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HUGO DEL CAMPO: “SINDICALISMO Y PERONISMO.

LOS COMIENZOS DE UN
VINCULO PERDURABLE”

Parte I, el movimiento obrero hasta 1943

Con resumen general y orientatorio, vale comenzar aclarando que todo el libro
se centra en el debate que Del Campo sostiene con la tesis de Gino Germani. Mientras
que el último pretende explicar el fenómeno peronista por las migraciones internas y el
surgimiento de una nueva clase obrera vírgen – y por ende dominable - políticamente,
Del Campo con “Sindicalismo y peronismo” intenta un recorrido histórico del
movimiento desde sus inicios.
Así, por un lado demuestra, basándose en el caso del vital gremio ferroviario,
que las estructuras que llevan a Perón en 1946 al triunfo electoral no se asentaba sobre
los “sectores menos organizados y explotados de la clase obrera”.
Por el otro, concluye que el peronismo supo adaptarse a un movimiento que
lentamente fue abandonando posiciones más políticas – cuya expresión más radical fue
la fuerza de la FORA anarquista de comienzos de siglo - para volcarse hacia posiciones
más dialoguistas y con objetivos reivindicativos concretos. Según Del Campo: “El
reformismo pragmático practicado por Perón respondía a las necesidades y
expectativas de todos los sectores de esa clase, aun los mejor ubicados, y desmiente la
afirmación de que fue la falta de experiencia sindical y política la que llevó a las masas
trabajadoras a apoyar a Perón”.
Por todo esto, no es casual que el comienzo del texto haya sido“la tradición
sindicalista en el movimiento obrero”. En el análisis que Del campo hace de este
movimiento comienza con la siguiente afirmación: “Muchas de las modalidades que
adoptaría en sus comienzos el movimiento peronista –organización basada
fundamentalmente en los sindicatos, vinculación directa de estos con sectores del poder
político, reformismo pragmático sin mayores preocupaciones teóricas – coinciden
objetivamente con las que habían practicado los sindicalistas durante las décadas
anteriores”.
Sin embargo, las raíces el movimiento sindicalista, también conocido como
anarco-sindicalismo, eran profundamente revolucionarias. Su tendencia concebía a las
organizaciones gremiales como el principal instrumento revolucionario, ponía el acento
en la acción directa y consideraba al parlamentarismo como proclive a la colaboración
de clase. La lucha debería centrarse en el terreno económico y eso llevaría finalmente a
la huelga general revolucionaria que terminaría con el capitalismo.
Eso en la teoría. En los hechos todo esto significó un paso hacia postura
economicistas que buscaban mejoras concretas materiales mediante el dialogo con el
gobernante de turno. Se diferenciaban así de los socialistas, también reformistas, sólo
en que la postura sindicalista no se fundaba sobre posiciones doctrinarias, sino
pragmáticas.
En este proceso, el ascenso del radicalismo seria significativo. Ocurre que si
bien el gobierno de Irigoyen no fue pro – obrero, lo cierto es que por primera vez cabía
hacerse la pregunta. La clase trabajadora ya no era simplemente el enemigo del
Estado, ahora la cuestión con el voto libre y obligatorio se había complejizado.
En 1916 la UCR ganó la presidencia y trato de conectarse con algunos sectores
del proletariado. Dato nada menor, en 1915 los sindicalistas pasan a controlar la
Federación Obrera Regional Argentina (FORA), que se rompe en FORA 9 Congreso
(sindicalista, socialistas e indefinidos) y FORA 5 Congreso (Anarquista). El anarquismo
venía en caída libre: “los cambios en la composición de la clase obrera hacían que sus
tácticas – que tantas veces habían llevado a sangrientos fracasos – resultaran cada vez
menos atractivas. Una incipiente concertación y estratificación iba cambiando la
fisonomía de la clase trabajadora hasta entonces muy dispersa y diferenciada. Muchos
de sus miembros – especialmente los que requerían cierto grado de calificación –
habían adquirido una estabilidad en su trabajo que los llevaba a aceptar su posición
laboral como definitiva, orientándose entonces a tratar de mejorarla en lugar de
rebelarse contra ella (…) El rechazo absoluto e intransigente de toda la realidad social
existente en nombre de una hermosa utopía, la protesta simbólica y violenta como
precursora del estallido revolucionario donde los oprimidos se jugarían el todo o nada,
iban perdiendo entonces sus adeptos frente a quienes preferían dirigir sus energías
hacia la conquista paulatina de mejores condiciones de vida y trabajo”, asegura Del
Campo.
El Socialismo, por su parte, siempre pensó en la construcción parlamentaria, lo
que no hizo mas que alejarlo de la lógica de la clase trabajadora. Es que no se podía
esperar que algún diputado socialista que finalmente llegara al Congreso planteara allí
algún proyecto que, indefectiblemente, chocaría con la indiferencia de los presentes y
que, en el caso marginal de que se aprobara, solo se transformaría en una de las tantas
leyes inclumpidas.
Así, el sindicalismo aumentaba su influencia en permanente diálogo con el
Ejecutivo. De este juego, ganaban los dos sectores. Mientras el sindicalismo avanzaba
en su metas pragmáticas, la UCR se hacia del apoyo de un sector históricamente más
ligado al PS, su rival tradicional, y podía ostentar ante los conservadores su capacidad
de mantener el stau quo en relativa paz social.
Los dos sindicatos más influyentes del sindicalismo, y sobre los que Yrigoyen
buscó ganar influencias, fueron la Federación Obrera Marítima (FOM) y la Federación
Obrera Ferrocarrilera (FOF).
Sin embargo, la relación entre la clase obrera, puntualmente los sindicalistas, y
el gobierno radial nunca fue estable ni duradera. Luego de algunas concesiones en
huelgas determinadas, principalmente maritimas y ferroviarias, el gobierno radical, ante
la ofensiva indignada oligárquica, optó por la represión. El punto más alto fue la semana
trágica de 1919 y lo que luego fue conocido como “Patagonia Rebelde”.
En 1922 se crea la Unión Sindical Anarquista (USA) con lo que fue el cuerpo de
la FORA 5ª Congreso. Su declaración era un manifiesta sindicalista bajo la consigno
“Todo el poder a los sindicatos”. Sin embargo, su alto grado de definición ideológica
conspiraba contra la extensión de la central.
En 1926, socialistas y otros sectores que no coincidían con los postulados
anarquistas, crearon la Confederación Obrera Argentina (COA). Así, por primera vez
desde 1906 se veían en minoría frente a una central socialista, apoyada en dos de los
gremios más importantes – ferroviarios y municipales – que la superaban en número de
adherentes.
Por la estructura económica nacional, los ferroviarios serán en todo momento
fundamentales. Así, el paso en este momento de la Unión Ferroviaria de la USA a la
COA por cuestiones no tanto ideológicas, sino principalmente organizativas, señalaría el
inicio de una lenta decadencia sindicalista. Sin embargo, en 1930 cuando se crea la
Confederación General del Trabajo (CGT) por la unión de ambas centrales, los
sindicalistas lograron una alianza con los ferroviarios que los llevó hasta 1935 – cuando
perdieron el control de ese sindicato – al control de la central.

2. La clase obrera en un momento de transición

Argentina no salió indemne de la crisis económica mundial que azotó al mundo


en 1929. Hasta ese momento, el país había vivido sustentado en una estructura
económico-social relativamente estable. El cambio se dio en todas las esferas y la clase
obrera no fue indiferente al proceso. Según Del Campo, “la adaptación (de los
trabajadores) a las nuevas condiciones que imponían una realidad rápidamente
cambiante fue entonces dificultosa e incompleta, y terminaron siendo superados por
ella”.
Los precios de los productos agropecuarios cayeron, se desvalorizó el peso, se
elevaron derechos aduaneros. Como en las guerras mundiales, todo esto favoreció a un
proceso de sustitución de importaciones.
Aumentó también la desocupación como no se conocía desde la I Guerra
Mundial. Esta, junto a la represión uriburista y la actitud defensiva de la nueva CGT,
fueron la razón por la que si bien se redujeron los salarios y el consumo, las luchas
reivindicativas alcanzaron por ese entonces los niveles más bajos en la historia del
movimiento obrero.
Ya en 1933 se recuperó la economía y la ocupación, de la mano del crecimiento
industrial, volvía a sus niveles anteriores.
Otro de los cambios fue la migración interna y la argentinización de la masa
trabajadora ya que si en 1914 los extranjeros representaban un 47% de la población
ocupada, en 1947 eran sólo el 22%. La mayoría de los migrantes internos se movían de
las zonas cerealeras a los centros urbanos.
Volviendo al debate con Germani, Del Campo reconoce que “la afluencia de una
cantidad tan grande de población de origen rural o de pueblos chicos y la incorporación
de su mayor parte a la industria implica una profunda transformación de la clase obrera.
Sin tradición sindical, la mayoría quedará al margen de las organizaciones obreras, que
en general se mostraron incapaces de atraerla. Sólo después de 1946 comenzarán a
ingresar masivamente en los sindicatos, transformando a los viejos y dándole un
carácter diferente a los recientemente creados”.
Si bien las condiciones generales fueron mejorando con el correr del tiempo, el
Programa Mínimo de la CGT de 1931 que peleaba por el reconocimiento de los
sindicatos, por la jornada laboral de 8 horas, las vacaciones pagas, el derecho de vida y
seguro social, la intervención obrera en diferentes espacios gubernamentales, la
protección de la maternidad, etc, seguía vigente.
Con el crecimiento y la caída de la desocupación que habían condenado al
movimiento a la inmovilidad durante años, a partir de 1935 las huelgas vuelvan a la
primera plana. Así, el Gobierno debe prestar más atención a sus reclamos. El
Departamento Nacional del Trabajo (DNT) fue la herramienta de intervención aceptada
por uno y otro lado. Por primera vez el Estado se metía en lo que anteriormente era
considerado esfera privada.

3. El movimiento obrero en la década del 30

El enfrentamiento frontal con el Estado ya era cosa del pasado junto a la


influencia anarquista. La intervención del Estado en el campo social pasó a ser habitual
y requerida, incluso para dirimir conflictos internos en los sindicatos. A su vez, el
Movimiento Obrero consiguió una participación en entidades estatales, lo que suponía
un reconocimiento mutuo. Quienes llevaron adelante esta política fueron los
sindicalistas que manejaron la CGT hasta mediados de la 30.
Sin embargo, el período que se inicia con una sola central – la FORA para aquel
entonces era marginal - se cerrará con 4 centrales distintas (CGT 1, CGT 2, USA y
FORA). “La clase obrera no había encontrado, pues, una identidad política que le
permitiera unificarse y hacer valer su peso numérico y su importancia en la estructura
productiva, identidad que sólo encontraría a través del peronismo”, dirá Del Campo.
El enfrentamiento en el seno de la CGT será entre socialistas y sindicalistas. PS
y PC centraban sus críticas contra la pasividad y el oficialismo de la dirección
sindicalista que, por otra parte, tan pocos beneficios reportaban. La conducción se
justificaba argumentando que la central había nacido en circunstancias difíciles por lo
que “huyó de las actitudes apresuradas y de las agitaciones vanas y estériles.
Comprendió que no debía aumentar el caos económico y político en que se debatía la
nación y estimó debidamente todo esfuerzo para ponerle fin”.
La CGT cambiaría definitivamente cuando los socialistas, de la mano de
Domench que tumbó a Tramonti, tomaran el control de la Unión Ferroviaria. A su vez,
los sindicalistas fueron perdiendo el control de la Federación Gráfica Bonaerense
(FGB), del Sindicato Obrero de la Industria del Calzado (SOIC) y de la Asociación de los
Trabajadores del Estado (ATE) mientras que su tradicional baluarte, la FOM iba
perdiendo importancia relativa. Habrá, desde ese entonces, dos CGT; la de
independencia ligada al socialismo y la de Catamarca, sindicalista.

4. El movimiento obrero en la década del 30 (II)


Resignados a la pérdida de la CGT, los sindicalistas decidieron en 1937 el
renacimiento de la USA. LA CGT, reforzada por la incorporación de los comunistas y
otros grupos autónomos, crecía.
Los sindicalistas no volverían a jugar un papel relevante. Sin embargo, asegura
Del Campo, “la herencia que dejaban no era nada desdeñable: sus constantes
esfuerzos por mantener la independencia del movimiento sindical frente a los partidos
políticos – que se había transformado de hecho en abierta hostilidad hacia socialistas y
comunistas – había contribuido a que la inserción de éstos en el movimiento obrero sólo
se lograra en forma tardía y superficial”.
A partir de este momento crecerá el Partido Comunista, que seguirá en la
ilegalidad hasta el 45 con la apertura de Farrell. La próxima lucha será entre PS y PC en
el seno de la CGT y la postura respecto a la II Guerra Mundial será nodal.
Habrá una última separación entre CGT 1 y CGT 2, a pesar de que ambas líneas
estaban encabezadas por afiliados socialistas. No había cuestiones ideológicas de
fondo que justificaran las reputas, como había sido característico de todas las divisiones
del movimiento hasta ese momento. La primera buscará una central con una actitud
neo-sindicalista de prescindencia política, limitación de las reivindicaciones
específicamente gremiales y buena relación con el gobierno, cualquiera que este fuera.
Los segundos aspiraban a que la central tuviera una participación más activa en las
cuestiones de política nacional e internacional en forma coordinada con los partidos
políticos. A esto Perón luego lo llamará “sindicalismo gremial” y “sindicalismo político”.
Así lo explica el autor: “Lo que cambiaría desde fines de 1943 no era la actitud
del movimiento obrero – y mucho menos de sus dirigentes – con respecto al poder
político, sino la actitud de éste frente a aquellos. Si hasta entonces todos sus intentos
de acercamiento y participación sólo habían encontrado una respuesta fría y displicente
en los medios gubernamentales, desde que Perón se hizo cargo de la política social del
régimen militar esos contactos fueron buscados y cultivados con una intensidad sin
precedentes y se convirtieron en la principal preocupación del personaje más importante
de l régimen”.
PARTE II: “EL MOVIMIENTO OBRERO Y EL CORONEL PERÓN”

La clase obrera sufrio una experiencia inedita en el periodo 1943-1946 que la


transformó profundamente. Por primera vez:
-fue apelada como principal actor político y base de sustento de un movimiento
-fue destinataria de mejoras concretas antes de prestar su apoyo político
-un gobernante se identifico con ella frente la oposición de los demás sectores
-su organización se vio promovida desde el poder, y sus dirigentes participaron en
decisiones políticas en forma directa, a través de su actividad gremial
Otros elementos jugaban en contra de la adhesión de los obreros al proyecto peronista:
-la desconfianza en la “política criolla”
-el antimilitarismo y la influencia del nazifascismo en las filas militares, por la política
exterior del régimen.
-el escaso arraigo de una actitud participacionista
-la inseguridad que suponía adherir a un régimen todavía incierto y el riesgo que esto
suponía para los lideres sindicales.

1. El régimen militar entre la represión y la “justicia social”


En los primeros contactos entre la DNT (Dpto. Nacional del Trabajo) y los dirigentes
sindicales, se pusieron de manifiesto los lineamientos autoritarios del regimen, a saber,
la prescindencia política de los gremios, limitando a éstos a reivindicaciones de aquellas
consignas“legitimas”, dentro de un marco de armonía entre el capital y el trabajo,
relegando así la solución del problema social al arbitrio estatatal , encargado de llevar a
cabo la mentada “justicia social”. Estas consignas se conjugaban con un anticomunismo
teórico y práctico (como lo manifiesta la clausura de la CGT Nº2 y el encarcelamiento de
dirigentes comunistas) y otras medidas de fuerza como fueron la intervención de la UF y
LF, que significaron el virtual vaciamiento de la CGT Nº1 y la subordinación de las
acciones sindicales a partir de restricciones en el otorgamiento de personería gremial.
Paralelamente se tomaron medidas de carácter popular como ser: precios máximos,
aumentos salariales, rebaja de alquileres, créditos, establecimiento del salario mínimo.
2. La acción de la Secretaria de Trabajo y Previsión
Una vez en la presidencia de la DNT, Perón entablo relaciones con los sindicatos y
dispuso la creación de la Secretaria de Trabajo y Previsión, que se encargaría del
cumplimiento de la legislación laboral y centralizaría toda la actividad social del estado,
absorviendo las entidades que cumplian funciones afines. Las medidas concretas
llevadas a cabo por esta institución permitirán la posterior adhesión del movimiento
obrero a la figura de Perón.
En los primeros discursos, Peron apelaba la colaboración tanto de obreros como de los
sectores patronales, y presentaba al ejercito como modelo de organización gremial. Sus
ataques se centraban en el ataque a las “ideologías foráneas” y “agitadores a sueldo”.
La gestion de la STP no solo se encargaba de la solución de problemas concretos y la
elaboración de resoluciones y decretos mas generales, sino que también fomentaba la
organización sindical por medio del reconocimiento oficial (selectivo) y la afiliación
creciente de la masa obrera, enfatizando la necesidad de organización y de disciplina
gremial.
Los recursos para captar los sindicatos disidentes consistian en la intervención directa
(caso de la UOEM) o la creación de sindicatos paralelos,( a pesar de sostener la
necesidad de existencia de un único sindicato por gremio); apartir de lo cual se
discriminaba, desatendia o perseguía a los dirigentes opositores, satisfaciendo las
demandas de los nuevos.
La oposición desde la izquierda se centraba en argumentos que identificaban al regimen
con tendencias fascistas y la creciente perdida de autonomía de los sindicatos, mientras
que desde los sectores capitalistas se operaba una creciente resistencia a su política
social.
El accionar de Perón al frente de la STP le permitió ganar la confianza de la clase
trabajadora a costa de la enajenación del indispensable apoyo de los sectores
capitalistas para lograr sus consignas de conciliación de clases y unidad nacional.
3. Los Discursos de Perón y la redefinición del enemigo
La influencia de Perón en el campo sindical, logró neutralizar las resistencias al interior
de éste, produciéndose un viraje en sus ataques hacia los sectores capitalistas que se
alineaban ahora en la oposición.
El punto de inflexión se identifica con el discurso pronunciado en la Bolsa de Comercio
(25/08/1944), ultimo intento fallido de ganar la confianza de los empresarios (p.223-24-
25) A partir de entonces, redefinirá el papel de la STP como organismo defensor de las
masas trabajadoras, abandonando así la anteriormente asignada función de arbitraje:
las conquistas logradas se presentaran como el comienzo de reformas mas vastas y se
apelara a la movilización en defensa de éstas.
Los discursos jugaran un papel esencial en la nueva etapa, en la que se abandonara
progresivamente la consigna de “unión de los argentinos” por la polaridad “pueblo u
oligarquía” .Asimismo, crecerá el volumen y la distribución de los discursos, en los que
se formulara la identificación de la clase obrera con Perón, que se irá constituyendo
como único y principal interlocutor de su retórica (abandonando la apelación a “todos los
argentinos”).
Medidas como el Estatuto del Peón exacerbaban aun mas la oposición interna, sumada
al permanente hostigamiento de EEUU, que provocaba el aislamiento internacional del
régimen y el fracaso de la institución de una entidad patronal oficialista, que determino
una situación en extremo conflictiva, derivada en la rectificación de la política exterior, el
cese de la intervenciones en las Universidades, liberación de presos políticos y de los
medios, junto con un plan de restitución institucional. A pesar de ello, las entidades
empresariales elevaron el Manifiesto del Comercio y la Industria, criticando los
proyectos de salario mínimo, aumentos y participación en las ganancias, la fijación de
precios, etc., en torno a éste se fueron aglutinando las fuerzas opositoras: estudiantes,
los partidos políticos, prensa, sectores de las FFAA y el poder judicial, coordinados por
el embajador norteamericano Braden, delineando asi, la existencia de dos bandos: la
coalición opositora, por un lado, y la clase obrera adicta a Perón, unico bastión de
apoyo del peronismo.
4. Las respuestas del movimiento obrero
Los principales gremios del país fueron los primeros en prestar su apoyo a Perón en la
STP, (contrario a la afirmación que lo hicieron masas trabajadoras inexpertas), esto
confirma la tendencia hacia una postura mas pragmática en el sindicalismo.
Algunos sindicatos paralelos habían surgido de las rivalidades entre socialistas y
comunistas, y estas fragmentaciones facilitaron la persecución/ intervención de los
sindicatos opositores y la subordinación que los nuevos sindicatos prestaron a Perón
Su actitud frente a las huelgas oscilaba entre la represión y el apoyo, en todo caso,
dependia si la decisión habia pasado antes por la STP.
La orientación del movimiento obrero no se explica por la creación de nuevos sindicatos
en gremios donde antes no existían o la afluencia de nuevos afiliados: el movimiento
sindical que apoyo a Perón ya existía con sus organizaciones y sus dirigentes, y fue el
que opero la adhesión continua y progresiva en periodo 1944-1945.
5. La batalla decisiva
Frente al Manifiesto de la Industria y el Comercio, se produjo un creciente alineamiento
del movimiento obrero tras la figura de Peron, que en sus discursos identificaba la
defensa de la STP con las conquistas obreras. Se produjo entonces una guerra de
solicitadas, acompañadas por actos simbólicos como los paros en las Universidades,
marchas de apoyo (de la Constitución y la Libertad) y otros actos opositores, minaban la
posición y legitimidad del gobierno de facto.
La caida de Peron en 1945, dejo paralizados a los lideres sindicales (expresado en las
vacilaciones de los dirigentes cegetistas) y puso de manifiesto la dinamicidad de las
bases, que ya habian empezado a movilizarse en todo el pais, desbordando las
actitudes cautas de sus dirigentes. El 17 de Obtubre, fue posible verificar el extenso
apoyo popular con el que contaba Perón, y se abrió el campo político, en cuanto los
militares vieron la posibilidad de continuidad del régimen, y de evitar la derrota que
suponía la entrega del mando a la Suprema Corte, posibilidad también, de justificar la
revolución y legitimarla, revirtiendo el curso de subordinación a la presión de las fuerzas
opositoras que habian tenido en los ultimos meses.
6.Un partido sindical
La irrupción callejera de las masas abrió una nueva etapa en la que las luchas deberían
situarse en el terreno de la competencia electoral. Con todo el espectro político en
contra, los dirigentes sindicales debieron darse a la tarea de crear un partido político,
que llevara a Peron a la presidencia y que consolidara los beneficios que se habían
conseguido por intermedio de aquel, que, prometía, ser el inicio de una serie de
reformas mas vasta.
El partido Laborista se conformo de tradicionales lideres sindicalistas y socialistas, mas
el aporte de nuevos contingentes de obreros. Se promulgo la democracia interna y se
introdujo la novedad de la afiliación indirecta (la afiliación a un sindicato adherente,
significaba la afiliación al partido a menos que se expresase lo contrario).
Frente al partido sindical, se erigia la Union Democratica, cuyos elementos se extraian
de las filas del PC, PS, PDP, y de la UCR, junto con el apoyo de los conservadores. De
esta forma, los sectores sindicales antiperonistas trabaron alianzas con sus
tradicionales enemigos, constituyéndose una coalición opositora contradictoria, de fácil
blanco para la propaganda peronista. La campaña electoral se caracterizo por la
incomprensible retorica de los socialistas y comunistas, que entendían la alianza como
“lucha contra el fascismo”, el manejo de los medios y el poco entendimiento respecto
del problema obrero. La intervención de Braden, permitió poner del lado del peronismo
a los sectores nacionalistas.
El único aporte sustancial que recibió el movimiento peronista, fue el de la Iglesia, quien
temía el triunfo de una coalición cuyos elementos dinámicos eran fuertemente
anticlericales.
Las elecciones se llevaron a cabo en un ambiente de tensión creciente, y el resultante
triunfo del peronismo se debio, en parte:
-a la adhesión de los viejos sindicalistas tradicionales (en contraposición a la postura de
Germani, que identifica el principal aporte con el de los migrantes recientes), que
encauzaron una porción importante de los “nuevos” obreros gracias a su manifestación
por medio de las estructuras preexistentes.
-el traspaso masivo de votos del socialismo al peronismo, convirtiéndose el primero en
un partido de clase media, y reflejando la distancia existente entre los partidos
tradicionales de clase obrera y la realidad de ésta.
El Partido Laborista, después de las elecciones, fue disuelto debido a los
enfrentamientos internos: diferencias entre los viejos lideres sindicalistas, los socialistas
y los “nuevos” de ideología mas difusa, como Cipriano Reyes; divergencias entre
caudillos de la JR y los laboristas, etc. Pero fundamentalmente porque ya había
cumplido el cometido de Perón de reunir a todas las fuerzas adherentes para enfrentar
la poderosa coalición opositora, gracias al inestimable aporte de los caudillos sindicales
para hacerse del apoyo de la clase obrera; la estructura democrática del partido y sus
reivindicaciones autonomistas no concordaban con la concepción autoritaria y el
excesivo pragmatismo del coronel, para quien el contacto directo con las masas hacían
prácticamente innecesaria la existencia de intermediarios; la alianza con los dirigentes
sindicales limitaban los márgenes de acción con los que pretendía manejarse para
lograr una alianza con una parte del empresariado y ratificar su influencia sobre el
ejercito; pretendía formar un partido de corte verticalista (como lo fueron el PURN y el
partido peronista) que funcionaban mas como dependencias estatales que como
partidos. Además, algunos dirigentes consideraban innecesaria la institucionalización de
su relación con Perón, asi como aceptaban su liderazgo y no imponían obstáculos a las
mediadas tomadas por éste: como lo indica la escasa oposición que supuso la
intervención de la CGT, ultimo reducto relativamente autónomo que quedaba al
movimiento obrero.

De esta forma, la disolución del PL y el desplazamiento de Gay de la presidencia de la


CGT, abrieron una nueva etapa en el movimiento obrero, en la que la centralización del
poder en la figura de Peron y la sumisión de los sindicatos al aparato estatal
constituyeron la expresión de un proceso en el que el peronismo y la clase obrera
establecieron un vinculo que perduraría.

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