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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Recopilación de
escritos Piera
Aulagnier
Recopilación de
escritos Piera
Aulagnier
Selección, ordenamiento y traducción del francés:
Sebastian G. Calderón

Ediciones pictograma
Bogotá, Colombia
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

G. Calderón, Sebastian
Recopilación de escritos Piera Aulagnier
Primera edición. Bogotá, Colombia: Sebastian G. Calderón, 2020.
174 p.; 21 x 29,7 cm.

ISBN 978-958-49-0431-7

© 2020, Ediciones pictograma


https://asociacionpieraaulagnier.blogspot.com/
© 2020, G. Calderón, Sebastian

Recopilación, selección y traducción: Sebastian G. Calderón


Coedición y diagramación: María Fernanda Bautista

Bogotá, Colombia.
ASOCIACIÓN PIERA AULAGNIER COLOMBIA
ISBN 978-958-49-0431-7

Se permite la reproducción parcial o total de este libro siempre y cuando se respete


el principio de citar la autoría de las ideas aquí expuestas.
Bogotá, Colombia
Recopilación de escritos Piera Aulagnier
Contenido

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Nota introductoria
La siguiente recopilación de artículos de Piera Aulagnier, surge como una apuesta
transversal por llevar a cabo en nuestro contexto trabajos escritos que den cuenta de una
multiplicación del discurso analítico de esta brillante psicoanalista. Es importante señalar
a propósito de estas traducciones que representamos, dos cuestiones fundamentales; la
primera concierne a la incidencia tanto clínica como teórica de la obra y en un segundo
aspecto la incidencia en el pensamiento psicoanalítico sobre todo acá en Colombia con
Estanislao Zuleta, quien introduce la obra de Piera en su notable escrito el pensamiento
psicoanalítico aún olvidado en varias academias por la incidencia mundial teórica que
reside en autores reconocidos y qué dejan de lado las construcciones epistémicas actuales
de parte de nuestro continente.

Cabe resaltar que como asociación estamos en la obligación de construir puentes


con la obra de Piera, por la incidencia social y cultural de su obra y por la revolución que
se plantea a partir de una subversión metapsicológica que la lleva posicionarse en las teorías
vigentes de la psicosis y sobre todo hacer aportes significativos en el ámbito del
psicoanálisis mundial. La apuesta teórica y práctica que nuestra autora nos propone partir
del hecho de rescatar su pensamiento y lograr que se conozca en nuestro entorno
latinoamericano, por tal motivo estas traducciones son simplemente un aporte a múltiples
estudios que se han hecho sobre ella. La traducción corre en cuenta de Sebastián Galindo
Calderón quién tomó rigurosamente todo el manejo conceptual y clínico de la introducción
psicoanalítica de la obra de Aulagnier, tratando de respetar la literalidad, la metáfora y la
coherencia traducida para nuestro lenguaje español.

La asociación Piera Aulagnier agradece el gran apoyo que ha tenido en nuestro


contexto latinoamericano con respecto a la transversalización del psicoanálisis como
herramienta social y política en el orden de la transmisión, la obra que presentamos da

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Nota introductoria

cuenta no sólo de avances significativos teóricos en el psicoanálisis del siglo XX, sino
además la gran aportación que hacen los que fueron discípulos de la maestra Aulagnier.

Que este conjunto ensayos sea una provocación para leer y para fortalecer nuestra
clínica latinoamericana y que nos proponga nuevas líneas de estudio que de conocer la obra
de la psicoanalista Italiana y hacer puentes de pensamiento desde nuestra asociación
Colombiana, del mismo modo resaltar la labor que se ha hecho conjunta de parte de la
asociación y el apoyo tanto a invitados e invitadas que se han unido a este gran espacio que
pretende dar a conocer en entornos culturales desterritorializados el movimiento
psicoanalítico y que en gran medida logré un aporte al reconocimiento de la obra atípica de
esta psicoanalista. Agradecemos igualmente a la plataforma Cairn en Francia, por
multiplicar el conocimiento abierto y a la revista Topique por permitir esta abertura con
respecto a la obra de Piera Aulagnier.

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

SOCIEDADES DEL PSICOANÁLISIS Y PSICOANALISTAS DE LA


SOCIEDAD
Piera Aulagnier

“...Por otra parte, por apego a sus


opiniones, estas personas (los filósofos)
parecen comportarse como aquellos que, en
las discusiones, defienden sus tesis contra
todo pronóstico. Soportan cualquier
consecuencia sin vacilar, convencidos de que
tienen verdaderos principios. Como si ciertos
principios no debieran ser juzgados por las
consecuencias que se derivan de ellos, y
especialmente por su fin!”

Aristóteles, De Caelo, III, 7-306 a 11-


15.

Preámbulo

Este texto continúa el publicado el pasado mes de mayo con el título "Cómo no se
puede ser persa". En esta primera parte, el problema planteado por la enseñanza del
psicoanálisis y la trampa en la que el maestro-analista se encuentra probablemente [1] (Cf.
El Inconsciente, nº 8: esta Enseñanza del.…) Lo que sucedió entre el momento en que lo
escribimos y el día de hoy ha demostrado que nuestros temores estaban ampliamente
justificados. La pregunta que hacíamos: "¿Cómo podemos ser (persa (extranjero),
freudiano, lacaniano)?” y la respuesta que la Escuela Freudiana de París, de hecho, ha dado,
han llevado a una tercera escisión en el área psicoanalítica francesa. ¿Un simple
movimiento apasionado (lo que en nuestro medio se llama transferencia) por parte de un
grupo de analistas? ¿La revelación del estado agudo de una crisis que interesa al

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

movimiento psicoanalítico en su conjunto y al funcionamiento de las sociedades que se


culpan de ello? ¿Es necesario que algunos encuentren una solución que escape a un
conformismo esterilizador y rechace tanto un "después de nosotros el diluvio" que apunta
cada vez más detrás de los lemas que invitan a las cruzadas subversivas de una parte de la
intelectualidad ¿Y? Esperamos permitir que los lectores decidan.

Para los no analistas, la tarea será ardua: los datos del problema pertenecen a un
campo demasiado específico para que las extrapolaciones no lo sean, la mayoría de las
veces, una fuente de error. Para los analistas, la dificultad será la misma que la nuestra: el
problema pone necesariamente en tela de juicio, para cada analista, su opción "política", si
queremos devolver a este término su significado primario, es decir lo que concierne a la
Ciudad, en nuestro caso: la ciudad analítica. Ahora, de la política a la polémica, la
asociación no es sólo fonética: el cambio es fácil tanto para el autor como para el lector.

Para evitar este peligro, hemos intentado basar nuestro análisis en la reflexión
teórica, dejando de lado las disputas entre personas. Pero reconocemos que nuestro análisis
y nuestra crítica han encontrado su fuente principal en las preguntas que nos hace la Escuela
Freudiana de París. Esto por las siguientes razones:

1. La crítica de las instituciones de las sociedades clásicas se ha hecho desde hace


mucho tiempo, gracias sobre todo a la contribución de J. Lacan. En los últimos meses,
dentro de estas sociedades mismas, se han realizado análisis muy pertinentes. No
podríamos hacerlo mejor.

2. El punto de partida de lo que tenemos derecho a llamar el movimiento lacaniano


fue rico en promesas y nos permitió creer en una saludable renovación del funcionamiento
de las sociedades psicoanalíticas. Las aperturas teóricas y los enriquecimientos aportados
por la enseñanza de Lacan justificaban la esperanza de que sus aplicaciones en el seno de
una sociedad permitirían evitar los escollos que acababan de encontrarse. El fracaso
estremecedor resultante es particularmente inquietante, porque plantea la cuestión de la
alienación que la constitución de cualquier sociedad de analistas parece inducir: ¿es esta
alienación inevitable, o puede evitarse?

3. Hemos formado parte de la Escuela Freudiana de París desde su fundación;


hemos colaborado en su organización; hemos contribuido al trabajo que se ha hecho allí.
Esta experiencia, rica en enseñanzas, como la que debemos a la teoría de J. Lacan, nos

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

permite quizás más que a otros dilucidar ciertos fenómenos propios de los grupos
psicoanalíticos.

Pero es evidente que este análisis forma parte a su vez de un problema más general:
el que plantea la existencia de "sociedades psicoanalíticas" desde su origen. Con todo rigor,
nuestro estudio debería haber interrogado las instituciones psicoanalíticas desde una
perspectiva histórica. No nos ocuparemos de ello y nos mantendremos dentro de parámetros
espacio-temporales muy precisos: la situación del psicoanálisis en 1969 en Francia.

Definiremos el significado que damos a dos términos que serán usados a menudo
en este texto. Por didáctico, designamos al analista que analiza un tema -que llamamos
candidato- que, en el curso de su propio análisis, descubre, o confirma, su deseo de ser
analista. Tanto si se declara que el analista es un estudiante de curso después de un plan de
estudios rigurosamente establecido, como si "se permite a sí mismo hacerlo", nos
referiremos a él o ella con el mismo término.

I – Lo extra– territorial: La sociedad del psicoanálisis y la sociedad de la


demanda

Con la fórmula poco ortodoxa de "sociedad de la demanda", queremos señalar la


relación que existe hoy en día entre la sociedad, término tomado aquí en su sentido más
amplio, y la función del psicoanalista, a la que se denomina. Por consiguiente, esta
introducción se sitúa en un campo extraterritorial en relación con el psicoanálisis. Veremos
que su extraterritorialidad no lo hace menos importante. Observemos que la ley de la oferta
y la demanda parece, por el momento, favorecer a los psicoanalistas, tanto si hablamos con
el que se supone que cura (el terapeuta) como con el que se supone que conoce (el maestro-
analista).

No somos sociólogos, y nuestro interés siempre ha sido solicitado por la psique del
sujeto, ya que se nos interroga por ello en nuestro campo. Pero nuestra experiencia y nuestro
trabajo en los hospitales nos permiten hacer dos observaciones:

1. Ya sea en hospitales psiquiátricos, en dispensarios, en institutos médico-


pedagógicos, entre educadores o reeducadores, la demanda de psicoterapeutas (término que
designa, de hecho, a un analista) aumenta progresivamente;

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

2. El malestar de la sociedad contemporánea muestra la exacerbación de ciertos


conflictos psíquicos y revela el impasse al que se conducen la mayoría de las soluciones
propuestas. La exigencia de felicidad o de libertad (sea cual sea la que se piense) parece,
para algunos sujetos, proporcional a la dificultad que encuentran para pactar con un
principio de realidad que, por ciertas de sus exigencias, les parece absurdo, o un puro
producto de la presión social. [2] (La incomodidad que sufre la generación más joven en
particular...) Por una parte, sin duda una parte menor, de la sociedad, la llamada al
psicoanalista puede explicarse por este estado de cosas y por la imagen que tiene de sí
mismo: una mezcla de un hombre de ciencia, un mago, un consejero psicológico. Es a esta
"imagen" compuesta a la que se vendrá a pedir que se libere de un TEADIUM VITAE que
tiende a convertirse en el mal del siglo.

Estos dos factores explican por qué el analista-terapeuta está cada vez más
solicitado y por qué las listas de espera son cada vez más largas.

Si ahora pasamos al lado del "saber", vemos un fenómeno paralelo. Lo hemos


analizado en nuestro texto previamente citado. Por lo tanto, sólo recordaremos que la
"ciencia analítica" fascina cada vez más a los defensores de otras disciplinas y va
acompañada de una especie de totalitarismo ideológico que, por razones muy discutibles,
plantea al analista como depositario de un último saber. El resultado es otro tipo de
demanda: se convierte en el maestro, el invitado de élite, el autor del best-seller del año
(independientemente del valor de lo que diga o escriba).

Este estado de cosas plantea la cuestión de las repercusiones que provoca en nuestra
disciplina y más particularmente en dos registros:

1. la vocación;

2. la contrapartida que la sociedad exige como precio de su demanda.

A - Sobre la vocación

Aunque el ambiguo término "vocación" tiene un matiz idealista, se encuentra a


menudo junto al adjetivo "psicoanalítico". ¿No es la "vocación" del candidato lo que se
supone que debemos verificar cuando hablamos de "selección" o lo que pensamos que sólo
puede ser aprobado por la cura cuando rechazamos la idea de selección? A medio camino

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

entre la llamada, la misión, el destino, el interés, este término, sin embargo, sigue siendo
manchado por el uso que se ha hecho de él en el campo religioso para designar al que es
llamado por Dios. ¿A qué "llamada" respondería el futuro analista? La respuesta más
frecuente hoy en día se basa en dos conceptos: el "deseo de saber" en lo más general y el
"deseo de transgredir" en lo más específico. Transgresión, subversión, revolución, no
somos nosotros los que rechazamos esta dimensión de la obra de Freud: pero no podemos
eludir la pregunta de qué es lo que todavía justificaría el uso de estos términos hoy en día
y qué es lo que sólo llevaría a la nostalgia de un pasado que los analistas por ahora quisieran
preservar.

Embarcarse en un transatlántico de lujo para viajar a las Américas y sentarse en el


Santa-María para probar la aventura puede responder al mismo deseo de descubrir nuevas
tierras, pero nos parece arriesgado hablar en ambos casos de "vocaciones" equivalentes
entre los viajeros. Las "Carabelas" hoy en día vuelan rápido, bien, y ofrecen un menú
tentador: el piloto automático está a punto de reemplazar los posibles fallos del sujeto
humano. No pretendemos, sin embargo, que la "vocación" en nuestro campo se haya
convertido en una palabra vacía, pero creemos que este riesgo no está excluido y que es
sospechosa la dureza con la que a veces se intenta reivindicar la exclusividad del título de
"transgresor" o apóstol del deseo de saber; recuerda a la mala fe o a la mala conciencia.
Estar tentado por la función psicoanalítica implica ciertamente un interés por los procesos
de saber y de asombro, diría Aristóteles, por las contradicciones de la psique. Esto
demuestra dos cosas: que la energía de la pulsión ha sido capaz, en su mayor parte, de
escapar a la represión y ponerse al servicio de la sublimación y que, por razones ligadas a
la historia individual del sujeto y a su bagaje cultural, es en el campo del saber donde ha
encontrado su camino real.

Pero nada en este registro permite aún hablar de vocación, ni de analizar el motivo
de una elección particular. Esto es evidente por el interés en conocer: en cuanto al "objeto"
de asombro, ¿nos permitirá justificar el término vocación en nuestro campo? ¿O no se
refiere más bien a una serie de elementos de los que no se puede eliminar ninguno? El papel
que juega la casualidad del encuentro de la mente, la apreciación u oposición "social", la
experiencia afectiva singular, el entorno cultural, ¿no está ahí para recordarnos que el
término "sobredeterminación" no es una calificación exclusiva del síntoma?

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Entonces, ¿cómo y por qué compartir con el sujeto lo que proviene de su estructura
singular y qué es una respuesta a una inducción exterior? Todo lo que tenemos derecho a
decir (y a querer verificar cuando funcionamos como didactas) es que la inducción puede,
en ciertos casos, ser la única causa y, por lo tanto, influir en la elección del sujeto de manera
engañosa y peligrosa. Por otra parte, las motivaciones pulsionales pueden tratar de
encontrar su camino bajo el disfraz de lo que ya no es sublimación sino sustitución -un
disfraz operado en nombre de una ética que no es la del sujeto sino la del grupo, sin que en
realidad haya ninguna concordancia entre ellas.

En cuanto a la "transgresión" cuando toma el camino del saber, también nos invita
a renunciar a ciertas formulaciones que huelen a apología y -lo que es más desagradable a
auto-apologia.

Entre el "si se mueve" de Galileo, las afirmaciones de Darwin y el discurso de Freud,


no vemos cómo podríamos cuantificar la transgresión que se produce allí en la obra. La
transgresión, en el sentido que le damos, fuera del registro perverso o psicótico, es el
movimiento que lleva al sujeto a ir más allá del "su": lo que transgrede es una verdad que
hasta entonces se consideraba una ley sagrada y una garantía de conocimiento (y por lo
tanto de un posible control) sobre el orden del mundo. Al hacerlo, está eliminando el saber
en su lugar en nombre de una verdad en statu nascendi que, a su vez, asumirá su función
mientras espera un nuevo transgresor. Así como el conocimiento forma parte de un
movimiento cuyo origen es doblemente un mito, y cuyo punto de parada es impensable en
el sentido fuerte del término (que anularía el pensamiento como actividad psíquica), así la
transgresión debe ser concebida como lo que, en este movimiento, viene a representar los
puntos de inflexión. Creer en la posibilidad de una transgresión "última" es recrear el mito
de un último saber, de un absoluto del conocimiento: el lado caricaturesco es abogar por
esta concepción en nombre de los "cortes" últimos, ya sean epistemológicos o estructurales.

Que Galileo, Darwin, Freud o Marx (y algunos otros) fueran transgresores de la


misma manera no significa que las verdades expuestas por ellos sean equivalentes. Pero el
destino de su trabajo nos invita a meditar sobre esta secuela, en el campo de un discurso
recodificado en su honor, de estos primeros movimientos de transgresión, una secuela que
conduce a una recuperación proporcional a la fuerza y al impacto que fueron suyos.

Aquel que ha tenido la audacia y el genio necesarios para estas transgresiones puede
transmitir a sus herederos muchos "bienes", pero ciertamente no la posibilidad de

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desmantelar ellos mismos la barrera que ya ha sido derribada. Esto nos trae de vuelta al
problema de la vocación de los freudianos contemporáneos. Si podemos afirmar que el
deseo de saber que privilegia el hecho psíquico sigue siendo un bien común que
compartimos con Freud y sus primeros seguidores y nos permite decirnos a nosotros
mismos sus discípulos, ¿podemos sin embargo pasar por alto en silencio el papel que
desempeña esta inducción extraterritorial, que estamos dispuestos a creer que no es
exclusiva ni dominante en la elección de la función psicoanalítica? Admitamos que el
investimento del juicio social (no importa que sea, como predijo Freud, sólo el otro lado de
una resistencia siempre activa), nos da a buen precio el sitio del transgresor, ¿es la sociedad
la que nos ha recuperado, o es el analista el que ha recuperado ciertos emblemas de los que
le resultaba demasiado difícil prescindir?

¿Este "análisis originario" que habría que reinventar siempre, es sólo un último
mito? ¿La posibilidad de la aventura, la audacia de la exploración de las tierras vírgenes, la
angustia de lo desconocido se encuentra en un solo linaje: el que, a partir de Anna O., se
transmitiría en la sucesión de los analistas, mientras que el linaje de los analistas presentaría
una solución de continuidad desde el origen? Asegurados de la validez de nuestro saber,
tentados por el espejismo de una formalización que pretende cubrir exhaustivamente el
campo psíquico, ¿nos veríamos reducidos a vivir a través de intermediarios la audacia y la
hazaña superada imperceptiblemente el deseo de saber al de ser reconocidos, del papel de
explorador al de promotor? Pero estas cuestiones conciernen más al analista en funciones
que al candidato, al que volveremos.

Para este último, los elementos que hemos aislado como motivaciones inducidas
por la coyuntura sociocultural facilitan dos posibles malentendidos:

-Pueden ocultarse, bajo la apariencia de una elección racional, la especificidad de


un deseo, una intención propia que el/ella misma ha ignorado;

-Pueden, por otro lado, disfrazar una elección profesional, que obedece a la
fascinación de los emblemas sociales, como un deseo de saber.

En la práctica, el resultado es un aumento progresivo de las demandas, lo que a su


vez corre el riesgo, si no de engañar al analista, al menos de dificultar que dé una buena
respuesta. Y esto es tanto más cierto cuanto que el analista, en 1969, se encuentra en una
situación bastante paradójica en un punto: o bien, atrapado en el movimiento de la
extensión, facilita el aumento de la demanda y favorece una institucionalización de tipo

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

universitario, o bien intenta defender la extraterritorialidad de su campo, fulmina contra


toda integración, reivindica lo "subversivo" de su función con el resultado de ver crecer a
su público e intensificar los aplausos, lo que hace sospechar ciertas posiciones y ciertos
anatemas.

De estas observaciones sacaremos las siguientes conclusiones sobre el problema de


la "vocación":

-La demanda social satisface motivaciones secundarias, que son las opuestas a las
de los pioneros; y sabemos que los beneficios secundarios de una neurosis pueden acabar
ocupando el lugar de lo que fueron sus motores primarios y que pueden resistir, más que
cualquier otra defensa, la acción del análisis.

-Estas motivaciones, no extra-psíquicas sino extra-analíticas, no pueden ser


subestimadas en el esclarecimiento de las razones de la "elección", ni, lo que es más
importante, en el papel que desempeñan en el devenir del psicoanalista. El paso de la
posición que roza la excomunión (ya sea por parte de la moral o la del conocimiento oficial)
a la que roza la oficialización, no puede dejar inalterada la relación del sujeto con su función
y su concepción de la misma.

-Ante este estado de cosas, ¿cómo podría el candidato, en un principio, rechazar la


representación de su futura tarea por parte de la sociedad y re-descubrir el gusto por el
riesgo, la dificultad y la aventura que debe haber sido la suerte de nuestros predecesores?

B - La contraparte a pagar

Una vez que una sociedad reconoce la necesidad de una función, la designa como
necesaria y la solicita, es normal que exija ciertas garantías a cambio.

Se puede hablar de recuperación, resistencia, negación, pero si se reduce el


problema a estas dimensiones, se hace lo que es necesario en el psicoanálisis e imposible
en otros lugares: se pone entre paréntesis la realidad de los hechos. Los psicoanalistas
ejercen su profesión (sea cual sea el término que utilicen) en hospitales, enseñan en
facultades, trabajan en instituciones que van desde escuelas hasta fábricas, desde los más
diversos centros de formación hasta los seminarios más selectos, y son remunerados, mal
en general, pero pagados por hacerlo [3] Pagado no por un individuo sino por representantes

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

de la sociedad: ¿pueden estos últimos ser culpados por querer protegerse de los disidentes
o falsificadores? Especialmente cuando uno piensa con razón que el "paciente" (o lo que el
lego siempre llama "paciente"), no puede tener la posibilidad de juzgar. A partir de
entonces, la sociedad, apoyándose en modelos conocidos, se planteará la cuestión de la
validez del "título": en un primer momento, incómoda por la oscuridad de ciertas
definiciones que se le proponen, se contentará con devolver la responsabilidad a las
sociedades formadoras y las tomará como garantes de habilitación de este nuevo y extraño
funcionario, el analista. En una segunda etapa, más desencantada o creyendo estar más
informada, o habiéndose vuelto conjuntamente más desconfiada y más "exigente", tratará
de "planificar" el problema y considerará la posibilidad de "diplomas" o "estatutos" sobre
los que podrá legislar.

Las sociedades psicoanalíticas así cuestionadas se verán motivadas a responder por


tres razones:

-Tienen igualmente miedo a la falsificación [4] y la devaluación de sus


"funcionarios";

-Temen aún más, y con amplia justificación, la interferencia de modelos


heterogéneos en los procesos de formación;

-No quieren, por razones mucho más ambiguas y contradictorias, llevar el debate
fuera de los muros: un cierto deseo de esoterismo no es la prerrogativa de los lacanianos.

Si la formación psicoanalítica se superpusiera a una formación de tipo universitario,


la respuesta no plantearía ninguna dificultad. Se podría prever una enseñanza que, inspirada
en Freud, se ocupara primero de su obra y luego de las disciplinas que aconsejaba a los
analistas que estudiaran… Se podría prever una enseñanza que, inspirada en Freud, trataría
primero de su obra y luego de las disciplinas que aconsejó a los analistas que conocieran
[5]. Las sociedades psicoanalíticas tendrían la única función de supervisar los
conocimientos de los estudiantes. Esta es sin duda la opinión que daría un lego en la
materia. Diremos por qué eso es imposible. Por el momento, veamos los hechos:

-Las sociedades psicoanalíticas ya no pueden hacer oídos sordos a una sociedad en


la que están cada vez más integradas. Lo que la sociedad exige de ellos suprime esta
extraterritorialidad que podrían reclamar. No podemos acoger conjuntamente un

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

reconocimiento que ya era el deseo de Freud, sin duda ambivalente, y declararlo nulo y sin
efecto. Debemos tener la lucidez para medir las consecuencias y los peligros.

-Nadie puede sostener que este tipo de institución es inútil: "El analista que se
autoriza a sí mismo solo" es una fórmula promulgada dentro de una Escuela que proclama
su vocación formativa, e incluso su utilidad pública. La desaparición de estas sociedades
sólo dejaría espacio para dos soluciones que, en última instancia, son idénticas: o bien la
transferencia de poder en las cátedras universitarias, o bien la destrucción de la obra de
Freud. No creemos, además, que tal posición sea apoyada excepto por unos pocos que,
asegurados de la durabilidad de las sociedades a las que pertenecen, pueden permitirse el
lujo de un derrotismo gratuito y de una crítica que saben que no será seguida.

Las sociedades psicoanalíticas, como organismos de formación, se enfrentan por


tanto a una doble contradicción que es útil reconocer antes de decir si se puede superar y
cómo.

Por una parte, los procesos de habilitación que ponen en marcha, convirtiéndose,
cuando no lo son ya, en la condición de la posibilidad de ejercer, no pueden ignorar las
presiones externas: estos mismos procesos deberían, de hecho, testimoniar la preocupación
de los "legisladores" por tomar en consideración únicamente aquello que protege la
experiencia didáctica de cualquier injerencia del poder, venga de donde venga.

Por otra parte, aunque denuncian el error de modelar la formación analítica sobre
cualquier otro "modelo" existente (y, por tanto, como corolario, de modelar una sociedad
psicoanalítica sobre otro tipo de asociación), no pueden prescindir de los "modelos" o
corren el riesgo de caer en la anarquía y la irresponsabilidad absoluta o en la oligarquía o
incluso en la autocracia. Al delegar en unos pocos o en uno solo el derecho a legislar, la
sociedad se vería fortalecida por lo que ya no puede ni siquiera perder: el derecho a ser
responsable de su propio destino.

Esta doble contradicción está en la raíz de un malestar que no es nuevo. Ya que de


1910 [6] hasta hoy, han pasado cincuenta y nueve años: ¿no hemos "aprendido nada y
olvidado nada" (el olvido se manifiesta como nostalgia de una época primitiva demasiado
fácilmente mitificada)?

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

II - Los "intra-muros": didáctica, transmisión y formación

Estos términos designan para cualquier analista la razón de ser de las sociedades
psicoanalíticas.

Ya hemos definido lo que se entiende por didáctico. El término "transmisión", más


recientemente utilizado en nuestro lenguaje, tiene como objetivo aislar este acceso a un
modo de conocimiento co-extenso de un análisis. Esto justifica la necesidad de un análisis
para el futuro psicoanalista. Pero no está libre de ambigüedad cuando se quiere definir el
objeto a transmitir. En efecto, ¿se supone que el analista debe transmitir, como en todo
análisis, esta capacidad y deseo de analizarse a sí mismo, condición sine qua non de toda
cura que no haga de la desaparición del síntoma su único criterio de éxito, o existiría, en el
caso de la didáctica, un "Plus" y, en caso afirmativo, cómo aislarlo?

En cuanto al término "capacitación", abarca la totalidad de los procesos de


habilitación. Sea cual sea la terminología elegida y las modalidades de aplicación,
encontraremos, de hecho, tres entidades bien conocidas: la didáctica, el control, la
enseñanza.

Nuestro propósito es demostrar que la mayoría de los problemas que surgen


periódicamente en tal o cual punto del entrenamiento derivan y remiten a ese punto
neurálgico que es la relación didáctica; al contrario de lo que se ha afirmado, la experiencia
demuestra que es en su campo donde la "pureza" del análisis se ve más amenazada, tanto
por los efectos de lo que hemos llamado extraterritorialidad como por los efectos de ese
fenómeno super-territorial que se llama transferencia. Por lo tanto, será el tema central de
nuestras reflexiones.

A - Los Partenaires involucrados: el analista, el candidato y la sociedad.

Esa "sociedad" [7]. En la persona de sus representantes, proyectan su sombra sobre


la reunión, desde el principio es un hecho evidente cuyos efectos secundarios aún no se han
dilucidado. El candidato, al formular su solicitud, hace, implícita o explícitamente, una
doble elección: elige un analista, elige un modelo de formación y por lo tanto de sociedad,
siendo este modelo lo que el discurso de la sociedad transmite como su teoría de formación.

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Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Ya sea que el candidato dirija su solicitud, según un procedimiento bien definido, a un


didacta cuyos conocimientos se supone que están garantizados por una lista, o a un analista
que "sólo se autoriza a sí mismo", su elección implica una especie de opción a priori, que
encuentra sus motivaciones en lo extraterritorial (el candidato, en el momento de formular
su solicitud, ya no está en condiciones de criticar desde una perspectiva psicoanalítica las
normas inspiradas de la Asociación Psicoanalítica Internacional (I. P.A.) tanto como la
"propuesta" de J. Lacan) [8].

O esta opción, el primer paso del viaje analítico, le lleva a pronunciarse sobre lo que
nuestra teoría tiene de más espinoso: el problema de la formación.

Corre así el riesgo de caer en la trampa de una teorización cuyo valor le parecerá
demostrado por la importancia numérica de los miembros de la sociedad que la enuncie.
Aún desprovisto de toda posibilidad de juicio fundado, corre el peligro de ser metabolizado
ipso facto en un "alumno" de una sociedad cuyos intereses se le pedirá que defienda (o
cuyos intereses creerá que debe defender), antes de que pueda siquiera decidir sobre la
cuestión que está en juego. La posición de estudiante se convertirá en la de un militante.

Si en la relación analítica (didáctica o personal), el analista toma imaginariamente


el lugar de este supuesto conocimiento del Otro, y esto desde la primera sesión, en el caso
de la didáctica, e igual de inmediato, la sociedad se convertirá en el campo de proyección
- igual de imaginario en el papel que el candidato le hará desempeñar - de una última
instancia que garantice (o niegue) el conocimiento de este Otro elegido (el analista). Al
"sujeto supuesto saber" se añade una "sociedad que se supone que sabe" que, según los
movimientos transferenciales en juego, reforzará el vínculo transferencial frente al analista
o lo trasladará a otro registro; en ambos casos será mucho más difícil desenmascararlo.

Pero, ¿qué representa la "sociedad" para el candidato? Hay que distinguir aquí dos
campos: el de una teoría sobre el psiquismo (podemos hablar, pues, de las sociedades
freudianas, junguianas y adlerianas) y el de una teoría sobre el método de acceso a lo que
esta teoría enseña [9]. Es según lo que se juega en el segundo registro que las separaciones
se hicieron, en Francia, aunque esto signifique acusar a los ex-colegas como anti-
freudianos.

La "sociedad", por lo tanto, representará para el sujeto tanto el lugar donde se


declara la interpretación "correcta" de Freud como el lugar donde se promulgan las normas
"justas" que por sí solas permitirían su transmisión.

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Esta segunda representación ya no se refiere al anonimato de un acrónimo (S.P.P.,


A.P.F., E.F.P., Q.G.) [10]. Sin embargo a los que la sociedad elige como sus
"representantes" y a los que delega la función de hacer cumplir estas justas reglas. Aquí, la
proyección imaginaria telescopage recoge un "poder" que se basa en la realidad, un poder
y una realidad a los que el candidato tendrá que enfrentarse y que concierne a su "didáctico"
en la mayor medida posible, ya que es de ellos de quienes obtiene su nominación
(cualquiera que sea el modo de nominación elegido). Este "poner entre paréntesis lo real",
un conocido adagio de los analistas, se enfrenta a un real que siempre corre el riesgo de
hacer más fácil y más pernicioso el robo de la cura, ya que el analista se arriesga, a su vez,
a proyectar sus propios fantasmas, sus propios señuelos sobre este mismo "real".

Mostraremos por qué uno de los posibles efectos de esta interacción real-imaginaria
es producir un "resto" que escapa tanto a la operación transferencial como a su elucidación
y será la causa de un punto ciego en el campo más problemático para la acción del analista:
la relación poder-saber. Este "resto", este no-analizado que se vuelve no-analizable no se
pierde por todo eso: servirá para cimentar una relación analista-sociedad (o mejor dicho,
analista-representante de la sociedad) que perpetuará, libre de toda posibilidad de
interpretación, la problemática transferencial. El peligro que supone este robo, que es
responsabilidad de la forma en que operan las empresas, ha sido denunciado por los
analistas desde hace mucho tiempo. Las diversas soluciones propuestas demuestran la
preocupación de los legisladores por proteger al candidato de lo que se ha denominado, a
su vez, "transferencia lateral", "acting out", "fuga del análisis", términos que designan la
propia tendencia del candidato a cortocircuitar el "dolor de la transferencia" a través de los
canales que la acción le ofrecería, incluido, sobre todo, el que consiste en pasar del sofá a
la silla. No hay nada malo en esta preocupación, todo lo contrario. Pero no debe a su vez
servir para enmascarar los efectos laterales que aparecen en el lado del analista cuando el
solicitante del analista es conjuntamente un candidato-estudiante y por lo tanto un posible
futuro miembro de la sociedad a la que pertenece el analista.

Creemos que ciertos efectos específicos de la didáctica, como sus consecuencias en


el funcionamiento del grupo, son sobre todo el cargo del analista y su investir en el campo
didáctico.

B - La didáctica y sus avatares.

23
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Avatar significa metamorfosis, cambio. Equivocadamente, y sin duda por


asociación con la aventura, el daño, el avance, se usa a veces para designar un percance,
una aventura que termina mal. En nuestro subtitulo, este doble significado podría
justificarse. Ya hemos dicho por qué la investidura a la función didáctica depende siempre
del código que rige una sociedad. Decir que esta función sólo puede ser atribuida por el
solicitante y que el que "didacta" sólo puede "auto-autorizarse" no invalida en modo alguno
el hecho de que este edicto sólo puede aplicarse desde el momento en que una sociedad lo
impone en nombre de su teoría sobre la formación.

Por eso, al presidir la apertura de la parte didáctica, siempre se encontrará la


instancia del poder. En la primera parte de este texto ya hemos tratado la cuestión de la
vocación del candidato. Ahora bien, ¿no es la "vocación formativa o didáctica" lo que toda
institución psicoanalítica está dispuesta a inscribir a sus estatutos?

¿Pero quiénes son los llamados a esta "vocación"? La respuesta podría parecer
fácil: aquellos que, en una sociedad, demuestran su interés por la formación (instructores
de cursos, controladores, profesores). De hecho, esta "vocación", esta vez por razones intra-
territoriales, puede ser igual de sobredeterminada e igualmente ambigua. Constatemos, en
primer lugar, que la fórmula "para entrenar a un estudiante-candidato" generalmente
designa, para el analista, la función didáctica. Esto se confirma por el uso que se hace de él
en nuestros grupos: "el estudiante" de tal término es el título que comúnmente se da al
analista del que nombramos, y no al "controlado" o al "enseñado". Un uso revelador que
resalta uno de los elementos que intervienen en la "vocación". Cabe añadir que, aunque a
veces se ha criticado con razón el uso del adjetivo "personal" para diferenciar el llamado
análisis "tal" del análisis didáctico (todo análisis es sumamente personal), el adjetivo
"didáctico", tomado al pie de la letra, plantea la cuestión de si todo análisis no tiene
necesariamente una dimensión didáctica. La lectura de los relatos de los análisis de Freud
haría difícil negar esto. ¿Cuántas veces se ve que no se le explica al analista la textura del
sueño, del fantasma, o más directamente esta o aquella hipótesis teórica. Y cualesquiera
que sean las tendencias más modernas de nuestra técnica, ¿se puede discutir que el análisis
tiene como objetivo dar, al sujeto que se somete a él, acceso a un conocimiento sobre su
funcionamiento psíquico? En ambos casos, transmitiríamos así un cierto conocimiento
sobre un determinado objeto, siendo la especificidad de esta "transmisión" el hecho de que
no puede hacerse directamente de los textos (obra de Freud) al lector, sino que requiere esta
experimentación in vivo que implica la presencia de un analista.

24
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Paradójicamente, el psicoanálisis se presenta como esta ciencia [11] inventada por


un "autodidacta" cuya teoría tiene como primer postulado que no puede haber ningún
"autodidacta" en su campo. El autoanálisis de Freud, la matriz de la que nació su obra, se
convertirá para sus sucesores en lo que sólo pueden lograr, en el mejor de los casos, después
del psicoanálisis, en el sentido ortodoxo del término.

Lo que puede parecer paradójico, sin embargo, es la evidencia que nuestra teoría
impone. El primer bien que Freud nos legó está, en efecto, del lado de la transferencia: el
autoanálisis, en el caso de Freud, es este enfoque, esta exploración que no se basa en ningún
modelo teórico que pudiera haber tenido a priori. Decir que Fliess jugó el papel de analista
para Freud es una verdad a medias. Si es cierto que tomó para Freud el lugar de este
interlocutor ausente y silencioso al que vino a decir lo que descubrió en el laberinto de su
propio inconsciente, es igualmente cierto que Fliess nunca entendió nada del papel que se
le atribuía. Y es este no-saber, esta opacidad fue la que tuvo para Freud la función de
desvelar esto: el Otro que se suponía que debía saber se le apareció poco a poco en su
desnudez, descubrió que este "saber" que quería hacerle suponer no era más que el objeto
de su propio deseo, que lo que le pedía a Fliess era que le garantizara un lugar donde este
objeto existiera, donde lo único que tenía que hacer era encontrarlo. Cuando forzara al
Silencio a abrirse, descubriría el bien más preciado allí: la obra de arte que él mismo había
elaborado lentamente y reconocería mediante la transferencia. Y al mismo tiempo, sabrá
que acaba de descubrir el camino por el que el sujeto debe pasar para que la apertura del
Silencio no lleve al vacío, a la nada.

Esto ya no está en nuestro poder. El trabajo de Freud nos ha desposeído de él. Dado
que el "camino" se ha convertido en un modelo (ya sea del primer o del segundo tema),
dado que el enfoque fundador se ha convertido en un texto, cualquier intento de autoanálisis
(es decir, sin la condición previa de un análisis) se toparía con el hecho de que, al ser capaz
de repetir el enfoque de Freud utilizando el modelo que se ofrece, es Freud el que
implícitamente tomaría el lugar de Fliess para nosotros.

Su texto viene a representar al Otro supuestamente que sabe, este último estaría
clavado en el registro de un conocimiento muy real. La apertura del Silencio se convertirá
en sinónimo de la apertura de los textos: el autoanálisis de Freud, no el suyo propio, será
constantemente releído. El conocimiento siempre es en parte reinventado; implica la
necesidad de interrogación: si el conocimiento psicoanalítico es una interrogación sobre el

25
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

deseo, todavía tiene que haber un deseo de ser interrogado. ¿Qué es lo que quiere? La
pregunta que Freud dirigió indudablemente a Fliess, sólo podemos hacerla nuestra cuando
nos enfrentamos al analista, es decir, a un sujeto gracias al cual podemos creer que somos
objeto de su deseo. El texto no puede ocupar su lugar: podemos usarlo para cuestionar el
deseo del autor, tal vez, pero este deseo ya designa su objeto en el texto: la respuesta no
puede decirnos nada sobre nuestro deseo. El texto es tal sólo a partir del momento en que
se convierte en una obra, una parte separada del autor, como tal autónoma y que se ofrece
como un objeto conformado por un deseo sobre el cual el lector ya no tiene ningún poder.

Lo que podría llamarse "la transferencia al texto" sólo puede convertirse en sí


mismo en objeto de análisis si viene a ser interrogado de nuevo desde otro lugar: la relación
del sujeto con la escritura de Freud, con su conocimiento, con su teoría, sólo puede ser
dilucidada el día en que el sujeto hace de esta relación lo que trata de utilizar para tentar el
deseo de otro sujeto. Por eso, en este campo, la posición de Freud sigue siendo doblemente
originario: como fundador de una teoría que hemos hecho nuestra, es el que origina una
transmisión (y un linaje) que sólo puede pasar de analista a futuro analista. El lugar que
ocupan, en este caso, los textos (nos referimos a sus escritos) es muy particular. Entre el
texto, como conocimiento, y su aplicación, es decir, lo que lleva este conocimiento al
campo de acción, lo que puede lograr sus objetivos, está ese "practicante" particular que es
el analista (y por lo tanto la experiencia de un psicoanálisis).

Leer, comprender, conocer la obra de Freud no requiere, por supuesto, la condición


previa de un análisis; pero la relación del sujeto con este conocimiento no será la misma en
los dos casos, porque para que este conocimiento se convierta en la herramienta gracias a
la cual el "saber" puede tomarse a sí mismo como el objeto a conocer, para que pueda saber
lo que espera "en verdad" de esta herramienta, a la que responde el deseo, se hace necesario
este tercer término que es el analista. A partir de entonces, el practicante, lejos de
desempeñar un papel secundario en relación con el texto al que sirve, se convierte en el
único que puede devolverle su poder de acción.

Por eso es un grave error tratar de diferenciar el analista-practicante del analista en


general. Este último título sólo puede aplicarse a quien asume la responsabilidad de un
método y, por tanto, de una práctica que es la única que puede hacer pasar los
conocimientos que nos legó Freud del campo de la exégesis, de la teoría pura, al de la praxis
que le es propia. Este pasaje dividirá, con razón, a los intérpretes de Freud en dos categorías:

26
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

los que cuestionan su obra, y que pueden tener derecho al título de teórico, y los que la
practican, es decir, los analistas, para los que no se puede disociar la actividad teórica y
práctica. Si estos últimos son tan sensibles a lo que concierne a la interpretación de los
textos de Freud, es porque saben que este es precisamente el punto donde la unión opera
para ellos. La interpretación del texto que opera el analista (ya sea el texto de Freud o el
texto de su propio discurso inconsciente) es lo que utilizará para justificar su método, de la
misma manera que éste debe, a imagen de espejo, probar en sus efectos la validez de una
interpretación que remita al analista a su subjetividad, a su práctica, a su interpretación.

Freudiano entre los freudianos, lacaniano entre los lacanianos, discípulo entre otros
discípulos, el analista (intérprete en dos capacidades), heredero, en el campo de la teoría,
de un bien común que debe compartir con todos sus pares, reivindicará por otra parte su
"singularidad" (es decir, lo que le permite ser en su propio nombre la transmisión del texto)
en el campo donde se encuentra confrontado con su soledad: el acto analítico.

Los efectos de la singularidad de su interpretación, es en este campo que podrá


experimentarlos, reconocer su autoría, hacerla "su" obra. Es en el registro de la acción (y
el análisis es en gran medida parte de esto) que el analista se asume a sí mismo como el
intérprete: interpreta los textos de Freud e interpreta lo que el analizando pide de estos
textos.

Esta "singularidad" de la escucha y de la interpretación que hace del analista no el


enésimo ejemplar de un manual reproducido ad libitum, sino el que, en el método que
aplica, quiere ser el único garante y depositario, papeles a los que no puede reivindicar en
lo que se refiere a los textos; es el "bien" que sólo puede ser transmitido de boca en boca,
que sólo puede ser transmitido a aquel cuyo proyecto es convertirse en analista a su vez, es
decir, el candidato. Este "bien" a transmitir, propio de la relación didáctica, tiene por tanto
que ver con lo que, en el psicoanálisis, está en el registro de la acción, es decir, de una
praxis y no sólo del saber.

Pero este "plus" revela fácilmente la aporía que transmite: querer transmitir lo
"singular" de su interpretación, su acción, su estilo, es negar al candidato el derecho a su
"singularidad".

La causa del avatar mayor que amenaza al tutor confrontado con esta aporía es la
tentación que puede sentir de poner su método, su interpretación, en el lugar del texto. El
candidato ya no será remitido a los fundamentos de una teoría para ser experimentada,

27
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

enriquecida, reinterpretada, sino que se le pedirá que consolide la permutación en la que


opera. La teoría se someterá al método y éste sólo podrá usurpar su lugar denunciando
cualquier reinterpretación o reelaboración como contraria a la ortodoxia. En efecto, la más
mínima infracción de esta última pone inmediatamente fin a la posibilidad, para el analista,
de perpetuar su linaje. Si la singularidad del candidato que deviene analista reaparece y el
didacta siente ipso facto que su "filiación" está en peligro. Ahora bien, esta "singularidad"
no es un lujo, un accesorio opcional, sino más bien lo que atestigua conjuntamente el interés
del analista por los textos en el sentido fuerte y su acceso al conocimiento (y aquí el término
debe entenderse realmente como "renacer con") que lo compromete en las profundidades
de sí mismo.

Cuando este camino se prohíbe, presenciamos el mecanismo que Freud describe


muy bien en relación con el duelo. La transformación de un método en un texto, por las
razones expuestas, cierra el acceso al conocimiento al sujeto: pues este acceso implica y
exige, no una seguridad, por desgracia, sino la posibilidad de una nueva superación, de una
nueva transgresión.

La reanudación de un discurso que, por otra parte, sólo puede sostener los emblemas
de los que se adorna preservándose de cualquier posible cuestionamiento, priva al analista
del objeto que puede sostener su deseo de saber. Lo que se le ofrece es un "conocido" y no
un "a conocer" y un conocido que quiere ser exhaustivo: ante este duelo, el sujeto
retrocederá y se identificará con el objeto perdido. En el caso que nos interesa,
presenciaremos la identificación del candidato con el autor de las instrucciones de uso, un
movimiento regresivo tomará el lugar de lo que podría haberse convertido en una invitación
a la transgresión y al conocimiento. La didáctica se convierte en adoctrinamiento, la
doctrina se convierte en dogma, el analista se convierte en el mesías.

Parece que, esta tentación es tanto más activa cuanto que corre el riesgo de satisfacer
el deseo del analista tanto como el del analizando. Lo que caracteriza el campo analítico,
este espacio donde se realiza un análisis, es que, aunque el analizando no sea consciente de
ello, ambos partenaires apuntan al mismo objetivo: desenmascarar lo que se trata de deseo.
Pero mientras que el analizando se hará la pregunta del deseo del analista, querrá ser el
objeto de la respuesta, y sólo podrá desenmascarar su propio deseo porque, cada vez, tendrá
que reconocer que el objeto del deseo del analista es otro y en otro lugar, el analista se hará
la pregunta de lo que el analizando desea, del objeto fantasmático que persigue; si viene a

28
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

proponer un objeto "real" al analista con el fin de fijar su deseo, y la búsqueda se acortará,
el fantasma se esconderá de nuevo en el inconsciente, el analista tendrá la ilusión de haber
descifrado el enigma del otro cuando lo único que habrá hecho es leer en un espejo el
mensaje de su propio deseo. El analista tendrá la ilusión de haber tenido acceso a un
conocimiento cuando sólo habrá sido el fiel eco de un mensaje que traduce un deseo que
no es suyo. Ambos se habrán dejado atrapar en la trampa de la transferencia:

-El analista didacta, no pudo desenmascarar a tiempo su deseo de ser "formador",


lo que llevaba consigo en términos de recuperación narcisista, satisfacción libidinal, el
fantasma del maestro (el estudiante, ¿no es él quien, solo, puede permitirle, mientras
aparentemente respeta la de-ontologia que es nuestra, ser el beneficiario de una
transferencia, muy difícil de soportar cuando sabemos que nosotros, tenemos que esperar
solo un efecto de apertura para el sujeto y para su único beneficio?).

-El analizando, más excusable porque habrá sido inducido a recorrer un camino que
conoce bien por haberlo elegido repetidamente: la idealización le ha parecido siempre más
accesible que la sublimación, transfiriendo sobre los hombros del otro la responsabilidad
del deseo más fácil que ser el único responsable de la elección, la ilusión más humana que
la propia verdad.

Así pues, vemos que la permutación entre la práctica y texto conduce a una segunda:
ya no es la teoría freudiana la que trabaja para dilucidar la transferencia, sino la
transferencia que se pondrá al servicio de una sujeción teórica. Cada vez que el analista,
aunque sin saberlo, hace uso del poder que le ofrece la transferencia para consolidar su
dominio teórico, amputa del campo de lo analizable una zona que será anexada a su propio
campo libidinal. Si es cierto que la función del analista le invita a utilizar el análisis de la
transferencia para permitir al sujeto descifrar el deseo inconsciente, este desciframiento
requiere que todo lo que, en el discurso, aparece como efecto de la transferencia pueda ser
devuelto al remitente. Es en este camino inverso, atravesado por el mensaje, donde se puede
hacer la interpretación.

Cada vez que el analista se presenta como el destinatario real y legal de la oferta o
de una de sus partes, impide este movimiento de retorno, fija el mensaje, hace esta segunda
lectura, que es la interpretación, imposible para el analista y para él mismo. En el campo
del imaginario donde se desarrolla la transferencia, se constituye así un enclave que será

29
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

justificado abusivamente por los dos partenaires en función de su pertenencia a un "real" y,


como tal, protegido de la acción interpretativa.

Todo lo que, mediante el ardid de la transferencia, será formulado por el candidato


como dirigido al analista como la encarnación de este conocimiento, este modelo, esta
maestría que se le atribuye, y todo lo que, por parte del analista, responderá a él con una
acusación de recibo que atestigüe el placer que encuentra en él, será entonces definido como
un diálogo extra-transferencial, "real" (¡y justificado, por supuesto!). El reconocimiento del
conocimiento de uno, la apreciación "real" (¡e igualmente justificada!) de la capacidad de
análisis del otro.

Para preservar este enclave, tanto el candidato como el analista se enfrentarán a una
tarea muy difícil: ponerlo fuera del alcance de cualquier pulsión agresiva. Esta hazaña, y es
una cuando se sabe lo que el psicoanálisis moviliza de energía en el campo de la pulsión,
se logrará encarar dos maneras:

- O bien, por contrato tácito, todo lo que tenga que ver con la práctica será
considerado desde el principio como intocable, lo cual debe excluirse de lo analizable del
discurso (en consecuencia quedará igualmente excluido de lo que más se acerque a este
deseo de ser analista, que en una didáctica constituye el mayor punto de resistencia).

La agresividad que siente el candidato que teme la violencia de las represalias y que
teme igualmente el analista, que se siente desafiado en su propio ser, se desviará en buena
parte en el extra-analítico y se encontrará como el cemento de los clanes, de los amigos, de
las rivalidades intra e inter-sociales. Si esta salida se cierra, si esta desviación es
impracticable, veremos la agresividad irrumpir en el propio enclave y seremos testigos de
una dramática ruptura de la relación analítica (lo que prueba lo que decíamos sobre la no
analizabilidad del enclave: la agresividad sólo se puede actuar, el discurso ya no tiene
cabida).

- O, como segunda forma posible, se establecerá un status quo "interminable", como


el análisis del mismo nombre. La relación didáctica, tácitamente asegurada de su
durabilidad, podrá permitirse el lujo de un falso cuestionamiento de sí misma. En este caso,
es en cierto modo todo el campo el que se convierte en un enclave: un enclave sujeto al
peso y a la opacidad de una relación alienante e inanalizable, porque ambos partenaires lo
justificarán por esta extrema paradoja (y absurdo): la relación didáctica y su "pureza"
implican una transferencia de trabajo (que debe entenderse como una transferencia teórica)

30
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

que, por algún milagro, sería pura de toda la escoria transferencial. Una vez más, este "real",
justamente cuestionado por el analista, es aquí llamado a la ayuda, se reintroduce en el
campo didáctico, servirá de etiqueta de garantía para la novedad de su declaración.

A veces, cuando se habla del psicótico, la gente ha hablado de "psicoterapia de


apoyo" sin saber realmente a quién o qué más se supone que deben apoyar. En este caso,
sugeriríamos con gusto el término "didáctica de apoyo", ya que aquí, por lo menos,
podemos decir qué se trata de apoyar a ambos partenaires. El candidato apoya el objetivo
de poder del analista, el analista el deseo que el candidato tiene, de una vez por todas,
alienado en su beneficio.

Si hemos analizado detenidamente lo que está en juego en este tipo de avatar, es


que estamos aquí enfrentados a lo que la relación analítica puede segregar
independientemente de cualquier otro factor [12].

Si este desplazamiento inducido por la relación didáctica como tal no existiera, los
factores extrínsecos derivados de la inserción de la didáctica en los parámetros de una
sociedad, a la que uno pertenece y a la que el otro pide pertenecer, tendrían poco peso. Por
otra parte, si estos factores heterogéneos no existieran, si el poder ejercido por una sociedad
no interfiriera a su vez en los parámetros de la experiencia didáctica, el cambio mencionado
sería un poco menos difícil de evitar.

Lo que está sucediendo, de hecho, es una inducción recíproca que exacerba un


conflicto en el que chocan intereses muy diversos. El poder del psicoanálisis, el poder de
la sociedad, el poder del psicoanalista, es una extraña lucha por el prestigio que desgarra el
campo en el que se desarrolla nuestra acción, hasta el punto de distorsionarlo, con o sin
nuestra complicidad. Ahora bien, estas tres potencias no son homogéneas y no pueden ser
agrupadas bajo el mismo título. Por el poder del psicoanálisis, el más fácil de definir, sólo
podemos designar su acción sobre la psique. Está en su poder remover su energía, actuar
sobre las fuentes mismas de su funcionamiento. En este caso, el poder se refiere, con razón,
al concepto de conocimiento: designa el posible efecto.

Es diferente en los otros dos registros, aunque, aquí también, es el conocimiento lo


que se invoca como justificación. En cuanto al poder de la sociedad, hemos esbozado los
datos en nuestra primera parte: preside la elección de una opción sobre la formación que se
expresará como un proceso de habilitación. En nombre del saber, la experiencia, la
interpretación exacta del discurso freudiano, cualidades atribuidas a sus dirigentes, la

31
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

sociedad impondrá un modelo del que se derivará directamente el sistema operativo


necesario para hacer cumplir su aplicación. Hemos descrito esta facultad como teórico-
práctica: en efecto, siempre la veremos referida a una teoría, y más precisamente a una
"teoría de la didáctica" preconizada por el o los legisladores. Por otra parte, no hay que
olvidar que esta opción "teórica" tiene un impacto directo en el poder práctico: legisla de
facto sobre la adhesión al título de psicoanalista; se supone que lo defiende contra la
usurpación, para garantizar su validez. Ya hemos dicho que se trata de un poder que las
sociedades de psicoanálisis no pueden negarse a ejercer; se trata de ver si está al servicio
del psicoanálisis o al servicio de los psicoanalistas.

Es en este punto donde entra en juego el tercer factor: el poder del psicoanalista,
como representante elegido por la sociedad, al que delega el ejercicio de su propio poder.
Esta delegación, al igual que esta elección, se convertirá la mayoría de las veces en la
apuesta de una lucha por el prestigio, una lucha en la que este conocimiento sobre la psique,
que debería ser nuestro bien, parece disolverse, de una manera tan total como desesperada.

Esta inquietante disolución tiene lugar en el corazón mismo de la función


psicoanalítica: el analista que ejerce en su silla y el analista que ejerce en una sociedad
psicoanalítica como representante de su poder, su ideal, su teoría, funcionan en ambos casos
en nombre del psicoanálisis y como psicoanalistas. La división que aparece entre el
discurso y la acción en el ejercicio de la función "social" no puede quedar sin efecto en el
ejercicio de la función "psicoanalítica". En otras palabras, la división no es entre dos lados
de la función psicoanalítica sino dentro de cada uno de ellos: el tutor analizará en nombre
de la verdad de una teoría, pero en el fondo tratará de defender el sistema que le asegura
sus emblemas como "funcionario"; el "funcionario" querrá ser un defensor desinteresado
de un sistema teórico pero, en el fondo, tratará de asegurar lo intocable de su poder de
"didacta", querrá preservar el prestigio que le confiere el número de estudiantes formados,
el sitio que ofrece el título de teórico en nuestro campo, en definitiva, tratará de defender
una práctica que quiere proteger de ser cuestionada (que sería, de hecho, su
cuestionamiento).

Es fácil ver lo que, en el sistema de sociedades tal como se aplica generalmente,


favorece esta doble división. La institucionalización de una jerarquía, la multiplicación de
los "exámenes de aprobación" (selección, acceso al control, acceso al título) que se traducen
en la multiplicación de los poderes y la delegación a los representantes de la sociedad de

32
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

una responsabilidad de la que el candidato se encuentra cada vez más amputado: el


telescopage en ciertos puntos del recorrido entre el que analiza y el que juzga el mismo
tema, todos estos factores no pueden sino contribuir a reforzar los peligros que hemos
denunciado anteriormente. Pero antes de decir por qué los que más pertinentemente han
criticado este estado de cosas han tropezado, a su vez, con escollos igualmente graves, hay
que preguntarse por el significado que esta afirmación, tantas veces invocada, tiene de una
"teoría de la didáctica" o de una "teoría de la didáctica" que ha sido y sigue siendo, para
una escuela, el escudo de armas ofrecido a sus miembros.

Recordamos anteriormente que, en el ámbito psicoanalítico francés, las escisiones


siempre han estado motivadas por disensiones sobre las reglas de formación y por la crítica
del poder y la estructura jerárquica resultante del sistema de sociedades. Hay que añadir
que las re-agrupaciones resultantes han tomado siempre como referencia una "teoría de la
cura" en cuyo nombre se denuncia como un escollo lo que, por otros, se define como una
condición necesaria y positiva.

La primera cuestión es si hablar de una "teoría de la didáctica" no se refiere a una


división arbitraria que favorece la coartada por la que el análisis propone como objetivo
conocer lo que es, de hecho, un objetivo de poder. Si esto es así, la "teoría de la didáctica"
no es más que un abuso del lenguaje que abre el camino a una serie de abusos en otros
registros.

Nuestra respuesta apelará a la obra de Freud y al único capital teórico que nos dejó.
Su teoría - pedimos disculpas por la repetición - propone conjuntamente un modelo de la
estructura psíquica y el método de su exploración, un método que hace del análisis de la
transferencia su camino real.

Si el modelo ilustra los elementos universales propios de la estructura de la psique,


el método, lo que llamamos la teoría de la cura, nos confronta en cada caso con un
combinatorio singular de estos elementos primarios. Esta singularidad que hizo que Freud
hablara de "elección" - de neurosis pero también más generalmente de cualquier tipo de
defensa - es el enigma que está abierto a la interpretación.

Nuestra acción tiene como objetivo ofrecer al sujeto la posibilidad de encontrar sus
causas inconscientes y subjetivas para transformar en una historia de la que es autor lo que
hasta entonces estaba excluido del campo de su saber y del campo de su maestría. La
dilucidación del significado que se encuentra cada vez en este proceso combinatorio es lo

33
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

que pretendemos conseguir analizando el modelo transferencial específico de este tema


frente a este analista.

Más allá de una nosología que se basa únicamente en una descripción sintomática,
la clínica psicoanalítica, si este término quiere tener un significado, tendrá que aislar así
una serie de entidades definidas precisamente por modelos transferenciales.

Lo que la acción del analista se refiere es, por lo tanto, una teoría de la cura que, por
sí sola, puede permitir identificar en cada caso lo específico y lo no superable.
Parafraseando lo que hemos estado diciendo sobre la estructura, diremos que Freud nos
legó los elementos universales de una teoría de "psicoanálisis" y que esta teoría prueba que,
incluso en el caso de diagnósticos idénticos, hay modalidades específicas de la experiencia
transferencial. Si por "teoría de la didáctica" queremos simplemente señalar al analista el
interés que tiene el estudio de un tipo de defensa más particularmente favorecido por la
posición de "candidato" del analista, pensamos que es un recordatorio muy útil, pero el
término "teoría" nos parece ambicioso y ambiguo. Se trata, pues, de que el analista
reflexione sobre lo que la teoría de la cura le permite poner de relieve, como efecto
resultante de una demanda que toma el "análisis" como objeto y que corre el riesgo, por lo
tanto, de inducir en el analista un determinado tipo de sordera.

Si, por el contrario, por medio de una "teoría de la didáctica" se quiere jerarquizar
un sector de la teoría de la cura hasta que ésta ocupe su lugar e invierta el orden de
precedencia (es decir, pretender que la teoría de la cura es sólo una aplicación de la
primera), pensamos que tal proceso debe ser denunciado.

En efecto, para que esta afirmación tenga una justificación teórica, primero habría
que demostrar la verdad de los tres postulados siguientes:

1. La relación transferencial experimentada por el candidato debería ser diferente


de la de cualquier otro analizado, lo que, implícitamente, equivaldría a postular la existencia
de una "elección" estructural o sintomática específica de los candidatos y compartida por
todos (se trataría de una especie de nueva entidad clínica: podría hablarse, por tanto, de un
candidato histérico, obsesivo, etc.).

2. Habría que demostrar que el analista "didáctico" no puede encontrar en la "teoría


de la cura" los elementos que le permitan escuchar lo que está en juego en este caso; si así
fuera, no se trataría de hacer una teoría de la didáctica sino de reinterpretar la teoría

34
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

psicoanalítica. La sordera parcial que sufriría el analista se encontraría en la totalidad de su


campo de actividad.

3. Habría que demostrar que cada vez que el que se acuesta en el sofá se presenta
como "candidato", el "estilo" de análisis debe inflexionar de una manera particular; esto
contradiría el loable esfuerzo que muchos han hecho para reintegrar la didáctica en el
campo de la cura psicoanalítica en el sentido literal (una reintegración que sólo puede
devolver su significado a la didáctica).

Creemos que estos postulados denuncian su absurdo y demuestran que los


defensores de tal posición se aprovechan de la confusión que muchos experimentan entre
el registro de funcionamiento y el registro de teoría. Lo ilustraremos con dos ejemplos:
Hasta 1963, las dos sociedades existentes en Francia adoptaron el principio de una "lista"
de los practicantes de la enseñanza. Este principio nunca se aplicó en nombre de una "teoría
de la didáctica", sino según consideraciones que apelaban a los conceptos de experiencia,
responsabilidad, conocimiento de la obra de Freud, etc., o según razones que podríamos
llamar prácticas o experimentales. Dado que se pensó que el didacta podía ser el punto de
partida de un "linaje" de analistas y, por lo tanto, tiene una responsabilidad particular en la
defensa de la teoría freudiana y su aplicación, se llegó a la conclusión de que esa
responsabilidad debía recaer en quienes ya se habían probado en la práctica analítica. Las
críticas justificadas a este principio se basaban a su vez en el mismo razonamiento, a saber,
que la experiencia demuestra que la lista se utilizaba más a menudo para preservar la
jerarquía, y que las pruebas de "examen" que se exigían al futuro entrenador solían ser
objeto de críticas. - Otro ejemplo es el de las diferentes actitudes hacia la "selección". Aquí
también ambos lados se refieren a la experiencia o a conceptos teóricos generales. La
posición de los defensores de la selección puede resumirse de la siguiente manera:

1. El candidato que comienza una cura con un objetivo didáctico se compromete


desde el principio con la responsabilidad de la sociedad.

2. La situación de "estudiante en la didáctica" ya puede ser cobrada en apuestas


profesionales.

3. El sujeto que se dedica a este procedimiento corre el riesgo de escapar a las demás
medidas de control posponiéndolas siempre.

35
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

4. Por último, la teoría psicoanalítica enseña que hay estructuras que son
particularmente resistentes a la acción de la cura, de ahí el interés de localizarlas lo antes
posible.

A lo que los opositores -entre los que nos encontramos- responderán que, en efecto,
el "sí" de la selección institucionaliza desde el principio, en nombre de la sociedad, como
didacta, un análisis cuyo fin sólo podrá decirse mucho más tarde lo que se pretendía
conseguir; que, salvo algunos casos extremos, la teoría psicoanalítica invita a desconfiar de
juicios precipitados sobre cuál podría ser la respuesta del sujeto a la acción de la cura.

También en este caso se trata de la idea que se tiene de la función de la sociedad y


de los efectos que sus intervenciones pueden tener en el curso de un análisis, exactamente
de la misma manera que se ha planteado y se plantea la cuestión de las consecuencias que
la intervención de la Seguridad Social o de cualquier organismo oficial podría tener en
cualquier análisis. Lo que está en juego es la teoría psicoanalítica y no una hipotética teoría
de la didáctica.

A partir de ahí, una conclusión nos parece evidente: o bien estamos en presencia de
un abuso de lenguaje y la fórmula "teoría de la didáctica" se utiliza sólo como sinónimo de
"reflexión sobre la formación", esta última fórmula engloba este conjunto de reglas,
sugerencias, investigaciones que toda sociedad freudiana, partiendo de la teoría de la cura,
propone como la más apta para evitar que la didáctica vaya más allá de los parámetros
propios de una cura psicoanalítica. En este caso, el proyecto de "hacer una teoría de la
didáctica" se refiere de manera precisa a una reflexión analítica, muy difícil y muy
necesaria, sobre lo que es, o debería ser, una sociedad de psicoanálisis y sobre las
motivaciones de sus representantes. O bien este proyecto reivindica un objetivo más
ambicioso, se proclama como el punto final de un conocimiento de la teoría sobre la teoría,
y se convierte en el señuelo gracias al cual toda reflexión sobre la formación o toda
reflexión sobre las sociedades psicoanalíticas, consideradas sin duda como temas un tanto
demasiado explosivos, queda en la sombra.

Es interesante observar cómo los conflictos inter-societarios o intra-societarios han


jugado en esta posible confusión. Cada vez que se cuestione el proceso de formación, se
verá que sus defensores lo transforman repentinamente en una teoría psicoanalítica y
gravan a los atacantes como herejes: estos últimos, a su vez, se aplicarán a demostrar que
no se trata de posiciones teóricas sino de conveniencia práctica. Las críticas justificadas

36
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

que así habían hecho a Lacan y a sus estudiantes al conformismo y a la burocratización que
la autoridad internacional indujo tenían por objeto demostrar que algunos de los edictos de
esta autoridad no se basaban en ningún postulado teórico sino que servían para perpetuar
una operación que no se quería cuestionar por razones de pura conveniencia personal.

Lamentablemente, nuestra experiencia en la escuela freudiana de París nos ha


demostrado que tanto el truco del poder como el de la alienación no tienen nada que
envidiar a la razón: ponen en marcha un engranaje cuya fuerza irrefrenable producirá
inevitablemente lo que era su objetivo final. En nuestro preámbulo, rendimos homenaje a
lo que significó para nosotros el aporte de la teoría de J. Lacan; lo que debíamos a la lucidez
que había sido la suya al señalar las trampas en las que se encontraría el psicoanalista;
recordamos la justificada esperanza que podía resultar de ello para los interesados en el
futuro del psicoanálisis... y nos preguntamos sobre la razón de lo que calificamos de
fracaso.

Es a esta pregunta a la que vamos a responder. No se trata de una cuestión de


polémica, sino de sacar a la luz las contradicciones y errores que encontramos en el proceso
de habilitación como psicoanalistas elegidos por la Escuela Freudiana de París al votar la
"Propuesta del 7 de octubre de 1967" de J. Lacan [13]. Si consideramos la importancia de
esta escuela, el papel de Lacan en el ámbito psicoanalítico francés, es evidente que los actos
de su escuela comprometen fuertemente el destino del psicoanálisis; porque forma, en
efecto, un número considerable de analistas, plantea a cada analista la cuestión de lo que
puede resultar, a corto plazo, para el modelo que definirá para una buena parte de los futuros
candidatos, lo que es un psicoanalista, cuál es la función que debe asumir.

Revisar los relatos historiográficos contados sobre las originalidades de Lacan, o


incluso sobre los peligros de su personalidad, parece sobre todo permitir a los partidarios y
a los detractores ocultar la esencia de un problema que les concierne de la misma manera:
los efectos de toda teorización cuando quiere convertirse en dogma, la violencia así hecha
a la verdad en beneficio de los enunciadores, cualquiera que sea la declaración elegida.

La escuela fundada por J. Lacan en 1963, como toda asociación de psicoanalistas,


reunía a un cierto número de analistas (entre los que nos encontramos) que tenían en común
una doble opción: en el registro de la teoría, reconocían el valor de la interpretación de
Freud que aportaba Lacan y la importancia de lo que su teoría permitía como avance; en el

37
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

registro de la formación, se adherían a las críticas formuladas por Lacan y pensaban que
era posible aplicar un modelo de formación que evitara los impasses denunciados.

Este modelo, supuestamente al servicio del psicoanálisis, no era una vana utopía: la
teoría de J. Lacan planteaba un postulado que permitía, o debería haber permitido, abrir el
camino a una nueva aplicación del funcionamiento de una sociedad psicoanalítica. Este
postulado, al que nos referimos y cuya verdad había demostrado Lacan de manera ejemplar,
era que el quid de la cuestión del análisis didáctico (nos referimos a ese punto de mayor
resistencia cuya superación puede permitir por sí sola la realización de un psicoanálisis) es
la elucidación del deseo de ser analista (o del deseo del analista), que siempre se arriesga a
desempeñar la función de una pantalla en la que se proyectaría como efecto de transferencia
lo que en realidad es "efecto de analista" (lo que se denomina contratransferencia) y
viceversa. Conocer el objeto del deseo del analista, lo que motiva su acción, es la cuestión
de que cada análisis se renueve para el analista y que cada enfoque didáctico plantee para
el candidato como el último punto de lo analizable. De ahí, en la práctica, la advertencia
contra cualquier interferencia externa por parte de la sociedad que, decidiendo en nombre
del candidato, vendría a poner en cortocircuito el análisis de su deseo, de dictaminar sólo
sobre la serie de demandas que le dirige.

Pero, a partir de este momento, un segundo postulado fue propuesto por Lacan, su
contradicción con el primero se reveló gradualmente en el funcionamiento mismo de la
Escuela Freudiana de París. Este segundo postulado es el de la "pureza de la didáctica".
Esta calificación, ambigua, merece una reflexión porque permite dos interpretaciones. Lo
habíamos oído y seguimos oyéndolo como lo que especifica el objetivo esencial del
proyecto del didáctico: llevar el análisis del deseo inconsciente lo más lejos posible
aprovechando la relación que vincula, en este caso, objeto de demanda y objeto de deseo.

En efecto, para el candidato existe desde el principio una equivalencia entre lo que
es objeto de su solicitud (convertirse en analista) y lo que puede ser objeto de su deseo.
Este telescopage, fuente de muchas dificultades, nos parece positivo en un punto: mientras
que, en lo que se denomina análisis terapéutico, la satisfacción que la solicitud puede
encontrar allí (por ejemplo, la desaparición del síntoma, o el acceso a tal o cual éxito sexual
o profesional) siempre corre el riesgo de ser asimilada por el analizando a una respuesta
adecuada a su deseo y puede convertirse así en la razón de la interrupción del tratamiento,
en el caso de la didáctica, la solicitud remite directamente al candidato a la cuestión de su

38
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

deseo de análisis. A este nivel, no puede (o no debe) haber respuestas parciales posibles: el
proyecto apoyado por la candidatura del candidato lo remite desde el principio a un deseo
de análisis (analizarse a sí mismo, analizar) que deberá reconocer como objeto de su
candidatura. Y, como este "objeto", o más bien su búsqueda, depende del análisis de su
propio deseo inconsciente, este acceso le abrirá (al menos esto debería ser posible) a una
demanda de conocimiento que toma como objeto lo desconocido de su deseo. Esta apertura
no es específica de la didáctica, pero pensamos que es en esta relación donde debería poder
liberarse más de la escoria que lleva dentro: es en su campo donde mejor debería poder
liberarse del peso de esos beneficios secundarios que pueden acabar ocupando el primer
lugar e inflexionar la trayectoria de un movimiento que tenía como objetivo el
desciframiento de la psique.

Dicho esto, volvamos a este segundo postulado de J. Lacan y a la ambigüedad del


calificativo que eligió: ambigüedad porque, en el contexto en el que lo plantea [14] (el acta
de fundación), instituyó desde el principio la didáctica como la última (y con gusto
añadiríamos: como la única) hazaña. Y no es por casualidad que elegimos este término. A
partir de entonces, no sólo se restablece una jerarquía de valores, sino que, lo que es mucho
más importante, esta jerarquía ya no se refiere simplemente al gradus analítico, sino al acto
analítico. Entre el primer y el segundo postulado hay una clara antinomia (la "proposición"
que pretende resolverla sólo atestigua su irreductibilidad); En efecto, mientras que el
primero denunciaba el deseo del analista, o el deseo de análisis, como el último refugio
donde un "resto" que escapara del análisis podría atrincherarse, el segundo olvida las
implicaciones que de ello se derivan para el analista y para la cura, y hace de la
"didactización" el último emblema ofrecido por la sociedad como un plus a su mejor. Con
esta sola frase: "No hay análisis puro sino didáctica", ya se anuncia la laguna por la que se
introducirán los excesos que seguirán.

En efecto, esta jerarquización del acto psicoanalítico se entenderá como un juicio


sobre una praxis que siempre ha sido y sólo puede ser teórico-clínica.

Si la didáctica se define como "análisis puro", es difícil reprochar a los adeptos de


este principio que saquen de él una segunda conclusión: o bien que todo análisis con un
objetivo no didáctico es sólo un subproducto, un subproducto del que se desprenderá un
desprecio apenas velado por el campo clínico.

39
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Esta jerarquización de la didáctica nos lleva a una segunda contradicción: en efecto,


apoyar esta posición implicaría que se podrían justificar sus fundamentos teóricos. Ahora
bien, el postulado de una "teoría de la didáctica" como la que plantea Lacan es lo que viene
a justificar, a posteriori, la validez de la jerarquía instituida. Lo que la Escuela Freudiana
de París propone oficialmente no es una teoría, sino una invitación a hacerla. [15] Y es en
nombre de esta hipotética teoría del futuro que se impondrán los engranajes del sistema
puesto en marcha. Nos encontramos con un falso silogismo que podría ser algo así: -no hay
una teoría de la didáctica -la responsabilidad recae en las estructuras de las sociedades

-cambiamos las estructuras desde donde: somos los depositarios (¿futuros?) de una teoría
de la didáctica.

Este paralogismo conduce a la "proposición" de Lacan, que no hace más que


exacerbar la contradicción de su punto de partida. En efecto, este proyecto que, adoptado
por la Escuela, rige el proceso que el candidato al título de psicoanalista de la Escuela
deberá atravesar, demuestra de manera igualmente clara lo que este título representa en la
mente de Lacan [16] y cómo la posición que defiende sólo se sustenta en las divisiones
arbitrarias entre la teoría y la clínica, el reconocimiento válido dentro de la Escuela y el
reconocimiento para el exterior, la ausencia de jerarquía y el restablecimiento de una escala
de valores que separe a los "modestos" de los "valientes", la condena del "control" y la
exigencia del mismo para el "practicante".

Se ha hablado de una contradicción: ¿cómo definir si no la crítica que se hace en el


mismo texto de la existencia del título de naturalista en la mayoría de las sociedades y la
investidura que se da a los psicoanalistas de la Escuela frente a los que más modestamente
se contentarán con probarse como analistas? No basta con cambiar los nombres para
cambiar el espíritu de ciertos actos.

¿Cómo no gravar como contradictoria una proposición que, en nombre de la teoría


psicoanalítica, diferencia a los analistas "que contribuyen al avance del psicoanálisis" de
los que, en su sillón, intentan poner a prueba la teoría psicoanalítica? (¡Queremos saber de
qué manera "ponerse a prueba como analista" es una prueba de modestia!)

Finalmente, ¿cómo no encontrar la contradicción más extrema y grave en una


proposición que, en el momento mismo en que quiere poner en tela de juicio la "rutina" que
denunciamos en los demás (por la razón que sea), rutina que sería responsable de la
desnaturalización del análisis, ofrece el título de psicoanalista, en el sentido en que se

40
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

entiende en este texto, en nombre de un juicio único: que el candidato sepa dar testimonio
de lo que representa para él este momento especialmente difícil del final de análisis, este
testimonio que le libera de toda necesidad de otro, en nuestra opinión mucho más difícil: el
que se refiere a lo que representa para él el acto psicoanalítico, es haber asumido en la
práctica, y no simplemente en la intención, la responsabilidad de analizar otro tema.

Esta división así instituida entre la teoría y la clínica nos parece contraria al espíritu
mismo de los textos freudianos y a lo que fue el discurso de J. Lacan. Pero, como dijimos
en nuestro preámbulo, plantea una cuestión que concierne al funcionamiento de cualquier
sociedad psicoanalítica. Nadie puede impugnar válidamente el conocimiento de Lacan, su
conocimiento de Freud y el alcance de su experiencia. ¿Cómo, entonces, podemos explicar
el resultado paradójico que se supone que es el último punto de su teoría?

La respuesta, aquí también, la da el análisis de lo que hemos llamado los posibles


avatares de la didáctica y el didacta.

Pensamos que este es el escollo con el que la Escuela Freudiana de París ha


tropezado de manera catastrófica.

Fascinados por el prestigio de la interpretación ofrecida por Lacan a Freud, los


lacanianos estaban igualmente fascinados por el conocimiento con el que Lacan estaba
investido. Este último se vio a su vez confrontado a una paradoja de la que no era el único
responsable: si bien abogaba por un retorno a Freud y a los textos, no veía que la mayoría
de sus seguidores se sintieran más cómodos para aceptar su interpretación de una vez por
todas y así se liberaron de la preocupación de volver a interrogar los propios textos. A partir
de entonces creó lo que hemos llamado una inducción recíproca: en lugar del texto, sus
alumnos prefirieron poner la palabra de Lacan; rápidamente le dieron el valor de ley sin ver
que, como resultado, renunciaban a esta "singularidad" que consideramos como un
requisito indispensable para la acción del analista, un requisito que puede, por sí solo, poner
en tela de juicio la "comodidad" de su posición.

En cuanto al "Maestro", quedó atrapado en la trampa de la oferta que indujo. La


tentación de crear su linaje, de marcar la filiación psicoanalítica sólo con su sello, ya no ha
encontrado un punto de resistencia.

A partir de entonces, para los "estudiantes" ya no se trataba de probarse a sí mismos


como analistas, de poner a prueba la singularidad de su escucha en medio de una

41
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

experiencia analítica, sino de probarse a sí mismos como "analizados", es decir, de


convertirse en testigos del valor de la escucha de su analista. Es de "su" contribución al
avance del psicoanálisis (nos referimos a la contribución del analista) que tendrán que ser
la prueba. De esta manera, el analista hará la economía de un concepto que sin embargo es
muy lacaniano: el de la aprés-coup.

La nominación para el título de Analista de la Escuela (entendido como lo que se


llama en otra parte un "didacta", entendido también como el título que lleva la propia
Escuela de Lacan) se basará en el testimonio (muy importante, no nos cabe duda) de lo que
implica para el candidato este momento de transición entre el puesto de analista que le
corresponde y el de analista que aspira a ocupar. En cuanto a este "pensamiento posterior"
que tendrá que experimentar cuando, habiéndose convertido en el analista de facto de otro
sujeto, se dé cuenta de la poca "bienaventuranza" que esto conlleva, al enfrentarse a la
responsabilidad de su escucha, le resultará difícil refugiarse en el "desêtre" [17] sin arrastrar
catastróficamente a su partenaire a ello, dejará la prueba a aquellos que, queriendo probarse
a sí mismos, como analistas, no pueden, de hecho, evadirla.

El "psicoanalista" (de la Escuela) habiendo rendido de una vez por todas su


homenaje al avance del psicoanálisis gracias a su participación única en la "teoría del pase"
, el "psicoanalista" (de la Escuela) será quien deje la prueba a quienes, queriendo probarse
a sí mismos, como analistas, no pueden, de hecho, evadirla. [17] si no en la beatitud, al
menos en buena conciencia. En cuanto a los partenaires "practicantes", les corresponderá
perpetuar la "rutina" de los controles, poner a prueba su acción, cuestionar sus
conocimientos y sin duda también tranquilizar al mundo exterior (nos referimos a la
sociedad en sentido amplio). Lo que personalmente nos pareció la contradicción más
insostenible es precisamente esta división entre dos tipos de investidura. Cualquier control
es una formalidad abusiva, inútil y sin sentido: tenía que ser demostrado y abolido. O es,
de hecho, el necesario cuestionamiento de los propios conocimientos lo que todo analista
debe aceptar, y es impensable que aquellos que, como posibles "didactizandos", tienen la
responsabilidad de formar a los analistas que estén exentos de ello.

Así, los que, gracias a Lacan, habían sido los promotores de un movimiento que
denunciaba, entre otras cosas, el peligro de asimilar el psicoanálisis y la especialidad
médica, que querían evitar reducir el objetivo analítico a un objetivo "normalizador" se han
convertido progresivamente en los defensores de una posición que asimila el acto analítico

42
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

en su aspecto más ambicioso a una especie de prueba iniciática y esotérica, olvidando que
cualquiera que sea el precio que el analista pague en el curso de su propio análisis (en la
desesperación, la depresión o la angustia), no lo es ni siquiera ante la persona que viene a
pedir ayuda para encontrar su verdad.

Este "no estar parejo" implica que el "avance de la teoría", que es muy deseable en
sí mismo, sigue siendo coextensivo con las pruebas repetidas de la experiencia y el
conocimiento clínico del analista.

Así termina esta segunda parte: el análisis de los dos tipos de sociedad que existen
actualmente en Francia por parte de Intra-muros permite poner de relieve los peligros y los
errores, opuestos en la forma pero igual de graves en el fondo. Nuestra conclusión será
breve.

Sociedades de psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Dijimos en nuestra primera parte que es utópico imaginar conjuntamente la


permanencia del psicoanálisis en nuestra cultura y la ausencia de cualquier sociedad
formativa. De la misma manera, queríamos demostrar que es la situación didáctica la que
lleva dentro su propia posibilidad de destrucción.

Desgraciadamente, más que en otros campos, la experiencia nos demuestra que no


basta con saber: la ironía del destino de las sociedades psicoanalíticas es que son
precisamente los conocimientos específicos que tienen sus representantes sobre el
fenómeno transferencial los que se disuelven en el momento en que actúan sobre el propio
tejido social. Esta disolución no nos parece un accidente inevitable con dos condiciones: 1)
Que el peligro que representa este "resto", este "inanalizable" que corre el riesgo de escapar
a la experiencia didáctica, sea la preocupación principal de todo analista que estudie el
problema de la formación; 2) Que el analista re-descubra y sepa conservar una cierta
"modestia". Y aquí no hacemos ninguna ironía. Nuestra teoría, dependiendo incluso de su
objeto, induce más que cualquier otra la posibilidad de una fuga hacia la brillantez teórica;
estamos más privados que otros investigadores de una posibilidad de experimentación;
nuestra profesión, en contra de la opinión del lego, pone a prueba nuestro narcisismo.

Freud mismo soñaba con la posibilidad de una especie de contra-prueba que la


ciencia positiva (biológica o neurofisiológica) podría proporcionarnos. Este sueño atestigua
un cierto malestar del que el analista no puede escapar; es el precio a pagar por una función

43
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

en la que, a la seriedad de la responsabilidad que implica, se opone la imposibilidad de


recurrir al consultor, al texto que se adaptaría punto por punto a este caso, a la apelación a
un tercero que podría decidir por nosotros. Ante el éxito o el fracaso de una cura, el analista
sabe que sólo él puede responder, que nadie puede reproducir exactamente el mismo
experimento y confirmar o invalidar los resultados. El singular del caso se opone al singular
del analista: a menos que seamos ciegos, este es un estado de cosas que pesa mucho sobre
nuestros hombros. Habiendo renunciado al uso de la ciencia del cuerpo, el sueño hoy es
utilizar las ciencias más preciadas: la lingüística, las matemáticas, la lógica, es de ellas de
las que esperaremos pruebas por nueve de nuestras operaciones.

Un sueño que es comprensible y al que todos estamos inclinados. Es este sueño al


que hay que saber renunciar: ya sea que se base en los grafos de Lacan o en modelos de
adaptación social o según normas bien establecidas.

Es una renuncia difícil, sin duda, y tanto más cuanto que también debe ser aceptada
en términos de la existencia de un modelo perfecto e inmutable de sociedad psicoanalítica.
O bien los analistas, eso es lo que un grupo ha tratado de hacer [18] tienen la "modestia"
de probarse continuamente como analistas en función y como representantes de una
sociedad (lo que implica un cuestionamiento igualmente continuo del funcionamiento del
grupo, de los efectos que de él se derivan y de los escollos inesperados que encontrará en
su evolución), y en este caso, existirán sociedades de psicoanálisis, es decir, organizaciones
que pueden pretender haber sabido aplicar la experiencia freudiana a sí mismas. O los
analistas huirán al sueño: asegurados de una teoría impecable, ¡creyendo por fin! Con la
posibilidad de una prueba por nueva que, en cada una de sus operaciones, vendrá a decirles
"aquí está la verdad y aquí el error", seguro que mientras este modelo teórico no plantee
ningún problema cuando se convierta en un modelo "social", seremos testigos de la
producción de psicoanalistas sociales, de la fragmentación acelerada de los grupos
existentes, de la creación de sectas, cada una proponiendo "su" psicoanalista, "su" teoría,
"sus" reglas de formación, "su" modelo: El nombre de Freud se convertirá en la coartada
con la que cada uno reclamará ser el heredero del título, la etiqueta que garantizará su
autenticidad.

Habiendo vaciado así de sentido el recurso a Freud y traicionado el respeto debido


a su conocimiento, a su mensaje, el psicoanalista, angustiado por la realidad, ante una
fragmentación que dará testimonio de la falsedad de todas sus afirmaciones, tratará de

44
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

consolarse afirmando que sólo hay verdad en la alienación. Incluso si, en el fondo, se espera
que, en el extraterritorial, alguien pueda un día proponer de nuevo al deseo de conocimiento
del hombre una meta digna de ser investido.

Entre estas dos posibilidades que se ofrecen al psicoanálisis, es difícil predecir cuál
de ellas tendrá éxito. Parafraseando a Aristóteles, diremos que toda verdad, todo principio,
todo acto de buena fe debe, y siempre tendrá que "ser juzgado por las consecuencias que se
derivan de ellos y especialmente por su fin...".

El psicoanálisis no puede escapar a esta prueba, y menos aún las sociedades de


psicoanálisis; en cuanto al psicoanalista, le convendría hacer de esta divisa el único credo
que tiene el derecho y el deber de recitar cada vez que toma asiento y cada vez que, dentro
de la sociedad que le corresponde, funciona como responsable del futuro del psicoanálisis.

Abril-Mayo 1969.

Notas

[1]

Cf. L’Inconscient, n° 8 : ce Enseignement de la psychanalyse ? », Presses


Universitaires de France.

[2]

Esto se demuestra más claramente por el malestar que sufre la generación más joven
en particular.

[3]

Dejamos de lado el problema del reembolso por parte de la Seguridad Social, que
tampoco es tan sencillo como los que están a favor de la aceptación y los que están en
contra.

[4]

Cf. Ferenczi, Sobre la organización del movimiento psicoanalítico, 1911. Uno verá
al leer este texto que estos temores ya fueron evocados...

[5]

45
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

Cf. J.-P. Valabrega, La psychanalyse savante, L'Inconscient, n° 8, Presses


Universitaires de France.

[6]

Fecha en la que el II Congreso de Psicoanálisis, reunido en Nuremberg, votó, a


propuesta de Ferenczi, los estatutos de la Asociación Psicoanalítica Internacional que
agrupa a casi todas las sociedades psicoanalíticas existentes. La mayoría de las veces se le
conoce por el acrónimo IPA. (Asociación Psicoanalítica Internacional).

[7]

Estamos hablando de sociedades psicoanalíticas.

[8]

Esta "propuesta" se analizará en la última parte de este texto. Fue publicado en


febrero pasado por J. Lacan en el Nº 1 de la Revue Scilicet; pedimos al lector que se refiera
a él.

[9]

Así, en Francia, todas las sociedades existentes proclaman su lealtad a Freud; y las
diferencias de interpretación que cada persona da a su obra se encuentran tanto entre los
miembros de una misma sociedad como entre los miembros de sociedades diferentes.

[10]

Estas cuatro siglas representan en orden cronológico las cuatro sociedades


existentes en Francia: Sociedad Psicoanalítica de París, Asociación Psicoanalítica
Francesa, Escuela Freudiana de París, Cuarto Grupo.

[11]

En este derecho de denominación, cf. C. Castoriadis dans le n° 8 de L’Inconscient..

[12]

Añadamos que en cualquier sociedad pueden ocurrir tales accidentes. Pero si no


está en su poder evitarlos, es su deber ser advertidos de ellos y saber que pueden promover
o detener su propagación.

[13]

46
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Esta propuesta, a la que hemos dado la referencia, no fue votada por la E.F.P. hasta
enero de 1969: esta fue la razón de nuestra dimisión.

[14]

En el acta fundacional de J. Lacan se puede leer, en relación con las diferentes


secciones que constituye: "1. sección de psicoanálisis puro -es decir, praxis y doctrina del
psicoanálisis propiamente dicho, que no es otra cosa -que se establecerá en su lugar- que el
psicoanálisis didáctico".

[15]

No conocemos ningún texto de los lacanianos sobre este tema preciso, aunque su
contribución a la teoría psicoanalítica y a la teoría de la transferencia ha sido muy
importante.

[16]

Creemos que es mejor reproducir aquí la parte del texto que se refiere a ella en su
totalidad, ... ¿Quién se presenta ante el panel de aprobación? Psicoanalistas con el objetivo
de ser reconocidos por A.E. Por qué alguien reclamaría menos, si tiene el coraje. El analista
de la escuela es, no lo olvidemos, el que contribuye al avance del psicoanálisis. ¿Por qué
no empezamos, tan pronto como lleguemos allí.

"Por otro lado, hay personas que, más modestamente, se contentarán con probarse
como analistas. Aquí es la Escuela la que interfiere, y siempre de manera positiva. Difiere
el título de A.M.E. sin necesidad de ningún postulado.

"Este será el trabajo del cuerpo estable en formación, el jurado de acreditación.

"Y este título constituye una invitación de la Escuela para solicitar el título de A.E.

"Pero, a partir de entonces, esta calificación sólo se puede obtener a través del
testimonio decisivo de la propia capacidad.

"La autorización de la A.M.E., que lo "entrenó" de la misma manera, se desprende


entonces del mismo hecho.

La autorización de la AME, que lo ha "entrenado" de la misma manera, se desprende


desde entonces del mismo hecho: "Pero lo que se presenta como EA es todo el psicoanálisis

47
Sociedades del psicoanálisis y psicoanalistas de la sociedad

en el sentido de que el psicoanalista sólo termina por volver a serlo en su posición con
respecto al Sujeto supuestamente conocedor.

"Para el psicoanalista encargado del psicoanalista que ha sido admitido, si todavía


es sólo miembro de la Escuela, ésta no puede hacer menos que presentarlo a la A.M.E.,
desde donde se presentará al jurado de acreditación.

"Podemos ver la ventaja de esto, es que el acceso a la posición equivalente a lo que


se llama en otro lugar un tutor ya no se pierde en el tiempo recuperado de la dicha, que
incluso se vuelve muy lejos de ser dichoso". (Énfasis añadido.)

[17]

Términos utilizados por J. Lacan en el texto ya citado.

[18]

Cf. a este respecto el documento publicado en el “Cuarto Grupo”

48
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

CENT FOIS SUR LE MÉTIER...

Piera Aulagnier

La formación del psicoanalista, tal era el título del primer número de Topique [1]
Veinte años después, estas preguntas no han perdido nada de su agudeza. Se les puede
abordar de manera directa, pero también se puede tratar de responderlas cuestionando las
características que especifican, o deberían especificar, el funcionamiento psíquico del
analista en el ejercicio de su profesión.

Las obras de este número, que inaugura la publicación de Topique por su nuevo
editor, nos muestran en vivo las condiciones necesarias para ello.

Freud ha descrito nuestra profesión como imposible, pero esto no le ha impedido


ejercerla con genialidad y legarnos la experiencia y la investigación que nos permita
ejercerla a nuestra vez.

Pero una propiedad de este legado le habría sugerido a La Fontaine una de esas
morales finales de fábula que le eran tan queridas: no tiene sentido heredarla si no se sabe
cómo hacerla fructificar.

La teoría de Freud no es una fábula: la historia que intentamos construir con


nuestros analistas, las huellas de este pasado lejano que intentamos descubrir, nos enfrentan
a una empresa a largo plazo, rica en acontecimientos inesperados, sin ninguna certeza de
alcanzar nuestro objetivo.

Nuestra labor de intérpretes tiene una función privilegiada en este sentido; pero este
acto de hablar sólo puede tener lugar sobre un objeto construido por la escucha de estos dos
sujetos que se encuentran en el espacio-tiempo de las sesiones. La nuestra no podría percibir
nada más allá del contenido manifiesto de las peticiones que se nos dirigen si nuestro propio
análisis no nos hubiera permitido interiorizar el único lenguaje (el de Freud) que puede
49
Cent fois sur le métier...

darnos acceso a un campo de significados que sólo puede conocerse al precio de una
modificación del propio conocimiento. Una modificación en la elección de nuestros medios
de investimento, en el lugar dado al autoconocimiento, que se ha convertido en uno de los
soportes de nuestro proyecto de identificación, una modificación en la función que tiene el
tema de la duda-certeza en la actividad de nuestro pensamiento.

Nada sería más falso que creer que es posible decodificar en el texto de un analista
los elementos implícitos de un fragmento de autoanálisis que uno haría en su lugar.

Por el contrario, su lectura será tanto más enriquecedora cuanto que permitirá ver
en acción la formación teórica y práctica sobre el funcionamiento del pensamiento y sobre
el papel que desempeña el investir de una búsqueda de la verdad, nunca cerrada y nunca
garantizada para no tropezar con un obstáculo inesperado.

¿Bajo qué condiciones se puede preservar tal investimento?

Los autores que han aceptado colaborar en este tema dan la misma respuesta a esta
pregunta: nuestra teoría sólo puede seguir siendo el soporte de nuestros investimentos, el
soporte de nuestra esperanza de la verdad, si y mientras se siga ejerciendo su poder de
cuestionar nuestro propio pensamiento.

Si Freud nos dejó una obra dotada de vida y no un monumento que no sería más
que el simple vestigio de un tiempo y un conocimiento pasados, es porque la riqueza de
estos conceptos fundamentales - angustia, transferencia y contratransferencia, repetición,
pulsión de muerte, relación con lo desconocido, trauma - que son los conceptos tratados en
los textos aquí presentados, nos invitan, mejor aún nos obligan a seguir explorando sus
implicaciones, a profundizar en su alcance.

Pero es igualmente indispensable que el analista sea advertido de los límites que
debe respetar para que esta parte de "violencia" que cualquier aporte de nuevo significado,
cualquier nueva interpretación que haga obsoletos los ya dados, no conduzca a un abuso de
poder que perjudique el proyecto analítico.

He elegido como tema de investigación para el Seminario de Sainte-Anne de este


año la interpretación, la especificidad de sus objetos y los límites de su alcance. En mi
charla introductoria, insistí en la necesidad de aclarar los efectos, en nuestro propio
funcionamiento psíquico, de esta "violencia" de la que era responsable la obra de Freud,
volcando nuestras certezas más íntimas. Esta es una tarea muy difícil que he tratado de

50
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

abordar analizando las motivaciones que explican este interminable alegato que la relación
del analista con su propia escucha y con la teoría que forma parte de ella le impone. He
extraído las siguientes reflexiones, que también pueden ser leídas como el comienzo de mi
propia defensa.

***

Habiendo terminado de leer el texto de un colega o de reflexionar sobre el mío, he


pensado a menudo que todo trabajo analítico podría compartir un subtítulo común:
"Defensa del oído que escucha" (del autor, por supuesto). Si parafraseé el título de un libro
de Joyce McDougall [2] es bueno que este alegato se refiera a esa parte, no diría anomalía,
pero ¿deberíamos decir desviación? ¿resistencia? ¿sordera? que hace que nuestra escucha
no sólo no sea conforme a la idea que teníamos antes de ponerla a prueba en la práctica,
sino también a la que imaginamos posible si pudiéramos mantenerla bajo control durante
el ejercicio de nuestra función.

Una súplica de escucha: tanto si el texto que escribimos está esencialmente dedicado
al "retorno" a la correcta interpretación de tal o cual concepto de la teoría freudiana, como
si propone una nueva hipótesis, el hecho de que no haya un lugar explícito para la clínica
no cambia nada. Si reflexionamos sobre las motivaciones que empujan a un analista a
escribir y publicar, dejando de lado las que responden a la singularidad de su problemática
y que sólo él puede cuestionar, esta "súplica" estaría en funcionamiento, con raras
excepciones, en todos nosotros. Sería un factor determinante en este trabajo de pensamiento
que se impone al analista, fuera del tiempo durante el cual su escucha encuentra, o espera
encontrar, su objeto en lo que surge en el espacio-tiempo de la sesión. Un alegato que
merece ser considerado porque, en este caso, el analista ocupa conjuntamente el lugar del
abogado defensor (defensa de sus valores, de sus conocimientos teóricos y más aún de su
saber clínico) y el de la parte civil al servicio de los intereses de un hipotético analista que
vendría a pedir cuentas en nombre de su clase.

La peculiaridad de este juicio es que nunca termina. El alegato puede dar lugar a
una absolución, ya sea porque las pruebas de la legitimidad del analista acusado son claras
o porque las circunstancias atenuantes (que en este caso se llamarán resistencia) son tales
que justifican su despido. Esta auto-absuelta del analista acusado no pondrá fin a un juicio
en el que, como señaló Joseph K., a quien cité en la última página de La violencia de la
interpretación, cualquier absolución si no es "aparente" nunca es definitiva.

51
Cent fois sur le métier...

En una obra que trata de problemas muy similares, Sophie de Mijolla se pregunta
sobre las condiciones de posibilidad de este ejercicio particular que representa, para el
analista, la rendición de cuentas de un análisis, aunque sabe muy bien que, en el mejor de
los casos, terminará en la reconstrucción siempre infiel de un proceso del que sólo puede
recuperar lo que ha sido inscrito en su memoria. De ahí la pregunta del autor: "Si el relato
de un análisis resulta ser un reto imposible, ¿cómo es posible entender su persistencia hoy
en día, cuando la necesidad en que se encontraba Freud de defender y promover "la causa"
ya no pasa por la necesidad de demostrar in vivo el significado de los procesos psíquicos y
la especificidad de su enfoque por la cura psicoanalítica? [3]

Si es cierto que hoy en día -no fue lo mismo para Freud y sus contemporáneos-
podemos confiar en una demostración ya hecha de la validez de los postulados
fundamentales de la teoría freudiana, si sigue siendo cierto que la suma de lo que podemos
saber de las experiencias clínicas realizadas por nuestros predecesores justifica la práctica
que esta misma teoría instituyó y hace posible, ¿cómo podemos explicar la insistencia de
este alegato que se impondrá, periódicamente, a todo analista?

Preguntémonos primero quién puede tomar en consideración estas


"demostraciones", ¿quiénes son los sujetos susceptibles de aceptar su validez? El analista,
en primer lugar, que encontrará en ella la confirmación objetiva de esta primera evidencia
subjetiva que se supone le ha sido traída por su propio análisis.

Siguiente... bueno, agregaré a esto todos los sujetos dispuestos a apostar por la
existencia, no de Dios, sino del inconsciente. Una apuesta muy diferente, ya que ganarla no
les traerá ningún consuelo contra la muerte, sino todo lo contrario.

Que esta apuesta sea necesaria para que el sujeto acepte, no para creer a priori en
nuestras hipótesis, sino para ponerlas a prueba, no es evidente.

Hace algún tiempo, leí en no sé qué publicación, que había una sociedad en Londres
cuyos miembros todavía mantienen que la tierra es plana y no redonda. Un análisis de este
grupo probablemente nos confrontaría con varios problemas psicológicos. Pero, como
analista, puedo considerar remotamente, sin temor a equivocarme, este rechazo del sujeto
a las contribuciones y experiencias más incontrovertibles de su propia cultura, como un
signo de una psicopatología no cotidiana. No juzgaré de la misma manera la evasión, la
reacción de sordera que la teoría de Freud puede inducir. Veré en ello un efecto de la
resistencia que el yo opone al descubrimiento de lo que a menudo ha tenido tanta dificultad

52
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

en reprimir, una defensa al servicio de su narcisismo, el impacto de esta parte de la ideología


(científica, religiosa, política) de la que nadie escapa y, más en general, la movilización de
una defensa perteneciente a este ámbito que todo sujeto debe poder tener a su disposición
y a la que puede recurrir, cuando sea necesario. Pero mientras el tema y yo permanezcamos
fuera de cualquier contexto analítico, no me permitiría incluir este tipo de reacción en
ningún cuadro clínico.

Cualquier forma de interés genuino en la teoría de Freud encuentra su punto de


partida en la intuición más o menos explícita de la existencia en uno mismo de una parte
de lo desconocido que se expresa en forma de pregunta. Freud vio en esta intuición la
posible fuente del misticismo, es decir, el encuentro interior con una Presencia que asegura
que conoce la totalidad de ti mismo. Esta misma intuición puede tener otro destino: inducir
a quien ya no es un niño a reanudar su "búsqueda solitaria" con la esperanza de encontrar
una nueva respuesta al enigma del deseo.

Para que el analizando se apropie de una interpretación y la transforme en un


elemento de su autoconocimiento, debe haber recorrido este camino que permite que este
nuevo significado encuentre su lugar en una obra ya trabajada y que la interpretación viene,
conjuntamente, a desvelar, puntuar y relanzar. De la misma manera que para que un sujeto
emprenda un análisis, acepte plegarse a las exigencias del proceso, para tener la posibilidad
de llevarlo a buen término, un sufrimiento psicológico debe formar parte de las
motivaciones que le hicieron solicitar un análisis. Hablar de sufrimiento es, por otra parte,
un poco precipitado, más exactamente debe haber una pregunta sobre este sufrimiento, una
mínima duda sobre la validez de las causas a las que lo atribuye.

Encontramos estas dos condiciones, mutatis mutandis, en la relación que el sujeto


puede o no tener con este conocimiento sobre el deseo que el pensamiento freudiano
persigue incansablemente. Por rigurosas, lúcidas y exigentes que sean las gestiones de
Freud y sus sucesores, estas cualidades por sí solas no bastarán para apostar por la posible
verdad de sus postulados: hay que añadirles la preexistencia de un primer cuestionamiento
de nuestras propias certezas. Uno no cree en el descubrimiento de Freud porque es absurdo,
ni por un acto de fe. Aceptamos el riesgo de enfrentarnos a él porque ciertas preguntas, una
vez planteadas, ya no pueden reducirse al silencio, poniendo en tela de juicio la confianza
ciega que se había depositado en las primeras respuestas obtenidas y, más radicalmente, en

53
Cent fois sur le métier...

cualquier respuesta que pretenda imponerse en nombre de un conocimiento garantizado por


la sola palabra de otro.

Aquí haré una breve observación sobre la acción de transferencia en este problema
de duda y puntos de certeza que sustenta la actividad de todo pensamiento. Una de las
peculiaridades de esta demanda de amor que la transferencia pondrá en primer plano es
abordar este "sujeto supuesto saber" todo lo que concierne a su ser, sus deseos, sus
carencias. De este modo, la relación de transferencia se acercará, sin ser nunca una
reproducción fiel, a la relación vivida en aquella época lejana en la que el omnisciente y
todopoderoso amor eran los dos atributos otorgados a esta primera representante del Otro
en el escenario de la realidad, la madre.[4]

El analizando vivirá, por lo tanto, una experiencia de dependencia en el registro del


saber. Como entonces está dispuesto a aceptarlo, aunque es fuente de nuevos conflictos,
con la expectativa de obtener a cambio esta forma de amor que reivindica como un derecho,
porque la considera como el complemento necesario de su ser. Esta demanda, que quedará
insatisfecha, inducirá al sujeto a seguir este largo y difícil camino que le permitirá, al final
del trayecto, descubrir que no se puede pedir al otro que ocupe esta posición de objeto
complementario y que la simple creencia en la realización de este sueño sólo es posible a
condición de que se asigne al propio deseo y pensamiento el mismo lugar complementario
para el disfrute del otro.

Esta pregunta, a través de la cual se manifiesta lo que he definido como intuición


de la existencia de un inconsciente, puede entenderse también como la expresión de esta
otra intuición que hace que el sujeto vislumbre fugazmente la brecha siempre presente entre
el objeto de su petición, para él sinónimo de su deseo, y este enigmático objeto perseguido
por una fuerza presente en sí misma, que no conoce, y que llamamos deseo. Este
descubrimiento también es parte de lo que se supone que el análisis debe aportar.

La libertad de la sujeción transferencial requiere el reconocimiento de que cada


sujeto seguirá enfrentado a esta brecha, que le corresponde a cada uno, en su singularidad,
negociarla de manera que siga deseando una expectativa, un encuentro, un proyecto, a pesar
de la parte inevitable de inadecuación que se revelará en el período posterior a su eventual
realización. Si el análisis no ha permitido al analizando asumir sin demasiado resentimiento
la omnipresencia de esta brecha, incluido el punto al que le ha conducido, si se niega a
aceptar que es igual para todos, incluido su propio analista, lo que debería haber sido una

54
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

dependencia transitoria del pensamiento de este último se convertirá en una dependencia


definitiva que recurrirá a mecanismos de idealización del analista y de su teoría. Cuando
esto sea así, se verá en la persona que ha elegido convertirse en analista un mecanismo de
borrado en detrimento de este estado de cuestionamiento que, sin embargo, había sido
decisivo al principio de su viaje. El corolario será su olvido de la necesaria presencia de
esta misma condición subjetiva en los destinatarios de nuestros discursos, nuestros textos,
nuestras prácticas. El analista, por lo tanto, tendrá su parte de responsabilidad en los efectos
nocivos y mitificantes del lugar que intentaremos que ocupe el discurso de Freud para que
se proponga como objeto de fascinación al mayor número posible de personas, sea
codiciado como instrumento de poder sobre el propio pensamiento y, sobre todo, sobre el
de los demás. Para ello, basta con remodelarla de tal manera que formule, en lugar del
sujeto, las preguntas que se dice deben hacerse, dándole conjuntamente respuestas en forma
de una verdad incuestionable por ser universal y privada de toda singularidad. El encuentro
con el discurso de Freud, por lo tanto, ya no revela ningún cuestionamiento interno, sino
que hace imposible su eventual recurrencia.

Añado inmediatamente que el final del análisis del analista (¡y el de los demás, por
supuesto!) no suele conducir a este resultado paradójico.

La experiencia de su propio análisis le habrá permitido dilucidar las fuentes de su


pregunta y justificar la confianza que ha depositado en su enfoque y en las respuestas que
ha podido dar. Lo que me lleva de nuevo a mi primera pregunta: si es así, ¿cómo podemos
explicar el carácter recurrente de esta petición de escucha que propone permitir a otra
persona encontrar su respuesta?

Si dejamos los términos jurídicos a nuestro criterio, podemos analizar este debate
como el cara a cara entre un yo que persigue una imagen de su propio funcionamiento
coherente con la que la teoría le había hecho desear y esperar como resultado del
experimento (su análisis) y este mismo yo juzgando el experimento? su analista? la teoría?
incapaz de cumplir todas sus promesas.

No se trata de una cuestión de división, es el mismo yo que mantiene dentro de sí,


en su propio mecanismo de pensamiento, este debate que no puede encontrar una solución
definitiva. En efecto, debemos ver en ella nuestra forma de negociar la búsqueda de un
deseo de autoconocimiento que se ha convertido en parte integrante del objetivo investido
por nuestro proyecto de identificación, y la tentación siempre presente de recurrir a

55
Cent fois sur le métier...

mecanismos de idealización que nos hagan creer que lo hemos adquirido de una vez por
todas.

Si nada particulariza el desarrollo de un análisis en el sujeto que decidirá, al final


del proceso, convertirse en analista, no es lo mismo para lo que sucede después. Nuestra
profesión nos impone una serie de experiencias relacionales que, a veces, nos confrontarán
con los límites de nuestras posibilidades en este ámbito. El alcance de estas posibles
posiciones depende de nuestra capacidad de pasar a las posiciones de identificación en las
que nos proyecta nuestro partenaire, sin poner en peligro los puntos de referencia que
garantizan a nuestro yo un principio de permanencia sin el cual no podría dar paso a un
"principio de cambio". Dos principios que también deben regir nuestro funcionamiento
identificatorio para evitar que el yo quede atrapado en una posición dependiente del derecho
de ocupación que sólo otro tendría el poder de conceder o negar [5].

Cuanto más amplio sea el alcance de nuestras posibles relaciones, mayor será
nuestra libertad para movernos en el tablero de ajedrez de las identificaciones y mayor será
nuestra tolerancia al conflicto, pero siempre dentro de ciertos límites, por supuesto. Si en
nuestras relaciones personales tenemos el derecho y la posibilidad de rechazar una petición
que nos asigna, como destinatario, un lugar que no podemos ocupar, es diferente en nuestras
relaciones analíticas. No sólo estamos ahí para promover estos mecanismos de proyección,
sino que no podemos protegernos de ellos por adelantado. Es fácil "en teoría" hacer el rango
de proyecciones que un analista igualmente "teórico" puede apoyar.

"En la práctica", no podemos prever ni anticipar los efectos que una nueva relación
analítica puede ejercer repentinamente sobre estos puntos de referencia que son
indispensables para que nos movamos sin miedo en nuestro propio espacio relacional.
Protegernos de este imprevisible cuestionamiento supondría que nuestra escucha
reemplazaría un discurso vivo, un discurso que ya ha sido contestado por la teoría que
hemos hecho nuestra. Denunciar tal maniobra no es suficiente para resolver el problema
planteado por la función que la teoría tiene en nuestra escucha, su acción en la construcción
del objeto sobre el que se ejercerá nuestra interpretación.

Acción que comenzaré a cuestionar utilizando el concepto de "lenguaje


fundamental" como propuse en La violencia de la interpretación. En ese momento, insistí
en el papel que desempeñaba el portavoz para poner de relieve por qué el paso del estado
infantil al de los niños implica la acción de esta violencia primaria y necesaria que se ejerce

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

en este primer intento de dar sentido a la relación sujeto/mundo que el discurso materno
propone e impone. Una elaboración conjunta del significado de este espacio relacional en
el que la madre y el niño sólo pueden orientarse si logran compartir la misma terminología,
en el sentido fuerte del término, para nombrar y, por este medio, hacer pensables y
comunicables los movimientos emocionales movilizados por su encuentro. Designación de
los afectos pero también contribución de las primeras declaraciones de identificación por
las que cada uno de los dos designa al otro el puesto que ocupa como destinatario de una
solicitud y como agente de la respuesta que recibirá.

Dura prueba a la que todos nos hemos enfrentado en este momento de aparición de
una instancia (el yo) que debe pagar con este precio su acceso al campo de la palabra y al
registro relacional.

¿Podemos plantear la hipótesis de que en este sector del campo semántico que se
relaciona con la denominación de los afectos, y por lo tanto con los fundamentos de nuestro
espacio relacional, la apropiación-interiorización por parte del analista del lenguaje
freudiano se enfrenta no al niño sino al sujeto en que nos hemos convertido con lo que, en
una primera aproximación, lo que definí como "violencia teórica"? Si la característica de
la "violencia primaria" es imponer al infante/niño que pasa de este hecho al estado de niño,
esta nominación que le permitirá pensar-comunicar el afecto transformándolo en la
declaración de un sentimiento que forma parte del decible, el lenguaje de Freud y su
nominación de pulsiones nos lleva por el camino opuesto. En última instancia, el objetivo
final de cualquier interpretación es encontrar en estas demandas, estos conflictos que
especifican la relación analítica, el rastro de la experiencia afectiva que, en un pasado
lejano, fue su fuente. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esta violencia teórica, de
esta puesta en palabras de lo que se suponía que iba a seguir formando parte de un no-
decible sobre estos puntos de referencia, estos "puntos de certeza", en los que se basa
nuestro pensamiento, y que son necesarios para orientarnos en nuestro propio espacio
relacional? Pregunta paradójica ya que en la perspectiva más optimista sólo podré dilucidar
las preguntas que pueden ser respondidas por el lenguaje teórico cuyos efectos estoy
cuestionando sobre el funcionamiento psíquico y los procesos de pensamiento del sujeto
que lo hizo suyo. Al aceptar esta paradoja, hago una apuesta a mi vez: demostrar que la
teoría de Freud es capaz de dar cuenta de los límites que se impone a sí misma y a la
elección de los objetos que componen nuestra interpretación. Si, como cualquier analista,
estoy convencido de que esta teoría era la única capaz de incluir en el registro de lo

57
Cent fois sur le métier...

cognoscible lo que antes no podía estar ahí, creo también que debemos preguntarnos -y ahí
está el problema- qué otros enfoques del fenómeno mental, del campo social, del cuerpo,
son incompatibles con los postulados en los que se basa nuestra actividad como intérpretes.

Se puede impugnar esta cuestión alegando que se trata de un falso problema y que
cualquier fenómeno que afecte a los seres humanos de cualquier manera puede
reformularse en términos que lo hagan conforme a nuestro paradigma, se puede obligar a
la teoría a cohabitar con otra, a pesar de sus evidentes incompatibilidades. También
podemos reconocer que no está en nuestro poder retirarnos, cuando queramos, de esta
violencia teórica para privilegiar otros puntos de referencia conceptuales, mientras
continuamos utilizando el lenguaje freudiano como un instrumento amorfo al servicio de
un dominio sobre el pensamiento de los demás. Contrariamente a lo que ha ocurrido en
nuestro acceso al lenguaje, podemos decidir escapar de esta segunda "violencia", pero con
la condición de que renunciemos al mismo tiempo a hablar el lenguaje de Freud.

Con la excepción de este caso, debemos tener claros los límites que cualquier teoría,
por rica y revolucionaria que sea, impone al campo y a los objetos que permiten y justifican
su aplicación.

Si la violencia primaria es la prueba que permite que un "yo" entre en la escena


psíquica, sabemos que también implica un gran peligro para el futuro de este mismo "yo":
el riesgo de exceso. Exceso cuya tentación está siempre presente en la psique materna y
que puede ser removido por nuestra profesión.

En cuanto a la relación madre-hijo, había demostrado lo que podía representar una


catástrofe para el yo infantil, una madre incapaz de renunciar al deseo de mantener su
relación con el niño sin cambios, congelada. "No dejes que nada cambie": es en estos
términos que se puede formular el mandato que subyace en su comportamiento y discurso
lo más cerca posible de su deseo inconsciente. Deseo que despoja al yo del niño, tan pronto
como nace, de cualquier futuro que pueda investir. Tal mandato es tanto más probable que
se imponga cuanto que esta "violencia secundaria" se basa en lo que había sido una prueba
necesaria y al servicio del futuro del yo, se formula en términos muy similares, se basa en
justificaciones similares, lo que hace muy difícil para el que la sufre y, a veces tanto como
para el que la pronuncia, lograr lo que hace que los objetivos de estas dos acciones, por
estos dos poderes de la palabra, sean antinómicos.

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

El analista, si quiere, no puede, afortunadamente para él y sus partenaires, recuperar


el poder y la función del portavoz. Pero así como he reunido la "violencia teórica" y la
"violencia primaria", diré que puede hacerse responsable de una violencia secundaria que,
en su caso, puede formularse por mandato judicial, lo contrario: "que todo cambie" o, mejor
dicho, que todo se convierta en objeto de nuestra interpretación.

Cualquier nuevo descubrimiento, cualquier acción, cualquier cambio en la escena


mundial podría, por lo tanto, ser interpretado como la coartada que persiguen los sujetos
que son totalmente ignorantes de sus motivaciones. Sólo nosotros estaríamos en
condiciones de interpretar el objetivo y la coartada al mismo tiempo, para extraer de ellos
una verdad desconocida para todos.

He dicho antes que, en última instancia, toda interpretación tiene como objetivo
encontrar en lo que se dice, se juega y se muestra en la escena analítica, la marca, la
impronta de este primer "trazador" que ha sido y sigue siendo el deseo inconsciente. Una
fórmula que debe ser aclarada: este trabajo de excavación y de enlace sólo puede justificarse
y tiene posibilidades de éxito si el sujeto -por diversas razones- no ha podido permitirse dar
su palabra singular a sus representaciones fantásticas, lo que habría permitido que el deseo
se apoyara en el vector de sus exigencias. Nuestra tarea es hacer que la palabra sea capaz
de nombrar el afecto, que encuentre su anclaje en esa parte del capital de fantasía que todo
ser hablante debe ser capaz de tener: esta es nuestra tarea.

Un alegato a favor de la escucha pero quizás, sobre todo, un alegato a favor de esta
profesión de intérprete que nos enfrenta a la vez con momentos de sordera y con el riesgo
de ir más allá de los límites de su campo: un riesgo que a veces es más difícil de superar
que cualquier otro.

Notas

[1]

Topique 1 - Octubre 1969, P.U.F. ed.

[2]

Joyce McDougall, Plaidoyer pour une certaine anormalité, París, Gallimard, 1978.

[3]

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Cent fois sur le métier...

Sophie de Mijolla-Mellor, " Rendre compte d'une analyse " en Psychoanalyse à


l'Université, octubre de 1987.

[4]

Esta es una definición que le debemos a Lacan.

[5]

Cf. Piera Aulagnier, Permanence et changement : les deux principes de notre


fonctionnement identificatoire. Conférence reprise dans Un interprète en quête de sens,
Paris, Ramsay, 1986.

60
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

EL CONCEPTO DE POTENCIALIDAD PSICÓTICA


Esta conferencia fue dada en la Facultad de Letras de Caen el 15 de junio de 1986,
con ocasión del "V Encuentros Regionales de Psicoanálisis Infantil". Estas jornadas -que
cuentan con un público regional muy amplio- comenzaron en 1981 por iniciativa de Bianca
Lechevalier y James Gammil, ambos miembros de la S.P.P. Estos encuentros de trabajo
teórico y clínico se crearon con un espíritu de apertura a las diferentes corrientes del
pensamiento psicoanalítico contemporáneo. Desde el principio, se han colocado bajo el
signo de la plurirreferencialidad y la pluri-institucionalidad. Todos los que estuvieron
presentes en este fin de semana de trabajo guardan cálidos recuerdos de la intervención
de Piera Aulagnier en la Facultad y de la jornada clínica que siguió en el Moulin de Bully,
a orillas del Orne, al día siguiente. Trabajábamos allí sentados en un círculo en los
céspedes a su alrededor, bajo un hermoso sol normando.

Christine Voyenne

En los últimos años se ha desarrollado y profundizado toda una corriente de


investigación sobre el autismo y las primeras manifestaciones de la psicosis. El interés que
esto ha generado entre los analistas, incluidos aquellos de los que formo parte y que tienen
muy poco contacto directo con la clínica infantil, responde sin duda a motivos complejos y
diversos. Personalmente, le daría un lugar especial a uno de ellos: la época de la vida en la
que se centra esta investigación. El analista que conoce a un adulto se da cuenta muy
rápidamente de que el cuadro que se le presenta lleva la huella de las transformaciones que
han seguido a las pruebas, las derrotas, los éxitos más o menos parciales que han marcado
la vida de este sujeto hasta el día de hoy. El hecho de que su problema pertenezca al registro
de neurosis o psicosis no cambia nada. Sin embargo, este mismo analista sólo se ocuparía
de los niños, y aprendería tan rápido como siempre escapa a su alcance un primer

61
El concepto de potencialidad psicótica

autorretrato en el que el artista continuaba añadiendo rasgos, modificando otros, que a veces
intentaba borrar por completo porque no se reconocía en ellos.

En nuestro enfoque clínico, siempre tenemos que lidiar con el tiempo posterior,
aunque sólo sea porque un primer retrato de este bebé recién nacido fue compuesto por la
psique materna y mantenido en reserva dentro de ella. Ahora bien, este retrato previo
influirá tanto en la actividad pictórica de este niño, que tendrá que auto-figurarse para
posicionarse como existente para su propia psique, como en la de una madre que tendrá o
deberá tener en cuenta en adelante la conformidad entre el retrato y el modelo. El lienzo
nunca es virgen: el niño pintor traza sus primeras líneas en un lienzo previamente pintado.
Por eso la esperanza de encontrar un momento de origen puro que se pueda aprehender sin
tener en cuenta ninguno antes es un mito. Pero la aceptación de esta observación hace aún
más preciosos los conocimientos adquiridos por quienes han podido analizar in statu
nascendi la puesta en marcha y la aplicación de estas primeras maniobras y posiciones
defensivas que, si no se abandonan o reelaboran, corren el riesgo de obstaculizar la
organización que debe ser respetada por el proceso de identificación y el espacio relacional.

Veremos que para que este camino y espacio se conserven, la autoridad psíquica
que asume esta doble tarea debe asegurarse la persistencia y la posesión inalienable de un
cierto número y cantidad de puntos de anclaje (o emblemas de identificación) y soportes
de investir. Este camino y este espacio tendrán que permitir conjuntamente el libre acceso
a nuevos encuentros, aceptar las consecuencias y las auto-modificaciones que resultarán de
ellos.

En un coloquio celebrado en 1984 sobre "Psicosis y Adolescencia" [1] he analizado


este doble principio que rige el funcionamiento de la identificación: un principio de
permanencia y un principio de cambio. Es la antinomia que puede oponerse a ellos y hacer
imposible la relación de alianza que debe preservarse entre estos dos requisitos lo que
considero responsable del establecimiento de una potencialidad psicótica. Antes de abordar
este concepto de frente, quisiera insistir en otra exigencia de la que ningún sujeto y -por lo
tanto- ningún analista puede escapar en cuanto su reflexión se refiere a la acción de la
psique sobre el mundo que habita e invierte y sus reacciones a las respuestas que este mundo
le aporta.

No está en el poder del analista, ni de sus construcciones teóricas, ni de su enfoque


clínico, hacer pensables las manifestaciones psíquicas desde las más originales hasta las

62
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

más elaboradas más que en términos de relación. Encontraremos este requisito de nuestro
pensamiento en el punto de partida y en el punto de llegada de nuestro enfoque teórico y
clínico:

-En el punto de partida, porque siempre veremos en la tabla que se nos presenta la
manifestación de la relación del sujeto con el otro y con el mundo, sería esta relación una
relación de ruptura o de fusión

-En el punto de llegada, porque cualquier cambio en la composición del cuadro


supone que hemos sido capaces de descubrir o reconstruir el papel y la función que tiene
una experiencia relacional que precedió por mucho tiempo al momento en que nos
encontramos con este tema.

Aunque este requisito de nuestro pensamiento abarca nuestros supuestos


etiológicos, no es reducible a ellos. ¿Defenderíamos una etiología puramente orgánica del
autismo, rechazaríamos la teoría freudiana de que el término autismo sólo podría tener
sentido en comparación con la relación que un sujeto no autista tiene con el mundo y sus
habitantes? Las hipótesis sobre las razones de tal diferencia variarán, pero su presencia se
impondrá inmediatamente al analista, al profano o al médico no analista o anti-analista que
descubra de repente que ya no puede utilizar sus puntos de referencia relacionales para
orientarse en el mundo interno y externo habitado por este sujeto. Si la persona con la que
se encuentra no está realmente cerca de él, el lego reaccionará a esta descalificación de
estos puntos de referencia más familiares rompiendo el contacto. De lo contrario, ya no
podemos hablar en el sentido estricto de la palabra "profano".

Esta madre o padre puede desconocer la explicación científica o analítica, ya que el


término mismo de autismo o esquizofrenia fue pronunciado por el especialista consultado,
pero por el contrario son ricos en otra experiencia, hecha sobre todo para apelar al
conocimiento de otros: la imposibilidad de hacer que este infante/niño ocupe una posición
relacional en la que había pensado y en la que había investido previamente. Esta negativa,
que se atribuirá entonces al niño, servirá como un decodificador relacional y,
lamentablemente en algunos casos, como un decodificador exclusivo. La importancia y la
función que doy a lo que he definido como parámetros relacionales encuentran su razón de
ser en la imposibilidad de disociar el proceso de identificación, el trabajo y los movimientos
psíquicos que implica y este otro trabajo de poner en relación la psique con sus soportes de

63
El concepto de potencialidad psicótica

investir. Nuestra historia libidinal es el texto manifiesto de una historia identificatoria que
representa su texto latente: ambos son indisociables.

Sólo que estas dos historias no comienzan al mismo tiempo para los dos polos de
una primera relación madre/hijo. Para el primero, el nacimiento del niño, la gestación y su
expectativa, coinciden con el investir de una representación relacional que incluye la
designación de los dos polos que ocuparán la madre y el niño. Para el segundo, no es lo
mismo. Esta puesta en relación y - con ella - la activación del proceso de identificación,
tendrá lugar desde el momento en que la madre sea reconocida como un ser separado. Esta
conciencia llevará a otras cuatro:

1. El establecimiento y la preservación de este vínculo de investimento puede


garantizar por sí solo que la separación no signifique la desaparición, que la madre siga
existiendo psíquicamente para el niño y él para ella.

2. Ya no está en su poder decidir el lugar que ocupa en la relación y, por lo tanto, el


lugar que ocupa el otro polo necesario para la existencia misma de una relación.

3. Cualquier cambio en el lugar de uno de los dos repercutirá, en su comprensión


identificadora, en el que ocupa el otro lugar.

4. Una nueva autoridad psíquica transformará e investirá conjuntamente esta


representación relacional en su propio representante. Nueva autoridad o nuevo
representante de esta función psicológica que en adelante se encargará de la totalidad de
las solicitudes dirigidas a un destinatario externo.

Defino "yo" como este representante autorreferencial de una representación


relacional.

Antes de continuar mi análisis del "yo" y del proceso de identificación por el cual
se constituye y conserva, quisiera subrayar muy brevemente uno de los caracteres
diferenciales que separan este concepto del de "yo", tal como lo conceptualizó Freud y lo
retomaron la mayoría de sus sucesores. No les ofreceré un resumen de la teoría del Yo en
la obra de Freud, un resumen que asumiría el de la metapsicología en su totalidad.
Simplemente les recuerdo que tanto en el primer como en el segundo tema, el Moi - en el
caso de Freud - tiene una autogénesis interna, son "moléculas de la propia materia psíquica"
que evolucionarán para constituir un nuevo sistema que se añadirá a la organización del
aparato psíquico.

64
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

En el primer tema, el "yo" es una consecuencia de la acción ejercida por el entorno


sobre la capa más externa del aparato psíquico.

En el segundo tema, es una parte del ello que se irá diferenciando paulatinamente
para hacerse cargo de un conjunto de funciones en servicio, como dice Freud en El esquema
de Psicoanálisis [2] de la "salvaguarda" de esta misma instancia, porque está al servicio de
las condiciones que deben respetarse para que la vida se preserve. Este personaje por sí solo
está lejos de dar una idea (incluso aproximada) de la complejidad y riqueza del concepto
del "yo", pero sin embargo forma parte de los personajes que le son propios. En mi
concepción, el "yo" es dado a luz por el "yo" de otro, pasa por un tiempo de gestación en
el psiquismo materno y no llega a la escena psicológica del infante/niño que - en este
momento del resto - pasa al estado de niño, sólo en un tiempo que no se puede fechar con
certeza, pero que sigue al nacimiento de un cuerpo y a la puesta en actividad del aparato
psicológico. También podría haber dicho que es el conocimiento del objeto como separado
lo que hará que suceda y dará su estatus a una instancia co-nacimiento gracias a y a través
de esta separación, es decir en el momento del conocimiento del concepto de "separable".

A partir de este momento, el yo se presenta e invierte como ocupante de uno de los


dos polos, y aprende que sólo puede conservarse en este lugar mientras mantenga la certeza
de que el ocupante real o imaginario del otro polo reconoce el derecho a ocuparlo, lo
invierte en la posición de quien exige lo que este otro ofrece, designándolo así como
destinatario de su propia demanda.

Es necesario subrayar aquí de dos maneras la relación de interdependencia que se


establecerá entonces entre dos yoes y no atribuir a quien, en el caso del infante, no sé qué
tipo de pasividad, o de estatus de alienado de por vida.

Efectivamente, un primer identificado -apoyo al investir maternal- se convertirá en


un apoyo y un imán de auto-investimento porque es una condición y un presupuesto
necesario para la preservación de un vínculo con el objeto madre. Pero este primer "yo"
que está constituido por la investidura y la apropiación de un rasgo del "yo anticipado"
operará a cambio, e inmediatamente, su acción de identificación con respecto a este objeto
investido.

Al inducir en el lactante que logra investir por medio de una de sus señas de
identidad y uno de sus parámetros relacionales, la madre descubre que ha perdido su
posesión. Poco a poco o repentinamente, se da cuenta de que ya no estará en su poder

65
El concepto de potencialidad psicótica

decidir el destino de este punto de referencia, las transformaciones que sufrirá, los objetivos
a los que el "yo" del niño lo esclavizará, el movimiento relacional que seguirá.

Por eso cada investir implica un riesgo para el yo del otro, sea cual sea la calidad
positiva de la investimento que los une.

La relación puede ser asimétrica, y este es el caso de la relación madre/hijo. La


interdependencia puede pesar de forma diferente en los dos polos de la relación, pero no se
anulará por todo ello. Puede rechazar una solicitud, puede recusarse como destinatario, pero
no podría serlo si no se le dirigiera ninguna solicitud.

Se trata de precisar en qué perspectivas "ontogénicas" (término que hay que poner
aquí entre comillas) sitúo el yo: representa, podría decirse, "esta pequeña parte" que se
separa del espacio de un yo para depositarse en otro terreno psíquico y allí evolucionar
según los elementos que componen este terreno, según la acción ejercida sobre él por las
culturas que crecen en estos otros terrenos limítrofes. Se trata de una "pequeña parte" que
en un tiempo futuro este "yo", a su vez, depositará en el suelo de otra psique y así
sucesivamente, a menos que el sujeto decida renunciar a cualquier función parental. Sería
útil aquí ver qué relación se puede establecer entre esta "pequeña parte" separable del yo y
lo que había escrito en Los destinos del Placer [3] sobre "une pequeña parte separable de
la muerte".

Será a través de este camino que pasa de Yo al Yo que se produce una transmisión
que no es la herencia de ningún innatismo. Este "pedacito" que el yo parental deposita en
el niño lleva la marca del tiempo, la historia y los encuentros que han marcado la vida de
este yo, desde su propia aparición hasta este momento en que llegó a ocupar el lugar de un
padre. Con esta primera "identificación" se rompe así el acceso del psiquismo a la
temporalidad y su propia inscripción en una historia libidinal en la que se comenzará por
ocupar un lugar privilegiado que, aunque modificado, generalmente se le concederá de por
vida.

"Aunque modificado": aquí es donde radica el problema, pues el yo comenzó


creyendo que el privilegio era sinónimo de exclusividad, que quedaría como único objeto
de la solicitud del yo del otro, y que este otro es un demandante que nunca tendría y nunca
quiso otros destinatarios para sus ofrecimientos. Tendrá que desencantarse y para apoyar
este desencanto, tendrá que lograr diversificar tanto los objetos de sus peticiones como
aquellos a los que se dirige.

66
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Antes de continuar, aclararé el significado del término demanda en este trabajo. Fue
Lacan quien introdujo en la terminología analítica la trilogía: necesidad-deseo-demanda
para diferenciar los objetos-objeto que deben -en la ley- especificar estos tres registros. Me
vienen a la mente dos expresiones que uno encontrará en su texto sobre la transferencia:
"demandar, el sujeto nunca ha hecho nada más" y "cada demanda es una demanda de amor".
Dos afirmaciones que son difíciles de discutir, siempre que se añada que toda demanda de
amor es una demanda de reconocimiento de su singularidad, y tanto como la de una petición
y una oferta que uno reclama, y que le gustaría, fuera inalterable.

Retomemos estos tres términos de nuevo:

Necesidad: se refiere al estado que acompaña a la ausencia de un objeto vital para


la vida somática, un estado de privación que sólo puede ser temporal, de lo contrario
llevaría a la muerte. El ejemplo más familiar nos lo da la comida. El registro de necesidad
incluye, por lo tanto, cualquier objeto cuya obtención satisfaga una necesidad vital.

Deseo: se refiere principalmente al metabolismo psíquico del objeto de necesidad


física. Si el cuerpo necesita una ingesta calórica, la psique necesita un pezón porque es la
fuente y el dispensador del placer erógeno. El deseo en su estado inconsciente, como en su
estado a-temporal podría decirse, es la forma psíquica de la necesidad física, muestra la
misma demanda de satisfacción, la misma intolerancia a un estado de privación o carencia.

Si consideramos sólo el funcionamiento psíquico del infans, la necesidad y el deseo


son inseparables. Comparten el mismo objeto, el mismo objetivo, la misma exigencia.

La demanda: desde el amanecer de la vida, el registro de la demanda se une a los


dos primeros, pero desde fuera: la madre descodificará y formulará en términos de
demandas las expresiones, los signos por los que se manifiestan las demandas en el espacio
somato-psíquico de la infantería. En estas primeras formulaciones la madre operará una
conjunción entre el ofrecimiento del objeto de necesidad y el ofrecimiento de su presencia
y amor: "quiere el pecho, tiene hambre". Tal afirmación va siempre unida a un "quiere a su
madre": vemos cómo cada demanda imputada al niño es una demanda que va más allá del
objeto de la necesidad y apunta al amor como el supuesto objeto de su necesidad
psicológica, y por lo tanto incluye el conocimiento anticipado de una madre que lo ofrece.
Siempre que se tenga un oído ligeramente fino, se tiene la prueba de ello, a la inversa, en
lo que la tonalidad de estas otras fórmulas nos revela que toda madre se pronunciará de vez
en cuando. "No quiere mamar", "no me deja dormir", "siempre está gritando". Más allá del

67
El concepto de potencialidad psicótica

contenido manifiesto del tono de la voz que pronuncia, se revela la interpretación, a veces
consciente, a veces inconsciente, que hace la madre (No quiere mi amor, quiere hacerme
sufrir, soy una mala madre, no puede vivir lejos de mí...).

Queda que en la mayoría de los casos, una declaración de "principio" ocupa el frente
de la escena relacional de la madre y se desvanece sólo temporalmente, para dar lugar a
otros que la niegan. Esta declaración dice: "Está pidiendo el amor de su madre que
necesita”.

Será esta declaración de identificación o esta primera designación relacional la que


la psique del niño captará como una primera identificación, asegurándole la persistencia de
su vínculo con este otro que ya no forma parte de él, una identificada que será
inmediatamente duplicada para ser formulada conjuntamente en su forma investida: "mi
madre me pide su amor".

En un texto que se publicará a finales de junio (86), he insistido en las


particularidades de este primer encuentro que confronta a la madre con la encarnación del
niño que esperaba. Si la proyección sobre este infans de un yo anticipado es necesaria para
que ella lo invierta desde el principio como el que esperaba, si esta misma anticipación
identificadora le permite decodificar como mensajes conocidos y esperados desde hace
mucho tiempo, manifestaciones que acompañan a representaciones pictográficas de las que
no puede ser consciente, este mismo yo anticipado no puede y -sobre todo- no debe
encubrir, cancelar la brecha actual entre su representación del niño esperado y este niño
que es su referente en la escena de la realidad. Una brecha que la enfrenta con lo imprevisto,
lo nuevo, como prueba no sólo de que este ser vivo no es una pura construcción de su
imaginación o una pura proyección de su deseo, sino también como prueba de que a partir
de ese momento hay una parte de lo imprevisible, de lo ignorado en el ser y en el devenir
de este infante/niño. Hace diez años, en La Violencia de la interpretación [4] y más
recientemente en el texto al que acabo de referirme, he tratado de mostrar lo particular de
este encuentro que precede, para uno de los dos partenaires, a la entrada en la escena
psíquica del yo, lo que es probable que ocurra si la madre se niega a notar la presencia de
un agujero. Por eso se puede hablar, en ciertos casos, de un "traumatismo de la reunión" a
su respecto. No volveré sobre esto, situándome desde el principio en esta segunda etapa en
la que, habiendo nacido un "yo", la brecha se expresa en términos de demanda y tiene como
corolario las posiciones de identificación ocupadas o rechazadas por los dos

68
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

"demandantes". Diría abruptamente que hay dos posibles escenarios. En el primer caso, la
madre reconoce, acepta e invierte como prueba de la actividad de pensamiento de su propio
hijo el desfase entre las exigencias que ha atribuido a un yo anticipado y las formuladas por
ese yo ocurrido. Así podrá situarse, a veces, en el lugar donde le espera el yo del niño,
ayudándole a su vez a afrontar el igualmente inevitable agujero que separa a la madre ya
que como él la desea como composición con ella. Poco a poco se establecerá un
compromiso relacional e identificativo que no evitará los momentos de conflicto, pero que
permitirá que se mantengan dentro de un cierto umbral. El yo infantil, seguro de no
arriesgarse a perder definitivamente su privilegiado (y necesario) apoyo libidinal, podrá,
gracias al conflicto que inevitablemente le opondrá periódicamente al otro, aprender lo
lícito y lo prohibido en el registro del deseo, lo permisible y lo prohibido en su relación con
los demás; lo posible y lo imposible en su relación con la realidad. Se trata de un aprendizaje
doloroso, pero que, a cambio, garantizará que ninguna otra persona pretenda tener el
derecho y el poder de privarle de sus puntos de anclaje, que le sitúan en una línea que le da
acceso a la temporalidad, le garantizan una posición inalienable como hijo y su derecho
igualmente inalienable a ocupar la posición de padre en el futuro. A lo largo de la infancia,
se establecerá un compromiso de identidad y relación entre él y los padres. Aceptará
renunciar a un conjunto de satisfacciones pulsionales y hacer suyas ciertas prohibiciones a
cambio de una promesa sobre su futuro. Aceptará reconocer que no es objeto del deseo
sexual de sus padres, a cambio de la seguridad de un amor protector y, sobre todo, de una
primera libertad en la elección de sus nuevos objetos de investimento: un novio, un
profesor, la pasión por un juego se presentarán a los padres en un desafío que a menudo se
ignora como tal, como prueba de este comienzo de autonomía que el niño ha adquirido. Si
esta reorganización económica puede ser aceptada por los padres y llevada a cabo con su
alianza, el período de la infancia puede concluirse con nuevas cláusulas de un compromiso
de identidad gracias a las cuales el sujeto puede tomar en sus manos la continuación de su
viaje de identidad que tendrá en cuenta los nuevos encuentros, las fuentes de placer o de
sufrimiento, las realizaciones, los lutos, los accidentes, tanto buenos como malos, que
marcarán su vida.

No es lo mismo en el otro caso. La madre puede rechazar una desviación que


interpreta como descalificación de un yo anticipado, que sigue siendo el único
decodificador que tiene en su relación con el niño. En ausencia de este decodificador, la
relación se derrumba y, con ella, los hitos necesarios para que se establezca y se reconozca

69
El concepto de potencialidad psicótica

como la madre de este niño. De ahí su lucha para que este decodificador no sea
descalificado y su deseo imposible de "que nada cambie". En un buen número de casos de
niños psicóticos, veremos la presencia de esta lucha librada por la madre.

¿Cuál puede ser la respuesta del yo del niño a este abuso de violencia que trata de
impedir cualquier cambio, sobre todo si tenemos en cuenta que no está en el poder que
ningún yo puede eludir las modificaciones que se inscribirán en su cuerpo, en su relación
con el mundo, en su propia decodificación de la realidad? A menos que intervenga la
muerte, uno nunca permanece como un niño, nunca regresa a ese estado, ni puede
permanecer idéntico al niño que fue.

En tal situación, el niño tiene tres respuestas:

1. La primera es parte de lo que yo llamo lo impredecible.

2. La segunda conducirá al establecimiento de una potencialidad psicótica.

3. La tercera implicará el brote de una psicosis infantil. Dejo a los especialistas de


aquí que juzguen qué papel, si es que lo hay, juega este tipo de conflicto en la madre.

Con imprevisible quiero decir que está más allá del poder de cualquier analista,
independientemente de los conocimientos que pueda tener o de lo que pueda suponer del
problema parental, saber de antemano cómo puede el niño renegociar el efecto de sus
encuentros con el otro, qué prótesis sustitutivas es capaz de encontrar, qué reconstrucciones
masivas o microscópicas puede imponer a los mensajes que le envía el mundo y, gracias a
ello, dar respuestas inesperadas. Podemos predecir que la organización del ambiente
psíquico en el que el infante/niño toma su lugar y en el que tendrá lugar la infancia, hará
que esta o aquella respuesta por su parte sea mucho más probable. No podemos,
afortunadamente, estar seguros.

Vayamos a la potencialidad psicótica, a sus turbulencias, teniendo en cuenta la


interdependencia siempre en juego entre los problemas de relación y los problemas de
identificación. En "El aprendiz de historiador y el maestro brujo" [5] indagué el concepto
de potencialidad utilizando la imagen de un rompecabezas y las condiciones necesarias
para armarlo. Voy a usar las mismas imágenes, pero un poco diferentes.

Comparemos la construcción continua de este tiempo hablado a través del cual


tenemos en cuenta nuestro pasado tejiendo el "hilo rojo" de nuestra permanencia con la

70
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

construcción de un rompecabezas, una construcción que continuará y cambiará a lo largo


de nuestra existencia. Podemos entonces separar en el dibujo perseguido por el constructor,
una parte central ensamblada durante la infancia y otras partes que se añadirán a ella.

Tres caracteres especifican las partes necesarias para poner en su lugar la parte
central construida por el niño:

1. La madre proporcionará las primeras partes y, con ellas, un primer boceto de las
instrucciones de uso. Las otras partes, que pronto se añadirán y que el pequeño constructor
puede elegir de un conjunto más grande, se utilizarán con las primeras para formar una
"carta familiar" que debe seguir un orden muy particular.

2. Este orden no puede ser elegido únicamente en nombre del deseo del constructor
o en nombre de aquellos que le ayudan en esta tarea (padres o sustitutos). Debe cumplir
con los requisitos que imponen un lugar bien definido e inalienable a cada uno de los
personajes del cuadro, de acuerdo con el sistema de parentesco que transmite su orden y
ley de generación en generación.

3. En cada una de estas piezas debe aparecer un elemento perteneciente a uno solo
de los personajes que tendrá que ocupar su lugar en el cuadro.

Para que un rompecabezas se sostenga, las superficies entrelazadas deben estar bien
ajustadas. No debe haber vacíos o forzamientos entre las piezas. En este caso, como la
construcción nunca está terminada definitivamente, la parte central del rompecabezas debe
ser lo suficientemente fuerte como para no desarmarse al agregar nuevas piezas. También
será necesario que estas nuevas composiciones sigan siendo compatibles con la primera,
que no la hagan incongruente o extraña al conjunto del dibujo.

La potencialidad psicótica se caracteriza por la composición muy particular impresa


en las primeras piezas del rompecabezas: en cada una de ellas encontraremos un elemento
compuesto de piezas, de colores, que pertenecen al conjunto de imágenes que compondrán
el cuadro familiar. Una vez terminado el montaje, uno puede tener la sensación de que nada
lo distingue de los demás. Pero si miramos más de cerca, podemos ver que la peculiaridad
de las líneas inscritas en las primeras piezas significa que bastará con que una de ellas se
separe, o que falte cuando la necesitemos, para que aparezcan agujeros, vacíos, en la
representación de los personajes del cuadro, incluido el constructor. Para evitar tal peligro,
nada debe cambiar en los investimentos que los unen. Cualquier movimiento relacional

71
El concepto de potencialidad psicótica

corre el riesgo de romper el ensamblaje central de identificación que soportaba las partes
añadidas en pedazos. La posición de un hijo frente a esta madre y/o padre no puede
preservarse en ausencia de este mismo y único padre, esta misma y única madre, este mismo
y único hijo, siempre y cuando los tres garanticen la ilusoria convicción de la permanencia
de la misma organización relacional. ¿Debe pensarse que las piezas proporcionadas por la
madre estaban mal formadas o que el niño sufre problemas de visión que le hacen percibir
una mezcla de rasgos y colores, cuando no es así? La respuesta no importa, y probablemente
es una combinación de las dos: una madre muy preocupada por la clasificación de las partes
podría haber compensado el defecto visual; una mirada menos angustiante podría haber
corregido los errores de impresión.

La potencialidad psicótica no se caracteriza por la imposibilidad de conformar un


cuadro familiar que se ofrezca a los ojos del constructor y de los demás como conforme a
modelos socioculturales (lo que implicaría una psicosis manifiesta), sino por la "confusión"
oculta en la textura de los personajes y -a través de ésta- en una confusión igualmente velada
de los respectivos lugares ocupados. Confusión que se revelará cuando el sujeto, seguro de
su propio vuelco, crea que puede ampliar su construcción, añadiendo composiciones en las
que ocuparía un nuevo lugar. Se da cuenta entonces de que el contorno de la pintura familiar
es tal que sólo puede soportar la adición de piezas especiales, conformes a este contorno y
que luego compondrán cuadros que ocupen la organización del primero. Puede intentar
encontrar piezas ad hoc o puede dejar de enriquecer su rompecabezas, pero - incluso en
este caso - para que la parte central se conserve, nadie tendrá que hacer ningún movimiento
relacional repentino.

Por esta razón, el paso de la potencialidad a la forma manifiesta de la psicosis


siempre corre el riesgo de ocurrir en lo que yo defino como efectos de encuentro:

-Un efecto de encuentro con otra persona a la que investir antes de que hayas podido
darte cuenta de que el lugar donde te coloca para investir a su vez es incompatible con el
lugar que creías que ocupabas y que creías que era definitivo.

-Un efecto-encuentro con la muerte de uno de los personajes del cuadro, pero
también con un cambio inesperado en su relación con un otro.

-Un efecto de encontrar una imagen de tu cuerpo que de repente es ajena a la que
conocías.

72
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

En este caso seremos testigos de una vacilación del edificio de identificación, una
descalificación de los parámetros relacionales. Salvo una maniobra defensiva inmediata, es
muy probable que el sujeto se encuentre del lado de la psicosis para enfrentarse a la
confusión de un montaje que ha seguido un modelo arbitrario. Terminaré este trabajo con
una anotación clínica:

Es difícil comprender la presencia de la potencialidad psicótica mientras no se


ponga en peligro. El sujeto tiene demasiado miedo de cualquier encuentro inesperado para
llamar al analista hasta que se vea acorralado por él. Antes de este momento, es posible que
una mirada muy informada advierta un rasgo particular en estos sujetos: el precio que están
dispuestos a pagar para evitar cualquier situación de conflicto, una evasión que les permita
preservar su equilibrio inestable. Cuando este último se ponga en peligro, peligro del que
el sujeto tiene a menudo una intuición, tendremos la oportunidad de conocerlo. En nuestra
disciplina, las generalizaciones son siempre arbitrarias. Sin embargo, en estos sujetos se
encuentran muy a menudo dos características de las entrevistas preliminares:

-La presencia de un evento experimentado como un desastre que fue el detonante


para su llegada acá. Si a veces la "catástrofe" se refiere a una muerte, a una ruptura, a un
accidente somático, lo que nos hace juzgar - erróneamente - sus reacciones cercanas a las
de la mayoría de los sujetos, lo que más a menudo nos llama la atención es la discrepancia
entre la intensidad y la calidad de sus reacciones psicológicas y la banalidad del
acontecimiento que la produjo (una enfermedad benigna, una escena doméstica sin
seguimiento, una crítica cuyo impacto no es visible).

-El segundo carácter se refiere a la especificidad de sus respuestas afectivas: a través


de lo que se nos dice, tenemos la sensación de que este sujeto ha vivido una experiencia de
pánico.

Voy a ilustrar lo que quiero decir con lo que me enseñó hace poco una joven que
llevo unos cuatro años analizando.

Es médica, y una noche, después de un día particularmente difícil, llega a casa un


poco tarde. Justo cuando pone la llave en la cerradura, se da cuenta con un sentimiento de
inquietud de que se olvidó de comprar el pan necesario para la cena. Una vez abierta la
puerta, sus tres hijos se abalanzan sobre ella, el más pequeño afirma que le duele el oído y
que necesita revisarlo inmediatamente, los dos mayores protestan porque tienen hambre y
la cena no está lista. No hay nada serio en eso. Ella sabe muy bien que el pequeño a menudo

73
El concepto de potencialidad psicótica

la acoge de esta manera, que no suele tener dolor en ninguna parte y que es su manera de
hacer que le preste atención a solas. La panadería está a diez metros de su casa, uno de los
dos mayores podría ir allí sin ningún problema. Sin embargo, ante esta situación, repetirá
un tipo de experiencia que conoce bien. Sus pensamientos se confunden, trozos de frases
truncadas se agitan en su cabeza, tiene una sensación de parálisis motora que le hace
sentarse de repente en el primer asiento a su alcance, se siente abrumada por un sentimiento
de asombro como cree que deben sentir las personas que presencian un desastre. Pero, en
este caso, no se me ocurre ninguna imagen. Ella vino a verme después de la misma
experiencia: la causa desencadenante había sido una crítica de su jefe de departamento que
lo hizo sentirse "descalificada" (el término es suyo).

Si observamos un poco más de cerca lo que está en juego en este tipo de experiencia
psicológica, podemos ver en primer lugar que la sensación de pánico reemplaza a la de la
angustia. La angustia es una señal de alarma que se activa con la esperanza de evitar el
peligro; el pánico es la reacción a un accidente imprevisto que se está produciendo.

El otro hallazgo del análisis de este tipo de experimentos es que, para cuando lo
experimentan, estos sujetos ya no tienen un "escudo relacional". El neurótico, una vez que
pueda hablar de ello, vinculará sus sentimientos depresivos, la culpa, la rabia o la ansiedad,
al miedo, al rechazo, a un deseo agresivo que le golpea de forma inesperada, a un deseo
que le preocupa y que se abstiene de expresar. El psicótico verá en la catástrofe que
experimenta la manifestación del poder de un perseguidor. En el caso que estamos
analizando, el sujeto siente y sitúa la fuente y el lugar del peligro como algo puramente
interno. Es él mismo quien se siente invadido por un sentimiento de disolución en ausencia
de cualquier enemigo externo al que pueda atribuirlo, encontrándose así privado de
cualquier posibilidad de reaccionar ante él, proyectando a través de la huida, la agresividad,
el delirio. Tales experiencias nos dan a ver y oír las muy peligrosas consecuencias de una
separación momentánea entre el espacio relacional y el espacio de identificación. El suelo
de este último se tambalea, de ahí el pánico del sujeto ante la idea de que pueda colapsar.
Seguirá este momento de pausa, de inmovilidad, con la esperanza de que las piezas pronto
se junten de nuevo.

Me gustaría decir unas palabras sobre la maniobra que la paciente de la que hablo
había encontrado para salir de su estado de pánico: con su mirada recorrió la habitación,
mirando fijamente cada objeto hasta que pudo reconocerlo como un objeto familiar. No

74
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

pudo decir si esta visión general duraba unos segundos o unos minutos, pero una vez que
se completó, se "re-habitó" en un espacio familiar y pudo, a partir de entonces, reanudar el
curso de sus pensamientos, escuchar lo que sus hijos le decían y darles respuestas
adecuadas. Una vez que el sujeto se sumerge en tales experiencias, o bien logra apelar y
hacer frente a sus investimentos relacionales, encontrando así puntos de anclaje que puede
reintroducir en su espacio de identidad para orientarse en él; o bien fracasa la apelación y
la persona se ve sumida en un episodio psicótico. Durante el análisis de esta misma joven,
pude presenciar en vivo la aparición de una de estas crisis, que recuerda, hay que decirlo,
el pródromo de una crisis de despersonalización. A principios de mes, le había advertido
que a partir del mes siguiente, tendríamos que cambiar el día de una de sus sesiones. Lo
discutimos juntos y encontramos otro día posible para ambos.

En la sesión anterior al nuevo horario, cuando se despidió de mí, le dije: "Le


recuerdo que ya no nos veremos los jueves sino los viernes a esta hora. Para mi gran
sorpresa, la vi repentinamente ponerse pálida, corriendo a sentarse en la silla frente a mí,
permaneciendo estrictamente quieta durante unos segundos, muy pálida, sin mirarme. Mi
primera impresión fue que estaba físicamente enferma, me tomó unos segundos darme
cuenta de que - muy probablemente - sólo podía oír la primera mitad de mi frase: "no nos
veremos más los jueves", o tal vez sólo una: "no nos veremos más". Así pues, se había
producido una dramática ruptura de la relación, que desencadenó su reacción. Entonces
compartí mi hipótesis con él, que fue suficiente para detener su experiencia de crisis de
identidad.

En el curso de su análisis (que continúa hoy en día), nos detuvimos largamente en


lo que me pareció el rasgo más particular y determinante de su problemática psíquica: la
convicción consciente que había mantenido a lo largo de su infancia de que los
pensamientos de su madre, de sus tres hermanas y de sí misma eran absolutamente
transparentes para cada una de las cuatro. Un único espacio psíquico era el contenedor
indivisible de los pensamientos, deseos, causas de placer y sufrimiento de estas cuatro
mujeres que formaban un "cuadro familiar" muy particular. Esto no impidió que mi
paciente, ni sus hermanas, se casaran, tuvieran hijos, tuvieran una profesión. Por supuesto,
no puedo decir nada sobre sus hermanas, pero para mí paciente, las cosas se complicaron
cuando sus tres hijos (que se siguen muy de cerca) empezaron a ir a la escuela. Su padre
tuvo que intervenir más directamente en su educación, mientras que al mismo tiempo se
distanciaba cada vez más de su esposa. Mientras que sólo tenía que ocuparse de los niños

75
El concepto de potencialidad psicótica

pequeños, pudo recrear en paz y tranquilidad un estado de proximidad psíquica en parte


acorde con el experimentado en la infancia. Una vez que los niños crecieron, se encontró
tratando con niños pequeños en lugar de bebés, con toda la "diferenciación" sexual que esto
conlleva. Su experiencia como madre le permitió vislumbrar algunos de los conflictos que
había experimentado en su propia infancia, y se preguntó sobre una madre que nunca había
sido criticada antes. Poco a poco se había dado cuenta de que sus hijos pequeños pedían
más autonomía, una mejor imagen de su padre, la singularidad de sus primeras elecciones,
etc. Había intentado, y parcialmente logrado, reorganizar su posición como madre. Pero, a
veces, tenía la "sensación de que ya no tenía una brújula para orientarse". La partida de su
marido, muy enamorado de otra mujer, había sido una prueba tan inesperada como
dolorosa. Su primera "crisis" ocurrió poco después.

La labor realizada durante estos cuatro años de análisis, que sigue en curso, ha hecho
que este tipo de episodios sean mucho menos frecuentes y, sobre todo, le ha permitido, una
vez superado, no aferrarse más a la dolorosa convicción de que el próximo firmará -si no
su muerte física- al menos su muerte psíquica.

Nadie puede saber si, en ausencia de un análisis, este temor se habría hecho realidad.
Por otro lado, estoy convencido de que su trabajo analítico la ha protegido de este peligro.

Notas

[1]

Aulagnier P. « Les deux principes du fonctionnement identificatoire (permanence


et changement) », communication faite au Colloque International sur « Psychose et
adolescence », Paris, mai 1984 in Un interprète en quête de sens, Payot, 1991.

[2]

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII .

[3]

Aulagnier P. Les destins du plaisir, P.U.F., Le fil rouge, 1979.

[4]

Aulagnier P. La violence de l’interprétation, P.U.F., Le fil rouge, 1975.

[5]

76
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Aulagnier P. L’apprenti-historien et le maître sorcier, P.U.F., 1984.

77
Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

LOS MOVIMIENTOS DE APERTURA EN EL ANÁLISIS DE


LAS PSICOSIS
Piera Aulagnier

Usted conoce ciertamente este pasaje de Freud citado a menudo: "El que trata de
aprender en los libros el noble juego del ajedrez no tarda en descubrir que sólo las
maniobras del principio y del fin permiten dar de este juego una descripción esquemática
completa, mientras que su inmensa complejidad a partir del principio del juego se opone a
cualquier descripción" (De la técnica psicoanalítica, p. 81).

No estoy segura de que se pueda dar una "descripción esquemática completa" de


los movimientos al final del juego, pero sí creo que es posible esquematizar, generalizar
"algunas de las reglas que se aplican al principio del tratamiento", con la condición, sin
embargo, de que se añada: mientras se permanezca en el registro de la neurosis.

Todas estas reglas constituyen lo que se suele llamar el contrato analítico, teniendo
lugar en nuestra disciplina lo que el científico llama protocolo: en este último caso el
experimentador sabe que para poder reproducir el experimento de tal manera que se
obtenga el mismo resultado, o para impugnarlo por motivos bien fundados, se debe respetar
fielmente cada una de las cláusulas del protocolo. En este singular experimento, el nuestro,
que reúne dos "cuerpos" humanos que, por otra parte, están hablando, sería vano esperar la
misma ausencia de ambigüedad, la misma precisión tanto en la redacción de las cláusulas
como en la forma en que se aplican. Si estas cláusulas no pueden ser singulares cada vez
sin hacernos caer en el lado de la arbitrariedad y el sinsentido, no pueden, sin fallar en su
espíritu y propósito, ser tomadas y aplicadas como dogmas sagrados o como códices
testamentarios igualmente inmodificables. El hecho es que las condiciones generalizables
relativas al desarrollo del juego son, en efecto, posibles y necesarias y son compartidas y
respetadas por todos los analistas, al menos por aquellos que afirman ser el primer
experimentador de Freud. No sólo definen las "reglas del juego" a las que ambos partenaires

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

deben ser fieles, sino que establecen y preservan el único campo experimental compatible
con el objetivo que persigue el análisis.

En este establecimiento y en esta conformación de un espacio-tiempo analítico, con


lo que me refiero es al espacio-tiempo en el que puede tener lugar un análisis, los
movimientos de apertura que incumben al analista desempeñan un papel decisivo.

Si bien es cierto que el resto del viaje puede distorsionar, inflexionar hacia otros
objetivos lo que era o parecía posible y presente al principio del juego, lo contrario no es
cierto. Un comienzo fallido llevará excepcionalmente, y yo tendería a escribir nunca, un
final exitoso.

De ahí la importancia que con razón concede el analista a sus primeros


"movimientos" (primeras palabras, primeros silencios, primeras sesiones) en el tablero de
ajedrez. De donde también la relativa seguridad que le aporta en este dominio el hecho de
poder contar con esquemas, reglas, "consejos" (el término es de Freud), cuya validez ya ha
sido probada, confirmada por sus predecesores. Este conjunto de conocimientos que el
analista debe conjuntamente a su propio análisis, a un "estudio asiduo de la manera de jugar
a los maestros en la materia" (frase que sigue a la cita de Freud recordada al principio de
esta charla), a la prosecución de su propio trabajo de analista, forma una preadquisición
que podemos y debemos tener a nuestra disposición durante los primeros encuentros con
un partenaire cuya singularidad, los puntos neurálgicos, las defensas que favorece sólo
serán descubiertos después y a lo largo de un camino seguido conjuntamente.

La característica de la psicosis es que nos obliga a descubrir, a pensar, a crear con


nuestra partenaire, los movimientos de apertura que pueden hacer posible el análisis. Se
demuestra aquí que las cláusulas del contrato analítico son inaplicables o falsamente
eficaces, o abusivas, o engañosas: lo que no significa, por el contrario, que el análisis de
las psicosis permita ese "todo" que tan pomposamente se describe como "psicoterapia de
inspiración psicoanalítica". Esta primera tarea que la psicosis impone a los dos sujetos que
se encuentran puede definirse en estos términos: durante toda una fase de análisis, cuya
duración no podemos predecir, debemos lograr crear con el sujeto las condiciones que
hagan posible la interpretación. En el registro de la neurosis, algunas de estas condiciones
se nos dan desde el principio, y es por esta razón que podemos apelar a movimientos
generalizables de apertura. O se podría decir que la conformación del espacio analítico, el
respeto y la reanudación de los parámetros del espacio-tiempo de la sesión, descansan y se

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Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

justifican por la presencia del analista y en su partenaire, en cuanto se queda fuera de la


problemática psicótica, de la misma relación de causalidad, o mejor aún, de una homología
de la función y del lugar que "la causa" ocupa en su puesta en sentido y en su orden en este
sector de la realidad humana habitado por los yoes, mientras hablan y se invisten.

Las “causas” " a las que atribuyen los efectos-sufrimiento o efectos-placer que su
yo sufre o busca pueden ser, por supuesto, diferentes; son diferentes en cuanto
consideramos este conjunto de fenómenos que designamos con el término "síntoma" y que
se presentan, se manifiestan, bajo la forma de estos afectos, como la fuente de un
sufrimiento que obstaculiza el funcionamiento psíquico, sexual, somático de quien nos pide
que lo liberemos de él. Pero esta diferencia no impide que el analista y el analizante
compartan el mismo funcionamiento en un punto esencial: no sólo es por la nominación de
su causa que la experiencia afectiva se inscribe en el registro del yo, sino que esta
nominación decidirá en gran parte -aunque raramente de manera exclusiva- la reacción
afectiva al fenómeno cuya aparición se acompaña de sufrimiento o de riesgo de sufrimiento.
Otro carácter del funcionamiento psíquico es compartido por los dos co-experimentadores:
esta búsqueda de una causa a la que atribuir el afecto que se vive o que se sufre, causa que
es necesaria para que la "información" que la realidad externa, la realidad del propio cuerpo,
la realidad psicológica que se devuelve al "yo" siga teniendo sentido. Esta búsqueda de un
sentido que pueda "informar" al sujeto de lo que ocurre en su propio espacio y en el espacio
del mundo, este aporte de conocimientos necesarios para que una respuesta o la ilusión de
una respuesta pongan en marcha esta pulsión epistemofilica propia del sujeto hablante que
somos, esta búsqueda es una exigencia que todo yo hace suya, el rasgo que singulariza y
especifica el trabajo psicológico que le incumbe.
Hemos recordado estos datos, podemos, aunque de manera muy resumida, definir
en estos términos los objetivos perseguidos por este particular acto de habla, que llamamos
interpretación:

1. Toda interpretación, por su contenido manifiesto o por las asociaciones que


induce, tiene por objeto plantear, hacer descubrir una nueva relación de causalidad entre
"efectos" (síntomas, fenómenos definibles por el carácter común que comparten: ya sea
este "sufrimiento neurótico" en el que Freud vio con razón la motivación de la solicitud de
análisis), efectos y experiencias que forman parte de una causa conocida o conocible por el

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

sujeto, y una causa (el deseo inconsciente) que, sin análisis, seguiría siendo incognoscible,
innombrable.

Añadamos que esta interpretación viene a sustituir al "ya interpretado" por el "yo".
Para interpretar cuál es la causa de si, del mundo, de sus deseos, de sus sufrimientos, el yo
nunca ha hecho otra cosa. Se puede incluso añadir que la petición de análisis se produce en
el momento en que este "ya interpretado" (o esta causalidad neurótica) viene
repentinamente a interrogar al intérprete, en el momento en que sus vínculos causales le
hacen volver en forma de una pregunta y una pregunta que no puede, sin riesgos mayores
para su funcionamiento psicológico, dejar sin respuesta, poner en silencio.

2. La relación causal que plantea el análisis entre estos "efectos" que vienen a
sacudir este bello orden sintáctico al que hasta ahora había recurrido el yo para conjugar
sus diferentes tiempos de los verbos ser, tener, amar, empujar e "inclinarse" de los que el
yo tiene conocimiento porque están inscritos en su carne, en su sexualidad, en su discurso,
y una causa hasta ahora protegida de cualquier revelación, de cualquier nominación, este
nuevo vínculo causal es la creación, la contribución de una nueva relación significado-
causal que debemos al análisis.

3. Este descubrimiento de una nueva causalidad no sólo no toma nada prestado de


la repetición, sino que representa lo que viene a oponerse, a romper estos movimientos
regenerativos o puntos de fijación que obligaban al sujeto a repetir, a encontrar de nuevo,
a precipitarse en los mismos callejones sin salida, en los mismos caminos sin salida. Ahora
bien, si esta acción es posible, es porque la interpretación tiene un poder de transformación
sobre el afecto cuya causa "nombra". Modificación de la relación del sujeto con este efecto
porque modificación de la relación del "yo" con aquella parte de sí mismo está realmente
sujeta a la acción, a la presión ejercida por las fuerzas actuantes en su propio ello.

4. Esta modificación quiere ser "orientada". No se trata de una "transformación" que


demuestre el poder narcisista de sujeto supuesto saber, o en absoluto el poder de este
"saber" tan a menudo exigido porque se ha convertido en un puro emblema narcisista. Este
acto de discurso, este objetivo de transformación, tiene por objeto servir a los "intereses del
yo" o al "principio de la realidad y su exigencia de verdad" (si privilegiamos las
formulaciones elegidas por Freud) o bien digamos que la interpretación espera conducir a
una reelaboración de las alianzas, de las intrusiones pulsionales. Propone otra solución al
conflicto pulsional y al conflicto de las identificaciones. (Añadamos como corolario que la

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Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

presencia de este objetivo, sin el cual el análisis no es más que un juego de mesa, una estafa
o un farol, implica que el analista no es neutral con respecto a los objetivos elegidos
respectivamente por Eros y Tánatos. En el conflicto que opone a estas dos fuerzas ha hecho
su elección, es de esperar que el odio, el desprecio, la burla, no tengan el primer lugar).

5. El análisis, como la interpretación, apunta a una transformación orientada de la


economía libidinal y de los puntos de referencia identificadores, una distribución diferente
de los investimentos objetivos y narcisistas del yo. Esta transformación encuentra su
"camino real" en la interpretación. Esto último siempre concierne al registro causal, como
he dicho, es la creación de una nueva relación de causa y efecto, actúa por este medio sobre
lo incognoscible que era el afecto y sus representaciones, las que según Freud son
ignorantes del habla y sólo conocen el "lenguaje pictórico" (Freud, La interpretación de los
sueños).

Una vez que hayamos definido en estos términos lo que significa interpretar, la
función esperada de los parámetros que definen y especifican el espacio-tiempo de las
sesiones se hace más clara: crear las condiciones en las que los efectos psíquicos (afectos)
que se derivan de ellos puedan con suficiente garantía -aunque la certeza rara vez es nuestra
prerrogativa- estar vinculados a la transferencia como causa.

Por nuestro conocimiento de la teoría de la práctica (es decir, de la teoría de la


transferencia) conseguimos establecer y preservar la causa de una serie de fenómenos
psíquicos que, afortunadamente, nunca se conocen de antemano, fenómenos que requieren
un trabajo de análisis, de conexión, de elucidación, que ningún libro (sería escrito por
"maestros en la materia") nos da a priori. Esta causalidad transferencial, o la transferencia
como causa privilegiada de estos fenómenos psicológicos que delimitan lo interpretable y
por lo tanto lo analizable, sólo podrá organizar las fuerzas que recorren nuestro "campo" si
podemos, desde la primera fase de la experiencia, promover, intensificar un doble
movimiento libidinal que el neurótico generalmente ya ha comenzado en el momento en
que viene a vernos: el investimento libidinal del sujeto del analista, la demanda de su amor,
la búsqueda de su deseo, y el investimento narcisista de una búsqueda de causalidad, tiene
una relación directa con la economía de la identificación y por lo tanto la economía
narcisista.

Para obtener este doble resultado nos concedemos el derecho de disponer de una
"maniobra" muy particular: la que he definido como "reducción señalada" en relación con

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

todo lo que pueda ser signo de nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestros puntos de
referencia teóricos y prácticos. Se trata de una "reducción" que requiere este derecho de no
respuesta (escandaloso e inadmisible en todas partes, incluso en la institución y sus
reuniones), un derecho de no respuesta que nunca ha significado un derecho a guardar
silencio.

Estamos obligados a darnos el derecho de no responder a las peticiones que se nos


hagan sobre nuestros deseos, nuestras intenciones, nuestras predicciones, pero tenemos el
deber de escuchar lo que se nos dice, para poder interpretar la petición, salvo por el silencio
o por una pirueta "teorizante".

Para concluir, diré que en el registro de las neurosis, la posibilidad de desmantelar,


de superar las defensas-resistencias que el sujeto opone a estas representaciones pulsionales
de las que preferiría no saber nada, requiere la "transferencia" y la reactivación de sus
exigencias pulsionales que, sin este derecho a la palabra, no podrían actuar más que en el
cuerpo, los objetos, los pensamientos, de quien espera imponerles el silencio. Este retorno,
esta re-enunciación de palabras perdidas, olvidadas, reprimidas, podemos inducirlo,
facilitarlo, porque sabemos que este mismo interlocutor (el analizado, en el registro de la
neurosis) es capaz de hablar-pensar de tales demandas y de soportar el hecho de que
permanezcan insatisfechas. Este estado insatisfecho, a veces tan angustioso, sólo puede ser
asumido porque este mismo sujeto encuentra en la relación transferencial una estancia
narcisista y libidinal: la primera está ligada a su valoración del proceso de
autoconocimiento que ha puesto en marcha y que invierte, la segunda al hecho de que, con
la razón, siente o prevé un interés, una búsqueda, una construcción, un deseo, compartido
por nosotros.

La demanda transferencial, como cualquier demanda en el sentido fuerte del


término, es por excelencia sobredeterminada: demanda de amor, de reconocimiento
narcisista, de conocimiento, de verdad, de derechos, de prohibiciones, de alianzas. Es un
error decir que no respondemos a ninguna de estas demandas. Si a veces el traslado hace
que el sujeto lo crea, ilusión necesaria para que pueda reprobar lo que más se acerca, sin
coincidir nunca felizmente con él, a una primera y fundamental angustia, a una rabia
destructiva, a una insaciable expectativa de amor, esta ilusión no es nunca la única presente,
su opuesto está igualmente en juego. Si es cierto que periódicamente el sujeto analizado se
encontrará en una de estas dos posiciones extremas, es igualmente cierto que la mayoría de

83
Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

las veces será entre estos dos extremos donde se sitúa el lugar, el lugar desde el cual el
sujeto nos habla. La experiencia transferencial es una amalgama en la que sentimientos tan
marcados como las demandas por las que se nos expresan se entrelazan, se alían y se
oponen. Como la fantasía, la demanda transferencial es un ser de "sentimientos mixtos"
(Freud comparó el fantasma con un ser de "sangre mixta"), de "causalidad mixta": y es este
movimiento, esta complejidad, la que nos permite convertirlo en un aliado necesario,
aunque a menudo resulte ser bastante retorcido.

Así, recordando los movimientos analíticos que la neurosis hace posibles y


necesarios, llegó lo que la psicosis nos obliga a descubrir.

El comienzo del juego en la psicosis

Me disculpo de antemano porque sólo puedo tratar esta segunda parte a un nivel
más cercano a la descripción que a la aclaración exhaustiva. Separaré estas observaciones
en tres puntos:

a. La definición que podemos dar de la estructura psicótica se basa en las formas


manifiestas (aunque estas formas son en sí mismas una función de los rasgos diferenciales
en los problemas en cuestión y no simples epifenómenos).

b. Me parece que este es el criterio determinante cada vez que participo en una
experiencia analítica con un psicótico.

c. Tratar de aislar de manera arbitraria, sin poder hacer otra cosa, uno de los
objetivos que trato de alcanzar en este tiempo necesario para hacer posible la interpretación
-por posible me refiero a hacerlo asumible, operativo, metabolizable en un bien propio para
y por quien se propone.

Defino por el término psicosis un funcionamiento psíquico marcado por las


siguientes características:

1. El establecimiento por el yo, según la relación que se lee al hablante, de una


relación de causa y efecto, o de un orden de causalidad, o de una causa de orígenes, que
apela a lo que he definido como causalidad delirante. Con este calificativo me refiero a la
construcción por el yo de una causalidad que no es compartida y no puede ser compartida
por el discurso del conjunto. Este "pensamiento ilusorio primario" sobre la causa puede

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

permanecer enquistado y luego constituir la idea ilusoria primaria o la potencialidad


psicótica, o puede dar lugar, cuando se desencadena la psicosis, a una sistematización
parcial o total, según se considere el lado esquizofrénico o el paranoico.

2. Una relación entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, en la que la primera


siempre corre el riesgo de verse abrumada por la segunda. Existir, pensar, amar, investir,
son siempre para el psicótico el resultado de un compromiso que sólo puede preservarse al
precio de concesiones muy importantes hechas a Tánatos.

3. La particularidad de la respuesta del portavoz a los logros sensoriales y


perceptivos del niño influirá en la forma en que la pulsión del niño es apoyada por lo
sensorial. En el momento en que se produzca una separación entre estos dos vectores -una
separación que siempre es parcial, es cierto, pero que no es menos esencial para el
funcionamiento psíquico- siempre existirá el riesgo de que la sensorialidad se encuentre
totalmente esclavizada a la pulsión sensorial. La consecuencia será que lo percibido pierde
toda posibilidad de preservar una conexión "objetiva" con lo percibido (factor determinante
en la aparición del fenómeno alucinatorio).

4. La presencia de ideas delirantes sobre lo que causa la realidad del yo y del mundo.
Estas ideas pueden coexistir con lo que yo llamo un discurso racionalizador, que no es más
que el eco de una serie de estereotipos, de imágenes de Epinal, presentes en el discurso del
entorno y en el discurso cultural: mientras esta coexistencia sea posible, nos encontraremos
con el equivalente a un delirio de sector, cuando esta coexistencia ya no sea posible, nos
encontraremos con una sistematización del delirio.

5. La renuncia del sujeto a creer e incluso a esperar que entre él y los demás haya
convicciones compartidas en cuanto al registro causal. La ausencia de esta esperanza se nos
demuestra por las dos manifestaciones que estamos tratando antes de que comience el
investir de una relación analítica:

-El silencio y sus variantes;

-El ininterrumpido monólogo delirante que demuestra que no se esperan más


respuestas.

La simple enumeración de estos caracteres bastaría para advertir que sería vano o
irrisorio responder a tal problema estableciendo una relación y una situación, un espacio y
un tiempo conforme al problema neurótico y sus exigencias. Antes de ver qué nuevas

85
Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

respuestas podrían preverse, quisiera responder a otra pregunta: ¿cuáles son los criterios -
explícitos y a veces implícitos- que me hacen decidirme a proponer a un psicótico para
entablar una relación a la que, personalmente, atribuyo un objetivo analítico desde el
principio? La etiqueta nosográfica tiene poco lugar en mi decisión. El criterio esencial está
representado por mi evaluación del "estado de actividad" o "letargo" del conflicto entre
Eros y Tánatos en este tema. Una minuciosa sistematización del delirio puede ir de la mano
de lo que me suena al oído como el rechazo activo del sujeto a un estado de muerte psíquica;
investir, en casos aparentemente menos perturbados, puedo sentir que el sujeto, de hecho,
ha renunciado a seguir una lucha demasiado dolorosa o demasiado desigual. Lo que puedo
vislumbrar sobre la relación del sujeto con un deseo de muerte que le amenaza, mucho más
de lo que amenaza a otros, juega un papel decisivo en la oferta que propondré o no. Añadiré
que, si bien es cierto que la pulsión suicida siempre proyecta su sombra en la psicosis, y
que esta sombra es probable que se intensifique desde el momento en que asumimos la
responsabilidad de despertar el ruido y la furia que hasta ahora el mutismo o el delirio
habían intentado amordazar, esta pulsión no es, sin embargo, la prerrogativa de la psicosis,
puede estar presente en el registro de las neurosis. Pero mientras que en este último caso
acompaña a un conflicto en el que no ha habido ni ganador ni perdedor, en la psicosis surge
después de un primer asalto que ya ha sido ganado por Tánatos. El conflicto psicótico es el
centro y último asalto que se juega entre el perdedor, Eros, que se había visto obligado a
firmar un compromiso por el que cedía al oponente buena parte de sus prerrogativas y
bienes, y Tánatos que vuelve al asalto con la esperanza de excluir definitivamente a Eros
del campo de batalla. ¿Cuál fue el compromiso firmado? La supervivencia del yo al precio
de una renuncia al disfrute autónomo de su cuerpo y mente. El estallido de una psicosis
ante esta frágil estabilización que provocará el delirio, va acompañado de este sentimiento
de fin del mundo en el que Freud vio la consecuencia de una retirada masiva de los
investimentos libidinosos. Esta retirada no sólo concierne a los "objetos del mundo" sino
también a los pensamientos que representan estos objetos en la escena psíquica y, sobre
todo, a estos pensamientos por los que el "pensador", es decir, el "yo", podría seguir siendo
objeto de su propio investimento. Lo que trato de evaluar, antes de entrar en una relación
con el sujeto que difícilmente podría sostener si lo decretara de antemano como inútil, sin
salida, concierne a la resistencia, a la lucha que el yo pueda o no seguir oponiéndose a este
movimiento de des-investimento de su propio espacio de pensamiento y por lo tanto de sí
mismo.

86
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Habiendo explicitado estos dos puntos, paso ahora a los movimientos de apertura
necesarios para crear las condiciones que harán posible el efecto de la interpretación. Como
he dicho antes, estas condiciones se basan en un a priori que está inmediatamente presente
y asegurado en el registro de las neurosis: el neurótico y yo compartimos un cierto número
de convicciones causales sobre la realidad, las percepciones, la denominación de los
afectos, el significado de los términos de parentesco. Como resultado, algunas de nuestras
declaraciones gozan recíprocamente de una "presunción de inocencia", un veredicto de no
mentira, la propiedad de lo obvio. Lo compartido y lo compartible, tanto en el campo de
los significados como en el registro causal, aseguran a ambos sujetos una identidad en el
registro de las percepciones y también una identidad relativa a un número mínimo de
conceptos. Este compartir es el a priori indispensable para cualquier interpretación. Esta
certeza a priori, esta certeza sobre el testimonio sensorial y ciertos elementos del campo
semántico falta, para nosotros y para el otro, desde que entramos en el campo de la psicosis.

¿Qué podemos entonces dar-con este sujeto, qué seguridad de un darse-encontrado


y no encontrado de nuevo - porque en cierto sentido nunca existió para el que se ha vuelto
psicótico - podemos ofrecerle?

Lo que podemos compartir al principio se refiere al espacio-tiempo. Tendremos que


favorecer el investimento de un espacio-tiempo cuya autonomía el analista hace al
principio, y puede al principio, sólo representar, garantizar, la autonomía. Hacer que el
sujeto se encuentre con un lugar de espacio y un fragmento de tiempo que no estén
marcados por el "mismo" que caracteriza la relación del psicótico (pienso aquí sobre todo
en la esquizofrenia) con la categoría de espacio y tiempo. Una transferencia libidinal tendrá
que investir el espacio-tiempo analítico antes de que pueda concernir al sujeto que la ocupa
(el analista). Este cambio, este investimento, es nuestro primer aliado, el movimiento de
apertura, porque es el primer reconocimiento posible para el psicótico de algo "que no se
repite", de un espacio y un tiempo que ya no son simple repetición de un espacio ya visto
y un tiempo ya vivido, espacio y tiempo que a partir de entonces se presenta como una
simple extensión del espacio del portavoz y del único tiempo que permite: el tiempo que
pasa su omnipotencia. (Esta necesidad de otro espacio-tiempo me parece que dificulta aún
más el análisis de la psicosis cuando uno está obligado a incluirla en el espacio-tiempo de
la institución).

87
Los movimientos de apertura en el análisis de las psicosis

Paralelamente a la inducción del investir del espacio-tiempo de la sesión, la segunda


maniobra en nuestro poder se refiere a la posibilidad de poner en palabras, con el sujeto,
los efectos, las consecuencias afectivas de una representación pulsional cuyas causas no
pueden ser interpretadas hasta mucho más tarde.

¿Qué le pide el psicótico al analista? Diría que empieza sin pedir nada, pero
mostrando algo a nuestra mirada, nuestra reacción a esta "monstruosidad" hará posible o
no, en un tiempo posterior, hacer una petición. Lo que se nos muestra: un sujeto que en su
totalidad se ve y se da a ver como una suma de los efectos de una causa que sufre, que no
ha elegido y contra la que lucha sin poder, por todo ello, nombrarla. El psicótico muestra,
ya sea que hable o permanezca en silencio, el primer lugar que nos da es el del testigo. Pero
testigo de lo que, si no de la conformidad presente entre estos signos de sufrimiento,
angustia, despojo que ofrece a nuestra mirada y la representación de él que nos es
desconocida, pero que es responsable y que acompaña a las palabras con las que el psicótico
declara estos signos de sufrimiento. No podemos compartir su causalidad delirante, pero sí
podemos, ante cualquier interpretación que presuponga que el sujeto ya ha podido
compartir parcialmente nuestro orden de causalidad, podemos por tanto compartir, pensar,
poner en palabras la relación actual entre los efectos que se manifiestan en su propio espacio
psíquico y las representaciones, los afectos, que inducen en el nuestro. Convertirse en una
voz que por primera vez piense con él, y no para él, lo que el portavoz y luego los demás
habían decretado como impensable. Es mucho más difícil lograr encontrar palabras que
puedan decir ciertas imágenes de las cosas, ciertas imágenes del espacio corporal y del
espacio psíquico, que apelar a la relación actual entre estas imágenes de las cosas y una
causalidad que nuestra teoría nos da a priori. La relación entre los signos que acompañan a
la experiencia esquizofrénica y lo que puede haber sido la relación oral con la madre no
plantea grandes problemas para el analista. Ese conocimiento es útil, pero interpretar esta
relación con el psicótico requiere que primero le proporcionemos los medios para compartir
un orden causal no ilusorio. De lo contrario, interpretar es proporcionar información que o
bien permanecerá incomprensible, o bien se metaboliza inmediatamente en un significado
heterogéneo al que se suponía que debía transmitirse y en una significación homogénea al
sistema delirante.

El éxito en el pensamiento de representaciones que sólo utilizan la imagen de las


cosas, el éxito en pensarlas de tal manera que esta vez podamos adjuntarles imágenes de
palabras, esta es la tarea que la psicosis nos impone antes de cualquier intento de

88
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

interpretación causal. Dije antes que la persistencia de un conflicto abierto entre Eros y
Tánatos era para mí una condición esencial para que un proceso analítico tuviera alguna
posibilidad de tener lugar. Decir que en este conflicto el analista se alía con lo que yo defino
como "yo pensando", o "yo deseando", sería una tautología; más importante aún, esta
alianza presupone que logramos basarla en percepciones compartidas en el registro de
afectos y en el registro de representaciones. Que se logre convencer al psicótico, y
convencerlo porque responderá a nuestra verdad íntima, que ambos compañeros observen
y reconozcan los mismos "signos" de sufrimiento, de expropiación, tanto en lo que respecta
a sus pensamientos como a la experiencia de su propio espacio corporal. Sólo este
reconocimiento compartido permitirá al analista hacer posible que el psicótico piense, se
formule, reconozca los afectos en la fuente de algunos de sus pensamientos [1].

Afectos que estaban presentes y reconocidos por el infans durante una primera
formulación de los experimentados, el pensamiento, los observados, afectos que
secundariamente trató de reprimir, de silenciar, porque el sufrimiento que transmitían o
bien era negado, o bien provocaba el rechazo del portavoz, o bien era declarado por éste
como un sentido, o en el mejor de los casos, relacionado con una causa absurda: un conjunto
de respuestas que debían ser detenidas, no provocadas más, porque sólo podrían haber
llevado al des-investimento de toda la actividad de pensamiento.

Lograr dar otra respuesta a su sufrimiento, a las palabras y signos con los que nos
lo expresa: es esta respuesta la que espera el psicótico, la única que puede ayudarle, la única
que puede oír y compartir con nosotros durante todo el tiempo, y a menudo mucho tiempo,
de su viaje analítico. Nadie puede asegurarnos a priori que podremos hacerlo, nadie puede
asegurarnos siquiera que este trabajo preliminar será suficiente para que se realice un
análisis con alguna posibilidad de realizar su proyecto. Es cierto que la certeza de alcanzar
la meta tiene poco lugar en la empresa humana y ningún lugar en la empresa analítica.

Notas

[1]

Esta "des-afección" de algunos hablantes, de ciertas partes del discurso psicótico,


esta extraña y aparente "indiferencia" que acompaña a la formulación de pensamientos
que asombran al oyente, se refiere a lo que la psiquiatría llama "discordancia", un
fenómeno diferente del aislamiento obsesivo.

89
La muerte en el alma

LA MUERTE EN EL ALMA
Nathalie Zaltsman

La obra de Piera Aulagnier es asombrosa. Asombrosa por dos razones.

Por un lado, la mayor parte de lo que aporta a la génesis del funcionamiento psíquico
es totalmente nuevo y está fuera de los parámetros de la metapsicología freudiana.

Por otra parte y al mismo tiempo, muestra que cualesquiera que sean las
experiencias afectivo-corporales de la prehistoria de un sujeto, deben necesariamente
convertirse, transformarse, hacerse homogéneas al funcionamiento de los procesos
primarios descubiertos por la metapsicología freudiana. Y muestra que es en los fracasos
de esta transformación que las posibles semillas de un futuro psicótico comienzan a
formarse. Retomando una de las nociones clave de P. Aulagnier, la del encuentro, y
utilizándola aquí en el sentido de una metáfora metapsicológica, es como si se establecieran
las premisas de una psicosis cuando, en lugar de un encuentro de unión bajo el signo del
placer entre lo originario y lo primario y de la metabolización exitosa de lo originario por
la causalidad de la fantasía, se estableciera una relación de exclusión, o en el mejor de los
casos de antinomia, entre los dos sistemas representativos. Y es este encuentro fallido, esta
relación de incompatibilidad entre la interpretación originaria y la interpretación
fantasmática lo que el yo, otra instancia no freudiana, tendrá que resolver.

Esto significa que la obra de Piera opera un doble movimiento. Cuestiona la doctrina
freudiana en sus fundamentos mismos al introducir un sistema representativo fuera del
fantasma, lleva la doctrina freudiana a sus límites, desde los cuales explora un continente
psíquico fuera de las fronteras freudianas, de hecho dos continentes que prolongan la escena
freudiana, la de lo originario y la de la instancia del yo, es decir dos nuevos espacios en los
dos polos de la evolución que cada sujeto debe atravesar entre la actividad representativa
del origen y la del historiador que se encargó en mantener su unidad identificante-
identificado.

90
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Por un lado, deduce de su experiencia clínica de los trastornos del pensamiento


psicótico, la existencia de una actividad representativa auto-engendrada, ajena a los puntos
de referencia freudianos. Por otra parte, de la integración de esta actividad auto-engendrada
por la actividad del aparato psíquico freudiano -en tanto que- yo-ideal y del yo o del fracaso
de esta integración depende que las potencialidades de los trastornos psicóticos caigan o no
en psicosis.

Mientras que muchos autores, explorando etiologías distintas de las neurosis y cada
vez más tempranas en la vida psíquica, promueven otros modelos de funcionamiento
psíquico, mientras que estas distintas corrientes atribuyen otras prioridades a otras
nociones, avanzadas como más decisivas que las nociones freudianas, Piera demuestra
directa e indirectamente la unidad metapsicológica de la práctica analítica estableciendo
una cohesión de sus avances con el aparato conceptual freudiano.

Como escribe en El aprendiz de brujo (p. 49-50): "El analista nunca recurrirá a un
modelo metodológico que piense que contradice el que sigue en toda su práctica". Las
nuevas hipótesis teóricas deben formar parte o deducirse de aquellas en las que el analista
basa la validez del método analítico en su totalidad.

Esta restricción teórica a la que somete las construcciones teóricas necesarias para
que dé cuenta de los determinantes específicos de las soluciones psicóticas, pocos autores
innovadores la han puesto en práctica con tal disciplina de pensamiento, con tal exigencia:
"Las hipótesis teóricas que pueden hacer que privilegie (haga un privilegio de analista) en
tal o cual situación, un nuevo enfoque terapéutico tendrá que formar parte o deducirse de
las que dan cuenta a sus ojos de la validez del método analítico en su totalidad". Es
imposible decir más claramente qué consistencia se requiere entre:

1. Un enfoque terapéutico, una estrategia técnica particular,

2. La teoría general de la práctica, su método,

3. El modelo del funcionamiento psíquico general "practicado" por el analista, más


allá de los avatares psicóticos o neuróticos de este funcionamiento.

Es bajo la condición de este requisito que el esclarecimiento de un determinado


desorden psíquico enriquece el conocimiento general del funcionamiento de la psique, lo
incapacita, lo confirma y lo perfecciona. Pero bajo ninguna circunstancia esta aclaración
puede ser llevada a cabo por el uso del método analítico y al mismo tiempo contradecir sus

91
La muerte en el alma

fundamentos. Del respeto de este requisito capital depende que el psicoanálisis como
conocimiento general del funcionamiento psíquico y como práctica basada en este
conocimiento pueda seguir desarrollándose o que cada escuela de pensamiento cree sus
propios sistemas de referencias sin preocuparse por las contradicciones que estas nuevas
referencias aportan a la teoría general. Otra consecuencia perjudicial de esta falta de
coherencia interna entre la teoría y la práctica podría ser que cada categoría diagnóstica se
remitiera a un sistema metapsicológico que le fuera propio, lo que fragmentaría las
prácticas, rompería la unidad del análisis, haría del análisis una terapia sintomática,
mientras que el análisis nos enseña a considerar todos los trastornos psicológicos como
efectos de la historia libidinal de cualquier sujeto en el que el síntoma es sólo una pista de
señalización hacia esta historia libidinal inconsciente. Si digo todo lo que no parece formar
parte del tema anunciado, es porque quisiera someterme a mi vez a esta exigencia y
confrontar la noción de potencialidad psicótica con lo que esta noción aporta a la práctica
general del psicoanálisis. La potencialidad psicótica es una noción característica del riesgo
psicótico. Sin embargo, se pueden captar rastros discretos de ella en muchas
configuraciones distintas a la de una psicosis, y estos rastros hacen inteligibles muchas
historias libidinosas distintas a las de las psicosis.

Piera muestra en esencia que la misión prioritaria de la vida psíquica es dar una
interpretación de lo que le sucede de tal manera que mantenga su devenir como investible
y deseable. Demuestra con mayor claridad que la de Freud, la preservación de los
investimentos, sólo puede lograrse sobre la base del mantenimiento de un investir
relacional. La dimensión relacional es la condición misma de la auto-conservación, es decir,
inseparablemente, del auto-investimento y el investir objetivo. Para que los pulsiones del
yo, el narcisismo, sigan siendo auto-conservadores, es necesario primero que se preserve
una posibilidad relacional, es decir, una posibilidad de enlace fantasmático con el deseo de
otro. Desde este punto de vista, cualquier formación patológica puede considerarse como
un intento de curación, pero no sólo por los compromisos que pretende establecer entre el
ello y el yo para la neurosis, entre el ello y la realidad para la psicosis, sino ante todo y
fundamentalmente porque pretende mantener o restablecer una posibilidad de investir
relacional. Esta exigencia relacional, esta necesidad vital para la vida psíquica, se ve
redoblada por la obligación del yo, la otra autoridad no freudiana de Piera Aulagnier (la
primera es lo originario), de elaborar una versión de sí mismo que integre su prehistoria y
su pasado infantil y que sea también imperativamente investible, reconocible, inteligible

92
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

para el conjunto del yo. Esta dimensión relacional de la vida psíquica está en el origen del
método analítico; lo que generó su invención, la transferencia en el análisis es una forma
"experimental" de esta necesidad de la vida psicológica. Y la palanca de la interpretación
deriva su poder de esta limitación, esta violencia del requisito relacional.

Esta exigencia relacional es la doble condición previa de la que depende que el ello,
el depósito impulsivo, siga aportando su contribución en el curso de la vida psíquica. Fuera
del auto-engendramiento, cualquier representación inconsciente puede existir en la psique
y, para ella, sólo si se puede postular conjuntamente como una representación, también,
para otra psique. La psique, más allá de lo originario, funciona sólo en términos de
fantasías, es decir, como una referencia relacional entre los deseantes. Y esta causalidad
interpretativa el yo debe lograr rendirse cuenta a sí mismo en términos de causalidad que
sean compatibles con las causalidades compartidas por todos los yo.

La experiencia analítica de Piera Aulagnier sobre las configuraciones psicóticas


puso de relieve la importancia vital de estas dos referencias relacionales que, en la
metapsicología freudiana, parecían darse por descontadas. Mantener el deseo de vida no
puede reducirse a mantener la primacía de Eros sobre Tánatos; más precisamente, esta
primacía sólo es posible bajo ciertas condiciones. Para poder seguir invistiendo* la vida,
para poder investir las dolorosas experiencias presentes y pasadas, siempre se requiere que
entre un sujeto y sus experiencias de frustración, separación, pérdida, castración, que entre
una realidad externa o interna fuente de sufrimiento particular y el "yo" se interponga una
fantasía como explicación causal de lo experimentado: "hacer del disgusto cuya experiencia
es inevitable, lo que viene a probar la realización del deseo del Otro, disgusto que puede
entonces convertirse en una fuente de placer ya que la persona que lo experimenta se
asegura de que está en conformidad con lo que el otro desea" (Violencia de la
interpretación. p. 86). A lo que añadiría: que primero se asegura por esta interpretación de
que existe para otro. Esto es exactamente lo que el pensamiento psicótico trata de lograr.
El yo debe lograr mantener juntos los indicios acumulados de la negación de que él existe
para el otro y la negación de estos indicios, para mantener para sí mismo y también para el
portavoz que él no es sólo un sobreviviente accidental de un no-deseo. Los indicios de la
negación de su existencia son las pistas somato-afectivas de lo originario y los vacíos en el
discurso de identificación del portavoz. La otra condición necesaria para el mantenimiento
del deseo de vivir es que este compromiso de identificación que el yo debe lograr mantener

93
La muerte en el alma

unido, también logre tener sentido, ser reconocible e investible por los representantes del
conjunto humano en el que vive.

Insisto en la restricción que ejerce esta doble obligación relacional. Fuera de esta
doble obligación, la noción de potencialidad psicótica se vuelve incomprensible.

Esta doble obligación no se ve amenazada en las neurosis. Es precario en


potencialidad psicótica. Se ha derrumbado en la psicosis, donde la actividad delirante trata
de tomar el relevo, trata de sustituir la causalidad interpretativa del discurso común por un
sistema de interpretación causal delirante, una tentación desesperada de la teoría personal,
de poner en privado un significado autosuficiente, y por lo tanto expuesto constantemente
a las contradicciones traídas por otros.

Piera reconfirma que la metapsicología freudiana, la organización de la psique a


través de una relación de deseos, sigue siendo la pieza central, el corazón mismo de una
teoría general capaz de dar cuenta tanto de las condiciones, leyes del desarrollo y
funcionamiento de la psique en general, como de los accidentes, por supuesto, en este
desarrollo y funcionamiento, ya sean neuróticos, psicóticos o de otro tipo.

Centrándonos en sectores de la vida psíquica, el origen y la instancia del yo, que


funcionan de manera diferente al modelo freudiano de la primacía de las leyes del
inconsciente bajo el signo del principio del placer, demuestra paradójicamente que fuera de
la dimensión del deseo inconsciente y fuera de una posible adhesión a un lenguaje
fundamental, un fondo representativo compartido por el conjunto humano, no es sólo que
cualquier organización psíquica enferme, es que enferme de tal manera que su enfermedad
consiga proporcionar al sujeto suficientes falsas ilusiones para mantenerlo todavía en busca
de la vida. La primera misión o función de la enfermedad psíquica es extrañamente una
misión de autoconservación: lograr sustituir por nuevas razones, delirantes, las falsas
ilusiones, las verdaderas ilusiones del fantasma inconsciente, aquellas sobre las que se
construyen los puntos de certeza compartidos por el conjunto, a saber, que todo lo que
ocurre en un espacio psíquico-corpóreo a causa de su encuentro, de la interferencia en su
espacio de un psíquico externo, lo identifica primero como inexistente para otro. Por
supuesto, no uso términos como falsa ilusión y verdadera ilusión a la ligera. Las
condiciones elementales para el mantenimiento de la actividad de Eros, sus investimentos
pulsionales, es decir, sus investimentos objetivos, son ilusiones que consiguen ignorar el

94
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

hecho de que el odio puede dominar sobre el amor y que la voluntad de poner el deseo a la
muerte es tan grande como el deseo de desear.

Me atrevería a decir que la metapsicología de Piera define toda la vida psíquica


como un desafío, una lucha contra el deseo de no desear, como la creación momentánea de
razones para vivir luchando contra un movimiento fundamental, primario, de
desinvestimento, de retorno a lo inorgánico como diría Freud. Los accidentes en el curso
de la vida psíquica, las diversas formas de enfermar, nacen de las lágrimas que se producen
en el velo de ilusiones que la psique sostiene por sus razones para vivir. La enfermedad
psíquica debe lograr llenar estas lágrimas inventando nuevas ilusiones, verdaderas-
fantasías, falsas-delirantes. En resumen, todo el sistema metapsicológico de Piera
Aulagnier rastrea las condiciones de fracaso o el mantenimiento de un universo de deseo.
Este comentario sobre su trabajo no es mi proyección subjetiva. Este punto de vista queda
perfectamente claro en la cita de P. Aulagnier: "Siempre asisto con el mismo asombro a la
aparición en el discurso psicótico, de una especie de verdad última, inaccesible a los demás
humanos, tal vez porque es incompatible con el atractivo que nos permite vivir"
(Observaciones sobre la estructura psicótica - 1963, en Un intérprete en búsqueda de
sentido - p.283). Es aún más sensible en lo que escribe de cualquier actividad de
representación: "el mayor escándalo del funcionamiento psíquico", "su primera respuesta
'natural'", escribe, "es ignorar la necesidad, ignorar el cuerpo y "conocer" sólo "el estado
que la psique desea encontrar". Este gran escándalo "revela la presencia originaria de un
rechazo de la vida" (Violencia p.46), un rechazo de la vida que la psique debe lograr
engañar.

Desde lo originario, la actividad representativa no representa la realidad de la


experiencia vivida, sino una experiencia compatible con un posible investimento de lo
representado. En el auto-engedramiento, la psique como origen de sí misma y del mundo,
se basa en la exclusión de la experiencia vivida a través de su representación.

La experiencia vivida in vivo se cierra con el pictograma y el fondo representativo


de lo originario se cierra a su vez al conocimiento del "yo". Sin embargo, este originario
desciframiento entre lo que se puede investir, lo que se debe excluir y lo que se inviste
contradictoriamente, permanece indefinidamente movilizable por los componentes
somáticos de cualquier emoción. Estos antecedentes representativos se movilizan en los
momentos de identificar el desglose del yo. La representación que puede surgir entonces

95
La muerte en el alma

en la escena psíquica ya no es una metáfora fantástica de una experiencia corporal, sino


que se presenta como una aterradora experiencia corporal sin origen y sin destinatario.

El amor y el odio, de y para el otro, son en lo primario lo que el auto-engendramiento


de una satisfacción total por un pictograma de unión y el auto-engendramiento de una
mutilación, de una nada por un pictograma de rechazo son en el originario. Cuando se
produce una desviación en lo originario y el dolor se asocia a un pictograma de unión, la
actividad representativa del primario se encarga de proporcionar a esta experiencia
paradójica una contribución libidinal que debe ser proporcionada por la psique materna. La
equivalencia libidinal que aporta el medio ambiente justificará este cruce paradójico y
permitirá investir la experiencia dolorosa en lugar de excluirla y empobrecer el potencial
de los posibles investimentos.

Sobre la importancia de este factor de contribución libidinal que proporciona el


entorno, la concepción de Winnicott y Aulagnier son similares, así como las formulaciones
de lo que para cada uno de ellos especifica la situación psíquica en la que se encuentra un
paciente psicótico y la naturaleza de la ayuda que debe prestar un psicoanalista: no convertir
su problema psicótico en un problema neurótico (o creer que esto sería posible), sino
aprender de él y con él las condiciones que lo llevaron a este problema. Donde vemos que
los resortes terapéuticos del análisis de las psicosis se basan en el principio común y general
de cualquier análisis. Lo que puede tener efectos mutativos en un análisis, ya sea de
psicosis, neurosis o síndrome polimórfico, es reconstruir con el paciente lo que lo enfermó,
superando las resistencias que oponen las repeticiones transferenciales.

Cabe destacar los puntos de acuerdo de estos dos autores, tan diferentes, y
cuestionar el alcance de sus diferencias en la teoría y la práctica analítica de las psicosis en
particular, tanto en la práctica de las neurosis como de las psicosis y los síndromes
polimorfos. Cualquier lector de la obra de Piera habrá notado que nunca utiliza el término
estado límite, sino el término genérico de síndromes polimórficos. Me parece que este
término siempre connota una organización patológica que es un problema psicótico y no
una neurosis fallida. Los autores que dedican sus trabajos a los Estados fronterizos y a los
sufrimientos narcisistas no toman claramente este lado y, con poca preocupación por
integrar las nuevas y justificadas nociones que avanzan en el cuerpo común de la doctrina,
parecen tratar la doctrina freudiana como obsoleta o reservarla para la élite de las neurosis
o para la transmisión entre analistas. Es a la luz de estas divisiones teóricas, que conducen

96
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

a una fragmentación de la metapsicología general, sustituida por metapsicologías


específicas de cada configuración psicopatológica, que la confrontación dirigida por Piera
Aulagnier de sus avances con la teoría general es ejemplar de las condiciones de los
posibles progresos en la disciplina analítica.

Me parece que Winnicott y Aulagnier tienen una concepción muy cercana y clara
de lo que distingue un problema psicótico de un neurótico. Y esta distinción no se basa en
síntomas manifiestos como el delirio, ni en mecanismos de defensa como la escisión o la
exclusión, sino en el gran interés del problema psicótico, que es un interés de la existencia.

Como diría Piera, esta apuesta sólo puede formularse en términos isomórficos al
funcionamiento de un yo, en términos de un conflicto identitario sostenible, pero para ella
es precisamente cuando un yo ya no puede soportar investir esta conflictividad, cuando esta
crisis está en ruptura de referencia relacional, que se revela la existencia de un riesgo
psicótico, de una potencialidad psicótica. "El neurótico", escribe en El aprendiz de brujo
(p. 187), "ha podido adquirir estos puntos de referencia identificantes que le han permitido
garantizarse un lugar en el registro del ser... y plantear las causas de su sufrimiento en el
registro del tener, del perder, del pedir". Para "el psicótico, las señas de identidad han
seguido siendo demasiado problemáticas como para que pase definitivamente del registro
del ser al de los bienes". Winnicott coloca el problema psicótico en la misma perspectiva,
la de la pérdida del sentido de continuidad en la propia existencia. Pero este sufrimiento es,
a sus ojos, una búsqueda activa de esta contribución libidinal que el entorno inicial no le
proporcionó en su tiempo. La perspectiva terapéutica para Piera es obviamente muy
diferente, ya que lo que indica la problemática psicótica es una caída de lo relacional por
no pasar de la representación pictórica del dolor a su representación fantasmática. Pero me
detendré un poco más en los puntos de concordancia.

Para Winnicott (en El miedo al colapso - Gallimard 2000 - p.221): "A la pregunta,
¿son neuróticos los niños? las teorías cada vez más complejas del desarrollo de la primera
infancia pueden sustituir en la mente de un público atento con una nueva pregunta: ¿está
loco todo niño? "La teoría", responde Winnicott con firmeza, "no entiende la idea de una
etapa de locura en el desarrollo infantil". Esta posición, como saben, no es la de los
kleinianos, para quienes la etapa esquizo-paranoica forma parte del desarrollo normal del
niño e inscribe un núcleo psicótico en el bagaje de toda la evolución psíquica; además, un
núcleo psicótico independiente del entorno psíquico circundante y de toda la realidad

97
La muerte en el alma

externa. La psicosis no forma parte del bagaje de cada niño, dice Winnicott en sustancia;
no todos pueden volverse psicóticos. Y en su conferencia: "¿Trastorno de Personalidad
Psicótica o Núcleo Psicótico?" Piera toma la misma posición: "No creo en la persistencia
de 'núcleos psicóticos' que puedan ser movilizados en cualquier sujeto". Ni uno ni otro
atribuyen una evolución psicótica a una potencialidad general. Para ambos, el medio
ambiente (Winnicott), el medio psíquico (Aulagnier) es una parte integral de la psique
desde su prehistoria. La psique no funciona sobre sí misma y la realidad dañina no es
exclusivamente proyectiva.

La psicosis, escribe Winnicott, es "la enfermedad que tiene su origen en las etapas
del desarrollo de un individuo antes del establecimiento de un patrón de personalidad
individual. Los neuróticos, por otra parte, son "las personas que están en condiciones de
tener dificultades propias; no se ofenden porque esas dificultades sean propias y no las
consecuencias de fallos o deficiencias del entorno". Aquel que lleva dentro de sí la
experiencia de un colapso al que no podría estar presente (postulado implícito de una
actividad psíquica fuera del sujeto y fuera del objeto que es, en efecto, la característica de
lo originario), no puede asumir este colapso como parte de sí mismo. ¿No es el colapso en
el sentido winnicottiano una construcción muy cercana a la experiencia de aniquilación del
pictograma de rechazo? Aquí es donde terminan los puntos de acuerdo. Si he querido
destacarlas es porque creo que es importante señalar que dos metapsicologías tan diferentes
pueden lograr captar la misma realidad clínica y hacer analíticamente inteligible la cuestión
que el paciente está tratando de resolver mediante una solución psicótica. Incluso el déficit
de fiabilidad introyectada y las distorsiones que inflige, las fisuras que produce en los
vínculos con el entorno no es ajeno, según Aulagnier, a la supresión en lo originario de un
posible potencial relacional y a las distorsiones de las intenciones y el discurso del portavoz
que el potencial psicótico debe realizar para mantener un posible investimento relacional.

A partir de este punto, los dos autores divergen completamente.

Para Piera Aulagnier, lo que ha sido destruido, expulsado por la operación del
pictograma de rechazo y que, por otra parte, está prohibido representar por la madre ya ha
inscrito, sin duda para ella, una fisura en el capital identificador, fisura que toda actividad
psíquica posterior deberá entonces tratar de evitar, pero que ya no podrá ser compensada.

Para Winnicott, el déficit de fiabilidad introyectada está buscando activamente un


nuevo entorno, uno que sea capaz de hacer frente a la ruptura del continuo de la existencia

98
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

del sujeto. "En la relación analítica", escribe Winnicott, "estos pacientes pueden retroceder
porque un nuevo entorno les ofrece la posibilidad de volver a un estado de dependencia
muy temprano" donde las privaciones sufridas serán remediadas al analista, su fiabilidad
puesta a prueba por su repetida derrota hasta que se pueda establecer una fiabilidad, una
posible confianza.

La estrategia terapéutica de Piera, en coherencia con la parte decisiva que da a


Tánatos en la actividad representativa, se podría decir casi que a las antípodas. No se trata
de poder sacar al paciente del agujero de identificación donde cayó (y las circunstancias
que revelan al sujeto la existencia de este agujero son muy precisas) sino de conseguir
entrar con él en este agujero, de hacer que él, el sujeto, esté presente en este agujero, y que
(re)deviene en un oído para los pensamientos que tuvo que suprimir para mantenerse fuera
del agujero.

La concepción de los posibles efectos de la relación ofrecida por el analista descansa


en Winnicott en un postulado básico, y cito: (p. 226) es la "necesidad fundamental que
impulsa a los pacientes a volverse normales". La idea global sería la de una apetencia de
las fuerzas psíquicas, digo de las fuerzas psíquicas y no de las fuerzas pulsionales, hacia un
aumento de la vida psíquica, ligada a un desarrollo de las posibilidades de comunicación
con uno mismo y con los demás. La enfermedad en sí misma es la responsable de esta
aspiración fundamental en la medida en que -y cito- "es una expresión de los elementos
sanos de la personalidad en busca de condiciones favorables para la curación".

D. Winnicott hace una importante distinción entre las regresiones en el sentido


freudiano, las de las etapas erógenas, y la otra regresión, la que empuja al sujeto a alcanzar
su punto de colapso en presencia de un ambiente que se mantendría. "Está claro", escribe,
"que si en tal caso la respuesta a un colapso psiquiátrico es el furor por sanar, entonces la
razón misma del colapso desaparece porque al colapsar, el paciente tenía un propósito
positivo y el colapso no es tanto una enfermedad como un paso hacia la salud".

Sabemos que la recusación de Winnicott con Melanie Klein se basa en gran medida
en la negación de la pulsión de muerte. También conocemos el lugar que Winnicott dio al
odio, en particular en la contratransferencia del analista, y el lugar decisivo que atribuyó a
la destrucción repetida del objeto para establecer un investir duradero. Si rechaza con tan
insistente obstinación el recurso a la pulsión de muerte, es porque también se da a sí mismo
sólidas limitaciones de coherencia entre su teoría, su práctica y su concepción de la vida

99
La muerte en el alma

psíquica. Como ya he dicho, para él el aparato psíquico sólo pide funcionar en el mejor de
sus intereses; lo cito "en el mejor de la tendencia innata al desarrollo y evolución personal".
Su coherencia es la siguiente: la teoría del psicoanálisis es una teoría del desarrollo mental;
la enfermedad es un obstáculo para este desarrollo; la práctica analítica se relaciona con el
origen de los obstáculos en la psicogénesis del sujeto y "si se elimina un bloqueo del
desarrollo, entonces el desarrollo seguirá debido a las poderosas fuerzas de las tendencias
innatas del ser humano" (El concepto de trauma - 1965).

Winnicott logra prescindir de las pulsiones de muerte confiando en la adecuación


entre las aspiraciones y sus objetivos.

Para Piera, como todo lector haría sin reconocerla, conoce que la actividad de
Tánatos está inmediatamente presente, activa desde el principio. El rechazo del placer es
tan imperativo como la búsqueda del placer; el deseo de no deseo es tan poderoso como el
deseo de deseo. Todo proceso de investir moviliza inmediatamente un deseo de no deseo
hasta el punto de que incluso el pictograma de unión, que es el epítome de lo que la psique
experimentará al investirse, de un encuentro con el objeto y su relación con el mundo, este
pictograma al mismo tiempo también cumple los objetivos de Tánatos mediante el borrado
de lo investido realizada por medio de la satisfacción. Desde esta perspectiva, Tánatos se
alimenta desde el principio de cualquier investimento, incluso la más exitosa. Si, además,
el entorno, el portavoz no logra hacer inverosímiles los acontecimientos emotivo-
corporales marcados por un disgusto importante, si, además, las expresiones que
acompañan a la falta de fiabilidad del vínculo entre madre e hijo ignoran el dolor
experimentado por el niño, lo niegan, o lo designan como prohibido de ser experimentado
y más tarde prohibido de ser reconocido, nombrado, el capital de las investimentos
relacionales se empobrece aún más.

La diferencia fundamental entre la perspectiva de Winnicott y la de Piera es que


Winnicott, aunque da cabida a la destructividad y al odio, piensa que la psique está
fundamentalmente unida a sus objetivos, que son el despliegue de las fuerzas de la vida.
Para Piera, cualquier investimento triunfa sobre una desinvestimento siempre en marcha
sólo bajo ciertas condiciones precisas. Estas condiciones son las de mantener una
compatibilidad entre lo más singular del sujeto y el orden relacional en el que este singular
tiene éxito o no en su lugar. "Es simplemente el programa del principio del placer el que
establece la finalidad de la vida", escribió S. Freud en El malestar en la cultura. Piera añade

100
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

que el objetivo general de la vida psíquica, desconocido para ella misma, es lograr mantener
o inventar interpretaciones de lo que se experimenta de tal manera que el investimento de
esta experiencia siga siendo posible. No se trata de una dialéctica dual de Eros - Tánatos.
Piera ha sacado el análisis de esta doble forma de pensar. El objetivo de la psique es
mantener el conflicto como investible. Y esto es lo que el conflicto de identidad deja de ser
en la crisis psicótica y la idea ilusoria primaria logra hacerla invulnerable de nuevo. Me
atrevería a decir con mayor radicalidad que todo su trabajo sobre las psicosis y las diversas
alienaciones muestra que la lucha entre el investir y el des-investimento bien puede ser
ganada por Tánatos y que ciertas formas de vida psíquica le deben más a Tánatos que a
Eros, que ella sola ha logrado hacer pensable.

Piera Aulagnier usó la primera tópica freudiana como un principio activo seguro. Y
desarrolló las consecuencias clínicas del giro del “Más Allá del Principio del Placer”. Ella
muestra que existe efectivamente un funcionamiento psíquico desde el punto de vista de
Eros, pero que esta perspectiva no es suficiente y que todo funcionamiento debe ser
considerado también desde el punto de vista de Tánatos. Este es el objetivo de su libro: Los
destinos del placer. Y la psicogénesis del desarrollo psíquico y sus avatares, que son las
enfermedades psíquicas, han dado, en su perspectiva, sustancia al enigma que Freud se
planteó en el “Más allá” cuando dijo que el enigma no es la compulsión de la repetición y
la supresión de las tensiones de los seres, sino que el psicoanálisis debería más bien aclarar
cómo las pulsiones sexuales han logrado ponerse en marcha, desgarrarse de la tendencia
imperativa de lo inorgánico a restablecer lo no vivo. En “Más Allá del principio del Placer”,
Freud escribe: "la tendencia del sueño a realizar deseos es sólo un producto tardío, sólo
podría adquirir esta función después de que toda la vida psíquica hubiera caído bajo el
dominio del principio del placer". Cómo la actividad representativa pasó de la tendencia
dominante de la repetición hacia el auto-engaño, a la aparición de un nuevo principio de
economía psíquica, el del principio del placer del deseo onírico, esa es la cuestión
fundamental para S. Freud y para Piera. Pasar de la pesadilla al sueño es una tarea de la
psique que va más allá de las divisiones entre la psicosis y la neurosis.

No basta con tener un entorno favorable para que la ameba abandone su modo de
mantener la vida por duplicación. La sexualidad y el investir sólo son concebibles a partir
del anclaje de un protista singular en un organismo pluricelular con todos los riesgos y
cambios que ello conlleva para la ameba inicial.

101
La muerte en el alma

Piera ha mostrado qué condiciones precisas de restricción rigen el posible


mantenimiento de los investimentos, cómo la psique no persigue directamente objetos que
son fuentes de placer, sino que su primera misión es poder mantenerse en el campo del
deseo y el investir de los demás por ella.

Inicialmente me había fijado un objetivo preciso y limitado, el de discutir la


equivalencia de los contenidos dados por P. Aulagnier a sus dos conceptos: la potencialidad
psicótica y la idea delirante primaria. Me propuse mostrar que el concepto de potencialidad
psicótica ha evolucionado de “Violencia” a “El aprendiz de brujo”. Esta noción se ha vuelto
más extensa que la de la idea delirante primaria. Quería mostrar, especialmente en su
artículo “Desórdenes de Personalidad Psicótica con un Núcleo Psicótico” (Tema 47), que
condensa el punto extremo de su pensamiento, cómo esta noción se vuelve operativa
también fuera de una clínica de psicosis manifiestas.

Pero el desvío de Winnicott fue necesario para que no cayera en una paráfrasis de
su enfoque.

¿Me habrá permitido este desvío destacar hasta qué punto, en un campo de la
práctica analítica donde precisamente Freud se encuentra cada vez menos utilizable y útil,
Piera se sirvió de instrumentos de pensamiento freudianos, declarados poco útiles en el
campo de las neurosis? ¿Me habría permitido mostrar cómo los ancló literalmente en vivo
en una práctica en la que trabajaban sólo en teoría o no trabajaban en absoluto? Si insisto
en este punto no es por fidelidad ideológica freudiana, sino en nombre de la exigencia de
coherencia, que fue la de Freud y Piera, de coherencia entre el uso de un método, el análisis,
el fundamento teórico del que nació este método, la forma de dar cuenta de lo que permite
o no permite descubrir, la confirmación o la refutación que corresponde extraer nuevas
teorías en cuanto a los presupuestos del método empleado.

Piera ha mostrado, como nadie antes, qué condiciones relacionales internas se han
conquistado que suspenden las posibilidades de cada ser humano de investir hacia sí mismo
y hacia los demás.

Espero haber logrado transmitirles un poco de su osadía de revelar cómo la psique,


incluso en su recurso a la locura, trabaja para transformar la muerte en el alma que la habita
en el sentido literal de su primer modo de representación.

102
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Las psicosis son una revelación privilegiada de la dificultad de esta tarea psíquica.
Pero, ¿no se origina la gran cohorte de la culpa informe, de las inhibiciones oscuras, de toda
la parálisis del pensamiento, en este mismo caldo de cultivo de las pulsiones de muerte?
¿No es cada invento innovador, cada vínculo de amor también un reto para el trabajo de
Tánatos? ¿No es toda la vida psíquica también siempre lo que Piera Aulagnier nombró,
exploró, condensó en términos del crimen de lesa-Tánatos?

103
Las nociones de pictograma y de potencialidad –psicótica– en la obra de Piera
Aulagnier

LAS NOCIONES DE PICTOGRAMA Y DE POTENCIALIDAD


–PSICÓTICA– EN LA OBRA DE PIERA AULAGNIER
Jean- Paul Valabrega

En este homenaje a Piera Aulagnier quiero subrayar la filiación directa de estas dos
nociones con Freud, que la propia Piera no dejó de mencionar en varios de sus textos.

1. El pictograma

Esta noción, de gran importancia para P. Aulagnier, es muy cercana a la de Freud:


"representación cosa y representación palabra". Piera también dice: "imagen de la cosa y
de la palabra". Y el mismo subtítulo de su libro: La Violencia de la Interpretación (1975)
es: "Del Pictograma a la enunciación". Así que, de la cosa a la palabra. Nótese que en Freud,
encontramos esta teoría de la representación en Yo y el ello (1923) y, anteriormente, en El
Inconsciente (1915). Y no es casualidad que tome el ejemplo de la esquizofrenia, es decir,
una psicosis importante. Aquí también, P. Aulagnier se une a Freud. Para él -recordamos-
en la esquizofrenia, son las palabras las que ocupan el lugar de las cosas y no al revés.
Aunque en el autismo, que es su forma extrema, y donde no hay palabras, podemos pensar
que es lo contrario. ¿Lo opuesto o lo contrario? Hay un problema aquí. En cualquier caso,
es una variante de la esquizofrenia, la escisión o la disociación.

La reserva o crítica que puede hacerse -nos parece- a la noción de pictograma es


que este término tiene como denotación diseño gráfico, escritura -de ahí el nombre de
escritura pictográfica- que implica también no sólo el paso a la escritura, sino también la
función primordial implícitamente ocupada por la visión, la percepción visual, mientras
que las representaciones inconscientes -de las cosas- pueden provenir y fijar las
percepciones sensoriales de todos los sentidos: auditivo, táctil, olfativo, gustativo, y por
supuesto también visual. Por lo tanto, podemos considerar que el término "rastro

104
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

mnemotécnico" (Freud), o "grama", o "huella", sería más apropiado, ya que no privilegia


la imagen visual.

Ejemplo principio: la pantalla-memoria (Freud, 1899), es en efecto, como él dice,


un rastro o huella mnémica, que puede ser una cosa, una palabra o un fragmento -por
minúsculo que sea- de cualquier percepción sensorial pero cargada de significado, por
contigüidad, como todavía la define Freud.

También deberíamos citar a O. Isakower y B. Lewin, por la noción de pantalla de


sueño (o sueño-pantalla), cuyo origen es asignado por los autores al contacto boca-mente
del niño: es decir, una huella dejada por una experiencia de placer y satisfacción, que
comprende las percepciones táctiles, olfativas, gustativas, auditivas y visuales, y que sólo
se vuelve pictográfica mediante la reconstrucción en una segunda etapa. La imagen en la
pantalla está en blanco.

Para la mente curiosa, hay un precursor lejano en este campo, mucho menos
conocido por los psicoanalistas: Condillac (1714-1760) quien, con una intuición genial, dio
no prioridad sino primacía a las percepciones olfativas y táctiles, y luego a los rastros y
huellas mnémicas que dejan. Este es el origen de la memoria, incluso Condillac añade.

Una brillante intuición, profética de hecho, porque los descubrimientos modernos


han proporcionado una espectacular confirmación de esto. En la obra de F. Dolto: “El
sentimiento de sí” y en particular “La imagen inconsciente del cuerpo” (1984), se plantea
la anterioridad de una etapa respiratorio-olfativa, componente de la etapa oral. Desde
entonces, se ha verificado constantemente que el olor de la madre era un elemento
primordial de reconocimiento del vínculo materno en el bebé, comenzando con la succión
del propio pecho, por lo tanto, táctil. Luego el -reciente- descubrimiento de las feromonas
y sus funciones tanto en el reconocimiento del yo y del otro, como en el comportamiento
sexual y el apareamiento, ya atestiguado en las especies animales, este descubrimiento
apoya la naturaleza anterior, ontogénica y filogenética de la señal olfativa.

Y precisamente Condillac escribió el Tratado de las Sensaciones en 1754, seguido


por el Tratado de los Animales; lo que prueba bien -como dice en sus conclusiones- que las
sensaciones y los órganos de los sentidos constituyen el fundamento general de todos los
seres animados, "hombres y bestias".

105
Las nociones de pictograma y de potencialidad –psicótica– en la obra de Piera
Aulagnier
Los que lean a Condillac se sorprenderán al saber, por su proto -y arquetípica
figuración del estatuto-, que "En el primer momento de su existencia, no puede formar
deseos; pues antes de poder decir deseo, debo haber dicho yo o yo" [1].

2. La potencialidad

Utilizado como sabemos por P. Aulagnier específicamente para las psicosis:


potencialidad psicótica, esta noción puede también situarse en la línea freudiana. El
concepto de disposición, que Freud aplica en particular a la perversión en sus orígenes,
potencial precisamente: la disposición perversa polimorfa (y no la perversión) del niño.
También encontramos en los textos de Freud: la disposición a la transferencia, la
disposición conversacional o la complacencia somática en lo histérico; o la predisposición
a la neurosis obsesiva, por ejemplo.

Pero lo que parece necesario subrayar, desde el punto de vista metodológico y


epistemológico, es que estas nociones, ya sea de potencialidad, disposición o
predisposición, deben definirse con mayor precisión y rigor. Porque abren un campo vasto
y vago, indeterminado a ilimitado, de lo conjetural, de lo hipotético, que no sólo es terreno
fértil para las proyecciones ideológicas y, clínicamente, contra-transferenciales, sino cuyas
concepciones teóricas se basan a menudo, retroactivamente, en un investimento temporal
y causal del antes y el después, el pre y el post. Esto puede llevar al sofisma.

Así se deducirá de un estado psicótico manifiesto el resultado de esta "potencialidad


psicótica". Si el paciente es psicótico, es por lo tanto porque tenía una potencialidad o una
disposición para volverse psicótico. Se trata de un corte, o de una petición de principio, o
también de una conveniencia que uno se da a sí mismo para controlar lo que no conoce.

Por lo tanto, en nuestra opinión, el alcance de tales nociones debe ser definido con
precisión. En el modelo de lo que en la física se denomina energía potencial y energía
cinética, según se trate de agua contenida en una presa o liberada por una cascada, que
luego se canaliza y transforma en energía eléctrica.

Por lo demás, se podría decir que el niño nacido, el infans como lo llama siempre
P. Aulagnier, que el infans, por lo tanto, tiene todas las potencialidades: neurótico, perverso,
psicótico, e incluso - como diría el otro, normal.

106
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

La potencialidad, el potencial, comprende múltiples factores: hereditarios,


congénitos, recesivos, familiares, traumáticos, aleatorios, transmitidos, adquiridos,
rechazados, transformados, dones, aptitudes, habilidades... que, en consecuencia, se sitúan
en una zona de confines, con fronteras móviles, un horizonte flotante, prospectivo,
exploratorio y aventurero.

Precisamente porque es a la vez necesario e indispensable, pero elusivo en su


totalidad, toda potencialidad debe ser abordada con valor, prudencia, duda crítica y
suspensiva, y -vamos incluso a decir- una pizca de respeto.

Unas palabras de Montaigne para concluir: "Platón ordena tres partes a quien desee
examinar el alma de un escriba, Ciencia, Benevolencia, Audacia" [3].Por su trabajo, su
práctica, su amistad, Piera nos deja un ejemplo eminente de estos tres dones, aptitudes y
virtudes.

Notas

[1]

Cf. Tratado de las sensaciones, I, 6, palabras subrayadas por Condillac.

[2]

Ver La violencia de la interpretación, I, 4.

[3]

Montaigne, Ensayos, III, cap. XIII.

107
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

GREGOR SAMSA Y LA FILIACIÓN PERSECUTORIA


Cathie Silvestre

¿También ellos (mis padres) me pondrán en la tumba, al final de una vida que en su
cuidado me habrían hecho feliz?

(F. Kafka, Diario, mayo de 1914)

En 1980, Piera Aulagnier escribió un texto relativamente corto titulado "la filiación
persecutoria".

Este texto, que ofrece fuertes y nuevas ideas sobre la relación con el cuerpo,
condensa una reflexión que, partiendo de una práctica difícil, arriesgada y alejada de
certezas, la de la psicosis en particular, Piera se preocupa constantemente por dotarse de
herramientas conceptuales para pensar en el sufrimiento psíquico. Al escribir sobre la
práctica del riesgo, la oí hacer una observación que le era familiar: ¿arriesgado para quién?
Preguntó, lo que significa claramente que los riesgos asumidos por cualquier analista que
se involucre en las curas que lleva a cabo no deben hacernos perder de vista los incurridos
por los propios pacientes.

Este texto combina su experiencia clínica de las neurosis con sus serpenteos, no
siempre tan lejanos como se podría pensar desde el lado psicótico, y sus avances teóricos
y prácticos en el campo de las psicosis, cada una de estas fuentes enriquece a la otra.

En 1912, Franz Kafka escribió La Metamorfosis, uno de sus primeros textos


publicados. La extraña aventura de Gregorio Samsa despertando en un cuerpo-animal es
conocida por todos, ahora es parte de nuestra herencia de fantasía, entrando en nuestros
más remotos y oscuros miedos, más aún cuando la suave y unida forma de la historia dibuja
un mundo cotidiano más pragmático y revela su capacidad para ocultar el horror y la
abyección.

108
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

La lectura combinada de las intuiciones teóricas de P. Aulagnier y de los jadeantes


vagabundeos de Gregorio Samsa, que se enfrentan a la metamorfosis, da la sensación de
que cada uno, según sus propios modos, ha dado voz y cuerpo a la violencia y a la alienación
que desgarra todo sujeto pero que también lo formal y lo habitual irremediablemente: entre
sueño y pesadilla, la imaginación kafkiana contribuye a desplegar ciertos aspectos del
pensamiento de P. Aulagnier, que a su vez prolonga los sonidos distantes y conmovedores
del cuento de Kafka.

P. Aulagnier se ha esforzado por formular la dialéctica entre la violencia heredada


que se instala en la vida de cualquier sujeto y su posible metabolización o no, contribuyendo
esta alternativa a la conformación de lo que cada persona recibe y percibe como un destino
que tendría la peculiaridad de que el ruido no proviene de Eros, sino de las fuerzas de la
violencia y la destrucción. La parte de Eros sería entonces templar el odio, contener la
destructividad manteniendo un investimento de vida, establecer vínculos que no sean
ruidosos, ni expansivos, una especie de luz nocturna parsimoniosa hecha para durar y
perdurar, más que para brillar.

Para ella, el sufrimiento es este "esquema matricial" que le dará acceso a la realidad.
Estamos lejos de un valor redentor, el sufrimiento es un marco, un apoyo, un
apuntalamiento: "el sufrimiento es a la vez una necesidad y un riesgo, no por un poder
purificador sino porque es el único que obliga a la psique a tener en cuenta el concepto de
diferencia, empezando por el que separa la realidad de la fantasía" ...o: "El ensayo del
sufrimiento y el ensayo de la realidad, en una primera fase de la actividad psíquica como
co-nacimiento".

La realidad es, pues, una prueba más que un principio, y su estrecha vinculación en
la prueba del sufrimiento contribuye a la polisemia del término prueba y a la complejidad
de los hilos así tejidos: la probada con su gama de sensaciones y sentimientos y su
connotación corporal, el juicio de atribución y existencia, la resistencia como rechazo pero
también la solidez y el coraje, la adversidad como prueba de investir y como confrontación
con los límites y debilidades, el orden y la tranquilidad que exige en el desafío a un poder
superior. Se habrá entendido que, visto de esta manera, el sufrimiento es un schibboleth.

En una carta citada por M. Blanchot, Kafka dice que la actividad de escribir es para
él "lo más importante en la tierra, como puede ser su delirio para el loco (si lo perdiera, se
volvería 'loco') o para una mujer su embarazo".

109
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

En su Diario, Kafka puede escribir en primera persona un texto que se percibe como
ficción y pasar sin problemas a una notación personal e íntima; borra la demarcación,
tomando vida de la literatura, habiendo sido todo lo demás "terriblemente atrofiado".

Escrito en el registro de la necesidad tanto como del deseo, el cuerpo sólo está ahí
para hacerlo posible y someterse a él, para vivirlo eventualmente en una tensión constante
de exigencia y sufrimiento. La escritura está al final de un ascenso interminable sin fin o
descanso: "Estoy flotando en las alturas, desgraciadamente no es la muerte, son los eternos
tormentos de la muerte". (6, 14 de agosto)

Largos tormentos de muerte como la sentencia de la máquina de escribir en “La


Colonia penitenciaria”, escrita con letras de sangre en el propio cuerpo. Llevada a la
incandescencia de una cruel demencia, esta fantasía no deja de evocar el tipo de pasión por
la información y el metabolismo que la psique impone a la actividad sensorial de un cuerpo
"informando" y alimentando la actividad psíquica. La teorización de P. Aulagnier lleva una
concepción del ser en el mundo, formulada así: "Pensar, investir, sufrir: los dos primeros
verbos designan las dos funciones sin las cuales el Yo no podría suceder ni conservar su
lugar en la escena psíquica; el tercero, el precio que tendrá que pagar para hacerlo".

En muchos de los textos de Kafka vemos al cuerpo puesto a prueba, obligado a


enfrentarse y sobrevivir a condiciones extremas, que por sí solas pueden parecer
inverosímiles: una paradoja de investimento, cuyo límite debe ser experimentado para
estirarlo excesivamente, estableciendo así con el cuerpo un pacto de agresión que da el
precio de la vida y mantiene a la muerte al límite en el desafío permanente que le plantea.

"Un artista del trapecio", es un texto corto en el que un trapecista sólo puede vivir
encaramado en su trapecio, teniendo intercambios medidos y distantes con los humanos, lo
que su empresario, que lo vigila con solicitud, le permite hacer. Así, el artista recibe allí
arriba todo lo que necesita, pero aun así, llega el día en que pide un segundo trapecio,
incapaz de resolverse a tener sólo una "barra en sus manos". Después de que el empresario
accede a su petición, el artista se duerme y aparece en su frente lo que podría ser una primera
arruga, la de la carencia y el deseo, la de salir de la infancia en un sufrimiento iniciático.

¿Por qué la filiación? P. Aulagnier especifica inmediatamente que utiliza este


término metafóricamente para designar dos experiencias de filiación que explica de la
siguiente manera:

110
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

-El que marca el paso de una primera relación yo-cuerpo, como fuente de placer y
sufrimiento en el espacio corporal, y la relación que, a partir de este encuentro inaugural,
se establecerá entre el "yo" y la realidad.

-El que se puede identificar como el que se encuentra entre este primer objeto, el
cuerpo, culpable de ejercer un poder que es probable que se convierta en persecutorio, y
los diversos objetos a los que se atribuirá este mismo poder para desviar un conflicto que
de otro modo sería mortal.

No hay vínculo, no hay desplazamiento, no hay retorno, no hay transferencia, sino


más bien filiación que implica una transmisión, con una connotación no sólo relacional
causal, sino también genealógica, por lo tanto vectorizada según un significado que en
principio es irreversible.

Esta filiación implica los dos principios que Freud asigna al "curso de los
acontecimientos psíquicos", el de la realidad y el de la relación que se establece con ella,
el de la alternancia placer-des-placer. Pero mientras que para Freud la realidad viene a
templar la exigente y peligrosa dominación del placer, para P. Aulagnier se desliza en y a
través de esta función reguladora y protectora, una forma de dominio posiblemente
persecutoria, ligada a las estacas de la muerte presentes en la realidad y encarnadas en el
cuerpo. Lo que este texto nos da con fuerza es un duelo en el que el cuerpo parece animado
por un poder autónomo, imponiendo al yo una cohabitación a menudo dolorosa. Decir,
como hace Piera, que el cuerpo es el primer representante metonímico de la realidad, es
poner al cuerpo bajo el signo dominante de un antagonismo del placer, mientras que para
Freud, la realidad vendrá a imponer su marca a las exigencias impulsivas y a la búsqueda
del placer que son intrínsecas a la vida del cuerpo y a la sexualidad.

El Yo freudiano odia y rechaza lo que es fuente de disgusto en primera instancia,


para constituir un ego de placer purificado, ciertamente mítico, mientras que el
"arrancamiento" del objeto malo tiene un efecto destructivo en la zona complementaria. La
complementariedad de la zona del objeto no es una cuestión de contingencia.

Marie sueña que su madre alimenta a un niño tirándole leche a la cara; el niño está
delgado y desnutrido, y es aconsejable alejarlo de su madre, que lo retiene. El niño debe
entonces ser alejado de ella, y el soñador teme que la mala condición del niño se deba al
desgarro y se preocupa por la devastación que causará.

111
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

Para Freud el cuerpo es ante todo un cuerpo de placer que será refrenado por la
realidad, para P. Aulagnier es ante todo un cuerpo de realidad que vendrá a imponer sus
dictados al yo, según el hecho de que su poder de dar placer intensifica el de dar
sufrimiento. El cuerpo aparece así como el lugar electivo de derrocamiento donde lo más
íntimo, familiar y beneficioso se transforma en lo preocupante y persecutorio. Este cambio
aparece en lo que ella llama "des-corporeización", un sentimiento de extrañeza que alcanza
y se lleva lo más familiar, denudando la trama de un vínculo que usualmente parece ser
inseparable entre el yo y su espacio corporal. De esta manera, ella plantea con fuerza el
cuerpo como un actor principal en la escena psíquica.

La intrusión de los registros de la necesidad, del deseo y de la demanda, se hace en


exceso primario y en violencia, la perdida-del-sentido del mundo, tendrá lugar en un
segundo tiempo, será la portadora de este exceso vertido sobre el infans, una realidad
infiltrada en el cuerpo, un significado alienado inscrito en las propias tribulaciones.

Esta "extrañeza de lo familiar, a su vez demasiado cercana y demasiado lejana", que


figura la locura, parece ser la locura del cuerpo para el yo.

Esta primera filiación ello-cuerpo es en parte la calcomanía de la relación que la


madre ha establecido con el cuerpo imaginario del niño durante el tiempo del embarazo;
también oculta al padre, al niño, a la madre. La sobrecondensación de las proyecciones y
las prisiones hará de este cuerpo un cuerpo en juego: los niños son atrapados desde el
momento en que llegan con fuerzas listas para aplastarlos en corrientes de amor, y la
represión que actúa en la psique de los padres no siempre los preserva de la rapacidad
devoradora e insaciable que se vierte sobre ellos.

La filiación marcada desde el principio con el sello de la confusión de los cuerpos


y las lenguas, de la que el niño llevará el estigma. Si el desbordamiento traumático al que
puede verse sometida la psique materna en una revivificación de desgarros y mutilaciones
durante el parto, llega a invadir el territorio sensible y perceptivo del niño que tenía que
proteger y sostener. Es entonces cuando este cuerpo, separado sin consentimiento y sin que
nadie sepa lo que lleva consigo, puede convertirse en un "cuerpo perdido", tan cerca y tan
lejos, prestándose a concentrar fuerzas destructivas en él y desviándolas así del cuerpo de
la madre.

La separación, experimentada como indebida, también puede ser negada en una


fantasía de recuperación por una persona omnisciente que actúa sobre el cuerpo del niño.

112
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

No hay zona de sombra, la madre puede hacerlo todo, lo sabe todo, libera al niño de lo que
le afecta, animada por una fantasía de transparencia que trata de frustrar lo incognoscible
de toda la realidad, y que además lleva el germen de una posible persecución susceptible
de ser internalizada.

Así, P. Aulagnier sitúa desde el principio una potencialidad conflictual que afectará
a la relación con la diferencia y la alteridad y que se expresará con fuerza en la
representación psíquica del cuerpo, "en el encuentro inaugural entre el "yo" y un “espacio
corpóreo", predispuesto desde entonces a ser el soporte carnal de una reducción del
sufrimiento a un tono persecutorio, tanto más cuanto que el sufrimiento del niño alimentará
a su vez el crisol.

Si se acepta esta forma de filiación, y su mayor corolario que se especificará más


adelante, la potencialidad persecutoria, la Metamorfosis puede ser leída como su campo
elegido: filiación de un cuerpo a otro, de lo humano a las alimañas con sus memorias
humanas, de las alimañas a los humanos que explora en todos sus estados y perturbaciones,
filiación y traducción o transferencia de sufrimiento y persecución entre los cuatro
miembros de esta familia y sus comensales que veremos aparecer en el curso de la
narración.

Gregorio Samsa se despierta y percibe su nueva condición; no es un sueño, lo cual


se certifica por el ambiente familiar de su habitación, "la habitación de un verdadero
hombre", mientras que él mismo se transforma en un animal; la única salida parece ser
volver a dormirse, esperar a que el sueño le haga olvidar una realidad insoportable, lo cual
debe haber ocurrido varias veces antes.

Pero para encontrar el sueño, es necesario que adopte una cierta posición que le
permita dormirse, y es allí donde la nueva realidad de un cuerpo desconocido recae sobre
él: ciertos movimientos o posturas requieren ahora un gran esfuerzo y exigen un aprendizaje
de ese cuerpo extraño que ha caído sobre él, y de los objetos circundantes, incluidos los
más familiares, aquellos cuyo disfrute le fue asegurado. Sus intentos de ponerse de lado
son en vano, es constantemente enviado de vuelta a la posición inicial, en un balanceo cuya
repetición evoca la cruel parodia de un balanceo loco o lastimero, oscilaciones
incontroladas de un cuerpo incómodo, engorroso, maltratado, incapaz de encontrar
descanso.

113
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

En el claroscuro de este despertar como ningún otro, entramos en la Metamorfosis,


guiados por el propio Gregorio, a tientas en el descubrimiento de este cuerpo hermético,
del espacio circundante, buscando y temiendo la mirada familiar. La extrañeza descansa en
parte en la ausencia de dudas sobre la realidad y la violencia de la Metamorfosis,
acompañada de la negociación cautelosa, sumisa pero lúcida que emprende Gregorio. Su
medida contrasta con la agitación, la furia y el desorden que atenaza a su familia. Objetos
derramados, café derramado, manchas, gritos y miedo, madre cayendo al suelo, su cara
"irrastreable", ¿cómo Gregorio trata de adaptarse y facilitar su adaptación, es decir,
protegerlos de sí mismo?

Discordancia entre este torpe cuerpo, haciendo considerables esfuerzos para


avanzar, para levantarse, para moverse, y la preservada agilidad psíquica de Gregorio, que
trata de aferrarse verdaderamente -como lo hará más tarde- como los insectos en las
paredes, a formas de pensar, de razonar, de especular, pertenecientes a su antiguo estado
humano.

De hecho Gregorio tendrá que dejar emerger las sensaciones que le da el contacto
de su cuerpo, la distribución de las zonas duras, blandas y viscosas, todo este conjunto
incongruente que define su nuevo espacio corporal. Las sensaciones familiares de hambre,
sueño, sufrimiento o placer están ahí, pero tendrán una traducción diferente y responderán
a otros objetos de satisfacción, que descubrirá con asombro. Tendrá que reconsiderar el
enfoque sensible de las cosas que pueden herir, lastimar, y en particular tendrá que
encontrar. Encontrar posturas que faciliten una respiración que se ha vuelto laboriosa e
incierta de ahora en adelante.

Cuerpo imaginado, cuerpo hablado, cuerpo domesticado por Gregorio, con


resignación y dulzura, como una madre podría hacer con un niño deficiente. Pero quizás lo
que nos atrae a este espacio de puertas cerradas es el deseo de estar allí como un tercero,
para romper la soledad y la angustia de un cuerpo que nadie quiere ver, y que es amado,
apoyado, rodeado por nadie. ¿Dónde está la madre? Está desmayada, su "rostro es
irrastreable".

Infundado, Gregorio tendrá que aprender a serlo para su madre, escondiéndose


hábilmente en los pliegues de una sábana; de hecho, simulará su propia ausencia, su
desaparición, para que su vista no ofenda a su madre.

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Así, la mirada materna se sitúa en dos de los tres lugares que toda figura femenina
puede ocupar, como nos recuerda Freud: la mirada envolvente, contenedora, portadora de
la madre se convierte en una mirada que revela, se retuerce, de la que hay que escapar,
hasta convertirse en una mirada que borra, entierra, velada. Gregorio Samsa el monstruoso,
es así un cuerpo ignorado, intacto, el cuerpo de un niño sin madre.

Para P. Aulagnier, "La relación que cada sujeto mantiene con su propio cuerpo...
con el representante psíquico que forja de él está marcada para siempre por una dimensión
conflictiva". Esto lo predispone a convertirse en un objeto-juego, en dos niveles:

1. Por una parte, entre el "yo" que habita en el cuerpo y otro "yo" investido por él,
en la medida en que todo placer, todo sufrimiento, tanto en su experiencia como en su
intencionalidad, atribuida o sufrida, tiene al cuerpo como territorio y como mediador.

2. Por otra parte, y secundariamente, el yo podrá hacer de su cuerpo un medio para


burlarse de un poder mortal, podrá usarlo en el riesgo y la prueba para desafiar, incluso a
Eros frustrando su dominio y su seducción, ofreciéndole un campo de ruinas a expensas
del cuerpo.

Piera se apodera del primer rastro de una filiación persecutoria inscrita en el terreno
elegido que es el espacio corpóreo, rastro en el que se encuentra la sombra hablada hecha
carne, la huella de un origen, una concepción, una gestación, una filiación. Nos propone
allí una quintaesencia de la alienación fundamental, cuya lógica llevará al extremo, la
elección de destruir todo como única posibilidad de deshacerse de lo insoportable, cuando
la conflictualidad ya no sólo está latente sino que llega a investir al cuerpo como un objeto
destructible para aniquilar su poder como objeto destructivo.

"Objeto-juego para un juego de ruleta rusa", dice, un juego donde el azar y la muerte
van de la mano, sin oponerse o evitarse, la muerte buscada de manera lúdica como un
desafío que da la seguridad de un derecho reconocido y reafirmado a la vida, o de nuevo
de manera propiciatoria como un triunfo y un segundo nacimiento que puede tener el valor
de una fantasía de autogeneración, cuando el disparo realizado no ha sido letal.

Cuerpo en juego, pero también cuerpo-proyectil, cuyo sufrimiento, enfermedad,


deformidad puede ser lanzado en la cara del otro como un espejo de su destructividad.
Cuerpo reclamado por dos que lo usan, lo argumentan amargamente, uno haciendo, el otro

115
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

siendo, hasta que el yo lo reclame para su uso personal de la omnipotencia ejercida en este
territorio a su merced.

Precisamente, el engorroso cuerpo de Gregorio, llevado por sus esbeltas piernas, se


encuentra a menudo entre dos puertas, entre dos habitaciones de la casa, su dormitorio, su
guarida, su monstruoso refugio y las áreas comunes de la familia. Lugares comunes para
discutir, comer, leer o intercambiar diversas noticias diarias, y lugares comunes de una vida
que imaginamos que es todo convención, humildad y hábitos, investidos y devueltos al
salvajismo interior que hasta entonces había sido compensado y camuflado, y del cual la
animalidad de Gregorio representa la cara oculta, pero también el resultado. Duplicidad de
lugares y territorios, duplicidad de filiación cuyo asidero alienante es co-extensivo con su
valencia trófica narcisista.

Gregorio Samsa tiene que conocer este nuevo hábitat con dulzura y humildad:
nuevas reglas de movilidad y comodidad, de gustos y disgustos. Así la leche, tan apreciada
"antes", se vuelve imbebible, mientras que los adornos y otros desechos se convierten en
deliciosos y codiciados manjares, que Greta, su hermana, sabrá adivinar y proporcionarle,
junto con la soledad y la discreción necesarias para este consumo que ya no puede hacerse
bajo la lámpara y en la mesa familiar. Mientras que su madre, una pequeña mujer asfixiada
por el asma o el miedo, será sólo un rostro de ausencia y silencio.

La vista y el oído se alternan en su función de identificación, reconocimiento e


intercambio: la voz, reconocible o no, la vista, permitida o evitada, con la inquietante
incertidumbre sobre la identidad de las percepciones de cada persona. ¿Cómo podemos
encontrar un lenguaje común, tanto en la sensorialidad como en las palabras?

¿Es la metamorfosis de Gregorio, la forma proyectada de sus propias fantasías, o la


actuación fantasmagórica y la encarnación del cuerpo imaginado de la madre?

Estamos asistiendo a la defección compartida de la jubilosa presunción, el espejo


familiar refleja sólo la cara de alienación de la apariencia, y la mirada contempla sólo la
caricatura de una forma distinta a cualquier otra, irreconocible y sin embargo identificable:
un preocupante residuo que no deja de evocar el tanteo ciego de los palpos de los animales,
recogiendo vibraciones imperceptibles, como si el consenso lingüístico se hubiera roto,
desarmado de las referencias habituales.

116
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Sabemos lo mucho que la voz ocupa un lugar privilegiado como posible objeto de
persecución. Ahora, en el curso de su negociación interna, de su diálogo consigo mismo
para aprehender este paso de un cuerpo a otro, de un estatus a otro, Gregorio se abstiene de
toser, ¡temiendo que su tos suene como la de un hombre! La inadecuación de la voz y la
forma, el colapso de las certezas más íntimas, los vínculos entre la percepción y la
representación se ven socavados.

Gregorio, ante el susto del descubrimiento de su monstruoso cuerpo, llegó a pensar


que si los asustaba, era tranquilizador, dejaba de ser responsable de sus diversos
incumplimientos del orden establecido y, en particular, de su puntualidad en el trabajo, ya
que, como dice el padre como excusa al gerente que vino a ver el motivo de la ausencia de
Gregorio, "en su vida no hay nada fuera de su trabajo, sólo tiene eso en la cabeza, excepto
sus baratijas con la sierra de corte". Una estúpida enfermedad del discurso paternalista que
pretende normalizar y tranquilizar, y cuya banalidad amplifica la deformidad del hijo y le
da una base, una filiación en definitiva.

Pero el miedo que despierta, la realidad de su monstruosidad así afirmada, es


también el camino hacia la paz y una inocencia recién descubierta o simplemente
conquistada hacia su familia y hacia sí mismo, como el resultado inesperado de la
alienación que la violencia de la diferencia le otorga.

Sin embargo, espera con impaciencia que sus padres acudan en su ayuda, y se
esfuerza en que no se atreva a decir que es sobrehumano salir de su habitación e ir a ellos,
pero la magnitud del desastre le será revelada por el miedo de la madre y el odio del padre.

Renunciando por fin a las posturas humanas, encuentra un poco de bienestar a nivel
del suelo, y descubre que puede utilizar esta sustancia pegajosa que produce para caminar
sobre el techo y así encontrar algún placer: "La respiración se hizo más libre, un ligero
movimiento oscilante atravesó su cuerpo, y en el estado de euforia que se apoderó de
Gregorio allá arriba, a veces se soltaba del techo y se aplastaba en el suelo.

Cuando Gregorio se mete en la piel de las alimañas, explora sus gestos, posturas y
hábitos, vemos al padre de pie, vestido de manera grandilocuente y servil como un libertino
brillante, vistiendo ropas bonitas y poniéndose de pie en majestad, incluso parece más
joven. Es como si estuviéramos asistiendo a una encarnación de la filiación en la que, sin
piedad, uno vive y crece a expensas del otro: el hijo, habiéndose hecho adulto, alimenta a
la familia con su trabajo, entonces la metamorfosis tiene el efecto de que la desgracia del

117
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

hijo beneficia al padre que vemos rejuvenecido, estruendoso y grotesco. Es el más violento
en su rechazo a Gregorio, a quien empuja de nuevo a su dormitorio-cama, bajo una ráfaga
de manzanas de proyectil, una de las cuales se insertará en su caparazón, provocando una
separación radical entre sus dos mundos.

Las mujeres parecen ser menos hostiles, más empáticas, tratando de adivinar e
interpretar sus nuevas necesidades. Comparten con Gregorio las sensaciones de asfixia que
le da su laboriosa respiración: la madre tiene asma, la hermana se asfixia al entrar en la
habitación y tiene que abrir la ventana inmediatamente. Para facilitar sus idas y venidas, su
hermana comienza a retirar los muebles de su habitación, lo que Gregorio ve primero como
una iniciativa que le dará más espacio y movilidad. Luego llega el momento patético en
que la partida de sus objetos familiares constituye un desarraigo de su vida, una mutilación
de su memoria, y el vacío se vuelve opresivo cuando se le quita "la buena influencia de sus
muebles", especialmente su famosa sierra, que era su único placer y relajación. Un
alejamiento materializado de lo que constituía su humanidad, su inclusión en esa familia,
su derecho a disfrutar del patrimonio común: "¿Quería realmente dejar que esta cálida
habitación, cómodamente amueblada con muebles familiares, se transformara en una cueva
donde pagaría por un rápido y completo olvido de su humanidad pasado el derecho a retozar
en las paredes?".

M. Blanchot escribió sobre la Metamorfosis que "atrae al lector a un giro en el que


la esperanza y la angustia se responden mutuamente sin fin".

El objeto perseguidor parece, en el caso de Kafka, inasignable. Los padres de


Gregorio, aunque desnudos y apareciendo con su fea, mezquina y malvada tosquedad, están
atrapados en un destino que está más allá de ellos y que permanece cerrado, hostil,
incomprensible para ellos.

Sabemos la difícil y dolorosa relación entre Kafka y su padre. Así, cuando se le pide
que lea un texto, el padre tiene esta terrible palabra: "el lío de siempre".

Más que el padre mismo, el objeto perseguidor podría ser la vida misma y el
momento indeterminable e irrepresentable de su comienzo: "mi vida es la vacilación antes
de nacer", escribe Kafka el 22 de enero, y en este extracto de una carta a Felice Bauer, dice
su horror del origen en su realidad corporal : "...la vista del lecho matrimonial de mis
padres, las sábanas que se usaron, los camisones cuidadosamente colocados, pueden
exasperarme hasta la náusea, pueden volverme del revés; como si no hubiera nacido

118
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

definitivamente, como si siempre saliera de esta vida asfixiante para nacer en este cuarto
asfixiante, como si tuviera que ir constantemente allí a buscar la confirmación de mi vida,
como si estuviera, si no completamente, al menos en parte, inseparablemente ligado a estas
cosas odiosas...". (Diario, 18 de octubre, 16)

La constitución de un objeto perseguidor, ya sea interno o externo, puede parecer


una medida de salvaguardia que ayudará a desviar la violencia y a "exonerar" al sujeto, un
término importante en la concepción de P. Aulagnier. Defensa, protección, salvaguarda
cuyos efectos secundarios y adyacentes resultarán perniciosos y devastadores, incluso más
allá del hecho de que el precario equilibrio así mantenido se romperá a su vez.

Ya hemos esbozado sobre la dimensión persecutoria que lleva el cuerpo. En su


reflexión, P. Aulagnier nos ofrece dos definiciones:

-La potencialidad persecutoria estaría presente en estado latente en cualquier objeto


que resulte ser una condición de vida para el yo,

-La relación persecutoria puede establecerse cuando el yo atribuye a un objeto un


poder o un deseo de muerte que le concierne, aunque sepa que el vínculo que los une es
vital para él.

Quinta esencia del mandato o más bien de la experiencia paradójica, constante en


las psicosis, pero que se puede encontrar de manera más general, lo que lleva a Piera a
preguntarse por qué "las primeras representaciones que el yo forja de su relación con el
propio espacio corporal llevan en sí esta potencialidad persecutoria que corre el riesgo de
transformar el propio cuerpo en perseguidor".

La respuesta le parece que radica en dos atributos fundamentales del espacio


corporal, que estudiará sucesivamente:

-El carácter mortal del cuerpo, que ella coloca en primer lugar:

Escándalo para el yo que el descubrimiento de "la autonomía de este poder de


sufrimiento y este veredicto de muerte presente en el cuerpo", que impone al yo el
paradójico mandato que define la relación persecutoria, a saber "estar obligado a investir y
proteger un lugar y un objeto que son conjuntamente condición de vida y causa de muerte".
La proyección del riesgo mortal sobre una causalidad externa se convierte en una necesidad

119
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

para "limpiar" el cuerpo, independientemente de si la causalidad invocada es delirante o


no.

Veredicto, dictado, inocencia o culpabilidad, el tono es el de un juicio cuya


instrucción incluirá un subterfugio: hacer que el cuerpo del delito o el cuerpo del
delincuente ocupe la posición de víctima para hacerla escapar de la de verdugo. El "yo"
necesita pensar en su cuerpo inocente-objeto de un "veredicto de no culpabilidad" - para
amarlo y cuidarlo, así como la madre necesita pensar en su maravilloso hijo, de acuerdo
con sus sueños, para amarlo. Pero también necesita pensar que el cuerpo de este niño no
revela nada feo, sucio, ilícito o perturbador, que emane del interior del cuerpo del que
procede. Tejidos narcisistas de vida y muerte, de esclavitud y rechazo, a veces en beneficio
de Tánatos: la inocencia entonces reclamada para el cuerpo acusado de ser más mortal que
sexual. Su dominio así revelado hace de la muerte un protagonista por derecho propio,
desafiando al sujeto en su propio cuerpo. Pero, por otro lado, la omnipotencia de la madre
como hijo potencial se vería parcialmente frustrada. La omnipotencia transmitida como un
don de amor y un reparto narcisista de prerrogativas codiciadas, a menudo excluyendo al
padre, contribuye a perpetuar una violencia alienante, como se expresa en este cambio de
sentido y confusión en las palabras del Sr. B. sobre su madre, que puede ser una persona
amorosa o demente. ¡Claro!

Esta aspiración a la "inocencia" reaparece en esas ansiedades que tan a menudo se


escuchan en las curas: "La enfermedad duerme como un enemigo interno, un veneno
interior, tengo miedo de dañar mi cuerpo". Estos temores expresan no sólo la temida
eventualidad de la enfermedad y la muerte, sino también el temor y la angustia de un mal
uso del cuerpo, de una maldad mal pensada de la que uno sería culpable. Responsable y
culpable sin circunstancias atenuantes, la sentencia pronunciada sólo puede ser la muerte:
el cuerpo será el lugar de ejecución, será también el verdugo y la víctima, en una infinita
refracción de esta unión de amor y muerte. Cuando ya no existe una causalidad fantástica
que asegure una erotización del sufrimiento, entonces la apelación al perseguidor parece
ser un resultado ofrecido, la evasión hacia otra pelea, una maestría ilusoria que cambia un
encarcelamiento por otro, como la petición de otra barra de trapecio.

El segundo carácter propio de lo corpóreo, enfatizado por P. Aulagnier, está


constituido por:

120
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

-El poder erógeno del cuerpo que, tras caer de la inmortalidad, un crimen contra el
narcisismo, también es probable que alimente una relación persecutoria.

Este espacio corporal fuera del yo nos permite conjugar el verbo tener en el
descubrimiento de la posibilidad de darse a sí mismo y de dar placer al otro, y el verbo estar
en la investidura del cual es el objeto y que subyace a los primeros marcadores
identificadores o narcisistas, ya que para P. Aulagnier está claro que la libido narcisista y
la identificación no son distintas.

"El placer erógeno o sexual y el placer narcisista o identificatorio" están así


asociados, lo que ancla esta problemática de yo-cuerpo aún más fuertemente en la relación
dominante y determinante con la madre, depositaria de esta imagen "no especularizable",
es decir, la en-plus narcisista que su mirada puede conferir a la imagen del niño. Una madre
que es, en el mejor de los casos, una depositaria, y en el peor, una receptora y una captadora.
Su mirada se aleja de lo que ve para quedarse en la contemplación de la imagen
internalizada, la que siempre es dócil y conforme.

Es, sin embargo, a través de la prueba del sufrimiento, este "patrón de matriz", que
el hecho de que su cuerpo tenga su propio destino, que la distancia sea tan irreducible como
el vínculo permanezca cercano, será revelado al yo, y que esto es una paradoja inherente a
la vida. La experiencia del sufrimiento establece el índice de un objeto real cuyo cuerpo se
verá afectado en adelante, no reducible a un ser psíquico puro. Salida de la plenitud
imaginaria en y a través del sufrimiento, que aparece a la vez como una elipse y una
confluencia de los flujos de identificación: vendrá a anclarse este compromiso esencial con
la realidad, que es el fundamento de la dinámica de lo viviente al desarmar la omnipotencia
para integrar el límite, el pasaje fundador de la separación y la vida.

No se puede expresar mejor lo que podría representar la prueba de castración P.


Aulagnier nos da aquí un primer en-grama, y entendemos que para ella la angustia de la
castración es un análogo de la angustia de la muerte y no lo contrario.

Pero sucede que las necesidades del cuerpo y su demanda de satisfacción exceden
el deseo de vida del yo, y de nuevo aparece una confrontación entre el yo y este otro que
abrirá la puerta a los objetivos de Tánatos: si el cuerpo no puede movilizar el yo para sus
propios objetivos de vida y amor, son las fuerzas silenciosas de la retirada, el deseo de no
deseo, las que ganarán el juego.

121
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

Se ha aludido con anterioridad a la sensación de "des-corporización", la experiencia


de extrañeza que alcanza y se lleva lo más familiar. Bajo el impacto de una intención
asesina proveniente del otro, se desenreda la red de representaciones que el "yo" ha forjado
para sí mismo desde su espacio corporal, revelando el tejido suelto de un vínculo que suele
parecer inseparable. El cuerpo es "el representante metonímico de la realidad... es decir, de
un yo fuera de mí que escapa a los dictados de su deseo".

Fuerte idea que viene a hacer del cuerpo, este mismo lugar de la más íntima
singularidad y alianza vital, un territorio en disputa, y por lo tanto un arma siempre
dispuesta a girar como un bumerán contra el sujeto. Complejas negociaciones presiden el
"trabajo de metabolización-representación" exigido por el encuentro de los vivos con el
mundo exterior, pero también por la propia actividad psíquica que viene a sostener el
cuerpo, pero que también está tentada de anular en un movimiento de odio y de
destructividad este otro lugar que no siempre puede controlar.

El cuerpo también se somete a la fuerza y la violencia de esta sombra hablada por


la madre o "sombra llevada al cuerpo del niño por su propio discurso, convirtiéndose en la
sombra hablada de un soliloquio a dos voces sostenido por la madre". Primer encuentro
donde el niño no sería más que el eco apagado del discurso de la madre, de su sueño en el
mejor de los casos, que el niño tendrá que incubar sin irrumpir de forma demasiado dolorosa
y sobre todo demasiado costosa para su cuerpo.

En el nivel clínico, la esquizofrenia está ahí desde el principio, y la potencialidad


psicótica es un avatar del desarrollo de cada niño que busca su camino hacia el adulto en el
que puede convertirse, un avatar, nada más y nada menos. Aquí también P. Aulagnier se
dedica a borrar límites y certezas cómodas.

¿Cómo no asociar esta visión del vínculo irreductible de amor y de odio que une la
vida a la muerte, esta joya frustrada aún más que la dualidad del cuerpo psíquico, con las
dolorosas negociaciones de Gregorio Samsa para domar este cuerpo de animales en el que
se encuentra encerrado? aunque su pensamiento sigue siendo lo suficientemente humano
como para hacerle evaluar su declive, que su memoria sigue siendo lo suficientemente
vívida como para recordarle sus privilegios perdidos, que su sensibilidad sigue siendo, a
pesar de los avatares, lo suficientemente aguda como para hacerle sentir dolor y malestar o
apaciguamiento.

122
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

"Si nos pinchas, ¿no sangramos? Si nos haces cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos
envenenas, ¿no moriremos?" El lamento de Shylock es el de todos los desterrados,
desterrados, exiliados, literal o figuradamente, ya sea la persecución real o la lucha
interminable con los demonios en su interior.

Que el cuerpo tiene una vida y una muerte que no responden necesariamente al
deseo del yo es un hecho que puede ser cuestionado, o aceptado pero percibido como la
expresión de una alianza difícil y precaria en su misma indisociabilidad. Lo que nos
propone P. Aulagnier es considerar el otro lado del espejo, cuestionar este "fondo
representativo", testigo de la enigmática asociación entre cuerpo y psique. Esta
confrontación casi facial del cuerpo y el "yo" que evoca nos invita a romper las amarras, a
ir más allá del vínculo familiar y la comprensión tácita, a encontrar la conflictividad y la
oposición entre el mundo interior y el mundo exterior, el amor y el odio, erigidos en el
cuerpo, el heredero ambivalente de este "cuerpo imaginado" y de todos los gestos, palabras,
afectos que lo han asaltado. Todos estos elementos tejen en el cuerpo una trama y una
urdimbre tanto propia como ajena, irreducible y necesaria: cada sujeto lleva así dentro de
sí el precio de su inscripción en una genealogía humana.

"Necesito sentir que puedo sobrevivir a algo, o a otros". Maurice es un hombre que
duda de su capacidad para vivir, y se considera más bien un superviviente. La leyenda
materna hace de su nacimiento un momento indeciso, durante el cual, medio asfixiado,
habría permanecido entre la vida y la muerte. El túnel que persigue sus sueños es una clara
ilustración de la falta de aliento de esos primeros momentos, pero también es una
representación materializada del mosquitero forjado por el discurso de la madre, que se ha
convertido en devenir-mosca en el que se encierra y se refugia, inseguro de su capacidad
para vivir.

Gregorio Samsa se las arregla para vivir en el volumen de su habitación, incluyendo


el techo. Ahora tiene acceso a la altura y puede jugar con la gravedad. Durante un tiempo,
se le abre una salida al mundo exterior a través de la ventana, en cuyo hueco le gusta
instalarse, y su hermana, comprendiendo su placer, se asegurará de que pueda disfrutarlo
cómodamente. Pero la metamorfosis conjunta del padre, apresurado y emprendedor
mientras su hijo se hunde en la animalidad, se invierte gradualmente y lo vemos deteriorarse
al igual que la casa cuyos recursos disminuyen. Será necesario resolver la acogida de

123
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

inquilinos para recuperar algunos ingresos: ocuparán el espacio, desalojando a la familia,


relegados a la cocina cuando los extraños ocupen el lugar de los familiares de la casa.

La habitación de Gregorio se convierte en el basurero de la casa, es exiliado,


desterrado, e incluso el uso de la ventana le es negado por su hermana, que se ha vuelto
hostil. Sus padres están de hecho sometidos al mismo aislamiento de su propio lugar de
vida e intimidad debido a la presencia invasora de los inquilinos, uniéndose así a su hijo,
contra su voluntad, en la exclusión y la separación. Pero en este declive, Gregorio se da
cuenta de que ya no tiene miedo de ser una molestia o un disturbio; Puede permanecer en
la tierra, e incluso recuperar cierta confianza en sí mismo, hasta que Greta, su hermana que
ocupa su lugar como madre, se convierte en su carcelera encerrándolo en su cuarto de
cuevas, bloqueando todas las salidas, rompiendo el tenue vínculo emocional que aún
perdura, cortando su acceso a la comida que mantiene el cuerpo vivo, y también quitando
el "hambre de estas cosas" que le da al cuerpo el gusto por la vida.

El sufrimiento ya no es erótico, dice el P. Aulagnier, que se le aparece a Gregorio


durante un patético intento de volver a encontrar un lugar, el que le dio su amor compartido
por la música con su hermana: "¿Era entonces sólo una bestia? Esta música lo conmovió
mucho. Sentía como si se le abriera un camino hacia la comida desconocida que tanto
anhelaba". ¿Pero cómo llegar a ese alimento desconocido, cuyo acceso y distribución es el
precio de la vida? Un problema que encontraremos llevado al extremo, cuando el Artista
del hambre, admite antes de morir, que su implacable ayuno no tenía otra razón que la
imposibilidad de encontrar la comida que tanto le hubiera gustado.

Donde vemos la comida abriéndose al deseo, el hambre llega insaciable.

Gregorio Samsa, más que ningún otro, está prendado de este cuerpo que debe ser
alimentado y protegido, asumido y si es posible amado. En el corazón de este antagonismo
y plagado de hambre, irá hacia la música, la suya propia encontrada o redescubierta, que se
va con la del otro, un aliento de eternidad.

Entonces tiene la idea de llevar a su querida hermana a su habitación para mostrarle


su admiración, para compartir esta complicidad. Así su horrible forma encontraría un
propósito, "repeler a los agresores con su aliento ruidoso". Pero Greta, a su vez, ya no lo
quiere, y se apresura a encerrarlo.

124
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Se da un paso sin retorno: Gregorio pierde a los suyos que lo rechazan


violentamente, peor aún, lo abandonan. Las tensiones y contradicciones desaparecen,
permitiéndole dejar de sentir sus heridas tan dolorosamente, e incluso la vieja manzana
podrida incrustada en su espalda deja de hacerle sufrir.

El dolor físico se desata y el dolor moral, aún contenido, recae sobre él cuando cae
el veredicto: su des-investimento se convierte en la suya, y él acoge su voto de muerte como
el único vínculo superviviente con su comunidad de antaño, en definitiva da su
asentimiento a una filiación que trae la muerte después de haber, en otro tiempo, traído la
vida.

Así es como para Piera Aulagnier, el yo podrá decidir salir de la alienación, para
convertirse a su vez en maestro del juego, poniendo su propio cuerpo a muerte, en una
unión desesperada, pero permaneciendo bajo el signo de Eros, entre las fuerzas de la vida
y de la muerte de las que dice ser el heredero y el demiurgo, por una vez.

Preservar a su madre, mantener la cohesión de la familia, cuidarla, restaurarla: aquí


es donde Gregorio sacará la determinación de la renuncia y el sacrificio que se esperan de
él. El cuerpo de la prisión ya no es un cuerpo para ser domesticado, sino que se ha
convertido en un cuerpo para ser destruido después de que el tribunal de la familia haya
pronunciado su sentencia. Sólo entonces Gregorio abandona la fiesta de la vida, y esta
muerte que ofrece a su familia parece la única posibilidad de permanecer aún registrada y
presente entre ellos.

Conducidos por el agotamiento de los alimentos, los que ya no le dieron o se negó


a tomar, pero sobre todo los que esperó en vano, su cuerpo se marchita en una especie de
extinción pulsional y, después del último suspiro, la criada puede barrerlo sin dificultad,
sus seres queridos ni siquiera tendrán este último contacto con él.

"Que tenía que irse, sabía... que permanecía en este estado de meditación pacífica y
vacía... entonces su cabeza se derrumbó a pesar de sí mismo y su último aliento dejó
débilmente sus fosas nasales." (Kafka)

La filiación persecutoria es una puesta en escena y en acto de una lógica de desastre


con sus reversos más profundos y perturbadores: experimenta un primer movimiento
ascendente, que emana del niño intruso y perseguidor, luego el movimiento se invierte y se

125
Gregor Samsa y la filiación persecutoria

convierte en descendente, un arma asesina dirigida contra el niño, hasta que éste la toma de
las manos de sus padres para descargarla y volverla contra él.

En el cuerpo de Gregorio Samsa las alimañas se concentran y realizan las


proyecciones mortales en el trabajo dentro de la familia hasta que, atacado, roído desde
dentro, se vuelve "todo plano y seco".

Es la hermana de Gregorio, Greta -con las mismas iniciales-, su doble femenina, la


que saldrá ganando en la aventura: se ha convertido en "una hermosa joven de formas
plenas", y en la cálida y soleada luz del paseo fuera de los muros de la casa de la que
Gregorio fue definitivamente arrastrado, podrá "estirar su joven cuerpo".

Para el M. Blanchot, este fin es el más insoportable, el más aterrador de la historia,


como una esperanza renovada en el campo de la desesperación, como la marca de la
imposibilidad de encontrar descanso en este ciclo de vida insistente, persistente y
perseguidor.

Sabemos que Kafka no estaba satisfecho con la Metamorfosis, la cual dice en su


Diario que encuentra "imperfecta casi hasta la médula y el final ilegible".

Pero podemos considerar que esta narración, o al menos su tema, tendrá avatares:
la metamorfosis, el doble, la revelación a uno mismo y al otro del abandono, parecen ser
temas recurrentes.

Podemos leer así el relato que da en su Diario, el 12 de enero, del intento de adquirir
un esmoquin bajo la égida de su madre. Los trajes de noche que se le ofrecieron tienen el
fantástico atractivo de un doble perseguidor comparado con el que buscaba y que, por
supuesto, parecía imposible de encontrar, hasta que el esmoquin de sus sueños pareció ser,
a su vez, un perseguidor interiorizado con exigencias igualmente crueles.

El 15 de enero, un cuento corto lo muestra con una gran espada, clavada en su


espalda "entre el cuero y la carne", y así descubierto por sus asustados amigos.

Pero sobre todo, retomará el tema de la Metamorfosis en el 19, invirtiéndolo en un


relato titulado Informe para una Academia.

Anclado y puesto en la bodega de un barco para unirse a un zoológico, un mono


tiene la brillante idea de escapar de su destino cautivo, simplemente dejando de ser un
mono. Un cuento sarcástico que evoca los grotescos ritos de iniciación por los que será

126
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

introducido y acogido en el círculo de los hombres: "No me sedujo la idea de imitar a los
humanos; los imité porque buscaba una salida".

Comienza por ser más simio que la vida, "señal" de todas las actitudes, mímicas y
otros gestos que se esperan de un simio, hasta que fascina a sus perseguidores carcelarios
humanos y es capaz de robarles sin saberlo sus lamentables secretos y códigos sociales de
pertenencia y reconocimiento, para finalmente ser a su imagen, la única vía de escape
concebible. Fundido en la masa, perdido en la niebla, el mono tendrá que elegir entre los
dos términos disponibles para él, el jardín zoológico o el espectáculo de variedades.
"Intenta con todas tus fuerzas ir al espectáculo de variedades, la salida está ahí. Aprendes
cuando quieres salir de esto, aprendes cuando no quieres. Mantén un ojo en ti mismo, un
látigo en tu mano; serás hecho papilla a la menor retirada".

La búsqueda de la libertad no es más que un engaño y esquivarla, esta forma de


"correr hacia la niebla" parece ser la única salida. Además, entre el hombre y el mono,
¿quién puede designar el reflejo, el verdadero o el falso, lo que precede y lo que sigue, o
cómo se hace la filiación?

Todos los trabajos de P. Aulagnier se centran en la búsqueda de una salida al


sufrimiento psíquico, especialmente en aquellos excesos de los que dan testimonio el
conflicto psicótico y la solución delirante. La reflexión sobre la alienación enmarca su
pensamiento y le da una dimensión y un alcance que ahora se inscriben en la práctica
analítica, sobre todo porque es esencialmente en la clínica donde P. Aulagnier ha extraído
sus fuentes e investimentos.

Pero también vemos el vínculo... ¿o la filiación? de este trabajo con las formas
imaginarias más poderosas dadas a la violencia ordinaria, la violencia blanca,
aparentemente no sangrienta, con la que se puede citar una serie de ejemplos.

127
Conmemoración a Piera Aulagnier

CONMEMORACIÓN A PIERA AULAGNIER


Georges Lanteri-Laura

Introducción

En este trigésimo aniversario, recordaré brevemente las circunstancias de nuestras


relaciones mutuas, para aclarar el propósito de este testimonio: nos reunimos en el Servicio
de Admisiones de Sainte-Anne, de 1958 a 1964, un servicio entonces dirigido por G.
Daumézon. Trabajé allí primero como interno y luego como asistente. Luego continuamos
viéndonos a menudo, especialmente en el Seminario de Psiquiatría Comparada, que se
celebra mensualmente los jueves por la noche, y también, mucho más tarde, en la edición
del libro en homenaje a nuestro Maestro, publicado después de su muerte accidental. Y de
vez en cuando tomaba prestados libros a mi nombre de nuestra prestigiosa biblioteca, que
confié a C. Castoriadis, para su esposa.

Dividiré mi charla en tres partes, la primera más personal y las otras dos más
teóricas.

EL APRENDIZAJE EN LA CLÍNICA PSIQUIÁTRICA

P. Aulagnier, Doctora en Medicina de la Universidad de Roma, comenzó un


análisis, aún llamado didáctico, con J. Lacan. Este último le pidió que adquiriera una
formación clínica en psiquiatría, pero en lugar de aconsejarle el servicio de uno u otro de
los médicos de los hospitales psiquiátricos del Sena pertenecientes a lo que era, en aquella
época muy lejana, la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, le envió a su amigo G. Daumézon
que empezaba entonces a dirigir toda su energía intelectual hacia la elaboración de una
semiología psiquiátrica totalmente renovada por él mismo y por algunos de sus allegados,
que también se apasionaban por ella, como yo.

128
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

El Servicio, donde trabajaba en el lado de las mujeres, recibía unas diez personas al
día y las remitía al día siguiente, la mayoría de las veces al Servicio Hospitalario
correspondiente al Sector que su hogar determinaba. Allí se podían estudiar todas las
variedades de la clínica psiquiátrica y cada examen conducía a una observación y un
certificado de internamiento, pero también a la hospitalización en el Servicio Gratuito o en
un Hogar de Salud Privado, o una pura simple alta. A veces, el jefe decidía mantener en su
Servicio a tal o cual paciente, que consideraba que esta medida le sería beneficiosa.

Era, pues, un lugar muy propicio para adquirir una práctica completa de la clínica
psiquiátrica, pero también para discutir con pleno conocimiento de causa todos los
problemas que esta clínica no dejaba de plantear a la historia rigurosa y a la epistemología
crítica de nuestra disciplina. Y aquí podríamos evocar muchas conversaciones bastante
largas con la propia P. Aulagnier, G. Daumézon, G. Benoit, G. Ph. Brabant y M.
Lubtschanski, uno de los raros psicoanalistas de la época que intentaba tratar a los pacientes
psicóticos.

Creo que ella, al igual que yo, tenía un excelente recuerdo de aquellos años pasados
en libertad y cuestionando todo, que luego recordaba con placer, como años de aprendizaje,
parafraseando a Goethe, que se transmutaron rápidamente en años de práctica iluminada.

La doble referencia

Tomo esta expresión, que se ha vuelto un poco obsoleta, en dos sentidos diferentes,
uno en relación con un proyecto de trabajo común, el otro para designar el doble
tratamiento, psicoanalítico y quimioterapéutico, del mismo paciente.

Primer aspecto: P. Aulagnier seguía desde hacía tiempo a una joven cuya
manifestación patológica dominante, y probablemente exclusiva, consistía en un pequeño
automatismo mental que tenía la particularidad de no evolucionar según los cánones
establecidos por G. de Clérambault y de atenerse, sin ninguna modificación, a esta
alteración de la propiedad privada del pensamiento que, nos parece, constituye la parte
esencial del mismo. G. Daumézon propuso que escribiéramos un artículo sobre este tema
para la revista que fundó, "Recherches sur les maladies mentales", y dividió el trabajo de
la siguiente manera: retomaré, por mi parte, de manera histórica y crítica, la exposición de
la noción de automatismo mental y su estudio semiológico y psicopatológico, y expondré

129
Conmemoración a Piera Aulagnier

el caso en sí y, en la medida de lo posible, el papel desempeñado por la empresa


psicoanalítica en la singularidad de su evolución.

A menudo hablábamos de ello, con interés mutuo, y los dos habríamos estado
encantados de firmar juntos una obra de este tipo, pero a medida que pasaba el tiempo, se
volvió más reacia a publicar una observación, con un comentario psicoanalítico, sobre un
paciente de su consulta. Acordamos desde el principio no disimular nada excepto las
iniciales del nombre, pero a medida que el análisis avanzaba, se hizo cada vez más difícil
para ella resolver un dilema: o bien hacer algunos cambios detallados en la observación, de
modo que la paciente no pudiera reconocerse, a costa de eliminar cualquier valor clínico
específico, o bien escribir una observación muy precisa, pero con el grave inconveniente
de violar la estricta obligación de secreto, en la que ambos insistimos. Por cierto, se enteró
por la propia paciente de que ésta frecuentaba librerías médicas y hojeaba las revistas de
psiquiatría y psicoanálisis. Acordamos entonces, sin la menor duda, no publicar este caso
y limitarnos a un artículo de puro conocimiento histórico y crítico. El jefe nos aprobó, y
desde entonces a veces me he encontrado con colegas que me preguntan dónde se publicó
la segunda parte del artículo; algunos no creen en mis explicaciones y se quejan de que les
oculto algo.

El segundo aspecto de la doble referencia, tomado entonces en un sentido más


común, era que en los decenios de 1960 y 1970, en los casos de neurosis obsesiva o
esquizofrenia incipiente, en los que las alteraciones del estado de ánimo depresivo
desempeñaban un cierto papel, algunas personas consideraban que el psicoanálisis, que
evidentemente seguía siendo esencial, podía ir acompañado durante un tiempo de un
tratamiento timoléptico por un segundo terapeuta, que vería al paciente con regularidad.

Cuando la indicación resultaba juiciosa, esta práctica podía ser muy útil, a condición
de que cada uno se mantuviera en su lugar y que no se confundieran las tareas respectivas.
Así, antes de mi partida a Estrasburgo en 1965, tuve varias oportunidades de hacer un
seguimiento de la quimioterapia para los pacientes, incluyendo a P. Aulagnier que era la
psicoanalista. Fue con mi amigo S. Leclaire con quien también trabajé de la misma manera,
al mismo tiempo.

Quisiera recordar a este respecto que P. Aulagnier era entonces una de las más
extrañas psicoanalistas que se ocupaban de los sujetos psicóticos, en particular de ciertos
pacientes maníaco-depresivos, y que realizaba una consulta, con una remuneración muy

130
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

simbólica, primero en la Admisión y luego en el C.P.O.A. de Henri-Rousselle, de quien P.


Aulagnier era el psicoanalista. Daumézon fue Jefe de Departamento hasta su último día.

Psiquiatría y psicoanálisis

No expondré aquí las concepciones psicoanalíticas de P. Aulagnier en su


originaridad específica, porque otros están mucho más capacitados que yo para hacerlo de
manera completa y rigurosa. Pero quisiera decir unas palabras sobre el interés efectivo que
encontró, durante toda su carrera, en el excelente conocimiento que se había dado de la
psiquiatría clínica, no como un conocimiento de lujo, satisfaciendo a su manera una libido
sciendi algo extendida y extrínseca, sino como un conocimiento y un saber hacer
provechoso.

La decisión de emprender una cura psicoanalítica, de posponerla o de excluirla,


incluía, entonces como ahora, un momento en el que era necesario sopesar los elementos
favorables o desfavorables a tal resolución, que no tenía nada que ver con no sé qué
panacea. Ahora bien, aunque el diagnóstico psiquiátrico en sí no era ciertamente suficiente
y había que tener en cuenta otros aspectos, sin duda más decisivos, había sin embargo un
cierto margen para ello. Por eso el conocimiento preciso de una clínica psiquiátrica rigurosa
y renovada era seguramente rentable.

Esa función seguía siendo aún más legítima para una psicoanalista que, como P.
Aulagnier, consideraba que su práctica específica podía referirse a los pacientes psicóticos
y, en particular, a los pacientes maníaco-depresivos. No se trataba ni por un momento de
confundir las dos disciplinas, y menos aún de reducir una a la otra, sino de aprovechar lo
que le podía seguir siendo útil en la semiología psiquiátrica.

Treinta años después, me alegra poder asociar el recuerdo de la amistad con el


recuerdo de la estima.

131
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

METABOLIZACIONES PSÍQUICAS DEL CUERPO EN LA


TEORÍA DE PIERA AULAGNIER
Patrick Miller

En su pasión por tratar de imaginarse a sí misma y pensar en el origen de la vida


psíquica, Piera Aulagnier ha desarrollado un pensamiento que ha evolucionado con el
tiempo, y que por lo tanto podemos tratar de aprehender desde un punto de vista histórico,
pero también un pensamiento que, en el curso de su desarrollo, ha dado cada vez más
prominencia e importancia a la noción de historia e historización, y a lo que ha llamado
"efectos históricos" que sería tarea del yo para sustituir los efectos de las fuerzas motrices.
Es particularmente conmovedor escuchar a Piera Aulagnier, en su última conferencia,
pronunciada en Bordeaux dos meses antes de su muerte, confesar a su audiencia: "A veces
me pregunto si mi pensamiento ha logrado renunciar a la ilusión de descubrir su propio
origen y si esto no es lo que persigo indefinidamente. » [1]

Cuando publicó La Violencia de la interpretación en 1975, su primer libro, y la


culminación de muchos años de reflexión y escritura, Piera Aulagnier era ya una autora
conocida, reconocida y estimada. Sin embargo, este libro marca un punto de inflexión y la
afirmación de un pensamiento que, si bien reconoce las influencias decisivas que lo han
marcado, emerge de él para afirmar su independencia, originalidad y estilo propio.

La aprobación del analista

En la fuente de su considerable esfuerzo de teorización y reformulación


metapsicológica, Piera Aulagnier coloca dos motivos extraídos de su experiencia
psicoanalítica, especialmente con pacientes psicóticos. Estos dos motivos se basan en la
observación de la división y la disociación. Cabe destacar que para llegar a esta observación
Piera Aulagnier parte de su experiencia subjetiva durante la sesión, es decir, de una

132
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

"persona probada", que es el término que utiliza: la aplicación del modelo freudiano de
comprensión a la respuesta que la experiencia del encuentro con el paciente psicótico ha
suscitado que en ella deja fuera de juego a parte de su propia persona probada. A partir de
la observación de esta disociación entre la experiencia del analista de lo que ha vivido y la
teoría analítica, formula una hipótesis: los analistas suponen que su conocimiento de la vida
psíquica debe permitir actuar sobre el fenómeno. Ahora "hay un conocimiento del
fenómeno psicótico cuya acción es inoperante en el campo de la experiencia”. [2]

Es porque da prioridad a su experiencia comprobada, al afirmar que "hay que saber


confiar en lo que sienten nuestros pensamientos", que Piera Aulagnier se dedica a una obra
teórica cuyo objetivo es "devolver el acceso a una parte de lo que había quedado fuera del
campo". Es en esta búsqueda de una relación coherente entre el pensamiento y la
experiencia en la que se basa su enfoque intelectual. Pero la cuestión de esta relación de
coherencia también ocupa un lugar importante en su teorización del desarrollo de la psique.

Dando acceso a lo que se ha dejado fuera del campo, tal sería el proyecto teórico-
clínico. Me parece que se puede escuchar esta fórmula, "devolver el acceso" como un eco
de otras preocupaciones, menos explícitas en el texto. La Violencia de la Interpretación
vuelve a poner al cuerpo en el centro de la reflexión psicoanalítica, y, como trataré de
mostrar a partir de la noción de metabolismo, el cuerpo en todos sus estados, y en todos sus
registros desde el más somático al más erógeno. En este sentido, el libro es testigo de un
formidable itinerario intelectual de cuestionamiento que permite al autor liberarse en gran
medida de la influencia de la teoría de Lacan y encontrar o recuperar el acceso a las fuentes
de su epistemofilia personal.

A medida que se desarrollaba, el pensamiento teórico de Lacan se dirigía cada vez


más en la dirección de un alejamiento del cuerpo y de los afectos en la teorización y en la
práctica de la cura. Al devolver el acceso a un pensamiento del cuerpo y desde el cuerpo,
Piera Aulagnier puso en juego cuestiones complejas abiertas por Freud y cuya marginación
por Lacan tuvo como consecuencia la prohibición de pensar entre los analistas de Francia,
mucho más allá de los círculos lacanianos.

En este libro Piera Aulagnier cita sólo a dos autores, Freud y Lacan, y sólo dialoga
con ellos. Con Freud para afirmar su filiación y situarse en la continuidad y la
profundización de su teorización de la pulsión, con Lacan para reconocer lo que le debe,
pero para criticarlo y distanciarse de él.

133
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

Para tomar la medida del camino recorrido es necesario releer viejos artículos de
Piera Aulagnier, los de los años sesenta, es decir, del final de la Sociedad Francesa de
Psicoanálisis, donde acababa de hacer su formación, y del comienzo de la Escuela
Freudiana, de la revista La Psychanalyse, luego de la revista L'Inconscient, es decir, antes
del Cuarto Grupo y antes de la revista Topique. La independencia de la mente, los centros
teóricos de interés, ciertas formulaciones, el temperamento, la "patte", ya están ahí, pero
todavía atrapados en una referencia y reverencia a un pensamiento al que trata de adherirse
cuando ya está manifiestamente en contradicción con ella.

Tomemos por ejemplo el texto titulado "Angustia e identificación", presentado en


el seminario de Lacan en mayo de 1962. Más allá del recurso obligatorio a ciertas
referencias teóricas -el deseo y la demanda, el significante falo, el goce, el significante del
deseo, el gran Otro- la manera de abordar los fenómenos clínicos, de enfocar el
interrogatorio teórico sobre ciertos puntos ya es muy personal y se destaca del discurso
ambiente y bien intencionado, y comienza a aparecer la tendencia a forjar nuevas
expresiones. Así pues, un cierto "telescopage entre la fantasía y la realidad" está
relacionado con la aparición de la angustia, así como con una pérdida de puntos de
referencia identificatorios, un esbozo todavía rudimentario de la noción de una zona de
objeto complementario puede adivinarse en el análisis de la relación parcial boca-senos, la
actividad de absorción, una fuente de placer, una diferenciación entre "absorción-alimento"
y, dependiendo de la calidad de la respuesta materna -la forma de dar- la introyección de
una relación fantasmática. Aún más sorprendente es que ya se ha dado nombre a la
amputación y la automutilación en el funcionamiento psicótico, basándose en esta idea, que
se ha expuesto sin rodeos y sin precaución: "Para el psicótico, el otro se introyecta a nivel
de su propio cuerpo (...)". Pero, mientras el otro sea introyectado a nivel de su propio
cuerpo, mientras esta introyección sea lo único que le permita vivir, cualquier desaparición
del otro sería para él el equivalente a una automutilación que sólo le devolvería a su drama
fundamental.

Este atajo es sorprendente si se consideran los desarrollos teóricos que tendrán lugar
unos diez años más tarde, cuando la noción de actividad pictórica se haya hecho concebible.
Para ilustrar su idea teórica, tan condensada en su momento, y del orden del ensueño teórico
o de la teorización flotante, Piera propone una imagen, en una preocupación que ya da
testimonio de lo que más tarde llamaría figuración hablada: "Para el psicótico, la única

134
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

posibilidad de identificarse con un cuerpo imaginario unificado sería la de identificarse con


la sombra que le proyecta un cuerpo que no sería el suyo”.

Para concluir su texto, da un ejemplo de su práctica con un paciente esquizofrénico.


Más allá de la fuerza y la belleza clínica de este fragmento de una sesión, es como si nos
ofreciera una metáfora de lo que falta en la teoría para dar sustancia a la escucha de la
psicosis y una prefiguración de los espacios en blanco en la teoría a los que sus propios
esfuerzos de pensamiento tratarán de dar una forma pensable y dictable. Este hombre "cuyo
habla en su forma delirante conserva la exactitud matemática" comienza a confundirse y a
buscar sus palabras después de evocar un pensamiento perturbador: se le dijo que los
amputados sentirían las cosas a través del miembro que ya no tienen. Termina diciendo:
"Un fantasma sería un hombre sin miembros y sin cuerpo que, sólo por su inteligencia,
percibiría falsas sensaciones de un cuerpo que no tiene... ¡Eso me preocupa enormemente!".

La explicación teórica que se da a sí misma para concluir su artículo está muy por
debajo, en ese momento, de la fuerza enigmática de las palabras de este hombre. Pero es el
impacto de este enigma lo que la hizo escribir en la introducción de La violencia de la
interpretación: "Frente a este discurso, hemos sentido a menudo que lo recibimos como la
interpretación salvaje del analista de la no obviedad de lo obvio”. [3]

La vida del organismo

Antes de abordar las diversas implicaciones de la noción de metabolismo y su


utilización en el cuerpo del texto, quisiera recordar en primer lugar que Piera Aulagnier
inscribió su concepción de la vida psíquica en una teoría global de lo viviente y como un
aspecto, específico pero no separable, de los fenómenos de todo el organismo. Uno puede
incluso preguntarse hasta qué punto la des-encarnación había llegado a un cierto modo de
teorizar de manera que sentía tan a menudo la necesidad de afirmar que la vida del cuerpo
es esencial para la vida del psiquismo:

"¿Qué se entiende por vida psíquica? Si llamamos así a todas las formas de actividad
psíquica, sólo se requieren dos condiciones: la supervivencia del cuerpo y, para ello, la
persistencia de una investimento libidinal que resista a una victoria definitiva de la pulsión
de muerte”.

135
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

Especifica que la vida psíquica sólo puede tomar forma a partir de un cierto umbral
de esta actividad, cuya activación depende de una situación de encuentro que nunca cesa.
La situación de encuentro y el préstamo del modelo corporal son dos nociones que
tendremos que explicar e ilustrar, que conducen a la noción de metabolización pero que no
pueden ser comprendidas fuera de ella.

Para empezar a pensar en las formas elementales de la vida psíquica, se basa en un


rasgo general, común denominador de múltiples fenómenos de la vida del organismo:

"Partimos de la hipótesis de que la vida del organismo tiene como fundamento una
oscilación continua entre dos formas elementales de actividad que llamamos: "tomarlo
dentro de sí", "rechazarlo fuera de sí", siendo estas dos actividades acompañadas por un
trabajo de metabolización del "tomado", que lo transforma en un material del cuerpo
limpio, siendo expulsados del cuerpo los residuos de esta operación. Respirar y comer es
un ejemplo simple y claro”. [4]

De la misma manera, la situación de encuentro, que constituye la condición


primordial para que se activen las primeras formas de vida psicológica, se definirá en
primer lugar desde el punto de vista más general del ser vivo:

"La característica del ser vivo es su situación de continuo encuentro con el entorno
físico-psíquico que le rodea”. [5]

En esta definición, un elemento muy importante del encuentro es su carácter


continuo: es permanente y dura toda la vida. Este carácter recuerda uno de los aspectos
fundamentales de la pulsión según Freud, que es su empuje, lo que también le da un carácter
constante y permanente del que el organismo, y a fortiori la psique, no puede escapar, lo
que explica la necesidad constante del trabajo psicológico de elaboración. En Piera
Aulagnier este aspecto continuo del encuentro se encontrará en una concepción bastante
trágica de Eros, condensada en una expresión que a menudo se repite en sus escritos:
"condenado a investir", "condenado a desear" o "condenado a representar".

La necesidad de definición tiende a congelar los fenómenos y a dar una


representación estática de los mismos. Sin embargo, es un aspecto fundamental del
encuentro, y de las producciones de lo originario: el pictograma, estar en movimiento,
constantemente en el proceso de ser realizado. Constituye un "fondo representativo" que es
también un flujo del que se constituye y alimenta cada sujeto:

136
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

"Nuestra hipótesis sobre el originario, como creación que se repite indefinidamente


a lo largo de la existencia, implica una enigmática interacción entre lo que llamamos el
"fondo representativo" sobre el que funciona cada sujeto y una actividad orgánica”. [6]

La actividad de metabolización hará, en parte, que esta enigmática interacción sea


figurable.

La noción de metabolización, que servirá así de soporte figurativo y representativo


de la actividad originada en la psique y sus producciones que se elaboran en un registro
donde lo corpóreo y lo psíquico son inseparables, proviene de la biología. Creo que es
interesante recordar aquí que Piera Aulagnier, antes de conocer el psicoanálisis, estaba
destinada a la investigación fundamental en biología, lo que en parte arroja luz sobre el
trasfondo representativo del que se nutre para sus modelizaciones y sus metaforizaciones
teorizantes. Si la noción de metabolización recuerda firmemente el anclaje y el arraigo
somático de la psique, no lleva a Piera Aulagnier a un punto de vista biologizante en el
sentido reduccionista del término, sino más bien a los límites de una metabiología y una
metapsicología. Los diferentes aspectos del metabolismo -transformación, cambio,
asimilación, excreción, trabajo energético, absorción, integración- juegan al mismo tiempo
en el registro de la modelización y la metaforización. Este enfoque admite la necesidad de
mantener constantemente una línea de punta, "de lo contrario corremos el riesgo de
deslizarnos al lado de una biologización del desarrollo psíquico o, por el contrario, de optar
por una teoría de la cadena de significado que olvida el papel del cuerpo y los modelos
somáticos que éste proporciona". [7]

Una corporeización de la actividad de representación

Para comprender mejor cómo estos modelos somáticos pueden llegar a ser
utilizables para la creación de formas de vida psíquica, debemos añadir a la noción de
metabolización la de préstamo.

La metabolización no es, como tal, un concepto que Piera Aulagnier designara


expresamente en un punto clave de su teorización (como es el caso de los préstamos, como
veremos más adelante). Sin embargo, este término vuelve con notable frecuencia e
insistencia siempre que se trata de representar un proceso de transformación y una
producción psíquica, en el registro de lo originario por supuesto, ya que el pictograma es

137
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

la actividad de representación por excelencia, pero también en el registro de primario y


secundario. Cada uno de estos procesos se define como un proceso de metabolización.
Intentemos primero ver cuáles son los diferentes aspectos del proceso de metabolización.

Este proceso actúa en cualquier actividad de representación y procede a una doble


conformación: "La conformación de la relación impuesta a los elementos constitutivos del
objeto representado -aquí también la metáfora del trabajo celular de metabolización refleja
perfectamente nuestra concepción- y la conformación de la relación actual entre el
representante y el representado". [8]

Lo que activa el proceso de metabolización es al mismo tiempo un encuentro y una


ruptura: encuentro entre el espacio psíquico y el espacio no psíquico y ruptura del estado
de equilibrio energético que el cuerpo conserva por autorregulación, ruptura que provoca
un juicio que señala lo que más tarde se llamará el estado de sufrimiento del cuerpo. El
objetivo principal del inicio de una actividad de representación, del proceso de
metabolización pictórica, es ignorar la necesidad, ignorar el cuerpo, para encontrar, a través
de la representación, un estado de quiescencia antecedente. En este pensamiento es Tanatos
el primer actor de la vida psíquica, así como para Freud es el odio el primero en la
constitución del objeto. Lo originario de Piera Aulagnier es considerar que el primer objeto
es el cuerpo y que el odio primordial es un odio al propio cuerpo y a su funcionamiento.

Piera Aulagnier parte de la definición de Freud de la pulsión como "la exigencia de


trabajo que se exige al aparato psíquico por su vinculación con lo corpóreo", diciendo que
se aplica en todos los aspectos de la pulsión que propone para la actividad pictórica. El
proceso originario que conduce a las producciones pictóricas se propone así como una
extensión y una profundización del concepto de pulsión como actividad de representación
en el límite de lo somático y lo psíquico.

Para comprender mejor en qué medida la actividad de representación está


"corporizada" en Piera Aulagnier, hay que recurrir a la noción de tomar prestado, tomar
prestado del modelo somático, y en particular del modelo sensorial, ya que el trabajo de
metabolización depende de la exigencia de representabilidad, siendo la exigencia de
representabilidad a su vez determinada por lo que está en juego de la supervivencia y la
auto-conservación.

El material exclusivo del pictograma es la imagen de lo corpóreo, el cuerpo y la


organización sensorial proporcionan los modelos somáticos que el proceso originario repite

138
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

en sus representaciones. Todas las funciones sensoriales juegan un papel central en la


supervivencia somática y en las posibilidades de investimento libidinal. La psique tomará
prestado del cuerpo un modelo de actividad -la sensorialidad- que es el suyo propio. Es este
modelo somático el que será objeto de metabolización en un material que cumpla los
requisitos de representabilidad. Para Piera Aulagnier, la actividad de representación es "un
equivalente psíquico del trabajo de metabolización propio de la actividad orgánica".  [9]

A diferencia de lo que ocurre en la estructura de la célula, pero según el mismo


modelo, "el elemento absorbido y metabolizado no es un cuerpo físico sino un elemento de
información".

El elemento de información procedente de los sistemas sensoriales, según sea fuente


de excitación y placer o de desagrado, se tomará en las formas elementales de tomar o
rechazar de uno mismo. El elemento de información es del orden de la percepción, es el
proceso de metabolización que la transforma en un elemento psíquico, siendo el elemento
determinante de la transformación la experiencia de placer o de desagrado que acompaña a
la percepción. El placer favorece la forma y el movimiento de la "toma" y refuerza la
representación pictórica de la autogeneración; el disgusto, en cambio, conduce al rechazo
y a la automutilación del órgano y a la fuente y asiento de la excitación.

En esta teorización, las formas elementales de vida psíquica son, se podría decir,
"ex-corporales" de las formas de vida somática. Estas "limitaciones formales", que
podríamos llamar micro-escópicas o "moleculares", son más fundamentales en la forma en
que se conforman los primeros esbozos de la vida psíquica, que las formas que podemos
llamar "macro-escópicas", los movimientos corporales de las zonas erógenas, en primer
lugar la zona oral. El modelo de deglución y de vómito no haría más que redoblar y
confirmar secundariamente estas primeras inscripciones de formas resultantes de las
modalidades de funcionamiento de las grandes funciones del organismo y tal vez no sólo
de la sensorialidad, ya que la sensorialidad, por muy preñada que esté, no está aislada, ni
puede estar completamente aislada, de otros sistemas.

Prestar/apoyar

Es importante señalar que el modelo de préstamo no se confunde con el modelo


freudiano de apuntalamiento. Piera Aulagnier era plenamente consciente de ello y señaló

139
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

con razón la diferencia en esta enigmática interacción entre una actividad orgánica y el
"fondo representativo":

"La heterogeneidad, planteada desde el principio por Freud, entre necesidad y


pulsión es un concepto nodal de la teoría psicoanalítica: pero esta heterogeneidad no impide
que encontremos entre estas dos entidades una relación que ya no es del orden del apoyo,
sino de una dependencia efectiva y persistente en el registro de lo representado. Persistencia
de la cual encontraremos el rastro en las figuraciones escénicas forjadas por el primario, en
las que aparecerá el lugar preponderante que ocupa la imagen del cuerpo”. [10]

Si se sigue su razonamiento, uno puede sorprenderse entonces de las posiciones


claras que adopta respecto de la homogeneidad y heterogeneidad de los materiales entre las
diferentes instancias representativas. Así pues, cuando afirma que el modelo somático
tomado en préstamo por la psique se metaboliza en un "material totalmente heterogéneo",
cabe preguntarse por qué hay que considerar que la heterogeneidad es total, cuando según
su modelo, cada transformación por metabolización conserva, en el nuevo sistema y el
nuevo producto, las huellas del estado anterior. Si la heterogeneidad fuera radical, ¿cómo
podría hablar, por ejemplo, de la "textura particular del pictograma" que resulta del
préstamo del modelo sensorial, o de la afirmación fundamental de que el pictograma es a
la vez una representación del afecto y un afecto de la representación? Para mantener la idea
de heterogeneidad radical, la instancia de metabolización tendría que ser completamente
externa al proceso de metabolización. Sin embargo, es precisamente el propio proceso de
metabolización el que constituye la instancia metabólica como tal, lo que permite afirmar
que la actividad de representación representa la propia instancia representativa. Es esta
misma complejidad la que hace posible alejarse de una representación tradicional del origen
como un punto en el espacio. Lo que Piera Aulagnier intenta describir no es un punto de
origen sino un movimiento de origen.

Esta compleja investigación destinada a modelar el movimiento de nacimiento de


constitución de la vida psíquica a partir de la actividad orgánica y las dificultades para
encontrar representaciones habladas suficientemente coherentes con su objeto están en
constante relación, me parece, con los límites impuestos a lo teórico y a lo pensable
subrayados por Freud, y a menudo citados por Piera Aulagnier: la idea según la cual la
conciencia es un órgano de los sentidos, y "la obligación donde estamos de retraducir todas

140
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

nuestras deducciones en el lenguaje mismo de nuestras percepciones, desventaja de la cual


se nos prohíbe para siempre liberarnos". [11]

Para seguir avanzando en la dirección de diferenciar entre la noción de préstamo y


la de apuntalamiento, me parece interesante señalar algunas observaciones de Piera
Aulagnier sobre la noción de expectativa de satisfacción por parte de la organización
sensible. Estas observaciones se encuentran a menudo a raíz de algunas alusiones
incidentales sobre la importancia de las experiencias de transferencia sensorial, que
muestran que "paralelamente a estos objetos de necesidad que son los alimentos, el aire y
los suplementos calóricos, durante la fase de vigilia es necesario un suministro continuo de
información sensorial, sin el cual la psique parece tener grandes dificultades para funcionar
sin tener que alucinar la información de la que carece". [12]

Otro enigma subrayado por Piera Aulagnier pero que le permite introducir la noción
de la expectativa de que el objeto tenga un poder de excitación, siendo la respuesta a esta
expectativa tan vital para el organismo y la vida psíquica, como la satisfacción de las
necesidades calóricas:

"La satisfacción de una expectativa de la organización sensitiva, por enigmática que


sea, sigue siendo la presencia de esta necesidad elemental de información de los sentidos y
este placer resultante de su activación”.

Piera Aulagnier tiene mucho interés en distinguir entre la satisfacción de la


necesidad de alimento y, por ejemplo, la activación del sentido del gusto que le corresponde
temporalmente.

"Creemos que lo que resulta de este encuentro inaugural no depende de la


yuxtaposición fortuita entre el placer del sabor y la satisfacción de la necesidad de alimento,
sino que existe en el registro de sensibilidad, una "expectativa" del objeto con un poder de
excitación y una "necesidad" de información que explica que la activación de las diferentes
zonas sensibles tiene la propiedad de ir acompañada de lo que llamamos placer erógeno.
(...) Este investimento de la actividad sensorial es la condición misma de la existencia de
una vida psíquica ya que es una condición de la investir de la actividad de representación”.
[13]

Es en la articulación entre esta noción de expectativa por parte de la organización


sensible y la respuesta del objeto, cuya adaptación dependerá de las cualidades de sus

141
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

propias metabolizaciones. Piera Aulagnier nos propone una representación del objeto
primario que nace en la emergencia misma de las capacidades representativas originarias:

“Un cuerpo probado y comprobado nuestro ocupa el lugar que ocupará más tarde la
madre: al "yo" anticipado hecho durante una "madre anticipada" por un cuerpo probado y
comprobado”. [14]

Las consecuencias metapsicológicas y clínicas de esta diferenciación entre las vías


de préstamo y las vías de apuntalamiento, que en principio, como puede verse, son
complementarias, merecen evidentemente una mayor elaboración más allá del alcance de
este documento. Indiquemos simplemente por el momento que la noción de esperar
respuestas específicas de la organización que responde está vinculada a la noción de
privación, que es muy diferente de la noción de necesidades insatisfechas en la esfera de la
oralidad. La privación se encuentra en el registro de las cualidades específicas de la
respuesta del objeto, cualidades que se suponen necesarias para que las potencialidades de
desarrollo somato-psíquico comiencen a desarrollarse y entren en relación unas con otras.
Encontramos aquí la noción de un umbral de excitabilidad por debajo del cual no se produce
la activación. Ante la ausencia de una respuesta suficiente para producir las activaciones
esperadas, creo que en algunos casos el organismo trata de encontrar dentro de sí mismo
un momento como cualidad auto-excitante y provocando descargas internas que funcionan
como equivalentes "como si". La hipótesis de este proceso de auto-excitación es de un
orden completamente diferente al de la ilusión de autogeneración, que a su vez abre el
camino a un destino de psicologización cada vez mayor. Este proceso de auto-excitación
produce una experiencia somática que sigue siendo somática porque no está calificada por
el reparto de los efectos del placer o del desagrado. Se encontrará clínicamente del lado de
las patologías que han sido clasificadas, bajo diferentes nombres, en la categoría de neo-
realidades. Podemos ver cómo este circuito de auto-excitación, que sigue siendo
dependiente del desencadenamiento de manifestaciones somáticas en la búsqueda de
equivalentes de experiencias psíquicas necesarias para el desarrollo, no puede entrar en el
juego de equivalencias y sustituciones sucesivas que permite la simbolización. Ya no se
trata de una cuestión de metabolización sino de secreción. Desde esta perspectiva, pienso,
por ejemplo, que ante la ausencia de la necesaria respuesta "calificadora" del entorno
psíquico temprano, el organismo puede desarrollar "técnicas antidepresivas" que no pasan
por el circuito de las representaciones psíquicas, sino, directamente, por el de las

142
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

excitaciones somáticas endógenas. En las siguientes líneas, me parece que Piera Aulagnier
indica caminos de reflexión que pueden ir en esta dirección:

"Sin la circulación por el cuerpo de una experiencia común de placer, la psique del
lactante no recibirá el "alimento" de placer que necesita en una forma adecuada para su
asimilación o metabolización. El placer estará presente, es una energía vital sin la cual el
aparato psíquico no podría funcionar, pero su cualidad, sus propiedades se traducirán por
anomalías y sobre todo por la resistencia que esta forma de energía ofrece para ponerse al
servicio de las funciones relacionales del aparato”. [15]

Antes de concluir quisiera indicar cómo Piera Aulagnier ha renovado también el


enfoque del lenguaje y de la lengua en el psicoanálisis, integrando estas cuestiones que
acabo de mencionar en la problemática del acceso al lenguaje, de nuevo en la continuación
de las dificultades freudianas, y alejándose de una concepción del lenguaje y de la lengua
como pura exterioridad, como es el caso de la teorización lacaniana del gran Otro, del tesoro
del significante y de los desfiles del significante. Recordamos que para Freud la palabra, la
imagen de la palabra, da un soporte perceptivo que permite hacer conscientes las
representaciones inconscientes. Esta concepción es completamente consistente con la idea
de que la conciencia es un órgano de los sentidos. Para Piera Aulagnier: "La imagen de una
cosa es la condición previa necesaria para que la palabra imagen pueda añadirse a ella: el
primario escénico sigue al pictórico y prepara el decible (...) que se separará de él
reprimiendo este primer material que ha sido parte esencial de su propia carne”. [16]

Piera Aulagnier no restringe la inscripción psíquica de la palabra imagen al nivel


secundario, más bien cree que el lenguaje se organiza como un sistema de significados a
partir del núcleo de los signos primarios, es un camino que va desde la percepción de un
sonido hasta la apropiación del campo semántico. Para abordar la cuestión del acceso al
lenguaje, Piera Aulagnier vuelve insistentemente a la noción de tomar prestado de la
organización sensorial y de la primera forma que toma el oído en el propio originario:

"Si, como hemos planteado, existe una necesidad de información sensorial de la que
el respondedor psíquico es el deseo de encontrar el placer ligado a la excitación de las zonas
correspondientes, hay que admitir la presencia de un placer auditivo que no tiene en esta
fase ninguna relación con la calidad significativa de los ruidos emitidos por el ambiente y
sólo se relaciona con la calidad sensorial de lo audible. Esta hipótesis debería habernos
llevado a mirar las experiencias de la desaferencia sensorial auditiva”. [17]

143
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

En la evolución de su pensamiento, Piera Aulagnier dio un lugar cada vez más


dominante a la emoción de la madre en su encuentro con el niño, y al importante papel de
integración somato-psíquica que juega esta emoción, que atestigua el anclaje somático del
amor de la madre por el cuerpo singular de su hijo:

"Este componente somático de la emoción materna se transmite de cuerpo a cuerpo,


el contacto con un cuerpo movido toca el tuyo, una mano que te toca sin placer no provoca
la misma sensación que la de una mano que siente el placer de tocarte”. [18]

Este texto data de 1987, doce años después de la publicación de la Violencia de la


Interpretación. El pensamiento de Piera Aulagnier ha evolucionado, su estilo ya no es el
mismo, pero sobre todo ha cambiado su concepción del papel y la función interpretativa de
la psique materna. En 1975 la noción de portavoz sigue marcada por la teoría del
significante de Lacan, aunque se destaca de ella y la crítica. Para definir el objeto que puede
ser metabolizado por la psique del niño, Piera Aulagnier recurre al discurso de la madre
que lo dota de sentido y la cita que lo atestigua. En esto, parece unirse a la noción lacaniana
de la primacía del significante. Sin embargo, la definición que da del discurso de la madre
es completamente nueva y singular porque establece una equivalencia entre la noción de
discurso y la del principio de realidad. El objeto de la metabolización no es lo real (en el
sentido lacaniano) sino un objeto psíquico ya metabolizado por la actividad psíquica de la
madre, llevando así el sello del principio de la realidad y conformándose así a un destino
de represión. En esta perspectiva, aunque lo originario es por definición inconsciente del
principio de realidad, este principio actúa de hecho, por este medio, desde una etapa muy
temprana de la escuela primaria. Además, Piera Aulagnier afirma que "lo originario ignora
el significante, aunque éste sigue siendo el atributo necesario para que el objeto se preste a
la metabolización radical a la que este proceso lo somete”. [19]

La madre embarazada

Esta noción de porta-palabra será sustituida, en "Nacimiento de un cuerpo, origen


de una historia", por la de "madre anticipada". Para definir esta "madre anticipada" Piera
Aulagnier ya no se refiere al significante sino a la emoción que, como ella señala, no ocupa
un lugar especial en la terminología analítica, yo añadiría, por mi parte, especialmente en
Francia. La emoción se define como una parte emergente del afecto y en una relación
privilegiada con lo sensorial y, a mi entender, como una función significativa del cuerpo

144
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

del yo-cuerpo: "La emoción modifica el estado somático (...) El cuerpo de uno responde al
cuerpo del otro, pero como la emoción concierne al yo, podemos igualmente adelantar que
éste se mueve por lo que su cuerpo le da a conocer y a compartir a partir de la experiencia
del cuerpo del otro" [20].

Piera Aulagnier insiste en la importancia primordial de la sensorialidad en lo que


ella llama "la puesta en marcha del aparato psíquico". Si bien la noción de portavoz exigía
una definición del objeto psíquicamente metabolizable según el efecto del significante, la
misma cuestión se aborda aquí desde un punto de vista muy diferente:

"Si nos quedamos con este único proceso representativo (es decir, el originario), nos
damos cuenta de que el objeto existe psíquicamente sólo por su poder único de modificar
la respuesta sensorial (y por lo tanto somática) y, de esta manera, actuar sobre la experiencia
psíquica”. [21]

Es a partir de este componente somático de la emoción que podemos pensar en una


historia somática de la vida y el paso del cuerpo sensorial al cuerpo relacional, es decir, "lo
que le tocará al cuerpo cuando se encuentre con la emoción que sus manifestaciones
suscitan en la madre, una emoción cuya percepción por parte del niño inaugura la unión
entre su psique y este discurso y esta historia que le espera”. [22]

Me parece interesante que sea en este punto de articulación de su teorización, ya sea


en 1975 del portavoz o en 1987 de la "madre anticipada" que Piera Aulagnier cita y comenta
sobre Bion, insistiendo cada vez en marcar su diferencia. Si en efecto la inspiración común
se encuentra del lado de una pre-digestión, pre-metabolización del objeto psíquico por la
actividad psíquica materna, la noción de contenedor no existe en Piera Aulagnier. Al
subrayar el hecho de que el objeto, para dar vida al aparato psíquico, debe estar dotado de
un poder de excitación, nos invita a pensar en una paradoja: es el poder de excitación que,
al permitir poner en marcha las capacidades de elaboración del aparato psíquico,
desempeñaría el papel de escudo de excitación.

Esta pequeña incursión en la materia de este amplio y complejo pensamiento nos


habrá hecho sentir la importancia que da a los efectos de lo somático en la constitución de
lo que llamamos psique, en una dualidad de lenguaje que conservamos porque todavía no
sabemos pensar de manera diferente en el cuerpo, pero que tiende a seguir queriendo
mantener separados los diferentes estados de los fenómenos hipercomplejos pero de la
misma naturaleza. Esta reflexión sobre los efectos del auto-engendramiento de la psique

145
Metabolizaciones psíquicas del cuerpo en la teoría de Piera Aulagnier

por sí misma a partir de su vínculo con lo somático, permite también pensar en los efectos
somato-psíquicos de la cura psicoanalítica, conocida como tratamiento psíquico, es decir,
cómo el habla movida puede modificar el vivir en determinadas circunstancias.

Notas

[1]

Topique n° 49, " Penser l'originaire ", Dunod, París, 1992.- Pensar lo originario.

[2]

Piera Aulagnier, La Violence de l'Interprétation, PUF, París, 1975.

[3]

ídem

[4]

ídem, p.54

[5]

ídem, p.20

[6]

ídem, p.57

[7]

ídem, p.42

[8]

ídem, p.28

[9]

ídem, p.26

[10]

ídem, p.57

[11]

146
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Freud, Esquema del psicoanálisis.

[12]

Aulagnier, P. La Violence de l'Interprétation, p.55, énfasis añadido.

[13]

Idem, p.74

[14]

Aulagnier, P. "Naissance d'un corps, origine d'une histoire" en Corps et Histoire,


Les Belles Lettres, Paris, 1985.

[15]

Idem, p.134

[16]

The Violence of Interpretation, p.100.

[17]

ídem, p.104

[18]

"Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia" p.127

[19]

ídem, p.132

[20]

ídem, p.110

[21]

ídem, p.118

[22]

ídem, p.125.

147
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

UN CRIMEN IMPUNE (SOBRE EL INTERÉS DEL


CONCEPTO DE ORIGINARIO)

Pierrette Laurent

Es con placer que he escrito este texto, en reconocimiento al trabajo realizado de P.


Aulagnier tanto en la lectura de sus escritos como en nuestros encuentros. La fuerza de su
"búsqueda de sentido", incluso en producciones psíquicas críticas y oscuras, su deseo de
"encontrar un acceso al análisis de la relación que el psicótico tiene con el discurso, que
permita a la experiencia analítica una acción más cercana a la ambición de su proyecto"
[1].

El riguroso vínculo que mantenía entre su práctica y su teoría son sólo la otra cara
de su exigencia de que la palabra del analista pueda abrirse a algo nuevo incluso en el sujeto
psicótico y que la palabra del analizando pueda eventualmente transformar la del analista
o incluso su teoría. Es a este precio que la metapsicología agudiza la escucha del analista
sin cerrarla a lo desconocido por una respuesta preparada que aliena la palabra del analista.
Este enfoque permitió a P. Aulagnier pensar en la actualidad de lo originario y su modo de
representación pictográfica. "Es el discurso psicótico el que nos indujo a postular una forma
de actividad psíquica cerrada a lo conocible, para siempre y para todo sujeto, y sin embargo
siempre en funcionamiento, 'fondo representativo' que persiste en paralelo a otros dos tipos
de producción psíquica: la propia del proceso primario y la propia del proceso
secundario". [2]

Trabajando desde hace mucho tiempo en una institución para niños y adolescentes
gravemente psicóticos y autistas, me pareció que la actualidad de lo originario era
particularmente interesante para el enfoque de estos temas: libera la creatividad del analista
frente a ciertos trastornos psicóticos del pensamiento llegando a imaginarlos y a
148
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

proponerles un modo de funcionamiento; es así una ayuda preciosa contra la


desorganización del pensamiento del analista, su depresión y su desinvestimento en la
relación, reacciones contratransferenciales bien conocidas con estos temas.

Si P. Aulagnier no trabajaba ella misma con niños, su cuestionamiento de la relación


madre-hijo desde sus curas adultas ha modificado profundamente el pensamiento
psicoanalítico. Esta madre, a la que llama la portavoz, viene a interpretar su encuentro con
el mundo al niño: le traduce las leyes y las exigencias del mundo, le nombra quién es, qué
siente, qué hace, qué debe hacer, y a sus interpretaciones atribuye un significado libidinal,
vinculado tanto a lo que este niño y el mundo representan para ella. Solo, este vínculo
libidinal permite que estos fragmentos del mundo y estos objetos de experiencia se
conviertan en objetos psíquicos para el niño. Las lágrimas del infante demostrarán que
llama y desea a su madre. Sus sonrisas, su buen sueño demostrarán que ella es una buena
madre y que él es un buen bebé. Una pérdida de peso podría hacer que se convierta en una
mala madre; el color de sus ojos, su sexo, su tonicidad vendrán a tener sentido... La relación
del infante con el mundo pasa inevitablemente por su relación con el otro y por la relación
que este otro tiene con el mundo. "La función protésica del psiquismo materno permite que
el psiquismo se encuentre con una realidad ya modelada por su actividad psíquica y, gracias
a ello, hecha representable: sustituye, por la ascética de un real que no podría tener un
estatus en el psiquismo, una realidad humana porque está investida por la libido materna,
una realidad que sólo puede ser remodelada por lo originario y lo primario a través de este
trabajo preliminar". [3]

Así, la interpretación materna del mundo, moldeada por los efectos de la represión
y las construcciones fantásticas de esta psique materna, se incorpora a la psique infantil y
se somete a sus propias leyes de funcionamiento. Notemos, sin entrar en detalles, que esta
incorporación de la interpretación materna del mundo por parte de la psique infantil se
acerca al concepto lacaniano de introyección originaria, al de W. Bion de que el objeto ha
residido "en el útero" y la psique materna, y al enigmático significante de J. Laplanche.

Los analistas coinciden ahora en que el brote de una psicosis es la consecuencia de


una experiencia particular vivida en las primeras etapas del encuentro entre la psique
infantil y el mundo (en el que la psique materna ocupa un lugar preponderante). Sin
embargo, si esta experiencia es una condición necesaria, no es en absoluto suficiente y
requiere, como cualquier experiencia, una interpretación por parte de la psique infantil, que

149
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

luego implementa mecanismos de defensa cuya forma y coherencia determinan los cuadros
psicopatológicos.

Manteniéndome lo más cerca posible de la clínica, evocando momentos del


tratamiento de un niño pequeño gravemente psicótico, intentaré mostrar cómo la relación
analítica retoma con él por el camino detenido de su historia mediante la (re)construcción
de este "tiempo" mítico que es el originario cuyos efectos obliteran el acceso del niño a la
realidad e inevitablemente la transforman. Estos momentos de los dos primeros años de la
cura de Jean ilustran una variación de las figuraciones del crecimiento floreciente de este
"fondo representativo" que son los restos de la actividad del originario, más comúnmente
conocida como la relación con el mundo tan particular de los niños severamente psicóticos
y autistas.

Con el psicótico, incluso de niño, no nos encontramos con el pictograma como tal,
sino con una "re-actualización entre el espacio originario y el espacio fuera de uno mismo
en un estado de especularización" [4].

El yo encuentra en la escena de la realidad una imagen de él que no se puede


conocer, pero que refleja la representación pictórica que tiene de sí mismo, lo que provoca
una exclusión momentánea del yo y abre la posibilidad de actuar un impensado para él que
también es impensado para los demás (la actuación imprevisible). Este resurgimiento de la
especularización entre el mundo y el espacio originario señala el fracaso del "yo" para
forzar la atracción de estas representaciones originarias y el resultado es: "una puesta fuera
de función de la percepción, la cancelación momentánea de cualquier brecha entre el ver y
el mirar, el desvanecimiento del "yo" y sus residuos, que lo representan en la psicosis".
Entonces seremos testigos, no de un "habla" sino de un "reacciona" o un "actúa": sobre el
espacio de lo real se proyectará el odio radical o el deseo de fusión firmando el pictograma.
El hecho de que el propio cuerpo o el cuerpo del otro se convierta en el espacio a destruir
o con el que fusionarse muestra que han recuperado una indiferenciación primaria". [5]

En el niño psicótico muy joven, donde los procesos secundarios están todavía poco
instalados, donde las señas de identidad del yo permanecen muy ligadas a la identificación
primaria y al efecto de la supuesta omnipotencia del deseo materno, la re-actualización de
lo originario podría ser particularmente significativa y tener graves consecuencias para el
funcionamiento psicológico, al inhibir parcialmente la instalación del proceso primario y
poner en tensión la construcción del yo. Se comprende mejor la importancia ya reconocida

150
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

de una intervención temprana con estos niños cuyo primer objetivo sería ayudar a la
instalación o el refuerzo de la fantasmatización. Es entonces cuando el lenguaje en el
análisis debería convertirse en el lugar donde las cosas son nombradas por su función de
visualizar imágenes de las cosas y una representación pictográfica que no es ni visible ni
pensable como tal, sino reconstruida por nuestro pensamiento especulativo. "Requisito que
debemos satisfacer... porque nos damos cuenta de que sin hacer esta conexión entre las
imágenes de las palabras (las que creemos que hablamos) y las imágenes de las cosas con
una cualidad afectiva particular, sin hacer operativa tal conexión para el sujeto, nada
esencial será transformable en su economía libidinal". [6]

Encontrar estas palabras que nombran y esperar poder modificar las pruebas
psíquicas arcaicas abriéndolas a la simbolización, depende profundamente de nuestra
capacidad de aceptar dentro de nosotros mismos la aparición de imágenes de cosas que nos
sugieren el comportamiento, las emociones, las palabras y el ritmo de nuestra pequeña
pareja. Esta posibilidad se basa tanto en nuestro propio trabajo analítico, nuestra
experiencia clínica como en nuestras concepciones metapsicológicas.

Con un niño, aunque la mayor parte del trabajo se hace con él mismo, se apoya en
la relación entre sus padres y el analista. Los padres de Jean han sido capaces de darle la
libertad de investir fuertemente en nuestra relación, además, la han fomentado con su
confianza y esperanza en nuestro trabajo.

Nuestros encuentros con Jean

Dado que este trabajo se centra en el problema originario, un momento en el que la


psique naciente del bebé/niño no considera nada fuera de la psique, hablaré muy poco de
la historia de Jean que hemos construido con él, y a veces con él y sus padres, durante
nuestras reuniones.

Jean tiene cuatro años cuando sus padres me consultan sobre él. No ha dormido en
absoluto durante al menos dos años, lo encuentran revoltoso pero se preguntan "si todos los
niños de hoy en día no son un poco así". Está aterrorizado por todos los ruidos que llama
"petardos". Es incomprensible.

151
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

Con nosotros tres, Jean está muy agitado, habla con una voz aguda y ecléctica, sin
dirigirse a nadie, se sienta en un traje y se balancea, mecido por una onomatopeya estridente
que sus padres llaman risa.

El Sr. y la Sra. O. no podían decir nada sobre Jean hasta que tuvo dos años y medio,
excepto que era "un bebé normal". A esa edad se convirtió en encoprético e insomne, que
fueron los únicos síntomas que reconocieron en Jean.

Dedico nuestros primeros encuentros a acercar al Sr. y la Sra. O. al sufrimiento


expresado por su hijo, que ambos niegan: "Jean es un niño feliz que se mueve, canta y ríe
muy a menudo". Sin embargo, desde que vienen a consultar, puede surgir un comienzo de
ansiedad aunque oculten su petición detrás de la de los maestros de la guardería.

La negación es una defensa que se encuentra frecuentemente en la historia del Sr. y


la Sra. O.

La Sra. O. es sorprendentemente "sorda" con respecto a su hijo, con una evidente


falta de empatía que, en varias ocasiones, llevará a Jean, cuando se atreva a insistir en un
intercambio con su madre, a convertirse en quien ella espera que sea y a quien pueda
entonces ver y oír.

La confianza que el Sr. y la Sra. O. depositaron rápidamente en mí me permite


comenzar la psicoterapia con Jean, que parece disfrutar mucho de nuestros encuentros. Esta
confianza no será negada, incluso en los momentos conflictivos que enfrentaremos durante
estos años, y nos permitirá resolver con ellos algunas de sus negaciones. Cada uno de ellos
construirá una parte de su historia de infancia con la ayuda de Jean, que lleva con valentía
la psique de sus dos padres: se apoyan en sus sesiones y en las preguntas que se nos plantean
para pensar un poco en el lugar que ocupa para ellos y que lo encierra en un mundo muerto
donde estaría condenado a no crecer.

Octubre 97 - Abril 98

Corre en todas las direcciones, lanza violentamente las bolas de arcilla, habla de
petardos y explosiones, sus ojos parpadean y sus manos tiemblan.

Le digo el miedo de los niños en un mundo desconocido, la necesidad de ser


protegidos y tranquilizados.

Grita que la piel se tira y se corta, que se pincha y que la madre se pega.

152
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Puntúo suavemente, imagino y a veces digo que el cuerpo del bebé, seco por la sed
y la falta, doloroso e invadido por la intrusión.

Grita el terror del gordo que hay que desmontar, rompe la arcilla. Me bombardea.

Sigo hablando de su miedo y su ira, recibe suavemente las bombas, y casi podría
convertirse en un juego. Me da la espalda y se retira en ensordecedores y rítmicos rituales
de tambores.

Anuncio una breve separación: mientras da vueltas, susurra "ruidos en su cabeza...


luz de luna... un fuerte, muy fuerte viento... y arena, arena..." sin parar.

Digo la devastadora tormenta de la necesidad y la ausencia.

Grita y escupe al final de la sesión.

Cuando Jean evoca las sensaciones de su cuerpo (tirar de la piel, trozos de espinas...)
cuando corre, tira, traga, escupe y hasta habla, no siento que existo delante de él o para él.
La mayoría de las veces no me mira y no parece escuchar lo que le digo. Sólo su llegada a
las sesiones, su forma alegre de nombrarme saludando, y su risa juguetona antes de
cerrarme la puerta en la cara con bastante regularidad me aseguran que me conoce, me
reconoce y, más aún, que diferencia el espacio de la sesión del exterior. Esta diferencia que
establece me apoya en la idea de que lo que muestra y dice allí generalmente está dirigido
a mí de manera transferencial. Sin embargo, creo que cuando me bombardea y quiere
desmantelarme es más porque intento penetrar en su mundo hablando con él que por
cualquier otra representación más precisa que me concierna. Estas puntas madre espinosas
que se pegan, esta piel espinosa que me tira no tolera la desviación y estos escenarios
arcaicos en los que no siento lugar hacen inoperantes los conceptos habituales de
proyección e identificación proyectiva.

En este comienzo de una cura en la que tenemos que construir la relación analítica
con un niño que evita cualquier relación para vivir en un mundo auto-engendrado que a
veces es tranquilizador, a veces perseguidor y constantemente negado por la exterioridad
del objeto, Los temas del origen y el fondo representativo que tiende son recursos teóricos
que permiten investir el tiempo de los encuentros colocando su contenido en una
perspectiva metapsicológica que permite tanto representarlo como proponer una causa
diferente del propio sujeto, es decir, que ya no es la de la auto-engendramiento. Concebir
una especularización donde el sujeto y el objeto se fusionan y donde uno engendra al otro,

153
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

apoya al analista en la figuración de una escena que él piensa que es la más cercana a lo
que está en juego en ese momento, una figuración cuyo objetivo es inducir la creación de
un tercer término que incida en esta reflexión infernal. Pensar estos afectos, ponerlos en
palabras tiene como objetivo separar la mirada de la mirada, el sentimiento y la sensación;
proponer una causa diferente de la percepción misma tiene como objetivo abrirse a la
fantasmatización del proceso primario.

Durante estos siete meses de sesiones, trato de acoger el drama que Jean me cuenta
y hacerlo decible lo más cerca posible de sus imágenes, sus sensaciones y sus palabras. Que
no permanezca cerrado en sus representaciones cercanas a las imágenes de las cosas
corporales que se despliegan como un mal sueño que experimenta en la sesión y a lo largo
de su vida.

La especificidad de las sesiones no está en estas producciones psíquicas de Jean, es


dejar crecer su discurso y sus actos, reconocerles un valor y proponer un sentido que trata
de decir lo que supongo sobre el afecto que les subyace, vinculándolo a una causa que le
es comprensible para crear un comienzo de una historia que podemos/podremos compartir.
Este soñar despierto a su alrededor quiere crear una relación entre nosotros que acoja sus
movimientos, actos, palabras e intercambios de pensamientos sobre ellos que puedan
transformar el recinto destructivo y el caos en el que vive. Si para estas evocaciones me
baso en el concepto de ensueño materno de Bion, sigue siendo el concepto de lo originario,
su modo de representación que es el pictograma, su postulado de auto-engendramiento y
su funcionamiento económico lo que guía mi escucha. "Estos "actos de palabras"...
proponen una figuración hablada que, sin poder coincidir con ella, que excede la potencia
de todos los yo, se acerca lo más posible a las representaciones pictóricas, lo más parecido
a estas primeras representaciones de las cosas corporales por las que la actividad psíquica
propia de lo originario ha metabolizado en "existencias psíquicas" el estado de necesidad
que el cuerpo podía haber sufrido como las zonas sensoriales erógenas desprovistas de los
objetos complementarios únicos capaces de satisfacerlo". [7]

El pictograma es la imagen de la zona complementaria del objeto, es decir, la


imagen del encuentro de la zona sensorial~erógena con la zona complementaria del objeto
que causa excitación, una imagen en la que la zona engendra el objeto en una relación
especular. Cuando escucho la piel tirando y cortando, aparece en mí un cuerpo, hecho
doloroso por el hambre y la sed sin aplacar, no atemperado por palabras tranquilizadoras,

154
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

cuando escucho los pinchazos, aparece la imagen de un pecho ausente, de una boca que lo
busca o incluso frente a una boca cerrada. Estas imágenes representan el dolor que
acompaña a un acto, un movimiento, un encuentro de dos objetos: el cuerpo del bebé y el
mundo que lo rodea. El pictograma es al mismo tiempo una representación del afecto y una
representación del afecto. El concepto de originario viene a restituir/constituir dos partes
donde la psique del infante percibía sólo una y modular esta percepción por el mecanismo
de la especularización.

La falta de empatía de la Sra. O. con nadie, su incesante flujo de palabras sea cual
sea su interlocutor, o incluso la ausencia de su interlocutor, su indiferencia ante la alteridad
y su dependencia de cualquier persona investida me permiten imaginar que las necesidades
básicas del bebé que era Jean podrían haber sido satisfechas ya sea de manera caótica y
arbitraria, o de manera muy rígida en la sumisión a una voz en off (médico idealizado,
amigo, madre...) experimentada como todopoderosa por la Sra. O. Las palabras de la
psicoterapia no tratan de compensar esta supuesta falta de cuidados suficientemente buenos
en la primera infancia, sino que tratan de reanudar un proceso de simbolización en el que
ha permanecido en el dolor.

Cuando anuncie esta separación a Jean su mundo y él mismo se convertirán en una


tormenta de arena donde ni él ni yo tengamos ningún lugar. Esta es la segunda interrupción
de las sesiones por unas cortas vacaciones, unos diez días, cuando nos reunimos dos veces
por semana: la vez anterior simplemente se había encerrado por más tiempo en su tam-tam
y ecolalia, apenas dándome lo suficiente para conectar este cierre extra con nuestra
separación. Esta vez, seis meses después, su mundo y él mismo se transforman en un
torbellino. Supongo que Jean comienza a confiar en nuestra relación y siente tal sensación
de abandono, o más bien de suspensión de sí mismo, que lo arrastra a un profundo des-
investimento de la escena mundial: "El afecto provocado por este catastrófico dado de des-
investimento resuena entonces con el afecto que acompaña a lo que se juega en la escena
originaria: el espacio del mundo y el espacio del cuerpo encuentran su único y último
representante psíquico, su estatus último de existir en una representación pictórica que
excluye al yo, lo despoja de cualquier marcador de identificación". [8]

Es cierto que en Jean estos hitos son particularmente frágiles.

Lo que sorprende es que habla, su capacidad de poner en palabras esta experiencia


de tormenta, de cataclismo. Estas palabras no están dirigidas a mí, ¿están dirigidas a alguien

155
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

en él o son el reflejo del incesante flujo de palabras maternas? ¿qué estatus metapsicológico
se les debe otorgar? Sin embargo, las escucho y me son de gran ayuda: sólo me queda
confirmar esta experiencia de rechazo y vincularla a una causa, mi ausencia, que luego
puede transformarla en un afecto de odio o de rabia contra mí, es decir, incluirla en una
relación, la relación analítica, y abrirla a la fantasía.

Una de las dificultades de estas sesiones es encontrar un equilibrio entre un silencio


que sólo confirmaría la inexistencia de un extraño y un flujo de palabras que podría producir
tal sufrimiento que forzaría el rechazo/cierre de la zona complementaria y aumentaría esta
sordera que podemos temer en todos los niños pequeños psicóticos y que también notamos
en Jean. Deseo que en esta obra Jean se sienta acompañado pero libre de sus producciones
psíquicas. Si dejo a Jean en silencio, puede continuar durante mucho tiempo su serie de
tambores, su ecolalia, sus giros, su vida en su mundo auto-engendrado. Si le pregunto con
suficiente fuerza, puede responderme y retomar lo que yo llamo sus construcciones
elaboradas, es decir, aportarme suficientes elementos gestuales, verbales, emocionales, de
comportamiento, para que pueda ayudarle a conectarlos en una historia en la que lo que
sucede tenga una causa que puede parecer coherente con el presente de nuestra relación y
con lo que sé de su historia.

Suficientemente fuerte, un medio feliz... La pregunta sigue siendo seria sobre la


fuerza que se debe ejercer en estas intervenciones con un niño pequeño y cuestiona a
cualquier analista sobre el lugar que toma, o no toma, en estos momentos. Por supuesto,
sucede que mis interpelaciones no logran sacar a Jean de su mundo auto-engendrado, y
tengo que esperar, preguntándome si esta vez estoy deprimida y no me atrevo a intervenir
con suficiente fuerza, o si he sido impaciente, intrusa, habiendo reforzado así su encierro:
me encuentro enfrentada a mi soledad frente a este niño que niega mi existencia y mi
mundo. Sin embargo, sus respuestas en esos momentos se hacen cada vez más frecuentes
y ahora a veces retoma su tam-tam con una mirada divertida diciendo "porque no quiero
oír eso".

Mayo 98 - Julio 98

Cuando regresa de esta separación corta la piel de mamá, modelando trozos


espinosos. Me tiene menos miedo, esboza algunas risas, puede soportar mi mirada y se
arriesga a bombardearme con placer. Se atreve a mostrar su fuerza y habilidad, saltando
"recto" como un niño. Puedo admirarlo: puede reanudar sus luchas y su elaboración.

156
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Por la noche, comienza a dormir por unas horas.

Las escenas se vuelven más complicadas, más ricas. Su propia evocación del lecho
paterno: "calla, ... duerme, ... está cansado, ... soñó" le lleva a crear un neolenguaje que
llamaremos "su lenguaje de secretos" y que a menudo volveremos a escuchar después.
¿Reacciona más a sus angustiosas producciones psíquicas o a mi interés reavivado por el
entonces esperado guion de su primitiva escena? Sin embargo, continúa su elaboración
ocultándolo en mis ojos y oídos sin encerrarse en los tambores.

Septiembre 98 - Diciembre 98

Después del verano, el dolor de la separación se expresa menos poéticamente que


el anterior y más en el hic et nunc de las sesiones. La "lengua se pincha" y se convierte en
un monstruo que rompe y devora todo lo que encuentra a su paso (pretende comerse los
sillones) y que "su madre no puede ver porque llora". Incansablemente separa las castañas
buenas de las castañas malas en las que se encuentra la "cabeza de la madre", (llama
"castañas" a las pequeñas barras de masa que hace rápidamente). Puede quedarse unos
momentos triste chupándose el dedo.

Digo el tumulto de sus miedos y su ira por nuestra larga separación de verano, de
su odio contra mí que lo abandonó todo este tiempo, que bien puede recordarle otras
soledades aterradoras. Entonces experimentará el odio que pueden provocar las
necesidades y deseos insatisfechos.

El monstruo crece, se expande en el tiempo y el espacio: se rinde, destruye, grita,


está lleno de terror e ira.

El monstruo muerde/muere.

Hay que matarlo, hay que tirarlo.

Podría chuparme boca a boca, ojo a ojo, y en la sesión sólo somos dos monstruos
idénticos o tal vez, ¿incluso uno? Reflexión, devorar, morder, muerte.

Un monstruoso arroyo de castañas se lleva a la madre/bebé/monstruo, gritando


aterradoramente "suéltalo". Todo se mezcla y todo queda devastado.

La aparición muy repetitiva de las sesiones de estos pocos meses es agotadora: sólo
su repetición posterior nos permite observar finas variaciones y progresiones. La dificultad,
antes de ser interpretativa, es identificar nuestros lugares en estas escenas: si yo soy el

157
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

monstruo, cualquier cosa que diga será monstruosa, si él es el monstruo lo destruye todo,
incluso escuchando mis palabras, y la mayoría de las veces somos sólo dos monstruos que
se reflejan el uno al otro o quizás uno y el mismo monstruo. Estamos en la representación
de una indiferenciación difícil de pensar: un monstruo refleja un monstruo, ¿imagen espejo
o especulación? Sin embargo, el trabajo del proceso primario es fácil de detectar: Jean
escenifica una historia, un monstruo, afecta y refina su puesta en escena de una sesión a
otra, incluso si este monstruo es eterno y no tiene otra relación que su vida en un mundo
hostil que ataca y que debe atacar. Hay dos mundos (el monstruo y su entorno), las nociones
de proyección e introyección nos permiten pensar en lo que se puede jugar en estas sesiones.
El proceso primario reconoce la existencia de un exterior de la psique y trata de reducirlo.
Para responder a la exterioridad irreductible del objeto, postula que éste está enteramente
sujeto al deseo del otro: el primario propone una puesta en escena de lo que percibe e
interpreta esta percepción como un efecto del deseo del otro hacia él. "Esta interpretación
es conjuntamente una proyección en un fragmento del exterior de un Otro deseante y un
reconocimiento o introyección en la escena psíquica de una manifestación relativa al deseo
que se le imputa y al que se responde". [9] P. Aulagnier insiste: "Es la relación entre estos
dos deseos la que se proyecta-introduce" [10]. O bien el sujeto asume un deseo de placer
proyectado en él y se convierte en una fuente de placer, o bien asume un deseo de desagrado
y se convierte en una fuente de desagrado.

Jean es un monstruo que modela su entorno a su imagen o su entorno es monstruoso


que lo modela como un monstruo. El monstruo es malvado, vive en un mundo hostil y su
encuentro es explosivo. Gracias al ataque a mi oficina, imitado al menos al principio, puedo
relacionar fácilmente esta monstruosidad con su rabia, Jean, que asumo fue desencadenada
por mi propia monstruosidad: mi ausencia en el verano. La construcción de esta causalidad
es también la construcción de una historia basada en su memoria. Si Jean continúa su
construcción de fantasía sesión tras sesión es porque recuerda el contenido de las sesiones
anteriores y el tiempo comienza a existir para él. Esta es una de las primeras veces que
puedo relacionar sus representaciones en la sesión con un afecto que se dirige directamente
a mí y a un pasado que es suyo (otras soledades aterradoras/madre no lo ve porque llora).
Este presente se explica por este pasado reciente, que se abre a un pasado más lejano, y que
requiere la labor de un historiador de la primera.

Enero 99 - Mayo 99.

158
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Jean finalmente lleva la figura del monstruo en una almohada que puede tirar en mi
cara, retirarla, pegarse a su propia cara y también acoplarla con un "bebé" (un bañista que
está en la oficina).

Abrazados, el bebé y el monstruo son arrojados lejos, a un profundo abismo donde


su aleación es una lucha despiadada, donde los petardos explotan y las heces invaden todo.
Digo el terror, el frío, la angustia de este bebé desnudo y perdido. Jean me implora que lo
salve, que lo recupere, que lo consuele. Tomo a este bebé aterrado, lo consuelo, lo caliento
y lo lavo de todas las heces. Por mucho que Jean se emocione con este bebé monstruo
abrazado en un mundo perseguidor, por mucho que se sienta aliviado por su separación y
la dulzura del consuelo. En cada sesión la reparación de este bebé aterrorizado toma más
tiempo, incluso puedo cantarle una canción de cuna mientras Jean se acuesta muy tranquilo
chupándose el pulgar.

Poco a poco el bebé y el monstruo están menos pegados, más cara a cara, "el bebé
está lleno de caca y el monstruo está lleno de ira". Su lucha se vuelve más pictórica, más
detallada: las orejas, los brazos, las piernas son arrancadas. Mucho más tarde toda esta
lucha de infantería articulará al niño rebelde, al niño malo en una causalidad transferible,
"Estoy enojado porque eres malo", y él tirará las sillas.

Es a partir de enero del 99, más de un año después del comienzo de nuestras
sesiones, que Jean a veces no pone su propio cuerpo en juego en sus escenas: crea un
espacio de actuación en el que no juega directamente, podemos ver juntos a este monstruo
de almohada, compartirlo, intercambiarlo. Existe una brecha entre Jean y el monstruo, entre
yo y el monstruo, entre Jean y yo y podemos hablar de ello. Esta brecha me parece que
marca una distancia desde los primeros días de la escuela primaria, donde la representación
de la fantasía sólo puede ser representada por imágenes de cosas corporales en una
correspondencia entre el espacio corporal del representante y el espacio del mundo. Creo
que encuentro allí un comienzo de simbolización que permite vínculos temporales,
diferentes significados posibles y un refuerzo de la representación por la imagen de las
palabras.

Pictograma, pulsiones y pulsión de muerte

¿Cómo podemos pensar en la prevalencia de escenas de destrucción, terror y


violencia en Jean, escenas que en un principio fueron acompañadas por actos violentos que
gradualmente se convertirían en una notable excitación?

159
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

Los pictogramas imaginados a partir de las palabras "trozos de espinas, madre


pegada, tirón de piel, lengua pinchada..." evocan sentimientos de sufrimiento. En las
sesiones siguen la aparición de fantasías de destrucción (un monstruo que vive en un mundo
excesivo y asesino, una guerra terrible entre dos monstruos y luego entre un monstruo y un
bebé), que terminan dejando un pequeño espacio para el apaciguamiento y el consuelo que
John reclama sin poder representarlos él mismo. Tengo que "tocarlos" para que él pueda
experimentar el placer de los momentos de armonía y calma.

En lo originario, debido a la especularización, la psique representa la experiencia


de sufrimiento generada por la propia zona que incluye el objeto, incluso en su ausencia:
es la indisociabilidad de la zona-objeto complementaria. El objetivo del representante se
convierte entonces en la destrucción de esta zona de objetos que provocan dolor, es decir,
la destrucción/mutilación de una parte de sí misma (la zona). Este objetivo es conforme al
de la pulsión de muerte freudiana (destruir el objeto que provoca el deseo para recuperar el
estado de quietud), pero podemos ver que para P. Aulagnier la destrucción alcanza al
representante mismo, mientras que para Freud sólo apunta al objeto. Esta experiencia de
sufrimiento existe en todos los niños en el momento de necesidad/falta/ausencia y está
representada por el pictograma de rechazo, pero lo más frecuente es que se equilibre con
una sensación de placer que se experimenta durante el encuentro boca-mama/infante-madre
representado por el pictograma de unión, una sensación de placer que viene a satisfacer los
objetivos de Eros así como los de Tánatos silenciando la búsqueda deseable. Es en el
originario donde se establece el enredo impulsivo. P. Aulagnier se acerca al pensamiento
de Freud cuando postula el masoquismo erógeno como "un vestigio" de la primera aleación
entre Eros y Tánatos: "Otra parte (de la pulsión de muerte) no participa en este
desplazamiento hacia el exterior (para dar sadismo), permanece en el organismo y allí está
ligada libidinalmente con la ayuda de la convivencia sexual de la que hemos hablado; es en
ella donde debemos reconocer el masoquismo erógeno originario". [11]

La noción misma de coexistencia sexual, a menudo problemática en su


comprensión, es retomada por P. Aulagnier en la idea de la sincronía de los placeres
erógenos, precursores de la futura unidad de la imagen corporal. La relación entre los
conceptos de pictograma y pulsión merece una gran reflexión: ésta viene a renovarse a la
luz de la clínica y de esta lectura refinada que hemos tenido en el pasado a partir del mismo
concepto mismo de pulsión.

160
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

¿Qué sucede cuando el pictograma de unión suele ir acompañado de una experiencia


dolorosa? El niño no puede, según sus necesidades, rechazar totalmente el empalme (lo que
se ve en los raros casos de anorexia severa del niño que lleva a la muerte), por lo que está
en posición de esperar/desear este empalme. Si esto se hace en el sufrimiento, no se puede
establecer la diferencia fundamental entre el bien y el mal: para aliviarle de una carencia
dolorosa, el niño espera una unión que le cause dolor, el encuentro es explosivo y el niño
no puede ponerle fin excepto mutilando la zona, (mutilación de la que P. Aulagnier hace
una forma originario de castración). "El enredo pulsional que debería haberse puesto en
marcha desde esta etapa inaugural gracias a la oferta de un pecho, que representa todos los
objetos complementarios, conformando el objetivo de Eros por su poder de dispensar
placer, y conformando el objetivo de Tánatos por su poder de poner fin al estado de tensión,
de carencia que su ausencia desencadena, esta primera etapa del enredo impulsivo
fracasa". [12]

La pulsión de muerte, presentada por Freud como una hipótesis especulativa, se


basaría así, en el originario, en la subjetividad del objeto que induce (o no es capaz de
apaciguar) la repetición de una experiencia de sufrimiento. P. Aulagnier, al arrojar luz sobre
el concepto de pulsión, hace resonar la noción de apoyo de una manera muy particular: el
pictograma es el representante originario de la experiencia corporal, pero esta experiencia
está modulada por el trabajo del psiquismo materno que vincula "el registro del deseo de
uno con el de la necesidad y la necesidad del otro". [13] El apoyo impulsivo en el cuerpo
propiamente dicho es el doble que en la psique del primero.

La confusión arcaica inducida por un pictograma de unión que se experimenta en el


sufrimiento constituye una amenaza particular para el yo en cuestión: el encuentro con el
objeto siempre tendrá la posibilidad de despertar este primer conflicto y el sufrimiento que
lo acompaña; una amenaza que puede ser equilibrada o redoblada por el deseo y el discurso
paternal.

Las escenificaciones de Jean en las que el bebé y el monstruo se abrazan en un


abrazo destructivo sin poder separarse me parecen evocadoras de la remodelación mediante
la fantasía, un proceso primario, de un pictograma de unión que opera en el sufrimiento.

Para concluir

¿Qué hay del crimen impune?

161
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

Cuál no fue mi pena el día en que comprendí que Jean, durante un buen número de
sesiones, ya había intentado hacerme oír su representación de un mundo en el que cada
persona viviente (pequeños hombres que tuve que hacer rápidamente) fue instantáneamente
aplastada en "castañas, sin cabeza, brazos, piernas o vientre" sometida a una disciplina
despiadada, dispuesta en un lugar fijo sin ninguna desviación posible. Ante el miedo y la
tristeza que decía sentir en un mundo así, empezó a hablar de "crimen impune". Este crimen
impune se podía ver de diferentes formas: su miedo a los cachorros y quizás su culpa por
haberlos destruido (Jean es hijo único), su exclusión de la escuela, el descuido de sus
necesidades, "su palabra cortada"... y alentó un importante trabajo con su madre donde ella
podía sorprenderse al encontrar interés en lo que su hijo decía. Pensé entonces en articular
las posibles relaciones de este "crimen impune", este deseo de aniquilar toda forma de vida
con la pulsión de muerte y la hipótesis de un pictograma de unión experimentado en el
sufrimiento. Sin embargo, en el curso de este trabajo, lo encontré interesante:

Para insistir tanto en el embarazo desde lo originario en el comienzo de esta cura


como en la iluminación que este niño nos trae por su lenguaje bastante elaborado y en el
apoyo contra-transferencial de este concepto. La imaginación que ofrece de procesos
arcaicos que se hacen eco de las palabras, actúa de manera tan particular en los niños
psicóticos, su figuración de dos mundos (objeto-zona) donde expresa sólo uno, me ha
permitido atravesar estos momentos de gran confusión creando poco a poco un hueco en
esta indiferenciación. Frente a Jean, pude permanecer, a veces con dificultad, como una
mujer que habla, que lo escuchaba y pensaba en él.

Respetar la cronología de las sesiones de Jean, que muestra un distanciamiento


progresivo de estas resurrecciones pictóricas por la simbolización que supone una
afirmación regular del proceso primario.

Queda una pregunta importante: esta exclusión de la representación pictórica "para


siempre y para cualquier tema" ¿qué pasa con los niños pequeños que son severamente
psicóticos o autistas? ¿no podrían estos términos indicar a los psicoanalistas dos escollos a
evitar: el de la ilusión optimista que exigiría la reparación total del "delito impune" o el de
la ilusión pesimista que afirmaría la realidad de la pérdida total causada por el "delito
impune"? Estas dos ilusiones podrían reforzar los efectos de un entorno que favorezca la
reactualización de lo originario.

162
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Notas

[1]

Aulagnier P., 1975, La violence de l'interprétation, París, P.U.F, 1981, p.13.

[2]

ibíd., pág. 19.

[3]

ibíd., págs. 133 y 134.

[4]

ibíd., pág. 69.

[5]

ibíd., págs. 69 y 70.

[6]

Aulagnier P., 1986, du langage pictural au langage de l'interprète en Un interprète


en quête de sens, Paris, Ramsay, p. 339.

[7]

Aulagnier P., "Du langage pictural au langage de l'interprète" en Un interprète en


quête de sens, Ramsay, 1986, p. 344.

[8]

Aulagnier P., 1986, Le retrait dans l'alucination en Un interprète en quête de sens,


Paris, Ramsay, p. 409.

[9]

Aulagnier P., 1975, La violence de l'interprétation, París, P.U.F., 1981, p. 91.

[10]

ibíd. pág. 91.

[11]

163
Un crimen impune (sobre el interés del concepto de originario)

Freud S., 1924, "Le problème économique du masochisme" en Névrose, psychose


et perversion, Paris, P.U.F, 1978, p. 291.

[12]

Aulagnier P., 1986, "Quelqu'un a tué quelque chose" en Un interprète en quête de


sens, Paris, Ramsay, pp. 373-374.

[13]

Aulagnier P., 1975, La violence de l'interprétation, París, P.U.F, 1981, p. 40

164
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

EL CUERPO PSICÓTICO Y LA PERSPECTIVA


PSICOSOMÁTICA
Évelyne Tysebaert
Me gustaría evocar un recuerdo de Piera que muestre su sensibilidad humana en
toda su simplicidad y calidez. La escena tiene lugar en 1988 o 1989 en el seminario de
Sainte- Anne: esa noche, algunos pueden recordar, en medio de nuestro trabajo, un hombre
que llega a la puerta de la sala de reuniones, perdido, aturdido y parado allí en la puerta.
Obviamente está en un estado de confusión. Espontáneamente, Piera, que estaba al otro
lado de la habitación, se detiene, se levanta y camina hacia él; le dice unas palabras y luego,
naturalmente, lo toma del brazo para llevarlo a una habitación donde será bienvenido.
Regresó unos minutos después y continuamos donde lo íbamos.
Esto muestra, incluso en la más banal espontaneidad, cómo las relaciones humanas
no eran una palabra vacía para ella. La preocupación por un tema desconocido y errante
tenía, en ese momento, prioridad sobre el trabajo teórico, aunque era uno de los más
investidos por ella.
¿Habría algún interés en utilizar esta noción de relación para comprender los
episodios o las enfermedades somáticas?
Piera Aulagnier nunca dejó de pensar en la función del cuerpo como mediador y
apuesta relacional entre dos psiques y entre el psiquismo y el mundo.
Durante los últimos diez años, su trabajo ha seguido evolucionando dentro de
nosotros, para hacernos preguntas, y me gustaría mostrar que sus construcciones teóricas,
todas cinceladas con rigor y matiz, dan testimonio de su relevancia en un campo distinto al
de la psicosis, un campo en el que ella misma ha marcado muchos puntos de referencia.
Lejos de ofrecerles algunas reflexiones que abarquen el campo psicosomático en su
conjunto -lo que yo sería bastante incapaz de hacer- limitaré esta presentación a un
problema relativamente circunscrito: el de la deslumbrante aparición de accidentes
somáticos graves y a veces mortales.

165
El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

Para definir la noción de cuerpo psíquico, debemos primero referirnos a las nociones
de espacio psíquico y del yo como se nos presentan en la construcción metapsicológica del
autor.
Destaco que para Piera Aulagnier el cuerpo es tanto un cuerpo sensorial como un
cuerpo pulsional.
Desde el comienzo de su vida, la actividad psíquica extrae sus materiales de su
propio espacio somático; lo corpóreo, lo sensorial, están ahí, banqueros forzados de los
cuales lo psíquico toma prestados los elementos presentes en la representación pictórica, a
saber, el "tomar en sí" y el "rechazar fuera de sí", sinónimos de investir y des-investir. Este
préstamo del banco sensorial no está exento de peligro, ya que es probable que esta
información sensorial supere el umbral de tolerancia y se transforme en sufrimiento para
ser rechazada; un rechazo que lleva a la psique a automutilar su propia representación de lo
que establece el escenario de la zona de excitación.
Para Piera Aulagnier, "la fuente somática de la representación psíquica del mundo"
(que parafrasea a Freud y la "fuente somática de afecto") está en la base de su concepción
de originario, donde se mezclan con precisión las sensaciones, los afectos y las
representaciones.
En el proceso de origen, "el psiquismo atribuirá a la actividad de las zonas
sensoriales el poder de generar sus propias experiencias (placer o sufrimiento), sus propios
movimientos de investir o desinvestir y, por lo tanto, la única "evidencia" que puede existir
en este amanecer de la vida", de ahí, en este tiempo que precede al juicio de separación,
este postulado: "la realidad es autogenerada por la actividad sensorial". [1]
Con el advenimiento del proceso primario, pasamos de un encuentro
complementario objeto-zona y su representación pictórica auto-engendrada, a una relación
entre dos espacios separados y la aparición de la fantasía que da una interpretación escénica
de esta relación. La configuración relacional que se establezca se formulará de la siguiente
manera: "La realidad se rige por el deseo del otro". "En la organización de este fragmento
de realidad que habita e invierte, como en el funcionamiento de su cuerpo, el sujeto leerá
primero las consecuencias del poder ejercido por la psique de aquellos otros que le rodean
y que son los soportes privilegiados de sus investimentos". [2]
Hay que añadir que a nivel del espacio corporal, todas las zonas erógenas están
presentes, activas y unidas al cuerpo del otro.
Durante la primera infancia, el sujeto sigue convencido de que todo lo que le sucede,
tanto en su cuerpo como en su mundo, da testimonio del poder de un deseo: deseo
166
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

prohibido, permitido u oculto, propio o de sus padres. Una concepción tan infantil no dejará
del todo al adulto para el que el azar no siempre sea responsable de lo que le suceda.
Más tarde, cuando se instale el proceso secundario, el yo deberá tener en cuenta
otros datos: los que definen la realidad en su espacio sociocultural. "De ahí que el sujeto
considere esta formulación: la realidad se ajusta al conocimiento dado por el conocimiento
dominante de una cultura." [3]
Estas tres formulaciones Piera Aulagnier las propone para dar cuenta de la relación
del psiquismo con la realidad que pueden, según ella, "aplicarse tal cual a la relación actual
entre el psiquismo y su propio espacio somático". [4] Los tres dan testimonio de las
construcciones que son obra de los tres espacios funcionales (originario, primario,
secundario) que seguirán funcionando juntos a lo largo de la vida.
La revisión metapsicológica que la llevó a conceptualizar la noción de originario y
a postular esta coexistencia permanente de los tres modos representativos es una forma de
pensar en el doble salto de lo somático a lo psíquico y de lo psíquico a lo somático, que
también opera a lo largo de la vida en lo originario y en lo primario.
Volvamos por un momento al espacio originario, que es una mezcla de lo psíquico
y lo somático, y consideremos su producción: el pictograma complementario de objeto-
zona. Esta figuración de un cuerpo-mundo no tiene evidentemente ningún lugar en el
proceso primario, ni en el proceso secundario; no puede participar en ninguna represión
secundaria, ya que sólo contiene representaciones que ya han sufrido el trabajo del director
en sentido. Consciente de no quedar atrapado en la trampa de la construcción teórica que
propone, confirma que sólo desde el exterior podemos imaginar este "ser" psíquico. "Nunca
podremos ni pensar ni fantasear desde el interior del efecto somático como el único
representante del mundo y de la vida psíquica, como el único reflejo de este efecto del
cuerpo. Sin embargo, es en efecto esta construcción la que nos ayuda a comprender lo que
se organiza en este tiempo psíquico que precede a esta mirada sobre el mundo que la hará
fantástica y pensable. Cada vez que nuestra relación con el mundo escapa a cualquier
control en una fantasía o en un pensamiento, nos encontramos en una situación cercana,
aunque no idéntica, a la que inauguró nuestra existencia: la vida y el mundo están
representados sólo por los efectos somáticos que acompañan la angustia del encuentro con
una escena vacía".  [5]
A este espacio originario debe seguirle un escenario en la historia de la vida
somática, un paso del cuerpo sensorial al cuerpo relacional; el biógrafo debe "ocupar el

167
El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

lugar de aquel por quien y a quien llegan los acontecimientos y no el lugar del
acontecimiento mismo",[6] como en el accidente somático, por ejemplo.
Para que el cuerpo psíquico se constituya, son necesarias al menos dos condiciones:
un discurso sobre el cuerpo, enunciado principalmente por la madre, y la posibilidad de que
el yo construya la historia de este cuerpo. La imagen del cuerpo del niño forma parte del
"yo" anticipado por el discurso materno; este cuerpo guarda así la huella del deseo del
portavoz pero también de su pasado y de su propia economía psíquica; este cuerpo está pre-
investido en ausencia de su apoyo real y siempre existe el riesgo de descubrir una
inconformidad entre la imagen y su apoyo, situación a veces conflictiva o insuperable para
la madre. Piera Aulagnier subraya la importancia del componente somático de la emoción:
"la relación de la madre con el cuerpo del niño incluye inmediatamente una parte de placer
erótico, tanto permisible como necesario, que ella puede ignorar parcialmente pero que
constituye la base del anclaje somático de este amor que ella lleva al cuerpo singular de su
hijo, un amor que lejos de ignorar, está dispuesta a proclamar. Este cuerpo que ve, toca,
esta boca a la que une el pezón, son o deberían ser para ella una fuente de placer en la que
participa su propio cuerpo. Este componente somático de la emoción materna se transmite
de cuerpo a cuerpo; el contacto con un cuerpo que se mueve toca el tuyo; una mano que te
toca sin placer no causa la misma sensación que una mano que siente el placer de
tocarte". [7]
Una vez terminada la infancia, el sujeto debería haber renunciado, salvo en la
experiencia del goce, a la utilización de su cuerpo como transmisor privilegiado de
mensajes, ya que ha sido capaz de diversificar los destinatarios y objetos de su solicitud.
Sin embargo, subraya Piera Aulagnier, "el cuerpo cuya madre le va a transmitir los cuidados
al final de la infancia debe tener como referente 'un cuerpo psíquico' cuya historia
demuestra el amor que se le ha dado, el reconocimiento y la potenciación de su identidad
sexual, su singularidad, el deseo de verlo preservado, modificado, convertido en autónomo.
De lo contrario, las "enfermedades" de las que seguirá sufriendo el "cuerpo psíquico" harán
que el "yo" mantenga con su cuerpo una relación que retome la que tenía la madre con
respecto al cuerpo del niño o, más exactamente, la que el niño le ha imputado en la historia
que se ha construido para sí mismo. [8]
Yo añadiría para cerrar esta visión teórica lapidaria que para Piera Aulagnier, tiene
en cuenta la definición de la realidad del espacio sociocultural en el que el sujeto vive con
sus semejantes es una necesidad. "Nuestra relación con el cuerpo así como nuestra relación

168
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

con la realidad es una función de la manera en que el sujeto oye, deforma o permanece
sordo al discurso del conjunto." [9]
"La tarea de todo discurso cultural es efectuar una especie de aculturación de una
parte de los objetivos fantásticos." [10] Ella dice:
“Con el declive del discurso religioso a favor del discurso científico, la comprensión
de nuestro funcionamiento somático se ha transformado y "lo que especifica el cuerpo con
el que la ciencia nos enfrenta es la exclusión del deseo como causa de su funcionamiento y
como explicación causal de su destino y muerte". [11]
Es de suma importancia el compromiso que cada sujeto puede o no lograr establecer
entre lo que se afirma en este discurso científico y un cuerpo que puede ser fantaseado e
investido por su psique.
Pero si la construcción de la realidad dada por el discurso científico nos ofrece
pensar en un cuerpo cuyo interior está hecho de partes, órganos, piezas no relacionadas con
el deseo, otro tipo de discurso sobre la realidad somato-psíquica cada vez más en nuestro
espacio sociocultural. Procede de ciertos círculos médicos y de un cierto movimiento
"psiquico" que han interpretado las aportaciones psicoanalíticas sobre los vínculos entre el
psiquismo y el soma: este discurso afirma la omnipotencia del espíritu sobre el cuerpo, de
la mentalización y la simbolización sobre la enfermedad, del deseo de curar sobre la muerte,
atestiguando así el resurgimiento del sistema causal propio del funcionamiento del proceso
primario.
Ahora me gustaría hablarles de un hombre, su sórdido final, su cita perdida con la
vida y lo que esto me ha permitido entender sobre el cuerpo psíquico que fue afectado.
Luego, hablaré de otras dos historias, más alentadoras y menos fatales, que cuestionan el
lugar de los accidentes somáticos por rayos al comienzo del análisis.
"La muerte es una enfermedad que se contrae al nacer" escribió Frédéric Dard y este
aforismo podría servir de preámbulo a la historia que condensa el principio y el fin de la
existencia de Roger.
No lo conocí como analista, pero me reuní con él unas diez veces en un círculo de
conocidos; por lo tanto, tengo muy poca información sobre su biografía y su
funcionamiento psíquico. Sin embargo, su viaje, su brutal final y los escritos que dejó atrás
arrojan luz sobre lo que es probable que ocurra con un sujeto y su cuerpo cuando, mutilado
desde la infancia por su capacidad de investir al otro como portador de un deseo de vida y
dispensador de placer, el accidente físico da testimonio del desmantelamiento de las últimas
barreras psicológicas, la pérdida de las últimas quimeras con las que había poblado su
169
El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

desolado mundo. Desnudar la vida y la muerte de este hombre podría ofender, pero lo que
me enseñó sin querer sobre esta zona de sufrimiento somato-psíquico, que no incluyo en
un informe libidinal, me parece digno de interés y respeto.
A sus cincuenta años, soltero, ronco, solitario, Roger es profesor en un colegio y
dispensa en su trabajo toda la energía de una cierta obsesión que exige la perfección. Se ve
mal en su gran cuerpo rígido y deprimido, pero no quiere mostrarlo en la sociedad, así que
lo esconde detrás de un tono juguetón y un vestido impecable. Me enteré después de su
desaparición que vivía en un oscuro y sucio apartamento de tres habitaciones, lleno de miles
de libros. Todas sus vacaciones las pasa viajando solo al extranjero y creo que puedo
adivinar que esta es la forma que ha encontrado para vivir su vida homosexual libremente.
Su salud no recibe la atención y el cuidado que merece: el alcoholismo, un estómago
ulcerado y las varices esofágicas, dejadas deliberadamente sin tratar, se apoderarán de su
vida.
En dos ocasiones, Roger intentará hablarme de su depresión y sus problemas; me
hace oír medias palabras que le traen los adolescentes; piensa que sus dificultades
psicológicas son insolubles; las repite indefinidamente sin ver una salida; el pasado y el
futuro sólo se aprehenden a través de la niebla de la "depresión". Le muestro mi
disponibilidad y mi deseo de escucharlo; incluso me pedirá dos veces una entrevista, pero
en el último momento, la cancela con varios pretextos. Decididamente, el signo de relación
con lo que puede apoyar de esperanza parece haber abandonado su escena psíquica; además,
se aísla cada vez más y huye de las oportunidades de encuentro. El año de su muerte, Roger
es puesto en jubilación anticipada; asumí que era una manera conveniente para la
administración del colegio de escapar de un posible escándalo, ya que en ese momento en
Bélgica, el asunto Dutroux y la caza de brujas estaban en marcha.
En Nochebuena, que pasa todos los años en compañía de su anciano padre, Roger
ha hecho la maleta y la botella de champagne; está a punto de salir de su apartamento
cuando se lo lleva un rapto digestivo hemorrágico que le dejará sin vida delante de su
puerta.
Algunos de sus parientes vaciarán el apartamento; se molestarán al descubrir un
cuaderno escolar en el que Roger ha escrito dos historias: una es una autobiografía
inacabada de unas pocas páginas, fechada ocho años antes de su muerte, y la otra, sin fecha,
es una ficción autobiográfica. El cuaderno me fue confiado por aquellos que sentían que
estos documentos decían algo esencial sobre la desaparición de Roger.

170
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

Antes de entrar en el análisis de estas historias, quisiera hacer una observación: no


quisiera que una instantánea engañosa, la del momento final, de la soledad infinita, del
cuerpo sangriento, fuera interpretada como un préstamo analógico de la fantasía del
nacimiento como aparecerá en la historia de Roger; esto sería en el sentido de animar el
cuerpo con una especie de vida psíquica autónoma y sería lo contrario de las ideas que
deseo desarrollar más adelante.
El relato autobiográfico se titula "una vida inútil". Su primera palabra fue "nacer",
pero ha sido borrada y sustituida por "venir al mundo". Cito las primeras líneas. "Venir al
mundo en 1939 fue a la vez un desafío, una ironía del destino, sin duda también una
incubación ominosa, un nacimiento condenado desde el huevo a un destino extraordinario,
a una existencia que no se ajustaba a las convenciones y formas tradicionales. Hitler tenía
cincuenta años cuando mi madre dio a luz a su segundo hijo. Obedeciendo las órdenes de
la partera, no sabía que estaba dando a luz a una larva sangrienta".
El resto del texto podría dar un escalofrío si no se leyera entre las palabras algo del
orden del afecto inextricable. Porque en ella describe los sentimientos mezclados de horror
y fascinación problemática, rechazo y hechizo por Hitler, el hombre que él llama el pintor
fracasado de Braunau. Este venenoso tesoro, que convierte la repulsión en la impotente
confesión de la fusión, sumerge a Roger en la auto-ejecución.
Creo que esta aleación irrompible de horror y placer no es un montaje de
masoquismo primario, sino que lleva la marca de los afectos y sensaciones que dan
testimonio de un encuentro mundo-cuerpo vivido bajo el doble signo de la atracción y el
desgarro. Después de esta etapa, que se postula como inaugural pero que no es
necesariamente, cronológicamente hablando, la fantasía de un nacimiento en el que no se
expresa ningún deseo de vida, de crecimiento, de amor, de relación, sugiere que Roger no
encontró los ingredientes relacionales que le habrían permitido imaginarse como un origen
propicio, o que no logró darles otro significado que el de esta escena que ignora el placer
de existir. Incluso si pertenecen a modos de representación que son impermeables entre sí,
el pictograma y la fantasía parecen llevar las mismas desgracias aquí. Literalmente, como
él escribe, Roger no se representa a sí mismo como si hubiera nacido: su cuerpo ha llegado,
caído en el mundo en el odio, la persecución, el dolor. No hay rastro de una pareja paterna
deseosa: la madre da a luz y la figura paterna sólo aparece como Hitler. La imagen narcisista
de quien logró mantenerse vivo a pesar de todo está asolada por la vergüenza.
Aquí nos encontramos en una zona psíquica en la que no ha funcionado la clásica
doma de la libido, lo que se ha puesto en marcha evoca más bien la muy particular
171
El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

teorización dada por Piera Aulagnier sobre la intrusión impulsiva que tiene lugar en ciertos
casos.
En la clásica domesticación de la libido, el truco de Eros sólo tiene éxito a condición
de que en el espacio originario, el estado de encuentro, de unión sea plenamente
satisfactorio y por lo tanto que el placer sensorial erógeno ejerza su poder de irradiación,
de totalización sobre todas las zonas erógenas. "Esto sólo es posible si la
complementariedad del espacio-espacio psíquico del mundo no se ve perturbada por ningún
exceso, fracaso o inconformidad de éste". [12]
En la hipótesis de que las zonas sensoriales erógenas se encuentren con
complementos cuya unión se hace en la violencia y el sufrimiento, se produce una
experiencia de intrusión, representada en el pictograma, que luego será cargada por una
sensación de dolor. Sin embargo, en este espacio psíquico que escapa a la influencia de la
actividad primaria/secundaria, no es posible erotizar el sufrimiento para convertirlo en
masoquismo primario. Así, el enredo pulsional falla y es la pulsión de muerte que desvía a
Eros en su propio beneficio. La supervivencia psíquica impone entonces disociar
implacablemente el estado de vida y el estado de placer, una tarea abrumadora si alguna
vez hubo una.
Esta es la interpretación que se puede dar a la historia de Roger, que continúa y
luego se suspende por la narración de sus primeras experiencias homosexuales durante el
servicio militar. Lo que podría haber abierto un campo relacional pierde su propósito
porque los encuentros descritos, aunque excitantes, son furtivos y sin ilusión en cuanto a la
esperanza de una relación genuina; el estado de vida y el estado de placer están así
resueltamente desarticulados.
El segundo es un cuento corto en el que Roger se pone en la piel de Albert Einstein,
que murió y luego resucitó.
"Este absurdo comenzó en el preciso momento de mi muerte... Llegué aquí en el
flamante cuerpo de un bebé de doce meses; tengo unos padres a los que he empezado a
querer y que me pagan bien", escribe a modo de introducción.
Morir para renacer y ser adoptado por otra familia, para disfrutar de un nuevo cuerpo
y del placer de ser acunado y cuidado por una madre atenta; en efecto, los cuidados
maternos se describen ampliamente. Y sin embargo, incluso en este remanso de felicidad,
el pequeño Albert Einstein es superado por visiones de horror, guerra y violencia vomitadas
por la televisión. Con la pequeña Marie Curie, que ha sufrido la misma transmutación,

172
Recopilación de escritos Piera Aulagnier

sueña con trabajar por la felicidad de la humanidad, pero "no es bueno dejarse llevar por
los sueños".
Tratando de apelar a la frágil barrera de la fantasía del renacimiento antes de ser
envuelto en la última convulsión de un cuerpo desconectado del que lo habita.
Nadie sabrá nunca qué movimientos psíquicos animaron a Roger en los últimos
momentos de su vida, ni qué disgusto vital tuvo que ser evacuado tan radicalmente para
que dejara de existir al mismo tiempo.
Si aceptamos compartir esta lectura del accidente somático y de sus escritos,
debemos postular, como Piera Aulagnier, que el cuerpo puede convertirse para el yo en un
perseguidor, un enemigo a matar. Este posible funcionamiento psíquico se puede actualizar
cada vez que el "yo" ya no encuentra en el escenario del mundo un objeto que le permita
vincular un exceso de sufrimiento a una causalidad fantástica y así, preservar el enredo
impulsivo, aunque sea tan particular como el descrito anteriormente. Si el compromiso no
puede ser preservado, "el conflicto entre Eros y Tánatos estallará sin máscara y sin
mediador, con el riesgo mortal de convertir el propio cuerpo en el enemigo a ser masacrado.
Un riesgo mortal, ya que si no está en el poder del yo rechazar la muerte, está en su poder
rechazar el cuerpo para vivir". [13]
La mediación fantástica es lo que permite a la psique protegerse del encuentro con
una realidad que se acercaría demasiado a su representación pictórica de rechazo, y la
condición de su mantenimiento es el investimento de otro yo deseando.
Pero, ¿qué pasa si uno cree que sólo puede encontrarse con los odiados y ya no con
los deseados? Al igual que Piera Aulagnier, creo que sólo me quedan dos opciones: la
muerte o la llamada al perseguidor.
Imaginé, pero tal vez sea sólo una divagación, que en esta Nochebuena, antes de ir
a reunirse con su padre, Roger sólo imaginaba un mundo de aborrecedores: pensé en
Herodes, que trataba de suprimir a todos los recién nacidos de Israel, a todos los pequeños
Albert Einsteins de su fantasía, y en Hitler, esa monstruosa figura paterna para la que los
cuerpos no tenían nombre.
Para continuar esta reflexión sobre los conflictos impulsivos primitivos, tan
peligrosos para la economía del sujeto, y cuyas vías de escape son principalmente la
psicosis o la invasión somática, quisiera cuestionar una situación particular: la de la
exigencia de análisis como una removilización violenta de estos conflictos fuera de la
psique, con promulgación en el cuerpo, en sujetos que, subrayo, hasta entonces no habían
manifestado su sufrimiento por la vía somática.
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El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

He recibido en dos ocasiones a mujeres que, tan pronto como se hizo la solicitud de
análisis, desaparecieron de las pantallas del radar durante un largo período de tiempo tras
una impresionante serie de amontonamientos físicos en los que se juega con la vida, la
muerte y el riesgo: dar la vida, dar la muerte, arriesgar la propia vida. Finalmente volverán,
magullados, derrotados, para comenzar el análisis.
Claire y Alice tienen muchas cosas en común: su edad (35 y 37 años), su
cuestionamiento de la maternidad que no tenía cabida en sus vidas, el agotamiento
psicológico, la falta de placer en la vida, una historia infantil marcada por el rechazo, el
maltrato y la sordera al cuerpo sufriente del niño (esto sólo lo sabremos más adelante), y
finalmente un padre pasivo, presente pero reducido al papel de un mueble, la posesión
exclusiva de la madre.
¿Qué les pasó cuando decidieron consultar?
Para Claire (37 años), fuimos capaces de reconstruir el viaje de esta manera.
En la noche de nuestra primera entrevista, concibe un niño, estéril, con un hombre
que pasa por allí. Dos meses separaron las entrevistas preliminares del comienzo del
análisis y durante este período, Claire fue hospitalizada por hemorragia y dolor abdominal;
al mismo tiempo, descubrió que estaba embarazada y que corría el riesgo de perder el bebé.
Cuando se le pregunta si quiere o no quedarse con este niño, no sabe qué responder.
Se la envía a casa para que reflexione y su situación física empeora; esta vez el aborto es
evidente y Claire se somete a un legrado que, para su gran desesperación, quedará registrado
en su expediente médico como un aborto. De vuelta a casa, aparece el dolor y la fiebre alta.
La llevaron de urgencia al hospital y encontraron que la cavidad uterina había sido
perforada, lo que dio lugar a una cirugía, seguida de complicaciones infecciosas y
hemorrágicas que requirieron una transfusión de sangre, de la que se le diagnosticó el virus
de la hepatitis C. Algún tiempo después, se le diagnosticó un cáncer cervical temprano.
El trabajo analítico, a lo largo de varios años, reconstruirá la historia de su infancia
y la relacionará con los choques del cuerpo; le permitirá reinvestir sus relaciones con los
hombres y una vida profesional satisfactoria, pero sobre todo aceptar que se le trate el
cáncer como se propone, en lugar de recurrir únicamente a las medicinas alternativas
(aceites esenciales, meditaciones, masajes).
También intentará desenmarañar las interpretaciones que se ha dado a sí misma de
lo que le ha sucedido: qué es causalidad inconsciente y qué es accidental (como el virus de
la hepatitis C).

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

El descubrimiento más sorprendente de este análisis se refiere al amanecer de la


vida de Claire. Es la tercera de cuatro hijas; todas sus hermanas han sufrido graves
trastornos psiquicos y somáticos: la hermana mayor es psicótica y las otras dos tenían
trastornos de aparición temprana que requerían hospitalización: eccema, anorexia; ambas
niñas también fueron severamente anoréxicas en la adolescencia. Sólo Claire escapó de este
grupo, y durante mucho tiempo mi fantasía fue que tenía otra madre.
Su madre le dijo que no quería tener un hijo y que durante el embarazo de Claire
había intentado muchas maniobras abortivas. También sabe que a los dieciocho meses de
edad, cuando nació la última niña, la colocaron durante un año y medio en una guardería,
de donde regresó a los tres años con una gran cicatriz en el brazo que le dolió durante mucho
tiempo.
Después de analizar la cuestión de cómo es diferente de sus hermanas, un día
termino diciéndole: "Es como si me preguntaras si tienes otra madre".
Claire, conmovida por esta formulación, va a interrogar a su madre que recibe a sus
hijas muy mal. Fríamente, la madre hizo una revelación impactante pero muy fructífera
para el resto de su análisis: cuando nació, sólo permaneció tres o cuatro días con su madre
que se sentía incapaz de cuidarla; esto hizo que los cuidadores decidieran organizar
rápidamente una colocación en hogares de guarda. Claire fue puesta al cuidado de una
pareja que vivía en otra ciudad hasta los 15 meses sin que sus padres la visitaran. A su
regreso, donde permaneció en casa sólo tres meses, la familia prohibió a la pareja de
acogida verla o saber de ella. Por lo tanto, había tenido otra madre, otro padre, que se había
perdido, golpeado fuera de su mente por una prohibición paterna.
Para esta mujer, que también presenta una teoría primaria delirante sobre el origen
de su sufrimiento, el choque de este descubrimiento movilizó capacidades insospechadas
de elaboración.
Para Alice (35), el escenario inicial era más o menos comparable: en el intervalo
entre las entrevistas preliminares y la primera sesión de análisis, su marido me dice que está
en el hospital y que se pondrá en contacto conmigo de nuevo. No la vuelvo a ver hasta un
año después.
Tuvo un ataque ciático paralizante que requirió una operación seguida de
complicaciones y luego la inmovilización.
De pie, se encontró embarazada y decidió posponer su análisis porque finalmente se
le concedió su deseo, a pesar de que pensaba que era estéril.

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El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

Proveniente de una familia muy problemática, decide no dar la noticia demasiado


pronto; en el quinto mes de embarazo, decide finalmente decírselo a sus padres, y es
entonces cuando ocurre el desastre que viene a contarme con miedo y desesperación.
La historia del trauma tiene dos partes: lo que se le hace a la familia y los efectos en
su cuerpo.
El anuncio del embarazo da escalofríos en la reunión familiar: la hermana mayor
que no ha tenido un hijo saca la cabeza, el padre no dice nada y se sumerge en su diario,
mientras que la madre, sin decir una palabra, exhuma de sus cajones viejas fotos de los
muertos de su familia y documentos fotográficos sobre los cadáveres de los campos de
concentración. Alice se queda sin habla, ya no puede pensar, sin embargo su marido expresa
su disgusto. La madre guarda sus fotos y va a buscar el abrigo de bautizo de la hermana
mayor para decirle que es un objeto precioso que se niega a darle para el bebé que viene.
El marido de Alice se enfada para siempre y se lleva a su esposa postrada.
A la mañana siguiente Alice no siente que el bebé se mueva más. En el pánico, ella
toma una ecografía, que no deja dudas sobre la muerte del feto. Tampoco hay duda para
Alice: esta muerte no se debe a la casualidad.
El aborto se va a producir de manera dramática: mientras espera las contracciones,
se levanta para dar unos pasos, pero no tendrá tiempo de volver a la cama porque expulsa
el feto que cae entre sus piernas.
Unir los hilos del pasado de la niña maltratada, de su cuerpo sufriente, de sus gritos
que quedaron sin respuesta, y los del escenario actual, experimentando en el traslado la
posibilidad de una relación no persecutoria que le permita hacer soportable su sufrimiento,
fue una historia larga y dolorosa porque Alicia continuó durante mucho tiempo atacando
su cuerpo y arriesgando su vida: caídas, accidentes de coche, enfermedades infecciosas
repetidas. También ha mantenido implacablemente una posición de culpa sacrificial para
exculpar a sus padres: es la única responsable de la muerte de su hijo porque no ha sido
capaz de protegerlo de los "descarriados" de sus padres.
Recientemente, Alice pudo investir un nuevo embarazo y llevarlo a término.
¿Habría ganado la vida una batalla?
Piera Aulagnier dijo, acerca de la psicosis, que el yo sólo puede pensar en las
relaciones, es imposible pensar fuera de un campo relacional, no importa lo que pienses.
Espero que las historias de Roger, Claire y Alice hayan demostrado que la
potencialidad somática está efectivamente inscrita en el registro de la relacionalidad y sus

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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

accidentes, con todo lo que ello implica en términos de efectos de encuentros, revelaciones,
reordenamientos posibles o imposibles a lo largo de la vida.
Nunca será posible volver a trazar todos los caminos que han llevado, para cada
sujeto, al establecimiento de esta potencialidad y su actualización.
Diré simplemente que en el caso de Roger, la relación de signos, en su connotación
de esperanza de reconexión, no parecía tener mucho peso, o ya no lo tiene, frente a las
fuerzas impulsivas destructivas; sus valses vacilantes han hecho que los pocos datos de su
historia y las reconstrucciones fantásticas de las que dispongo no se hayan comunicado en
una relación, sino que sólo se han escrito y mantenido ocultos.
Por otra parte, si Claire y Alice pagaron primero en su carne los efectos de un
encuentro y de una transferencia intensa e inmediata sobre el analista, salvaguardaron el
investimento de la relación.
En estas dos historias clínicas, he favorecido deliberadamente la forma narrativa-
reportuaria de los eventos psicosomáticos, describiendo los desvíos y deslizamientos de
estos cuerpos que parecen escapar de su conductor, para resaltar el momento de desborde
de la actividad representativa que permite que las acciones se desarrollen.
Las razones de la génesis y la elección de la expresión psicótica o somática no
pueden tratarse en unas pocas líneas. Las reconstrucciones realizadas en el análisis permiten
pensar que para Alice, la balanza se inclinó a favor de los primeros traumas relacionados
con el cuerpo y los efectos en él de su encuentro con la psique materna y el entorno familiar;
aquí no se trata de establecer marcas de identificación fundamentales, vinculadas a un
significado perdido o a una prohibición de pensar, como en el caso de la potencialidad
psicótica.
En Claire, en cambio, ambas esferas están dañadas (cuerpo y marcas de
identificación relativas al origen); vemos entonces que coexisten esa potencialidad
somática y una teoría primaria delirante que busca preservar la madre como soporte
libidinal.
Claire y Alice no se han visto abrumadas en sus cuerpos por nada: han tropezado
con el punto preciso de dar a luz a una edad en la que esta cuestión es más apremiante.
Registrarse como mujeres y madres fértiles es una prueba formidable en su viaje de
identificación, porque implica algo muy diferente a los datos clásicos de un conflicto
neurótico: aquí el odio y el asesinato se combinan con la procreación.
Estas dos mujeres han demostrado cuán peligrosamente, que la demanda de análisis
puede remover la dimensión conflictiva originaria entre las pulsiones de vida y muerte, esta
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El cuerpo psicótico y la perspectiva psicosomática

ambivalencia nunca se supera total o definitivamente. Hasta entonces, el conflicto era


silencioso, controlado por compromisos, pero persistía en una forma potencial. El
encuentro con el analista, y lo que supone la intersección entre una demanda y una oferta
de relación, impulsa al yo a salir de su funcionamiento habitual y rompe brutalmente el
dique de compromiso; de ello se desprende que el cuerpo se ve inundado por este conflicto
inicial cuyas representaciones desde el espacio originario se agitan ruidosamente.
El cuerpo psíquico ha encontrado un cuerpo de antes de lo fantasmagórico y lo
pensable, en sus encuentros con agentes mortales. Estas mujeres, en sus pruebas
autoimpuestas (los accidentes y caídas para Alice, el peligroso juego con el cuidado del
cáncer para Claire), ¿han tratado de sobrevivir usando sus cuerpos para desafiar este poder
mortal? A riesgo de perderse... ¡o de encontrarse!

Notas
[1]
Piera Aulagnier, "Naissance d'un corps, origine d'une histoire", Les Belles Lettres,
1986, páginas 102-103.
[2]
Ibid, página 101.
[3]
Ibídem página 101
[4]
Ibídem página 103
[5]
Ibid, página 122.
[6]
Ibídem, página 112.
[7]
Ibídem, página 127.
[8]
Ibid, páginas 132 y 133.
[9]
Ibídem página 104.
[10]
Ibid, página 105.
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Recopilación de escritos Piera Aulagnier

[11]
Ibid, página 105.
[12]
Piera Aulagnier,Un interprète en quête de sens, Ramsay, 1986, p. 372.
[13]
Piera Aulagnier, Un interprète en quête de sens, Ramsay 1986, página 326.

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Este libro se publicó en Bogotá D.C., Colombia, en el mes de noviembre de 2020.

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