hondón, se lo dio al
- Si puede ser, poca cosa: que le echase V. un espléndido parroquiano y éste lo guardó en el bol­
hondón nuevo. sillo, muy satisfecho de su gestión candilesca.
¿A esto? -preguntó el maestro con socarrona - ¡Habráse visto cosa igual! -decía el hojalate­
extrañeza, tomando el candil y mirándolo por ro al verlo trasponer la puerta del taller-. Pues a
todos lados poco es capaz de pedirme dinero encima.
- Sí. ¿No le parece a V. que con el hondón El último apodo de esta clase profesional es el
nuevo quedará útil? de Antófilo, seudónimo con que el culto letrado D.
- Puede que sí. Déjemelo V. y ya veremos. José Luis Gómez Santana autorizó sus escritos y
Todos los días preguntaba el letrado al hojala­ composiciones literarias.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 427

LA ARISTOCRACIA; EL RICOHOMBRE DE EXTREMADURA.- LA HISTORIA:


ANDREA DE TAVERNEY; MADAME ROLAND

La aristocracia tuvo un débil reflejo en la musa el más acaudalado propietario de la región extre­
popular, donde por antonomasia de su lustre nobi­ meña.
liario se dieron: un Barón, que lo era físicamente Cuando a un vecino pobre se le moría un
y eso con V; varios Condes sin condados, pues su jumento, se le malograba un cerdo o se le perni­
oficio es generalmente el de hortelanos; un quebraba una vaca, que eran todo su caudal, acu­
Marqués y un Marquesito, que no compaginaban día lloroso, como a puerto de salvación, a casa del
ni en abolengo ni en nada; un Conde de Negri, marqués, que no era para oír lástimas, según él
morenito en efecto hasta el color del betún; un mismo decía, y enseguida reponía la pérdida a
Conde de Medinaceli, que fue agraciado con un costa de la ganadería del ilustre procer.
procesamiento criminal por cierto robo cometido Llegó la ruinosa Guerra de la Independencia, y
en casa de doña Lucía Lizaur; un Conde-Duque, don Cayetano no fue ya solamente el padre y pro­
que fue escribiente del marqués del Reino; una tector del menesteroso sino la Providencia del
Duquesa', un Marqués del Aire, por la mucha ven­ pueblo en general, pues además de grandes sacri­
tolera que tenía en la cabeza, mayor que la del ficios personales y materiales con detrimento de
mismo Buckingham; y una Marquesa de la su salud y de sus intereses, libró a sus convecinos
Lámpara... una aristócrata que fue realmente mar­ de la rapiña, de las angustias y de las inicuas veja­
quesa, pero -¡ay!- tan lamparosa y mugrienta que ciones de que hacían víctimas a los otros pueblos
había que cogerla con pinzas y aún así manchaba, los generales napoleónicos.
lo que prueba que la limpieza no es privilegio de ¿Llegaba a la villa un destacamento de tropas
clase determinada. francesas pidiendo dinero?... No el pueblo, sino
Más ilustre, más enaltecedor y más digno de sus arcas se lo facilitaban. ¿Trigo?... De sus gra­
perpetuarse en todas las clases sociales fue el de neros salía. ¿Ganados?... Sus rebaños pagaban el
Ricohombre de Extremadura con que fue moteja­ pato. ¿Había depredadores artísticos, como Soult.
do el primer cacereño de principios del pasado que codiciaban objetos de mérito indiscutible?...
siglo por su nobleza, su bondad y su amor al pue­ Pues el marqués descabalaba sus juegos de mesa,
blo en que nació: don Cayetano Golfín y Colón, ya fuesen de oro, plata o porcelana, o las valiosí­
marqués de Santa Marta y conde de Torre-Arias, simas alhajas heredadas de sus antepasados, a
428 PUBLIO HURTADO

cambio de la benevolencia para con el vecindario La primera, que vivió en la segunda mitad del
de los jefes invasores. siglo pasado, llamábase doña Antonia del Puerto y
¡Ya no hay aristócratas de ese calibre! Parra, y el alias se lo dio a sí misma.
Durante su vida fue a Madrid bastantes veces, Era delirio el que tenía por historias y novelas,
unas para asuntos particulares, otras en represen­ y habiendo leído una de Alejandro Dumas,
tación del Municipio, del que era regidor decano; “Memorias de un m édico”, en que jugaba un
y cuando el rey Don Carlos IV veía desde los bal­ papel principal Andrea de Taverney, dama de
cones de su Real Palacio avanzar por el camino de María Antonieta, se estimó tan identificada con
nuestra comarca una numerosa caravana en la que esta joven en sentimientos, en ideas y en hermo­
figuraba un gran coche tirado por seis hermosas sura, que solía repetir con frecuencia:
muías, precedido y escoltado por guardas de - ¡Soy el fiel trasunto de Andrea de Taverney!...
campo, postillones, lacayos y escopeteros, todos - y Andrea de Taverney la llamó la gente chungo­
na.
uniformados y jinetes en poderosos bridones,
Yo no sé cómo sería en realidad esta señora en
solía decir:
cuanto a corazón e inteligencia, pero en belleza...
- Allí viene el ricohombre de Extremadura. No
¡vamos, que era mucha pretensión la de la Puerto
puede ser otro.
al compararse con la espiritual camarista de María
Y la regia designación se le quedó por apodo.
Antonieta!
Apodo que, como adjudicado por el monarca, más
Madame Roland fue como llamó D. Abelardo
bien trascendía a título nobiliario de superior cali­
Fernández Arias a doña Catalina Muñoz y Torres-
dad. Cabrera, esposa de don Rafael Durán, señora que
La Historia con sus varias fases y la especial pertenecía a la más rancia aristocracia cacereña,
idiosincrasia de los personajes que han tomado
de gran talento, probado altruismo, firmeza de
parte en los acontecimientos que constituyen su
carácter y pasmosa actividad.
urdimbre, ha sembrado entre nuestros convecinos
En 1904 presentábase don Rafael como candi­
algunos -¡no muchos!- de sus nombres en calidad
dato a la diputación a Cortes por el distrito de
de apodos, achicándolos, vilipendiándolos en
Hervás-Hoyos, que ya había representado en otras
general y haciendo risibles las relevantes cualida­
legislaturas, y a luchar con él y a disputarle el
des de los que los inmortalizaron. Así tuvimos, y
triunfo vino el periodista Sr. Fernández Arias, que
aún tenemos, un Tancredo, un Napoleón, un
como arma de combate fundó el periódico titula­
Longinos, un Pilatos, un G aribaldi, varios
Pelayos, un Prim, un Sagasía, un Castelar, un do La Concordia. A poco de empezar la campaña
Montemolín... Mas preguntad al primero por sus antojósele a don Abelardo que la personalidad de
heroicidades como cruzado en la Tierra Santa; al doña Catalina pesaba mucho en la balanza electo­
segundo por la célebre batalla de las Pirámides y ral y que era la directora o uno de los directores de
a Garibaldi por el percance de Aspromonte... ¡No las fuerzas enemigas, y dirigiendo sus tiros contra
darán palotada! Pedid a los restantes recuerdos de ella la llamaba Madame Roland para molestarla.
la tragedia del Gólgota, de la jornada de ¡Pueril recurso!
Covadonga o detalles de la revolución septembri­ El mote la ensalzó y acreditó su habilidad y
na, suceso casi, casi de nuestros días... Nos que­ diplomacia, pues a poco ilustrado que uno sea
daremos en ayunas, como si Mnemosine les sabe que Madame Roland fue en Francia el alma
hubiera privado, por una de esas jugarretas tan del partido girondino, el más ilustrado y comedi­
comunes en las deidades paganas, de la primera do de la Revolución Francesa. Es como si a un
de las potencias del alma. militar le llamasen Napoleón, a un filósofo
Aún nos restan dos dicterios femeninos que Balmes, a un literato Chautebriand, a un arquitec­
anotar en esta página: Andrea de Taverney y to Vitrubio, a un matemático Hearn... es decir, lo
Madame Roland. más acreditado de la ciencia militar, de la filoso­
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 429

fía, de la literatura, de la arquitectura y de las ral, abandonó la palestra; el periódico desapare­


matemáticas. El alias se convertiría en una corona ció; el ilustre nombre de Madame Roland no vol­
de inmortalidad. vió a sonar en ninguna parte, y doña Catalina
Por fin el batallador don Abelardo perdió la quedó tan airosa, triunfante y felicitada como
votación y, antes de verificarse el escrutinio gene­ siempre.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 431

IV

EL TEATRO: LA PENOSA.- TÍTULOS DE COMEDIAS CONVERTIDOS EN APODOS.-


MUJERES QUE DESCOLLARON EN NUESTRO PUEBLO POR SU BELLEZA.-
MUJERES DEL MUNDO.- MOTES PAVOROSOS: LA BRUJA

Relacionando nuestro tema con las cosas del Por la misma época empezaba a soltar sus
teatro, adonde la afición de nuestros antepasados andadores en el teatro una agraciada joven cacere-
llevó a la gente espiritual y apasionada a ofrecer ña: la Penosa. Llamábase Petra Pérez, hija de un
en distintas épocas funciones de aficionados, es alfarero, y era tanta su incultura que no sabía leer
lógico que éstos, o algunos de ellos, fuesen rebau­ ni escribir, pero tenía tal memoria que con sólo
tizados en forma de apodos con los nombres de dos veces que le leyesen sus papeles se los apren­
aquellos personajes que representaban en la esce­ día sin perder punto ni coma. Corrió triunfante
na, cuando la interpretación de sus papeles les varios teatros, haciendo de “graciosa” . En
salía a las mil maravillas. Valladolid y Lisboa hizo furor, y yo oí alguna vez
Hubo una Mojigata (apodo de bambalinas cantar con aire de soleá, ensalzando indirectamen­
adjudicado a la señorita Fidela Garrido por el año te su mérito, este terceto:
1836) que no la hubiera soñado más acabada
Tienen más gracia tus crisos
Moratín; una Ana Bolena, cuyo papel dio nombre
que el lunar de la Penosa
a doña Agustina Cabrerizo; una Guaracha, baile
con todos sus artificios.
muy en moda por aquel tiempo, en el que no tuvo
rival y dio mote a doña Vicenta Aguilera; el abo­ Más tarde la escena deparó sobrenombres de
gado don Dionisio Rodero fue titulado Orestes, ocasión a doña Inocencia Bosch, llamada La
protagonista de la tragedia de Alfieri; al procura­ Dama de las Camelias', a Carmen Barrigón, apo­
dor don Antonio Concha se le apellidó Sancho dada Flor de un Día y al abogado don Felipe del
Ortiz de las Roelas; el secretario de la Diputación Puerto y Parra, denominado Don Pedro el Cruel
don Julián Sánchez del Pozo fue conocido por El por haber hecho de tal en el drama de Zorrilla “El
Duque de Viseo', Antonio Agúndez por Don zapatero y el Rey
Ciriteca', y coadyuvaba con ellos al agradable En 1870 el teatrito que se construyó en el
entretenim iento un Gato venido de Madrid “Casino de Artesanos” (calle de Moreras número
(Antonio Lorenzo Ruiz), de oficio barbero (pues 2), confirió sus correspondientes títulos de Barón
de telón adentro no ha habido más jerarquías que a un Barrantes, y de Conde-Duque a Juan
las trazadas por el Arte), hombre ocurrente y chis­ Montoya. Y del “Liceo Cacereño”, fundado por
toso que hacía de caricato y ejecutaba admirable­ aficionados al arte de Talía, sacó su mote de Nely
mente “el baile inglés”. Julita M artínez, hija de un investigador de
432 PUBLIO HURTADO

Hacienda, aplaudidísima por su labor teatral, por que tenían posibilidad para ello) decían sus com­
cuyas excepcionales aptitudes se la llamó “la pañeras al divisarla: “Ya viene la Virgen de las
pequeña Balbina Valverde”. Candelas”.
Hará unos diez o doce años que en el padrón de Contemporánea suya, o tal vez en años ante­
motes apuntamos unos cuantos relacionados con riores, vivía la Salada, cuyo elogio no he de
la colección de obras cómicas y dramáticas, no hacerlo yo sino una seguidilla que se cantaba en
por concernir a sus intérpretes, sino por lo que sus su tiempo:
títulos significaban y su atinada adaptación a per­ En una escupichina
sonas muy conocidas de la localidad. La ocurren­ de la Salada
cia partió de las oficinas del Catastro, según pude hay sal para el aliño
entender; mas fuese de éstas o de otras, es lo cier­ de diez matanzas.
to que reunidos algunos de sus empleados, empe­ ¡Viva la Bula
zaron a repartir alias a las señoras y señoritas y el vaivén sandunguero
cacereñas, confirmándolas: La alegría del bata­ de tu cintura!
llón, Las Bribonas, Bazar de Novias, La
La diosa Venus llamaron los críticos de la
Revoltosa, Género Infimo, A quí hase farta un
belleza femenina a una joven nombrada Rafaela
hombre, Ni a la ventana te asomes, El real en
Marcelo, que casó con un barbero. ¡Qué guapa!
perras chicas, El Cardenal, El tambor de grana­
El mote, por lo apropiado, se popularizó, y tuvi­
deros, Gloria y Peluca, La peseta falsa, Alma de
mos por convecina a la más perfecta criatura del
Dios, La Cizaña, Pepe el Tranquilo, Horror,
Olimpo.
terror y furor, Doña Clarines, Malvaloca, Las
La del número ciento, o sea Florencia Galeano
princesitas del dólar, Lucha de clases, Las presi­
del Sol, hija de un yuntero que vivía en el número
dentas, La guardia amarilla y Petit Café. Estaban
100 de la calle de Moros, de cuya numeración le
con tanto tino y propiedad aplicados los títulos a vino el apodo. Tenía un tipo admirable y de ella
las motejadas, ya por sus aspiraciones, ya por sus se enamoró el marqués del Reino, que procuraba
precedentes, ya por sus figuras y portes, que al cir­ enzarzar conversación con ella en cuanto podía y
cular la ocurrencia por casinos, tertulias y paseos, le daba serenatas por la noche, persiguiendo su
la hilaridad fue general y las mismas motejadas conquista... que no logró, al decir de sus conveci­
las celebraron regocijadamente. nos e íntimos de la familia. Pero el “gran Galeoto”
¿Que quiénes eran? Callo sus nombres porque le puso la proa, y unas cuantas chácharas con el
casi todas viven y pudiera molestar a algunas el marqués, aunque siempre a vista del público, la
ridículo. Mas no hay necesidad de descorrer la echaron a pique. El novio que tenía -de los de su
cortina, porque son nuestras visitas, nuestras ami­ clase- la abandonó a los primeros obsequios del
gas y demasiado las conocemos. aristócrata. Esta retirada y el ver que sin funda­
Y ya que trato de mujeres, flores del jardín mento la gente la apuntaba con el dedo, la des­
humano, haré mención de unas cuantas que, con concertaron, y triste y más triste cada día “murió
apodos más o menos expresivos, fueron encanto de pena”, según me contó un viejo hortelano que
de los ojos y tormento del corazón de nuestros la trató mucho como viejo amigo de su familia.
mayores, prendados de sus hechizos. El mote les No fueron menos dignas del aplauso de la
servirá de credencial para ocupar un lugar en estas Estética, por sus interesantes figuras, la del Lunar
páginas, donde tantas y tantas pudieran ocupar Azul (Isabel Domínguez), la Badajoceña (Aurelia
puesto tan preeminente por su hermosura; pero la Rubio) y la Rebonita (Jacoba Ojalvo), todas hem­
carencia de apodo las excluye: bras de intachable conducta y buena fama.
La Virgen de las Candelas apodaban a una, lla­ - Pues cómo... ¿hay otras?
mada Eufemia Luceño, tan linda, blanca y rubia, ¡Ya lo creo! Muchas: unas de dudosa reputa­
que en el homo, cuando iba a cocer el pan (pues ción y otras de fama justamente arrastrada por los
antiguamente solía amasarse el pan en las casas suelos, juguetes del mundo y asiladas de hospita­
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 433

les, que en sus mocedades fueron modelos insu­ supersticiosos y autoridades por los años de 1835-
perables de la Plástica. 60, viviendo a costa de sus maleficios y de sus
Estos fueron algunos de sus apodos: las favores personales, pues en vez de una vieja con­
Bravas, la Pajára, la Lala, la Roja, las trahecha y repugnante, como nos imaginamos a
Buñueleras (de mediados del pasado siglo), las estas adoratrices de Pedro Botero, era una buena
Jornalas, la Campiña, la Cuerva, la Taponera... y moza que vendía a buen precio sus arrumacos. Era
cien más, pues de estas palomitas sin hiel podría cosa sabida por todos que iba por las noches al
enjaretar un largo catálogo, las que anidaban en cementerio a proveerse de visceras de niños y
los tugurios del tío Pavón, de los Duendes, de la huesos de ajusticiados para componer sus drogas
Chata, de la tía Aviluche, del Llorón, de la tía infernales, con las que volvía locas a las personas,
Mosquera y otros disolutos zurcidores de volunta­ enemistaba a las familias, encanijaba a los niños,
des que vivían de las gracias de sus colegialas, facilitaba matrimonios por delante y por detrás de
aunque no contasen con los refinamientos sensua­
la Iglesia y relaciones amorosas lo más descabe­
les de los dicteriones famosos de Pafos y de
lladas imaginables, siendo su especialidad maléfi­
Sardis.
ca la de retirarle la leche velis nolis a las madres y
Motes pavorosos, que hacían santiguarse a
nodrizas.
nuestro abuelos, eran los de la parricida
No hace muchos días que hablando yo de ella
Cabalganta, afiliada a la partida de forajidos de el
con una anciana de mis navidades, cuyos padres
Romo y ajusticiada; el Duende, otro criminal que
tenían una máquina de limpiar el grano, me decía:
expió sus culpas en el patíbulo; Barrabás, temible
- Cuando iba la Casareña a mi casa a jechar el
malhechor cuyo apodo atemorizaba a los vecinos
trigo, ninguna de las personas que había en el
de Cáceres, Sierra de Fuentes y Torreorgaz, por
zaguán se atrevían a mirarse, ni a levantar los ojos
ser estos poblados campos de sus fechorías; la
Condenada, la Envenenadora, el Caballo del del suelo. Todas le cedían la vez; y la que tenía
Diablo, la Marimanta, los de la Mano Negra, algún niño de pecho escurría el bulto y desapare­
Mamarrañana, Madre del Demonio (en el supues­ cía en cuanto podía.
to de que el demonio tuviera madre), la Muerte, Alguna vez las atemorizadas vecinas trataron
gran liquidadora de todas las cuentas mundanas, y de librarse de su ingrata presencia, y para ello bus­
Lucifer, el ángel de las tinieblas, que tras ella nos caron una escoba de baleo en cuyo mango atrave­
espera a la puertas del infierno, armado de un tri­ sarían una aguja, y puesta detrás de la puerta de la
dente hecho ascuas y dispuesto a damos mil tizo­ calle, con las brizas hacia arriba, había seguridad
nazos por cada pecado de palabra, obra o pensa­ de que la bruja no pasaría de los umbrales. Pero
miento que hayamos cometido. supo el dueño de la máquina lo que se intentaba y
Podemos añadir a esta cáfila de enemigos de se opuso rotundamente a la intentona, no fuese la
cuerpos y almas, a guisa de mote, el nombre del del aquelarre a revolverse contra él y su familia o
primer fratricida que registran los anales del malograse su industria.
mundo, blanco de la execración universal, tenido ¿Qué más?... Habiéndose producido un día
por “padre de los hombres”. ¡Digna raíz de nues­ contra ella cierto revuelo en el pueblo bajo -que
tro árbol genealógico! Pero no hay que menospre­ llegó a adquirir caracteres de motín- por atribuirle
ciarlo, pues sus hijos lo hacemos bueno. la muerte desastrosa de un clérigo que gozaba de
Y no hay que olvidar, como número de esta grandes simpatías en todas las clases sociales,
falange, a la Bruja, que merece párrafo aparte. algunos creyentes en su magia negra pidieron al
De estas torticeras de la salud, de la honra y de alcalde que la expulsase de la población, a lo que
la vida, hubo varias en nuestra capital (la se negó dicha autoridad por tener una niña que
Charanga, la Freja, la Aragonesa...), pero ningu­ lactaba su esposa y temer que la bruja le retirase la
na de tanto prestigio en la clase como la leche.
Casareña, que oficiaba a ciencia y paciencia de Histórico.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 435

LA TORERÍA.- LA INDUMENTARIA.- EL GREMIO BARBERIL: EL PELUQUERO;


RONQUIÑA; PATUELAS

La torería... ¡Oh!... ¡La torería!... La gente del repetidos dos y tres veces.
bronce, los protagonistas de la fiesta nacional, los Pero no crean ustedes que el arte ni el valor
que hacen delirar a las muchedumbres, los que eran patrimonio de estos diestros de pega.
hacen surgir mil quimeras fascinadoras en la ima­ Regularmente, los que de tales apodos alardeaban
ginación de la juventud: en la masculina, hacién­ eran unos calzonazos que corrían como patos
dola soñar con trajes de luces y ovaciones popula­ maneados y jamás pensaron en bajar al ruedo. Los
res, y en la femenina, haciendo “que se mueran pocos que intentaron emular las glorias de sus
por los peazos sandungueros de un torero” las coletudos patronos (en novilladas, por supuesto),
hembras de sangre española y temperamento después de hacer la triste figura salían de la Plaza
vesubiano. tan bien preparados que las del Casar eran chicas
Y dado este modo de ser del pueblo, ¿qué cosa comparadas con las suyas.
más natural que esos nombres y esos alias que se La indumentaria nos dejará a medio vestir,
destacan como rayos de sol en los carteles, heral­ pues colgados de la percha o guardados en el cofre
dos de la fiesta, lluevan sobre los entusiastas par­ o el armario sólo encontraremos una Cachucha,
tidarios del torerismo como conjuros de buen que nos estará bien o será del tamaño de las cape­
agüero? ruzas de Sancho; un Camisolín, un Camisón, un
Y ha sido tan pródigo el populacho en engala­ Polisón pasado ya de moda, una Calceta (¡ni el
narse con los más ilustres nominativos que no sólo par siquiera!), unos Calcetines, unos Mandiles,
se los adjudicaba a los jóvenes que pudieran Media Bota (¡media!, pues tendrá que andar a
emprender la carrera de los cuernos sino que con­ patita coja, y así y todo...), un Chaquet, una Levita
firmó con ellos a estólidos zampapanes e insopor­ y una Zamarra, bastante usados; unos
tables pelmazos, cuya cachaza y temperamento Bombachos, una Capa, un Pañuelino, algunas
los hacen indignos de los apodos por que se les docenas de Botones y varios retazos de Tafetanes,
conoce: Costillares, Pepe-Hillo, el Pintor, el que tendrá que coser y aderezar el mismísimo
Sombrerero, Charpa, el Salamanquino, Quinito, Ropa Ancha.
el Curro, Lagartijo, la Frascuela (una jembra), El gremio barberil nos brinda unos cuantos
Reverte, Bomba, el Espartero, Mazzantini, ejemplares dignos de un escaparate. ¿Y qué son
Machaquito, Maera, Lechuga... La plana mayor estas páginas sino un escaparate de figuras que
del jacarandoso gremio; y muchos de estos motes sobresalen, a su manera, del montón humano?
436 PUBLIO HURTADO

Naturalmente, aparece en el proscenio el susto y prometió en su ánima no volver a provo­


Peluquero. car tales lecciones.
- ¿Pero no es de los barberos de los que vamos El Gato, otro barbero afamado, fue gloria del
a tratar? gremio, y no hablo de él porque ya lo mencioné al
- Ciertamente; pero éstos no eran ambas cosas, ocuparme de las gentes de teatro.
barberos y peluqueros. En Cáceres los barberos Patuelas (Juan Jiménez Polo), mantenedor de
eran muchos, pero los peluqueros eran contados. las costumbres barberiles, tenía fama de procaz y
Por eso el señor Juan Guillén era llamado por deslenguado. Cuando el 6 de agosto de 1846 se
excelencia el Peluquero, ya que complementaba inauguró la Plaza de Toros, concurrió a la corrida
ambas habilidades para descapilar al prójimo. ocupando un asiento de tendido, próximo a la
Como todos los del oficio era un parlanchín de barrera, y a todos los lidiadores, pero especial­
siete suelas, y un bromista ingenioso y oportuno. mente al Chiclanero, cuando pasaban cerca de las
Contaba entre sus parroquianos a un señor De tablas era tal el cúmulo de improperios, insultos y
Galinsoga, oidor de nuestra Audiencia, muy bra­ frases malsonantes que les dirigía, que consiguió
vucón de palabra, que constantemente estaba llamar la atención de dicho espada, el cual, vien­
haciendo alarde de serenidad ante cualquier peli­ do que el barbero tenía una enorme calva, diri­
gro y siempre había de “quedar encima”, como giéndose a él, le dijo:
dicen los muchachos, respecto de cualquier lance - \Zi tiene 07,té doz caraz pa zer güeno, tío
que le refería el Fígaro. Tanto sacaron a éste de cochino! Ya le conozco a V. y le prometo que en
sus casillas los desplantes del togado y el reto que cuanto acabe la corría lo he de rajar de arriba a
con frecuencia le hacía de que con todas sus artes abajo.
no sería capaz de perturbar su serenidad, que Esto fue al lidiarse el cuarto toro; al quinto
Guillén se dispuso a darle una lección. Para ello Patuelas había ya tomado las de Villadiego, y no
llenó de sangre una tripa de carnero, de las usadas sólo no volvió a las otras corridas sino que cerró
para hacer salchichas, y colocándola con habili­ las puertas de su casa... y como si se lo hubiera
dad y disimulo junto al cuello del cliente al poner­ tragado la tierra.
le el paño de barba, lo empezó a afeitar. Al llegar Contemporáneo del anterior fue el Maestro
al gaznate le tiró un pellizquito en el cutis, mien­ Ronquiña (José Durán), gran jugador de damas,
tras con la navaja hendía la tripa, de la que empe­ que tenía la costumbre licenciosa de pellizcar a las
zó a salir sangre en abundancia. mozas que pasaban a su lado. ¿Se oía de pronto en
- ¡Perdón, perdón, señor! ¡Lo he hecho sin que­ una calle el cacareo de una hembra enojada?...
rer! -exclamó, fingiendo suprema aflicción, el bar­ Pues ya se sabía: era una víctima de los atrevidos
bero, que se hincó de rodillas ante el oidor, con las dátiles del Ronquiña.
manos cruzadas en actitud suplicante. Y tuvimos un Tobalo, un Cortarrabos, un
Cuando Galinsoga, después de sentir el pelliz­ Cachirulo, un Quitapesares, un Rana, un
co, bajó los ojos al arrodillarse el Peluquero y vio Merienda, todos tan locuaces y embusteros como
todo el paño lleno de sangre, se consideró dego­ el oficio lo exigía, haciendo honor, como era
llado, y levantándose de la silla comenzó a dar justo, a aquel mitológico rapista, confidente y bar­
grandes voces de bero del rey Midas, que no pudiendo callar el
- ¡Favor, favor, que me han asesinado! ¡Favor, secreto de la deformidad de su amo abrió -para no
vecinos, favor a la Justicia! -y de puro miedo dio reventar de reservado- un agujero en tierra, aplicó
en tierra, perdido el conocimiento. a él la boca y dijo con voz callada:
Cuando, pasado el alboroto de los primeros - Midas tiene orejas de pollino.
instantes, volvió en sí el valiente magistrado y Y lo volvió a tapar para que nadie se enterase
Guillén le explicó la lección, aquél le perdonó el de su infidelidad. Mas unas cañas que en él nacie­
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 437

ron, al ser sopladas por el viento se encargaron de cena no existe el vidriado tarro repleto de sangui­
delatar al parlanchín, que no pudo desmentir esta juelas; ya desaparecieron la suave zapatilla y la
cualidad profesional. arcaica nuez que embutían en la boca del cliente
Ahora mismos contamos, entre otros, con un para abultar y dar tersura a los carrillos; ya no se
juega a las damas, ni a la brisca, ni a los dados, ni
Mochuelo, un Brillo y no sé si alguno más: pero
se tocan la guitarra y la vihuela para alegrar a los
-¡ca!- a fuerza de refinamientos ha bastardeado la
parroquianos... Ya no hay más que señoritos
clase. Ya no se ve colgada de la palomilla, junto a comme ilfa u t, muy acicalados y pretenciosos, que
la toza de la puerta, la simbólica vacía dorada, tienen a menos llamarse barberos.
muestra in illo tempore de la tienda de un Fígaro; ¡Todo evoluciona, menoscabando lo típico de
ya en la pétrea rinconera o en la desvencijada ala­ las clases!
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 439

VI

HISTORIA NATURAL.- LACERÍAS HUMANAS

¿Eres secuaz, lector amable, de Buffon y de Saldrán también al ruedo, a guisa de descubier­
Linneo?... Pues ven a mi ménagerie y tendrás ta, tres o cuatro Jacos muy trabajadores y bien pa­
ocasión de satisfacer tus aficiones estudiando la ramentados, una Muía, un Burro y un Burranco,
constitución orgánica de muchos de los seres que éste, a juzgar por lo grande, garañón entero y vero.
pululan por el Universo. No podré ofrecerte hipo­ Sesudo y de gran romana avanza con paso
pótamos, cachalotes ni avestruces, porque anima­ tardo un Buey, no tan agasajado y reverenciado
les tan grandes no se dan en esta región; pero ... como el Apis egipcio; y tras él varios Toros y
¡vamos!... no dejarás de encontrar alguno que otro Toras, cuyo abolengo tal vez arranque de la gana­
capaces de servir para un remedio. dería de Augias, rey de la Elide, el Veragua hele­
Desde luego encontrarás al paso un troglodita no. ¡Ya ves qué prosapia tan mitológica e ilustre!
Tras los toros aparecerán otros astados: dos
Chimpancé, ágil y de mansa condición, quieto en
Carneros, de tan retorcida cornamenta como el
este instante y con las manos cruzadas sobre el
que Abraham encontró enredado en la zarza del
occipucio, memorando tal vez su perdida libertad
monte Moriah; un Venao con más puntas que una
en las selvas africanas.
batería eléctrica, y una astuta Zorrita.
Subidos en las jaulas y pivotes del circo te
La veloz Matacana, el asustadizo Conejo con
harán guiños y cucamonas otros simios más
sus tiernos Gazapos, buscando bajo las lajas
pequeños: un Mico y muchas Monas, tan oficio­ defensa contra las garras del Cuervo y el Aguilita,
sas e inteligentes que obligan a dar plaza, como son también de la colección.
verdad inconcusa, a la teoría de Darwin. Deben de Surgen Gatos y Ratones que hacen pactos de
ser oriundas de Tetuán, cuando allí las había, pues amistad y concordia; habiéndose dado el caso de
al presente, con tantos cañonazos como nuestros que una Gata se casase con un Ratón, como todos
desdichados compromisos contraídos en la confe­ los cacereños sabemos (una aleación felino-roedo-
rencia de Algeciras nos obligaron a disparar con­ ra, que hubiese dicho un químico), los que aún
tra los marroquíes, han emigrado de aquel territo­ viven y beben con la ineludible exposición de que
rio, no cazándose una sola para muestra. ¡Gracias el día menos pensado se le encrespe el rabo a la
a que dejaron regular descendencia en nuestro bigotuda esposa y se engulla al diminuto consorte.
pueblo, para que no nos veamos privados de Para el ornitólogo no nos faltan objetos de estu­
monadas! dio. Tenemos chupadoras y agoreras Corujas.
440 PUBLIO HURTADO

poéticas Golondrinas, parleros Loros, pintados y dad, no procedentes de Ceylán ni Malabar sino de
canoros Jilgueros (Silgueros les llama el demi- moluscos patrios tan apreciados como aquéllas,
nionde). Pajaritos, Canarios, Tórtolas de enamo­ aunque no tan codiciadas, redondas y transparen­
rado arrullo, presuntuosos Pavones con sus Pavas tes.
cachazudas; el Pardillo, y hasta un Pico, rapaz Y puesto que de Historia Natural tratamos,
como todos los de su clase; un gallinero poblado razón es que no dejemos atrás al “bípedo sin plu­
de Pollos y Pollas, que están reclamando con mas”, como el renombrado Platón definía al hom­
apremio el asador; sencillos Verdiones y algunas bre, primera figura de la Creación.
Palomas, similares de aquellas lindas cortesanas ¡Pero seamos filántropos y compasivos!
de la diosa Ciprina que le picoteaban los labios A ver: ¿hay por ahí un médico, un ortopédico,
con envidia de todos los superhombres del un curandero siquiera?... Porque nos encontramos
Olimpo. ¿Que si podían competir con aquéllas en con muchas dolencias y deformidades que sería
mimos y contoneo?... Yo no lo sé; lo único que humanitario curar y corregir, ya que el vulgo nos
puedo afirmar es que las cacereñas eran muy bue­ delata su existencia.
nas mozas y muy guapas. ¿No es de caridad acudir a las Almorranas, tan
Descendiendo en la escala naturalista tenemos molestas como son? ¿No son dignos, cuando
algunas Culebras, y una de ellas -no sé si boa, menos, de un braguero Potra y la Potrosa? ¿No
vendrían bien unas lociones de alcohol o de iodo
pitón o abacurus- como la que indujo a Eva a que
a Sabañones y M atadural ¿Y una poción cordial
diese de comer a Adán la malhadada manzana,
a Catarro?
cuyas consecuencias nos traen a rastras por el
¡Claro que sí! Y sería fácil que se curasen.
mundo, tenía que haber como pareja a un Culebro.
Algo más difícil será corregir las deformida­
Uno de estos históricos ofidios llamábase en nues­
des; y esto por lo que atañe a las físicas, porque
tra sociedad doña Dolores Ovando, a la que don
tratándose de las morales, de las que afectan a la
Diego Carvajal apodaba la Culebra del Paraíso.
levadura humana y malean, y dañan, y desfiguran
Ranas, Lagartijas, Cigarrones, Cucarachas,
el destello divino, son mil veces más incorre­
Chicharras, Grillos, Moscas -de estos dípteros
gibles...
muchísimos, porque abundan las tabernas, gracias
¡Cáspita! ¿Pues no me deslizaba a escribir en
a Baco-, Mosquitos, Pulgas y Chinches. serio?... No, no metamos la sonda en este golfo,
Y hubo una Araña... no el capitán famoso que que no es la seriedad la tónica de esta partitura.
embarcaba a los soldados y él se quedaba en tie­ ¿Cómo se corregiría la excesiva amplitud de un
rra, ni aquella pobre chica convertida por Minerva Cabezón y un Cabezotal ¡Como no fuese metién­
en el insecto de este nombre, ni el laborioso ápte­ dolos de nuevo en el troquel, y eso una vez lanza­
ro objeto de los estudios de Latreille, sino un caco dos de él!... Pero no pronunciemos una negativa
desgalichado que todo lo arañaba, hasta que dio profunda, porque son unas operaciones y descu­
con sus huesos en la trena, donde murió, por brimientos los que la ciencia nos está revelando
haberle hurtado un reloj a la Petaca de don diariamente que va a ser necesario borrar del dic­
Rufino, como llamaban, por lo chiquitín, a don cionario la palabra “imposible”.
Pedro Fernández Trejo, dependiente de don Tenemos, pues, para ejercitar nuestras aptitu­
Rufino García Carrasco e inseparable acompañan­ des, a un Medioculo y un Mediapita... ¡Carape! A
te de éste. estos dos pobres habrá que empalmarles lo que les
No es ajeno a nuestra colección un Piojo falta... Un Bocaza, un Bocache, muchos Chatos y
Blanco, que pasó toda la vida no en la pelambrera Chatas, varios Gachos, una Rechoncha, un Cojo
de un palurdo sino midiendo varas de tela y reu­ Maravedí (¡que ya es un cojo barato!), y a
niendo un regular capital; ni una Perla Fina y Malaspatas, Pataschicas, Pata de Catre, Pata de
varias Perlas Negras, adornos de nuestra socie­ Cuerna y Patas de Alambre. ¡Eche usted patas!
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 441

El último, que ya pasó a los dominios de Bonito para Carnaval, porque más que caras
Plutón, era un ente inconcebible por lo contrahe­ antójasenme caretas, como se le antojaron al
cho, lo estrafalario y lo imbécil. Llamábase hidalgo manchego ejércitos rumorosos los reba­
Antonio María y se cantaba de él: ños de ovejas contra los que arremetía, lanza en
AAntoñito María, ristre, para acreditar la pujanza de su brazo.
Patas de Alambre, Empresa más que ardua sería la de reformar
cuando va a ver a la novia tanta carantoña, si Santa Rita no acudía en auxilio
le dan calambres. de los reformistas. Sólo los que tuvieran por obje­
to la mutación del color podían prometérselas feli­
Mucha sensibilidad era ésta, pero, en fin, por el
ces a fuerza de crema Guerlain y tintura de
amor todo se complica. Mas ¿saben ustedes de
quién estaba enamorado? ¡Esto es lo grande! Pues Violette.
su amada era nada menos que el farol que alumbra­ Todos estos seres, sanos o enfermos, completos
ba al cuadro de Santa Ana que ocupa la hornacina o lisiados, funcionaban fisiológicamente, como
que hay sobre la puerta de la muralla que da paso al era de cajón. De sus funciones y visceras que las
Postigo. Y no lo tomen ustedes a broma: el hecho es motivaban haré mención a la ligera, y eso empa­
ciertísimo, lo que demuestra lo desalojado que tenía pando el “moquero” en Patchulí o Bergamota,
el piso alto. porque la materia es apestosa. Danla de sí un
Otro responde por Ojos de Lagarto, y no adivi­ Culón, un Culo Caliente, un Culo Contento y un
no cómo se le podrían cambiar por los de otro ani­ Culo de Lobo, un Cagañí, un Cagón, un Cagarite,
mal. una Cagueta y un Cagunela. Y este Cagadulce,
Pues sobre el cuerpo humano brotaron diversi­ aquel Cagatinta, el otro Cagarrachas, alguno
dad de caras llamativas: Carajuya, Cara de Pastel Cagatrigo y hay quien Cágalo Gato, Caga en
(homónimo del que los liberales adjudicaron a Sala y Caga Poquino; y por todas partes se
Femando VII), Cara de Luna, Cara de Chota, Cara encuentran Caca, Cagajones y Moñicos.
de Corneta, Cara de Lápiz, Cara de Alcuza, Cara ¡Vamos! Los perfumes de Barcelona en su her­
de Aceituna y Carabeguilla... ¡Bonito escaparate! vor más culminante y quintaesenciado.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 443

VII

MOTES A GRANEL, POR ORDEN ALFABÉTICO

Como han visto mis lectores, en las anteriores de primera fuerza, capaz de dar lecciones de eco­
páginas he procurado cierta clasificación que no nomía a Smith, Law y Turgot, sobre todo de la
ha resultado muy acabada, agrupando los motes doméstica. Así, desde la modesta condición de
similares por su estructura literaria y por su signi­ hortera ascendió a capitalista, reuniendo un fortu-
ficado. nón a fuerza de vender cuartos de aceite, y torci­
Pero hay muchos para los que no tengo santo­ das y yesca por ochavos. Sólo de casas poseyó
ral ni casillero, ya por ser únicos en su clase, ya noventa y nueve. Si hubiera llegado a ministro de
por ignorar lo que significan, y ya... por salir Hacienda, seguramente hubiese desempeñado al
cuanto antes de este berenjenal infructuoso y Estado de la deuda que lo abruma.
machacón como “el cuento de la buena pepita”, Las anécdotas que de él se cuentan son muchas
los relacionaré sin cuidarme de más orden que del y graciosas, de alguna de las cuales me hice eco en
alfabético, y éste mientras no me venga a cuento la obra “Ayuntamiento y familias cacerenses”.
alterarlo. Reproduciré aquí una que lo acredita de calculista
mercantil incomparable.
Cierto día de agosto en que la Plaza Mayor
-A - estaba llena de montones de sandías que se vendí­
an a bajo precio, hijos y dependientes pidieron a
Además de los apodos ya anotados que princi­ don Juan que aprovechase la ocasión y les diese el
pian con esta letra, nos salen al camino los gustazo de una buena entrada de sandía. Don Juan
siguientes: el Abad, Albardina, la Alborotó, accedió a tamaño despilfarro y mandó a por una
Adecanes, Alfiñique, Afilanchín, Andicán, arroba de las apetitosas cucurbitáceas. Como eran
Aparejo, Aredicas, el tío Arroz, el Arreglado y el muchos a la parte no tardaron en dar fin al ban­
Alemán. quete; pero se le ocurrió al patrón, en vista de la
De todos ellos el Arreglado fue el más notable profusión de despojos que el festín había dejado
y afortunado, por varios conceptos. Llamábase en el suelo, recoger cáscaras y pepitas y pesarlas.
don Juan de la Riva, era comerciante y su buen Y al ver que casi la mitad de la arroba comprada
orden, su previsión y economía originaron el alias no había podido aprovecharse y había que arrojar­
que tanto hablaba en su favor. Era un crematístico la al muladar, anunció a los comensales que no
444 PUBLIO HURTADO

volverían a comerse sandías en su casa pues no Aquel infeliz, que se veía obligado a mendigar
estaba en el caso de tirar a la calle la mitad de su para vivir, era hijo de uno de los principales cau­
precio. dillos que habían intentado, con el gran
Mas para tipo interesante, bajo otro aspecto, el Kosciusko, el rescate de la independencia de
Alemán, maestro zapatero de una instrucción Polonia, a cuyos trances él también había contri­
superiorísima a la que podía suponerse en un pro­ buido.
tegido de San Crispín, del que oí hacerse lenguas ¿Cuál era su nombre?... Frank (Francisco),
a los que le conocieron y trataron. Tenía tal habi­ pero su ilustre apellido no lo reveló: se lo llevó al
lidad para domesticar pájaros, con los que se sepulcro.
entendía a silbidos, que su casa era una verdadera Yo, en mi monomaniaco afán de revolver pape­
pajarera, en la que anidaban en fraternal república les viejos, me enteré un día de que en la plazuela
pardillos, jilgueros, alondras, gorriones, canarios, de Las Piñuelas había vivido por aquel tiempo
solitarios, verderones y petirrojos, todos muy (1836-40) un domesticador de aves apellidado
satisfechos y obedientes a sus mandatos. Cormilher. ¿Sería éste el Alemán de la “Historia
Excusado es decir que la puerta de su morada de un desconocido ”?
estaba siempre asediada por una legión de chiqui­
llos, a los que también quería y convidaba de vez
en cuando. Pero un día cegó aquel hombre... y -B -
colmó su mortal pesadumbre tanto como el desfi­
le de sus parroquianos la paulatina deserción de Algunos más que en la primera letra hay en la
sus pájaros, al no encontrar en su hogar sustento ni segunda: Baba, Bacalao, Bailarique, al que decí­
abrigo. Él mismo tuvo que apelar a la caridad de an los muchachos provocando su enfado:
sus conocidos para aliviar su miseria. Bailarique, Bailarique,
¿Quién era aquel sujeto misterioso, cuya con­ no te acerques a Moñique,
dición social no compaginaba con su caballerosi­ pues te tendrán, por las trazas,
dad y su cultura? Se ignoraba. Sólo se sabía que se que coger con las tenazas.
había avecindado en Cáceres al terminar la Guerra Barril, la Barabota, Barquera, Barriguita,
de la Independencia, sin más antecedentes que los Bastón de Carne, el Bato, Beceras, Berreque, la
de haber sido edecán u oficial de un conde polaco, Barumbala, Bayoneto, Berzotas, Bimba, la
jefe de uno de los cuerpos de ejército de Birrorra, la Biscotela, Bisojos, Bocalano,
Napoleón, y que al sucumbir su superior en una Bodegón, Boliche, Bombachos, Bonavid (Angel
batalla desertó del ejército francés y formó en las Rebollo, alarife, más realista que Calomarde y
filas españolas. dueño, más tarde, de un juego de billar),
Entre los varios muchachos que le admiraban y Boquerón, Boqui, Boquique, Borrasca, Bota,
frecuentaban su trato se encontraba mi tío D. Botihondo y Braguillas.
Antonio Hurtado, a quien el pobre ciego distin­ Este último, hortelano de oficio, fue famoso
guía y al que reveló su historia en cierta ocasión a como curandero de tercianas y cuartanas. Para
cambio de unas décimas que el novel poeta le hizo ello citaba a su huerta al paciente a la hora en que
para felicitar a las personas que le socorrían las se le iniciaba el frío precursor de la fiebre; lo colo­
Pascuas de Navidad. Y mi tío, ajustándose a la caba de pie al borde de la poza en que lavaba
emocionante relación que su desgraciado amigo le cebollas, repollos y lechugas, de cara al recipien­
hizo, escribió la “Historia de un desconocido", te, y cuando menos lo esperaba el calenturiento
publicada en los primeros folletines de El iba Braguillas por detrás, le daba un empujón y
Imparcial y en La Ilustración de Madrid, en el lo tiraba al agua. Y muchas veces el susto del cha­
año 1871. puzón ahuyentaba las tercianas.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX

Buenanoche, Buche Viejo. Bucéfalo (que era un tas cortesanas llególe el turno a Eugenia de
camarero de la botillería de Tejeda con trazas de M ontijo, quien deteniendo el brazo del
paquidermo, digno remedo del famoso bridón de Emperador, que se disponía a besarla, le dijo con
Alejandro Magno), la del Beso, el Binomio y dignidad y altanería:
Brutamonte. - ¡Alto, Majestad! A una dama española no la
Yo creía -¡inocente de mí!- que en los anales besa más que su marido.
mundanos no se registraban más que tres besos Y Napoleón, que se quedó con el beso entre los
trascendentales: el beso de Judas, el de Francesca labios, se lo dio al fin pero fue después de hacerla
de Rímini y el de Napoleón III a la condesa de Emperatriz, casándose con ella. La bravata, muy
Teba. propia de una rancia infanzona castellana, muy
El primero, dado por Judas a su divino Maestro comentada y alabada en aquellos días, carecía de
en el huerto de Getsemaní, fue la señal de la trai­ fundamento y de razón de ser, pues los ámbitos de
ción deicida que inició la tragedia mesiánica de la España (y creo que los de todas partes) están
Redención del género humano, anunciada por los poblados de besos voladores que buscan donde
Profetas y descrita por el evangelista San Mateo. posarse y por fin aterrizan en rostros de damas y
Al Iscariote le valió su felonía treinta sidos de plebeyas, solteras, casadas y viudas, sin escánda­
plata; a la Humanidad la salvación del entredicho lo de ordinario y con gran contentamiento y delei­
eterno. ¡No pudimos salir mejor parados! te de las favorecidas. De todos modos, la frase de
El segundo fue el beso en que fundieron su la condesa fue un coup de bonheur para el orgullo
mutuo amor Francesca de Rímini y Paolo español.
Malatesta, su cuñado, un día en que leyendo jun­ Yo, cuando en mis tareas investigadoras oí citar
tamente y sin recelo alguno los deliquios pasiona­ a la del Beso, traté de saber quién era la agraciada
les de Lanzarote, sus ojos se buscaron repetida­ y no me fue posible averiguarlo, porque fueron
mente con afán, enrojecieron sus mejillas y al leer, tantas las “Francescas” cuyas mejillas resultaron
ya temblando, cómo el gentilísimo amante apaga­ campo de aviación de aquellas caricias inflama­
ba con un ardiente beso la sonrisa incitativa de la bles que no encontré en mi dédalo de vacilaciones
reina Ginebra, ellos también se besaron delirantes. una señal indicadora de cuál de ellas fue el porta­
Y termina Dante el poético episodio escribien­ estandarte del apodo. Y eso que había una copla,
do: “Quel giorno piú non vi leggemo avante”. aborto de algún ingenio macho, que decía:
¡Naturalmente! Si el puñal del ofendido esposo En la calle de Pintores,
vengó en ellos su oprobio en tan funesto instante, arriba que abajo no,
¿cómo habían de leer más? vive la niña del beso,
El tercer beso tuvo mejores consecuencias. que Zaino se lo dio.
Acostumbraban los monarcas franceses -no sé si ¿Zaino?... Sí, lo veo, aunque algo esfumado,
los de todas las dinastías o sólo los del Imperio- en el chasis del recuerdo. Era un buen mozo. ¿Y
tener una recepción oficial y ambigú el día de Año ella?... Ella, una hoja de calendario traspapelada
Nuevo, a la que invitaban a toda la nobleza gala y entre las páginas cálidas y palpitantes del “celes­
a los personajes extranjeros residentes en la Corte. tial poema”.
A una de esas recepciones concurrió la condesa de Del Binomio referiré que vivió en Cáceres en la
Teba, cuya peregrina belleza eclipsaba a todas las primera mitad del siglo pasado. Era un ceclavine-
demás donde quiera que se presentaba. Al termi­ ro, prosélito de Baco, que liquidó en vino su for­
nar tales reuniones, Napoleón III, que regía los tuna atrapando cada turca que ni las del harén del
destinos de Francia, despidió a todas las damas Gran Señor se le igualaban. Y tenía tal predilec­
dando a cada una un beso, afectuosa caricia que ción por el vino de su tierra que en todos los gari­
las recipiendarias tenían a mucho honor; y des­ tos que frecuentaba, al pedir un cuartillo o media
pués de prodigar unos cuantos ósculos a otras tan­ azumbre, añadía indefectiblemente:
446 PUBLIO HURTADO

- Del vino mío. Acompañando a los citados, tenemos entre los


Lo que dio pie para que el arquitecto que había apodos de esta letra a otro que sonó bastante: el
entonces en Cáceres (D. Fermín Hileras) reunien­ Cuáquero.
do las dos palabras, le llamase el Binomio, cam­ Este mote me hace volver la vista atrás y fati­
biando en B la V inicial del vocablo; resultando gar la memoria buscando su origen en las remotas
que el vicio le proporcionó la representación alge­ lejanías de mi infancia, peregrinación que no me
braica de una cantidad compuesta de dos términos desagrada por ser la vida del recuerdo el refugio
enlazados por los signos + o -, y hasta de la fór­ placentero de la ancianidad.
mula de Newton que dio a conocer el desarrollo El 9 de septiembre de 1862 se constituyó en
de su potencia. Cáceres el “Casino de Artesanos”, que aún subsis­
Y en cuanto a Brutamonte se dan pocos motes te aunque no con el carácter y esplendor que en
aplicados con tanta propiedad, pues el motejado, sus primeros años. Era una sociedad de instruc­
(según cuentan, pues yo no le conocí) era un ción y recreo. Todo Cáceres se inscribió en sus lis­
tas de asociados, y al calor de un entusiasmo plau­
zopenco de seis bemoles que, considerando su
sible y sincero se crearon cátedras de Literatura,
modo de ser, daba pie para asentir a las doctrinas
una academia de Música y Declamación, se formó
fdosóficas de Empédocles, de los cabalistas y de
una selecta biblioteca y se ofreció a los socios
los mismos fariseos, pues sólo un fenómeno de
todo género de honestas distracciones, como bai­
metempsícosis pudo reproducir en el siglo XIX un
les, conciertos, y la diversidad de juegos que sue­
hombre tan grande y tan atroz como aquel guar­
len brindar tales centros recreativos.
dián del castillo de Floripes, junto al Tajo, en
Para el Carnaval del año siguiente organizó
Alconétar, que hizo figurar Calderón en su come­ vistosas mascaradas con comparsas representati­
dia “La Puente de Mantible ”. vas de las costumbres e indumentaria de diversos
países y asociaciones, entre las cuales llamó pode­
rosamente la atención una troupe de cuáqueros
-C - que, como los restantes, gesticulaban y entonaban
a coro coplas alusivas a su misión farandulera.
La tercera letra del abecedario nos proporcionó Por cierto que yo, conocedor ya de la historia
algunos apodos muy populares en nuestra villa. y religiones de los pueblos, no pude explicarme el
Entre ellos hay que citar a Cejablanca, Currinche capricho de hacer figurar en el festival a un grupo
y Cyrano de Bergerac, distinguido con tal mote de cuáqueros, quienes abominando de las exterio­
por su generoso apéndice nasal. ridades mundanas no podían ofrecer detalles dife­
Cejablanca fue el apodo con que se conoció a renciales de la vestimenta y liturgia cristianas que
un hombre que vivió en los comienzos del siglo pudiesen servir con éxito al ridículo carnavalesco.
por tener totalmente cana una de sus cejas y que La libertad ilimitada en pensar y obrar, base de su
ofrecía un extraño contraste con la otra, que era de doctrina; la igualdad absoluta en derecho y obli­
color oscuro. Parece que este personaje trajo a gaciones de los dos sexos; el puritanismo exage­
Cáceres una prensa manual y unos tipos de rado que debía presidir a todos los actos de la
imprenta para confeccionar papeles impresos, ya vida; su sobriedad; su aversión al tañer de las
que aquí no los había. Durante una tormenta fue­ campanas, a la música, a todo ruido; la negación a
ron destruidos por un rayo que cayó sobre la caja saludarse las personas cuando se encontraban,
que los contenía, y los fundió. ¿cómo representarlos en la farsa? Sólo era posible
De ser cierta la noticia sería éste el primer con­ imitarlos en sus vestidos, siempre modestísimos y
tacto que tuvieron los cacereños con el invento de casi reducidos a taparrabos; en sus ademanes y
Gutenberg, cuya aparición en nuestra villa no está contorsiones exageradas y grotescas, y en sus
acreditada hasta el Trienio Liberal. éxtasis tremantes, de donde les provino el nombre
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 447

de cuáqueros (que significa “temblorosos”), que minos ridículos y casi desconocidos para la gene­
podrían reproducirse. Pero, en fin, la comparsa se ralidad de sus conversantes. Así, a vuelta de pala­
uniformó con más o menos propiedad y produjo bras como “longanimidad”, “arbañil”, “alperga-
efecto en el vecindario. ta”, “paquidermio” “ingüento”, “gorgoruto" y
Uno de sus individuos (llamado, según quiero otros disparates lingüísticos de este jaez, usaba las
recordar, Pepe Espada, sujeto muy despierto y poco usuales de “catáfora” en vez de decaimiento,
diligente) fue el que despuntó en esta pandilla; sus “perendeca” por ramera, “pleitesía” por saludo y
amigos empezaron a designarlo por el Cuáquero, “ritornelo” por repetición de cualquier acto o perí­
y el Cuáquero se le quedó. odo hablado o escrito. Era uno de los muchos per­
Tal fue el origen de este mote. sonajes de este género que nos encontramos con
frecuencia en la vida de relación.
Uno de los terminicos que con mayor fruición
- CH- repetía era el adjetivo “híbrido”, al que, poco
ducho en analogías, daba una significación tan
Es inicial de los apodos Chaira, Chamusca, elástica que con él expresaba todo lo que juzgaba
Chanfaina, el Chano, la Charruca, Chaschás, estéril, inservible, excusado, y lo aplicaba lo
Chatas y Chatos (de los que hay numeroso contin­ mismo a las personas y a los animales que a las
gente), el Ché, Chilindrín, Chindo, Chinchorro, plantas y a los seres inanimados.
Chinita, Chingüy, Chiquete, Chirivita, los Chirrí­ Un día reuniéronse en junta, en el despacho del
eos, Chispo, Chisporro, la Chivarra, Chiquitán, jefe de Fomento, los señores que debían resolver
Chispa, Choni, Chorizo, Chuche, Chorra, Chuli- expedientes de carreteras, minas, agricultura,
que, la Churripampa, Chupalámparas y el Churro. pósitos, industria y comercio, y demás asuntos
Pero ninguno de destaque. Sólo tuvo alguno en pendientes en tales centros, en la que nuestro ver-
su tiempo la Charanga, que era moza callejera boroso burócrata iba a actuar de secretario. En el
que sonaba tanto con trompetazos tan displicentes despacho entró un ingeniero de Minas, hombre de
y obscenos que fue condenada a pasar unas quin­ carácter displicente y puntilloso. Salióle al
cenas en la casa de poco trigo. encuentro nuestro tipo y le saludó, preguntándole
por la señora.
- La ausencia de ustedes por tanto tiempo me
- D- ha privado del gusto de conocer a su sucesión.
- No la tengo... ni la he tenido.
Capitaneados por esta letra desfilan ante noso­ - ¿Alguna dolencia?...
tros la Dama del Peo, el Dientista, la Dominica, - No, a Dios gracias. Ambos gozamos de com­
Don Perlimplín, Don Caco, Don Híbrido y Dulces pleta salud.
Meneos. - Entonces... ¡híbrida! -concluyó con dejo un
Dejemos a éste columpiarse sobre sus zancos y tanto lastimero el preguntón.
escribamos unos renglones acerca de Don El ingeniero frunció el ceño y lo miró unos ins­
Híbrido. tantes sin articular palabra. Aquello de “híbrida'’
Este, que era un sujeto ni viejo ni mozo, servía aplicado a su esposa no le puso buenas tripas, mas
al Estado como oficial de la Sección de Fomento en atención al sitio y a las personas que ya había
de esta provincia por los años de 1840 y tantos, no en la estancia se aprudentó, como si la frasecilla
muy avisado intelectualmente pero sí con preten­ hubiera pasado para él desapercibida.
siones de excepcional cultura, que procuraba Terminada la sesión, el secretario despidió a
demostrar a cada momento con el empleo, en las los concurrentes con toda la fineza y distinción de
conversaciones más prosaicas y triviales, de tér­ que era capaz, diciendo al de Minas:
448 PUBLIO HURTADO

- Adiós, mi señor y dueño, y que desaparezca la Allá por los años de 1869 o 70, triunfante la
hibridez de doña Magda... revolución septembrina, se fundó en nuestra capi­
Entonces... ¡pías!, ¡pías!, ¡pías!... tres bofeta­ tal y se instaló en la calle de Carniceros (hoy de
das de las de cuello vuelto impidieron al oficinis­ Luis Sergio Sánchez) número 5, un club republi­
ta terminar el nombre de la ingeniera, a la vez que cano cuyos asociados eran casi en su totalidad
su marido vociferaba, enojadísimo, al compás de gentes de las últimas capas sociales. En él se
la cachetina: hablaba de todo, siempre arrimando el ascua a la
- ¡Imbécil!, ¡insolente!, ¡grosero!... ¡Comparar sardina, o sea ensalzando todo lo que trascendía a
a mi señora con una bestia!... liberal y si era demagógico mejor que mejor, y
Pero el oficinista, que no era manco, le devol­ menospreciando lo conservador, lo religioso, lo
vió las castañas a puño cerrado, armándose una que atañía al clero, a la Iglesia, a la Divinidad...
barahúnda de tres pares de bemoles. En una de las sesiones el Fruto (Luis González),
La intervención de todos los presentes evitó que estudiaba para maestro, tomó la palabra y dijo
que el conflicto se agudizase, logrando que que­ axiomáticamente:
dara reducido a unos cuantos chichones y varios - Dios no existe.
arañazos. Percatados de la refriega y de su causa Unos aplaudieron tan rotunda negación; otros,
los empleados de la Jefatura Política, y a poco las más comedidos, se prepararon a verlas venir por­
gentes de puertas afuera, pusieron el mote de Don que la especiota se las traía. Pero el Fruto no pudo
Híbrido al que tanto abusaba del vocablo. ser más conciso: sacó su reloj de la faltriquera del
chaleco, y añadió:
- La prueba de este aserto es bien sencilla: si
-E- existe Dios, que me mate en el término de cinco
minutos.
Los cinco minutos transcurrieron y el Fruto
Cuatro nominativos de esta letra: Escalerilla,
siguió viviendo.
España, el Tío Extraño y Espolique.
- ¿Lo veis? -concluyó- ¡Dios no existe!
El postrero es una reminiscencia de cierto ser­
Y quedó tan satisfecho, como Galileo cuando
vicio de viandancia que antiguamente se prestaba
descubrió el movimiento de traslación de la tierra
en las casas grandes por mozuelos así llamados,
en derredor del sol.
cuya misión era marchar por los caminos delante
De análogo germen moral habíamos tenido,
del caballo del señor o de la hacanea en que cabal­ para solaz de cuenteros y coco de faldamentas, un
gaba su ama o dueña. sujeto al que dieron en llamar Fausto. No era el
señor Fausto Jiménez, ni el señor Fausto el de los
Perros, ya difuntos y huesipelados convecinos
- F- nuestros, sino un escribiente del abogado D.
Andrés Rega de San Juan, de nombre Cipriano,
Algo más pródiga la F, nos brinda los siguien­ sumiso, timorato, trabajador y religioso, casado
tes apodos: la Fachucha, la Farragusa, la con una dueña que materialmente lo zapateaba.
Federica, el Feo, Figura, la Folica, el Fraile No tenía más defecto que el de ser codicioso en
(molinero muy divertido que salía en los demasía, ni más aspiración que la de verse libre de
Carnavales con el higuí en una mano y una acei­ la férula de su doña Perpetua. Ésta, cuando habla­
tera en la otra, que pitaba y hacía las veces de ba de él con sus íntimas, les repetía:
trompeta, al que solía seguir un ejército de mucha­ - Vivís muy engañadas. Ese bicho es más malo
chos. sus satélites durante el Antruejo), Fragín, que hecho de encargo; y si no fuese por la serreta
Frejones y el Fruto... un fruto más podrido y que le tengo puesta dejaría tamañito al mismo
amargo que las manzanas del lago Asfaltites. Satanás.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 449

Nadie la creía, pero ella persistía en sus conyu­ Domingo Madruga, explicó en un sermón de
gales alabanzas. desagravio a Su Divina Majestad por las ofensas
Unas viruelas negras colmaron los deseos de que le habían inferido los liberales quién era aquel
viudez del amanuense, y si como este cambio de Fausto con el que se comparaba al amanuense
estado hubiese sido el eureka libertador de su Cipriano; pero desdibujándolo y falsificando su
vida de cautivo, lanzóse al mundo con vituperable personalidad tan sañudamente que en nada se
desenfreno, justificando con creces el esquema parecía a los protagonistas de las obras de
trazado por su difunta. De púdico que era se hizo Marlowe, Klinger ni Goethe, ni al meritísimo
cínico; de respetuoso se convirtió en libertino; no colaborador de Gutenberg en la invención de la
volvió a entrar en las iglesias; el juego, el vino y imprenta. Fausto, para el predicador, no fue más
las mujeres le absorbían todas las horas de la vida. que un sabio maligno, depósito nefando de peca­
Y como para ser un crapuloso de tal jaez tenía que dos y maldades, que vendió su alma al demonio a
alejarse de toda persona seria y bien nacida, se cambio de que éste le deparase toda clase de pla­
despidió del Sr. Rega y no volvió por su despacho. ceres mundanos mientras viviera.
- ¿Pero de dónde le viene a este perillán el Con esta clave no fue necesario más. La plebe,
dinero para tantos despilfarras? -se preguntaban y aun personas de más alto rango, se dio clara
los prácticos en economía doméstica, calculando a cuenta de dónde procedía la abundancia de rique­
ojo de buen cubero el diario de sus dilapidaciones zas que malinvertía Cipriano; dio por vendida su
conocidas. alma al diablo, y hasta oyó algunas noches en su
Y el chismorreo vecinal lo suponía, a veces, casa (número 16 de la calle Barrio Nuevo) ruidos
como descubridor de un tesoro; otras, patrocinado de aquelarre. Contaban las comadres del barrio,
por las sociedades secretas que entonces menude­ como si lo hubiesen visto, que de puertas adentro
aban persiguiendo fines políticos y le facilitaban no había quedado cuadro de santo ni insignia de
el caudal que él malversaba; sospechando algunos cristiano alguna, y que sólo bajo la chimenea de la
que su filiación en alguna cuadrilla de ladrones cocina (donde desde la muerte de su esposa no se
era la que le deparaba tanto numerario. había vuelto a encender fuego) había pintado un
Estos probables orígenes de su fortuna no satis­ diablo, deforme mamarracho con cuernos y bar­
facían, sin embargo, la pública curiosidad, pero bas de macho cabrío, enorme boca de caído belfo
dieron motivo para que don Juan García Carrasco y dientes de caimán, nariz de choto, ojos revento­
exclamase en cierta tertulia, al oír contar las lin­ nes y siniestra mirada, manos que terminaban en
dezas del ex-pendolista; garras de ave de rapiña y empuñaban un tridente
- ¡Pues vamos a tener en él un segundo Fausto! hecho ascuas; sus extremidades inferiores eran
Fausto... Fausto... El apelativo encontró eco, patas ganchudas que remataban en pezuñas; cubrí­
pero ¿quién era Fausto? Nadie se atrevió a pedir an su cuerpo velloso dos enormes alas de murcié­
antecedentes de él al futuro conde de Santa Olalla lago y, bajo ellas, le arrastraba un largo rabo de
por no confesar su ignorancia supina, pues en perro. El mismo modelo con que se pintaba al Rey
aquella época la sociedad en general se quemaba de las Tinieblas en tiempos de Lutero. El único
poco las pestañas, no espaciando su espíritu por ser viviente que le acompañaba en su morada, que
los ámbitos deleitosos de las literaturas extranje­ pudiéramos llamar de Mefistófeles, era un gato
ras, y apenas si llegaban a Cáceres, como ecos negro que al mediodía se subía a un trípode colo­
perdidos, los aplausos que el mundo tributaba a cado delante del fogón y de la pintura diablesca, y
Goethe. Mas todos, altos y bajos, llamaron desde mientras el pendolista pronunciaba ciertas pala­
aquel día Fausto al despreocupado escribiente, bras cabalísticas a modo de conjuro, se le dilata­
cuyas aventuras eran la comidilla del vecindario. ban al minino las orejas en forma de cornamenta
Como el ansia popular crecía, un fraile domini­ y se le transformaba el hocico con parecido huma­
co de gran autoridad en nuestra villa, el padre fray no. Entonces, entre el amo y el felino se entablaba
450 PUBLIO HURTADO

una plática más o menos larga, dando aquél a éste pintor aragonés, sino una “Goya" de baja estofa),
cuenta de lo que deseaba, y le pedía consejo de lo varios Gorditos y Gorditas, un Gorigori (que Dios
que debía hacer para conseguirlo. El morrongo, haga no nos musiqueen con él hasta pasados
con ronco y sigiloso maullido, le decía lo que muchos años), un Gotera, un Grillo, un
tenía que hacer, y se daba por terminada la entre­ Guarreque. la Gurinca, dos o tres Guarrinas, un
vista; achicábanse las orejas del gato al silabeo de Güevero, un Guardivalón (que era un alguacil del
otra mágica oración, recobraba el hocico alterado Ayuntamiento, tan cachazudo y pesado que para
su aspecto gatuno... y hasta el día siguiente. mover una pierna tenía que pedirle permiso a la
¿Qué había de cierto en esto? La más mínima otra, y al que adjudicaron tal mote por virtud de la
parte; tal vez nada. Pero la especie corría, agran­ creencia, muy generalizada, de que el cuerpo de
dándose al pasar de boca en boca, y los transeún­ Guardias Valonas, formado por Felipe V con sol­
tes daban un pequeño rodeo para no pasar por la dados belgas reclutados en el territorio compren­
puerta de la casa maldita. dido entre el Escalda y el Lys, que eran de toda su
A los ocho años de juergas y cuchipandas, el confianza y estaban dedicados a la guarda del Rey,
ex-pendolista, consumido por los vicios, entregó se llevaban una vida tan regalona e inerte que con­
su alma al diablo durante una noche hórrida de cluían por hacerse unos poltrones inservibles para
tormenta en que algunos supersticiosos noveleros todo ejercicio militar y, por ende, para todo lo que
creyeron haber oído en la casa gritos ahogados y requiriese actividad), varios Gurrios y Gurrias,
faena de lucha, mientras otros afirmaron que, al casi todos de muy hermosos ojos y ellas mujeres
amanecer, habían visto salir por la chimenea como de muy buen ver; Gurripato y Gulliver (Laureano
un balón negro de grandes proporciones envuelto Iglesias), que era un sujeto chiquitín que fue
en un nimbo de humo que al elevarse fue toman­ ayuda de cámara de D. Antonio Hurtado.
do la forma de un gato. Sin duda su demoníaco - ¿Pero Gulliver era un pigmeo?
consejero, que en virtud del pacto supuesto se lle­ - No, ciertamente; pero como Gulliver viajó
vaba la presa... indudablemente el alma de por el famoso País de los Enanos y de ellos escri­
Cipriano, que desde esta vida pasaba a la eterna bió, el vulgo -invadiendo el campo de los tropos-
condenación sin ser siquiera compadecido por las llamólo Gulliver, un hombre minúsculo como lo
muchas Margaritas que había pisoteado en los eran los habitantes de Liliput.
fangosos senderos de su existencia de viudo. Fue una metonimia un poco arbitraria, ¡pero
El asunto no tiene nada de original; es el cuen­ vaya usted a poner puertas al campo!
to de siempre, que salvando siglos y fronteras se
reproduce de vez en cuando, adaptado a las creen­
cias y costumbres de cada país. - H-

Uno solo: el Hombre de Goma.


-G- ¿Fue maniquí de algún gabinete de ortopedia?
¿Fue titiritero y su asombrosa elasticidad le con­
Además del tío Galapero, contamos con la quistó el apodo?
Garrota, varias Gatas y Gatos, más o menos feli­ No lo sé, porque no le conocí.
nos, fuera de aquel procedente de Madrid -¡de
Madrid tenía que ser, siendo gato!-, varias Gagas
y Gagos, una Galapa, un Galavís, un Galiporro, -I-J-
un Gacho, un Caliche, una Garruda, un Gerigota,
un Garduño, unos Gavilanes, un Gijón, unas Conseguimos un Injerto, que no sé si mejoró la
Gilas, un Gilito, una Gobernicha, la Goya (no la especie. Y a más de él fueron y son nuestros con­
bella cupletista ni ninguna creación del célebre vecinos Jamones (apodo suculento que nos
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX

recuerda los hermosos colgajos de la tienda de la último salió. Llegó, pues, la ocasión apetecida,
señá Belén), Jañejañe, Jaramago, Jarana, la exenta de peligros. ¡Qué fortuna se le ofrecía!
Jirula, el Jondito, la Jopea, Jormigo, la Joropa, Coronas, potencias, veneras, rosarios, rostrillos.
Jorobeta, Juanillón, Juriaque y el Judío. cálices, patenas... todos de metales preciosos e
De los pocos motes cuyo origen conozco, este inestimable pedrería, facturas de minuciosos >rfe-
último es uno de ellos y, como rara avis, voy a bres.
referirlo. - Con todo este caudal dejaré de ser ladrón
Sabido es que la expulsión de España de los -pensaba el tal-. Me daré tono de gran señor y llo­
descendientes de Judá decretada por los Reyes verán sobre mí gracias y honores... ¡Qué vida me
Católicos fue absoluta, y para que no quedase en espera tan envidiable y regalona!
sus dominios rastro de ellos se creó el tribunal del Dieron pausadamente las doce en el reloj de la
Santo Oficio, que como enorme miriápodo tendió Universidad. Al acabar de vibrar la última campa­
e introdujo sus infinitos segmentos avizores en los nada el caco percibió el ruido de una llave al pene­
más escondidos rincones de la nación. Pero no fue trar en la llavera y, todo sobresaltado, se agazapó
tan absoluto su resultado en el orden moral, pues en un rincón tras una manga y varios estandartes,
gran número de conversos, que aparentemente defendido por las densas sombras en las que ape­
habían abjurado de la religión mosaica, arrostran­ nas hacían mella los resplandores enfermizos de
do toda clase de peligros mantenían vivo en sus una lámpara que alumbraba el centro de la iglesia.
conciencias el fuego de sus mayores y practicaban Abierta la puerta principal, vio desde su escondite
con el mayor sigilo posible la ley de Moisés. que entraban cautelosamente en el sagrado recin­
Tanto es así que yo oí a un caballero, el año 1867, to uno, dos, tres... hasta doce sujetos, a alguno de
a poco de haber llegado a Salamanca a estudiar los cuales conocía. Cerró el duodécimo la puerta,
Leyes, que en 1840 afirmaba un amigo suyo procurando acallar el chirrido de la cerradura, y
-hebreo por supuesto- que era capaz de atravesar a cuidadosos todos de no perturbar el silencio, cua­
pie toda España, desde el cabo de Finisterre a tro de ellos se dirigieron a uno de los altares late­
Cartagena y desde Cádiz a Irún, haciendo siempre rales y, cargando con una efigie de talla que en él
noche en casa de un correligionario. había que representaba a Jesús atado a la colum­
En la ciudad salmantina había bastantes a prin­ na, obra del imaginero José Salvador Carmona y
cipios del siglo XIX, pertenecientes a todas las una de las de mayor mérito artístico de
clases sociales, los cuales tenían su organización Salamanca, conocida como “el Santísimo Cristo
particular para la celebración de sus ritos, lo que de la Flagelación” (llevada a la Clerecía cuando
da verosimilitud a la historia que voy a referir, desapareció la iglesia de San Isidoro), la bajaron
corroborada por referencias respetables y docu­ de él y la pusieron sobre el pavimento, en la mitad
mentos de manifiesta autenticidad. de la nave. Otro de los recién llegados sacó de
Un año de los precedentes a la Guerra de la debajo de la capa un haz de pencas de cuero que
Independencia había en la ciudad del Tormes un distribuyó entre sus cofrades y, colocándose todos
ladrón, crema de los de su ralea, tan desaprensivo en torno de la imagen, giraron en derredor de ella,
y audaz que proyectó hacerse rico a costa de las descargando sobre sus desnudas espaldas sendos
alhajas de los santos, y enfiló sus dañados propó­ correazos, como debieron hacer los verdaderos
sitos contra los de la iglesia de San Isidoro, exis­ jerosimilitanos con el Divino Galileo en los días
tente entonces cerca de la Universidad, entre las de su Pasión.
calles de Libreros y de la Estafeta. El tomador de lo ajeno, a pesar de su aviesa
Con tal fin. un viernes de la Cuaresma, después condición, sintióse poseído de un terror pánico
de rezado el Rosario se quedó escondido en el ante tan inconcebible escena. Los pelos se le
templo, del que desertaron los devotos y a cuya pusieron de punta, le castañetearon los dientes y
puerta echó la llave el sacristán después de que el tembló como un azogado. Al cabo de un cuarto de
452 PUBLIO HURTADO

hora, los modernos judíos cesaron en su irracional de acuerdo con aquél dispuso lo necesario para
y sacrilego vapuleo; los congregados restituyeron echar el guante a los desalmados.
al Señor a su altar; recabó las disciplinas el que las Escondidos en la iglesia con los esbirros nece­
había repartido, y los malhadados corifeos desa­ sarios, procurando llevar la operación con el
parecieron mudos y sigilosos, como sombras mayor secreto, transcurrieron la primera y la
infernales, del profundo templo. El caco quedó segunda noche sin novedad; y ya desconfiaban los
inmóvil, extático, alelado, perturbado de pavor, perseguidores de la veracidad de la relación, cuyo
sin ánimo ni resolución para moverse y decidirse autor había sido asilado en la cárcel provisional­
a obrar. Se ausentó de su espíritu atemorizado la mente. Mas como el peligro aguza el ingenio, ocu-
idea del robo ante la magnitud del pecado de que rriósele al preso -y así se lo mandó decir al cura-
había sido testigo, y confiando embarulladamente que como el sacrilegio se cometió en viernes, tal
en que su tentativa de robo le sería perdonada en vez pudiera cazarse a los malvados en la noche del
gracia a una delación a que lo impulsaba su con­ viernes venidero. No pareció desacertada la indi­
ciencia embotada por completo, decidióse al fin a cación al cura ni al corregidor, los que, como últi­
denunciar al párroco lo que ocurría. ma intentona, dispusiéronlo todo para la noche
En cuanto el sacristán abrió por la mañana la apuntada, en la que no falló el golpe. Los impíos
iglesia, la abandonó el ladrón sin que aquél le disciplinantes acudieron a la iglesia; la ceremonia
viese y se dirigió a casa del cura, que lo recibió tan inicua se repitió; y presentándose de improviso la
de mañana en vista de la insistencia del visitante autoridad a los delincuentes fueron presos y con­
para hablar con él. Contóle con todos sus detalles ducidos a la cárcel, después de haber extendido
cuanto había presenciado, sin omitir la mala idea acta de lo ocurrido un escribano, siendo entrega­
que a él lo había llevado a la casa de Dios, que dos los reos al Santo Oficio.
había empezado a llevar a cabo, por lo que le pidió Terminado el proceso, se puso en una tabla que
de rodillas perdón con acento sincero y suplican­ se colocó en la puerta de la iglesia, como era pre­
te; cuya extraordinaria relación escandalizó de tal ceptivo, una relación de los nombres de los proce­
manera al sacerdote que éste, cortado el aliento sados, el delito por ellos cometido y las penas que
por la emoción, tartamudeante y perdido comple­ se les habían impuesto. Y aquel padrón de igno­
tamente el tino, ya se levantaba del sillón, ya vol­ minia lo vio y leyó la persona que me dio estos
vía a sentarse en él, ya daba unos pasos, ya enjui­ antecedentes.
ciaba deficientemente y a medias palabras sobre el Varias veces trataron las familias de los conde­
caso, unas veces rechazando la versión del denun­ nados de ver si podían conseguir que desaparecie­
ciante como inverosímil, otras como admitiendo ra tan ominoso baldón, pero baldíamente, hasta
la posibilidad de su realidad. que vino el Gobierno liberal de 1820-23, en que
Por fin, como para tomar alguna prueba de tan repitieron la gestión; y como entre los interesados
vituperable acontecimiento, se puso la capa, caló­ había alguno de campanillas, el cartel desapare­
se el sombrero de teja, y dijo al delator, que aún ció. A uno de los condenados, que era zapatero, le
permanecía de rodillas esperando el impetrado llamaron el Portero de los Judíos, porque desem­
perdón: peñaba tal cargo en la sociedad de los pecadores,
- Vamos a la iglesia. el cual tenía un sobrino de oficial en su zapatería.
En ésta, como era natural, ya se había aperci­ Mal avenido éste con el sambenito que infama­
bido de ello el sacristán, y sólo encontraron prue­ ba a toda la familia y aconsejado por los muchos
bas del delito comenzado a cometer por el denun­ estudiantes extremeños que cursaban en la famo­
ciante. Pero ¿por qué no consumó su realización? sa ciudad y se calzaban en la tienda del avergon­
Tal pregunta daba verosimilitud a la versión del zado oficial de obra prima, abandonó su patria y
caco. Y por si era o no verdad, cura y acompañan­ vino a instalarse en Cáceres, donde le favorecie­
te fueron a dar parte del suceso al corregidor, que ron sus antiguos conocidos. Bienquisto en esta
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 453

localidad, vivió y ejerció su oficio en ella durante La segunda persona de la anécdota se llamaba
algunos años, pero el malhadado apodo de el Bonilla, el tío Bonilla, que era como las gentes le
Judío no dejó de martillear sus oídos con fatídica nombraban. Era un hombre ya mayor, frisante en
resonancia. la vejez, alegre, chungón y vocinglero, que reven­
día periódicos, se vestía de deshechos, llevaba
medio a rastras una capa y era el regocijo del
- L- Portal Llano con sus piropos a las mozas, sus diá­
logos con comerciantes y transeúntes y anuncios
“La de todos”, que es el modo de no ser de nin­ de su periodística mercancía. Uno de los diarios
guno: el tío Légaña, que era un revendedor de que vendía era el republicano La Justicia, editado
legumbres con ribetes de brujo secundum gen- en Madrid, a cinco céntimos de peseta el ejemplar,
tium; Lagaitijo, La Justicia se Vende, Lambique, y vociferaba con voz altisonante y campanuda:
Letrero, el Ligero, las Lilas, Liló, Lipidón, Lolos y - ¿Quién me compra La Justicial Se vende por
Lolas, Isidro Loló, Longinos, el Loro, (de los cua­ poco dinero... por muy poco... ¡Por cinco cénti­
les hay varios pues de una Lora tuvo repetidas mos se vende La Justicia!
crías), la Lucera y Lunaro. Don Juan Navarro, a quien aquel anuncio
Seguramente que a los lectores regularmente -dicho con cierto retintín- no sonó muy bien, al
ilustrados habrá salido de ojo que entre los apodos pasar junto al tío Bonilla lanzó sobre éste una
anteriormente mencionados aparezca el de La mirada tremebunda. Observáronlo algunos deso­
Justicia se Vende, porque en realidad esta frase, cupados que a las puertas de los comercios solían
subversiva a toda conciencia honrada, no es un acudir de tertulia por las mañanas y se lo advirtie­
apodo sino una piqueta contra la moral uni­ ron al ladino revendedor, quien ya se había perca­
versal, que como pseudo-apodo puede pasar y tado de ello.
aun encajar bien en este sitio. Y no fue menester más. Al día siguiente, y al
Expliquémoslo. otro, y al otro, cuando el celoso magistrado,
Dos personas dieron vida a la malsonante bajando de la calle de Alfonso XIII (Pintores) aso­
frase: un magistrado y un pordiosero. Llamábase maba al Portal Llano, camino de la Audiencia, el
aquel don Juan Navarro Torrens, modelo de ju z­ tío Bonilla, forzando su voz de chantre metropoli­
gadores por su honradez, su seriedad, su diligen­ tano, comenzaba a gritar:
cia y su saber. ¡Un birrete superiormente adminis­ - \La Justicia se vende!... y por bien poco: por
trado! Pero - ¡Cristo nos valga!- tenía un genio tan cinco céntimos. ¡Vaya una justicia barata! ¡Por
virulento, tan levantisco, tan inaguantable, que ni qué poco se da! ¡A qué tiempo hemos llegado! A
las moscas se le acercaban. menos precio no puede venderse: cinco céntimos
Y como prueba del mismo vaya esta anécdota: La Justicia... ¿Quién que la necesite no da cinco
Era yo relator de la Audiencia y nos pusimos un céntimos por La Justicial
día a hacer algunos señalamientos de vista de Don Juan salvaba el Portal lo más ligero que
varios procesos, y él, como presidente de la sec­ podía, como un toro garrocheado, porque aquel
ción, llevaba el libro en que se hacían las anota­ apedreamiento diario e intencional le ponía al
ciones según yo le iba dictando. De pronto veo borde del precipicio. Se quejó al alcalde, pero
que, con notoria furia, tira la pluma y exclaman­ éste, a quien divertían más las cuchufletas del tío
do: Bonilla que interesar pudieran los sofocones y
- ¡Ya metí la pata! -empezó a darse puñetazos rabietas del Sr. Navarro, daba a éste palabras de
en la cabeza. corrección para el insolente y azuzaba a la chita
¿Causa de esta explosión? El haber equivocado callando al revendedor de La Justicia para que
las casillas en que hacía los apuntes. ¡Ni consigo reforzase sus pregones.
mismo tenía piedad! A éste se oyó gritar un día:
454 PUBLIO HURTADO

- ¡Que matan al tío Bonilla\ ¡Favor, vecinos! su corazón y su fortuna. Pasa el tiempo y, mientras
Y cuando los dependientes del comercio de ella se va agostando, las demás flores, sus amigui-
Modamio, de la zapatería de Plaza y la farmacia tas, crecen en galanura y en viveza, y hoy una,
de Castel salieron a las puertas de sus estableci­ mañana otra, le van ganando los adoradores y
mientos respectivos, vieron al tío Bonilla recosta­ convirtiéndolos en maridos. Lila se encontró sola
do sobre una de las jambas de la hojalatería de y sin pretendientes, y sus compañeras, que la esti­
Cúquilis (que estaba donde hoy la imprenta “La maban tonta de capirote, se reían y se burlaban de
Minerva”) quejándose de un enorme bastonazo, ella, diciéndose unas a otras al pasar por delante
mientras el iracundo togado ganaba presuroso el de su puerta del brazo de sus esposos:
Portal de los Rosendos (llamaban así al último de - ¿La veis?... Nunca dejará de ser Lila. Ojo al
los de la banda norte de la Plaza Mayor por tener Cristo, que estáis en estado de merecer. Bien es
en él su comercio un don Rosendo Diez, a cuya que os ufanéis de vuestras gracias personales,
familia y dependientes les llamaban los pero no tanto que os haga perder las ocasiones...
Rosendos). que quien no corre, atrás se queda y, además, os
Por fin la autoridad tomó cartas en el asunto, llamarían lilas.
amordazó la boca escandalosa del tío Bonilla e Pero el más popular de todos los motes que
hizo que éste renunciase a la venta de La Justicia. empieza por L fue Loló, un peón de albañil aficio­
Y cuando los muchachos y mozalbetes le decían: nado a la lectura que diariamente leía La Corres­
- Tío Bonilla, la justicia se vende -él contesta­ pondencia de España y, para demostrar su supe­
ba: rioridad instructiva sobre los del gremio, iba pro­
- No hijos, no... se vendía. Ya ni se compra ni palando a grandes voces por las calles las noticias
se vende, con harto dolor de mi bolsillo. del día y barajando los sucesos de la guerra de
A pesar de lo cual, a la presencia del marrulle­ Crimea y la reconstitución del reino de Italia con
ro anciano, nunca faltaba un galopín que repitiese los nombres de Pelissier, Mac-Mahon, Garibaldi,
la pecaminosa frase de: Cavour, Menabrwa, interpolando los de Olózaga,
- Tío Bonilla: la justicia se vende. O ’Donnell y Castelar, que ya se destacaba en la
Del otro ramillete de apodos de la letra L toda­ tribuna por su arrebatadora elocuencia, con los
vía podemos elegir uno, apreciable y delicado por que adobaba una ensalada incapaz de digerirse.
su color, su perfume y hasta su ingénita simplici­ Era un verdadero tipo.
dad: es el de Lila. No sé si sus homónimos de la
sociedad cacereña tienen sus cualidades; mas,
caso afirmativo, voy a darles un consejo para que - LL-
modifiquen, si no es ley de su naturaleza, la últi­
ma de las apuntadas. En esta letra sólo comprendo a un sujeto: el
¿Habéis leído, por ventura, a Alfonso Karr? Llorón.
Así como Flammarion es el poeta de los cielos, Pero no se figuren ustedes que fue un llorón
Karr es el poeta de las flores. Este exquisito lite­ que se deshizo en lágrimas: si algunas vertió fue­
rato canta la belleza, esplendidez y atractivos de la ron de perro. Eran sus ocupaciones... ¡poca cosa!
lila, flor que celebra su fiesta anual el 21 de maquignon, como le llamaron unos gabachos cier­
marzo, primer día de la primavera, cuando la natu­ to día, y “facedor de entuertos y toda clase de
raleza despierta de su letargo invernal requebrán­ bellaquerías”, que le dijeron unos estudiantes de
dola y adulándola como su más poético emblema. la tuna muy empapados en el estilo cervantino.
Pero Lila es presumida, ampulosa y bobalicona; En tales oficios no tenía rival, ni como coime
tocada de pueril egolatría, como Narciso, no pien­ de un garito situado en la casa número 2 de las
sa más que en sí misma y no se preocupa mucho Piñuelas Bajas -hoy reedificada pero antes nefan­
ni poco de los numerosos amantes que le ofrecen do tugurio precedido de un desconchado portali-
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 455

lio-, donde se jugaba, se comía, se blasfemaba y, importante plaza mediterránea, llave del Estrecho,
en una atmósfera saturada de vahos de peleón y que perdimos para siempre.
regüeldos de bazofia, entre chirigotas soeces, des­ El pueblo español, justamente molesto e indig­
templados guitarreos y lúbricos zapateados, se nado por tan repetidos destrozos, cuando nombra­
limpiaba una faltriquera, se hacía un chirlo o se ba al factor o mandante de ellos no le llamaba
desfondaba a una hieródula de Adonis. Marlborough, sino que usando de la elipsis y la
Era un peine para un calvo. metátesis lo denominaba Mambrú, que significaba
hombre violento, brutal, desatentado. Y lo puso
en solfa en jácaras y coplas de ciego; los peque-
-M - ñuelos en corros y adivinanzas; y los mayores y
más chuscos en mamarrachos carnavalescos.
Esta letra ofrece más tela en que invertir la tije­ De las varias tonadillas bufas con que los niños
ra. aturdían a sus mayores en sus ratos de recreo y
Nos depara un Macandón, un Machinga, un expansión, recuerdo una que era la antítesis de la
Machuca, un Maera, una Maganta, un tío Macan realidad:
(revistero en Madrid de las funciones taurinas,
Mambrú se fue a la guerra
que vino a Cáceres empleado y tenía dos hijas
montado en una perra;
muy lindas a las que llamaron las gentes las
la perra se cayó
Macanas) que haría un papel principalísimo entre y Mambrú se reventó.
la grey agarena, un Malampo, un Malaspulgas,
unas Malenas (contracción de Magdalena, sober­ No; los reventados fuimos nosotros.
bia jenibra de mediados del pasado siglo, cuyas
***
hijas y nietas han sido generalmente tan vistosas
como su abuela), un M erlino y un Mambrú.
Unos renglones sobre este mote. Los Mañosos era el sobrenombre con que se
La ética burlona del pueblo español, que hace conocía a los hermanos Andrés y Dámaso
chistes de sus propios infortunios, fue la que Valiente, por sus acreditadas habilidades en varia­
inventó este apodo, que tuvo sombra y en pocos dos aspectos del saber popular y por su destreza
días corrió como reguero de pólvora incendiada manual en los menesteres de la vida cotidiana,
por todos los ámbitos del reino. resultando unas personas muy estimadas por sus
¡Mambrú!... ¿Y quién era Mambrú? ¿Qué sig­ amistades por la ayuda de todo tipo que les pro­
nificaba este nombre? porcionaban.
En la historia de Inglaterra encontramos, ¿Aparecía en las alturas celestes una estrella
durante el reinado de Ana, hija de Jacobo II, un con rabo? Pues los Mañosos explicarían su apari­
general y político de altos vuelos que fue el que ción y sus designios... ¿Padecía un vecino dolores
por mucho tiempo gobernó el Reino Unido, con de barriga o romadizo?... Los Mañosos aconseja­
gloria y provecho para éste. Dicho hombre de rían lo que habían de tomar para curarlo. ¿Se rom­
estado era sir John Churchill, primer duque de pía un mueble, una máquina, un cacharro de cual­
Marlborough (1650-1722). quier clase y materia?... Pues a los Mañosos con
Él, como general en jefe de los ejércitos inglés ellos, que los dejarían como nuevos.
y holandés, fue el que despojó a España del terri­ Eran como una Providencia para sus conoci­
torio de Güeldres, en Holanda; y bajo su gobierno dos.
las armadas británicas impidiéronnos el tráfico Siga el desfile.
marítimo en América; causáronnos grandes daños El Majito, Mantecas, la Maricundina. ¡a
en las costas de La Coruña, Vigo, Cádiz y Málaga, Manta, Marcha el Burro, la Maringa, Marinto,
terminando su obra con la conquista de Gibraltar, Marre, Mariquita ¡Olé, Matachín-chín-chín
456 PUBLIO HURTADO

Matagatos (que si, según cuentan, tienen siete Bruto once veces, y eran pocas si se tenían en
vidas ya tiene el hombre tarea), Melilla, cuenta sus procederes.
Melindres, Melajano, Mellén, Mercurio, Llamábase el tal Antolín Mejoyo, y era tan
Merienda, Merino, la Meona, Mingacho, la cerrado de sesera que hablaba con sus bestias (era
Menocha, Milán (un apodo puesto, indudable­ aguador) y las reprendía o alababa según se porta­
mente, por una persona culta, pues el pueblo bajo, ban en el oficio.
factor de casi todos estos nombres, ignora quién Tenía un mulo bastante vigoroso, y si se resis­
fuese el atleta Milón de Crotona y, para que signi­ tía a los tirones del ronzal decíale el amo:
ficase algo para el rudimentario caletre, cambió la - ¿No quieres sopeall... Pos yo te haré querer,
I por una E y resultó Melón), Mimoso, Minuto, que a bruto ya sabes que no me ganas.
Miseria y Miracielos (un Herschel capitidiminui- Y abrazándose al animal empezaba a luchar
do que todavía no ha descubierto, ni descubrirá, con él hasta que daba con el mulo en tierra.
ningún Urano), el Mocino, los Mocorocos (nece­ - ¿No te lo decía?... Ni a ti, ni a toa una recua
sitados de un pañuelo no de cuatro sino de cinco os tengo mieo.
puntas), el Mogón, Monago, Montaburra, Moño
de Gasa, Moriche, la Morriona, las Morenas, la
Morochoco, Morros, Mosca, Mosquito, el Mocito - P-
del Barrio, los Muchachos, la Muñeca, Muñeiro,
Muralla y Musia. Acuden a mi memoria el Padre de los Pobres...
¡Canastos! Llamar así a quien los hacía es el
colmo de la ironía: tengamos aquí al caritativo
-N- Juan de Robles; la Pajára, el Pajarero, Pajares, el
Pájaro, Pajuela, Palenqui, Palomo, Pancortado,
En esta letra pocos: el tío Ñeca (que era un Panpringao, Pañales, Paquete, la Parpaya, la
Sancho Panza hasta en la figura, cuya boca pare­ Pandorga, Pasteles, la Patata, Patilla, Pedrito el
cía una espita de refranes), el Necio, el Neguino, del Agua, el Pelao, la Pelica, la Pelicana,
el Nene (ya multiplicados), Niche, Niebana, el Peolobo, las Peregilas, la Perla (una cupletista
Niño, el Niño sin Malicia y el Niño del Millón. que anduvo por esos mundos haciendo valer sus
Gran partido casamentero este último sujeto gracias y su arte), Peloche, la Pelotina, el Peloto,
(Juanito Palomar y Barona) por suponérsele haber la Pelúa (que fueron dos, macho y hembra. Ya
heredado un millón de reales. ninguno tiene pelo; requiescant in pace), la
Tal cantidad, poseída por contados mortales a Pelleca, Peneque, el Penoso, Perchena, la
mediados del pasado siglo, colocaba al favorecido Perijuncia, Periquene y las Periquitinas.
en una situación piramidal. ¡O témpora! Estas dos, hembras de no mal ver -aunque una
¿Hoy?... El que tiene un millón de reales es un tapaba con un rizo el hueco de un ojo que le había
pelele. Para blasonar de tener un módico capital es vaciado un “volador”, que era como a principios
preciso contar con un millón de pesetas. del pasado siglo se llamaba a los cohetes-, traba­
¡Tal está la vida! jadoras e industriosas como las que más, fueron
en un principio panaderas y a la vez tenían casa de
huéspedes. Luego pusieron una tiendecilla en la
- O - casa número 21 del Portal Llano, y aquí de sus
mañas.
El Obispo, Oliveto, Ojitos, Ojosgarza, Once Tenía la puerta que daba acceso a la vivienda
Arrobas (tal cual, pero al cristiano que cogiese una gatera, como la mayoría de las del pueblo, y
debajo lo reventaba), Orejones, Osuna y Once lo mismo por Los Portales que por las demás
Brutos. calles de la villa andaban sueltas las gallinas, tan
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 457

a su albedrío como los demás animales domésti­ Pitillo, el Pito, el Pitillero, Pitaña, Pitines.
cos. ¿Y qué se les ocurre a las Periquitinas para Pitorro, el Planchao, Polea y Poleo, Peloqué.
regalarse con aves de corral sin que les costasen Pollera, Pollos y Pollas, Pospós, Potaje, Potoco,
un cuarto?... Pues colocar a honesta distancia de Primavera, Provincial, el Tío del Pum, Mariquita
la gatera, de modo que los transeúntes no la vieran la Pulga (díptero con faldas, muy alegrita y salta-
pero sí las gallinas vagamundas, una ceranda llena rina), la Pué, Pulidoro, la Puntilla (cuya parente­
de trigo. Al verla, las plumíferas entraban por la la me es desconocida, pero que no debe de tener
gatera a picotear el grano, pero la que por su des­ nada que ver con el santón de ídem) y Purperio
dicha entraba no volvía a salir. Asada o en pepito­ (por Puerperio).
ria servía de pasto a las ladinas panaderas y sus Retrocedamos un siglo y ainda mais.
huéspedes. En 29 de octubre de 1813 doña Juana de Tovar
De otro ardid se valían para variar el menú gra­ y Ovando, vizcondesa de la Torre de Albarragena.
tuitamente: llegaba a su casa un revendedor de dio a luz un niño y, como era natural, sus amista­
conejos, peladillas o corderos ya matados, y les des mandaban recado diariamente a casa de la par­
ofrecía la mercancía. turienta para saber como seguían ésta y el nene.
- Tráigalos usted, que los vea mi hermana -le Tenía el vizconde un ayuda de cámara llamado
decía la que estaba en la tienda-. ¿Y a cómo cada Alonso Escallón, sujeto completamente ignorante
uno? pero con ínfulas de marisabidillo, al que enco­
El revendedor, sin sospechar la trastada, le mendó la recepción de dichos recados y su con­
entregaba tres o cuatro piezas para que la herma­ testación. Alonso había oído casualmente al médi­
na las viese y eligiese, diciéndole el precio. Subía co Sr. Cansado hablar con el vizconde del proce­
la recadera de los bichos, les sacaban los menudos so regresivo de la enferma, y pescó con fruición la
y, volviendo a bajar la portadora, decía al estafado palabra “puerperio”, que el convirtió en “purpe­
vendedor que no le daba por uno de los ejempla­ rio” por no haber oído bien.
res más que tanto (la cuarta parte de su valor) para ¿Qué sería aquello? ¿Algún órgano femenino?
que no se lo aceptase. El traficante se iba con sus ¿Alguna enfermedad? ¿El niño recién nacido,
piezas, interiormente mermadas, y ellas cenaban acaso?... Y se decidió por este último significado.
gratis. Así que cuando llegaba un recadero preguntando
Hasta que un día uno de los burlados, apercibi­ por el estado de la señora, contestaba con énfasis:
do del engaño, volvió furioso a la tienda y le dio - El “purperio” muy hermoso; la madre sin
fuego al mostrador. Se armó un alboroto mayús­ novedad.
culo y los que acudieron a apagar el incendio se Llegó el desatino a oídos del vizconde y pre­
enteraron de la causa. guntó a Escallón qué era lo que entendía por “pur­
Desde aquel día ya nadie se fio de las perio”.
Periquitinas. - Señor... yo... “purperio” ¿no es el niño?
- Tú si que estás buen “purperio” -le dijo su
** amo.
Y Purperio se le quedó.
Adelante con los faroles.
El Pernales (mote imponente), Pelusco, el
Peinado, Perrunilla, Perro gordo, Perrogrande, - Q-
Pescón, Pesebre, la Peseta Falsa, Petenera,
Pelota, Pichi, Pichurri, Pijita, la Pila y el Pilo, El Quequé, Queteno, Quebrantahuesos, Quico.
Pilato (uno de los apodos más repulsivos de la Quiebravicos (¡vaya un entretenimiento!), Quilín.
cristiandad), Pimiento, el Pincelero, Piná, Quitapellejos, las Quinceñas, las Quirolas.
Pintado, Petóla, Pintica, Pintura, Piropiro, Quitahumos, las Quiñiflas y Quasimodo (el más
458 PUBLIO HURTADO

deforme amador pintado por Víctor Hugo en su - Si -


famosa novela “Nuestra Señora de París”, osten­
tado en nuestra ciudad por un pobre diablo que no La letra de las curvas, y como la curva -según
difería gran cosa del enamorado de Esmeralda). los inteligentes- es la línea de la gracia y la belle­
za, quitémonos el sombrero en galante rendez-
vous al llegar a ella. A su demarcación correspon­
- R- den Sabal y la Salada, un terroncito de cloruro de
sodio tocado por la gracia de Dios que quitó el
Marcha en vanguardia Ragotín, apodo que, aún sueño a más de cuatro fusiques despampanaos, ya
con el pequeño cambio de letras, me recuerda los mencionada en páginas anteriores.
entretenidos y ya remotos juegos infantiles:
Y habiendo Saladas hay Salados', y tras ellos
Racotín, racotán, los Sales, una familia desgraciadísima compuesta
las campanas de San Juan; de varios hermanos tan de mala ralea que dieron
unas piden vino
lugar a que su padre (dulcero y concejal que había
y otras piden pan.
sido del Ayuntamiento) se suicidase.
El pan está en la cocina:
¿Cuántos “déos” tienes encima? Siguen los Sampelos, Sartenilla, el Señor de
los Maravedises, las del Seis, Segurón, Siete Ojos
Ramajo, las Ramitas, Rapañique, Ranicha, (¿todos con niña?), los Sisos, Solera, Sonajero, el
Rebusca, Recolguín, Regatera, Regaña,
más cumplido galán matutino que pasea la Plaza
Relámpago, Rejecho, Remellá, el tío Ron y el Rico
cacereña (¿a que no hay una muchacha a quien no
Nuevo.
Hace años este último apodo -muy codiciado y haya brindado una flor o un requiebro?), el Sopa
significativo- era poco común y se aplicaba a uno (buena comida para encías rasas), Sopitas (que
o dos mortales favoritos del dios Pluto; pero desde fueron siempre el desayuno de la gente pobre, que
la Gran Guerra iniciada en 1914, se cuentan por hoy, con pujos de señorío, han sustituido por el
docenas. café), la Sustino, el Sordo Casares y el Sordito
En Cáceres, como en todas partes, los ricos (que tratado por la electricidad hasta puede llegar
nuevos han surgido en un abrir y cerrar de ojos de a radioescucha).
todas las clases sociales, especialmente de la mer­
cantil donde se ha metido el brazo hasta el codo.
Mientras, los antiguos señores, especialmente los - T-
de la clase media, han quedado atrás como capiti-
diminuidos, teniendo que apartarse en las vías Taburi, Taburón, Tarata, la tía Tambora,
públicas para que no los salpiquen y atropellen los Tamborino, la señá Tanga, la Taponera, Tarama,
automóviles del tendero, del choricero, del moli­ el Timbre Móvil, Tirabeque, Tirilé, Tirilla,
nero o del alarife, que pasan como Febo en su
Tiritones, las Tomatas, Tormenta, el Torrero, el
carroza escupiendo por el colmillo y alardeando
Tostao, Trampalo, el Tranquilo, Triguito y el
de superhombres. Quien dijo que la sociedad era
Trípili.
un columpio ¡qué bien la conocía!
Rin-Rin (el mote más displicente para los oídos Nada que dé campo a la pluma.
de una señorita neurótica), el sastre Risitas, el Riti,
el Rojo, Ropa-Ancha y Rosa Rubia del Trompón...
una hembra, afrenta de su sexo por lo fea, lo -V-
asquerosa, lo pingajosa y lo grotesco de un baile,
mejor dicho, brincos, que ofrecía a las gentes para Valaquia, Veneno, Violeta, Viruta y Veintiún
pedir limosna, mientras se aporreaba a puñetazos Dedos (que era un escribano llamado don Alfonso
la barriga. Martín González, y si los de la clase con veinte
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 459

manejaban la pluma a las mil maravillas ¿quién se Mas como por ellos se conoce a las personas que
las apostaba a don Alfonso con veintiuno?) los llevan y éstas por ellos responden, hay que
mencionarlos.
De nombres y apellidos proceden los de
-Z - Moruno, los Cirilos, las Foras, las Pulquerías, los
Melitones, los Vitali, los Salas, los Rosendos, las
Zampapanes, Zaragata, Zarrampla, Zocato, Galeanas, y las Roldanas.
Zorrita, Zorrocloco y Zurratontainas.
Este último es mote o pseudónimo que adoptó Indicando procedencia, o sea pueblos o nacio­
en alguna ocasión don Eduardo Sánchez Garrido,
nes de donde son originarios, hemos tenido -y te­
maestro de párvulos que valía y vale tanto, por lo
nemos- varones y hembras Broceños, Valencianos,
menos, como cualquier catedrático de la
Badajoceños, Naveros, Torremochanos, Manche-
Universidad Central. Hombre ilustradísimo, de
güitos, Montanchegos, Casareños, Castillas, Cas­
desbordada imaginación y admirable en sus lucu­
braciones en prosa y verso. tellanos, Catalanes, de Melilla, de España, Portu­
gueses, Alemanes, Brasileños, Paraguayos y has­
i í * ta de Calcuta.

Y llegamos al final. Y lo propio acontece con los oficios, pues


Amén de tanto y tanto dicterio, pocos de apro­ encontramos por donde quiera Castañeros,
piada significación y muchísimos incoherentes y Buñueleras, Fosforeras, Tejedores, Pelliqueros,
desatinados, hay otros que bien pueden calificarse Tachueleros, Molineras, Cedaceros, Peluqueros
de pseudomotes, porque en realidad no lo son. et sic de coeteris.
RECUERDOS CACEREÑOS DEL SIGLO XIX 461

VIII

DIVAGACIONES FINALES

La lata ha sido mayúscula, ¿no es cierto? Pues se estaba haciendo un ajuar casamentero, que por
a pesar de ella estoy plenamente persuadido de lo completo y profundamente bordado no corres­
que hay otros tantos apodos en nuestro pueblo pondía a su clase... Enseguida, tirando siempre al
que, por no haber podido exprimir bien el limón, monte, apuntaba la insidia. Se sospechaba prime­
han quedado preteridos. ro y se aseguraba después que aquel boato no po­
De los apuntados surge una observación de día provenir del salario de la ornamentada o del
poca monta que no te habrá pasado desapercibida trabajo de su padre, sino de obsequios del señori­
y es nota psicológica, diferencial de los dos sexos: to; y la Envidia, ese genio maléfico hijo del Aver­
los motes femeninos superan en mucha cantidad a no y de la Noche, corroída sin cesar por las ser­
los masculinos. Tal disparidad se explica perfecta­ pientes que anidan en su pecho, deletreaba el mo­
mente: Io.- Por la mayor abundancia de faldas que te, batidor de la honestidad y buena fama de la
de pantalones, pues es cosa probada que la natu­ motejada, y lo repetía con intención aviesa hasta
raleza se empeña en escatimar los materiales. 2o.- ennegrecerlo.
Por la mayor viveza de carácter y prontitud ima­ Aparte, pues, de esta conclusión, ¿qué habéis
ginativa de ellas que de ellos, y 3o.- Por las más sacado en limpio de la retahila de apodos apunta­
numerosas y frecuentes reuniones de las mujeres dos?
que de los hombres en fuentes, hornos de pan Decía Alfredo de Vigny que no había encontra­
cocer, lavaderos de ropas y resolanas, lugares do todavía un hombre de quien no hubiese podido
todos muy concurridos de las hembras y a propó­ aprender cosa alguna. Y yo, parodiando al gran
sito para no dejar al prójimo hueso sano, rebauti­ escritor francés, afirmo por mi parte que no he
zándolo y confirmándolo con el más leve motivo hallado un libro, por malo que sea, que no me
y despiadada intención. haya enseñado algo. Por eso confío en que no ha
¡Y que no se pirran todas por dar un arañazo a de ser perdido del todo este trabajillo, que es como
la vecina, antes de que ésta se lo dé a ellas! un modesto bazar de disfraces carnavalescos.
Que si Fulanita estrenó el día de las Candelas Tras esas carátulas nominales, transparentes y
un refajo estampado, como no había tenido otro; explicadas en un principio pero petrificadas e
que Menganita había lucido en las corridas de to­ impenetrables al correr de los años, ¡cuántas cosas
ros una gargantilla de oro afiligranada o unos cha­ se ocultarán! ¡Cuántas lágrimas se habrán evapo­
pines de cordobán acharolados; que Perencejilla rado al sonrojo caldeado de las mejillas! ¡Cuántos
462 PUBLIO HURTADO

sollozos se habrán ahogado para que las gentes no trencen la danza tentadora los breves pies de las
sospecharan que tras el chocarrero disfraz anidaba bacantes; incite el cuerno de Diana a la inquieta
un alma dolorida! Unas pesan sobre las familias jauría, pronta a otear la abrupta sierra; dispóngase
como losas de plomo, otras marcan en sus frentes para el regreso la opípara comida en vajillas de
estigmas de oprobio. Las hay -¡pocas!- que enal­ Sévres y en cráteras bohemias el falerno generoso
tecen y dignifican, mientras la fuerza de ellas, y el chispeante champagne que nos hagan caer,
combinando sin ton ni son las letras que ya nada desequilibrados, sobre los muelles triclinios festo­
significan - caso de que antaño explicaran el por neados de adormideras que convidan al descan­
qué del mote-, ni apenan ni regocijan. so...
Pero ¿qué es esto? ¿Volvemos a las jerem ia­ ¡Eso es gozar! ¡Ésa es la vida!... Y si algún
das? Heráclito persiste en plañir las miserias humanas
No, no: el sol refulge en las alturas; las aves tri­ ¡al Báratro con él!, no nos vaya a perturbar la
nan en la enramada; canturrea en su lecho de gui­ digestión. ¡Vayan noramala la timidez y la serie­
jas el arroyuelo; zumba la colmena humana; todo dad y viva el espejismo de la dicha!
es algazara y alegría... ¿Por qué hemos de entris­ Ya nos lo dijo, en verso, Calderón:
tecernos sin motivo? Riámonos de nosotros mis­
En el teatro del mundo
mos, polichinelas de la Creación. Agítense los sis-
todos son representantes.
tros, repiquen los chinescos, sacuda Pierrot su
fimbria de cascabeles. A su compás asimétrico ¡Ay! Pero la función terminará; caerá el telón...
trisque sobre el tapete verde la voluble Fortuna, ¡y desgraciado del que no se haya preparado para
repartiendo a tontas y a locas favores y reveses; la última y definitiva jornada!

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