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Enriquez, Eugene. (2002) La institución y las organizaciones en la educación y la formación.

Facultad de Filosofía y Letras-UBA. Ediciones Novedades Educativas. Formación de Formadores.


Serie Los documentos. 12

Parte II. La institución y las organizaciones. 1

Cuatro notas para definir las instituciones

Ayer definimos el problema del nacimiento de las instituciones y también varios


mecanismos esenciales para el funcionamiento de la institución, pero en definitiva no definí lo que
era una institución. Voy a tratar hoy de aclarar lo que la institución es y, paralelamente, de
distinguirla de las organizaciones de producción así como también de las organizaciones e
instituciones voluntarias. Después voy a tratar de demostrar que sigue habiendo, a pesar de esta
distinción tan estricta, relación entre estos tres conjuntos de los que hablé el otro día. Esto nos va
a permitir, en una segunda etapa, analizar mejor los problemas organizacionales.

Podemos a partir de un primer punto que en sí constituye una definición simple de las
instituciones: la institución es lo que da el comienzo, lo que establece y lo que forma.

En la definición formal de la institución ya se encuentra planteado el problema del origen y


de la génesis. El problema de la permanencia, la duración de la institución, se denota a través de la
expresión “lo que establece”. Al mismo tiempo, la definición hace lugar al problema de la
formación, es decir, de la socialización de lo individuos que viven en el seno de la institución.

Se puede agregar algo más a esta definición. Toda institución tiene como objetivo influir
sobre la regulación global de la sociedad, hacer durar esta regulación y asegurar su transmisión.
Por eso podemos decir que el saber popular que dice “la familia y la escuela son instituciones”
está en lo cierto. Si tomo como ejemplo la familia, observo que aun cuando las formas familiares
evolucionan en modo muy marcado, esto no quiere decir que la familia no siga siendo una marca
de la civilización occidental. La ruptura de esa idea de familia tiene repercusiones no sólo dentro
del marco familiar sino en el conjunto de la sociedad. Por ejemplo, el que los padres ya no sepan
muy bien cómo educar a sus hijos no sólo tiene una influencia en el núcleo familiar sino además en
la manera en que estos niños van a comportarse después en la sociedad.

Dicho en otros términos, se puede decir que hay institución cuando tenemos grupos que
tienen leyes de funcionamiento, sistema de reglas, modos de transmisión y cierta influencia sobre
el funcionamiento de una sociedad. Desde este punto de vista también podemos decir que el
ejército es una institución y que el Estado puede ser considerado como la institución de las
instituciones. Lo fundamental es entender que si pensamos en una institución estamos tocando el
funcionamiento social en general. Esto me lleva a considerar más detalladamente algunas
características.

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El texto de este capítulo corresponde a la desgrabación del seminario de Doctorado dictado por el Dr.
Enriquez, en la facultada de Filosofía y letras de la UBA, en el año 2000

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Diría que las instituciones se fundan, se basan sobre un saber, un sistema de valores y de
acciones que tienen fuerza de ley y que, por lo menos en un primer momento, se presentan como
verdaderas. La cohesión de una institución está dada por un saber teorizado y teóricamente
indiscutible, por ejemplo, el pensamiento teológico en la iglesia, la doctrina de la iglesia. O por
ejemplo, para los chicos, las materias que se enseñan en la escuela. Cuando se crece, las materias
son discutibles, pero cuando los chicos están en la escuela es les dice: esa es la verdad, no otra
cosa. Esto nos conduce a plantear el problema siguiente: en la medida en que estas nociones
fundamentales de la institución se plantean como indiscutibles, si uno empieza a interrogarse
sobre el valor de la institución no se cuestiona sólo el valor de la institución sino la institución en
su propio funcionamiento. Cuando un católico empieza a preguntarse si los dogmas son
verdaderos o falsos, su facultad de creer en esta institución –la Iglesia- queda cuestionada y esto
lo lleva a preguntarse si esta institución en definitiva es tan válida como parece.

Un segundo punto fundamental que deriva del primero. Este saber que tiene fuerza de ley
tiene que ser internalizado en comportamientos concretos, es decir, no debe ser simplemente un
modo de instaurar las cosas sino que debe penetrar en lo más profundo de nuestro ser. Dicho de
otro modo, la obediencia no debe provenir de una exigencia, de una presión externa sino que, por
el contrario, debe derivar de la interiorización de un ideal. Si soy un verdadero creyente de la
religión x no se debe a que haya presiones externas, como en el tiempo de la Inquisición, sino que
se debe a que me identifico con los valores de esta religión. Quiero decir que en toda institución
hay en cierto modo un tipo de relación de sumisión pero que es, al mismo tiempo, una sumisión
activa. Diría que es una sumisión que se hace a veces con cierto entusiasmo. Se ve claramente que
cuando lo valores ya no son internalizados o cuando empiezan a ser cuestionados, la institución
empieza a quebrarse.

Un tercer punto que me parece fundamental es que todas las instituciones giran en torno
a una persona que ocupa un lugar central y toda institución plantea entonces el problema de la
paternidad, en términos de la idea de dios, del padre de familia, del jefe de la nación o del jefe
guerrero, etcétera. Las instituciones siempre plantean el problema de la paternidad y de la
filiación y diría que no puede ser de otra manera ya que lo que da origen a todo –retomando las
palabras bíblicas- es el verbo creador. Hago algo y digo que voy a hacerlo. El ejemplo que di ayer
de la declaración de De Gaulle cuando dijo: “sigo y seguiré en la guerra, únanse a mí”, plantea
oficialmente que algo nuevo va a crearse. Si miráramos atentamente, en todas las instituciones
hay textos fundamentales. Tenemos los Diez Mandamientos, los Evangelios, el discurso de
Napoleón o Mi lucha de Hitler. Pido disculpas por la mezcla.

Una institución existe también por la posibilidad de consultar textos y preceptos y ahí
vemos la conexión entre paternidad y saber. El padre es el que detenta el saber y profiere este
saber y los hijos son aquellos que se identifican con el padre, que lo toman como un ideal, que se
fusionan con él para justamente llegar a estar un día en el lugar del padre o, si no lo alcanzan a
ocupar, para ser dignos por lo menos de ser hijos de tal padre. Es innegable que a cualquier
creyente católico le gustaría estar en el lugar de Cristo pero tiene que tratar, en la vida cotidiana,
de ser signo de la palabra de Cristo.

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Ayer vimos la relación de las sociedades primitivas con el tótem fundador. Dado que el
tótem es en sí mismo el padre idealizado luego de haber sido asesinado, es el que da la legitimidad
al conjunto de acciones de la tribu. Esto plantea efectivamente un problema interesante, es decir:
¿Hay instituciones que puedan crearse de manera colectiva?, ¿Puede haber un grupo paterno o
hay que tener siempre una figura central que encarne de algún modo el conjunto de necesidades
de la colectividad? Diría que éste es un problema esencial en nuestras sociedades: ¿Es posible
crear instituciones que no sean jerárquicas? Vamos a tratar de ir analizando. Es un problema
naturalmente difícil.

En cuarto lugar: A partir del momento en que las instituciones existen, apuntan a
establecerse, a mantenerse y tienen entonces tendencia a reproducirse. Efectivamente, los padres
tratan de que sus hijos sean a su imagen y semejanza, los docentes tratan de hacer buenos
alumnos según su concepción; por supuesto, se sabe que no será una reproducción idéntica, en
cada generación aparecen nuevas cosas, pero las instituciones más sólidas y rígidas tienden a que
la reproducción sea lo más fiel posible.

Observemos por ejemplo a los fundamentalistas musulmanes que tratan de volver a la


lectura detallada y precisa del Corán. En la Iglesia Católica, en cambio, la posibilidad y existencia de
concilios permite que el dogma evolucione. Durante mucho tiempo no hubo casi evolución en la
Iglesia Católica, la adaptación a los cambios del mundo se produce a través de los concilios y de las
encíclicas. Aun cuando uno piense que la adaptación podría ser mayor, es necesario advertir una
de las razones de peso por las cuales las organizaciones tratan de reproducirse: cuando
evolucionan mucho, se adaptan mucho, su dogma despierta menos adhesión, corren el riesgo de
perder muchos fieles.

Vuelvo a tomar el ejemplo de la Iglesia Católica. Cuando el Papa Juan XXIII intentó hacer
una actualización tratando de democratizar la Iglesia, dándole mucho más poder a las distintas
asambleas –conozco el problema de cerca porque colaboré- la conclusión fue que cada vez había
menos personas que querían ser curas, cada vez había más curas que dejaron los hábitos y se
hicieron psicoanalistas o psicosociólogos (risas). Voy a hacer un paréntesis.

El grupo de intervención psicológica que fundé con varios ex sacerdotes, entre otros
problemas fue denunciado por los integristas católicos por el peligro de disolver a la Iglesia. No
queríamos ni disolverla ni reafirmarla, la mayoría de nosotros éramos o no creyentes o marxistas,
pero sí estábamos de acuerdo en que había que hacer evolucionar una institución que era antigua
y ortodoxa. Pero es cierto que cuando una institución se flexibiliza hay más controversias, más
discusiones y entonces la fe es menos rígida y tiene menos peso. Hay menor obediencia.

Para terminar con este ejemplo. No por nada el Papa actual, que como cualquier
sacerdote polaco tenía una visión muy estricta de las cosas, retomó las riendas y desaceleró el
proceso de apertura de la Iglesia aun cuando tiene concepciones sociales relativamente
progresistas. A partir de ahí, por lo menos en los países europeos, hubo un renacimiento de la fe
católica.

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Me extendí sobre este ejemplo para demostrar hasta qué punto las instituciones tienen
dificultades en la adaptación y por qué son rígidas, pues si no son suficientemente rígidas corren el
riesgo de disolverse progresivamente.

Éste es sin lugar a dudas el problema de las escuela en nuestros días, también el de la
universidad y el de todas las instituciones educativas, sobre todo porque para poder reproducirse
hay que socializar a los individuos según la concepción de la institución, darles una educación y
una formación, diría, coherente con los principios de la institución, lo que convierte al problema
de la educación y formación en un problema central de la institución.

Se podría hasta definir una institución porque asegura un proceso educativo; en la Iglesia
se aprende el catecismo, en la familia se aprenden los buenos modales, en la escuela se aprende a
ser buen alumno y así sucesivamente. No se puede pensar en una institución que no asegure una
formación que garantice la continuidad de la institución y permita la transmisión a una generación
futura. Esta transmisión debe, naturalmente, integrarse en los comportamientos o conductas de
las demás personas para que ellas mismas puedan después tomar a cargo los preceptos de la
institución. Uno puede preguntarse si en todos los miembros de una institución no hay cierto
grado de alienación con la institución. Si tomamos como base la definición de alienación de Piera
Aulagnier: “hay alienación cuando hay no sólo sumisión interiorizada a una ley exterior sino
cuando el fiel se convierte en el portavoz de esta fe”, contestaremos afirmativamente. Hay
alienación no sólo cuando uno está sometido a una ley profundamente interiorizada sino cuando
nos volvemos su portavoz y esto hace que nos convirtamos en el héroe de esta fe.

Para dar un ejemplo más simple y más divertido en niños chiquitos. Cuando un niño
pequeño interioriza la ley “no hay que hacerse pis”, no lo hace más y se convierte en el portavoz
de ella cuando ve a un compañerito que lo hace y le dice: “eres sucio, eso no se hace, te hiciste
pis”. No sólo la internalizó, sino que, además, se convirtió en el portavoz de esta ley.

Como ven, lo difícil en este problema es que hay un grado de alienación necesario para
poder vivir en la institución, pero la alienación pude volverse total si nunca me pregunto sobre los
dogmas, si tengo una fe totalmente fiel, si habida cuenta de esto cometo las acciones, aun las más
terribles, sin preguntarme nada. En la obediencia debida, la obediencia de los militares es así: “Las
órdenes las recibí de mis superiores, pienso que si me daban órdenes tenían razón y no había por
qué desobedecer si se trataba de una orden razonable”. La frase de los jesuitas: “soy sumiso como
un cadáver, soy sometido como alguien que no puede pensar”, dicha de otro modo significaría:
debo impedir que funcione mi cerebro.

P.- En realidad los jesuitas son la izquierda dentro de la Iglesia Católica, entonces ¿Cómo se
entendería esto?

E.- Pero el principio de los jesuitas, tal como fue definido por Ignacio de Loyola, es “debo
obedecer como si fuera un cadáver”. Si las órdenes que se dan son buenas no es grave, pero si son
malas es terrible, pero es absolutamente correcto lo que usted dice, porque justamente donde
más se da la reflexión en la Iglesia Católica es entre los jesuitas y, al mismo tiempo, en la doctrina

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jesuítica está incorporado este principio. Felizmente las instituciones son, en general, menos
monolíticas de lo que declaran ser, pero a veces lo son realmente y citábamos el caso de los
militares.

Como ven, el problema difícil de la pertenencia en cualquier institución es hasta qué punto
se puede estar alienado de manera, diría, normal. Voy a hacer un paréntesis con respecto con
respecto a este término de “alienación”, que siempre está visto desde un punto de vista negativo,
peyorativo. Como lo demostraron desde este punto de vista tanto Lacan como Levi Strauss, hace
falta un grado de alienación necesario para vivir en sociedad, es decir, que hay cierto grado de
alienación social necesaria que permite tomar en cuenta a los demás. Alienarse significa estar
ligado con gente del exterior y entonces cierto grado de alienación social impide la aparición de la
alienación patológica, el quedar alienado por fantasmas personales incontrolables. Pero entre la
alienación normal para vivir en sociedad y la alienación total –la sumisión total- hay una diferencia
importante, aunque es muy fácil pasar de una a otra sin darse cuenta. Ahí reside también otra
dificultad de la institución. La institución no podría durar i sus miembros no tuvieran cierto grado
de alienación. Si la alienación es total, la institución se vuelve totalitaria, impide la libre expresión
de cada uno de nosotros y corre al riesgo de destruirse.

P.- No estaría muy de acuerdo con esta definición de alienación, porque a mí me parece
que en realidad lo que puede permitir el vínculo social es un vínculo de ligazón y la alienación –“a”
es negativo y “lineación” tiene que ver con la ligazón- y en realidad la define por la no ligazón.
Creo que se da otro tipo de proceso que no es igual a la alienación.

E.- Globalmente estaría de acuerdo con lo que dice. El vínculo fundamental se crea por el
amor, la libido, el trabajo conjunto y el reconocimiento mutuo. En eso estoy de acuerdo. Sin
embargo, veo para considerar lo que dicen Lacan y Levi Strauss: hay formas de vínculo social que
son formas a las que estamos ligados fuertemente unos a otros y en las que estamos alienados en
el sentido estricto del término en la medida en que no somos responsables nosotros mismos de
nuestro propio destino. Este vínculo no es vínculo norma interactivo. Es un vínculo que se impone
desde el exterior, que interiorizamos, no es este vínculo espontáneo que tenemos unos con otros.
Quizás podría aclararlo mejor al retomar otra distinción.

L. Dumont, un etnólogo y sociólogo francés, escribió dos libros excelentes, y les dio un
título latino, uno se llama Homo ieracticus, en él habla del sistema de castas en la India. El otro
toma el tema de la invención de las democracias. Establece una distinción que para mí es
demasiado fuerte pero interesante entre lo que llama sociedades “holistas” y sociedades
“individuales”. En las sociedades holistas, cada persona del conjunto no se define por sí misma
sino por su lugar en el sistema, Para dar un ejemplo fácil. Marcel Granet es un etnólogo que
estudió la antigua sociedad china y relata que un hombre estaba tan enamorado de su mujer que
cuando su mujer falleció decidió casarse con la hermana, porque no amaba a esta mujer como un
sujeto humano sino como una persona de una familia bien educada. Que fuera ella o su hermana
era lo mismo. La idea que en una sociedad holista se tiene del individuo no tiene nada que ver con
la que tenemos nosotros en nuestra sociedad. En estas situaciones el vínculo es justamente de

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alienación, es decir que estamos definidos no como seres humanos sino como los que ocupan un
lugar en la sociedad. Somos brujos, guerreros, cazadores, etc., y en definitiva es la manera en nos
ubicamos en el conjunto, lo que nos permite existir, ya que si en el conjunto no nos aceptan más,
quedamos afuera, lo único que nos queda es morir, pues ninguna otra tribu nos aceptará. Uno de
los más lindos trabajos de Marcel Mauss, que fue uno de los fundadores de la etnología francesa,
demostraba que en un grupo de este tipo cuando se piensa que alguien va a morir tienen que
morirse y no se puede hacer nada aun cuando no esté enfermo, Son sociedades que existen, que
perduran. Naturalmente, aun en estas sociedades holistas también existen vínculos que se
establecen a través de la libido, el amor y el trabajo.

En las sociedades individualistas como las nuestras, donde cada individuo está
considerado como sujeto, estamos definidos de manera totalmente diferenciada y creamos
vínculos los unos con los otros. El vínculo fundamental de nuestra sociedad es ése, pero como esto
podría ir en cualquier dirección y quizás no haya manos invisibles que muevan los hilos, se
producen reagrupamientos en las instituciones que permiten un menor grado de alienación pero
que son, en definitiva alienación. Cuando nos ponemos a pensar, pensamos según la sociedad
individualista, pero las sociedades holistas existen también y refuerzan estos lazos de sumisión
perfectamente aceptados, ya que en alguna medida el individuo no se ve a sí mismo fuera del
conjunto. Aquí por ejemplo, cada uno de nosotros sabe que forma parte de una institución, pero
no queda reducido a la institución de la que forma parte. Hay una parte nuestra que expresa la
síntesis o el conflicto de las instituciones que hay en nuestro interior y hay una parte nuestra que
está fuera de toda institución. Lo que comenté de Lacan y Levi Strauss no está muy desarrollado,
se encuentra en dos textos que me resultan interesantes. El texto de Lacan sobre la agresividad en
psicoanálisis, que nunca volvió a retomar, es uno de los textos más viejos, 1948, de la época en
que todavía no se había hecho lacaniano, cuando todavía tenía cierta capacidad de modestia
(como lo conocí, puedo permitirme hacer una broma sobre Lacan). El trabajo de Levis Strauss es la
introducción a las obras de Marcel Mauss, donde retoma la idea de Lacan y la desarrolla. Retomé
esta idea en mi texto sobre el imaginario social, porque me parece que hay un grado de alienación
necesaria para el funcionamiento de todas las instituciones. El peligro que conlleva es la aparición
de una alineación social total y el consecuente riesgo para las sociedades democráticas de caer del
lado de las sociedades totalitarias. Dicho de otro modo, la idea que desarrollé y expuse varias
veces y que a veces suscitó el escándalo, es que los estados totalitarios no son radicalmente
diferentes a las sociedades democráticas, usan elementos de la democracia, pero los llevan a su
extremo. Parece un poco pesimista lo que digo, pero me da la impresión de que está ya
ampliamente probado el aspecto sumamente frágil de las sociedades democráticas que,
justamente, pueden caer con facilidad en la dictadura o en el totalitarismo.

Como valor creo que es preferible en nuestras sociedades desarrollar este tipo de vínculos
con la libido, el amor y el trabajo. Además Freud lo decía muy bien y de manera muy simple: “en
definitiva un individuo normal es un individuo capaz de amar y trabajar, capaz de tener relaciones
afectivas que tienen en cuenta los intereses de los demás”. Como ven, Freud siempre enfocó este
tipo de problemas. Cuando habla de este modo, está pensando en nuestro tipo de sociedad, en

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cambio, cuando se ocupa de sociedades primitivas –como en “Tótem y Tabú” – muestra hasta qué
punto la gente tiene un modo de pensamiento común o está tomada por la omnipotencia de las
ideas, por su relación con el ideal totémico. No usa el término, pero muestra las sociedades mucho
más alienadas que las nuestras.

No pretendo que estén de acuerdo, pero ¿mi explicación fue clara? Este tema lleva a un
verdadero problema existencial: hasta qué punto debemos estar alienados para reconocer a los
demás y hasta qué punto tenemos que estar libres para poder establecer con ellos nuevas
relaciones. Un problema del ser humano: estar pegado a algo y por otra parte ser libre. Si está
demasiado pegado deja de existir y si es completamente libre se vuelve megalómano, hace
cualquier cosa o puede volverse loco. Lo que estoy tratando de de plantear es que en este punto
se juega un problema fundamental.

P.- ¿Cómo si la alienación fuera parte necesaria de la personalidad para vivir con otro? 2
Sea mi esposa. Somos dos seres separados. Ella tiene ganas de hacer cosas que yo no tengo ganas
de hacer y al revés. Podemos encontrar ciertos puntos de acuerdo, pero hay cosas que ella va a
querer que yo de ninguna manera quiero y sin embargo voy a terminar aceptando hacerlas porque
quiero conservar este vínculo fundamental con ella. Esto en un nivel consciente, Pero en un nivel
inconsciente es todavía más justo. Puedo aceptar cosas que no me gustan de ella porque me
recuerda que estas cosas las acepté de mi madre, etcétera. Hay cierto grado donde uno puede ver
que el otro está en nosotros y en cierta medida el psicoanálisis permite ver que este otro existe. Al
reconocerlo podemos impedir que nos invada sin expulsarlo total y definitivamente. Podríamos,
yendo más lejos, hasta llegar a decir: un verdadero análisis, logrado, sería un psicoanálisis en el
que yo sería yo plenamente y además donde reconocería que los otros tienen una importancia
para mí, que bien en mí, que a veces me siento un poco extranjero en mí mismo, puedo descubrir
en el otro algo similar a lo que yo tengo. Esto fue muy bien explicado en dos libros, uno de Julia
Kristeva que se llama Extranjero en sí mismo y otro de Paul Ricoeur, llamado Sí mismo como otro.
No sé muy bien quién soy, pero habida cuenta de esto puedo reconocer, en el otro, otro mí
mismo.

P.- Quisiera hacer un comentario sobre la alienación. Me parece que el concepto que
usted desarrolló es más amplio que la definición que citó de Piera Aulagnier. En esa definición, ella
hace referencia a la internalización y a la defensa. En cambio en lo que usted desarrolló después
hace alusión a la trama de relaciones inconscientes intersubjetivas y grupales. Ahí es claro que el
lazo social implica alienación, en cambio la definición de Piera Aulagnier da más lugar a duda o a
cuestión, porque la alienación necesaria no siempre es consciente, es inconsciente y muchas veces
no implica defensa, funciona como un extrañamiento de sí.

E.- Es cierto. Lo que puedo decir es que tengo tendencia a utilizar algunos conceptos y a
ampliar un poco. El concepto de Piera me interesó mucho. No sé si lo saben, pero trabajamos

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Nilda es la profesional a cargo de la traducción simultánea

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juntos y lo que me pareció interesante es esta función de portavoz…Pero a ella le interesaba
menos este conjunto de relaciones sociales que a mí me interesan tanto.

P.- ¿Las defensas pueden ser los mecanismos defensivos que toman las instituciones para
evitar justamente el sufrimiento que nos produce la institución cuando nos aliena? Por ejemplo,
en salud, en enfermería o los cirujanos cuando objetivan al paciente para no tener una relación
afectiva que les provoca tanto desgaste. ¿Ése sería el concepto de defensa?

E.- En la definición de Piera no insisto tanto en el aspecto de defensa sino justamente en


esta adhesión profunda de la persona con esta instancia prohibitoria que la aliena. Sobre este
aspecto de la defensa voy a hablar después cuando trate de analizar en qué aspectos las
instituciones se cristalizan en organizaciones particulares. Entonces voy a citar alguna serie de
mecanismos de defensa que me parece importante señalar.

Un par de cosas para terminar con esto de las instituciones. Esta transmisión e
internalización implica, de manera oculta, disfrazada, una presión fuerte. Cuando los preceptos o
los interdictos de una institución no están internalizados, entonces la institución puede vengarse y
expresar la violencia que queda en ella y que parecía haber desaparecido. Si efectivamente en una
institución familiar, quizás u poco antigua, el padre no es obedecido por el hijo puede ejercer una
sanción sobre él. Los que detentan el poder paterno pueden siempre sancionar los
comportamientos que no les parecen adecuados. Hay una violencia en la institución que queda
enmascarada, pero que reaparece cada vez que hay una tentativa de transgresión de esta
institución, porque en ese momento la institución se defiende contra la posibilidad de quebrarse.

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