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JEAN AUBOUIN
Profesor de la Universidad Pierre-et-Marie-Curie (Paris VI)
ROBERT BROUSSE
Profesor de la Universidad de Paris Xl - Orsay
JEAN-PIERRE LEHMAN
Profesor del Museo de Historia Natural de Paris
Ilustraciones de
CELSO SALGUERO (Paleontología) y
ANDRÉ MARIOT (Estratigrafia)
UNIVERSIDAD DE MURCIA
Ediciones Omega, S. A.
Casanova, 220 / Barcelona-36
V! Advertencia
Al final del siglo XVIII y durante el siglo XIX, se puede decir que esta distinción
entre rocas ígneas y rocas sedimentarias iba a permitir el desarrollo de las diferentes
disciplinas, cada una por su camino: si para la Mineralogía y la Petrología la evo-
lución fue regular. marcada por nuevas conquistas y descubrimientos cada vez que
lo permitía un nuevo método instrumental preciso, la evolución de las otras disci-
plinas fue más irregular, estando periódicamente sometida a teorías.
Así, la Paleontología, de la que los principios fueron tan difíciles en razón de sus
implicaciones filosóficas, continúa levantando controversias. Georges Cuvier (1769-
1832), impresionado )por las sucesiones de faunas diferentes en el curso de los tiempos,
llegó a la concepción de cataclismos periódicos que hacían desaparecer determinadas
faunas al mismo tiempo que otras aparecían, proponiendo de esta manera la teoría
de las creaciones sucesivas. Al mismo tiempo, Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) y
Etienne Geoffroy St-Hilaire (1772-1844), impresionados al contrario por la existencia
de formas intermedias, concebían la noción de evolución que, enriquecida después
por la Biología, principalmente por las célebres ideas de Charles Danvin (1809-1882),
iba a ser objeto de discusiones a veces muy violentas; uno de los paroxismos de
estas controversias, en la segunda mitad del siglo pasado, se alcanzó con la existencia
del hombre fósil; su amplitud, frecuentemente excesiva, es testimonio del aporte
esencial de la Paleontología al pensamiento humano en general.
Durante la misma época, otros sabios se interesaban por la cronología de los
terrenos, fundándose primero en su sucesión geométrica y después, rápidamente, utili-
zando los fósiles que contenían; así se iba a desarrollar la Estratigrafía, a cuyos
albores van asociados los nombres de Alcide de Orbigny (1802-1857), Oppel (1831-
1865) y muchos otros.
Inmediatamente se intentó comprender en qué condiciones y en qué medios se
habían formado 110s terrenos sedimentarios de los que se conocía la edad; a partir
de estos datos se podían reconstruir las geografías sucesivas que, por ser antiguas,
fueron objeto de la Faleogeografía. En 1830, Charles Lyell (1797-1875) proclamaba
el «principio del uniformismo», según el cual, hoy como ayer, las mismas causas
tenían los mismos efectos; es a la luz de este principio de la identidad de las causas
actuales y de las causas antiguas en Geología, que se realizan la mayor parte de las
reconstituciones paleogeográficas; veremos en algunos casos sus límites, a pesar de
que los progresos más recientes de la Oceanografía le hayan dado nuevas bases,
más sólidas.
A partir de aquí ya se podía iniciar el estudio de la deformación de los terrenos,
posteriormente a su propia génesis; dicho de otra manera, a su Tectónica, disciplina
que fue objeto de numerosas controversias. Y es que en un principio se quiso concebir
la Tectónica en función de las teorías simples que expresaban la evolución del globo.
Así, se insistió durante mucho tiempo sobre la noción de una contracción del globo
terrestre por enfriamiento, de la que debían resultar unas formas geométricas parti-
culares, variables según los autores; uno de los más célebres, Léonce Elie de Beaumont
(1798-1874), pensaba que la Tierra debía tomar la forma de un dodecaedro pentagonal
cuyas aristas debían ser buscadas en las zonas de deformaciones de la corteza terrestre:
en Francia, una de estas aristas iba del golfo de Vizcaya hasta la región de Givet ...;
se intentaba explicar antes de haber descrito. En seguida, la importancia de determi-
nados accidentes tectónicos incomodó los espíritus: se pasó durante mucho tiempo
a la noción de fallas y pliegues, mientras que la de corrimiento, que llegaría a
conocer una fama casi excesiva, tuvo que esperar a Marcel Bertrand (1847-1907) y
al final del siglo XIX para aparecer, sin que sea todavía admitida por todos; si se
añade que con Alfred Wegener (1880-1930) las masas continentales se volvían móviles,
se puede calcular la importancia de las discusiones que pudieron producirse. Después
de haber costado mucho admitir, por la Paleontología, que el mundo viviente había
Introducción IX
evolucionado, por la Estratigrafía y la Paleogeografía que el límite de los mares había
podido variar, ahora tenían que admitirse unos cataclismos tales que hicieron despla-
zarse las masas continentales ... Los progresos recientes de la Geofísica debían, sin
embargo, confirmar este punto de vista.
-
La historia de la Geología es una larga lucha contra el antropmentrismo; su
aportación a l pensamiento es capital en cuanto.que el hombre se encuentra situado
en el espacio y en (el tiempo, en una historia en la que nada indica que la época
actual sea el término y en la que nada indica que deba pararse, salvo causas propia-
mente humanas. Se comprende que para el hombre haya sido difícil desacostumbrarSe
de creerse el centro del mundo: apenas la Astronomía le había convencido en el
espacio -y con disgusto-, la Geología se lo ha demostrado en el tiempo.
Recientemente, la Geología ha suministrado a la Geografía física, disciplina de
las más antiguas, convertida en Geomorfología, una nueva orientación. Mientras tanto,
otras ciencias se interesaban por la Tierra: la Física y la Química, de las que nacen
la Geofísica y lavGeoquímica, cuyas implicaciones son cada vez más considerables
para la Geología, para la Petrografía en lo que concierne a la Geoquímica, para
la Tectónica en lo que concierne a )la Geofísica, y para el conjunto en lo que concierne
a las Geomatemáticas. La importancia que para la Tectónica tienen los progresos
de la Geofísica en los últimos años es tal, que se ha desarrollado una verdadera
Tectonof ísica.
Finalmente, las recientes conquistas de la Oceanografía, por su doble repercusión,
de una parte sobre la Paleogeografía, a partir de la sedimentación actual, y de otra
sobre la Tectónica, por medio de la Tectonofísica, conducen cada vez más a no
diferenciar más las Ciencias de la Tierra y las Ciencias marinas, sino a reagruparlas
en un solo conjunto de Ciencias del Globo, de las que la Tectónica del Globo es una
de las principales manifestaciones.
A todo esto se añaden 110sdatos de la Planetología, conjeturales hasta los últimos
años, bruscamente desarrollados por la explotación de las fotografías tomadas por
satélites (hasta ahora Únicamente de algunos de los planetas del sistema solar), e
incluso por el estudio de las muestras recogidas después del primer alunizaje humano.
Se tiende pues a desarrollar una geología de los planetas o mejor dicho una Plane-
tología, de la que la geología del globo terrestre es uno de sus aspectos.
Sin ninguna duda, estas nuevas tendencias se desarrollarán rápidamente en los
años próximos.
En esta obra:
- la primera parte será consagrada a la Petrología, comprendiendo, después de
un substancial resumen de Mineralogia, un tratamiento más detallado de la Petro-
grafia, vista frecuentemente bajo el ángulo de la Geoquimica;
- la segunda parte a la Paleontología, que ha sido tratada bajo su aspecto siste-
mático (Paleozoología, Paleobotánica), ecológico (Paleoecología) y evolucionista (Evo-
lución y Paleontología);
- la tercera parte a la Estratigrafía, desarrollada en el sentido de la Paleogeo-
grafía, a partir de una Geocronología que se funda en la Paleontología estratigráfica
y diversos métodos físicos recientemente empleados;
- la cuarta parte a la Tectónica, tratada bajo el ángulo de la Geología estructural
propiamente dicha, que trata de las deformaciones, y de la Geología regional, que
recoge los datos tectónicos a la escala de la región;
- la quinta parte a un corto bosquejo sobre el globo terrestre, que tomará lo
esencial de sus datos de la Geofísica y volverá a colocar los estudios geológicos en
un cuadro más amplio, desembocando en un resumen de Tecfonofísica que, en cierto
modo, constituye la síntesis del Tratado.
X Paleontología-Estratigrafía
han ocurrido a lo largo de los tiempos. Es también cierto que el análisis de deter-
minadas características de las rocas puede utilizar métodos químicos o matemáticos,
pero estos datos muy precisos así obtenidos deben ser colocados de nuevo en una
perspectiva geológica por un razonamiento histórico. Para la Geología aplicada, las
consecuencias de este razonamiento pueden a veces verificarse, lo que podría aparecer
como una modalidad de Geología experimental. Pero de hecho, el objetivo esencial
de la Geología aplicada es prever la manera de que las investigaciones, siempre muy
costosas, se limiten al máximo: en una campaña de prospección, los trabajos geoló-
gicos y geofísicos tienen por objeto limitar el número de sondeos que hará falta hacer
y cuyo precio es muy elevado -aunque determinados sondeos puedan ser necesarios
para comprobar el resultado de los trabajos geológicos preliminares. En esto, la pos-
tura del geólogo es la de un médico: debe fundar un diagnóstico sobre un conjunto
de datos inmediatos y sólo operar una vez seguro, evitando los experimentos con
el paciente. Es por ello que la Geología, ciencia cada día más exacta, se transforma
casi en un Arte; y que el geólogo, historiador o médico de la Tierra, ejerce un
bello oficio.
INDICE DE MATERIAS
Segunda parte
PALEONTOLOG~A
CAPÍTULO1
FOSILIZACIóN Y ESTUDIO DE LOS FdSILES . . . . . . . 3
1) La fosilización . . . . . . . . . . . . . . . 3
11) El estudio de los fósiles: sus métodos. sus resultados. . . . . . 10
111) La paleontología y el origen de la vida . . . . . . . . . 14
CAPÍTULO11
LA MICROPALEONTOLOGÍA . . . . . . . . . . . . 21
1) Los foraminíferos . . . . . . . . . . . . . . 21
11) Otros protozoos fósiles . . . . . . . . . . . . . 27
111) Microfósiles vegetales . . . . . . . . . . . . . . 28
IV) Otros microorganismos . . . . . . . . . . . . . 30
CAPÍTULO111
VEGETALES FÓSILES . . . . . . . . . . . . . 33
Psilóf itos . . . . . . . . . . . . . . . 34
Flora devónica . . . . . . . . . . . . . . 35
Licopodóf itos del Carbonifero . . . . . . . . . . 35
Artrófitos del Carbonifero . . . . . . . . . . . 36
Pterófitos . . . . . . . . . . . . . . . 38
Pteridospermófitos . . . . . . . . . . . . . 38
Cordaitales . . . . . . . . . . . . . . . 41
Gimnospermas . . . . . . . . . . . . . . 43
Flora secundaria . . . . . . . . . . . . . . 43
Bennettitales . . . . . . . . . . . . . . 43
Caytoniales . . . . . . . . . . . . . . . 44 XIII
XIV lndice de materias
CAPÍTULOIV
UN EJEMPLO DE PALEOECOLOGÍA: UN MEDIO ARRECIFAL . . .
Arrecifes actuales . . . . . .
Madreporarios . . . . . . .
Alcionarios , . . . . . . .
Hidrozoos . . . . . . . .
Briozoos . . . . . . . . .
Anélidos . . . , . . . . .
Algas constructoras . . . . . .
Arrecifes antiguos: origen zoológico . . . .
Tetracoralarios . . . . . . .
Estromatóporos . . . . . . .
Morfología de los arrecifes . . . . .
Formación de arrecifes . . . . . .
Los primeros arrecifes . . . . . .
Biohermes , . . . . . . . .
Historia geológica de los arrecifes . . .
Los arrecifes del Devónico de las Ardenas
Arrecifes del Cretácico cantábrico . .
CAPÍTULOV
PORÍFEROS, BRIOZOOS, BRAQUIdPODOS . . . . . . . .
Poríferos o espongiarios . . . . . . . . . . . .
Briozoos . . , . . . . . . . . . . . .
Braquiópodos . . . . . . . . . . . . . .
1. Organización . . . . . . . . . . . .
2. Estudio de la concha de los braquiópodos . . . . .
3. Clasificación . . . . . . . . . . . . .
CAPÍTULOVI
MOLUSCOS . . . . . . . . . . . . . . . . .
Anfineuros y escafópodos . . . . . . . . . . .
Gasterópodos . . . . . . . . . . . . . .
Organización . . . . . . . . . . . . .
Concha . . . . . . . . . . . . . . .
Clasificación . . . . . . . . . . . . . .
Repartición . . , . . . . . . . . . . .
Evolución . . . . . . . . . . . . . .
Ecologia . . . . . , . . . . . . . . .
Lamelibranquios. . . . . . . . . . . . . .
Organización . . . . . . . . . . . . .
Concha , . . . , . . . . . . . , . .
Tipos de charnela. . . . . . . . . . . .
Orientación de la concha . . . . . . . . . .
Filogenia de la charnela . . . . . . . . . .
Evolución . , . . . . . . . . . . .
Adaptaciones de los lamelibranquios . . . . . . . .
Inversión de la concha . . . . . . . . . . ,
Rudistos . . . . . . . . . . . . . . .
fndice de materias XV
Cefalópodos . . . . . . . . . . . .
1) Dibranquios . . . . . . . . . .
Belemnoideos . . . . . . . .
Partes blandas . . . . . . .
Evolución . . . . . . . .
Origen de los sepioideos . . . . .
Octópodos . . . . . . . . .
11) Tetrabranquios . . . . . . . . .
El Nautilus. . . . . . . . .
Losnautiloideosfósiles. . . . . .
Evolución . . . . . . . . .
111) Ammonoideos . . . . . . . . .
Concha . . . . . . . . .
Aptico . . . . . . . . . .
Dimorfismosexual . . . . . . .
Modo de vida . . . . - . . .
Desarrollo de los ammonoideos. . . .
Velocidad de crecimiento . . . . .
Evolución de los ammonoideos. . .
1." Ammonoideos primarios . . .
2." Ammonoideos triásicos . . .
3.O Ammonoideos jurásicos y cretácicos
CAPÍTULOVI1
ARTROPODOS . . . . . . . .
Antenados . . . . . . .
Crustáceos . . . a . s
Branquiópodos . . . .
Ostrácodos . . . . .
Malacostráceos . . . .
Insectos . . . . . . .
Trilobites . . . . . .
Quelicerados . . . . . .
Arácnidos . . . . . .
Merostomas . . . . . .
Xifosuros . . . . . .
Euriptéridos . . . . .
Origen y evolución de los artrópodos
Onicóforos . . . . . .
Proartrópodos . . . . .
CAPÍTULOVI11
EQUINODERMQS . . . . . . . . . . . . . . . 117
Heterostéleos (carpoideos) . . . . . . . . . . 117
Pelmatozoos . . . . . . . . . . . . . . 118
Edrioasteroideos . . . . . . . . . . . . . 118
Cistoideos . . . . . . . . . . . . . 119
Blastoideos . . . . . . . . . . . . . . 119
Crinoide~s . . . . . . . . . . . . . . . 120
XVI índice de materias
Eleuterozoos. . . . . . . . . . . . . . . 122
Equinoideos . . . . . . . . . . . . 122
Estereloideos. . . . . . . ' (<
1 2 8
CAPÍTULOIX
CONCLUSIÓN CONCERNIENTE A LOS INVERTEBRADOS . . . . 129
Graptolites . . . . . . . . . . . . . . . 129
Evolución de los invertebrados . . . . . . . . . . 13 1
CAPÍTULOX
LA PALEOECOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . 133
Paleotemperaturas . . . . . . . . . . . . . 134
Tanatocenosis-biocenosis . . . . . . . . . . . . 135
Transporte . . . . . . . . . . . . . . . 137
Esquemas . . . . . . . . . . . . . . . 141
CAPÍTULOXI
PRINCIPALES GRUPOS DE VERTEBRADOS FÓSILES . . . . . 145
Importancia de la paleontología de los vertebrados . . . . . 145
Agnatos y peces. . . . . . . . . . . . . . 146
Los agnatos . . . . . . . . . . . . . . . 146
Cefalaspidomorfos . . . . . . . . . . . . 146
Osteostráceos. . . . . . . . . . . . . 146
Anáspidos . . . . . . . . . . . . . 149
Pteraspidomorfos . . . . . . . . . . . . 15 1
Heterostráceos . . . . . . . . . . . . 15 1
Gnatóstomos . . . . . . . . . . . . . . 153
Elasmobranquimorfos . . . . . . . . . . . . 153
Artródiros . . . . . . . . . . . . . . 153
Antiarcos . . . . . . . . . . . . . . 155
Acantodios . . . . . . . . . . . . . . 156
Elasmobranquios. . . . . . . . . . . . . 157
Dipnoos . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Actinopterigios . . . . . . . . . . . . . . 159
Crosopterigios . . . . . . . . . . . . . . 159
Celacántidos . . . . . . . . . . . . . . 159
Ripidistios . . . . . . . . . . . . . . 160
Estruniiformes . . . . . . . . . . . . . 161
Anfibios . . . . . . . . . . . . . . . . 16 1
Estegocéfalos . . . . . . . . . . . . . 161
Filospóndilos . . . . . . . . . . . . . 166
Lepospóndilos . . . . . . . . . . . . . 167
Proanuros . . . . . . . . . . . . . . 167
Reptiles . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Cotilosaurios . . . . . . . . . . . . . . 168
Saurópsidos y terópsidos . . . . . . . . . . . 170
Pelicosaurios . . . . . . . . . . . . . 17 1
Terápsidos . . . . . . . . . . . . . 171
hdice de materias XVI 1:
Teriodontos . . . . . . . .
Diademodun . . . . . . .
Tritilodontos . . . . . . .
Ictidosaurios . . . . . . .
Anomodontos . . . . . . . .
Saurópsidos . . . . . . . . . .
Quelonios . . . . . . . . .
Eosuquios . . . . . . . . .
Rincocéfalos . . . . . . . . .
Escarnosos . . . . . . . . .
Dinosaurios . . . . . . . . .
Pterosaurios . . . . . . . . .
Ictiosaurios . . . . . . . . .
Mesosaurios . . . . . . . . .
Plesiosaurios . . . . . . . . .
Notosaurios . . . . . . . . .
Placodontos . . . . . . . . .
Aves . . . . . . . . . . . .
Mamíferos . . . . . . . . . . .
Mamíferossecundarios . . . . . . .
Fauna mamaliana del Paleoceno . . . . .
Fauna mamaliana del Euceno. . . . . .
CAP~TULOXII
LA DISTRIBUCION GEOGRAFICA DE LOS VERTEBRADOS FOSILES . 205
Especies disyuntas . . . . . . . . . . . . . 205
Madagascar . . . . . . . . . . . . . . . 205
Australia . . . . . . . . . . . . . . . 205
Sudamérica . . . . . . . . . . . . . . . 206
Gondwana . . . . . . . . . . . . . . . 209
CAPÍTULOXIII
PALEONTOLOGfA DE LOS PRIMATES . . . . . . . . . 211
A) Paleontología de los primates y del hombre .
Insectívoros . . . . . . . .
Lemúridos . . . . . . . . .
Tarsiformes . . . . . . . .
Simios . . . . . . . . .
1 . Platirrinos . . . . . .
2 . Catarrinos . . . . . .
Oreopiteco . . . . . . . .
Driopiteco . . . . . . . .
Australopitecos . . . . . . .
Homohabilis . . . . . . .
Datación . . . . . . . .
Pitecantropos . . . . . . .
Neanderthalenses . . . . . .
Homosapiens . . . . . . .
B) Prehistoria . . . . . . . . .
fndice de materias
XIV
CAP~TULO
FILOGENIA DE LOS VERTEBRADOS . . . . . . . . . . 233
XV
CAP~TULO
LA PALEONTOLOGÍA, PRUEBA FUNDAMENTAL DE LA EVOLUCI6N. 235
Complejidad creciente . . . . . . , . . . . . 235
Formas intermedias . . . . . . .
, . . . . . 235
Ichfhyostega . . . . . . . . . . . . . . 235
Archneopteryx . . . . . . . . . . . . . 237
Diademodon . . . . . . . . . . . . . . 237
Evolución . . . . . . . . . . . . , . . 238
Éqrridos. . . . . . . . . . . . . . . 238
Proboscideos. . . . . . . . . . . . . . 243
Modalidades de la evolución.- . . , . . . . . . . 246
Teorías de la evolución . . . . . . . . . . . . 249
Tercera parte
1
CAP~TULO
ESTRATIGRAFÍA Y CRONOLOGÍA . . . . . . . . . . 259
1) Cronología relativa . . . . . . . . . . . . . : 259
1. Fundamento . . . . . . . . . . . .
A) Principio desuperposición . . . . . .
B) Principiodecontinuidad. . . . . . .
C) Principio de identidad paleontológica . . .
2. Búsqueda de cortes o lapsos de tiempo . . . . .
A) Argumentosestratigráficos . . . . . .
a) Series comprensivas y series condensadas.
b) Series continuas y series discontinuas. .
C) .
Ciclos sedimentarios y ciclos orogénicos
B) Argumentospaleontolo'gicos.. . . . .
.
C) Los cortes o lapsos de tiempo . . . .
a) Biozona . . . . . . . . .
b) Piso . . . . . . . . . .
c) Sistema . . . . , , . . .
d) E r a . . . . . , . . . .
3. Conclusión . . . . . . . . . . . .
11) Cronología absoluta. . . . . . . . . . . . . .
1. La radiocronología . . . . . . . . . . . .
A) 'Nociones elementales sobre la radiactividad . . . .
a) Leyes cualitativas de la descomposición radiactiva.
b) Leyes cuantitativas de la descomposición radiac-
tiva . . . , . , . . . . . .
C) El equilibrio radiactivo . , . . . . .
d ) Los elementos radiactivos naturales . . . .
u) Uranio y torio . . . . . . .
0) Potasio . . . . . . . . . .
hdice de materias XIX
Rubidio . . . . . . . . .
Y)
6) Carbono 14 . . . . . . . .
e) Edades absolutas . . . . . . . .
f) Duración de los tiempos geológicos . . . .
u) Apreciación de la edad de la Tierra y de
las formaciones más antiguas . . .
P) Significaciones de las medidas de edades.
B) Radiocronología y cronología estratigráfica: la escala ra-
diométrica . . . . . . . . . . . .
2 . La cronología magnética. . . . . . . . . . .
A) Nociones breves sobre el magnetismo . . . . .
a) El magnetismo . . . . . . ' . . .
b) El paleomagnetismo . . . . . . . .
B) La cronología magnética se basa en el paleomagnetismo .
a) La dirección de los campos magnéticos fósiles .
b) El sentido de los campos magnéticos fósiles . .
3 . Los otros métodos de la cronología absoluta . . . . . .
A) Los procesos regularmente repetidos. . . . . .
a) Easvarvas . . . . . . . . . .
b) El crecimiento de los organismos . . . . .
B) Los procesos estadísticamente regulares . . . . .
a) Las aureolas del pleocroísmo . . . . . .
b) Las trazas de fisión . . . . . . . . .
4 . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . .
111) Comparación de las cronologías relativa y absoluta . . . . . . 303
11) La paleogeografía . . . . . . . . . . . . . . .
1. Generalidades . . . . . . . . . . . . .
2 . Métodos . . . . . . . . . . . . . . .
A) El método de las facies . . . . . . . . .
a) Informacionesdirectas . . . . . . .
1. Naturaleza de la cuenca sedimentaria. El
problema de la profundidad . . . .
2 . Límites de las cuencas sedimentarias:
Transgresión y regresión . . . . .
b ) Los conocimientos indirectos . . . . .
1. Las facies y la orogénesis. . . . .
2 . L a facies y el clima . . . . . .
XX índice de materias
CAPÍTULO111
EL PRECAMBRICO . . . . . . . . . . . . . . .
1) Generalidades . . . . . . . . . . . . . . .
1. Los límites del Precámbrico . . . . . . . . . .
2. Las divisiones del Precámbrico . . . . . . . . .
3. El problema de la vida en el Precámbrico . . . . . .
4. El' problema de los climas en el Precámbrico. , . . . .
11) Repartición de los terrenos precámbricos . . . . . . . .
111) Algunos ejemplos de series precámbricas . . . . . . . .
1. El Precámbrico en ~ m é r i c adel Norte . . . . . . .
A) El corte del Gran Cañón del Colorado . . . .
R) El corte del Gran Cañón occidental . . . . . .
C) Otros cortes . . . . . . . .
. . . .
2. El Precámbrico de otras regiones. . . . .
. . . .
3. El Precámbrico en la península ibérica . . .
. . . .
A) El Precámbrico superior. . , . .
. . . .
B) Precámbrico antiguo. . . , . .
. . . .
4. El Precámbrico en Francia . . .
. . . . . .
IV) Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . .
h d i c e de materias XXI
CAPÍTULO
IV
LA ERA PRIMARIA O PALEOZOICA . . . . . . . . . .
1) El Paleozoico inferior . . . . . . . . . . . . .
1. Generalidades . . . . . . . . . . . . .
2 . LapaleogeografíadelPaleozoicoinferior . . . . . . .
A) A escala mundial . . . . . . . . . .
B) En América . . . . . . . . . . . .
C) A escala de Europa . . . . . . . . . .
3. El Paleozoico inferior en la península ibérica . . . . .
A) Las zonas paleogeográficas y estructurales . . . .
B) Las facies del Cámbrico . . . . . . . . .
C) Las facies del Ordovícico . . . . . . . .
D) Las facies del Silúrico . . . . . . . . .
4. El Paleozoico inferior en Francia . . . . . . . . .
A) ¿as Ardenas . . . . . . . . . . . .
B) El macizo armoricano . . . . . . . . .
C) La Montaña Negra . . . . . . . . . .
D) Pirineos . . . . . . . . . . . .
E) Provenza . . . . . . . . .. .. .. ..
5. Conclusiones sobre el Paleozoico inferior . .
11) El Paleozoico superior . . . . . . . . . . .
1. Generalidades . . . . . . . . . . . . .
2 . Lapaleogeografía del Paleozoico superior . . . . . .
A) A escala mundial . . . . . . . . . .
B) En América . . . . . . . . . . . .
C) A escala de Europa . . . . . . . . . .
3 . El Paleozoico superior en la península ibérica . . . . .
A) El Devónico . . . . . . . . . . . .
B) Carbonífero y Pérmico . . . . . . . . .
4 . El Paleozoico superior en Francia . . . . . . . .
A) Las Ardenas . . . . . . . . . . . .
B) El Macizo central . . . . . . . . . .
C) El Sarre y los Vosgos . . . . . . . . .
D) El macizo armoricano . . . . . . . . .
E) L a M o n t a ñ a N e g r a y l o s P i r i n e o s . . . . . .
F) Los Alpes . . . . . . . . . . . .
G) Provenza y Córcega . . . . . . . . . .
H ) Conclusiones . . . . . . . . . . .
5 . Conclusiones sobre el Paleozoico superior . . . . . .
V
CAPÍTULO
LA ERA SECUNDARIA O MESOZOICA
1. Límites . . . . . . . . . . . . . . . 475
2. Paleontología . . . . . . . . . . . . . 477
3. Orogénesis . . . . . . . . . . . . . . 477
4. Paleogeografía . . . . . . . . . . . . . 479
a) A es cal^ mundial . . . . 479
b ) En América . . . . . . . . . . . . 482
XXI I índice de materias
C) AescaladeEuropa . . . .
d) A escala de Francia . . . . . . . .
5 . Climatología . . . . . . . . . . .
1) El Triásico . . . . . . . . . . . . . .
1 . Generalidades . . . . . . . . . . . . . 485
2. LapaleogeografíadelTriásico . . . . . . . . . 487
A) En el mundo . . . . . 487
B) En América . . . . . . . . . . . . 488
C) EnEuropa . . . . . . . . . . . . 490
D) Enlapenínsulaibérica . . . . . 491
E) En Francia . . . . . . . . . . . . 493
3 . La estratigrafía del Triásico . . . . . . . 494
A) El Triásicocontinental . . . . . . . . 494
B) ElTriásicogermánico . . . . . . . . . 494
C) El Triásico mediterráneo o Triásico alpino: los Alpes
.drientalés . . . . . . 495
D) El Triásico de transición: los Alpes occidentales. . . 497
4 . Conclusiones . . . . . . 498
11) El Jurásico . . . . . . . . . . . . . .
1 . Generalidades . . . . . . . . . . .
2 . Paleogeografía del Jurásico . . . . . . . .
A) En el mundo . . . . . . . . .
B) En América . . . . . . . . . .
C ) En Europa . . . . . . . . . .
D ) En la península ibérica . . . . . . .
E) En Francia . . . . . . . . . .
3 . Estratigrafía del Jurásico. . .
A) El Jurásico de las cuencas sedimentarias. . .
a) L a c u e n c a d e p a r í s . . . . . .
b ) La cuenca de Aquitania y los Pirineos .
B) El Jurásico mediterráneo: .los Alpes occidentales .
C) ElJurásicodetransición. . . . . . .
a) El Jura . . . . . . . . .
b ) Provenza . . . . . . . .
4 . Conclusiones . . . . . . . . . . .
111) El Cretácico . . . . . . . . . . . . .
1. Generalidades . . . . . . . . . . .
2 . Paleogeografía del Cretácico . . . . . . . .
A) A la escala del gIobo . . . . . . .
B) EnAmérica . . . . . . . . . .
C) En Europa . . . . . . . . . .
D) Enlapenínsulaibérica . . . . . . .
D) En Francia . . . . . . . . . .
3 . Estratigrafíadelcretácico . . . . . . . .
A) Cretácico de las cuencas sedimentarias . . .
a) L a c u e n c a d e p a r í s . . . . . .
b) La cuenca de Aquitania . . . . .
h d i c e de materias XXlll
B ) El Cretácico en el conjunto pirenaico-provenzal . 541
a) El Cretácico inferior. . . 541
b) El Cretácico superior . . . . . . . 542
C) El Cretácico en los Alpes occidentales . 545
4. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . 547
CAP~TULO
VI
LA ERA TERCIARIA O CENOZOICA . . . . . . . . . . 551
1. Límites . . . . . . . . . . .. . . . 551
2. Paleontología . . . . . . . . .. . . . 552
3. Estratigrafía . . . . . . . . . . . . . 552
4. Orogénesis . . . . . . . . . . . . . . 553
5 . Paleogeografía . . . . . . . . .. . . . 554
6. Climatología . . . . . . . . . . . . 554
2. El Plioceno . . . . . , , . . . . , . . 598
A) PaleogeogrufiadelPlioceno. . . . . . . . 599
B) El Plioceno en América . . . . . . . . . 599
C) El Plioceno en la península ibérica . . . , . . 604
D) El Plioceno en Francia . . . . , . . . . 604
E ) Conclusiones . . . . . . . . , . . 606
CAPÍTULO
VI1
LA ERA CUATERNARIA , , . , , . . . . . . . . 609
1) Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . 609
11) Las variaciones climáticas . . . . . . . . . . . . 6 12
1. Las regiones glaciales . . . .
A) En Europa de2 Norte . .
B) En los Alpes. . . . .
C) En Francia . . . . .
D ) Conclusiones . . . .
2. Las regiones extra-glaciales . . .
A) Puleontología . . . .
B) Puleogeografia . . . .
C) Morfología . . . . .
a) Las terrazas climiticas
b) El loess . . . .
FOSILIZACI~N
Y ESTUDIO DE LOS FÓSILES
1) La fosilización
Se llaman fósiles 10,s restos de organismos completos o
fragmentos de ellos encontrados en las rocas y también
todas las huellas de actividad debidas a seres vivientes con-
servadas en las formaciones geológicas. En este sentido, los
sílex tallados debidos a la industria del hombre prehistórico
son fósiles, y también las huellas tales como pistas y
madrigueras de animales desaparecidos.
Las huellas fósiles se consideran en una disciplina apar-
te, la paleoicnollogía. Su interpretación es en general difícil:
conocemos por ejemplo, desde mediados del siglo XIX, im-
presiones con cinco dedos en las que el pulgar está dirigido
hacia el exterior, llamadas Cheirotherium (fig. 1). Al prin-
cipio se consideraron debidas a la activida,d de estegocéfalos
o reptiles de marcha lenta; más recientemente se han atri-
buido a los dinosaurios. Cualquiera que sea su origen, las
huellas debidas al paso de reptiles son muy frecuentes y
han sido encontradas en Estados Unidos (principalmente en
Connecticut), en el Macizo central francés, en Portugal,
en Israel, en Spitzberg, en Basutolandia, etc.
Las hue1,las (o pistas) se clasifican según su aspecto y
se les ha dado nombres siguiendo la nomenclatura linneana
(ej. Cheirotherium parvum); está claro que no se trata de
una sistemática (verdadera taxonomía) sino solamente de
una parataxonomía. Podemos distinguir pistas estegocefa-
loides, lacertoides, cocodriloides, dinosauroides y teromor-
foides. En el grupo estegocefaloide la huella es grande,
pentadá~t~la, con dedos bien divergentes; las huellas del pie
y de la mano son aproximadamente iguales y están también :n;,',til
f $ ~ l ~ e ~ ; n ~ ~ : ~
igualmente separadas unas y otras del eje de la pista. el nombre de Cheirotherium,
s c ~ ;
Fig. 2. Huellas probables de trilo- Fig. 3. Diversos helmintoideos, huellas enigmáticas del
bites llamados Bilobites. flysch alpino.
hay un quinto dedo es fuertemente divergente respecto a los demás: ej. Cheirotherium;
este tipo de huella es posiblemente la de los dinosaurios; huella cocodriloide significa
solamente una huella comparable a la dejada por un cocodrilo actual, sin prejuzgar
la naturaleza zoológica del autor de la huella. El grupo dinosauroide comprende
huellas tridáctilas, siendo diferentes la del pie y la de da mano (bípedo). En el grupo
teromorfoide, las impresiones son largas con los dedos cortos, poco divergentes.
El estudio de las huellas permite saber cuál era el tipo de marcha del animal:
paso alterno o paso llano (en éste el desplazamiento de los dos miembros de los dos
lados del cuerpo es simultáneo). Gracias a fórmulas bien establecidas, las medidas
tomadas sobre las pistas pueden servir para calcular la longitud del tronco del
animal del que se han conservado las huellas.
Conocemos también pistas de invertebrados: los bilobites (fig. 2) del Sahara
parecen bien ser pistas de trilobites; otras pistas son aún enigmáticas, como los
helmintoideos (fig. 3) del flysch de los Alpes. Pero algunas veces son los tubos en
los que vivían ciertos animales, tales como los gusanos, los que se han conservado:
se llaman Arenicolites los tubos en U comparables a los de los gusanos arenícolas
actuales. Se conocen también madrigueras fosilizadas: en el Mioceno de Nebraska
madrigueras en hélice, los «tirabuzones del diablo» (Daimonelix, fig. 4) son conside-
rados como agujeros producidos por un castor que vivía en aquella ;época. Y capullos
de barro del Pérmico de Texas, que contienen restos de dipneustos, muestran que
éstos debían enquistarse durante una fase de su vida, como el protóptero actual.
De todos modos, como es natural, lo más frecuente es que sólo se fosilicen las
partes duras de un organismo; la condición fundamental de la conservación de un
MATERIAL ORIGINAL
DE LA CONCHA 4 Q
MATERIAL ORIGINAL
DE LA GANGA O DE RELLENO
-
RELLENO SECUNDARIO wgl -
- MATERIAL DE SUSTITUCI~N
R
Fig. 5. Diversas modalidades de fosilización A, Concha original. B, Concha enterrada pero sin ser rellenada inte-
riormente. C, Concha y ganga reemplazada secundariamente. D, Cavidad original rellenada secundariamente de
material. E, Solamente el relleno (molde interno) de la concha, se conserva. F, Solamente el material de la concha
original es reemplazado secundariamente. G, El material reemplazado (réplica) ha sido ulteriormente separado de
forma natural. H. Concha rellenada y despuds fundida. 1, Disolución de la concha original. J, El molde interno ha
sido separado naturalmente de la ganga. K, La cavidad correspondiente a la concha es secundariamente rellenada
por depósitos llevados por las soluciones acuosas. 0, Concha hundida no rellenada. P. Concha disuelta con forma-
ción de un molde externo. Q, Relleno del molde externo. R, Separación natural del molde externo.
Los fósiles pueden estar afectados en las rocas mismas que los contienen par defor-
maciones que alteran su forma. Así, ciertos lamelibranquios del género Anisocardia
(fig. 7 ) presentan aspectos bastante variados que son debidos únicamente a modifi-
caciones ulteriores a su muerte (pelomorfosis); los huesos largos de los vertebrados
están también sujetos a tales deformaciones. Los fósiles sufren también transforma-
ciones químicas, por lo que se conocen, además de fósiles calcáreos, quitinosos,
silíceos, etc., también fósiles piritosos, yesosos, en smithsonita, en hematita, etc.
La fosilización conserva esencialmente partes duras de los fósiles tales como las
conchas o los huesos, pero, no obstante, también organismos blandos han sido
a veces fosilizados: por ejemplo, las medusas del Precámbrico de Ediacara. Las
Fig. 8. Un molde endocraneal reconstituido por el método de las secciones seriadas, que reproduce bastante fiel-
mente el encéfalo de un agnato, Procephalaspis. f hip, fosa hipofisaria; med, medula oblonga; orb, &bita; vest
vestlbulo.
estructuras de los huesos y de las conchas están a veces tan perfectamente fosilizadas
que los menores detalles de su histología pueden ser observados en láminas delgadas:
los principales grupos de agnatos y peces fósiles pueden así ser reconocidos gracias
a fragmentos de huesos (paleohistología) . El empleo del microscopio electrónico de
exploración (aumento alcanzado, en general 100 000; se trata de un microscopio
electrónico en el que el flujo de los electrones barre sucesivamente toda la superficie
de la muestra a estudiar*) permite descubrir detalles morfológicos importantes (sobre
todo en micropaleontología); también posibilita el estudio de la ultraestructura de las
conchas y de los huesos; éstas parecen en general más homogéneas que las estructuras.
Los huesos pueden damos información sobre las partes blandas de los organismos;
presentan frecuentemente marcas de inserción musculares; en otros casos los huesos
del cráneo muestran los orificios de los nervios y vasos craneales, cuyo trazado puede
ser así reconstruido: el método fue aplicado por Stensi6 a los agnatos y artródiros
del Downtoniense y del Devónico (fig. 8). Finalmente, los moldes endocraneanos
naturales son a veces conservados; estos moldes, llamados «core» en inglés, «Stein-
kern» en alemán, reflejan muy exactamente las disposiciones anatómicas de los
encéfalos correspondientes, a condición de que se trate de animales bien osificados
y en general de pequeñas dimensiones. Si la naturaleza por sí misma no da más
que raros moldes, se pueden hacer moldes artificiales de la cavidad craneana, los
cuales nos dan también informaciones preciosas. Gracias a estos métodos ha podido
ser establecida toda una paleontologia del sistema nervioso de los vertebrados: es la
paleoneurología.
* No es pues en modo alguno equivalente a un ultramicroscopio óptico.
Paleontología
Pero a veces tejidos blandos han sido también fosilizados: se conoce tejido muscu-
lar de acantodios del Primario y de anuros eocénicos, epitelios de anuros igualmente
eocénicos (célebre yacimiento de lignitos de Geiseltal en Alemania), células pigmen-
tarias de peces (con melanóforos) del Triásico de Groenlandia, etc.
Particularmente notables son los casos de momificación en los que el organismo
ha sido conservado en su totalidad: el ámbar del Báltico es una resina fósil oligo-
cénica en la cual quedaron aprisionados numerosos animales, principalmente insectos,
miriápodos, arácnidos y también a veces pequeños moluscos. El ámbar ha conservado
en gran parte su composición química y contiene aún ácido succínico. Se conocen
también dinosaurios momificados y en particular una forma herbívora con el pico
plano, Anatosaurus (fig. 285). Igualmente clásicos son los mamuts conservados en
los hielos, con la carne: uno de estos mamuts naturalizado se exhibe al público en
el Museo de Leningrado (fig. 9); el Museo Nacional de Historia Natural de París
posee una cabeza de mamut disecada. El cuerpo estaba cubierto de pelos largos que
se han encontrado igualmente. El contenido estomacal ha podido también ser estu-
diado con precisión. De igual manera, han llegado hasta nuestros días momias de
rinocerontes lanudos (Coelodonia antiquitatis) conservados ya sea en los hielos o en
la ozocerita (una resina fósil) de Galitzia (yacimiento de Estarunia). La piel de
desdentados recientes, pero desaparecidos, de América del Sur (Neornylodon) ha sido
también encontrada recubierta con su revestimiento piloso.
Puede considerarse también que las conchas de numerosos invertebrados marcan los
ritmos según los cuales han crecido; las conchas aparecen pues como ageocronó-
metros»; así, en ciertos celentéreos excepcionalmente bien conservados del Devónico
pueden observarse sobre el cáliz las arrugas anuales, cada una de las cuales com-
prende estrías paralelas que serían cotidianas (la asimilación del carbonato decrece
fuertemente durante la noche). Wllls ha admitido, sobre la base de tales contajes,
que el año tenía alrededor de 400 días en el Devónico medio. Pero estos resultados
son de interpretación dificil.' De igual manera, las conchas de los lamelibranquios
actuales (Mercenaria mercenaria) muestran zonas de crecimiento cotidianas más espe-
sas cuando la temperatura se eleva (estrías más juntas en invierno) y en el curso
de los grandes fríos el crecimiento se para; cada concha es pues un calendario bioló-
gico. El crecimiento de los estromatolitos manifiesta también ritmos, cotidiano, .men-
sual y anual. No obstante, estos estudios son aún poco numerosos. En lo que se
refiere a los huevos, a veces, aunque raramente, han sido conservados por la fosili-
zación: se conocen puestas de elasmobranquios fósiles primarios (Fayolia, fig. 10)
y, sobre todo, huevos de dinosaurios; estos tíltimos, si bien son frecuentes fragmen-
tados, más difícilmente se encuentran enteros (yacimientos del Cretácico superior de
Mongolia y de Aix-en-Provence). Los excrementos fosilizados o coprolitos son intere-
santes porque nos permiten hacernos una idea del régimen alimenticio de los animales
a los cuales, en ciertos casos, pueden atribuirse.
Es un hecho muy excepcional que la fosilización haya podido registrar verdaderas
escenas de vida, y una de las piezas más notables en este aspecto es una losa esquis-
tosa del Jurásico de Holzmaden conservada en el museo de Stuttgart y que muestra
un joven ictiosaurio en el momento de salir del cuerpo de la madre: esta pieza
(fig. 11) prueba que, tal como ya se había admitido por razones teóricas -un reptil
Fig. 11. DOSictiosaurios del museo de Stuttgart: se ve un joven salir del cuerpo de la madre, lo cual demuestra
que los ictiosaurios eran vivfparos.
3
que tuviera que poner sus huevos en el suelo es incompatible con la anatomía de
los ictiosaurios-, que los ictiosaurios eran vivíparos. El nacimiento debía ser largo
y posiblemente duraría varios días, como en las ballenas actuales; esta circunstancia
hace un poco menos asombrosa la conservación del fósil en cuestión.
Es corriente objetar al paleontólogo que, dada la rareza del proceso de fosilización,
la paleontología no puede darnos más que de forma parcial la historia de la vida.
Esta objeción es válida para los organismos blandos que sólo raras veces se fosilizan:
es menos seria para los organismos con partes duras, concha o esqueleto óseo; como
la fosilización tiene, a priori, las mismas posibilidades de conservar tal o cual de
estos organismos, resulta que el estudio de estos fósiles debe darnos una representación
estadísticamente correcta de la evolución, a condición, bien entendido, que las exca-
vaciones pasadas y futuras sean bastante numerosas. ¿Qué conocimientos podemos
deducir del estudio de los fósiles? Esta cuestión será el objeto del subcapítulo
siguiente.
Fig. 12. Reconstitución del endocráneo de un crosopterigio devónico (Eusthenopteron) obtenido por el método
de secciones seriadas ( x 413).
Fosilización y estudio de los fósiles
de modelos. Este método ha sido aplicado al estudio de los apéndices de los trilobites
y sobre todo al de los endocráneos de los agnatos y peces fósiles, gracias a Stensio
y a su escuela. Señalaremos, por ejemplo, que el modelo de endocráneo del crosopte-
rigio Eusthenopteron (fig. 12) mide más de un metro de largo, cuando el endocráneo
real no alcanza más de 6 cm, y que el trabajo de preparación ha llevado alrededor
de dos años a un técnico especializado. En la técnica clásica se preparan superficies
pulidas sucesivas, pero éstas no son conservadas; puede mejorarse esta técnica prepa-
rando verdaderos cortes en el fósil gracias a un microtomo especial, lo que permite
conservar las preparaciones. Podemos pues sacar de los fósiles conclusiones paleo-
anatómicas de primera importancia y éstos son en general los datos más seguros que
pueden deducirse de su estudio.
Los fósiles pueden también darnos precisiones en lo que se refiere al medio en
el que han vivido: permiten saber si el sedimento que les contiene es de origen
marino o de agua dulce, a pesar de que ciertos invertebrados tales como por ejemplo
los braquiópodos, los briozoos, los cefalópodos y los equinodermos son exclusiva-
mente marinos. La fauna de agua dulce, por otra parte, es menos variada que la
fauna marina. Pero, además, la repartición de los fósiles según los diversos grupos
zoológicos en una formación geológica de origen marino puede permitirnos saber
si esta fauna es litoral, batial o abisal. Así, por ejemplo, los foraminíferos actuales
se reparten según la profundidad y la temperatura en zonas distintas de composición
faunística diferente. Por consiguiente, los foraminíferos fósiles pueden indicarnos
la profundidad de los mares en los que vivían. Desde este punto de vista los
fósiles son indicadores de facies. Nos permiten igualmente conocer las condiciones
del clima que había en la época de su formación: los peces del Eoceno del Monte
Bolca (cerca de Verona) son principalmente tropicales y muestran que la temperatura
del mar en el que nadaban era más elevada que la del Mediterráneo actual. La flora
de la cuenca de París al principio del Terciario es igualmente una flora de países
cálidos. Pero las indicaciones climáticas que los fósiles pueden darnos son a veces
aún más precisas gracias a su contenido en isótopos del oxígeno, 160, 1 8 0 , ciertas
conchas nos permiten valorar con precisión la temperatura del agua en la que
vivieron. Este método de evaluación de paleotemperaturas se fundamenta en el hecho
de que la proporción de isótopos de oxígeno 1 6 0 .y 1 8 0 es actualmente función de la
temperatura. Las conchas, que contienen oxígeno en su' carbonato cálcico, presentan
una proporción 1" y 1 8 0 en relación con la del agua de mar en la que vivían.
El método ha sido aplicado con éxito por Urey y Lowenstam a los belemnites del
Cretácico de Inglaterra y Dinamarca (véase pág. 134).
Recoger fósiles es necesario, pero cada vez que sea posible el observador deberá
anotar la orientación de las piezas: esto puede manifestar la existencia de una co-
rriente, por ejemplo: las conchas cónicas como las de los tentaculites, los belem-
nites o los cerites se orientan en el sentido de la corriente; es importante también
reconocer por las conchas si su agrupación es original o, por el contrario, es debida
a una acción mecánica secundaria, etc.
Las relaciones de un organismo fósil con su medio implican ya una reconstitución
parcial de su modo de vida. La paleontología deberá buscar la comprensión de la
biología de los seres desaparecidos: los coprolitos le permitirán reconocer el régimen
alimenticio; las conclusiones sacadas de la dentadura son mucho más inciertas, ya
que actualmente se conoce un úrsido, el gran Panda, que se alimenta de bambú.
Si una especie fósil es bastante abundante, como por ejemplo el oso de las cavernas,
del que se conocen un gran número de esqueletos, un estudio biométrico de la pobla-
ción en cuestión puede permitirnos evaluar la vida media de los animales y su
repartición por clases de edad (Kurten). Los diversos modos de desplazamiento pueden
asimismo ser estudiados: por comparación con el Nautilus, y suponiendo que sola-
mente la última cámara de la concha estaba ocupada por el cuerpo, se ha podido
Paleontología
fI
deducir que los ammonites nadaban en general con el orificio de la cámara ocupada
orientado hfacia la parte alta (Truemann). Del mismo modo, la manera de nadar
de los peces, de los ictiosaurios y de los plesiosaurios ha sido objeto de trabajos
paleobiológicos. El vuelo de los pterosaurios ha sido estudiado gracias a modelos
en tela y en alambre (pterodáctilo) y también, para las formas más grandes (Ptera-
nodon), por comparación con los planeador?$ actuales.
Buscando las forqas de evitar toda subjetividad en la descripción, los paleontó-
logos usan frecuentemente el método estadístico, pero es importante notar que este
método no es aplicable a menos de que se disponga de un gran número de muestras,
caso bastante raro en lo que respecta a los vertebrados fósiles. En una población dada
de fósiles de una misma especie se podrán representar gráficamente los valores de
un carácter (por ejemplo, la longitud de una concha) por clases según el número
de individuos: tal gráfica es un histograma. Podemos estudiar no un carácter, sino
una relación entre caracteres (p. ej., la relación entre la longitud y la anchura de la
con'cha). Si la población es homogénea y si se sitúa en la abscisa la medida de un
carácter y en la ordenada el número de individuos correspondientes, se obtiene una
curva en forma de campana (curva de Gauss, fig. 13) con un solo máximo; si la curva
presenta dos máximos (curva bimodal, fig. 14 o varios, la población no es homogénea
y son posibles varias explicaciones: o bien hay varias especies que no habían sido
reconocidas, o bien hay una mezcla de varias poblaciones muertas accidentalmente
a edades diferentes, o bien hay dimorfismo sexual, etc. La estadística puede ser,
por lo tanto, un medio de análisis morfológico precioso. Permite definir parámetros
característicos de los caracteres estudiados, tales como la media, la mediana, la moda
y la desviación-tipo o desviación estándar.
Fig. 14. Distribución de 171 valvas dorsales (cruces) y de 151 valvas ventrales (clrculos) de una muestra de
Schizophoria steinbrooki (braquiópodo). Frecuencias de valvas por clases sucesivas de anchura. Curva con dos
modas.
Focilización y estudio de los fósiles 13
La media aritmética (Ma) se obtiene dividiendo la suma de las diferentes medidas
(m) por el número (n):
Ma = -.
n
%n
.
La mediana (Me) es el valor central de un grupo estadístico; es el valor que
divide en dos partes iguales la serie de resultados obtenidos.
La moda es el resultado que aparece con más frecuencia; corresponde a la orde-
nada máxima de la curva de Gauss.
La desviación-tipo (desviación estándar) u es un índice de variabilidad; es igual
a la raíz cuadrada de la media aritmética de las desviaciones individuales (x) elevadas
al cuadrado:
Desde hace tiempo se había ya observado que ciertos fósiles se han conservado
con su composición química original: así, el ámbar del Báltico, que no es otra cosa
que una resina fósil, es, como ya hemos dicho, rico en ácido succínico. Más recien-
temente se ha podido poner en evidencia la presencia de aminoácidos fósiles, y esto
en organismos antiguos como el braquiópodo ordovícico Plaesiornys y el pez aco-
razado devónico Dunkleosfeus; igualmente, han sido identificados aminoácidos en los
huesos de mosasaurios y estegosaurios, y de Mesohippus (Abelson). En análisis croma-
tográfico los aminoácidos determinados parecen ser en conjunto iguales que en los
organismos actuales. Por el contrario, la composición en aminoácidos de los hidroxi-
latos de algunas rocas, turba, lignito y antracita es claramente diferente de la de los
seres vivientes. La bioquímica ha aportado recientemente un dato importante al
problema de las afinidades de los graptolites; según Kozlowslti, estos organismos
están emparentados con los pterobranquios; de todas maneras, estaba clásicamente
admitido que el esqueleto de los graptolites era quitinoso, al contrario del de los
pterobranquios. Trabajos recientes han mostrado lo contrario: 1.0 que no hay quitina
en la concha de los graptolites; 2 . O que el esqueleto de los pterobranquios está forma-
do, al igual que el de los graptolites, por escleroproteínas; la composición de estas
escleroproteínas ha podido ser estudiida por cromatografía sobre columnas de absor-
ción selectiva por cuerpos porosos: es prácticamente idéntica en los dos grupos
(dominancia d e glicocola, serina y alanina). Las condiciones experimentales eran
tales que toda posibilidad de contaminación exógena quedaba excluida, Este ejemplo
nos muestra que los fósiles pueden darnos índices preciosos concernientes a la historia
bioquímica de la materia viviente, pero la paleobioquímica no está más que en sus
principios.
Lo mismo ocurre con el estudio de la composición isotópica de los elementos
químicos de los fósiles: (pág. 16) cómo han sido empleados los isótopos de carbono
para saber si Corycium era un fósil o una estructura mineral; hemos hablado antes
de la determinación de paleotemperaturas. Añadiremos aquí otro ejemplo: gracias
a los foraminíferos fósiles contenidos en los testigos de sondeo del fondo del Medi-
terráneo, Emiliani ha podido determinar las fluctuaciones de temperatura de este mar
en el curso de los últimos quinientos mil años, aunque, ciertamente, con alguna
extrapolación. La concha de los foraminíferos, gracias a la relación 1 6 0 y 1 8 0 (véase
pág. ll), permite en efecto evaluar la paleotemperatura, y gracias al 14C, la edad
del animal. No obstante, el 14C no permite conocer la edad cuando es inferior a
50 000 años. Para edades más antiguas (entre 50 000 y 500 000 años) el tiempo ha
sido calculado a partir de los espesores de terreno en los testigos que contenían los
foraminíferos estudiados, proceso bastante discutible. Emiliani concluye de este estudio
14 Paleontología
Fig. 17. Reconstitución de la fauna de Ediacara. 1. Algas y esponjas hipotéticas (desconocidas hasta el momento
presente en el yacimiento); 2. Anélido (Dickinsonia); 3. Tribrachidium (organismo enigmático); 4. Medusas;
5 . Rangea y Charnia (celentéreos afines a las plumas de mar actuales); 6. Parvancorina (organismo enigmático);
7 . Anélido (Spriggina); 8. Anélido en el tubo en que habita.
Obras generales
Los foraminíferos fueron observados por primera vez en la creta por Lonsdale,
en 1835, pero los nummulites eran conocidos desde la Antigüedad. D'Orbigny distin-
guía, entre los moluscos cefalópodos, los sifonóforos y los foraminíferos, pero u n
contemporáneo de D'Orbigny, Dujardin, demostró que los foraminíferos eran en rea-
lidad rizópodos y D'Orbigny se unió rápidamente a esta opinión, pero el término
de foraminífero subsistió.
En una arena, el aislamiento de los forafminíferos se hace por tamizado y selección
bajo la lupa binocular. En una roca dura es necesario pulverizar primero la roca
mediante trituración y después disolver la ganga, en la medida de lo posible, con
potasa llevada a ebullición antes de la tría. Los foraminíferos se conservan en peque-
ñas células de cartón obturadas por una tapadera de mica. Se los puede aislar o
trasladar de una célula a otra mediante u n pincel embebido en agua o alcohol.
La reproducción de los foraminíferos tiene lugar según un ciclo con alternancia
de generaciones, sexual y asexual. Munier-Chalmas observó que en los nummulites
(véase pág. 25) a una pequeña forma corresponde siempre una forma grande de
aspecto parecido; después, Munier-Chalmas y Schlumberger observaron que en otros
foraminíferos, 10s miliólidos, existían en una misma especie formas con una pequeña
Fig. 18. Ciclo esquemático de los foraminife-
ros A, forma micr.osférica joven. B, forma micros-
férica adulta (asexuada). C, chlula que dará
origen a la forma macrosférica. D, E, F, estadios
jóvenes de la forma macrosférica. G, forma ma-
crosférica (sexuada) liberando los gametos.
cámara inicial (microsférica) y otras con una gran cámara inicial (macrosférica).
El zoólogo Lister demostró en 1894, con el foraminífero actual Elphidium, que hay
alternancia de generaciones.
El ciclo normal es el siguiente (fig. 18): la forma sexual con pequeña cámara
inicial (esquizonte) da lugar por mitosis, y después por meiosis, a individuos haploi-
des que, desarrollándose, forman individuos sexuados (gamontes) con una gran cámara
inicial (macrosférica). Los gamontes producen gametos que por fusión vuelven a dar
esquizontes. Pero el ciclo es eminentemente variable: 1." el esquizonte puede tener
un solo núcleo (en particular en los foraminiferos no calcáreos); 2." los gamontes
antes de la producción de gametos, pueden permanecer un cierto tiempo encerrados
en un quiste; 3.0 la fecundación es bastante variable, ya sea que haya disolución
del núcleo primario del gamonte con persistencia de un micronúcleo, o que el
núcleo primario persista; 4." los gametos pueden ser flagelados y numerosos, o ame-
boides y poco numerosos (este último caso significa una adaptación litoral).
Este ciclo muestra que los foraminíferos son animales excepcionales, ya que son
a la vez diploides (esquizontes) y haploides (gamontes), mientras que los otros
animales son esencialmente diploides; en este sentido los foraminíferos se acercan a
los vegetales inferiores. Notemos también que, como en ciertos hongos, hay gametos 4
y gametos -, pero que entre estos dos extremos hay formas intermedias y que los
gametos se fusionan si su diferencia de sexualidad es bastante fuerte (sexualidad rela-
tiva). En general, los gametos que copulan no provienen de un mismo gamonte.
La alternancia de generaciones, gamonte macrosférico - esquizonte microsférico,
está lejos de ser una regla general: 1.0 varias generaciones macrosféricas pueden
intercalarse entre dos generaciones microsféricas; en este caso, sólo la Última gene-
ración macrosférica dará gamontes. Las formas macrosféricas pueden ser morfoló-
gicamente diferentes (trimorfismo); 2.0 la reproducción puede ser exclusivamente
asexual (apogamia); 3." no siempre hay diferencia de aspecto entre el' esquizonte
y el gamonte en lo que concierne a la cámara inicial (prolóculo) y el aspecto habitual
puede ser invertido (es decir, que el esquizonte puede ser macrosférico y el gamonte
microsférica). Además, el estudio estadístico de las dimensiones del prolóculo en
una espec& dimorfa normal, muestra que hay individuos imposibles de clasificar en
«microsférico» y «macrosférico» según las dimensiones de su cámara inicial. Por
consiguiente, en lo que concierne a los fósiles, en los cuales la reproducción es desco-
nocida, es mejor hablar de microsferas y de macrosferas en lugar de gamonte y
esquizonte. Notemos, sin embargo, que las formas microsféricas presentan, en general,
más cámaras y más poros que las formas macrosféricas. En los foraminíferos actuales .
se ha visto que cuando las condiciones de vida se vuelven desfavorables la forma
macrosférica tiene tendencia a predominar, por ejemplo al principio del invierno
en el Zuyderzee.
Los foraminíferos aparecieron en el Cárnbrico, pero los fósiles de este piso descritos
como tales son de interpretación discutible. En todo caso, en el Silúrico y en el
Devónico son representados por formas arenáceas que parecen ser el origen de los
foraminíferos, como lo admitía Cushman.
Los foraminíferos son interesantes no solamente como fósiles de nivel, sino tam-
bién como indicadores paleoecológicos: pueden darnos datos sobre las temperaturas
pasadas (véase pág. 13) y sobre todo sobre las condiciones de profundidad y de tempe-
ratura de las aguas marinas en las que vivían. Así, por ejemplo, Natland ha podido
distinguir entre los foraminíferos actuales del Pacífico, a lo largo de las costas de
California, cinco dominios ecológicos correspondientes a temperaturas y profundidades
diferentes, y encontró poblaciones comparables de foraminíferos fósiles en el Terciario
reciente de California.
Entre los foraminíferos se distinguen formas con la capa externa de la concha recu-
bierta de partículas arenosas más o menos finamente aglutinadas, ya sea sobre un ,
soporte calcáreo o independientes. Los foraminíferos con concha arenácea comprenden
formas grandes como Loftusia con la concha arrollada según una espiral plana (pla-
nispiralada) y que puede llegar hasta 12 cm de largo (Cretácico). Las orbitolinas
(ej. Orbitolina concava del Cretácico) tienen también una concha arenácea, al igual
que los fusulínidos. Las ORBITOLINAS tienen la concha cónica, pero sólo las primeras
vueltas tienen un arrollamiento cónico; las vueltas más alejadas del ápice son anula-
res; los vacíos entre las vueltas están divididos en camarillas mediante paredes verti-
cales y horizontales; la superficie inferior es a menudo ligeramente cónica (fig. 19 A).
Los FUSUL~NIDOS tienen la concha planispiral con vueltas que se superponen y nume-
rosas cámaras; Fusulina (fig. 19 B, C) del Carbonífero medio, tiene la concha fusi-
forme; Schwagerina tiene una concha generalmente globosa (Pérmico).
Entre los foraminíferos con concha calcárea se distinguen los imperforados, en
los que la pared es homogénea y de aspecto aporcelanado, y los perforados, con
camarillas que se abren por medio de poros y tienen la pared translúcida (hialina).
Los IMPERFORADOS comprenden los miliólidos y las alveolinas. En los MILIÓLIDOS
(fig. 20) la concha está formada por un cierto número de cámaras dispuestas en
ciclos que se recubren: en Quinqueloculina (del Eoceno a nuestros días), cada cámara
ocupa dos quintos de circunferencia (fig. 19 D; lám. 1); en Triloculina (fig. 19 F),
conocida desde el Jurásico hasta nuestros días, las primeras cámaras están dispuestas
como en Quinqueloculina pero sólo tres cámaras toman parte en la formación de
la parte externa de la concha, extendiéndose cada una a lo largo de un tercio de
circunferencia; en Pyrgo (sinónimo del antiguo nombre Biloculina), las primeras cáma-
ras tienen una disposición quinqueloculina, después triloculina, y sólo las últimas
cámaras se extienden sobre una media circunferencia (fig. 19 G). Los miliólidos son
principalmente abundantes en las calizas de grano grueso de la cuenca de París.
Fig. 19. Diversos foraminlferos fósiles: A, Orbitolina (representada esquemáticamente y en parte seccionada);
B, Fusulina (esquema de la organización); C, Fusulina (sección axial); D. Ouinqueloculina (vistas externas y sec:
ción ecuatorial); E, Alveolina (esquema.de la .organización); F, Triloculina (vistas externas); G , Pyrgo; H, Orb~toll-
tes: sección ecuatorial en la parte superior, axial en el medio, vista lateral en !a parte inferior;, 1, G!obigerina; J, La-
gena;, K. Nodosacia; L, Assilfia:. sección ecuatorial en la parte superior y axial, en la ,parte inferior; M, Orbito~des
(sección ecuatorial); N , Orb~toldes (sección axial); 0, Miogypsina (sección ecuatorial).
Los Orbitolites (Eoceno) tienen una forma en disco deprimido y tienen vueltas
superpuestas (fig. 19 H). Las ALVEOLINAS (Alveolina del Eoceno) recuerdan las fusu-
linas por su modo de arrollamiento pero unos septos secundarios paralelos a la direc-
ción de arrollamiento determinan camarillas tubulares (fig. 19 E).
Entre los PERFORADOS, ciertas formas llamadas monotálamas no tienen más que
una cámara (Lagena; fig. 19 J), mientras que otras tienen cámaras sucesivas en línea
recta (Nodosaria; fig. 19 10. Las GLOBIGERINAS (fig. 19 1) poseen cámaras globosas
que se acentúan en las vueltas externas; estos foraminíferos planctónicos son abun-
dantes en los barros de globigerinas de los grandes fondos marinos actuales; son
también numerosos en la creta que no es un sedimento formado a grandes profun-
didades. Las MIOGIPSINAS (fig. 19 0 ) son lenticulares y en forma de abanico, con
las cámaras iniciales (juvenarium) periféricas o excéntricas (sobre todo Mioceno).
Los ORBITOIDES (fig. 19 M, N) son también lenticulares, pero su concha está reforzada
por pilares (ej., Orbitoides media, Cretácico). Las LEPIDOCICLINAS del Terciario tienen
dos grandes cámaras iniciales en las formas macrosféricas y, en sección ecuatorial,
las cámaras aparecen o bien en escamas, o circulares o poligonales.
Lámina l . Forarniniferos:
micrografias electrónicas (según Mrne Le Calvez).
a veces grandes dimensiones (12 cm), son visibles en las piedras de las pirámides de
Egipto; Estrabón las interpretó como las lentejas de las que se alimentaban los anti-
guos egipcios.
Los radiolarios (rizópodos con esqueleto silíceo) fósiles están aún relativamente
poco estudiados. Se conocen con certeza desde el Ordovícico. Los pretendidos radio-
larios fósiles descritos de las ftanitas de Lamballe (Cotes-du-Nord) son en realidad
histricosferas enanas (véase más abajo). Conocemos barros de radiolarios en los
mares cálidos y principalmente cerca de las Barbados. Tales barros no parecen haber
sido el origen de las radiolaritas y jaspes (Toscana, Cárpatos), que son mucho más
ricas en sílice. Los radiolarios de superficie tienen un esqueleto más ligero y los
de profundidad un esqueleto más macizo.
Los infusorios pueden presentar a veces un esqueleto calcáreo en forma de cam-
pana (tintínidos): solamente el esqueleto (fig. 23 B) de estos animales subsiste fosi-
lizado (calizas con calpionellas del Jurásico alpino) .
Los cocolitofóridos son flagelados cuyo cuerpo está cubierto de pequeños anillos
calcáreos (cocolitos, dimensión del orden de algunas p) Los cocolitos (fig. 23 C), tan
pequeños que para su estudio debe utilizarse el microscopio electrónico, son los cons-
tituyentes fundamentales de la creta. Los foraminíferos están también a menudo pre-
sentes en la creta (globigerinas), pero su existencia es menos general.
Las histricosferas (fig. 23 D) con esqueleto silíceo en escobilla son peridínidos
(dinoflagelados); junto con los silicoflagelados (fig. 23 A; flagelados con esqueleto
silíceo estrellado) son los constituyentes fundamentales de los sílex (los cuales obtienen
su sílice también a partir de otros organismos: radiolarios, espículas de esponjas,
diatomeas).
Los quitinozoos, de afinidades dudosas, son organismos en forma de urnas o de
cilindros limitados por membranas quitinosas. Y
Conocemos en la' actualidad barros de diatomeas (fig. 24) formados por las
cápsulas silíceas (frústulas) de estas algas; estos barros se encuentran en los mares
fríos. La fosilización de estos barros da diatomitas, rocas ligeras; esta propiedad ha
sido utilizada en arquitectura: la basílica de Santa Sofía, en Estambul, está cons-
truida con diatomita. Estas rocas son a veces tan abundantes que la ciudad de
Monterrey, en los Estados Unidos, está construida con diatomita. En estado pulve-
rulento las diatomitas se designan bajo el nombre de trípoli o «tierra de infusorjos)).
Este polvo, mezclado con la nitroglicerina, sirve para la preparación de la dinamita.
Las diatomeas pueden servir de indicadores climáticos: así, las variaciones de
temperatura del mar Báltico durante el Cuaternario tardío han podido ser estudiadas,
desde la fase marina con Yoldia, gracias a los depósitos de diatomeas.
Por otra parte, los oogonios 'de carófitos se conocen desde el Devónico; estos
oogonios (fig. 25) pertenecen a géneros bastante variados y Grambast ha demostrado
recientemente que representan excelentes fósiles de nivel en el Terciario de la cuenca
de París.
El estudio del polen y de las esporas fósiles (palinología) ha permitido llegar a
interesantes consideraciones climatológicas; se ha estudiado primero el polen de las
turberas, fácil de preparar por maceración de la turba en potnsa a ebullición, reactivo
que no ataca la exina de los granos; luego se ha visto que los granos de polen
podían ser extraídos de los sedimentos más diversos: así, por ejemplo, se pueden
atacar las arenas con ácido fluorhídrico, que no disuelve los granos de polen. Si los
granos son poco numerosos, puede pro'cederse a su concentración mediante la centri-
fugación.
Los primeros trabajos han sido hechos sobre el polen de las turberas cuaternarias:
pueden registrarse sobre un diagrama los diversos porcentajes de diversos polens de
árboles reconocidos en una turbera a un cierto nivel, tales como el pino, la encina,
el abedul, el álamo, etc.; a tales diagramas se les llama espectros polínicos (fig. 26).
El establecimiento de estos espectros ha permitido a diversos autores, entre ellos a
Von Post, reconstituir la historia de los bosques europeos en el Cuaternario reciente:
sin entrar en detalles, notemos solamente que una fase climática cálida, correspon-
diente a la edad del bronce en Escandinavia (1500 a.c. aproximadamente), es perfec-
-- - -6- - -
Abedul
Sauce
Olmo, Tilo, Encina
Abeto
-.
---
---O-- Aliso
Pino
Avellano
Fig. 26. Diagrama de antílisis pollnico de una turbera sueca: porcentaje de los diversos granos de polen en absci-
sas; profundidad en ordenadas.
Hemos visto que desde el Cámbrico existían algas fósiles. Se ha creído durante
largo tiempo que los psilófitos del Devónico inferior y medio representaban los vege-
tales terrestres más antiguos pero, desde 1937, esporas diversas han sido descritas en
el Cámbrico de Gotland, de Estonia, de la India, etc.; no existe pues ninguna duda
de que la flora estaba ya bastante evolucionada en el momento de la aparición de
los primeros psilófitos conocidos. De todas maneras, si la existencia de los briófitos
parece cierta desde el Ordovícico (Musciphyton, Hepaticaephyton, Polonia) y el
Silúrico superior (Sporogonites), la existencia de criptógamas vasculares antes del
Silúrico superior no es cierta: en el Cámbrico de Siberia se han señalado ejes que
A B
Fig. 29. A, Rhynia ( x 1/4).
B. Horneophyton ( x aprox.
1/31. Fig. 30. Asteroxylon ( x 1/3). Fig. 31. Psilophyton ( x 1/5).
parecen presentar una estructura vascular, pero estos vegetales muy fragmentados
-no miden más que una decena de centímetros- son difíciles de interpretar (Alda-
nophyton) .
La mayor parte de los psilófitos provienen de los yacimientos de Rhynie, en
Escocia, y están silicificados. Los principales géneros son Rhynia, Horneophyton y
Asteroxylon. El aparato. vegetativo de Rhynia (fig. 29 A) es un talo vascular, dico-
tomizado; el talo lleva algunos rizoides en su parte inferior y cicatrices ovales en
la parte superior que marcan las trazas de ramas cortas que se habían desgajado
(órganos probables de reproducción vegetativa). La estructura anatómica es simple
y muestra, en sección transversal, una estela rodeada de una corteza; la estela presenta
traqueidas en el centro, y en su periferia un Iíber con células alargadas sin cribas;
la corteza comprende un parénquima interno con pequeñas células angulosas y un
parénquima externo con grandes células simples. El talo termina con esporangios de
1 mm de diámetro y 5 mm de largo; estos esporangios son sacos con doble pared
(capa externa de células con paredes prismáticas espesas; capa interna con células
delgadas). Las esporas, muy cutinizadas, son todas iguales (isosporia) y agrupadas
en tétradas. Rhynia puede alcanzar una altura de 50 cm.
Horneophyton (fig. 29 B) se parece a Rhynia pero la parte subterránea del talo
es tuberosa y el esporangio no es un simple saco, sino que presenta un eje central
de tejidos estériles, En Asteroxylon (fig. 30), el talo está recubierto de pequeñas hojas
dentadas; el nombre de esta planta se refiere a que su tejido leñoso presenta en
las estelas una disposición estrellada. Los esporangios piriformes, en las extremidades
de las ramas dicotómicas, eran dehiscentes gracias a una base mecánica.
Psilophyton (fig. 31), del Devónico inferior del Canadá oriental (Gaspé), alcanza
una altura de un metro y presenta un talo dicotómico espinoso con «ramas» desigua-
les, algunas de las cuales terminan en esporangios; estas plantas debían de formar
praderas pantanosas.
En razón de la diferenciación poco marcada de su aparato vegetativo, y princi-
palmente de su isosporia, los psilófitos se han considerado como vegetales arcaicos
y sintéticos próximos a los orígenes de los licopodófitos, de los artrófitos (colas de
caballo y plantas afines), y de los pterófitos. No obstante, es también posible que los
psilófitos, al menos en Rhynia, tengan su talo silicificado de acuerdo con las condi-
ciones del medio rico en solución silícea, ya que para ciertas consideraciones estas
plantas tienen, en efecto, caracteres de xerófitos. Pero como las esporas de vegetales
terrestres existen desde el Cámbrico inferior, es posible que los psilófitos sean los
representantes tardíos de un grupo más antiguo del cual serían los últimos vestigios
regresivos; y este grupo más arcaico sería el que dio origen a las criptógamas vas-
culares.
Esta concepción ha sido criticada recientemente: 1.0 los nuevos estudios han de-
mostrado que los psilófitos eran las criptógamas vasculares más antiguas; aparecen
desde el Gotlandiense con los géneros Cooksonia y Haliserites. Al principio del
Devónico no se conocen con exactitud más que psilófitos (Cooksonia, Zosterophy-
k m ) ; el primer licófito, Baragwanathia, no aparece hasta la mitad superior del
Devónico inferior (Coblenciense de Australia). 2." Los psilófitos, tal como han sido
definidos aquí, no son homogéneos. Deben separarse los géneros Psilophyton y
Asteroxylon, el primero por ser próximo a los helechos y a los pteridoespermáfitos,
el segundo por ser un licófito. Además, a partir de los psilófitos evolucionarían todos
los vegetales vasculares, que serían difiléticos: en efecto, los psilófitos comprenden
dos grupos: 1." las riniofitinas, con esporangios terminales y el tallo desnudo
(Rhynia, Horneophyton, Cooksonia); 2." las zosterofilitinas, con esporangios late-
rales (Zosterophyllum). Estos últimos serían el origen de los licopodófitos por medio
de Asteroxylon, cuyo xilema estrellado recuerda el de Colpodoxylon, otro licopodófito
devónico; por el contrario, las riniofitinas serían el origen de los helechos y de los
Vegetales fósiles 35
pteridoespermáfitos; un género tal como Psilophyton podría representar una etapa de
transformación.
La flora devónica comprende, además de los psilófitos, los licopodófitos (emparen-
tados con los licópodos actuales; ej., Baragwanathia del Gotlandiense de Australia),
los artrófitos (emparentados con las colas de caballo actuales; ej., Hyenia del Devó-
nico medio), los pterófitos (helechos; ej., Archaeopteris del Devónico superior), las
cordaitales (véase más adelante); la flora devónica es pues ya bastante variada y
comprende la mayor parte de los grupos que se desarrollarán en el Carbonífero.
Los licopodófitos del Carbonífero comprenden verdaderos árboles, mientras que
los representantes actuales de estos vegetales son de pequeña dimensión. Los prin-
cipales licopodófitos fósiles son Lepidodendron y Sigillaria. En Lepidodendron (figu-
ra 40, 4), el tronco sobrepasaba frecuentemente los diez metros de altura; este tronco
se dicotomizaba en su parte superior en dos ramas iguales, o desiguales, las cuales
se ramificaban a su vez, llevando cada rama terminal un penacho de hojas alargadas
y lineares provistas de una nerviación mediana. La base del tronco que se adentra
en el suelo, llamada «estigmaria» se dividía en dos partes que, a su vez, se dicoto-
mizaban; las últimas ramificaciones subterráneas del aparato vegetativo llevan apén-
dices absorbentes; Los «estigmaria» tienen la misma estructura anatómica que la
corona de «ramas» y no son verdaderas raíces; se encuentran en el techo de las
capas de hulla (es decir, en los sedimentos situados inmediatamente encima de la
ft
hulla). Los conos reproductores se encuentran en las extremidades de las ramas más
finas o lateralmente en las ramas espesas. Las hojas se insertan en pulvínulos foliares
sobre los que se observan (fig. 32): 1.0 la cicatriz foliar propiamente dicha (f), con
huella de haz foliar, y dos cordones de tejidos aeríferos (paricnos); 2.O una cicatriz
superior (1) correspondiente a una Iígula situada bajo la hoja; 3." dos cicatrices
inferiores también correspondientes a dos cordones aeríferos (paricnos, a). Los pul-
vínulos foliares de Lepidodendron tienen formas de rombo alargado.
Los conos (ej., Lepidostrobus) alcanzan treinta cm de largo (fig. 33); presentan
un eje sobre el cual se insertan hojas especiales (esporofilos); sobre cada una de
ellas descansa un esporangio; estos esporangios contienen ya sea únicamente micrós-
poras, ya sea solamente macrósporas y, según las especies, un solo tipo o los dos
tipos de esporas existen en un mismo cono (cono unisexuado o bisexuado). En el
macrosporangio de otro tipo de cono (Lepidocarpon), solamente se desarrolla una
macróspora, en lugar de cuatro como es normal: esta macróspora será liberada des-
pués de la multiplicación celular con su esporofilo y su esporangio, cuyo conjunto
forma, en cierto modo, un órgano equivalente a un ovario; las micrósporas debían
penetrar. en este órgano por una especie de micropilo; después de la fecundación,
la macróspora es pues, en una cierta medida, comparable a una semilla, pero, al
contrario de los vegetales superiores, el óvulo después de la fecundación no da ningún
embrión diferenciado y, por tanto, el término de semilla es aquí impropio.
Las Sigillaria (fig. 40, 5 ) son también arborescentes pero menos ramificadas en
su parte superior que Lepidodendron; la base del aparato vegetativo es también un
estigmaria. Las hojas son más largas que en Lepidodendron. Los conos (ej., SigiEla-
riostrobus) están sujetos al tronco bajo la corona de ramas o en la base de las ramas
superiores; tienen casi la misma estructura que en los Lepidodendron. Los pulvínulos
foliares son bastante variables según los géneros, frecuentemente hexagonales.
La anatomía de Lepidodendron y de Sigillaria es bien conocida, pero no gracias
a los restos carbonosos, sino a los especímenes silicificados o conservados en «Coa1
Balls» (masas de carbonato cálcico o de magnesio). Las secciones transversales de
tallos de Sigillaria muestran leño secundario, tejido que en los vegetales actuales no
es conocido más que en las dicotiledóneas (uno de los grandes paleobotánicos del
siglo diecinueve, A. Brongniart, clasificó las Sigillaria en las dicotiledóneas.
Los artrófitos del Carbonífero eran árboles (ej., Calamites, fig. 40,6) que, según
se ha estimado, podían alcanzar de 20 a 30 m de altura y un diámetro de 1 m.
A partir de una raíz se elevaba un tallo ramificado en candelabro, con varias ramas.
Este tallo engrosado en los nudos presentaba a veces raíces adventicias; un poco por
debajo de los nudos se insertaban las ramas laterales igualmente articuladas. Los
entrenudos eran lisos o acanalados; los moldes internos de la cavidad medular de los
tallos son siempre acanalados. Las hojas en verticilos estaban casi todas en la extre-
midad de las ramas más finas; son o bien laciniadas (Annularia; fig. 35), o bien en
agujas (Asterophyllites). Las espigas son terminales, aisladas o en verticilos.
Los vegetales fósiles con frondes de helechos se reparten en dos grandes grupos;
los pterófitos* que comprenden los verdaderos helechos y se reproducen por esporas,
y los pteridospermófitos, en la actualidad totalmente desaparecidos y que son helechos
con «semillas»: estas últimas plantas poseen: 1." esporangios que producen polen y
2.O óvulos cuyo desarrollo era mucho más simple que el de los óvulos de las fane-
rógamas, ya que no se diferencia ningún embrión: así el aparato reproductor feme-
nino llamado Lagenostoma (fig. 37) comprende un óvulo rodeado de una cúpula de
(fig. 38) sobre el ovario de Lagenostoma, glándulas que eran del mismo tipo que
las que tenían los frondes de Lyginopteris; en el mismo año fueron encontrados
también frondes y ovarios en conexión; pero los ejemplos de ovarios en su lugar
original son raros: éstos ocupan posiciones diversas ya sea en segmentos especializados
de los frondes, ya sea en los extremos de pínnulas normales, ya sea sobre las hojas
o debajo de ellas. Puesto que en presencia de un fronde, a menudo n o es posible
decir si se trata de un pterófito o de un pteridospermáfito, se prefiere clasificar las
hojas por su aspecto: los nombres latinos que se les atribuyen no corresponden a
verdaderos géneros pero sí a géneros de forma («form genusn), noción que expresa
Fig. 44. Crossotheca: Aparato reproductor masculi- Fig. 45. Cordaianthus: flor masculina - E, es-
no ( x 1 aprox.). tambre.
Fig. 46. Cordaianthus: flor femenina - O, óvulo. Fig. 47. Cycadeoidea: flor femenina; sección.
Vegetales fósiles 43
altura, con corona de ramas ramificadas llevando las hojas y con raíces regularmente
divididas. Las hojas alargadas (que alcanzaban un metro de largo) están insertas en
espiral en las ramas terminales. Las inflorescencias de las Cordaitales llamadas Cor-
daianthus (figs. 45 y 46) son, o bien machos o bien hembras: en estas últimas,
el eje lleva una espiral de brácteas y óvulos pediculados; en las primeras, los estambres
están insertos en el eje entre las brácteas o están todas en el ápice del eje.
Las gimnospermas, en sentido estricto, existían ya en el Primario: las cicadales
no aparecieron hasta el Triásico, pero las ginkgoales empiezan en el Pérmico y las
coniferales, cuyo primer representante es el género Walchia;, o. más exactamente
Lebachisc, en el Carbonífero superior. Lebachia era un pequeño árbol, considerado
como típico de un clima árido, con hojas en agujas de algunos milímetros de largo,
cuadrangulares en sección; los conos, siempre unisexuados, eran inflorescencias ovoi-
des o cilíndricas situadas en la extremidad de ciertas ramas.
En el Secundario los principales grupos de la flora paleozoica están en regresión
o desaparecen, a excepción de las gimnospermas; éstas comprenden las cicadales
comparables a las Cycas actuales, las bennettitales, plantas afines a las anteriores, las
ginkgoales y las coniferales. Por su forma, las bennettitales se parecen a las cicadales;
se distinguen, entre otros caracteres, por la posición de los conos; Cstos están espar-
cidos a lo largo del tronco, generalmente entre las inserciones de las hojas, y no
situados en la extremidad de los tallos como en las cicadales. Los conos o «flores»
son a veces muy numerosos y tienen forma de roseta. La hoja femenina (Cycadeoidea;
fig. 47; Cretácico inferior) comprende una vaina de brácteas con disposición espiral
en la cual se insertan, igualmente en espiral sobre el receptáculo, piezas que llevan
Fig. 48. Cycadeoidee: flor masculina; sección. Fig. 49. Williamsonia: reconstitucibn.
cada una un óvulo en su parte superior; la flor macho (fig. 48), en el mismo género,
comprende estambres foliáceos con microsporangios. La disposición de estas flores
recuerda las de Magnolia en diversos aspectos y se ha creído que las bennettitales
eran el origen de las angiospermas, pero las bennettitales son netamente distintas
de aquéllas, ya que tienen óvulos sin carpelos y estambres primitivos cuya forma
recuerda la de un fronde de pteridospermáfito. Las Williamsonia (fig. 49; Jurásico)
son también bennettitales pero con troncos y ramas alargadas y con flores situadas
en dos pedúnculos, pero nunca en el eje mismo de la planta.
El estudio de los vegetales fósiles ha transformado las concepciones clásicas fun-
dadas en el estudio de las plantas actuales en lo concerniente a la clasificación
botánica, al igual que nuestros conocimientos sobre los vertebrados fósiles han modi-
ficado radicalmente la sistemática de esta clase (véase pág. 233). Es difícil oponer
las criptógamas, plantas con esporas, a las fanerógamas, plantas con flores y con
semillas, ya que han existido plantas con óvulos encerrados en un tegumento (espo-
rófilo), los pteridospermáfitos y las cordaitales; estos óvulos se desarrollaban rápida-
mente sin dar lugar a un embrión diferenciado que puede esperar, durante una fase
Fig. 50. Eje de Caytonia con Fig. 51. Un ((fruto)) de Caytonia. Fig. 52. Hoja de Sagenopteris.
una doble hilera de ((frutos)) ( x 1
aprox.).
de reposo, antes de germinar; si este desarrollo se hace más lento, tales óvulos se
convertirán en semillas propiamente dichas. Pero, ¿cómo traducir estos hechos en
la clasificación vegetal? Se han propuesto diversas soluciones: l." reunir bajo el
nombre de pterópsidos los pterófitos, los pteridospermáfitos, las cordaitales y todas
las plantas con flores; los pterópsidos se caracterizan por la presencia de hojas y
esporangios abaxiales; 2." agrupar en las fanerógamas los pteridospermáfitos y las
cordaitales; 3." oponer los pteridófitos (es decir, el conjunto de los psilófitos, licopo-
dófitos, artrófitos y pterófitos) a las gimnospermas (es decir, el conjunto de los pteri-
dospermáfitos, cordaitales, gimnospermas actuales y grupos parecidos).
Ninguna de estas soluciones es satisfactoria, ya que no llevan a una clasificación
filogenética que nos muestre la historia de la vida, puesto que los grandes grupos
pterópsidos, fanerógamas y gimnospermas así definidos no son unidades naturales.
El problema del origen de las angiospermas ha desarrollado numerosas discusiones:
fuera de las bennettitales, otro grupo, el de las caytoniales (del Triásico al Cretácico
inferior), ha sido frecuentemente dado como el representante de las angiospermas
primitivas. Las hojas son palmadas con folíolos lanceolados y son llamadas Sage-
nopteris (fig. 52); los órganos reproductores femeninos conocidos bajo el nombre
de Caytonia (figs. 50 y 51) presentan un eje en el cual se fijan dos series de ovarios,
una a la derecha y otra a la izquierda. Cada ovario encierra seis u ocho óvulos,
insertos por pares en la pared dorsal, y el ovario se prolonga hacia abajo por una
Vegetales fósiles 45
especie de estigma. Los órganos masculinos (Caythonianthus) eran pequeños frondes
pinnados que llevaban estambres con cuatro alas. Parece bien probado que las micrós-
poras no germinaban sobre el estigma sino que se introducían en el ovario antes de
su cierre; además, las caytoniales no se parecen a ninguna angiosperma conocida.
Puede pues admitirse que estas plantas -clasificadas en los pteridospermáfitos ya
que no parecen haber tenido semillas- nos muestran cómo las angiospermas han
podido tener su origen por modificación de un fronde ovulífero a partir de los pteri-
dospermáf itos.
Las verdaderas angiospermas aparecen en el Triásico (Sanmiguela del Colorado
sería una hoja de palmera). Los primeros yacimientos importantes son los del Retiense.
de Groenlandia, del Liásico de Normandía, etc. Pero estas plantas sólo se desarrollan
verdaderamente a partir del Cretácico inferior, y su diseminación es obra de los
insectos y los pájaros, que se encuentran en expansión en aquel momento. Las floras
cretácicas de angiospermas, incluso en las regiones árticas, presentan elementos tem-
plados y tropicales, como por ejemplo las flores actuales de Nueva Zelanda o del
Japón. Pueden citarse como yacimientos clásicos en Francia el travertino eocénico
de Sézanne, el Oligoceno de Aix-en-Provence y de Armissan (Aude), las cineritas plio-
cenas del lago Chambon, etc.
ARRECIFES ACTUALES
En el mundo actual, si bien es verdad que los arrecifes son casi siempre construi-
dos por celentéreos, existen no obstante arrecifes zoógenos debidos a la actividad
de otros organismos (algas rojas y verdes, esponjas,
gusanos, briozoos) . Los celentéreos constructores de
arrecifes son los madreporarios, los alcionarios y los
hidrozoos. Los madreporarios representan en nues- P co
tros días el conjunto viviente más considerable de
celentéreos constructores, tanto por el número de
colonias como por el número de géneros y especies.
Recordemos que los madreporarios no poseen alter-
S
nancia de generaciones -sólo existe el estadio de
pólipo- y son hexacoralarios, es decir, tienen la
cavidad gástrica dividida por septos dispuestos por
círculos sucesivos de 6 o múltiples de 6 (figs. 53
y 54). Los diversos aspectos de las colonias de
madreporarios corresponden a los diversos tipos de
gemación: Acropora (fig. 55) tiene aspecto ramoso,
Meandrina (fig. 56) tiene los cálices meandriformes,
Fungia (fig. 57) es aplanada con numerosos septos
reunidos por formaciones calcáreas perpendiculares
a su superficie, los sinaptículos. Los alcionarios,
tales como el coral rojo del Mediterráneo y las gor-
gonias actuales, son también hexacoralarios; com-
prenden formas con tubos de zooides (el zooide es
el individuo de la colonia) paralelos reunidos por
plataformas calcáreas: Tubipora (figs. 58 y 59), He-
liopora (figs. 60 y 61); en este Último género están
presentes, además, grandes poros para 10s zooides
~ r o ~ i a m e ndichos
te Fig. 53. Organización de un hexacora-
Y ~eq'efios Poros Para sus diver- laiio. pco, pared del coralito; S, sepfo;
tículos. Los hidrozoos, al contrario de los hexacora- si, sinaptícuio.
larios, poseen generaciones alternantes y tienen por
lo tanto el estadio de medusa. No tienen mesenterio (tabique que contiene un septo
y que divide la cavidad gástrica); una forma frecuente, Millepora (figs, 62 y 63),
muestra dos tipos de poros que corresponden a individuos diferentes, poros más 47
Fig. 54:, Esquema del desarrollo de los hexacoralarios
en seccion transversal; septos en negro oscuro; mesen-
téreos, líneas a pequeños trazos perpendiculares. A, es-
tadio inicial con 6 septos (protoseptos); B, estadio ulte-
rior con 12 septos, los 6 protoseptos ya formados más
6 rnetaseptos; C, nódulos calcáreos prolongan los rneta-
septos; D, estos nódulos calcáreos confluyen entre ellos
y con los rnetaseptos:,que toman un aspecto bifurcado;
E, principio de aparicion de u n nuevo ciclo de 6 septos
de tercer orden entre las ramas de los metaseptos (sólo
4 de estos septos están presentes en este estadio); F, fu-
sión de estos 6 nuevos septos con los rnetaseptos.
A B
Fig. 55. Un madreporario: Acropora. A, vista de conjunto de l a colonia. B. vista de u n fragmento de la colonia
aumentado.
El medio arrecifal 49
grandes, los gasteroporos, rodeados casi siempre por dactiloporos más pequeños.
Los briozoos de los mares tropicales están frecuentemente asociados a los celen-
téreos en la construcción de arrecifes. Los briozoos actuales con esqueleto calcáreo
pertenecen a los ciclostomas y quilostomas (véase pág. 59).
Entre los anélidos, no solamente se conocen poliquetos que segregan carbonato
cálcico y que viven en o sobre los arrecifes de coral (Serpula), sino que también,
por acumulación de los tubos que les sirven de habitáculo, ciertos anélidos pueden
formar verdaderos arrecifes (arrecifes de Sabellaria de la bahía del Mont Saint Michel,
por ejempfo).
Las algas constructoras, en nuestros días son casi exclusivamente algas rojas: así,
en las costas bretonas, los arrecifes de litotamniadas forman acumulaciones calcáreas
conocidas con el nombre de «maerl». Las algas verdes juegan hoy día un papel de
segunda categoría, pero del Triásico al Eoceno, las algas verdes sifonadas, las dasi-
Fig. 68. ~ e c c i i ndel atolbn de Bikini. 1, cresta con litotamniadas; 2, zona coralino-algal; 3, zona externa con
Heliopora; 4, isla descubierta; 5, zona interna con Heliopora; 6, playa de la laguna.
El medio arrecifal 53
comprende 75 atolones. En Mururoa el basamento volcánico está a 438 m de pro-
fundidad y sobre él descansan calizas arrecifales cuya edad ha podido ser determi-
nada gracias al 14C y 234Ur-230Th;e1 estudio paleobiológico de esta caliza muestra
que la isla ha pasado por tres estadios de emersión (en relación con las glaciaciones
sucesivas); estas oscilaciones del nivel marino explicarían la rarefacción de las especies
en el curso de los tiempos geológicos; sólo han podido subsistir las especies que
podían ser batidas por las olas en el transcurso de los estadios arrecifales sumergidos,
en particular los moluscos. La formación de estos arrecifes es debida esencialmente
a la subsidencia, que ha podido ser evaluada en 6 m, 6 como mínimo por 100 000 años.
FORMACIÓN DE ARRECIFES
BIOHERMES
El término arrecife muy rápidamente ha parecido bastante vago. Por ello se ha
intentado precisar la terminología; se llaman biohermes los arrecifes lenticulares,
mientras que se reserva el nombre de biostromas para los arrecifes en bancos continuos
(del griego stroma, palabra que designa todo lo que es extendido).
HISTORIA G E O L ~ G I C ADE LOS ARRECIFES
-1 km
&oUviN
l Fig. 69. Los bioherrnes del Devónico
superior de las Ardenas. (Los arrecifes
remesentados en Ilneas verticales son
más jóvenes que los representados en
líneas cruzadas; Frasniense medio.)
cuenca de Dinant, los biohermes son reemplazados por biostromas, que están así
comprendidos entre una región litoral situada más al norte y una región más meri-
dional con biohermes. Todos estos arrecifes están formados por estromatóporos, tabu-
lados, tetracoralarios, crinoideos, braquiópodos, esponjas (Receptaculites), algas (Gir-
vanella, Sphaerocodium). Además, tanto en los biohermes como en los biostromas
pueden distinguirse partes con predominancia de estromatóporos y partes más ricas
en coralarios. Los estromatóporos se forman en la zona marina de turbulencia, como
lo prueba la pureza de las calizas que los contienen, mientras que las calizas con
coralarios, desarrolladas debajo de la zona de turbulencia, en una zona inferior a
aquella donde se deposita la arcilla, están pigmentadas por sales de hierro. Había
pues entonces biostromas cerca del litoral, y más lejos de la costa, por ser más fuerte
la velocidad de subsidencia, sólo ciertos biostromas de coralarios debían de poder
mantenerse bajo la zona de turbulencia, ya que su desarrollo se veía frenado por
la precipitación de arcilla. La fase arrecifal del Frasniense medio correspondería pues
a variaciones de subsidencia en las cercanías del litoral; en el Famenniense el conti-
El medio arrecifal 55
nente caledoniano se eleva y los arrecifes desaparecen. Recordemos que uno de estos
biohermes del Frasniense de las Ardenas es célebre porque da el mármol rojo de
las Ardenas con sus tres niveles: «griot» superior, regio y «griot» inferior.
Este análisis paleoecológico debido a Lecompte prueba, además, que la disposi-
ción de estos arrecifes frasnienses de las Ardenas no tiene equivalente en la naturaleza
actual: si los biostromas evocan arrecifes barrera, no se conocen actualmente bioher-
mes situados más lejanos a la costa que los arrecifes barrera. Condiciones geológicas
pueden explicar estas diferencias: los mares devónicos eran geosinclinales y trans-
gresivos, con subsidencia del fondo, y es porque había transgresión en el continente
que se observan estas disposiciones particulares. Sin embargo, no debe olvidarse que
los animales constructores de estos arrecifes son todos diferentes de los actuales y
que su modo de vida no debe corresponder al que nosotros podemos observar hoy.
Poríferos o espongiarios
Desde el punto de vista geológico, los espongiarios son especialmente importantes
por su esqueleto. Éste está formado de espículas calcáreas o silíceas, aisladas o for-
mando una red. Sólo las megascleras, es decir, las espículas más grandes, son impor-
tantes en paleontología; las microscleras no se encuentran nunca en su lugar de origen
en los fósiles, ya que estaban libres en medio de los tejidos. Se distinguen diversos
tipos de megascleras:
- las monoaxónicas en forma de aguja recta o ligeramente curvada;
- las triaxónicas, con tres radios salidos de un centro común;
- las tetraxónicas, con cuatro radios de los cuales tres están en un mismo plano
y e1 cuarto es perpendicular al plano de los otros tres; presentan formas varias
(clavo, ancla, etc.);
- las hexaxónicas tienen seis ramas dispuestas según tres ejes perpendiculares;
el conjunto de hexaxonas forma redes con vacíos cúbicos;
- las poliaxónicas tienen formas complicadas;
- los desmos tienen protuberancias de fijación.
Una esponja simple es un saco blando fijado por su base, abierto en el extremo
superior y atravesado por una circulación de agua: el agua entra por los poros y
los canales inhalantes; estos canales se abren en la cavidad pseudogástrica; el agua
!a atraviesa y sale en la parte superior por un orificio, el .ósculo. La circulación
de agua está determinada por los flagelos de las células llamadas coanocitos. En el
tipo ascon (fig. 70 A), los coanocitos tapizan la pared de la cavidad pseudogástrica;
en el tipo sycon (fig. 70 B, C), sólo se encuentran en cestas vibrátiles, cámaras que
aparecen como divertículos laterales de la cavidad pseudogástrica; en el tipo leucon,
canales vestibulares sin células con flagelos dan acceso a las cestas vibrátiles (fig. 71).
Se distinguen:
.l." Esponjas calcáreas, con las faretronas de tipo leucon y los esfintozoarios de
tipo sycon (ej., Amblysiphonella del Carbonífero, que tiene aspecto de rosario).
2.0 Esponjas silíceas. Estas comprenden: a) las hexactinélidas hexaxónicas con
las lisacinas con espículas aisladas (las euplectellas actuales de profundidad son reli-
quias de este grupo) y las dictioninas con hexaxones soldados formando un retículo;
b) las desmospongias con esqueleto sin hexaxones, subdivididas en monactinélidas
con monoaxones, tetractinélidas con tetraxones y litístidos con desmos.
Los Archaeocyathus del Cámbrico con esqueleto perforado, e n forma de cono 57
esp
e
Fig. 70. Esponjas: tipo ascon (A) (sección Ion-
/ gitudinal) y tipo sycon (B). C, detalle del tipo
sycon. CE, conducto exhalante; co, coanocito;
CI C CI, conducto inhalante. 0, ósculo; esp, espículas.
hueco fijado por la punta por procesos radiculares, son en general clasificados como
afines a los espongiario;.
Las espículas de los espongiarios siliceos han desempeñado un importante papel
en la formación de numerosas rccas tales como las «gaizes» (areniscas opalíferas),
Briozoos
El término briozoo -que significa etimológicamente animal-musgo- es poco afor-
tunado ya que refleja un error de los antiguos naturalistas que los colocaron durante
mucho tiempo en los zoófitos, agrupamiento artificial que era considerado como un
conjunto de géneros intermedios entre las plantas y los animales. Desde 1830 Thomp-
son observó en los briozoos la presencia de un tubo digestivo y propuso llamarlos
polizoos; los autores de lengua inglesa emplean esta denominación, que es más
lógica.
Los briozoos actuales (fig. 72) son pequeños animales coloniales, de ordinario
enanos, con larva nadadora que se transforma en un individuo fijo, la ancéstrula;
a partir de la ancéstrula, la colonia se forma por gemación repetida. Cada individuo,
o zooide, vive en una cámara calcárea o membranosa, el zooecio o cistido. En cada
zooide el individuo o polípido tiene un tuba digestivo curvado en U, y, en conse-
cuencia, la boca y el ano se abren uno cerca del otro. La boca está rodeada de un
lofóforo, es decir, de una corona de tentáculos huecos, ciliados: sus movimientos y
las ondulaciones de sus cilios llevan a la boca las partículas alimenticias; a la menor
alerta, el polípido entra en el zooecio invaginándose; está ligado al fondo de éste
por un ligamento o funículo; los zooecios tienen formas variadas (cónicas, elipsoi-
dales, cilíndricas o prismáticas). El orificio puede ser tan grande como el zooecio
o más pequeño que él; en ciertos grupos está cerrado por un opérculo. Los zooecios
.'
Braquiópodos
Los braquiópodos fueron primero clasificados con los lamelibranquios; Fue Cuvier
el primero que los separó de los moluscos. El nombre de braquiópodos fue propuesto
por Duméril. La posición sistemática es bastante particular. Son absolutamente dis-
tintos de los moluscos ya que poseen un lofóforo, aparato formado por brazos ciliados
y que tiene un papel alimenticio y respiratorio.
En otro tiempo se reunía a los braquiópodos y los briozoos en el grupo de los
moluscoides. Braquiópodos y briozoos poseen un lofóforo y tienen los sistemas ner-
viosos y digestivos comparables. No obstante, los adultos de ambos grupos se parecen
tan poco que hoy se separan los braquiópodos y los briozoos en dos subtipos distintos
(en los briozoos los individuos más grandes no sobrepasan 1,5 mm; además, 10s
briozoos son coloniales),
Los braquiópodos son todos marinos y fijos; la presencia de braquiópodos en los
sedimentos es por tanto suficiente para admitir que se trata de sedimentos marinos.
Los braquiópodos se diferencian de los lamelibranquios por la simetría de SUS
valvas. Las valvas son dorsal y ventral en los braquiópodos, derecha e izquierda
en los lamelibranquios. La valva dorsal es en principio braquial, la valva ventral
pedicular.
En Magellania; género actual, la valva braquial es más pequeña y más convexa
que la valva pedicular. En los braquiópodos estas dos valvas pueden estar unidas
por una charnela. En Magellania, un saliente mediano de la valva braquial, el proceso
cardinal, cuando las valvas están cerradas se sitúa entre dos dientes cardinales simé-
tricos que posee la valva pedicular. No todos los braquiópodos tienen charnela articu-
lada. De aquí la clasificación en: articulados o testicardinos e inarticulados o ecar-
dinos.
Poríferos. briozoos, braquiópodos 61
Fig. 73. Anatomla de Magellania. A, vista lateral. B. cuerpo del animal sacado de la concha. C. vista bianquial.
B. boca; L. Iofóforo; LM, I6bulos del manto; P. pedúnculo; Sp, senos paleales.
A) Formación de la concha
La embriología de los braquiópodos es bastante compleja: es completamente
diferente en los testicardinos y en los ecardinos. En los testicardinos, la larva, en
el estado de cefálula, comprende una cabeza ciliada, el esbozo del manto y un
pedúnculo (fig. 77). Después de la fijación, el manto se recoge y se producen modi-
ficaciones de los órganos internos (metamorfosis); el animal, que primitivamente se
hallaba en posición vertical, se coloca en posición horizontal, descansando sobre un
lado: en consecuencia, la valva inicialmente ventral se convierte en dorsal y viceversa.
En Lingula, por el contrario, no hay metamorfosis y la valva morfológicamente ventral
lo es también durante los primeros estadios del desarrollo.
La concha inicial de los articulados no comprende más que los esbozos de dos
placas: dorsal y ventral. En los inarticulados, una sola valva forma la concha inicial'.
Estas diferencias en el modo de desarrollo muestran que los articulados y los
inarticulados son dos grupos muy diferentes y que quizás cada uno tiene el valor
de una clase.
C) Histología de la concha
Del exterior hacia el interior de la concha se distingue sucesivamente: un periós-
traco córneo que raramente se conserva sobre las conchas, una capa Zamelar de calcita,
una capa prismática de calcita, con los prismas oblicuos en relación a las láminas.
En Lingula, por el contrario, se observa una alternancia de materia córnea y capas
calcáreas.
Fig. 79. Ejemplo de braquidio poco desarro- Fig. 80. Braquióforo en bucle simple. A, vista
Hado (Estlandia). b, braquidio; sm, septo me- lateral; B, vista dorsal. S, saliente; pyu, proce-
diano. so yugal.
bién prolongarse en forma de dos espiras. Los procesos yugales son engrosamientos
medianos de los crura; si están muy desarrollados pueden reunirse en una banda
estrecha yugal y llevar, a su vez, espiras secundarias.
b) Se distinguen tres tipos de espiras, según su dirección: /
Fig. 81. Braquióforos: atripoide (A) y atiroide (B). Fig. 82. Braquióforo espiriferoide.
!
Si el esqueleto braquial está silicificado, se le separa mediante disolución en
ácidos. Si es calcáreo, se estudia en secciones seriadas.
Se ha observado la evolución de los brazos en el curso de la ontogenia del
género actual Magellania. Durante el desarrollo se suceden estadios que corresponden
a los diferentes aparatos braquiales de ciertos géneros fósiles.
E) Fijación de la concha
Los atremados tienen una concha vertical; los neofremados están en general apo-
yados sobre la valva braquial, que puede incluso cementarse en el fondo; inicialmente
están fijados por un pedúnculo que puede desaparecer secundariamente. i
En los articulados la valva peduncular es en general superior; se la ha considerado
casi siempre como ventral. No obstante, los trabajos recientes de embriología demues-
tran que la valva ventral no es siempre peduncular; por lo tanto, es más prudente l
hablar de valva braquial y valva peduncular y no emplear los términos valva ventral
y valva dorsal.
En Richthofenia (Pérmico), la concha está modificada; una valva es abombada y
la otra es plana en forma de opérculo. Richthofenia tiene aspecto de Hippurites.
Poríferos, briozoos, braquiópodos 65
Los moluscos son metazoos de cuerpo blando constituido por tres partes: la cabeza,
la masa visceral y el pie. Ea masa visceral está recubierta por el manto, que segrega
la concha. La larva es una trocófora (larva oval con boca lateral, ano terminal, anillos
ciliados ecuatoriales y un engrosamiento ciliado en el ápice). Los moluscos pueden
ser considerados como construidos según un plan de organización primitivo, más o
menos modificado en los distintos grupos; se trataba de un animal con simetría
bilateral, y cabeza bien individualizada que llevaba los órganos de los sentidos, que
se deslizaba sobre su pie y cuya masa visceral estaba recubierta por un-repliegue
carnoso, el manto; la cavidad paleal estaba comprendida entre el manto y la masa
visceral, y contenía las branquias; el tubo digestivo debía de ser recto, con boca
anterior y ano posterior; el sistema nervioso estaba situado debajo del intestino.
CLASIFICACIÓN:
Anfineuros y escafópodos
Los placóforos comprenden: 1) los poliplacóforos, con concha formada por varias
placas calcáreas alineadas; actualmente están representados por los quitones. Conoci-
dos en estado fósil casi siempre gracias a la presencia de placas aisladas, aparecen en
el Cámbrico superior. 2) Los monoplacóforos poseen una concha con una sola placa
cuya forma recuerda la de Patella, pero en la que la cara interna está marcada por
las trazas de impresiones musculares pares. Se conocen desde el Cámbrico superior
y el Silúrico; el género Tryblidium (fig. 83) fue considerado primeramente como un
gasterópodo primitivo. El descubrimiento por la expedición danesa del Galatea de un
Fig. 83. Concha de Triblydiurn
con huellas de inserciones rnus- Fig. 84. Vista interna (A) y externa ( 0 ) de la concha de Neopilina.
culares. 0, branquias.
Gasterópodos
Organización
En los gasterópodos la cabeza y el pie están bien desarrollados; la masa visceral,
con un hígado voluminoso, está en la parte posterior del cuerpo; el tubo digestivo
está frecuentemente replegado sobre sí mismo, por lo que el ano puede abrirse
debajo de la cabeza. La boca contiene una rádula (fig. 8 5 ) , es decir, un anillo de
quitina provisto de dientes (hasta 750 000); los dientes de la rádula son en general
simétricos respecto a un diente mediano. La rádula es soportada por un cojinete
cartilaginoso móvil, el odontóforo, que tiene el papel de una raspa. La cavidad
paleal puede contener branquias, o bien la respiración puede realizarse a través de
la superficie misma del manto (pulmonados); a veces también, las branquias no
están en la cavidad paleal, sino que rodean el ano (Doris). En el curso del creci-
miento, la concha, primero en forma de casco, toma seguidamente la forma de espiral
plana, y después la forma de espiral cónica. En numerosos gasterópodos, durante el
desarrollo la masa visceral sufre una rotación de 180°. Esta torsión (fig. 86) sitúa
Moluscos 69
Fig. 86. La torsión en los gasterópodos, a, ano; br, branquia; Sn, sistema nervioso.
el ano y la cavidad paleal en la parte anterior del cuerpo. Además, tiene los
siguientes efectos: 1 ) modifica el esquema del sistema nervioso, que toma la forma
de un ocho; 2) provoca la atrofia de las vísceras en el lado hacia el cual se efectúa
la torsión. La clasificación en los gasterópodos se hace según esta torsión, más o menos
completa según los géneros (véase más adelante).
Concha
La concha puede tener forma de nsombrero chino», pero en este caso no es
la concha primitiva en forma de casco la que se ha desarrollado: en Patella, por
ejemplo, la protoconcha, es decir, la concha inicial, es helicoidal (fig. 87). La concha
Fig. 91. Desarrollo de Fissurella. A, Fissurella adulta; 0, estadio de Rimula; C, estadio de Emarginula; D. Fissu-
rella: estadio juvenil.
Los músculos fijan al animal al interior de la concha; sus huellas son frecuente-
mente visibles sobre las conchas: son en forma de herradura en las conchas pateli-
formes; en las conchas colurnelares, por el contrario, el músculo se adhiere en el
borde axial.
Un opérculo, placa calcárea o córnea, puede ser insertada sobre una parte del pie
y cerrar la concha cuando el animal se contrae. Estos opérculos raramente se encuen-
tran fosilizados.
Se conocen irregularidades de arrollamiento y desarrollamiento de conchas, fenó-
menos que aparecen generalmente en las formas fijadas: el desarrollamiento se en-
cuentra a la vez en géneros con espiral baja y en géneros con espiral elevada.
Ej., Platyceras (del Silúricu al Carbonífero): concha baja con la última vuelta sin
Moluscos
contacto con la precedente (fig. 92). Este animal vivía fijado sobre el tubo anal
de los crinoideos. Vermetus (Terciario-actual): la concha, en principio poco desarro-
llada, se hace después netamente espiralada (fig. 93).
Ciertos gasterópodos tales como las púrpuras actuales dejan en la arena huellas
simétricas; se conocen huellas fósiles comparables a las de las púrpuras actuales.
Además, hay conchas fósiles que presentan a veces perforaciones muy parecidas a
las que hacen, actualmente, los gasterópodos perforantes. Finalmente, se conocen
puestas fosilizadas (Bulimus) .
CLASIFICACIÓN
Ordenes:
Repartición
Se conocen gasterópodos desde el Cámbrico inferior. Los dio.tocardios son más
arcaicos que los monotocardios. Los diotocardios aparecen en el Cámbrico superior,
alcanzan su apogeo en el Primario y experimentan luego una regresión, aunque son
todavía abundantes. Los monotocardios aparecen en el Silúrico pero son raros en
el Primario. Los monotocardios con largos sifones (ej. Murex) son sobre todo cono-
cidos desde el Jurásico. Los pulmonados aparecen en el Carbonífero pero no se
desarrollan de manera abundante hasta el Jurásico superior.
Evolución
Ecología
A veces los gasterópodos pueden dar indicaciones de facies: los Cerithium en el
Terciario de la cuenca de París son francamente marinos, pero los Potámidos vivían,
por el contrario, en agua dulce poco salada.
Lamelibranquios
Los lamelibranquios se caracterizan por su simetría bilateral, su concha bivalva
y sus branquias: éstas son'frecuentemente hileras de filamentos insertos en las cavi-
dades branquiales, o láminas que resultan de la soldadura incompleta de los fila-
mentos branquiales.
Moluscos 75
Organización
En el interior de la concha, la masa visceral está dorsalmente recubierta por
el manto. El pie está debajo de la masa visceral. Entre el pie y los lóbulos del manto,
de una parte y de otra, están situadas las dos cavidades branquiales (fig. 99).
Las valvas están cerradas por uno o dos músculos aductores: éstos dejan sobre
la concha una marca (fig. 96) que puede ser única (monomiario) o doble (dimiario).
Entre los dimiarios se distingue los hornomiarios o isomiarios, con músculos iguales,
y los heteromiarios o anisomiarios, con músculos desiguales. Además marcas menos
netas de los músculos retractor o protractor del pie son a veces visibles. El músculo
aductor puede ser en parte liso (cierre lento de la concha) y en parte estriado (cierre
riipido; Pecten). Las valvas se abren bajo la acción de un ligamento que une las
valvas; la abertura es pues pasiva; el cierre es activo: a la muerte del animal,
la concha se abre, al contrario que en los braquiópodos; en consecuencia, se encuen-
tran frecuentemente moldes internos de conchas de lamelibranquios.
Los bordes del manto pueden estar completamente separados, como en las ostras,
o unidos, salvo en los bordes de los orificios que sirven para la entrada y la salida
del agua, la expulsión de los excrementos y la salida del pie. Los orificios posteriores
del manto pueden a veces prolongarse mediante tubos o sifones (fig. 97); éstos son
independientes en Tellina, parcialmente unidos en Tapes, fusionados en Mya. Pueden
estar protegidos por tubos calcáreos (Teredo) o por placas calcáreas (Pholas).
El borde del manto está reforzado por un músculo orbicular retráctil. La marca
de este borde sobre la cara interna de las valvas es la línea paleal (fig. 95), integro-
paleal si es entera y sinopaleal si está escotada por el músculo retractor del sifón.
E
Fig. 97. Diversos tipos de desarrollo de sifones. A, sifones ausentes; B, sifones rudimentarios; C, sifones netos
D. sifones reunidos en un solo tubo.
Fig. 98. Diversos tipos de ligamento: A, anfi-
dético; 6, opistodético; C, prosodético; D, resi-
lium r (co, condróforo).
ser libre o fijado mediante un bis0 formado por filamentos segregados por una
glándula del pie, la glándula bisógena, filamentos que se solidifican en el agua.
El bis0 puede presentar diversos aspectos: de cabellera basta (mejillón), de largos
filamentos sedosos (Pinna) o de eje calcáreo; es entonces llamado aguja (Anornia).
Ciertos lamelibranquios, como el mejillón, pueden perder el biso y segregar otro.
Los lamelibranquios con bis0 no tienen, en general, más que un solo aductor anterior
poco desarrollado o ausente: Douvillé había admitido que el bis0 que servía de ancla
tiraba sobre el pie y que esta tracción tenía por efecto la regresión del músculo
aductor anterior y de la parte anterior del cuerpo; esto es simplemente una hipótesis.
Cada branquia comprende un eje con una hilera externa y una hilera interna
de filamentos vasculares. Según la disposición de las branquias se distinguen los gru-
pos siguientes:
1 . Protobranquios: Filamentos branquiales cortos, espesos, libres (fig. 99 A), ej.
Nucula.
2. Filibranquios (fig. 99 B ) .
a) Filamentos branquiales alargados (Asmusium).
b) Filamentos branquiales alargados y recurvados (Arca).
C) Filamentos branquiales alargados, recurvados y reunidos por anastomosis
no vasculares (Mytilus) .
Fig: 99. Diversos tipos de o!ganizaci6n branquia1 en los lamelibranquios. A, protobranquia; 6,filibranquia; C, eula-
melibranquia; D, septibranquia.
3. Eulamelibranquios: Los filamentos están reunidos por anastomosis vasculari-
zadas extendidas y se unen al cuerpo por sus dos extremidades (Anodontu,
fig. 99 C).
4. Septibranquios: Branquias reducidas a un septo que separa una cámara bran-
quial inhalante de una cámara branquia1 exhalante (Poromya, fig. 99 D).
Concha
La concha comprende típicamente: 1.0 El periostraco externo formado de con-
quiolina, materia córnea. Frecuentemente coloreada, esta capa casi nunca es conser-
vada en los fósiles. 2.O Una capa media de prismas poligonales de aragonito o
calcita. Estos prismas pueden estar muy desarrollados (Inoceramus) y encontrarse
aislados en los sedimentos. A veces, en lugar de prismas se observan columnas de
aragonito (Nucula). 3." Una capa profunda lamelar de conquiolina y de aragonito
en forma de pepitas o de calcita ya sea en romboedros o en agujas. Las dos capas
superiores son segregadas únicamente por el borde del manto, la capa profunda
por toda su superficie, como lo demuestra la formación de perlas alrededor de los
granos de arena situados debajo del manto.
El pico (corchete o umbo) está, en general, dirigido hacia adelante (concha pro-
sógira); algunas conchas son, no obstante, opistógiras (Nucula, Trigonia). Entre los
dos picos, de una parte y de otra de la charnela, numerosos lamelibranquios tienen
un área cardinal caracterizada por una ornamentación diferente de la de la concha.
El área cardinal está a veces dividida en dos partes (anterior o lúnula, posterior o
corselete). La charnela presenta dientes y fosetas que se encajan de una valva a otra.
La charnela de la concha embrionaria (fig. 100) es dentada. Estos dientes contribuyen
a la formación de la charnela definitiva, siendo su importancia variable según 10s
grupos. La ornamentación muestra líneas de crecimiento que representan antiguas
etapas de crecimiento del borde paleal.
Se distinguen los tipos de charnela siguientes:
Disodonto - Dientes reducidos, aislados y a veces en regresión (fig. 96 D) - ostras,
veneras, mejillones.
Taxodonto - Dientes pequeños, todos parecidos, regulares (fig. 96 A) - arcas.
Heterodonto - Dientes cardinales cortos situados cerca del pico, casi perpendiculares
al borde interno de la valva; dientes laterales menos marcados, alargados (figu-
ra 96 C); ej. Venus.
Isodonto - Dos dientes cardinales iguales y simétricos en relación al pico en una
valva, y cavidades que se corresponden en la otra valva (fig. 96 B); ej. Plicatula.
Esquizodonto - Dientes cardinales prominentes divergentes o bifurcados (fig. 96 E);
ej. Trigonia,
Como las branquias no se conservan en estado fósil, los paleontólogos se interesan
principalmente por los caracteres de la charnela.
Orientación de la concha
Casi siempre el ligamento está más desarrollado del lado posterior; la impresión
del músculo posterior es más grande que la del músculo anterior; el seno paleal'
es posterior; el escudo es posterior; el borde posterior está, en general, más desa-
rrollado; el pico casi siempre está recurvado hacia adelante.
Los caracteres siguientes permiten distinguir las conchas de los lamelibranquios
de las de los braquiópodos.
Lamelibranquios Braquiópodos
- valvas casi siempre inequilaterales - valvas equilaterales
- concha, en general equivalva - concha inequivalva
- una valva derecha y una valva iz- - una -valva superior y una valva in-
quierda ferior
- sin pedúnculo - un pedúnculo y un orificio peduncular
que perfora una valva
- la concha se abre a la muerte del - la concha se cierra después de la
animal muerte del animal
Filogenia d e la charnela
La charnela primitiva es taxodonta; ésta existe en dos grupos de lamelibranquios
diferentes:
A) Los ctenodontos - los dientes convergen según la dirección del centro de
la valva. Este grupo aparece en el Cámbrico superior y vive aún en la actualidad
(Nucula; fig. 101 A).
B) Los actinodontos - los dientes convergen hacia el pico (corchete) (fig. 101 B).
Tres líneas principales derivan de estos actinodontos:
1. Los amboniquíidos (Silúrico y Devónico) con dientes poco numerosos que
no se unen en el pico. Esta línea dará lugar a los disodontos.
2. Por mediación de Parallelodon devónico, típicamente actinodonto, y después
de Grammatodon (Jurásico), con dientes fragmentados, se llega a los pseudocteno-
dontos (Arca), cuya ctenodontia es adquirida secundariamente.
3. Los dientes pueden estar en regresión, quedando sólo dos dientes cardinales
en el pico (preheterodontos). estos dan a su vez dos líneas:
a) Géneros con un cardinal posterior y un cardinal medio en la valva izquierda:
Preastarfídidos, Por adición de dientes laterales anteriores y posteriores, estos preas-
tartídidos darán los heterodontos (el grupo más grande en la actualidad).
b) Géneros con un cardinal medio y un cardinal anterior en la valva izquierda:
Miofóridos y Trigoniidos.
Evolución
Es durante el Triásico cuando aparecen más familias nuevas. Parece que la natu-
raleza de la concha se ha modificado en el transcurso de la evolución; antes del
Carbonífero medio las conchas habrían sido de aragonito y, por lo tanto, en general
no se habrían fosilizado.
INvERSIÓN D E LA CONCHA
Ciertos Chama (Cretácico-actual) están fijados por la valva izquierda, otros por
la valva derecha. Las valvas libres tienen siempre el mismo tipo de charnela,
un diente comprendido entre dos fosetas; las valvas fijas presentan siempre dos
dientes y entre ellos una foseta.
66
,.,., ,
"'
.S**,
,.,
Puede entonces oponerse (Munier-Chalmas) los Chama calcarata (fig. 105) nor-
males fijados por la valva izquierda a los Chama (fig. 106) fijados por la valva dere-
cha y con dientes y fosetas invertidos con respecto a los Chama normales.
La inversión de los lamelibranquios es conocida a escala genérica, específica e
intraespecífica. Tiene, al menos en ciertos casos, el valor de una mutación.
arrolladas; la valva fija (derecha o izquierda) es la más grande, si las dos valvas
son desiguales (fig. 107).
En cuanto a la charnela, en una valva, un diente está rodeado de una foseta
en herradura y tiene un diente posterior. En la otra valva, no existe más que un
diente cónico limitado por dos fosetas. Además, se observan en las valvas las improntas
de las inserciones musculares; el músculo posterior está sujeto por una lámina de la
concha.
A partir del Sequaniense se distinguen rudistos fijados por la valva izquierda y
rudistos fijados por la valva derecha.
Son aún los Diceras y otros géneros tales como Requienia y Toucasia. El género
Requienia (fig. 107 B) posee una valva fija arrollada y una valva libre opercular;
los dientes de la placa cardinal están poco marcados. El género Toucasia (fig. 108)
recuerda a Diceras; pero el músculo posterior se inserta sobre cada valva (y no sólo
sobre una), sobre una lámina de la concha. Esta es inequivalva, con valvas frecuen-
temente carenadas.
A B
Fig. 107. A, Diceras; B, Requienia. Fig. 108. Toucasia.
los lados. La valva izquierda opercular, porosa, está perforada por dos orificios
a veces en parte obstruidos, los ósculos, En la valva derecha, a los tres surcos corres-
ponden tres salientes internos (arista ligamentaria [ligamento interno] ; dos pilares);
un diente vertical (d) con sección H era adyacente a la arista ligamentaria, dos fosetas
albergaban una un diente posterior de la valva izquierda (fdp), la otra un diente
anterior de la valva izquierda ( f d a ) ; en una foseta (ma) se inserta una apófisis de
inserción del músculo posterior de la valva izquierda (lámina miofórica); el fondo
de la lámina está tabicado; el cuerpo del animal no está contenido más que en la
parte superior de la valva (fig. 112 B).
La valva izquierda opercular lleva un diente anterior cónico que tiene en su base
un collar de inserción del músculo anterior; un diente posterior 'en lámina; una
lámina de inserción del músculo posterior (lámina miofórica) es independiente de
este diente (fig. 112 A).
La concha presenta una capa interna lisa y una capa externa con canales que se
abren al exterior por medio de poros.
La clasificación de los hippurites se basa en la disposición de los poros (de la
valva izquierda) -ésta puede ser reticulada, poligonal, lineal-, en la presencia o
ausencia de arista ligamentaria, y en el número de pilares que pueden faltar o multi-
plicarse.
Por la anatomía de la concha, está claro que la valva superior no podía abrirse
basculando alredgdor de la charnela. La valva izquierda debía sólo poder levantarse
encima de la valva derecha.
I i
fdp d
Fig. 112. Las dos valvas de un hippurite: A, superior; B, inferior.
d, diente; da, diente anterior; dp, diente posterior; E, pilar anterior; f da, fosa del diente anterior; f dp, fosa del
diente posterior; ma, inserción del músculo anterior; mp, inserción del músculo posterior; S, pilar posterior.
Cefalópodos
Los cefalópodos son muy especializados: la cabeza presenta dos ojos de anatomía
bastante compleja y que alcanzan a veces una perfección que no se encuentra más
que en los vertebrados; los ganglios nerviosos de la cabeza, más o menos confluentes,
frecuentemente voluminosos, están contenidos en una cápsula cartilaginosa. El pie se
ha acortado .de atrás hacia adelante y se extiende lateralmente y alrededor de la
Fig. 114. Organización de un cefalópodo:
sección de una concha de Nautilus. Pc, pico
córneo: Br, branquia; CM, cavidad del man-
to; E, embudo; H, hígado; Es, esófago;
Ov, ovario; R, rádula; S, sifón; T, tentáculos.
cabeza; lleva los tentáculos y el embudo (sifón), órgano musculoso que asegura la
salida del agua y la progresión del animal. Puede admitirse que, en los cefalópodos,
la parte posterior del cuerpo se ha replegado de 1800 en un plano vertical y que,
en consecuencia, el ano y la cavidad paleal han quedado situados debajo de la
cabeza; las branquias son correlativamente dirigidas también con la punta hacia
adelante (fig. 114).
Los cefalópodos se clasifican en: 1.O Dibranquios (=Coleoideos) con dos bran-
q u i a ~ dos
, riñones, dos aurículas, ej. sepia, calamar, pulpo. 2.O Tetrabranquios (=Nau-
tiloideos) con cuatro branquias, cuatro riñones, cuatro aurículas. Un solo género
actual: el Nautilus. 3." Ammonoideos: exclusivamente fósiles y clasificados aparte,
ya que no se conoce el número de branquias.
Esta clasificación es de todos modos, poco satisfactoria: 1.O por prudencia, sólo
asigna una plaza independiente a los ammonoideos. Sin embargo, a partir de las
impresiones de las partes blandas, excepcionalmente conservadas por ejemplo en los
esquistos de Wissembach del Devónico medio alemán, se sabe que los ammonites
no tenían más que una decena de brazos; este carácter le distingue de Nautilus,
que posee un gran número de brazos; los ammonites se distinguen también de los
nautilos por su rádula: la rádula de los nautilos comprende 13 hileras longitudinales
de dientes. Se dice que los nautiloideos son Lateradulata; el número de filas den-
tarias en la rádula es menor en los ammonoideos: así por ejemplo, Eleganticeras del
Liásico tiene una rádula con 7 hileras (Angusteradulata). Los dibranquios actuales
son también Angusteradulata. 2.O los Orthoceras, nautiloideos fósiles del Pérmico, son
de todas maneras muy diferentes del Nautilus actual, ya que no tenían más que una
decena de brazos (trabajos recientes de A. Zeiss y U. Lehmann).
Comprenden dos decápodos, los octópodos y los belemnoideos (estos últimos ente-
ramente extinguidos).
Los DECAPODOS (ej. sepia, sepiola, calamar) tienen diez brazos, de los cuales dos
son más largos y están especializados en la captura de presas.
Paleontologla
Fig. 115. Sección de una con- Fig. 116. Belemnitella: nótense Fig. 117. Eobelemnites ( x 413).
cha de 'belemnite. Fr, fragmoco- sobre el rostro las formas arbo-
no; Pr, proostraco; R , rostro. rescentes vasculares (aprox. x
7/21.
Moluscos
animal con el fondo del fragmocono, pero no penetraba hasta la cámara inicial
globosa situada en el origen del fragmocono.
3 . O El proostraco es un lámina de materia córnea y de aragonito. Raramente se
conserva y no es más que la prolongación dorsal, en forma de lengüeta, del frag-
mwono.
Fig. 118. A, Belosepia; B, Beloptera. En la parte supe- Fig. 119. A, sección de Spirulirostridiurn. B, or-
rior, secciones sagitales; en la parte inferior, vistas de los ganización del «hueso» de la sepia (sección).
rostros de la parte superior - Fr, fragmocono. Fr. fragrnocono; Pr, proostraco; R, rostro.
El rostro se reduce aún y se pasa a las sepias, donde el rostro no está represen-
tado más que por una pequeña punta que, hacia adelante, tiene una corta apófisis
de inserción del músculo del manto. El «hueso» de la sepia es un fragmocono en
el que los septos tienen una disposición compleja, notablemente por formación de
septos suplementarios (fig. 119 B). El hueso de la sepia está recubierto dorsalmente
y desbordado por el equivalente morfológico del proostraco.
En otros casos (Spirulirostridium, fig. 119 A, Mioceno), la reducción del rostro
va acompañada de la reducción del fragmocono; el rostro recubre por consiguiente,
por encima, las primeras cámaras; se llama capitulum la parte del rostro que recubre
las primeras cámaras. Spirulirostra (Mioceno) es morfológicamente intermedio entre
Sepia y Spirulirostridium; el fragmocono está menos arrollado que en este último
género.
En la Spirula actual, el fragmocono (fig. 120) es netamente espiralado; el rostro
se interpreta como muy reducido o desaparecido, el proostraco falta. Spirula vive
entre 1000 y 2000 m de profundidad y las partes blandas son mal conocidas. El frag-
mocono de Spirula está dividido en camarillas por septos simples perforados por un
sifón interno; está situado en la parte posterior del cuerpo del animal.
Los teutoideos están representados en nuestros días por los calamares (metateu-
toideos), en los que el esqueleto está casi siempre reducido a una lámina córnea,
no calcificada, llamada pluma o gladius (=proostraco). Los proteutoideos del Jurásico
y del Cretácico tienen aún un gladius calcificado con restos de fragmocono. Otros
teutoideos, tales como los del Portlandiense de Solenhofen frecuentemente conservados
con las partes blandas, son ya menos calcificados (mesoteutoideos) .
Los octópodos aparecen con el género Palaeoctopus (Senoniense del Líbano); este
género posee una concha rudimentaria, hecho que demuestra que los octópodos deben
tener posiblemente su origen en los decápodos. Las conchas de los argonautas son
conocidas en el Terciario; estas conchas no tabicadas no son, en realidad, verdaderas
conchas, sino solamente barquillas para huevos.
11) TETRABRANQUIOS
El Nautilus
Nautilus vive en el Pacífico, desde Filipinas al archipiélago de las Fidji. Cono-
cido por su concha en el siglo XVIII, fue dragado con sus partes blandas por primera
vez en 1832, y después en 1873 por el Challenger.
La concha (fig. 114) está arrollada en un plano y dividida en cámaras por medio
de tabiques (septos).
El cuerpo del animal (figs. 114 y 121) ocupa la última cámara (cámara habitada).
Los septos están perforados medialmente y dejan pasar un tubo carnoso, el sifón,
que atraviesa todas las cámaras salvo la primera; alrededor del sifón, que une el
animal con el fondo de la concha, los septos forman golletes (o cuellos septales)
dirigidos hacia atrás: el animal es retrosifonado. La intersección de un septo con
el exterior de la concha es la sutura; si se proyecta esta sutura sobre un plano
tangente al borde ventral de la concha (externa), se obtiene la línea de sutura.
Ésta es simplemente ondulada en los nautilos, con líneas convexas hacia adelante
(crestas) o cóncavas (lóbulos). Dos músculos fijan el animal a la cámara que habita:
dejan impresiones superficiales en el interior de las conchas; tales impresiones son
a veces visibles en los nautiloideos fósiles. En el contacto con la cámara inicial,
el sifón se termina por un engrosamiento o ciego. Cerca del origen de la primera
vuelta subsiste un vacío, el orificio umbilical.
Fig. 122. A, Volborthella ( x 5 ) ; B, Plec-
tronoceras ( x 2,5).
La forma de las conchas de los nautiloideos fósiles (figs. 122 y 125) es variable:
recta (ortocono), ligeramente curva (cirtocono), en espiral laxa (girocono), más o
menos involuta (nautilocono), en ortoconos o cirtoconos anchos y cortos (brevicono).
Los bordes del peristoma pueden presentar sinuosidades complejas que le estre-
chan. En los nautiloideos las secciones de las vueltas pueden tener formas variadas.
La línea de sutura puede en algunos casos mostrar sinuosidades (lóbulos y nodi-
llones) bastante desarrolladas (ej. Aturia, fig. 123; Mioceno) que recuerdan las de
los goniatites.
El aspecto del sifón es variable en los nautiloideos. Según Flower, pueden distin-
guirse (fig. 124): a) sifones prácticamente sin cuello septal; este tipo de sifón es
conocido en los primeros tetrabranquios; b) sifones con cuello septal extendiéndose
en toda la longitud de las cámaras (esta disposición se observa en los endocerátidos);
Fig. 124. Diversos tipos de sifones en los nautiloideos. A, sifón sin cuellos septales. B, sifón con cuellos septales
retrosifonados alargados pero n o engrosados. C, sifón con cuellos septales cortos e hinchados en las cámaras.
D, sifón con cuellos septales retrosifonados cortos y sin hinchamientos; cuellos septales, tabiques y concha en negro.
C) sifones engrosados en las cámaras y con cuello septal dirigido hacia el exterior;
d) sifones cilíndricos con cuello septal corto; e) sifones engrosados por la presencia
de una especie de anillos calcáreos, los annuli; además, las paredes de la concha
pueden tener espesamientos debidos a depósitos parietales. Este tipo caracteriza
notablemente los actinocerátidos. Los estudios de la estructura de los sifones son
difíciles, ya que fenómenos secundarios de recristalización tapan las verdaderas es-
tructuras.
Evolución
En el origen de los nautiloideos se sitúa a veces el género Volborthella (fig. 122 A)
del Cámbrico inferior del norte de Europa y del Canadá; es un ortocono con sifón
medio pero con concha delgada, y, de hecho, es poco probable que este género sea
un cefalópodo.
111) AMMONOIDEOS
Organización
Modo de vida
Debido a la presencia de numerosas cámaras aerífiras, los ammonites enrollados
debían de nadar, en general, con el orificio de la concha en la parte superior (nata-
ción pasiva). Alrededor de esta posición de equilibrio., la concha debía de oscilar
Paleontología
En la primera vuelta los cuellos septales son aún retrosifonados. Los primeros
estadios del desarrollo tienen suturas goniatíticas, después la sutura se hace compleja.
Vemos pues que en el curso del desarrollo de este ammonite, el sifón es primero
retrosifonado y después prosifonado; este cambio de dirección de los cuellos septales
aparece igualmente en las vueltas cada vez más centrales en el curso de la evolución:
el sifón se hace presifonado en las vueltas 3 a 6 en el Pérmico, y en las vueltas 2 a 3
en el Triásico; en los ammonites posttriásicos, los cuellos septales de las vueltas 2
y 3 son en general dirigidos a la vez hacia adelante y hacia atrás.
Parece que el desarrollo de Dactylioceras cornmune recapitula la evolución del tipo
(ley de la recapitulación o ley de Serres o de Haeckel o palingénesis); no se trata
en modo alguno de una ley, sino de un caso particular, de una modalidad de la
evolución de hecho particular y no general.
Se conocen otros ejemplos donde el joven es la prefiguración del descendiente
(proterogénesis) (véase pág. 98). Proterogénesis y palingénesis pueden explicarse por
diferencias en la velocidad (aceleración o retardo) del desarrollo individual.
Velocidad de crecimiento. A menudo se encuentran sobre los ammonites tubos
calcáreos de gusanos marinos, las serpulas; a veces, el tubo del gusano y el ammo-
nite están dispuestos de tal manera que debe admitirse que el tubo de Serpula crecía
tan deprisa como el ammonite. Como la velocidad de crecimiento de los tubos de
Serpula es conocida, permite calcular que una vuelta de ammonite, en la forma
considerada, debía exigir, para formarse, una duración de 6 meses a 10 años, Por
consiguiente, como hay alrededor de veinticinco cámaras habitables por cada vuelta
en el caso estudiado (Arnioceratoides), cada cámara habitada debía ser funcional,
durante una a cuatro semanas más o menos. Evidentemente, sólo se trata de un orden
de magnitud (Schindewolf).
Fig. 136. Llnea de sutura: A, Bac- Fig. 137. Regresibn de la perforación urnbilical en los goniatites.
trítes; B. Lobobactrites. A, Gyroceratites; B, Mimogoniatites; C. Agoníatites.
Fig. 139. Parawocklumeria, Clymenia reducida
por regresión en sus primeras cámaras ( x 1).
Fig. 138. Líneas de sutura de algunos arnrno- Fig. 140. Medlicottia: línea de sutura.
nites. A, Manticoceras; B, Tissotia; C , Prolecani-
tes; D, Popanoceras.
Fig. 143. Desenrollamiento de los ammonites Fig. 144. Phylloceras: llnea de sutura.
en el Triásico superior. A, Choristoceras; 6, Rhab-
doceras; C, Cochloceras.
Fig. 147. Arnmonites desenrollados del Cretácico. A,Ammonitoceras; 6,Baculites; C , Nipponites; D, Hyphantoceras.
Antenados
Sobre las valvas, microscópicas en general pero que pueden alcanzar una longitud
de 2,5 cm se observa: una ornamentación, la mancha ocular, la cicatriz de los
músculos aductores y la charnela.
Los ostrácodos fósiles se clasifican según la forma recta o convexa del borde
dorsal y del borde ventral del caparazón, según la ornamentación de éste, según
la presencia o ausencia de dientes a lo largo de la charnela (charnela adonta, taxo-
donta, heterodonta), según la disposición de las inserciones musculares, según la
presencia o ausencia de velo (se llama velo a una especie de collarete plegado fijado
en el borde ventral del caparazón) o de un histio (collarete ventral o lateroventral
del caparazón pero no plegado); se llama dolon a una cavidad en bolsa entre los
velos. El dimorfismo sexual se conoce en los ostrácodos y viene a complicar las
determinaciones; puede manifestarse en la curvatura más o menos pronunciada de
las valvas, en la forma de la protuberancia principal (lóbulo) de cada valva, en la
existencia de bolsas (crumina) entre las valvas, y en la naturaleza del velo, que
puede ser simple o al contrario con dolon, o en la del histio.
Los principales grupos de ostrácodos fósiles son los siguientes:
- Arqueocópidos. Caparazón poco calcificado. Charnela recta y larga. Cám-
brico.
- Leperditicópidos. Caparazón muy espeso. Gran cicatriz muscular compuesta.
Del Ordovícico al Devónico. Ej. Leperditia.
- Paleocópidos. Charnela recta, larga. Cicatrices musculares simples de unas
100 v de diámetro. Del Ordovicico al Pérmico. Ej. Beyrichia.
- Podocópidos. Charnela recta o convexa. Inserciones musculares compuestas.
Del Pérmico al actual. Ej. Cypris, Cythere.
- Midocópidos. Presencia frecuente de un rostro y de una incisión rostral,
'
Cicatriz muscular en general triple. Del Ordovícico al actual.
Los ostrácodos se preparan fragmentando la roca que los contiene por disociación
mecánica o química (ebullición con potasa); se les aísla por tamizaje.
Artrópodos 105
Lámina V. Meganeura.
Pieza original conservada en el Muséum National dtHistoire Naturells. París.
Los malacostráceos se caracterizan por la presencia de 20 ó 21 segmentos.
El cuerpo comprende un cefalotórax con 8 pares de apéndices y un abdomen con
6 pares de apéndices. Aquí estudiaremos solamente la historia paleontológica de un
solo orden, los decápodos.
Los DECAPODOS tienen entre sus 8 pares de apéndices locomotores cefalotorácicos:
- tres pares de patas mandibulares (masticadoras en sus bases);
- cinco pares de patas locomotoras; de ahí el nombre de decápodos.
Los decápodos aparecieron en el Triásico: en este piso la distinción entre nada-
dores (Natantia, tipo gamba) y marchadores (Reptantia, tipo cangrejo) es ya clara.
El género Aeger es un nadador típico con patas abdominales nadadoras, patas
torácicas lisas y alargadas, un rostro anterior a los ojos (Triásico y 'Jurásico).
Glyphea, por el contrario, es un marchador (del Triásico al Cretácico); los apén-
dices abdominales son reducidos, las patas torácicas más desarrolladas que en Aeger,
el cuerpo aplanado; Glyphea carece de rostro. Este género, que se creía extinguido,
ha sido encontrado viviente cerca de Filipinas.
Van Straelen ha demostrado que los surcos del caparazón delimitaban las regiones
correspondientes a la anatomía interna; los surcos se conocían anteriormente a los
trabajos de Van Straelen en las formas actuales, pero él es el primero que los
estudió en las formas fósiles. Estos surcos delimitan diversas regiones tales como
las regiones branquiales, gástrica, cardíaca, hepática, etc.
INSECTOS
de las cucarachas -de las cuales algunas tenían ootecas-, más o menos cercanas
a las cucarachas actuales, y de los homópteros, no comprende más ,que dos grupos
hoy extintos: 1 . O los paleodictiópteros presentan (ej. Stenodyctia; fig. 151) cuatro alas
con movimientos verticales (paleópteros), las alas anteriores y las posteriores son
parecidas; el tórax lleva delante de las alas un par de aletas no articuladas; los
segmentos del abdomen se prolongan lateralmente mediante pleuras bien desarrolla-
das; el abdomen se termina en cercos; el rostro es de tipo suctor labial y no
machacador como se creyó al principio. 2.0 Los protodonatos se acercan en algunos
caracteres a los odonatos actuales (libélulas), pero poseen aletas torácicas. 3." Igual-
mente, los protortópteros evocan los ortópteros y los protoefemeroideos los efeme-
nópteros.
Al final del Carbonífero se conocen casos de gigantismo: el protodonato Mega-
rzeura, del Estefaniense de Commentry (fig. 152; lám. V), tiene una envergadura de
alas de 70 cm y es el más grande de los insectos conocidos.
En el Pérmico estos tres grupos típicamente carboníferos se hacen más raros y
luego desaparecen; están presentes numerosas líneas que son el origen de los órdenes
modernos; los insectos con metamorfosis completas (holometábolos) aparecen con los
coleópteros, Io neurópteros y los mecópteros. En el Jurásico existen casi todos los
órganos actuales, salvo los lepidópteros, que sólo se conocen con certeza desde el
Eoceno. El Cretácico, con el desarrollo de las angiospermas, debió de marcar una
etapa importante en la evolución de los insectos, permitiéndoles adaptarse a unas
nuevas condiciones de vida.
media abombada o glabela: ésta puede estar dividida por surcos longitudinales conti-
nuos o no, que separan los lóbulos glabelares - e l lóbulo anterior es el lóbulo
frontal, el posterior el occipital-. A una y otra parte de la glabela se encuentran
las mejillas. Una línea de sutura, huella de una línea de muda, divide la mejilla en
dos partes; mejilla fija, próxima a la glabela, y mejilla móvil, más lateral. Las
mejillas fijas y la glabela forman el cranidio. Los ojos están siempre sobre las mejillas
móviles: detrás de cada uno de los ojos, un saliente, normalmente en forma de media
luna, forma el lóbulo palpebral. La Iínea de sutura (fig. 154) puede ocupar posiciones
diversas: 1.O puede estar próxima a la cara inferior de la cabeza y no hay entonces
mejilla móvil (Hypoparia); 2." puede terminarse posteriormente detrás de los ángulos
posterolaterales de la. cabeza, llamados ángulos genales (Opisthoparia); 3." puede
terminarse por delante de los ángulos genales (Proparia). Los ojos son reniformes con
facetas (excepcionalmente simples) -se cuentan hasta 15 000-, pero numerosas espe-
cies son ciegas; naturalmente, sólo se conservan las lentillas corneanas: son esféricas
o prismáticas. Estas lentillas están en contacto, formando una superficie externa
continua (ojos holocroales), o más o menos espaciadas, y entonces la superficie del
ojo presenta abombamientos encima de cada córnea (ojos esquizocroales). La cara
inferior de la cabeza está ocupada por un reborde quitinoso y presenta de delante
hacia atrás, en general, dos piezas separadas, el rostro y el hipostoma.
El tórax comprende un número variable de segmentos: las piezas dorsales de
estos segmentos son los tergitos y las piezas ventrales, las más frecuentemente ausen-
tes, los esternitos. Cada tergito comprende una parte media, el mesotergito, y dos
Queiicerados
Los quelicerados poseen seis pares de apéndices cefalotorácicos. Los primeros son
quelíceros, es decir, apéndices preorales en forma de gancho o de pinza.
Los quelicerados comprenden:
1 - Los merostomas de agua dulce Xifosuros. Caparazón dorsal trilobado
en el sentido anteroposterior: Limu-
lus y géneros fósiles.
Euriptéridos (Gigantostráceos). Todos
fósiles; cuerpo raramente trilobado.
11 - Los arácnidos terrestres (arañas, ácaros, escorpiones).
Los arácnidos comprenden, además de los órdenes actuales, que son más numerosos
que las arañas, los ácaros y los escorpiones, un cierto número de órdenes exclusiva-
mente fósiles.
Las arañas, con quitina en general poco espesa, se fosilizan mal, a diferencia
de los escorpiones. Notemos solamente, a propósito de estos animales cuya paleon-
tología muy compleja interesa sobre todo a los especialistas, que los primeros aranei-
dos tienen frecuentemente el abdomen segmentado (ej. Arthrolycosa -fig. 159- del
Carbonífero de Silesia).
Los primeros escorpiones conocidos son los géneros Palaeophonus (fig. 160) del
Gotlandiense de Gotland y de Escocia y Proscorpius del Gotlandiense del estado de
Nueva York. Estos primeros escorpiones o protoescorpiones tienen aún un abdomen
con ocho segmentos, mientras que los euscorpiones tienen un abdomen con siete
segmentos.
Palaeophonus no se distingue de los escorpiones actuales más que por algunos
caracteres: 1." el número de segmentos abdominales; 2." sus quelíceros proporcional-
mente mucho más fuertes que en los géneros actuales; 3.0 sus patas formadas de
artejos cortos cilíndricos, mientras que los artejos de las patas de los escorpiones
actuales son alargados. Se terminan por una sola garra, mientras que los escorpiones
tienen, actualmente, dos patas con dos garras terminales; 4.0 no se han encontrado
trazas de los estigmas; éstos debían estar recubiertos por los bordes de los esternitos.
Gigantoscorpio, del Carbonífero inferior de Escocia, alcanzaba dimensiones con-
siderables (alrededor de 35 cm de longitud).
¿Los primeros escorpiones eran terrestres o acuáticos? La posible ausencia de
estigmas es aún dudosa, lo cual hace que el problema no pueda ser resuelto actual-
mente.
1
Artrópodos 111
Fig. 160.
MEROSTOMAS
Xifosuros
Están representados en nuestros días por Limulus, animal que vive a lo largo de
las costas occidentales de América del Norte y a lo largo de las riberas de Asia,
India y Japón. El cuerpo de Limulus (fig. 161) comprende tres partes: 1.0 cefalo-
tórax o prosoma. Gste presenta una parte media limitada por surcos; tiene ojos
Euriptéridos
Los euriptéridos propiamente dichos son raros, ya que vivían en agua dulce O
lagunar. Se conocen sólo una veintena de géneros del Silúrico al Devónico. Los más
grandes alcanzaban 1,80 m. Los grandes serafines de Escocia (Pterygotus) han sido
descritos por Huxley en la segunda mitad del siglo XIX (fig. 163). Holm, hacia 1900,
disolvió la caliza de alrededor de las membranas quitinosas y sacó así euriptéridos
del Silúrico (Osel).
Los Eurypterus (del Silúrico superior de EE.UU. al Pérmico) tienen un cefalo-
tórax, un abdomen con 12 segmentos (este número es constante) y un telson estiliforme
Artrópodos 113
(fig. 164). La cabeza lleva dos ojos laterales (no marginales) sobre el escudo, y ocelos
medios. Los quelíceros, con tres artejos, son pequeños. No hay antenas. Los apéndices
que siguen son unirráneos: los cuatro primeros pares son ambulatorios con coxa
dentada, masticadora. El quinto par es alargado, con la extremidad en aleta natatoria.
El abdomen está dividido en 12 segmentos. El primer tergito anterior, más pequeño
que los otros, desaparece en los escorpiones. No hay surcos delimitando el eje y las
pleuras. Debajo de los cinco segmentos abdominales anteriores hay unas placas que
recubren las branquias laminares (un par por segmento). Más atrás, el esternito y
el tergito están fusionados en un anillo completo: no hay más placas branquiales,
es el postabdomen. Bajo el primer segmento abdominal las placas forman un opérculo
que se sitúa sobre un apéndice genital; éste puede ser corto e insegmentado o, por
el contrario, alargado y formado por tres artejos, según los individuos; se trata, sin
duda, de un dimorfismo sexual.
En Pterygotus (fig. 163), del Devónico, los ojos son marginales y los quelíceros
alargados. El telson tiene la forma de una aleta y presenta una cresta dorsal en la
parte superior. El apéndice genital es segmentado pero, según el caso, es lanceolado
o piriforme.
Stylonurus (fig. 165), del Devónico superior de EE.UU., tiene las últimas patas
torácicas muy largas.
Se conoce un euriptérido, Cyrtoctenus, del Devónico y del Carbonífero, que poseía '
un peine como el de los escorpiones. Este órgano ha debido, pues, aparecer parale-
lamente en diversos grupos.
El agláspido Paleomerus, del CWmbrico inferior de Suecia, con pequeño prosoma,
es probablemente próximo al tronco común de los xifosuros y de los euriptéridos, ya
que posee un abdomen con 12 segmentos, como Eurypterus.
Según los autores, los artrópodos serían monofiléticos o polifiléticos: los antenados
(insectos, crustáceos y miriápodos) son muy diferentes de los quelicerados; antenados
y quelicerados son posiblemente dos líneas evolutivas distintas. El hiato entre estos
dos grandes grupos está ocupado en una cierta medida por diversos géneros que
poseen a la vez caracteres de antenados y de merostomas; estos grupos forman, con
los trilobites, los proartrópodos o trilobitomorfos; para Storner, éstos serían próximos
a los quelicerados; pero esta opinión es discutida principalmente por Vandel y
Hupé para los cuales, al contrario, los trilobites no pueden estar próximos a los queli-
cerados. Los proartrópodos que no son trilobites comprenden: los merostomoideos,
los pseudocrustáceos y los marelomorfos.
La mayoría de estos géneros provienen de los esquistos de Burgess y han sido
descritos por Walcott: son fósiles muy bien conservados en los que se pueden estudiar
los detalles de los apéndices y las improntas de los órganos (frecuentemente las de
los intestinos).
LOS MEROSTOMOIDEOS, como su nombre indica, son aún muy próximos a los meos-
tomas. Principales géneros :
Leanchoilia (fig. 168). Longitud: 7 a 8 cm. La región cefálica, aguda hacia
adelante, lleva antenas cortas y apéndices postorales de los cuales los primeros están
Artrópodos 1 15
.
Fig 169. Emeraldella. .
Fig 170. Naroia.
Opabinia (fig. 174). Género con ojos pedunculados, con probóscide frontal inseg-
mentado pero con la superficie surcada y un canal medio: este es posiblemente el
equivalente al órgano eréctil de los machos de los anostráceos (Artemia). Sin antenas.
Yohoia y Opabinia parece que se aproximan a los anostráceos, crustáceos braquió-
podos (es decir con apéndices torácicos foliáceos que tienen función branquia0 sin
escudo. Los notostráceos (ej.: Apus actual) son branquiópodos que, por el contrario,
poseen un escudo.
LOS MARELOMORFOS.
Marella (fig. 175). Longitud: 1,5 cm. Escudo cefálico con 4 salientes. «Lace crab»
(cangrejo «de encaje» de los autores ingleses y americanos). Dos ojos laterales sésiles
delante de los salientes anteriores. Cuerpo con 24 segmentos y pequeño telson. 1 par
de antenas; 1 par de apéndices plumosos detrás de las antenas.
Capítulo Vlll
EQUINODERMOS
Estos animales habían sido clasificados por Cuvier, junto con los celentéreos, en
el gran grupo de los radiados. Pero la simetría radial de los equinodermos no es
un carácter primitivo de este tipo y los géneros de equinodermos cuya simetría aparece
perfecta a primera vista ofrecen disimetrías de detalle. Los géneros de equinodermos
más antiguos poseen frecuentemente una simetría bilateral, no radial; éste es también
el caso de las larvas de equinodermos actuales (pluteus de los equínidos, bipinnaria
de los astéridos, auricularia de las holoturias). No hay lugar pues para juntar los
celentéreos y los equinodermos.
Los equinodermos se caracterizan por la presencia de un esqueleto dérmico que,
en todos los grupos excepto en las holoturias, consiste en placas calcáreas formadas
por un retículo de calcita; los espacios libres del retículo se cargan de calcita después
de la muerte; la placa constituye entonces un gran cristal único cuya rotura presenta
un aspecto de espejo (por ejemplo, caliza con entroques -es decir, con segmentos
de tallos de crinoideos-). El esqueleto de las holoturias comprende únicamente espí-
culas dérmicas. Todos los equinodermos poseen un sistema interno de canales llenos
de agua (sistema acuífero); este sistema deriva de la cavidad general del cuerpo.
(celoma) y se separa de ella en un cierto estadio de desarrollo, primitivamente en
forma de una vesícula aislada (hidrocele izquierdo).
Los equinodermos se dividen en:
- Heterostéleos (formas planas);
- Pelmatozoos (equinodermos en general fijados; Edrioasteroideos, Cistoideos,
Blastoideos, Crinoideos, etc.);
- Eleuterozoos (equinodermos libres: Esteleroideos, Equinoideos, Ofiocistoideos,
Holoturoideos).
A) Heterostéleos (carpoideos)
Ejemplo 1 - Placocystis del Silúrico de Inglaterra. El animal comprende (fig. 176)
un saco con esqueleto de placas calcáreas (teca) sostenido por un pedúnculo de
fijación; éste está formado de artejos cada vez más pequeños en dirección hacia
la base de la teca, que es aplanada. Las placas de la teca son alargadas, diferentes
e n los dos flancos; ciertas placas se prolongan en aguijones. La simetría es bilateral.
Ejemplo 11 - Cothurnocystis, del Ordovícico superior de Girvan y del Cámbrico
superior de la región de Herault, muestra (fig. 177) dos caras asimétricas; en una 117
Fig. 176. Pía- Fig. 177. Cothurnocystis: caras derecha e izquierda (aprox. tama-
cocystis ( x 1 ). ñ o natural).
cara hay sólo de 7 a 42 orificios obstruidos en parte por pequeñas placas. Los
orificios representan o bien orificios bucales o bien orificios branquiales (discutido).
Además, un gran orificio (boca o ano) se abría entre las placas marginales. Es raro
observar en la naturaleza organismos asimétricos; desde este punto de vista se ha
comparado Cothurnocystis al Amphioxus, género en el cual se observa una asimetría
en el curso del desarrollo: la fila de orificios branquiales izquierda se abre antes
que la de la derecha.
Los Carpoideos aparecieron en el Cámbrico y desaparecieron en el Devónico in-
ferior.
B) Pelmatozoos
En Edrioaster, del Ordovicico medio (fig. 178), la teca flexible está formada
por placas poligonales irregulares; presenta cinco zonas radiales, interpretadas según
los autores como verdaderas zonas ambulacrales o como conductos alimenticio cilia-
dos. Los poros se abren en estos surcos. La boca está en el centro de las cinco
zonas ambulacrales y el ano está en el ápice de una pirámide de placas radiales.
Ciertas formas de edrioasteroideos son pedunculadas, mientras que muchas otras,
Fig. 179. Aristocystis: Teca vista de lado (A) y Fig. 180. Ceryo-
de encima ( 6 ) (aprox. x 314). a, ano; b, boca; g, crinites ( x 4/3).
gonóporo; h, hidróporo.
Ejemplo 11 - Caryocrinites del Siltírico (fig. 180) estaba fijado por un tallo
con artejos cilíndricos. La teca globular muestra placas hexagonales dispuestas en
tres ciclos sucesivos, de los cuales el superior lleva braquiolas. Las placas de la teca
están perforadas por poros unidos por canales a los poros de las placas vecinas;
estos canales tangenciales a la superficie son visibles cuando se gasta la superficie
externa de las placas; el conjunto de poros y canales dibuja un rombo (poros con
disposición rómbica).
3.0 BLASTOIDEOS
Ejemplo: Pentremites, del Carbonífero inferior de América del Norte (fig. 181),
con una teca gIobular en forma de yema de una flor (de ahí viene el nombre del
grupo). Comprende trece placas: tres basales sobre el pedíinculo; cinco radiales pro-
fundamente escotadas por las zonas ambulacrales y cinco pequeñas placas interradiales
o deltoides comprendidas entre los ápices de dos placas radiales vecinas. Los detalles
de la anatomía de estos animales son visibles en la figura.
Fig. 181. Pentremites. A,. vista general; B, vista lateral del cáliz (aprox. x 3); C. vista superiordel c6liz; D, sec-
ción transversal esquemática de un ambulacro (conducto alimenticio y sus placas).
B, placa basal; Bo, boca; Br, braquial; D, placa deltoide; H, hidrospira; La, placas laterales; L, placas en forma de
lanza; R, placa radial; sa, surco alimenticio. (B, C, x 1.5).
quiales: entre los brazos pueden estar presentes placas interbraquiales. El modo de
división de los brazos, más o menos simétrico, es un carácter importante.
El tallo está formado por placas superpuestas llamadas columnales: está perfo-
rado por un canal axial. Con una longitud en general de algunos decímetros, puede
alcanzar 20 m en ciertos Pentacrinus del Liásico de Alemania. En sección, el tallo
puede ser circular, elíptico, cuadrado, pentagonal, estrellado, lobulado, etc. Ciertas
columnales llevan apéndices articulados, los cirros: son los nodales; las placas situa-
das entre los nodales son las internodales; pero a veces todas las columnales son
parecidas; las placas nodales están más cerca unas de otras debajo del cáliz; las
internodales aparecen por intercalación sucesiva de placas entre las nodales.
Hemos descrito aquí sólo un tipo medio de esqueleto ideal. Los caracteres de este
esqueleto (monociclia o diciclia, longitud relativa de las zonas ambulacrales del
tegmen, incorporación secundaria de placas braquiales e incluso interbraquiales en
el cáliz, sutura móvil o fija de las placas braquiales, presencia de pínnulas en los
brazos y modo de ramificación de los mismos, complejidad de las placas del tallo)
son fundamentales para la sistemática de los crinoideos.
Recordemos que en el surco de su desarrollo, Comatula pasa por un estadio
dicíclico fijado (fig. 183), con placas basales, radiales y orales.
Entre los crinoideos se distinguen:
1.0 Los Inadunados (fig. 184), con placas primibraquiales libres (no unidas al
cáliz en el sentido etimológico de este término). Aparecieron en el Ordovícico y
subsisten en la actualidad.
Fig. 182. Esquema representan- Fig. 183. Estado pentacrinoi- Fig. 184. Un crinoideo inadu-
d o el esqueleto d e un crinoideo. deo d e una larva d e Comatula. nado silúrico: Petalocrinus ( x
0, placa basal; Br, brazo: Brp, B, placa basal; 0, placa oral; 3/21.
placa braquial; Ca, cáliz; R, ra- R, placa radial.
dial; T. tallo; Ta, tubo anal.
Paleontología
2.O Otros grupos con primibraqkales incorporadas al cáliz. Son: a) los Flexibiles
(Ordovícico, Carbonífero; fig. 185), con cáliz en parte flexible; b) los Camerados,
con placas de cáliz unidas por suturas rígidas (fig. 186); c) los Articulados, conocidos
desde el Secundario, con brazos con articulaciones muy móviles aseguradas por múscu-
los. Entre los articulados son célebres los pentacrinos del Liásico: ciertos individuos
presentan una corona de 1 m de diámetro y un tallo de 20 m de largo; se ha calcu-
lado que su esqueleto debía comprender unos dos millones y medio de piezas
distintas.
La evolución de los crinoideos está marcada por una crisis en el Pérmico: aparte
de los inadunados, que persisten aunque con menos apogeo, todos los órdenes de
crinoideos desaparecieron en el Pérmico y son reemplazados en el Secundario por
los articulados.
C) Eleuterozoos
1.0 EQUINOIDEOS
Hablaremos primero muy brevemente de los principales caracteres de la anatomía
de los erizos (fig. 187). La boca, situada en la cara inferior del caparazón, está
rodeada por un peristoma membranoso cubierto de pequeñas placas. El periprocto
que rodea al ano se encuentra en la parte superior de la concha en numerosos géneros,
pero puede también haber emigrado hacia la parte inferior. Un sistema acuífero
asegura la circulación del agua en el interior del cuerpo del animal: comprende una
placa madrepórica perforada, a través de la cual el agua penetra en el canal hidro-
pórico o canal del estómago, el cual entra en comunicación con un anillo oral
periesofágico en el que se abren cinco canales ambulacrales; sus prolongaciones
penetran en los pies ambulacrales, órganos de fijación y de locomoción del animal.
Fig. 187. Organización esquemática de un
erizo en sección transversal.
a, ano; br, branquia; ca, canal ambulacral;
cs. canal del estómago; G, gónada; in, intes-
tino; LA, linterna de Aristóteles; M, placa
madrepórica; ped, pedicelario; pg, poro ge-
nital.
Las gónadas alternan con estos canales y comunican con el exterior por los orificios
de las placas genitales situadas alrededor del periprocto.
La concha está formada por placas; el periprocto, provisto asimismo de pequeñas
placas, está rodeado por el sistema apical, que comprende cinco placas llamadas
«oculares» perforadas por un poro y de donde parten las zonas ambulacrales, y cinco
placas genitales perforadas por un poro de evacuación de los productos genitales.
La madreporita es una genital frecuentemente más grande que las otras. La corOna
comprende cinco series o columnas de placas ambulacrales y cinco series de placas
interambulacrales. Las placas ambulacrales están en número de dos por columna
(como las interambulacrales); están perforadas por poros ambulacrales que dejan
pasar los canales acuíferos que van a los pies ambulacrales y aseguran su turgescencia.
Notemos que en los crinoideos la boca ocupa una posición superior, contrariamente
a los equínidos.
La orientación de la concha de un erizo se hace según las convenciones siguientes
(fig. 188): la madreporita está situada a la derecha y hacia arriba; los ambulacros
Pe III
\
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igualmente más de dos columnas de placas por zona ambulacral y por consiguiente
los pies ambulacrales eran muy numerosos. Los palequínidos no representan una
entidad sistemática, sino un conjunto heterogéneo.
Los palequínidos comprenden los grupos siguientes:
Placas de la corona no imbricadas Melonítidos
Placas de la corona imbricadas:
ornamentación cidaroide Arqueocidáridos
1 ornamentación no cidaroide
dos columnas de placas por ambulacro:
Lepidocéntridos
tipo diplacídico
más de dos columnas de placas por ambulacro: tipo poliplacídico
Los melonitidos presentan un número muy variable de columnas en los ambu-
lacros e interambulacros, ej. Melonechinus, del Dinantiense, con de 6 a 12 columnas
de placas por ambulacro (fig. 190). Los arqueocidáridos tienen una ornamentación
cidaroide; ésta presenta sobre cada placa un gran tubérculo primario rodeado de
una zanja (escrobículo) y tubérculos secundarios (fig. 191).
Los diplacídidos aparecen en el Ordovícico (Aulechinus) y constituyen los equi-
noideos más antiguos conocidos.
El género Eothuria (fig. 192) del Ordovícico, desprovisto de linterna de Aristó-
teles, tiene caracteres comunes con los equinoideos y las holoturias.
En el Pérrnico desaparecen los palequínidos. Equinoideos con 2 columnas de placas
por ambulacro y por interambulacro existen ya en el Primario; son los cidáridos
(lám. VI), conocidos en el Carbonífero y en el Pérmico, caracterizados por su orna-
mentación; en estos animales los tubérculos primarios llevan espinas espesas, a veces
hinchadas en forma de maza o de bola en el extremo, y frecuentemente con barbas
(ej., Miocidaris del Carbonífero inferior). Los erizos regulares secundarios, terciarios
y actuales son todos glifostomados, excepto los cidáridos, es decir, presentan hen-
diduras branquiales en las placas interambulacrales que rodean a la boca. En el curso
del desarrollo, los glifostomados pasan por un estadio holostomado (sin hendidura
branquial) y son también posteriores geológicamente a los holostomados; derivarían
posiblemente de estos últimos. Ya en ciertos erizos regulares aparecen elementos de
disimetría; ésta interesa al plano del interradio 5 (plano espatangoideo) o al del
radio 1: así, en el género Salenia, conocido desde el Cretácico inferior pero que vive
aún en la actualidad, el periprocto se separa del ápice en el plano de este interradio,
y el antiguo emplazamiento del periprocto está enmascarado por una nueva placa,
la placa supraanal (fig. 193).
Los erizos irregulares están más desarrollados que los erizos regulares; son poste-
Fig. 192. Eothuria. Fig. 193. Salenia ( x 4). Pe, periprocto; Sa, placa
supraanal.
riores a ellos en el tiempo, y en el curso de su desarrollo pasan por un estadio con
simetría radial (Spatangus). En el curso de la evolución se constata que el periprocto,
primero central, emigra en el plano espatangoide y se hace labiado y excéntrico.
En ciertas líneas la boca permanece central o subcentral; en otras, emigra al ambu-
lacro 111. Las primeras 'líneas comprenden tres grupos principales:
Holectipidos - Ambulacros no petaliformes; peristoma no rodeado por un floscelo
(es decir, por placas deprimidas en las zonas ambulacrales e hinchadas en las zonas
interambulacrales) alrededor del peristoma.
Casidúlidos - Ambulacros petaliformes; floscelo.
Clipeastéridos - Ambulacros petaliformes; sin floscelo.
En los holectípidos se ve, en el género Pygaster (Jurásico y Cretácico; fig. 194),
que el periprocto'se alarga y sale del círculo de placas oculogenitales; en Holectypus
(contemporáneo de Pygaster; fig. 194 B, C), el periprocto emigra al interambulacro
posterior; en Pygaster, en relación con el desplazamiento del ano, el genital del
interradio 5 desaparece pero, una vez que el periprocto se hace marginal en Holec-
typus, la quinta genital reaparece.
Desde el punto de vista de la simetría, el mismo estadio de desarrollo es alcan-
zado en Clypeaster (conocido desde el Oligoceno) que en los holectípidos: el peris-
Fig. 195. Polo apical de Clypeaster. c, placa Fig. 196. Polo apical de Collyrites. Nótese la
central; pg, poro genital. disociación de las piezas arnbulacrales. M, placa
madrepórica.
Paleantologla
toma permanece central pero el ano es marginal. En Clypeaster (fig. 195), una sola
placa reemplaza las cinco placas genitales; en este género, además, pilares calcáreos
internos unen la cara inferior a la cara superior del caparazón. Scutella es también
un clipeastérido: son erizos planos conocidos desde el Oligoceno, con ambulacros
petaliformes y con surcos ramificados que parten del peristoma.
Un carácter importante para la determinación de los géneros de erizos irregulares
es la presencia o ausencia de fasciolos (surcos situados en la superficie de la concha,
tapizados de pequeños mamelones sobre los que se insertan espinas muy finas, las
clávulas, que desempeñan un papel de limpieza).
En ciertos erizos irregulares se observa una disyunción del aparato apical en un
trivium con tres «oculares» y un bivium con dos «oculares»: ej., Collyrites (Jurá-
sico, fig. 196).
La evolución de los equínidos nos muestra pues que la simetría bilateral reaparece
secundariamente en este grupo. Esto es particularmente claro en los espatángidos, en
los que la boca ha emigrado en sentido inverso al ano en el radio 111.
2.0 ESTELEROIDEOS
Estos animales comprenden un grupo extinguido, los somasteroideos, y dos grupos
aún actuales, los asteroideos (estrellas de mar) y los ofiuroideos. Parece que estos
dos grupos tienen su origen en el primero.
Los esteleroideos se caracterizan por un disco central de cinco brazos, con la
boca en la cara inferior de la concha (al contrario que en los crinoideos).
Villebrunaster, del Ordovícico de la región de Herault, es un somasteroideo (figu-
ra 197); en este género los brazos están aún poco diferenciados; el peristoma es
pentagonal; de cada ángulo del pentágono sale una fila de placas ambulacrales; las
piezas ambulacrales están situadas en bastoncillos insertos sobre las placas interam-
bulacrales. El conjunto del animal tiene una forma petaloide.
Entre los asteroideos paleozoicos, ciertas formas recuerdan los estadios larvarios
de las estrellas actuales, como Hudsonaster del Silúrico (fig. 198), con brazos cortos,
que, en sección transversal, sólo comprende un pequeño número de placas; la dispo-
sición de las placas en las estrellas actuales es mucho más compleja.
Graptolites
Se da el nombre de graptolites a unos organismos coloniales cuyos individuos
están alojados en tecas insertas en un retículo (graptolites dendroides; fig. 199) o en
ejes con simetría bilateral (graptolites graptoloides; fig. 200). La pared de las tecas
y el conjunto del esqueleto de la colonia están formados por escleroproteínas. Las
afinidades de los graptolites han sido largamente discutidas; Kozlowski demostró que
estos organismos eran próximos a los pterobranquios. El estudio de la anatomía
de estos fósiles es a menudo delicado ya que en general están conservados e n esquistos
oscuros, pero a veces están fosilizados en calizas y entonces pueden separarse con
ácido clorhídrico. En el caso de los graptolites del Tremadoc de Polonia, descritos
por Kozlowski, la ganga es calcedonita que ha podido ser disuelta en ácido fluorhí-
drico; los organismos de la calcedonita se estudian en agua glicerinada, de la misma
manera que el plancton actual en el agua del mar. Kozlowski ha demostrado que la
colonia se forma por gemación a partir de una cámara o sícula (fig. 201) que contiene
el primer individuo y cuyas paredes son estriadas. Esta sícula se prolonga hacia
arriba por un filamento quitinoso, el nema. En la sícula, por gemación, se originaban
varias cámaras o tecas, cónicas o cilíndricas, y las tecas siguientes se formaban a
expensas de'éstas. Así se desarrollaba una colonia o rabdosoma. En un rabdosoma,
las tecas pueden estar distribuidas simétricamente alrededor de un eje, la vírgula.
Los rabdosomas pueden pegarse a un flotador (pneumatóforo) y asociarse y formar
un grupo de colonias o sinrabdosoma (fig. 202). Sobre el flotador se insertan a veces
bolas quitinosas que han sido interpretadas erróneamente como gonotecas. Cuando
las colonias presentan un desarrollo arborescente, los rabdosomas están reunidos por
disepimentos siempre desprovistos de tecas.
Kozlowslti ha demostrado que los graptolites están emparentados con los ptero-
branquios; como en Balanoglossus (que es por el contrario un animal que vive ais-
lado), en estos animales coloniales el cuerpo de cada individuo comprende tres partes
(probóscide, collar y tronco); los individuos de los pterobranquios (Rhabdopleura,
Cephalodiscus; fig. 203) están situados en camarillas de paredes escleroproteínicas,
con las escleroproteínas dispuestas en semianillos (fusellus); estos fusellus (fig. 204)
existen también en el esqueleto de los graptolites. Kozlowski ha observado verdaderos
pterobranquios (Eocephalodiscus} en el Silúrico inferior de Polonia.
Los dendroideos (fig. 199) aparecen en el Cámbrico superior, antes que los grap-
toloideos; entre éstos los axonolipos, formas sin vírgula, alcanzan su apogeo en el
Ordovícico, y los axonóforos, formas con ,vírgula, en el Gotlandiense. Algunos raros
Fig. 199. Un graptolite dendroide, Dictyonema
(aprox. x 1).
géneros de graptolites existen aún en el Devónico. Las figuras 199 y 200 representan
algunos géneros clásicos de graptolites, un dendroideo (Dycfionema), algunos axono-
lipos (Didymograptus, con dos ramas uniseriadas divergentes, Tetragraptus con cuatro
series de tecas, Dichograptus con ocho ramas, Phyllograptus con rabdosoma en forma
Del mismo modo que la ecología tiene por objeto el estudio de las relaciones
de los seres vivientes entre sí y con el medio ambiente en el que viven, la paleoeco-
logía busca reconstituir las condiciones de vida de los organismos fósiles en los
medios desaparecidos. La paleoecología, como veremos seguidamente, presenta difi-
cultades considerables: el factor tiempo, que en la ecología no juega más que un
papel limitado, es por el contrario preponderante en la paleoecología; por otra parte,
nosotros no sabemos siempre en qué medida las observaciones hechas en biotopos
actuales son aplicables a los conjuntos de organismos fósiles. Dicho de otra manera,
el principio del actualismo es frecuentemente difícil de aplicar a los organismos del
pasado.
A veces se hace distinción entre la paleoautoecología, consagrada al estudio de
las adaptaciones de los organismos fósiles aislados, y la paleosinecología, que considera
los fósiles como grupos, asociaciones o poblaciones. La paleoecología debe restringirse
a la paleosinecología, ya que la paleoautoecología no es más que una paleobiología,
disciplina que se ha desarrollado entre las dos guerras sobre todo en la escuela
austríaca, bajo la dirección de O. Abel.
La paleoecología tiene relaciones con otras ciencias: 1.0 con la biogeografía o
corología: los datos actuales de la repartición geográfica de los seres vivientes son
frecuentemente explicables gracias a la paleoecología; 2." con la paleobiología, pero
ésta concierne a los individuos y no a las poblaciones; la actuopaleontología, método
que consiste en hacer experiencias con animales actuales a base de colocarlos en
condiciones de vida bien determinadas para deducir las condiciones de vida de los
animales desaparecidos, es una disciplina anexa de la paleobiología y de la paleo-
ecología; 3." con la biostratonomía; ésta tiene por objeto el estudio de los mecanis-
mos que han llevado a la disposición tridimensional de los fósiles en las capas
sedimentarias (Weigelt); 4 . O con la tafonomía, que intenta reconstituir, como la paleo-
ecología, no sólo el modo de enterramiento y el origen de acumulación de los fósiles,
sino que además quiere descubrir las leyes de la conservación de los yacimientos
fosilíferos; 5.0 con la sedimentología y la paleoclimatología.
Poseemos dos fuentes de información principales concernientes a los paleomedios:
los sedimentos y los fósiles. Todo estudio paleoecológico es, por consiguiente, en
parte sedimentológico. Así pues, diremos algunas palabras sobre observaciones sedi-
mentológicas que pueden sernos muy útiles desde el punto de vista paleoecológico.
La presencia de superficies endurecidas (hard ground) a veces incrustadas de nódulos
ferruginosos y perforadas por litófagos es interesante, ya que muestra la existencia de
perturbaciones -en el régimen hidrodinárnico. Las rubefac&ones son difíciles de inter- 133
pretar: debe tenerse en cuenta que no son obligatoriamente sinónimas de deserti-
ficación o de facies laterítica.
El medio correspondiente a la facies oolítica (Batoniense de las Ardenas) era
prácticamente el mismo que el medio en el que se forman los oolitos actuales:
aguas poco profundas, cálidas, constantemente agitadas. A veces incluso se puede llegar
a saber la dirección principal de las paleocorrientes gracias a diversas observaciones
(areniscas del Triásico inferior de los Vosgos): 1." las líneas de las vetas (parking
lineation); las areniscas, en la superficie de los planos de disposición, se descarnan
en esquirlas alargadas con planos axiales paralelos; esta disposición de las vetas
produce la orientación de los granos bajo la acción del agua; 2: las de las figuras
sedimentarias debidas a la corriente: flute marks -imprentas abombadas más pro-
nunciadas en una extremidad y frecuentemente agrupadas-; surcos de erosión; cú-
pulas en forma de medialuna (la orientación de las ripple marks aparece, en el caso
de estas areniscas del Buntsandstein, muy variable para permitir conclusiones); 3.O las
de las huellas de canales, frecuentemente caracterizadas por la presencia de una
estratificación oblicua; 4." las de la orientación de los vegetales. Estas observaciones
se ha comprobado que son concordantes en el caso de las areniscas del Buntsandstein
con dos direcciones principales (60° y 1200 N; Gall).
La composición química del sedimento tiene también una gran importancia para
la reconstitución de los medios; ciertos elementos químicos en las areniscas antes
citadas, y sobre todo el Bo, pero también el Sr, V, Cr y Zn, están en función de
la salinidad, mientras que, siempre en las mismas areniscas (es difícil saber en qué
medida, salvo para el foro, se puede generalizar), otros elementos químicos (Fe, Mn,
Ti) varían en razón inversa a la salinidad.
Es preciso pues, en la medida de lo posible, reconstituir los paleoclimas: ciertos
organismos son indicadores climáticos, como los corales, que exigen una temperatura
media anual de 20" para prosperar, y diversos géneros de foraminíferos que no pueden
vivir sino es en ciertos límites de temperatura. Pero la paleoclimatología se sirve
de otro método, éste puramente fisicoquímico, el método isotópico de determinación
de paleotemperaturas cuyo principio ha sido propuesto por Urey en 1947: la relación
de abundancia isotópica 1 8 0 / 1 6 0 en la calcita, precipitada en equilibrio isotópico
con el agua, varía de 0,2 %o por grado centígrado. Este método ha sido aplicado
primeramente a los belemnites cretácicos (Cretácico superior inglés; Urey, 1951) y
después a los moluscos terciarios, a apticos de ammonites, a foraminíferos cuaterna-
rios, a corales, a equinodermos, a cocolitos, a oolitos de peces, a concreciones de
grutas, e incluso a fracciones calcíticas de sedimentos detríticos. Pero algunos orga-
nismos se han revelado impropios para hacer determinaciones de paleotemperaturas,
ya que las proporciones isotópicas del oxígeno se alteran por su paso en su orga-
nismo (fraccionamiento biológico o «efecto vital»). Teóricamente, puede demostrarse
la relación:
donde,
-es decir, los más cálidos- son los que tienen un mayor contenido en isótopos
pesados.
El fraccionamiento isotópico del oxígeno no es el único que puede ser utilizado;
-
el del carbono (12C, 13C) está también sometido a las variaciones de temperatura;
pero el agua oceánica parece más estable en lo que concierne al 180,y 1 6 0 que
al 13C y 12C.
2." Es probable, por el contrario, que los fósiles en aragonito tengan un conte-
nido en isótopos de oxígeno que ha permanecido próximo al del animal viviente
(difusión tan lenta en estado sólido que, probablemente, no es apreciable). Pero
cuando el aragonito se transforma en calcita no es seguro que el carbonato cálcico
conserve su composición isotópica original.
3." Finalmente, hemos hablado ya del fraccionamiento biológico llamado «efecto
vital». En lo que concierne más concretamente a los foraminíferos, el método isotó-
pico viene a confirmar los resultados del análisis planctónico, ya que los forami-
níferos planctónicos son buenos indicadores de temperatura (el fraccionamiento bio-
lógico es mucho más fuerte para los foraminíferos bentónicos, así que el empleo
de ellos parece poco favorable). Los estudios de Emiliani y los de Mme Vergnaud-
Grazzini han demostrado que el Atlántico y el Mediterráneo han conocido cinco
máximos isotópicos (temperaturas más cálidas) desde el último interglacial hasta el
postglacial.
En resumen, el estudio de los sedimentos, de su composición química y de las
paleotemperaturas, da conocimientos importantes, a la escala de una región, en lo
que concierne a la reconstitución de los medios (método sinóptico regional). Pero
los organismos fósiles pueden, además, permitir solucionar otros problemas.
¿Cómo establecer a primera vista la naturaleza del medio (terrestre, de agua dulce
y marino)? Los invertebrados marinos son lo más frecuentemente sedentarios, y, en
general, sus partes duras están bien conservadas; por el contrario, los vertebrados
terrestres son móviles y sus restos fosilizados están frecuentemente fragmentados.
Por consiguiente, los invertebrados marinos fósiles son generalmente abundantes y
sus restos tienen una distribución geográfica extensa, mientras que los vertebrados.
terrestres son raros y sus restos se hallan acumulados muy localmente. Los inverte-
brados marinos han sido enterrados casi siempre en el mismo lugar donde vivían,
mientras que los vertebrados terrestres se fosilizan en el lugar donde fueron a morir,
o bien sus huesos fueron transportados después de la muerte. Dicho de otra manera,
los restos de los invertebrados marinos corresponden casi siempre a biocenosis (en
general, sucesivas y superpuestas en las capas), mientras que los de lo vertebrados
terrestres muertos corresponden a tanatocenosis («thanatos» significa «muerte» en
griego). Por otro lado, ciertos grupos de invertebrados son exclusivamente marinos,
como por ejemplo los cefalópodos, los equinodermos y los braquiópodos articulados.
Por otro lado, en un yacimiento marino los invertebrados son mucho más variados
que en un yacimiento de agua dulce. Las dimensiones de las conchas pueden también
darnos indicaciones sobre los medios: en el Báltico actual las conchas de mejillones
son enanas, pero el efecto de la elevada cantidad de sal puede producir también
el enanismo (Myophoriu del Buntsandstein). Ciertos organismos requieren condicio-
nes precisas de salinidad (estenohalinos), otros, en cambio, como Lingula, se adaptan
a salinidades variadas (eurihalinos).
Uno de los problemas fundamentales de la paleoecología es el de los criterios que
permiten distinguir una biocenosis de una tanatocenosis. Boucot (1949) propuso un
criterio de distinción: la forma de la curva frecuencia-tamaño (fig. 205) en una
población de moluscos o de braquiópodos. En el caso de una tanatocenosis, esta curva
es una campana (de Gauss),, ya que el conjunto de conchas es debido esencialmente
al azar; por el contrario, en una población actual (biocenosis) de moluscos sedentarios
o braquiópodos, se sabe que la >mayorparte de la población no alcanza un tamaño
Fig. 205. Curva frecuencia-longitud en un conjunto de fósiles. Fig. 206. Curva frecuencia-longitud de
A, caso teórico de una biocenosis; 0, caso te6rico de una tanatocenosis. un conjunto de Globithyris callida.
* Aunque no haya habido transporte y, excepto en el caso de una extinción brusca, el conjunto de
fósiles en una capa, aun siendo fina, de sedimentos tenga pocas probabilidades de corresponder a una
biocenosis Única. De aquí el nombre de paleobiocenosis para distinguir a tales conjuntos de las biocenosis
verdaderas.
como izquierdas (o de valvas superiores e inferiores para un braquiópodo) de una
sola y misma especie o de varias especies, esto significa que estamos ante una
paleobiocenosis. La comparación de estos índices (relación entre el número de conchas
articuladas y desarticuladas, relación entre el número de valvas izquierdas y de valvas
derechas) da aún otras informaciones: si se consideran estas relaciones para dos
especies diferentes de un mismo yacimiento, y si estas relaciones son vecinas, esto
quiere decir que las conchas de estas dos especies tienen el mismo origen, provienen
de un mismo lugar y han sufrido el mismo tipo de transporte. Inversamente, si las
relaciones son distintas, puede pensarse en lugares de origen o en formas de trans-
porte diferentes. Estas consideraciones no pueden ser aplicadas más que a las especies,
ya que las conchas de dos géneros pueden presentar propiedades hidrodinámicas
propias.
Además, Boucot (1958) ha propuesto el empleo de la relación de los números
de conchas articuladas y de conchas desarticuladas como medida de su transporte.
Dibujando sobre un mapa los puntos en los que estas relaciones son iguales (perfiles
isorracionales), se debe poder localizar -al menos teóricamente- la región de origen
de las conchas, tanto si se trata de braquiópodos como de lamelibranquios.
También Eagar (1960) se ha referido a tres tipos de relaciones en sus trabajos
sobre lamelibranquios de agua dulce del Carbonífero superior de ~ o r k s h i r e(fig. 207):
1.O relación de cierre entre el número de conchas abiertas y conchas cerradas; 2.0 rela-
ción de articulación entre el número de valvas articuladas y desarticuladas; 3.0 relación
Fig. 211. Sucesión de facies ((cgamma))) del campo devónico principal del noroeste de Rusia (según Hecker):
1, rocas terrlgenas; 2, arenas con cuarzo blanco; 3, arcillas; 4, calizas arcillosas y margas; 5, calizas; 6, calizas
dolomlticas; 7, dolomlas. Fauna y Flora. l. - Formas de agua dulce: 1, Trochiliscus (cardfito); 2, peces de facies
-
roja. II. Faunas marinas: A, eurihalinas: 3, Lingula; 4, Platychisma (gasterópodo): 5 , pistas de gusanos; B, for-
mas estenohalinas: a, viviendo e,n agua de salinidad normal: 6, tabulados: 7, Spirorbis; 8, lamelibranquios; 9, gas-
terópodos dominantes; 10, nautiloideos; 11, braquiópodos articulados dominantes; 12, crinoideos; b, viviendo en
agua de salinidad normal o mayor que la normal: 13, algas (Girvanella, Pycnostroma); 14, Estromatoporoideos;
15, tetracoralarios.
I
Zonas marinas
Litoral Aguas poco profundas Iauna y flora
I IIA 1 llB
Algas
Callianassa
(Crustáceos)
Ostras
l Turkostrea)
Turritella
Meretrix
Cardiata
Panopaea
Modiola
Nucula
Diplodonta
Eulima y Meretrix
tschangirtaschensis
Unio
Fig. 212. Repartición por zonas de profundidad de algunos fósiles de la bahía de Fergana. Los reticulos designan
formas eurihalinas; las Iíneas verticales, formas que viven en aguas de salinidad normal; el negro, formas lagunares.
Fig. 213. Diagrama de repartición estratigráfica de algunos moluscosdel Terciario inferior de Fergana (según
Hecker). El punteado designa las formas de agua muy salada; las lineas oblicuas las de aguas saladas normales;
las líneas verticales designan formas eurihalinas; en negro, las formas lagunares.
estratigráfica, y en este caso también las áreas de representación son tanto más
espesas cuanto más abundante es el género (fig. 213): estas áreas son más o menos
oscuras según la salinidad (ej.: lamelibranquios y gasterópodos del Nummulítico de
Fergana). Más temerarios son los esquemas en los que se superpone un árbol filo-
genético a un corte estratigráfico; las diferentes ramas del árbol filogenético están
subdivididas en regiones en las que los diversos grises corresponden a salinidades
diferentes.
Los perfiles paleoecológicos son secciones geológicas con la indicación de la lito-
logía y con la representación simbólica de los fósiles del mismo tipo que en los
esquemas. Los mapas de dispersión dan también datos interesantes: corresponden a
un mapa geológico en el que no se representan más que las zonas del yacimiento
de un fósil dado (ej., el braquiópodo Choristites en la cuenca de Moscú).
Es cierto que numerosos problemas de geología regional deberán ser estudiados
desde el punto de vista paleoecológico; esto, no obstante, no aparece como una
cosa fundamentalmente nueva; desde antiguo, la descripción de las facies ha con-
ducido a los geólogos a preguntarse sobre las condiciones del medio en que vivían
los fósiles que ellos recogían. Sin embargo, es normal que la paleoecología, disci-
plina esencialmente sintética, se desarrolle ahora, por así decirlo como final de los
estudios analíticos regionales iniciales (descripción de los sedimentos, de los fósiles).
Los trabajos de paleoecología n o son aún muy numerosos de todos modos.
Importancia de la paleontología
de los vertebrados
La mayoría de los grandes grupos de invertebrados fósiles tienen un origen que
se nos escapa; además, el metamorfismo ha destruido los restos de organismos del
Precámbrico y, como hemos visto, los fósiles precámbricos son excepcionales. Por
el contrario, vemos aparecer los vertebrados en el Ordovícico y en el curso de los
tiempos geológicos seguimos su evolución en el sentido de una complejidad creciente.
El estudio de los vertebrados fósiles es pues fundamental como prueba de la evolución.
Esta parte de la Paleontología, cuyo fin es principalmente la reconstitución de la
historia de un grupo zoológico al que nosotros, como Hombres, pertenecemos, reviste
un interés filosófico particular y está más cerca de la anatomía comparada que de
la geología.
El fundador de la paleontología anatómica fue incontestablemente Cuvier. Él fue
el primero en emprender excavaciones metódicas con vistas a recoger fósiles, y esto
lo hizo en los yesos de la cuenca de París y en particular en Montmartre. Reconoció
como cierto que numerosos organismos fósiles habían desaparecido (idea que había
admitido ya Buffon, al que un oficial francés, Longueil, había enviado molares de
mastodonte de América); la misma palabra mastodonte fue creada por Cuvier; éste
publicó una obra fundamental «Les ossements fossiles~ (1812: l.a edición) que es
una descripción no sólo de los vertebrados fósiles recogidos por él mismo, sino tam-
bién de otros investigadores de diversos países de Europa; esta obra, de gran precisión,
goza aún de autoridad. Cuvier, en sus interpretaciones de los huesos fósiles, hacía
un llamamiento al principio de las correlaciones. Este principio se basa en la exis-
tencia de parecidos funcionales y fisiológicos, o, expresado con el vocabulario de la
anatomía comparada, de analogías; el principio de las correlaciones se enuncia
frecuéntemente mediante un ejemplo, según el mismo Cuvier: «el aspecto de un
diente induce la forma de un cóndilo, así como la ecuación de una curva implica
todas sus propiedades». Dicho de otra manera, existe una relación morfológica entre
los dientes y las articulaciones óseas. Este principio fue aplicado con éxito por Cuvier
(principalmente en el caso de la pequeña zarigüeya del Eoceno de Montmartre,
expuesta actualmente en la Galería de Paleontología del Museo Nacional de Historia
Natural), pero no tiene el valor absoluto y general que le atribuyó Cuvier. Por ejem-
plo, en un orden de perisodáctilos, los calicoterios del Mioceno, conocemos géneros
que poseen a la vez dientes hipsodontos de herbívoros y garras; ahora bien, según
sus dientes, y conforme a los mamíferos actuales, estos calicoterios deberían ser ungu-
lados y no unguiculados. El otro principio, cuya aplicación es fundamental en paleon-
tología, es el de las conexiones, según el cual todo organismo de un grupo zoológico
bien definido es construido según un cierto plano. Este principio, propuesto por
Etienne Geoffroy Saint Hilaire, implica que dos órganos o estructuras que, en dos
organismos diferentes, tienen iguales relaciones anatómicas, son homólogos. No obs-
tante, existen otros criterios de homologías que los de las relaciones de posición de
un órgano en el adulto; estos son: 1." el criterio de origen: dos órganos que, en
dos organismos diferentes, tienen el mismo origen embriológico, son homólogos; 2.O el
criterio de la cualidad especial de la estructura: dos órganos que tienen la misma
estructura histológica son homólogos, por ejemplo la presencia de tubos de Malpighi
caracteriza el riñón.
La mayoría de los tratados de Paleontología se contentan, o bien con enumerar,
describiéndolos, los principales grupos fósiles, o bien, en el caso de los vertebrados,
con trazar las principales etapas de la evolución. Otro punto de vista interesante
sería trazar la historia de una función, como por ejemplo la nutrición o la locomoción.
La documentación existe, pero, después de Gaudry, profesor en el Museo de 1872
a 1902, pocas obras han sido consagradas a tales problemas; nosotros no los aborda-
remos aquí (no obstante, véase Lehman 1974).
Agnatos y peces
Con algunas raras excepciones, los primeros vertebrados conocidos datan del Silú-
rico superior y de la base del Devónico: la mayor parte de estos vertebrados fueron
clasificados en otra época en los «Peces acorazados», ya que se caracterizan por la
presencia de un exoesqueleto muy desarrollado. Pero los trabajos de Stensio han
demostrado que los «peces acorazados» comprendían, en realidad, verdaderos peces
(placodermos) y agnatos (ostracodermos).
LOS AGNATOS
Los agnatos están representados en nuestros días por las lampreas y los mixinoi-
deos, formas blandas pero cuya anatomía es, desde diversos puntos de vista, compa-
rable a la de los agnatos acorazados del Primario. Como su nombre indica, todos los
agnatos están desprovistos de mandíbulas diferenciadas (mandíbulas superiores e infe-
riores); los arcos branquiales, es decir, las piezas esqueléticas que sostienen las
branquias, son externas en relación a éstas en los agnatos pero son internas en los
vertebrados con mandíbulas (gnatóstomos); los agnatos no tienen más que dos o
incluso un solo canal semicircular en el oído interno. Los agnatos fósiles se clasifican
en cefalaspidomorfos y pteraspidomorfos. Los cefalaspidomorfos comprendiendo los
osteostráceos y los anáspidos.
Cefalaspidomorfos
Los OSTEO~TRACEOS (ej. Cephalaspis, Kiaeraspis, Boreaspis, Aceraspis, etc.; figu-
ra 214) fueron durante mucho tiempo formas enigmáticas, hasta los trabajos de
Stensio (1927) concerniente a los osteostráceos de Spitzberg: los fósiles de este grupo
están perfectamente conservados; el hueso moldea literalmente el encéfalo y una parte
importante de los nervios y de vasos craneales. Han podido ser estudiados por el
método de las secciones seriadas (véase pág. 10) y sus nervios craneales, al igual
que su circulación, han podido ser reconstituidos con una precisión sorprendente;
Principales grupos d e vertebrados fósiles 147
Fig. 214. Reconstruccibn de un osteostráceo (Aceraspis) del Silúrico superior de Spitzberg ( x 0,7).
estos animales, que datan de alrededor de 400 millones de años, son mejor cono-
cidos que algunos vertebrados actuales.
P
La cabeza y la parte anterior del tronco estaban encerrados en un esqueleto
rígido, el escudo cefálico, el cual comprende posteriormente escamas del tronco que
se le han incorporado y cuya huella es a veces visible sobre la superficie misma
del escudo. Los ojos estaban situados dorsalmente, cercanos uno al otro; entre ambos
se abría el orificio epifisario. La posición de los ojos permite admitir que se trata
de formas que vivían sobre el fondo. Anteriormente al orificio epifisario se abría
el orificio nasohipofisario (orificios nasales externos detrás, orificio hipofisario
delante). Puede parecer extraño ver la hipófisis -en general ventral en relación al
encéfalo en los vertebrados- ocupar aquí una posición dorsal, pero se observa la
misma posición en la lamprea actual, animal en el que la hipófisis migra también
a la cara superior de la cabeza en el transcurso de su desarrollo. Este carácter
(Iám. VII) aproxima pues los osteostráceos a las lampreas. Sobre el escudo cefálico
se observan además zonas de escamas poligonales (dos laterales y una media) llama-
das frecuentemente campos eléctricos, ya que han sido interpretados como represen-
tando órganos eléctricos; el descubrimiento reciente de campos pigmentados grasos,
en la misma posición que en las lampreas, permite suponer que se trataba más bien
de órganos sensibles a las variaciones de presión, ya que los canales que llegaban
a los campos eléctricos eran demasiado anchos para los nervios y debían de haber
estado llenos de endolinfa. La cara ventral del escudo cefálico está ocupada por
una ventana. La ventana oralo-branquial, que, cuando el animal vivía, estaba cerrada
por una membrana sobre la cual se insertaban pequeñas escamas; casi siempre éstas
han desaparecido en las formas fósiles y la ventana oralo-branquia1 se abre direc-
tamente en la cámara oralo-branquial: en el fondo de ésta (es decir, hacia la parte
superior; figs. 215 y 216) se observan crestas branquiales -sobre las que se observa
a veces la huella de las branquias-; a cada cresta branquial llega un nervio craneal
bien determinado: nervio maxilar del trigémino (V mx), nervio mandibular del trigé-
mino (Vmd), nervio facial (VII), nervio glosofaríngeo (IX), ramas sucesivas del nervio
El cuerpo (fig. 214) estaba cubierto por escamas bastante elevadas a lo largo
del flanco; tenían una o dos aletas dorsales y una caudal heterocerca; las pélvicas y
la anal faltaban. Las pectorales estaban representadas por un lóbulo escamoso f r e
cuentemente extendido detrás de un aguijón pectoral.
En lo que concierne a la anatomía externa, notaremos solamente: 1." que el
oído interno sólo comprendía dos conductos semicirculares, 2.O que el riñón existía
aún en forma de un pronefros (esbozo renal conocido solamente en el estado embrio-
nario en los vertebrados superiores).
Los osteostráceos son de hecho muy variados; notemos solamente que el escudo
cefálico puede ser puntiagudo en la parte anterior (Boreaspis), perforado (Sclerodus;
fig. 217 B) o prolongarse hacia atrás englobando casi todo el cuerpo (Dfdyrnaspis,
fig. 21 7 A, Durtmuthia, etc.).
Los ANASPIDOS son mucho menos numerosos; provienen del Downtoniense de
los alrededores de Osla (Pharyngolepis, Remigolepis, Rhyncholepis) y de Escocia
Fig. 217. Escudos cefálicos de osteostráceos.
A, Didymaspis; B, Sclerodus.
Fig. 218. Reconstruccibn de dos anáspidos, Pterolepis (A) y Pharyngolepis (B) del Silúrico superior de Noruega.
(A, x 1,2 aprox.; B, x 0,7 aprox.).
Principales grupos d e vertebrados fósiles 151
parecía ser muy primitivo y había sido considerado como el único representante
conocido de un grupo cercano al origen de los vertebrados y del Amphioxus. Nuevos
Jamoytius descubiertos ulteriormente han demostrado que este animal era realmente
un anáspido.
Pteraspidomorfos
Los pteraspidomorfos comprenden principalmente los heterostráceos: estos ani-
males están representados por diversos géneros con coraza más o menos dividida:
así en Pteraspis (Devónico inferior de las Ardenas, de Inglaterra, etc.) la coraza
cefálica (fig. 220) comprende una placa rostral, dos pequeñas' placas orbitales, una
pineal, un escudo dorsal, un escudo ventral, dos placas branquiales y dos placas
posterolaterales, además de numerosas pequeñas placas justo detrás del orificio bucal,
que se abre ventralmente bajo la cabeza. A cada lado de la cabeza sólo hay un
orificio branquial, al contrario que en los osteostráceos. El endoesqueleto no es cono-
cido, ya que no era osificado; de todas maneras, en algunos especímenes bien conser-
vados, en la cara interna del exoesqueleto son visibles las huellas de ciertos órganos
(fig. 221); conductos semicirculares dobles como en la mayoría de los agnatos, bran-
q u i a ~ ,orificio pineal. En los heterostráceos la hipófisis no ha migrado dorsalmente
y es una de las razones por la cual Stensio situó estos animales próximos a los
miximoideos actuales. El cuerpo estaba desprovisto de aletas diferenciadas a excep-
ción de una caudal hipocerca.
Otros heterostráceos poseen un número de placas menor: así Cyathaspis (Down-
toniense) sólo presenta un escudo dorsal, uno ventral y dos branquiales. Otros, por
el contrario, presentan una coraza cefálica con grandes placas separadas por zonas
de escamas poligonales, «tesserae» (ej. Drepanaspis, del Devónico inferior romano).
A los heterostráceos pertenecen los vertebrados más antiguos conocidos actualmente;
de entre ellos el mejor conservado es el género Astraspis del Ordovícico medio de
Colorado (arenisca de Harding).
Antes del Ordovícico medio se conocían restos de vertebrados en el Ordovícico
inferior de Estonia: se trata de dentículos de alrededor de 1 mm de longitud (Pa-
' laeodus, Archodus) que comprenden dentina alrededor de una cavidad pulpar; pro-
vienen de un nivel marino llamado de arenas verdes; en lo que respecta a los verte-
Fig. 220. Reconstrucción de un heterostrá-
ceo, Pteraspis, del Devónico inferior. A, vista
dorsal; B, vista lateral; C, vista ventral.
Br, placa branquial; C, placa posterolateral:
Dd, escudo dorsal; Dsp, aguijón dorsal;
O, placa orbital; obr, orificio branquial; orb,
órbita; Ppi, placa pineal; R, placa rostral
( x 1\21.
brados del Ordovícico americano, son mucho mejor conocidos; se los encuentra en
las areniscas de Harding, de Colorado, en Wyoming (areniscas de Bighorn y Black
Hills), en Montana (formación Winnipeg), pero también en Quebec y en la Colum-
bia británica, en yacimientos siempre marinos. Astraspis (fig. 222) es el género mejor
"b
csem.aBt
- med
.- csempoi
1- Gnatóstomos
Todos los vertebrados no agnatos son gnatóstomos: comprenden por lo tanto los
peces, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos. Pero el término pez no
tiene un significado zoológico neto: agrupa a casi todos los gnatóstomos francamente
acuáticos, y los peces agrupan en realidad a clases muy diferentes: elasmobranquio-
morfos, dipnoos, crosopterigios, actinopterigios.
ELASMOBRANQUIOMORFOS
sentan, como su nombre lo indica, una larga coraza torácica; la aleta pectoral
comprende casi siempre un aguijón desarrollado, el aguijón espinal. Aunque estos
dolicotorácicos sean artródiros primitivos, downtonienses y del Devónico inferior,
es poco probable que su aleta pectoral ya muy concentrada sea primitiva (ej. Acan-
thaspis, Jaekelaspis, etc. de Spitzberg). Los BRAQUITOR~CICOS (fig. 225) poseen por el
contrario una coraza torácica relativamente corta en relación a la de la cabeza;
estas dos corazas se articulan entre sí gracias a una doble articulación; los cóndilos
están situados sobre el tórax y se insertan, a derecha e izquierda, en las fosas de la
Fig. 225. Reconstrucción de un artródiro braquitorácico, Coccosteus, del Devónico de Escocia ( x 115 aprox.).
Principales grupos d e vertebrados fósiles 155
coraza cefálica. La disposición de los huesos de la cabeza de los artródiros es dife-
rente a la de los demás peces, pero como las placas óseas de su exoesqueleto cefálico
están recorridas por líneas sensoriales, y como por otra parte se sabe que en los
peces actuales los órganos nerviosos de las Iíneas sensoriales, los neuromastos, desem-
peñan un papel en la formación de los huesos dérmicos, es posible, gracias a estas
Iíneas sensoriales, definir las homologías entre los huesos de los artródiros y los de
los demás peces. Así, dos placas llamadas centrales son homólogas parciales de los
parietales de los peces; por detrás de estas placas centrales se encuentra una placa
nuca1 sin línea sensorial. La mandíbula de los braquitorácicos es todavía incompleta
en el sentido de que un solo hueso dérmico de la cara interna de la mandíbula
está presente; es el inferognatal portador de excrecencias óseas en forma de dientes
y que muerde contra los huesos del paladar, el antero y el posterosuperognatal de
bordes inferiores dentados. Entre estos braquitorácicos, algunos de ellos tienen una
aleta pectoral bastante concentrada en la placa espinal; otros, por el contrario (foli-
dosteomorfos), tienen una pectoral que no ha experimentado todavía ninguna concen-
tración de sus elementos, con radios internos paralelos y de tipo primitivo. Citemos
como ejemplo, Coccosteus (Devónico medio de Escocia; fig. 226), Dunkleosteus
Fig. 226. Reconstrucción de la cabeza y del escudo tor6cico de Coccosteus ( x 513 aprox.).
Fig. 227. Reconstrucción del cuerpo de un antiarco, Bothriolepis, del Devónico superior ( x 115 aprox.).
e
(lám. pág. 2; Devónico superior de los Estados Unidos, de Marruecos) y formas
gigantes (Titanichthys, de igual procedencia) cuyo techo craneano sobrepasa 1 m
de anchura. Notemos también que gracias a las formas del Devónico medio de
Wildungen (Alemania), el endocráneo de numerosos artródiros ha podido ser estu-
diado gracias al método de las secciones seriadas, y que han podido ser establecidas
reconstituciones de su sistema nervioso craneano.
Los ANTIARCOS son artródiros especializados en un sentido particular: sus ojos
se acercan el uno al otro sobre la cara superior del cráneo y miran hacia lo alto.
La aleta pectoral, particularmente bien conocida en un género del Devónico superior
del Canadá y de la URSS, Bothriolepis (fig. 227), tiene el aspecto externo de un
miembro, está recubierta de placas dérmicas y es móvil respecto al tórax, sobre
el que se inserta. Pero esta disposición no prefigura de ningún modo el brazo de
los vertebrados superiores, en los que el esqueleto es interno y no externo. El tórax
Fig. 228. Reconstrucci6n del cuerpo de Acanthodes, Pérmico inferior ( x 113 aprox.).
se articula sobre la coraza cefálica, pero en los antiarcos, es la cabeza la que lleva
los cóndilos articulares y el tórax las fosas.
Los acantodios tienen el cuerpo y la cabeza recubiertos de escamas muy pequeñas,
romboidales y contiguas. El esqueleto externo de la cabeza comprende a veces
algunas grandes placas y huesos tubulares que rodean a las líneas sensoriales. La aleta
Him
Md
Fig. 229. Reconstrucci6n de la cabeza (A) y del esqueleto visceral de Acanthodes (B). (A, x 312; B, x 415)
Him, hiomandibular; Md, mandibular; Pc, palatocuadrado,
Principales grupos d e vertebrados f ó s i l e s 157
caudal es heterocerca. Las dorsales y la anal están representadas por aguijones por
detrás de los cuales se extendía, en el animal viviente, una membrana cutánea.
Las pectorales y las pélvicas existen también, cada una de ellas en forma de dos
aguijones simples (Acanthodes, Pérmico; fig. 228) o de dos hileras de aguijones
(Diplacanthus, igualmente del Pérmico; fig. 230). Watson (1937) estimaba que, en
los acantodios, la hendidura espiracular estaba aún completamente abierta (fig. 229)
y que el hiomandibular totalmente libre no tenía en estos animales ninguna función
en la suspensión de la mandíbula. Dicho de otra manera, los acantodios habrían
sido afetohioideos (etimológicamente, con hioides libre) y estos afetohioideos habrían
representado un nivel evolutivo inferior al de los demás peces; los artródiros eran
considerados también como afetohioideos. Stensio, por el contrario, ha demostrado
que artródiros y acantodios presentaban numerosos caracteres de elasmobranquios,
teniendo con ellos afinidades bastante estrechas, lo que es compatible con la hipótesis
precedente, que supone un estadio de organización primitivo.
Que haya habido contacto entre el hiomandibular f el palatocuadrado en los
acantodios, sin interposición de un orificio espiracular, está comprobado por la
existencia de un canal de la cara media1 del palatocuadrado en el que se alojaba
el borde anterior del hiomandibular.
La paleontología de los ELASMOBRANQUIOS es bastante mal conocida, pues estas
Fig. 233. Reconstrucci6n del cuerpo de Dipterus, Devónico medio de Escocia ( x 114 aprox.).
Fig. 234. Reconstrucción del cuerpo de Scaumenacia, dipnoo del Devónico superior ( x 1,5 aprox.).
nífero inferior de Escocia, fig. 235), se asiste a la confluencia de estas aletas en una
continua. Casi todos los dipnoos fósiles presentan un carácter común con los actuales:
el aspecto de la dentadura; ésta comprende placas con dientes dispuestos en hileras
radiales (fig. 236); dos de estas placas están insertas sobre el paladar y las otras
dos sobre las mandíbulas. La evolución del grupo -muy constante en cuanto a su
organización y muy conservador- está marcada sobre todo por la regresión del
Principales grupos de vertebradoc fósiles 159
Fig. 235. Reconstrucci6n del cuerpo de Uronemus, dipnoo del Carbonlfero ( x 1k5 Fig. 236. Diente de
aprox.). Ceratodus (ligera-
mente reducido).
tejido óseo, que deja lugar al cartílago, y por la desaparición de casi todos los
géneros, de los que sólo subsisten tres actualmente. Como su nombre indica, los
dipnoos poseen a la vez respiración branquia1 y respiración pulmonar, pero no tienen
verdaderas fosas nasales internas (coanas), lo cual impide su aproximación a los
vertebrados terrestres.
Los actinopterigios son peces con aletas pares en disposición radial. Los teleósteos,
que son los peces más numerosos en la naturaleza actual, no aparecieron hasta el
Cretácico. Los ganoideos actuales son reliquias de actinopterigios fósiles; el esturión
(Acipenser) es un ganoideo condrósteo y con una estructura anatómica comparable
a la de los primeros actinopterigios conocidos, los paleoníscidos (fig. 237), que apa-
recieron en el Devónico medio. Los ganoideos holósteos, representados en nuestros
días por Amia y Lepisosteus en los ríos norteamericanos, no aparecieron hasta el -
Jurásico. La paleontología ha demostrado, por otra parte, que teleósteos, condrósteos
y holósteos son grupos artificiales. La evolución de los actinopterigios se caracteriza
por una regresión del tejido óseo, que era mucho más desarrollado en las formas
primarias, sobre todo en lo que concierne al exoesqueleto. Además, el hiomandibular,
oblicuo en los paleoníscidos, se endereza en las familias más recientes (fig. 238); de
ello resulta que, correlativamente, el preopérculo se endereza también y se libera
de los huesos más anteriores (maxilar), mientras que la mandíbula se acorta. En los
teleósteos aparecen especializaciones tales como, por ejemplo, el desarrollo del prema-
xilar, hueso primitivamente reducido pero que, en algunos peces recientes, puede ser
el hueso masticador principal de la mandíbula superior.
Los crosopterigios se oponen a los actinopterigios por la disposición de sus aletas
pares que poseen un eje de simetría; comprenden los celacántidos, desprovistos de
Fig. 237. Reconstrucción del cuerpo de un paleonlscido del Triásico de Madagascar, Pteronisculus x (112 aprox.).
Fig. 238. Reconstrucci6n del cuerpo de un actinopterigio jurásico, Lepidotes ( x 114 aprox.).
fosas nasales internas, y los ripidistios, que por el contrario poseen coanas. Los
CELACÁNTIDOS, conocidos desde el Devónico, son, como los dipnoos, extrañamente
conservadores; el celacanto actual, Latimeria, se distingue de los celacantos fósiles
casi únicamente por la regresión del tejido óseo. El descubrimiento de este «fósil
viviente» ha venido a confirmar los trabajos de los paleontólogos, cuyas reconstruc-
ciones corresponden exactamente, a excepción de algunos detalles, a la anatomía de
Latimeria. Los celacantos se habían considerado extinguidos desde el Cretácico, época
en la que se conocen celacantos gigantes (Mawsonia). Desde el punto de vista de la
evolución, los crosopterigios con coanas (RIPIDISTIOS) son mucho más importantes,
ya que están en el origen de los vertebrados terrestres. Los ripidistios comprenden
dos grupos: los osteolepiformes (Osteolepis, del Devónico superior de Escocia;
Eusthenopteron, del Devónico superior del Canadá y de los países bálticos, fig. 239;
Ectosteorachis, del Pérmico de Texas), con aletas pectorales con lóbulo escamoso
corto, y los porolepiformes (Porolepis, del Devónico inferior de Spitzberg; Holopty-
chius, del Devónica superior de Escocia, del Canadá, etc.; fig. 240), con mandíbulas
Fig. 239. Reconstrucción del cuerpo de un crosopterigio ripidistio: Eusthenopteron del Devónico superior
( x 0,2 aprox.).
Fig. 240. Reconstrucción del cuerpo de un crosopterigio ripidistio del Devónico superior, Holoptychius
( x 1/4 aprox.).
Principales grupos d e vertebrados fósiles 161
pectorales con lóbulo escamoso alargado. Por los huesos de su mejilla y por la pre-
sencia de un esqueleto interno de la aleta pectoral correspondiente al brazo de los
vertebrados terrestres, los osteolepiformes están muy próximos a los primeros verte-
brados tetrápodos (Ichthyostegalia). Estudiaremos estos parecidos en el capítulo con-
sagrado a las pruebas paleontológicas de la evolución. Recientemente ha sido descu-
bierto un nuevo grupo de crosospterigios muy particular (ojo de gran dimensión,
opérculo muy pequeño y región branquia1 corta), son los ESTRUNIIFORMES del Devó-
nico medio de la región de Colonia (fig. 241).
Quizás llame la atención el ver aquí los dipnoos separados de los crosopterigios;
en efecto, han sido agrupados con ellos durante mucho tiempo bajo el nombre de
coanictíes (peces con coanas) o sarcopterigios (peces con aletas carnosas). Sin embargo,
los dipnoos no tienen coanas, y un lóbulo carnoso en la base de las aletas pares
existe frecuentemente también en otros grupos, como los actinopterigios. Si existen
algunas semejanzas entre crosopterigios y dipnoos, no parece sin embargo que sean
suficientes para permitir reunirlos en un mismo grupo. Además, el término crosopte-
rigio es en sí mismo discutible, ya que se incluye bajo este nombre a los celacántidos,
desprovistos de coanas, a los ripidistios, con coanas, y a los estruniiformes, que
tampoco poseen coanas.
Anfibios
Los anfibios vivientes representan los últimos vestigios de un conjunto que fue
muy importante: mientras que los anfibios actuales se reparten en tres grupos, anuros,
urodelos y gimnofiones, los batracios fósiles comprenden además: 1.O formas muy
osificadas y de grandes dimensiones, los estegocéfalos; 2.0 géneros de pequeñas dimen-
siones pero con una estructura vertebral de tipo desconocido en los batracios actuales
-los filospóndilos- o un cráneo muy particular -los lepospóndilos-.
Fig. 244. Ichthyostega: Esqueleto de la cabeza. pop, preoperculo; Sop, subopérculo ( x 1/2 aprox.).
Fig. 249. Vértebras estereospóndilas. Ic, Fig. 250. Techo craneano de Palaeogyrinus, embolóme-
intercentro. ro del Carbonlfero de Escocia (x 1/3 aprox.).
Fig. 252. Vértebras seymouriamorfas de Kotlas-
Fig. 251. Techo craneano de Seymouria, sia, PBrrnico superior de la cuenca del Dvina.
Pérmico inferior de Texas ( x 213 aprox.). Ic, intercentro; Pc, pleurocentro ( x 1 aprox.).
Los FILOSP~NDILOS (fig. 255) son, al contrario que los estegocéfalos, de pequeñas
dimensiones, los mayores ejemplares no sobrepasan los 10 cm: se 'les conoce princi-
A B
Fig. 256. Techo craneano de Protobatrachus,
proanuro del Triásico de Madagascar. Frpa, fron- Fig. 257. Esqueleto del miembro anterior (A) y del
toparietal; Na, nasal; c, cuadrado; cj, cuadra- miembro posterior (B) de Protobatrachus. C , cúbito;
toyugal; Ecc, escamosal ( x 413). F, fémur;H, hamero; P, peroné; R, radio; T, tibia.
Reptiles
Los reptiles aparecen en el Carbonífero superior con el género Petrolacosaurus
de Kansas, cuyas afinidades son enigmáticas. Los reptiles más primitivos son los
cotilosaurios, caracterizados por una columna vertebral con intercentros reducidos
pero todavía presentes, con arcos neurales bajos y con apófisis de articulación de las
. vértebras sucesivas (zigapófisis) en un plano articular horizontal; estas vértebras
. tienen por lo tanto la misma disposición que en los seymouriamorfos.
COTILOSAU RiOS
Fig. 261. Esqueleto de Bradysaurus, pareiasaurio del Pérrnico superior (Karroo) de Africa del Sur (longitud,
2,50 m aprox.).
Principales grupos de vertebrados fósiles 7 69
Hay cotilosaurios que se pueden relacionar con los milerétidos del Pérmico de Africa
del Sur (Milleretta) y de Rusia (Mesenosaurus), formas de pequeñas dimensiones
que tenían aspecto de lagarto pero eran completamente diferentes de este animal,
con los pareiasatirios, grandes formas del Pérmico de Africa del Sur (Pareiasaurus,
Nanoparia) y de Rusia (Scutosaurus); estos pareiasaurios (fig. 261) tenían el cráneo
muy osificado, con protuberancias óseas más o menos desarrolladas y dientes de
borde superior aserrado; sus macizos miembros eran claramente laterales en relación
al cuerpo. Estos animales eran ciertamente herbívoros.
asd
aP
en los peces la sangre del corazón pasa a la aorta ventral impar, que emite una arteria
aferente hacia cada arco branquial; de cada arco branquial parte una arteria branquial
eferente, y todas estas arterias son drenadas por las aortas dorsales derecha o izquier-
da. Cuando las branquias experimentan regresión, la circulación branquial subsiste
en forma de arcos aórticos, pero a partir de los anfibios los dos primeros arcos
aórticos desaparecen. En los reptiles actuales y en las aves, el cuarto arco aórtico
derecho se hace predominante y el arco aórtico izquierdo correspondiente entra e n
regresión o desaparece completamente (aves). Puesto que este arco aórtico irriga todo
el cuerpo, se le llama arco sistémico (de la palabra griega sysfema, que significa
conjunto). En los mamíferos la disposición es inversa: el cuarto arco aórtico es
siempre el arco sistémico, pero es el arco izquierdo el que es, con mucho, el más
desarrollado y el que, convertido en el cayado de la aorta dirigido hacia la izquierda,
lleva la sangre al cuerpo, mientras que el arco derecho al entrar en regresión se con-
vierte en la arteria subclavia. Estas dos disposiciones son fundamentalmente diferentes
y no se ve como podría pasarse de una a otra. La primera caracteriza a los saurópsi-
Fig. 263. Diversos tipos de cráneos de reptiles: A, cráneo euriápsido (ventana temporal encima del arco escamoso-
postorbitario); en el tipo parápsido la ventana es aún más medial. B, cráneo sinápsido (ventana temporal debajo
del arco escamoso-postorbitario). C, cráneo sinápsido de mamífero (la barra postorbitaria detrás del ojo en general
desaparece), D. cráneo diápsido de arcosaurio (dos ventanas temporales + una ventana anteorbitaria). E, crBneo
anapsido (sin ventana temporal). F. cráneo anápsido de tortuga. G, cráneo de ave. H, cráneo diápsido (dos venta-
nas temporales). 1, cráneo de lagarto (cráneo diápsido modificado por abertura del arco yugo-cuadratoyugal).
dos, la segunda a los terópsidos. Los saurópsidos comprenden todos los reptiles ac-
tuales, diversos reptiles fósiles y las aves; los terópsidos comprenden los reptiles
mamalianos (terápsidos) y los mamíferos. En consecuencia, no es lógico dividir a los
vertebrados superiores en reptiles, aves y mamíferos, sino que comprenden dos tipos,
los saurópsidos y los terópsidos. No obstante, es difícil aplicar este criterio a los
grupos desaparecidos. Watson ha supuesto que los terópsidos poseían inicialmente
un estribo* macizo y los saurópsidos uno delgado; en estas condiciones, los captorri-
nomorfos serían terópsidos, los diadectomorfos serían saurópsidos, y los reptiles serían
difiléticos, por así decirlo desde su origen. Esta hipótesis parece haber sido abando-
nada por el propio Watson ya que el aspecto de los estribos parece bastante variable
en los primeros reptiles. Es también posible que en los cotilosaurios las dos líneas
no estuvieran aún establecidas y que estos animales hayan poseído todavía arcos
aórticos de tipo anfibio.
Sea como sea, lo cierto es que los terópsidos son más primitivos que los sauróp-
sidos, pues la estructura del corazón y la disposición de los vasos aórticos de los
mamíferos es mucho más simple que la de los reptiles actuales y que la de las aves.
Y esto es lo que muestra la paleontología: en el Pérmico, los reptiles fósiles son
esencialmente reptiles mamalianos (pelicosaurios y terápsidos). Tan sólo en el Jurásico
cederán el paso a los grandes reptiles (dinosaurios, etc.), que son lo contrario de los
saurópsidos.
Durante largo tiempo se ha clasificado a los reptiles según la presencia o ausencia
de ventanas (fosas) temporales por detrás de la órbita y según la posición y el
* El estribo o columela es el hueso del oído medio homólogo del hiomandibular de los peces y del
estribo de los mamíferos.
Principales grupos de vertebrados fósiles
número de ellas (fig. 263). Estas ventanas alojan músculos masticadores y su tamaño
está evidentemente en función del desarrollo de estos músculos; representan pues
adaptaciones que no traducen ninguna propiedad filogenética verdaderamente funda-
mental.
No obstante, daremos aquí esta clasificación, ya que introduce una nomenclatura
cómoda.
- Anápsidos. Reptiles desprovistos de ventana temporal. Cotilosaurios, Chelonia.
- Didpsidos. Reptiles con dos ventanas temporales, una encima de un arco
óseo escamoso-postorbitario y la otra debajo de ese arco y primitivamente encima
de un arco yugalo-cuadratoyugal. Rincocéfalos, Escamosos (lagartos y serpientes),
Cocodríliados, Dinosaurios, Pterosaurios.
- Sinápsidos. Reptiles con una sola ventana temporal por debajo del arco
escamoso-postorbitario. El nombre hace alusión a una hipótesis según la cual los dos
arcos óseos de los diápsidos estarían soldados. Esta hipótesis no descansa sobre
ningún dato serio. Reptiles mamalianos, Mamíferos.
- Parápsidos. Reptiles con una sola ventana temporal pero en un plano más
media1 que el orificio superior de los diápsidos: son los Ictiopterigios (Ictiosaurios).
- Euriápsidos o Sinaptosaurios. Una sola ventana temporal situada debajo del
arco escamoso-postorbitario y que corresponde al orificio superior de los diápsidos.
Son los Plesiosaurios, los Notosaurios y los Placodontos.
TER~PSIDOS
La línea de los TERÓPSIDOS comprende, entre los reptiles, los pelicosaurios y los
terápsidos. Los pelicosaurios pertenecen claramente a la línea mamaliana porque son
sinápsidos y porque, en ciertos géneros d e este grupo, se ve ya una cierta diferen-
ciación de los caninos (aunque la diferenciación dentaria en incisivos, caninos y
molares no se haya alcanzado aún). Provienen principalmente del Pérmico inferior -"
de los Estados Unidos. Se les clasifica en:
Fig. 264. Varanosaurus, pelicosaurio; Pérmico inferior de Texas (longitud aprox. 1,5 m).
Fig. 265. Dimetrodon, pelicosaurio; Pérmico inferior de Texas (longitud aprox. 3 m).
Fig. 266. Edaphosaurus, pelicosaurio; Carbonifero superior y Pérmico inferior (longitud aprox. 3 m).
Fig. 268. Esqueleto del gorgonópsido Lycaenops, Pérmico superior (Karroo) de Africa del Sur (longitud
aprox. 1 m).
Fig. 269. Cráneo de un cinodonto del Triásico de Africa del Sur (Karroo), Diademodon ( x 1/3 aprox.).
Fig. 271. Esqueleto del cuerpo de Diademodon en vista lateral (A) y dorsal (B) (longitud aprox. 1 m).
Principales grupos d e vertebrados fósiles 1 75
se desarrolla hacia la parte superior y hacia atrás, sin que haya aún ningún contacto
entre este hueso y el escamoso, como en los mamíferos. Se ha supuesto que Diade-
modon poseía ya un cierto revestimiento piloso, era homeotermo e incluso vivíparo;
los argumentos invocados tienen un valor desigual; el fuerte desarrollo del cerebelo
aboga en favor de la homeotermia, al igual que la disposición de las costillas: hay
dos costillas torácicas largas que delimitan una verdadera caja torácica, pero tiene
costillas lumbares muy cortas (fig. 271); en estas condiciones debía existir un dia-
fragma, disposición evidentepente favorable a la hipótesis según la cual Diademodon
tenía una regulación térmica bastante perfecta.
Los terópsidos más evolucionados y más próximos a los mamíferos son los triti-
lodontos y los ictidosaurios. Los tritilodontos han sido definidos a partir del género
Tritylodon del Triásico superior de Basutolandia y descritos al final del siglo XIX
a partir de un ejemplar incompleto que no comprendía más que la parte anterior
del cráneo: este ejemplar mostraba sin embargo tres incisivos por cada media man-
díbula (superior) -la posterior estaba muy desarrollada- una barra, luego postca-
ninos con placa dentaria con tubérculos en forma de creciente alineados en filas
anteroposteriores. Este animal había sido atribuido primeramente a los mamíferos
multituberculados, pero, de hecho, los dientes de los multituberculados, mucho más
largos, son diferentes. Otro tritilodonto del Triásico superior de Yunnan, Bienotherium,
posee postcaninos comparables a los precedentes, pero en este género se conoce la
articulación de la mandíbula y presenta un cuadrado convexo (mientras que en los
mamíferos la articulación craneal de la mandíbula es cóncava y está formada por
una foseta del escamoso). Un tercer género, Oligakyphus (fig. 272), del Retiense de
aprox.).
Fig. 274. Un dicinodonto del Triásico de Africa del Sur (Karroo), tan frecuente que es un fósil utilizado como
nivel, Lystrosaurus ( x 113 aprox.).
una cabeza en forma de caja aplanada, con ojos dorsales; Lystrosaurus (fig. 274)
tiene un cráneo arqueado anteriormente. Estos dos fósiles son tan abundantes en
Africa del Sur que definen zonas estratigráficas clásicas del Karroo; la estratigrafia
del Karroo está además fundada únicamente sobre los reptiles. Notemos también
que si los anomodontos no tienen jamás un paladar secundario óseo completo, los
maxilares y los palatinos poseen láminas medias entre las que probablemente debía
extenderse una membrana; la formación de este paladar secundario -que es blando
en los anomodontos- muestra pues que en estos animales y en los teriodontos ha
habido una evolución paralela en cuanto a este carácter.
- - "V
también anápsidos, han sido aproximados a los cotilosaurios, pero los fósiles no nos
aportan demasiada información sobre el origen de estos animales. Triassochelys, tor-
tuga triásica, poseía todavía dientes palatinos, a pesar de la presencia de un pico
córneo; en este género la cabeza, los miembros y la cola no podían retraerse dentro
de la coraza. Los pleuródiros, cuya cabeza puede esconderse dentro de la coraza
pero por retracción lateral, aparecieron en el Jurásico superior; estos animales, cono-
cidos en el Terciario en el hemisferio norte, en la actualidad sólo se dan en el hemis-
ferio sur. Los criptódiros, cuya cabeza se retrae anteroposteriormente, aparecieron
en el Cretácico; entre los fósiles de este grupo citaremos una tortuga marina cretácica,
Archelon, que sobrepasa los 3 m de longitud.
Los diápsidos aparecen en el Pérmico en el Karroo de Africa del sur con géneros
tales como Youngina (fig. 275) y Prolacerta, del grupo de los eosuquios. Éstos son
también conocidos en el Pérmico superior de Madagascar (Tangasaurus, Hovasaurus).
En los eosuquios la ventana temporal inferior está todavía limitada por abajo por un
arco óseo formado por el yugal y el cuadratoyugal. Este arco óseo subsiste además
también en los rincocéfalos, que aparecen en el Triásico. Los rincocéfalos están
actualmente representados por un solo género, la tuatara (Sphenodon), que vive sola-
mente en algunas islas cercanas a la costa de Nueva Zelanda. La mayor parte de los
rincocéfalos presentan un pico córneo, de donde procede el nombre del orden, siendo
este carácter una especialización; es poco probable que estén en el origen de otros
reptiles, como se había supuesto en otro tiempo. Los escamosos aparecen en el
Triásico superior del Tesino con tres géneros principales: Macrocnemus, Askepto-
saurus y Tanystropheus. Todos estos géneros son estreptostílicos, es decir, el arco
óseo yugalo-cuadratoyugal está abierto, liberando así el cuadrado, que se hace móvil.
Tanystropheus está adaptado en un sentido muy particular; sus vértebras cervicales
son desmesuradamente alargadas y la cabeza es muy pequeña. Se conocen bastantes
lagartos fósiles, siendo el más célebre el mosasaurio del Cretácico superior («el lagarto
del Mosa») descubierto a finales del siglo XIX en Maestricht: se trata de una forma
acuática gigante que podía alcanzar una decena de metros. En cuanto a las serpientes,
no aparecieron hasta el Cretácico; las primeras tan sólo son conocidas por vértebras
de articulación cónica (zigosfena convexa; zigantro cónico, fig. 276).
Los cocodrílidos, que son también diápsidos, aparecen tin el Triásico superior.
Lámina X. Tyrannosaurus.
crhneo de un dinosaurio t e d p o d o con potentes caninos. Cretdcico superior de los Estados Unidos ( x 1/10).
Galerie de Paléontologie d u Muséum National d'Histoire N a t u r e k . París.
Paleontología
Los cocodril os del Jurásico y del Cretácic:o tienen un paladar secundario formado por
láminas medias de los huesós maxilares y palatinos que empujan los orificios nasales
hacia atrás; son los mesosuquios (ej. Metriorhynchus, Sarcosuchus, lám. IX). Los
cocodrilos terciarios (eosuquios) tienen un paladar secundario que se extiende todavía
más posteriormente y los orificios nasales externos se abren en los huesos pterigoides.
Los dinosaurios no constituyen un grupo zoológico definido: son tecodontos, es
decir, reptiles con dientes implantados en alvéolos y arcosaurios (saurios arcaicos
caracterizados por la presencia de un orificio anteorbitario). Aparecen en el Triásico
(ej. Plateosaurus). Entre los primeros dinosaurios, algunos son ya claramente bípedos,
con miembros anteriores reducidos (Ornitholestes); como la mayor parte de los
dinosaurios jurásicos y cretácicos tienen miembros anteriores poco desarrollados, se
admite frecuentemente que estos animales han debido de pasar por un estadio bípedo
en el curso de su evolución; se conoce sin embargo un género, Brachiosaurus, en el
que la disposición es inversa, lo que es poco favorable a esta hipótesis. Los dino-
saurio~se subdividen en avipelvianos ( =ornitisquios) y sauripelvianos ( =saurisquios),
según el aspecto de su cintura pélvica (fig. 277). En los avipelvianos ésta es tetra-
rradiada como en las aves, con ilion, isquion, pubis y «prepubis» bien diferenciados.
En los sauripelvianos la cintura es trirradiada, ya que no hay «prepubis».
Los SAURIPELVIANOS comprenden una línea carnívora, los terópodos, y una línea
herbívora, los saurópodos. Los terópodos están caracterizados por su dentadura de
dientes cónicos elevados, todos con el aspecto de caninos. El bipedismo debía ser
la posición normal del cuerpo, ya que los miembros anteriores son cortos. En los
Los saurópodos comprenden los grandes dinosaurios herbívoros del Jurásico supe-
rior tales como Diplodocus (longitud 25 m; fig. 279), el brontosaurio (longitud 18 m).
Estos animales son los más grandes que han vivido sobre la Tierra. Este tamaño tan
enorme implica adaptaciones particulares del esqueleto. Las vértebras, aunque de
grandes dimensiones, son ligeras y surcadas por numerosas cavidades, mientras que
los miembros que sostenían el cuerpo son macizos. La cabeza es muy pequeña en
relación al cuerpo y se ha admitido frecuentemente que el órgano principal del sistema
nervioso no era el encéfalo, que es muy pequeño, sino la región sacra de la medula
(región llamada erróneamente «cerebro sacro»); de todas maneras, aunque la cavidad
medular de la parte posterior de la columna vertebral es en general muy ancha en
los dinosaurios, no sabemos si este espacio contenía sólo la medula espina1 o, por el
contrario, contenía otros tejidos. La idea según la cual el «cerebro sacro* (fig. 280)
tendría un papel predominante, no puede considerarse actualmente como demostrada
definitivamente. Clásicamente se considera a todos estos grandes dinosaurios como
herbívoros; es probable, no obstante, que al menos una parte de ellos se alimentaran
Fig. 280. Proporciones relativas dei «ce-
rebro sacro» y del encéfalo en el este-
gosaurio.
de conchas; en efecto, la hierba no puede aportar más que una parte muy pequeña
de calorías a estos organismos tan grandes, a menos de que ingiriesen cantidades
considerables, hipótesis poco compatible con la pequeñez de la cabeza; los dientes
aserrados de Diplodocus estarían bien adaptados para agarrar las conchas y dejar
fluir el fango; las piedras contenidas en el estómago, los gastrolitos, cuyas huellas
han sido perfectamente reconocidas, habrían servido precisamente para triturar estas
conchas. De todas maneras, los saurópodos fueron la presa de los terópodos.
Clásicamente se consideraba a los dinosaurios saurópodos como animales lentos
y pesados que vivían en pantanos o incluso en el agua -que habría sostenido mejor
que el aire el cuerpo tan pesado de estos animales-, como masas de carne inerte
movilizadas por simples reflejos, con el modo de andar de los lagartos o de los
caimanes y con crecimiento prolongado. Esta concepción es ciertamente errónea
(Bakker); en primer lugar, los saurópodos no se arrastraban sobre el suelo a la
manera de los lagartos; las patas de los saurópodos están situadas bajo el cuerpo
y no lateralmente (de todos modos, muchos esqueletos de saurópodos han sido
montados en los museos con los miembros posteriores laterales en relación al cuerpo).
Además, su régimen alimenticio no consistía en plantas acuáticas: por ejemplo, la
formación de Morrison del Jurásico superior de los Estados Unidos es rica en dino-
s a u r i o ~y en plantas, pero la flora de esta formación es la de una sabana con coní-
feras, con un sotobosque de cicadales y helechos. La cola de los saurópodos, de
la que raramente encontramos la impronta con las pistas de los pasos, no debía
de arrastrarse sobre el suelo. Según los estudios de pistas de dinosaurios del Cretácico
de Texas, ciertos dinosaurios, al menos, estaban posiblemente agrupados en rebaños,
y los individuos más grandes se repartían alrededor de los más jóvenes. La concepción
según la cual los dinosaurios habrían sido seres monstruosos es invalidada por su
gran duración geológica (subsistieron durante todo el Jurásico y el Cretácico); parece
que el éxito de los dinosaurios fue ligado a la adquisición de miembros verticales,
mucho antes de la adquisición de este carácter por los mamíferos.
Es probable que los dinosaurios fueran ya homeotermos; pero su homeotermia
debía de ser la consecuencia de su masa (la superficie y en consecuencia la pérdida
de calor, son proporcionalmente más pequeñas en un organismo voluminoso) y no de
una regulación nerviosa. Los cocodrilos actuales están asimismo sujetos a variaciones
de temperatura, tanto más pequeñas cu'anto mayores son.
La hipótesis de la homeotermia de los dinosaurios ha sido recientemente (De
Ricqlks) corroborada con argumentos histológicos: 1.O los dinosaurios, como los
mamíferos y las aves, pero al contrario de los anfibios actuales y fósiles, tienen
huesos sin anillos de crecimiento concéntrico; la disposición en anillos de creci-
miento parece caracterizar a los poiquilotermos; 2 . O los huesos de los dinosaurios pre-
sentan un tejido especial, el tejido óseo laminar primario, que se caracteriza por
una alternancia de capas de huesos laminares (con numerosos canales vasculares) Y
Principales grupos de vertebrados f ó s i l e s
capas de huesos fibrosos poco vascularizados; este tejido existe en los mamíferos
y en las aves e implica un metabolismo activo probablemente correlativo de la
homeotermia; 3 . O los huesos de los dinosaurios comprenden láminas óseas concén-
tricas alrededor de un canal vascular (sistemas de Havers), pero éstos son sistemas
de Havers secundarios formados por reabsorción de otros sistemas haversianos que
les han precedido. Este cambio haversiano, en los vertebrados actuales sólo es impor-
tante en los homeotermos.
Se ha atribuido el gigantismo de estos saurópodos a un mal funcionamiento hor-
monal; la hipófisis habría tenido una actividad secretora intensa (hiperpituitarismo);
es cierto que en los saurópodos el volumen ocupado posiblemente por la hipófisis
era particularmente grande; en efecto, esta glándula se aloja en una depresión del
suelo craneano, la fosa pituitaria, bien visible en los fósiles y muy desarrollada.
Los AVIPELVIANO~ (ornitisquios) comprenden los ornitópodos, los estegosaurios y
los ceratópsidos. En los ornitópodos se incluyen los iguanodóntidos y los hadrosaurios
o tracodóntidos. Los iguanodóntidos, formas bípedas que alcanzaban 5 m de altura
(fig. 281), son bien conocidos gracias al descubrimiento de un rebaño de Iguanodon
fósiles; éstos, muertos posiblemente en una fosa en Bernissart, cerca de Mons en
Bélgica, representan unos quince individuos conservados con ciertas partes blandas
(piel, tendones); una parte de estos fósiles, cuyos esqueletos han sido montados,
se conservan en el Museo Real de Ciencias Naturales de Bélgica, en Bruselas, y forman
un conjunto admirable. Estos animales del Cretácico inferior eran herbívoros y tienen
dientes aserrados y comprimidos lateralmente de forma característica (fig. 282).
En los hadrosaurios se incluyen formas tales como Anatosaurus (=Trachodon,
del Cretácico de Norteamérica; fig. 283) provisto de un pico y del que conocemos
el cuerpo y la piel gracias a haberse hallado verdaderas momias, y géneros con
cresta craneana muy bien desarrollada. Entre éstos, Saurolophus del Cretácico supe-
rior del Canadá tiene una cresta craneana maciza, mientras que en los géneros igual-
Fig. 284. Reconstrucción de Stegosaurus, Jurásico de Estados Unidos (longitud aprox. 6 m).
Principales grupos d e vertebrados fósiles
Los estegosaurios jurásicos son géneros que llevan placas triangulares (Stegosau-
rus, fig. 284) o espinas (I<entrurosaurus) a 10 largo de la línea dorsal. Otra forma
de un grupo afín, Arzkylosaurus (Cretácico superior), tiene el cuerpo encerrado en
una coraza de la misma manera que los armadillos.
Los ceratópsidos del Cretácico superior se caracterizan por una cabeza fuertemente
osificada y cuya osamenta se prolonga hacia atrás en una especie de collarete. La
cabeza puede llevar un cuerno (Monoclonius, Protoceratops) o varios (Triceratops,
fig. 286, Styracosnurus). Los Protoceratops (fig. 285) del Cretácico de Mongolia son
particularmente interesantes, ya que su desarrollo ha podido seguirse desde e l huevo
hasta el adulto.
Fig. 285. Reconstruccibn de Protoceratops, del Cretácico de Mongolia (longitud aprox. 1,50 m).
*
Las homologías del pubis y del «prepubis» de las aves y de los avipelvianos
son discutidas. Se creyó en principio que estos animales tenían siempre un pubis,
y, más adelante, un proceso pectinado en las aves, homólogo del prepubis de los
avipelvianos. Después los embriólogos han demostrado que el proceso pectinado de
las aves no era más que un proceso del ilion; sería pues diferente del prepubis
de los avipelvianos; en este caso, es el pubis de las aves el que sería homólogo
a la vez del pubis y del prepubis de los avipelvianos. En realidad, es probable que
el proceso pectinado de las aves sea diferente del prepubis y del pubis de los avipel-
vianos, ya que el proceso y el prepubis son neoformaciones originales en los dos
Fig. 287. Diferentes tipos de alas en los verte-
brados: A, reptil volador; B, ave; C, murciélago.
" grupos. En consecuencia, el parecido entre la pelvis de las aves y la de los avipel-
vianos, que de todas maneras no es más que una convergencia, no sería muy grande.
La historia del descubrimiento de los dinosaurios en el siglo XIX relata numerosas
anécdotas curiosas; los primeros investigadores y el público quedaron vivamente
impresionados por las dimensiones de los dinosaurios; una enorme maqueta de
Iguanodon fue construida en 1854 bajo la dirección del paleontólogo inglés Owen,
con ocasión de una exposición internacional en Londres, en el Crystal Palace: incluso
se sirvió una cena a un gran número de comensales en el interior de esta maqueta.
Después las investigaciones sobre los dinosaurios fueron seguidas por científicos nor-
teamericanos, en particular por Cope y Marsh, cuyos equipos rivales de obreros
lIegaron a veces a las manos. Los museos norteamericanos (Nueva York, Washington,
Cleveland, Chicago, etc.) son particularmente ricos en reconstrucciones admirable-
mente presentadas de esqueletos de dinosaurios; a veces se ha preferido dejar las
piezas óseas sueltas en el lugar de origen, protegiéndolas con un simple techo:
es el caso del célebre Monumento Nacional de los Dinosaurios en Utah. Como otras
excavaciones importantes deben citarse las del Canadá (bonita colección de hadrosau-
rios en el Museo de Ottawa) y las de Tanganika (fósiles conservados en el Museo
de Berlín). Actualmente, las excavaciones más importantes concernientes a los dino-
saurio~se realizan en el desierto de Gobi y en Nigeria.
Mucho se ha escrito sobre la desaparición de los dinosaurios y muchas causas
posibles han sido evocadas (modificación brusca del clima como consecuencia de
la elevación de cadenas montañosas, como las Montañas Rocosas por ejemplo, epide-
mias, destrucción de los huevos de estos dinosaurios por los pequeños mamíferos,
senescencia evolutiva, caracteres monstruosos de estos animales -que, no obstante,
Principales grupos de vertebrados fósiles
Fig. 297. La marcha de dos ceratbpsidos: uno (A) segIn las concepciones actuales de Bakker, otro ( 8 ) SegIn
la concepción tradicional.
Principales grupos de vertebradoc fósiles 191
que alcanzaba alrededor de 25 cm de largo, estaba provista de dientes en forma
de aguja que tendían una verdadera trampa a Jos peces. Las costillas hipertrofiadas
(paquiostosis) están posiblemente en relación con su modo de vida acuático, como
las de los sirénidos.
Los plesiosaurios (fig. 293) presentan una pequeña cabeza, un cuello alargado,
un cuerpo macizo y una cola larga. La adaptación a la vida acuática se manifiesta
principalmente en la estructura de las aletas pares, en las que hay una hiperfalangia
pero nunca hiperdactilia. La cintura escapular está reforzada por o1 desarrollo de
coracoides en placas que se sitúan medialmente. Mientras que los ictiosaurios debían
de nadar principalmente gracias a las ondulaciones del cuerpo, los plesiosaurios utili-
zaban esencialmente los movimientos de sus aletas. Se distinguen dos líneas: una
con la cabeza fuerte y el cuello relativamente corto, y otra con cabeza pequeña
y cuello muy alargado. Los plesiosaurios aparecen en el Jurásico (ej. Cryptocleidus),
desaparecen en el Cretácico superior con grandes formas que sobrepasaban los 10 m
de longitud (Elasmosaurus; fig. 294).
Los notosaurios (fig. 295) pertenecen también a los euriápsidos: son reptiles con
fuerte dentadura, característicos del Triásico.
Los placodontos (fig. 296) son un grupo exclusivamente triásico, con dientes en
forma de adoquín y que debían alimentarse de moluscos.
Aves
El Archaeopteryx (fig. 298; lám. XI) aparece en una Cierta medida como inter-
mediario entre los reptiles y las aves, y fue considerado durante mucho tiempo como
una prueba definitiva del transformismo. Si bien el valor de Archaeopteryx como
argumento favorable a la evolución es inegable, debe notarse, no obstante, que el
hiato que separa los reptiles y las aves es mucho menos considerable que el corres-
pondiente a la aparición de la tetrapodia. Archaeopteryx se conoce actualmente por
cinco especímenes provenientes todos ellos del Jurásico de Baviera (alrededores de
Solenhofen): el primer ejemplar descubierto en 1861 pertenece al Museo de Londres
y se pagaron por él 700 libras a la persona que los descubrió, el doctor Haberlein;
el segundo ejemplar encontrado por el hijo de Haberlein, en 1877, fue comprado
por el Museo de Berlín. Recientemente (1959), un tercer ejemplar ha podido ser
recogido a 250 m del lugar donde fue encontrado el Primero; se conserva en la
Universidad de Erlangen y ha sido descrito por F. Heller. En 1971, el científico
americano Ostrom descubrió en las reservas del Museo Teyler de Haarlem algunos
huesos de Archaeopteryx conservados en aquellas colecciones al menos desde 1857
y que no habían sido interpretados como pertenecientes a Archaeopteryx. Finalmente,
en junio de 1973, Mayr describió un nuevo ejemplar de Archaeopteryx que se distin-
gue muy poco de los descritos anteriormente, aparte de sus dimensiones un poco
más pequeñas, que permiten posiblemente ver al representante de una nueva especie,
diferente de la precedente conocida, A. lithographica. Todos estos ejemplares perte-
necen a un mismo género.
Archaeopteryx presenta una mezcla de caracteres de reptil y de aves. Como en
los reptiles, las mandíbulas tienen dientes; tenían esternón, pero no quilla; las
vértebras del cuello eran bicóncavas y las costillas desprovistas de apófisis uncinadas
(apófisis que unen las costillas sucesivas); en la mano, los metacarpianos no estaban
soldados; no había aún tarso-metatarso (hueso único de las aves y que resulta de
la fusión de los huesos del tarso y del rnetatarso); la cola era alargada; los lóbulos
ópticos del encéfalo estaban poco desarrollados, como lo demuestra el molde endo-
craneano. Como en las aves, el pubis era largo y dirigido hacia atrás; las dos d a -
Fig. 298. Comparación de esqueletos de Archaeopteryx (A) y de una paloma actual (B). Las regiones más dife-
rentes están en negro.
Hesperornis
k'/ (altura aprox. 1 m).
Mamíferos
Se ha propuesto definir como mamíferos a los vertebrados que poseen una articu-
lación mandibular entre el hueso dentario de la mandíbula y un hueso del cráneo,
el escamoso (o temporal). En los reptiles, la articulación mandibular es más interna
y tiene lugar entre el cuadrado, hueso posteroinferior del palatocuadrado, y el articu-
lar, hueso situado detrás de la mandíbula; la articulación de la mandíbula se hace
pues entre dos huesos del primer arco visceral (arco mandibular) . Se sabe actualmente
que existe un estado evolutivo en el que las dos articulaciones están a la vez presentes;
como la transformación de los reptiles mamalianos en mamíferos es gradual y continua,
la distinción entre reptiles y mamíferos es fatalmente arbitraria: en general, se con-
sideran mamíferos los vertebrados con articulación escamoso-dentaria, incluso si estos
an
Fig. 301. U n reptil rnarnaliano con inicio de la formación
de la articulación escamoso-dentaria, Probainognathus
( x aprox. 1.7): an, angular; c, cúpula de articulacibn del
escamoso con el dentario; de, dentario; yu, yugal; pra, pre-
articular; cu, cuadrado; San, susangular; Esc, escamoso.
Principales grupos d e vertebrados f ó s i l e s 195
vertebrados poseían al mismo tiempo la articulación cuadrado-articular; no obstante,
si nos basamos en otro criterio, el de los dientes (y en particular de los postcaninos),
es con los cinodontos que deberían empezar los mamíferos. Sea como sea, conocemos
en la actualidad la doble articulación mandibular:
i S, surco d e la car
mandíbula.
1.0 En un terápsido del Triásico medio (Argentina) del orden de los cinodontos,
Probainognathus; en este género, la articulación mandibular mamaliana está sola-
mente en vías de diferenciación (fig. 301).
2." En un reptil de Africa del Sur, Diarthrognathus (véase pág. 175); este reptil
no es seguramente un mamífero, ya que la articulación mandibular es anormal, lo
que implica que pertenece a una línea diferente de la línea mamaliana principal.
3.O En un mamífero del Retiense del País de Gales y del Triásico superior
de China, Morganucodon (fig. 302). La especie europea, Morganucodon watsoni posee
un cóndilo de articulación sobre el dentario, pero la articulación reptiliana no es
visible; la especie china, Morganucodon oehleri, tiene, por el contrario, la articulación
reptiliana; ésta tiene lugar gracias a un articular contenido en un surco de la cara
mediar de la mandíbula; la presencia de este surco, que se conoce también en
Morganucodon watsoni, permite admitir que en la especie europea la articulación
mandibular de tipo reptiliano existía también.
4.O En Docodon, de la formación de Morrison (Jurásico superior de Wyoming),
cuya mandíbula presenta también un surco medio en el que debía de alojarse un
pequeño hueso articular; puede deducirse que este género debía de poseer aún
al menos un rudimento de articulación mandibular reptiliana.
5.0 En un mamífero del Retiense de Basutolandia (Lesoto), Erythrotherium.
6." En un mamífero del Retiense del País de Gales, Kuehneotherium (fig. 303)
que es un pantoterio (véase a continuación).
Los primeros mamíferos con doble articulación conocidos han sido los morganu-
codontos y los docodontos; se les 'ha agrupado en una subclase primitiva de mamí-
feros, los eoterios, caracterizada por la doble articulación mandibular. No obstante,
como la doble articulación es ahora conocida en grupos de mamíferos muy diferentes,
estos eoterios representan posiblemente un estadio estructural más que una clase.
MAM~FEROS
SECUNDARIOS
Los mamíferos secundarios pertenecen en su mayoría a grupos hoy día extin-
guidos. Éstos son:
1.0 Multituberculados o Aloterios, con molares alargados provistos de numerosos
tubérculos. Ej.: Plagiaulax, Jurásico (fig. 304).
2.0 Triconodontos, con molares con coronas con tres tubérculos alineados. Ej.:
Triconodon del Purbekiense inglés (fig. 305).
Fig. 304. Plagiaulax: mandíbula (Jurásico su- Fig. 305. Triconodon: mandíbula (Jurásico su-
perior de Inglaterra). Multituberculado ( x 2 perior de Inglaterra; x 1,3).
aprox.).
3.0 Simetrodontos, con molares con coronas con tres tubérculos en triángulo.
Ej.: Spalacotherium del Jurásico superior inglés (fig. 306).
4.0 Pantoterios, con molares con coronas con tubérculos en triángulo pero en
los que aparece además una excrecencia suplementaria. Ej.: Amphitherium del Bato-
niense de Stonesfield (fig. 307), fósil que fue descrito por primera vez por Cuvier
y Blainville. Todos estos fósiles, de pequeñas dimensiones, son en general muy frag-
mentarios.
Los primeros Placentarios conocidos son pequeños insectívoros del Cretácico supe-
rior de Mongolia (Deltatheridium, Zalambdalestes) y del Cretácico superior de Mon-
tana; este último yacimiento ha dado recientemente un carnívoro arcaico (creodonto)
y un primate (Purgatorius). Es también en el Cretácico superior cuando aparecen
los marsupiales.
Desde el punto de vista de las faunas de mamíferos fósiles y de las floras es
legítimo separar el Paleoceno del Eoceno. El Paleoceno está sobre todo bien desarro-
llado en los Estados Unidos, en el este de las Montañas Rocosas, donde diversas
cuencas lacustres han sido terraplenadas por formaciones de esta edad: Puerco, el
nivel más antiguo; Torrejón, el nivel medio; Tiffany, el nivel superior. La formación
de Wasatch, más reciente que la de Clark Fork, es ya eocena. En Europa, el Paleo-
ceno corresponde al Pretanetiense de Walbeck (Alemania) y al Tanetiense de Cernay,
cerca de Reims.
Principales grupos d e vertebradoc fósiles 197
Fig. 308. Cráneo de Plesiadapk (x 1). Fig. 309. Esqueleto de la cabeza de u n creodonto
paleoceno, Arctocyon ( x 1 /3 aprox.).
el-
Principales grupos de vertebrados fósiles 199
Fig. 313. Cráneo de un társido actual (x 1,5). Fig. 314. Cráneo de Necro/emur ( x 1.6).
boriénidos, sólo se conoce en América del Sur. Los lemúridos son frecuentes
(Adapis de Montmartre y fosforitas). Aparecen los primeros társidos (Necrolernur
de las fosforitas, figs. 313 y 314, y Tetonius de los Estados Unidos). Los carnívoros
comprenden aún los creodontos (Pterodon de las fosforitas) pero también miácidos
ya muy próximos a los fisípedos (Miacis de las fosforitas), y algunos verdaderos
fisípedos (Cynodictis del Eoceno superior de Débruge, Vaucluse). Los condilartros
subsisten pero están en vías de desaparición. Al contrario, los dinocerados alcanzan
su apogeo (Uinfafherium de los Estados Unidos). Los roedores aparecen, pero única-
mente 10s simplicidentados con un solo par de incisivos en la mandíbula superior,
y aún no los duplicídentados. Los perisodáctilos están representados por los équidos
(Eohippus, Orohippus, véase pág. 240), los paleotéridos (principalmente célebres
gracias al Palaeotherium de Montmartre descrito por Cuvier y al de Vitry; fig. 315),
línea paralela a la de los équidos pero con molares diferentes que recuerdan los
de los rinocerontes. 'Se conocen, también del Eoceno, tapires, rinocerontes y titano-
:
terios: este grupo, caracterizado por sus molares con tubérculos en forma de V,
empieza por formas sin protuberancias cefálicas, que se desarrollarán principalmente
en el Oligoceno en Brontofherium por ejemplo (figs. 316 y 317).
En el Eoceno aparecen entre los artiodáctilos los primeros suidos (Cebochoerus);
la cabeza de
Los astrapoterios (ej. Astrapotherium, fig. 320) son ungulados con caninos fuertes,
desarrollados en defensas; se les conoce desde el Paleoceno al Mioceno.
Los piroterios, que les son contemporáneos, presentan defensas (incisivos) y dien-
tes yugales con coronas con dos crestas transversales paralelas (fig. 321); es probable
que poseyeran una trompa.
En el segundo grupo, los desdentados xenartros aparecen en el Paleoceno, pero
aún hoy día viven solamente en América (perezosos, armadillos, hormigueros). Estos
xenartros se caracterizan por la presencia de apófisis intervertebrales suplementarias;
se subdividen en tres grupos principales: dasípodos -en que los principales repre-
sentantes actuales son los armadillos-, gravígrados -con fósiles de grandes dimen-
siones y que actualmente están representados por los perezosos- y vermilingües, que
comprenden los hormigueros.
Los DAS~PODOScomprenden los armadillos y los gliptodontos.
En los armadillos, la armadura del cuerpo comprende un escudo anterior y un
escudo posterior separados por bandas de placas móviles. Aparecen en el Paleoceno
superior y ciertas formas miocenas (Peltephilus) tienen una coraza que comprende
sólo placas móviles sin escudo coalescente. Estos dasípodos presentan en el Pleistoceno
algunas formas gigantes (Pampatherium, Holmesina) . Aunque tales formas ya no
existen, no obstante el grupo está en cierta medida en expansión, ya que los arma-
d i l l o ~siguen en los Estados Unidos su migración hacia el norte, progresando a lo
largo de los terraplenes de las vías férreas.
5 -----
Fig. 322. Reconstrucci6n de Glyp-
todon ( x 1 / 3 0 aprox.).
-- u - - .--
La distribución geográfica de los vertebrados fósiles 209
Los GRAVÍGRADOS son xenartros sin revestimiento óseo dérmico pero con pelo
intenso. El representante de este grupo más antiguo conocido es el célebre Mega-
therium (fig. 3231, descrito por Cuvier en 1796 y que provenía del Pampiense de
Argentina. Este animal era herbívoro y excavador. Era más grande que Mylodon,
en el que (Neomylodon) se han podido encontrar restos de piel en la que todavía
había pelos. Scelidotherium es un gravígrado igualmente pampiense con cráneo alar-
gado y miembros planos. Todos estos animales del Pampiense son muy recientes,
y probablemente se extinguieron hace unos diez mil años.
Otros grupos de mamíferos no se conocen en América del Sur más que a partir
del Eoceno. Los roedores histricomorfos (emparentados con el erizo) y los monos
aparecen en el Oligoceno en América del Sur. &tos vinieron probablemente de
Africa pasando de isla en isla. Igualmente, del Mioceno superior conocemos los
primeros prociónidos fósiles a los que pertenecen los coatíes actuales.
Finalmente, en el Pleistoceno llegan a América del Sur, no ya elementos aislados,
sino una oleada de inmigrantes nórdicos: carnívoros, fisípodos, caballos, tapires,
pecaris, cérvidos, camélidos, mastodbntes. Durante este mismo período, grupos sudame-
ricanos llegan a América del Norte (armadillos, gravígrados, gliptodontos, ciertos
puercoespines) . La modificación brutal de la fauna de mamíferos en América del Sur
implica la existencia en el Pleistoceno del istmo de Panamá; éste ha podido jugar
el papel de un puente filtrador que dejaba pasar solamente ciertas especies norteame-
ricanas hacia el sur, e inversamente ciertas especies' sudamericanas hacia el norte.
Después, como consecuencia probablemente de un deterioro del clima, las formas
más voluminosas de esta fauna pampiense han desaparecido.
La paleontología, como lo demuestra este ejemplo, nos permite comprender diver-
sos problemas biogeográficos. De una manera general, la paleontología corrobora
las teorías basadas en la deriva de los continentes (teoría de Wegener, teoría de la
tectónica de placas, etc.). A priori, podemos preguntarnos cuáles son los fósiles que
pueden permitir conclusiones precisas sobre este tema: la hipótesis del continente de
*
Gondwana -continente que en el Carbonífero superior, en el Pérmico y a principios
del Triásico reunía América del Sur, Africa meridional, Madagascar, el sur de la
India y Australia- se basó en un principio en la distribución de las plantas: en
efecto, todo este dominio está caracterizado por una flora especial con Glossopteris
y Gangamopteris pero sin Sigillaria, ni Lepidodendron, ni Calamites, pero con licóp-
sidos y coníferas distintas de las del hemisferio norte. La individualidad de esta flora
parece cierta, pero ¿es suficiente la distribución de las plantas como criterio en favor
de la existencia de un continente desaparecido? No lo parece, ya que las provincias
faunísticas actuales no coinciden con los continentes; además, esporas y granos son
fácilmente transportables. La extensión de la flora con Glossopteris no prueba pues,
por sí misma, que haya existido un continente de Gondwana, pero aporta un dato
favorable en favor de esta hipótesis.
Se ha querido también tomar como argumento la distribución de los invertebrados
marinos para afirmar la teoría de la deriva de los continentes, llamada aún teoría
movilista. Se ha buscado así, gracias a los invertebrados marinos, determinar p a 9 -
latitudes, fundándose en el siguiente principio: en la superficie de la Tierra en su
conjunto, el número de especies decrece regularmente desde el ecuador a los polos.
Las temperaturas del mar están representadas por isotermas que, en razón por ejemplo
de los vientos y corrientes locales, no son paralelas al ecuador. Métodos matemáticos
especiales permiten eliminar las perturbaciones menores y construir isotermas corre-
gidas que parecen ser esencialmente funciones de la latitud. Se constata entonces
que en la naturaleza actual los gradientes de diversidad de todos los grupos princi-
pales de organismos con gran distribución son funciones de la temperatura, y alcanzan
generalmente su máximo en el ecuador. Aplicado a los fósiles, este método debería
permitir, en una época geológica dada, localizar los polos y el ecuador y de esta
manera conocer si ha habido deriva de los continentes en relación a la situación
actual. No obstante, está claro que el gradiente de diversidad, en el interior de un
grupo de invertebrados fósiles en un tiempo dado, representa más bien el estado de
nuestros conocimientos que la diversidad real de los fósiles estudiados; el testimonio
de los fósiles, además, puede ser sólo parcial; por otra parte, la estratigrafía no es
capaz de demostrar de forma precisa si dos especies son bien sincrónicas; en fin,
el tipo de zonación climática actual -que es la base de la noción de gradiente de
diversidad- está ligado a la existencia de casquetes glaciales, y la distribución de
los seres vivientes en función de la latitud caracteriza solamente ciertos períodos
de la historia de la Tierra. Por todas estas razones, parece pues que no nos podemos
basar sobre los gradientes de diversidad de los invertebrados fósiles contra las con-
cepciones movilistas.
Los vertebrados terrestres, en cambio, permiten afirmar la existencia de la deriva
de los continentes. El ejemplo clásico es el del parentesco entre los vertebrados terres-
tres de Africa y América del Sur. Así el mesosaurio (véase pág. 189, fig. 292) no
es conocido más que en Africa del Sur (formación de Dwyka) y en el Brasil. En el
Triásico inferior se encuentran, a ambos lados del Atlántico, no sólo las mismas
familias de reptiles, sino los mismos géneros: el cinodonto Cynognathus y el anomo-
donto Kannemeyeria han sido recogidos a la vez en Argentina y en el Karroo de
Sudáfrica; como en Sudáfrica, se conoce en Argentina un cinodonto con molares con
coronas con tubérculos del tipo gonfodonto: es el género Colbertosaurus, que evoca
el género Diademodon del Karroo. En el Triásico medio los parecidos son aún muy
marcados (presencia de gonfodontos evolucionados y de rincocéfalos [véase pág. 1781
a ambos lados del Atlántico). Igualmente, Colbert ha demostrado recientemente la
existencia en la Antártida de una fauna que recuerda a la del Karroo, con la pre-
sencia, en primer lugar, del amonodonto Lystrosaurus. Pero las reparticiones geográ-
ficas de los vertebrados terrestres no son realmente significativas más que a nivel
de familia, de género o de especie; la distribución de algunos órdenes, en efecto,
es casi mundial: así los dicinodontos se conocen en el Gondwana pero también en
Indochina y en el Turkestán chino. De todas maneras, cuando un orden de verte-
brados fósiles no existe en todos los lugares en una misma época, su repartición
puede tener relaciones paleogeográficas: así los pelicosaurios (véase pág. 171) no
son conocidos más que en América del Norte y en Eurasia; es un argumento a favor
de la Laurasia, continente pérmico inferior que comprendía América del Norte y la
Eurasia actual.
Estos ejemplos ilustran, en lo que respecta a la paleobiogeografía, la importancia
de la paleontología de los vertebrados; ésta es pues interesante no sólo desde el punto
de vista de la evolución anatómica, sino también respecto al estudio de la distribu-
ción de los vertebrados fósiles y de sus migraciones.
Fig. 324. Secciones ligeramente oblicuas en relación a un plano transversal en la región auditiva de los mamife-
ros. A, insectivoro: sin ampolla timpánica (bt); anillo timpánico (at) libre. B, lemuriforme: anillo timpánico en el
interior de la arnpolla. C, lorisiformes y platirrino: anillo tirnpánico en el exterior de la arnpolla. D, catarrino: con-
ducto auditivo externo (Cae).
Fig. 325.
un cráneo de
Estos puntos de vista han sido confirmados por los trabajos recientes de Hürzeler
concernientes al oreopiteco (fig. 325) de los lignitos pontienses de Toscana, descrito
primero por Gervais en 1870. Hürzeler reemprendió el estudio de las piezas conser-
vadas en los museos y ha descubierto un esqueleto completo de oreopiteco en la
mina del Monte Bamboli (provincia de Grossetto). Este animal no es un cinomorfo;
la dentadura es humanoide con pequeños caninos, incisivos verticales, sin diastema
(laguna entre los dientes); la cara es corta, el cráneo elevado con el borde anterior
bastante recto; la pelvis poco estrecha. No obstante, los brazos eran muy alargados
(braquiación). Debemos retener de estos trabajos, el hecho de que, en el Mioceno,
habían aparecido ya numerosos caracteres humanoides.
Los monos más antiguos conocidos provienen del yacimiento de Fayún en Egipto
(Eoceno-Oligoceno); fueron descritos en 1911 por Schlosser, y, más recientemente,
Simons ha recogido numerosos fósiles. Los principales primates recogidos en este
yacimiento son: 1.0 un fragmento de mandíbula, descrito bajo el nombre de Oligopi-
thecus, lo que implica un primate perteneciente a los cinomorfos; 2.0 Propliopithecus,
género definido también a partir de las mandíbulas, que parece ser un póngido
21 4 Paleontología
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el contrario, los molares son muy potentes. La pelvis (fig. 328) es sobre todo notable,
ya que, por su forma, implica una posición bípeda: el ilion de los australopitecos
tiene, como en el hombre, forma de placa y no, como en los chimpancés, la de una
Iámina estirada; como en el hombre, igualmente, la cresta ilíaca se curva hacia atrás
y la articulación con el sacro está cerca del acetábulo (que aloja la cabeza del fémur).
Pero los australopitecos presentan diferencias entre sí y dos géneros parecen actual-
mente bien definidos: Australopithecus (=Plesianthropus) y Paranthropus; Australo-
pithecus representa la forma grácil, Paranthropus, la forma brutal (reborde supraorbi-
tario más fuerte, presencia de cresta sagital en este género mientras que en Austra-
lopithecus está ausente, etc.). Es poco probable, como se ha supuesto, que las
diferencias morfológicas entre Australopithecus y Paranthropus correspondan a un
dimorfismo sexual. Aunque Itohl Larsen recogió en 1939 una mandíbula de austra-
lopiteco en Tanzania, casi todos los australopitecos fósiles descritos antes de la guerra
provenían de Africa del Sur; después de 1959, nuevos descubrimientos han mostrado
que el dominio en el que han vivido los australopitecos estaba mucho más extendido
hacia el norte, llegando hasta Tanzania, Kenia y Etiopía. En 1959, en efecto, el
matrimonio Leakey daba a conocer, del yacimiento de Oldoway (Tanzania), un cráneo
completo de australopiteco del tipo parantropo, con cresta sagital fuertemente abom-
bada; a este fósil se le dio el nombre de Zinjanthropus. Después, en 1967, fue encon-
trada una mandíbula de australopiteco cerca del lago Natron (Kenia). A partir de
1967, expediciones anglo-franco-americanas explotaron el rico yacimiento villafran-
quiense (cuya fauna había sido revelada por las excavaciones de C. Arambourg en
1932-33) del valle del Omo; este yacimiento está en Etiopía pero cerca de la frontera
con Kenia, y el Omo es un afluente del lago Rodolfo. A partir de 1967, cada año
se ha realizado una expedición a dicho yacimiento; en 1972, las excavaciones del
Omo habían dado un total de 7 mandíbulas, 2 maxilares, numerosos (alrededor de
200) dientes aislados (Coppens, Clark Howell, R. Leakey). Recientemente, restos de
homínidos han sido descubiertos cerca del lago Rodolfo (R. Leakey y Patterson),
mientras que en las cercanías del lago Baringo (Kenia) Bishop encontraba nuevos
fragmentos de australopitecos. En estos yacimientos de Africa oriental se conocen
a la vez australopitecos sensu stricto y parantropos: el Paraustralopithecus de Etiopía
es un parantropo. En 1973 y 1974, ha comenzado la prospección de un yacimiento
excepcionalmente rico por parte de científicos americanos, etíopes y franceses; es el
del valle del Awash; este río corre de sur a norte como prolongación del mar Rojo
y pasa a alrededor de 150 km de Addis Abeba. Las formaciones cuaternarias son muy
Paleontología de los primates
espesas, están bien datadas (3 millones de años) y han dado ya restos de 11 indi-
viduos, entre los que se ha encontrado un esqueleto bastante completo atribuido
a una joven de unos veinte años. Este fósil es probablemente un australopiteco
bastante evolucionado, pero no ha sido aún descrito de una manera precisa. El interés
de estos descubrimientos es que sitúan cada vez más atrás en el tiempo la fecha
de aparición de los homínidos. Así, se conocen en Kenia (cuencas de los lagos
Rodolfo y Baringo) restos de australopitecos que datan de hace 4 milloiies de años,
y los primeros homínidos del Omo están en rocas que se han formado hace 3 millones
500 000 años. Otras estimas son superiores: el yacimiento de N'Gororo en la cuenca
del lago Baringo habría dado un molar superior de homínido que data de 11 a
12 millones de años; sin embargo, la atribución de este molar a los homínidos no es
del todo cierta. Inversamente, los parantropos más jóvenes parecen haber vivido hace
un millón de años.
En lo concerniente a la industria de los australopitecos, las excavaciones han de-
mostrado que es más variada de lo que se había supuesto: l ? se habían atribuido
a los australopitecos mazas angulosas que servían probablemente para la caza, tales
como las descritas por Arambourg en St.-Arnaud en Argelia y por Leakey (maza
en cuarcita que acompañaba a Zinjanthropus); 2." la industria de los guijarros traba-
jados (pebble culture) que comprendía «choppers» (con una sola cara trabajada) y
«chopping tools~(con dos caras trabajadas) fue también la obra de los australo-
pitecos («chopper» del Omo, que data de 2 millones 500 000 años, descubierto por
Chavaillon); 3: los australopitecos debieron también utilizar utensilios de hueso,
cuerno y marfil (industria osteo-odonto-kerática, según Dart); esta hipótesis ha sido
muy discutida, ya que los huesos triturados por las hienas o usados por los puerco-
espines tienen frecuentemente el aspecto de utensilios; en diversos yacimientos de
australopitecos se han encontrado utensilios de hueso y la hipótesis de Dart parece
pues probable; 4.O recientemente, una industria de lascas ha sido puesta en evidencia
en relación con los australopitecos; esto implica que el origen del utensilio es muy
antiguo, ya que esta industria de lascas es ya bastante compleja; debe abandonarse
la idea según la cual la industria de los australopitecos habría sido tosca.
Pero además, según L. S. B. Leakey, un primate fósil de aspecto mucho más
moderno que los australopitecos habría vivido en Oldoway; a este primate -que,
según Leakey sería ya un hombre- Leakey, Tobias y Napier le han dado el nombre
de Homo habilis,
Restos atribuibles a este Iiomo habilis habrían existido a partir de un nivel que
data de 1850 000 años hasta un nivel mucho más reciente que data de 375 000 años
(estas dataciones han sido obtenidas por el método del potasio-argón). Es improbable
que todas estas piezas óseas encontradas a diferentes profundidades pertenezcan a
una misma especie. Notemos que se ha propuesto incluir en el Homo habilis al
Telanthropus de África del Sur, considerado primero como un australopiteco, y
al Tchadanthropus descubierto por Coppens en la República del Tchad. De todos
modos, los caracteres principales de este Homo habilis propiamente dicho serían los
siguientes: cráneo desprovisto de cresta sagital, mandíbulas más pequeñas que en
los australopitecos; el mentón, que está bien desarrollado en los australopitecos, aquí
falta o está poco marcado; cráneo no alargado hacia atrás de las órbitas y cara no
cóncava; molares no alargados transversalmente, al contrario de los australopitecos;
incisivos más grandes que en los pitecantropos, fósiles incontestablemente humanos,
La mano se parece a la del Homo sapiem actual, pero los huesos eran más robustos
y las impresiones fibro-tendinosas más fuertes. Carácter fundamental: la capacidad
craneana era 675 cm3, es decir, superior a la mayor capacidad de los australopitecos
(600 cm3), pero inferior a la menor capacidad de los pitecantropos (775 cm3). ¿No
es raro que un ser con tan débil volumen endocraneano pueda ser considerado como-
un hombre, que haya ya franqueado el Rubicón cerebral? ¿No es en cierta manera
Paleontologia
forzar la definición del género Horno el incluir este fósil, aunque Horno habilis fuera
el autor de una industria?
Pero, además, el estudio detallado de la anatomía del pie muestra que el bipe-
dismo debía ser aún imperfecto en Horno habilis y que la mano debía ser aún poco
ágil; parece pues probable que los restos de Horno habilis más arcaicos pertenezcan
en realidad a Australopithecus. En estas condiciones, la especie Horno habilis no
parece válida.
Antes de abordar los homínidos más recientes, trataremos brevemente de los diver-
sos criterios empleados para datar los fósiles humanos en las formaciones geológicas
europeas. Puesto que la paleontología humana y la prehistoria han empezado en
Europa, puede considerarse que los datos establecidos en esta parte del mundo sirven
de alguna manera de referencia de base a las investigaciones seguidas en los demás
continentes. Los tres principales criterios de datación son: geológico, paleontológico y
arqueológico: 1." criterio geológico; las piezas fósiles provienen de terrazas fluviales
o marinas atribuidas a niveles bien definidos: ej.: Siciliense con Mya truncata y
Tyrreniense con Strornbus bubonius a lo largo del Mediterráneo, o aún, gracias a los
estudios de los depósitos morrénicos, pueden ser puestas en conexión con las cuatro
grandes glaciaciones consecutivas: Günz, Mindel, Riss y Würm; 2." criterios paleon-
tológicos; si la fauna del Cuaternario inferior (Villafranquiense) es bien característica,
no puede decirse lo mismo del Cuaternario más reciente, cuyas faunas no permiten
una datación precisa; la fauna del Villafranquiense antiguo comprende Mastodon,
Equus stenonis, Leptobos; en el Villafranquiense más superior (Saint-Prestien), los
mastodontes desaparecen y están presentes los elefantes (E. rneridionalis, yacimiento
de Seneze en el Macizo central francés); las faunas ulteriores comprenden asociaciones
de clima cálido (Elephas antiquus, Rhinoceros mercki, Hippopotamus major) o de
clima frío (Elephas primigenius, Coelodonfa antiquitafis -el rinoceronte lanudo con
fosas nasales tabicadas-, el reno, el buey almizclado, el antílope saiga); pero las
faunas frías y las faunas cálidas alternan y se mezclan durante el Cuaternario reciente
y no dan más que indicaciones paleontológicas (cronológicas) de interpretación deli-
cada; 3 . O criterio arqueológico; los prehistoriadores han propuesto una clasificación
tipológica del utillaje Mico (sílex tallado) y óseo. Debemos recordar que el Paleolí-
tico (edad de la piedra tallada) opuesto al Neolítico (edad de la piedra pulida) com-
prende, en Francia, las industrias siguientes, de la más antigua a la más reciente
(limitándonos a las más corrientes):
a) en el Paleolítico inferior: 1.0 el Abbevilliense, nombre preferido al de Chelense
(sinonimia), caracterizado principalmente por hachas bifaciales en forma de almen-
dra, gruesas, talladas en grandes lascas en las dos caras; el borde de estas hachas
bifaciales es sinusoidal; 2.0 el Acheíense, con hachas bifaciales de sección oval con
bordes perfeccionados rectilíneos y utilización de nuevos utensilios (discos, raederas,
puntas);
6) en el Paleolítico medio, el Musteriense, con una industria bastante variada
que puede comprender aún hachas bifaciales pero que está principalmente repre-
sentada por lascas perfeccionadas;
C) en el Paleolítico superior: 1.O el Auriñaciense, caracterizado por láminas de
sílex finas, estrechas y largas y con bordes abatidos, y por el desarrollo de una
industria ósea; 2 . O el Solutrense, con síIex en forma de hoja de laurel o de sauce
y con puntas dentadas, y, en la industria ósea, con bastones de mando y con agujas
con ojo; 3." el Magdaleniense, en el que la industria lítica está en regresión (láminas
delgadas y alargadas) pero en el que la industria ósea se desarrolla (puntas de azagaya,
arpones dentados).
Se admite en general que las industrias del Paleolítico inferior aparecen en
Europa cerca del Villafranquiense y persisten hasta el último interglacial ( ~ ú s s - W ü r d ,
que las del Paleolítico medio son würmienses, y que las del Paleolítico superior
corresponden al final del Würm y al principio del Postwürmiense.
Se agrupa bajo el nombre de pitecantropos un cierto número de formas asiáticas
y africanas en las que los caracteres principales son: capacidad craneana de alre-
dedor de 1000 cm3, cráneo plano con reborde supraorbitario macizo y con constricción
postorbitaria marcada, frente huidiza; hueso del cráneo grueso; mandíbula y dientes
robustos, caninos que no sobrepasan el nivel de los demás dientes, huesos de los
miembros comparables por su forma y sus proporciones con los del Horno sapiens.
Diversos científicos británicos han propuesto reunir todos los pitecantropos (fig. 330)
en una sola especie, Horno erectus, y este Horno erectus sería una etapa de la evolu-
ción humana que seguiría al australopiteco y que precedería al Horno sapiens. Entre
los pitecantropos se distinguen los pitecantropos de Java y los de la China (sinantro-
pos); en Java, los primeros restos fueron descubiertos y luego descritos en 1894
por un médico holandés, Dubois, y después, a partir de 1937, nuevas excavaciones
permitieron a von Koenigswald exhumar nuevos restos craneanos y mandíbulas (capas
de Trinil); pero además un cráneo de niño (el niño de Modjokerto) y diversos huesos
craneanos de adultos fueron encontrados en capas inferiores a la de Trinil (capas
' de Djeti); dos nuevos cráneos de adultos fueron recogidos en estas capas en 1963
y 1965. Los restos de un sinantropo fueron sacados a la luz en la colina de Chukutien,
cerca de Pekín, de 1927 a 1937 (excavaciones de Black, Pei y Teilhard de Chardin)
y fueron descritos con una extraordinaria minuciosidad por Weidenreich; la pérdida
de estos huesos en la guerra es menos penosa, ya que habían sido estudiados con
gran precisión. Fueron recogidos seis cráneos y seis mandíbulas más o menos com-
pletos, y fragmentos de huesos largos. Gigantopithecus, conocido a partir de dientes
comprados en las farmacias chinas de Hong-Kong y de Cantón, es frecuentemente
atribuido a los pitecantropos, pero su afinidad es dudosa. El cráneo de un nuevo
pitecantropo chino fue descubierto en 1963 en Chensi; esta forma, con huesos macizos
y pequeña capacidad craneana, aparece más primitivo que el sinantropo de Pekín.
Paleontología
.,......,.....
Chimpancé La Chapelle Francés actual
B) Prehistoria
Hemos enumerado antes la clasificación de los utensilios humanos utilizados por
los hombres prehistóricos, pero sólo desde el punto de vista del interés de estos
fósiles para las dataciones de los yacimientos. Trataremos ahora de resumir breve-
mente los datos principales de la prehistoria, ya que esta ciencia está íntimamente
ligada a la paleontología humana.
Es clásico considerar a Boucher de Perthes como el fundador de la prehistoria;
esto no es absolutamente exacto, ya que habían tenido lugar excavaciones prehistó-
ricas, principalmente en el Perigord, antes de Boucher de Perthes; es cierto, en cambio,
que son las discusiones científicas concernientes a las ideas de Boucher de Perthes
las que marcaron el origen de la prehistoria como ciencia. Las reticencias de Boucher
Paleontología de los primates
El modo de fabricación de los sílex tallados ha podido ser reconstruido con gran
precisión, y ciertos prehistoriadores, tales como el profesor Bordes, saben preparar
perfectamente sílex tallados siguiendo las técnicas que emplearon los hombres pre-
históricos. En principio, los sílex tallados pueden ser obtenidos por presión o por
percusión; la técnica por presión utiliza un compresor que presiona sobre la roca:
esta técnica, utilizada por ciertos indios para hacer que se rompa la obsidiana, no
parece haber sido la empleada por los hombres prehistóricos de nuestras regiones;
éstos habrían utilizado principalmente las técnicas de percusión: en general, el riñón
de sílex que querían tallar era sostenido con la mano izquierda y golpeado con una
piedra sostenida con la mano derecha (percutor); a veces, pero más raramente,
el riñón era golpeado directamente sobre un yunque. Los utensilios más simples
preparados con un percutor de piedra eran los «choppers» (con una sola cara tallada;
fig. 332) y las «chopping tools» (con las caras anterior y posterior talladas). Parece
claro, no obstante, que por este método sólo pueden obtenerse resultados bastante
toscos: un estadio más perfeccionado se alcanza cuando la arista del utensilio se
retoca; este retoque puede tener lugar por percusión con un palo de madera o de
hueso, o por la presión de una punta que permite hacer saltar los trozos a lo largo
del borde de sílex tallado. La preparación de las láminas resulta de percusiones
sucesivas a lo largo de los bordes de un núcleo cónico; haciendo saltar la extremidad
de una lámina, pueden prepararse buriles y raederas.
En Francia, el Paleolítico inferior comprende: 1.0 una industria preabbevilliense
que recuerda la de las piedras africanas (o «pebble culturen): está representada por
raros sílex tallados intencionadamente, encontrados los unos cerca de Amiens, en terre-
nos del Gunz, y los otros en la gruta villafranquiense de Vallonet, cerca de Menton;
2.O el Abbevilliense se defing: a partir de los utensilios líticos de la terraza de 45 m
del valle del Somme; comprende principalmente (fig. 333) hachas de mano bifaciales
talladas en grandes lascas con crestas sinuosas, sobre las que subsisten grandes áreas
de córtex. Esta industria había sido llamada anteriormente chelense, del nombre de
la localidad de Chelles en el departamento de Seine-et-Marne, pero en Chelles la
industria es una mezcla de Abbevilliense y Achelense; 3.0 el Achelense debe su nombre
de la localidad de St-Acheul, cerca de Amiens, y ha sido definido por Victor
Commont; esta industria se encuentra en las terrazas de 30 m del valle del Somme
Paleontoiogía d e los p r i m a t e ~ 225
está representada por «limandes» (fig. 334) con bordes ligeramente retocados y recti-
Iíneos. En los estadios terminales, las puntas aparecen particularmente bien separadas
(hachas bifaciales micoquienses de la localidad de Miconque cerca de Eyzies, pero
estas bifaciales existen también en el valle del Somme). El Clactoniense, definido
de una industria conocida en Clancton-on-Sea, cerca de la desembocadura del Támesis
pero encontrada en Francia cerca de El Havre, es en parte contemporáneo del Ache-
lense: comprende formas con grandes ranuras, «chopping tools» (véase pág. 224)
y hachas de mano bifaciales.
Fig. 336. Preparación de utensilios levalloisienses. 1, 2: la piedra redonda (riñón) es trabajada en sus bordes;
3, es «pelada» según superficies de lascas dirigidas hacia el centro, primero parcialmente y luego enteramente 4; se
saca, una gran lasca según un plano de percusión, 5 y se obtiene 6 un núcleo levalloisiense y una leva-
Iloisiense.
Paleontología d e los primatec 227
35 O0 WURM
80 O0
120 001
7-00 OO(
300 OOC
600 000
700 O00
1400 O00
1600 O00
2 000 O00
3 O00 O00
3 500 O00
4000 O00
Cuadro representando la cronología de las industrias prehistóricas en relación con las principales etapas paleon-
tológicas de la Humanidad (simplificado, según H. D e Lumley).
Paralelamente a los utensilios propiamente dichos, existe una evolución del arte
parietal. Se considera frecuentemente que el descubrimiento del arte parietal se remon-
ta a 1879; es en efecto en 1879 cuando De Santuola descubrió -o, mejor dicho,
su hija de 5 años que le acompañaba- los célebres frescos de Altamira (provincia
de Santander). En realidad, gran número de piezas de hueso grabadas habían sido
descubiertas anteriormente a esta época. Por otra parte, no fue hasta después de los
descubrimientos de las grutas francesas clásicas tales como Combarelles y Font de
Gaume, excavadas por Breuil, que Altamira fue visitado y tomado en consideración.
El descubrimiento de Lascaux (ayuntamiento de Montignac, Dordogne) data de 1940
y se debe a dos jóvenes que buscaban su perro. Uno de los descubrimientos más
recientes es el de la gruta de Rouffignac (Dordogne) llamada «gruta de los cien
mamuts» y cuya autenticidad ha sido discutida durante mucho tiempo, pero que
actualmente parece admitida (según el contenido en C14 del carbono de los dibujos).
El arte parietal se conoce en Europa y en Africa; en Asia se conoce un solo lugar
importante cerca del lago Bailtal. De todas maneras, en Europa la repartición es muy
desigual: el dominio más rico es el de Dordogne y Charente, después el de los
Pirineos, y finalmente el dominio cantábrico, del sur de España y del sur de Italia;
hacia el este de Europa el arte parietal desaparece, y no se conoce en Alemania,
Checoslovaquia, etc. Una gruta adornada ha sido descrita por Bader en el Ural.
Existe también un arte rupestre en Escandinavia, repartido en dos grupos: grupo
del norte arcaico, que representa escenas de caza y de pesca y se remonta a la edad
de piedra, y del grupo del sur (alrededores de Norrkoping, de Trondheim y de Upsala)
con representaciones de barcos, carros, hombres, etc.: estos últimos datan de la edad
del bronce. Las pinturas rupestres del Sahara y las de Africa del Sur han sido
objeto de numerosas descripciones: las del Sahara y Egipto son recientes y no deben
ser más antiguas que el comienzo del Neolítico; con frecuencia figuran animales
actualmente desaparecidos de esas regiones (búfalo, rinoceronte, elefante, caballo).
Los de Africa del Sur pertenecen a una fase antigua (- 10 000 años) o a una fase
más reciente (-6000 años), según Breuil.
El arte paleolítico europeo se conoce sólo desde el Perigordiense superior, y su
duración es bastante corta, ya que persiste en el Solutriense y en el Magdaleniense,
que es la época netamente predominante (ésta representa, según los especialistas,
una duración de al menos diez mil años). Durante esta duración se observa una
evolución de los estilos (Breuil, Leroi-Gourhan). El estilo 1 corresponde a grabado
sobre placas o bloques: los perfiles de las figuras animales son rígidos, obtenidos
mediante incisiones profundas (=Auriñaciense). El estilo 11 (Perigordiense, princi-
palmente de La Gravette): las figuras animales están construidas sobre una línea
fuertemente sinuosa que representa la silueta vista por detrás; los detalles son añadidos
después y desaparecen a medida que uno se aleja de la línea de la estructura:
así, las patas están ausentes o simplemente sugeridas. Los cuernos o ramificaciones
están perfectamente de perfil o de cara (perspectiva torcida en relación al animal).
Es la época de las venus auriñacienses con fuerte esteatopigia (ej., Lespugue, Willen-
dorf en Austria, etc.). Tales estatuillas habían sido interpretadas como testimonios
de una anatomía comparable a la de las mujeres bosquimanas; para otros, serían
ídolos de la fecundidad o, más simplemente, mujeres viejas. Estilo 111: el principio
de construcción de figuras es el mismo, pero las patas, aunque subordinadas en la
composición, son dibujadas o grabadas hasta su parte inferior. La perspectiva de
tres cuartos es frecuente. Este estilo se caracteriza por una gran maestría. Ej.: Lascaux,
Le Gabillou (Dordogne), Pech Merle (Lot), Isturitz (Bajos Pirineos), Altamira,
El Castillo. Estilo IV: el modelado de animales tiene un perfil más próximo a la
realidad fotográfica y se adquiere la perspectiva normal, lo que no impide una cierta
convención y un cierto esquematismo en la representación. Ej.: Les Combarelles,
Font de Gaume Niaux (Ariege), Le Maz d'Azil (Ariege). Numerosos frisos esculpidos:
Paleontología de los primates
abrigo bajo la roca del Cap Blanc (Dordogne), de la Chaise 5 Calvin (Charente),
de Angles sur Anglin (Vienne), gruta de Trois Frkres (Arikge) con sus célebres bisontes
esculpidos en arcilla.
Estos estilos no se superponen exactamente a las etapas tipológicas; así, el estilo
111 corresponde esencialmente al Magdaleniense antiguo, pero empieza en el Solu-
trense; por el contrario, el estilo IV corresponde al Magdaleniense medio y al Mag-
daIeniense reciente.
¿Qué puede concluirse de estas representaciones? 1.0 En primer lugar, las repre-
sentaciones humanas son relativamente raras. 2.0 Ciertos géneros están representados
con preferencia, principalmente caballos y bisontes; otros géneros, cuya abundancia
es cierta por los restos óseos encontrados, están raramente representados: renos,
antílopes, saigas. 3." En ciertas grutas están representados con predilección ciertos
géneros (ej.: mamuts y rinocerontes en Rouffignac). Una encuesta sistemática de
Leroi-Gourhan ha llevado a este sabio a constatar que la mitad de figuras son
bisontes, caballos o símbolos; y ello, según este autor, n o es debido a que estos
dos animales sean la caza principal, sino porque habría existido un tema mítico
caballo-bisonte-símbolo. Organizado alrededor de los principios masculinos y feme-
ninos simbolizados por los símbolos, este tema, gran fondo ideológico del hombre
paleolítico, estaría expresado por un simbolismo animal en el que el caballo tendría
una significación masculina y el bisonte una significación femenina. Siempre según
Leroi-Gourhan, las figuras de animales estarían repartidas en cada gruta según una
disposición ideal que correspondería a un santuario tipo, de la misma manera que
una iglesia cristiana expresa un simbolismo religioso. Puede objetarse que todas las
grutas conocidas no se ajustan al sistema, y, además, que existen visiblemente super-
posiciones de dibujos que parecen probar que las asociaciones de paredes son al
menos parcialmente fortuitas.
ANUROS SAUR~PSIDOS
URODELOS
I
POROLEPIFORMEs
A /
LABER~NT'ODONTOQ
I /
OSTEOLEPIFORMES
CELACANTIFORMES
DIPNOOS EOCOANADOS BRAQUIOPTERIGIOS
ACTINOPTERIGIOS
ELASMOBRANQUIOS
*/
CICLOSTOMOS
pTERASPlDOMORFOS
CEFALASPIDOMORFOS
EOCRANIOTAS
(hipotéticos)
PREICTIOS
(hipotéticos)
Fig. 341. Esquemas que muestran las transformaciones principales del esqueleto interno del miembro anterior.
desde la aleta pectoral de los osteolepiformes hasta el miembro de los estegocéfalos. A, estadio Eusthenopteron;
B, estadio hipotético intermedio; C, estadio tetrápodo primitivo.
Cu. cúbito; Cub, cubital; Hu, húmero; 01, apófisis del ol6cranon; Ra, radio; SC, escapulo-coracoides (esqueleto in-
terno de la cintura pectoral).
Prueba fundamental d e la evoluciót~
tetrápodos). Recordemos, en fin, que Ichthyostega poseía aún una aleta caudal
(fig. 245) de pez con radios dérmicos en sierra. ¿Es que Ichthyostega es la forma
intermedia ideal entre peces y tetrápodos? No, ya que Ichthyostega posee algunos
caracteres de especialización que impiden creer que este género haya podido dar
lugar directamente a los demás estegocéfalos; por ejemplo, la nariz externa ocupa
una posición lateral en relación a la cabeza y es adyacente el reborde bucal. Pero,
Ichth~osteganos muestra claramente que los caracteres de los vertebrados tetrápodos
han debido aparecer en los primeros estegocéfalos: el descubrimiento de este género
muestra un acontecimiento capital en la historia de los vertebrados: el abandono
del medio acuático y la conquista del dominio terrestre.
Hemos hablado ya de Archaeopteryx (pág. 191); sin negar la importancia de
este fósil, que desde su descubrimiento fue justamente interpretado como prueba
fundamental del transformismo, nos parece que es de alguna manera menos demos-
trativo que Ichthyostega, ya que la laguna entre peces y vertebrados tetrápodos es
más grande que la que hay entre reptiles y aves.
En el transcurso de la descripción de Diademodon (Iám. XIV, pág. 253) y de los
tritilodontos, hemos ya tratado de la adquisición de los caracteres mamalianos:
1.' dentadura diferenciada en caninos, incisivos y postcaninos con sustitución denta-
ria; 2." chspides sobre las coronas de los postcaninos; 3." paladar secundario que
separa las fosas nasales de la cavidad bucal y lleva las coanas hacia atrás; 4." regre-
sión de los huesos de la parte de atrás de la mandíbula y desarrollo del dentario.
Esta transformación de la mandíbula es progresiva (fig. 342) y el estado mandibular
reptiliano se encuentra aún en el embrión de la zarigüeya (Didelphys); en este
ejemplo la prueba paleontológica se asocia a un elemento embriológico en favor
del transformismo. Es importante constatar que la teoría de Reichert, según el cual
el martillo y el yunque, huesecillos del oído medio, son homólogos del articular y
el cuadrado de los reptiles, estaba basada en argumentos anatómicos (relación de
los huesos con los vasos y nervios craneanos), y la paleontología ha venido a con-
firmarla aportando la prueba de los estadios intermedios; 5.O adquisición de un dia-
fragma (y por consiguiente, posiblemente de la homeotermia), de un cerebelo muy
desarrollado, etc. Los reptiles mamalianos nos muestran pues como los mamíferos
fueron apareciendo poco a poco a partir de los reptiles, hasta tal punto que el
límite entre reptiles mamalianos y mamíferos generalmente admitido -el modo de
articulación de la inandíbula- parece arbitrario.
Pero el estudio de los fósiles permite no sólo ver como los grandes grupos de
la sistemática han podido transformarse los unos en los otros, sino también seguir
la evolución de los géneros en el interior de la familia. A este respecto estudiaremos
los équidos y los proboscídeos.
El primer équido fósil fue descubierto por Owen en 1839; se trataba de un cráneo
con dientes proveniente del Esparnaciense del condado de Kent; Owen relacionó
este fósil con el damán (Hyrax), género que tiene caracteres de los ungulados y de
los roedores, y lo denominó por ello Hyracotherium. Las afinidades de este animal,
considerado primero como un roedor, no fueron entonces comprendidas. Después
Th. Huxley y Kowalesvsky mostraron que diversos géneros parecían estar en el origer,
de los caballos y que podían ser colocados en una serie de líneas cada vez más
evolucionadas. Pero fueron esencialmente los descubrimientos realizados en Estados
Unidos los que permitieron a Leidy, Marsh, Cope, Osborn, Matthew y Simpson
reconstruir poco a poco la historia de los équidos tal y como la conocemos actual-
mente.
El problema del origen de los équidos ha sido muy discutido. Cope colocaba
su origen en los condilartros, grupo que definió este autor para incluir el género
Phenacodus del Eoceno inferior de Wyoming. El nombre de este género recuerda
la articulación del astrágalo con otro hueso del tarso, el navicular. Cope consideraba
a los condilartros como un grupo arcaico ancestral que habría sido el origen de
casi todos los mamíferos, comprendido el hombre. Al contrario de esta opinión,
Osborn sostuvo ulteriormente que los condilartros eran demasiado especializados
para estar en el origen de ningún ungulado perisodáctilo. Si la opinión de Cope
aparece como exagerada, no lo es menos el que los condilartros tienen caracteres
sintéticos; los más primitivos recuerdan a los carnívoros primitivos (creodontos);
los más recientes recuerdan a los ungulados. Es pues probable que los condilartros
hayan estado muy próximos del origen de los ungulados y que, según la expresión
de Simpson, «el león y el cordero sean primos».
El cuerpo de Phenacodus (fig. 310) recordaba por sus proporciones el de un perro
(cuerpo bajo, cabeza pequeña y larga, cola alargada). El cráneo era poco diferen-
ciado, sin hocico bien desarrollado; en el encéfalo -que ha podido ser reconstruido
a partir de moldes endocraneanos- 10s Ióbulos olfativos eran gruesos y el rinencéfalo
(cerebro olfatorio) era netamente predominante. La fórmula dentaria es primitiva,
3 1 4 3
completa y sin diastema, o sea - 1 - C - PM - M. El número de dientes será casi
3 1 4 3
siempre inferior en los équidos. Los caninos son bastante fuertes en relación a 10s
équidos. La corona de los molares tiene tres o cuatro cúspides e implica un régimen
Prueba fundamental de la evolución 239
omnívoro. En los miembros, la muñeca y el talón estaban por encima del suelo,
pero poco alejados de éste; el pie y la mano tienen los dedos laterales más débiles.
El peroné, de un lado, y el cúbito del otro lado, están bien desarrollados, no en
regresión (al contrario que en la mayoría de los équidos). Los huesos del carpo y
de1 tarso están en serie continua con los huesos de los dedos (en cambio en los
équidos éstos alternan con aquéllos): es fundándose en este carácter que se pensó
que era legítimo separar a los condilartros del origen de los équidos. En Phenacodus,
los dedos se terminan en pequeñas pezuñas, pero en Hyopsodus, otro condilartro
del Eoceno de Wyoming, los dedos terminan en garras. La anatomía de los miembros
muestra que la marcha debía de ser bastante flexible pero la carrera poco rápida.
Los équidos norteamericanos del Eoceno y del Oligoceno inferior fueron encon-
trados en cuencas lacustres situadas al este de las Montañas Rocosas. Los depósitos
de la cuenca de Wasatch corresponden al Esparnaciense; los de la cuenca de Bridger
al Bartoniense, y los de los Bandlands de Dakota al Oligoceno inferior y medio.
El équido fósil conocido más antiguo es el Eohippus (figs. 343 B, 344 B y 345 A),
que proviene de la cuenca de Wasatch: pertenece al género Hyracofheriurn europeo*
pero está representado en América por un mayor número de ejemplares. Eohippus
tenía hasta los hombros una altura comprendida entre 25 y 50 cm. Este animal
tenía un lomo arqueado y flexible; la cola era larga; la parte posterior elevada daba
a este animal una apariencia de conejo grande. Los dientes estaban aún en número
Fig. 346. Molares superiores: vistas superiores (arriba) laterales (abajo). Eohippus; Miohippus; C, Mery-
chippus; D. Pliohippus.
Fig. 347. Premolar superior Fig. 348. Evolución de los éncéfalos de los équidos, reconstruido^ a
de Equus. A, vista superior. partir de moldes endocraneanos.
B, vista lateral. A, E ~ h i p p ~ s6 ;, Mesohíppv; C, Merychíppus (Mioceno medio); D, Me-
rychrppus (Mioceno superior); E, Pliohippus; F. Equus (caballo actual).
Prueba fundamental de la evolución 243
según las especies, se presentan como divididos en falanges o en forma de simples
espinas óseas, 2.0 por sus molares convexos hacia el exterior, mientras que en el
caballo son rectos (figs. 346 D y 347). De Merychippus derivan igualmente, según
Simpson, los Hippariorz (Mio-Plioceno) caracterizados por la presencia de una colum-
na interna de esmalte en los molares superiores. La evolución de los équidos no
aparece actualmente como correspondiendo a una única línea, sino más bien a un
conjunto de líneas. Tuvo lugar principalmente en América del Norte con dos migra-
ciones principales hacia Europa: Eohippus alcanza, en efecto, el antiguo mundo,
y es llamado Hyracotherium. Miohippus habría dado nacimiento en Europa a una
forma que le está estrechamente emparentada, el Anchitherium. Es curioso constatar
que, si bien la aparición de los caballos tuvo lugar en América del Norte, éstos
habían desaparecido completamente en todo el continente americano cuando llegaron
los europeos, que los reintrodujeron.
Palaeomastodon (fig. 358 B) y Phiomia (figs. 351 y 352), tienen un aspecto ya bas-
tante más próximo al de los elefantes que el Moeritherium; la posición de las fosas
nasales hacia atrás prueba que poseían una pequeña trompa; los incisivos superiores
son ya netamente defensas; los huesos del cráneo eran, como en el elefante, gruesos
y encerraban senos huecos. Los molares se alargan en relación con Moeritherium
y poseen seis tubérculos. Después no se conocen más proboscideos fósiles durante
casi todo el Oligoceno y el Mioceno inferior.
Los proboscídeos miocenos son los mastodontes: estos animales tenían (en com-
paración con los elefantes) un cuerpo alargado, un cráneo bajo y miembros cortos;
sus senos son poco desarrollados.
Entre estos mastodontes se distingue un grupo con mandíbula larga, los longui-
rrostros, y uno con la mandíbula corta, los brevirrostros. Los longuirrostros com-
prenden el género Gmphoterium o Trilophodon del Mioceno tardío y de principios
del Plioceno; es una «gran reedición del Palaeomastmlon con algunas mejorasn (Col-
bert); además de incisivos superiores, posee también incisivos mandibulares. Es cono-
cido en el yacimiento de Sansan (Gomphotherium angustidens). La evolución de estos
longuirrostros se caracteriza por la multiplicación de las cúspides dentarias (Serriden-
Rhynchotherium.
Fig. 356.
Prueba fundamental de la evolución 247
1'' La estratigrafía, del griego stratos, capa -las rocas sedimentarias están dispuestas
en capas, o estratos, separadas por juntas de estratificación-, es el estudio de las
>-
relaciones originales que existen entre las diferentes capas de rocas sedimentarias
i,
*
como consecuencia de su sedimentación.
i
3.
-
Dos tendencias sobresalen: el estudio de la sucesión de las capas en el tiempo
r
í-U
con el fin de establecer una cronología que pueda servir de calendario para los
otros sucesos geológicos y proporcionar un medio a las otras disciplinas, como la
* "
.$$
tectónica (véase tomo 3); el estudio de la sucesión de capas en el espacio con el
12 fin de reconstituir la geografía de las distintas épocas en función del cambio de
1 ,;- aspecto -se dice de facies- de las capas. La primera tendencia es la de la estra-
-X
Sf
tigrafía propiamente dicha, la segunda la de la paleogeografía, pero las dos disciplinas
son indisociables; la una -la estratigrafía- como fundamenta de la otra, ésta -la
.2%
t. paleogeografía- dándole sentido a aquélla.
Aunque restringidas a las rocas sedimentarias, la estratigrafía y la paleogeografía
. 2' permiten situar, la una en el tiempo y la otra en el espacio, los sucesos geológicos;
2
3
*a
~z"
paleontológicos: cambio de fauna, cambio de flora; petrográficos : períodos de volca-
nismo, períodos 'de granitización, períodos de metamorfismo, etc.; tectónicos: estados
5
$:
sucesivos de la formación de las cadenas montañosas; morfológicas. La estratigrafía
y la paleogeografía nos dan pues, en el tiempo y en el espacio, el marco de la
, .
$2:
P, historia de la Tierra: se sitúan en el corazón mismo de la «geología históricas.
2%
Capítulo
1) Cronología relativa
1. FUNDAMENTO
A) Principio de superposición
El principio de superposición consiste en admitir que, ha- e ----- - - - -- -
biéndose dispuesto las capas horizontalmente, unas sobre otras, d
toda capa superpuesta a otra es más reciente que ella; e inver- c
samente (fig. 1-1). b ----------
a O O O O O O
Fácil de comprender al examinar una cantera, este principio
sufre a veces modificaciones debidas a: Fig. 1-1. Esquema del
de superposi-
- las condiciones del depósito: así, las terrazas aluviales &i,principio
., El orden cronoló-
se sitúan de tal manera que las más recientes son las más bajas; ~ ~ ; ; a $ a ~ ~
sin embargo, esta observación, válida para las terrazas escalo- alfabético.
er%;rd~;
nadas, no 10 es más que relativamente para las terrazas colgadas,
cuyas partes bajas responden al principio de superposición (véase tomo 3). Los
filones sedimentarios dan otro ejemplo (fig. 1-2). Se trata de fracturas abiertas en
los sedimentos, en el fondo del mar, debidas sin duda al efecto de seísmos contem-
260 Estratigrafía
B) Principio d e continuidad
'uesto que el principio de superposición es aplicable en cualquier lugar en que
la sucesión es visible, por ejemplo en las diferentes canteras de una misma cuenca
sedimentaria, se plantea el problema de correlacionar las diferentes observaciones.
El principio de continuidad consiste en admitir que una misma capa es de la
misma edad en todos sus puntos.
Aquí empiezan las verdaderas dificultades de la estratigrafía. Es. posible seguir
una capa en algunas decenas de metros a la escala de una cantera, o incluso en
algunos centenares de metros o en varios kilómetros en países sin cobertera vegetal,
pero generalmente esto no es posible dadas las condiciones de afloramiento y v%e-
* L a dorsal calcárea es u n «surco de tipo del Brianconnais)) -véase infra, pág. 295- con <(serie
condensada» reducida a algunos metros; l o que hace que e l fenómeno sea más espectacular.
Ectratigrafía y cronología 261
tación. El problema consiste entonces en reconocer la «misma capa» sin haberla
podido seguir * .
En una primera etapa, en la mitad del siglo pasado, se dio importancia al con-
junto de terrenos de las mismas características litológicas. A esta actitud corresponde
la noción de «formación», conjunto de estratos de las mismas caracteristicas litoló-
gicas, de los que se pensó, durante mucho tiempo, que eran de la misma edad;
así sucedió con las formaciones hulleras, de la creta, etc., muchas de las cuales han
dado los nombres a sistemas de la escala estratigráfica.
Rápidamente se presentaron dificultades. Así, formaciones potentes de areniscas
rojas, de aspecto parecido en primera aproximación, generalmente han sucedido a
las grandes orogénesis en el curso del tiempo. Fue pues preciso distinguir las viejas
areniscas rojas (del Devónico) y las nuevas areniscas rojas (del Pérmico), mientras
que se descubrían otras formaciones parecidas de edad más reciente y más antigua.
Así, se descubrió que la hulla no era necesariamente de edad hullera (Carbonífero),
sino que podía encontrarse en épocas más antiguas o más modernas, etc.
Se combinaron entonces las observaciones correspondientes al principio de con-
tinuidad y al principio de superposición. Por ejemplo, en el Terciario de la cuenca
de París se pudieron distinguir «arenas inferiores)), «arenas medias» y «arenas supe-
riores»; pero el problema quedaba centrado en cada una de estas formaciones.
Habiendo fracasado el criterio litológico, en una segunda etapa se tomaron como
base los criterios paleontológicos de los terrenos.
Desde principios del siglo pasado se sabía que las faunas y floras que poblaron
la Tierra no fueron siempre como las que existen en el mundo actual. Algunos
precursores se dieron cuenta antes, pero no pudieron imponer sus ideas en una
sociedad en la que imperaba el pensamiento escolástico. Luego se discutió el meca-
nismo de los cambios de flora y fauna, tanto si se veía en él, como Cuvier, unas
«creaciones sucesivas», o como Geoffroy St. Hilaire, Lamarck, etc., una «evolución»,
idea que tendría enseguida muchos seguidores. Nuestro objeto no es éste: es suficiente
que floras y faunas hayan cambiado; los autores del siglo pasado, independientemente
de su opinión sobre estos cambios, se fundaron en ellos.
* Al lado de*los métodos clásicos -que continúan en vigor, sin duda por mucho tiempo- se tiende
a desarrollar la teledetección de las formaciones (véase tomo 3, 4.a parte, Tectónica).
Se investigan, a partir de fotografías aéreas o de satélites, con emulsiones escogidas, las características
de ciertas formaciones: color y poder reflector (en luz visible, pero también en otras longitudes de onda),
constante térmica (obtenida por emulsiones sensibles al infrarrojo lejano; el documento se denomina
~terrnografía~),etc., que, a partir de la comparación sobre el terreno puede permitir (tele) conocer una
formacibn. Esto abre un camino futuro para la cartografia, y, en muchos casos, una ayuda probable para
la estratigrafía: el programa de satélites E.R.T.S. (Earth Resources Technology satellite) expresa, con
su mismo nombre, las ambiciones de este nuevo sistema.
262 Estratigrafía
CORTES
ESTRATIGRAFICOS
-
rERClARl0
t NEOGENO
PALE~GENO
ESCALAS GENERALES
m
ESCALAS LOCALES O PARCIALES
1-
Lamelibranquios
Gasterópodo
SECUN-
6.ele
&rnqnites
Equinodern
Ceratites -
ereos
Goniatites
raquiópodos
Graptolites
v
11 -
Fig. 1 - 3 Cuadro de 10s principales grupos de invertebrados utilizados en estratioraf/a.
Nótese la extensión limitada en el tiempo de los diferentes grupos utilizados en las escalas generales.
Para las escalas locales o parciales, el esquema de una de las formas del grupo utilizado se sitúa junto a 10s
sistemas donde son particularmente Útiles: braquiópodos en el Primario, principalmente en el Devónico; celenté-
reos en el Secundario, principalmente en el Triásico y el Jurásico; equinodermos en el Secundario, principalmente
en el Cretácico; gasterópodos en el Terciario, principalmente en el Paleógeno; lamelibranquios en el Terciario, prin-
cipalmente en el Neógeno. Pero se sobreentiende que estos grupos están representados desde el inicio del Primario
y-que, aqul y allá, pueden servir para fundar escalas particulares en distintas épocas.
.Ciertamente, recordemos que fodos los grupos de invertebrados están representados desde e l principio del Prima-
rio, a menudo por formas primitivas que van diversificándose con el tiempo.
Ectratigrafía y cronología 263
I
I
I
i
I
1 Alveolinas Nummulites
I
1 v
I v
k35
I
I
I
l
¡ Orbitolina
4
Globotruncánidos
w I
l
I Caipioneias
más limitado que el paleontológico, ya que los minerales por sí mismos no dan la
edad del estrato;
e para los terrenos volcánicos se ha podido encontrar un criterio cronológico en
función del paleomagnetismo (véase tomo 3): en una masa continental determinada,
se ha propuesto admitir que las coladas que indican una misma posición del eje de
los polos son de la misma edad. Se ha intentado también basarse en las anomalías
magnéticas que resultan de los cambios de sentido del eje de los polos; así se han
podido proponer escalas de anomalías magnéticas (véase pág. 298 y fig. 1-25) que
han sido probadas en los sedimentos oceánicos, comparándolos así con la escala
paleontológica y la escala radiocronológica.
Pero estos métodos son aún de empleo delicado: tratándose del paleomagnetismo,
hay tendencia a estudiarlo en función de una cronología conocida más bien que a
la inversa;
para los terrenos graníticos se ha elaborado un método de cronología absoluta
basado en la radiactividad de ciertos cuerpos: la radiocronología ha nacido en estos
terrenos (véase pág. 280);
para los terrenos cristalofílicos el problema es la relación entre la zoneografía
(véase tomo 1 ) y la estratigrafía. En un primer momento, admitiendo que la foliación
era paralela a la estratificación, se asimiló más o menos el uno al otro; pero los
estudios tectónicos y microtectónicos han demostrado que la foliación de los terrenos
cristalinos tiene todas las características de una esquistosidad, generalmente paralela
al plano axial del pliegue y no a la estratificación (véase tomo 3). Zoneografia y
estratigrafía no tienen pues ninguna relación y, por ejemplo, los tipos metamórficos
considerados como los más «profundos», no son necesariamente los más antiguos*.
Se buscan pues, en las series metamórficas, niveles -mármoles, anfibolitas, cuar-
citas, etc.- en los que la composición evoca una composición original particular.
Puede así encontrarse la tectónica de estos terrenos y, a partir de aquí, su estrati-
grafía relativa. Pero este método, muy delicado, no proporciona más que una crono-
logía relativa sin conexión con la escala estratigráfica general.
Se utilizan también las relaciones entre las series metamórficas y los plutones
graníticos: toda serie atravesada por un plutón es evidentemente anterior a él. Este
método se ha utilizado desde muy antiguo como clave en el Precámbrico: pero ha
conducido a dificultades en la medida en que la diferencia de edades entre el plutón
y los terrenos que atraviesa? puede ser considerable. Y, de todas maneras, falta datar
los plutones para establecer la conexión con la escala estratigráfica.
Así, en los terrenos cristalofílicos, el método fundamental es la radiocronologia;
con la reserva de que entonces se datan los minerales de metamorfismo, o sea, el
metamorfismo y no la edad de las rocas antes de su transformación (véase pág. 292).
La existencia de series polimetamórficas no hace más que complicar el problema de
las series metamórficas, que es el mayor de la estratigrafía.
Bien entendido que. para estos terrenos azoicos, persiste el método de las transi-
ciones con terrenos sedimentarios estratigráficamente determinables; así:
* Sin embargo, con bastante frecuencia, ciertos gneises representan un antiguo zócalo (poli) metamórfico
bajo una cobertera de micaesquistos (mono) metamórficos. Tal es el caso de los gneises de los Pirineos,
principalmente los del Canigó; como lo es también sin duda el de los gneises de Bormes en el macizo
de los Maures en Provenza. En lo que se refiere al Macizo central, muchos gneises son precámbricos Y
afectados por el metamorfismo herciniano (véase tomos 1 y 3).
t A esto se añade el error cometido durante mucho tiempo de asociar más o menos el metamorfismo
y la granitización. Aquí se presenta un. vasto problema (véase 'tomos 1 y 3): al menos, los plutones
circunscritos, supracrustales, son independientes y acompañan las fases tardías de la orogénesis, al contrario
del metamorfismo general ligado a las fases precoces (por ejemplo, en los Alpes, plutones miocénicos,
metamorfismo de esquistos anteeoceno, es decir, más antiguo). Sin contar el hecho de que muchos plUtones
de un ciclo determinado, atraviesan el zócalo metamórfico de los ciclos anteriores (por ejemplo, en 10s
Alpes, plutones miocénicos que atraviesan el zócalo herciniano).
Ectratigrafía y cronología 267
ARENISCA DE
MESSANAGR~S
.......
MARGAS DEL
Fig. 1-5. Ejemplos de cronologia estratigráfica por niveles de cineritas volcánicas (según E. Mutti).
El ejemplo es el de las molasas oligocenas de la isla de Rodas, en el arco Egeo, en el Mediterráneo oriental.
Los dos niveles de cineritas representados en negro muestran que las facies observadas en la cuenca oligocena son
diacrónicas: los conglomerados son de una edad cada vez más reciente en el sentido de la transgresión (véase infra,
pág. 270). Se ve que la sucesión de conglomerados, rnargas, areniscas, no tiene la misma edad en todos sus pun-
tos, lo cual, a priori, podría suponerse en razón de la identidad de las sucesiones litológicas.
Este ejemplo ilustra las relaciones delicadas entre la estratigrafia y l a paleogeografia.
Conglomerados
Aureola de
A) Argumentos estratigráficos
Los argumentos estratigráficos que conciernen al espesor y la continuidad de las
series sedimentarias.
La primera idea que acude a la mente es que un mismo espesor de terreno puede
corresponder a un mismo lapso de tiempo de sedimentación. Si bien esto es así pro-
bablemente en una cuenca determinada donde las condiciones de sedimentación son
parecidas durante mucho tiempo, no hay ninguna razón para que ello sea así de un
tipo de sedimentación a otro. En efecto, en el presente, igual que en el pasado, las
velocidades de sedimentación son muy diferentes según las regiones. En los límites
extremos de las series posibles se sitúan las series comprensivas y las series con-
densadas :
- las series comprensivas están constituidas por sedimentos de igual naturaleza
acumulados en grandes espesores, en general rápidamente. Así son las formaciones
de flysch que, en espesores de mil o varios miles de metros, están constituidas por
una alternancia monótona de areniscas y pelitas con aspectos de detalle más 0
menos variados (véase tomo 3); por ejemplo, mientras que el Eoceno superior está
representado por algunas decenas de metros en la cuenca de París, el flysch de la
misma edad de los Alpes occidentales puede alcanzar o sobrepasar el millar de
Ectratigrafía y cronología 269
metros. Las formaciones de molasas presentan las mismas características de una ma-
nera aún más exagerada en cuanto al espesor y a la rapidez de sedimentación:
las molasas miocénicas del surco perialpino están representadas por varios miles de
metros de sedimentos terrigenos que se oponen a las decenas de metros de depósitos
en las cuencas sedimentarias tales como el norte de Aquitania. Existen aún muchos
otros ejemplos de series comprensivas, extendidas sobre todo en las regiones desti-
nadas a dar más adelante las cadenas montañosas; su existencia ha contribuido, en
un primer momento, a crear la noción de geosinclinal (véase pág. 365);
SERIE SERIE
DEL DELFINADO DE BRIANCON
superficie endurecida
1 ,E o c e n o
Cretácico
Jurásico
Triásico
Cuando los estratos se suceden sin interrupción, se dice que forman una serie con-
tinua. Pero no sucede siempre así: cuando faltan uno o varios estratos, se dice que
hay una «laguna» y que la serie es discontinua. La palabra laguna indica la ausencia
de uno o varios estratos sin ninguna interpretación. En efecto, una laguna puede
ser debida:
- a una simple ausencia de sedimentación en función de condiciones oceanográfi-
cas particulares; en este caso, se desarrolla una superficie endurecida o hard ground de
la que acabamos de explicar las características, y que, a lo sumo, presenta, más o
menos epigenizados en fosfatos, aquí o allá, los fósiles característicos de los estratos que
faltan. Así son las superficies de la región de Briancon; como detalle más preciso,
los nódulos fosfatados en el límite Cretáceo-Terciario contienen en su núcleo micro-
fauna del Cretácico y en la periferia microfauna del Eoceno: se observa así el lento
crecimiento de los nódulos. Las capas que se depositan sobre estas superficies pueden
situarse paralelamente a las que hay debajo: son «concordantes», palabra que indica
que no forman ningún ángulo con las capas anteriores. El depósito de las capas
superiores es debido a una simple «reanudación de la sedimentación» en función de
un cambio de condiciones oceanográficas;
- a una emersión que está siempre más o menos acompañada por una erosión;
en este caso, el mar reviene en «transgresión» para depositar las capas superiores;
estas capas transgresivas, que se reconocen por varios criterios que estudiaremos en
el capítulo siguiente (véase pág. 330), descansan sobre las capas transgredidas según
dos dispositivos geométricos fundamentales (fig. 1-8):
en un primer caso, las capas inferiores y las capas superiores tienen la misma
inclinación en relación con la horizontal (es decir, el mismo buzamiento, véase tomo 3);
son entonces «concordantes»; es el caso general en varias transgresiones de deta1.k
Estratigrafía y cronología 271
de las cuencas sedimentarias como veremos más adelante. Esta disposición significa
que la transgresión está ligada a débiles deformaciones de la corteza terrestre (movi-
mientos llamados epirogénicos, véase infra), seguidas de una débil erosión; a veces
pueden persistir testigos de la alteración superficial correlativa de la emersión: ejem-
plos son los yacimientos de bauxita en los que la base y el techo son en general .,
concordantes (véase tomos 1 y 3); "
en un segundo caso, las capas transgredidas y las capas transgresivas tienen incli-
naciones (buzamientos) muy diferentes; las capas transgredidas han sufrido un plega- -
miento (movimientos orogénicos o, mejor, tectogénicos) y después una nivelación,
mientras que las capas transgresivas han permanecido horizontales: unas y otras
forman pues un ángulo característico de su «discordancia», que frecuentemente se
denomina discordancia angular. Una discordancia testimonia una emersión debida a
un plegamiento; generalmente hay una discordancia fundamental en la base de las
series de una cuenca sedimentaria en su contacto CQP el zócalo de la misma (fig. 1-9).
I
Estas palabras: laguna, transgresión, discordancia, no son pues sinónimas, y tra-
ducen fenómenos diferentes; por otra parte, durante demasiado tiempo se han negli-
gido los fenómenos de ausencia de sedimentación, que se manifiestan por medio d e
superficies endurecidas.
m Granito s3 Silúrico ,
Jiv
Jurásico medio
Precimbrico $ Ordovícico
1 3 Jurásico inferior
(liásico medio)
Fig. 1-9. Transgresión de los terrenos triásicos y jurásicos en el borde nordeste del macizo armoricano, en la re-
gión de Falaise, al sur de Caen.
Nótese que el conjunto de terrenos triásicos y jurásicos es transgresivo sobre los terrenos primarios con una discor-
dancia característica del plegamiento ante-secundario, llamado herciniano. Nótese también que, en los terrenos
secundarios, el Liásico (13) es transgresivo en relacibn al permo-triásico (tr), al igual que el Jurásico medio (Jlv)
es transgresivo respecto del Liásico. Es poco posibIe datar el granito que aparece a la derecha del corte en ra;&
de la falla que le separa de los terrenos vecinos; no obstante, se ve que es posterior a los terrenos precámbricos
(X) y se adivina que es anterior a los terrenos primarios (S), ya que éstos no han sido metamorfizados; pero la
falla impide afirmar este último punto que, por otro lado, puede ser puesto en evidencia en otros lugares; además,
los conglomerados de la base del Cámbrico (Sap) contienen cantos retrabajados del granito considerado. Nos en-
contramos pues ante un caso real correspondiente a la figura 1-6.
En fin, la discordancia del Cárnbrico sobre el Precámbrico testimonia la formación de una cadena montañosa al final
del Precámbrico y anteriormente al Primario: es la cadena cadomiana. Este corte muestra dos veces el mismo dis-
positivo: la discordancia del secundario sobre los terrenos hercinianos plegados es particularmente clara, ya que los
terrenos secundarios han permanecido horizontales; l a discordancia de los terrenos primarios sobre los precámbricos
plegados es más delicada de observar, ya que los terrenos primarios han sido plegados posteriormente. La represen-
tación de los esquistos precámbricos (x) no es representativa de su estructura.
B) Argumentos paleontológicos
Los cambios de fauna y los cambios de flora no son siempre progresivos en el
curso del tiempo, sino que presentan períodos de crisis en los que las faunas y floras,
hasta entonces bien representadas, desaparecen bruscamente. Este hecho condujo a
los paleontólogos de antaño, principalmente a Cuvier, a hablar de «creaciones suce-
sivas», mientras que las catástrofes habrían hecho desaparecer las faunas anteriores.
Esta posición «catastrofista» ha experimentado atenuaciones a medida que, por ser
los estudios más precisos, se han podido establecer filiaciones y demostrar que ningún
grupo aparece o desaparece instantkneamente. Pero la noción de crisis paleontológica
Estratigrafía y cronología
persiste, aunque sea difícil explicarla; así, todos los trilobites desaparecen al final
del Primario, y todos los ammonites al final del Secundario; en esta misma época
se extinguen espectacularmente todos los grandes reptiles y no subsisten de este orden
más que los modestos representantes que han llegado hasta nuestros días. Podrían
multiplicarse los ejemplos'$.
E11 períodos de crisis pueden pues basarse ciertos cortes de orden superior, mien-
tras que en variaciones paleontológicas menos generales pueden basarse cortes de
orden inferior.
Era Serie
Período Sistema
Edad Piso
Biocrono Biozona
Hémera Epíbole
Fig. 1-10. Cuadro de equivalencias entre las divisiones del tiempo y las divisiones de los terrenos.
* La desaparición de los grandes reptiles al final del Secundario es un enigma. Se han propuesto
diferentes interpretaciones: simple efecto del gigantismo, ya que los animales no tenían ni la cantidad
suficiente ni el tiempo necesario para su alimentaci6n, mutaciones que los hayan transformado en estériles
(el final del Cretácico es en efecto la época de los «huevos de dinosaurio») lo cual quiere decir que no
eclosionaron; clima más seco (que refuerza la primera hipótesis: el final del Cretácico está en efecto
representado por formaciones subdesdrticas rojas en casi todos los continentes, Europa, Africa, América
del Norte, del Sur); etc.
El descubrimiento de inversiones del campo magnético en el transcurso del tiempo ha hecho aumentar
aún más las especulaciones: durante los. periodos de inversión, el cinturón de Van Allen que protege la
Tierra del esencial de los rayos cósmicos debió de desaparecer; las mutaciones se verían pues favorecidas,
lo que puede darnos una explicaciún de la evolución biolbgica. El final del Cretácico ha conocido tales
inversiones que han podido ser la causa de mutaciones letales.
No es necesario decir que, hasta el momento, no se conoce nada cierto en este dominio.
Estratigrafía
Los fósiles de zonas son los fósiles estratigráficos por excelencia: trilobites para
el Primario, ammonites para el Secundario; pero se definen también zonas según
su microfauna, microflora, etc. (véase figs. 1-3 y 1-41.
Se distingue a veces la epibole, que corresponde al nivel en el que el fósil que
define a la zona experimenta su apogeo. Esta distinción, que no es verdaderamente
un corte, es de empleo delicado.
6) El corte de orden superior es el «piso», que corresponde a un conjunto de
estratos con contenido faunístico determinado, cuyo tipo está tomado en una localidad
precisa, a veces en una cantera determinada, donde las capas son marinas; esta
localidad-señal es el estratotipo. El piso lleva el nombre del estratotipo -a veces
designado por su nombre en latín-, al que se añade la terminación «iense»: ejemplo,
Dinantiense de Dinant en Bélgica; Werfeniense de Werfen en Austria; Domeriense
del Monte Domaro en Italia septentrional; Turoniense de Tours en el sudoeste de
la cuenca de París: Luteciense de Lutecia (nombre romano de París).
El contenido paleontológico de un piso corresponde a una fauna o a una flora
con numerosas especies, de las cuales sólo algunas tienen valor estratigráfico y que
(hecho esencial) no son las mismas en la totalidad del piso, sino que algunas aparecen
y otras desaparecen. Es porque un piso está consfituido por varias biozonas: por
ejemplo, el Domeriense, del que ya hemos hablado, está formado por la zona con
margariiatus y la zona con spinatus. Cuando un estrato comprende un número
demasiado elevado de biozonas, se le divide a veces en subpisos que deben responder
a las mismas características que el piso: por ejemplo el Senoniense, que está formado
por el Coniaciense, Santoniense, Campaniense y Maestrichtiense. En fin, a veces se
distinguen «horizontes» que corresponden a las diversas faunizonas características del
piso; la validez de éstos es muy variable.
El piso es la noción-clave de la estratigrafía, cuyo uso, debido a D70rbigny
(1852), se remonta al inicio de esta disciplina; pero fue en el tratado de J. de Lappa-
rent (1883) donde tomó la significación casi universal que conocemos actualmente.
Se comprende que sea más impreciso que la biozona; pero tiene la ventaja de referirse
a un estratotipo que se puede estudiar en función de los avances de la ciencia:
el estratotipo no es discutido, existe.
Desgraciadamente, algunos pisos tienen estratotipos no definidos; tal es el caso
del Titónico, que termina el Jurásico, cuyo nombre se refiere a Thiton, esposo de Eos,
la aurora (que anuncia el Cretácico); ha sido varias veces condenado por las comi-
siones de nomenclatura pero sigue muy vivo en el uso. Otros tienen estratotipos
demasiado vagos: es el caso de los que llevan nombre de provincias como el Lotha-
ringiense; aunque, llevando un nombre de provincia, un estratotipo puede ser preciso:
tal es el caso del Aquitaniense, en el que el estratotipo está situado «entre el molino
de Bernachon y el molino de la Eglise, en el valle del riachuelo de St-Jean-d'Etampes,
comunas de Brkde y Saucats, Gironde», etc. Hay una dificultad, primera causa de
muchas discusiones entre estratígrafos.
De otro lado, se han escogido la mayoría de los estratotipos en las cuencas sedi-
mentarias por las razones ya dadas de los criterios de superposición y continuidad;
es allí que ha nacido la estratigrafía y, por tanto, la terminología se resiente (véase
el cuadro, fig. 1-11). Estas cuencas sedimentarias, que son la sede de varias transgre-
siones y regresiones, muestran un gran número de ciclos sedimentarios: y naturalmente
los cortes de pisos, allí donde han sido definidas, corresponden a estos ciclos sedi-
mentarios encuadrados por una transgresión en la base y una regresión en el techo.
Se reconoce inmediatamente que en esta sucesión de cortes falta el tiempo corres-
pondiente a la regresión, aumentada con el tiempo correspondiente a la transgresión
siguiente: la suma de tales límites no cubre la totalidad del tiempo. Este hecho se
ha podido solucionar gracias al estudio de las microfaunas, que han permitido abor-
dar la estratigrafía detallada de las zonas montañosas donde se encuentran zonas
Lámina 1
Eras
I Sistemas
I I
Fases orogénicas Edades absoluta
= Palatina
Pérrnico
- Saaliana
Carbonífero Astú rica
Sudete
PRIMARIO - Bretona
1 Devónico 1
- Caledoniana
Silúrico
- Tacónica
. Salair
Cámbrico
Asíntica
- para las zonas de sedimentación continua, el Retiense, colocado por los autores
franceses en la base del Liásico, dado que es transgresivo sobre los terrenos ante-
riores en la cuenca de París, mientras que los autores de lengua alemana lo colocan
al final del Triásico, dada su continuidad con éste en los Alpes Orientales, sin
cambio significativo de aspecto; o aún los pisos Daniense y Montiense en el límite
Cretácico-Eoceno, de los que se discute la individualidad y su pertenencia;
- para las demás cuencas, el límite Oligoceno-Mioceno: en las regiones medi-
terráneas, el Aquitaniense inicia la transgresión del Mioceno, por lo que se sitúa
en este sistema; a la inversa, en las cuencas epicontinentales de la Europa occidental
el Aquitaniense termina la serie laguno-lacustre oligocena y por lo tanto se le sitúa
en este sistema.
Se comprende pues que estos problemas de límites deben ser arbitrados, y fijados
por las comisiones del Congreso geológico Internacional; por decisión de este orga-
nismo, el Retiense debe ser situado en el Triásico y el Aquitaniense en el Mioceno;
pero estas decisiones, cuyo principal mérito radica en que son decisiones, no son
siempre seguidas.
d) El corte de orden más elevado es la «era», cuyo nombre usual indica la
posición cronológica relativa: eras primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria, y
todo el conjunto precedido de terrenos precámbricos, siendo el Cáinbrico el primer
sistema del Primario.
La definición de las eras, a menudo imprecisa, se basa en los argumentos paleon-
tológicos y argumentos estratigráficos de orden más elevado, grandes cambios de fauna
y flora, grandes ciclos orogénicos:
- en lo que concierne a los argumentos paleontológicos, el Primario se distin-
guirá del Secundario, entre otras cosas por la desaparición de los trilobites y de las
fusulinas y la aparición de los ammonites; el Secundario del Terciario por la desapa-
rición de los ammonites y la aparición de los nummulites; mientras que al conjunto
de estos «tiempos fosilíferos~o fanerozoicos se opondrán los tiempos precámbricos
desprovistos de fósiles, al menos en primera aproximación. A esta concepción respon-
den los nombres de las eras que son sucesivamente: proterozoica (para los terrenos
precámbricos), paleozoica (=Primario), mesozoica (=Secundario), cenozoica (=Ter-
ciario);
- en lo que concierne a los argumentos estratigráficos, el Primario se encuentra
separado del Secundario por la gran discordancia herciniana que marca el final del
ciclo herciniano y el principio del ciclo alpino; y el conjunto de los tiempos fosilíferos
separados de los tiempos anteriores por la discordancia asíntica.
Una era comprende varios sistemas en número variable: seis para el Primario,
tres para el Secundario, dos para el Terciario. Como cada uno de ,los sistemas que
la constituyen, está evidentemente desprovista de estratotipo, lo cual,. aunque es
inevitable, presenta los inconvenientes ya señalados.
El argumento paleontológico es el más importante en la delimitación de las eras,
principalmente por la anterioridad de los estudios paleontológicos; y parece que es
el argumento de la desaparición de faunas el que predomina sobre la aparición.
Así, el final del Primario está bien delimitado por la desaparición de los trilobites
y de las fusulinas, mientras que la aparición de los ammonites con el Secundario
es ya anunciada en el Primario: por las climenias, los goniatites desde el Devónico
y los primeros ammonites en el Pérmico. Por el contrario, el límite entre el Secundario
y el Terciario está también marcado por la desaparición de los ammonites y de los
grandes reptiles más que por la aparición de los nummulites. Considerando las micro-
faunas, veremos que los globotruncánidos desaparecen en el Maestrichtense y los
globorotálidos aparecen en los primeros niveles del Terciario, con un período donde
faltan unos y otros, correspondiente al Daniense (véase pág, 476). No obstante, ciertos
Estratigrafía y croiiología 279
limites paleontológicos no son utilizados: así, la desaparición de los graptolites entre
el Silúrico y el Devónico, que permitiría dividir la era Primaría en dos eras sucesivas,
no se tiene en cuenta; por lo tanto, esta división irá unida al argumento estratigrá-
fico, ya que es entonces cuando se sitúa la discordancia caledoniana.
En efecto, si se consideran los dos ciclos orogénicos, se ve que la era primaria
corresponde a dos ciclos, el ciclo caledoniano y el ciclo herciniano; el conjunto de
las eras secundaria y terciaria corresponden al ciclo alpino: desde este punto de vista,
el Primario sólo equivaldría a dos veces el conjunto de Secundario + Terciario. Si, al
menos, los ciclos orogénicos tienen duraciones comparables, idea que puede pensarse
dada la importancia de los cambios que traen consigo y las dimensiones de las regiones
que afectan, podríamos preguntarnos si éstos no expresarían la vida propia, el ritmo
del planeta independientemente de una actividad biológica que no depende de ella
estrechamente. Veremos que la cronología absoluta está de acuerdo con este punto
de vista: la era primaria ha durado dos veces más que el conjunto Secundario +
Terciario: 400 millones de años contra 200 millones (de ellos las dos terceras partes
son para el Secundario y un tercio para el Terciario). Es por ello que en esta tercera
parte consagrada a la estratigrafía nos detendremos especialmente en los ciclos orogé-
nicos: así daremos al Primario dos subtítulos, uno para el Paleozoico inferior, corres-
pondiente al ciclo caledoniano, y uno para el Paleozoico superior, correspondiente
al ciclo herciniano, mientras que el Secundario y el Terciario constituirán capítulos.
De todas maneras, hay a veces contradicción entre los argumentos estratigrííficos
y los paleontológicos, al menos regionalmente: así, en Europa occidental, el Pérmico,
situado en el Primario por razones paleontológicas (se han encontrado trilobites y
fusulinas), sucede no obstante a la última gran discordancia herciniana, mientras que
el Triásico es concordante: sólo por estos argumentos estratigráficos figura como
primer sistema del Secundario. Es verdad que en el mundo hay una importante
discordancia pospérmica y antetriásica (Asia a partir del Ural, Américas); mientras
que el argumento paleontológico persiste. Es la generalización de este último lo
que le ha hecho prevalecer.
En fin, en esta exposición hemos dejado de lado la cuestión de la era Cuaternaria,
cuya distinción se halla en los límites de la filosofía: es una era hecha a la medida
del hombre; en algunos países, por ejemplo la URSS, se designa el Cuaternario bajo
el nombre de Antropógeno, revelando así el fondo de un pensamiento. Se puede,
no obstante, justificar una distinción del Cuaternario por la aparición de los géneros
Bos, Equus, Camelus, Elephas; con más seriedad, por la presencia de glaciaciones
en el Cuaternario (pero, ¿se hace una era especial para las glaciaciones carboníferas,
ordovícicas, eocámbricas?). Ya que, el Cuaternario se une al Plioceno obligando casi
siempre a hablar de acontecimientos pliocuaternarios, igual que nosotros estaremos
obligados a hacerlo.
238
92 U + '::~h +e ~ oe más simplemente
a
2i:~
-+
2 3 4 ~ h
90
ha establecido, si llamamos NI, N, ... N,, N, el número de átomos de Xl, X, ... X,,
S actualmente presentes, se tiene:
( N I ) - - -0,693 t
de donde: In
(N1 + N,) - Tl
( N 1 + N , ) - 0,693t
In --
(NI Tl
__-------- ---
URANIO
---___ _ _ _
1 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92
por lo tanto:
0:
a ) Uranio y Torio
Existen tres grandes familias radiactivas naturales que parten de los progenitores
238 235 232
92U7 92Uy g,Th y que terminan cada una con un isótopo del plomo. Globalmente
y esquemáticamente, el conjunto de desintegraciones sucesivas de estas familias es
(fig. 1-13):
- familia del radio (99,3 % del uranio natural)
Los minerales cuyas edades son determinadas por Pb/U y Pb/Th son, ya sea con
altos porcentajes de uranio o de torio: zircones (que contienen casi 1/10 000 U) o
monazitas. Además, como el período de 235U es más corto que el de 238U,la pro-
ducción de Z07Pb es más débil que la de 206Pb. La relación 207Pb/206Pbes pues un
Fig. 1-1 5. Proporciones (en %) naturales de los isdtopos del argón, potasio, calcio.
Debemos señalar que las condiciones no son favorables, ya que 40K, único isótopo
interesante, no representa más que 1/1000 del potasio total y que produce dos ele-
mentos hijos, el argón 40, que es también el isótopo más frecuente del argón conte-
nido en el aire, y el calcio 40, que se mezcla al que representa el 97 % del calcio
natural. La serie radiactiva K-Ca no ha podido ser utilizada más que raramente en
geocronología y sólo para los minerales que son extremadamente pobres en calcio
natural.
Fuera de los minerales de las rocas ígneas, para los cuales comentaremos más
adelante los resultados, existen también posibilidades en los minerales de las rocas
sedimentarias. A priori, un buen material lo constituyen las glauconias ya que se
han formado en los medios de sedimentación. Desgraciadamente, estas filitas n o dejan
de ponerse en equilibrio con la encajante; tienen tendencia a enriquecerse en K y a
perder el argón. Parecen pues, en general, demasiado jóvenes, de 10 a 20 % en
relación a su edad real. Otro material posible es el de las filitas-K tales como las
ilitas, pero como éstas se estabilizan fácilmente en la evolución diagenética, en el
anquimetamoifismo, son estas evoluciones las que serán datadas y no la edad de la
sedimentación.
\ Carga
37Rb
1 85
72,15
86 87
27,85
88
* Hasta el momento no existe acuerdo sobre los valores de la constante de desintegración, h, del Rbj
que se da a 1,47 x 10-11 o 1,39 x 10-11.
Estratigrafía y cronología 287
2 neutrones por s
I
2 átomos C14 por S
f
l
Fig. 1-17. Génesis y destrucción del C q 4 (según W. F.
Libby, 1955).
B= Carbono intercambiable
Por cm2 de superficie terrestre hay 8,5 g de carbono
cambiable, o sea: 7,48 g en los océanos, de los cuales
815 9 7,25 g están en forma de carbonatos y bicarbonatos di-
sueltos y 0.59 g en forma de materias orgánicas disueltas:
0,33 g en la biosfera; 0,20 g en el humus; 0,12 g en la
atmósfera.
El número de átomos desintegrados -llamado «activida(
específica»- es de 14 por rnin y por g.
Isótopo
Modo de
desintegración Producto final Período: T 1 Constante de
desintegraciYn
A.
elec. capt.
5 750 años
Entre los modos de apreciación del factor de separación, citaremos el que se obtiehe
calculando, en un agua cárstica, simultáneamente los contenidos de C 0 2 y de Ca. El conte-
nido total de carbono del agua es, por ejemplo, 96 mg/l (obtención sobre barita de
C 0 2 disuelto y de carbonatos disueltos), y hay 112 mg/l de calcio. Si se admite que todo
este Ca proviene de la caliza lavada del carst, es que hay 33,6 mg de carbono antiguo
(112/40 x 12 = 33,6). Hay pues 33,6 mg de carbono antiguo + 62,5 mg de carbono reciente
(96,O mg de carbono total) por litro de agua, y el factor de separación carbono reciente/
carbono total es de 65 %.
500 O00
MA.1
aún en estado embrionario. Nuestro sistema solar es medianamente viejo, tiene una
edad de 4,6 mil millones de años o, de una manera menos precisa, de 4 3 a 6 mil
millones de años. La mayoría de los meteoritos, objetos-testigos de un estadio de
protoplanetas que precedió a la creación de los planetas, tienen de 4 a 4,5 mil millo-
nes de años.
El mineral más viejo datado (una lepidolita del Transvaal) tiene 3850 millones
de años, y la roca más vieja conocida (un gneis del oeste de Groenlandia) tiene
3800 millones de años.
En Francia, las formaciones más viejas inventariadas han sido, hasta el momento,
las de la parte norte -o Mancellia- del macizo armoricano (véase fig. 3-12).
Más exactamente, existiría en esta región una vieja cadena penfevriense recubierta de
una molasa (grupo de Saint-Cast) formada por arcosas plagioclásticas muy mal clasificadas,
290 Estratigrafía
Fig. 1-20. Puesta en evidencia de las pérdidas en una serie isotdpica larga (según Wetherill, 1956).
Cuando las edades 207Pb/235U y 206Pb/23BUson iguales (alrededor del 10 %) y concordantes, se ordenan a lo
largo de la curva normal de decrecimiento radiactivo, llamada Concordia. Por ejemplo, para las monacitas de tres
localidades de Africa del Sur es:
207Pb/235U 206Pb/238U 207Pb/206Pb
1 Bikita (Rhodesia) 2680 M.A. 2675 M.A. 2680 M.A.
2 Salisbury (Rhodesia) 2470 - . 2260 - 2650 -
3 lrurni (Zambia) 2320 - 2040 - 2620 -
Se constata que las monacitas 2 y 3 son de edades discordantes. Han perdido plomo de una manera igual; sus
edades se disponen sobre una recta «de p6rdida)) o Discordia cuya pendiente está determinada por la relación
206Pb/207Pb, admitiendo aqul, no obstante, una relación de los isótopos del uranio que ha permanecido siempre
constante.
Todos estos datos permiten marcar dos sucesos:
a) la cristalización de las tres monacitas a 2700 M.A. (mismas edades 207Pb/206Pb);
b) la recristalización o una alteración de las monacitas (2) y (3) a 500 M. A.
292 Estratigrafía
más un par dado (K/Ar de las pequeñas moscovitas por ejemplo) se halla en un
sitio profundo, tanto mayor será la separación entre su tiempo de cristalización (t,)
y el de la temperatura de bloqueo (tb). Dicho de otra manera, la erosión actual
que pone en evidencia las partes superficiales, medias y profundas de las cadenas
respectivamente recientes y viejas, proporciona al muestre0 moscovitas-K/Ar cuya
separación tc-tbserá tanto mayor. Efectivamente, esta separación es de 150 MA para
la cadena precámbrica de Greenville en el Canadá, de 70 MA para la cadena
caledoniana de Escocia, de 50 MA para las cadenas herciniana de Francia y de 20 MA
para la cadena alpina suiza.
Añadamos que hay también muchas pérdidas posibles cuando, en las series largas,
el elemento padre da nacimiento a todo un conjunto intermedio de elementos ines-
tables. Así, el radio es soluble bajo forma de Ras o RaSO, y el ion uranio tiende
a formar el radical uranil cuyas sales son igualmente solubles. Movilizaciones dife-
renciales de los isótopos pueden producirse pues en el curso de la descomposición
radiactiva, pero las edades calculadas según los métodos 235U-207Pb y 238U-206Pb
deben entonces diferir, lo cual permite poner en evidencia las movilizaciones parciales
(fig. 1-20).
- Ninguna ganancia en N,. Inversamente, en los minerales pneumatolíticos (be-
rilo, cuarzo, topacio, fluorina) el argón es heredado de las soluciones fluidas de la
pneumatolisis y se concentra en las inclusiones. Este exceso de argón hace aparecer
edades (2 a 7 mil millones de años para los minerales de Montbelleux, por ejemplo)
que no tienen ningún valor geológico.
2. Incluso si se realizan estas condiciones de sistema cerrado a la escala del
mineral, no se mide más que el tiempo que va entre el estado inicial nuclear y el
estado final de un medio durante la evolución de un núclido determinado. Se obtiene
la edad del núclido o del medio y, en rigor, la del mineral que contiene este núclido
pero no necesariamente la de la roca.
En el modelo de la geocronología al estroncio, por ejemplo, se admife que el
estroncio presente en el mineral o en la roca en el momento de su cristalización
(estroncio primario o inicial) tenía la constitución isotópica del estroncio común-
mente (estronci~común) implicado en el ciclo geoquímico, es decir, que la relación
s7Sr
-s6Sr
era igual a 0,712 (7302)
(936)
Si se efectúa una medida de edad en la biotita de una roca dada (fig. 1-21),
se mide el valor b de la relación 87/86 en el instante cero (hoy) y se calcula la
edad aparente de la biotita (Tba), atribuyendo a esta relación un valor igual a 0,712
en el origen. La recta que une el punto de coordenadas Tba, (0,712) a O, b representa
el enriquecimiento progresivo de la mica en estroncio radiogénico (recta radio-
génica).
Si se efectúan las mismas operaciones para la roca total, se obtendrá una edad
aparente de la roca (T,,) y una recta radiogénica de débil pendiente, ya que la roca
total es más pobre en rubidio y más rica en estroncio que la mica. Las dos rectas
radiogénicas se cortan en un punto P en el que la abscisa Tbr representa la edad real
de la biotita, si se admite que la biotita ha absorbido un estroncio primario cuya
constitución isotópica era la del estroncio medio de la roca total.
De las tres edades medias, ¿cuál debe retenerse? y ¿cuál es su significación?
La edad aparente de la roca total, T,,, puede ser, en el caso de las rocas magrná-
ticas, la del momento en que el magma se. ha enriquecido en rubidio, es decir,
el de la diferenciación, La edad real de las bitotitas, Tbr en este caso, corresponderá
a la edad de su cristalización y, en general, a la edad de establecimiento de la roca.
En los casos de conjuntos metamórficos, la edad aparente de la roca puede ser
la de su sedimentación o la del aporte metasomático, mientras que la edad real
Ectratigrafía y cronología 293
t ii
i Tra Tbai iThr
Fig. 1-21. Curvas radiogénicas del granito migmatitico del Velay (según Y. Vialette).
de las biotitas dará la edad del metamorfismo en el curso del cual las biotitas habrán
cristalizado.
3. Otra manera de abordar el problema es teniendo en cuenta las isocronas.
Por ejemplo, en el método Rb/Sr se ha podido separar, tal como hemos visto,
el estroncio radiogénico del estroncio 87Sr natural.
E integrando:
Nf = Np0- Npoe-xt (Nf= cantidad radiogénica de
- e-") .
Nr = NDO(l
Uniendo (2) a (4) se obtiene:
294 Ectratigrafia
Ahora bien,
Nf radiogcnim = Nf total - Nf no radiogenim inicial
N, = N f e - N f 0 (e: medido experimentalmente, o: original)
Aparece:
sea
Como (!j7Sr), no es conocido, mientras que (87Sr/86Sr)10 es, (7) es dividido por de donde:
4. En total, las medidas de edad absoluta dan datos inapreciables pero deben
ser interpretados cuidadosamente. Sin embargo, se dispone de medios para controlar
el tipo de modelo a adoptar.
El control experimental permite, en el laboratorio, observar el comportamiento
de los elementos radiactivos y radiogénicos en sus diferentes medios naturales. Así,
por el método del argón ciertas piroxenitas daban edades que alcanzaban cuatro veces
la de la Tierra pero, de hecho, poseían dos clases de argón, uno liberable a menos
de 900 OC y que era secundario, y el otro liberable en la fusión de las piroxenitas,
que era el único radiogénico.
El control estadístico consiste en el estudio estadístico de la distribución de
edades medidas en una región dada.
El control por correlación investiga las relaciones existentes entre las edades
obtenidas o bien por varios métodos en un mismo medio (edades comparadas con
Estratigrafia y cronología 295
el plomo 206 y el plomo 207 o aún por los métodos del argón y del estroncio) o bien
por un solo método en varias nuestras de un mismo medio. En este último caso,
son generalmente permitidas correcciones sobre la constitución isotópica del elemento
primario, comparando la abundancia isotópica del elemento radiogénico ya sea con
las edades aparentes ya sea con el contenido en elementos radiactivos.
El control geocronológico de la edad medida es considerado en función de la escala
geocronológica.
El control geológico, comparando las edades relativas estratigráficas y las edades
absolutas medidas y poniendo de manifiesto absurdidades tales como la edad de las
micas más viejas para las pegmatitas que para los granitos, conduce a la introducción
de Ia noción de rejuvenecimiento. Bajo ciertas condiciones nuevas de temperatura y
presión -por ejemplo, nueva intrusión en la vecindad, nuevo metamorfismo, nueva
deformación tectónica, etc.-, el equilibrio isotópico de un mineral puede ser modi-
ficado: la datación obtenida no da la edad del mineral sino la edad más joven -de
ahí la noción de rejuvenecimiento- del último acontecimiento que ha experimentado.
El control geogrdfico, en fin, reside en el estudio de la distribución geográfica
de las edades aparentes.
Así, por aproximaciones sucesivas y controles repetidos, se edifica lentamente
una doctrina de confianza dentro de los diferentes tipos de modelos geocronológicos.
Fig. 1-23. Importancia relativa de las eras azoicas y de las eras paleontológicas (según R . C . Moore).
En total, 2500 familias de seres vivientes son fósiles, con una media de «vida» (duración de la existencia de la
familia) de 75 millones de años. Aproximadamente una tercera parte de ellas han dejado familias evolutivas, pero
como e n conjunto las nuevas formas aparecen más deprisa de l o que desaparecen las antiguas, el número de fami-
lias existentes en u n tiempo dado n o ha cesado de aumentar. Las principales épocas de extinción en masa son el
final del Cámbrico (213 de los trilobites), del Ordovicico, del Devónico, del Pérmico (75 % de los anfibios + 80 %
de los reptiles), del Triásico, del Cretácico (25 % de todas las familias).
PLIO.
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EOC.
PALE.
Fig. 1-25. Escala cronológica de las anomallas magnéticas (según Heirtzler, Dickson,
Herron, Pitman, Le Pichon). En negro las anomallas magnéticas positivas.
Esta escala, que ha sido establecida independientemente de la noción de expansión
oceánica, permite descubrir la edad de una anomalia determinada a condición de con-
tar la sucesión de anomalías a partir del rift mediano, es decir, a partir del aiio cero
(véase fig. 1-26). La frecuencia de las inversiones magnéticas deja sin significación
cronológica el hecho de que una anomalla sea simplemente negativa o positiva: es
CRET. 30 51:
s61o su número de orden el que cuenta a partir de una anomalla marcada; l o mas sim-
ple es partir de la época actual.
[
500
gamma
Fig. 1 - 2 6 . Principio de /a cronologla magndtica de
/os fondos oceánicos (según Vine, 1968).
En A: modelo de desarrollo del fondo del océano
siguiendo el eje de una cresta dorsal. El material en
negro está imantado normalmente, mientras que el
dejado en blanco posee una imantación invertida.
El mode!o se da para una velocidad de expansibn
de 6 cm/año, es decir, de 3 cm/año para cada una
de las dos vertientes (30 km horizontalmente corres-
D ponden a 1 M. A.).
En B: parte del mapa de anomallas magnbticas de
l a dorsal de Juan de Fuca en el Paclfico N.E.
En C: perfil observado de las anomallas del campo
rnagnbtico total siguiendo la línea indicada en B
marino,,l * 1 1 I t 1 t I (1 y = 10-6 gauss o oersted).
l , 5 kn z En D: perfil calculado según las épocas de inversibn
conocidas y dadas en la escala paleomagnbtica (vba-
4 2 O 2 4 m-a- se fig. 1-25).
a) Las varvas
El conjunto estaciona1 de sedimentos groseros de primavera y de sedimentos finos
de invierno, conjunto que constituye una varva, se repite de año en ano.
Estratigrafía y cronología 301
o En buenas condiciones, como las de sedimentación en los lagos periglaciales,
la repetición de varvas es lo suficientemente regular para que se pueda intentar
medir, por simple contaje, la duración de la sedimentación. En realidad, si bien es
fácil contar las varvas de un lago dado, no es tan fácil correlacionar esta cronología
con la de 'los lagos vecinos. De Geer lo ha conseguido observando las anomalías
de las varvas camadas por años más cálidos o más fríos; y, trazando curvas crono-
lógicas del espesor de las varvas, las correlacionó haciendo coincidir las partes anó-
malas,
Otra dificultad ha sido sincronizar estas curvas con las de la Historia. Aquí
también, es una de las varvas anormales y particularmente espesa (debido a la
ruptura de un lago glacial), varva que servía hasta entonces de marca (edad O),
la que se ha podido situar con exactitud (-6839 a. C.), partiendo del actual.
En el método de las varvas es necesario separar: las informaciones sobre la dura-
ción de la sedimentación, siempre obtenidas; y las de la edad del sedimento, lo
cual presupone que se tenga un punto de referencia. Dado que se cuentan los años,
es necesario que se tenga referencia más o menos ajustada a un año; esto limita el
método, para las edades, al período subactual, que es el único de que se disponen
marcas anuales ciertas. Prácticamente, el método de las varvas no ha permitido ir
más allá de - 16 000 años.
o Por el contrario, el método puede ser traspasado al pasado para determinar
Ia duración de un proceso sedimentario. Por ejemplo, la molasa vaudoise, oligo-
miocena, posee niveles areniscosos que muestran una disposición en bandas muy
finas. Las superficies más oscuras son debidas a la acumulación de cápsulas carbo-
nosas y hojas lignitizadas; como estos restos pertenecen a géneros con hojas caducas,
cada nivel debe corresponder a una fase de caída masiva de hojas, en otoño. Se
determina entonces una velocidad de sedimentación anual de 1,64 mm y, teniendo
en cuenta el conjunto de la formación, aparece una duración de 1 830 000 años para
el Chattiense y Aquitaniense. En realidad, a pesar de no ser areniscosos, sino a veces
arcillosos y calcáreos, sedimentos de los que se sabe que la velocidad de sedimentación
es más débil que la de las areniscas, la duración del grupo Chatiense-Aquitaniense
de la molasa vandoise sería de 2,5 a 3 MA.
Sin embargo, la aproximación obtenida por el estudio de los ritmos es interesante.
A condición de que se tenga la certidumbre de que los ritmos son anuales; ha habido,
en efecto, muchas formaciones rítmicas, principalmente en las cadenas montañosas
(formaciones areno-margosas de tipo flysch o molasa*, o simplemente margo-calcáreas)
en que la ritmicidad no es anual: el número de años que se obtendría así sería sin
tener en cuenta la medida real de la duración de la sedimentación (1000 m de una
formación con ritmos de 10 cm, debería pues corresponder a 100 000 años, mientras
que en general se trata de decenas de millones de años). Nos preguntamos pues sobre
esta ritmicidad, atribuyéndola a las pulsaciones climáticas, a las variaciones de la
cobertera vegetal que estarían ligadas con ellas (teoría de la bio-rhexistasia), a ritmos
orogénicos, etc. (véase infra). Pero, como no se dispone de hipótesis definitivas,
ninguna de ellas es cifrable en años, y, por lo tanto, no pueden proporcionarnos una
cronología.
(
En una región dada, se pueden trazar curvas cronológicas a partir del espesor de
los anillos de crecimiento anual y, sobre todo, de las anomalías que éstos presentan
después de años muy favorables o, por el contrario, muy desfavorables al crecimiento.
Operando con madera cada vez más antigua y superponiendo las curvas correspon- j
dientes situadas cada vez más cerca, se llega a retroceder en el tiempo (hasta 11 d. C.)
por este método llamado dendrocronología.
Recientemente (Wells, 1963) se ha propuesto un método basado en el contaje de
las líneas de crecimiento diario de ciertos corales, en el interior de las zonas de
crecimiento anual. Los corales actuales tienen en efecto un número de líneas del
orden de 365, mientras que los corales carboníferos muestran 390 líneas y los corales
devónicos 400. Si se admite, con los astrónomos, que la duración del año no ha
cambiado en el pasado, pero que la duración del día ha aumentado 2 x s por
año, en razón del frenado de la rotación de la Tierra por las mareas, puede calcularse
una edad de 275 MA para los corales carboníferos y una edad de 375 MA para los
corales devónicos (días de 22 h), edades que están de acuerdo con las que dan los
métodos de la geocronología nuclear para las mismas formaciones. \
estromatolitos
'\
I:
Fig. 1-27. Crecimiento de estrornatolitos en
la zona intermareal. (,
que los más jóvenes (70 cm de máximo). Esto significa que las mareas tenían, antes 1
de -600 MA, una amplitud más grande que actualmente, en razón sin duda de una I
t
posición más cercana de la Luna en relación a la Tierra. Pero, hasta el momento,
esta observación no ha podido ser explotada en el plano cronológico.
4. CONCLUSIONES
gración de un elemento (U, Th, Rb, K, ...), lo cual, de hecho, no tiene interés
geológico más que si esta datación es al mismo tiempo la de la formación en la que
se encuentra el elemento. Ahora bien, esto supone que la incorporación del elemento
en el mineral (biotita, feldespato, ...) es contemporáneo de la formación geológica
que se quiere datar.
Esto puede ser válido para un mineral primario de una roca eruptiva (granito, ...),
pero prácticamente no es jamás válido para los minerales de las rocas sedimentarias,
que son en su mayor parte detríticos y más antiguos que el depósito que los contiene.
Sólo los minerales neoformados en los medios de sedimentación podrían convenir
pero, a excepción de las glauconitas (método potasio-argón, K-A), los demás mine-
rales como la calcita o el yeso, para los que no hay ambigüedad de génesis, no
contienen elementos radiactivos actualmente dosificables. Hay que añadir además que
el sistema, elemento radiactivo - elemento-hijo estable, debe permanecer un sistema
cerrado y que no haya fugas (A, He ...) ni ganancias (IC40, V). Ahora bien, esto
es raramente realizado en las rocas sedimentarias donde el proceso de diagénesis
es ineluctable, imponiendo nuevas organizaciones, es decir, recristalizaciones (arago-
nito en calcita, calcita en dolomita, etc.) con nuevas distribuciones isotópicas.
Tanto es así que, si bien en cronología relativa las rocas eruptivas son datadas
en relación con los estratos sedimentarios, en cronología absoluta es lo inverso lo
que se trata de realizar, y los estratos, -por lo tanto los pisos- se datan en función
de las rocas eruptivas que los cortan. Aquí, de entrada, podemos constatar que la
costumbre impuesta por la Historia de referirse en cronología al estudio de las
cuencas sedimentarias como las cuencas de París, de Londres o de Alemania, no podrá
conservarse, ya que estas cuencas están desprovistas de rocas eruptivas. Sólo las zonas
orogénicas podrán servir de marco a los estudios de geocronología absoluta, pero
ofrecen las dificultades ya señaladas de tener frecuentemente series comprensivas o
condensadas en las que los pisos son difícilmente distinguibles unos de otros. Bien
entendido, las zonas orogénicas antiguas son además metamórficas y a las dificultades
de datación absoluta de las series cristalofílicas (véase pág. 266) se une la confusión
entre la zoneografía y la estratigrafía.
En resumen, para datar el Viseense, por ejemplo, es preciso encontrar una región
donde este piso sea metamorfizado al contacto con el granito A -es más antiguo
que él- y donde, además, recubra otro macizo granítico B o contenga cantos de éste,
entonces es más reciente que el granito B o, más exactamente, que la salida en aflora-
miento del granito B. Este método impone obligatoriamente grandes «extrapolaciones»
de datación e incluso si se conoce la fecha de establecimiento de los granitos A y B,
lo cual es dudoso ya que la edad de un mineral, no es la edad de una roca y menos
aún la del momento de edificación de la intrusión (véase phg. 295), resulta que el
tiempo necesario para que la cobertera subyacente al granito sea despegada es total-
mente desconocido.
Por ello la escala de cronología relativa es mucho más precisa que la de 3a
cronología absoluta, sin que sea necesario invocar los márgenes de error inherentes
a los métodos de datación en sí mismos.
Sin embargo, puede ser que se obtengan precisiones mayores en lo que respecta
a la edad de los estratos sedimentarios si una de las dos tendencias actuales justifican
las esperanzas que hacen nacer. En el primer caso, los minerales que se datan son
minerales filitosos que no son glauconita, los cuales, por su estudio sedimentológico,
es seguro que son de neoformación y nacidos en la cuenca sedimentaria. En el
segundo caso, son las biotitas y los feldespatos, es decir, rocas globales, lo que se
investiga, ya que estos minerales y estas rocas son productos volcánicos depositados
en el seno de los terrenos sedimentarios. Estos niveles, testigos de potentes erupciones
ignimbríticas,, no son raros, o, al menos, son mucho más frecuentes de lo que se
suponía hasta estos últimos años.
Estratigrafla y cronología 305
Los métodos de la cronología relativa son pues todavía vigentes, aunque sdlo sea
por s u lado práctico y poco cost,oso; y, por un tiempo aún, por su mayor precisión
de las biozonas. Pero quizás ya no está lejos el tiempo en que esta será así: se tiende
cada vez más a hablar de millones d e años ... De todas maneras, no es dudoso que
de su confrontación con la cronología absoluta, la cronología relativa recibirá u n
nuevo impulso, e n u n marco más cronológico, evitando así el peligro de discusiones,
frecuentemente estériles e indeterminables, sobre los límites de pisos más que sobre
la duración y la significación de los mismos (un límite es evidentemente siempre
arbitrario).
Y resulta que, por la colaboración d e los métodos de la cronología relativa y d e
la cronología absoluta, la Tierra tiene en lo sucesivo una edad y una historia.
Obras generales
MUTTI,E. (1969): Studi geologici sulle isole del Dodecaneso (Mar Egeo). X:
sedimentologia delle arenarie di Messanagros (Oligocene-Aquitaniano) nell isola
di Rodi, Memoria Societa Geologica Italiana, VII, p. 1027-1070.
CANNON, H. L. (1961): Radiokohlenstoff-Datierung. Angew. Chem., Frankfurt,
vol. 73, n." 7.
LIBBY,W. F. (1955): Radiocarbon dating, 1 vol., Chicago.
WETHERILL,G. W. (1956): Discordant Uranium Lead ages. Am. Geoph. Union
Trans., vol. 37.
VIALETTE,Y. (1962): Contribution l'étude géochronologique par la méthode
au Strontium des principaux massifs de granites et de migmatites du Massif Cen-
tral frangais en Annales Faculté des Sciences de Clermont-Ferrand, vol. 6.
Estratigrafía
1) La noción de facies
l.ORIGEN
La noción de facies es antigua, ya que el nombre parece ser debido a Nicolas
Steno (1669); pero es a Gressly, a propósito de una memoria sobre la geología del
Jura de Soleure (1838), a quien se remonta la noción en toda su riqueza. Este autor,
en efecto, enunció para este propósito cinco «leyes» de las facies:
- la primera ley daba la definición de facies como el conjunto de caracteres lito-
lógicos y paleontológicos de una roca sedimentaria;
- la segunda ley trataba de la repartición vertical de las facies, cambiantes en
el tiempo;
- ola tercera ley trataba de la repartición horizontal de las facies, cambiantes en
el espacio;
- la cuarta ley, de importancia local, concernía solamente a las facies de la
región de Soleure;
- la quinta ley trataba de la interpretación de las facies en función de su mayor
o menor proximidad a la línea de costa en .la época considerada. Cuatro de estas
cinco leyes tenían una importancia general y dieron a la noción de facies un marco
aún válido en nuestros días.
308 Estratigrafia
o
Valle del Marne
Margas suprayesosas
3.' masa
1
Q Q l
I
Caliza
2.' masa Q Q
v 1,' masa Q Q Q I
I I
Fig. 2-1. Cambio de facies del yeso de Montmartre a las calizas de Champigny en el valle del, Marne.
lateral de fuciesu; hay innumerables ejemplos; el más conocido en Francia, por razones
históricas, es el cambio lateral de facies entre el yeso de Montmartre y las calizas
lacustres de Champigny (figs. 2-1 y 2-2),
- que fue puesto en evidencia por el hecho de que estas dos formaciones están
limitadas en su base por las mismas margas con Pholadomya ludensis y en su parte
superior por las mismas margas suprayesosas (aplicación de los principios de super-
posición y continuidad);
- que fue demostrado en la construcción del túnel de Chalifert (para el canal
del Marne al Rin) donde se vio pasar las capas horizontalmente de unas a otras
(observación del cambio lateral de facies).
/6 COMPIEGNE
LIMITES
m MARGAS del mar
.. -
YESO 3. + +
- +- +. de la laguna
CALIZA .........
, del lago
Fig. 2-2. Mapa de los afloramientos y de las facies del piso ludiense en la regidn parisina, según R. Abrard.
Del. mapa de afloramientos, y de las facies de Bstos, se puede deducir u n mapa de facies que ha sido dibujado
en sobreimpresión; se distinguen entonces cuatro zonas de facies: una zona A, caracterizada por una facies sin yeso
marina); una zona 8, caracterizada por la facies yesosa (laguna ); una zona C, caracterizada por la facies calchrea
lacustre); y una zona D, continental.
En x (cerca de Meaux), lugar del corte de l a figura 2-1.
31 0 Ectratigrafía
Facies urgoniense
Facies vocontiense
w Toulon
Fig. 2-4. Curva litoldgica de una serie sedimentaria (según A. Lombard, 1956).
. .
El eiemolo correswonde al corte levantado a lo largo del curso del rlo Mfidi en el Zaire.
Los 11 t6rminos de la serie virtual representada son: 1, conglomerado grosero: 2, conglomerado calcáreo; 3, are-
nisca grosera; 4, arenisca de grano medio; 5, arenisca de grano fino; 6, psammita; 7, esquisto areniscoso; 8, esquis-
to; 9, arenisca de grano fino calcarenltica; 10, esquisto calcarenltico; 11, caliza.
Para construir la curva se designa un punto en el nivel de cada litofacies en la columna que corresponde al grupo
al que se adjudica dicha litofacies. Después se unen los puntos de las litofacies mediante una-recta, continua si sólo
hay juntas de estratificación, discontinua si hay alguna laguna. Paralelamente a la curva litológica se dan dos cur-
vas, una que representa la dimensión del grano medio y la otra el porcentaje en cuarzo de la serie. El paralelismo
de las curvas no es absoluto pero las tendencias son homologables.
3 14 Estratigrafía
simple, lmlamado serie virtual, que va de las formaciones detríticas groseras que cada
vez son más finas a las formaciones metagenéticas (hierro, fosfatos, carbones), después
a carbonatos, y finalmente a depósitos salinos. De esta supersecuencia de referencia,
solamente algunos términos pueden estar presentes en una serie real. La comparación
de la serie estudiada con la serie virtual se hace trazando la curva litollógica; se
dibujan un número de columnas verticales igual al número de términos de la serie
virtual local; cada columna se reserva a un término, los elásticos a la izquierda,
los coloides en el centro, y las calizas a la derecha (fig. 2-4). Estas curvas litológicas
ponen claramente en evidencia la' tendencia evolutiva de la serie y permiten la com-
paración con otras series de igual edad por ejemplo.
Se definen pues:
- secuencias positivas (+), series simples en que la granulometria decrece hacia
el techo, representadas por una curva litológica que se eleva oblicuamente de izquier-
da a derecha; tal secuencia puede corresponder a una serie depositada durante una
invasión marina o transgresión (véase infra);
- secuencias negativas ( - ) en que la granulometría crece hacia el techo, repre-
sentadas por una curva que se eleva oblicuamente de derecha a izquierda; pueden
indicar el cierre de una cuenca y la retirada del mar o regresión (véase infra).
Estas secuencias positivas y negativas pueden ser complejas, si las curvas no son
rectilíneas sino rotas, pero con una tendencia general positiva o negativa. La signi-
ficación genética de estas secuencias complejas es la misma que la de las secuencias
simples pero testimonia un régimen que evoluciona irregularmente;
- bisecuencias formadas por la sucesión de dos secuencias de signos opuestos.
Se distingue las bisecuencias en D (+ -) y las bisecuencias en C (- +). La bise-
cuencia en D puede indicar una transgresión, el relleno' de una cuenca, el retorno
de series detríticas y una regresión. El .estudio de las secuencias de facies permite
pues precisar la historia de una cuenca en el transcurso del tiempo.
Así, tal como ya hemos visto (tomo 1), los componentes de un depósitó marino
tienen tres orígenes principales (fig. 2-5):
- bentónico, para los materiales que resultan de la actividad de los organismos
que viyen sobre el fondo del mar;
- pelágico, para los materiales que resultan de la actividad de los organismos
que viven en el agua del mar, pero no en el fondo, ya sea por natación activa o en
suspensión;
- terrígeno, para los materiales que provienen de la erosión de los continentes
vecinos y que son llevados al mar por agentes dinámicos externos: aguas corrientes,
vientos, glaciares.
Teniendo en cuenta la morfología de los océanos (tomo 3), puede definirse
(fig. 2-6):
- sobre la plataforma continental que prolonga el continente hasta una profun-
didad de alrededor de 200 m, una «zona nerítica)) en la que los sedimentos son
esencialmente de origen bentónico y terrígeno: arenas, lodos, sedimentos organógenos;
se habla así de facies neríticas a veces llamadas facies neríticas epicontinentales para
precisar;
- fuera de la plataforma continental, zonas de interpretación más delicada.
Ltimina II
Estrlas glaciales (Iherir, Tassili de los Ajjers, Sahara argelino) (según P. Rognon).
El ejemplo corresponde a la glaciación del Ordovicico terminal. Compárese con la figura 2-8.
Estratigrafía y paleogeografía
Lámina III
CONTINENTE )
.-)
.- PRECONTINENTE OCÉANO -
Fig. 2-6. Esquema de la distribucidn de las zonas sedimentarias en un borde continental.
Este esquema tiene en cuenta la estructura de los bordes continentales de tipo atlántico (véase tomo 3).
Nótense las dos zonas de acumulación sedimentaria privilegiadas que corresponden respectivamente a la platafor-
ma continental y al glacis continental: en la primera las facies son bhticas y terrigenas debido a su proximidad al
continente; en la segunda las facies son pelágicas y terrigenas debido a la posibilidad de aportes de materiales arras-
trados de los continentes por los cañones submarinos. La sedimentación es reducida en el talud continental.
Estratigrafía y paleogeografía
II) La paleogeograf ía
'l. GENERALIDADES
l LADO EXTERNO
(Alta mar)
t
SEDIMENTOS SEDIMENTOS
ARRECIFALES O PELAGICOS
SUBARRECIFALES
Zona
subarrecifal a subarrecifal
interna externa
! Orbitoides '--@------
Fig. 2-12. Distribución de figuras de corriente en una cuenca de flysch (según Stanley). El ejemplo escogido es
el de las areniscas de Annot, de edad Priaboniense, que representan el flysch más externo de los Alpes occidenta-
les (véase fig. 6-16).
A: Principio de la representacidn: los radios de la rosa de los vientos representan los azimuts; los clrculos concén-
t r i c o ~el número de medidas efectuadas. Para una estación dada (aqul la estación 24) el diagrama aparece como
una serie de husos cuya punta está en el sentido de las paleocorrientes; la longitud de la flecha es proporcional
al número de medidas del mismo sentido; la anchura tiene la amplitud de variación de los azimuts considerados.
AS[, una flecha larga Y estrecha da un sentido preciso; una flecha corta y ancha un sentido impreciso.
0 : Resultados: se observa que la cuenca de las areniscas de Annot era extremadamente limitada y recibla alimen-
tación tanto de su borde externo (flecha de oeste a este en la región entre Digne y Gap; flecha de sur a norte
en l a región de Annot) como de cordilleras surgidas en su borde interno (aporte de este a oeste o de sudeste
a noroeste en la periferia del macizo de Argentera-Mercantour, que formaba un relieve desde esta época.
Para l a forma de la cuenca de las areniscas de Annot se comparará con la figura 6-16.
La arenisca.de Annot representa el flysch más tardlo y más externo de los Alpes occidentales, que se sedimenta
cuando casi toda !a cadena está emergida; la disposición de la cuenca, al igual que las facies que en ella se
sedimentan, anuncian los estrechos surcos molásicos que habrán en el Oligoceno y el Mioceno. En todas las cade-
nas, 10s f b c h más externos Y los mas recientes anuncian la facies molásica.
Estratigrafia y paleogeografla 327
OSO ENE
Fig. 2-13. Ejemplo de series radiolarlticas y de formaciones sedimentarias asociadas (según J. Aubouin).
1. Calizas oollticas y guijarrosas; 2. Calizas con sllex; 3. Radiolaritas; 4. Formaciones volcánicas submarinas (4a,
pillow-lavas; 4b, doleritas).
El ejemplo es el de las radiolaritas jurj3sicas del surco del Pindo (Grecia). De a a g la variación de las facies se
sigue regularmente; entre g y h se sitúa un corrimiento muy importante de las formaciones de tipo h sobre las
formaciones de tipo g (escamas ultraplndicas en el frente del manto de las ofiolitas subpelagonienses, véase tomo 3).
La secuencia de facies fundamental es de esta manera la secuencia g, que se encuentra en numerosas unidades.
frecuentemente escondidas bajo el manto del que las escamas de las facies h constituyen las unidades frontales.
La secuencia fundamental es la de un aumento de sedimentación sillcea, del mantenimiento de ésta a un máximo,
y después de una disminución; l o que se interpreta como u n progresivo aumento de la profundidad hasta un má-
ximo, al que sucede una dism~nuciónde profundidad (ligado a una orogénesis en las zonas más internas, al este).
Las calizas oollticas y con cantos representan una secuencia adicionada con significación de brechas de flanco del
surco del Pindo; marcando de este modo la morfologla de éste.
El surco del Pindo se interpreta generalmente como un área paleo-oceánica en la que el borde sudoeste es el del
precontinente; mientras que al nordeste hay el paleo-océano donde las radiolaritas están asociadas a las formacio-
nes de basaltos submarinos ligados a los macizos ofiollticos.
Compárese con la situación de las radiolaritas del surco lombardo (fig. 2-14).
Varese Como
--
LAGO DE COMO
Bérgamo Brescia
-
LAGO DE CARDA
Cuenca
[ Fer-J
Surco lombardo Cresta tridentina Surco bellunes Cresta frioulana Surco juliano
Nudo
Fig. 2-14. Perfil paleogeográfico de los Alpes meridionales italianos (Lombardía y Venecia) en el Jurásico supe-
rior, según J. Aubouin.
Nótese la oposición de estas facies entre los surcos (facies margo-calcárea del surco lombardo, facies calcáreo-
silícea del surco bellunés) y las crestas (facies calcárea condensada en la cresta tridentina, facies calcárea arrecifal
en la cresta frioulana); nótese igualmente l a distinción d e detalle hecha en el surco lombardo que setiala que la zona
de acumulación máxima ha variado en el transcurso del tiempo, de oeste (Sinemuriense) a este (Carixiense-Dome-
riense inferior).
Nóxese, por otra parte, la oposición de facies entre la cresta tridentina con facies de calizas nodulosas (ammonitico
rosso,), muy condensadas y esporádicas, y la cresta frioulana de facies arrecifales, comprensivas y constantes; esta
opos~ciónes la de una cresta de tipo briansonés y de una cresta de tipo Gavrovo. Nótese, además, la presencia de
brechas d e flanco en l a periferia de l a cresta frioulana, que puede interpretarse como brechas de zonas subarrecifales
externas (véase fig. 2-9).
Leyenda litoldgica. 1 , calizas ammonitico rosso; 2, radiolaritas; 3, calizas pelágicas siliceas; 4, calizas arrecifales
5, calizas neríticas; 6, calizas ooliticas o guijarrosas; 7, calizas brechoides; 8, margo-calizas (1 -3, facies pelágicas:
4-6, facies neríticas; 7, facies intermedias = brechas de flanco; 8, facies pelágico-terrigena).
Leyenda esiratigráfica. Lias: L (Li, inferior; Lm, medio; Ls, superior): He, Hetangiense; Si, Sinemuriense; Di-Cal
Carixiense y Domeriense inferior; Ds, Domeriense superior; T, Toarciense. Dogger: D. Malm: M .
* C o n las reservas climáticas debidas: los radiolarios -como los foraminíferos- abundan en las aguas
cálidas de los océanos intertropicales; e n las aguas frías de los océanos polares se encuentran otr?s
organismos silíceos, las diatomeas. Las radiolaritas son así igualmente indicadoras de condiciones paleocll-
matológicas (véase infra) .
Estratigrafía y paleogeografía
CHERBOURG
/ Fallas CUENCA
DE AQUlTANlA
Fig. 2-1 5. Distribucidn de los terrenos secundarios en la periferia del macizo armoricano.
El Triásico, el Jurásico y el Cretácico superior pueden ser transgresivos directamente sobre el zócalo del macizo
armoricano. La transgresión del Jurásico es progresiva, comenzando en el Liásico (Normandla, al oeste de Caen;
Maine; periferia de la Vendée) y se acentúa en el Jurásico medio (Normandía entre Caen y Alencon) (véase fig. 1-9).
La transgresión del Jurásico superior es la más amplia, reposando directamente sobre el zócalo armoricano en Anjou
y dejando testigos bastante más lejos de sus límites actuales (Normandia, al sur de Cherburgo, al oeste de Falaise;
Vendée, cerca de la costa).
Compárese con la figura del volumen 3 (parte 5.8) que muestra que la Mancha occidental está constituida por una
cuenca sedimentaria secundaria y terciaria entre la Bretaña al sur y Cornuailles británica al norte: lo que demuestra
que el macizo armoricano quedó como una isla en los mares del Secundario y del Terciario, tal como veremos a
continuación.
Estas reconstituciones deben ser evidentemente comparables con los datos actuales.
El dominio geosinclinal presenta una comparación con los océanos (véase infra;
y tomo 3). Por ejemplo, dentro del marco del programa JOIDES se han encontrado
en diversos lugares del borde precontinental )series condensadas de tipo briansonés,
lo que justifica la interpretación dada a estas crestas (fig. 1-7): estos sondeos, que
Ilegan hasta el Jurásico superior, dan series cuyo detalle, la sucesión de las facies,
al igual que su espesor, son extraordinariamente comparables a la cresta tridentina
de los A'lpes italianos (fig. 2-14). También la interpretación paleogeográfica reúne
los datos de la oceanografía que le proporcionan un marco preciso.
* Por ejemplo, actualmente el mar Rojo se interpreta como un océano en vías de fomaci6n desde
el Plioceno: los primeros depósitos corresponden a potentes series saliniferas (hay cerca de 6000 m de
series saliniferas cuatern?rias en la fosa de Afars que es la prolongación meridional del mar ojo);
De la misma manera, los primms depósitos que anuncian la abertura del Atlántico tropical son las
series evaportticas del Cretácico inferior (v6ase infra).
EstratigrafÍa y paleogeografía
Fig. 2-16. Esquema de las apariencias de concordancia de los terrenos transgresivos en el eje de los sinclinales
(A) o en el caso de una tectónica de fallas en extensión (B).
Aquitaniense
Oligoceno
Eoceno sup
Fig. 2-19. Posición de los polos y del ecuador y distribución de las facies coraligenas, desérticas (areniscas ro-
jas) y salinlferas en e l Devónico (según Schwarzbach).
Nótese la coincidencia de la repartición de los corales con los mares ecuatoriales o tropicales y de la distribución
de las facies de areniscas rojas y evaporiticas con la zona de desiertos subtropicales.
La forma de la línea que representa el ecuador se basa en el hecho de que las diferentes masas continentales se han
desplazado unas respecto a otras según un proceso evocado por la teorla de Wegener (véase fig. 2-41) y confir-
mado por el paleomagnetismo (véase tomo 3, 5.0 parte).
336 Ectratigrafía
PALEOCLIMA-
F R ~ OY HÚMEDO HÚMEDO Y MENOS F R ~ O FRfO Y SECO
TOLOG~A
I I
CRONOLOG~A
WURMIENSE II E
INDUSTRIA MUSTERIENSE INDUSTRIA
I
% de polen
I de arboles
D
8
a
5o % de polen
de herbáceas
ABEDULES
N
V1
ROBLEDAL
g MIXTO
8
GENEROS
C: MUY
a TERM~FILOS
HERBACEAS
(COMPUESTAS,
GRAMINEAS
...1
8
a
mares cálidos. Los métodos geoquímicos han confirmado esta interpretación que por
carecer de una comparación actual precisa era bastante aventurada*.
Y) Es con la era Cuaternaria, con pulsaciones climáticas rápidas y numerosas,
que la paleocIimatología ha dado los resultados más notables: con el estudio de 10s
depósitos glaciales en las regiones actualmente templadas; los depósitos aluviales en
las regiones actualmente desérticas; vegetales, y a falta de ellos, sus pólens, que
depositados en las turberas restituyen una verdadera estratificación de los climas
(fig. 2-20).
Por el contrario, la prudencia se impone en los períodos más antiguos: en efecto,
podemos quedar engañados por ciertas apariencias. Así, las potentes acumulaciones
hulleras del Carbonífero han conducido a imaginar un clima ecuatorial generalizado
cuyos efectos habrían sido aumentados por la presencia de gas carbónico en mayor
cantidad que en la actualidad. En realidad, el Carbonífero debió de tener climas
diferenciados en zonas, ya que, durante el tiempo en que se desarrollaban bosques
«ecuatoriales» en ciertas regiones, en otras existían casquetes glaciales. Por otra
parte, los depósitos hulleros no caracterizan únicamente al Carbonífero, como se
hubiera imaginado del estudio de la Europa occidental exclusivamente -de donde I
el nombre de Carbonífero-: todas las épocas han presentado depósitos hulleros:
* Recordemos que los radiolarios, además de ser indicadores de profundidad, si forman radiolaritas,
caracterizan los océanos intertropicales (véase supra), etc.
Estratigrafía y paleogeografía 337
el Triásico (Vietnam por ejemplo), el Jurásico (Siberia), el Cretácico (Siberia, Amé-
rica; en Francia, la Provenza), el Terciario (lignitos de Europa -Alemania del Este
principalmente-, América del Norte y del Sur, Asia). Las épocas más antiguas que
el Carbonífero son raramente hulleras, a excepción del Devónico, que lo es en algunos
lugares; ello se debe a que en el Paleozoico inferior la flora continental, muy pobre,
era poco susceptible de dar carbones; se conocen, no obstante, carbones de algas
en el Precámbrico reciente (véase infra).
RESlSTlVlDAD RESlSTlVlDAD
(normal) (inversa)
Fig. 2-22. Mapa de resistividad de la barra turoniana en la cuenca de Ouargla (según Busson).
Este mapa, que da la distribución de las zonas donde la barra turoniana tiene un comportamiento conductor o re-
sistente, es un mapa de facies particular.
En conjunto, las zonas con dominante dolomitica son resistentes y las zonas con dominante calcárea son conduc-
toras.
GTE 2
Fig. 2-23. Discusión del problema transgresión-cambio de facies a partir de las diagrafias (según Busson).
El eje corresponde a tres pozos de la región de Gassi Touil.
La comparación de las diagrafias de un pozo a otro hace aparecer un cierto número de picos homólogos que han
sido marcados por letras (de A a L). El escalonamiento de las diagrafias ha permitido asignar estos diferentes má-
ximos a la secuencia de las facies del Liásico y del Jurásico medio de las regiones citadas.
La consideración de 10: picos hom6logos de las diagraflas establece un régimen de concordancia absoluta, con-
firmado por la presencia de picos secundarios intermedios entre los máximos principales.
En consecuencia, !a desap?rición de la serie salinifera atribuida al Liásico superior del pozo GTE 2 al HCW 1 .es
debido a un cambio de facies. No obstante,.en un primer momento esta desaparición de la sal habla sido atribuida
a una transgresión de las formaciones superiores, llamadas de una manera errónea discordantes: la comparación de
10s picos entre E Y F del pozo,TOU 3 al HCW 1 muestra que no es asl, ya que la llnea de discordancia supuesta
(que se ha senalado en,el gráfico con un trazo ondulado) es perfectamente oblicua en relación a la serie de picos
secundarios que se repiten de un pozo a otro.
Estratigrafía y paleogeografía 341
L J
- MAR DE NORUEGA
-
0- -
- GOLFO DEL MAlNE -
- -
- COSTA ORIENTAL -.
- DE GROENIANDIA
-S - -
-
- -
-
-
MAR ABIERTO
-
- DE GROE&ANDlA -
l i i i l i l i i l . l l I I I l I 1 1 I I I I I
15 20 25 30 35 40
Salinidad aloo
* Desde este primer trabajo, que se remonta a 1951, se h a n hecho varias objeciones a l a exactitud
de este resultado. Pero el principio permanece.
342 Estratigrafía
Fig. 2-25. Sucesidn de estaciones registradas en e l crecimiento de un rostro de belemnite (segíin Urey et ab).
El belemnite utilizado era de edad Jurásico superior, más exactamente del Oxfordiense.
Las zonas negras del negativo, que corresponden a fisuras en el rostro, no han sido tratadas en razón de las altera-
ciones posteriores.
En el resto del rostro, se ha podido reconocer una alternancia de anillos con gran cantidad de l 80, interpretados
como correspondientes a periodos de verano, y con débil cantidad de 1 8 0 , interpretados como períodos de invierno.
...
Se ve que naci6 en otoño y murió cuatro años despubs, en primavera ...
De hecho, este ejemplo histórico suscita diversas objeciones.
Diversos valores han sido calculados para esta constante de equilibrio que se sitúa entre
O "C y 25 "C, entre dos valores 1,025 - 1,021 (Epstein), 1,022 - 1,018 (Urey) 1,018 - 1,014
(Thorley). Lo que demuestra:
- que en el dominio de temperaturas de la hidrosfera los carbonatos son ligeramente más
ricos en "0 que el agua del medio en que se forman;
- que este enriquecimiento de los carbonatos en 'Q disminuye con la temperatura.
-
Se tiene pues en cuenta este fenómeno en el cálculo de las paleotemperaturas de preci-
pitación de los carbonatos; lo que viene a reducir al mínimo la proporción de "0 en el
- - 0 O ' +
SDO/oo
-100
-200
-300
- 50 - 40 -30 - 20 -10 O + 10 + 20
81a00/oo
Fig. 2-27. Evolución de las proporciones D/H y 1 8 0 / 1 6 0 en las aguas marinas (según Craig y GOrdon).
El ejemplo escogido e s el de las aguas del Atlántico Norte.
Se ve que las dos relaciones varian según una recta de precipitación tal que las variaciones de la proporción de
deuterio D son del mismo sentido que las de 180.
El mismo razonamiento puede aplicarse al par deuterio/hidrógeno y al par 180/160: las aguas de evaporación se
enriquecen en isótopos ligeros (H o 'W), mientras que las aguas que permanecen ven aumentar su proporción de
isótopos pesados (D, leo). Son pues las aguas más cálidas las que son más ricas en isótopos pesados y las más
frias en isótopos ligeros.
Fig. 2-28. Curva de la proporción de carbonato de estroncio Co3Sr en los carbonatos en función de la desviación
isotópica 6 ' 8 0 (según Bowen).
El ejemplo escogido es el de los carbonatos fijados por los braquiópodos actuales.
S e observa que la proporción de C0,Sr aumenta con la desviación isotópica 6 j80, dicho de otra manera con la
proporción de ' 8 0 ; o sea, que la fijación de C03Sr aumenta con la temperatura.
La correspondencia establecida entre uno y otro fenómeno por la curva representada permite hacer del C03Sr un
termómetro geológico.
C u r v a TL n a t u r a l
H
(Cm cm)
/\
,5
....f......'
.......... desexcitación
tl.....'
- / a los UV
supuesta por Wegener (véase infra), proporcionando así un nuevo marco a las recons-
trucciones paleogeográficas a escala del Globo.
Tal como se ha recordado (véase pág. 296) y como será tratado en el tomo 3, los
cuerpos ferromagnéticos han podido fosilizar los campos magnéticos pasados:
- ya sea, tratándose de ciertos minerales de las lavas, durante el enfriamiento de éstas
por debajo del punto de Curie de estos minerales (paleomagnetismo termorremanente);
- ya sea, tratándose de ciertos minerales de las rocas sedimentarias, del depósito de
éstos según la orientación del campo magnético del momento.
Se ,ha demostrado así:
- que en un lugar dado, en el transcurso del tiempo, la dirección -y el sentido
(véase pág. 298)- de un campo magnético había variado; lo que acreditó, en un
primer momento, la noción de «migración de los polos» (véase supra, fig. 1-22);
- que en un momento dado, en lugares diferentes significativos (continentes, blo-
ques continentales diferentes), la dirección del campo magnético indicado por el
paleomagnetismo era diferente; lo cual, con independencia de una eventual migración
de los polos -que no está demostrada- prueba que los continentes en cuestión han
sufrido movimientos relativos cuya amplitud explica las diferencias de orientación
de sus campos magnéticos fósiles en la época escogida. Colocándolos de nuevo de
tal manera que sus campos magnéticos fósiles sean compatibles con una misma posi-
ción de los pdos en la época considerada, se les restituye a su -posición original
(fig. 2-31).
Sicani
O Zona
I <' I I no 1 1
A
PROVENZA
Fig. 2-31. Puesta en evidencia de la rotación del conjunto Corso-Sardo mediante los datos del paleomagnetismo.
A: disposición supuesta del conjunto Corso-Sardo antes de la rotación (según Alvarez). Se ha dispuesto el con-
junto Corso-Sardo acercando los taludes continentales (representados por líneas dentadas). La rotación se habría
producido alrededor de un polo situado en el golfo de Génova; a favor de ésta, una parte de la corteza se
habría hundido y habrla dado lugar a las rocas plutónicas y volchnicas del mar Tirreno y de Cerdeña (en su posición
actual) representados en gris.
B: dirección aparente del polo oligoceno de Cerdeña a partir de las medidas paleomagnéticas en las traquiandesitas
del noroeste (Alguer) .(según Jong, Manzoni, Zijderveld). Los diferentes puntos, cruces, triáigulos, etc... represen-
tan los polos de las diversas coladas numeradas de 1 a 10; las marcas en negro indican el polo norte con una in-
clinación positiva; las marcas en blanco, el polo sur con una inclinación negativa. En el Oligoceno, la dirección me-
dia del eje de los polos magnéticos era pues aproximadamente noroeste sudeste. Se admite pues que el conjunto
Corso-Sardo ha girado 4 5 O hacia el este después del Oligoceno según el mecanismo sugerido en A: situando el con-
junto Corso-Sardo en la posición representada en A, la dirección del eje de los polos oligocenos seria conforme al
norte-sur actual.
La rotación del conjunto Corso-Sardo e s discutida en su principio y en sus modalidades; por lo que respecta a
éstas, el polo de rotación admitido por los diferentes autoejes no es siempre el mismo; y, según los casos, se consi-
dera que el conjunto Corso-Sardo ha girado solo, tal como se indica aqul, o bien con el conjunto de los Apeninos,
lo que conduce a situar una zona de subducci6n ya sea al este del conjunto Corso-Sardo, como se ha sugerido
aquí, o en el frente de los Apeninos.
día separados hayan podido estar juntos en un momento dado, nos da una solución
simple y nueva: la distribución de faunas y floras del Permo-Carbonífero encuentra
así una explicación (véase infra, pág. 439).
La repartición y la*evolución de los paleoclimas encuentran así una explicación
razonable. Así ocurre con: las antiguas areniscas rojas devónicas y las modernas
areniscas rojas pérmicas, que, en dos épocas diferentes corresponden a las zonas
desérticas subtropicales (véase supra, fig. 2-19); las trazas glaciales en el Permo-
Carbonífero, que se reparten en las zonas peripolares de la época (fig. 2-32); los
depósitos hulleros de la misma época que corresponden a la zona intertropical
(véase fig. 2-41); el acercamiento inesperado de unos y otros en la geografía actual
que resulta de los movimientos ulteriores de los fragmentos continentales*, etc. A titulo
de ejemplo se dará, al hablar de cada gran era, la distribución mundial de las evapo-
ritas (figs. 4-6, 4-19 y 5-4) que podrá ser comparada con la de los continentes (figu-
ras 5-3 ABC y 6-3).
Los métodos físicos nos dan pues datos valiosísimos, cuantificados. Han demos-
* Así A. Wegener insistió mucho en la proximidad actual de los dep6sitos carboniferos glaciales del
continente indio y los hulleros de Indonesia. La génesis del Himalaya mediante el desplazamiento relativo
de la India, que vino a hundirse bajo Eurasia, trata de explicar esta aparente anomalía paleoclimática:
en el Carbonífero Indonesia estaba situada en la zona intertropical; mientras que la India pertenecía a la
zona peripolar.
Estratigrafía y paleogeografía 349
trado las hipótesis cualitativas antiguas; más frecuentemente aún, han permitido un
análisis de los fenómenos que hasta entonces escapaban a los métodos más clásicos.
A) Generalidades
La reconstrucción paleogeográfica detallada se apoya en cuatro tipos de criterios:
- los atributos que corresponden a las propiedades cualitativas que tiene o no
un depósito. Aquí cuenta solamente la presencia o ausencia de un material, sin que
intervengan las nociones de cantidad. La distribución aluvional de un mineral, la
presencia de tal mineral pesado, la existencia o no de oolitos, etc., son atributos
que, a escala de una cuenca, permiten confeccionar un mapa de facies y un mapa de
biofacies;
- las propiedades escalares que se expresan por cantidades. El tamaño de un
grano, la proporción de un mineral, el valor de diversas proporciones (porcentaje
de los clásticos, de los tipos de arcilla, etc.) son propiedades escalares que pueden
ser observadas: según una vertical, en una columna estratigráfica* que podrá subdi-
vidirse por el análisis secuencia¿; según la horizontal, en un mapa, en tal caso la
propiedad escalar permite definir un gradiente (evolución del modo granulométrico,
evolución del porcentaje de ilita-caolinita, evolución de un dato geoquímico, B,
Cu, etc.). Los mapas de isopacas que muestran las variaciones de espesor o los mapas
de litofacies son casi siempre construidos;
- las propiedades direccionales que caracterizan las direcciones y se expresan
mediante vectores. El análisis de estratificaciones cruzadas, de las ripple-marks, de
* L a columna estratigráfica se denomina frecuentemente «lag» en función de su forma que evoca
un tronco (del inglés log = tronco).
Estratigrafía
figuras de corrientes (véase supra, fig. 2-12) y de la orientación de los fósiles son
imprescindibles como datos. Las propiedades direccionales observadas en un perfil
vertical ayudan a apreciar la organización y la simetría interna del cuerpo sedimen-
tario que puede ser isótropo si tiene la misma constitución de abajo arriba o anisó-
tropo si se observa una clara diferencia entre la base y la parte superior (caso de
una granoclasificación vertical o graded-bedding). Trasladadas a un mapa, las propie-
dades direccionales hacen aparecer un gradiente significativo de una dirección de
movimiento;
- las propiedades tensoriales corresponden a direcciones que sólo adquieren su
valor en un triedro de referencia a la imagen del elipsoide de las tensiones en análisis
tectónico, o del elipsoide de los índices en análisis cristalográfico. Son de esta cate-
goría los valores de la permeabilidad, del coeficiente dieléctrico y de la susceptibi-
lidad magnética.
B, 1
I F..l
[mi
1-1 1
Brecha con larninitas y esparita con
ooiitos finos
Micrita con oncolitos rosados, trocholinas
~ i c r i t acon arninitas
Plaquetas, pseudomorfosis de yeso,
cantos blandos. estrornatolitos
C O R T E D E R O C A M A D O U R
Fig. 2-33. Serie del Dogger superior del Causse de Gramat a nivel de Rocamadour (según J. Bouroullec, J. Del-
faud, J. Gauthier y M. Lenguin).
Este perfil es uno de los muchos que han servido para establecer los diagramas de las figuras siguientes, de 2-34
a 2-37.
Estratigrafía y paleogeografía 351
I I -
Perfil Alta mar Pertil
Pateo
geografico
.....,.......,. teorico
Proximidad
MEDIOS BAJO INFRAMAREAL
FONDO INTERNA INTERMAREAL SUPRAMAREAL
Mediar
Y
lases de microfacia
8 7 6 5 4 3 7
L ( clasificaci,
Fig. 2-34. Modelo para el antílisis de rnicrofacies de las series del Dogger superior del Causse de Gramat (según
J. Bouroullec e t al.).
Las facies han sido señaladas por números, del 1 a l 8. Las 6 primeras microfacies esdn representadas en el corte
de Rocarnadour (fig. 2-33).
Esta.figura da laadistribuci6n de caracteres estraton6rnicos. energbticos, fisicoquimicos de las principales facies, en
función del perfil paleogeográfico.
son de tipo negativo, por lo tanto regresivas. Traducen una lenta colmatación inte-
rrumpida por bruscos fenómenos de hundimiento*.
* E n esta epoca pueden ponerse estos movimientos en relacidn con las distensiones a partir de las
cuales se empieza a originar e l AtYntico'. Pero n o es en este estadio que se llega a esta conclusldn.
352 Estratigrafía
SE SE
CHARENTES I PERIGORD
I
OUERCY
I
l !
A MAS PROFUNDIDAD
/ DE ALTA ENERGIA I INTERNA IREAL I MAREAL
6
CHARENTES 1 PERIGORD ¡ QUERCY
Fig. 2-35. Esquemas de la sucesión de las facies del Dogger superior en el borde norte de Aquitania (según
J. Bouroullec e t ab).
Estos esquemas se han establecido por el análisis comparado de diferentes cortes repartidos en el borde norte de
Aquitania en función de los criterios señalados en las figuras 2-33 y 2-34.
A: repartición horizontal de las facies tal como se presentan actualmente (JA: Batoniense inferior; JB: Batoniense
superior-Calloviense; JC: Oxfordiense).
B: perfil paleogeográfico general a partir de un análisis basado en los criterios señalados en la figura 2-34.
Se ha'n distinguido diecjsiete facies: 1, margocaliza con cefalópodos; 2, micrita arcillosa con microfilamentos; 3, ctarre-
cifess aislados; 4, micrita con microfilamentos; 5, micrita con microfilamentos, guijarros, fauna bentónica; 6, arco
arrecifal y cordones oollticos; 7, micrita con guijarros y fauna bentónica; 8, micrita con fauna bentónica; 9, esparita
con guijarros y restos de conchas; 10, cordones y dunas oollticas; 11, micrita con oncolitos: 12, micrita con trocho-
linas y bioturbaciones; 13, brechas con guijarros negros, cantos blandos; 14, laminitas mecánicas; 15, 1amini:as
contorneadas y birdseyes; 16, micritas con cristales pseudomóficos de yeso; 17, micritas y arcillas con lignito
y caráceas.
Solamente las facies de 11 a 17 están presentes en Quercy en los cortes análogos a los de Rocamadour (figs. 2-33
y 2-34). Las equivalencias de facies son respectivamente: (17 + 16.+ 15) = (1 + 2); (14) = (3 + 4 ,+ 5);
(13 + 1 2 + 11) = (6 + 7).
Las otras facies (1 a lo), m k mar adentro, están representadas en el Perigord y la Charente; serían susceptibles
de un análisis comparable a este que ha sido hecho para las facies de Quercy.
Estratigrafía y paleogeografía 353
l s q \ D o r n i n i o medio, energ6tico
m x x 1 Dominio lagunar (marco paleozoico)
ripple marks, las burbujas de gas, las gotas de lluvia y las grietas de desecación;
brechas poligénicas con elementos calcáreos claros y redondeados, y facies con guija-
rros negros alojados en bóvedas socavadas, sugieren la existencia de canales de
marea que transportan los depósitos vecinos, apenas litificados; se observan además
algunas micritas con algunos oolitos oscuros, aplanados, ricos en pirita y materia
orgánica.
- la facies inframareal (6 + 7 ) , o de lodazal interno, corresponde a potentes
micritas, ricas en trocholinas y huecos rellenos por materia orgánica y pirita como
testimonio de un medio localmente reductor; estas micritas alternan con nódulos
algales centimétricos (oncolitos) cuyos bancos masivos están limitados por una super-
ficie endurecida («hard groundn), rojiza, que significa un medio oxidante. Otras
PLATAFORMA I ZONA
; 1
4
EXTERNA
LA
l
I
ZONA DE ALTA ENERG~A
LI1
r
l
I
- PLATAFORMA INTERNA
L
r
I ZONA INTERMAREAL
: r l l
v..
I
I
SUPRAMAREAL
+
I I l
Fig. 2-37. Bloque diagrama teórico de los diferentes paisajes d e l borde norte de Aquitania y de los depósitos co-
rrespondientes a / Dogger superior (según Bouroullec et al.).
Esta figura generaliza en el espacio l a figura 2-35 B teniendo en cuenta la repartición cartográfica de la figura 2-36.
Se observa el papel esencial jugado en Aquitania por l a barrera arrecifal subarrecifal que corresponde a la zona de
alta energía.
Veintidós facies han sido reconocidas: 1, margocaliza con cefalópodos; 2, micrita arcillosa con microfilamentos;
3, micrita guijarrosa con fauna bentónica; 4, cordón y dunas ooliticas con estratificación cruzada; 5, pólipos; 6, es-
pejo de falla en las facies oolkicas; 7, canales de marea dispersando el material oolítico hacia la costa; 8, micrita
biotulbada c o n trocholinas; 9, micrita c o n oncolitos; 10, esparcimiento de material brechoide y oolitico (11, ori-
ginario d e la zona intermareal); 12, microtalud correspondiente al límite inferior de la zona mareal; 13, laminitas
mecánicas; 14, grietas de desecación; 15, microcanales d e marea, brechoides o con guijarros neg.ros ferruginosos
(1 6); 17, alfombras estromatoliticas; 18, duna costera; 19, acúmulos de lignito; 20, pantanos con hierbas, coníferas;
21, lagunas yesíferas; 22, estromatolitos aislados.
A) La subsidencia
altura
de! agua descenso
--S
profundas cuya densidad es más elevada (3,2 para la capa básica, más elevada aún
para las partes superficiales del manto); en estas condiciones, por un simple cálculo,
se ve que el hundimiento debido a la sedimentación no podría ser más que de alre-
dedor del 70 % de la altura de los sedimentos continentales depositados al aire libre
(densidad 2,2) y del 40 % para los sedimentos marinos depositados bajo el agua (den-
sidad relativa: 1,2). *En estas condiciones, la sedimentación no puede ni crear una
cuenca sedimentaria ni hacer otra cosa más que colmatarla rápidamente; todo lo
más, el peso de los sedimentos puede ser un factor de control de la subsidencia.
Ésta, en lo esencial, es pues debida a un movimiento activo de la corteza; además,
tales hundimientos se producen independientemente de toda sedimentación impor-
tante: muchos surcos geosinclinales nacen mucho tiempo antes que las series sedi-
mentarias potentes se acumulen en ellos (de manera que puede distinguirse un período
de vacuidad antes de un período de colmatación -véase pág. 367-); los surcos
esperan, «vacíos», que los sedimentos vayan a acumularse. La subsidencia es un
fenómeno geotectónico.
4. La hipótesis de la expansión oceánica aporta una fina explicación a la subsi-
dencia de ciertas series marinas (véase tomo 3). La forma de las dorsales medio-
oceánicas se interpreta como derivada del domo de calor ligado a la elevación del
manto superior en el nivel del rift medio; alejándose progresivamente del rift,
la litosfera oceánica se enfría progresivamente, haciéndose más pesada; por simple
efecto isostático tiene tendencia a hundirse. Así:
- al alejarse del eje de la dorsal la profundidad aumenta progresivamente;
- los volcanes arrastrados en el movimiento se hunden a medida que se alejan;
lo que conduce: a un desarrollo de un anillo de arrecifes costeros alrededor del
volcán a una cierta distancia del eje de la dorsal; después, más lejos, a la formación
de atolones cuando el volcán está sumergido (fig. 2-39)*. Esto da cuenta de la
Y
--P
---
850 km --
activa subsidencia arrecifal de los atolones del Pacífico según el modelo supuesto por
1500 km
CRESTA
1300 km
----.,
Fig. 2-39. Esquemas que muestran la migración de los volcanes y la formación de los atolones y de los guyots
en los flancos de una cresta mediooceánica (según Hess).
A medida que los volcanes se alejan del eje de la cresta, donde se forma la nueva corteza ocehnica, se hunden
progresivamente y se rodean de una corona de arrecifes que pronto persisten solos en forma de atolones. La ex-
pansión oceánica da por lo tanto una explicación simple a la subsidencia de los volcanes generadores de atolones.
Fig. 2-40. Sedimentacidn cada vez más antigua y más potente al alejarse del eje de las crestas mediooceánicas
(según Hess).
Mientras que en el eje de las crestas, donde se forma la corteza oceánica, la sedimentación s610 es actual, al ale-
jarse es cada vez más antigua y correlativamente cada vez más importante. La expansi6n oceánica da así una ex-
plicación simple de la subsidencia oceánica.
Nótese que en un punto dado, los diferentes niveles de la columna estratigráfica se han sedimentado... en puntos
diferentes. Esta noción de ((alfombra movediza sedimentaria)) es susceptible de modificar las interpretaciones pa-
leogeográficas en el medio (paleo) oceánico.
tanto más importantes cuanto más próximos al continente. Así se crea la «zona
subsidente» del glacis continental (véase fig. 2-6).
B) La movilidad continental
descrédito considerable después de haber conocido el éxito más grande. Sin embargo,
sin decirlo, la mayor parte de los tectónicos continuaron siendo wegenerianos.
2. El paleomagnetismo ha aportado, en los años recientes, la prueba de la «deriva
de los continentes» según la misma expresión de Wegener, tal como se ha expuesto
(véase pág. 346) y como será desarrollada en el tomo 3.
Así se ha podido reconstruir la posición de los diferentes continentes en el
transcurso de los tiempos y, particularmente, demostrar que formaban parte de un
conjunto único denominado «Pangea» -al que se oponía una Panthalassa- al final
del Primario (fig. 2-42), volviendo así de nuevo el esquema de Wegener (fig. 2-41).
Al hablar de las eras Secundaria y Terciaria, daremos las reconstrucciones sucesivas,
realizadas en parte gracias al paleomagnetismo. Para los tiempos primario y más
antiguos, existen aún muchas incertidumbres.
3. La hipótesis de la expansión oceánica proporciona un mecanismo a la deriva
continental.
A. Wegener pensaba que los continentes siálicos derivaban como balsas sobre el
sima subyacente, bajo el efecto de su momento de inercia en relación con la rotación
terrestre. La forma de la Tierra era una esfera, por lo que los continentes debían
derivar a la vez hacia el oeste (retardo en la rotación) y hacia el ecuador (efecto
axífugo). Así se explicaba simplemente la doble orientación de los cinturones orogé-
nicos, latitudinal (cinturón mesogeo) y esencialmente longitudinal (cinturón peripací-
fico). En el frente de los continentes se desarrollaban cadenas montañosas por «efecto
de proa» (cordilleras americanas) y detrás tenía lugar la formación de los arcos
insulares por «efecto de popa» (arcos insulares asiáticos), lo que justificaba la disi-
metría del Pacífico; mientras que el acercamiento y la colisión de los continentes
provenientes del Angara y del Gondwana (Eurasia y conjunto africano-árabe-indio)
daban nacimiento a las cadenas alpinas de Eurasia.
Quedaba el hecho de que las Américas tenían una proa pero no tenían popa;
que Eurasia tenía una popa pero no tenía proa; y que Africa no tenía ni proa ni
popa ... Mlientras que los cálculos muestran que la fuerza de inercia invocada por
A. Wegener es insuficiente para mover los continentes, dado el coeficiente de visco-
sidad elevado del sima*.
La hipótesis de la expansión oceánica y la hipótesis complementaria de la tectó-
nica de placas resuelven estas dificultades suministrando un motor a la deriva de las
placas por la expansión oceánica y haciendo de los continentes objetos pasivos arras-
trados con las placas en las que están «atrapados como barcos en un banco de
hielo y derivando con él», según una expresión de X. Le Pichon. Según que haya
colisión de los continentes (cadenas alpinas mesogeas), subducción en sus límites
(cordilleras americanas) o lejos de sus límites (arcos insulares asiáticos), se desarrollan
tipos de cadenas diferentes; todos los demás límites están en calma tectónicamente
(borde continental de tipo atlántico). Así, Africa, atrapada en una amplia placa
africana, sólo ha conocido una colisión con Eurasia, en su borde septentrional.
Sin duda ciertos aspectos de la movilidad continental así concebida pueden ser
discutidos, como se hará en el tomo 3, en el capítulo consagrado a la tectónica
global. Pero, en conjunto, la solidez de los argumentos y su coherencia pueden ser
considerados como una demostración de la movilidad continental.
4. Las reconstrucciones de las posiciones sucesivas de los continentes se apoyan
en los métodos precedentes. Por ello, tratándose de la Pangea y del destino de 10s
diferentes continentes que de ella han resultado, se ha podido:
* Las nociones de sial y de sima han caído en desuso en provecho de las de corteza-manto, después
litosfera-astenosfera (véase tomo 3).
Estratigrafia y paleogeografia 361
FkI. 2-42. U n i h de /OS confinenies en una Pangea a/ final del Carbonifero (se@n Dietz y ~ ~ l d ~ ~ ) .
LOS polos ~ o r t ede Europa y de América del Norte, Sur de África. Australia, India y America del Sur han sido
representados.
La reconstituci6n se ha realizado: de una parte calculando en un ordenador un modelo de uni6n de los continen-
tes Por su borde precontinental ( f i g 2-43); por otra parte, basdndose en los datos del paleomagnetismo.
N6tese que el conjunto no es perfecto, que hay. hiatos (en blanco) o, al contrario, zonas de recubrimiento anorma-
les (en negro): Pero el conjunto coincide suficientemente.
A la pangea se opone una. Panthalassa, vasto océano precursor del Pacifico del que la Mesogea o Thetys aparece
como la prolongaci6n occidental. Por el contrario, el océano Indico y el océano At18ntico no aparecen.
No deber8 olvidarse sefialar que esta figura. establecida con todos los medios geofrsicor y matem8ticos modernos,
es muy parecida a l a presentada por Wegener (véase fig. 2-41). El arco A (en la parte media izquierda de la
figura) y el arco S. (en la parte inferior izquierda) representan un punto fijo que se reproducir8 en las figuras 5-3,
6-3 y 7-6.de manera que se pueda apreciar no a610 el desplazamiento relativo de los continentes, sino también su
desplazamiento absoluto.
centro
de rotación
1
Inicio
Longitud
B
Fig. 2-43. Esquema que ilustra el m6todo de los cuadrados menores (según Bullard, Everett. Smith).
A: Deducción del contorno continental a partir de otro por una rotación.
B: Aproximaciones sucesivas .de la posición del polo de rotación (comentario en el texto).
Los contornos de dos continentes -aumentados con sus precontinentes- que resultan
de la ruptura de un conjunto único, se deducen el uno del otro por una rotación alrededor
de un eje perpendicular a los grandes círculos del globo que contienen puntos equivalentes
dos a dos P, y P,'; este eje define así dos polos de rotación en el lugar donde recorta
la esfera terrestre (fig. 2-43 A).
Sea uno de estos polos de latitud 8 y longitud h., y p. la rotación necesaria para hacer
corresponder dos puntos P, y P,' de una parte y de otra del océano. Toda rotación deja
una diferencia de «longitud aparente)) de (p, - po) entre el punto real P,' y el punto obtenido
por la rotación*. Esta diferencia expresa el error de ensamblaje.
Sea otro polo de rotación de latitud 0' y longitud h', y p,,' la rotación necesaria para
hacer corresponder los puntos P, y P,' dos a dos. La misma rotación pa dejará una diferencia
de longitud aparente de (,p,' - po'). Sea un error medio
El método consiste en hacer este error lo más pequeño posible. El problema es tratado
con ordenador según el modelo expresado por la figura 2-43 B. Se parte pues de una posición
del polo de rotación que se estima que es la mejor (8, k). El error Q(0, h ) se calcula
mediante (2), a partir del mejor ángulo de rotación po dado por (3). Conservando la latitud
del polo de rotación, se aumenta (o disminuye) su longitud en un ángulo pequeño 6 (gene-
ralmente 2.9 que da Q(0, k +
6); se repite el proceso hasta el momento en que Q es
mínimo cuando
Q(6, h + ( y + 1) 6 ) > Q(0, h + y61 .
* «Longitud aparenten tomando el eje de rotación como referencia y no el eje de los polos
Ectratigrafía y paleogeografía 363
+
Se conserva entonces este valor de longitud Q(0, h. yF) y se aumenta (o disminuye)
la latitud 0 en la misma cantidad S hasta el mpmento en que
. ,
Y así sucesivamente, tomando desviaciones más pequeñas F/2, después 6/4, etc., hasta
un error aceptado anteriormente, generalmente de O' l. Se tiene entonces (con este error)
definido el polo de rotación de dos masas continentales y el valor de la rotación.
Así se ha podido reconstruir el conjunto de los continentes dos a dos (fig. 2-44); sin
que el detalle de las certidumbres sea total, ya que hay zonas de hiato y zonas de recu-
brimiento que deben encontrar una explicación, ya sea por un afinamiento del método,
ya sea por razones geológicas (existencia de conos sedimentarios posteriores al inicio de la
rotación, lo que modifica la marca inicial; deformaciones contemporáneas de la rotación,
principalmente en las regiones tectonizadas; etc.).
46. - seguir el desplazamiento de los continentes que resultan de la ruptura
de la Pangea:
aproximativamente, situando los continentes gracias a los datos del paleomag-
netismo, cuya precisión deja siempre un cierto margen de incertidumbre (véase pá-
gina 347 y tomo 3).
w-
4 EURASIA B
E
--- 53 rna
Fig. 2-45. Movimientos relativos de la placa africana y de la placa auroasiática, deducidos de las anomallas mag-
ndticas atlánticas (según Dewey, Pitman, Ryan y Bonnin).
Por convención, Eurasia ha sido representada fija, sirviendo de punto de referencia; se han representado pues sola-
mente los movimientos relativos a Africa; a excepción, no obstante, de los movimientos de España ligados a la aber-
tura del golfo de Gascuña.
Cada una de estas figuras ha sido construida modelando el continente africano en el dibujo de las anomalías seña-
ladas por su edad absoluta (véase figura 1-25).
Las flechas son vectores paralelos al desplazamiento de Africa de una etapa a otra, interpretado como una rotación
alrededor de un polo que cambia cada vez; son por lo tanto pequeños circulos de rotación que corresponden a los
diferentes polos de rotación. Representadas estas flechas en Eurasia, expresan el sentido de los movimientos tec-
tónicos que deben observarse aqul en contrapartida de la movilidad africana.
Tal análisis es susceptible de dar una guía de la evolución tectoorogénica de las cadenas mesogeas (v6ase
tomo 3).
I
Estratigrafía
todos los océanos, sin que hubieran existido -en el sentido geofísico- previamente.
Ahora bien, las facies de los terrenos primarios -para limitarse a éstos- que se
encuentran en las cadenas hercinianas y caledonianas no son fundamentalmente dife-
rentes de los de las cadenas alpinas: se encuentran principalmente rocas ultrabásicas
que parecen representar fragmentos de corteza oceánica (véase infra).
No obstante, es probable que los tiempos precámbricos más anfiguos no hayan
conocido una evolución parecida a la que nosotros hemos evocado. Puede ser que
ésta no comience verdaderamenfe hasta el fin de los tiempos precárnbricos, período
en el que parece haber sido formada una primera Pangea cuya ruptura, y después
la unión de sus diferentes fragmentos, seríap la clave de los ciclos orogénicos cale-
doniano y herciniano. Demasiadas incertidumbres pesan aún sobre estos tiempos tan
antiguos para que podamos dar esquemas significativos como lo haremos para los
tiempos secundarios y terciarios.
C) La noción de geosinclinal
Esta noción, puesta en evidencia por J. Hall, después bautizada por J. D. Dana
en los Apalaches, desarrollada por E. Haug a propósito de los Alpes, generalizada
por H. Stille, está en el mismo corazón del pensamiento geológico.
Nació del hecho, observado por J. Hall, de que muchas cadenas de montañas
tienen su origen en el emplazamiento de zonas subsidentes, o dicho de otro modo
de sinclinales a escala de la corteza terrestre o geosinclinales, En la base de la noción
POLARIDAD GEOSINCLINAL
SENTIDO DE LA MlGRAClÓN OROGÉNICA
(Polaridad orogenica)
SENTIDO DE INCLINACI~NDE LOS ACCIDENTES
TECTÓNICOS (pliegues, mantos, etc.)
EXTÉRNIDES INTÉRNIDES
Espacio miogeosinclinal Espacio eugeosinclinal
A- * - A
Fig. 2-47. Esquema que resume la constitución de un geosinclinal elemental (según J. Aubouin).
En A, las ofiolitas son interpretadas como formadas por pluto-volcanes abiertos en el fondo oceánico (Según
J. Aubouin).
Este esquema, establecido según los datos geológicos, reconoce:
- un substrato continental en el dominio miogeosinclinal que aparece marginal al continente; y en la cresta eu-
geanticlinal que aparece como un archipiélago;
- un substrato oceánico más allá de la cresta eugeanticlinal (océano libre = área oceánica).
El surco eugeosinclinal queda indeterminado (de ahi el signo de interrogación): o bien se trata de un surco del
margen continental, o bien tiene ya un fondo oceánico.
En B, las ofiolitas son interpretadas como pedazos de corteza oceánica corridos posteriormente.
Este esquema, adaptado del precedente, distingue pues dos dominios oceánicos (cf. figs. 2-50 y 2-51):
- uno, más al16 de la cresta eugeanticlinal, correspondiente al océano propiamente dicho;
- otro, correspondiente al surco miogeosinclinal, con significacibn de mar marginal de tipo Pacifico sudoeste
(cf. fig. 2-51).
Estratigrafía y paleogeografía 367
estaban las nociones de subsidencia y orogénesis; se añadieron rápidamente las de
metamorfismo y magmatismo, ya que la mayor parte de cadenas de montañas son
la sede de estos fenómenos.
Esta noción, que durante algún tiempo fue vaga, bajo forma de una fosa en
cuyo fondo los Sedimentos eran metamorfizados, y después granitizados, se puso al
día después que E. Argand demostrara que ciertas cadenas se formaban fuera de
estas zonas, por simple deformación del zócalo (pliegue de fondo) o deslizamientos
de terrenos sedimentarios (pliegues de cobertera) (véase tomo 3). H. Stille debía
luego demostrar que, adyacentq a un antepaís, masa continental que había perma-
necido estable y hacia la cual la cadena se encuentra inclinada, el dominio geosin-
c h a l podía dividirse en un dominio miogeosirzclina2 que bordea inmediatamente el
continente y un dominio eugeosinclinal situado más lejos; desde hacía mucho tiempo,
el lado del continente o antepaís se denominó «externo» y el lado opuesto «interno»,
en función del sentido de inclinación de los accidentes tectónicos hacia el antepaís;
de manera que el dominio miogeosinclinal es externo y el dominio eugeosinclinal
interno.
1. Puede precisarse más el tipo de organización geosinclinal, ya que el dominio
miogeosinclinal lleva consigo generalmente un surco y una cresta (surco miogeosin-
c h a l y cresta eugeanticlinal), sin tener en cuenta la paleogeografía de detalle de estas
crestas y surcos ni de sus relevos en el sentido axial; puesto que los surcos y pliegues
son unidades paleogeográficas -isópicas- alargadas axialmente, depresiones subma-
rinas en un caso (surcos, que son fosas alargadas), salientes submarinos en el otro
caso (crestas, que son elevaciones alargadas). Cada una de las crestas o surcos del
conjunto miogeosinclinal-eugeosinclinal tiene sus características propias: así, entre
otros caracteres (fig. 2-47):
- en el plano sedimentario se puede distinguir (fig. 2-49): un período de vacuidad
en el transcurso del cual cada zona se expresa en sus facies, pelágicas o pelágico-
terrígenas en los surcos sobre cuyos flancos se intercalan brechas de flanco, neríticas
y subsidentes en ciertas crestas (tipo Gavrovo), pelágicas y condensadas en otros
(tipo Brianqon); un período de colmatación en el transcurso del cual, en función
de la surrección de regiones vecinas, sedimentos terrígenos forman el flysch que
enmascara la sedimentación característica de cada zona: en función de la orogénesis
que se desarrolla desde el interior hacia el exterior de cada cadena, los flysch son
más antiguos en el interior (dominio eugeosinclinal), más recientes hacia el exterior
(dominio miogeosinclinal);
- en el plano magmático, el dominio eugeosinclinal está caracterizado por rocas
ultrabásicas u ofiolitas (véase tomo 1); mientras que el dominio miogeosinclinal está
desprovisto de toda señal de actividad magmática.
Considerando un dominio geosinclinal complejo como el que, durante el ciclo
alpino, separaba el antepaís europeo del antepaís africano, se ha podido demostrar
que estaba constituido por órganos elementales de motivos que se reproducían de
forma simétrica más o menos regular; siendo el órgano elemental, el motivo, el par
miogeosinclinal-eugeosinclinal que ha sido descrito anteriormente. Generalmente, el
motivo se produce en sentido inverso hasta el próximo antepaís, de manera que
el conjunto de los dos pares (bipar) forma una cadena con doble desbordamiento
en que las estructuras se vuelven la espalda y el conjunto tiene una simetría centrífuga
(fig. 2-48): tal es la situación de las cordilleras béticas y del Atlas norteafricana
respectivamente, inclinados hacia el norte, de cara a la meseta ibérica en el primer
caso y hacia el sur, de cara a Africa, en el segundo caso; o también de los Alpes
occidentales y de los Apeninos, inclinados hacia el oeste en el primer caso y hacia
el este en el segundo, etc. Algunas veces, el sistema es más complejo y comporta
la intercalación de un bipar c'on simetría centrípeta: así, de los Alpes occidentales a
368 Ectratigrafía
Fig. 2-48. Las cadenas alpinas del Mediterráneo occidental y medio (según J . Aubouin).
1-2: antepaís. 1: estable; 2: cadenas intracontinentales.
3: unidades tardigeosinclinales: fosas molásicas.
4-8: unidades geosinclinales. 4: zonas miogeosinclinales externas (4a, surco; 4b, cresta); 5: mantos de flysch (5a,
mantos de flysch; 5b, mantos de flysch Y mantos de rocas verdes asociadas); 6: zonas eugeosinclinales internas
(6a, surco; 6b, cresta); 7: zonas internas sin distinción; 8: postpaís intermedio.
9-1 1 : contactos de zona a zona. 9: límite estratigráfico; 10: frente de corrimiento; 11: límite estratigráfico de las
fosas rnolásicas.
Nótese:
- Los dos tipos principales de agrupamiento: centrífugo (en general) o centrípeto (conjunto italo-dinárico).
- Las curvas notables alrededor de las zonas internas (Gibraltar, Sicilia-Calabria, Alpes occidentales, Cárpatos,
Arco egeo) o de las zonas externas (Alpes italianos).
- La traslación longitudinal del conjunto italo-dinárico, generadora de las estructuras de los Alpes orientales; por
este movimiento, el dispositivo centrífugo de las cadenas mediterráneas se encuentra de alguna manera ((replegado)).
- La independencia del Mediterráneo originada de la neotectónica (de la ~trevoluciónpliocena))), en relación con
las cadenas alpinas originadas del cierre de la Mesogea (cf. pág. 583).
(tomo 3), nos servirán de auxiliares en la parte estratigráfica, permitiendo situar estos
fenómenos en el contexto paleogeográfico de cada época.
3. La noción de geosinclinal es susceptible de una interpretación actualistica a
partir de los datos de la expansión oceánica y de la tectónica de placas.
El motivo geosinclinal elemental se puede comparar fácilmente a un borde oceá-
nico de tipo atlántico (cif. fig. 2-6):
- las zonas miogeosinclinales tienen características de precontinente; el surco
miogeosinclinal correspondería a la zona subsidente de la plataforma continental -que
puede así no ser un verdadero surco-; la cresta miogeoanticlinal en el borde de la
plataforma continental y en la parte más elevada del talud continental donde puede
instalarse, según los casos, una zona arrecifal (tipo Gavrovo), o, por el contrario,
una zona de sedimentación condensada (tipo Briancon);
370 Estratigrafía
SO NE
EXTERIOR INTERIOR
Mar fosas de5 Mar
Antefosa 3 5
interna
plataforma
interna
+ + + + +/
Cretácico superior
+ + +
- + +';- + +
Jurásic~superior
Liásico superior
+ + + + S + + +
Triásico superior
«MAGMATISMO»
- GEOSINCLINAL
Ofiolitas
TARDIGEOSINCLINAL
Volcanes tras Plutones
POSTGEOSINCLINAL
tquiandesíticosd granodioríticos
'en promedio a,iados
Volcanes basálficos
en promedio
SERIES DETR~TICAS
-
u
GEOSINCLINALES
arenisco-conglorner#ico TARDIGEOSINCLINALES POSTGEOSINCLINALES
y areniscoso '
D arenisco-margoso El m
margoso
Estratigrafía y paleogeografía 371
- el surco eugeosinclinal evoca el dominio oceánico propiamente dicho, ya que
las radiolaritas representan sedimentos de gran profundidad; lo que hace admitir
que su substrato es la corteza oceánica. La certeza es sólo indirecta ya que se basa
en la interpretación de los macizos ofiolíticos (véase tomo 1 y tomo 3).
Se sabe que éstos son una asociación: de rocas ultrabásicas, peridotitas, piroxe-
nitas; de rocas básicas, gabros, dioritas; con formaciones básicas de basaltos- almo-
hadillado~ (pillow-lavas); todo el conjunto ligado a las radiolaritas.
La interpretación comúnmente admitida hasta estos últimos anos era la de amplias
coladas submarinas, envueltas en un caparazón de pillow-lavas bruscamente conso-
lidado al contacto con el agua del mar, interpenetrado de barros de radiolarios, a
Cuyo abrigo tipos petrográficos granudos podían diferenciarse por gravedad, los más
pesados en la parte inferior (peridotitas), los más ligeros en la parte superior (gabros).
Así, los macizos ofiolíticos habrían sido cpluto-volcanes)) submarinos.
Actualmente se tiende a considerarlos como fragmentos de (pa1eo)-corteza oceánica
arrastrados en los corrimientos que han acompañado el cierre del (pa1eo)-océano entre
los bloques continentales que le bordeaban.
La estructura de los macizos ofiolíticos -así como su espesor (5 km de máxi-
mo)- es en efecto la de la corteza oceánica; y parece que ésta nace en el nivel
de los rifts medio-oceánicos según un proceso en el que la diferenciación juega un
papel muy importante, un poco análogo al que había sido propuesto para los pluto-
volcanes. Con la diferencia de que, como que la corteza oceánica se forma antes
que el primer sedimento que hay encima, si los macizos ofiolíticos se encuentran
sobre los terrenos sedimentarios, como es el caso general, debemos admitir que son
corridos.
El análisis detallado del problema muestra (véase tomo 3) que este corrimiento de
la corteza oceánica propiamente dicha (macizos ofiolíticos) sobre las formaciones
sedimentarias del glacis precontinental (formación diabasas-radiolaritas), lo cual ex-
plica la presencia de una lámina metamórfica en la base de las peridotitas (lo más
ZONAS ZONAS 4-
MIOGEOSINCLINALES EUGEOSINCLINALES
SO NE
ANTEPAk SURCO CRESTA SURCO ZONA ZONA MACIZO SERBO-
APULIANO J ~ N I C O DEL DEL PELAGONIANA DEL MACEDONIO
(=AFRICANO) ' GAVROVO PlNDO VARDAR
Fig. 2-50. Motivo geosinclinal en período orogénico interpretado como un dispositivo mar marginal/arco insular;
los Dinárides al final del Jurásico (según J. Aubouin).
Compárese con las figuras 2-47 y 2-49.
E l océano tethysiano del Vardar es cicatrizado después de la colisión con el arco pelagoniano.
Mt. SUCKLING NE
Mt. VICTORY
Fig. 2-51. Modelo actualfstico de los geosinclinales alpinos: la corona ofiolltica periaustraliana (según J. Aubouin,
M. Mattauer, C. Allegre).
A. Estado actual: A,, mapa esquemático; A., Nueva Guinea, segQn H. L. Davies; AO, Nueva Caledonia, según
J. H. Guillon.
B. Modelo de génesis: B,, antes del Eo-Oljgoceno, arrastre de un fragmento continental australiano en una sub-
duccibn oc6ano:océano con vergencia pacifica. B2, bloqueo de la subduccibn con corrimiento ofiolltico compen-
sador (corona ofiolltica periaustraliana) y génesis de una nueva subduccibn (Nuevas Hébridas).
Compárese con la.figura 2-50. Esta Última puede interpretarse como representando la colisión de un dispositivo
comparable a la guirnalda ofiolltica periaustraliana con el borde continental europeo.
374 Estratigrafia
BALCANES
--CORRIMIENTO sobre la
plataforma africana
+ -1 Deformación del borde
cicatriz continental europeo
-
paleoceánica
Zócalo continental prealpmo granodiontas alpinas
(Jurásico-Cretacico-Terciario)
m Costra oceánica (ofiohtas alpinas)
Fig. 2-52. Cadena con doble tumbamiento al nivel Dinárides-Balcanes (según J. Aubouin).
Se ve que, d e hecho, la simetría geométrica Dinárides-Balcanes recubre una diferencia de naturaleza. S610 10s Di-
nárides son una cadena geosinclinal de tipo alpino c o n manto ofiolítico de origen oceánico. Los Balcanes tienen más
bien los caracteres de una cadena marginal de tipo andino, correspondiente a la deformac16n del borde contmen-
tal europeo atravesado por granodioritas.
La causa de este dispositivo está en lo disimetría de las subducciones, desde las más antiguas (cf. fig. 2-50).
Ias cadenas no están ligadas a este fenómeno, tal como se demostrará en el tomo 3.
Pero abre a la bhqueda de los océanos perdidos ...
Obras generales
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rDiscordancia asíntica
8 PROTEOZOICO
-.
!?
m
v .
Fig. 3-2. Esbozo de las grandes divisiones del Precámbrico y sus relaciones con e l Primario.
Según que se atribuya el Infracámbrico al Precámbrico o que se le distinga de él, se determina un Precámbrico
largo O un Precámbrico corto; de la misma manera, segbn que se incorpore el Eocámbrico al Primario O que se le
distinga de 61, se determina un Primario largo o un Primario corto. Este cuadro resume los problemas de las rela-
ciones entre el Precámbrico y el Primario.
384 Estratigrafía
Pero cada uno de estos conjuntos se puede dividir en varios ciclos, como nos lo va
a demostrar el estudio de algunos ejemplos; así, el Infracámbrico puede aparecer como
el último ciclo del Proterozoico.
Desde la base del Cámbrico, aparecen bruscamente.la mayor parte de los grupos
de invertebrados pero, por el contrario, todos los vertebrados faltan. Es decir, que
la diferenciación de los principales grupos de invertebrados debe situarse en el
Precámbrico: a priori, éste, al menos en su parte más reciente, ha debido ser testigo
de una importante actividad biológica. Desgraciadamente, el metamorfismo afecta a
la casi totalidad de los terrenos precámbricos, ocultando así para siempre los orígenes
de la vida; en lo que respecta a los terrenos más recientes, que han escapado al
metamorfismo, son frecuentemente de una facies poco susceptible de contener fauna
(areniscas rojas por ejemplo) (fig. 3-3). 1
Terciario
Cretácico
Jurásico
Triásico
Pérmico
Carbonífero
Devónico
Silúrico Fig. 3-3. Esquema del número de especies existentes
en el transcurso de los tiempos (según Kay y Colbert).
Ordovícico
El número de especies representadas en una época dada
es proporcional a la anchura de la superficie en gris.
Cámbrico Se observa así que una parte importante de la evolución
biológica se sitúa en el Prechrnbrico.
Este esquema aproximativo podr6 compararse con el
cuadro cronológico de la figura 1-1 1 y con el cuadro
de aparición de las especies de la figura 1-21.
El precámbrico
Nada cierto se conoce sobre los climas del Precámbrico, a causa del metamor-
fismo en los terrenos más antiguos, de las numerosas dudas estratigráficas, de la
escasez de medidas paleomagnéticas; todo ello complicado además por el hecho de
poseer pocos datos sobre la posición relativa de las masas continentales en aquella
época. Así, poseemos un ciertb número de indicios de clima frío (se ha señalado
la presencia de tillitas*, frecuentemente discutibles), o de clima cálido (formaciones
rojas) dispersos y sin orden tanto en el espacio como en el tiempo.
Es con la glaciación eocámbrica, la primera indiscutible, que los hechos comienzan
a ordenarse; a pesar de que su repartición (fig. 3-9) se comprende bastante mal.
Los hechos climatológicos serán mucho más claros a partir del Primario y segui-
remos entonces su evolución.
ESCUDOS m PLATAFORMAS
resultados de la cronología absoluta, cada región dispone de una escala local del
Precámbrico que es frecuentemente difícil de comparar con otras escalas. Daremos
sólo una breve reseña a partir de algunas regiones-clave de las cuales la figura 3-11
resume las homologías posibles.
A) El corte del Gran Cañón del Colorado, sin duda el corte geológico más
famoso del mundo, permite situar los grandes conjuntos del Precámbrico, unos res-
pecto a otros y respecto al Primario.
El cañón del Colorado (fig. 3-5) está profundamente excavado en terrenos prima-
rios, coronados por las calizas del Pérmico que forman una amplia meseta, elevados
en un horst limitado por fallas recientes (desalineando las coladas de basalto miocé-
* Es posible que haya ya habido una primera Pangea al final del Precámbrico que se pareciera a
Laurentia, Fenno-Sarmatia, Angara y Nigritia. Su separación al inicio del Primario resultaría de la formación
de nuevos (paleo) océanos donde se originarán las cadenas caledoniana y herciniana.
388 Ectratigrafía
Fig. 3-5. Corte del Gran Cañón del Colorado, según Noble.
A B
CANÓN GRAN
OCCIDENTAL CANON
I
I 1
~AMBRICO II
, !
I
a
C
Zona de
Arenisca
u0
DO INFRA-
~AMBRICO
PRECAMBRICO
FOSA PERIFÉRICA ESCUDO CANADIENSE
*
INFRACAMBRICA
F i g . 3-6. Esquema de la posicidn del lnfracárnbrico en el corte del Cañdn occidental del Colorado.
A, Corte del Cañón occidental. B, Corte del G r a n Cafión, donde sólo está representada la base cámbrica, sin que
se haya hecho ninguna distinción ni en el Precámbrico ni en el Primario (véase fig. 3-5).
Los cortes del Colorado permiten pues situar los tres conjuntos Arcaico, Algónquico
e Infracámbrico, este último definiendo una fosa marina en la periferia del escudo
canadiense.
CAMBRICO
--600
(INFRA- Keewenav Infracámbrico
CÁMBRICO) (cañón occident.)
- 935 Orogénesis
greenvilliense
NEOHELIKIENSE
PROTE- - 1370 Orogénesis
ROZOICO elsoniense
PALEOHELIKIENS~
- 1735 Orogénesis - Orogénesis - Orogénesis
hudsoniense penokeense huroniense
APHEBIENSE ANIMIKIE ALGÓNQUICO
--2500 - Orogénesis - Orogénesis - Orogénesis
kenoraniense algomiense eparcaica
TIMISKAMING
ARCAICO - 2700 Orogénesis
saganagiense
KEEWATIN
Fi,g. 3-7. Cuadro con algunas correspondencias del Prec&nbrico de América del Norte. Las fechas figuran en
rnillones de años.
Fig. 3-8. Esquema de las provincias del escudo canadiense (simplificado según Douglas, 1970 en H. y G. Ter-
mier, 1972).
E l precámbrico 393
Fig. 3-9. Mapa de repartición en el Mundo de las tillitas glaciales eocámbricas (según Schwarzbach).
3, edad dudosa.
-
1, distribución general, posición estratigráfica cierta. 2, posiblemente un poco más antiguo que el Eocámbrico.
Nótese que esta repartición supone una distribución de las masas continentales diferente de la actual.
Fig. 3-10. Reconstitución del Precbmbrico de Africa y de America del Sur (según Hurley et al.).,
La figura se ha realizado poniendo juntos los dos cratones africano y sudamericano, situaci6n que había antes de
l a apertura del Atlántico Sur en el Cretácico inferior.
En. gris oscuro, los afloramientos de terrenos arcaicos; en gris semioscuro, los afloramientos de terrenos protero-
zoicos; en gris claro, los afloramientos de terrenos faneroroicos.
Los p u n t o s negros indican las edades radiométricas arcaicas; los puntos blancos las edades radiométricas prote-
rozoicas.
Los trazos representan las direcciones estructurales.
Se observa de una parte Y otra del A t l h t i c o la continuidad de los conjuntos arcaicos y proterozoicos, la coheren-
cia de las edades absolutas, y la identidad de las direcciones estructurales.
N o se ha tenido en cuenta los dispositivos hercinianos, l o que harb parecer continuo el edificio de Cuyo en la Cor-
dillera d e los Andes, las sierras de la Provincia d e Buenos Aires y la montaña del Cabo (véase fig. 4-18).
D
D
MAR CANTABRICO
I
O 150 km
A) El Precámbrico superior
1. En el norte
Este ,Precámbrico forma el núcleo de ciertos anticlinales de las cadenas ibéricas
(Paracuellos) y de la sierra de la Demanda, del anticlinorio del Narcea (oeste de
Asturias) y del domo de Mondoñedo-Villalba-Lugo (Galicia) (véase fig. 3-10 ter).
Es una formación arenopelítica de varios miles de metros de espesor, formación
rítmica donde alternan las grauwackas, arenitas más o menos feldespáticas, pelitas y
rocas volcánicas ácidas.
Este conjunto precámbrico está recubierto, a veces discordantemente (Narcea), por
* Texto redactado por Daniel Fantinet.
Estratigrafía
una potente formación detrítica muy grosera en la base y más fina hacia el techo,
que representa el Cámbrico.
Este Precámbrico ha sido plegado antes que el Cámbrico, pero se trata de un
plegamiento de gran radio de curvatura sin esquistosidad ni metamorfismo; no obs-
tante, existe un metumorfismo vnrisco que va de la ante-epizona (Narcea) a la
mesozona (Lugo): no habría ninguna señal de polimetamorfismo (por lo tanto no
hay ninguna prueba de una verdadera orogénesis asíntica); una zona de zonaciones
marcaría un período de emersión antecámbrica y durante este período habría habido
emersión de una parte de las volcanitas ácidas.
2. E n el noroeste y en el centro
Este Precámbrico aflora principalmente en Galicia, en León (Puebla de Sanabria)
y en el Guadarrama formando una zona de depósito de 200 km de ancho por más
de 600 km de largo.
Es una potente formación de metagrauwackas feldespáticas en la que las facies
más características se presentan bajo forma de porfiroides (epizona) y de gneises
ocelares (mesozona): es el «ojo de sapo» de los autores españoles, con cristales
de cuarzo más o menos azulados, con megacristales de feldespato primitivamente
potásico, con cemento constituido por minerales deformados; todas estas transforma-
ciones provienen del metamorfismo regional varisco.
La posición estratigráfica de esta facies «ojo de sapo» es delicada de definir:
de todas maneras, descansa sobre ortogn&ses y rocas básicas a ultrabásicas polime-
tamórficas (Galicia) dadas como Precámbrico antiguo (véase infra), está recubierta
por formaciones atribuidas al Ordovícico (Galicia, este del Guadarrama) o al Cám-
brico (Tras os Montes, oeste del Guadarrama). Este «ojo de sapo» representaría
la parte inferior de las formaciones arenopelíticas al norte (véase supra) y al sur
(véase infra) de la meseta.
3. En el centro y en el sur
Los afloramientos del Precámbrico superior se encuentran en la zona de Ossa-
Morena y forman las bandas al norte del batolito de los Pedroches (valle de Alcudia),
los núcleos de las tres megaestructuras anticlinoriales, Elvas-Badajoz-Córdoba, Estre-
moz-Burguillos-Monasterio y Aracena, una parte de los terrenos metamórficos no
datados del macizo de Evora y afloramientos lusitanos aislados (Tomar, Coimbra,
Oporto).
La distinción de un Precámbrico superior es menos fácil que en el norte, ya que
existe encima un potente complejo grauwaclto-pelítico ante-ordovícico de edad Cám-
brica (aunque no hay ningún fósil, ni discordancia, ni datos geocronológicos ciertos);
así, una parte de los afloramientos de los montes de Toledo y del Puente sería
Paleozoico.
Los autores consideran Precámbrico superior una potente formación flyschoide
(varios miles de metros) areno-grauwacko-pelitica donde alternan las cuarcitas, las
grauwackas y las pelitas, y se intercalan niveles de ftanitas, de lavas ácidas y Iente-
jones de calizas. En el seno de este conjunto se encuentran algunos niveles groseros
(eje Elvas-Córdoba): son metagrauwackas con cantos feldespáticos en la facies de
«ojo de sapo».
Igual que en el norte, parece que estas capas precámbricas hayan sido plegadas
(abombamientos sin esquistosidad ni metamorfismo precámbricos), pero allí existe aún
un metamorfismo regional varisco epizonal (serie Negra) a mesozonal (Evora-Elvas-
Córdoba).
Por lo tanto, en la zona de Alcudia, algunos afirman que el Precámbrico ha
sufrido una tectogénesis tangencia1 antepaleozoica.
El precámbrico
B) Precámbrico antiguo
1 . Localización
Los afloramientos se sitúan en Galicia y en Tras os Montes formando, entre
otros, los macizos del cabo Ortegal, de Braganca y de Morais.
2. Litología
Este Precámbrico está formado: de metasedimentos (paragneises) variados (grau-
wackas, arcosas, conglomerados, pelitas, calizas impuras); de ortogneises (¿granitos
Escudo
DIVIS1ONES'
E. cana- '' E. ~ é . - E. escan- E. URSS E. austra.
PRINCI- dinavo liano
diense bridas Africa
PALES
Sahara occidenta
-600 M.A.-.
(Infra-
Icámbrico)
HAORY- TORRI- RIFEENSE FARU- NIGRI-
NIENSE DONIENSE SIENSE 'TIENSE
-955 ADELAÍ-
,NEOHELI- DENSE
KIENSE
PROTE- -4370-
ROZOICO PALEOHE- GOTHIEN-
.-
CARPEN-
LIKIENSE SE TARIENSE
-1735-
AFEBIENSE BELOMO- SUGGA- BIRRI- NULLA-
RIENSE RIENSE MIENSE GINIENSE
FENNIENSE
antiguos? de una cadena precámbrica) sobre los que el «ojo de sapo» descansa en
discordancia (Galicia); de rocas básicas y ultrabásicas (metagabros y metaperidotitas)
+
polimetamórficas (en que un metamorfismo es precámbrico (90 30 M.A.). No se
observan nunca directamente las relaciones entre las rocas básicas (¿rocas más anti-
guas? de una orogénesis precámbrica) y de estos ortogneises (¿granitos tardíos? de
esta misma cadena).
3, Conclusión
4. EL PRECAMBRICO EN FRANCIA
* No obstante, una parte de los esquistos atribuidos al Brioveriense en la Vendée es de edad silbrica;
lo cual plantea el problema del ciclo caledoniano en esta región (véase pág. 420) y de la extensión exacta
del Precámbrico.
Estratigrafía
Conclusiones
Vemos pues que la historia del Precámbrico es muy compleja y, sobre todo,
aureolada d e incertidumbres. Lo que sí es cierto es que con la transgresión del Cám-
brico se instauró la paleogeografía primaria caracterizada por cuatro conjuntos de
escudos (Laurentia, Fenno-Sarmatia, Angara, Nigritia), separados por brazos de mar
en los que se formarían sucesivamente las cadenas de montañas de los ciclos pos-
teriores.
Por el contrario, sobre la formación de estos escudos no hay nada claro todavía:
la concepción de un Infracámbrico es reciente -aunque el término esté práctica-
mente abandonado, la idea continúa-, igual que la certeza de una glaciación eocám-
brica (durante mucho tiempo se ha hablado de ello pero no se han aportado pruebas
decisivas); la distinción de un Proterozoico y un Arcaico es neta, pero en este
último las distinciones de detalle varían muy rápidamente con el progreso de los
estudios radiométricos.
De manera que es difícil hacerse una idea sobre la historia del Precámbrico tal
como la que podamos tener de cada uno de los períodos posteriores: ¿ha habido,
como piensan ciertos autores, una plataforma general al final del Precámbrico, rota
en el momento de la transgresión cámbrica al menos en cuatro elementos? de manera
que las orogénesis primarias quizás no harían sino reformar esta plataforma general
que se rompería de nuevo en el Secundario. Habría con ello u n cierto ritmo de la
evolución del Globo de la cual constituye otro aspecto la duración de los ciclos
orogénicos, siempre cercana a los 200 millones de años.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRAFICA
BIBLIOGRAF~AGENERAL
Obras generales
LOTZE,F. y SCHMIDT,K. (1966): Prakambriurn, en Handbuch der Stratigraphischen Geo-
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artículos, entre ellos: E1 Precámbrico de Finlandia por P. ESKOLA,Groenlandia por
A. BERTHELSRN y A. NOE-NYGAARD, Canadá por M. E. WILSON,etc.
TERMIER,H. y G.: Antécambrien, Encyclopoedia Universalis, vol. 2.
BIBLIOGRAF~APARA AMERICA
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Locz~,L. DE y LADEIRA,E. A. (1976): Geologia estructural e Introducao i+i geotecthica.
1 vol., 528 p., Edgard Blucher Edit., Sao Paulo.
Capítulo IV
LA ERA PRIMARIA O PALEOZOICA
cianofíceas y algunas algas-, ni ningún vertebrado: las clases que constituyen estas
dos ramas aparecerán en un orden cronológico que, conforme a su clasificación lógica,
ofrece uno de los mejores argumentos a la noción de evolución. Sin embargo, no
todos los grupos aparecerán, y al final de1 Primario faltarán aún los mamíferos
y las aves entre los vertebrados, y las angiospermas entre los vegetales. Pero lo
,225 M.A.
Pérmico
PALEOZOICO Carbonífero Ciclo herciniano
SUPERIOR
Devónico
395 M.A.
Silúrico
PALEOZOICO Ordovícico Ciclo caledoniano
INFERIOR
Cámbrico
570 M.A.
Fig. 4-1. Cuadro d e las divisiones d e l Paleozoico.
* El ciclo caledoniano se denomina así del nombre de Caledonia, nombre latino de Escocia. El ciclo
herciniano debe su nombre a los montes Hercinianos -actualmente Erz Gebirge (= Krusné Hory) y el
Harz- que dieron su nombre al bosque herciniano que cubría toda Alemania y que Julio César evoca
en sus célebres comentarios sobre la guerra de las Galias; en otros países -y principalmente en Alemania-
prefieren decir ciclo varisco, del nombre de un pueblo que habitaba estas mismas regiones antes de la
conquista romana.
408 Estratigrafía
del Primario, de una repartición casi totalmente inversa a la actual: el polo norte
actual se encontrará casi constantemente en la zona de evaporitas primarias, tal
como veremos (figs. 4-6 y 4-19).
La era Primaria es pues compleja y original; los terrenos correspondientes de
color generalmente oscuro, donde predominan los esquistos más o menos negros, las
areniscas rojo oscuras y las calizas negras, tienen una fisonomía particular que los
opone a los terrenos secundarios y terciarios, generahente de color más claro. Esto,
junto al hecho de que en las grandes cuencas sedimentarias de la Europa occidental
donde se ha edificado la estratigrafía su conjunto forma el zócalo sobre el cual trans-
greden los terrenos secundarios y terciarios, hace comprender que se haya colocado
estos terrenos de aspecto «viejo» en una sola era, mientras que se han multiplicado
Ias distinciones en los terrenos denominados «jóvenes». Esta facies de los terrenos
primarios depende, en parte, de la evolución biológica; así, al principio, la rareza
de las calizas se debe a la de los organismos constructores: las primeras son gene-
ralmente debidas a los arqueociátidos; con la aparición de otros organismos las
calizas se harán más abundantes, hecho que se producirá principalmente a partir del
Devónico. Por otra parte, el hecho de que en el Paleozoico inferior la superficie
de los continentes fuera desierta, desprovista de toda vida vegetal o animal, dejaba
los terrenos expuestos a la erosión sin ninguna protección: de donde la predominancia
de facies terrígenas en los mares del Paleozoico inferior en oposición a los mares del
Paleozoico superior donde los aportes terrigenos estarán limitados por la existencia
de un manto vegetal. El conjunto de estas dos razones hace que el Paleozoico inferior
sea un período de areniscas y esquistos, mientras que el Paleozoico superior tiene
una proporción importante de calizas: e n Francia, las calizas devónicas y dinantienses
de las Ardenas; a gran escala, las calizas dinantienses que están muy extendidas en
el mundo.
1) El Paleozoico inferior
7. GENERALIDADES
El Paleozoico inferior, de una duración de 205 millones de años si se incluye el
Eocámbrico, y de 175 si se le excluye, corresponde al ciclo caledoniano (cf. pág. 405):
su límite inferior está marcado por la discordancia asíntica pero con las reservas
hechas anteriormente (véase pág. 402), su límite superior por la discordancia caledo-
niana de los primeros terrenos devónicos; aunque esta discordancia caledoniana
es sólo verdaderamente característica en Europa noroccidental -principalmente en
Escocia, o Caledonia, que le ha dado el nombre- y en América nororiental, donde
los movimientos caledonianos son muy marcados; en otras partes, la distinción es
frecuentemente más difícil.
Se distinguen tres sistemas: el Cámbrico, que debe su nombre a la Cambria o país
de Gales en época de los romanos, el Ordovícico y el Silúrico, de los nombres de
los moradores Ordovices y Siluros que habitaban el país de Gales antes de la
conquista romana. En otro tiempo se daba al Silúrico un sentido más amplio, englo-
bando también el Ordovícico: en este caso el Silúrico sensu stricto llevaba el nombre
de Gotlandiense de la isla de Gotland en el mar Báltico. Cada uno de estos sistemas
se divide en pisos cuyos estrato-tipos están situados todos en el dominio de la cadena
caledoniana (fig. 4-2): tres para el Cámbrico, que deben su nombre a las localidades
de la cadena de los Alleghanys en los confines orientales de los EE.UU. y del Canadá,
cinco para el Ordovícico y cuatro para el Silúrico, que deben su nombre a las loca-
lidades del País de Gales.
La era primaria o paieozoica 409
- -
tacónica - 435
Asghill
Caradoc Localidades
Llandeilo del País
Llanvirn de Gales
Skidda,w
Tremadoc sarda - 500
Potsda- Arenisca
miense de Potsdam
(Nueva York
EE.UU.)
salairiana - 515
Acadiense Areniscas
y esquistos
de Acadia
(Nueva Esco-
cia, Canadá) - 540
Georgiense Arenisca
3e Georgia
:Vermont,
EE.UU.)
asíntica - 570
o cado-
miense
La posición del escudo de las hébridas parece media en la cadena caledoniana del
Atlántico Norte. ¿Hay dos cadenas caledonianas con doble inclinación a una y otra parte
del escudo de las Hébridas, entre la Laurentia y la Fenno-Sarmatia? En Escocia, el cabal-
gamiento de Moine, hacia el escudo de las Hébridas al noroeste y, en Noruega, los cabal-
gamiento~hacia el escudo báltico al sudeste, son un argumento.
¿Hay sólo una cadena caledoniana con doble inclinación entre Fenno-Sarrnatia y Lau-
rentia, en la que el escudo de las Hébridas sería un bloque intermedio? La constitución de
la cadena caledoniana británica comparada con la cadena escandinava inclina a esta solución
(véase tomo 3). Una y otra hipótesis están de acuerdo con el hecho de que el Atlántico
La era primaria o paieozoica 41 1
-----_________
Finalmente, debe tenerse en cuenta el hecho de que en el transcurso del Paleozoico inferior se sitúan movimientos
entre la orogénesis asintica y la orogénesis caledoniana propiamente dicha y hacen emerger ciertas regiones; tal es
el caso de los movimientos cardos o de los movimientos salairianos en Eurasia, en el limite Cámbrico-Ordovícico, que
modifican la paleogeografia de un sistema al otro.
Este mapa paleogeográfico deja las principales masas continentales en su posición actual, sin tener en cuenta sus
movimientos relativos en el transcurso de los tiempos: es un documento incompleto.
Fig. 4-4. Esquema de las relaciones entre los edificios caledoniano y herciniano de un lado y otro del Atlántico
Norte (según Hurley).
La figura se ha establecido acercando los bordes continentales de una parte y otra del Atlántico Norte según el mé-
todo de los cuadrados menores (véase fig. 2-43) y teniendo en cuenta los datos paleomagnéticos y la disposición
de las anomalías magnéticas oceánicas; el Atlántico Norte se ha abierto del Cretácico al Terciario.
Nótese la oblicuidad de la cadena caledoniana y de la cadena herciniana, de tal manera que la cadena caledoniana
es totalmente distinta a nivel de Escandinavia, de Groenlandia, de Escocia y del norte de Inglaterra; empieza a
estar recortada por el frente herciniano en el sur de Inglaterra y el sur de Irlanda (en este sector la cadena
caledoniana retomada por su borde externo hace frente a la cadena herciniana); y ampliamente retomada por la
cadena herciniana en Terranova y en el sudeste del Canadá (en este sector la cadena caledoniana era una cadena
con doble inclinación, pero sólo se conserva la parte externa tumbada hacia el noroeste; su inclinación es del mis-
mo sentido que la de la cadena herciniana); y completamente retomada por la cadena herciniana a partir del norte
de los Estados Unidos (en este sector la cadena herciniana se encuentra superpuesta a la cadena caledoniana con
la misma inclinación; se distinguen a veces los últimos elementos puramente caledonianos del nordeste de los Es-
tados Unidos bajo el nombre de Alleghanys, en oposición a los Apalaches, donde lo esencial de las estructuras es
herciniano.
Se comprende asi que la distinción entre los ciclos caledoniano y herciniano sea clara en Europa y menos clara en
América, donde las dos cadenas están enteramente superpuestas.
Existen otros tipos de reconstitución. Por ejemplo: se han colocado las islas Hébridas como dependientes del,es-
cudo groendlando-canadiense: puede tratarse, en efecto, de un macizo incorporado en el eje de la cadena caledoniana
(véase.pág. 410). Se ha realizado una.elección respecto la disposición relativa de Europa, de la peninsula ibérica y
de Africa del norte; otras serían posibles (véase fig. 2-45).
Pero, en conjunto, la reconstitución permanece v6lida en su principio y permite comprender los edificios paleozoi-
cos de una parte y otra del Atlántico según una vla que habla presentido Wegener (véase fig. 2-41).
41 4 Estratigrafía
* La ausencia de trazas glaciales en otros lugares puede responder al hecho que el otro polo estaba
situado en una región donde no se encontraba entonces ningún continente (centro oeste -actual- del
Pacífico).
t La evidencia de las pulsaciones climáticas es a veces discutida, invocando el hecho de que una
glaciación sólo deja trazas en altitud - e s pues preciso que haya una cadena de montañas- y en latitud,
a condición de que haya continentes en las zonas polares. Evocamos esta razón a propósito de la repartición
de la glaciación del Ordovícico terminal. Pero ¿cómo comprender la brusca aparición de una glaciación
sobre una amplia plataforma que estaba desprovista de este fenómeno si no es por una pulsación climática?
Ya que el desplazamiento de los continentes no es tan rápido. Las relaciones eventuales entre pulsacibn
climática y orogénesis han sido ya discutidas (véase phg. 393).
La era primaria o paleozoica 41 5
160
(7 Polo NORTE
del este de América del Norte, tumbado hacia el escudo canadiense, se sitúa en la
prolongación de la rama caledoniana de Groenlandia; y que el orógeno simétrico
de los Mauritánides del noroeste africano se prolonga probablemente hacia el noroeste
de América del Sur, donde ha sido descrito un Cambro-Ordovícico plegado y meta-
morfizado en el substrato de la Cordillera oriental de Colombia (cf. infra). Mientras
que el escudo de la Patagonia está separado del resto de Sudamérica por el ngeo-
sinclinal de Samfrau~cuyo prolongamiento es hacia Africa del Sur (fig. 4-3) y que
se inicia por una transgresión del Silúrico.
41 6 Ectratigrafía
+
ZONA DE METAMORFISMO
CALEDONIANO
MARES RELATIVAMENTE
PROFUNDOS 0 MARES POCO
PROFUNDOS 0 ++ ZONAS EMERGIDAS
IIESCUDOS)
UNIDADES
PARA-AUT~CTONAS
Fig. 4-9. Corte del corrimiento de Moine en el extremo noroeste de Escocia (según Craig).
Este corrimiento es uno de los que se conocen de más antiguo y, como tal, ha jugado un papel esencial en
la evolución del pensamiento tectónico (vease vol. 3). Nótese que ha sido posteriormente replegado y despu6s cor-
tado en extensión por fallas, de tal manera que, en la región de Durness, se conserva un fragmento de corrimiento
en posición sinclinal hundida.
422 Estratigrafía
~1/ DEV~N~CD
OISCORDANTE
m .
ROCAS PLUT~NICAS
CALEOONIANAS
BERGEN
MANTOS EOCAMBRICOS (Cuarcitas)
(Autóctono o para-autóctono)
/ FRENTE DE CORRIMIENTO
Fig. 4-10. Mapa esquemático de los Caleddnides escandinavos (según Strand, simplificado).
La zona de las facies orientales es autóctona en su parte próxima al escudo escandinavo que sirve de antepaís; más
al oeste, forma mantos de débil alcance, los mantos caledonianos inferiores en los que algunos están formados
únicamehte por cuarcitas eocámbricas (denominadas esparagmitas).
La zona de las facies occidentales forma amplios mantos de gran alcance, los mantos caledonianos superiores; se
distinguen aquí dos conjuntos de facies,-las de Trondhjem, que evocan un surco, y las de Nordland, que evoca11
una cresta.
Nótense los fragmentos de Devónico discordante al norte de Bergen y al noroeste de Trondhjem, que datan la fase
caledoniana como ante-devónica.
Nótese finalmente.la posición interna (en oposición al antepals, es decir, al oeste) de los plutones caledonianos;
el metamorftsmo tiene la misma distribución ya que afecta a las zonas de facies occidentales,respetando la mayor
parte de las facies orientales.
MAR C A N T A B R I C O J
Fig. 4-10 bis. Las grandes unidades estructurales de las Hespérides (según M . Julivert et al.).
1. Zona cantábrica.
2. Zona leonesa-asturiana occidental.
3. Zona centroibérica.
4. Zona de la Ossa Morena.
5. Zona portuguesa meridional.
2. En la meseta septentrional
El Cámbrico inferior corresponde a una formación detrítica importante: conglo-
merados a veces discordantes sobre el Precámbrico (Narcea, véase supra), cuarcitas
y pelitas que se continúan en el Cámbrico superior. Facies carbonatadas aparecen en
el Cámbrico inferior (Calatayud), medio (sierra de la Demanda, León); una tendencia
regresiva (montes celtibéricos) aparece en el Tremadoc (facies con trilobites y cis-
toideos), pero frecuentemente el paso al Ordovícico es continuo (Asturias).
En resumen, el Cámbrico viene marcado por facies detríticas de plataforma con
un episodio de distensión crustal hacia el Cámbrico superior (en la meseta meri-
dional).
tosidad general que, con buzamiento de dirección sur, indica un empuje relativo
del sur hacia el norte, al menos localmente).
El Paleozoico inferior, característico del geosinclinal de las Ardenas, está ente-
ramente representado por facies terrígenas, bajo forma de una potente serie de
esquistos, cuarcitas y grauwackas. Los niveles cámbricos dan las pizarras de las
Ardenas (capa de Fumay, capa de Revin) bien desarrolladas en el anticlinal de
Rocroi.
Fig. 4-14. Esbozo de las transgresiones del Paleozoico inferior (segBn J. Cogné y P. Pruvost).
Nótese que solamente el noroeste de Bretaña (Domnonaea) permanecerá emergida y posiblemente una parte de
la Vendée, las cuales serán transgredidas por el Devónico (sin embargo, una parte de los esquistos considerados
como precámbricos en la Vendée contienen de hecho graptolites: Podría ser que la Vendée hubiera sido precoz-
mente transgredida, en todas partes, representando ya el borde de la Mesogea meridional, y que ésta haya cono-
cido movimientos caledonianos, ya que el Devónico es discordante) (véase pág. 415).
Esta gran variabilidad en la extensión de los mares es característica de una región poco profunda que pertenece
aquí a la zona elevada de la Europa media.
Cb, esquistos verdes, sobre los que hay las calizas de la Laize, de color rojo,
frecuentemente explotadas como mármol,
Cc, areniscas feldespáticas;
- el Ordovícico representado sucesivamente por,
0 1 , la arenisca armoricana, cuarcita de color rojo que da los principales relieves
de la región (principalmente el monte Avaloirs, 417 m, punto culminante del macizo
armoricano), sobre los que hay el mineral de hierro de Normandía bajo forma de
una oolita ferruginosa,
0 2 esquistos pizarrosos inferiores (equivalentes a las pizarras de Angers) con
Calymene (trilobite),
0 3 areniscas de May cuyo papel morfológico es análogo al de las areniscas
armoricanas y donde una pasada de esquistos con Calymene tristani separa la arenisca
de May inferior y la arenisca de May superior,
0 4 esquistos pizarrosos superiores.
Las faunas contenidas en estas series muestran que los límites estratigráficos no corres-
ponden a los límites litológicos: la arenisca armoricana, transgresiva -falta en el sinclinal de
Estratigrafia
May-, pobre en fauna, se atribuye al Arenig, de manera que falta el Tremadoc entre el
Cámbrico y el Ordovícico; el Llandeilo corresponde a los esquistos pizarrosos inferiores y
a las areniscas de May inferiores; el Caradoc, a las areniscas de May superiores y a los
esquistos pizarrosos superiores. Éste es un buen ejemplo de la dificultad de establecer límites.
- El Silúrico representado por esquistos negros con graptolites, intercalados de lente-
jones de calizas con Cardiola interrupta (lamelibranquios).
Este corte ilustra nuestra explicación: la transgresión de las pudingas purpúreas
que comienza con el Cámbrico medio (de a.hí la dificultad de definir la orogénesis
cadomiense); la serie presenta lagunas: la ausencia del Tremadoc entre el Cámbrico
y el Ordovícico señala la transgresión del Ordovícico; las facies son neríticas, a
excepción de las del Silúrico cuyos esquistos negros son testimonio de una sedimen-
tación en el fondo de un mar cuyas condiciones eran reductoras.
En otra parte, la serie sedimentaria será menos completa, reduciéndose por la base
siempre discordante; pero las facies permanecen, sino idénticas, al menos parecidas;
No obstante, es necesario señalar la existencia de queratdfiros en la base del Cám-
brico en los Coevrons; no se excluye que representen erupciones ligadas a la historia
terminal de la cadena cadomiense.
C) La Montaña Negra se presenta actualmente (fig. 4-15) como un macizo divi-
dido en dos partes por una falla inversa de edad terciaria cabalgando hacia el norte
(falla de Thoré, del nombre del río que riega Mazamet). Esencialmente, está consti-
tuida por materiales de edad precámbrica (macizo del' Agout, Montaña Negra), bor-
deada al norte (montes de Lacaune) y al sur (montes de Minervois, montes de Fau-
gkres, montes de Pardailhan) por terrenos primarios, estos últimos formando escamas
cabalgantes hacia el norte y mantos corridos hacia el sur (manto de Faugkres, manto
de Pardailhan).
F o t o 1. El Carbonifero superior de B ~ J -
les (Alpes de la Alta Provenza).
El Estefaniense (St) afecta a la facies
de esquistos con plantas continentales.
Tiene superpuestas las areniscas del Triá-
sico inferior (Ti) ligeramente discordan-
tes. formando cornisa.
N
MONTES DE MACIZO DEL
LACAUNE AGOUT
Paleozoico superior
l . GENERALIDADES
De una duración de 170 n~illonesde años, situándose entre -395 y -225 millones,
el Paleozoico superior corresponde al ciclo herciniano o varisco (véase pág. 405)
cuyos efectos parecen, en el estado actual de nuestros conocimientos, mucho más
generales que los del ciclo caledoniano, aunque con ciertas reservas.
En su base está limitado por la discordancia caledoniana, muy neta en toda la
Europa septentrional, principalmente en el Devónico donde se definió el primer
sistema del Paleozoico superior; pero en varios lugares existen series de posición
intermedia, como las capas downtonienses, que en general se sitúan en la base del
Devónico o en el techo del Silúrico y tienen mucha importancia porque son ricas
en «peces acorazados».
El límite superior corresponde a la discordancia herciniana: ésta es netamente
postpérmica y antetriásica en el dominio del Ural, donde la orogénesis es tardía;
pero se sitúa entre el Carbonífero y el Pérmico en Europa occidental, donde la orogé-
nesis es precoz; de manera que la posición del Pérmico, según el criterio orogénico,
varía según una u otra región. El problema de los límites no es original, ya que un
ciclo orogénico comprende varias fases y además éstas no son necesariamente contem-
poráneas en la totalidad de la extensión considerada.
Se distinguen tres sistemas: el Devónico, que debe su nombre al condado de
Devon en Inglaterra; el Carbonífero, cuyo nombre indica la riqueza en carbón; y el
Pérmico, caracterizado en la región de Perm, en URSS, al oeste del Ural. Cada
sistema está dividido en pisos cuyos estratotipos están todos situados en el dominio
de la cadena herciniana (fig. 4-17): seis para el Devónico, cuyos nombres derivan
de las localidades de las Ardenas belgas o del macizo esquistoso renano en Alemania;
un número variable para el Carbonífero y el Pérmico cuyas escalas estratigráficas
difieren en América, en Europa occidental y en Europa oriental, De hecho, una parte
de los pisos definidos corresponden a facies continentales y, por este hecho, no están
de acuerdo con la definición de un piso (véase pág. 274); es principalmente el caso
para lo esencial de los pisos del Carbonífero y Pérmico usados en Europa occidental
en función de la paleogeografía de esta región. Por ello, en la figura 4-17, hemos
situado las escalas estratigráficas según el país donde se usan, sin tener en cuenta
el hecho de que los estratotipos correspondan a terrenos marinos o continentales.
Namuriense
1
Zona hullera
de Westfalia
(Alemania) 1
Pensilvaniense
-
Moscoviense
- Sudete
Viseense Caliza
Inferior Dinantiense de Dinant Mississipiense
Tournaisiense (Bélgica)
- Bretona
Fammeniense Esquistos de Famenne
Superior (Bélgica)
Frasniense Caliza. de Frasnes
(Bélgica)
Givetiense Caliza de Givet
Medio (Ardenas)
DEV~NICO Eifeliense Esquistos de Eifel
- (Alemania)
Grauwackas
de Coblenza
Siegeniense (Alemania)
Inferior
Gedinniense 1 Pudingas de Gedinne
Ardenas
Flg. 4-17. Cuadro de las divisiones del Paleozoico superior.
(fin del ciclc
caledoniano)
436 Ectratigrafía
1- REGIONES MARINAS
tico (transgresión del Carbonífero sahariano, por ejemplo), etc.; sobre los conti-
nentes así transgredidos, se depositan calizas (las calizas dinantienses de Europa,
calizas mississipienses de América del Norte). Mientras ,que comienzan a emerger, por
los efectos de la fase bretona (fase eoherciniana), los primeros esbozos de cadenas
hercinianas que alimentan la sedimentación de un flysch en las fosas marinas (facies
Culm en Europa, por ejemplo). Con el Carbonífero medio y superior, la cadena herci-
niana comienza a formarse por las fases sudete y astúrica, esenciales en el dominio
mesogeo occidental (América del Norte, Europa occidental) saaliense, esencial en el
dominio mesogeo oriental y sus dependencias (Urales) y el cinturón peripacífico
donde los movimientos son intrapérmicos (fase tardiherciniana), o triásicos. Mientras
que se acumularán depósitos hulleros en el borde de la cadena en el Carbonífero
medio (cuencas hulleras parálicas marinas) y en el interior de la cadena en el Car-
bonífero superior (cuencas hulleras límnicas continentales).
Ello es debido a que, en función de la lenta migración del eje de los polos
situados respectivamente en el mar del Japón y en el Atlántico Sur, el ecuador pasa
ahora por el sur de los Estados Unidos y el sur de Europa (fig. 4-19), en medio de
Ias regiones que emergen a continuación de la orogénesis herciniana; un exuberante
bosque hullero podrá entonces desarrollarse. Pero estas facies no son las únicas en
el Carbonífero: por ejemplo, una zona de evaporitas se desarrolla en las regiones
septentrionales de América del Norte, de Groenlandia y del norte de Europa, según
una banda que entonces estaba en posición subtropical.
Fig. 4-20. Distribución de las estrias glaciales y sentido de deslizamiento de los glaciares al final del Carbonifero
en Africa del Sur (según Krenkel).
El glaciar sudafricano era esencialmente u n inlandsis superpuesto al zócalo precámbrico: los primeros contrafuertes
d e la cadena herciniana aparecen en la montaña del Cabo; la parte principal de la cadena estaba más allá, hacia el
sudoeste. Esto subraya preferentemente el hecho de que el centro del inlandsis estaba separado de la cadena her-
ciniana y se encontraba, en consecuencia, hacia el noreste d e Africa del Sur, tal como l o sugiere l o esencial de las
estrias observadas.
Este dispositivo está d e acuerdo con la unión de los continentes en una gran Pangea al final del Carbonifero
(véase fig. 2-42).
Comparando con la figura 4-5, que da la repartición de las trazas glaciales del Ordovicico terminal del Sahara..se
ve que debe suponerse que del final del Ordovlcico al final del Carbonlfero hubo una traslación absoluta de A f r m
d e una cincuentena de grados en el sentido SSE-NNO.
LB era primaria o paleozoica 4-43
Deberá notarse que en Europa occidental y en América del Norte las nuevas
areniscas rojas, pos,tectónicas, ocupan en relación con la cadena herciniana la misma
posición que las viejas areniscas rojas en relación con la cadena caledoniana; será
pues Iógico tratarlas de la misma manera: ya que se considera que el Devónico
marca el principio del ciclo herciniano debería admitirse que el Pérmico inaugura
el ciclo alpino, o sea la Era Secundaria. Pero la pertenencia del Pérmico al Primario
es evidente ya que hay una situación antetectónica (dominio peripacífico, Mesogea
oriental, Ural donde el Pérmico ha sido definido). No hay pues solución que concilie
estas observaciones contradictorias, como es generalmente el caso pa'ra la delimita-
ción de las eras (véase pág. 278); así, la extinción de las principales faunas primarias
(trilobites) o permocarboníferas (fusulinas) al final del Pérmico dan un argumento
suplementario para colocar este sistema en el Primario.
Monument, Monument Valley, etc., en los Estados Unidos; paisajes del noroeste
argentino, etc.).
Existen transgresiones que han avanzado extensamente sobre las plataformas nor-
teamericanas y sudamericanas (las calizas mississipienses transgresivas son los estra-
totipos del piso): en el Carbonífero se aíslan en cuencas que pronto son continen-
tales, principalmente en América del Sur donde, en Rio Grande do Sul, en Uruguay
y en la Argentina septentrional se desarrollan las facies del Gondwana; se encuentran
además tillitas que constituyen otro argumento para reunir Sudamérica y Africa en
el vasto continente del Gondwana (cf. supra) .
1 . En México, en América Central y en el Caribe* el Paleozoico superior se
conoce en México, en Guatemala y en Belice (fig. 4-20 bis).
En el Devónico la parte noroeste de México (Estados de Sonora y de Chihuahua)
está cubierta por un mar epicontinental donde se depositan series calcáreas y dolo-
míticas. Hacia el sudeste la cuenca marina se hace más profunda y los depósitos se
convierten en netamente pelágicos.
Esta disposición se mantiene en el curso del Carbonífero. En la parte central de
México, los depósitos de esta edad adquieren a menudo facies flysch.
En el Pérmico la paleogeografía está marcada por la existencia de dos plataformas
carbonatadas, una en el noroeste (Estados de Sonora y de Chihuahua) y otra en
el sudeste (Estados de Chiapas y Guatemala), separadas por una o varias fosas sub-
sidentes donde se depositan espesas series terrígenas.
Mientras que la plataforma carbonatada del noroeste mexicano escapa a cualquier
deformación, las rocas del Paleozoico superior de las demás partes de México están
sometidas al metamorfismo, al plutonismo y a varias fases de deformaciones; la defor-
mación más reciente data del final del Pérmico (fase palatina). En el norte de
México los gradientes de estos fenómenos son siempre decrecientes en dirección al
noroeste, es decir, hacia la plataforma de Chihuahua-Sonora. Si a esto se añade que
en el norte de México (Estado de Coahuila) las estructuras están tumbadas hacia
el noroeste y que sobre las costas del golfo de California (Estado de Sinaloa) 10s
ejes de los pliegues del Paleozoico están orientados en dirección este-oeste, parece
lógico pensar que el edificio herciniano Apalaches-Ouachita se prolonga hacia el
sudoeste y recorta México según una dirección nordeste-sudoeste, perpendicularmente
a las direcciones alpinas posteriores.
2 . En América del Sur (fig. 4-20 ter, cuarta, quinta, sexta), el Paleozoico supe-
rior se conoce de manera cierta y completa en la cuenca Perú-Bolivia y en la cuenca
de Cuyo al nivel de la cordillera de los Andes; y de una manera menos cierta y
menos completa fuera de ella.
a) En la cuenca Perú-Bolivia y en la cuenca de Cuyo, separadas por la dorsal
pampeana, son muy numerosas las series fosilíferas y sirven de referencia. El Devó-
nico tiene aquí generalmente una facies flysch. Plegado y granitizado durante la fase
eoherciniana, está recubierto en discordancia por el Mississipiense marino en la
cuenca de Cuyo y por el Pennsilvaniense marino en la cuenca Perú-Bolivia; las facies
del Mississipiense y del Pennsilvaniense se hacen continentales en dirección al conti-
nente sudamericano sobre el cual se instalan ampliamente en el Pennsilvaniense,
hasta la costa atlántica. El Pérmico inferior marino está representado por la cuenca
Perú-Bolivia pero parece faltar en la cuenca de Cuyo. Todo el conjunto se pliega
de nuevo durante la fase tardiherciniana, acompañada de una potente granitización,
y el Pérmico superior (y el Triásico) tienen una facies de areniscas continentales
rojas intercaladas de riolitas.
b ) En los demás lugares el Paleozoico superior es menos completo y menos
* Texto redactado por Marc Tardy.
446 Estratigrafía
Fig. 4-20 ter. Paleogeografla de América del Sur en el Devdnico (fuentes diversas, entre ellas H. J. Harrington,
J. C. Vicente).
1. Devónico marino.
La extensión es la del Devónico medio; el Devónico superior, regresivo, apenas sobrepasa los Ilmites de la cordi-
llera de los Andes.
La era primaria o paieozoica 447
Fig. 4-20 cuarta. Paleogeografla de America del Sur en el Carbonífero inferior (Mississipiense) (fuentes diver-
sas, entre ellas H. J. Harrington, J. C. Vicente).
1. Depósitos marinos.
2. Depósitos lagunares.
3. Depósitos continentales.
Nótense los efectos de la fase coherciniana entre el Devónico y el Carbonífero por la repartición de las molasas
continentales.
448 Eotratigrafia
Fig. 4-20 quinta. Paleogeografia de América del Sur en e l Carbonifero superior (Pensilvaniense) (fuentes di-
versas, entre ellas H. J. Harrington, J. C. Vicente).
1. Facies marinas.
2. Facies lagunares.
3. Facies continentales.
4. Tillitas glaciales.
La era primaria o paieozoica 449
Fig. 4-20 sexta. Paleogeografía de América del Sur en el Pérmico (fuentes diversas, entre ellas H. J. Harrington,
J. C. Vicente).
1. Facies marinas.
2. Facies lagunares.
3. Facies continentales.
4. Facies volcánicas.
De hecho, dado que la fase tardiherciniana es intrapérmica, las facies marinas del Pérmico son únicamente del Pér-
mico inferior, al menos en los Andes centrales y meridionales. Las facies continentales estacionadas en el antepais
andino en e l Pérmico inferior son generales hasta l o s Andes durante el Pérmico superior, donde se les intercala u n
potente volcanismo ácido.
Estratigrafía
MARES RELATIVAMENTE
PROFUNDOS
mV&E~ID~lE m
,<u.?: 2
MARES POCO
PROFUNDOS 0 %%JAS
PRINCIPALES MACIZOS
HERC~NIANOS
Fig. 4-22. Paleogeografía de Europa en e l Carbonífero inferior, igual leyenda que en la figura 4-21.
La zona moldanubiense que, en su conjunto, ha estado levantada por la fase bretona, presenta en numerosos lu-
gares una facies Culm discordante, vulcanizada y granitizada, que se opone a la facies Culm concordante de las
zonas que han permanecido marinas; esta última es el flysch de la cadena herciniana que se dispone a un y Otro
lado de las zonas medias entre las cordilleras elementales.
b ) AL FINAL DEL D E V ~ N I C Ose sitúa una primera fase orogénica llamada bretona,
que hace emerger las zonas elevadas moldanubiense, ibérica y del Mogreb cuyas
características se encuentran igualmente subrayadas. EN EL CARBONÍFEROINFERIOR O
DINANTIENSE (fig. 4-22) en el borde de estas regiones elevadas se desarrollarán facies
flysch (llamadas «Culm») concordantes sobre los terrenos anteriores, mientras que en
las partes externas persistirán facies con predominancia calcárea (por ejemplo, calizas
dinantienses de las Ardenas) tanto más cuanto que el mar transgrede sobre el antepaís
noratlántico sobre todos los continentes (véase pág. 439). Mientras que, en el eje
* Los mármoles griottes, p o r su facies y su posici6n paleogeográfica, evocan las calizas nodulosas
rojas de facies ammonitico rosso de las cadenas alpinas (véase pág. 270): son, de alguna manera,
agoniatitico rosson.
La era primaria o paieozoica 453
Fig. 4-23. Paleogeografía de Europa en el Carbonífero medio, igual leyenda que la figura 4-21, y además:
As: cuenca hullera de Asturias; B: Brianconnais; Ca: Cardiff; Cp: Campine; D: Donetz; Fb: franco-belga; Sa: Sarre;
SI: Silesia; Z: Zonguldak (Heraclea).
Deberá notarse l a posición parálica de las cuencas hulleras en el borde inmediato de las cordilleras que surgen por
la fase sudete; a excepción de la cuenca del Sarre, situada en el interior de la cordillera de la Europa media
y que es continental.
La repartición del metamorfisrno y de la granitización ligadas a la fase sudete representa la de la granitización: de
hecho, las zonas metamórficas son mucho más restringidas al eje de la cordillera de la Europa media y, más aún,
al eje de la cordillera ibérica; en los dos casos, estos metamorfisrnos y granitización retornan rocas metamórficas y
granitos de edad precámbrica que formaban el substrato de la zona elevada moldanubiense y las zonas elevadas
ibérica y marroqui que tenian la significación de fragmentos de plataforma.
La cuenca de Asturias representa pues una antefosa intermedia común a la cordillera ibérica y a la cordillera de la
Europa media. Sin duda está metida en el centro de la curvatura cantábrica (figs. 4-21 y 4-22).
ges y del Brabante, que coge de refilón Inglaterra y Bélgica; es el lugar de las
cuencas hulleras de Europa media, de Irlanda a Polonia, en dos alineaciones: Irlanda
septentrional, Escocia al norte, País de Gales, cuenca franco-belga al sur, que se
unen al nivel del Ruhr para formar una sola cuenca que continúa hasta Silesia;
- entre la cordillera de Europa media y la cordillera ibérica, la cuenca hullera
de Asturias en el noroeste de España, ante-fosa intermedia común a las dos cordi-
lleras;
- entre la cordillera del Mogreb y el continente africano, otras cuencas hulleras
de las cuales la m& conocida es la de Colomb-Béchar.
Finalmente, en el interior de las cordilleras se forman aquí y allá algunas depre-
siones en las que se acumulan series hulleras continentales, límnicas; tal es el caso
de la cuenca hullera del Sarre en sus capas inferiores de edad Carbonífero medio,
y diversas pequeñas cuencas como en la Vandée. La estructura interna de estas
cordilleras no es una cualquiera; como ejemplo tomaremos la cordillera de Europa
central (fig. 4-23):
- los ejes tectónicos se inclinan de una parte y otra del eje moldanubiense,
hacia el norte en el norte, hacia el sur en el sur: la cordillera de Europa central
es de hecho una cadena con doble inclinación;
- el metamorfismo afecta al eje de esta cadena, acantonándose esencialmente
en la ex-zona moldanubiense, de la Bretaña meridional a Bohemia por el Macizo
central y el conjunto Vosgos-Selva Negra; retorna esencialmente un viejo zócalo
precámbrico que se hace así «polimetamórfico» (véase tomo 1);
- la granitización afecta a este eje metamorfizado y le sobrepasa tanto al norte
como al sur.
De manera que, de una parte y otra del eje de la cordillera de la Europa media,
metamorfizado y granitizado, existen dos dominios donde los terrenos no metamorfi-
zados están atravesados por plutones graníticos: tal es el lugar de los principales
batolitos con bonitas aureolas de metamorfismos de contacto (Flamanville, Andlau
en el norte; Sidobre, Quérigut en el sur) o de asociaciones metalogénicas caracte-
rísticas (Erz Gebirge, es decir, «la montaña de los minerales»)*. Vienen a continua-
ción dos bandas de afloramientos de terrenos no metamorfizados ni granitizados;
y para terminar, las series de las ante-fosas hulleras.
Vemos pues que por la paleogeografía, la tectónica, el metamorfismo y la grani-
tización, la cordillera de la Europa media aparece como una cordillera de doble incli-
nación, con simetría centrífuga, en cuyo eje se sitúa un postpaís intermedio (zona
moldanubiense o arverno-vosgiense), que separa las dos cadenas elementales, una al
norte y otra al sur, que se dan la espalda.
Las mismas observaciones podrían hacerse para la cordillera ibérica, en cuyo eje
se encuentra una zona alta donde tiene lugar el límite del metamorfismo y que bordea
la granitización; e igual para la cordillera del Mogreb.
Resulta que si la antefosa subvarisca es una antefosa en el sentido estricto del
término en el borde del antepaís septentrional (continente noratlántico), la antefosa
astúrica es una antefosa intermedia entre las dos cordilleras.
d ) AL FINAL DEL C A R B O N ~ F E R O MEDIO se sitúa una fase denominada «astúrica»
que, plegando y levantando las antefosas, termina de formar el dominio mesogeo
soldando provisionalmente el continente noratlántico y el continente nigrítico; de
hecho, parece que de la fase sudete a la fase astúrica no haya habido' más que un
período continuo de orogénesis que, partiendo del eje de cada cordillera (fase sudete),
* Es del Sankt Joachimthal en el Erz Gebirge de donde proviene el nombre de Thaler que designaba
una moneda en uso desde la Edad Media e n Europa central y cuyo recuerdo no se ha perdido; la defor-
mación de la palabra Thaler ha dado la palabra dólar.
La era primaria o paieazoica 4-55
alcanza progresivamente la periferia hasta llegar a ella (fase astúrica), marcando
una doble polaridad orogénica, testimonio de la constitución doble de cada cordillera.
Esta fase viene inmediatamente seguida, EN EL CARBONÍFERO SUPERIOR (Estefaniense
y Autuniense) (fig. 4-24):
- en el Mediterráneo oriental y medio, de una transgresión marina que toma una
parte de los dominios emergidos;
Fig. 4-24. Paleogeografla de Europa en el Carbonifero superior, igual leyenda que la figura 4-21, y además:
As: cuenca hullera asturiana; B: cuenca hullera de Bohemia; Ma: cuencas hulleras del macizo armoricano; Mc: cuen-
cas hulleras del Macizo central; Mi: cuencas hulleras de la meseta ibérica; Py: cuencas hulleras de los Pirineos;
Sa: cuencas hulleras del Sarre; Si: cuenca hullera de Silesia; V: cuencas hulleras de los Vosgos.
Nótese que todas las cuencas hulleras son continentales (limnicas), a excepción de la cuenca asturiana.
Comparando con la figura 4-23, se ve que la distribución de las cuencas hulleras del Carbonifero medio y del
Carbonifero superjor es totalmen!e diferente; con tres excepciones: la del Sarre, donde se suceden dos series con-
tinentales, westfaliense y estefaniense; la de Asturias, donde se suceden dos series marinas, westfaliense y estefa-
niense; la de Silesia, donde se suceden una serie marina westfaliense y una serie continentad estefaniense.
€3MAR RELATIVAMENTE MAR POCO PROFUNDO Cl_j ZONAS EMERGIDAS (al CON FACIES
PROFUNDO a NUEVAS ARENISCAS ROJAS Ib)
B) Carbonífero y Pérmico
1. Zona cantábrica
El Carbonífero forma la cuenca central (1400 km* con más de 6000 m de sedi-
mentos). El Carbonífero inferior, típico de una facies condensada, comprende pelitas
negras con cherts (Tournasiense) seguidas de calizas nodulosas (Viseense inferior)
o mármoles griottes (Viseense superior-Namuriense inferior).
El Carbonífero superior está bien desarrollado; empieza (Namuriense C, Westfa-
liense A) por una formación terrígena con sedimentos de facies poco profundas,
incluso continentales, y de facies flyschoides con turbiditas. El Westfaliense B es
transgresivo en la periferia de la cuenca y hacia el interior, los niveles marinos del
Westfaliense C y D representan numerosos episodios carbonosos. La formación si-
guiente de carácter mdásico (Westfaliense D-Estefaniense A y B) (2000 m de sedi-
mentos), a veces discordante, se pliega en la fase astúrica.
La formación conglomerática hullera, muy espesa (4000 m) del Estefaniense B
y C está coronada, a veces discordantemente, por areniscas con restos piroclásticos
460 Ectratigrafía
3. Ossa Morena
La formación detrítica del Dinantiense, bastante espesa, a veces discordante sobre
el Devónico (Vendas Novas), con niveles conglomeráticos en la base del Tournaisiense,
del Viseense inferior y del Viseense superior, lentejones de calizas arrecifales, bancos
de hulla (Val de Infierno), es cada vez más marina al ir hacia el sudoeste y se
transforma en facies flysch (Estremoz, Terena, Barrancos).
El conjunto namuro-westfaliense, típico de una cuenca parálica, tiene caracterís-
ticas de molasa con ciclotemas a niveles de hulla; el Westfaliense D de Santa Suzanna,
en el noroeste de esta zona, es discordante. El Carbonífero terminal (Estefaniense) y
el Pérmico (Autuniense) están limitados a pequeñas cuencas límnicas intramontafiosas
con conglomerados, con algunos depósitos hulleros.
5 . Resumen
En resumen, los depósitos del Carbonífero están repartidos en dos dominios
distintos. Es en esta época cuando tienen lugar los grandes episodios tectónico variscos,
las granitizaciones, el metamorfismo, el cierre del Protoatlántico (Iapetus) y también
la formación de la Pangea (véase tomo 2, figs. 2-42 y 2-44).
A) Las Ardenas se sitúan a caballo sobre las zonas más externas (zona renano-
herciniana) y la antefosa westfaliense; aquí encontramos (fig. 4-26):
- la transgresión marina del Devónico hacia el norte, que alcanza la cuenca
de Dinant desde el Devónico inferior, la de Namur en el Devónico medio, la de
La era primaria o paieozoica 461
S N
Anticlinal Anticlinal Anttcltnal Anticlinal
de de del del
Givonne Rocroi Condroz Brabante
Cuenca
Cuenca
Sinclinal
de de Dinant , deCuenca
Namur
de Campine
CUENCA CUENCA
DE BELGA
PAR^
1
Terciario
0 y secundario transgresivo
m 1
.
DEV6NICO
1
Westfaliense inferior
m Dinantiense
CARBON~FERO
m Silurico
Ordovicico
Cambrico
Fig. 4-26. Corte geoldgico de las Ardenas.
Este corte se ha esquematizado; la estructura de la cuenca de Dinant y de la cuenca de Namur es mucho más
compleja.
Nótese:
- la transgresión y la discordancia del Devónico sobre el Cambro-Silúrico cuya estructura ha sido esquematizada
de una manera no representativa;
- la transgresividad del Devónico hacia el norte; e l Devónico inferior falta al norte del Condroz.
La discordancia de los terrenos secundarios y terciarios en la periferia de las Ardenas es un ejemplo clásico de dis-
cordancia, al igual que en la periferia del macizo armoricano (véase fig. 2-15).
0s.
0 pS~Onse,o*~ ,*a6+
0
de de de 9'
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0
0
falla limite <a\"' . ,tan <alla
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0
0
/ '
en numerosas capas cortadas por intercalaciones marinas cuyas tres principales son,
de abajo arriba: las pasadas marinas de Laure, de la Poissonni&-e y de Rimbert, que
dividen al Westfaliense en tres conjuntos (en el orden Vicoigne, Anzin y Bruay);
las tres son testimonio de la posición de la cuenca hullera en el borde de la cordillera
de 1: Europa media, cerca del mar.
La cuenca hullera franco-belga corresponde al sinclinal de Namur cabalgado por
el anticlinal del Condroz (fig. 4-27). En Francia este cabalgamiento lleva el nombre
local de cfaille du Midi»; la cuenca está dividida en diferentes «paquetes» por
numerosas «fallas» (de hecho, estas «fallas» corresponden a superficies de cabalga-
mientos: no son fallas en sentido estricto).
La edad del plegamiento de la cuenca hullera franco-belga se deduce de las
observaciones precedentes: de una parte, hay continuidad sedimentaria del Devónico
al Dinantiense y al Westfaliense; por otra parte, la pudinga de Roucourt, de edad
Westfaliense muy superior, dicordante sobre el Westfaliense afectado por la tectónica,
data del final del Westfaliense; la cuenca hullera franco-belga ha sido pues plegada
por primera vez durante la fase astúrica, sin que se encuentren ecos de fases ante-
riores.
.
F i g 4-28. Distribución de los aflora-
mientos del Paleozoico superior en el
Macizo central.
Los terrenos cristalinos del Macizo cen-
tral se han dejado en blanco: correspon-
den en parte a material precámbrico, y en
parte a material herciniano: como en
toda la zona moldanubiense, el meta-
morfismo y la granitización herciniana
retoman un viejo zócalo prec8mbrico. Es
Únicamente en el extremo sur, en la
región de la Montaña Negra, que reapa-
recen series paleozoicas completas; lo
que no significa que tales series se hayan
extendido en la totalidad del Macizo
central y que luego hayan sido metamor-
fizadas: la naturaleza de la zona molda-
nubiense es la de una zona elevada que
ha estado emergida durante largos pe-
riodos; no hay más que comparar la
Pérmico m Dinantiense
o
SAVERNE
VOSGOS
SEPTENTRIONAI
l
I
l
escamas
de Urbeis
VOSGOS
CENTRALES
MERIDIONALES
I
I
I
I
I
I
I
I
I
w
O lOkm
Devdnico / cabalgamiento
Estefaniense m Esquistos de Steige
Y Ville
(Carnbro-Silúrico)
NO CUENCA
Anticlinal
de Sarrebrück
DEL
LONGWY 'ARRE SARREBRUCK
Fig. 4-30. Corte de la cuenca hullera del Sarre (según P. Pruvost, simplificado).
Nótese:
- la discordancia de las formaciones hulleras sobre los terrenos anteriores, consecuencia de la fase sudete;
- la transgresividad de los depósitos estefanienses-autunienses, eco de la fase astúrica;
- el plegamiento del conjunto de las formaciones hulleras, consecuencia de la fase saaliense.
Por su posición en el interior de la cordillera de la Europa media, la cuenca del Sarre registra todos los aconteci-
mientos orogénicos hercinianils.
NO SE
CHANTONNAY ST. U U R S VILLE-DÉ
D'ARDIN
discordancia
post-astúrica
I
discordancia
post-Erz Gebirge
discohancia
post-sudete
I
plegamiento
Saaliense
m Cs ESTEFANIENSE
m DG DEVÓNICO (GIVETIENSEI
Cw WESTFALIENSE
m PRECAMBRICO (BRIOVERIENSE)
m CN NAMURENSE
Fig. 4-31. Corte sintdtico del Paleozoico superior de la Vendde (según G . Mathieu).
Nótese:
- la transgresión del Devónico medio sobre el Precámbrico (o el Silúrico? - véase nota, pág. 468) que testimo-
nia la naturaleza de la zona elevada moldanubiense;
- la discordancia del Namuriense, que sigue a la fase sudete;
- la discordancia del Westfaliense en sentido estricto, que sucede a la fase del Erz Gebirge;
- la discordancia del Estefaniense, que sucede a la fase astúrica;
- el plegamiento del Estefaniense, que resulta de la fase saaliense.
Como la cuenca del Sarre, situada en el eje de la cordillera de la Europa media, la cuenca hullera de la Vendée re-
gistra todos los acontecimientos orog8nicos hercinianos.
La era primaria o paleozoica
corresponder a una fase más tardía que la fase sudete propiamente dicha, compren-
dida entre ésta y la fase astúrica; granitos postectónicos cortan estas estructuras
(Querigut, etc.)*.
- el Estefaniense, discordante, está representado en pequeñas cuencas hulleras
límnicas tales como las de Durban y Tuchan en el macizo de Mouthoumet, o el
del Pic d'Ibantelly en los Pirineos occidentales;
- el Pérmico presenta la facies saxoniense de areniscas y esquistos rojos discor-
d a n t e ~ ;las andesitas del Pic du Midi d'Ossau son el único testimonio de una acti-
vidad volcánica más importante en otros lugares. Pasando a la parte superior del
Triásico sin cambio de facies significativo, el Pérmico, o mejor el Permo-Triásico,
como frecuentemente se considera, aparece como el primer término de la cobertera
sedimentaria secundaria y terciaria de los Pirineos.
SS0 NNE
VALLE ALTO VALLE ALTO VALLE ALTO VALLE
DEL GUlL DE LA DURANCE DEL ARC DEL ISERE
(Mauriynne) (Tarentaise)
1 I
1 l
1 I
Discordancia
Saaliense
Discordancia
Astúrica
Andesitas
Fig. 4-32. Corte sintbtico del Permo-Carbonlfero briansonés (según J . Fabre y R. Feys, simplificado).
Este esquemá es un corte ideal reconstruido comparando varios perfiles; en efecto, sólo considera muy poco la tec-
tónica herciniana, simplemente esquematizada, y nada de la tectónica alpina.
La sucesión de las diferentes series (la base del Namuriense no se conoce) y de las discordancias que las separan,
evoca una posición ya sea en el interior de la cordillera, como el Sarre, ya sea una posición entre dos cordilleras,
como Asturias. El hecho de que las facies del Westfaliense sean marinas inclina a ia segunda solución: por otra
Parte, s e comprenderla asl que, separando dos cordilleras hercinianas, el briansonés haya marcado una frontera ca-
pital en el curso de la orogénesis alpina (véase vol. 3).
i
F) Los Alpes marcan igualmente una transición, pero de interpretación más deli-
cada debido a la importancia de la tectónica alpina que enmascara las continui-
dades (véase tomo 3).
a) Los macizos cristalinos externos se parecen al Macizo central -es decir,
al eje moldanubiense o arverno-vosgiense-: sobre un zócalo cristalino descansan
en discordancia los terrenos hulleros límnicos estefanienses (cuencas de la Mure, de
las Grandes Rousses, afloramientos de Barles); el conjunto recubierto en discordancia
por areniscas y esquistos rojos del Pérmico de facies saxoniense (que forman prin-
cipalmente el domo de Barrot en los Alpes marítimos).
6 ) El Brianconnais constituye un dominio en el que se reconoce, encima del
zócalo cristalino cuya posición exacta no se conoce (fig. 4-32):
- el Carbonífero medio (Westfaliense), bajo forma de una potente serie de
areniscas y esquistos con vetas de antracita, moderadamente deformada por una fase
astúrica;
- el Carbonífero superior, ligeramente discordante, representado por niveles infe-
riores frecuentemente conglomeráticos (Estefaniense) y superiores ya violáceos (¿Autu-
niense?)*; la fase saaliense, que da una estructura a estas cuencas, va acompañada
de intrusiones de rocas microgranudas (principalmente microgranodioritas), de meta-
morfismo importante en la parte oriental del briansonés (migmatitas del Sapey);
- el Pérmico, netamente discordante, en facies violácea de tipo saxoniense, a
veces multicolor y llamada entonces «facies verrucano», acompañada de rocas volcá-
nicas ácidas (dacitas del valle del Guil, riolitas de los Alpes marítimos italianos).
Teniendo en cuenta los potentes corrimientos alpinos en el Terciario, hay que
resituar en el pensamiento esta cuenca briansonesa ampliamente al este de su posición
actual. En estas condiciones, teniendo en cuenta la superposición en ligera discor-
dancia de las dos series del Carbonífero medio y del Carbonífero superior, el Brian-
connais puede pertenecer o bien a una antefosa meridional de la cordillera de
la Europa media acercada al eje de ésta por los corrimientos alpinos, y entonces
es preciso compararlo con Asturias; o bien a una intrafosa, y entonces es preciso
compararlo al Sarre, simétricamente en relación al eje de la cordillera de la Europa
media. En la primera hipótesis, el Brianconnais separaría la cordillera de la Euro-
pa media de otro edificio herciniano desarrollado más al ESE en el emplazamiento
del dominio alpino s. l. y cuya lógica no ha podido ser reconstituida hasta el
momento presente. De todas maneras, la edad saaliense (Carbonífero terminal) del
metamorfismo es una particularidad en relación a la 'cordillera de la Europa media,
que se encuentra en muchos otros puntos del dominio mediterráneo oriental así
anunciados por el Brianconnais.
7- (riolitas)
P6rrnico
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La era primaria o paleozoica
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474 Estratigrafía
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Capítulo V
LA ERA SECUNDARIA O MESOZOICA
negativamente: por ejemplo, los Globotruncana del Cretácico han desaparecido, pero
los Globorotalia del Terciario no han aparecido aún (véase fig. 1-4). El hecho se
complica porque el Daniense ha sido definido en el límite superior del Cretácico
superior ahtes de la regresión que lo termina, mientras que el Montiense se ha defi-
nido en la base del Terciario, marcando la transgresión de éste: además de las
dificultades 'que esto crea en las cuencas sedimentarias epicontinentales -las calizas
de Vigny, en la cuenca de París, son objeto de una interminable controversia-
los pisos así definidos dejan entre sí un lapso de tiempo que corresponde al ir y
La era secundaria o mesozoica 477
venir del mar; de 'manera que en las series continuas, ciertas formaciones se sitúan
fatalmente entre dos pisos.
m REGIONES MARINAS
general de flysch desde el Neocomiense sea una prueba de ella y que deba atribuír-
sele una «revolución finijurásica* que marca el fin de la extensión mesogea y el
principio de las compresiones (a ella se debería el primer corrimiento de ofiolitas,
véase pág. 500);
- al final del Cretácico inferior, la fase austríaca que parece bastante general
en el dominio mesogeo marcada por un recrudecimiento de las facies flysch y por
el emplazamiento de importantes estructuras tales como los mantos de los Alpes
orientales;
- al final del Cretácico superior, la fase laramiense, bien conocida en el dominio
peripacífico y que, en el dominio mesogeo, marca el principio de la gran orogénesis
alpina.
Este calendario es, no obstante, aproximado, ya que hay fases intermedias que
/I ;
La era secundaria o mesozoica
se sitúan entre las citadas; de todas maneras, trataremos de la noción de fase orogé-
nica en el tomo 3.
* Como veremos (véase tomo 3), los límites del Pacífico son subparalelos a los de los cinturones
orogénicos que lo rodean, lo cual es uno de los argumentos principales sobre su permanencia; mientras
que el océano Atlántico corta bajo distintos ángulos los cinturones orogénicos sucesivos que se encuentran
en los continentes que lo bordean.
En lo que concierne al océano Atlántico, debe tenerse en cuenta el hecho de que, en su posici6n
actual, se dispone perpendicularmente en relación a los mares de dirección latitudinal; de esta manera,
sus costas, en la región de Gibraltar por una parte y del Caribe por otra, cortan la antigua Mesogea
secundaria y terciaria. Encontraremos pues en estas regiones facies marinas que no darán testimonio de
la presencia del Atlántico: por ejemplo, en las costas euroafricanas encontraremos diversas facies marinas
del Secundario hasta Portugal hacia el norte, y Marruecos meridional. hacia el sur (incluso más lejos,
se cofioce Jurásico superior marino en la región de Dakar). De la misma manera, la existencia de Un
mar boreal al norte de Europa será responsable de la existencia de facies marinas en las islas británicas,
el norte de Francia e incluso los confines septentrionales de la cuenca de Aquitania.
La era secundaria o mecozoica 481
Fig. 5-3 C.
Fig. 5-3. Desplazamiento supuesto de los continentes en e l transcurso del Secundario a partir de la ruptura de
la Pangea del final del Carbonífero (según Dietz y Holden, 1970).
A: situación al final del Triásico.
B: situación al final del Jurásico.
C: situación al final del Cretácico.
Compárese con la figura 2-42 que sirve de punto de partida; nótense las marcas en forma de medialuna que pro-
porcionan un medio para apreciar los movimientos absolutos de los continentes, además de sus movimientos
relativos.
A: en el Triásico se abre el océano indico; se desarrolla el Atlántico Central dependiente del dominio del Caribe; se
abre más el Tethys hacia el oeste como prolongación de la Panthalassa paleozoica en ((reconquista)) del dominio
herciniano.
6: en el Jurásico se acentúa la apertura del océano Indico; aumenta el Atlántico Central con un inicio de apertura
del Atlántico Norte; aumenta la apertura de la Mesogea occidental como prolongación del Tethys; se anuncia la
apertura del Atlántico Sur mediante un sistema de rift aún continental o ya lagunar.
C: en el Cretácico se abre el Atlántico Sur; se acentúa la apertura del Atlántico Norte; se marca más la apertura
del océano hdico. La distribución de los continentes anuncia la actual; a excepción: del conjunto noratlántico aún
junto, puesto que el Atlántico Norte no se ha abierto todavla; del conjunto Antártico-Australia, a6n junto, del ais-
lamiento de la India, que no está aún soldada al continente euroasiático.
Estos tres esquemas, los primeros que se han propuesto, son aún ampliamente cualitativos; existen cosas que son
discutibles. Por ejemplo: el hecho de que la India se separe antes que Madagascar en el océano indico; el hecho
de que'el Atlántico aparezca como una dependencia del dominio del Caribe en el Triásico; el hecho de que las
comunicaciones del Caribe con el Atlántico Central y con la Mesogea (o Tethys) no se hayan establecido hasta el
Cretácico, etc. .. Por lo tanto, no se considerarán estos sistemas como definitivos.
A l lado de la apertura de los océanos y de la separación de las masas continentales, podemos observar el acerca-
miento de los continentes y deducir de ello la existencia de fases tectónicas en raz6n del estado de fuerza compre-
siva que existe entre sus bordes o en su borde. Tratándose de la Mesogea, vemos que las primeras indicaciones de
compresión podrian ser triásicas en el sudeste asiático, jurásicas hasta las cadenas mediterráneas (es la revolución
finijurásica que las hace pasar de un estado extensivo a un estado compresivo, véase pág. 500), cretácicas en todos
los lugares. Tratándose de las cordilleras americanas tenemos una fase jurásica en América del Norte (Nevadiense) y
una fase finijurásica tanto en América del Norte como del Sur (fase Laramiense), etc ... Sobre este punto se han
dado también ideas; por ejemplo, existe una fase finijurásica en todos los Andes meridionales; el dominio del Caribe
se presenta extensivo desde el Triásico hasta el Cretácico; ahora bien, se conoce una Importante fase de corrimiento
mesocretácica, etc...
As1 pues esta reconstitución está lejos de ser definitiva; aporta, no obstante, una gufa para la reflexión e invita a un
inventario de sucesos geológicos que, comparándolos con los datos oceanográficos y geoflsicos, permitir& una
mejor reconstitución.
482 Estratigrafía
Fig. 5-3 bis. La apertura caribe en el Jurásico, considerada como una extremidad occidental del ((Tethys de la
reconquista» (según J . Aubouin, R. Blanchet, J. F. Stephan, M. Tardy).
1) El Triásico
1. GENERALIDADES
Creado por von Alberti en 1834, el Triásico debe su nombre al hecho de que
en Alemania está representado por una secuencia de facies en tres términos.
De todos modos, se dispone de dos escalas estratigráficas: una corresponde a la
secuencia de facies germánica definida en las cuencas epicontinentales de la Europa
media; la otra corresponde a la secuencia alpina definida en lo que luego será
el geosinclinal alpino. Gracias a diversos pasos de facies, se ha podido establecer
una equivalencia entre las dos escalas (fig. 5-5).
De una duración de 30 millones de años, el Triásico es el más corto de los tres
486 Ectratigrafía
-
Escala Escala Fases Edades
Estratotipos orogénica: absolutas
general en facies
(alpina) germánica
Alpes réticos
Retiense (Grisones, Suiza) Infraliásico - Cim~ne
1
riense
Superior Alpes nóricos
Noriense (Estiria, Austria)
Alpes cárnicos
Carniense (Véneto, Italia)
País rético
Ladiniense (Grisones, Suiza) 1
Medio Virgloriense collado de la Virgloria Muschell<alk
o Anisiense (Voralberg, Austria)
o nombre latino
del río Enns
ESTADOS UNIDOS
AMERICA D E L SUR
Fig. 5-5 bis. Distribución del Triisico en América central y en e l Caribe (por M . Tardy).
1. Límite de l a transgresibn pacífica del Triásico superior.
2. Depósitos rojos continentales.
miento del clima, aún frío al final del Pérmico y al principio del Triásico (Glossop-
teris) y que se hace cálido después (Thinnfeldia, Taeniopferis), mientras que aparece
el color rojo. En el Retiense, potentes coladas basálticas coronan estas formaciones,
principalmente en África del Sur (y también en la parte meridional de América
del Sur -Argentina- donde son más discretas): puede considerarse que son el eco,
en el continente africano, del principio de la expansión del océano Índico. Las floras
y faunas triásicas del Angara no son menos notables ni menos diferentes de las
del Gondwana de lo que se había creído anteriormente: Glossopteris se encuentra
aquí comúnmente; pero, en conjunto, el clima parece más frío, tal como lo expresa
la flora y el color gris de los sedimentos, lo que corresponde a una posición latitu-
dinal más elevada (en e1 hemisferio norte)".
En los cinturones orogénicos, una fase cimmeriense se sitúa al final del Triásico.
Parece sobre todo importante en el Asia sudorienta1 (Indonesia, Vietnam), en la
extremidad del sistema mesogeo, allí donde se encuentra el sistema peripacífico;
podría estar ligada a la apertura del océano Índico, lo que lleva consigo un cierre
precoz de la Mesogea (o Tethys) oriental (véase fig. 5-3 A). Por otro lado, el Triásico
parece un período de calma, sucediendo a la orogénesis herciniana e introduciendo
la fase sedimentaria del ciclo alpino en el sentido más amplio.
* En el fondo, el aislamiento faunístico y florístico relativo de los continentes del Gondwana y del
Angara corresponden e n parte a una separación climática que une sus efectos a ia separación continental.
t De hecho, son movimientos protoinesogeos en la medida en que acompañan la «reconquista» d e
la Mesogea (o Tethys) (cf. fig. 5-3 bis).
$ Texto redactado por Marc Tardy.
La era secundaria o mesozoica 489
Fig. 5-5 t e r . Paleogeografla del Tridsico en América del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin, H. J. Ha-
rrington).
1. Triásico medio marino.
2a. Triásico superior marino.
2b. Triásico continental.
490 Ectratigrafía
Fig. 5-7. Paleogeografía de la península ibérica en el Triásico superior (por J . Azéma y E. Fourcade).
E) Francia comprende tres de los cuatro dominios del Triásico europeo: sola-
mente le falta el Triásico alpino. En detalle (fig. 5-7): el mar del Buntsandstein avanza
hasta Lorena, faltando en los demás lugares; el del Muschelkalk llega hasta el E
de Troyes (Muschelkalk reconocido en sondeo), se apoya sobre el borde este del
Macizo central (Muschelkalk de la montaña de Crussol cerca de Valence) y forma
un golfo en los Pirineos orientales (región de Amélie-les-Bains); el Keuper lagunar
avanza más allá de la cuenca de París (reconocido en sondeo), se apoya en el borde
este del Macizo central, después avanza hasta los Pirineos occidentales (domo de
sal de la región de Dax y del Bajo Adour). Nótese el avance hacia el oeste de las
facies alpinas hasta el sur de España (cordilleras béticas). El dibujo de los límites
de este «golfo» alpino se comprenderá mejor suponiendo que el conjunto corso-sardo
se habría vuelto contra las costas de Francia y Espaiía y no habría tomado su posición
actual hasta la rotación oligo-miocena (véase fig. 2-31).
Deberá señalarse que, de todas maneras, el golfo mesogeo está cerrado hacia el
oeste: el Atlántico aún no existe y la Mesogea está ligada, por el este, al Pacífico
(véase fig. 5-3 A).
3. LA ESTRATIGRAF~ADEL T R I ~ S I C O
A) El Triásico continental está representado, en el extremo oeste de Europa, por
areniscas rojas que vienen a continuación del Pérmico sin discontinuidad; general-
mente desprovisto de faunas, sólo autoriza a hablar de un Permo-Triásico. En Francia,
se le encuentra principalmente en los Pirineos, alrededor del Macizo central (región
de Lodeve, de St. Affrique, de Brive, parte meridional del Barry y del Nivernais),
en la periferia del macizo armoricano (región de Carentan: recientemente, se han
descrito aquí fósiles marinos; es difícil decir si se trata de un golfo meridional del
mar boreal o, por el contrario, de una avanzada mayor de lo que se suponía del
golfo germánico).
JURASIC0
TRIASICO - J PERMlCO
I
MUSCHELKALK BUNTSANDSTEIN
l
VOSGOS ARENISCOSOS
1 - ALPES
OCCIDENTALES
ALPES ORIENTALES Y
CONJUNTO ITALO-DINARICO
a O
a: zócalo b:cobertera
Fig. 5-9. Esquema de las grandes divisiones estructurales de los Alpes.
El sistema de los Alpes occidentales pasa en túnel bajo los mantos de los Alpes orientales, reapareciendo en las
dos grandes ventanas de la Engadina y de los Tauern y delante mismo de los Alpes orientales.
Los mantos de los Alpes orientales tienen en su base zócalo cristalino que aflora en el eje de la cadena que
reposa directamente sobre el edificio de los Alpes occidentales; y una cobertera secundaria y terciaria con predomi-
nancia calcárea, bien visibles en su vertiente sur (Alpes calcáreos rneiidionales) y que forma mantos complejos en
la ver'iente norte (Alpes calcáreos septentrionales). El conjunto de los Alpes orientales se sitúa en el dominio de los
Apeninos y de los Dinárides (para más detalles véase tomo 3, capítulo IV).
En los Alpes septentrionales, las facies son más variadas (véase tomo 3):
- en los mantos inferiores (de abajo arriba, manto de A.llgau, del Lechtal, del
Inntal), la sucesión de las facies es casi idéntica a la de los Dolomitas;
- en los mantos superiores, las diferencias son muy grandes; se reconoce, de
abajo arriba,
el manto de Hallstatt caracterizado por facies pelágicas encima de un Werfe-
niense detrítico; en conjunto, son calizas grises o rojas, silíceas, frecuentemente nodu-
losas, que corresponden a los pisos del Anisiense al Noriense; más particularmente,
calizas nodulosas rojas de facies ammonitico rosso que representan al Carniense
(calizas denominadas de Hallstatt);
el manto del Dachstein que, encima del Carniense de facies Raibl, presenta
las calizas denominadas de Dachstein, con algas y gasterópodos, representando el
Triásico superior y el Liásico inferior y medio.
La era secundaria o mesozoica 4c
Estas facies alpinas del Triásico están extendidas no solamente en los Alpes
orientales, sino en todo el conjunto italo-dinárico (en Italia, en Yugoslavia, en
Albania, en Grecia), y más allá en el Mediterráneo oriental; dado que, a conse-
cuencia del corrimiento de los Alpes orientales, éstos se encuentran superpuestos a
series en las que el Triásico es el de los Alpes occidentales, emparentado con la
facies germánica, resulta más lógico hablar de un Triásico mediterráneo. Esto es tan
cierto, que facies parecidas se encuentran en las cordilleras béticas, bastante lejos
de los Alpes.
zona
zona del Briancon
del Delfinado y del Piamonte
CARNIENSE
LADINIENSE
WERFENIENSE
Fig. 5-10. Esquema de las facies del Tririsico en los Alpes occidentales.
Nótese el desarrollo de las facies calcáreas, que van de la zona del Delfinado a la zona del Piamonte; y el
hecho de que sólo el primer nivel de yeso conocido en la zona del Delfinado persiste hasta la zona piamontesa;
el segundo (Keuper) no aparece más a partir del briansonés; las consecuencias tectónicas de este hecho serán impor-
tantes (véase tomo 3).
* Se ha considerado durante mucho tiempo que entre el mar alpino y el mar germánico se situaba
una zona emergida, alargada, llamada «cordillera vindeliciense)), responsable de la diferencia de faunas
observada en una cuenca y otra. Actualmente, existe la tendencia a considerar que estas diferencias se
deben a la naturaleza misma de las cuencas y además, podría haber un umbral entre las dos.
498 Estratigrafía
yeso del Anhydritgruppe?), pero carece de facies Keuper, ya sea porque ésta pasa
lateralmente de la facies de calizas del Briancon, o porque ha sido erosionado ya
que el Retiense (de facies suaba) es generalmente transgresivo; por otra parte, pre-
senta rasgos alpinos por sus calizas del Briancon que contienen faunas conocidas
del Triásico alpino y podrían corresponder a todos los niveles del Triásico del Haupt
Muschelkalk al Keuper incluidos.
En la serie piamontesa, el Triásico presenta la misma facies que en la zona del
Briancon: el nivel calcáreo superior contiene aquí faunas francamente alpinas (facies
denominadas «villanovienses», en la provincia de Cuneo).
Los niveles de yeso del Triásico (dos en la zona del Delfinado, uno -el inferior-
en las zonas briansonesa y piamontesa), jugarán un papel esencial en la tectónica
alpina.
4. CONCLUSIONES
Jurásico
1. GENERALIDADES
Distinguido desde 1795 por A. de Humboldt, el aterreno del Jura» fue situado
por su creador entre el Pérmico. y el Buntsandstein; se debe a A. Boué, fundador
de la Sociedad Geológica de Francia, el haberlo situado correctamente entre el
Triásico y el Cretácico, y después a A. Brongniart el haber definido el sistema Jurásico.
El Jurásico es ciertamente el sistema que ha jugado el papel más importante en
la historia de la estratigrafía: fue objeto de los trabajos de W. Smith (1769-1839,
quien, con su estudio, puso en evidencia el principio de la superposición y la noción
de fósil característica; L. de Buch (1774-1853) y Quenstedt (1809-1899) distinguieron,
en el Jura de Suabia, sucesivamente un Jura negro, un Jura pardo y un Jura blanco,
cada uno dividido mediante las letras del alfabeto griego: estas divisiones se utilizan
aún. en Alemania; Oppel (1831-1865) incorporó, a propósito del Jurásico la noción
de biozona: reconoció en él 33 zonas de ammonites que son aún utilizadas; es Oppel
'quien tomó ,del inglés los términos Lías, Dogger y Malm y generalizó su Uso;
D'Orbigny (1802-1857) debía crear, finalmente, la mayor parte de los pisos del
Jurásico. Después de E. Haug (1907), W. Arkell ha hecho recientemente una síntesis
del Jurásico a escala mundial cuyas conclusiones tomaremos.
De una duración de 45 millones de años, sensiblemente igual a la del Triásico,
el Jurásico se desarrolla entre - 195 millones de años y - 141 millones de años.
Está dividido en tres subsistemas que son: el Jurásico inferior o Liásico, el
Jurásico medio o Dogger, el Jurásico superior o Malm (lo cual corresponde sensi-
blemente a las distinciones de Jura negro, Jura pardo y Jura blanco); cada subsistema
SUBSISTEMAS PARTICULAR
2. PALEOGEOGRAF~ADEL JURASICO
A) Durante el Jurásico, la paleogeografía del mundo presenta pocos cambios
con respecto al Triásico (véase figs. 5-2 y 5-3 B).
La era secundaria o mesozoica
* Son los «basaltos con café» del Brasil, principalmente del estado de Sao Paulo. Bajo clima tropical
húmedo, evolucionan en una arcilla laterítica relativamente fértil, propia para el cultivo del café.
t Anteriormente se les asimilaba con los basaltos retienses de Africa del Sur. Tanto unos como otros
son sin duda el eco de la formación de los océanos vecinos; pero el océano fndico se forma antes que
el Atlántico Sur. Por ello los trapps basálticos son diacrónicos.
Recordemos que existen basaltos finitriásicos comparables con los de Africa austral, más al sur, en
Argentina, en una zona más próxima al océano fndico que empieza a formarse (cf. pág. 486).
Estratigrafía
Fig. 5-11 bis. Paleogeografia del Jurásico en América Central y en el Caribe (por M . Tardy).
1. Arco volcano-plutónico del dominio cordillerano peripaclfico.
2. Transgresión tethysiana, en el Liásico (a) y en el Jurbsico superior (b!.
3. Molasas rojas continentales.
Al final del Tethys, que, por la parte central del Atlántico, está en comunicación
estrecha con el dominio mediterráneo, el dominio caribe emite al noroeste, al nivel
del golfo de México y de México oriental, un vasto golfo limitado al norte (Estados
Unidos) y al sur (Guatemala, Honduras) por tierras emergidas donde se continda
el depósito de niveles rojos continentales (las formaciones continentales rojas del
Triásico -Todos Santos en Guatemala y La Quinta en Venezuela por ejemplo-
penetran de hecho en el Jurásico).
A la altura de México no es seguro que en el Jurásico se haya establecido una
comunicación con el Pacífico; esta comunicación existía probablemente entre América
Central y América del Sur, una y otra emergidas, al nivel de Costa Rica y Panamá.
Estratigrafía
Fig. 5-11 ter. Paleogeografía del Liásico y del Dogger en América del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Au-
bouin, H. J. Harrington).
1. Distribución del Liásico.
a, marino
b, continental.
2. Distribución del Dogger.
a, marino.
b. continental.
La era secundaria o rnecozoica 505
2. En América del Sur (figs. 5-11 ter y 5-11 cuarta) el Jurásico es el período
clave de la organización andina.
a) El Liásico tiene una distribución poco diferente de la del Triásico, aunque
la transgresión marina sea más netamente marca,da: el Pacífico bordea continuamente
el continente sudamericano desde Colombia central hasta la Patagonia donde dos
golfos en forma de dedo marcan los límites de la transgresión. Hacia el sur no se
conoce nada más allá de la provincia de Chubut, donde, quizás, se establecía una
comunicación con el océano austral; hacia el norte continúan desarrollándose capas
rojas continentales en Colombia septentrional (formación Gijón) y en los Andes vene-
zolanos (formación La Quinta); nada indica alguna comunicación con el dominio
caribe marino.
Al nivel del Perú, un golfo estrecho se alarga entre las dos cordilleras hasta los
alrededores de Cuzco, anunciando la futura cuenca subandina que, no obstante, será
un poco más oriental.
En el Perú y en Chile la cuenca andina se apoya hacia el oeste sobre dorsales
de zócalo emergidas cuyos testimonios son la dorsal de Concepción en Chile y el
macizo de Talara en el Perú; mientras que la elevación de Cajamarca accidenta la
misma cuenca, hechos todos que demuestran que la cuenca andina tiene un substrato
continental, al borde del continente sudamericano pero en los límites del mismo.
La sedimentación está diferenciada de oeste a este: serie volcano-sedimentaria con
espilitas-queratófiros al oeste, series sedimentarias marco-calcáreas de tipo tierras
negras al este, pasando a facies continentales en el borde inmediato del antepaís.
b) El Dogger corresponde a una regresión en los Andes septentrionales, donde
la facies de capas rojas se extiende a toda Colombia (formación Gijón) y el Ecuador
(formación Chapiza). El mar se mantiene en la cuenca andina; mientras que, tras
una regresión del final del Liásico, el mar viene de nuevo en el Dogger inferior
a la cuenca subandina, que toma su posición definitiva, un poco más al este que en
el Liásico.
El mar abandonará de nuevo la cuenca subandina en el Dogger superior hasta
el final del Malm, pero en ella continuarán acumulándose depósitos. Queda esta-
blecido el conjunto cuenca andina-cuenca subandina, separadas por la dorsal del
Marañón en el Perú, que pasa a la dorsal Calchaqui en Argentina septentrional;
la cuenca andina se apoya, al oeste, sobre la dorsal de Concepción.
La oposición de las facies es la misma que en el Liásico: serie con espilitas-
queratófiros al oeste, series calcáreo-margo-areniscosas al este, sobre el borde oriental
de la cuenca andina y en la cuenca subandina.
c ) En el Malm inferior la regresión se acentúa todavía más y el mar sólo
está presente en la cuenca andina, donde un potente nivel de evaporitas marca una
regresión general de edad Oxfordiense. Es el momento de la fase araucana del oeste
de los Andes chilenos, quizás marcada de una manera general en todo el oeste de
la cuenca andina (en las partes actualmente sumergidas del oeste del Perú); los
efectos tectónicos conocidos son modestos, aunque la acompaña una importante gra-
nitización en la cordillera costera de Chile.
d) El Malm superior es el momento de una gran transgresión que inicia la
paleogeografía del Cretácico. Oxfordiense superior-Kimmeridgiense en la cuenca cari-
be y en la cuenca de Magallanes; que, por primera vez, están claramente individua-
lizadas (aunque el golfo mesogeo del Caribe existía anteriormente, cf. supra y figu-
ra 5-3 bis); Titónico en la cuenca andina, inclinado en su conjunto hacia el este
después de la fase araucana y donde el Kimmeridgiense tiene la facies de capas rojas
post-orogénicas.
En la cuenca andina, la oposición de las facies continúa: margo-calizas al este,
series volcano-sedimentarias al oeste, pero esta vez de tipo andesitas y n o espilitas-
506 Estratigrafía
Fig. 5-11 cuarta. Paleogeografia del Malm en América del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin.
H. J. Harrington).
1. Distribución del Malm inferior.
a, marino.
b, continental.
2. Distribución del Malm superior.
a, marino.
b, continental.
Nótense las tramigresiones marinas en la cuenca caribe y en la de Magallanes.
La era secundaria o rnecozoica 507
queratófiros: el Malm superior marca el inicio de las potentes series andesíticas que
se formarán en los Andes hasta nuestros días.
En la cuenca de Magallanes, series margo-calcáreas jalonan el borde oriental;
al oeste se desarrollan series de carácter oceánico, con pillow-lavas básicas (forma-
ción Yaghan de los archipiélagos de la cordillera patagónica), incluso rocas ultra-
básicas (archipiélagos del sur de la Tierra de Fuego). Estas facies marcan las afini-
dades alpinas de la cuenca de Magallanes lo mismo que las de la cuenca caribe
(cf. supra): a diferencia de la cuenca andina (cf. t. 3, parte 4,: cap. 4).
La cuestión de una comunicación Mesogea (Tethys)-Pacífico, es decir, cuenca
caribe-cuenca andina, en el Malm superior, no está resuelta. No se conoce ningún
afloramiento fosilífero titónico desde Cali, al pie de la cordillera central de Colom-
bia, hasta Cajamarca, en la cordillera occidental del Perú. Pero el parentesco de
las faunas induce a admitir una comunicación, quizás en el emplazamiento de las
futuras cordilleras occidental y costera de Colombia y del Ecuador, cuyo substrato
de formaciones básicas y ultrabásicas (formación Piñón del Ecuador, formación
Dagua de Colombia), interpretado como la paleocorteza oceánica pacifica, se reco-
noce como anterior al Cretácico superior.
Finalmente, sobre la costa nordeste del Brasil, en la cuenca del Reconcavo, las
MAR EPICONTINENTAL
--
Fig. 5-12. Paleogeografia de Europa en e l Liásico y en e l Dogger.
Se observará, en el continente europeo, la doble transgresión que proviene por un lado de la Mesogea y por otro
del mar boreal, las cuales se unirán desde el Li6sico entre la cuenca de Londres y la cuenca de Parls, mientras
que permanecerán separadas sobre la plataforma rusa. Nótese que la llnea de costa de estos mares se encuentra del
lado del Atlántico, incluso en Portugal, donde forma un golfo abierto hacia el sur.
Ar: Ardenas; 6: Bohemia; MA: Macizo armoricano; MC: Macizo central; Mi: Meseta ibérica; MR: Macizo esquis-
toso renano.
508 Estratigrafía
C) En Europa, al igual que en el Triásico, hay que distinguir (figs. 5-12 y 5-13):
- una Mesogea, amplio mar en el lugar de las cadenas alpinas mediterráneas,
en la que la paleogeografía característica de cada una de estas cadenas está en lo
sucesivo emplazada, tal como veremos para los Alpes occidentales;
\\
0 REGIONES EMERGIDAS MAR EPICONTINENTAL (a)
CON FACIES PVRBECKENSE (b)
a MAR MESOGEO
Fig. 5-13 bis. Paleogeografía de la península ibérica en el Jurásico (Dogger inferior y Portlandiense) (por J . Azéma
y E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio emergido o erosionado.
3. Dominio marino o Dogger inferior.
4. Portlandiense de facies purbecko-wealdiense (areniscas, arenas y arcillas).
5. Portlandiense de facies carbonatada de plataforma (dolomlas o calizas con algas y foraminiferos).
6. Portlandiense calcáreo o margo-calcáreo con calpionellas y ammonites.
La era secundaria o rnesozoica 51 1
L
--
LIMITE
DEL
---
LIMITEDEL
DOGGER-MALM
m
MAR EPICONTINENTAL (al
ZONA SUBSIDENTE de las CAUSSES (bl
€3
SURCO DEL
DELFINADO
FONDO ELEVADO
DEL BRIANCON
SURCO
PIAMONT~S
LIASICO ZONA EVAPORlTlCA
DE AQUITANIA Icl
O
CUESTA DE CUESTA DE CUESTA DE
LOS BARS MEUSE MOSELLE
GRAND COURONNE
TOUL NANCY
El mismo motivo paleogeográfico se mantendrá en el Cretácico, excepto que las ofiolitas son exclusivamente jurá-
sicas (Jurásico superior).
La interpretación de este perfil, en comparación con los océanos actuales, es de la misma naturaleza que para cual-
quier motivo geosinclinal (véase pág. 366) y fig. 2-47: para el surco piamontés se puede dudar entre un mar mar-
ginal con fondo ocehico y el océano.propiamente dicho (cf. fig. 2-50), las zonas del Briancon y del Delfinado per-
tenecen sin duda alguna, al precontmente europeo.
51 6 Estratigrafía
Ci
+ + + + +
Fig. 5-17. Perfil estratigráfico del surco subalpino y del borde subalpino (según L. Moret).
H . hullero (Estefaniense); Tr, Triásico; L. Liásico; D. Dogger; M, Malm (Ti, Titónico); Ci, Cretácico inferior (Ur, Ur-
goniense); Q, Cuaternario (glaciar y aluviones).
Nótese que la base de la serie secundaria presenta una repetición tectónica de los niveles triásicos. liásicos y jurá-
sicos medios (véase vol. 3).
el Triásico ha sido erosionado. Así sucede en Laffrey, sobre el domo de la Mure, y más
exactamente en lo que se denomina los «domos helvéticos)) que, para unos, son los restos
de la cordillera vindeliciense del Triásico, y para los otros resultan simplemente de la
erosión anterior a la transgresión del Liásico, sin que sea necesaria la noción de una
cordillera vindeliciense (al menos en el Triásico);
- el Dogger, cuyos niveles aalenienses y bajocienses, bajo forma de margo-calizas
negras, forman una cuesta blanda, mientras que el Bathoniense y el Calloviense forman la
base de las «tierras negras» de los Alpes, cuyo techo corresponde al Oxfordiense;
- el Malm, cuyos niveles inferiores (Oxfordiense) están representados por el techo
de las tierras negras; mientras que el Kimmeridgiense, en una sedimentación margocalcárea,
ve aumentar la proporción de caliza; el Portlandiense está representado por calizas masivas,
de unos 50 m de espesor, de facies «titónica», que forma la primera cornisa subalpina:
estas calizas «de la Porte de France» contienen algunos ammonites (perisfíntidos), bra-
quiópodos (Pygope janitor) y calpionellas.
de calizas arrecifales en las que se han formado las gargantas «de Verdon», allí se
encuentra el límite con las facies provenzales.
b) LA ZONA BRIANSONESA se caracteriza por una serie condensada, lagunar, que
le da la significación de fondo elevado submarino. Generalmente (fig. 5-18) encon-
tramos, apoyándose sobre el Triásico superior por una superficie de transgresión
rubificada, una veintena de metros de calizas que representan al Malm, bajo una
facies de calizas nodulosas rojas (facies ammonitico rosso) llamadas «mármoles de
Guillestre» que representan el Oxfordiense superior y el Kimmeridgiense, sobre las
que hay superpuestos algunos metros de calizas blancas con calpionellas que repre-
sentan el Titónico: en este corte faltan el Liásico, el Dogger y la base del Malm.
Pero la cresta del Briancon está muy accidentada por la presencia de fondos elevados
y depresiones de detalle: en los fondos elevados la serie puede ser aún más reducida
y faltar el Jurásico completamente (en este caso el Cretácico se apoya directamente
sobre el Triásico); en las depresiones, la serie puede ser más completa: el Dogger
está frecuentemente bajo forma de calizas negras, oolíticas, con lamelibranquios (es
el Dogger con Mytilus) sobre el que hay esquistos negros con carbón que testimonian
una emersión que se continúa, de todas maneras, en el Malm inferior.
c) LA ZONA PIAMONTESA se caracteriza por una sedimentación extremadamente
monótona de calcoesquistos planctónicos que, a consecuencia del metamorfismo que
han sufrido en el Terciario, han formado los «esquistos satinados)). Su edad es
incierta. En su base, se superponen al Triásico y, en sus niveles inferiores, contienen
faunas de belemnites y ammonites que caracterizan el Liásico; pero los raros yaci-
mientos están en una posición tectónica delicada. Nada se conoce sobre la edad del
techo de estos esquistos: en algunos lugares sobre ellos se encuentra un nivel de
radiolaritas que se atribuye al Jurásico superior por comparación con lo, que se cree
saber de las radiolaritas de otras cadenas mediterráneas que, de hecho, son de edad
variable (véase injra). La única cosa cierta es que estos esquistos son anteriores
al Cretácico superior que está representado por el flysch con helrnintoideos, aunque
el contacto entre las dos formaciones está tectonizado (véase pág. 546).
A estos esquistos están asociadas importantes masas de ofiolitas que, ulteriormente
metamorfizadas, forman los macizos de «rocas verdes» -o «pietri verdi» de los
autores italianos- siendo el Monte Viso el más conocido. Atribuidas anteriormente
a pluto-volcanes submarinos, actualmente se considera que representan fragmentos
(paleo) corridos de la (paleo) corteza oceánica mesogea (véase pág. 371 y fig. 2-50).
Pero los Alpes occidentales no son el mejor terreno para demostrar una u otra
de estas concepciones: el metamorfismo alpino, que prohibe cualquier estratigrafía
da en efecto reconstrucciones aleatorias.
b KlMMERlDGlENSE
a (b: ex. kimmeridgiense s.st.
a: ex. sequaniense)
c OXFORDIENSE
b (c: ex. rauraciense
a b: ex. argoviense
BE ANCON CITADELLE FORT a :.ex. ,oxfordiense)
7
Cath e St Jean I TOUSEY
F l CALLOVIENSE
m] BAJOCIENSE
Fig. 5-19. Perfil estratigráfico del Jurásico del Jura: corte del anticlinal de la Citadelle, cerca de Besancon.
Este corte, tomado en el Jura externo, muestra una serie jurásica parcial muy próxima de la serie correspondiente
de la cuenca de Parls (compttrese con la fig. 5-15).
Nótense principalmente los relieves del Bajociense-Bathoniense, del Rauraciense (= Oxfordiense superior) sepa-
rados por la depresión del Oxfordiense (= Oxfordiense inferior).
520 Ectratigrafía
0TERCIARIO Y CUATERNARIO
~~~ ~ 2 : f iFACIES
: ALPINAS EN EL DOGGER ~WJV~
Ste. Victoire
CADENA
N DE BAU
Vauvenargues
Fig. 5-21. Esquema de la serie jurásica provenzal: corte del mhaínon des Bau)), en el flanco norte de la montaña
de Ste-Victoire, cerca de Aix.
K, Keuper; R, Retiense; H, Hettangiense; Ls, Liásico superior; Bj, Bajociense; Bt, Bathoniense; Ca, Calloviense;
Ox, Oxfordiense (0x1, Oxfordiense inferior; Oxs, superior); Ki, Kimmeridgiense; Po, Portlandiense.
Nótese l a aparición de facies de tierras negras en el Dogger y el Malm, que anuncian asl las facies alpinas.
(véase fig. 5-17).
Este corte puede situarse en el conjunto de la Sainte-Victoire, por comparación c o n el corte de este macizo dado
en el volumen 3.
La era secundaria o mesozoica
C) El Jurásico de transición
a) EL JURAmuestra la transición entre las facies alpinas y las de la cuenca
de París. A grandes rasgos, en el Jura externo, o Jura de mesetas, las facies son
las de la cuenca de París (fig. 5-19); y en el Jura interno o Jura helvético, las
facies, sin ser aún las de la zona subalpina, las anuncian: por ejemplo, el Malm
se desarrolla bajo forma de facies margosas que anuncian sus equivalentes subalpinos
(facies llamadas «argovienses» según la antigua escala estratigráfica).
bl LA PROVENZA marca la transición entre las facies alpinas y las facies pire-
naicas. Eí límite entre las facies alpinas y las facies provenzales es muy variable
(fig. 5-20): en el Liásico, se sitúa en la región de Digne; en el Jurásico superior,
es mucho más meridional y pasa por Castellane y Aix en Provence (la facies de
tierras negras aparece en el flanco norte de la montaña de Ste-Victoire, fig. 5-21).
Las facies provenzales, neríticas y lagunares, dolomíticas en su techo, anuncian la
proximidad de una costa meridional que corresponde posiblemente al macizo corso-
sardo antes de su rotación (fig. 2-31).
111) El Cretácico
1. GENERALIDADES
Utilizado desde el siglo X I X bajo el nombre de «sistema de la creta» -en Ale-
mania se le denomina aún «I<reide»- el Cretácico parece deber su nombre a Omalius
d'Halloy, que lo empleó por primera vez en 1822, pero sin definirlo.
De una duración de 76 millones de años, de - 141 millones a -65 millones de
años, es el más largo de los tres sistemas del Secundario. Generalmente se divide
en dos subsistemas: el Cretácico inferior y el Cretácico superior, divididos a su vez
en un cierto número de pisos tal como indica la figura 5-22. De todas maneras,
se distingue a veces un Cretácico medio que corresponde al conjunto Albiense-
Cenomaniense; pero este uso, que se debe a E. Haug, tiende a caer en desuso.
PISOS OFACIES EDADES
PARTICULARES ABSOLUTAS
1 Daniense
I I Calizas de Dinamarca
I - - Laramiense - 65 M.A.
Angoumiense
Turoniense Creta «tuffeau» de Turena
Ligeriense
Cenomaniense
Cenomaniense Arenas de Mans (Cenomanum)
Vraconiense
-- -- - --
Gargasiense
Aptiense Calizas margosas de Apt (Vaucluse)
Bedouliense
Facies
1 1 ( Margo-calizas de Barrsme (Bajos Alpes) ( urgoniense
Inferior
o [
Barremiense
1
'''
(Jura suizo) Facies
kJ $ { Valanginiense Caliza margosa de Valangins wealdiense
0 s.Y
Vaíangiense Berriasiense
2. PALEOGEOGRAF~ADEL CRETACICO
La paleogeografía del Cretácico es bastante parecida a la del Jurásico.
A) A la escala del globo, se observa siempre (figs. 5-2 y 5-3 C):
a) Dos conjuntos continentales, uno septentrional y el otro meridional.
Con el Cretácico, la ruptura del Gondwana en sus diferentes elementos es en lo
sucesivo cosa hecha -si se exceptúa la plataforma árabe que no se separará por
la apertura del mar Rojo hasta el Neógeno. El Atlántico Sur acaba de abrirse:
es ya un océano -estrecho- desde el Cretácico inferior, que se ampliará progre-
sivamente hasta la época actual; no es más el rift continental anunciado en el
límite Jurásico-Cretácico (véase pág. 501); el Aptiense es francamente marino, tanto
en el Gabón, en Africa, como en la cuenca de Sergipe en el Brasil.
El Atlántico Norte permanece cerrado en su parte septentrional, que no se abrirá
hasta el Terciario. Pero sus dimensiones han aumentado notablemente, ya que la
distensión ha sobrepasado hacia el norte el golfo de Vizcaya. Por ello el Atlántico
desempeñará en lo sucesivo un papel importante en la paleogeografía de regiones
hasta entonces dependientes de la Mesogea (fig. 5-3 C): por ejemplo, en el Daniense,
los mares del conjunto pirineo-provenzal, por primera vez regreden en dirección al
Atlántico hacia la fosa aturiense, único lugar de Francia -fuera de ciertas regiones
de los Alpes- donde se conoce, en medio marino, la continuidad Secundario-Terciario;
es del oeste, de donde, en lo sucesivo, el mar vendrá en transgresión, en el Terciario.
Formaciones continentales potentes se desarrollan en algunas partes (Africa -«con-
tinente intercalar» del Sahara-, América del Norte y del Sur) frecuentemente ricas
en faunas de reptiles.
La localización de estas facies rojas del Cretácico se comprende en función de
la evolución climática que sigue a la iniciada en el Triásico y se acentúa en el
Jurásico: los polos están casi situados en los círculos polares (fig. 5-4 C), de manera
que el ecuador pasa por el mar Caribe y el golfo de Guinea; el cinturón de forma-
ciones rojas comprende pues todos los Estados Unidos, el norte de Africa y la parte
meridional de Europa, ocupando así, en estas regiones, una posición más septentrional
que actualmente. Las formaciones de América del Sur tienen una explicación pare-
cida en el otro hemisferio, en función del basculamiento de las zonas climáticas que
hay después del Pérmico.
Mientras que en el Cretácico inferior el mar permanece relativamente localizado
en los márgenes de los continentes, en el Cretácico superior avanza en una potente
transgresión, la más importante de los tiempos secundarios y terciarios. La genera-
lización de esta transgresión es un hecho notable que ya hemos evocado (véase figu-
ra 2-54) y que opone bien el Cretácico inferior al Cretácico superior.
b ) Dos cinturones orogénicos, uno peripacífico y otro mesogeo; los primeros
movimientos se manifiestan tal como ya hemos visto a finales del Jurásico; otros
se producen a finales del Cretácico inferior (fase austríaca) y al final del Cretácico
superior (fase laramiense); estos movimientos que parecen muy importantes en el
cinturón peripacífico donde están acompañados de granitización y de potentes coladas
de traquiandesitas (de varios kilómetros de espesor en Chile), no faltan en el cinturón
La era secundaria o rnesozoica 525
mesogeo donde sufren la revolución finijurásica y anuncian la gran crisis orogénica
terciaria. En lo sucesiv'o la mesogea está en vías de cierre en su conjunto.
B) En América (fig. 5-2), el Cretácico emplaza los rasgos esenciales del este
del continente, del lado atlántico; asume la continuación del Jurásico superior al
oeste, del lado andino.
a) Es del lado atlántico que la historia es más nueva.
El Atlántico Sur se individualiza en el Cretácico inferior: el Aptiense marino
transgresivo, en el Gabón por una parte y en el nordeste del Brasil por otra, es la
señal de esta apertura, anunciada por series evaporíticas de edad preaptiense. En el
Cretácico medio la apertura alcanza el golfo mesogeo (o tethysiano) que asume,
desde entonces, una significación atlántica (fig. 5-3 bis). En el Cretácico superior
comienza a abrirse el Atlántico Norte.
Debe notarse, sin embargo, una disimetría en esta apertura atlántica: del mismo
modo que las transgresiones son precoces del lado del Viejo Mundo, son en cambio
tardías, provisionales o ausentes del lado del Nuevo Mundo: la transgresión franca
sólo es finicretácica en la costa oriental de América del Sur (fig. 5-22 bis B): no
existe ningún depósito marino cretácico en las costas orientales de América del Norte
(pero se conocen los depósitos correspondientes sobre los márgenes continentales
sumergidos; sondeos del programa JOIDES).
b) Del lado pacífico, el Cretácico se termina por una fase orogénica muy general,
llamada larámica, que afecta a la casi totalidad no sólo de las cordilleras norteame-
Fig. 5-22 bis. Paleogeograf~á del Cretácico en América Central y en el Caribe (por M . Tardy).
1. Distribución del Cretácico inferior.
a, arco volcano-plutónico cordillerano peripaclfico.
b, limite de los mares en el Aptiense inferior (la llnea de puntos es el lado emergido).
2. Distribución del Cretácico superior (la linea de puntos es el lado emergido).
Estratigrafía
ricanas y sudamericanas, sino también las del dominio caribe: es una gran fase de
corrimiento que, según los casos, se sitúa al final extremo del Cretácico o al comienzo
del Eoceno (Paleoceno).
No obstante, en toda la América del Sur, la América Central y el Caribe, esta
fase va precedida de una fase del Cretácico medio (o, si se quiere, fase austríaca)
que parece mucho más esencial: en los Andes septentrionales y en el dominio caribe
el primer corrimiento de las ofiolitas sobre los bordes continentales es debido a esta
fase, ya que las ofiolitas son retomadas en los mantos del final del Cretácico y del
Terciario; en los Andes meridionales, los cabalgamientos principales se emplazan
en esta época.
Característica de la América meridional y central, la fase mesocretácica afecta
poco a la América del Norte, donde es la fase finijurásica la que parece esencial.
Así, las formaciones de la serie de Great Valley, de facies flysch, se superponen
a las ofiolitas californianas sin discordancia en el curso del Cretácico; y las series
detríticas franciscanas, de facies flysch, con «mezclas» o no (cf. t. 3, 4." parte,
cap. 4), continúan las radiolaritas jurásicas sin discontinuidad en el curso del Cre-
tácico.
Estas facies de la Coast Range de California, en los dos aspectos franciscanas/
Great Valley, permanecen generales desde la Baja California hasta Alaska. Subrayan
el borde pacífico con relación al primer esbozo de la cordillera occidental americana,
nacida de los movimientos nevadienses finijurásicos.
El Cretácico es un período de importantes granitizaciones (de hecho son granodio-
ritas las que se emplazan) ligadas a las orogénesis fini- y mesocretácicas. Son mar-
cadas sobre todo en la cordillera de los Andes, donde, por el contrario, nada iguala
al potente batolito finijurásico de la Sierra Nevada de California.
C) Más allá hacia el este, un golfo originado del mar boreal avanza sobre las
Montañas Rocosas y su pie de monte, en el Canadá; de donde resultan las forma-
ciones de carbón de las Rocosas canadienses y las formaciones petrolíferas de sus
«Foothills». Más al sur, en las Rocosas de' los Estados Unidos y sobre los bordes
de las Great Plains, las facies del Cretácico continúan siendo continentales: los
yacimientos de «dinosaurios» son allí abundantes, en series de facies capas rojas.
Sin embargo, por las Great Plains se efectúa, en el Cretácico superior, la unión
golfo de México-Texas-Alaska.
1. En México, en América Central y en el Caribe* (fig. 5-22 bis), durante el
Cretácico inferior la paleogeografía sólo experimenta pocas modificaciones respecto
de la establecida en el Jurásico superior. Un sistema cordillerano activo, asociado
a la subducción pacífica, bordea el oeste mexicano, mientras que el conjunto de las
demás regiones está englobado por la extremidad oriental del Tethys. Sobre los
bordes sur y norte de los continentes norteamericano y sudamericano, como en Amé-
rica Central, se suceden varias transgresiones. La más importante de entre ellas se
sitúa en el Aptiense. Esta transgresión se manifiesta claramente en el norte de
México, en Chiapas y en América Central septentrional, en Colombia y en el oeste
venezolano; en todas partes está subrayada por el depósito de series epicontinentales
con yesos, dolomías y luego calizas arrecifales.
En el curso del Albo-Cenomaniense una fase tectónica fundamental (fase austríaca)
afecta:
- por una parte, el sistema cordillerano occidental, donde se emplazan en la
Baja California, en el dominio franciscano, verdaderos mantos de corrimiento con
vergencia pacífica (oeste) que incluyen material ofiolítico, mientras que el antiguo
arco volcano-plutónico intensamente plegado es parcialmente metamorfizado (facies
Fig. 5-22 t e r . Paleogeografla del Cretácico .inferior en América del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin.
H. J. Harrington).
1. Facies marinas.
2. Facies lagunares.
3. Facies continentales.
Nótense las facies lagunares sobre la costa nordeste del Brasil, anunciadoras de la apertura del Atlántico Sur.
Estratigrafía
Fig. 5-22 cuarta. Paleogeografia del Cretácico superior en Amdrica del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Au-
bouin, H. J . Harrington).
1 . Facies marinas.
2. Facies continentales.
Se ha precisado la edad de las transgresiones del lado atlántico.
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nentemente, que son las mismas que en el Jurásico: a saber, la meseta ibérica,
el macizo armoricano, la mayor parte de las islas británicas a excepción de la cuenca
de Londres, el Macizo central, el conjunto Ardenas-macizo esquistoso renano-Bohemia,
el macizo de Podolia y, en fin, la región del escudo báltico; la transgresión es
máxima en el Cretácico superior, en el Cenomaniense y, sobre todo, en el Santoniense.
Deberá notarse que a partir del Cretácico la paleogeografía de Europa está aún
condicionada por la Mesogea (o el mar boreal): el Atlántico Norte, que no va
más allá del golfos de Vizcaya no se manifiesta todavía; las facies wealdienses del
Cretácico inferior se disponen en el fondo de los golfos de dependencia mesogea,
en dirección del Atlántico actual (fig. 5-23); el caso es particularmente neto para
las facies wealdienses en el sistema cantábrico en la España noroccidental.
Este estado de cosas va a cambiar en el transcurso del Cretácico; a partir del
ZONAS
EMERGIDAS
a b C
\
MAR EPlCONTlNENTAL
EN EL CENOMANIENSE (al
EN EL SENONIENSE (b)
SENTIDO DE LAS TRANSGRESIONES Icl
m
a b
MESOGEA (al CON ZONAS
EMERGIDAC (bl QUE DAN
EL FLYSCH
final de este período el Atlántico jugará un papel decisivo en toda Europa occidental
hasta el nivel actual de la Mancha. Las regresiones finicretácicas serán principalmente
hacia el Atlántico: el hecho más significativo es el cambio de dependencia del golfo
pirenaico, aún mesogeo en el Cretácico inferior (fig. 5-23), ya atlántico en el Cretácico
superior (fig. 5-24);
- un dominio mesogeo, que ve la surrección en varias pulsaciones, desde el final
del Jurásico (fase neocimmeriense), al final del Cretácico inferior (fase austríaca) y
al final del Cretácico superior (fase laramiense), de las tierras situadas en el eje
de las cadenas de doble inclinación; así se desarrollan las series de flysch en las zonas
internas de cada cordillera mediterránea con un máximo de aportes detríticos, al final
534 Ectratigrafía
del Jurásico y a principios del Cretácico, al final del Cretácico inferior, y al final del
Cretácico superior. Estas tierras emergidas son o bien supuestas, lo cual es princi-
palmente el caso del Mediterráneo occidental (el Mediterráneo actual, de formación
reciente, se ha superpuesto a las partes internas de las cadenas que lo bordean
-véase tomo 3-), ya sea observadas, como en el Mediterráneo oriental (por ejemplo,
macizo servo-macedónico entre los Dinárides y los Balcanes). Importantes corrimientos
acompañan estas surrecciones: los Alpes orientales en el Cretácico medio, los Cárpatos
internos en el Cretácico superior por ejemplo; recordaremos que, más al este, el
corrimiento de las ofiolitas del creciente ofiolítico periárabe remonta al final del
Cretácico (véase pág. 375). Se trata de movimientos importantes en la orogénesis de
las cadenas alpinas, como los del Terciario que les seguirán.
Los climas dan cuenta de las facies: la diferencia de latitudes es aún de aIrededor
de 20" (véase fig. 5-4 C), de manera que la Europa occidental y meridional se encuen-
tra aún comprendida entre el trópico y el paralelo 40°; de ahí proceden las bauxitas
que se forman en diversos momentos (España, Francia meridional, Italia, Balcanes),
y las formaciones continentales rojas con reptiles, en las regiones que emergen al
final del Cretácico (España, Provenza, Languedoc); y de ahí proceden las forma-
ciones de rudistas en el dominio mesogeo. Por el contrario, el norte de Europa,
comprendido entre los paralelos 40° y 60°, tienen un clima templado -aunque más
Fig. 5-24 bis. Paleogeografía de /a penlnsula ibérica en e l Cretdcico inferior (Valanginiense inferior) (por J . Azéma
y E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio emergido o erosionado.
3. Facies wealdiense (arenas, arcillas y areniscas).
4. Facies carbonatada de plataforma (calizas con algas, foraminiferos y rudistas).
5. Facies calcárea y margo-calcárea con calpionellas y ammonites.
La era secundaria o mecozoica 535
Fig. 5-24 ter. Paleogeografia de /a peninsula ibkrica en e l Cretácico superior (Cenornaniense) (por J. Azéma y
E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio emergido o erosionado.
3. Dolomias del dominio marino de plataforma.
4. Facies calcárea de plataforma con orbitollnidos y alveolinidos.
5. Facies calcárea. margo-calcárea y margosa con foraminiferos pelágicos.
6 . Dominio del flysch.
7. Cretácico marino de la plataforma continental, reconocido en sondeo.
cálido que el actual- que confiere su originalidad a las facies boreales, generalmente
grises o blancas.
D) En la península ibérica*, la regresión anunciada al final del Jurásico se pro-
duce en el Berriasiense. En el Valanginiense se anuncia una nueva transgresión que
se ampliará en el Aptiense con la formación,principalmente, de dos grandes golfos
en las regiones ibérica y cantábrica.
El Albiense corresponderá a un ligero paso atrás del dominio sumergido. En su
conjunto, el Cretácico inferior se caracteriza por importantes depósitos detriticos
groseros que provienen de la meseta ibérica y de su dependencia oriental (macizo
del Ebro) sobre la que se desarrollan bauxitas en varios lugares.
Además, los movimientos tectónicos afectan al NE de la península ibérica al
final del Cretácico inferior.
En el Vracono-Cenomaniense inferior, el mar gana terreno y los golfos cantábrico
e ibérico se comunican directamente, aislando así de manera total el macizo .del
Ebro del dominio mesetario también emergido.
* Texto redactado por J. Azéma y E. Fourcade.
Estratigrafía
-- -----
LZONAS
.
FACIES MAR ALBIENSE
EMERGIDAS WEALDIENSE EN EPICONTINENTAL
EL NEOCOMIENSE -
- ---
APTIENSE
BARREMIENSE
HAUTERIVIENSE
.e... i....
VALANGINIENSE
Etapas de la transgresión
en la cuenca de París
m
, (a) ZONA DEL DELFINADO
(b) FOSA VOCONTIENSE
ZONA DEL BRIANCON ZONA DEL.PIAMONTE
M E S O G E A
3. ESTRATIGRAF~ADEL CRETACICO
- el Cretácico inferior, que forma la Champagne húmeda, marcada por los siguientes
niveles:
Cil, el Hauteriviense, representado por «arcillas con espatángidos (Toxaster retu-
sus), acompañadas de faunas abundantes de ammonites (Hoplites radiatus) y de
Fig. 5-27. Perfil estratigráfico del Cretácico en el este de la cuenca de París (Champagne). Este corte es conti-
nuación de los de las figuras 5-15 y 5-8.
Estratigrafía
b) LA CUENCA DE AQUITANIA
En la cuenca de Aquitania, la transgresión del Cretácico inferior está limitada
a un brazo de mar norpirenaico; por el contrario, el Cretácico superior transgrede
ampliamente sobre toda Aquitania y forma, al norte de ella, el subsuelo de vastas
regiones naturales como la Saintonge y el Perigord (cf. fig. 6-13).
El Cretácico superior del norte de Aquitania es muy variado y sus faunas tienen
afinidad con las de la Mesogea (orbitolinas, rudistas); en él se encuentra:
- Csl, el Cenomaniense, lagunar en la base (se observa a veces yeso y sal; frecuente-
mente lignito, como en el isla de Aix), representado por areniscas con orbitolinas, al nivel
de las cuales se establece la comunicación con la cuenca de París (es el nivel conocido cerca
del lago de Grand-Lieu en la Vendée), sobre las cuales hay calizas con rudistas (caprínidos
en la base, radiolítidos en el techo);
- Cs2, el Turoniense, aún más transgresivo, que comprende sucesivamente: calizas y
margas con ostras, lnoceramus y ammonites, sin rudistas (subpiso Ligeriense); encima hay
las calizas de Angoulema o de Chancelade, con rudistas (hippurites: sulbpiso Angoumiense);
- Cs3, el Senoniense, con el que se acentúa aún más la transgresión; las facies son
extremadamente variadas: areniscas, calizas, arenas, con abundantes faunas que han permi-
tido distinguir los subpisos Coniaciense, Santoniense y Campaniense, los tres definidos en
Charente; el Maestrichtiense está representado por calizas con rudistas.
b) EL CRETACICO
SUPERIOR
1. Así pues, al final del Cretácico inferior (fig. 5-26) y debido a diversos movi-
mientos, dos zonas einergidas se disponen en dirección O-E, la más septentrional
correspondiente al istmo duranciense y la más meridional a la zona axial y a la
zona norpirenaica; entre las dos se desarrollará un golfo pirenaico-pravenzal, cerrado
hacia el este en la Provenza (golfo de la Baja Provenza, fig. 5-28), y abierto hacia
el oeste en dirección al Atlántico (fosa atúrica).
La historia de este golfo está señalada por una transgresión que avanza hacia
la Provenza a partir del Cenomaniense, se acentúa en el Turoniense y experimenta
* Más que de intrusiones, parece tratarse de biseles tectónicos de lherzolitas, pinzadas en el frente
axial de los Pirineos e interpretadas como una falla transformante, que ha permitido a España deslizarse
-relativamente- hacia el este, mientras que se abría el golfo de Vizcaya. Los macizos de lherzolitas
serían así fragmentos de corteza oceánica, o sea, del manto superior (véase tomo 3).
La era secundaria o mes
+ + ++ SANTONIENSE
- - - - TURONENSE
- CENOMANIENSE
fzal
LIMITE DELGOLFO DE FACIES LAGUNARES FACIES CONTINENTALES
MARINAS LA BAJA PROVENZA DEL CAMPANIENSE DEL MAESTRICHTIENSE DANIENSE
En conjunto, hacia el oeste las facies del Cretácico superior son las de un flysch
pirenaico que, dada la oblicuidad del golfo subpirenaico en relación con la zona
norpirenaica, descansa sobre el techo de los terrenos norpirenaicos.
En el este, en los Pirineos orientales, el Languedoc y la Provenza, las facies son
neríticas y variadas: se conocen numerosos niveles de calizas con rudistas intercalados
de facies terrígenas (célebres faunas de la Montagne des Cornes en los Pirineos
orientales, del Plan dJAups en Provenza, ambas en el Senoniense), mientras que los
niveles superiores, Campaniense y Maestrichtiense, presentan facies salobres y conti-
nentales. El Campaniense de Provenza, conocido bajo los nombres de los subpisos
locales Valdoniense y Fuveliense, contiene los célebres lignitos de Fuveau. El Maes-
trichtiense y el Daniense tienen en los Pirineos orientales, el Languedoc y la Provenza,
donde se clasifican en los subpisos locales Begudiense y Rognaciense, facies conti-
nentales de arcillas y areniscas rojas donde abundan los huesos y puestas de reptiles:
es el acretácico con huevos de dinusaurios» del sudeste de Francia. Estos niveles
pasan en continuidad a facies parecidas en el Terciario, designadas por él nombre
local de Vitrolliense y correspondiendo sin duda al Montiense y al Taneciense; en
estos niveles rojos se intercalan barras de calizas lacustres de las cuales las más
Estratigrafía
Cte. Victoire
7 Montaña
I de
Regagnas
l
\ CENGLE
\ Carrelera
Fig. 5-29. Perfil estratigráfico del Cretácico superior ( y del Paleógeno) en la Provenza septentrional: el corte de
Cengle, a l sur de la Sainte Victoire
De izquierda a derecha: Js, Jurásico superior (dolomias y calizas blancas); Sa, Santoniense (calizas con rudistas);
Va-Fu, Campaniense (Va, Valdoniense; Fu, Fuveliense; margo calizas salobres con niveles de lignito); Be, Begu-
diense (areniscas rojas; Maestrichtiense?); Ro, Rognaciense (calizas lacustres; Daniense, p.p.); Vi, Vitrolliense (arci-
llas rojas inferiores, caliza lacustre, arcillas rojas superiores; Daniense p.p., Montiense, Thaneciense p.p.); Th, Tha-
neciense; 01, Oligoceno.
Este corte puede situarse en el conjunto del macizo de la Sainte-Victoire comparándolo con la figura 4-1 5 (vol. 3).
Obsérvese que el Santoniense descansa directamente sobre el Jurásico superior, lo que sitúa el perfil representado
en l a Provenza septentrional, e n pleno dominio del istmo duraciense (véase fig. 5-28; y vol. 3, fig. 4-14). Unica-
mente el Santoniense es marino; Campaniense, Maestrichtiense, Daniense, Montiense y Thaneciense son facies
continentales.
* D e hecho, e l Vitrolliense comprende las arcillas de Vitrolles inferiores, l a caliza de Vitrolles y las
arcillas de Vitrolles superiores; las arcillas inferiores que contienen huevos de reptiles son sin duda aún
cretácicas. El l í m i t e Secundario-Terciario pasará pues por e l Vitrolliense.
i d La era secundaria o mesozoica
<
bauxitas y, con ello, sobre el Jurásico. Esta oposición es la de una «Provenza con
urgoniense)) y «una provenza con b a u x i t a ~ ,o más exactamente, la de una «Provenza
con reptiles» (en el Maestrichtiense-Daniense), ya que hay bauxitas por todas partes.
Está claro que la zona provenzal es la prolongación de la zona subpirenaica;
mientras que la zona norpirenaica y la zona norprovenzal son respectivamente carac-
terísticas de sólo los Pirineos y sólo la Provenza; esta última comprendida en el
sentido de edificio tectónico que engloba el Languedoc litoral y la parte principal
de las Corbikres (cf. tomo 3).
4. CONCLUSIONES
El ejemplo de Francia, bien representativo de la geología del Cretácico en Europa,
muestra que este sistema se comporta a grandes rasgos igual que el Jurásico: trans-
gresivo en su base, invade las mismas cuencas epicontinentales, más ampliamente
aún en el Cretácico superior; regresivo en el techo, se distingue por el hecho de
que la regresión, más importante, puede afectar a todas o a parte de las zonas
externas de las cadenas alpinas que rodean el continente europeo, y, sobre todo, por
el hecho de que algunos brazos de mar que dependen del Atlántico regreden en su
dirección, y esto por primera vez: éste es el caso del golfo pirenaico-provenzal donde
el mar es permanente en la fosa atúrica. A partir del Cretácico superior y durante
el Terciario, la paleogeografía de las cuencas epicontinentales europeas estará condi-
cionada por el Atlántico y no por la Mesogea.
De todos modos, por su amplitud y generalidad, la transgresión del Cretácico
superior, muy importante desde el Cenomaniense -se habla frecuentemente de la
transgresión cenomaniense»- pero máxima en el Senoniense, sobrepasa a las del
Jurásico y del Cretácico inferior y, de una manera general, a todas las del Secundario
y del Terciario*; invade zonas que habían permanecido hasta entonces continentales,
como por ejemplo la plataforma del ~ a h a r a ;presenta un problema a escala mundial
que hemos tratado en la página 376.
En fin, el Cretácico no es tan poco activo como el Jurásico: el final del Cretácico
inferior por una parte, y el final del Cretácico superior por otra, están marcados por
movimientos importantes en el conjunto pirenaico provenzal. Pero los índices de
actividad orogénica no faltan tampoco en el dominio alpino: dejando de lado los
modestos pliegues del Dévoluy en el Turoniense, es preciso insistir sobre la gene-
ralidad de las facies flysch en las zonas internas de las cadenas mesogeas, facies
que implican surrecciones de zonas aún más internas cuya erosión da el material
detrítico: después de los flysch eocretácicos, consecuencia de la fase finijurásica,
los flysch se desarrollan también hacia el final del Cretácico inferior y el final del
Cretácico superior; se conocen a veces las emersiones correspondientes, como la que
señala la transgresión del Cretácico superior en los Alpes orientales y en los Dinárides.
Ciertas estructuras han podido ser atribuidas a estas fases: en los Alpes orientales
se considera que el corrimiento del manto de Hallstatt es de edad «ante-Gosau»,
denominado así porque las capas de Gosab pertenecen al Senoniense; es la fase
«juvavica» de los corrimientos austríacos. Los corrimientos de los Cárpatos internos
parecen debidos, en su mayoría, a la fase finicretácica, al igual que los corrimientos
del creciente ofiolítico periárabe, etc.
Esta actividad orogénica parece pues general en todo el' dominio mediterráneo,
aunque hasta el momento ha sido un poco olvidada. Se sitúa en el marco de la
historia cretácica del Globo: aquí se sitúan, tal como hemos visto, dos períodos
orogénicos: uno al final del Cretácico inferior, denominado austríaco, y otro al final
del Cretácico 'superior, llamado laramiense. Tanto el uno como el otro son respon-
sables de amplias surrecciones en el dominio peripacífico. Habiendo heredado lo
esencial del Jurásico, el Cretácico anuncia pues el Terciario, que será la era orogénica
del dominio alpino en el sentido más amplio del término.
* Únicamente la transgresión dinantiense es de amplitud comparable; ocupa, en el ciclo herciniano,
la misma situación cronológica relativa que la transgresión neocretácica en el ciclo alpino.
548 Ectratigrafía
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LA ERA TERCIARIA O CENOZOICA
Edades
Sistemas Pisos Fases orogénicas absolutas
l
Aquitaniense
Helvética
Oligoceno Stampiense -25
(Sannoisiense)
Paleógeno o Pirenaica - 37
Nummulítico
(denominado Bartoniense
también Luteciense
Eogeno) Eoceno Ypresiense
(Esparnaciense)
Thanetiense
Montiense
Fig. 6-1. Cuadro de las divisiones del Terciario.
El Aquitaniense se ha colocado en posición intermedia entre el Paleógeno y el Neógeno, dada la incertidumbre de
su situación en las diversas escalas estratigráficas.
- el eje de los polos no coincide con su posición actual pero no está ya muy
alejada, acercándose progresivamente durante el Terciario, según una lógica anun-
ciada en el Pérmico; a este fenómeno corresponde un desplazamiento de las zonas
climáticas hacia el calor en ciertas regiones (caso de América del Norte y de Europa)
y hacia el frío en otras;
- el clima actual no es un buen punto de con~paración,ya que debe considerarse
sino como glacial, al menos como tardiglacial (¿o interglacial?); si los actuales cas-
quetes polares desapareciesen, las zonas climáticas se desplazarían en dirección a
los polos, de tal manera que los climas se distribuirían según una lógica más próxima
a la del Cretácico que a la actual; del Terciario no se conoce ninguna glaciación,
lo cual es una razón para que los climas fuesen en general más cálidos.
Los climas son en todas partes más cálidos que actualmente, sobre todo para
aquellas regiones en que las dos razones se conjugan; tal es el caso de América del
Norte y Europa, donde el clima se enfría progresivamente (primera razón) hasta
un estado netamente más cálido que el actual, al final del Plioceno (segunda razón).
Además, la evolución podrá ser menor cuando las dos razones no se conjuguen,
o incluso se opongan.
1) El Paleógeno o Nummulítico
l. GENERALIDADES
* SegCin los casos, trataremos el Aquitaniense con el Paleógeno o, al contrario, con el Neógeno.
-- --
FASES EDADES
OROGÉNICAS ABSOLUTAS
Save
Arenas conchíferas
Aquitaniense
de Aquitania - 25 M.A.
Helvética
Oligoceno Estampiense Arenas de Etampes qupeliense
(Yvelines)
(Sabnoisiense) Margas de Sannois Lattorfiense
(Val dJOise)
Pirenaica
xdiense Ludes (Marnes)
Eoceno
Superior Bartoniense
Luteciense
{artoniense s.s.
=Marinesiense
iuversiense
Arcillas de Barton
(Inglaterra)
Auvers (Val d'Oise)
~ a l i S agrosera de París
(Lutecia)
iPriaboniense
Bruseliense
Daniense =
Caliza de Mons
(Bélgica)
El Aquitaniense está situado en posición intermedia entre el Paleógeno y el Neógeno, dado que, según los casos, se le sitúa en uno
u otro de estos sistemas, aunque pertenece al Neógeno siguiendo las reglas estratigráficas en vigor que se han dado en el texto. El
Sannoisiense, antiguamente considerado piso, es s61o una facies particular del Estampiense inferior.
La era terciaria o cenozoica 559
es en el Neógeno cuando aparecen las formas gigantes. Al mismo tiempo, las mono-
cotiledóneas hacen su aparición y se desarrollan rápidamente, suministrando a los
herbívoros la parte esencial de su alimento. El cuadro general de la flora y la fauna
se aproxima pues al actual.
En el plano estratigráfico, ciertos grupos juegan un papel predominante:
- los vertebrados en el medio continental: serdispone de diferentes escalas de
vertebrados y microvertebrados;
- los invertebrados en los medios marinos y, entre ellos, sobre todo los lame-
libranquio~y gasterópodos (hay escalas de cerítidos);
- los foraminíferos, principalmente los nummulites, las alveolinas, las ortofrag-
minas, los globorotálidos: cada uno de estos grupos da lugar a escalas estratigráficas.
Finalmente, las microfloras tales como las algas caráceas, permiten también esta-
blecer una cronología.
2. PALEOGEOGRAF~ADEL PALEÓGENO
Fig. 6-6 bis. Paleogeograf/a del Paledgeno en América Central y en e/ Caribe (por M . Tardy).
1. Distribución del Paleoceno.
2. Distribución del Eoceno.
3. Distribución del Oligoceno.
a - limite de los mares;
b - volcanismo andesítico (fin del Oligoceno);
c - volcanismo riolitico (fin del Oligoceno).
ias zonas emergidas son representadas con rayas horizontales.
Fig. 6-6 ter. Paleogeografia del Paledgeno en Amirica del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin, H. J. Ha-
rrington).
1. Facies marinas.
2. Facies continentales.
3. Facies volcánicas T e n general, andesitas).
LB era terciaria o cenozoica 563
la antefosa de Magallanes al sur, donde continúan acumulándose facies flysch, y en
la antefosa caribe al norte, donde empiezan a acumularse los flysch caribes (cf. supra).
En los Andes septentrionales (Colombia, Ecuador), la transgresión dibuja una
cuenca costera, desde el valle bajo del Magdalena hasta el golfo de Guayaquil,
que se denomina cgeosinclinal de Bolívar»; facies molásicas descansan sobre este
geosinclinal, ya sea sobre el Cretácico superior de facies oceánica, ya sea directamente
sobre las formaciones ofiolíticas de ante-Cretácico superior (como por ejemplo en
la cuenca de Manabi, en el Ecuador). De aquí, en el mismo inicio del Eoceno,
persiste un golfo en la cuenca subandina, por donde el mar se retira al mismo tiempo
a partir del norte y del sur.
En los Andes centrales (Perú, Bolivia) y meridionales (Chile, Argentina), el mar
roza la costa en la península de Paracas, en el Perú, en la región de Concepción, y,
más al sur, en Chile, marcando los límites de la cuenca retro-andina ya dibujada en
el Maestrichtiense-Daniense. En ella se explotan los carbones de Lota, en Chile.
En los demás lugares las facies son continentales: en toda la cuenca subandina,
desde los Andes venezolanos hasta el noroeste de la Argentina, donde se depositan
capas rojas precedidas por un corto episodio marino en los confines del Ecuador y
del Perú, que es continuación del Cretácico superior; en toda la cordillera volcánica
intraandina, que va de Cajamarca en el Perú hasta el Aconcagua y más allá, en
Chile y en la Argentina (formación Farellones), donde pasa, a través de facies lagu-
nares (región de Lonquimay), a las series marinas de la antefosa de Magallanes.
La cima del Aconcagua -7040 m-, punto culminante de las Américas, es un
sinclinal colgado de estas formaciones volcánicas continentales.
El final del Eoceno es el momento de una fase tectónica importante, llamada
a veces fase peruviense. Así como en los Andes se limita a plegarnientos acompañados
de granitización, principalmente en el Perú, donde las granodioritas eocenas contri-
buyen a la edificación del potente batolito costero, en la cordillera caribe está mar-
cada por corrimientos (manto de Lara, que pasa por encima de la terminación de
los Andes en Venezuela en el Eoceno inferior medio y es retornado e n las defor-
maciones del final del Eoceno, cf. supra).
La distribución del Qligoceno será, sin embargo, poco diferente. Los depósitos
marinos son siempre limitados al litoral, con incursiones más marcadas al nivel
del golfo de Guayaquil y del golfo de Darien; principalmente, y por un corto momento
en el inicio del Oligoceno, el mar avanza hasta el este ecuatoriano. Mientras que
la antefosa caribe y la antefosa de Magallanes continúan la acumulación de las molasas
marinas.
La depresión subandina continúa siendo la sede de una sedimentación continental,
del mismo modo que persiste una cordillera volcánica más occidental. Sin embargo,
la cuenca del altiplano aparece como una nueva entidad y subraya el hecho de que,
con la fase peruviense, los esbozos de las cordilleras occidental y oriental han sido
emplazados: desde el principio del Oligoceno (o quizás el final del Eoceno) empiezan
a acumularse las potentes capas rojas de Coro Coro, que constituyen localmente
el mineral de cobre detrítico erosionado de la cordillera occidental.
Esta distribución del Oligoceno anuncia la del Mioceno, que será poco diferente,
de manera que a menudo se habla de un Oligo-Mioceno.
recientes. El final del Eoceno está marcado por movimientos tangenciales muy impor-
tantes, corrimientos en las cadenas geosinclinales (Alpes, Apeninos, Dinárides, etc,),
cabalgamientos diversos en las cadenas intercontinentales (Pirineos, Provenza, por
ejemplo). En el Oligoceno estos movimientos continúan, principalmente el desliza-
* Se habla a veces de una «fase de r e l a j a c i 6 n ~oligocena que, sucediendo a las compresiones del final
del Eoceno, produce movimientos en extensión, de donde resultan los hundhientos oligocenos del antepaís
alpino, así como también l a formación de las fosas molásicas.
La era terciaria o cenozoica
Fig. 6-7 bis. Paleogeografía de la península ibCNca en el Eoceno inferior y medio (por J. Az6ma y E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio emergido o erosionado.
3. Cuenca continental (formaciones detríticas).
4. Dominio marino (areniscas, calizas, margas).
5. Eoceno marino de la plataforma continental reconocido mediante dragado.
6. Llmite de extensión meridional del llerdiense en Espafia septentrional.
7. Llmite de extensión del dominio marino del Luteciense superior en España septentrional.
Los climas, de una distribución parecida a la del Cretácico, explican estas facies:
la Europa occidental y meridional está siempre situada en el cinturón de evaporitas,
que son abundantes (yeso de la cuenca de París, de la cuenca de Aix; potasa de
Alsacia, de Polonia meridional, de Rumania) mientras que, sobre los continentes,
se desarrollan facies rojas (siderolitico alrededor del Macizo central francés, series
rojas de España, molasa roja de los Alpes, bauxitas de los Dinárides, etc.) con floras
(palmeras, alcanforeros) y faunas cálidas; y mientras que en los mares proliferan
los nummulites, más grandes y más abundantes en la Mesogea. La Europa septen-
MAR CANTABRICO 1
Fig. 6-7 ter. Paleogeografia de la península ibbríca en el Oligoceno (por J . Azémla y E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio emergido o erosionado.
3. Dominio continental (formaciones detriticas).
4. Dominio continental (depósitos lacustres).
5 . Dominio marino: a, calizas y margas; b, zona de los flysch béticos.
trional gozaba de un clima templado más cálido que el actual, lo que permitía
oponer facies cborealesn a las facies mesogeas, al igual que en los períodos anteriores.
D) En la península ibérica*; la mayor parte está emergida y el dominio marino se
encuentra localizado, al igual que en el Maestrichtiense, en las regiones septentrio-
nales (región pirenaica y vasco-cantábrica) y meridional (brazo de mar bético).
a) Las principales modificaciones afectarán al dominio marino septentrional.
este verá modificar sus contornos y la región ocupada por el mar es máxima en
* Texto redactado por J. Azéma y E. Fourcade.
La era terciaria o cenozoica 567
el curso del Eoceno inferior (Ilerdiense). En el Eoceno medio, la surrección de la
parte media de los Pirineos provoca un estrechamiento notable del dominio marino,
que no está compensado por el ligero desplazamiento hacia el S del conjunto de
la cuenca.
En el Oligoceno, el mar se retira casi totalmente de la cuenca septentrional, donde
potentes formaciones de piedemonte, engendradas por los movimientos pirenaicos, se
acumularán poco a poco. En la región de San Sebastián se mantiene un pequeño
golfo, pero el dominio marino está en realidad mucho más extendido, tal como 10
demuestran los datos recogidos sobre la plataforma continental norespañola y portu-
guesa.
b) En el Paleoceno las facies continentales presentan un cierto desarrollo tanto
al N como al S de la meseta, igual que en la futura cadena ibérica. Se trata princi-
palmente de arcillas rojas continentales que contienen a veces evaporitas, calizas
lacustres y areniscas, con Microcodium y gasterópodos («Bulimus»). Las facies mari-
nas corresponden en su conjunto a formaciones margosas con globigerinas y a calizas
conteniendo algas y foraminíferos. En la región pirenaica, aparecen series arcillo-
areniscosas.
En el Eoceno inferior, la sedimentación marina está caracterizada, tanto al N
como al S, por depósitos de naturaleza variada: margas, areniscas, calizas con
nummulites y alveolinas, en general poco potentes*. En el eje del brazo de mar
hético, dominio marino más profundo, las series son en conjunto margosas y ricas
en Globorotalia. En la parte occidental de este dominio (N del estrecho de Gibraltar),
se depositan flysch; este tipo de sedimentación, aparecido en el Cretácico superior,
persistirá hasta el Oligo-Mioceno.
En el Eoceno medio, las condiciones de sedimentación no son diferentes de las
que había en el curso del Eoceno inferior. Sin embargo, el dominio marino septen-
trional se extiende poco en dirección S y E. En el brazo de mar bético, los depósitos
calizos con nummulites y alveolinas experimentan un cierto desarrollo, mientras que
en el borde de las zonas internas (Sierra Nevada, Alpujárrides) emergidas se depo-
sitan localmente sedimentos detríticos y lignitos.
En el Eoceno superior, la sedimentación es esencialmente margosa tanto en el
brazo de mar bético como en el golfo subpirenaico. Al fondo de este último se
depositan acumulaciones considerables de material detrítico que corresponden en
particular a las célebres pudingas de la región de Montserrat.
En el borde meridional del brazo de mar bético se depositan en esta época
formaciones conglomeráticas y areniscosas asociadas a calizas. Estos materiales gro-
seros resultan probablemente de la fase tectónica que ha afectado a las zonas internas
béticas al final del Eoceno.
En el Oligoceno, las facies continentales adquieren una extensión considerable.
La cuenca del Ebro está entonces ocupada por margas, areniscas y evaporitas, mien-
tras que potentes series conglomeráticas se acumulan al pie sur de la joven cadena
pirenaica. En el N, solamente la región situada alrededor de San Sebastián está
aún sometida a un régimen francamente marino. Al S , en el brazo de mar bético,
una sedimentación arcillo-areniscosa y conglomerática se desarrolla en el borde del
dominio mesetario, sedimentación que pasa hacia el sur a depósitos marinos, calizas
con miliólidos y peneróplidos, y después a series esencialmente margo-calcáreas y
margosas con lepidociclinas y globigerinas en la parte media de la cuenca. En
Mallorca, y en esta época, se sedimentan formaciones lacustres con lignitos, ricas en
restos de mamíferos.
I I
m
. .... ZONA DE
LAGUNAS
MAR EPICONTINENTAL
EN EL ESTAMPIENSE
tj ~ 3 & ~ N ~ ~ ~ ~
- en el Oligoceno, los Alpes se han elevado totalmente -al igual que el con-
junto Pirenaico-provenzal-; detrás de ellos se instala una posfosa marina en el Pia-
monte y la Liguria, mientras que, en los Alpes, se sedimenta una molasa roja conti-
nental; los golfos de la cuenca de París, de Bretaña y de Aquitania persisten, este
último reducido a dimensiones más modestas (el Languedoc y el piedemonte de los
Pirineos centrales y orientales están abandonados por el mar); mientras que todo
un sistema de lagunas se desarrolla en lo que se convertirá en las fosas hundidas
de Alsacia, del Macizo central, del Languedoc, y de la Provenza, en conexión con
los depósitos lagunares del fondo del golfo de Aquitania (molasas de Aquitania) y
del fondo del golfo parisino (calizas lacustres de Beauce y de Orleans).
570 Ectratigrafía
Sobre la cuenca de París avanzan toda una serie de transgresiones de las cuales
las menos marcadas se paran al norte del Sena (Thanetiense), y las más marcadas
lo sobrepasan ampliamente por el sur (Luteciense hacia el sudoeste; y principalmente
Estampiense hacia el sur, que avanza más allá de Étampes, de donde toma el
nombre). En detalle, los límites de estas transgresiones son muy variables, principal-
mente hacia el sudoeste donde el ir y venir del mar es máximo; mientras que en
el nordeste las líneas de costa son sensiblemente constantes (figs. 6-8 y 6-9). Además,
hacia el sudeste las facies marinas pasan generalmente a facies lacustres y esto en
Zócalo
- P
Pérmico
Ti Ts
Triásico
Ji Jm
Jurásico
JS Ci CS
Cretacico
Eo O1
- - - - 7 - - - - 1
Paleógeno
Mi
Neógeno
PL
\ Sannoisiense
Calizas de Sannois
Margas verdes
{
suprayesosas pardas
Caliza y piedra moleña
de Brie (al SE)
5a20m
Ludiense Yeso {
masa superior
masa media
masa inferior
l." masa
2." masa
3." masa
Travertino de Champigny
(al SE)
30 m como
máximo
Barto- Margas coñ Pholadomya
leinse ludensis
Bartoniense s.s. Calizas y margas de St-Ouer Arenas de Marines y 10 a 20 m
=Marinesiense Arenas y areniscas de Arenas medias de Cresnes (al NO) 10 a 40 m
Auversiense Beauchamp
Depósitos
guijarrosos Caliza lacustre
i
superior
Caliza Cal. con cerítidos de Provins (al SE) :n promedic
hteciense Banc Roya1 Caliza lacustre
:rosera 30 a 50 m
inferior inferior «Bancs verins» de Morancez (SE)
«Pierre 2 liards»
4renas de Cuise Arenas inferiores 4renas con unios
{ Esparnaciense
Cuisiense 4rcilla plástica I teredinos (al E)
!O a 50 m
Lignitos de Soisson 10 a 40 m
:al NO)
rhanetiense 4renas de Bracheux ?al. lacustre de Rilly-
rrav. de Sézanne (al E)
dontiense klargas de Meudon
todos los pisos; en esta parte de la Ile de France, en las formaciones continentales que
pasan a las series marinas del golfo parisino, se encuentran bonitas faunas de inamí-
feros (región de Reims, por ejemplo). En fin, la última transgresión, que es la del
Estampiense, acaba con el aislamiento, en el Chattiense y el Aquitaniense, de un
amplio lago en el emplazamiento de la Beauce y de Orleans.
Estas transgresiones dependen del Atlántico por la Mancha y el mar del Norte.
Hasta el Ludiense incluido, la transgresión viene del mar del Norte por la cuenca
anglo-belga cuya historia es entonces común con la de la cuenca de París (pero
las facies son diferentes: por ejemplo, el Luteciense está representado por las arenas
de Bruselas, tipos del piso bruseliense, y por la caliza grosera de París, tipo del
piso luteciense). A partir del Ludiense, a continuación de la surrección del eje
del Artois -que parece contemporáneo de la formación de los anticlinales de la
cuenca de París que se encuentra así datada- la cuenca de París pasa a ser autó-
noma y las transgresiones que la invaden, como la del Estampiense, dependen de
la Mancha cuya existencia la testimonian los depósitos paleógenos de la cuenca
normando-bretona (golfo de las islas anglo-normandas), de la cuenca del Hampshire y
su prolongación submarina; la cuenca de París y la cuenca del Hampshire tienen
entonces una historia común. En fin, con el Chattiense y el Aquitaniense la cuenca
de París se tuerce en forma de un canal abierto hacia el sur, donde entra en relación
con el sistema de lagos del Macizo central, separándose entonces de la cuenca del
Hampshire.
La figura 6-11 indica lo esencial de la estratigrafía de la cuenca de París. Los
cortes de la figura 6-2 muestran:
- el corte hecho en el sentido NE-SO, la sucesión completa de los niveles paleó-
genos en el eje del golfo parisino, puesto en evidencia por las plataformas limitadas
por cuestas; además, se observa que ciertos niveles avanzan más ampliamente hacia
el sur, como es el caso del Luteciense y principalmente del Estampiense;
- el corte rkalizado en el sentido O-E -y que sería continuación de los cortes
realizados en el Secundario- muestra el paso de las facies marinas del centro del
golfo parisino a las facies lacustres del borde sudeste: es de esta manera que, al este
de París, la región de la Brie está limitada hacia la región de la Champagne por
una cuesta única que corresponde al conjunto del Eoceno, aquí prácticamente conti-
nental («cuesta de las Champagnes»)"; únicamente las calizas de la Beauce, que
descansan sobre el talud de las arenas de Fontainebleau, forman una cuesta superior;
entre estos cambios de facies, algunos son más o menos conocidos, los dos más
célebres son los del Travertin de Champigny que pasa al yeso de Montmartre (Lu-
diense; véase pág. 309) y de piedra de molasa de Brie, que pasa a las margas
suprayesosas (Sannoisiense)t; pero la figura 6-12 muestra muchos más.
En consecuencia, en el corazón de la cuenca de París (fig. 6-10), la serie paleó-
gena está caracterizada por cuatro niveles duros de los cuales uno solo es marino,
que forman cuatro plataformas, de abajo arriba (véase fig. 6-12 y tomo 3): la de
la caliza grosera luteciense (marino; Soissonnais, Valois); la de la caliza de Saint-
Ouen, bartoniense (lacustre; Parisis); la de la caliza de Brie (lacustre; Brie); la de
la caliza de Beauce (lacustre; Beauce). Cada plataforma domina un talud barrido en
rocas blandas, que ha permanecido generalmente con árboles, respectivamente: arenas
de Bracheux thanetienses y arenas de Cuise ypresienses (bosques de Compiegne, de
Chantilly), arenas de Auvers bartonienses inferiores (= Auversiense; bosque de Er-
menonville), yeso de Montmartre, ludiense (único nivel no arenoso situado bajo
* La cuesta de las Champagnes, que es la del Terciario, por lo tanto de la Ile de France, no es
la cuesta de la Champagne, que es la de la creta del Cretácico superior, encima del Cretácico inferior
de la Champagne húmeda.
t Véase cuadro pág. 558.
La era terciaria o cenozoica 573
574 Ectratigrafía
una cuesta; el Parc de Sceaux, al sur inmediato de París, está situado sobre el yeso),
arenas de Fontainebleau estampienses (bosques de Fontainebleau y de Rambouillet,
al sur de París; y al oeste y al norte, numerosos bosques en los flancos de cerros
testigos: Marly, Montmorency, Carnelle, Saint-Leu, Villers-Cotterets, etc.).
Estos diferentes rasgos se reconocen incluso e11 la misma ciudad de París (véase
tomo 3): plataformas de caliza grosera (alturas de la orilla izquierda: Montparnasse,
montaña de Sainte Genevihe y Butte aux Cailles, hacia la Place d'Italie), caliza
de Saint Ouen (alturas de la orilla derecha, al oeste: colinas de Passy, de Chaillot),
la caliza de Brie (alturas de la orilla derecha, al este: Belleville y Menilmontant);
solamente falta la plataforma de Beauce, ya que la célebre colina de Montmartre,
descubierta por la erosión, sólo está coronada por Estampiense.
Hacia el sur, únicamente persiste la plataforma superior de calizas de Beauce,
debido a la transgresividad del Estampiense y de la gran extensión del lago de
Beauce y del orleanés: así son los paisajes de Hurepoix y de Yvelines, al sur de
París, donde el Estampiense cubre generalmente facies arcillosas de la base del
Eoceno (arcosas del Breuillet, por ejemplo); más al sur aún, las calizas de Beauce,
y después las de Orleans, reposan directamente sobre la creta senoniense, sobrepa-
sando ampliamente la transgresión estampiense: el sistema de plataformas y de
cuestas paleógenas desaparece entonces por la más superior de ellas.
Hacia el oeste, solamente persiste la plataforma inferior de la caliza grosera cuya
transgresión avanza ampliamente sobre la creta de la Alta Normandía: la caliza de
Saint-Ouen (lacustre) está reemplazada por las arenas de Marines (marina), las calizas
de Brie por las margas suprayesosas (lagunares), y la caliza de Beauce no sobrepasa
el Oise; tal es el caso del Vexin francés, cuyo entablamiento de calizas groseras
que soportan mosaicos de arenas bartonienses, domina la creta senoniense del Vexin
normando y del país de Thelles. Más al oeste, en la Alta Normandía, los niveles
superiores de caliza grosera que se apoyan directamente sobre la creta, desaparecen
en la alta superficie de ésta (meseta de Ivry-la-Bataille, de Neubourg, en el departa-
mento de Eure), con lo cual el sistema de las cuestas paleógenas desaparece por la
más inferior de ellas.
Hacia el este, sólo permanece la plataforma de Brie, y todos los niveles paleógenos
presentan la misma facies de calizas lacustres, de manera que la erosión diferencial
ya no se manifiesta; la cuesta, masiva, está formada entonces, de arriba abajo, por
las calizas de Brie (Sannoisiense), de Champigny (Ludiense = yeso de Montmartre),
de Saint-Ouen (Bartoniense), de Provins (Luteciense = caliza grosera); el talud está
formado por arenas con unios y teredinos ypresienses y por la arcilla plástica espar-
naciense que reposa directamente sobre la creta senoniense de Champagne; en algunos
lugares se desarrollan calizas pisolíticas que se han atribuido al Montiense, O al
Thanetiense (caliza de Laversines; véase infra). Como, por otra parte, no parece
que el golfo estampiense y los lagos chattienses y aquitanienses hayan avanzado lejos
al este de París (sí, en cambio, avanzan hacia el sur), nada domina la plataforma
de Brie, a excepción, en su extremo sur, en el país de Bikre, al sur del Sena, donde
Brie se hunde bajo las arenas y areniscas estampienses del bosque de ~ontainebleau.
Así se explican estratigráficamente los paisajes de la Ile-de-France; otros rasgos
están más particularmente ligados a la tectónica y a la evolución morfológica, tal
como veremos (véase tomo 3).
El problema del Montiense es objeto de controversias clásicas en la cuenca de
París: está representado por calizas con Lithothamnium llamadas impropiamente
calizas pisolíticas. Éstas, en el este, en Laversines, cerca de Reims, se apoyan incon-
testablemente en transgresión sobre el Cretácico y pertenecen sin ninguna duda al
Terciario (Montiense, y posiblemente Thanetiense, ya que la arcilla plástica espar-
naciense viene directamente encima). Pero en el oeste, en Vigny, cerca de Pontoise,
la caliza «pisolítica)) parece según unos, interestratificarse en la creta campaniense,
La era terciaria o cenozoica 575
y según otros descansa contra ésta, en transgresión, rellenando las anfractuosidades
complejas de un escarpe de creta en el borde de un litoral de la época montiense.
Si a esto se añade que no es cierto que las calizas de Laversines y las calizas
de Vigny sean de la misma edad, y teniendo en cuenta además que la cantera de
Vigny ha sido explotada de tal manera que los argumentos sobre el terreno han
desaparecido, se comprende la complejidad del problema. De todas maneras, teniendo
en cuenta, de una parte, que la creta de Vigny es campaniense, mientras que el
Maestrichtiense está fuera de la cuenca de París, y, de otra parte, que las faunas
contenidas en las calizas de Vigny parecen tener afinidad con las terciarias, parece
razonable situar las calizas pisolíticas de la cuenca de París en la base del Terciario,
o sea en el Montiense.
[+ 0 0
y p q ~ ~......... ~ - ] ~
Zócalo P T Ji Jm Js Ci Cs Eo 01 Mi PI a
7 - -1---
PBrmica Triásico Jurásico Cretácico Palebgeno Neógeno
1 O- 1 100 km
bajo forma de las arenas de Bois-Gouet; Estampiense cerca de Rennes, bajo forma
de caliza grosera). Estos afloramientos tienen el mérito de representar jalones entre
el golfo parisino y el golfo de Aquitania, y de subrayar la proximidad del océano
Atlántico (figs. 6-8 y 6-9).
NO SE
-
I Estuario de Entre das mares
la Gcronda Blayais Burdeos
Sannoisiense
Facies marinas
Fig. 6-14. Esquema de las series de la cuenca de Aquitania según un perfil NO-SE (según R. Abrard).
Obs6rvense los cambios de las facies marinas en la región de Burdeos a las facies lacustres y continentales en la
región de Agen y más allá.
Nótese que las transgresiones máximas son las del Estampiense y las del Aquitaniense; que las dos regresiones más
marcadas son las del Bartoniense superior y del Sannoisiense superior.
La era terciaria o cenozoica
por el contrario, está bien representado bajo forma de las molasas del Castrais,
de edad sannoisiense, cuyo depósito testimonia la reducción del golfo aquitánico
mediante el cierre del estrecho de Castelnaudary; seguidas de las molasas del Agenais,
de edad estampiense, y pasando lateralmente a las calizas con asterias de la región
de Burdeos. La trilogía del Agenais «de edad Chattiense-Aquitaniense~, acaba la
serie: comprende sucesivamente: las calizas blancas del Agenais, lacustres de edad
chattiense, que ya se encuentran en la región de Burdeos; las tnargas con Ostrea
aginensis, que pasan lateralmente a las arenas fosilíferas de Bazas en el Bordelais;
después, las calizas gris del Agenais, lacustres, que coronan las mesetas y que pasan
lateralmente a las arenas fosilíferas de Saucats. Esta serie del Agenais es muy inte-
resante en cuanto que es la llave de enlace entre las facies continentales del centro
de Francia y las facies marinas del golfo de Aquitania: así, en la caliza gris,
se encuentran faunas comunes a la caliza lacustre de St-Gérand-le-Puy en Limagne y
a las arenas fosilíferas marinas de Saucats en la región de Burdeos.
3. El borde sur corresponde al piedemonte pirenaico. En el Paleoceno, el mar
está encerrado en la fosa atúrica, donde se depositan margas grises con ~perculinas,
mientras que más al este, en los Pirineos, se encuentran arcillas rojas representadas
a partir del Ariege (facies vitrolliense de afinidad provenzal). La transgresión gana
con el Eoceno inferior (Ypresiense) que, de una parte, llega a las Corbieres donde
está representado por calizas con Miliolites sobre las que hay margas con operculinas;
alcanza el máximo en el Luteciense inferior, que es marino hasta la vertiente meri-
dional de la Montaña Negra.
Desde el Luteciense medio comienza a intercalarse la potente formación de pudin-
gas de Palassou que es testimonio de la surrección de los Pirineos y que, prosiguiendo
en el Eoceno superior y después en el Oligoceno, producirá la rápida colmatación
de la parte oriental del golfo de Aquitania (véase supra). Las facies marinas persis-
tirán solamente al oeste de la fosa atúrica, donde los escarpes de Biarritz dan un
bonito corte. Este muestra sucesivamente: el techo del Eoceno medio (Luteciense
superior) bajo forma de las calizas margosas de la Gourepe; el Eoceno superior
representado por las margas azules de la costa de los vascos, de una potencia de
600 a 700 m, el Oligoceno bajo forma de las areniscas calcáreas de Port-Vieux y
de la Villa Eugenie (Sannoisiense), relativamente groseras, muy ricas en nummulites
y lepidociclinas, y después las capas del faro y de la Chambre d'Amour (Estampiense).
Los límites del golfo oligoceno sobrepasan ligeramente los de la fosa atúrica; éstos
son: hacia el este, St. Sever; hacia el nordeste, Dax; hacia el norte, la región de
Arcachon donde el Oligoceno marino ha sido reconocido en sondeo.
Así pues, el Aquitaniense está caracterizado por una transgresión que parte del
Atlántico y principalmente de la fosa atúrica, que experimenta su máximo en el
Luteciense inferior, interrumpido por la surrección de los Pirineos en el Luteciense
medio; de manera que el golfo se reduce a Aquitania occidental en el Eoceno supe-
rior. Algunos movimientos se sitúan entre el Eoceno y el Oligoceno, al menos en
el oeste de los Pirineos, donde viene marcado por una vuelta a la sedimentación
detrítica (areniscas de Port-Vieux). Y el final del Oligoceno viene marcado por
una regresión en el Chattiense a la que sucede la transgresión del Aquitaniense que,
anunciando la del Mioceno, parece la base de éste (véase pág. 557).
El Paleógeno es, en ,los Alpes, un período clave, en el curso del cual evolucionan
decisivamente; retomando el cuadro paleogeográfico del Jurásico y del Cretácico, se
observa que (véase fig. 5-16):
- el surco piamontés está probablemente emergido: no hay depósitos eocenos;
y las molasas oligocenas de la postfosa liguro-piamontesa se apoyan en discordancia
sobre los terrenos piamonteses corridos y metamorfizados (dicho de otra manera,
sobre el dorso del manto de los esquistos satinados, véase tomo 3);
- el Eoceno está representado en la zona briansonesa por el techo de los már-
moles en placas que pasan hasta el Paleoceno e incluso al Eoceno inferior, sobre
los que hay el «flysch negro)) pelito-areniscoso que parece de edad Eoceno medio;
el Oligoceno no se conoce y se presume que la región de Briancon ha emergido
en el Eoceno superior;
- el mar transgrede sobre la zona del Delfinado a la que había abandonado
en el Cretácico superior (figs. 6-16 y 6-17). En el Eoceno medio la transgresión
alcanza la zona de Puget-Théniers, de Allos y de Saboya: se sedimentan calizas
con grandes nummulites (Nummulites aturicus, N. millecaput) que constituyen, por
* La serie eocena continental de la cuenca de Aix se describe brevemente en la figura 5-29, pág. 544.
580 Ectratigrafía
ejemplo, los parajes curiosos del desierto de Platé en la Saboya. En el Eoceno superior
(Priaboniense), el mar avanza más ampliamente hacia el oeste sobrepasando la
región de Antibes y de Annot en los Alpes marítimos, alcanzando el Dévoluy y
ocupando la totalidad de la Saboya: deposita la serie del flysch del Delfinado gene-
ralmente representado por una «trilogía priaboniense)), calizas con ortofragminas y
pequeños nummulites en la base (Nummulites intermedius), margas azules con orto-
fragminas, arenisca de Annot (cuyos equivalentes más al norte son: las areniscas
de Champsaur, al sur del Pelvoux; o la arenisca de Taveyannaz en la Sab'oya).
Generalmente, el Eoceno transgresivo descansa sobre un carst que erosiona el Cretá-
cico superior; algunas veces puede descansar sobre el zócalo de los macizos crista-
linos externos, como en el Champsaur: esto testimonia movimientos importantes en
el límite Cretácico-Eoceno que parecen caracterizar esencialmente la zona del ultra-
Delfinado -cuyo substrato es el reverso este del Pelvoux-; son movimientos llama-
dos «ante-nummulíticos~~ .
El Oligoceno está representado en la zona del Delfinado por molasas rojas conti-
nentales, lo que confirma la emersión general de los Npes al final del Eoceno;
La era terciaria o cenozoica 581
Estratigrafía
de todas maneras, en la parte externa ciertas cuencas pueden contener series laguno-
lacustres que se parecen a las cuencas oligocenas del Ródano: tales como las peque-
ñas cuencas de Castellane, de Barreme, del Diois, de las Baronnies y del borde
externo de los macizos subalpinos septentrionales.
4. CONCLUSIONES
1. El Paleógeno es pues, en la evolución orogénica del dominio mesogeo, un
período capital:
- los Alpes propiamente dichos emergen completamente al final del Eoceno;
puede precisarse que esta emersión corresponde a la tectonización de las zonas
internas y a su metamorfismo, gracias a la discordancia del Oligoceno de Liguria
y del Piamonte sobre el dorso del manto de los esquistos satinados, los cuales están
ya metamorfizados; en otros lugares, en el Oligoceno continental de las zonas externas
encontramos cantos de esquistos satinados o cantos de ofiolitas;
- casi contemporáneamente, pero un poco antes, fases tectónicas muy impor-
tantes se sitúan en el Pirineo al final del Eoceno medio, y en la Provenza al final
del Eoceno superior: en los dos casos, se trata de fases tectónicas principales corres-
pondientes a la colocación de los accidentes de zócalo en los Pirineos y del despegue
general de la cobertera sedimentaria en la Provenza; en este último país, el Oligoceno
es transgresivo y discordante sobre los cabalgamientos;
- como consecuencia de estos sucesos que testimonian una intensa compresión
en el edificio mediterráneo, en el Oligoceno se produce un relajamiento cuyo resultado
son juegos de fallas en extensión, que dan lugar a la formación de cuencas hundidas,
según una aureola que va del Macizo central a Alsacia, a menos de 500 km de la
periferia del arco alpino (acampo de fallas perialpino»);
- fuera de esta aureola, los ecos de la compresión y después los de la extensión
alpina se dejan sentir poco: tal es el caso de Bretaña. La cuenca de Aquitania y
la cuenca de París están en una posición intermedia y parece claro que el juego
de los accidentes de una y otra (los pliegues del norte de Aquitania y los pliegues
del oeste de la cuenca de París) es contemporáneo de la fase de compresión; más
particularmente, parecen haber constituido el límite entre el Eoceno medio y el
Eoceno superior - e s entonces cuando la cuenca de París pasa a ser independiente
de la cuenca anglo-belga por la surrección del umbral de Artois-, es decir, se sitúan
en el momento de la fase pirenaico-provenzal más que alpina.
2. Estos hechos pueden generalizarse a la totalidad de Europa:
- es en el límite Eoceno-Oligoceno que se sitúan las compresiones principales
en la mayoría de las cadenas mediterráneas; no es que las compresiones no continúen
posteriormente, pero entonces casi nunca afectan a las zonas externas y consisten
principalmente en deslizamientos de cobertera; parece entonces que los bordes pre-
continentales de las placas euroasiática y africana (árabe-índica) hayan estado en
contacto: los mantos debidos a la cicatrización del (pa1eo)océano mesogeo están
en lo sucesivo en su lugar, y las deformaciones posteriores serán las de los precon-
tinentes (pliegues de fondo y pliegues de cobertera asociados -véase tomo 3-);
- la aureola de cuencas de hundimiento oligocenas en la periferia del arco alpino
es general en Europa: a ella se deben los rasgos principales de la Europa media,
en cuanto que las cuencas resultan de los hundimientos, y la mayor parte de los
macizos resultan de la surrección compensadora: Macizo central, conjunto Vosgos-
Selva Negra en Francia o en sus fronteras; campo de fallas de Alemania con las
alturas del macizo esquistoso renano, del Harz y de Sajonia, campo de fallas de
Bohemia en Checoslovaquia, con las alturas del macizo de Bohemia. Mientras que
La era terciaria o cenozoica
los países más alejados del arco alpino quedan excluidos (Inglaterra y el norte de
Europa).
Con el Paleógeno, se vuelve una página de la historia del ciclo alpino: es la
página del geosinclinal; aunque, en ciertas cadenas situadas en pleno dominio meso-
geo, esta historia geosinclinal prosigue hasta el Mioceno inferior; pero es el extremo
límite, ya que con el Mioceno se abre un nuevo capítulo esencialmente marcado por
la historia tardigeosinclinal (ya comenzada en el Oligoceno en las zonas internas de
cada cadena).
11) El Neógeno
Creado por Hoernes en 1853, sinónimo del Mediterraneense de E. Suess (1897-
-
1901), de una duración de alrededor de 23 millones de años, el Neóaeno es uno
de los sistemas más cortos. Comporta los dos subsistemas de duraciones diferentes,
el Mioceno (18 millones de años) y el Plioceno (5 millones de años), ambos defi-
nidos por Ch. Lyell (1833).
Cada uno de los dos subsistemas ha sido dividido en un cierto número de pisos,
los cuales se enumeran en la figura 6-18; deberá señalarse que no corresponde
ningún piso marino al Mioceno superior, que forma el piso Pontiense de las facies
continentales; ello es debido a que en el dominio mesogeo donde fue definida la
escala estratigráfica neógena -es por lo que E. Suess proponía llamarlo «Medite-
maneense»- se sitúan sucesos muy importantes en el límite Mioceno-Plioceno.
En efecto, el Mioceno, aunque representa una paleogeografía nueva en relación
a las precedentes, está aún ligado a ellas: principalmente, en la periferia de las
cadenas mesogeas corresponde a las antefosas molásicas que se adaptan sensiblemente
a la forma de las cadenas de montañas formadas anteriormente; la paleogeografía
miocena es la de un período tardigeosinclinal, anunciada desde el Paleógeno en
las zonas más internas de cada cadena en función de la polaridad de ésta (véase
fig. 6-19). Por el contrario, el Plioceno corresponde a un juego de fallas en extensión
según direcciones que, en el Mediterráneo al menos, son NO-SE y NE-SO, y cuyo
resultado es la surrección vertical de los grandes macizos actualmente en relieve
y el hundimiento de las llanuras interiores, coflo la del Mediterráneo; el conjunto
está dispuesto en forma neta en relación a las estructuras anteriores; la paleogeo-
grafía pliocena es la de un período postgeosinclinal que anuncia la geografía actual.
Hay pues, en el Mediterráneo, un cambio total de la paleogeografía entre el Mioceno
y el Plioceno, de tal manera que, para ciertas regiones, la posición de la línea de costa
es totalmente inversa: a grandes rasgos, para el arco alpino bordeado al norte por
el mar en el Mioceno (surco molásico perialpino), al sur, en el Plioceno (Mediterrá-
neo); en detalle, para la Provenza, bordeada al norte por el mar en el Mioceno
(surco molásico perialpino), al sur en el Plioceno (Mediterráneo). Esta es la «revo-
lución pliocena» (J. Bourcart).
Ahora bien, en el momento de esta revolución, entre el Mioceno caracterizado y
el Plioceno caracterizado se sitúa un vacío en la escala estratigráfica marina: sólo
entonces se conocen depósitos continentales que se designan bajo el nombre de Pon-
tiense, del nombre del Ponto Euxino (mar Negro). Se han buscado equivalentes
marinos del Pontiense y se ha creído varias veces haberlos encontrado; pero se
trataba o bien de depósitos que coronaban una serie miocena y se vio enseguida
que pertenecían al Tortoniense, piso marino infra-pontiense, o bien de depósitos que
iniciaban una serie pliocena y se vio rápidamente que pertenecían a éste (tal es el
caso del Saheliense definido en Africa del Norte). Ya que, hasta el momento, n o se
han encontrado en ninguna parte en el dominio mediterráneo series mioceno-pliocenas
584 Ectratigrafía
-
SISTEMAS EQUIVALENTES ESTRATOTIPOS FASES EDADES
LOCALES OROGÉNICAS ABSOLUTAS
-Pasadeniens< - 1,s M.A.
Arenas amarillas = Valaquia
Plioceno de Asti (Italia)
Plaisanciense Margas azules
de Plaisance (Italia)
- Rodaniense -7
Pontiense Mesiniense Formaciones conti-
nentales del Ponto
Euxino (mar Negro)
- - Atica
/
1
C
Mioceno Vindobo-
1
Tortoniense
valliense "elve-
Langiense ciense s.1.
Molasas de Viena
(Vindobona) (Austria)
1 Arenas fosilíferas
de Burdeos
(Burdigalia=Burdeos)
- - Save
Aquitaniense:
Fig. 6-18. Cuadro de las divisiones del Neógeno.
El Aquitaniense se ha colocado en posición intermedia entre el Oligoceno y el Mioceno aunque pertenece al Oli-
goceno siguiendo las reglas estratigráficas en vigor, que han sido mencionadas anteriormente en el texto (véase
figs. 6-1 a 6-5).
A) ~aleogeografía'del Mioceno
b) En América (figs. 6-18 bis y 6-18 ter.), como en otras partes, la paleogeo-
grafía del Mioceno, poco diferente de la del Oligoceno, es aún más próxima de la
actual, pero todavía no se ha establecido la comunicación entre América del Norte
y América del Sur (aunque haya existido un archipiélago al final del Paleógeno como
resultado de la tectonización eocena del complejo de Nicoya en Costa Rica y en
Panamá, cf. supra) .
En todas partes el mar bordea las costas, transgrediendo o no sobre ellas: el este
y el nordeste de América del Norte escapan siempre a las transgresiones, a pesar
de que el Atlántico Norte está ya completamente abierto; pero el Mioceno existe
sobre la plataforma continental.
El Mioceno es un período de volcanismo ácido generalizado: sobre las altas mese-
tas del oeste de los Estados Unidos (vastas mesetas del río Columbia en los Estados
de Idaho, Oregón y Washington) y de México (Sierra Madre occidental), donde
predominan las ignimbritas; como en los confines del Perú, de Bolivia, de Chile
y de la Argentina, donde en el Mioceno superior comienza un volcanismo ignim-
brítico que continuará en el Plioceno.
El final del Mioceno (y el comienzo del Plioceno) está marcado por una impor-
tante fase orogénica en América del Sur (donde se denomina incaica) y en el dominio
caribe, que parece faltar en América del Norte. Se acompaña de cabalgamientos Y
La era terciaria o cenozoica 587
corrimientos frontales por los cuales los edificios caribes y los Andes avanzan sobre
sus antefosas en un frente continuo. Un plutonismo granítico cuya importancia econó-
mica es muy grande acompaña a esta fase en las partes relativamente externas de
las cadenas.
Quedará para el Plioceno el dibujar los relieves en su detalle actual.
'
1
4
centraleb; cordilleras occidental, central y oriental, separadas por las cuencas conti-
nentales del río Cauca y del río Magdalena en los Andes septentrionales. En todas
partes está bordeada por una cuenca periandina donde se acumulan capas rojas y que
va de la antefosa caribe al norte a la antefosa de Magallanes al sur, donde se
a efectúan los pasos a las facies marinas; en su borde oeste esta cuenca periandina
d pasa a formaciones volcánicas ácidas de extensión relativamente limitada (formación
r; Cola de Zorro en Chile, por ejemplo).
t)
IL
ESTADOS UNIDOS
Fig. 6-18 bis. Paleogeografía del Mioceno en América Central y en el Caribe (por M . Tardy).
1. Regiones emergidas.
2. Cuencas molásicas endorreicas.
3. Volcanismo andesitico.
4. Volcanismo ignimbrítico.
5. Cuencas epicontinentales de dependencia pacífica.
6. Dominio marino atlántico-caribe: a) depósitos terrígenos
b) depósitos carbonatados.
i
llanes. En los dos extremos, los mantos caribes y los ma tos de Magallanes avanzan
en vastas unidades de cobertera sobre sus antefosas resp ctivas: es el último gran
corrimiento de estos mantos (los primeros se remontan al Cretácico medio). A lo
largo de los Andes, desde Colombia a Chile, son vastos cabalgamientos de zócalo
los que conducen al Paleozoico, o el Precámbrico, sobre el Mioceno (cf. tomo 3,
lám. VII), aparte de que, en la cordillera misma, son reactivados ciertos cabalga-
mientos (cf. t. 3, lám. VIII). Son los últimos grandes cabalgamientos andinos (10s
primeros se remontan al Cretácico medio).
Esta fase va acompañada de una importante granitización, en batolitos bien
circunscritos, a menudo próximos al frente de los Andes. En los Andes centrales,
donde recortan el Paleozoico de la cuenca peruana-boliviana que forma el substrato
de la cordillera oriental, localizan importantes concentraciones metalíferas: los gra-
nitos estanníferos de Bolivia pertenecen a esta familia, lo mismo que el granito del
célebre Cerro Rico de Potosí, de donde sacaron la plata los Conquistadores. Muchos
de estos granitos, aislados en terrenos más recientes, han dado cimas conocidas:
Ancohuma -7014 m-, punto culminante de Bolivia; Illimani -6882 m-, cuyas
nieves eternas dominan La Paz; o, en la cordillera patagónica, el Fitz Roy
-3375 m-, cuyas losas graníticas son bien conocidas de los alpinistas, y el muy
La era terciaria o cenozoica 589
Fig. 6-18 t e r . Paleogeograf/a del Mioceno en America delsur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin, H. J. Ha-
rrington).
1. Facies marinas.
2. Facies continentales.
3. Facies volcánicas (en general andesitas).
Estratigrafía
hermoso Cerro Paine -2673 m-, gloria turística de estas latitudes australes (cf.
t. 3, lám. XVIII).
Al final del Mioceno la cordillera es un amplio abombamiento que entrecorta
una red hidrográfica precursora del Actual, cuyos aluviones se acumulan a veces en
depresiones endorreicas como el Altiplano o los célebres del valle de Calchaqui en
el noroeste de la Argentina, donde avanzan ampliamente sobre el antepaís (forma-
ción del Chaco).
En la alta cordillera, las primeras efusiones ignimbríticas empiezan a cubrir la
alta superficie miocena, anunciando así el Plioceno.
C) En Europa, se reconoce (fig. 6-19) :
- por un lado, un continente emergido que va de España a Escandinavia y
Rusia, transgredido por el mar del Norte (cuenca de la Baja Alemania), la Mancha
y el Atlántico (cuencas de Normandía, Bretaña, Anjou, Turena; cuenca de Aquitania;
cuenca del Tajo), sin que se sepa si las islas británicas se hallaban unidas o no
al continente por un istmo situado entre el mar del Norte y la Mancha occidental;
0 ZONAS
IEMERGIDAS
MARES
EEICONTINENTALES MESOGEA
SENTIDO DE LOS APORTES DETR~TICOS
E rs'
EN LAS EN LAS INTRA
.
Fig 6-1 9. Paleogeografía de Europa en e l Mioceno. ,ANTEFOSAS Y POSTFOSAS
En el dominio epicontinental, los limites de las zonas emergidas son poco diferentes de los limites actuales.
En el dominio mesogeo, la mayor parte de las cadenas están netamente esbozadas, limitadas por una parte por las
antefosas cuyo ejemplo mejor es el surco perialpino y, por otra parte, por las postfosas donde el Mioceno se sitúa
a continuación de las molasas oligocenas en discordancia y cuyo mejor ejemplo es la cuenca pannbnica. Existen
comunicaciones entre las unas y las otras como, por ejemplo, en la región de Viena entre el surco perialpino y la
cuenca pannónica, mientras que, en el Mediterráneo oriental, las cuencas egea, dácica, póntica y aralo-cáspica se
aislarán progresivamente para dar lugar a los mares actuales en el curso del Plioceno (mar de Aral, mar Caspio, mar
Negro, mar Egeo); en estas regiones, el paso del Mioceno al Plioceno se hace por medio de formaciones laguno-la-
custres de facies denominada levantina.
Nótese que la comunicación Mesogea-Atlántico se hace por las antefosas de las cordilleras beticas en el norte, y
del Rif en el sur. El estrecho de Gibraltar, tal como es en la actualidad, es una fosa neotectónica extensiva, de
edad Plioceno y Cuaternario.
La era terciaria o cenozoica
Fig. 6-19 bis. Paleogeografia de la península ibérica en el Mioceno superior (Tortoniense y Mesiniense) (por
J. Azéma y E. Fourcade).
1. Dominio ernergido sin depósito.
2. Cuencas continentales.
3. Dominio marino (molasas, calizas y margas).
4. Evaporitas mesinienses en las zonas profundas del dominio Mediterráneo (salvo la regi6n alsur de Alicante).
5. Erupciones.
- por otro lado, un dominio mesogeo cuya fisonomía ha cambiado mucho, pues
ya no es lo que era durante el período Secundario-Paleógeno, y tampoco es lo que
será en el período Plio-Cuaternario. El Mioceno es la época de las fosas molásicas,
antefosas solamente miocenas, mientras que las intrafosas o postfosas estaban ya indi-
vidualizadas en el Paleógeno, en función de la polaridad de diversas cadenas: la
antefosa es un surco continuo en la periferia del arco alpino, en el frente de las
cordilleras béticas (el estrecho de Gibraltar estaba, de alguna manera, en una posición
más septentrional que su posición actual), en el frente de los Alpes, de los Cárpatos,
de los Balcanes y del Cáucaso, de la región de Marsella al mar Negro y al mar Caspio,
en el borde directo del continente europeo (los autores rusos hablan de aflexión
costera»); la antefosa italo-dinárica, de Venecia al golfo de Tarento, rodeando la
península italiana y separando los Apeninos de los Dinárides; postfosas, como la
cuenca pannónica -existente ya en el Paleógeno- entre los Cárpatos y los Dinárides;
finalmente, intrafosas, como el surco albano-tesaliense -existente entre' el Oligo-
ceno- y el surco albano-jónico en los Dinárides. Cada una de estas cadenas elemen-
tales de la cuenca Mediterránea había ya tomado forma: es en esto que esta paleo-
geografía es tardigeosinclinal en relación al ciclo alpino.
&.
&
$
No es fácil precisar la distribución mar-tierras emergidas en el emplazamiento
del Mediterráneo actual. El mar se encuentra jalonado entre las cordilleras béticas
y los Alpes occidentales por los golfos de Cataluña, del Rosellón y del Languedoc,
1 $
Estratigrafía
que aseguraban sin duda la continuidad entre la antefosa de las cordilleras béticas
y la antefosa perialpina; en el Mediterráneo oriental, por los depósitos miocenos
marinos de Creta que se unen con los de Asia Menor y se prolongan en la cadena
del Tauro. Las tierras emergidas debían de tener una extensión más grande que las
cadenas actuales, y debían de proseguir allí donde están interrumpidas por la tectó-
nica de fallas plio-cuaternarias: en el Mediterráneo occidental había una amplia
tierra emergida que comprendía las cordilleras béticas, y una parte del Rif y del
Te11 norteafricano, y que el mar mioceno rodeaba por el norte y por el sur; igual-
mente, un «Tirrénido» debía de ocupar el lugar del mar Tirreno; en el Mediterráneo,
el sector Egeo (región de las Cíclades, de las Esporadas, del Dodecaneso) debía estar
también emergido («Egeida»)". En resumen, la Mesogea debía reducirse a surcos
relativamente estrechos en los que se acumulaban potentes series molásicas, en el
borde de las cadenas de forma alargada como resultado del alargamiento de las zonas
isópicas geosinclinales.
En Europa oriental, en relación con el sistema de fosas molásicas mesogeas, a
partir del Vindoboniense superior se aíslan amplias regiones que poco a poco se
vuelven salobres (cuencas pannónica, dácica, egea, póntica, árabe-cáspica): es allí
donde se definen las «facies levantinas» laguno-lacustres con fauna muy especial,
donde se encuentra el tipo del Pontiense (capas con acúmulos: son lamelibranquios).
Los climas son poco diferentes de los del Paleógeno, aunque las zonas climáticas
se hayan deslizado ligeramente hacia el ecuador; es por ello que solamente la Europa
meridional está aún situada en la zona de las evaporitas que, por otro lado, son
abundantes (sales de Rumania y de Polonia meridional, por ejemplo), al igual que
las series continentales rojas (España); la flora y la fauna testimonian un clima más
cálido que el actual. Pero las facies septentrionales de arcillas azules se desarrollan
hasta el frente actual de los Alpes (facies llamadas Schlier).
Finalmente, recordemos que el esquema paleogeográfico mesogeo (véase supra)
desaparece al final del Mioceno por la soldadura de Europa y Africa, debida a la
surrección definitiva de las cadenas alpinas; y que, desde el Mesiniense, una amplia
cuenca evaporítica anuncia el Mediterráneo actual, anunciando la «revolución plio-
cena» (fig. 6-20).
d ) Desde principios del Mioceno, la península ibérica, en gran parte abandonada
Por el mar, está ligada al gran continente emergido que se desarrolla en la casi
totalidad de Europa.
La paleogeografia de la península ibérica sólo conocerá modificaciones poco im-
portantes en el transcurso del Mioceno. Es en el Plioceno cuando se producirá una
verdadera «revolución» que dará a la península ibérica y a la Mesogea occidental
más o menos su configuración actual.
En el Mioceno inferior, el mar hace sólo tímidas incursiones sobre el litoral medi-
terráneo y sobre la costa atlántica. Estudios realizados en la plataforma continental
norespañola y portuguesa permiten pensar que el dominio marino estaba mucho más
extendido. Al sur, el brazo de mar bético pone en comunicación el Atlántico y la
Mesogea.
En el Mioceno medio, importantes cambios afectan al dominio bético (plegamien-
tos de series de plataforma -Prebética-; emplazamiento de grandes mantos -Sub-
bética- de S a N), que ve esbozarse una ligera transgresión del mar hacia el N.
Este avance del mar se continúa en el Mioceno superior. Las aguas miocenas
invaden una parte de las zonas internas hasta entonces emergidas. En el Miaceno
terminal, una nueva regresión provoca la interrupción de la unión entre el Atlántico
* La cuestión de la eventual rotación del bloque corso-sardo (fig. 2 31) anterior al Burdigaliense --que
es transgresivo en el límite del mar Tirreno actual- conduce a plantearse la cuestión de una eventual
zona ne~-ocednica en el lugar de la cuenca argelino-provenzal desde el Mioceno.
La era terciaria o cenozoica 593
Y la Mesogea. El aislamiento de esta última provoca el depósito de potentes series
de evaporitas (Mesiniense) que se depositarán en una gran parte de la llanura abisal
actual.
El dominio continental está en gran parte cubierto por formaciones arcillo-
areniscosas y yesíferas (localmente hay azufre) que han dado, a veces, ricas faunas
de mamíferos (yacimientos del Vallés-Penedés, cerca de Barcelona, y de la región
de Teruel).
E n las regiones del litoral mediterráneo o de la costa atlántica (Algarve, cabo
Espichel, alrededores de Lisboa) donde existe Mioceno marino, al igual que en el
brazo de mar bético, las facies son muy variadas y corresponden a formaciones con-
glomeráticas, arenisco-calcáreas o calizas con algas (melobesias), briozoos, anfistegi-
nas ..., depositadas en un mar poco profundo.
En el brazo de mar bético, el Mioceno inferior corresponde frecuentemente a las
calizas areniscosas con miogipsinas, mientras que el Mioceno medio y superior está
frecuentemente representado por margas blancas muy ricas en globigerinas.
En la depresión del Guadalquivir, el Mioceno engloba numerosos olistostromas
mesozoicos y presenta además una facies particular de margas silíceas pulverulentas,
las moronitas.
El Mioceno terminal evaporítico (Mesiniense), en tierra sólo se conoce al S de
Alicante, mientras que en el Mediterráneo occidental recubre una gran parte de la
Carbonatos
Anhidrita
e Sondeos petrolíferos
---
0 Sondeos JOIDES
D o m o s de sal
llanura abisal, tal como se ha podido demostrar en las campañas geofísicas y en los
sondeos efectuados en investigaciones oceanográficas.
e) Francia da un resumen de esta paleogeografía europea: en efecto, en ella
se encuentran por un lado cuencas que dependen del conjunto Atlántico-mar del
Norte (cuencas de Normandía, Bretaña, Anjou, Turena y cuenca de Aquitania), y
por otro lado el surco molásico perialpino con sus dependencias del Languedoc y del
Rosellón; solamente faltan las facies lagunares de Europa oriental (fig. 6-21); mientras
que las evaporitas mesinienses no afloran en los límites del territorio francés que
bordea, no obstante, el mar Mediterráneo.
B) El Mioceno en Francia
* Se había asimilado el Redoniense o Saheliense, cuando se creía que éste era el equivalente marino
del Pontiense. No obstante, se sabe actualmente que el Saheliense está en la base del Plioceno.
La era terciaria o cenozoica
2. El golfo aquitánico
En el Mioceno un amplio golfo ocupa el oeste de Aquitania, principalmente en
el Departamento de las Landas: cuando un barranco corta las arenas de las Landas,
al oeste del Garona, deja al descubierto el Mioceno. La transgresión se remonta al
Aquitaniense, lo que plantea el problema de la pertenencia de este piso al Mioceno
(véase pág. 557). En la periferia, principalmente hacia el sudeste, las series marinas
pasan a las formaciones continentales del piedemonte pirenaico.
Es en la orilla norte del golfo aquitánico que los depósitos marinos son muy
fosilíferos, de manera que en ellos se encuentran los estratotipos del Mioceno inferior
bajo la forma de las célebres margas calizas de Aquitania; sucesivamente:
Estratigrafía
En el curso del Mioceno, la cadena de los Alpes será bordeada por una antefosa,
llamada «surco molásico perialpino», que va de la región de Marsella a la de Viena
(donde se encuentra el estratotipo del Vindoboniense), pasando por Suiza (donde
se encuentra el e s t r a t ~ ~ pdel
o Helvetiense s. st.); mientras que detrás, superpuesto a
la postfosa oligocena de Liguria y del Piamonte, se desarrolla una cuenca molásica
miocena (donde se encuentra el estratotipo del Tortoniense). Esta oposición de-los
Alpes es un buen ejemplo de la posición de todas las cadenas elementales de la cuenca
mediterránea encuadradas por sus fosas molásicas.
En el surco perialpino, la transgresign del Mioceno (fig. 6-20).
- empieza por el Aquitaniense, representado por areniscas, arenas y margas con
Ostrea aginensis, localizadas en la región de Montpellier y de Carry-le-Rouet, al
oeste de Marsella (aquí también el Aquitaniense parece marcar el comienzo del
Mioceno y n6 el final del Oligoceno);
- se acentúa en el Burdigaliense inferior que dibuja golfos cuyo fondo se encuen-
tra en Forcalquier en la cuenca de la Durance y en Crest en el valle del Drome;
se sedimentan arenas con Scutella paulensis (erizo) y Pecten paulensis (lamelibran-
quio);
- se acentúa en el Burdigaliense superior, recubriendo Suiza y uniéndose a un
brazo de mar proveniente de la cuenca de Vienne para formar un surco marino
continuo en la periferia de los Alpes -y de los Cárpatos y de los BalcaneS-. Al sur,
en el dominio marino desde el Burdigaliense inferior, se deposita una molasa calcárea,
la cpierre du midi», con la que se construyeron varios monumentos romanos y cris-
tianos (la variedad más bonita es la piedra de Rognes). Es en esta molasa que se
encuentra el pintoresco lugar de Baux, esculpido por la erosión eólica. Al norte,
en las cadenas subalpinas, se encuentran facies de transgresiones con margas y are-
niscas con Pecten proescabriusculus; es que, en efecto, todas las cadenas subalpinas
meridionales, centrales y septentrionales hasta la Chartreuse incluida, o dicho de
otra manera la parte externa de la ex-zona del Delfinado, están recubiertas en trans-
gresión, sin discordancia; es el índice de que no ha habido tectónica importante;
- alcanza su máximo en el Vindoboniense, que sobrepasa los límites del Burdi-
La era terciaria o cenozoica
C) Conclusiones
Podrían generalizarse las observaciones hechas sobre los Alpes al conjunto meso-
geo: en todas partes el Mioceno acaba con facies que pasan a ser lacustres y conti-
nentales*, generalmente conglomeráticas; de esta manera se aíslan cuencas, como
la cuenca pannónica, la cuenca dácica, la cuenca póntica y la cuenca cáspica, cuyas
actuales reliquias son el lago Balatón, el mar Negro y el mar Caspio; es el dominio
de las «facies levantinas~del Mioceno superior, de una estratigrafía precisa difícil-
mente comparable a sus equivalentes occidentales. Ciertas faunas son célebres como
la de Pikermi cerca de Atenas, fauna de mamíferos referencia del Pontiense.
Pero además el Mioceno fue rico en fenómenos magmáticos. Intrusiones de grano-
dioritas se emplazan en el eje de las cadenas con doble vertiente (con simetría centrí-
fuga): entre los Alpes occidentales y los Apeninos (granito de la isla de Elba, granito
de Monte-Cristo), en el lado sur de los Alpes orientales (granito de Adamello, múlti-
ples batolitos de la familia de las tonalitas), en el límite entre Dinárides y Balcanes
(granito de Serbia y de Macedonia), y de allí al Asia Menor. En las mismas zonas
se producen importantes coladas de traquiandesitas: traquiandesita de Monte-Cristo,
de Giglio, entre los Alpes occidentales y los Apeninos; traquiandesitas de las colinas
eugáneas cerca de Padua, en la parte sur de los Alpes orientales; potentes series
de traquiandesitas de Serbia, de Macedonia, de las islas del mar Egeo septentrioqal
-Lemnos, Lesbos, etc ...- entre los Dinárides y los Balcanes, y de allí a Asia Menbr.
Las mismas observaciones podrían hacerse entre las cordilleras béticas y el Atlas
norte-africano: en este último encontramos, en el borde del litoral, granodioritas
intrusivas y abundantes masas de traquiandesitas.
El Mioceno corresponde a un período tardigeosinclinal del ciclo alpino: además
de sus características sedimentarias (molasas), y tectónicas (deformaciones con gran
radio de curvatura), este período viene marcado por un importante magmatismo con
características intermedias -granodioritas, traquiandesitas-; el hecho de que falten
en Francia, no reduce su importancia. Podría generalizarse a escala mundial, ya que
en el cinturón orogénico peripacífico el Mioceno es igualmente un período de intru-
siones granodioríticas y de potente volcanismo traquiandesítico. En todas partes se
prepara el final de los sistemas montañosos, a los que el Plioceno dará su relieve
definitivc.
* Pero la duración del Plioceno según los autores y las épocas ha variado de 12 millones de años
a 5 millones de años. Actualmente se adopta un Plioceno «corto» del que se excluye a la vez el Mesiniense
en la base y el Villafranquiense en el techo.
t A otra escala, esta misma diferencia se observa en las situaciones atribuidas respectivamente a las
viejas areniscas rojas del Devónico y a las nuevas areniscas rojas del Pérmico (véase pág. 278).
La era terciaria o cenozoica
B) El Plioceno en América
En América (figs. 6-2 y 6 - 3 ) , como en todas partes, la paleogeografía del Plioceno
anuncia directamente la geografía actual.
Del lado atlántico las costas tienen más o menos su dibujo actual, aunque amplias
transgresiones avanzan hasta alcanzar los valles bajos de los grandes ríos o bien
a lo largo de la costa se producen modestas incursiones marinas.
Del lado del Caribe y del Pacífico se manifiesta, como en el Mediterráneo y en
otros lugares (cf. supra) una verdadera «revolución pliocenax el conjunto de este
dominio es afectado por una potente fracturación que, además de sus desplazamien-
tos, recorta un sistema de horst y graben que corresponden respectivamente a los
macizos y a los valles actuales. El sistema de la falla de San Andrés en América
del Norte (cf. t. 3, parte 4.a, cap. 2), la apertura del golfo de la Baja California
en México, la red de fallas caribe y las grandes fallas de la cordillera de los Andes,
como por ejemplo la falla de Atacama, son debidos a esta fracturación. Todas estas
fracturas recortan las estructuras anteriores sin respetar su lógica; ellas son las que
caracterizan la neotectónica de estas regiones.
Estos acontecimientos van ligados a un potente volcanismo de tipo calco-alcalino.
Si bien como cordillera volcánica la más prestigiosa -y la más continua- es la
cordillera de los Andes, los volcanes célebres no faltan en el Caribe, en la América
Central y en América del Norte; en esta última debemos mencionar el Mt. San
Francisco -3900 m- que domina Flagstaff en Arizona, el Mt. Rainier -4372 m-
que forma el plano de fondo de Seattle en el Estado de Washington, y el Mt. Mac
* La formación del mar Rojo da una buena imagen del principio de apertura oceánica: rift continental,
después lagunar (hay varios miles de metros de sal), al final marino; tal como ocurrió en el Atlántico
en su comienzo (véase pág. 482). En la fosa de Afars que prolonga -parecv que con retardo- el mar Rojo,
...
¡hay más de 5000 m de sal cuaternaria!
600 Ectratigrafía
Kinley -6187 m- punto culminante de América del Norte en Alaska. Pero hay
otros testimonios de la actividad volcánica iniciada en el Plioceno, como son por
ejemplo los célebres geysers del Parque de Yellowstone en el Estado de Wyoming.
Fig. 6-21 bis. Pa/eogeograf/a del Plioceno en ArnBrica Central y en e/ Caribe ( p o r M. Tardy).
1. Regiones emergidas.
2. Volcanismo reciente.
3. Depósitos lacustres.
4. Ochano Paclfico y golfos paclficos.
5. Dominio atlántico-caribe: a) depósitos terrlgenos.
b) depósitos carbonatados.
602 Estratigrafía
Flg. 6-21 ter. Paleogeograf/a del Plioceno en America del Sur (fuentes diversas, entre ellas J. Aubouin, H. J. Ha-
rrington).
1. Facies marinas.
2. Facies continentales (a) y lagunares (b).
3. Facies volcánicas: ignimbritas del Plioceno inferior (c); andesitas y basaltos del Plioceno superior- cuaternario(d1
La era terciaria o cenozoica 603
En el norte de los Andes meridionales y en los Andes centrales de Perú y de
Bolivia el volcanismo se divide en dos fases sucesivas: vastas coladas ignimbríticas
iniciadas en el Mioceno superior y desarrolladas en el Plioceno inferior; volcanismo
central andesito-basáltico del Plioceno superior-Cuaternario desarrollado en una cordi-
llera continua que contiene algunos de los más altos volcanes del mundo: Ojos de
Salado -6908 m- en Argentina, Sajama -6620 m- en Bolivia, Misti -5842 m-
que domina Arequipa en el Perú.
MAR C A N T A B R I C O /
Fig. 6-21 cuarta. Paleogeografía de la península ibérica en el Plioceno (por J . Azéma y E. Fourcade).
1. Dominio emergido.
2. Dominio marino.
En los Andes septentrionales los volcanes se reparten a una y otra parte del
valle central en el Ecuador (Chimborazo -6310 m-, Cotopaxi -5896 m-) y sur
de la cordillera central en Colombia (Nevado de Huila -5750 m-, Nevado de
Tolima -5621 m-); más al norte, faltan en el dominio caribe, donde el volcanismo
está limitado al arco de las Pequeñas Antillas (cf. supra).
Todo el piedemonte de la cordillera es la sede de coladas aluviales -iniciadas
en .el Mioceno- desde los Llanos venezolanos hasta el Chaco en los confines del
Paraguay, de Bolivia y de Argentina. Estas coladas adquieren un gran desarrollo en
la cuenca del Amazonas y, corriente abajo, se unen al golfo de Belem donde pasan
a facies marinas. El fenómeno es parecido en la cuenca del Paraná, ampliamente
invadido por un golfo plioceno que sube hasta casi llegar a Asunción; lo mismo
ocurre'a menor escala en el valle del río Negro en la Patagonia septentrional. Mientras
que del cabo Frío a Belem, la costa nordeste del Brasil está bordeada por una
«acera» casi continua de Plioceno marino.
604 Estratigrafía
D) El Plioceno en Francia
, , [-/LAGOS
MARES
EPICONTINENTALEC
GOLFOS
MEDITERRANEOS VOLCANES
conglomerados
Fig. 6-22. Paleogeografla de Francia en el Plioceno.
Obsérvese que la geografla actual está casi realizada, lo cual, se ha hecho progresivamente en las regiones septen-
trionales y atlánticas, pero es nuevo para las regiones mediterráneas: el Mediterráneo ocupa en lo sucesivo Su PO-
sición actual, en una situación completamente diferente en relación con el Mioceno y con las épocas anteriores.
En el macizo armoricano se distingue el golfo del bajo Loira y el golfo del Cotentin en el Plioceno inferior (Redo-
niense del bajo Loira) y la extensión más grande de las arenas rojas del Plioceno superior.
ternarias) en el techo; así es el Plioceno del Var que está coronado por conglo-
merados elevados posteriormente hasta 600 m de altitud.
En general, el Plioceno se caracteriza por una emersión acompañada de una
evolución morfológica cuyo resultado es la separación de las formas estructurales:
es durante el Plioceno que se manifiestan las plataformas y las cuestas en las cuencas
mediterráneas donde se separan las formas morfológicas de los macizos montañosos.
A veces, amplios mantos de guijarros se desarrollan alrededor de ellos, del mismo
modo que alrededor del Macizo central los guijarros que recubren el Berry, el Poitou
y el nordeste de Aquitania.
En el Macizo central se instalan volcanes cuyos centros principales -que datan
del Mioceno superior- son los del Mont-Dore, del Cantal y del Velay, que, en el
Plioceno superior, dan lugar a amplias coladas de basalto de las mesetas (Planéze
du Cézallier entre el Mont-Dore y Cantar, Planeze de St-Flour al este del Cantal,
mesetas del Deves, del Aubrac, de Coirons, del Escandorgue, etc.).
606 Ectratigrafía
E) Conclusiones
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Capítulo VI1
LA ERA CUATERNARlA
1) Generalidades
La era cuaternaria no es una era como las demás: además de ser muy corta
(2 000 000 de años incorporándole el Villafranquiense, menos de 1 500 000 años sin
él), en el orden orogénico el Cuaternario es la prolongación del Plioceno, lo que
obliga corrientemente a hablar de un Plio-Cuaternario; en el orden paleontológico,
hay que limitarse a admitir que el Cuaternario está caracterizado por la aparición
de los géneros Bus, Camelus, Elephas, Equus, simples géneros pertenecientes a fami-
lias ya representadas durante el Plioceno ...
De todas maneras, el Cuaternario presenta originalidades de entre las cuales cabe
destacar:
- en el plano geológico, la existencia de glaciaciones debidas a variaciones
climaticas importantes y rápidas, acompañadas por un juego de regresiones y trans-
gresiones marinas y por un juego erosión-sedimentación de los cursos de agua;
- en el plano paleontológico, la existencia del hombre fósil y de sus ascendientes
directos.
La separación del Cuaternario se basa en estas dos particularidades; en la URSS
las escalas estratigráficas lo designan bajo el nombre de Antropógeno, revelando así
la razón psicológica fundamental de la distinción del Cuaternario, era tallada a la
medida del hombre.
El problema del límite inferior del Cuaternario 'ha sido examinado en el capí-
tulo precedente: recordemos que en otro tiempo el Calabriense y su equivalente conti-
nental el Villafranquiense representaban el final del ciclo Plioceno; el Cuaternario
empezaba por el Siciliense para las series marinas y por las primeras glaciaciones
para las series continentales. Por las razones paleontológicas evocadas anteriormente,
el Congreso Geológico Internacional de Londres, en 1948, decidió incorporar el
Calabriense y el Villafranquiense al Cuatemario, decisión cuyas anomalías en el plano
geológico han sido ya señaladas (cf. pág. 598): la era cuaternaria empieza con
una regresión que precede en mucho a las glaciaciones que, no obstante, son tan
características de la era definida. Pero así no se corría el riesgo de que el hombre
hubiera vivido en el Terciario ... De todas formas, como ya hemos visto, los recientes
descubrimientos han demostrado definitivamente que los primeros homínidos verda-
deros (los australantropos, fabricantes ya de utensilios) aparecen en pleno Plioceno
hace casi 5 millones de años. Incluso habiéndole unido el Calabro-Villafranquiense,
es evidente que el Cuatemario no tiene la exclusiva del hombre ... 609
61 0 Estratigrafía
Nivel de Dunkerque
( - 1800)
Versiliense Nivel de Calais
( - 2000)
Postglacial Nivel de Ostende
( - 6000)
Mar con littorinas
( - 7000)
Lago con Ancyllis
( - 9000)
1o 000-
80 000- i Vístula
(Wisconsin)
Würm l
Tirre-
Eemiense
1 O0 000- niense 11
'(Illinois)
!O0 000- ieistoceno 1 1
I :;en,; 1 / Mar de Holsiein
100 000-
00 o oe
1 p:i:as) 1 Mindel
1 siciliense Amsteliense
Iceniense
00 ooo-
(Nebraska) Gunz
O0 OO&
10 000-
k
Fauna terrestre Homínidos
Loess Etapas Estilos División
-
Neantropos Magdaleniense
Arte Solutrense 'aleolític0
Edad del reno Auriñaciense eciente
sapiens)
Perigordiense
Ursus speleus
Abbevillensl
(O Chelense
Paleolítico
antiguo
Fauna «cálida»
Elephas
imeridionalis Australantropos
Mastodon (Australopiteco «Pebble culture
arvernensis Homo habilis)
Rhinoceros
etruscus
INTERGLACIAL GLACIAL
o*
23.
Fig. 7-2. Distribución de los vientos, de las lluvias y de las zonas desérticas en Africa durante /os perlodos glaciales
y los perlodos interglaciales (según Fairbridge).
Durante los perlodos interglaciales se observa la extensión de la zona ecuatorial o tropical de monzones que des-
plaza los desiertos del lado polar del continente, hacia el norte en el hemisferio norte y hacia el sur en el
hemisferio sur; y, al contrario, la contracción de esta zona durante los periodos glaciales, de forma que los desiertos
ganan sobre su borde ecuatorial, es decir, hacia el sur en el hemisferio norte y hacia el norte en el hemisferio
sur. De esta forma, un periodo interglacial es pluvial sobre el borde ecuatorial de los desiertos y seco sobre su
b.orde polar; y un periodo glacial es seco sobre el borde ecuatorial de los desiertos y pluvial sobre su borde
septentrional.
La era cuaternaria 61 3
- 7-3. Paleoaeografla
Fip. - - del mundo durante e l Cuaternario.
Nótese que existen casquetes glaciales sobre las regiones continentales de alta latitud cualquiera que sea su altitud
(América del Norte, Eurasia septentrional, Antártico); mientras que los glaciares se pegan a las cadenas montaño-
sas en latitudes medias y bajas e incluso sobre el ecuador (cordillera de los Andes; Africa oriental, Borneo, Nueva
Guinea).
Se han señalado las principales cadenas de montañas con glaciares.
Obsérvese que las regresiones glaciales liberaron ciertos mares poco profundos como la Mancha entre Francia e
Inglaterra. Gracias a estas modificaciones pudieron producirse migraciones importantes como por ejemplo en In-
donesia, entre Australia y Nueva Guinea (nunca entre lndonesia y Australia), y entre China y Japón; y, cosa más
importante, entre Eurasia y América por un istmo situado en el emplazamiento del mar de Behring. Ciertas migracio-
nes humanas utilizarán estas vías.
den los períodos «lluviosos» de las partes septentrionales de las regiones desérticas.
Por el contrario, durante ciertos períodos interglaciales los límites de las zonas
climáticas pudieron alcanzar una posición más septentrional que la que ocupan en
la actualidad: entre las glaciaciones del Riss y del Würm, las regiones desérticas
se extendieron hacia el norte más allá de sus límites actuales; o también, los países
del borde norte del Mediterráneo tuvieron un clima subárido que no es el actual,
etcétera.
Así, no se puede hacer corresponder, de una manera sencilla, glacial y pluvial, en función
de la traslación de las zonas climáticas: durante los períodos glaciales el borde polar de
los desiertos subtropicales tuvo un régimen pluvial, pero, en contraposición, la sequía se
acentuó y se extendió sobre el borde ecuatorial; e inversamente durante los períodos inter-
glaciales. Es por ello que, en un desierto como el Sahara, el borde norte conquista zonas
que disfrutaron de un clima más seco durante los períodos glaciales, mientras que el borde
sur, que fue más desértico durante el período interglacial, está afectado por un clima
más húmedo que bordea la zona intertropical (cf. fig. 7-2 y tomo 3).
Las glaciaciones afectaron pues a las partes norte de los continentes septentrionales,
norte de América, norte de Europa, bajo la forma de grandes casquetes glaciales
cuyas morrenas fijaron la repartición de los lagos tanto en Europa como en América,
o el curso de los ríos (los ríos proglacides -cf. tomo 3- dieron sus nombres
a los estadios glaciales en Europa); de ello resultan dos cronologías, una europea y
otra americana. Por otra parte, los casquetes más localizados se situaron sobre las
cadenas de montañas: Montañas Rocosas en los Estados Unidos; arco alpino en
614 Estratigrafia
que hay que atribuir el cordón morrénico que limita la mayoría de los grandes lagos
desarrollados en el flanco norte (lagos de la Saboya, suizos, austríacos) y en el flanco
sur (lagos italianos) de los Alpes; y al Postglacial los cordones morrénicos que,
en el interior del macizo alpino, limitan los lagos cada vez más escalonados en
altitud a medida que se produce el retroceso.
En el fondo, tanto en Europa septentrional como en los Alpes, y debido a que
la última glaciación fue menos fuerte que las anteriores, hay morrenas internas,
siempre muy recientes, que corresponden o bien al Würm para los Alpes, o bien
al Vistula para Europa septentrional; mientras que las morrenas externas son gene-
ralmente de análisis más delicado. Las diferentes glaciaciones parecen haber sido
de parecida importancia, de forma que en Europa septentrional las diferentes morre-
nas se recubren mutuamente sin que sea fácil atribuirlas a la glaciación a la que
pertenecen. El análisis viene facilitado en los Alpes por el hecho de que la exca-
vación de los valles actuales corresponde al interglacial «Mindel-Riss» de forma que,
en las morrenas externas, hay morrenas de meseta correspondientes al Donau, al
Günz y al Mindel que muy a menudo son difíciles de distinguir unas de otras
-si es que son distintas-, y morrenas de valles que - pertenecen
- al Riss; las morre-
nas internas, de valles, corresponderían al Würm.
,m ZONAS HELADAS
(MAXIMO)
+ + ++ MORRENAS FRONTALES EXTERNAS IRISSI
e e e e MORRENAS FRONTALES INTERNAS (WURM)
Fig. 7-6. Limites de las morrenas cuaternarias en los Alpes franceses (según Debelmas). Nótese el hecho de que,
como en otras partes, el frente würmiense está en retroceso en relación con el frente Rissiense, lo.cual permite u n
fácil análisis de uno y otro; al contrario de l o que sucede c o n los raros vestigios de las glaciaciones más antiguas
más o menos afectadas por el Riss y el Würm.
Durante el lnterglacial Riss-Würm se desarrollaron redes fluviales con u n sistema de lagos, de entre los cuales 10s
principales son el lago de Grésivaudan, el lago del TriBves y el lago del Beaumont; en ellos se han localizado arci-
llas, tobas y lignitos. El período postglacial está igualmente caracterizado por el desarrollo de una red fluvial a ex-
pensas de las rnorrenas anteriores, mientras que en relación con los Últimos estadios de retroceso se desarrollan toda
una serie de lagos: además de los lagos de la Saboya (no representados en la figura) hay que señalar los lagos
del Matheysine, que corresponden a otros tantos estadios de retroceso del glaciar de Drac.
Nbtese l a influencia clirnática d e la latitud, ya que los frentes glaciales quedan a más de 1000 m en los Alpes
de l a Alta Provenza, mientras que avanzan más a l norte hasta la llanura de Lyon.
Estratigrafía
mundial subió unos 50 metros durante este período! Se comprende que el equilibrio
isostático no haya podido restablecerse a esta velocidad, lo cual ha provocado la
notable serie de acontecimientos- tardi y postglaciales en Escandinavia (cf. tomo 3).
* Naturalmente, la ordenación de estas terrazas marinas ha sido modificada por los movimientos tectó-
nieos cuaternarios: su escalonamiento no es casi nunca regular excepto en las regiones que han perma-
necido estables.
Estratigrafía
Pero, de hecho, hay indicaciones de loess más antiguos que podrían corresponder
a las primeras glaciaciones; tal es el caso del «loess endurecido)) de Saint-Vallier
en el valle del Ródano.
La cronología de los loess es todavía niás delicada de establecer que la de las
glaciaciones, ya que el fenómeno eólico es más inconstante y depende más estrecha-
Litoral
Casquete glacial
Límite d e los
árboles polares
Tundra polar
Y alpina
Tundra con
matorral y árboles
Tundra desarrollada
sobre loess 1
Estepa d e loess
Estepa de loess
con árboles Fig. 7-7. Las zonas climáticas en Europa durante la
glaciacidn del Wurm (según Büdel y Woldstedt en Sch-
Estepa sin loess warzbachf.
Nótese la situación del cinturón de loess en la periferia
Bosque subpolar de las masas glaciales del que está separado por una
zona de tundra.
Obséryese el desplazamiento hacia el sur de las zonas
Bosque templedo climáticas, p o r ejemplo el hecho de que los paises medi-
terráneos tienen una vegetación de bosques templados,
Vegetación mientras que Francia se encuentra en la zona de clima po-
lar; la vegetación mediterránea aparece tan sólo en el
mediterránea extremo sur de España, Sicilia y Africa.
La era cuaternaria 623
MAR CANTABRICO
Menorca e
Ibiza
3
O
Nevada
mente de las condiciones topográficas locales. Y, por otra parte, según las regiones,
el fenómeno no es necesariamente contemporáneo, principalmente si se tiene en cuenta
el retroceso glacial; así, en las estepas de Asia central, la sedimentación del loess
parece continuar en nuestros días: se observará que no está directamente ligado al
vecindaje de un casquete glacial, sino a la de los desiertos intracontinentales (cf.
tomo 3).
Es el loess el que confiere sus riquezas agrícolas a las grandes llanuras del centro
de Estados Unidos, de la Europa media y de China septentrional. Mientras que al
norte y al sur, los suelos son más pobres, por estar desarrollados sobre las morrenas
en un caso y directamente sobre la roca madre en el otro.
Vemos pues que las consecuencias de las glaciaciones son, de hecho, capitales,
y que, en una cierta medida, dirigen la fisonomía de los paisajes actuales: muchas
cosas que nos parecen clásicas son probablemente específicamente cuaternarias y no
pueden ser atribuidas a períodos geológicos más antiguos, excepto las que conocieron
glaciaciones
- como las del Carbonífero, del límite Ordovícico-Silúrico y del Cámbrico
inferior.
partida del «árbol humano» cuyo tronco plioceno está representado por los Austra-
lantropos, Australopitecos los más antiguos y Horno habilis el más reciente, capaz
de concebir herramientas. Si bien el hombre es decididamente anterior al Cuater-
nario, es durante el mismo que se diferenció en tres ramas coexistentes en el tiempo
y de las cuales sólo el último alcanzó la época actual; son sucesivamente:
- los Arcantropos o Pitecantrópidos (Pitecantropo de Java, Sinantropa de China,
Atlantropo de Marruecos) que descubrieron el fuego hace unos 500 000 años y pare-
cen haber desaparecido, sin descendencia, hacia -100 000;
- los Paleantropos o Neanderthálidos, aparecidos hace más de 100 O00 años,
mientras se extinguía la rama precedente, y que desaparecieron hacia -30 000, dejan-
do, por sus sepulturas, testimonios de preocupaciones metafísicas humanas;
- los Neantrópidos, aparecidos poco después del hombre de Neanderthal, que
coexistieron con el mismo y más tarde lo suplantaron, mientras se diferenciaban en
razas las más conocidas de las cuales son las de Grimaldi, de Cro-Magnon, de Chan-
celade, definiendo todas al Horno sapiens.
2. A esta cronología se superpone la de las actividades humanas:
- un período Paleolítico, desde el (Plioceno) Cuaternario antiguo, caracterizado
por herramientas en piedra tallada: es la «edad de la piedra tallada»:
e un Paleolítico inferior o antiguo, caracterizado por herramientas de gran dimen-
sión; primero groseramente retocadas en el Plioceno y el Cuaternario antiguo: Pebble
culture desarrollada notablemente en Tanzania y en Africa del Norte, atribuible al
Horno habilis; después mejor retocadas en el Cuaternario antiguo y medio, mientras
que las lascas parecen no ser tomadas en cuenta: esta industria de los «núcleos»,
atribuible a los Arcantrópidos afecta a los estilos Abbevillense (o Chelense) y al
Acheulense,
e un Paleolítico medio caracterizado por útiles de tamaño medio obtenidos esen-
cialmente por retoque de las lascas, mientras que la industria de los núcleos no es
más que secundaria: se suceden los estilos Levalloisiense y Musteriense, atribuibles
a los Paleantrópidos, al principio del Cuaternario reciente,
e un Paleolítico superior caracterizado por utensilios cada vez más finos, con la
aparición de la escultura del hueso y de las manifestaciones artísticas; sucesivamente
se dan los estilos Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense, todos atribuibles a los
Neantrópidos; es el período de los frescos murales, grabados y dibujos al trazo del
Auriñaciense, frescos multicolores del Solutrense y del Magdaleniense (Lascaux, Les
Eyzies y Altamira);
- un período mesolítico caracterizado por la coexistencia de útiles en piedra
tallada y los primeros utensilios en piedra pulida; el arte degenera, o por lo menos
se vuelve abstracto: es el período Aziliense (del Mas d'Azil, en los Pirineos, carac-
terizado por sus célebres cantos coloreados de dibujos geométricos);
- un período fieolítico, caracterizado por el desarrollo de los útiles en piedra
pulida -es la «edad de la piedra pulida»-, la continuación de la industria del
hueso y sobre todo la aparición de la cerámica;
- las edades de los metales; sucesivamente las del cobre, bronce y hierro.
Los megahtos, losas verticales o colocadas unas sobre otras -dolmen- datan,
según las regiones, desde el Neolítico a la edad de los metales; no se puede pues
distinguir un período megalítico particular.
No es conveniente exagerar los paralelismos: si para los períodos más antiguos
en los que la evolución humana fue lenta, son muy útiles, no lo son para los períodos
más recientes: a partir del Neolítico final se aborda la historia caracterizada por la
sucesión de civilizaciones más o menos avanzadas, no contemporáneas en diversos
puntos del globo. Así, las civilizaciones más antiguas (Persia, Mesopotamia, Egipto,
La era cuaternaria
etcétera) son contemporáneas del final del Neolítico y del principio de las edades
de 10s metales; mientras que, hasta hace poco, ciertas poblaciones vivían aún bajo
las normas del Paleolítico superior.
Independientemente de la evolución anatómica del Hombre, el ((animal erguido»,
esta cronología muestra su progresiva conquista intelectual: la confección de útiles
desde los Australopitécidos, el arte del fuego desde el Arcantropo, el culto de 10s
muertos desde el Hombre de Neanderthal, el Arte para el Homo sapiens. Además,
se señala la progresiva aceleración de la inteligencia, caracterizándose cada período,
más corto que el precedente, pór conquistas más numerosas; pero abordamos un
concepto del cual la época presente no hace más que acentuar la realidad.
1
i
1
En toda la parte meridional de la península ibérica se desarrollan las costras y
los glacis.
Cerca del litoral de la península ibérica, poco diferente del actual, se desarrollan
formaciones marinas cuya sucesión permite encontrar, en particular en la costa anda-
luza, los episodios clásicos del Calabriense, del Siciliense y del Tirreniense; este
último da Strombus bubonius, gasterópodo característico de una fauna cálida.
En el Cuaternario, la neotectónica da a la península ibérica la configuración
que nosotros conocemos actualmente y los movimientos actuales (sismos) son sólo
la continuación de aquellos cuyo período paroxismal tuvo lugar en el límite p h -
cua ternario.
Conclusiones
Se puede pensar que la era cuaternaria fue individualizada en la escala estrati-
gráfica simplemente porque, de todas maneras, cualquiera que fuera la historia de
este período, siendo reciente pareció original; es el sentimiento que persiste si se
considera solamente la historia geológica general que liga claramente el Cuaternario
al Plioceno. De todas formas, la gran particularidad de .las pulsaciones climáticas y
de la evolución humana explica el hecho de su individualización; pero puede ponerse
en duda que la noción de era sea realmente la que le corresponde
Nos hemos preguntado acerca de estas extraordinarias glaciaciones cuaternarias
cuyos únicos ejemplos anteriores ciertos son los del Carbonífero, del límite Ordo-
vícico-Silúrico y del Cámbrico inferior. N o se ha dejado de señalar que cada uno
de estos períodos correspondía a la cima de una cadena importante, cadena asíntica
para la glaciación cámbrica inferior, cadena caledónica (tacónica) para el final del
Ordovícico, cadena herciniana para la glaciación carbonífera y cadena alpina para
las glaciaciones cuaternarias. Hemos visto en el levantamiento de estas cadenas mon-
tañosas la causa de las modificaciones climáticas: por el juego de altitudes así
creadas, la nebulosidad debía aumentar y asimismo la pjuviosidad, llevando el con-
junto a una baja de la temperatura que podría explicar la instalación de los glaciares
en estas altitudes. Así, para completar el célebre pensamiento de Marcel Bertrand,
si cada cadena de montañas tiene sus flyschs, sus molasas, su metamorfismo y sus
granitos, también tendría igualmente sus glaciares ...
Obras generales
CHARLESWORTH, J. K. (1957): The Quaternary era, 2 vol., Arnold Edit., Londres.
FAIRBRIDGE, R. W. (1968): The Quaternary period, Encyclopaídia o f Geomorphology, Nueva
York.
FLINT,R. F. (1957): Glacial geology and the Pleistocene epoch, 1 vol., Edit., Nueva York.
RANKAMA, K., Edit. (1965-67): The Quaternary, 2 vol., Edit., Nueva York-Londres. Nume-
rosos artículos sobre el Cuaternario francés por H. ALIMEN.
WOLDSTEDT, P. (1929-66): Das Eiszeitalter Grundlinien einer Geologie des Diluriums, 4 vol.,
I F. Henke Edit., Stuttgart.
I
Hay diversos congresos y revistas especializadas sobre la geología del Cuaternario, espe-
cialmente: Quaternaria (Roma, desde 1954); Bulletin de I'Association Francaise pour l'étude
du Quaternaire (París, desde 1964); Quaternary Review (Scattle, desde 1967); Quaternary
Resenrch (Nueva York, desde 1970).
628 Estratigrafía
Anjou, 539, 540, 590, 594 Armoricana, arenisca, 424 Loira, 541
Annot, areniscas, 326, 580, 585 Armoricano, macizo, 272, 385, Bajociense, 476, 499, 513, 516,
Anomalías magnéticas, 298 391, 400, 426, 428, 432, 519, 520
Antártico, continente, 440 450, 451, 465, 471, 485, Balatg, esquistos, 432
Antártida, 410, 437 507-509 Balatón, lago, 597
Antefosa, 333, 369 Arrecife, 3 17 Balcanes,, 374, 375, 491, 534,
Antepaís, 367, 369 Artico, océano, 559 591, 596, 597
Antibes, 580 Artinskiense, 435 Baleares, 459
Antillas, 375, 479, 503 Artois, 540 Báltico, escudo, 385, 391, 397,
Anzin, capa, 461, 462 Arverno-vosgiense, zona, 454, 410, 419
Apalaches, 366, 387, 390, 412 467 Banc-Le-Danois, 5 12
Apalachiense, cinturón, 443 Asghill, 409 Barcelona, 5 11
fase, 436 Asia, 554 Barles, afloramientos, 469
Apeninos, 348, 367, 368, 512, Menor, 519 Baronnies, 546, 582
546, 564, 597 Asíntica, fase, 409 Barreme, 522, 582
Aporte metasomático, 292 Asíntico, plegamiento, 391 Barremiense, 310, 476, 522,
Apt, calizas margosas, 522 Astenosfera, 360 523, 536, 540-542, 545
cuenca, 542, 578 Asti, arenas amarillas, 584 Barronies, 310, 311
Aptiense, 3 17, 522-525, 53 1, Astiense, 552, 584, 598 Barrot, domo, 431, 469
536, 540, 542, 545, 546 Asturias, 424, 451, 453, 455, Barroubio, arenisca, 432
Apuliano, continente, 372 469-471 Bars, cuesta, 513
Aquitania, arenas conchíferas, Astúrica, fase, 407, 435, 436, Barton, arcillas, 558
558 454, 459 Bartoniense, 552, 557, 558, 571-
cuenca, 264, 330, 350-354, Asturo-leonesa, zona, 459, 460 576, 579
479, 483, 511-515, 538- Atacama, falla, 599 Basaltos almohadillados, 371
541, 551, 568, 569, 575, Athis, 400, 428 Bath, calizas oolíticas, 499
576, 590, 594, 605 Atica, fase, 552, 584 Bathoniense, 350, 352, 476,
golfo, 565, 568, 569, 576, Atlántico, 351, 357, 361, 362, 499, 513, 516, 519, 520
577, 595 364, 479, 482, 483, 501, Batial, facies, 319
molasas, 569 542, 559, 564, 568, 576, zona, 315
Aquitaniense, 274, 278, 301, 594, 619, 626 Batracios, 406, 463
334, 552, 557, 558, 571- Norte, 341, 344, 410, 412, Baux, 596
573, 576, 577, 579, 584, 502, 532, 554, 555 Bazas, arenas, 577
595, 596 Sur, 508, 509, 524, 525 Béarn, 495
Arabe-cáspica, cuenca, 592 Atlas, 367 Beauce, calizas, 569, 571, 572
Arabia, 559 Atomo estable, 282 Beauchamp, arenas y areniscas,
Aragonés, golfo, 565 Atúrica, fosa, 485, 542 571
Aral, mar, 590 Aube, arenas y arcillas, 522 Beaujolais, 463, 514
Araucana, fase, 502, 505 Aubrac, meseta, 605 Beaumont, lago, 617
Arcaica, serie, 388 Auge, 540 Bédoule, 542
Arcaico, 383, 390, 391, 393, Aurillac, cuenca, 578 Bedouliense, 542, 546
399 Auriñaciense, 624 Begudiense, 543
Arcos insulares, 374, 606 Australia, 358, 361, 365, 385, Behring, istmo, 554, 559
Ardenas, 331, 409, 410, 420, 393, 413, 441, 554, 559 Belem, 531, 561, 603
421, 425, 426, 433-435, Australiano, escudo, 386, 399, Bélgica, 454
451, 452, 460-463, 465, 410 Belomoriense, 399
471, 485, 507-509, 512, Austria, 495 Belt, serie, 390
532, 539, 540 Austríaca, fase, 222, 377, 476, Beltiense, 390
Arenig, 409, 429, 432 478, 526, 533 Belledonne, 497
Areniscas, 268 Austríacos, lagos, 616 Belleville, 574
rojas, 321, 348 Autun, 435 Bellunés, surco, 324
nuevas, 442 Autuniense, 435, 455, 463-466, Benioff, plano, 364, 375, 606,
postectónicas, 443 469 625
viejas, 439 Auvers, arenas, 572 Bentónico, 3 15
Arenopelítica, formación, 397 Auversiense, 277, 558, 571-573 Bergen, 422
Arequipa, macizo, 397, 419 Auxois, 512 Berlín, 615
Argelia, 337 Avaloirs, monte, 429 Berriasiense, 522, 536
Argens, 604 Aziliense, 624 Berry, 494, 512, 605
Argentina, 419, 443, 490, 505, Azoico, 265, 381 Bética, cordillera, 367, 458
603 Beyeux, calizas oolíticas, 499
Argonne, 539, 540 Biarritz, escarpes, 577
Argoviense, 499, 500, 521 Baie des Trépassés, 466 Biarritziense, 277
Argumentos estratigráficos, 268 Baikal, lago, 391 Bikre, país, 574
paleontológicos, 272 Baikaliense, 391, 405 Bikvre, terraza, 618
Arikge, 577 Baja California, golfo, 599 Bikita, 291
Armagnac, molasas, 596 Bajo Adour, 485, 493, 537, 543 Biocenosis, 319
índice paleontológico y ectratígráfico 639
Biocromo, 273 región, 270, 579 Calloviense, 350, 352, 476, 499,
Biofacies, 349 serie, 269 500, 503, 510, 513, 516,
Biohermo, 317, 323 surco, 260 520
Biostromas, 323 zona, 31 1, 369, 497, 518, 546, Camargue, 604
Biótopo, 319 568 Cambria, 408
Biozona, 261, 264, 265, 273, Brian~onnais,453, 469 Cámbrico, 381, 391, 405-409
498 Brie, caliza, 571, 572, 574 . Campaniense, 274, 522, 540-
Birdseyes, 352, 536 Brienne, margas, 540 544, 575
Birrimiense, 399 Brioude, 578 Campil, capas, 495
Bisecuencias, 3 14 Urioveriense, 290, 385, 39 1, Campine, 453
Blaye, calizas, 576 400, 401, 422, 465 Canadá, 292, 526
Blois, 594 Brive, 494, 578 Canadiense, escudo, 390, 391,
Bocage de Mans, 427 Bruay, 462 399, 414, 433
granitos, 400 Bruche, valle, 464 Canales de erosión, 3 12
normando, 427, 428 Bruille, capa, 461 Canaveilles, esquistos, 432
Bocas del Ródano, bauxitas, Bruselas, arenas, 572 Canigó, 266
542 Bruseliense, 557, 558, 572 Canjuers, llanos, 516
Bohemia, 420, 450, 451, 455, Buchenstein, capa, 496 Cannes, golfo, 604
507-509, 512, 532, 565, Buenos Aires, 394, 396, 419, Cantábrica, cordillera, 317, 625
582 443 zona, 423, 424, 458, 459, 535
Bois-Gouet, arenas, 575 Buntsandstein, 486, 492-495 Cantábrico, 523, 537
Bolívar, geosinclinal, 563 Burdeos, arenas fosilíferas, 584 Cantal, volcán, 605
Bolivia, 450, 603 Burdigaliense, 552, 584, 594, Cantos negros, 536
Bone beds, 495 596 Capucin, 497
Bonneville, 355 Burucamanga, falla, 600 Caradoc, 432, 468
Borde continental apuliano, 375 Butte aux Cailles, 574 Carbonatadas, facies, 424, 425
Bordelais, 577 Buzamientos, 270 Carbonífero, 261, 264, 336,
Boreal, 619 348, 349, 361, 376, 377,
facies, 566 405, 406, 434, 435, 436,
provincia, 483 Cabo, cadena, 365, 442 439, 450, 459
Borgoña, 512 Cabrieres, margas, 597 Cardiff, 453
Bormes, 266 Cadenas geosinclinales, 375 Cardiocarátidos, 500
Bosnia, flysch, 546 marginales, 375 Careliense, ciclos, 382, 384
Bosq d'Aubigny, arenas, 604 Cadomiense, 405 Carentan, cuenca, 492
Botniense, 393, 399 cadena, 400 Carga, figuras, 312
Botucatu, areniscas, 490, 531 fase, 409 Caribe, 374, 375, 416, 417, 445,
Boulon, 537 plegamiento, 391 481, 482, 488, 502, 524-
Boulonnais, 5 14, 540 Caen, 272, 329, 391, 427, 512 526, 560, 587, 588, 600,
Bourbon, arenas, 594 Caimán, falla, 600 60 1
cuenca, 578 Caina, areniscas, 531 cuenca, 479, 501
Bouvron, granito, 400 Cajamarca, elevación, 505 Carixiense, 499, 5 13
Brabante, 425, 454, 460 Calabria, 369, 519 Carnelle, bosques, 574
Bracheux, arenas, 571, 572 Calabriense, 598, 609, 619, 627 Carniense, 476, 486, 493, 496
Brandeburgo, estadio, 615 Calais, Paso, 619 Carpática, facies, 495
Braquiópodos, 406 Calatayud, 424 Cárpatos, 368, 491, 564, 591,
Brasil, 394, 490, 501, 507 Calcáreas, facies, 324, 496 596
Brasileño, ciclo, 396, 397 Calcite compensation depth, Carpentariense, 399
escudo, 385, 410, 414 327 Carry-le-Rouet, 596
Brasilia-Paraguay, cinturón, 396 Calco-andino, volcanismo, 599 Carteret, esquistos, 428
Bray, País de, 514, 540 Calchaqui, dorsal, 505 Cascadia, 416
Brechas de flanco, 324, 327 Caledoniana, cadena, 387, 443, Caspio, mar, 590, 591, 597
heterogéneas, 324 479 Cassis, 542
intraformacionales, 324 discordancia, 434 Castellane, 521, 545, 546
periarrecifales, 324 evolución, 394 cuenca, 582
Brkche-Marbre del Tholonet, fase, 410 Castilla, 451, 452
544 orogénesis, 407, 436 Castrais, 576, 577
Bresse, arcillas, 604 Caledoniano, ciclo, 279, 406, Castres, 430
Bretaña, 329, 400, 427, 429, 407, 410, 433, 616 Cataglaciales, períodos, 62 1
465, 466, 568, 575, 590 edificio, 385 Cataluña, 425
cuenca, 569, 575, 594 geosinclinal, 410, 420 golfo, 591
Bretón, golfo, 594 Caledónides, 291, 422 Cáucaso, 509, 591
Bretona, fase, 377, 407, 435, Californiano, geosinclinai, 375 Causas actuales, principio, 3 14
436, 452, 463 golfo, 600 Causses, 512
Breuillet, arcosa, 574 Calingasta, graben, 601 Caux, país, 540
Briancon, cresta de tipo, 328, Calizas, 314 Cenomaniense, 277, 332, 376,
367, 519 Caltelnaudary, estrecho, 577 377, 476, 521-523, 532,
fndice estratigráfico
Maestrichtiense, 274, 278, 308, provincia, 483 432, 451, 463, 467, 471,
522, 523, 531, 533, 536, Mesogeo, cinturón, 360, 437, 577
540, 541, 543-546, 563, 524, 553, 559, 586, 625 Montañas Rocosas, 387, 390,
566, 575 dominio, 478 501, 526, 613
Magallanes, cuenca, 477, 479, geosinclinal, 414 Montbelleux, 292
507, 528, 531, 563, 588 golfo, 525 Montbrison, cuenca, 578
Magdaleniense, 624 Mesopotamia, 624 Mont-Dore, volcán, 605
Magmático, plano, 367 Mesozoica, era, 278, 475-549 Monte-Cristo, granito, 597
Magmatismo, 367, 369 Mesozona, 398 Montélimar, 3 10
Magnetismo, 296 Messiniense, 374 Monte Viso, 518
Magnetitas, 297 Metagrauwackas, 398 Montiense, 571
Magog, fosa, 416 Metamorfismo, 367, 369, 460, Montlucon, 578
Maine, 329, 541 467 Montiense, 278, 476, 543, 544,
Malgache, escudo, 410 criterio, 382
Mallorca, 567 varisco, 398
Malm, 277, 476, 498-500, 505, Meteoritos, 289 Montmartre, yeso, 309, 557,
506, 510, 512-514, 516, Meteoros, conglomerados, 585 572, 574
518, 520, 521 Métodos geofísicos, 345 Montmorency, bosques, 574
Manabi, cuenca, 563 geoquímicos, 339 piedra moleña, 571
Mancellia, 289, 428 isotópicos, 339 Montparnasse, 574
Mancha, 329, 492, 565, 568, Meudon, margas, 571 Montpellier, 596
572, 590 Meuse, cuesta, 513 Montserrat, 567
Mans, arenas, 522 México, 416, 443, 445, 488, Morancez, calizas, 571
Manto, 360 502, 503, 526, 560, 561, Moravia, 450, 451
Marañón, macizo, 397, 505 587, 599, 600 Morbihan, fósiles, 604
Marcory, arenisca, 401, 432 Mfidi, río, 313 Morlaix, 427
Marinas, facies, 315, 448, 449, Micritas, 353 Morrenas, 441
562, 589 Microfacies, 308, 352 Morvan, 331, 463, 465
Marines, arenas, 571, 574 Microfósiles, 263 Moscoviense, 435
Marinesiense, 558, 571 Michigan, 414 Motagua, falla, 600
Marly, bosques, 574 Midi, falla, 462 Mouthoumet, macizo, 425, 467,
Marmolata, capa, 496 Milles, arcillas, 579 468, 514
Mármoles en placas, 546 Minas-Uracanos, ciclo, 396 Movilidad continental, 358
griottes, 467 Mindel, glaciación, 615, 618- Movilizaciones diferenciales,
Marruecos, 317, 41 1, 479 62 1 292
Marsella, cuenca, 578, 579, 591, Mindel-Riss, interglacial, 614, Mozambique, canal, 487
596 6 16-620 Mud-crack, 312, 352
Mas d'Azil, 624 Minervois, montes, 430 Mulhouse, serie, 579
Mas Saint-Puelles, 576 Miocena, etapa, 372 Mure, cuencas, 469
Matheysine, lagos, 6 17 Mioceno, 265, 551-554, 557, domo, 516
Mauritánides, 415, 443 560, 583, 584, 586, 589, Muriceba, formación, 53 1
May, sinclinal, 428, 429 591, 592, 594, 596 Muschelkalk, 486, 491-495, 497,
Mazamet, 430
Medio continental, 32 1
Miogeosinclinal, 366, 367
Miomagmáticas, zonas, 369
498
Musteriense, 336, 624 -
i '
marino, 323 Misiones, arenisca, 190, 531
nerítico, 323 Mississipiense, 435, 439, 440,
pelágico, 323 445, 447, 450 Nahuel Huapi, macizo, 397
Mediterraneense, 55 1 Moélan, granito, 400 Namur, cuenca, 425, 460-462
Mediterráneo, 265, 455, 482, Mogreb, cordillera, 452-454 Namuriense, 435, 459, 461, 466,
509, 519, 532, 591, 606, Moine, cabalgamiento, 410, 468
625, 626 420, 421 Nantes, 575, 604
1
Mendic, granito, 401, 430, 432 Molasas, 269, 270, 333, 369, Narcea, 397, 424
Menilmontant, 574 47 1 Nazas, 488
Menorca, 459, 512 vaudoise, 30 1 Nebraska, glaciación, 615
Meseta ibérica, 397, 424, 451, Molásico, 459 Negra, serie, 398
507-509, 565 Moldanubiense, 450, 451, 454, Negro, mar, 590, 591, 597
Mesiniense, 584, 591, 592, 598 463, 465, 467 Neocimmeriense, fase, 222, 476, !
Mesocretácica, etapa, 372 Mondoñedo-Villalba-Lugo, 477, 499, $01, 521, 533
Mesogea, 264, 361, 364, 368, domo, 397 Neocomiense, 308, 476, 522,
372, 374, 386, 387, 410, Mongólica, plataforma, 385, 533, 540-542
420, 421, 423, 429, 432, 410 Neógeno, 277, 552, 559, 583
433, 451, 479, 481, 485, Mons, caliza, 558 Neohelikiense, 390, 391, 399
488, 501, 507-509, 511, Mont Blanc, 496 Neomolasas, 333, 369
514, 524, 532, 537, 538, Mont d'Or, 514 Neopérmico, 469
541, 626 Montana, 390 Neotectónica, 333, 369, 372,
facies, 566 Montaña Negra, 401, 425, 430, 554, 606, 627
índice paleontológico y ectratigráfico 645
Neo-Riss, 615, 618 Orogénico, cinturón, 437, 625 Pardailhan, manto, 430, 467
Neptunismo, 38 1 edificio, 385 Parentis, cuenca, 537, 538
Nerítica, facies, 319, 430, 487 Ortocerátidos, 406 París, caliza, 558, 572
zona, 315 Osani, cuenca, 469 cuenca, 259, 261, 264, 268,
Neubourg, 574 Oscilación, crestas, 3 12 272, 274, 304, 330, 476,
Neutrón, diagrafía, 338 Osorno, 601 483, 495, 508, 510, 512,
Nevadiense, fase, 476, 477, 481, Ossa Morena, zona, 423, 424, 514, 515, 521, 523, 532,
499, 502, 521 459, 460 538-541, 551, 557, 565-
Nicoya, complejo, 586 Ostende, 620 570, 572-574, 578, 594
Nigritia, 387, 413, 439 Othe, 539 golfo, 557, 569, 576
Nigrítico, continente, 433, 440 Ottweiler, capas, 464 Parnaiba, cuenca, 450, 490, 53 1
escudo, 437 Ouargla, 337, 338 Pasadeniense, fase, 552, 584
Nigritiense, 393, 399 Ouljiense, 620 Passy, colinas, 574
Nivernais, 494 Ouzzaliense, 399 Patagonia, 386, 410, 414, 439,
Niza, golfo, 604 Oxford, margas, 499 450, 490, 531, 561, 601,
Noratlántico, continente, 433, Oxfordiense, 341, 352, 476, 603, 606
437, 440, 501 499, 500, 503, 505, 510. Pebble-culture, 598, 624
Noriense, 476, 486, 490, 496 Péchelbronn, serie, 579
Normandía, 329, 331, 393, 400, Pedroches, 398
427, 466, 512, 540, 574, Oxígeno, isótopos, 339 Pelágica, facies, 315, 318, 319,
590, 594 327, 487
Normando, golfo, 594 microfauna, 263
Normando-bretona, cuenca, 568 Pacífico, océano, 364, 365, 372- sedimentación, 458
Normaniense, 620 374, 479, 501, 502 serie, 502
Norte, mar del, 565, 568, 572, Paimpol, 427 Pelitas, 268, 330, 334
590, 594 Paine, cerro, 590 Pelitoarenosa, formación, 424
Nueva Caledonia, 373 Palassou, pudingas, 576, 577 Pelvoux, 497, 580
Nueva Guinea, 373 Palatina, fase, 407, 435, 436, Pendiente del fondo, 324
Nuevas Hébridas, 373, 374 445, 476, 486 local, 324
Nullaginiense, 399 Paleoceno, 558, 561, 567, 571, Pénestin, granito, 400
Numidiense, 347 577 Península ibérica, 397, 423,
Nummulítico, 277, 551, 552, Paleoclimas, 348 458, 491, 509, 535, 566,
556, 557 Paleoclimatología, 336, 345 590, 592, 604, 625
Paleógeno, 277, 552, 556, 560- Pensilvaniense, 435, 445, 447,
562 450
Oaxaca, 417, 418 Paleogeografia, 307, 320, 354, Pentevriense, 289, 400
Oca, falla, 600 410 Pequeñas Antillas, 56 1
Obducción, 375 ~aleohelikiense,390, 391, 399 Periandina, cuenca, 587
Ofiolitas, 327, 366, 367, 371, Paleomagnetismo, 266, 298, Periaustraliana, corona ofiolíti-
375, 413, 419, 433 346, 360, 387 ca, 373
Ojo de sapo, facies,' 398, 400 Paleomedios, 349 Peridotitas, 371
Oligoceno, 355, 551, 552, 556- Paleontológicos, argumentos, Perigord, 352, 541
560, 563, 567, 569, 571, 359 Perija, sierra, 450
576, 577, 579, 580, 582 Paleosalinidades, 345 Períodos glaciales, 6 12
Olistolito, 324 Paleotemperaturas, 341, 345 lluviosos, 613
Olistostromas, 324 Paleozoica, era, 278, 405-474 Peripacífico, cinturón, 360, 439,
Oman, cadena, 372, 519 Palinología, 265, 619 478, 524, 553, 559, 586,
Oncolitos, 353 Palinspático, mapa, 320 625
Onega, lago, 384 Palmarola, 303 Perm, 434
Oolitos, 267, 349, 353, 354 Pampeana, dorsal, 397, 419, Pérmico, 261, 387, 405, 406,
Ordovícico, 405-409 445 434-436, 441, 445, 459,
Organismos calcáreos, 384 Panafricano, ciclo, 397 469
carbonosos, 384 Panamá, istmo, 359, 553, 554,. Permo-carbonífero, 348, 349,
crecimiento, 301 586, 599 387, 405
Organógenas, facies, 323 Pangea, 347, 349, 360, 361, Permo-triásico, 405
Orgon, 541 366, 387, 393, 416, 439, Persia, 624
Orignac, 596 440, 442, 460, 488, 626 Perú, 450, 490, 505, 560
Orleans, arenas, 594 Pannónica, cuenca, 591, 592 Perú-Bolivia, cuenca, 419, 445
calizas, 569, 571, 572, 574 Pantelleria, 303 Peruviense, fase, 560, 563
Orogénesis, 271, 332, 333, 366, Panthalassa, 360, 361, 387, 439, Piamonte, 311, 496, 518, 519,
377, 414 441, 481 546, 569, 579, 582, 596
laramiense, 559 Pantin, margas, 571 Pic du Midi d'Ossau, 468
transamazónica, 394 Paraguay, 603 Pic d'Ibantelly, 468
Orogénica, fase, 525, 528, 559, Paramagnéticos, cuerpos, 297 Picardía, 540
586 Paraná, cuenca, 419, 450, 490, Piedemonte, 567
la~ámica,fase, 531 501, 530, 531, 603 Pikermi, fauna, 597
646 [ndice estratigráfico
Pillow-lavas, 371, 419, 488, 507 Postpaís, 369 Rennes, 576, 594
Pincon, 330 Post-würmiense, transgresión, Representación, principio, 326
Pindo, 327, 332, 334, 371, 472 620 Resistividad, 338
Pirenaica, fase, 552, 558 Poznan, estadio, 615 Retiense, 278, 476, 486, 488,
Pirineos, 266, 332, 423, 425, Preboreal, 619 495-499, 514, 520
432, 451, 467, 471, 494, Precámbrico, 381-402 Retracción, 331
495, 511, 514, 523, 537- Prefanerógamas, 406 Retro-andinas, cuencas, 531,
539, 542-544, 564, 577, Prepiamontesa, zona, 5 19 563, 587
618, 625 Priaboniense, 277, 326, 557, Revin, capa, 428
Piso, 273, 274 558, 580 Reyran, granitos, 469
Plaisance, margas, 584 Principal, fase, 436 Khénidos, 458
Plaisanciense, 552, 584, 598, Proa, efecto, 360 Rhodesia, 291
599, 604 Profundidad de compensación Rhodope, macizo, 532
Plan d'Aups, 543 de la calcita, 327 Ribeira, cinturón, 396
Plan de la Tour, granitos, 469 Proterozoico, 278, 381, 383, Rif, 592
Planéze de St.-Flour, 605 384, 390, 391, 393, 399 Rifeense, 399
Planéze du Cézallier, 605 Protoalpino, 458 Rift Valley, 606
Plassac, calizas, 576 Protoatlántico, cierre, 460 Rifts, 298, 299, 357
Plata, cratón de la, 396 Provenza, 266, 310, 337, 431, Rilly, calizas, 571
Plataformas, 385 432, 458, 469, 495, 511, Rimbert, pasada marina, 462
Platé, desierto, 580 521, 534, 537-545, 564, Rin, 565, 615
Pleistoceno, 61 1 578, 579, 582, 583, 585, glaciar, 615
Pleocroísmo, aureolas, 302 617 Ripio, 337
Pliensbach, marga, 499 Provins, calizas, 571
Pliensbachiense, 476, 499, 513- Pteridófitos, 406
515 Pteridosperrnas, 406 Riss, glaciación, 613, 615, 617-
Pliocena, revolución, 368, 599 Pudingas, 333 62 1
Plioceno, 265, 359, 551-554, Puebla de Sanabria, 398 Riss-Würm, interglacial, 618
583, 584, 598, 601-605, Puentes intercontinentales, 347 Roanne, cuenca, 578
625 Puerto Montt, 600 Rocamadour, 350, 351
Po, cuenca, 551 Puget-Théniers, zona, 579 Rocas eruptivas, 303
Poder de difusión, 290 Puisaye, arenas, 540 sedimentarias, 303
Podolia-Azov, macizo, 508, 509, Pulsación climática, 414 ultrabásicas, 367
532 Puntos calientes, 357 Rocroi, anticlinal, 425, 428
Poissonikre, pasada marina, Purbeckiense, 499, 500, 508, Rodaniense, fase, 552, 584
461, 462 509, 511, 512, 523, 541 Ródano, 310, 311, 542, 579,
Poitou, 330, 512, 514, 541, Puy, cuenca, 578 582, 622
605 glaciar, 615
Polaridad, 369 golfo, 604
Polarización espontánea, 338 Quebec, 390, 391, 416 Rodas, islas, 267
Polígena, capa, 31 1 Quercy, causses, 352, 514, 576 Rognac, calizas, 544
Polos, migración, 347 Quérigut, granito, 454, 467, Rognaciense, 543, 544
Polonia, 421, 454, 566, 592 468 Rognes, piedra, 596
Polochic, falla, 600 Rojo, mar, 330, 555, 599, 626
Pomerania, estadio, 615, 618 Ronchamp, cuenca, 463
Póntica, cuenca, 592 Radiactividad, 281 Roraima, areniscas, 396
Pontiense, 265, 552; 583, 584, inducida, 338 Rosans, región, 545, 546
597. 606 natural, 338 Rosellón, golfo, 591, 604
Ponto ~ u x k o 583,
, 584 Radiocronología, 266, 281, 295, Rouen, creta verde, 540
Pontoise, 574 300 Rougiers, 467
Popa, efecto, 360 Radiolaritas, 3 17, 327, 336, Roya, 604
Popocatepetl, 600 369, 413, 425, 433, 488 Rufas, 463, 467
Porfiroides, 398 Raibl, facies, 496 Ruhr, cuenca, 454
Portugal, 459, 460, 479 Rainier, montes, 599 Rumania, 566, 592
Portuguesa meridional, zona, Rambouillet, bosques, 574 Rupeliense, 558
423, 424 Rauraciense, 499, 500, 5 13, 5 19 Rusa, plataforma, 385, 410, 419
Portland, calizas y areniscas, Reconcavo, cuenca, 507 Ruso, escudo, 399
499 Redon, arenas fosilíferas, 604
Portlandiense, 476, 499, 500, Redoniense, 594
509, 511, 513, 514, 520, Regiones glaciales, 6 14 Saale, glaciación, 615, 618, 620
523, 540 Regresión, 271, 330, 331, 376, Saaliense, fase, 407, 435, 436,
Port-Vieux, areniscas, 577 577, 619, 621 457, 460, 463, 465, 475
Postdamiense, 409 Reims, 572 Sabnoisiense, 558
Postfosa, 333, 369 Rejuvenecimiento, 295 Saboya, lagos, 579, 580, 616
Postgeosinclinal, 369 Relajación neutrónica, 338 Sahara, 316, 393, 399, 412
Postglacial, período, 6 15, 6 19 Renano-herciniana, zona, 45 1 Sahariana, plataforma, 414
índice paleontológico y ectratigráfico 647
Saheliense, 583 Sarre, cuenca hullera, 267, 453- Sierra Madre oriental, 528
Saint-Affrique, cuencas hulle- 455, 458, 463, 465, 469 Sierra Nevada, 509, 536, 567,
ras, 467, 494 Sarrebrück, capas, 464 625
Saint-André, arcillas, 579 Saubrigues, 596 Silesia, 453, 454
Saint-Cassian, capa, 496 Saucats, arenas 'folsilíferas, 577, Silúrico, 405-409
Saint-Cast, 289 596 Sima, ,360
Saint-Crépin, 5 18 Save, fase, 552, 558, 584 Simetría centrífuga, 367
Saint-Dié, cuenca, 465, 494 Savenay, cuenca, 568 centrípeta, 367
Saint-Estephe, calizas, 576 Saxoniense, facies, 435, 465, Simorre, 596
Saint-Etienne, cuenca, 435, 463 469 Sinemuriense, 476, 499, 513-515
Saint-Flour, cuenca, 578 Saxo-turingia, zona, 471 Sismos, 617
Saint-Gaudens, 596 Sceaux, 573 Skiddaw, 409
Saint-Georges, 454 Scour cast, 312 Slumping, 324, 325
Saint-Gérand-le-Puy, calizas, Schaffhausen, 6 15 Soisson, lignitos, 571
577, 579 Schild, 385 Soissonnais, 572
Saint-Henri, arcillas, 579 Schlern, capa, 496 Soleure, facies, 307
Saint-Hippolyte, cuenca, 463 Schlier, facies, 592, 597 Sologne, arenas, 594
Saint-Jean-la-Poterie, arcillas, Schneeberg, 494 Solutrense, 624
604 Seattle, 599 Spa, 426
Saint-Laurs en la Vendée, 466 Secuencia adicionada, 327 Spitzberg, 391
. Saint-Leu, bosques, 574
Saint-Ouen, caliza, 571, 572,
fundamental, 327
litológica, 3 13
Stassfurt, 457
Steige, esquistos, 433
574 negativa, 3 14 Stormberg, 490
Saint-Palais, calizas, 576 positiva, 314 Suaba, facies, 495
Sai~t-Pierrela Cour, 466 Secundaria, era, 475-549 Suabia, 498
Saint-Pons, caliza, 579 Sedimentación, 271, 292, 369 Subalpino, borde: 516
Saint-Quay, 427 Sedimentario azoico, terreno, Subandina, cuenca, 505, 563
Saint-Raphael, golfo, 604 267 Subatlántico, 619
Saint-Sever, 577 plano, 367 Subboreal, 619
Saint-Vallier, loess, 622 Selva Negra, 451, 485, 508, Subbriansonesa, zona, 5 19
Sainte-Baume, 541 512, 513, 565, 582, 606 Subducción, 375
Sainte-Genevieve, 574 Semur, calizas, 499, 513 Subpirenaico, golfo, 565
Sainte-Mere-l'Eglise, 330 Sena, 570 Subpirenaica, zona, 568 -
Sainte-Odile, alturas, 494 Senoniense, 274, 376, 476, 522, Subpiso, 274
Sainte-Victoire, macizo, 520, 523, 536, 540, 541, 545, Subsidencia, 355, 366
521, 544 546 Subsistema, 277
Saintonge, 538, 541 Sens, creta blanca, 522 Subvarisca, ante-fosa, 453
Sajonia, 435, 451, 582 Sequaniense, 499, 500 Sudamericano, escudo, 394
Sal, 334 ' Serbia, granito, 597 Sudete, fase, 407, 435, 436, 451,
Salair, 41 1 Sergipe, cuenca, 482, 490, 524, 453, 454, 463
Salairiana, fase, 409, 410 53 1 Suez, istmo, 359, 554
Palies-de-Béarn, 495 Serie, 273 Suggariense, 399
Salies-du-Salat, 495 arrítmica, 313 Suizos, lagos,. 616
Saliníferas, facies, 335 comprensiva, 268 Sungita, 384
Salisbury, 29 1 condensada, 268, 270 Superficie con figuras biológi-
Salt Range, 414 continua, 270 cas, 312
Salvador de Bahía, 396 discontinua, 270 de alteración subaérea, 3 12
Salles, margas, 596 laguno-lacustre oligocena, de estratificación, 312
Samfrau, geosinclinal, 4 15 278 de no sedimentación, 312
San Andrés, falla, 599, 618 pelágica condensada, 3 18 endurecidas, 275
San Luis, cratón, 394 precámbrica, 387 Superior, lago, 384, 385
San Francisco, montes, 599 rítmica, 313 Superposición, principio, 259
San Sebastián, 567 sedimentaria, 313 Supersecuencia, 3 14
Sannois, margas, 558 virtual, 314 Supramareal, facies, 352
Serpentinas, 419 Surrección, 577
Sannoisienes, 552, 557, 571-574,
Serravalliense, 584 Suturas, 312
577, 578, 579
Sézanne, 571 Svecofenniense, ciclo, 382
Sansan, 596
Santa Marta, falla, 600 Siagne, 604
Santander, 3 17 Sial, 360
Santoniense, 274, 376, 377, 522, Siberia, 336
532, 540-543 Siberiana, plataforma, 385, 410 Tabulados, 406
Sao-Francisco, cratón, 394, 531 Siberiano, continente, 437, 440 Tacónica, fase, 409, 410, 414,
Saone, 435 Sicilia, 347, 368, 622 416, 433
Saoura, 621 Siciliense, 627 Tajo, cuenca, 590
Sarda, fase, 409, 410 Sidobre, granito, 430, 454, 467 Talara, macizo, 505
Sarniense, 400 Siegeniense, 435 Tamarugal, pampa, 600
648 hdice ectratigráfico
Volgiense, facies, 499, 509 Westfalia, zona hullera, 435 Yvelines, 574
Vosgos, 425, 433, 450, 451, Westfaliense, 333, 435, 453,
458, 463-465, 470, 471, 455, 459-463, 466-469
485, 494, 512, 513, 565, Wisconsin, glaciación, 615
582, 606, 618 Woevre, arcillas, 5 13 Zagros, 372, 519
Vraconiense, 522 Würm, glaciación, 336, 613, Zaire, 3 13
615, 617, 619-622 Zambia, 291
Zapla, tillitas, 414, 419
Warthe, glaciación, 615, 618 Zechstein, 457
Weald, 537, 540 Yenissei, 4 14 Zócalo, 367
Wealdiense, facies, 222, 500, Yesos, 330, 334 Zona isópica, 310
509, 523, 532, 536, 541 Ypres, arcillas, 558 subsidente, 358, 366
Wellenkalk, 494 Ypresiense, 552, 557, 558, 572, Zoneografía, 266, 304, 382
Wengen, capa, 496 573, 577 Zonguldak, 453
LISTA DE MAPAS GENERALES
Esta lista indica solamente los mapas generales representados sistemáticamente a fin de
poder situar los mapas de detalle.
La primera cifra es el número del tomo.
La segunda cifra es el número de la parte: 1, Petrología; 2, Paleontología; 3, Estrati-
grafía; 4, Tectónica; 5, Tectonofísica; 6, Morfología.
La tercera cifra es el número del capítulo.
I MUNDO Océanos:
Atlántico, 3, 5, XI; 3, -5, XII
Climatología Pacífico, 3, 5, XI
~luviosidad;3, 6, XVII indico, 3, 5, XI
Temperaturas, 3, 6, XVII Mares:
Indonesia, 3, 5, XI
Paleogeografía Mediterráneo, 3, 5, XI
Mancha, 3, 5, 'XI
Precámbrico, 2, 3, 111 Volcanes, 1, 1, VI1
Infracámbrico, 2, 3, 111 Cordilleras :
Primario: Cordillera de los Andes, 3, 4, IV
Paleozoico inferior, 2, 3, IV Himalaya, 3, 4, IV
Paleozoico superior, 2, 3, IV
Secundario, 2, 3, V
Terciario, 2, 3, VI 11 - AMÉRICA
Cuaternario, 2, 3, VI1
Estructura general, 3, 4, IV
Paleoclimafología California, 3, 4, IV
Infracámbrico, 2, 3, 111 Cordillera caribe, 3, 4, IV
Primario: México, 3, 4, IV
Paleozoico inferior, 2, 3, l,V
Paleozoico superior, 2, 3, IV;
3, 5, XII 111 - ASIA
Secundario, 2, 3, V
Terciario, 2, 3, VI Estructura general, 3, 5, XII
«Migración de los polos», 2, 3, 11;
3, 5, x
IV -EUROPA
Edaf ología
Paleogeograf ía
Mapa de los suelos, 3, 6, XVII
Pri,mario, 2, 3, IV
Paleozoico inferior
Estructura Paleozoico superior:
650 Estructura general, 1, 1, 111; 3, 5, XI Devónico
Lista de los mapas generales 651
Carbonífero inferior Estructura
Carbonífero medio
Carbonífero superior Cordilleras béticas, 3, 4, VI1
Pérmico
Secundario, 2, 3, V
Triásico VI - FRANCIA
Jurásico:
Liásico, Dogger
Paleogeografía
Malm
Cretácico: Secundario, 2, 3, V
Cretácico inferior Triásico
Cretácico superior Jurásico
Terciario, 2 3, VI Cretácico:
Paleógeno Cretácico inferior
Neógeno Cretácico superior
Cuaternario, 2, 3, VI1 Terciario, 2, 3, VI
Eoceno
Estructura Oligoceno
Europa, 3, 4, VI1 Mioceno
Europa alpina Plioceno
Mediterráneo medio Cuaternario, 2, 3, VI1
Europa herciniana
Europa caledoniana Geología regional
Escandinavia Macizos antiguos:
Islas Británicas Ardenas, 2, 3, IV
vosgos, 2, 3, IV
Morfología Macizo armoricano:
Morfología glacial, 2, 3, VII; Precámbrico, 1, 1, 111;
3, 6, XVII 2, 3, 111
Extensión del loess, 1, 1, IV; 2, 3, VI1 Primario, 2, 3, IV
Secundario, 2, 3, V
Macizo central:
V - PENfNSULA IBÉRICA Zócalo (edades absolutas)
1, 1, VI
Paleogeograf fa Cuencas carboníferas, 2, 3, I V
Cuencas oligocénicas, 2, 3, V I
Precámbrico, 2, 3, 111 Cuencas sedimentarias:
Primario, 2, 3, IV Cuenca de París:
Paleozoico inferior Geología, 2, 3, VI
Paleozoico superior Tectónica, Morfología, 3, 6 ,
Secundario, 2, 3, V XVI
Triásico Cue:nca de Aquitania, 2, 3, VI
Jurásico Cuencas recientes:
Cretácico: Pirheos, 1, 1, V
Cretácico inferior Provenza, 3, 4, IV
Cretácico superior Jura, 3, 4, IV
Terciario, 2, 3, VI Alpes:
Paleogeno Alpes fra.nc;o-italianos, 3, 4, I V
Mioceno Alpes occidentales y orienta-
Plioceno les, 2, 3, V; 3, 4, IV
Cuaternario, 2, 3, VI1 Vulcanismo, 1, 1, VI1