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El texto original del siguiente artículo (en Inglés) se localiza en:


http://www.christianitytoday.com/bc/2005/001/4.10.html

Qué Creen los Adolescentes Americanos


Una conversación con Christian Smith

Entrevista por Michael Cromartie

Christian Smith, con la distinción Stuart Chapin, es el Profesor de Sociología en la Universidad de North Carolina,
Chapel Hill. Uno de los sociólogos más influyentes y ampliamente citados de su generación, es el autor de muchos
libros provocadores, incluyendo American Evangelism: Embattled and Thriving [Evangelismo Americano: Aproblemado
y Próspero]; Christian America: What Evangelicals Really Want [América Cristiana: Lo que Realmente Quieren los
Evangélicos]; Divided by Faith: Evangelical Religion and the Problem of Race in America [Divididos por la Fe: La
Religión Evangélica y el Problema de la Raza en América], coescrito con Michael O. Emerson; y Moral, Believing
Animals: Human Personhood and Culture [Animales Morales y Creyentes: Personería Humana y Cultura]. Su más
reciente libro, publicado en Marzo por Oxford [Univ. Press], es Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of
American Teenagers [Introspección: Las Vidas Religiosas y Espirituales de los Adolescentes Americanos], coescrito
con Melinda Lundquist Denton. Basado en el Estudio Nacional de Juventud y Religión, una inspección sin precedentes
conducida desde 2001 a 2005, el libro abre una ventana hacia las creencias y prácticas religiosas de los adolescentes
Americanos. En Noviembre, Michael Cromartie, del Centro de Política Ética y Pública se reunió con Smith en
Washington, D.C., para hablar sobre sus hallazgos.

En la introducción a vuestro libro, hacéis notar que en la literatura sobre adolescentes y


muchachos hay una sorprendente falta de investigación en cuanto a la religión.

Se ha hecho trabajo en esta área, pero no hay una literatura extensa sobre lo que los adolescentes creen.
Hay buenas etnografías, pero en términos de la gran escena de representación nacional, simplemente no
hay mucho allá afuera.

Señaláis que “la juventud de hoy es retratada como desilusionada, irreverente,


particularmente postmoderna, perteneciente a algo que es próximo y nuevo.” En verdad,
“cuando se trata de fe y religión,” se nos dice, “los adolescentes contemporáneos son
profundamente inquietos, alienados, rebeldes y determinados a hallar algo que es
radicalmente diferente de la fe en que fueron criados.” Y aun así, culmináis, esta percepción
ampliamente incuestionada es “fundamentalmente errónea.” ¿Por qué es así?

Hoy los adolescentes (y estoy hablando de quienes están entre los 13 y los 17) están inmersos en la
sociedad tal como es y asimismo en los valores imperantes. Ellos están bien socializados en la tendencia
principal; están involucrados en ella y quieren tener éxito en ella. Desde los Sesentas hemos heredado la
noción de “brecha generacional”, pero ese modelo simplemente no es adecuado para describir aquello
con lo cual estamos tratando hoy. En la mayor parte de los casos, la gente joven tiene mucho en común
con sus padres y comparte sus valores. Eso puede no ser directamente visible, pero por debajo, no
demasiado lejos de la superficie, hay mucho en común.

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Encontrasteis que muchos de ellos son muy convencionales en sus creencias. ¿Esperabais
hallar una cultura joven más rebelde y anti-autoritaria?

Sí, yo esperaba encontrar más resistencia, más puntos de vista negativos acerca de la religión en general.
Por supuesto, habiendo tanta cháchara allá afuera sobre búsqueda espiritual, hemos estado
condicionados a buscar chicos que no pudieran soportar la religión tradicional. ¡Pero no es el caso! La
mayoría de los chicos son completamente felices con cualquier cosa en la cual se les haya formado para
creer; no van pateando y chillando camino a la iglesia. Al contrario: la mayoría de los adolescentes tiene
una actitud muy benigna hacia la religión.

Este es un punto controversial.

Presumo que lo será. Otra vez, sólo estamos haciendo afirmaciones con respecto a los de 13 a 17; puede
ser que cuando los chicos van a la universidad se involucran en una búsqueda más espiritual, pero los
chicos de secundaria y primaria son extremadamente convencionales en su religiosidad.

Mucha gente piensa que una categoría esencial de los jóvenes es “espiritual pero no religioso.” Lo que
hallamos es que este concepto ni siquiera está en la pantalla de sus radares, pero una cosa que la
mayoría de los adolescentes enfáticamente no quiere ser es “demasiado religioso.” Quieren ser religiosos,
pero no quieren ser percibidos como sobreapasionados, no-cool, perturbadoramente intensos en su fe.
Tienen una imagen en sus mentes de un chico en su escuela secundaria quien deambula con chapitas y
prendedores todo el día portando una Biblia, y creen que eso es extravagante.

Hay buenas noticias para la iglesia en vuestro estudio. Pero hay muchas malas noticias
también. Por ejemplo, hallasteis en vuestras entrevistas a fondo con muchachos que una
vasta mayoría de ellos son “increíblemente inarticulados con respecto a su fe, sus creencias y
prácticas religiosas.” Encontrasteis muy pocos muchachos de cualquier trasfondo religioso
que fuesen capaces de articular claramente sus creencias religiosas y explicar cómo estas
creencias se conectan con el resto de sus vidas.

Una forma de enmarcar este problema es concebir el lenguaje de la fe como algo parecido a un segundo
lenguaje en nuestra cultura. ¿Y cómo aprendes un segundo lenguaje? Aprendes un segundo lenguaje
escuchando a otros que saben cómo hablarlo bien, y teniendo una oportunidad de practicarlo tú mismo.
No sé cuántos muchachos están oyendo a otra gente hablar bien el lenguaje, y en verdad nos golpeó en
nuestra investigación que muy pocos muchachos están teniendo una oportunidad de practicar hablando
acerca de su fe. Fuimos grandemente sorprendidos por la cantidad de muchachos que nos dijeron que
fuimos los primeros adultos en preguntarles lo que creían. Uno dijo: “No sé. Nadie me ha preguntado eso
antes.”

Vosotros señaláis que la misma idea de verdad religiosa está atenuada entre los muchachos,
pero a pesar de eso hallasteis que pocos adolescentes sostienen consistentemente alguna
clase de relativismo radical.

Muy pocos muchachos son relativistas fervientes. De hecho, son completamente moralistas. Afirmarán
con seguridad que ciertas cosas están bien o mal. Lo que no pueden hacer es explicar por qué es ése el
caso o qué hay detrás de su pensamiento. Y otra vez, pienso que se les ha dado muy poca oportunidad
de practicar el pensar en por qué las cosas son moralmente correctas o incorrectas. Simplemente está
establecido. Hasta cierto punto, creo, las escuelas públicas no quieren entrar en eso. Así que lo que tienes
es una generación de jóvenes que no saben cómo explicar por qué piensan que lo bueno y malo es bueno
y malo.

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Argumentáis que “lo que legitima la religión de la mayoría de los jóvenes hoy, no es que sea
transformadora de la vida y una verdad trascendente, sino que instrumentalmente provee
beneficios mentales, psicológicos, emocionales y sociales que los muchachos encuentran
útiles y valiosos.”

Sí, no sólo para los chicos sino también para sus padres. El bien instrumental tiene lo que puedes llamar
una justificación de salud pública. Si mi muchacho está religiosamente involucrado, estará menos
propenso a las drogas, obtendrá mejores calificaciones y usará su cinturón de seguridad. Y creo que
muchos padres están sumamente interesados en eso, muy comprensiblemente.

En los Estados Unidos tenemos una economía religiosa competitiva. Y creo que muchas organizaciones
religiosas —consciente e inconscientemente— hacen esa persuasión instrumental a las familias: seremos
buenos para usted. Ahora es un hecho empírico que los chicos religiosos lo están haciendo mejor. No hay
nada incorrecto en celebrarlo. Pero cuando eso se convierte en la legitimación esencial de todo lo que
atañe a la religión, entonces es un asunto totalmente distinto.

Basado en nuestros hallazgos, sugiero que la fe religiosa de facto de la mayoría de los muchachos
Americanos es el “Deísmo Terapéutico Moralista.” Dios existe. Dios creó el mundo. Dios estableció alguna
clase de estructura moral. Dios quiere que yo sea amable. Él quiere que yo sea placentero, quiere que me
lleve bien con la gente. Ésa es la moralidad juvenil. El propósito de la vida es ser feliz y sentirse bien, y la
gente buena se va al cielo. Y casi todos son buenos.

El dios del Deísmo Terapéutico Moralista, consignáis, “es primariamente un Creador divino y
dador de Ley. Él diseñó el universo y establece la ley moral y el orden. Pero este Dios no es
Trinitario; no habló a través de la Torah o los profetas de Israel, nunca resucitó de entre los
muertos, y no llena ni transforma a las personas a través de su Espíritu. Este Dios no es
demandante. Realmente no puede serlo, dado que su trabajo es resolver nuestros problemas
y hacer que la gente se sienta bien. En resumen, Dios es algo como una combinación entre
Mayordomo Divino y Terapeuta Cósmico.”

Sí, hay muy poca particularidad en esta fe de facto. Está específicamente diseñada, por así decirlo, para
ayudar a personas muy diferentes a llevarse bien con sus contrapartes. No tienes que estar demasiado
involucrado personalmente con este Dios. Pero cuando hay un problema —cuando lo necesitas— él lo
resolverá tan pronto como hagas sonar tus dedos o toques la campana. Muchos muchachos explican su fe
en estos términos: “tú sabes, hay un Dios allá afuera, y cuando me meto en problemas pienso en eso.” El
resto del tiempo Dios es irrelevante. Así que el deísmo es cualificado por lo terapéutico.

¿Esto es cierto incluso entre los evangélicos?

Una buena proporción de muchachos Protestantes conservadores articuló precisamente eso.

¿Ellos creen que ser religioso tiene que ver con ser bueno y no con el perdón?

Es increíble la proporción de muchachos Protestantes conservadores que no parecen asir conceptos


elementales del evangelio concernientes a la gracia y la justificación. Su punto de vista es: sé una buena
persona.

¿Hallasteis esto a través de las tradiciones sin importar cuán conservadoras fuesen?

Está a través de todas las tradiciones. Los Mormones y Protestantes conservadores están de alguna
manera menos propensos a hablar de esta manera. Los Católicos y aquellos de la tendencia principal
están más proclives. Pero grandes cantidades de todos los grupos usan este lenguaje.

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Supongo que vuestro próximo libro debería explorar si acaso los jóvenes alguna vez superan
tales tendencias.

En realidad vamos a hacer un segundo estudio siguiendo a los mismos muchachos el verano próximo.
Queremos ser capaces de ver cómo cambian en el tiempo. Ver si superan aquello. ¿Pero cuáles son las
oportunidades de que sea así, si muchos de los adultos en sus vidas están en el mismo lugar?

Pueden estar obteniendo Deísmo Terapéutico Moralista directamente de sus padres.

Sí, o los adultos en la iglesia. No son sólo los muchachos. Ese es uno de los temas de este libro: los
muchachos reflejan el mundo más que rebelarse contra él.

Expresáis que “la religión claramente opera en una posición socioestructuralmente débil,
compitiendo por tiempo, energía y atención, y generalmente perdiendo contra otras
demandas y compromisos más dominantes —particularmente contra la escuela, los deportes,
la televisión y otros medios electrónicos—. Si concebimos las vidas de los adolescentes como
manojos de tiempo y energía limitados, encontramos que la religión es capaz de asegurar
menos tiempo entre ellos. La religión tiene claramente un lugar pequeño al final de la mesa
por un corto período de tiempo cada semana. La religión no está entre los jugadores más
aventajados.” Contadnos qué queréis decir con eso.

Tienes que entenderlo sociológicamente. Considera las vidas de los adolescentes como manojos limitados
de tiempo y energía, de recursos, y vemos que hay muchas instituciones que están tratando de captar la
atención y recursos de los adolescentes. La escuela, los medios, las novias, el mall, los deportes, los
padres, el voluntariado, las tareas. Y algunas de aquellas instituciones son enteramente poderosas en la
forma en que están situadas en nuestro orden social. Pueden demandar mucho de los adolescentes.

Se ve, cuando miras la estructura de las vidas de los adolescentes, y sus programaciones, que la religión
se encuadra en una muy pequeña parte de todo eso. Es realmente asombroso para mí que la religión
tenga algún efecto en las vidas de los adolescentes. Parte de la estructura, también, es que lo que en
verdad importa a los adolescentes son sus relaciones socialmente significativas. Si los adolescentes tienen
relaciones socialmente significativas que se cruzan con la iglesia, que se cruzan con otras familias de
creyentes, entonces eso ayuda mucho. Pero muchos adolescentes tienen sus relaciones socialmente
significativas casi exclusivamente a través de la escuela; incluso si tienen amigos en la iglesia, el grupo de
jóvenes es un satélite allí en el borde de sus vidas en lugar de estar en el centro.

Vuestro juicio acerca de este estado de las cosas es tajante: “podemos decir aquí que hemos
llegado con alguna seguridad a creer que una parte significativa de la ‘Cristiandad’ en los
Estados Unidos es en verdad sólo tenuamente Cristiana en cualquier sentido que esté
seriamente conectado a la tradición Cristiana histórica concreta.” También señaláis que “esto
ha ocurrido en las mentes y corazones de muchos creyentes individuales y, puede apreciarse
también, dentro de las estructuras de al menos algunas organizaciones e instituciones
Cristianas.”

Desde una perspectiva Cristiana algunas de las conclusiones de este libro son inmensamente
deprimentes. El Deísmo Terapéutico Moralista no es sólo una versión inadecuada del Cristianismo. Es una
religión diferente.

Hay otra área en la cual hallasteis una desconexión entre la retórica pública y la práctica
concreta: señaláis que aunque muchos Americanos hablan sobre cuán pro-familia y amante
de la juventud es nuestra sociedad, no es del todo claro que muchas de nuestras prácticas e
instituciones apoyan estas afirmaciones.

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No creo que nuestra sociedad esté organizada en torno a lo que es mejor para nuestros jóvenes. Ellos no
duermen lo suficiente, y la escuela no está organizada en forma óptima para lo más conveniente a su
aprendizaje. Está dispuesta para la conveniencia de otras personas, y el control social, y así. No
deberíamos engañarnos a nosotros mismos pensando que amamos tanto a nuestra juventud. Quizás lo
hacemos, pero no estructuramos nuestra sociedad como deberíamos para traducir esa profunda
preocupación en acción significativa. No pasamos mucho tiempo juntos. Los adultos tienen sus propios
asuntos y sus propios problemas, que son comprensibles, ¡y algunos adultos están enfrentando sus
propios dilemas adolescentes!

Tenéis un maravilloso punto que hacéis ver varias veces en el libro en cuanto a que
generalmente se habla de los adolescentes en la cultura popular como “criaturas ajenas,
extraños seres de otro planeta, animales impredecibles conducidos por fuerzas y motivos
misteriosos.”

El marco dominante allá afuera es que los adolescentes son criaturas ajenas. Y comprendo eso por
muchos padres, así es exactamente como se siente. Pero no creo que ese modelo nos ayude. Creo que lo
que realmente se necesita es ver las afinidades, hacer conexiones y trabajar contra semejantes
preconcepciones de diferencias casi insolubles. Las organizaciones religiosas ciertamente necesitan
trabajar contra eso y tratar de concentrarse en establecer lazos, viendo qué tienen en común la juventud
y los adultos, creando conexiones. Vas a la tienda de libros, y la mayor parte de los libros son sobre cómo
sobrevivir ante tus adolescentes, no cómo disfrutar de ellos.

Uno de vuestros hallazgos es que los jóvenes religiosos son diferentes de los no-religiosos.
¿Cómo son diferentes? ¿Por qué?

A pesar de su vil falla en la articulación consciente de su fe, en toda medida de sus resultados de vida —
relación con la familia, ir bien en la escuela, evitar conductas riesgosas, todo— los muchachos altamente
religiosos lo están haciendo mucho mejor que los chicos no-religiosos. Es simplemente una destacable
diferencia observable. De alguna forma las enseñanzas religiosas son captadas y crean una diferencia
significativa en la visión moral del mundo que tienen los muchachos. Y desde una perspectiva sociológica
esto tiene toneladas de sentido. Las vidas de las personas se forman mediante prácticas y compromisos
que pueden no ser conscientemente capaces de articular.

La visión de mundo de los adolescentes estructura sus vidas, les da prácticas, provee una estructura,
marco y límites a los adolescentes. En vez de dormir, se levantan y van a la iglesia el domingo en la
mañana. Y además hay toda clase de otros beneficios por simplemente estar conectado a una
organización religiosa —capital social, lazos sociales, y así— que empíricamente hacen una diferencia.
Esto no excusa la relativa falla de los educadores religiosos, pero hay una diferencia. Los adolescentes
Americanos altamente religiosos son más felices y saludables. Les está yendo mejor en la escuela, tienen
futuros más esperanzadores, se llevan mejor con sus padres. Nombra un resultado que te importe y los
chicos altamente religiosos lo están haciendo mejor.

De modo que el desafío para los líderes religiosos es explicar a los muchachos religiosos por
qué lo están haciendo mejor, para completar el contexto teológico faltante.

Una forma de verlo es ésta: El Deísmo Terapéutico Moralista está funcionando. La pregunta es: ¿cuál es
el interés de la iglesia Cristiana? ¿Es hacer que los chicos usen sus cinturones de seguridad más a
menudo? ¿Es ése su objetivo? O hay algún compromiso más elevado —comprender el mundo, practicar
una forma de vida, el camino de Jesús, te haga o no más feliz y más saludable y te dé una vida más
larga.

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Insinuáis que la noción popular “ser religioso es ser de una mentalidad celestial y no
buscador de bienes terrenales” no se sostiene cuando examináis la conducta de los
adolescentes religiosos. De hecho, hallasteis que “los muchachos más religiosos parecen
poseer una mayor compasión moral y preocupación por la justicia que sus pares no-
religiosos.” Eso es estimulante.

Es cierto. Los muchachos no-religiosos están más propensos a decir “¿a quién le importa?” ¿Quién se
preocupa por el sufrimiento; a quién le importa la gente mayor? En cada consideración hecha, los chicos
religiosos están más proclives a vivir su fe en términos de voluntariado y cuidado de las personas. Son los
chicos más religiosos quienes están más involucrados en sus comunidades, más cívicamente activos. Así
que hay diferencias reales.

Señaláis que la evidencia muestra claramente que la influencia social más importante en las
vidas religiosas y espirituales de los adolescentes son sus padres.

Sí. Esta es una de las cosas que realmente nos impactó: que los padres todavía tienen una enorme
medida de influencia en las vidas de sus chicos, incluso aunque estoy seguro de que es muy difícil para
ellos creerlo algunas veces. Los adolescentes no vienen como un asunto de rutina donde sus padres
diciendo “muchas gracias por encauzarme en la dirección correcta.” No dicen eso, pero aún es un hecho.
Los padres tienen mucha más influencia, y por lo tanto responsabilidad, de la que ellos se dan cuenta. Los
adolescentes nunca admitirán que miran a sus padres buscando guía, pero la mayoría la buscan. Aquí hay
otra cosa impactante: Les preguntamos a los adolescentes en las entrevistas, ¿Qué es lo que más te
gustaría cambiar de tu familia, si lo hubiera? La respuesta más común fue, “desearía estar más cerca de
mis padres.” Cuando les preguntamos, ¿por qué no estás más cerca?, dijeron, “No sé cómo hacerlo.” Hay
interés genuino. Pienso que los padres a menudo malinterpretan las señales.

Pero es tan cierto de los educadores religiosos como de los padres. La mayoría de los educadores
religiosos en este país, aunque no todos, están fallando. La mayor parte de los jóvenes no están siendo
formados primariamente por sus tradiciones de fe religiosas; en lugar de eso, están siendo formados por
otras nociones e ideologías. Y en parte esto es porque a los adultos les da miedo enseñar. Temen a la
gente joven. Tienen miedo de no parecer cool cuando enseñan verdadera sustancia.

Y aún la juventud en verdad quiere que se le enseñe algo, incluso si finalmente lo rechazan. Quieren al
menos tener algo que rechazar, en vez de actuar como que todo vale. Los muchachos necesitan una
oportunidad de articular, pensar y armar argumentos en ambientes que estarán desafiando su fe. Y no
creo que lo estén consiguiendo. En general, las tradiciones religiosas que esperan más y demandan más
de sus jóvenes obtienen más. Y aquellas que ceden más, que son más acomodaticias, más todo-vale,
terminan sin conseguir mucho.

Michael Cromartie dirige el Proyecto de Estudios Evangélicos en el Centro de Política Ética y Pública en Washington,
D.C.

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