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Baxandall El ojo de la época

Percepción relativa:

El equipamiento humano para la percepción visual deja de ser uniforme para


todo el mundo. El cerebro debe interpretar los datos brutos sobre luz y color que
recibe. Selecciona las líneas relevantes de su depósito de esquemas, categorías,
hábitos de inferencia y de analogía y eso a las informaciones oculares, una estructura
y por tanto significado. Esto se hace a costa de categorías “redondo” cubre a una
realidad más compleja. Pero cada uno de nosotros ha tenido experiencias diferentes,
por lo que cada uno tiene ligeramente diferentes conocimientos y capacidades de
interpretación.

Cuadros y conocimientos:

Todo esto puede parecer muy distante de la forma en que miramos un


cuadro, pero no lo es. La 1ª convención esta relacionada con lo que venos; la
segunda es más abstracta y conceptualizada. El cuadro responde a los tipos de
habilidad interpretativa que la mente le aporta. La capacidad de un hombre para
distinguir cierta clase de formas o de relaciones de formas habrá de tener
consecuencias para la atención que preste a un cuadro. El cuadro nos da la
oportunidad para ejercer una habilidad apreciada y retribuye nuestro virtuosismo con
un sentido de comprensión valiosa sobre la organización de tal cuadro, tendemos a
disfrutarlo: es de nuestro agrado. Uno lleva ante el cuadro una masa de información y
presunciones sugeridas de la experiencia general.

El estilo cognoscitivo:

La gente del Renacimiento se colocaba con entusiasmo delante de un cuadro,


espoleada por la suposición de que la gente culta debía ser capaz de formular
apreciaciones sobre el interés de los cuadros. Estas tomaban a menudo la forma de
una preocupación acerca de la habilidad del pintor. La única forma práctica de hacer
apreciaciones públicamente es la verbal: el espectador del Renacimiento era un
hombre presionado a contar con las palabras que fueran adecuadas al interés del
objeto. En nuestra propia cultura existe un tipo de persona superculta que, aunque no
sea pintor, ha aprendido un vasto registro de categorías especializadas para el
interés pictórico, un conjunto de palabras y de conceptos específicos para la calidad
de las pinturas. En el s XV existía gente semejante, pero poseía relativamente pocos
conceptos especiales, sólo porque había escasa literatura sobre arte. Los campesinos
y los aldeanos pobres juegan un papel muy pequeño en la cultura del renacimiento
que nos interesa ahora.

La función de las imágenes:

La mayor parte de los cuadros del s XV son instancias de pintura religiosa. Los
cuadros existían para atender finalidades institucionales, para ayudar a actividades
intelectuales y espirituales específicas.

Existieron 3 razones para la institución de imágenes en las iglesias. 1º para la


instrucción de la gente simple, porque se instruye con ellas como si fueran libros; 2º
para que el misterio de la encarnación y los ejemplos de los santos sean más activos
en nuestras memorias al ser presentados diariamente ante nuestros ojos; 3º par
excitar sentimientos de devoción, que son despertados más efectivamente por cosas
vistas que por cosas oídas

La idolatría era una preocupación constante de la teología, se comprende


perfectamente que las personas simples pudieran fácilmente confundir la imagen de
la divinidad o de la santidad con la divinidad y la santidad mismas, y entonces
adorarlas. Se reconocía que el abuso existía en cierta medida pero no tanto como
para mover a los clérigos a nuevas ideas o actitudes sobre el problema. Cuando San
Agustín consideraba la pintura de su época debía sentir que cumplían con las 3
funciones que la iglesia atribuía a la pintura: claros; atractivos y memorables;
registros vividos de historias sagradas.

Historia:

El pintor era un visualizador profesional de las historias sagradas. Cualquier persona


era practicante de ejercicios espirituales que exigían un alto nivel de visualización,
episodios centrales de las vidas de Cristo y de María. Adoptando una distinción
teológica, diríamos que las visualizaciones del pintor eran exteriores y las de su
público interiores.

El cuerpo y su lenguaje:

El carácter individual de la figura dependía menos de su fisonomía que de la forma en


que se movía. La figura de Cristo quedaba menos librada que otras a la imaginación
personal. No hay muchos cuadros que contradigan esto.

La Virgen era menos consistente. Estaba por ejemplo el problema de su cabello:


oscuro o claro. Hay que reconocer que este tipo de descripción al menos deja libertad
para la imaginación.

Fazio puntualiza que pintar a un hombre orgulloso es una cosa, pintar a un hombre
malo, ambicioso o prodigio es otra. En los juicios del s XV sobre las personas se
presta mucha atención a su gravedad o a su liviandad, a su agresividad o a su
amabilidad. Leonardo sugiere dos fuentes para que el pintor dibujara gestos: los
oradores y los mudos.

Maneras de agrupar las figuras:

Una figura desempeñaba su parte en los relatos por medio de su interacción


con otras figuras, por medio de los grupos y actitudes que el pintor utilizaba para
sugerir relaciones y acciones. Este arte de agrupar a menudo representados en el
drama sagrado, de una clase u otra. El pintor trabajaba con sutilezas: sabía que su
público estaba preparado para reconocer, con pocos datos suyos, que una figura del
cuadro era Cristo, otro Juan Bautista, y que Juan estaba bautizando a Cristo.

El valor del color:

Las figuras de los pintores, y su entorno, consistían también de colores y de


formas, muy complicadas y la preparación del s XV para comprender unos y otras no
era el mismo que el nuestro. Reunir series simbólicas de colores era un juego del final
de la Edad Media, que se practicaba aún en el Renacimiento. Un Código teológico.
(Blanco, pureza; rojo, caridad; amarillo oro, dignidad; negro, humildad) (Rojo, fuego;
azul, aire; verde, agua; gris, tierra). Había un código astrológico, había otros también,
el efecto es que sobre toso se amulaban entre sí. Había colores claros, y colores
baratos y terrosos; el ojo era atrapado por los primeros antes que por los segundos.

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