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PERFIL DE UN ADULTO MAYOR

INTRODUCCIÓN

El espíritu de profecía respecto a los ancianos dice “los ancianos necesitan también
sentir la benéfica influencia de la familia. En el hogar de hermanos y hermanas en
Cristo es donde mejor puede mitigarse la pérdida de los suyos. Si se les anima a
tomar parte en los intereses y ocupaciones de la casa, se les ayudará a sentir que aún
conservan su utilidad. Hacedles sentir que se aprecia su ayuda, que aún les queda
algo que hacer en cuanto a servir a los demás, y esto les alegrará el corazón e
infundirá interés a su vida”. ( El Ministerio de Curación, págs. 155, 156).

Lo que denominamos hoy “3ra Edad” constituye una etapa de la vida cada vez más
larga, las situaciones psicosociales y la propia personalidad del anciano pueden
cambiar y esto ocurre en función de su estado de salud, autonomía y cambios que
pueden afectarlo, de ahí que no podemos encasillar al anciano dentro de
determinados prototipos o clasificaciones.

El proceso de “desligamiento” descrito por Jiménez Herrero en virtud del cual el


individuo añoso abandona actividades o rompe lazos sociales de convivencia de
manera voluntaria o forzado por el rechazo que percibe, no se dá en todas las
personas ni por las mismas causas, para muchos este desligamiento constituye no
sólo un mecanismo de defensa sino una forma de buscar una situación más segura y
cómoda de acuerdo a su autoestima y a su necesidad cada vez más creciente de que
los demás “cuenten” con él, lo que tiende a aumentar con los años.

Existen personas mayores a los que el hecho de envejecer los motiva a descubrir
nuevos roles en la vida, mantener los ya obtenidos y no perder su “status” social que
ya conocen, de ahí que el equipo asistencial geriátrico debe ayudarlos a su adaptación
no sólo influyendo en ellos, sino en su medio habitual.

Toda persona posee un comportamiento condicionado por diversos factores y en el


caso particular de esta etapa, dichos comportamientos están estrechamente
vinculados a su capacidad de adaptación, su salud, recursos económicos y apoyo
familiar y social que reciba.
FORMAS DE CONDUCTAS MÁS FRECUENTES EN EL ANCIANO
Como a cualquier edad, el anciano se ve sometido a conflictos o situaciones que le
provocan cambios, ante estas situaciones debe encaminar sus esfuerzos a la
búsqueda de soluciones o formas de adaptación que le permiten seguir viviendo.

En este sentido manifiestan toda una serie de conductas o formas de reaccionar muy
“típicas” (1) de esta edad entre las que podemos mencionar:
1.- Comportamiento contradictorio
Temen a la soledad pero con frecuencia no aceptan las proposiciones que se les hace
para evitarlas como una forma de no enfrentar nuevos abandonos o rechazos en el
futuro.

2.- Labilidad emocional y afectiva constantes


Por el menor motivo se entristecen, lloran o exhiben una incontinencia emocional
inadecuada.

3.- Machaconería
Tienden a repetir cosas coherentes pero por su constancia y contundencia inducen
comportamientos agresivos en los demás.

4.- Quejas continuas


Ya sea en torno a su salud o pérdida de autonomía, sus quejas regularmente prolijas
en su expresión, crean irritación en quienes los escuchan con sistematicidad, estas
quejas demandan afecto e interés hacia sí mismos, pero suelen testimoniar más bien
una disfunción de su sociabilidad y capacidad de amar y una forma de replegarse
sobre sí mismos.

5.- Conducta de Toxicofilia


Su expresión más alta es en la dependencia que hace el anciano de ciertos fármacos
(laxantes, hipnóticos, ansiolíticos, vaso activos o alcohol).

6.- Regresión de la libido


En esta conducta manifiesta una clara disminución del amor hacia los demás, pérdida
del interés hacia otras actividades, y un deseo creciente de estar sentado o en cama,
con aumento de la pereza.

7.- Aumento de los deseos de “ser amado”


Se muestran celosos con todos provocando conflictos con sus conviventes, llegando
incluso al “chantaje afectivo” como una forma de conducta regresiva.

8.- Tendencia a guardar cosas


Se dan a la tarea de almacenar alimentos, objetos, papeles, periódicos, en fin,
reliquias que llenan sus armarios, mesas, etc., lo que revela su deterioro regresivo; no
toleran cambio con relación a este conservadurismo ya que reaccionan de forma
agresiva e intolerante.
9.- Conductas agresivas
Esta agresividad puede constituir una forma de adaptación al medio, por lo tanto si es
comprendida y escuchada puede ayudarlos, pero puede ser perjudicial si los
conviventes la consideran patológica.

10.- Apego a su hábitat (espacio, territorialidad)


Se les hace difícil adaptarse a nuevos lugares, necesitan su espacio, su privacidad,
exigen respeto a su rincón y sillón favorito, ya sea en hogar o en instituciones donde
permanezcan temporalmente o por tiempo indefinido.

Psicotipología en la ancianidad
Según el autor Jiménez Herrero, son diversos los psicotipos que se pueden identificar
en un colectivo de ancianos, unos adaptados y otros no adaptados a la vejez.

A.- Entre los adaptados están:


1.- Los maduros se muestran bien adaptados en las relaciones con los demás e
integrados al medio en que viven, controlan sus impulsos, son activos y habitualmente
expresan satisfacción con la vida y con ellos mismos.
2.- Los blindados o rígidos como mecanismo de defensa para atenuar su miedo a los
fracasos y a la dependencia, cumplidores de sus deberes, se muestran relativamente
satisfechos de su pasado, no suelen discutir problemas de índole personal ni permiten
intromisiones.
3.- Los caseros pasivos y dependientes están contentos de estar jubilados y no tener
grandes responsabilidades, no se muestran satisfechos de su trabajo anterior, poco
activos socialmente, suelen mostrarse indulgentes y adaptados a su nuevo “status” ya
que esto les permite que comprendan mejor sus deseos de inactividad.

B.- Entre los inadaptados se encuentran:


1.- Los irritables, que constituyen habituales “cascarrabias” gruñones y frustados o
agudos y amargos. Le reprochan a los demás sus fracasos, son desconfiados, no
estaban muy satisfechos de su trabajo anterior, sintiéndose también incómodos en su
nueva situación de retirados, en la “tercera edad” la cual ven sin futuro. Poseen baja
autoestima, y generalmente arrepentidos de su pasado.

C.- Hay además grupos mixtos de psicotipos en cuanto a la adaptación a la vejez


como son:
1.- Los introvertidos, de los que existen muchas variaciones, bien adaptados algunos y
mal o escasamente adaptados otros; apegados a sus valores, ideas o pertenencias,
suelen ser taciturnos, sobrios, tímidos y retraídos, reprimiéndose constantemente en
las ocasiones en que pudieran manifestarse.
2.- Los perturbados, no en el sentido de ser enfermos mentales sino en cuanto de
tener perturbadas sus relaciones sociales, son inestables, en ocasiones logran alguna
adaptación pero generalmente causan conflictos en su familia y entorno vecinal.

Sobre la base del conocimiento de estas conductas y tipologías en el anciano, juega


un papel fundamental la acción conjunta del equipo de salud en cuanto a promover
grupos en los que los ancianos puedan desarrollar nuevas actividades y en este
sentido debemos destacar los aspectos de la higiene mental que deben tenerse en
cuenta y que a continuación mencionamos (2):
- Importancia de la educación sanitaria en esta etapa
- Enseñanza del autovalidismo
- Cursos de preparación para la jubilación
- Promover participación en la Cátedra del Adulto Mayor
- Atención especializada a familiares de ancianos que permitan facilitar las normas de
convivencia efectiva y a “cuidadores” con el propósito de elevar la calidad de vida
familiar

Higiene mental y vejez


El conocido aforismo latino - mens sana in corpore sano – cobra especial vigencia en
la psicogeriatría preventiva actual.
Las relaciones entre enfermedad física y mental son conocidas de siempre. El
deterioro por envejecimiento de la psicomatricidad y su acentuación por la adición de
secuelas funcionales de enfermedades agudas o crónicas, repercuten no sólo en el
estado del individuo de edad avanzada sino también en sus capacidades mentales:
juicio, raciocinio, conducta, etc.

De manera que la atención geriátrica debe tener por objetivo en el cuidado individual y
colectivo de las personas de la 3ra Edad, demostrar que se hace posible sumar años
sin adicionar enfermedades, en consecuencia la prevención de las enfermedades
físicas y de sus secuelas, es el paso necesario para garantizar una buena salud
mental en la ancianidad (3).

En este sentido no podemos pasar por alto la importancia de una dieta adecuada y
balanceada que garantice un buen metabolismo general y especialmente del sistema
nervioso.

Con relación a esto debemos destacar que en la alimentación del anciano debe existir
un buen aporte de folatos (ya que se ha demostrado que su carencia provoca
trastornos neurológicos y psíquicos) presente en las hojas de verduras verdes y ácido
fólico, las vitaminas del grupo B, tiaminas y vitamina C. Debe mencionarse el valor de
las proteínas, algunos oligoelementos (zinc), lecitina y ciertos fosfolípidos (4).

Trastornos psíquicos menores


Debemos considerar que en la 3ra edad al igual que en otras etapas de la vida,
pueden aparecer trastornos psíquicos menores que pueden y deben ser tratados
partiendo de las particularidades del anciano y que nos permite además evitar las
reacciones adversas que pueden producirse ante determinados medicamentos.

Entre estos trastornos podemos citar entre los más siginificativos (5):
1.- Los trastornos cognitivos
2.- Patologías Psicosomáticas menores
3.- Reacciones neuróticas y depresivas
4.- Trastornos hipocondríacos

Con relación a los trastornos cognitivos debemos decir que los más frecuentes y
generalmente más precoces son los “fallos en la memoria”, siendo la memoria a corto
plazo la que crea más problemas en la vida cotidiana del anciano, aunque este
aspecto en ocasiones se considera un síntoma trivial en los ancianos, si aparece
acompañado de otros signos o síntomas o su evolución es rápida debe ser explorada
para descartar síndromes demenciales de mayor complejidad.

En cuanto a las patologías psicosomáticas que aparecen en esta etapa de la vida,


debemos considerar que tales síndromes al igual que en otras edades se
desencadenan, parcial o totalmente por factores psíquicos y se traducen en úlceras
gastroduodenales, asma y reumatismos “psicógenos”.
Los síndromes anginosos aparecen de modo más frecuente en los ancianos
perfeccionistas.

La multipatología del anciano suele justificar por sí misma sus quejas y muchas veces
la adjetivación psicosomática de un síndrome es una forma de manifestar el clínico su
evaluación de la personalidad pre mórbida del paciente.

Como en cualquier otra edad el anciano neurótico (6) presenta una serie de quejas o
formas de conducta que constituyen un mecanismo de defensa, cuyo origen puede ser
las dificultades personales íntimas que trata de esconder o enmascarar que le
provocan una creciente ansiedad y que puede a su vez utilizar para encontrar ayuda o
algún beneficio propio. Su desencadenamiento depende de modificaciones
psicológicas y orgánicas a los que están más predispuestas ciertas personalidades por
factores genéticos o condicionados por sucesos o eventos del mundo exterior de
fuerte impacto para ellos, como cambio en el status, entorno, duelos, separaciones,
jubilación, etc, pueden incluso coincidir varios motivos pero la personalidad anterior del
individuo es decisiva.

La más frecuente expresión de este tipo de personalidad, suelen ser las reacciones de
ansiedad y angustia que con los años se hacen más fáciles y frecuentes.

La expresión obsesiva de una situación neurótica en el anciano puede llevarlo a ser


escrupulosamente ordenado y meticuloso, en extremo, en su comportamiento habitual
en la vida diaria.

Las fobias de origen neurótico en la ancianidad se suelen relacionar con el miedo a la


calle, a las caídas, a gente desconocida, las agresiones, robos, y es por ello que dejan
de salir alegando que presentan excesivas limitaciones físicas.

Las reacciones derivadas del carácter que se manifiesta mediante la rigidez mental y
el dogmatismo se producen como una forma de mantener los lazos con el pasado,
expresan su egocentrismo y su creciente intolerancia ante las demandas de cambio en
sus relaciones o intereses. Estas conductas conllevan a un parcial aislamiento del
anciano y recurren al autoritarismo, a la avaricia o a un constante afán de
coleccionismo exagerado, presentes en la mayoría de los actos de su vida diaria.

Influidos por sucesos que ocurren en su entorno la depresión neurótica leve constituye
otra forma de reacción frecuente en el anciano que va creando en él un profundo
sentimiento de soledad y de sentirse devaluado, “no sirvo para nada “expresa o lo
siente y no lo expresa, menospreciado por su pérdida de autoridad, facultades y
validísimo se repliega sobre sí mismo somatizando su ansiedad en forma de anorexia
o insomnio.

La constante preocupación por el estado de salud de sí mismo o hipocondría puede


manifestar una forma de ser de una personalidad neurótica de toda la vida, pero
también la personalidad hipocondríaca puede ir formándose a lo largo del
envejecimiento, llegando a ser la característica de numerosas personas de edad
avanzada. Contrariamente de otras formas de neurosis como los obsesivos, histéricos
o neurasténicos que tienden a disminuir con la edad, los hipocondríacos como señala
el autor J. Oules son más intensos y frecuentes cuanto más años suma el anciano, lo
cual puede explicarse de cierta forma por la pérdida progresiva de la salud anterior o
constituir parte de un estado mental patológico que debe ser detectado y evaluado a
tiempo.

El hipocondríaco es un observador exagerado de toda sensación que proceda de su


cuerpo, lo que le genera una gran angustia va de médico en médico y no encuentra
nunca terapeuta o “cuidadora” que lo comprenda y ayude lo suficiente, el peligro de
estos pacientes es que lleguen a tener una enfermedad física importante y no sean
creídas sus quejas, por sus antecedentes de poseer una larga historia médica. Con
frecuencia utiliza sus síntomas exagerándolos para manipular a sus cuidadores,
amigos y familiares; nunca se quedan satisfechos ante los resultados que niegan
evidencia de sus síntomas y se creen engañados o abandonados, no resulta fácil
sobrellevarlos a pesar de recibir ayuda especializada tanto ellos como los familiares y
los cuidadores los perciben como enfermos agobiantes y desagradecidos.

Hipocondría y depresión pueden asociarse en individuos de edad avanzada, siendo


dicha circunstancia un factor de riesgo de suicidio. Dado que la neurosis hipocondríaca
presenta trastornos somatomorfos a causa de síntomas sugerentes de trastornos
físicos, deben tenerse presente los criterios del DSM III para un correcto diagnóstico
de este síndrome y realizar diagnóstico diferencial con trastornos mentales de mayor
gravedad como las esquizofrenias y psicosis maníaco-depresivas.

Alcoholismo en la vejez.
En cuanto al alcoholismo presente también en el anciano podemos decir que además
de constituir un problema complejo a cualquier edad, cobra particular importancia en
esta etapa de la vida, por cuanto el anciano está afectado además por circunstancias
especiales, como son los sentimientos de soledad, pérdida del rol profesional y social
y motivación ante crisis singulares a los que son más vulnerables la personas de estas
edades (7).

De ahí que el terapeuta ante un anciano con esta adicción enfrenta no sólo su
dependencia al alcohol, sino también la incapacidad de éste individuo que al
consumirlo agrava considerablemente sus problemas de salud física y mental así
como sus relaciones con el entorno social y familiar.
Existen personas que al llegar a esta etapa ya poseen el hábito de consumir alcohol,
otras se habitúan al mismo al desvincularse de la actividad laboral y suelen ser
toleradas social y familiarmente mientras no se resienta su salud y no originen
conflictos relacionales a nivel familiar. Las personas mayores tienden a ocultar esta
adicción, sobre todo, si son mujeres y se hace difícil su tratamiento.

El hábito de ingerir alcohol está reforzado por la permisividad social existente y en el


caso de los ancianos empeora muchas patologías, por ejemplo el síndrome de anemia
hemolítica, la depresión, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la hipotensión
postural que aumenta el riesgo de caídas y fracturas y las encefalopatías alcohólicas
agudas. El anciano adicto además perturba el mecanismo de absorción y eliminación
de algunos fármacos provocándose a sí mismos efectos iatrogénicos.

El equipo de salud geriátrico debe ser capaz de identificar los factores de riesgo (8)
que hacen al anciano más vulnerable a adquirir esta adicción:
· Los que tenían el hábito de etapas anteriores
· Viudez
· Anciano frágil
· Depresión
· Red de apoyo familiar y social deficiente
· Sentimientos presentes de soledad y abandono
· Grupo social de referencia que incite al hábito de ingerir bebidas alcohólicas

Con relación al tratamiento o deshabituación de esta adicción en la 3ra Edad, el


equipo le recomienda apoyarse en la Terapia Relacional (en los clubes de abuelos,
cátedras del Adulto Mayor) promoviendo actividades participativas en grupos, terapia
ocupacional y establecer redes de apoyo social y con la familia que contribuyan a
ampliar las motivaciones del anciano y sirva de soporte primario para encarar su
rehabilitación.
La conducta suicida en los ancianos.

Este grupo de edad constituye el estrato social en la cual la conducta suicidad alcanza,
con más frecuencia, su expresión más grave: la consumación. El suicidio de un
anciano suele ser asumido como algo existencialmente justificado, consecuencia
lógica de la edad, la soledad y el hastío de vivir, sin embargo estos prejuicios deben
ser eliminados definitivamente no sólo porque el suicidio del anciano es en muchas
ocasiones tan o más evitable que el de los jóvenes, sino además porque el dramático
acto de matarse a sí mismo es prematuro a cualquier edad, constituyendo una pérdida
de talento, experiencia y recursos que ninguna sociedad debe aceptar (9).

En la etiología multifactorial de la conducta suicida en el anciano, suelen desempeñar


roles importantes, la soledad, el aislamiento, la enfermedad somática y la depresión.

El perfil más probable del anciano suicida, estaría representado por un hombre con
antecedentes de un primer episodio depresivo después de los 40 años, que vive sólo,
con historia familiar de depresión o alcoholismo y que ha padecido una pérdida
reciente.

El propósito de morir en el anciano suele caracterizarse, por su firme convicción y por


la utilización de métodos eficaces para concretar sus intenciones, es una conducta
suicida activa y no pocas veces reflexiva y meditada.

En contraposición a esta conducta suicida activa y categórica, el anciano suele


presentar con frecuencia “conductas suicidas encubiertas”, lentas y silenciosas;
consistentes en el abandono progresivo, el rechazo a la alimentación y a toda
medicación o tratamiento.
Interacción de los factores de riesgo.

De acuerdo a la etiología multifactorial de la conducta suicida, en este grupo de edad,


los principales factores a considerar son los siguientes:
- Factores psicosociales
- Enfermedades psiquiátricas
- Enfermedades somáticas crónicas
- Sexo masculino
- Antecedentes familiares y personales de suicidios anteriores
- Síndromes depresivos
- Situación de soledad y aislamiento afectivo
- Pérdida reciente de familiares y amigos allegados
- Jubilación, deterioro económico
- Pérdida de status y roles
- Carencia de apoyo familiar y social

Prevención del suicidio.


Teniendo en cuenta la frecuente interacción de los factores de riesgo en los ancianos,
se deben vigilar de cerca los ancianos que sufren enfermedades físicas crónicas y
prestar especial atención a la aparición de la sintomatología depresiva.

En el caso de los ancianos aislados ampliar la cobertura médico-social y el


cumplimiento efectivo de Programas que incentiven su contacto social y posibilidad de
solicitar ayuda.

Por todos los riesgos que atentan contra la estabilidad física y emocional de las
personas incluidas en estas edades, los encargados de su cuidado deben estar alertas
y no pasar por alto toda una serie de cambios significativos en la conducta del anciano
y que pueden ser consideradas como “señales de alarma”, que nos ayudan a
identificar determinadas enfermedades propias de estas etapas que, de ser detectadas
precozmente, propician su diagnóstico y tratamiento y de esta forma lograr diferir el
curso de la enfermedad y elevar la calidad de vida del anciano y sus familiares.

Entre estas “señales de alarma” (10) debemos mencionar:


- Cambios en el pensamiento, la afectividad y la conducta diaria del anciano
- Marcada tendencia a la introversión
- Manifestaciones de insatisfacción con la vida
- Pérdida de la autoestima
- Pérdida de roles familiares y sociales
- Rechazo a inadaptación a la vejez
- Insatisfacción o desajuste sexual
- Inconformidad severa con la imagen corporal
- Aislamiento o disminución de las relaciones humanas

Consideraciones finales
Queremos destacar que con frecuencia la atención al anciano trae consigo el
enfrentamiento de enfermedades que cursan con rapidez a etapas terminales, por lo
que el Equipo o Terapeutas que lo asisten, deben poseer la información necesaria en
cuanto a los sentimientos, temores y pérdidas que aparecen en el anciano portador de
este tipo de enfermedad, para de esta forma favorecer la comunicación con el mismo y
sus familiares y lograr así optimizar al máximo, dentro de lo posible, su calidad de
vida(11).

Cuando todos los recursos terapéuticos han sido agotados, inevitablemente


sobreviene la muerte. La muerte es un proceso que por sí mismo es estresante y
tiene, al igual que la vida, un condicionamiento histórico social muy importante.
En los últimos años ha ido surgiendo un nueva cultura, que considera necesario crear
un arte humano de morir que ayude al paciente terminal y a su familia a encarar la
muerte de la mejor manera posible.

Generalmente no estamos preparados ni como profesionales ni como personas para


afrontar la muerte, sin embargo esto no implica la desatención del enfermo terminal y
su familia.

El Equipo de Salud debe desarrollar actitudes caracterizadas por cierta proximidad


interpersonal, pero mantener un respetuoso distanciamiento, centrarse en el enfermo y
respetar su intimidad.

La familia debe encaminar su atención en lograr aumentar la calidad de vida y de la


muerte del anciano, que éste perciba su apoyo, ayudarlo a resolver asuntos
pendientes, tanto espirituales como materiales, que le permitan reconciliarse con su
situación.

Se han descrito por el autor Kübler Ross afrontamientos o estadios psicológicos por
los que pasa el enfermo antes de morir (negación, aislamiento, sentimientos de ira,
hostilidad, resentimiento, negociación, regateo, depresión y por último, aceptación) se
debe permitir la expresión de estos sentimientos y facilitarlos, darles información
siempre que la soliciten, dar apoyo afectivo, quitarles preocupaciones, mostrar, en fin,
paciencia y comprensión, ya que esto permite brindarle al enfermo y familiares el
apoyo necesario para el afrontamiento del desenlace, optimizando aquellas
condiciones que garanticen menos dolor y más dignidad al final de la vida del anciano.

Consideramos que el presente trabajo puede ser de gran utilidad para el Equipo de
Salud Geriátrica, en tanto el conocimiento de los rasgos psicológicos más significativos
de esta etapa de la vida potencializa la comunicación y la labor terapéutica con el
anciano.

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