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El problema de

LO FINITO Y LO INFINITO
S. MELIUJIN

El problema de
LO FINITO Y LO INFINITO

Traducc~ón directa del ruso por


LYDIA KUPER DE VELASCO

EDITORIAL GRIJALBO, S. A.
Mixtco, D. F.
Esta traducción ha sido hecha directamente de la edición rusa, en virtud de contrato
finnado el 16 de diciembre de 19'9 con Mezhdunarodnaia Kniga,
Plaza Smolenskaya-Sennaya, 32/34, Moscú.

© 1960 por Editorial Grijalbo, S. A.


Avenida Graajas, 82, México, 16, D. F.

Reservados loJos.los Jere~hos. Este lilwo no p11eJe ser reproJu~iJo,


en lodo o en parte, en forma alg11nt1, sin permiso.

lMPilESO EN MEXICO
PIJNTED IN MEXJCO
INDICE

INTRODUCCIÓN . . • • . 9

Serdón primera
EL PROBLEMA DE LO FINITO Y LO INFINITO
EN LA ESTRUCTURA Y EN LAS PROPIEDADES
DE LA MATERIA

CAPiTULO 1: APARICIÓN Y DESAIUI.OLLO DI! LAS NOCIONES MATEJUALIS·


TAS DIALÉCTICAS SOBilB LA ESTRUCTURA Y PROPIEDADES DE LA MA·
TERIA • . . • • • • • • . • . • . • . • . • • • 17
l. La teoría de la divisibilidad infinita de la materia y la ato-
mística. . . . . , . . . . . . . . . . . . . • . 17
2. Ideas de la Edad Moderna . . . . . . . . . . . . . 29
3. Los grandes descubrimientos en la estructura de la materia a
fines del siglo XIX y principios del :xx . . . . . . . • . 37
4. El materialismo dialéctico y el carácter inagotable de la materia 43

ÜPÍTULO 11: ÜRACTER INAGOTABLE DE LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES


DE LA MATERIA. . • . . • • • • . . . • . . . 55
l. Descubrimiento de los diferentes elementos . . . . . 5'
2. Propiedades fundamentales de las partículas elementales . 67
3. Leyes de las transformaciones mutuas de las partículas . 78
4. Dependencia de jas propiedades de las partículas respecto de
sus nexos. . . . . . . . . 88
5. Unidad de campos y de partículas . . . 97
CAPITULO 111: CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA A LA
LUZ DE LOS DATOS ACTUALES • , • • . • • • . • . . . 109
l. Unidad de contrarios en las propiedades de la materia . . . 109
2. Las relaciones mutuas entre campo y cuerpo vistas por la Física
actual . . . . . . . . . . . . . . . . . · . . 114
3. U~idad _de las propiedales corpusculares y ondulatorias de los
mJcroobJetos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
4. Ca.rác~r cuántico de las propiedades e interacciones de micro-
obJt>tos. . . . . . . . . . . . . . . . . . · · 138
5. Finitud e infinitud de la materia . . . . . . no
6 IN DICE

Seuión segtmda
INFINITUD DE LA MATERIA EN EL ESPAOO
Y EN EL TIEMPO
C\PfTuLO 1: BASE FILOSÓFICA DBL PROBLEMA DE !.A INFINITUD DEL ES-
PACIO Y EL TIEMPO • • . • . • . . • • . . • • . . 159
l. Solución del problema en la filosofía premarxista . . . . . 159
2. Posición del materialismo dialéctico en el problema de la infini-
tud del espacio y el tiempo . . . . . . . . . . . . . 171
CAPITuLO 11: LA COSMOLOGÍA MODERNA Y LA INFINITUD DEL UNIVERSO 181
1. Estructura de la galaxia y la m"etagalaxia .. 181
2. Paradojas del infinito . . . . . . . . 185
~- Propiedades métricas del espacio y del tiempo 195
4. Dilatación de la metagalaxia . . . . . . 202
CAPITULO 111: LEYES DEL DBSAllROLLO DE LA MATERIA EN EL UNIVERSO 213
l. Desarrollo de la materia inorgánica .
2. Desarrollo de los objetos cósmicos . . . . · .
~- Formación de los elementos químicos . . . .
4. Relaciones recíprocas entre la irreversibilidad y la rotación de
la materia en el desarrollo . . . . . . . . . . . 240
,_ Ley de incremento de la entropía . . . . . . . . 250
6. Carácter determinista del desarrollo en la naturaleza . 264
S. Mr~iujin, joven profesor de Filosofía c!e Leoingrado, trata
en su libro de lo finito y de lo infinito, problema filosófico y
científico poco est~,;.diado todavía. Basándose e;n el progreso de
la Física y la Astr~nomia modernas, el autor expone en forma
accesible la teoría del materialismo dialéctico sobre la infinitud
de la materia y :sus propiedades, sobre la nimit.u:ión del espacio
y del tiempo. Hab:a en su obra del carácter ir.agotable de la ma-
teria y de !us forrr.as, del vinculo dialéc!ico de io continuo y
discontinuo t:n conceptos de Física moderna como los de partícula
y campo, y muestra la transmutación redp..:oca de las diversas
formas de la materia en el microcosmos. En un apartado espe-
cial, Meliujin analiza !a infinitud de la materia en el espacio y
en el tiempo, pt'Die:tdo de manifiesto la inron!>istencia de las
concepciones idealistas sobre el carácter fir.ito ciel Universo. El
autor estudia atentamente las leyes genera!es que rigen el des-
arrollo del mundo material, así como el determinismo y la evo-
lución de las formas cósnucas de la materia.
1 1

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J
INTRODUCOON

En su vida cotidiana, la inmensa mayoría de los seres humanos,


ocupados en sus múltiples quehaceres, no se detiene a pensar en las
leyes generales de la existencia y son muchos los que tienen sobre
ellas una noción más que vaga. Problemas como la infinitud del
Universo, la eternidad de la materia en el tiempo y el carácter inex-
haustivo de su estructura se asocian en la conciencia de las gentes con
algo suraamente abstracto e inaccesible para una inteligencia corriente.
En nuestra experiencia cotidiana todos los objetos y fenómenos están
limitados en el tiempo, tienen principio y fin, por lo cual la idea de
lo infinito es ajena a nuestras representaciones concretas.
Sin embargo, la concepción científica del Universo no se limita a
los datos que nos proporciona la experiencia de-la vida, sino que ele-
va el conocimiento de la naturaleza a un grado incomparablemente
más alto. En ese aspecto, el problema de lo infinito adquiere impor-
tancia primordial y no es casual que se haya planteado en la ciencia y
en la filosofía a lo largo de toda su historia. Las soluciones alcanzadas
fueron tan asombrosas y cautivadoras que su influjo se ha dejado sen-
tir. constantemente en las concepciones generales sobre el mundo. La
idea de la infinitud del Universo comenzó a penetrar más y más en
la conciencia de la población culta, imprimiendo su huella hasta
en nuestras percepciones. Basta que un individuo salga de su casa en
clara noche sin luna y, olvidando sus múltiples preocupaciones, dirija
su mirada hacia el cielo oscuro tachonado de miríadas de estrellas,
para que la idea de lo sublime e infinito de la naturaleza embargue
su ánimo. Lomonósov expresó elocuentemente ese sentimiento:
Un abismo de estrellas lleno
a mi visttt se ofrece;
no tienen fin las estrellas
ni fondo tiene el abismo.

9
10 INTRODUCCION

En un futuro no muy lejano, esa sensación de infinitud cósmica


será experimentada con mucha mayor intensidad por las tripulaciones
de las naves ¡nterplanetarias: verán la negra profundidad sin fondo
del espacio sembrada de numerosas estrellas mucho más refulgentes
que en las claras noches de luna y visibles hasta con la luz cegadora
del sol. La na~e interplanetaria, completamente silenciosa y sin nin-
guna sacudida, atravesará espacios inmer.sos, trasladando seres que
Q.an logrado conocer las leyes de la naturaleza y, gracias a ello, so-
meterla.
La solución que el materialismo dialéctico da al problema de lo
infinito difiere en absoluto de la solución idealista-religiosa. En
la conciencia del creyente, la idea de lo infinito se vinculó siempre
a Dios, como ser inconmensurable y todopoderoso, ubicuo en la natu-
raleza y por encima de ella. El hombre religioso, cuando/~ hallaba
solo, abandonado en los ilimitados espacios de la tierra-yel mar, vol-
vía a Dios sus pensamientos y oraciones. Todas las cualidades que la
religión adjudicaba a Dios iban acompañadas del atributo de lo infi-
nito: infinita sabiduría, infinita justicia, poder, etc. Pero de esa forma
no se resolvía el problema de lo infinito, ni siquiera se planteaba
correctamente, sino que se declaraba incognoscible, pues de antema-
no se aceptaba que la esencia divina era inconcebible para la mente
humana.
Sin embargo, el hecho de que los teólogos trasladasen el proble-
ma de lo infinito del campo de la invest;sación racional al místico
e incognoscible, no hizo avanzar en nada el conocimiento humano.
"Para algunos sabihondos- escribía Lomonósov- es muy fácil pa-
sar por filósofos, aprendiendo de memoria cuatro palabras: Dios
lo hizo ttsí, y presentándolas como respuesta en vez de explica: las
causas." 1
En oposición a la religión y al idealismo, el materialismo dialéc-
tico vincula el problema de lo finito e infinito a la propia materia
en movimiento como única sustancia primordial del mundo. La ma-
teria es infinita en el espacio )' eterna en el tiempo, es increada e in-
destructible. Al mismo tiempo, cada otjeto material es inagotable en
sus propiedades. Por lo tanto, el concepto de infinito puede aplicar-
se no sólo al Universo en conjunto, sino también a cada objeto ma-
1 M. Lomonósov, ObraJ filosóficas euogidas, Gospolitizdat, 1950, pág. 397.
INTRODUCCION 11

terial. En la naturaleza no existen cuerpos absolutamente simples. La


simplicidad no es más que aparente en relación con algún otro. ob-
jeto ya estudiado y considerado como evidente. Pero si ese mismo
fenómeno u objeto lo tomamos en otros vínculos y relaciones, si plan-
teamos el problema de la esencia física de sus propiedades, esa sim-
plicidad aparente desaparecerá y se nos presentará un enigma que no
podremos resolver de buenas a primeras.
El conocimiento de lo infinito, por su propia esencia, jamás podrá
ser culminado.. Según Engels, se efectuará "en forma de un progreso
asintótico ilimitado". La complejidad y multiplicidad del Cosmos su-
peran en grado inconmensurable la imaginación humana, y todo nos
dice que la superarán siempre.
El problema de la interacción de lo finito y lo infinito ofrece
gran interés en tres aspectos fundamentales: aplicado a la estructura
ü~ la materia en escala del microcosmos, a la del Universo en su
conjunto y, finalmente, en el plano de la eternidad de la existencia
y el desarrollo de la materia en el tiempo. A esos tres aspectos corres-
ponden las siguientes preguntas, que desde tiempo inmemorial inte-
resan a la ciencia y a la filosofía:
1 ) ¿Es infinita la materia en profundidad, en su estructura, o
existen partículas primarias y simplicísimas con un número limitado
de propiedades?
2) ¿Es infinito el Universo en el espacio, o el mundo es algo
cerrado y no se le puede aplicar el concepto de infinito, o cabe apli-
cárselo con limitaciones?
3) ¿Es infinita la existencia y el desarrollo del mundo en el tiem-
po, o ha existido en el pasado un comienzo de Universo que será
seguido inevitablemente por el aniquilamiento de todo lo existente?
Las diferentes respuestas a esas preguntas han contribuido a la
división de los filósofos en materialistas e idealistas, así como en
partidarios de los métodos metafísicos o dialécticos de pensamiento.
El materialismo dialéctico acepta como punto de partida la res-
puesta afirmativa a las tres preguntas formuladas, es decir, admite
que la materia es inagotableif!n profundidad, infinita en el espacio y
eterna en el tiempo. Estas tesis del materialismo dialéctico no son,
propiamente dichas, apriorísticas, anteriores a la experiencia; se basan
en la generalización de todos los avances de la ciencia y la técnica.
12 INTRODUCCION

Pero la respuesta general afirmativa a las tres preguntas no sig-


nifica la total solución del problema. Es imprescindible demostrar
concretamente que la materia es inagotable en sus propiedades e in-
finita en el espacio y en el tiempo. El carácter inagotable de la ma-
teria puede comprenderse en el sentido de su infinito fraccionamiento
mecánico, pero también cabe comprenderlo de otro modo comple-
tamente distinto; la infinitud del Universo en el espacio puede rela-
cionarse con la idea de la distribución homogénea y uniforme de una
misma sustancia, pero también puede ser enfocada de manera com-
pletamente distinta. Hoy día es imposible hallar la solución de todos
esos problemas por vía puramente filosófica. Para conseguirlo se pre-
cisa, ante todo, una cantidad enorme de datos científicos experi-
mentales y teóricos, que, a su vez, requieren un anál~sis filosófico pa·
ra ser debidamente comprendidos. Como es natural, la solución de
esos problemas tan extraordinariamente complejos se alcanza en un
límite infinito, pues, como suele decirse, nadie puede abarcar lo in-
abarcable. Cada nueva etapa en el desarrollo de la ciencia contribuye
a la comprensión general de la infinitud del Universo.
La ciencia ha alcanzado ya resultados de suma importancia, que
permiten abordar correctamente la solución de ese problema. Sin em-
bargo, es preciso distinguir entre la concepción puramente matemá-
tica y física de lo infinito. Desde el punto de vista matemático, siem-
pre cabe idear una magnitud que sea mayor o menor que todo cuanto
conocemos. Hoy día, el límite del conocimiento científico en el es-
pacio se extiende desde un orden de 10-u cm, que caracteriza la ex-
tensión de las partículas elementales, hasta de 1027 cm de distancia,
que es la alcanzada en las profundidades del Cosmos por los teles-
copios modernos. U na magnitud mayor (o menor) que otra en 10 41
veces es un número sumamente limitado si juzgamos por la magnitud
del exponente de potencia. Podemos citar numerosas cifras que sean
muchísimo mayores, por ejemplo, diez elevado a la millonésima po-
tencia, diez a la milmillonésima, etc.
Tal acumulación de cifras, ·lógicamente admisible, no contribuye
a la comprensión científica de la naturaleza. Esas magnitudes tan
vastas pueden concebirse tan. sólo en conceptos e imágenes que se
han tomado de esferas del Universo accesibles a nosotros. Si el pro-
blema de lo infinito lo examinamos únicamente desde el pu~to de
INTRODUCCION 13

vista matemático, ningún conocimiento nuevo podría servirnos, ni


siquiera como una posibilidad remota, para resolver o plantear co-
rrectamente el problema en cuestión.
Pero además de la concepción matemática de lo infinito, existe
la física. Entendemos por ello el cómputo de las relaciones efectivas
y recíprocas de los cuerpos, bajo las cuales esos cuerpos se mani·
fiestan como magnitudes físicas infinitamente grandes e infinita-
mente pequeñas, aunque desde el punto de vista matemático la rela-
ción de sus propiedades pueda ser representada con un número finito.
Si examinamos, por ejemplo, la interacción del electrón y la Tierra,
la masa de la Tierra, en relación con el electrón, será infinita desde el
punto de vista físico, es decir, en el plano de su interacción real, aun-
que desde el punto de vista matemático la relación de las masas se
expresará. con un número finito.
Mt = 6. 1Q27g = 6,7. lOH.
M., 9. 10-2sg
Por otra parte, si investigamos la interacción de la Tierra y la me-
tagalaxia, veremos que en 1:5a acción recíproca la propia Tierra será
una magnitud infinitamente minúscula, aunque la relación de las
masas se expresará con un número finito. Este importante hecho ha
sido reflejado desde hace tiempo en varios conceptos de la física, por
ejemplo, en el concepto de "recurso a lo infinito", que se emplea
para caracterizar las condiciones físicas en regiones tan alejadas del
sistema dado que sus campos y fuerzas vigentes se consideran igua-
les a cero. En física se emplea asimismo el concepto de punto ma-
terial, que se aplica a cuerpos cuyas dimensiones, en el caso dado, no
importan gran cosa. En relación con el tipo de enlaces que se es-
tudian, el punto material puede ser el átomo, la Tierra, el Sol, etc.
La concepción física de lo infinito no es puramente convencional,
ya que pone de manifiesto diversos aspectos reales de la infinitud
cósmica. En nuestro trabajo analizaremos preferentemente la infini·
tud del U niverso según los datos de la Física y de la Astronomía
modernas. No se expone el as¡ecto matemático de esa cuestión, pues
se puede encontrar en todo trabajo serio de análisis matemático.
El análisis físico del problema de lo infinito contribuye mucho
más al conocimiento concreto de la naturaleza que la simple mani-
pulación matemática de ese concepto. En Matemáticas, lo infinito
14 INTRODUCCION

aparece bien como un número mayor que la cifra enunciada ante-


riormente, bien como un proceso interminable, que se repite cons-
tantemente y es homogéneo en todas sus etapas. Las Matemáticas ope-
ran solamente con el concepto de los cambios cuantitativos, mientras
que la Física, además de tomar en consideración esos cambios, estu-
dia también los cualitativos al pasar de una escala a otra. En las
nuevas esferas, los antiguos métodos de investigación pueden resul-
tar inaplicables.
Como es natural, esto no debe interpretarse como un menosprecio
del papel y de la importancia de las Matemáticas. Hemos querido
señalar únicamente que el problema de la infinitud cósmica no se
soluciona en el plano matemático puro y, más aún, que esa solución
puede proporcionar resultados que no correspondan a ~ realidad.
La explicación física resulta mucho más elocuente y enju1'Iiosa que
la simple manipulación matemática de ese concepto. ·
Al mismo tiempo, debemos subrayar que el conocimiento de la
infinitud del Universo desde el punto de vista físico nos amplía más
y más los límites de la esfera cósmica que nos es accesible, acercándo-
nos así a la concepción de la infinitud del espacio y del tiempo que
describen las Matemáticas. Engels deda que todo conocimiento real y
exhaustivo consiste en que nuestro entendimiento eleva lo singular de
la singularidad a lo particular y esto a lo universal; en que hallamos y
comprobamos lo infinito en lo finito, la eterno en lo perecedero.
"Todo verdadero conocimiento de la naturaleza es conocimiento de
lo eterno e infinito y, por lo tanto, es absoluto por su esencia." 2
Iniciaremos el estudio del problema de lo infinito con un breve
análisis de las soluciones dadas por la ciencia y la filosofía anterio-
res. Eso nos ayudará a entender correctamente el planteamiento de
dicho problema en la ciencia moderna.
". . . La teo~ía científica necesita conocer el desarrollo histórico
del pensamiento humano - deda Engels - , así como las concep-
ciones imperantes en las diversas épocas sobre los vínculos universa-
les del mundo exterior, porque, apartcu de todo lo demás, le propor-
cionan la escala necesaria para enjuiciar las teorías que ella misma
enuncia." a
2 F. Engels, Diaiér1üa de la naJuraJeza, Gospolitizdat, 1955, pág. 186.
3 Ibídem, pág. 22-23.
Sección primera

EL PROBLEMA DE LO FINITO Y LO INFINITO


EN LA ESTRUCTURA Y EN LAS PROPIEDADES
DE LA MATERIA
\
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CAPíTULO 1

APARIOON Y DESARROLLO DE LAS NOOONES


MATERIALISTAS DIALECfiCAS SOBRE LA ESTRUCIURA
Y PROPIEDADES DE LA MATERIA

§ l. La teoría de la divisibilidad infinita de la materia


y la atomística

Cuando los seres humanos - en épocas todavía remotas - abor-


daron por vez primera el estudio consciente de la naturaleza, llega-
ron a la conclusión de que toda la innumerable variedad de cuerpos
tenía por base cierto principio único, cuyas diversas combinaciones
determinaban la riqueza de colores y formas del mundo circundante.
Tales de Mileto ( s. VII-VI a. de n. e.) consideraba que ese princi-
pio era el agua; para Anaxímenes ( s. VI á. de n. e.) era el aire, v
para Héraclito ( s. VI·V a. de n. e.), el fuego. Cada uno de esos filó-
sofos vinculaba al concepto de materia una de sus formas sensoriales
concretas. Tan sólo en la filosofía de Anaximandro - disdpulo de
Tales -se aceptaba por vez primera como principio del mundo un
medio no material, sino una materia indeterminada e infinita que
llamaba apeiron. Las diversas partes del apeiron se transmutaban re-
cíprocamente, pero él, en su conjunto, no podía transformarse en
ninguna otra materia.
Sin embargo, para conocer la base material de las cosas, más
importante que designar un ~incipio y darle nombre general era
explicar concretamente la estructura de ese principio. En la explica-
ción de la estructura de la materia cabían dos posibilidades: bien
reconocer que tenía una constitución homogénea y continua, y enton-
ces cada una de sus partes, por pequeña que fuese, poseía las mismas
18 NOCIONES MATERIALISTAS DB.I.ECTICAS SOBRE LA MATERIA

propiedades que las de mayor !!'.agn!tud, bien admitir que estaba.


fraccion'lda en numerosas formaciones, cada una de las cuales poseia
propiedades distintas que las de los cuerpos habituales. .Ambas con-
cepciones tomaren forma concreta y dieron origen a diversas teorías
filosóficas. La segunda concepción, comparada con la primera, ofre-
cia mayores posibilidades para un espíritu creador y, al mismo tiem-
po, estaba en mayor consonancia con r.umerosos hechos observados.
Con la tecría de la continuidad y homogeneidad de la materia, ad-
mitíase la existencia constante de unas y las mismas propiedades por
mucho q1: e se adentrase en la estructura de la materia; la segunda
concepcióa, en cambio, proclamaba la multiforrilidad del Universo
y autorizaba a explicar la aparicil>n de las .cualidades como resultado
de combinaciones de los elementos primari~ de la materia.
La segunda concepción, en su desarrollo ~istórico, desembocó en
la teoría atomi'ita de la materia. Es propio del entendimiento huma-
no la tender,cia a fraccionar la naturaleza en sus partes componentes
y buscar ciertm. principios elementa!e; y primarios cuyas diversas com-
binaciones e>."Pliquen la enorme diversidad de objetos que en la na-
turaleza encontramos. Ello dio origen a la teoría atomista en filoso-
fía. Es difícil concretar hoy día el lugar donde fue expuesta por
vez primera. En todo caso, en la filosofía de la China antigua, así
como de la ~ ntigua Jndia, en las doctriu~ de los jainistas, de los vai-
seshikas y ,~yaya;, existen teorías sobre la materia constituida por esas
infinitas y micúsc..Jlas partículas que los griegos llamaron átomos.
Kanada, filósofo de la antigua India, decía que los átomos de las
sustancias elementales - el fuego, el agua, el aire y la tierra- son
increados e indestructibles; son inextensos y sólo en sus diversas com-
binacion~ forman cuerpos extensos.
En la filosofía de la antigua Grecia, la teoría de la divisibilidad
infinita dt' la tr_ateria y el atomismo surgen en el s. v a. de n. e. El
primero en formularla claramente fue .Anaxágoras (hacia 500-428
a. de n. e.), quien consideraba que la materia estaba constituida por
elementos primarios, infinitamente pequeños, que él calificaba de "se-
millas de las cosas". Todo cambio es f·.!!ultado de las diferentes com-
binaciones de esos elementos, cada uno de los cuales posee las mis-
mas cualidades que la cosa en su conjunto. Las cualidades de lasco-
sas m .surgen por si solas, pues siempre han existido y en la misma
LA ATOMISTICA 19

forma desde cuerpos celestes hasta corpúsculos infinitamente peque-


ños. Por insignificante que sea una partícula, encierra en si todo un
mundo. En cada una de ellas, decía Anaxágoras, "hay ciudades po-
bladas de gente, ·campos labrados, brillan el sol, la luna y otras es-
trellas, lo mismo que en nuestra Tierra". 1
Leucipo (años S00-440 a. den. e.) y Demócrito (hacia 460-370
a. de n. e.) , fundadores del atomismo griego, mantenían distinto cri-
terio sobre la estructura de la materia. A diferencia de Anaxágoras
consideraban que la materia es divisible, pero hasta cierto punto nada
más; y los últimos elementps, los átomos, poseen propiedades dis-
tintas a los de los cuerpos grandes. Son impenetrables, absolutamente
sólidos y se distinguen únicamente por la forma. En el espacio infi·
nito existen incontables mundos formados por cantidades inconmen-
surables de átomos. A Demócrito se le debe la hipótesis de que la Vía
Láctea está formada por infinitas estrellas, tan alejadas de nosotros
que su luz se funde en un continuo y tenue resplandor; por analo-
gía, dice que otros entes que parecen continuos están constituidos en
realidad por numerosos cuerpos discretos. La arena del mar vista de
lejos parece una masa conttnua, pero de hecho está formada por un
número ingente de arenillas. Y es muy natural suponer que también
el agua del mar está constituida por partículas aún más pequeñas.
Además de los cuerpos sólidos y líquidos, los átomos forman el
aire. Si por la ventana o la puerta de una tiabitación oscura hacemos
entrar un rayo de sol, veremos numerosas y diminutas partículas,
invisibles hasta entonces. De la misma forma, el propio aire está
compuesto de numerosos átomos, invisibles por su pequeñez. Sin
embargo, pese a la insignificancia de sus dimensiones, los átomos no
son puntos geométricos, sino cuerpos extensos.
Los átomos flotan continuamente en el espacio vacío y al chocar
entre sí forman todos los cuerpos. El vacío es condición indispensa-
ble para el movimiento, pues éste, en opinión de los atomistas, sería
imposible si la materia llenase todo el espacio.
El atomismo de los pensadores de la Antigüedad era una concep-
<:ión profundamente cimentad! y sería erróneo considerarlo como una
simple conjetura. Demócrito, así como sus discípulos, Epicuro (5. m
. 1 Cita. tomada de S. Lurie, Ensa"}Os sobre historia tle la eien~ia aJig1111, Acade-
maa de Caencias de la U.R.S.S., 1947, pág. 190.
20 NOCIONES MATER.IAUSTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

a. de n. e.) y Lucrecio Caro ( s. 1 a. de n. e.), demostraban la realidad


de los átomos no sólo con razonamientos especulativos de analogía,
sino también con profundas y sutiles observaciones. En su famoso
poema Sobre la naturali!Zil de las cosas, Lucrecio expone numerosos
y elocuentes ejemplos en los que ve una prueba de la realidad de
los átomos. Supongamos que después de una tormenta quedan en
la tierra charcos de agua. No tardan en evaporarse y esa evaporación
sólo nos la podemos explicar si admitimos que los átomos salen vo-
lando del agua y se distribuyen entre los átomos del aire. Exacta-
mente igual ocurre con la expansión del olor de una materia olorosa;
se supone que los átomos de ese elemento se distribuyen entre los
átomos del aire, actuando así sobre los órganos de nuestros sentidos.
Los atomistas de la Antigüedad d~mostraban asimismo la realidad
de los átomos analizando los fenóm~os de la difusión, de la diso-
lución de los elementos y de la trans~isión del calor. El problema
de la estructura de los átomos no tenía para ellos ningún sentido,
ya que les conducía a suponer que existían átomos todavía más pe-
queños ("indivisos"); esto no contribuía en nada al progreso del
atomismo, o bien Id retrotraía a la teoría de la continuidad y divi-
sión infinita de la materia; contra la cual había sido promovido.
Acerca de esto escribía Lucrecio:

Si después no hay nada menor, estará


de infinitas partículas formado el más pequeño elemento;
la mitad siempre hallará su mitad
y no habrá límite para la división en parte alguna.
¿Cómo distinguirás, entonces, del Universo la más pequeña de las rosas?
En nada, puedes creérmelo. Pues aunque el Cosmos
no tiene fin, hasta las cosas más pequeñas
de infinitas partes estarán igualmente formadas.
El sentido común nos niega, sin embargo, que ese aserto
pueda creer nuestra mente y sólo reconocer nos queda
la existencia de aquello que es indiviso, siendo
de hecho lo más pequeño. Pero si existe,
reconocer debemos que densos y eternos son los cuerpos primarios.=
t,

Sin embargo, el postulado de los atomistas acerca del límite in-

2 Lucre..io Cato, Sobtt l11 ntllllrlllt:u lit l111 tostU, Academia de Ciencias de la
U.R.S.S., 194:i, págs. 41·43.
LA ATOMISTICA 21

ferior de divisibilidad de la materia no convenció, ni mucho menos,


a todos los filósofos. Los eleáticos ( s. v a. de n. e.) los refutaron
ya con profunda lógica. Sus objeciones se basaban en el reconoci-
miento de la continuidad de la materia. Según los eleáticos, cualquier
cuerpo, por pequeño que st..;., puede, en principio, ser dividido en
partes y, por lo tanto, siguiendo la lógica del razpnamiento, se dedu-
ce la posibilidad potencial de una división infinita de la materia.
Entre los eleáticos destaca Zenón (hacia 490-430 años a. den. e.),
discípulo y continuador de Parménides. Zenón se propuso des~Lrro­
llar la teoría idealista de Parménides sobre la inmutabilidad de una
existencia única y eterna. Pero más que los objetivos generales que
pet-seguía Zenón, nos interesa la estrudura lógica de sus métodos
de prueba, que plantearon en forma nueva a la ciencia ciertos aspec-
tos del problema de lo finito y lo infinito.
En sus razonamientos, Zenón partía de dos premisas fundamen-
tales, que eran aceptadas como evidentes por la filosofía de aquel
entonces: 1 ) La suma de un número infinitamente grande de mag-
nitudes finitas y extensas, por pequeñas que sean, constituye una
magnitud infinitamente grande; 2) La suma de cualquier número
de magnitudes inextensas, por grande que sea, es igual a cero. "Si
un objeto no tiene magnitud - decía Zenón - , es que no existe." •
De esas premisas se deduce que si al final de la infinita división
de la materia quedaban partículas inextensas, imposibles ya de divi-
dir, en modo alguno podían formarse con ellas cuerpos extensos.
U na suma de ceros, por grande que fuese su cantidad, siempre es
cero. Por consiguiente, los cuerpos corrientes, constituidos por ele-
mentos inextensos, no _tendrían existencia espacial, cosa que se con-
tradice con la realidad. Por otra parte, si consideramos que al final
de la división infinita hay partículas extensas - y su númel.> ha de
ser mfinitamente grande, ya que la divisibilidad de la materia se con-
sidera ilimitada-, entonces, según la primera premisa, el volumen
del cuerpo constituido por esos elementos será infinitamente grande.
Pero en tal caso, en todo el Universo sólo podría existir un cuerpo,
ya que ni siquiera cabrían del.
Zenón emplea el mismo método demostrativo en sus famosas apo-
rías. Analizando el ejemplo de Aquiles que corre tras una tortuga,
8 Tomado del libro de S. Lurie ya citado, págs. 62-63.
22 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

afirma que antes de que Aquiles recorra la mitad de la distancia que


le separa de la tortuga, ésta se habrá adelantado un tanto. Mientras
recorra la mitad que le queda, la tortuga irá más lejos, etc. Al divi-
dir infinitamente el camino a recorrer por la mitad, obtendremos
un número ilimitado de segmentos finitos, cuya suma, de acuerdo
con la primera premisa indicada, es infinitamente grande. Por con-
siguiente, Aquiles jamás alcanzará a la tortuga.
En la aporía de la flecha, Zenón intenta mostrar la contradicción
existente en la concepción del movimiento. Si consideramos que el mo-
vimiento es un proceso durante el cúal el cuerpo que se mueve se en-
cuentra primero en un punto, luego en otro, más tarde en un tercero,
etc., podemos decir que se trata de una swna de posiciones conse-
cutivas del cuerpo en diversos puntos, ~decir, de una suma de mo-
mentos de reposo. Pero los momentos dfi reposo jamás producen
movimiento, ya que una suma de ceros, po~ grande que sea, siempre
será cero. Por lo tanto, el movimiento es imposible.
Por otra parte, si consideramos que el movimiento no es la posi-
ción consecutiva del cuerpo en un punto, luego en otro, etc., ningún
cuerpo podría alcanzar a otro en su movimiento, ya que antes debe
recorrer la parte de la distancia que les separa. Más aún, en ese caso
el cuerpo no podría moverse de su sitio y, por lo tanto, volvemos a
la conclusión de que el movimiento es imposible.
Es ingenuo suponer, naturalmente, que Zenón, razonando así, cre-
yera en serio que en la naturaleza no existe movimiento alguno. Co-
mo toda persona sensata, comprendía claramente que el movimiento
de los hombres, animales y cuerpos en el espacio es un proceso ple-
namente real. Lo importante era comprender el movimiento. de un
modo lógico, no contradictorio. '' ... El problema no es si hay mo-
vimiento- observaba Lenin - , sino cómo expresarlo en la lógica
de .los conceptos." •
A 7..er.ón corr<"Sponde el mérito de haLer señalado antes que nin-
gún otro la contradicción ~n la concepción de las :elacior.cs redpro-
c.a.<~ de lo finito y la in!inito en cuanto al análisis del movimiento y
de la estructura de 'la materia. Refiriéhdose a la importancia de los
razonamientos de Zenón y sus· discípulos para el descubrimiento de
las contradicciones en la esencia de la naturaleza, escribía Hegel en
• V. l. Lenin, Cutlerr~or filorófitor, Gospolitizdat, 1947, pág. 240.
LA ATO.MISTICA 23

la Cienda á~ la Lógica: "Hacen el más alto honor a la inteligencia


de sus inventores y merecen un análisis más detallado que la simple
manifestación de <iue no son sino sofismas. Esta afirmación se atie-
ne a la percepción empírica, siguiendo el precedente de Diógenes
_ tan evidente para el sentido común - , quien al hablarle un dia-
léctico de la contradicción encerrada en el movimiento, no se molestó
en refutarle, sino que se puso a pasear en silencio de arriba abajo,
mostrándole la evidencia sensible; como es lógico, semejat·~e afir-
mación y refutación son más fáciles de enunciar que ahondar en la
idea, meditar atentamente sobre las dificultades a que conduce la idea
que, además, no está traída de fuera, sino que se forma en la con-
ciencia más corriente, y resolver esas dificultades con ayuda de esa
misma idea." a
Dentro del método metafísico de pensamiento, esas contradicci~­
nes son irresolubles y se presentan como una prueba de la supuesta
impotencia de la mente humana, de su incapacidad para pentttar en
la esencia de los fenómenos. La filosofía del materialismo dialéctico
dio, por primera vez, una solución consecuente a tales contr3.\iicciones.
En el caso de la aporía de •la flecha que vuela, la dificultad de los
eleáticos derivaba de considerar como absolutos el espacio y el 'tiem-
po, sin percatarse de· su continuidad. Efectivamente, si c.onsideramos
el movimiento como la permanencia sucesiva de un cuerpo primero
en un punto, luego en el segundo, en el tercero, etc., es decir, si lo
consideramos como un conjunto de momentos de reposo, el movi-
miento como tal desaparecerá, quedando tan sólo el reposo. i'ero ese
razonamiento es erróneo, ya que, según observaba Lcnin: "1) des-
cribe el res11ltado del movimiento y no el propio movimiento; 2) no
muestra, no contiene ~ sí la posibilidad del movimier.tc; 3) repte-
senta el movimiento como una suma, un conjunto <!e estadús de re-
poso, es decir, no ha eliminado la contradicción ( d!.:Ué-;tica), sino que
la ha ocultado, apartado, velado." •
Sin embargo, el movimiento es posible 7 re&l debido precisamente
a que el cuerpo en movimiento, en cada momento d~do, se encuentra
Y no se encuentra en cierto putl:o del espacio. La c"nstante aparición y
solución de esa contradicción es lo q;,¡e expr~a el proceso del movi-

5 Hegel, 0/Nas romplnas, t. V, So:~:eksu!z, 1937, págs. 214-21,,


6 V. J. lenin, CIIIUiwnos filosófirot, Gospolit~zJat, 1947, pág. 242.
24 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

miento. Por consiguiente, el espacio y el tiempo no son únicamente el


conjunto de un número incontable de puntos y momentos; poseen,
además, continuidad, y eso hace posible el movimiento. Lo continuo y
lo discontinuo forman una unidad orgánica y esa unidad se efectúa
en el movimiento. Vladímir I. Lenin escribía: "El movimiento es la
esencia del tiempo y del espacio. Dos conceptos fundamentales ex-
presan esa esencia; continuidad (infinita) ... y «puntualidad» ( = ne-
gación de la continuidad, discontinuidad). El movimiento es la unidad
de la continuidad (del tiempo y del espacio) y de la discontinui-
dad (del tiempo y del espacio) . El "movim'iento es una contradicción,
es una unidad de contrarios." 1
Con esas tesis del materialismo dialéctico se resuelve la aporía de
Zenón sobre Aquiles y la to~ga. Zenón, en forma velada, parte en
su razonamiento de que la supa de cualquier serie infinita de mag-
nitudes cada veZ más pequeñ'as constituye una magnitud infinita y
que una distancia infinita no puede ser recorrida en un lapso finito
de tiempo. Sin embargo, en la realidad no en toda serie la suma es
una magnitud infinita, y en el caso dad~ es finita sin duda alguna,
como se deduce del propio planteamiento del problema. Aristóteles,
al analizar esa aporía, indicó que Aquiles alcanzaría indudablemente
a la tortuga si se tenía en cuenta la relación efectiva de las veloci-
dades del movimiento en un tiempo dado.
De forma algo más compleja se resuelve la paradoja de la divisibi-
lidad de la materia. Los argumentos de Zenón, en este caso, corres-
ponden lógicamente a premisas aceptadas de antemano. En efecto, si
suponemos que al final de la división infinita de la materia se encuen-
tran partkulas extensas, la suma de las mismas debe constitUir una
magnitud infinitamente grande; si son inextensas, será imposible for-
mar con ellas cuerpos extensos. No es tan sólida la argumentación
de las propias premisas. La divisibilidad infinita se considera en este
caso como un proceso culminado, que finaliza bien con una magnitud
finita, bien con cero. Sin embargo, la divisibilidad infinita es infinita
precisamente porque no puede culminarse. Si esto fuese posible, la
infinita división de la materia no seríli infinita. Esta profunda obser-
vación pertenece a Aristóteles, quien decía que el espacio y el tiempo
son divisibles hasta lo infinito sólo como posibilidad, pero no en la
7 V. I. Leoio, CM.ulerwos filosóficos, Gospolitizdat, 1947, pág. 241.
LA ATOMISTICA 25

realidad. De hecho, a toda divisibilidad y discontinuidad se opone la


unidad y el vínculo ininterrumpido de todas las clases de materia y
su movimiento. En relación con eso, Hegel dice que "la propia divi-
sibilidad no es más que una posibilidad y no la existencia de las par-
tes. .. " El entendimiento corriente "suele errar cuando considera
como reales y efectivas cosas ideadas por la mente, abstracciones como,
por ejemplo, una multitud infinita de partes ... " 8
Desde el punto de vista del análisis matemático, la paradoja de
Zenón se resuelve con bastan~e sencillez. Una magnitud infinitamen-
te pequeña no es algo acabado e igual a cero, sino una magnitud va-
riable, que tiende a cero como a su limite, pero sin alcanzarlo jamás.
Por ello, la suma infinita de esas magnitudes no es igual ni a cero
ni a lo infinito, sino que es una magnitud finita, aunque puede tener
el valor que se quiera. La introducctón de magnitudes variables infi-
nitamente pequeñas resuelve todas las contradicciones, insuperables a
primera vista, que se producen con la interpretación metafísica de la
materia como una sustancia infinitamente divisible.
La filosofía antigua desconocía el cálculo diferencial e integral y
por ello no podía manejar argumentos de esta índole. Tanto más in-
teresantes resulta!} hoy las objeciones que contra las paradojas de los
eleáticos esgrimió Demócrito en su propósito de renovar la teoría
atomista evitando las contradicciones.
Demócrito, lo mismo que los eleáticos, había tropezado con dos
contradicciones en la concepción de la estructura de la materia: si
consideramos que al final de la división ilimitada de la materia se
encuentran partículas inextensas, cualquier cuerpo constituido por
ellas será también inextenso; pero si consideramos que las últimas par-
tículas son extensas, tendremos que admitir que una suma infinita-
mente grande de ellas ( inevit·:1ble con la división ilimitada) nos daría
un cuerpo de dimensiones infinitamente grandes, cosa que se contra-
dice con la experiencia. Demócrito tenía clara conciencia de la false-
dad de ambas conclusiones. Negaba rotundamente que las últimas
partículas fueran inextensas, pues consideraba que con ellas no podía
formarse una magnitud ext&sa. Los elementos finales debían ser,
indudablemente, extensos. Para fundamentar esa tesis, Demócrito ex-
pone la teoría de la indivisibilidad física: todo cuerpo es divisible
8 Hegel, Obras (ompletas, t. V, págs. 21':1-216.
26 NOCIONES MATERIALISTAS DI.ALECTICAS SOBRE LA MATERIA

sólo en el caso de que entre sus partes componentes pueda introdu-


cirse una especie de cuña para separarlas. Pero con esa operación lle-
garemos, en última instancia, a partículas que sean absolutamente
impeoetrables y compactas, no existiendo ya cuña alguna capaz de
separarlas. Las dimensiones de cada una de esas cuñas no serán me-
nores que el elemento dado. Esos elementos son físicamente indesin-
tegrables y se llaman "átomos" (indivisos).
No obstante, la indivisión fisica de los átomos no significa su in-
división geométrica, es decir, que no se pueda atribuir mentalmente
a los átomos una serie de planos que permitan el ulterior fracciona-
miento del elemento. Demócrito intenta resolver el problema del si-
guiente modo. Todo el~ento es divisible porque podemos separar
su lado derecho del izq~erdo, el superior del inferior, el de delante
del de atrás. Pero cabe im4ginar una partícula que no tenga esos lados
o en la cual el concepto de lado sea inaplicable. Será un elemento
extenso, pero no se le podrá dividir en elementos más pequeños por
no existir éstos. Esos elementos se califican de átomos matemáticos.
Son mucho más pequeños que los átomos físicos y se encuentran en
el interior de ellos. Aunque el átomo matemático tiene dimensiones
finitas, no posee forma alguna, ya que la existencia de forma presu-
pone la posibilidad de una división sucesiva en elementos todavía
menores. En los cuerpos hay cantidades extraordinarias - pero no
infinitas - de átomos matemáticos; por lo tanto, su suma no forma
un cuerpo infinitamente grande, sino una magnitud finita. Y como
esos elementos son extensos, el cuerpo formado por dios también lo
será. De esta forma elimina Demócrito las contradicciones.
Demócrito utiliza la teoría de los átomos matemáticos para expli-
car las propiedades de las figuras y líneas geométricas. La líne~, para
él, es la suma de numerosos áto1nos; la superficie, la ..;urna de nume-
rosas líneas superpuestas, y el Yolumen, la scllla de una gran cantidad
de planos, es decir, de cap;;s de átomos. Partiendo de ahí, Demócrito
calcula exact3.mente el volu.!nen de una serie de figuras geométricas,
en partic-..dar del cono. Ese método de cálculo de superficie y volúme-
nes era el prototipo del cálculo integral.
Sin embargo, la idea de los átomos matemáticos, pese a toda su
ingeniosidad y utilidad práctica, entrañaba una oculta contradicción,
debido a que la discontinuidad de la materia se consideraba absoluta.
LA ATOMISTICA 27

Si los átomos matemáticos carecen de lados y el concepto de lado es


inaplicable a ellos, ¿cómo se adhieren unos a otros, formando líneas,
superficies y volúmenes? Además, en la enumeración de las propie-
dades de los átomos matemáticos, Demócrito indica que no deben
poseer forma alguna, ya que la existencia de la forma presupone la
división sucesiva. Al mismo tiempo se admite que los átomos son
extensos. Esas tesi~ se contradicen entre sí, pues no puede haber con-
tenido sin forma y, además, la extensión en el espacio presupone la
existencia de una cierta forma espacial sin la cual seria imposible.
Por otra parte, al considerar que las líneas, las superficies y los
volúmenes están formados por itomos, Demócrito suponía tácita-
mente que la relación de un segmento (o superficie) con otro equi-
valía a la relación de la cantidad de sus átomos, es decir, era una
magnitud memurable que podía expresarse con una fracción finita
(número racional) . Pero ese supuesto se contradecía con el teorema
de Pitágoras sobre la inconmensurabilidad de la diagonal del cuadrado
con su lado. Según ese teorema, el cuadrado de la hipotenusa de un
triángulo rectángulo equivale a la suma de los cuadrados de sus lados.
Si suponemos, por ejempla, que el triángulo es la mitad de un cua-
drado cuyos lados equivalen a uno, la suma de los cuadrados de esos
lados y, por consiguiente, el cuadrado de la hipotenusa será igual a
dos. En ese caso la longitud de la hipotenusa seria igual a V2. Pero
está demostrado que ese número no puede ser expresado por ninguna
fracción finita, pues se trata de un número imtcional.
Y como la diagonal y el lado del cuadrado son inconmensurables,
su relación no puede ser la relación de cantidades enteras de átomos
matemáticos. Hay que admitir la existencia de segmentos con longitu-
des geométricas todavía menores que los átomos, es decir, admitir
no sólo la discontinuidad, sino también la continuidad del espacio y
de la materia. Pero eso se contradice ya con los principios del atomis-
mo. Deméx:rito trató de eliminar esa dificultad suponiendo que los
axiomas geométricos eran inexactos y proporcionaban un resultado wn
un margen de error de uno indiviso. Sin embargo, la suposición es
poco convincente, ya que en et' axioma de los segmentos inconmensu-
rables no se trata de un proceso real de medición, que siempre tiene
exactitud limitada, sino de la posibilidad, en principio, de medir seg-
mentos concretos.
28 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

Zenón proporcionó otro serio argumento contra la existencia de


magnitudes absolutamente indivisas: "Supongamos - escribe Ze-
nón- que el cuerpo a, indiviso y sin parte alguna, avanza de A a D,
siguiendo un camino constituido por los sectores AC y CD, cada uno
de los cuales es un elemento indiviso. Es inevitable que, tarde o tem-
prano, se llegará a un momento en esa trayectoria ~n el cual una parte
del cuerpo se encuentre en AC y la otra en CD. Así, pues, el cuerpo
a se dividirá en dos partes (una estará en AC y la otra en CD) ; por
lo tanto, no puede "carecer de partes". 9
Para refutar esa aseveración, los atomistas habrían de aplicar tam-
bién la idea atomista al movimiento, es decir, admitir que el movi-
miento no es proceso'eontinuo, sino que se compone de enorme can-
tidad de posiciones dis~etas del cuerpo en el espacio, a seme.ianz:a
de como la continuidad de la acción en la pantalla del cine se debe
a la rápida sucesión en la retícula del ojo de numerosos cinegramas
discretos. Según los atomistas, el cuerpo en movimiento se encuentra,
sucesivamente, primero en tin punto, luego en otro, etc. Por consi-
guiente, no sólo el espacio, sino también el tiempo posee estructura
discreta, atómica. Si el espacio es un conjunto de átomos matemáticos
indivisos, el tiempo es una multitud de momentos indivisos. El mo-
vimiento está constituido por los saltos consecutivos de los átomos
matemáticos en el espacio y en el tiempo, y entre cada dos momentos
indivisos no hay tiempo, lo mismo que no hay espacio entre los inter-
valos de los átomos matemáticos.
Sin embargo, también esta teoría es contradictoria. Aristóteles seña-
laba ya que en esa concepción no existía el proceso del movimiento,
sino tan sólo el resultado del mismo. No conocemos los argumentos
que los filósofos antiguos esgrimieron en contra de la tesis anterior·
mente citada, pero su carácter contradictorio es evidente desde el
punto de vista moderno. En primer lugar, la idea de que el movi-
miento es una suma de momentos consecutivos de reposo no conduce
al movimiento, lo mismo que una suma de ceros no produce una
magnitud finita. Segundo, incluso si se admite la estructura atómica
del espacio y del tiempo, debemos a\imitir que el cuerpo en movi-
miento, en cada momento da~o, se encuentra en un punto del espacio,
y en el siguiente momento indiviso; en otro completamente distinto,
o Tomado del libro de S. Lurie. ya citado, pág. 180.
IDEAS DE LA EDAD MODERNA 29
siendo momentáneo el desplazamiento en una distancia finita, ya que
no existe tiempo entre dos momentos indivisos. Pero eso significa
que la rapidez de su desplazamiento es infinitamente grande, y como
cada elemento tiene masa finita (los antiguos admitían que los áto-
mos tienen peso), el cuerpo, para desplazarse, ha de recibir una acele-
ración infinita. En ese caso, sobre la partícula debe actuar una fuerza
infinitamente grande, salida no se sabe de dónde; y esta fuerza tiene
que estar compensada por otra, similar por su magnitud, pero opuesta,
precisa para la parada siguiente de la partícula.
Las ideas de los filósofos de la Antigüedad han influido grande-
mente en el modo de plantear el problema de lo finito e infinito.
" ... En las múltiples formas de la filosofía griega- escribía Engels -
hallamos en embrión, en proceso formativo, casi todo los tipos poste-
riores de co11cepción sobre el Universo. Por ello, si los científicos
quieren conocer la historia de la aparición y desarrollo de sus actuales
concepciones generales, tendrán que remontarse a los griegos.'' 10
Los problemas planteados por los partidarios del atomismo y de la
teoría de la división infinita .de la materia, así como las contradiccio-
nes originadas con ese motivo, han sido parcialmente resueltas sola-
mente hoy día. Más adelante examinaremos con detalle esta cuestión.
Ahora nos limitaremos a señalar que los atomistas, en el plano de sus
explicaciones concretas de la naturaleza, tuvieron históricamente mu-
chas ventajas sobre los partidarios de la divisibilidad infinita de la
materia, aunque no pudieran refutarla. Esas ventajas se manifestaban,
ante todo, en la explicación de los fenómenos calóricos, de las reac-
ciones químicas, de los procesos de difusión, evaporación y otros
muchos, que la teoría de la divisibilidad infinita no podía explicar
con tanta claridad y evidencia. No es casual, por tanto, que la mayoría
de los investigadores fuesen partidarios de la hipótesis atomista y que
ésta fuera aceptada por muchos materialistas como base de su inter-
pretación de la naturaleza.

§ 2. Ideas dr,Ia Edad Moderna


Disgregada la sociedad esclavista y desaparecida la civilización an-
tigua, el estudio de los problemas teóricos relativos a la estructura
1 ° F. Engels, Dialéctica áe la "a111raleza, pág. 25.
30 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

de la materia quedó interrumpido durante mucho tiempo. Para la


Iglesia, que dominaba las mentes de los hombres del feudalismo, la
verdad se encerraba en los textos de la Biblia y en las obras de Aris-
tóteles, de las cuales habían eliminado los escolásticos la parte viva
y materialista, dejando tan sólo lo que respondía al espiritu de la
religión.
Aristóteles negaba la concepción atomista de la materia y conside-
raba que los elementos primarios eran cuatro: agua, aire, fuego y
tierra. Sus combinaciones constituían todos los cuerpos del mundo.
Además, Aristóteles admitía cierta sustancia inmaterial, el éter, del
que están formados los cuerpos celestes y los seres sobrenaturales que
rigen la naturaleza. Entre el mundo terrenal y no terrenal hay dife-
rencias de principio. 1
Semejantes concepci1nes sobre la materia prevalecieron hasta co-
mienzos del siglo XVII. Unicamente con el progreso de la ciencia ex-
perimental renace la teoría atomista. Gracias a los trabajos de Gassen-
di, Boyle, Galileo, Newton, Lomonósov y otros eminentes sabios, el
atomismo es desempolvado y halla vasta aplicación en la Física y en
la Química. Un rasgo positivo y fundamental del atomismo, que
atraía sobremanera a los investigadores, era el que explicaba con exac-
titud y sin contradicciones los fenómenos calóricos y químicos, mien-
tras que la teoría de la estructura continua de la materia llegaba a la
conclusión de que existían "fluidos imponderables" (eléctrico, lumi-
noso y calórico), cuya admisión se contradecía por completo con las
tendencias materialistas.
La teoría atomista, pese a su indudable valor práctico, no estaba,
sin embargo, exenta de contradicciones internas, relacionadas con ese
mismo problema de continuidad y discontinuidad, que esta vez se
complicaba con nuevas dificultades debidas a la explicación del carác-
ter de las interacciones de los átomos. Los atomistas de la Antigüedad
consideraban que las interacciones de los átomos se verificaban sólo
mediante contactos directos, bien por el choque de los mismos en el
espacio vacío, bien mediante su enlace mecánico a través de los "gan-
chos" y "salientes" que, en opinión d~ los antiguos, poseían los áto-
mos. Esta concepción era consecuencia lógica de la tesis principal de
los atomistas de que en la naturaleza sólo existen los átomos y el
vacío. Pero tal concepción adolecía de insuperables contradicciones.
IDEAS DE LA EDAD MODERNA 31
Si consideramos que la interacción de los átomos se verifica sólo
por contacto directo, para explicar la interdependencia de los objetos
habrá que suponer que la materia· tiene una estructura continua y só-
lida, pues sólo en ese caso estarán todos los cuerpos en contacto di-
recto. Pero la suposición resulta inadmisible para los atomistas, pues
el atomismo surgió en oposición a las teorías que propugnaban la
continuidad y solidez de la materia. Por otra parte, si se considera
que entre los átomos de los cuerpos hay espacio y se niega, al mismo
tiempo, la posibilidad de la interacción e interd~pendencia de Jos
átomos a excepción de su contacto mecánico, resulta imposible expli-
car cómo existen los cuerpos en forma estable y no se fraccionan en
partes, ya que el vacío no puede ser un elemento de ligazón.
Para salir del atolladero, era preciso admitir que la interacción pue-
de efectuarse no sólo mediante contacto directo, sino también por
medio de fuerzas que actúan a distancia. Eso fue lo que se hizo en los
siglos XVII y XVIII, cuando los físicos expusieron y argumentaron la
teoría de las fuerzas eléctricas, magnéticas y gravitatorias. En la me-
cánica y en la teoría de la electricidad se formularon leyes sumamente
exactas de interacciones gravitatorias (Newton), electrostáticas y mag-
néticas (Coulomb) .
La explicación del enlace entre los átomos por fuerzas eléctricas y de
gravitación supuso un adelanto enorme en el desarrollo de la teoría
&.tomista. Sin embargo, no tardó en plantearse el problema de cómo
se transmiten las fuerzas de unos cuerpos a otros. A esta pregunta
cabían sólo dos respuestas: bien reconocer que las fuerzas interató-
micas actuaban a través del vacío, bien rechazar en general la idea
del espacio vacío y admitir que las fuerzas interatómicas se transmiten
a través de un cierto medio universal que llena todo el espacio. De
a<luí derivaron dos teorías: la teoría de la acción a larga distancia, a
través del vacío, y la teoría de la acción a corta distancia, según la
01allas fuerzas se expanden a través de un medio material interme-
diario: el éter universal.
Estas dos teorías suponían cierto progreso en comparación con las
ideas del materialismo antiguo: sin embargo, adolecían de una limita-
ción fundamental. La teoría de la acción a larga distancia, que partía
tácitamente del reconocimiento de una velocidad infinita de expansión
de las fuerzas de unos cuerpos a otros, se basaba en la contraposición
32 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

metafísica de los átomos y de un cierto vacío absoluto a través del


cual actuaban las fuerzas eléctricas, magnéticas y de gravitación que
se desplazaban momentáneamente por el espacio vacío, determinando
su objetivo final gracias a la providencia divina. Para muchos mate-
rialistas resultaba más natural suponer que la interacción se efectúa
a través de un medio - el éter - de un punto a otro. Por esta razón,
en los siglos XVII y xvm toma gran incremento la teoría del éter, a
cuyo desarrollo contribuyó singularmente Descartes.
La teoría del éter, desde el punto de vista histórico, significa un
gran adelanto, ya que desplazaba la idea metafísica del espacio vacío
y de la acción a distancia. Oponiendo a los átomos discretos el éter
continuo, los partidarios de dicha teoría trataron de resolver por vez
primera el problemiC-de unidad de la continuidad y discontinuidad
de la materia. No obstante, esa teoría también resultaba forzada e
íntimamente contradictoria. Para acomodarla a los datos de la Física
y de la Astronomía era preciso adjudicar al éter una sere de propie-
dades realmente extraordinarias. Había que considerarlo como un
medio imponderable e idealmente liquido, que no ofrecía resistencia
alguna a los cuerpos que se movían a través suyo. El éter debía ser,
asimismo, absolutamente continuo, pues si se admitía su disconti-
nuidad, volvería a las fuerzas que actúan entre sus partículas inte-
grantes, y de esa forma todo el problema de la interacción entre los
corpúsculos de la materia aparecería de nuevo. La hipótesis del éter
introducía tácitamente en la Física la idea de un sistema de referencia
en absoluto reposo, en dependencia del cual se mueven todos los
cuerpos. Su gran defecto consistía, además, en que proporcionaban
ideas muy generales y cualitativas sobre el carácter de las fuerzas eléc-
tricas y gravitatorias, mientras que la teoría de la acción a distancia,
basada en la doctrina de Newton sobre la gravitación universal, pro-
curaba resultados cuantitativos exactos. Esta circunstancia atrajo a
muchos científicos hacia la teoría de acción a distancia, aunque el
propio Newton consideraba incomprensibles y antinaturales las tesis
fundamentales de esa teoría. Ambas concepciones continuaron rivali-
zando en la explicación de la interacción de los cuerpos hasta fines
del siglo XIX. .
En el problema de lo finito y de lo infinito, aplicado a la estructura
de la materia, la Física de los siglos xvm y XIX llegaba a los siguien-
IDEAS DE LA EDAD MODERNA 33
tes resultados: Los mejores atomistas se basaban en la suposición de
que existían elementos discretos de la materia, pero no insistían en su
absoluta indivisibilidad. Más aún, algunos de ellos, como, por ejem-
plo, Descartes y N ewton, admitían la posibilidad de que los átomos
se dividiesen en partículas todavía menores, es decir, admitían una
cierta continuidad en la estructura de la materia. Los átomos, según
Newton, son indivisos relativamente tan sólo para las fuerzas quí-
micas. Pero si se actúa sobre ellos con fuerzas considerablemente ma-
yores, pueden en principio dividirse en partículas todavía más pe-
queñas, que a su vez son complejas, etc. A medida que se pasa de
un grado de estructura de la materia a otro, más profundo, disminuye
el volumen que ocupan las partículas. "Imaginemos - escrib~a New-
ton en la O ptíca - que los corpúsculos de los cuerpos están distri-
buidos de forma que los intervalos o espacios vados entre ellos equi-
valen a todos ellos por su magnitud, que los corpúsculos pueden estar
constituidos por otros corpúsculos más pequeños y el espacio vado
entre ellos es igual a la magnitud de esos corpúsculos más pequeños,
y que, de la misma manera, esos corpúsculos más pequeños están
formados, a su vez, por ot~os todavía menores, que todos juntos, por
su tamaño, equivalen a los poros o espacios vacíos entre ellos. . . Si
existen cinco grados de esa estructura, habrá en el cuerpo 31 veces
más poros que partes sólidas. Con seis grados, habrá en el cuerpo 63
veces más espacios que partes sólidas, y así hasta lo infinito." 11 De
esa forma, según Newton, al pasar a partículas cada vez más peque-
ñas, el espacio vacío será aproximadamente de 2·-1 superior al volu-
men de lo lleno, si consideramos el índice de la potencia n como
grado de las últimas partículas. Para los corpúsculos del sexto grado,
el volumen del espacio vacío es en 2 6-1 = 63 veces superior al volu-
men de lo lleno. Para corpúsculos de vigésimo orden, el espacio vacío
será un millón de veces mayor que el lleno y para el centé!;imo grado
la relación de los objetos se expresará con un número de treinta ceros.
Con el infinito fraccionamiento de la materia el espacio resulta lleno
de materia infinitamente minúscula. La esencia final de la materia es
el espacio absolutamente vacíJ, que Newton calificaba de "sensorio
de Dios".
11 Tomado del libro de S. Vavílov lsaa; Neu,lon, Academia de Ciencias de la
U.R.S.S., 1945, pág. 159.
34 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

Newton aplica también su esquema de estructura jer.í.rquica de la


materia a las fuerzas de cohesión que actúan entre los elementos. Esas
fuerzas aumentan a medida que disminuye el tamaño de los elemen-
tos: cuanto menor es una partícula, más sólida resulta. En última
instancia llegamos a partículas que es imposible fisionar por medio
de ninguna fuerza natural; únicamente puede hacerlo la fuerza divina.
Los elementos teológicos del atomismo de Newton, así como sus
concepciones sobre el carácter absoluto del espacio vacío, fueron
abandonados más tarde por la ciencia. Pero la idea de que las fuerzas
de cohesión aumentan a medida que disminuyen ias dimensiones de
los sistemas ha sido brillantemente confirmada hoy día, aunque par-
tiendo de ideas compiet~ente distintas sobre la estructura de la
materia (véase cap. JI, §1 ) .
A Leibniz (1646-1716) le debemos cono:::epciones muy profundas
sobre lo finito y lo infinito. Era idealista objetivo, pero expresó mu-
chas ideas dialécticas de gran profundidad. Leibniz atribuye a la sus-
tancia primaria de la naturaleza una activa fuerza interna, gracias a
la cual toda la naturaleza se halla en constante movimiento. Esa sus-
tancia está formada· por numerosas mónadas, es decir, por ciertos
principios espirituales, muy semejantes a los átomos. Cada mónada
viene a ser parte de la sustancia y es absolutamente simple e indivisa.
Pero a diferencia de los átomos, los cuales son idénticos entre sí,
las mónadas tienen su propio mundo interno y no se parecen unas
a otras.
Si los átomos extensos pueden dividirse mentalmente, la mónada,
en cambio, es absolutamente indivisa; por lo tanto, no puede ser un
punto físico o geométrico, sino que representa en sí cierto punto
metafísico o centro de fuerza activa. Las mónadas no son extensas;
el espacio para Leibniz no es una forma objetiva y real de existencia
de materia, sino una representación subjetiva combinada.
A diferencia de los átomos inmutables, la mónada es una entidad
animada, viva, que posee complejas cualidades interiores y movilidad.
Cada mónada es "un mundo para sí, una unidad que se basta a sí
misma". A semejanza del alma humana, que percibe los fenómenos
del mundo exterior, la mónada refleja en sí toda la naturaleza, siendo,
por lo tanto, "el vivo espejó del Universo". "Lo individual contiene
en sí, como en embrión, lo infinito." Cada cuerpo reacciona ante todo
JDEAS DE LA EDAD MODERNA 35
cuanto ocurre en el U niverso. y si alguien pudiera revelar la sustancia
de la mónada lograría leer en ella todo lo que fue, es y será.
Refiriéndose a esas afirmaciones de Leibniz, Lenin observa: "Nos
encontramos :1quí con una especie de dialéctica, muy profunda, pese
a su idealismo y misticismo." 12
J?arl'. Leibniz las mónadas P.Stán jerárquicamente subordinadas unas
a otras según su capacidad de percibir y reflejar el mundo exterior.
Las mónadas primarias o inferiores son de naturaleza inorgánica.
Poseen únicamente percepcione-s internas pasivas y su actividad viva
se manifiesta sólo en forma de movimiento. A una categoría superior
pertenecen las mónadas del mundo vegetal y animal. En ellas la acti-
vidad interna se manifiesta en forma de una fuerza vital que, sin
embargo, no alcanza el nivel de la conciencia, propio tan sólo de las
mónadas que representan almas humanas; en éstas, el reflejo de la na-
turaleza llega a la suma perfección. La mónada superior guarda cierta
similitud con Dios, con la diferencia de que Dios lo conoce todo a la
perfección, mientras que las mónadas poseen nociones confusas y
vagas.
El monadismo de Leibniz contenía numerosas y profundas tesis dia-
lécticas, pero su forma mistificada impedía su penetración en las cien·
cias positivas, que siempre aspiraron a una comprensión sensata y
materialista de la naturaleza. Debido a ello, la monadología de Leib-
niz fue vivamente combatida por muchos científicos. Lomonósov
( 1711·1765) le hizo objeto de una crítica bien argumentada, seña-
lando que su idea básica y lo que se refiere a la inextensión de los
elementos fundamentales de la naturaleza es mística e inaceptable en
absoluto.
"La extensión- escribía Lomonósov - es una propiedad impres-
cindible del cuerpo, sin la cual deja de ser cuerpo, ya que en ello
radica casi toda la fuerza de su definición; por lo tanto, es completa·
mente superflua la discusión sobre las partículas inextensas del cuerpo
extenso... " u
A Lomonósov le debemos numerosas y profundas ideas dialécticas
sobre las propiedades de los 4ltomos, pero sus conc(>pciones fueron
ignoradas durante mucho tiempo por los científicos europeos. Los
12 V. l. Lenin, C11ad"nos fi/osóficor, ed. cit., pág. 316.
13 M. Lomonósov, Obrar fi/osóficar errogitlar, ed. cit., págs. 342-343.
36 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

átomos eran para él elementos absolutamente sólidos e impenetrables,


que guardaban entre sí una relación puramente exterior, mecánica.
Las variaciones cualitativas se reducían a simples relaciones cuantita-
tivas. Esas concepciones daban origen a contradicciones profundísi-
mas. S.i los átomos se consideran como partículas materiales, hemos
de aceptar su extensión en el espacio. Pero en tal caso hay que admitir
forzosamente que son complejos y dotados de estructura y, por lo
tanto, la posibilidad de desplazamientos recíprocos de sus elementos
integrantes. Mas eso resulta incompatible con la idea de que los áto-
mos son partículas indivisas. Por otro lado, si consideramos que los
átomos son absolutamente indivisos, invariables y carentes de estruc-
tura, deberemos admitirlos como partículas puntuales y sin extensión
alguna. Y en ese caso~esulta incomprensible cómo pueden formar
cuerpos extensos. Lá/contradicc::ión metafísica y el carácter abstracto
del viejo atomismo proporcionaban motivos constantes a los idealistas
para atacarlo y refutarlo, aunque esas refutaciones, dicho sea de paso,
no siempre llegaban a ser convincentes. Contra los atomistas se esgri-
mía, al principio, la monadología de Leibniz, y luego la teoría diná-
mica de la materia, ~nunciada por Kant ( 1724-1804) .
La teoría dinámica proclamaba la continuidad y divisibilidad in-
finita de la materia. La materia - dice - está constituida por fuerzas
puras de atracción y repulsión, equilibradas entre sí. En virtud de ese
equilibrio, los cuerpos poseen estabilidad y, al mismo tiempo, sufren
constantemente cambios internos. La materia es una magnitud deri-
vada en relación con las fuerzas de atracción y repulsión.
En 1758-1764, el yugoslavo Boscovich intentó unir el atomismo
con la teoría dinámica. Según él, la materia está constituida por cen-
tros puntuales de fuerza, que son inertes y existen en el espacio vacío.
Entre esos centros y a una distancia relativamente grande actúan las
fuerzas de atracción, que, a medida que se aproximan las partículas,
se transforman en fuerzas de repulsión; luego, de nuevo en fuerzas de
atracción, y así sucesivamente. Gracias a la sucesión alternativa de
la atracción y la repulsión en los alrededores de los centros de fuerza,
éstos no se funden ni se dispersan, ~ino que existen en equilibrio
dinámico.
La idea de la unidad de la atracción y repulsión refleja leyes muy
importantes de la estructura de la materia, aunque la ciencia moderna
LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS 37
ha demostrado la falsedad de la teoría que adjudica a objetos y fenó-
menos sustancia inmaterial.
A medida que los conocimientos científicos se iban desarrollando,
el atomismo se veía confirmado cada vez con mayor concreción, des-
plazando a la teoría dinámica de la materia. La hipótesis atomista
fue particularmente fértil en la Química, en donde pudo explicar
numerosos fenómenos incomprensibles según las teorías anteriores.
A principios del siglo XIX, el inglés J. Dalton (1766-1844) descu-
brió, apoyándose en esa hipótesis, la ley fundamental de la Química,
la ley de las proporciones múltiples, y fue el primero en definir el
peso atómico de los elementos.
Una importante contribución a la teoría atomista fue el descubri-
miento de A. Avogadro, físico y químico italiano, de la ley de la
igualdad numérica de moléculas en volúmenes iguales de gases dife-
rentes sometidos a las mismas condiciones de presión y temperatura.
Las ideas del atomismo empezaron a penetrar inclusive en la teoría
de la electricidad, que hasta aquel entonces estaba considerada como
un cierto fluido ininterrumpido.

§ 3. Los grandes descubrimientos en la estructura de la materia


a fines del siglo XIX y principios del xx

Ya la ley de la electrólisis, descubierta por Faraday en 1834, ad-


mitía en forma tácita la estructura atómica de la electricidad. Si en
una solución electrolítica sumergimos electrodos y hacemos pasar
corriente por ellos, can~dades idénticas de electricidad formarán en
los electrodos cantidades equivalentes en peso de los elementos exis-
tentes en la solución. De aquí se deduce que la electricidad posee
cierta estructura discreta. Así se confirmó brillantemente, a fines del
siglo pasado, al descubrirse el electrón en los rayos catódicos. Segui-
damente, se descubrió la radiactividad de las sales de uranio y radio,
lo que echaba definitivamente por tierra la vieja idea de la indivisión
e invariabilidad de los átom<l. Nociones fundamentalísimas de la
Física clásica sobre la materia empezaron a sufrir radicales transfor-
maciones.
Las investigaciones hechas sobre la naturaleza de la electricidad
38 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECCICAS SOBRO: LA MATERIA

demostraban la realidad objetiva de una nueva sustancia material,


que por sus propiedades se distinguía cualitativamente de la materia.
La teoría electromagnética de la luz, debida a Maxwell, proporcionó
una descripción matemática de las propiedades de esa sustancia,
llamada campo electromagnético. La teoría de Maxwell venía a un!r
fenómenos de la naturaleza que antes se consideraban aislados, como
la luz, el magnetismo y la electricidad, demostrando que la luz es un
fenómeno electromagnético; refutaba además la concepción mística
de la interacción como acción a d.istancia, demostrando que la ac-
ción en el campo electromagnético se transmite de un punto a otro,
siendo finita la velocidad de la propagación y equivalente en el vacío
a la velocidad de la luz, a unos 300.000 km por segundo.
Maxwell representó el enlace entre la electricidad y los fenómenos
magnéticos en fo~eun sistema de ecuaciones que es, actualmente,
la base de toda la ría moderna sobre el magnetismo eléctrico.
Las ley~ formuladas r la teoría electromagnética son cualitativa-
mente distintas de las leyes de la mecánica. Ninguna de las tentativas
hechas para interpretar esa teoría desde el punto de vista de las
ideas mecanicistas se vieron coronadas por el éxito.
Un resultado importantísimo de la teoría electromagnética fue el
haber refutado definitivamente la idea del vacío absoluto. El espacio
quedó indisolublemente vinculado a los diferentes campos que están
distribuidos en él de modo ininterrumpido. No existe ningún lugar
del espacio sin materia en forma de campo o elemento.
El campo electromagnético posee estructura continua: su estado
en un punto dado se determina por el estado físico de regiones todo
lo próximas que se quiera.
Esa continuidad se manifiesta asimismo en que campos de una
misma naturaleza, producidos por diversas fuentes, pueden unirse
y penetrarse. También se penetran recíprocamente campos de natu-
raleza distinta. Así, por ejemplo, en el mismo volumen de espacio
coexisten el campo electromagnético y el gravitatorio, que es impo-
sible separar de un modo puramente ~ecánico.
La teoría del campo electromagnéti~ó contribuyó considerablemente
a la comprensión del probl~ma de la continuidad y discontinuidad
de la materia, problema que, sin embargo, no se llegó a resolver. Los.
campos no se consideraban como una forma especial de la materia.
LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS 39

sino como estado.> del éter. Se tenía asimismo una idea errónea de
la interacción entre el campo y las cargas. Suponíase que el campo
electromagnt:tico era absolutamente continuo; las cargas se introdu-
cían en la teoría de un modo formal y eran consideradas como puntos
especiales del carr.po. Desconocíase entonces el vinculo orgánico entre
el campo y la materia. El desarrollo ulterior de la teoría había de ir
indefectiblemente por el camino del estudio de la estructura del pro-
pio campo electromagnético, así como de sus enlaces con las partículas.
No tardó en plantearse el problema del éter, cuya existencia hasta
aquel entonces no se ponía en duda. Si el campo es un estado especial
del éter y se manifiesta como realidad objetiva en numerosos expe-
rimentos, deben existir, por consiguiente, fenómenos donde las pro-
piedades del éter se producen en su forma pura, gracias a lo cual
se le podrá observar directamente. Por esa razón, a fines del siglo XIX
se efectuaron varios experimentos para descubrir la realidad del éter
y el carácter del movimiento de la Tierra y de la luz a través de él.
Esos experimentos dieron resultados negativos y no confirmaron en
modo alguno la existencia del éter. La hipótesis del éter fue puesta
en duda y más tarde quedQ abandonada. La teoría de la relatividad
de Einstein ( 1879-195 5) le asestó un golpe mortal; según esa teoría,
no existe ningún medio universal que lo abarque todo, ningún sis-
tema absoluto de referencia en la naturaleza. El espacio no es el
receptáculo exterior de los cuerpos, sino una forma esencial de exis-
tencia de la materia, cuyas propiedades dependen de la estructura y
distribución de la misma.
De esa forma fue tomando cuerpo la idea de que el campo elec·
tromagnético es de pot sí un objeto material. Sin embargo, la con·
clusión de la materialidad del campo tardó en llegar; durante mucho
tiempo prevaleció aún el concepto erróneo y formalista. En muchos
trabajos se le definía (y a veces se le sigue definiendo) como espacio
en el que actúan fuerzas. El error de esa afirmación radica en que
reduce la materia al ·~spacio. La materialidad del campo electromag-
nético está demostrada por el conjunto de los datos de la Física.
Posee energía, masa y otras !'luchas propiedades, es capaz de trans-
formarse en corpúsculos de materia y formarse a expensas de ellos.
Además, si consideramos que el campo es espacio, volvemos a la
teoría de las acciones a distancia, a la admisión del vacío.
40 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

También es errónea la suposición de que el campo es energía pura;


esta idea contribuye a fortalecer el energetismo, especie de idealismo
físico, que tiende a convertir la materia en energía. La energía no es
una sustancia especial, sino una propiedad de la materia en movi-
miento, la medida del movimiento de la materia. El campo, en su
comprensión correcta, es una forma especial de la materia, un sistema
con un número infinitamente grande de grados de libertad que po-
see multiformes propiedades.
El estudio concreto de la interacción del camp<"' con las partículas
demostró que aquél no es, ni mucho menos, un medio continuo, sin
estructura alguna, sino que posee también propiedades discretas.
En 1900, el famoso físico alemán Planck, al investigar la distribu-
ción de radiaciones en el espectro del llamado cuerpo absolutamente
negro, lanzó la hipótesis de que existía el mínimo c11anto de «dótz
h =~, 2 · 1o-27 erg · seg. Plank indicó que la cantidad de energía
que ite o absorbe el átomo en un acto tiene un valor estrictamente
det_ inado y equivale a E= hv, siendo v la frecuencia de la luz
radiada. Precisamente, apoyándose en es~ ideas, Einstein, en 1905,
supuso que todo flujo lumínico es un conjunto de cuantos elemen-
tales de luz o fotones radiados por los átomos.
La hipótesis de los fotones ha permitido explicar muchos fenóme-
nos y, ante todo, el efecto fotoeléctrico: fenómeno de liberación de
electrones en la superficie de algunos cuerpos bajo la acción de la
luz incidente. Las leyes del efecto fotoeléctrico pueden explicarse
sólo si suponemos que la luz incidente no es un flujo de ondas, sino
un conjunto de ciertas formaciones discretas, cada una de las cuales,
con energía determinada, puede liberar el electrón de los enlaces que
lo ligan al átomo. De esa forma, gracias a la interacción con la par-
tícula, el campo intercambia con ella energía e impulsión, del mismo
modo que habrían intercambiado las partículas.
Mas no debe suponerse que la teoría cuántica de la luz es un simple
retorno a la teoría corpuscular de Newton. Los fotones no son esfe-
rillas, sino formaciones extraordinarüu~ente complejas de la materia,
que poseen, además, propiedades ondti'Iatorias y son capaces de toda
suerte de transmutaciones siempre que se den condiciones deter-
minadas. Podemos considerar que el fotón es un campo elemental de
luz que se propaga en el espacio de acuerdo con las leyes ondulatorias
LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS 41

y se encuentra en interacción discreta con las partículas. Al atravesar


la red de difracción, el fotón no se fracciona; produce simplemente
un destello en la pantalla. .Al mismo tiempo, la dispersión de los
átomos por la red de difracción de los fotones se verifica, probable-
mente, en las direcciones que corresponden a los máximos de difrac-
ción. De esa forma el flujo lumínico se manifiesta como unidad
simultánea de opuestos: partículas y ondas. Semejante unidad es
propia también de otros microobjetos, pero de ello trataremos más
adelante.
La obra cumbre de la Física clásica, en cuanto a la explicación de
los fenómenos relacionados con el movimiento de partículas ínter-
atómicas, es la teoría electrónica del físico holandés H. .A. Lorenz,
que él resume en su libro Teoría de los electrones ( 1909) .
En el plano del problema que a nosotros nos interesa - unidad de
lo finito y de lo infinito - debemos señalar las siguientes realizacio-
nes de la teoria electrónica. En primer lugar, esta teoría plantea de
forma nueva el problema de la estructura de la materia. La materia,
nos explica, está constituida por electrones positivos y negativos, uni-
dos entre sí por campos elecfromagnéticos. Casi todas las propiedades
de los cuerpos, exceptuando la gravitación, se pueden reducir a la
interacción de electrones. La teoría electrónica amplía el horizonte
de la teoría de Maxwell utilizando las ideas atomistas y da explica-
dón satisfactoria a gran número de fenómenos relacionados con el
movimiento de electrones ( termoiónicos, termoeléctricos, galvano-
magnéticos, la electrólisis, etc.). Sus resultados fundamentales han
encontrado gran aplicación práctica.
Un gran mérito de esa teoría es el nuevo planteamiento del pro-
blema de la naturaleza de la masa. La teoría electrónica emitió la
hipótesis de que la masa del electrón es de origen electromagnético,
es decir, que sobre el electrón actúa un campo electromagnético vio-
miado a él. .A medida que se acelera el movimiento del electrón,
varía su campo, y por lo tanto, aumenta su masa, que será tanto
mayor cuanto más se aproxime la velocidad del electrón a la veloci-
dad de la luz: l'

m=
42 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

donde m es la masa del cu('rpo en movimiento;


m0, la masa del cuerpo en reposo;
t;J1 velocidad del cuerpo;
1
t, velocidad de la luz.

De esta fórmula .;e deduce Gue si t/ = e, ia masa del cuerpo se


hace infinita, cosa físicamente iMposible. Por ello, ningún cuerpo
puede alcanzar la velocidad de la luz o superarla.
La fórmula que nos da la dependencia de la masa respecto de la
velocidad fue comprobada experimentalmente, pero se vio, asimis-
mo, que de igual modo se incrementaba la masa de partículas neutras
sin carga eléct!ica. Por ello, la confirmación experimental de dicha
fórmula no demuestra el origen puramente electromagnético de la
masa df las partícula..,, La teoría moderna afirma que solamente una
parte t*queña de la masa del electrón y de otras partículas tiene ori-
gen c;lfctromagnético, mientras que la parte fundamental de la masa
es dé naturaleza distinta, desconocida por ahora.
Ofrece gran interés histórico el hecho de que la teoría electrónica
planteara el problema de la complejidad del electrón, profundizando
así un grado más en la materia. En esa teoría, la masa del electrón
está representada del siguiente modo:
e2
M.::::: -r02
e
donde me es la masa del electrón;
e, la carga del electrón;
r 0, el radio del electrón;
~, la velocidad de la luz.

De esta fónnula se deduce que el electrón posee un radio determi-


nado, cuyo valor es:
e2
- ::::::; 2,8 · 10-13 cm.
me2

El valor de ese radio "clásico" se aproxima bastante a las dimen-


siones del electrón, que más tarde se't:onsiguió precisar por métodos
indirectos. Si las relaciones antes citadas caracterizasen efectivamente
la esencia interna de los electrones, habríamos penetrado un grado
más en la profundidad del microcosmos. Sin embargo, el electrón
EL MATERIALISMO DIALECTICO 43

es mucho más complejo de lo que suponía la teoría electrónica; se le


han descubierto muchas propiedades nuevas, realmente extraordina-
rias. Por esa razón, las fórmulas citadas no deben consider~rse como
una característica de la estructura real del electrón, sino más bien
como una descripción aproximada. Ahora bien, la tesis general de
que el electrón es muy complejo resultó correcta; hoy día este pro-
blema ha sido nuevamente planteado en la Fhica, pero sobre una
base distinta.

§ 4. El materialismo dialéctico y el carácter


inagotable de la materia

Los grandes descubrimientos hechos en la estructura de la materia.


que echaban por tierra las viejas ideas metafísicas, fueron considera-
dos por algunos científicos como un ''aniquilamiento total" de los
principios en que se basaban las viejas teorías, como una demostra-
ción de la absoluta falsedad de éstas. De ahí deducían que la ciencia,
incapaz de explicar con 'idelidad y objetivismo los fenómenos, no
era más que una suma de acuerdos convencionales de los hombres
sobre el mundo exterior. Tomando por absoluta la relatividad de
nuestros conocimientos, esos sabios se deslizaron hacia el idealismo
subjetivo, llegando a la conclusión de que la mente humana dictaba
leyes a la naturaleza. En oposición a la vieja teoría, que veía en sus
concepciones el reflejo de procesos reales y objetivos, la nueva co-
rriente en la Física consideraba la teoría como un conjunto de signos
convencionales, de símbolos inventados por los hombres para ordenar
sus percepciones.
La negación del valor objetivo de la teoría física iba acompañada
del ataque a las concepciones materialistas sobre el mundo, a las
que, sin conciencia de ello, se atenía la Física clásica. Los adeptos de
Mach y otros filósofos burgueses identificaban el materialismo, como
corriente filosófica, con las ideas más atrasadas y puramente mecani-
cistas de la naturaleza y, ba!lndose en la falsedad de esas últimas,
impugnaban de paso el materialismo. Denunciando esos infundios,
Lenin escribía: "Es del todo absurdo decir que el materialismo pro-
dama . . . un cuadro del mundo obligatoriamente «mecánico», y no
44 NOCJONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

electromagnético, ni cualquier otro mundo inconmensurablemente


más complejo como es la materia en movimiento." u
Pese a las afirmaciones de los idealistas, los nuevos descubrimientos
no refutaban en modo alguno la Física clásica; no hacían sino mostrar
el error de algunas de sus concepciones. En general, el avance de las
teorías científicas no supone que con la aparición de una teoría
nueva, más perfecta, se deseche del l.ooo la vieja por inservible. El
conocimiento científico progresa mediante la sucesión de verdades
objetivas, de forma que toda teoría nueva no rechaza totalmente la
vieja, sino que impugna sus tesis erróneas y fija los límites de su
aplicación. La teoría de los cuantos no refutó totalmente la Física
clásica, dé~ostraba tan sólo que no se podía aplicar a los micropro-
cesos. Sin dpbargo, en la explicación de los fenómenos macroscópi-
cos, la Físicia clásica sigue desempeñando, lo mismo que antes, un
papel preponderante, y casi toda la técnica moderna se basa en sus
leyes.
Analizando las raíces de la "crisis de la Física", Lenin la atribuía
a la concepción metafísica de la materia y del proceso de su cono-
dmiento. Los metafísicos adjudican a la materia propiedades que
no le pertenecen y cuya admisión abre las puertas al idealismo. Con-
~ideran a la materia aislada del movimiento, del espacio y del tiempo,
fuera de su desarrollo y de sus cambios cualitativos. Admiten la
existencia de micropartículas primarias y sin estructura, a las combi-
naciones cuantitativas de los cuales reduce"' toda la multiplicidad de
'SUS propiedades.
En oposición a ello, el materialismo dialéctico parte del conoci-
miento ineludible de que la materia y el movimiento son increados
e indestructibles, de que la materia y sus formas fundamentales de
existencia - movimiento, espacio y tiempo- son indisolubles; de
que son inagotables las propiedades y leyes de movimiento de todos
los objetos materiales; de que es posible el desarrollo ilimitado en
virtud de la interacción de fuerzas opuestas; de que las distintas for·
mas de la materia y del movimiento tienen sus propiedades peculiares
y son irreversibles recíprocamente. <1m tal concepción de la ma-
teria resulta posible el conocimiento fiel de la naturaleza.
A principios del siglo xx, después del descubrimiento del electrón
1<1 V. I. Lenin, Obras, 4' ed. en ruso, t. XIV, pág. 267.
EL MATERIALISMO DIA.LECTICO 45
y de ser lanzada la teoría electrónica, algunos consideraron que los
electrones eran, por fin, aquellos ladrillitos de la materia, indestruc-
tibles y sin estructura, que durante tantos siglos aspiró a descubrir la
ciencia. Previniendo contra esa tendencia, Lenin escribía: ''La «~n­
da» de las cosas o la «sustancia» también son relativas; expresan tan
sólo la profundización del conocimiento de los objetos por la mente
humana, y si ayer esta profundización no pasaba del átomo y hoy no
pasa del electrón o del éter, el materialismo dialéctico insiste empero
en el carácter temporal, relativo y aproximado de todos esos jalon11s
del conocimiento de la naturaleza por la ciencia humana en constante
progreso. El electrón es tan inagotable como el átomo; la naturaleza
es infinita ... " 111
¿En qué consiste el carácter inagotable de los cuerpos? Ante to-
do, en que cada objeto material posee incontables propiedades en
virtud de la ilimitada diversidad de sus enlaces con otros cuerpos.
En que todo objeto material posee una compleja estructura específica,
que representa un tipo determinado de enlaces entre los elementos
de la materia que lo integran. Por fin, en que los cuerpos experi-
mentan constantes variacioneS internas, ya que el movimiento (en
sentido general) es una propiedad universal de la materia. Subra-
yando la complejidad de todas las clases de materia, Lenin señalaba
que "la materia es infinita en profundidad .. ," 16
La tesis de que la materia es inagotable e infinita en profundidad
no debe ser interpretada en el sentido que le da la teoría de la infi-
nita divisibilidad de aquélla, ni considerar que los objetos están
formados por una serie ilimitada de sistemas cada vez menores, cada
uno de los cuales se encuentra dentro del otro lo mismo que en un
cascarón, siendo idénticos en todo. La teoría de la divisibilidad infi-
nita de la materia es puramente especulativa y no toma en cuenta
las peculiaridades cualitativas de las diversas formas de la materia
ni su mutua irreversibilidad. El hecho de que podamos dividir men 6

talmente los cuerpos en partes tan pequeñas como queramos no sig-


nifica que esas partes existan objetivamente. Podemos imaginarnos
la mitad de una molécula, la ó\arta parte de un átomo o la quinta de
un electrón, aunque objetivamente esas partes no existen en la natu·
15 V. l. lenin, Obras, 4' ed. en ruso, t. XIV. pág. 249.
16 V. J Lenin, Cuadernos filosófkos, ed. cit., pág. 86.
46 NOCIONES MATERI,\LISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

raleza. L~ micropartículas no son ni simples ni compuestas, aunque


poseen estructura compleja. Existe un límite cualitativo para la di-
visión, pasado el cual la operación de fraccionamiento en partículas
todavía más pequeñas pierde todo sentido físico.
Eso no significa, empero, que la ciencia vaya a encontrar algún
día partículas carentes de toda estructura, que sean los elementos de
máxima sencillez del cosmos. Cualesquiera que sean los microobjetos
que se desrubran en el futuro, todos poseerán estructura compleja
y propiedades inagotables.
Esto se hace evidente si nos ponemos a pensar en la naturaleza de
las propiedades de los cuerpos. En efecto, las propiedades físico-
químicas de todo objeto material están supeditadas fundamentalmente
a su estructura, es decir, a sus nexos internos. Por ejemplo, las pro-
piedades de los cuerpos macroscópicos dependen de su estructura
molecular, las propiedades de las moléculas dependen del carácter
de las uniones de los átomos que las componen y las propiedades de
éstos de la interacción de partírulas elementales del núcleo y la capa
electrónica. Si existiesen microobjetos sin estructura, carecerían de
las propiedades correspondientes y serían, por tanto, incapaces de in-
teractuar con las diversas partírulas. Pero en tal caso dichos objetos
no podrían agruparse en sistemas de grandes dimensiones y no se
formarían ni átomos, ni moléculas, ni ruerpos macroscópicos.
Todo objeto material, por pequeño que sea, constituye una unidad
de lo finito y de lo infinito, unidad que tiene muchas manifestaciones
concretas. Ante todo, el concepto de finito caracteriza al cuerpo en el
sentido de su limitación en el espacio y en el tiempo. Cada cuerpo
tiene determinados límites y en la mayoría de Jos casos se le puede
separar de otros cuerpos. Pero eso no significa que dentro del volu-
men espacial dado se enruentre toda la materia que forma o ha
formado dicho objeto. Lo finito tiene como complemento indispen-
sable lo infinito, es decir, lo que se sale del límite de lo finito. Es
sabido que la interacción de los cuerpos se verifica a través del campo
dectromagnético, de! gravitatorio y, posiblemente, de otras clases de
campos, que son formas especiales de"la materia. Por eso el cuerpo
que los irradia pierde cierta parte de la materia que lo constituye, que
pasa así a la forma de campo. El campo radi~do puede propagarse
en el espacio todo lo lejos que se quiera y, por consiguiente, igual de
EL .MATERIALISMO DIALECTICO 47

lejos puede propagarse la materia que formaba o forma el cuerpo


en cuestión. No en vano decía Hegel que "la naturaleza de lo finito
consiste en superarse, negar su· negacién y transformarse en in-
finito ..." 11
SigamO'i. Todo objeto existe come una cualidad dada durante cierto
tiempo, pues tiene principio y fin. Pece la materia que lo constituye
tiene existencia ilimitada, es increada e indestructible. Por lo que se
refiere a sus propiedades, aunque cada estado cualitativo se caracte-
riza por un número limitado de propiedades, la materia que forma
dichl) cuerpo posee, en su conjunto, infinita cantidad de propiedades
y es inagotable. Así, pues, lo finito es la forma de existencia de lo
infinito, que gracias a lo finito baila su manifestación concreta.
Todo objeto finito tiene sentido no por o;í solo, sino comparándolo
con alguna otra cosa exterior respecto a él. El átomo, la molécula, la
Tierra son cuerpos finitos porque podemos rebasar sus límites y
oponerles algo mayor. Pero esto tiene su término y resulta imposible
para todo el Universo, respecto al cual no existe nada exterior y de
cuyos límites eo; imposible salir. El Universo es el único sistema que
posee enlaces internos y no puede tener enlaces exteriores. Por otra
parte, el concepto de sistema, por esa misma razón, resulta inapli-
cable al Universo.
La solución del problema de las relaciones recíprocas de lo finito
y lo infinito tropieza con grandes dificultades. Cuando salimos del
límite de lo finito, creando así el concepto ele lo infinito, nos lo
imaginamos como la continuación ilimitada de lo finito al alcance
de nuestra observación.
Por ejemplo, nos imaginamos al Universo infinito como una repe-
tición ilimitada de sistemas estelares parecidos a los que observamos,
aunque en la realidad su estructura puede ser distinta en las diversas
regiones. Al imaginarnos la infinitud de la materia en profundidad,
adjudicamos inconscientemente a los microobjetos las mismas pro-
piedades que posee la materia en la esfera que conocemos, aunque
la realidad parece ser incomparablemente más compleja y multi-
forme. Esa actitud nuestra tie1te su explicación: en nuestros cono-
cimientos concretos sobre el mundo no hay más conceptos que los
deducidos de nuestras observaciones sobre cuanto nos rodea, y eso
11 V. J. Lenin, Cuttdmu.>r filorófí(or, pág. 85.
48 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

influye en todos los juicios que formulamos acerca de sectores que


por ahora nos son inaccesibles. Además, muchas leyes que son·'· en
cierto modo generales se consideran a veces como universales, vigen-
tes en todo el Cosmos y produciendo los mismos efectos en todas
partes. Debido a ello, deducimos que otras regiones del Universo
son, si no idénticas, por lo menos muy parecidas a la que observamos.
Ciertas leyes, como, por ejemplo, la ley de la conservación de la
materia y el movimiento, así como las leyes generales de la dialéctica,
son, en efecto, universales por su contenido, pues determinan la
conducta de cualquier objeto material, cualesquiera que sean sus
----··propiedades. Sin embargo, no podemos dt.:cir lo mismo de las leyes
particulares que se refieren a un sector limitado de fenómenos. Esas
leyes tienen su esfera de acción y sería erróneo extenderlas a todo el
Universo. Durante mucho tiempo se consideró que las leyes de la
mecánica clásica eran universales. Sin embargo, el desarrollo de la
teoría cuántica vino a demostrar que no tenían aplicación en el mi-
crocosmos. Es indudable asimismo que en las regiones del Cosmos, en
la escala de la metagalaxia y más allá, las leyes de la mecánica clásica
deberán ceder su puesto a otras leyes más generales. Por lo tanto, lo·
primero y principal en el planteamiento y solución del problema de
lo infinito es no considerar la auténtica infinitud de la naturaleza
como un falso infinito, que presupone la constante repetición de
unas y las mismas propiedades y leyes por pequeñas o grandes que
sean las escalas estudiadas. Las propiedades y leyes de desarrollo de
los diversos "pisos de estructuras" de la naturaleza son cualitativa-
mente diferentes entre sí y por ello las leyes que rigen en una región
pueden ser inaplicables en otra.
Así, pues, en la naturaleza existe una sucesión jerárquica desiste-
mas de orden diferente, en cada uno de los cuales rigen leyes espe-
cíficas. Engels había señalado ya la existencia de semejante jerarquía
al escribir: ". . . Independientemente de la concepción que se tenga
de la estructura de la materia, resulta indudable que está fraccionada
en una serie de grandes grupos, bien delimitados, con masas de
dimensiones relativamente distintas, de forma que los miembros
de cada uno de esos grupos se encuentran, por parte de su masa, en
relaciones recíprocas determinadas y finitas; con los miembros de los
grupos más próximos a ellos, su relación es la de magnitudes infini-
EL .MATElUALISMO DIALECTICO 49

tamente grandes e infinitamente pequeñas en el sentido matemático.


El sistema estelar que vemos, el sistema solar, la masa terráquea, las
moléculas, los átomos y, en fin, las partículas del éter forman cada
uno de ellos un grupo semejante."' 18
Todos esos grupos son determinados eslabones cualitativos en la
cadena de la infinita organización estructural de la materia.
Como el mundo y la materia son inagotables, su conocimiento
completo es un proceso infinito. La humanidad jamás llegará a cono-
cer todos los misterios del Universo y a vivir con los brazos cruzados,
admirando la absoluta verdad conquistada. Pero ¿significa eso que
lo itlfinito es incognoscible en absoluto? Naturalmente que no. Pese
a su carácter relativo, nuestros conocimientos poseen valor objetivo,
contienen gérmenes de la verdad absoluta, del reflejo total y correcto
del mundo exterior. En el conocimiento finito se manifiesta el ele-
mento de lo infinito; en lo transitorio, lo eterno. Debido a ello, la
ciencia se desarrolla en forma de una espiral ascendente que se va
haciendo cada vez más amplia y abarca esferas cada vez nuevas, vol-
viendo al mismo tiempo, en cada nueva etapa, a los problemas anti-
guos. La ley estableCida puede considerarse comprendida y explicada
sólo cuando se consigue incluirla, como lógica consecuencia, en una
teoría más amplia. Como el conocimiento sigue la trayectoria de la
fundamentación interna de las leyes descubiertas, se originan, como
es natl!ral, teorías que abarcan un círculO' cada vez más amplio de
fenómenos y nos aproximan al descubrimiento de diversos aspectos
de lo infinito.
En relación con lo expuesto se plantea un problema sumamente
importante: ¿En qué medida conocerá la ciencia la esencia de la
materia y qué debemos comprender por esencia? En términos gene-
rales, la esencia puede definirse como el conjunto de los aspectos
internos y los profundos procesos que determinan la peculiaridad
cualitativa y las propiedades específicas de un fenómeno dado. De la
esencia depende la precisión interna del objeto o fenómeno en
las relaciones y enlaces dados. ¿Cabe aplicar esa definición de la
esencia a la materia en su Cll.!ljunto? En principio sí, aunque eso
nos conduce a ciertos resultados inesperados. El caso es que la materia,
debido a su carácter inexhaustivo, posee incontable número de as-
18 F. Engels, Dia/ütir.z de la naJM,.aJez.z, ed. cit., pág. 217.
50 NOCIONES MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

pectos internos y procesos profundos. La materia está dotada, asimis-


mo, de una ilimitada multiformidad de propiedades. Por esa razón
la esencia de la materia es infinita, e igualmente infinitas son sus
manifestaciones. En el reconocimiento de ese hecho radica la dife-
rencia sustancial entre la concepción materialista dialéctica de la
materia y la concepción metafísica, que admite la existencia mate-
rial de cierb esencia finita que identifica con algunas partículas pri-
marias sin estructura.
La esencia de la materia es infinita, y por ello su conocimiento
---~~berá estar dividido en numerosas etapas; cada una de ellas repre-
sentará un determinado grado de penetración en la profundidad de
la materia. Lenin escribía en relación con eso: "La mente humana va
profundizando infinitamente del fenómeno a la esencia, de la esen-
cia de primer orden, por así c;lecirlo, a la de segundo, etc., y así
indefinidamente." 19
La historia de las ideas relativas a la estructura de la materia ilus-
tra perfectamente la multiplicidad de órdenes de su esencia. Cuan-
do a mediados del siglo XIX se reunieron numerosos datos empí-
ricos sobre reacciones químicas y propiedades de los elementos, se
planteó el problema de la esencia de cierta reiterabilidad en las pro-
piedades de los elementos. Mendeléiev lo resolvió al formular su ley
periódica de los elementos químicos. El descubrimiento de esta ley
significó que se babia penetrado en una esencia de primer orden.
Más tarde se planteó el problema de cuál era la naturaleza interna
de la propia ley periódica, de qué dependía. El desarrollo de la ener-
gía atómica, a principios del siglo xx, puso de manifiesto la de-
pendencia en que las propiedades químicas se encuentran respecto de
los elementos y de la estructura de sus átomos, permitiendo fijar las
leyes que regulan el movimiento de partículas intraatómicas. El co-
nocimiento de esos fenómenos dio base teórica a la ley periódica.
Gracias a ello, la ciencia pudo penetrar en una esencia de segundo
orden. Finalmente, la Física moderna se va acercando al descubri-
miento de la naturaleza de las fuerzas intranucleares, asi como al
descubrimiento de la ley exacta de la f.Ateracción de partículas nuclea-
res y campos. El conocimiento de esos fenómenos significará la pene-
tracción en una esencia de tercer orden. Es fácil prever que ese proceso
u V .. (. Lenin, Ct~tlllert~os fi/os6fi~os, ed. cit., pág 237.
EL MAT.ERIALISMO DIALECTICO 51
de descubrimiento de esencias continuará también en el futuro. Con-
viene advertir que no hay esencia que no se manifieste en fenóme-
nos en multifonnes uniones e interacciones de los cuerpos. Puede
parecemos que el débil rayo de luz que nos viene de las estrellas
y nebulosas, de las profundidades insondables del Universo, repre-
senta bien poca cosa. Sin embargo, fue el estudio y la investigación
de esa luz precisamente lo que permitió descubrir la composición quí-
mica de los cuerpos siderales y las leyes de su movimiento. Gracias
al estudio de las interacciones electromagnéticas se consiguió penetrar
en la estructura de las moléculas, de los átomos y de los propios
núcleos atómicos.
En los diversos enlaces e interacciones de los cuerpos se manifies-
tan los aspectos más recónditos y esenciales de los objetos materiales.
El avance de nuestros conocimientos sobre la materia dependerá de
nuestra capacidad de someter a un análisis profundo y multilater~
los multiformes enlaces de los cuerpos. Por eso, el futuro de la cien-
cia va emparejado a la máxima precisión de las mediciones y a la
más amplia investigación de las nuevas cualidades.
Refiriéndose al infinito proceso de penetración en las profundi-
dades de la materia, Lenin escribía: " ... El mundo de los fenóme-
nos y el mundo en sí son aspectos del conocimiento de la naturaleza
por el hombre, de los grados, de los cambios o de la profund:zación
(del conocimiento) . El desplazamiento del mundo en sí más y más
lejos del mundo de los fenómenos ... " 20
En relación con lo expuesto se plantea el siguiente problema: ¿La
esencia del primer grado, del segundo, del tercero, etc., es algo ob-
jetivo, ínsito en los propios cuerpos, o bien no es sino etapas de
profundización del conocimiento humano? A esta pregunta cabe res-
ponder del siguiente modo: es indudable que cada una de esas oen-
cias constituye una etapa de conocimiento, pero, al mismo tiempo.
expresa los aspectos objetivos y las interdependencias de los obje-
tos materiales. La esencia coincide en muchos puntos con la ley o
el conjunto de leyes. Lenin señala que "la ley y la esencia son con-
ceptos del mismo género ... d~ mismo grado ... '' 21 Debido a ello,
la esencia de cualquier orden es tan objetiva como la ley. Cuando se
20 V. l. Lenin, CuaJemos filos6fítos, pág. 128.
21 Ibídem, pág. 127.
52 NOCIONES MATERIALISTAS DI.ALECTIC.AS SOBRE L.A MATERIA

conoce una ley más profunda referente a esencias de segundo orden,


de tercero, etc., la ley conocida anteriormente y referente a una esen-
cia de orden inferior no pierde su valor objetivo, sino que sigue
rigiendo en una esfera determinada de fenómenos. Por ejemplo, el
conocimiento de las leyes intraatómicas, que constituyen la base de
la ley periódica de los elementos, no ha influido para nada sobre el
carácter objetivo de esta ley, lo mismo que el descubrimiento de las
leyes intranucleares y de la estructura de las partículas elementales no
impugna las leyes fundamentales de la mecánica cuántica. De esa for-
ma, el conocimiento de esencias de órdenes más profundas no niega
el valor objetivo de esencias de órdenes inferiores.
En relación con esto queremos señalar que objetivamente, es de-
cir, independientemente del proceso de conocimiento y del sujeto
conocedor, la esencia y el fenómeno no aparecen como algo opues-
to, sino que se penetran recíprocamente y en determinadas condicio-
nes intercambian de lugar. Lo que con respecto a determinados pro-
cesos aparece como esencia de primer orden será fenómeno en re-
lación con la de segundo orden. A su vez, la esencia de segundo
orden será fenómeno en relación con la de tercer orden, etc. Por
ejemplo, la ley periódica de los elementos químicos es esencia para
ciertos fenómenos químicos (de primer orden), pero se comporta
como fenómeno en relación con las leyes intraatómicas, que son más
profundas (esencia de segundo orden), ya que es manifestación
de ellos. Estas últimas, a su vez, serán la manifestación de una esen-
cia todavía más profunda, de tercer orden, que caracteriza las le-
yes de los procesos intranucleares y la estructura de las partículas
elementales. De aquí podemos deducir que, objetivamente, cualqtU.er
proceso complejo se manifiesta simultáneamente como esencia de
algo y como manifestación de otra esencia más profunda, pero eo
diversos enlaces y relaciones. Esta relatividad objetiva de la esencia y
el fenómeno no debe propagarse a su percepción subjetiva individual
en el proceso del conocimiento. Para el sujeto conocedor, el fenóme-
no se diferencia siempre de la esencia, se conoce antes que la esen-
cia y esta última aparece sólo comd• resultado de un razonamiento
abstracto más o menos prolongado. Marx señala que si la esen-
cia y el fenómeno coincidieran, sobraría toda ciencia. En el simple
acto de la percepción, el individuo podría descubrir toda la profun-
EL MATERIALISMO DIALECTICO

dísima esencia de las cosas. Pero lo que es característico para el


proceso del conocimiento puede no ser ley de la propia naturaleza.
En la naturaleza, la esencia de un fenómeno cualquiera puede ser la
manifestación de una esencia todavía más profunda, etc. De esa for-
ma, precisamente, se relacionan recíprocamente esencias de diversos
órdenes, que expresan propiedades y leyes básicas de la organización
estructural de la materia.
Finalmente, para evitar equívocos, debemos señalar que cuanto he-
mos dicho sobre el carácter multiforme de la esencia no se refiere a
todos los fenómenos, sino a los muy complejos, como son la estruc-
tura de la materia, las propiedades del espacio-tiempo, las leyes de
desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, etc. No es aplicable a
fenómenos relativamente simples. Por ejemplo, los objetos de uso
diario que nos rodean tienen una esencia única, claramente deli-
mitada, que en la mayoría de los casos coincide con el fin a que se
les destina, y sería risible que nos pusiéramos a buscar esencias de pri-
mer orden, de segundo, etc., a la mesa o a la ropa.
Para terminar, convendrá señalar que el conocimiento, además
de ir del fenómeno a la esen~ia, puede proceder a la inversa: puede
ir de la esencia al fenómeno. Lenin escribía: "De la percepción
sensible al pensamiento abstracto y de éste a la práctica: tal es el ca-
mino dialéctico del conocimiento de la verdaá, del conocimiento de
la realidad objetiva." 22 Si la percepción sensible significa conocer
el fenómeno, y el pensamiento abstracto conocer su esencia, el pa-
so a la práctica significará el retorno a los fenómenos concretos, pero
ya apoyándonos en el conocimiento de la esencia. Así, conociendo
la esencia de las leyes -intraatómicas, la ciencia moderna pudo ex-
plicar con mayor profundidad y amplitud diversos fenómenos quí-
micos, físicos, etc. Cuando se descubren las esencias de st.gundo, de
tercer orden, etc., podemos comprender mejor los fenómenos. Un
ejemplo de ello lo tenemos en el desarrollo de la mecánica celeste.
Supongamos que el proceso del movimiento de los planetas consti-
tuye un fenómeno. De lo que se trata es de hallar la esencia o las
leyes internas de ese movími~to. El sistema geocéntrico de Ptolo-
meo fue el primer intento de representación esquemática del pro-
ceso, pero era un cuadro de tan extrema complejidad y confusión
22 V. J. Lenin, Cuadh'nos filosófüos, págs. 146·147.
54 NOCIONES .MATERIALISTAS DIALECTICAS SOBRE LA MATERIA

que a mediados del siglo xv fue refutado por el sistema heliocéntrico


de Copérnico. El desarrollo de las ideas de Copérnico permitió a
Newton y a Kepler establecer las leyes de movimiento de los plane-
tas alrededor del Sol. De esa forma se llegó a descubrir su esencia
de primer ·orden. A base de ella, se llegó a precisar el movimien-
to de los planetas,. con lo que se pudo establecer con mayor exactitud
las órbitas de los mismos y explicar las desviaciones, antes incom-
prensibles, en el movimiento de U t:ano, hecho que hizo posible pre-
decir y descubrír a mediados del ~iglo XIX un planeta nuevo: Nep-
tuno.
En 1916, Einstein expuso la teoría general de la relatividad, que
permitió precisar las leyes del movimiento de los planetas enuncia-
das por Newton. El descubrimiento de Einstein representaba la pe-
netración en esencias más profundas, de segundo orden. Poco des-
pués y partiendo de esa teoría se consiguió comprender con mayor
exactitud aún el movimiento de los planetas y explicar el desplaza•
miento secular del perihelio de Mercurio.
Ante la F!sica moderna se plantea e! problema de descubrir la
naturaleza de la gravitación y aplicar la microestructura del campo
gravitatorio que determina el movimiento de los planetas. Esto per-
mitirá comprender con una exactitud todavía mayor las leyes del mo-
vimiento de los planetas, llegando así al conocimiento de esencias
de tercer orden.
En los fenómenos se expresan y manifiestan esencias de todos
los órdenes, pero cuanto menos clara sea esa expresión y manifesta·
ción, más profunda es la. esencia. Por ello, el conocimiento de lo
infinito dependerá siempre de nuestra capacidad de analizar con pre-
cisión y amplitud lo finito.

,,
CAPíTULO 11

CARACfER INAGOTABLE DE LAS PARTICULAS


ELEMENTALES DE LA MATERIA

§ l. Descubrimiento de los diferentes elementos

Los avances de la Física, después de la teoria electrónica, han pro-


porcionado muchas y nuevas prueb-clS del carácter inagotable de la
mat<:ria. Al mismo tiempo, la Física moderna ha puesto de relieve
múltiples aspectos del problem¡. de la infinitud de la materia en pro-
fundidad, planteándolo en un plano distinto a como lo habían hecho
anteriormente la ciencia y la filosofía.
Hace setenta años, la materia se consideraba constituida por ele-
mentos idénticos e invariables, poseedores tan sólo de masa y carga;
pero hoy día conocemos alrededor de veinte clases de partículas ele-
mentales, cada una con sus múltiples propiedades y capaz de diversas
transformaciones. En Física moderna se califican de partícul~ 'ele-
mentales los microobjetos más simples, no integrados por especies de
materia conocida hasta· ahora, que son cualitativamente peculiares e
interactúan como un todo en los procesos conocidos. Sin ahondar
por ahora en un análisis detallado de esas propiedades, examina-
remos a continuación las partículas descubiertas en el curso de los úl·
timos cincuenta años.
la primera partícula elemental desc11I:.iena después del elet:tróo
fue el foMn o cuanto del cd.•po :lectromagnético. La hipót:si! de
los fotones data de prmcipios de siglo y fue la~zada por Einstein para
explicar i:>s leyes del efecto iotoeléctrico. Más tarde se vio amplia·
mente confirmada por numerosas experiencias. Hoy día es induda·

55
:56 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

ble que el campo eiectromagnético es la suma de un número inmenso


de campos lumínicos elementales o cuantos, que se mueven en el
espacio de acuerdo con las leyes del movimiento ondulatorio. Cada
fotón posee una energía determinada, E = hv, proporcional a la fre-
cuencia de sus oscilaciones v ( h es la constante de Planck) . Lo~
cuantos existen en múltiples formas como partículas visibles de luz,
rayos X y los llamados fotones gamma, que se producen en las reac-
ciones nucleares y poseen gran energía. En todos esos casos la fre-
cuencia entre ellos depende de la f!'ecuencia de las oscilaciones. Los
rayC\>5 gamma poseen la frecuencia máxima, mientras que las ondas
electromagnéticas, que se utilizan en radiotécnica, tienen la mínima.
De esto no debe deducirse, sin embargo, que los cuantos de diversa
frecuencia se distinguen entre sí sólo por este aspecto puramente cuan-
titativo. .Aunque la magnitud de la energía es la característica cuanti-
tativa, los fotones de gran energía poseen propiedades cualitativa-
mente distintas a las de los fotones de energía pequeña. .Al chocar
can los núcleos atómicos pueden engendrar pares de diversas partí-
culas, hasta protones y antiprotones, mientras que los fotones de pe-
queña energía no poseen esa capacidad.
Los cuantos de luz, por algunas de sus propiedades, se distinguen
considerablemente de las partículas materiales. Se mueven siempre
en el espacio con una velocidad constante que en el vacío, es decir,
en regiones libres de materia, equivale aproximadamente a 300.000
kilómetros por segundo. Los cuantos no pueden estar en reposo; si
un fotón se detiene, queda inmediatamente absorbido, de donde el
movimiento a la velocidad de la luz es la forma de existencia de
los cuantos. Como el concepto de reposo es inaplicable a los fotones,
éstos no pueden poseer la masa de reposo propia de las partículas
materiales; les es inherente la llamada masa de movimiento, que está
determinada por la energía del fotón .
.Además del campo electromagnético, debemos examinar como
forma peculiar de la materia el campo gravitatorio, que desempeña
un importante papel en el desarrollo !\eneral de la materia en el Uni-
verso. Gracias a la acción de las fuerzas gravitatorias se concentra la
materia dispersa y se incluye en un nuevo ciclo de desarrollo.
En el estudio de la naturaleza y de la acción del campo gravita-
torio sobre la materia podemos señalar tres grandes etapas. La pri-
DESCUBRIMIENTO DE LOS DIFERENTES ELEMENTOS ~H

mera empieza después de que Newton formulara la ley de gravita-


ción universal, que tanto valor tuvo en la mecánica celeste. La se·
gunda está ligada a la teoría general de la relatividad, enunciada por
Einstein, quien demostró que la materia, a través del campo gravi-
tatorio, determina las propiedades métricas del espacio y del tiempo.
Debido a la acción de los campos gravitatorios, las propiedades mé-
tricas del espacio-tiempo real se distinguen de las propiedades que
antes se les adjudicaba según la geometría de Euclides y las ideas
corrientes sobre el tiempo (véase sobre esto la sección segunda, ca-
pítulo 11, § 3) .
La tercera etapa en el estudio de la naturaleza del campo gravi-
tatorio se inicia hoy día, cuando se intenta comprenderlo a base de
la teoría cuántica de la materia. Numerosos científicos intentan opo-
ner al campo gravitatorio partículas especiales, los gravitones, a se-
mejanza de cómo se oponen los fotones al campo electromagnético.
Teóricamente es posible calcular la energía y la masa corespondiente
-del gravitón, que resulta muy pequeña. Debido a ello, la irradiación
-de las estrellas y de otros cuerpos del campo gravitatorio causa una
pérdida mucho menor de mda y energía que la irradiación del cam-
po electromagnético. La merma de la energía debida a la irradiación
gravitatoria puede hacerse sensible en períodos de tiempo equivalen-
tes a miles de miles de millones de años.
Ivaneoko y Sokolov, destacados físicos soviéticos, predicen la po·
sibilidad de que los gravitones se transformen en electrones-positro-
nes y que vuelvan a producirse a expensas de las partículas dadas.
La probabilidad de esos procesos en condiciones normales es 10"82
veces menor que la probabilidad de la transmutación correspondiente
de electrones y positrones en fotones. Pero con un orden de energías
·de 1021 mc2 puede alcanzar efectos electromagnéticos. 1 Si semejan-
tes procesos tienen efectivamente lugar en la naturaleza, será una
prueba más de la unidad de las diversas clases de materia en movi·
·miento. Pero hoy día tales conclusiones son hipotéticas, ya que los
.gravitones no han sido descubiertos experimentalmente y ni siquiera
se sabe la forma de registrarlos.
Examinemos brevemente las partículas elementales que fueron des-
1 D. lvanenko y A. Sokolov, TeMía dásh-a de! •ampo, Gostejizdat, 1951, pági-
llllls 448-449.
58 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

cubiertas y estudiadas en relación con las investigaciones acerca de la


estructura de la materia.
En 1911, al construir el modelo. planetario de átomo, propuesto
por Rutherford, fue descubierto el protón. La masa del protón es
1.836 veces mayor que la masa del electrón; su equivalente en gra-
mos es de 1,6 · 10- 24 •
Los protones forman parte de todos los núcleos atómicos y su nú-
mero determina la carga nuclear del átomo y, por ello, el lugar del
elemento en el sistema periódico.
En 1933 era descubierta otra partícula positiva, el positrón, cuya
existencia había sido anunciada por el análisis de la ecuación del elec-
trón de Dirac. Los positrones son engendrados, a la par que los
electrones, por fotones de gran energía (más de un millón de elec-
trón-voltios) ; se originan también durante la desintegración radiac-
tiva de los núcleos y la desintegración de los mesones. El positrón
posee la misma masa que el electrón, pero se distingue de él por el
signo de su carga eléctrica. Al chocar con el electrón, el positrón
interactúa con él de forma que ambas partículas se aniquilan, trans-
formándose en fotones de gran energía. Habitualmente aparecen
dos fotones, pero pueden convertirse en tres o incluso en uno. Todos
esos procesos nos demuestran la profundísima unidad de las diversas
formas de la materia en movimiento, y ponen de relieve asimismo
la sustancial diferencia que existe entre las partículas elementales
reales y los átomos invariables e indestructibles que se admitían an-
teriormente.
De las demás partículas elementales ligeras hemos de destacar el
neutrino . .En la década del 30 se supuso su existencia al explicar las
leyes de des!ntegración beta de los núcleos radiactivos. Hace unos
años esas partículas fueron descubiertas experimentalmente en los
reactores nucleares. Los neutrinos aparecen en diversas reacciones nu-
cleares y en la desintegración de los mesones. Su valor es grande en
los procesos cósmicos y en toda la evolución de la materia en el
Universo. Según los cálculos, los neutrinos absorben gran parte de
la energía emitida por las estrellas. N~estro Sol, por ejen)plo, pierde
un 7% de energía por la irradiación del neutrino.
En cada centímetro cuadrado de superficie terrestre perpendicu-
lar a los rayos solares inciden por ~~g.tndo unos 300.0\>0 millones
DESCUBRIMIENTO DE LOS DIFERENTES ELEMENTOS 59
de neutrinos que, sin embargo, no son captados por ninguno de
nuestros órganos sensoriales ni aparatos, debido a su escasísima in-
teracción con la materia. El destino ulterior de esa radiación se des·
conoce por ahora, aunque el neutrino había de incorporarse a la rota-
ción general de la materia en la naturaleza.
El estudio de la estructura de los núcleos atómicos nos ha llevado
a1 descubrimiento de otras partículas elementales. En 1932 se des·
o•!>rió el neutrón, con una masa igual a 1.838 masas de elect;ones.
El neutrón en su estado libre es radiactivo y se desintegra a los doce
minutos aproximadamente de su aparición, formando protón, elec-
trón y neutrino. Los neutrones y los protones pasan a formar los
núcleos atómicos. Las fuerzas que mantienen a los protones y neu-
trones en el núcleo se llaman fuerzas nucleares y cualitativamente son
distintas de las electromagnéticas y gravitatorias. También son ma-
yores por su magnitud, de forma que para fisionar los núcleos es·
tables se precisa gran energía, a pesar de que los protones se repe·
len eléctricamente con bastante fuerza.
El substrato material de las fuerzas nucleares constituye un campo
nuclear especial, siendo sus ruantos los mesones.
Los mesones fueron descubiertos primeramente en los_ rayos cós-
micos 2 • En 1937 se descubrieron mesones con una masa equivalente
a la de 207 electrones, que se llamaron mesones-". Se trata de unas
partícu!as im:stables; su promedio de vida se estipula, aproximada-
mente, en 2 · 10~ de segundo, después de lo cual se desintegran
formando un electrón (o positrón) y dos neutrinos. Al principio se
suponía que esas partículas eran los cuantos del campo nuclear. Sin
embargo, las investigaciones demuestran su débil interacción con los
núcleos atómicos y su incapacidad para ase~rar la debida magnitud
de las fuerzas nucleares. El estudio posterior de los rayos cósmicos
indica que los mesones-" son producto de desintegración de par·
tículas más pesadas, los mesones-x. Hoy día se conocen mesones-n
positivos y negativos, con una masa equivalente a 273 masas de elec-
trones, y mesones-'~~' neutros, con una masa de 264 electrones. Los
mesones-n positivos y negativbs existen en estado libre hacia dos cien-
2 Los rayos cósmicos primarios están formados por protones y núcleos ligeros
de enorme energía, que llegan a la Tierra desde los espacios siderales. Al chocar
con los núcleos de los átomos del a1re, las partículas cósmicas originan su fisión,
debido a lo cual se forman los mesones.
60 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

millonésimas de segundo, después de lo cual se desintegran forman-


do mesones-11, positivos y negativos, y neutrino:

71'±-+ IL ± + v.
El mesón-71' neutro posee una vida bastante más corta, alrededor
de 1o-n de segundo, y se desintegra en dos fotones de gran energía.
Duqnte ese tiempo el mesón neutro alcanza a recorrer sólo una pe-
queña parte de milímetro.
Al parecer, los mesones-TI' son aquellos cuantos del campo nuclear
que transmiten la interacción entre protones y neutrones. Esa ínter·
acción puede ser representada esquemáticamente del siguiente modo:
el protón emite un mesón-Jt positivo y se transforma en neutrón; el
mesón-Jt irradiado es absorbido por otro neutrón, que debido a ello se
transforma en protón. Es posible, asimismo, el intercambio de meso-
nes-Jt negativos y neutros. Como resultado de todos estos procesos y
transmutaciones aparece entre los nucleones la magnitud precisa de
fuerzas nucleares. Las fuerzas nucleares tienen escaso radio de acción,
del orden de I0-13 cm. Pasando esa magnitud, las fuerzas nucleares
decaen rápidamente y empiezan a predominar las fuerzas eléctricas,
que con la distancia disminuyen con mucha mayor lentitud, a saber,
en razón directa al cuadrado de la distancia, según la ley de Coulomb.
La esfera de acción de las fuerzas nucleares se considera equivalente
a las dimensiones del núcleo atómico y se fija en unos 2,8 · lQ-13 cm.
Como las fuerzas nucleares no se interrumpen bruscamente, el núcleo
presenta contornos algo difusos. Hablando metafóricamente, el nú·
deo tiene bordes erosionados y una médula sólida, de forma que la
solidez de la materia aumenta hacia el centro del núcleo.
La base de fa estructura del núcleo, lo mismo que de otros muchos
procesos, está constituida por la unidad de fuerzas de atracción y re-
pulsión. Esas fuerzas son los opuestos cuyas interacciones determinan
la estabilidad y la ininterrumpida variación interna de todos los sis·
temas materiales, desde el núcleo atómico hasta la metagalaxia. La
atracción y la repulsión forman siemp~e una indisoluble unidad y son
imposibles la una sin la otra. Si en la naturaleza prevaleciesen sólo
las fuerzas de atracción, todos los cuerpos y partículas se reunirían en
una masa continua, por lo que sería imposible el movimiento. Y, por
el contrario, si predominasen las fuerzas de repulsión, se produciría
DESCUBRIMIENTO DE LOS DIFERENTES ELEMENTOS 61
la dispersión universal de la materia en el espacio y no podrían for·
marse sistemas estables. Tan sólo la unidad de esas fuerzas opuestas
hace posible una estabilidad relativa de los sistemas materiales en la
naturaleza y su constante variación interna.
En ciertas condiciones, la atracción es sustituida por la repulsión,
y viceversa. Eso sucede cuando unas fuerzas "predominan" sobre
otras. Si, por ejemplo, bombardeamos el núcleo atómico con protones
de gran energía, éstos, a medida que se acerquen al núcleo, experimen-
tarán una repulsión cada vez mayor por parte del núcleo. Sin embar-
go, si superan una cierta "barrera de potencial", a distancias del orden
de 10- 13 cm, las fuerzas de repulsión son vencidas por fuerzas mucho
más potentes de atracción nuclear, debido a lo cual el protón puede
ser captado por el núcleo.
El proceso contrario se efectúa cuando el núcleo emite una partícu-
la de carga positiva. En ese caso, la particula supera al principio a las
fuerzas nucleares de atracción, después de lo cual adquiere una con-
siderable aceleración por el efecto de la repulsión eléctrica.
También en el núcleo atómico tiene lugar la unidad de las fuerzu
contrarias. A una distancia suficientemente pequeña, las fuerzas de la
atracción nuclear entre nucleones se transforman en fuerzas de repul-
sión que impiden la incidencia de unos nucleones sobre otros. Gracias
a esa unidad de fuerzas contrarias, el núcleo existe como un sistema
estable y experimenta, al mismo tiempo, continuas transformaciones
internas debido al movimiento de las partículas que lo constituyen.
La acción de las fuerzas de atracción y repulsión está regida por
una ley muy esencial, de gran importancia para comprender el pro-
blema de lo finito y de lo infinito en la estructura de la materia. Po-
demos formular esa ley del siguiente modo: a medida que disminu-
yen las dimensiones espaciales de los sistemas materiales estables,
aumentan las fuerzas de atracción y repulsión por unidad de masa
del sistema, siendo el aumento mucho más rápido en cuanto se refiere
a las fuerzas de atracción. Dicho de otro modo, la estabilidad rela-
tiva de los sistemas aumenta a medida que disminuyen sus dimensio-
nes. Si comparamos la magniUtd de las fuerzas de atracción entre dos
cuerpos iguales, veremos que en la galaxia será considerablemente
ntayor que si tomamos la metagalaxia, y en el sistema solar mucho ma·
yor que dentro de toda la galaxia. Eso es completamente lógico, ya
62 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

que la magnitud de las fuerzas gravitatorias que actúan entre los


cuerpos de masas dadas es inversamente proporcional al cuadrado de
la distancia entre ellos, y cuanto menores son las proporciones del sis-
tema, tanto mayor será la energía de enlace por unidad de masa.
Con el paso de sistemas cósmicos a cuerpos sólidos y líquidos, a las
fuerzas gravitatorias se unen las eléctricas, que determinan, en lo fun-
damental, la cohesión de las moléculas. Por esto aumenta considera-
blemente la unión entre los elementos componentes de cada cuerpo,
unión que es particularmente grande en metales y cuerpos sólidos.
Sin embargo, esas fuerzas- de cohesión no pueden compararse si-
quiera con las fuenas de atracción entre el núcleo y los electrones
dentro del átomo. Los electrones se mueven en el átomo con una
velocidad de varios kilómetros por segundo, debido a lo cual sobre
el electrón actúan enormes fuenas centrifugas. Esas fuerzas son equi-
libradas por fuenas de atracción, igualmente potentes, que actúan
-entre el electrón y el núcleo, y a ello se debe la existencia del átomo
como un todo estable. El siguiente ejemplo nos demuestra lo grandes
-que son tales fuerzas. Supongamos que se ha conseguido de algún
modo fisionar átomos de hidrógeno en electrones y núcleos, y for-
mar aisladamente un gramo de materia compuesto sólo por electrones
y otro constituido por núcleos; en ese caso, a la distancia de un cen-
tímetro entre esas cargas eléctricas conjuntas obraría una fuerza de
atracción igual a 1,56 · 1023 ton. Para equilibrar una de las cargas ha-
bría que "suspender" una masa material equivalente a la masa de
26 globos terráqueos (la masa de la Tierra es aproximadamente
de 0,6·1022 Ion.) Esas enormes fuerzas dependen casi por entero de la
interacción electromagnética de las micropartículas, ya que la atracción
gravitatoria entre protones y electrones es aproximadamente 1, 5 · 10311
veces menor que la atracción eléctrica.
Pero la cohesión entre las partículas integrantes del núcleo atómico
es todavía mayor. En los nucleones, la energía de atracción por uni-
dad de masa supera en mil veces la energía de enlace del núcleo y los
electrones. Para expulsar el nucleón del núcleo se necesita una ener-
gía equivalente a varios millones de ~lectrón-voltios, mientras que
para separar el electrón del núcleo bastan unos cuantos electrón-vol-
tios (la masa del electrón es 1.836 veces menor que la masa del
protón).
DESCUBRIMIENTO DE LOS DIFERENTES ELEMENTOS 63
Si en el eje de las abscisas marcamos la escala de las distancias y
en el eje de las ordenadas el logaritmo de la energía de unión (en uni-
dades convencionales) por unidad de masa en un sistema estable,
obtendremos el siguiente gráfico:

log F

10 1 ~ l(j' 10'1.1 CM

Esta ley, representada aquí en forma cualitativa muy general, obra


como algo medio para sistemas de diversos órdenes. Si tomamos di-
versos cuerpos en un sistema del mismo orden, veremos que entre
ellos puede haber diferente energía de enlace. Por ejemplo, la solidez
de la unión entre partículas de cuerpos que tengan dimensiones idén-
ticas, pero compuestos de acero, madera y hielo, puede ser comple-
tamente distinta. Del mismo modo, núcleos atómicos diversos, apro-
ximadamente iguales, con dimensiones del orden de 10-13 cm, tienen
diferente energía de unión entre los nucleones. Está demostrado que
en núcleos de 2, 8, 20, 50, 82, 152 y 208 nucleones (las llamadas
"cifras mágicas") la energía de enlace es la máxima. En ellos, los
núcleones llenan por completo las capas nucleares, y eso que les da
una estabilidad particularment~ grande.
Ahora bien, ¿se puede aplicar fuera de los límites de los núcleos
atómicos la ley del aumento de la energía de enlace proporcional-
mente a la reducción de las dimensiones de los sistemas? ¿Cabe apli-
64 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

carla a las partículas elementales? Al parecer si, aunque el concepto


de sistema mecánico sea inaplicable a estas partículas y su complejidad
sea de género muy diferente. Una prueba de ello es que en ninguno
de los procesos conocidos se ha conseguido, hasta la fecha, fisionar
las partículas elementales. En los rayos cósmicos encontramos par·
tículas con energía de 1018 electrón-voltios, capaces de provocar la
fisión completa de núcleos en nucleones. Sin embargo, en ningún
caso se ha observado la fisión de las propias partículas elementales.
A medida que aumenta la energía de acción sobre el electrón, el pro-
tón, etc., las partículas no se fisionan, sino que se transforman en
otras; la transformación recíproca hace físicamente imposible su fi-
sión en ningún proceso conocido. Este hecho plantea de forma nueva
el problema de lo infinito en la estructura de la materia; su solución,
por lo tanto, deberá ser distinta de la que nos da la teoría de la infi-
nita división mecánica.
Más adelante (cap. III, § 5) volveremos a tratar ese problema;
ahora nos limitaremos a señalar que la ley en cuestión tiene mucha
importancia también para la Cosmología. Si al disminuir las dimen-
siones de los sistemas aumenta la energía de enlace, podemos deducir
lógicamente que al aumentar la escala de los sistemas, la energía de
enlace por unidad de masa disminuirá constantemente. Si este fenó-
meno se efectúa todo el tiempo, en algunas escalas suficientemente
grandes la energía de enlace entre sistemas disminuirá hasta ser me-
nor que la energía cinética del movimiento de dichos sistemas ( habi-
tualmente muy grande, ya que los sistemas se mueven a velocidades
que alcanzan decenas de miles de kilómetros por segundo) . En ese
caso, dichos sistemas no estarán en condiciones de agruparse en un
sistema estable único de orden todavía mayor, constituyendo así el
límite superior para la sucesiva jerarquía de sistemas en el Universo
infinito. La distribución ulterior de la materia en el espacio con au-
mento de las escalas dependerá ya cualitativamente de otras leyes
(véase la sección segunda, cap. 11, § 2 ) .
El perfeccionamiento de la técnica de investigación de los cayos cós-
micos, así como la creación de potente.; aceleradores, capaces de dis-
persar partículas con energía de varios miles de millones de electrón-
voltios, ha contribuido estos últimos años al descubrimiento de otras
partículas elementales, ampliando sustancialmente la esfera de nues-
DESCUBRIMIENTO DE LOS DIFERENTES ELEMENTOS 65
tros conocimientos sobre elementos estructurales de la materia. Se- ha
descubierto todo un grupo de mesones-K, positivos, negativ0s y r.cu-
tros, con una masa de 966 masas de electrones. Esas partículas se
desintegran en mesones-Jt, mesones-p, electrones y neutrinos.
Al mismo tiempo se han descubierto partículas con una masa supe-
rior a la de los neutrones, llamadas hiperones. Estas partícub.s apa-
recen bajo la interacción de partículas dotadas de gran energía; son
inestables y se desintegran en protones, neutrones y mesones-n:. Hoy
día se conocen hiperones con una masa de 2.181, 2.327, 2.340 y
2.580 masas de electrones y con diversas cargas.
El descubrimiento y el estudio de los hipcrones constituye la pri-
mera etapa de penetración en la estructura de lo.; nucleones. y otras
partículas elementales.
Representa un gran éxito en el estudio de las micropartículas Ir.
creación artificial, en un acelerador potent:!, del antiprotón ( 195 5) ,
cuya existencia se había anunciado un cuarto de siglo antes sobre la
base del análisis de la ecuación de Dirac. Los antiprotones tienen la
misma masa que los protones corrienh."S, pero se distinguen de ellos
por su carga eléctrica negativa. 'En la sustanóa corriente no pueden
existir largo tiempo. Al chocar con lO<; protones desaparecen y ambas
partkulas se transforman en varios mesones. Es posible, asimismo, la
transformación del par protón-antiprotón en fotones de gran energía.
También ha sido descubierto el antineutrón, que se distingue del
neutrón ordinario por el signo positivo del momento magnético (el
momento magnético negativo del neutrón ot:dinario es igual .t 1,91
del magnetón nuclear). La propiedad principal de los antineutrones
consiste en que al chocar con los neutrones ordinarios se "aniquilan··
y transmutan en otras micropartículas.
Los antiprotones y antineutrones se producen sólo con interacciones
nucleares de gran cnergia. Pero es posible que en los infinitos espa-
cios del Universo estén difundidos en vasta escala y constituyan nú-
cleos atómicos especiales, en torno de los cuales giren, en vez. de
electrones, positrones. Los antiátomos deben distinguirse •ie los áto-
mos ordinarios sólo por el sigr11) de su carga elP.ctric--t o por el mo-
mento magnético de las particulas que los componen. Al chocar con
itomos de sustancia- corriente se aniquilan juntamente con ellos, for-
mando fotones u otra.o¡ partículas de gran energía. Diferenciar por vía
66 LAS PARTICULAS ELEMENTALES !>E LA MATERIA

óptica una sustancia .:le semejante antimundo del mundo corriente re-
sulta imposible, ya que las propiedades espectrales, que dependen del
cuadrado de la carga eléctrica, deben ser iguales para las dos clases de
átomos. Por eso, no se conoce todavía la manera de comprobar la
hipótesis de la existencia de semejante sustancia en el Universo. Mas
tar.1poco hay fundamentos para rechazarla, por ccanto se deduce de
las bases teóricas de ia Física moderna.
Sería erróneo suponer que la posibilidad de existencia de los anti-
átomos es incompatible con la teoría del materialismo dialéctico sobre
la unidad material del mundo. La tesis de la unidad material del
m\indo no debe reducirse a la afirmación de que toda la materia
del Universo está constituida obligatoriamente por los 102 elementos
químicos que conocemos hoy día, o por los tipos de partículas ele-
mentales ya descubiertos. La unidad del Universo no significa la ho-
mogeneidad de la materia. El Universo es infinito y sus diferentes
sectores se hallan en distint~.s etapas de desarrollo. Por eso, las leyes
de la organización estmctural de la materia vigentes en un sector
pueden no servir en otro. La unidad material del Universo significa
tan sólo que todos los objetos existentes en la naturaleza no son más
que formas diversas de la materia en movimiento y que no existe
nada fuera de la materia y de sus manifestaciones en la naturaleza.
En el marco de estas ideas gt:oerales sobre la materia, su comprensión
concreta puede tener el contenido más diverso. Por eso, el signo de la
carga eléctrica o del momento magnético de una u otra partícula nJ
puede ser motivo, en modo alguno, para dudar de su materialidad.
La Física actual nos dice que casi todas las partículas elementales
conocidas hoy dia tienen SI.'<; corr~spondientes antipartículas.
De todas ías partículas rlescubiertas hasta ahora se conocen muy
pocas a las que no se pueda oponer sus correspondientes antipartícu·
las y que son por ello partículas realmenttt ne11lntJ. Entre ellas se
encuentran los fotones, los mesones-1r neutros y, posiblemente, el neu·
trino, aunque para este último se admite la existencia del antincu-
trino. Dichas partículas se llaman realmente neutras por:-que si se les
oponen sus correspondientes antipartículas, estas últimas tendrán
propiedades idénticas a las primeras, por le que sn clasificación en
partículas y antipartículas no tiene sentido físico.
Con el fin de sistematizar las partículas elementales C'>nocidas has-
PROPIEDADES FUNDAMENTALES DE LAS PARTICULAS 67

ta la fecha, las hemos reunido en el cuadro de las páginas 68 y 69,


indicando sus propiedades más generales. Más adelante examinare-
mos el sentido físico de algunas de ellas.
En dicho cua~ro no están incluidas, probablemente, todas las par-
tícul:ts elementales que existen en la realidad o que se producen en
las interacciones. La mayoría de las descubiertas en los últimos veinte
años son inestables y se desintegran. Existen muy pocas partículas
estables. Son, en primer lugar, los fotones, neutrinos, electrones y
protones. El campo gravitatorio desempeña un papel excepcional en
la rotación general de la materia, y lo mismo puede decirse de los
neutrones y mesones-x, que forman los núcleos atómicos. A ellos se
reduce, probablemente, la lista de partículas elementales fu.qdamen-
tales que cumplen un singular papel en todos los procesos de la parte
conocida del Universo. Sin embargo, esa circunstancia no afecta en
modo alguno a la afirmación del carácter inagotable de la materia.
Lo mismo que componemos un número incontable de palabras y fra-
ses del más diverso sentido con unas cuantas letras del alfabeto, así,
un número relativamente p,equeño de partículas elementales forma
cuerpos infinitamente diversos con sus propiedades específicas. Todo
lo infinito en la naturaleza se crea de lo poco, aunque lo poco entrañe
en sí lo infinito.
L'l.S ideas atomistas han entrado hoy día en una nueva fase de des-
arrollo, opuesta por su contenido a las tendencias del atomismo anti-
guo. En vez de partículas materiales invariables y sin estructura, que
el atomismo se esforzó en descubrir durante siglos enteros, a la cien-
cia actual se le ofrece un mundo de partículas que se encuentran
en constante movimiento r cambio, en un proceso ininterrumpido de
formación y destrucción. El viejo atomismo consideraba que los mi-
croobjetos roscían cierto número de propiedades relativamente sen-
cillas; la teoría moderna, por el contrario, opina que las múltiples
propiedades e interacciones de las partículas son inagotables.

'
§ 2. Propiedades íundamentales de las partículas elementales

~omo primera propiedad física, propia de todas las clases de roa-


tena que conocemos hasta ahora. debemos señalar la masa. El sentido
<;UADRO DE PARTICULAS ELEMENTALES~

\ EnNJ!Ia 1 !
' de Jos
Mua Tiempo de vida ProdueiOs de \,uoductns
Nombre 1 Slmbolo (en masu de 1 Espln (en sel(.j duinter{ración de desinte.. 1 Obsl"rvacionca
electr·ón) ll'tación
(en Mt'v)
2 3 4 5 6 7---l--8---~--;--- 10
-------1----- ---1-------- ------------1--1-------
1 Fotón . y O 1 oo Estable O
2 Neutrino. r <0,0005 lfl oo Estable O
3 Antineutrino ; <0,0005 Y.! oo :. O * Iguales con
4 ElE-ctrón . e 1* lh oo e· e'-+ ny
+ O exactitud de
!) Positrón. e' 1* -Y.! oo '!::.: 1, 2, 3... O 0,007%

2,22 X 10 1 e•+,.+; 105,1


6 Mesón-~&• 1'+ 206,7 %
7 Ml!'s:•n-p· ~~- 206,7 % 2,22 X IO-' e·+P+; 105,1
8 Mesóri-'11'• w• 273,3 O 2,53 X 10"1 ,.,.. +" 34,1
9 Mes6n-w· .1 .,- 272,8 O 2,55 x w·• 1 p' +; 33,8
1
10 \ Mesón-w' .1 w• 264,3 O II-5)XIO'" y+ y 135,0
__.:.,_.,:__,__ 1--..:...._-1--¡------
..~~-~ MMc~nc.>s-~--- j K•·•·- _ _ _9_6_5---¡------ 10. 1 M«.>son('sK,
/ eson-T. . . , K;,=.,.• 966,1 ± 0,7 O? 1 U,8 ±. ::; X 10-• 1o;;-' ~- -;r· + .,• 74,9 ± 0,41 1 nombre general
1 Me~6n·T' . j K~·."".,.' 965? O? 2,4 ±~::X 10_. 1 -;r' + o;;-• + .,. 83 ~. ~ d e"par,.1cu1as
1 1
1 { '17'" + .,• 2l'l :t 5 ~ : afines po~ sus
1
• • o,a ± !:~ X 10 ·•• l.,•+-;r·
1 Me.on-0 ·J K~_.=
- tl 11 965 ± !O O? 1 e0 j masas y t 1empo
1Mt.5ón-K K;. 964.2±20 O? 1,21±.:·:!XlO-• o:r•+.,• -219 J¡ devida;se
Mes.Jn-K K;, 1 964,8 ± 2,81 O? 1,17 .±. ::~~ X 10·• p• + " -389 "'-= ! dc.>sintegran
p'-1-.,-l-'17'0 -250 1 comoK_.;K,,;
Mesón-K K... 986 ± 6 O? 1 0,81 ±~·.~X JO-•
.l
1 e• + P + '17'"? j K.,; K .•"; K 112
Mesón-K Kj. 963 ± 10 O? 0,49 ±::~X 10_.
Antimesón-K
1Antimesón-o• 965 ± 2 O? 0,95 ~:::X 10 • \Dato~ previos:
:1 1
mü"'-m,..
i 1
~ Los datos sobre
s:: desintegrado-
1
~ ncs de meso-
·E nes K y 9 ncga-
s::ti vos por ahora
_________ ,____ - - - - ___ ,________ ,______ - - - - ~' :~~:::_:: _
12 1 Protón . p 1836,12 11.! 00 o Nucleones
13 Neutró.ol. ll 1838,65 1h 1lll X lO" 0,7830
14 11Antiprotón . -
p m;~m,, -~-- Anti-
15 Antineutr6n. ñ m¡¡-m11 nucleones
-·-A-.--I-2-;81 ± '.!.- ---~-2-8_+_•.-•-X--lo---..- ·--P--~--':T'-- -3-6-,9-±-0,-2-l---.-1--·---·--
-~~~-;·lipcrón-A". 1 ' -•.• (n+w")?
17 lliperón-~· . 2327,4 :t- 1 (0,86±0,17)XIO •• { p+w• 116•1 ±0,5 ~ Datos previos:
1n+ w• 11 O± 5 ~ mr. < m,.< m,
la 1Iiper6n-~-. 23{0±2 (1,86±0,26)XIO-'" n+w- 118±2,6 :¡:¡
19 Hiperón-2:0 •
~· -m,. -70
- - - - - - - - - - 1 - - - - - 1 - - - - · - - - 1- - ---------·1------1·----- --1-------
20 Hiperón de 2580 10 •• 67±12 • Se conjetura
cascada a base de l:t hi-
pótesis de la in-
21 Hiper6n de 2'. variancia isotó-
cascada pica
a Vr:r Gran E1uidopedia Solihi'''• 2• ed., t. XLVIII, pág. 6'i 1.
70 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

de ese concepto ha evolucionado considerablemente en las últimas


décadas. En la Física clásica, el concepto de masa se identificaba fre-
cuentemente con el de materia y la ley de conservación de la masa se
consideraba lógicamente como la ley de conservación de la materia.
En la actualidad se estima que la masa es una propiedad de la mate-
ria, muy esencial por cierto, pero de naturaleza todavía desconocid~.
La masa caracteriza las propiedades de inercia y gravitación y repre-
senta la medida de la inercia y de los nexos gravitatorios de los cuer-
pos. La masa inerte y la masa gravi_tatoria son exactamente iguales, y
esto nos demuestra que la inercia y la gravitación son dos aspectos
indisolubles de una misma sustancia.
Sin embargo, la definición que hemos dado de la masa no abarca
a t<~ias sus peculiaridades específicas. La teoría actual nos dice
quj' la masa está indisolublemente vinculada a la energía, según la
ley E = mc2 , en la cual m es la masa propia y e la velocidad de la
luz. Esta ley afirma que toda variación de la masa guarda relación
con la variación proporcional de la energía del cuerpo, y viceversa,
todo cambio de energía provoca el cambiq de la masa. Debido al gran
valor del coeficiente de proporcionalidad - cuadrado de velocidad
de la luz - , la variación de la masa en los procesos ordinarios es tan
insignificante que prácticamente se puede despreciar. Por ejemplo, el
incremento de la masa durante el calentamiento de 200 ton de agua a
100° equivaldría solamente a un miligramo. Pero en la región de los
microprocesos, donde la energía de las partículas en interacción suele
ser muy grande, la variación de la masa puede ser muy sustancial.
Cuando las partículas se transforman en cuantos del campo electro-
magnético, la masa de reposo puede desaparecer totalmente, trans-
formándose en masa de movimiento de fotones.
El aumento de la energía cinética de la partícula puede producir
también la correspondiente variación de la masa, que aumenta con-
forme la velocidad de la partícula se aproxima a la velocidad de la
luz. En los aceleradores modernos las partículas logran :tumentar su
masa, que habitualmente supera en cientos de \eces la magnitud de
la masa de reposo de la partícula. t'

La energía total encerrada en cada partícula, de acuerdo con la re-


lación E = mct, es muy grande. Es la energía que tendrían Jos cuan-
tos del campo electromagnético si la partícula dada se hubiera irra-
PROPIEDADES FUNDAMENTALES DE LAS PA!l1'1Cl1 LAS 71

diado. Por ejemplo, si un gramo de cualquier materia se irradiase, los


cuantos formados tendríar. una energía de S· i.0~ 0 erg. Esa energía
sería suficiente para calentar 200.000 ton de agua de 0° a 100° C.
La masa del cuerpo se saeie dividir en do:; parte.;: activa y pasiva.
La parte activa de la rr.asa corresponde a la parte de la materia que
se transforma realmente ro radiación durante los mkroprocesos. Den-
tro de las estrellas, en !as b.:>mbas atómicas o en las instalaciones de
energía nuclear no llega a un 1% la mate::ia que ~e transforma en
radiación. Por ello, la mas::. ac:.tiva, que es la medida de la energía
realmente liberada, constiruye menos de un liJó de toda la masa del
cuerpo. La parte restante es pasiva y de hecho no toma parte directa
en las transmutaciones energéticas.
Sin embargo, la división de la masa en ac:.tiva y pasiva es correcta
sólo para los casos conocid.:>S de transformación de la materia en
radiaciones en escalas relativamente grandes, y no se debe elevar a la
categoría de verdad absoluta. El hecho de que existan antiprotones,
antineutrones y otras antipartículas capaces de aniquilación, nos de-
muestra que las partículas pueden transform.Lrse plenamente en ra-
diación. Si en algún lugar del Universo existe gran cantidad de áto-
mos constituidos por antipartículas, entonces, al chocar con los átomos
corrientes se originarían potentes procesos de transformación de la
materia en radiación. Así, pues, la masa de la m::;.t>!ria puede ser acti-
va, es decir, toda la masa es la medida de la propia energía interna
del cuerpo que es capaz de liberarse en forma activa.
Importa señalar, sin embargo, que la propia masa no es algo ho-
mogéneo para todos los microobjetos. Los electrones, protones, neu-
trones y otras partícull!S materiales tienen masa de reposo, mientras
que los cuantos del campo ela:tromagnético y gravitatorio no la tie-
nen, pues sólo poseen masa de movimiento.
La conclusión de que lus fotones tienen masa determinada no es
el resultado de una operación de cómputo forma! de la energía del
fotón por la masa, según la relación E = mc2 • Los fotones poseen,
en efecto, propiedades de inercia y gravitación, que caracterizan a ia
masa. Los cuantos de luz poseen impulso y son capaces de ejercer
presión sobre los cuerpos que encuentran a su p:tso; los irradiadores
de ondas electromagnéticas experimentan una fuerza de retroceso en
sentido inverso, de donde se- deduce que los futone. tienen determi·
72 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

nada inercia. Al mismo tiempo, los rayos luminosos interactúan con


el campo gravitatorio. Los rayos de luz se desvían en los campoc; gra-
vitatorias de los cuerpos de gran masa; la frecuencia de la luz en la
irradiación de cuerpos de gran masa y densidad disminuye bajo el
efecto de un potente campo gravitatorio. Ercnfest y Tolman han in-
vestigado teóricamente el campo gravitatorio producido por un es-
trecho haz de luz. Este es muy débil, pero lo importante es el propio
hecho de i.a relación del campo gravitatorio con el electromagnético.
De ahí se deduce que si los fotones poseen propiedades de inercia y
gravitación, deben poseer asimismo; en cierta medida, esas propieda-
des. ~sa medida, como hemos señalado ya, es la ma~a, pero en el
caso .tJe fotones no será masa de reposo, sino de movimiento. En
efecto, la irradtación de luz por los cuerpos ocasiona una pérdida de
su masa. Nuestro Sol, por ejemplo, pierde a causa de la radiación
4.200.000 ton de masa por segundo. A la Tierra le corresponde una
parte muy insignificante de esa radiación; sin embargo, el incremento
<le la masa dt:> la Tierra, sólo a expensas de la irradiación solar, es de
unos 250 k~ por segundo.
Resumiendo lo dicho cabe llegar a la conclusión de que la masa
es la medida de la inercia y de los nexos gravitatorios, así como la
medida de la propia energía interna de los microobjetos, lo mismo
si se trata de partículas materiales que de cuantos del campo electro-
magnético.
Lo dicho no resume todas las peculiaridades de la masa como una
de ias propiedades más importantes de las partículas. Los datos de
<lue di~ponemos sobre su naturaleza nos hablan de una propiedad su-
mamente compleja por sus manifestaciones. Más adelante volveremos
a ese problema; ahora pasaremos a examinar brevemente otras pro-
pi~dades esenciales de las partículas.
La siguiente propiedad importante es la carga eléctrica, propia de
muchas partículas. La carga expresa el nexo de las partículas con el
c.1mpo electromagnúico, lo mismo que la masa expresa el nexo con el
campo gravitatorio. Cada uno de est~~ campos contribuye a la estruc·
tura de las partículas, determina sus propiedades y por esa razón es
inseparable de ellas. Ofrece gran interés el hecho de que diversas par·
tículas elementales posean idéntica carga eléctrica por su magnitud
.Jbsolut.1. que es igual a 4,8 · to-w de la unidad electrostática abso-
PROPIEDADES FUNDAMENTALES DE LAS PARTICULAS 73

luta. La causa de ese fenómeno es hasta ahora incomprensible; al pa-


recer, la identidad de la magrlitud absoluta de la carga se deriva de
cierta comunidad en la estructura de todas las partículas cargadas.
La carga eléctrica del electrón y de otras panículas es la menor de
todas las conocidas en la naturaleza. Hasta ahora no se ha logrado
fisionar el electrón en cargas todavía menores y hay motivos para
suponer que dicha fisión y la obtención de '"subelectrones", que lleven
parte de la carga, es imposible. Incluso con una acción exterior de
una energía millones de veces superior a la propia energía del elec-
trón, éste no se fisiona, sino que se transforma en partículas cualita-
tivamente distintas. De tal forma, la transformación excluye la fisión
del electrón en partículas similares a él, pero todavía más pequeñas.
Otra propiedad importante es el espín o la cantidad ;mgular de
movimiento. El espín d~l electrón fue descubierto en 1925-26 y se
consideró como una característica de la rápida rotación del eiectrón
alrededor de su eje. Gracias a esa relación (spin significa en inglés
rotación), el electrón adquiere un momento magnético igual al llama-
do magnetón de Bohr. Sin c..:mbargo, más tarde se vio que la idea
de que el espín era un movimiento rotatorio mecánico del electrón
de su eje no era correcta. El espín del electrón (y de otras micro-
partículas) es una propiedad peculiar, que no guarda analogía con
fenómenos del macrocosmos. Se le debe considerar como una ma-
nifestación del grado interno rotatorio de libertad en el movimiento
del electrón. Así, el estado de la micropartícula se caracteriza no sólo
en función del valor de sus coordenadas (es decir, de su posición
en el espacio), sino por el cuarto grado de libertnd: en función del
valor del espín de la partícula. La existencia del espín es una prue-
ba de que las partículas poseen estructura compleja, es decir, un
tipo determinado de enla:::es internos. Cada una de las propied¡t-
des - masa, carga, espín, etc. - expresa cierto conjunto de esos
enlaces internos, de forma que el descubrimiento de la naturaleza de
aquéllos nos explicará inevitablemente la estructura de las partículas
elementales.
El espín del electrón puede tener sólo dos valores: ± t ;~, que ca-
racterizan dos proyecciones de la cantidad de movimiento angular so-
bre una dirección dada en el espado ( b en este ca!':u es la constante
.Je Planck). El espín determina cierta orientación del movimiento
74 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

espacial de las partículas. Si a través de un campo magnético homo-


géneo se hace pasar un haz de átomos, veremos que, debido a la pre-
sencia del espín en los electrones, el cual no admite más que dos
valores, el haz se fisiona en dos componentes.
Además del electrón, poseen espín semientero (en fracciones cuán-
ticas de la cantidad de movimiento angular h/2x) las siguientes par-
tículas: positrón, mesón-J.L, protón, neutrón, antiprotón, antineutrón
y neutrino. El espín de los fotones equivale a 1 y el de los meso-
nes-x a O. Se supone que el espín de los hipotéticos gravitones es
igual a 2. Hasta la fecha no se han observado otros valores del espín.
El valor del espín determina en gran medida el carácter de la in-
teracción de las partículas y su movimento. Las partículas con espín
se(Ilientero se subordinan al principio de Pauli, según el cual en cada
esÚ~do energético interno del átomo no puede haber más de un elec-
tróh. Hablando vulgarmente podríamos decir que electrones de nú-
meros cuánticos iguales parece como si se evitaran recíprocamente en
cada estado energético interno del átomo.
Por otra parte, partículas y núcleos atómicos con valores numé-
ricos enteros de espín existen en cualquier cantidad en cada estado
energético.
Del valor de la masa y del espín depende el carácter de las ecuacio-
nes de movimiento de las partícnl:-s. Los fotones, por ejemplo (es-
pín = 1, masa propia = O), vienen dc-:critos por las ecuaciones de
Maxwell; los electrones y positrones (espín = ~2. masa = 1), por la
de Dirac. Para los protones y sus correspondientes antipartículas con
espín semientero y masa idéntica no se ha encontrado todavía ecua-
ción exacta y se emplea la de Dirac para jos electrones. Hay que hallar
también ecuaciones correspondientes para los mesones de diversas
masas y los hiperones. Por lo tanto, para expresar las leyes del movi-
miento de micropartículas cualitativamente distintas se precisan di-
versas ecuaciones de movimiento. Conviene subrayar muy particular-
mente ésta, pues tiene gran importancia filosófica. Como se sabe, la
mecánica clásica considera que las leyes de movimiento de los cuer-
pos más diversos se expresan con una foisma ecuación. La universa-
lidad de las ecuaciones de la mecánica clásica se debe a que los objetos
descritos, en la mayoría de los casos, podían ser considerados como
puntos materiales, haciendo abstracción de sus peculiaridades indivi-
PROPIEDADES FUNDAMENTALES DE LAS PARTICULAS 75

duales, de su estructura y variaciones internas. Sin embargo, en la


teoría actual no hay ni puede haber una ecuación única, ya que cada
tipo de partículas y de campos tiene su~ caracteres específicos.
Además de la masa, la carga y el espín, existe otra propiedad im-
portante, que es el momento magnético, propio tanto de las partícu-
las cargadas como de algunas neutras. Es indudable que cierta parte
del momento magnético es de origen cinético, es decir, que depen-
de del desplazamiento espacial de las partículas cargadas. Mas esto
00 es una regla general, ya que el neutrón, que no posee carga eléc-
trica, también tiene momento magnético. A su vez, el momento mag-
nético del protón se distingue del momento magnético que se cal-
cula por la ecuación del múvimiento. De la ecuación de Dirac se
deduce que el momento magnético del protón ha de ser igual por
su magnitud absoluta al llamado magnetón nuclear

eh
P.o = 4xMc
donde e es la carga y M la masa del protón. Sin embargo, los expe-
rimentos dan un valor totalmente distinto al momento magnético, que
resulta igual a 2, 79 p.o. El momento magnético del neutrón resulta
igual a 1,91 p.o, aunque, al parecer, no debería tener momento mag-
nético.
A fin de salvar esa contradicción, se ha expuesto la hipótesis de
que los protones y neutrones no existen constantemente como partí-
culas dadas;sino que sufren continuos cambios y transformaciones. El
protón, por ejemplo, existe cierto tiempo en forma de una combi-
nación de neutrón y mesón-n positivo. A su vez el neutrón se "diso-
cia" temporalmente en protón y rnesón-n negativo, con la particula-
ridad que la nube mesónica cargada está distribuida entre los nucleo-
nes en un sector de radio de 1 o-u cm. Los nucleones permanecen
disociados alrededor de un 20% de toda su vida; a los mesones-:t
corresponde un determinado momento magnético, que transfieren a
los nucleones que los forman. La disociación de los nucleones pro-
duce una insignificante atracció11 entre el electrón y el neutrón y una
insignificante repulsión entre el protón y ei electrón. Esto vuelve a
confirmarnos que la interacción de las partículas constituye la uni-
dad de atracción y repulsión. Al mismo tiempo, tales procesos nos
76 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

demuestran que la transformación de un estado en otro es ley im-


portantísima de la existencia de las partículas elementales.
Entre otras propiedades, debemos mencionar la carga me;ónira o
nrtclear, que caracteriza el nexo de las partículas con el campo me-
sónico. Al precer, la carga mesónica no es una propiedad homo-
génea, ya que existen varios tipos de campos mesónicos; debido a
ello es preciso distinguir las cargas mesónicas en relación con el cam-
po de mesones-n:, mesones-,11, etc. Los nucleones tienen una carga me-
sónica numéricamente ipual a 5 ó 6 e (e es la carga de electrón),
aunque dicha carga es de naturaleza completamente distinta a la
eléctrica, pues caracteriza el nexo de las partículas con el campo
me~ónico y no con el electromagnético.
A~ analiz1r la interdependencia y las transformaciones de las par-
tícults podemos preguntarnos: ¿No se puede suponer que por lo
menos algunas partículas están compuestas por otras? ¿Que el neu-
trón, por ejemplo, sea una combinación del protón, y el mesón-n: ne-
gativo y los mesones-p. la unión de electrones y de neutrino? La res-
puesta es negativa, ya que toda desintegración de partículas no es un
''desbarajuste'' mecánico del sistema en sus elementos componentes,
sino que se trata de transformaciones cualitativas de unas partículas
elementales en otras, también elementales.
El término "elementales" no debe interpretarse como carentes de
estructura, sino como la propiedad de su indivisión cualitativa. En
ese sentido son elementales los microobjetos que interactúan como un
todo único en los procesos conocidos. En ello radica una de las ma-
nifestaciones de lo finito aplicado a las partículas. Al mismo tiempo,
la finitud e integridad no excluyen la posibilidad de que existan for-
mas de materia menos complejas que las que integran dichas partícu-
las. En lo finito está asentado potencialmente lo infinito, y por eso
el concepto de elemental no es absoluto, sino histórico.
En relación con el descubrimiento de tantas partículas elementales
podemos preguntarnos si es posible estJ.blecer entre ellas algún en-
lace genético en el sentido de su mayor o menor complejidad. ¿Qué
propiedad podría servirnos como medida de esa complejidad relati-
va? Hoy día es difícil dar um respuesta definitiva; nos limitaremos
a exponer algunas consideraciones previas. Tal propiedad, evidente·
mente, no puede ser el espín, ya que en muchas partículas cualitati-
PROPIEDADES FUNDAMENTALES DE LAS PARTICULAS 77

vamentc distintas éste es idéntico. Tampoco p;1ede serlo la carga eléc-


trica, ya qu<: los fotones, el neutrino, los neutrones y algunas otras
partículas carecen de carga y todas las cargadas poseen una carga
eléctrica igual por su magmtud absoluta. Por causa análoga no pue-
den serlo el momento magnético ni la carga mesónica. De todas ias
propiedades, solamente la masa tiene valor diferente en los distintos
tipos de partículas y se inc• ementa constantemente a medida que au-
menta su propia energía interna. Debido a ello !'esulta lógico supo-
ner que las partículas elementales con mayor energía propia se ca-
racterizan también por una complejidad relativamente mayor de su
movimiento interno, ya que son capaces de un número mayor de
transformaciones que las dotadas de energía propia relativamente
menor. De aquí se deduce que la masa de las partículas, que es la
medida de su energí:-. interna, caracteriza, al mismo tiempo, su com-
plejidad relativa.
En efecto, en casi todos los procesos de transformación observa-
mos la desintegración de partículas con gran masa en otras de menor
masa; pero no se producen transformaciones inversas. Los produc-
tos de desintegración, por lo que se refiere a algunas de sus propie-
dades, han de ser menos que las partículas iniciales. Cierto que
también la Física moderna conoce procesos de carácter algo distinto,
en los cuales la partÍCJJl.-. de poca masa pero gran energía forma otras
varias de gran masa. Por ejemplo, el mesón-Jt de gran energía, al
pasar a través de la matc:>ria, puede producir un chaparrón en cascada
con partículas pesadas. Este caso, sin embargo, no contradice lo que
antes hemos expuesto. El mesón de por sí no produce partículas más
pesadas; lstas se forman sólo cuando el mesón interactúa con los
núcleos atoSmicos, es decir, cuando participan formas de materia más
complejas. Lo mismo debemos decir en relación con los fotones que
producen electrones, positrones y mesones al ser dispersados aqué-
llos por núcleos atómicos. La cantidad de partículas originadas por
los fotones aumenta a medida que crecen su energía y la masa co-
rrespondiente; esto nos demuestra que los fotones de gran energía
poseen un movimiento interno más complejo que los fotones de me-
nos energía. Lo mismo hay que decir de otras partículas cuyo número
de grados de libertad aumenta al incrementarse su energía, siendo
posibles, por esta razón, transform~ciones c;;.da vez más amplias.
78 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

La idea de que el grado de complejidad relativa de las partículas


depende de la magnitud de su masa y su energía concuerda también
con la tesis del materialismo dialéctico sobre la indisolubilidad de la
materia y el movimiento. Cuanto más numerosos y variados sean los
nexos y la interacción del objeto material, más complejo es su mo-
vimiento interno. En el caso de partículas elementales es fácil de ver
que las de mayor energía propia tienen, en proporción, mayor abun-
dancia de nexos e interacciones que las d~ menor energía; a dife-
rencia de estas últimas, por ejemplo, suelen provocar a su paso a tra-
vés de la materia los llamo.dos procesos de cascada.
Debemos tener en cuenta, además, que la energía es la medida
del '~ovimiento no sólo en su a~pecto cuantitativo, sino también en
el cualitativo. Eso confirma 11na vez más que la magnitud de la pro--
pia energía interna de las partículas elementales (al parecer sólo de
ellas) es la medida de la relativa complejidad de su movimiento in-
terno y de sus nexos. Acaso ese grado de complejidad no sea una
característica estática e invariable, sino que sea exclusivamente diná-
mico y cambie según el carácter del movimiento y la interacción de
las partículas; en ello estriba una de ·las diferencias sustanciales en-
tre los microobjetos y los cuerpos macroscópicos.
Señalaremos, por último, que la medida indicada de complejidad
relativa de las partículas elementales no parece ser la única. En el caso
de moléculas, átomos y cuerpos macroscópicos existen algunas pro-
piedades que pueden servir de norma de su relativa complejidad. Po-
siblemente, también puedan referirse a las partículas elementales.

§ 3. Leyes de las transformaciones mutuas de las partículas

h capacidad de transformación es la más asombrosa y destacada en


la existencia de las partículas. Hoy día no conocemos ninguna par-
tícula incapaz de unas u otras transformaciones. Los hiperones se
desintegran en protones y mesones, los mesones de gran masa en
ctros de masa menor, las antipartículas, al unirse a las partículas,
se aniquilan, transformándose en cuantos del campo electromagné-
tico, o en mesones, si se trata de protones y antiprotones. Incluso
partículas consideradas como totalmente estables no son algo inva-
LEYES DE LAS TRANSFORMAOONES MUTUAS 79

riable, pues experimentan continuas transformaciones internas. Por


ejemplo, los protones de los núcleos atómicos se transforman cons·
tantemente en neutrones y los neutrones en protones. En estado libre,
los protones y neutrones se "disocian'' continuamente al formarse los
mesones-.n:, debido a lo cual varían sus propiedades. El momento mag-
nético de los nudeones, así como algunas otras propiedades, no tiene
el mismo valor determinado en cada momento de tiempo, sino que es
un valor estadísticamente medio en el tiempo.
Cada partícula va indisolublemente ligada a diversos campos: elec-
tromagnético, gravitatorio o nuclear. El nexo de la partícula con el
campo no es más que una constante irradiación y absorción de los
corespondientes cuantos del campo. Este proceso, como es natural,
modifica las propiedades y hasta la estructura de las partículas si la
energía de los estímulos exteriores aumenta muy intensamente. Por
consigt.&iente, en cada momento dado de tiempo, la partícula "es y
no es".
La transformación recíproca se manifiesta con particular claridad
en las interacciones de gran energía. Por ejemplo, si el núcleo ató-
mico es incidido por una partícula de energía superior a mil millo-
nes de electrón-voltios, el número total de partículas que se origi-
nan al final de la reacción será distinto del que había antes. Bajo el
influjo de la acción exterior, aumenta intensamente la energía del
movimiento de los nucleones y en el núcleo se forman numerosas
partíClllas. A continuación da comienzo a una dilatación intensiva,
que Ya acompañada por la emisión de un chaparrón de mesones y
nucleones.
Al producirse la colisión de nucleones de gran energía, los pro-
tones y neutrones se transforman recíprocamente unos en otros y en
e! curso de la reacción apuecen los mesones-.n:, cuyo número es tanto
m5s cll·vado cuanto mayor es la energía de las partículas que cho-
can. Parece como si el campo mesónico se "desprendiese" de los nu-
clcones. Todo el espado en e\ sector de la interacción se satura inme-
diatamente de gran el'lergia, que luego es absorbida por los mesones.
Todos esos prc.c:e!;OS se distinguen sustancialmente de la interacción
admitida en la Física clisic?.. Es~a última consideraba las reacciones
de las pa~tículas como la unión o desunión de elementos estructura-
les ya dados. La Física actual admite no sólo la unión o desunión
80 LAS PARTJCULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

de partículas, sino la formación de partículas cualitativamente nue-


vas, antes no existentes.
¿Qué leyes rigen, pues, todas esas transformaciones recíprocas? An-
te todo la ley universal de conservación de la materia y del movi-
miento, que determina todas las variaciones que tienen lugar en la
naturaleza. Según esa ley, es imposible en todo proceso que algo surja
de la nada o que se destruy;¡n la materia y el movimiento, que ~on
increados e indestructibles. La expresión concreta de esa ley univer-
sal son las leyes de conservación de algunas propiedades de la mate-
ria: energía, masa, carga eléctrica, cantidad de movimiento, cantidad
de movimiento angular y otras.
Es ~mpletamente natural que la ley de conservación de la ma-
teria y el. movimiento se revele concretamente a través de las leyes
de conser'vación de las distintas propiedades: la materia sólo puede
manifestarse a través de sus formas y propiedades concretas.
Las leyes de conservación de la energía, cantidad de movimiento
y cantidad de movimiento angular son manifestaciones concretas de
la ley universal de conservación del movimiento y expresan la indes-
tructibilidad cuantitativa del movimiento en sus diversas formas. Las
leyes de conservación de la masa, carga eléctrica y algunas otras pro·
piedades reflejan la indestructibilidad de las características esenciales
de les microobjetos. En su :onjunto, las leyes de conservación de las
distintas propiedades expresan la indestructibilidad y la sustantivi-
dad de la materia, como portadora que es de todas esas propiedades.
Ninguna transformación de las partículas es posible si no se ajusta a
!as leyes de conservación. Por ejemplo, la transformación del prvtón
en tres mesones-rr positivos y negativos es imposible, ya que no se
cumpliría la ley de conservación del espín, que viene a sel' la gene-
ralización de la ley de conservación de la cantidad de movimiento
angular.
El desarrollo de la teoría cuántica permitió establecer algunas nue-
vas leyes de conservación, aparte de las ya enumeradas. Algunas de
ellas se asemejan exteriormente a la ley de conservación de la carga
eléctrica. Figuran entre ellas la ley de conservación de la carga nu-
clear, que expresa la conservación de la diferencia del número de
partículas pesadas y antipartículas; la ley de conservación de la carga
del neutrino, que expresa la conservación de Ja diferencia del númen>
LEYES DE LAS TRANSFORMACIONES MUTUAS 81

de partículas ligeras y antipartículas. Además, se supone que el neu·


trón posee una carga neutrónica única, a semejanza del protón, que
posee una carga eléctrica positiva única. En virtud de eso se admite
la ley de conservación de la carga neutrónica. Sin embargo, a di-
ferencia de la ley de conservación de la carga eléctrica, dicha ley no
rige para todos los microprocesos. No se observa, por ejemplo, en la
desintegración de mesones e hiperones.
Hoy día se habla también de otras leyes de conservación, <!ue de-
terminan la interacción de las partículas y excluyen la posibilidad
de transformaciones arbitrarias. Pero algunas de esas leyes refiérense
únicamente a ciertos grupos de partículas y no son universales. No
debemos olvidar que la formulación de leyes parciales de. conser·
vación de algunas propiedades de la materia es relativa en el pla-
no histórico y depende del nivel de los conocimientos sobre la es-
tructura de la materia. El decidir qué propiedad debe tomarse como
conservada para basar sobre ella la ley correspondiente, depende en
mucho del nivel del conocimiento físico de esa propiedad. A veces,
el descubrimiento de la naturaleza de dicha propiedad y su explica-
ción por otras propiedades más 'profundas acaba por anula1 dicha ley
de conservación, y en lugar de ella se formula otra, más profunda
y deducida de otros principios. Por ejemplo, antes del siglo XIX se
admitía la ley de conservación de la electricidad. Sin embargo, inves-
tigaciones posteriores de ese fenómeno demostraron que dicha ley no
puede existir y se la ha sustituido por otra más exatta sobre la con-
servación de la carga eléctrica, deducida de otros principios teóricos.
Se conocía, asimismo, la ley de conservación de la fuerza viva, anu-
lada con el tiempo, mas su contenido positivo permanece en la ley
de conservación de la energía. Hasta mediados del siglo XIX se ad-
mitía la existencia de la ley de conservación de la cantidad de calor
y estaba muy extendida en la Física la hipótesis del calórico, fluido
del calor, que se conservaba en todas las transformaciones de los
elementos. Sin embargo, los avances en la teoría cinética-molecular
del calor llevaron a prescindir de la hipótesis del calórico. Con ello
perdió también su sentido la ley de conservación de la cantidad de
calor, dejando paso a otras leyes más profundas.
No está excluida la posibilidad de que algunas leyes de con-
Ser\'ación que: hoy día se consideran inconmovibles sean sustituidas
82 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE Lt. MATERIA

por otras, más profundas, cuando se descubra la naturaleza de las


propiedades correspondientes. Mas, en cualquif'r caso, queda en pie
la ley univer!.al de conservación de la materia y del movimiento, que
expresa la indestructibilidad de la materia de todos los fenómenos.
Debemos subrayar muy particularmen~e el firme carácter de esa ley,
ya que hoy día \'uelve a tomar cuerpo la reaccionaria afirmación de
que se trata de una ley anticuada que debe ser sustituida por otra.
En ese intento se di5tinguen sobre todo los pattidarios de la concep-
ción energética de la naturaleza. Basándose en la falsa interpretación
de las traru.formaciones recíprocas de las partículas, los modernos
idealistas "físicos" quieren resucitar la filo:;ofía reaccionaria de Ost-
wald y demostrar que la base de todos los procesos de la natura-
leza es una "energía inmaterial" que dehe ser considerada como la
verdadera sustancia del Unive~so. En las "demostraciones" de los
partidarios del energetismo ocupa lugar especial la interpretación
idealista de la ley E= mc2• Esa ley, que expre~a la indisoluble interde-
pendencia de la masa con la energía, se interpreta como ley de "equi-
valencia de la materia y la energía". Los idealistas "físicos" identi-
ficaban al principio .la materia con la masa, luego la masa con la
energía y más ta;de manifiestan que la materia y la energia son equi-
valentes y que las Jeyes de la energía son la única sustancia del Uni-
verso. El norteamericano Barnet, en su libro El Universo y el doctor
Einstein ( 1949), eso:ribe: "Einstein demostró que la masa y la ener-
gía son equivalentes: la propiedad llamada masa no es más que
energía concentrada. Dicho de otro modo, la materia es energía y la
energía es materia; la diferencia entre ambas no es más que un estado
temporal."
Este punto de vista es típico entre los medios burgueses; lo pro-
pagan tanto los diV'Jlgadores de la ciencia como los investigadores.
Así, por ejemplo, Heisenberg, el conocido Hsico de Alemania Occi-
dental, se esfuerza por demostrar en su libro Modificaciones en las
bases Je las Cimdas Naturales que "en realidad no existe más que
una base primitiva única que constituye todo lo existente. Si hemos
de dar un nombre a esa base inicial, hoy por hoy podemos calificarla
tao sólo de «energía». Dicha energía sustancial se manifiesta bajo
.diversos aspectos. Aparece siempre en forma de cuantos discretos,
.que consideramos como ladrillitos minúsculos e indivisos de todo lo
LEYES DE LAS TRANSFORMACIONES MUTUAS 83
material y por razones puramente históricas no los calificamos de áto-
mos, sino de partículas elementales. Entre esas formas fundamenta-
les de energía hay tres variedades particularmente estables: electro-
nes, protones y neutrones, que constituyen la materia propiamente
dicha ... " 4 El físico austríaco Tirring, en su libro Historia de la
bomba atómica, dice que "en un sistema cerrado ni la cantidad de
materia ni la cantidad de energía permanece invariable por sí sola,
de forma que debemos considerar erróneas las dos leyes básicas de
las Ciencias Naturales". "En vez de dos leyes separadas de conser-
vación - ley de conservación de la materia y ley de conservación
de la energía -existe ahora una ley única de conservación de la ma-
teria y de la energía." :>
Importa subrayar que, en la mayoría de los <::asos, esos intentos de
reducir la materia a energía no son una inofensiva conclusión de tér-
minos, como suele afirmarse a veces. Los científicos idealistas bur-
gueses se manifiestan conscientemente contra los principios funda-
mentale!; del materialismo y entienden por energía algo distinto por
principio de la materia, algo que está en relación con el espíritu y la
voluntad divina. '
El descubrimiento del antiprotón y de otras antipartículas ha dado
de nuevo pie a los idealistas "físicos" para salir en defensa del ener-
getismo, llegando a exponer ciertas conclusiones de índole politico-
social. Como señalábamos antes, de los principios teóricos de la Fí-
sica actual se deduce la posibilidad de que existan átomos en cuyos
núcleos haya antiprotones y antineutrones, y que tengan en sus capas
positrones en lugar de electrones. Es posible incluso que en el Univer-
so infinito existan mundos enteros de esa "antimateria". En sus coli-
siones con átomos corrientes deberán producirse potentes procesos de
transformaciones de la materia en radiación. Partiendo de la posibili-
dad de dichos procesos y considerando la radiación electromagnética
como energía "pura", los idealistas "físicos" manifiestan que las posi-
bilidades de destrucción de la materia radican en las propias leyes
de existencia de las rnicropartículas. Pero como el Universo no se ha
destruido y sigue existiendo, deducen que los opuestos no luchan,

~ W. Heisenberg, Wantilrmgen in den Grtmálagen áu NIIINrwissenschaft, 8


Auf!age, Zurich, 1949. pág. 97.
:> H. Tirring, Geuhkhte tier Atombombe, Viena, 1946, pág. 35.
84 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

sino que coexisten. Rechazan la propia idea de la dialéctica marxista


sobre la lucha de los contrarios como contenido interno del movi-
miento y el desarrollo; al mismo tiempo, califican de errónea la teo-
ría de la lucha de clases en la sociedad. Entre los capitalistas y los
obreros, dicen, no hay contradicciones de ningún género ni tampoco
lucha, sino una armonía total completa en el marco del "capitalismo
popular".
Esas fantasías no pasan de tales si consideramos los datos actua-
les de la ciencia y la práctica. Carece de toda consistencia, en pri-
mer lugar, la identificación del campo electromagnético y sus cuan-
tos con la energía. La energía es una de las características del campo,
pero no es la única. El concepto de energía expresa la medida cuan-
titativa del movimiento de la materia o la capacidad del sistema de
producir trabajo. El campo electromagnético es una forma especial
..-- de la materia en movimiento, y reducir la materia a una de sus pro-
piedades es tan absurdo corno reducir, por ejemplo, el individuo al
peso de su cuerpo e identificarlo con él.
Finalmente, desde el punto de vista físico, no hay razón alguna
para afirmar que la masa puede pasar a ser energía, y viceversa. Aun-
que la masa y la energía mantienen vínculos indisolubles, son pro-
piedades distintas.
La masa es la medida de la inercia y de los nexos gravitatorios,
mientras que la energía es la medida física del movimiento o la ca-
pacidad del cuerpo de producir trabajo. A cada masa corresponde su
energía, lo mismo que a toda energía corresponde una masa deter-
minada. Debido a esto, la masa y la energía no pueden desaparecer,
transformándose la una en la otra. Si como resultado de una reac·
ción nuclear se forman partículas de gran energía, pero con una
masa de reposo menor que la masa de los productos iniciales de la
reacción, eso no significa que la masa se haya transformado en ener-
gía. Simplemente, no ha sido tomada en consideración la masa com-
plementaria de partículas originadas por el aumento de velocidad se-
gún las relaciones relativistas. Pero si tomamos en consideración ese
incremento de la masa y lo sumamos a la masa de la radiación
producida, así como con la masa de reposo de los productos de reac-
ción, obtendremos la misma masa que tenía la partícula al comienzo
de la reacción. Por lo tanto, sustancialmente, tanto la masa como la
LEYES DE LAS TRANSFORMACIONES MUTUAS 8'
energía se conservan por separado, aunque ambas propiedades están
indisolublemente ligadas entre sí y experimentan modificaciones re-
d procamente proporcionales.
Pasemos a examinar ahora otros aspectos de transformaciones de
las partículas. Hoy día, la interpretación teórica de esos fenómenos
está todavía muy lejos de haber alcanzado una solución satisfactoria
y tropieza con grandes dificultades. La Física actual registra tan
sólo la etapa inicial y final de la reacción, pero nada puede decir-
nos de lo que ocurre entre ellas, ni cuál es el mecanismo interno del
proceso de transformación. Parece imposible explicar la naturaleza
de esos fenómenos si no se conoce previamente la estructura de las
partículas elementales.
Hasta hace poco la transformación se interpretaba de acuerdo con
las ideas clásicas, es decir, como la fisión de un sistema complejo
en sus elementos componentes, debido a lo cual algunas partículas
eran consideradas como una combinación de las partículas en que se
desintegraban. El neutrón, por ejemplo, se conceptuaba como una
combinación de protón, electrón y neutrino. Esas concepciones esta-
ban, sin embargo, en contradicción con los hechos: un sistema com-
puesto debe desintegrarse si la energía de la acción exterior supera
la energía de enlace de sus elementos. Pero las partículas elementa·
les no se fisionan ni siquiera cuando la energía de la acción exterior
es muchas veces superior a su propia energía. En todos los casos in-
teractúan como un todo entero y no se les puede aplicar el concepto
de sistema compuesto.
Resulta sumamente difícil explicar la transformación de las par·
tículas en cuantos del campo electromagnético. En la interpretación
de esos procesos prevaleció al principio la opinión de Dirac, a quien
se debe la ecuación relativista del movimiento del electrón. La solu·
ción de esa ecuación confería al electrón libre dos valores de ener-
gía: positiva y negativa, pudiendo estos valores aumentar hasta el
infinito. De aquí se deducía la posibilidad de partículas con carga
negativa. Dirac supuso que en el espacio existía ilimitada cantidad de
partículas de esa clase y que constituían un océano sin fondo, en el
cual la densidad de la carga era infinita; todos los niveles de ener-
gía positiva estarían plenamente saturados en él, mientras que los de
energía positiva lo estarían sólo en parte, por electrones ordinarios.
86 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATEiliA

De acuerdo con el principio de Pauli, en cada nivel energético no


puede haber más de dos electrones. Debido a ello, el desplazamiento
de nuevas partículas a niveles de energía negativa será imposible, ya
que todos esos niveles están saturados. La cantidad de esos niveles es
infinita y constituyen un fondo continuo de electrones de energía ne-
gativa. Como ese fondo es continuo, no hay nada que lo manifiest~.
Pero si absorbe un cuanto de energía superior a un millón de E-lec-
trón-voltios, uno de los electrones pasa del estado de energía nega-
tiva al de energía,positiva, forman~o un electrón corriente y el "hue-
co" del fondo se comportará como un electrón-positrón de carga po-
sitiva. Pasado cierto tiempo, algún electrón corriente incide en el
hueco y deja de ser observable; la diferencia de energía entre los
estados positivo y negativo es absorbida por los cuantos del campo
electromagnético. Prodúcese el aniquilamiento del electrón y del po-
siuón y la formación de fotones.
~asándose en esto, Dirac predijo la existencia del positrón y ex-
plicó algunas de sus propiedades. Sin embargo, la hipótesis de Dirac,
pese a todo, no puede considerarse comQ un reflejo adecuado de la
naturaleza de las transformaciones recíprocas. No puede satisfacernos
en absoluto la idea de que existe un "fondo" invariable de electro-
nes de energía negativa. Si dicho fondo no interactúa con los elec·
trones y otros cuerpos, en virtud de lo cual es inobservable, tampoco
debería, por su carencia de nexos exteriores, interactuar con foto-
nes; por lo tanto, el "hueco" del fondo (es decir, el posjtrón) no
podría haberse formado. Si se admite semejante interacción, hay que
rechazar la tesis de que es inobservable y acept~:.r en principio la po-
sibilidad de observarlo por medio de los aparatos. La Física actual
dispone de aparatos de suma perfecdón para el estudio del micro-
crosmos, pero hasta ahora nada indica la existencia del "fondo" tal
como suponía Dirac.
También existen contradicciones en otro sentido. Según los datos
actuales, los cuant~Y.o·gamma de gran energía pueden producir, ade·
más de electrones-positrones, mesones diversos y pares de nucleones
y antinucleones. Para acomodar esto a la concepción examinada es
preciso admitir la existencia no sólo del foncio electrónico, sino tam·
bién el de varios fondos de diversas masas y el de nucleones y de
otras partículas con espín semientero, subordinados a la estadística
LEY:?:S DE LAS TRANSFORMACIONES .MIIT11~~ 87

de Fermi. Dirac se manifiesta de acuerdo con ello. "Puede conside·


rarse - dice- que para cada clase de partículas reladoimdas con
fermiones exi!ite su propio océano saturado de esas partíc11las en es-
tado de energía negativa; por consiguiente, hay una serie de océanos
que se van superponiendo." 6
Pero en este caso se nos presenta una grave contradicción; la for-
mación por los fotones de mesones-:n: positivos y negativos y su trans-
formación en cu.mtos-gamma se produce en forma análoga a los
procesos de formación de pares de electrones-positrones y la forma-
ción inversa de fotones por el aniquilamiento de partículas. Sin em-
bargo, el espín de los mesones-:n: equivale a cero y el principio de
Pauli es inaplicable a ellos; por lo tanto, resulta supe:flua hasta la
idea de que eJriste un fondo inobservable para esas partículas. Las
transformaciones de las partículas deben explicarse p:utieado de supo·
siciones menos artificiosas. El profesor Zeldóvich dice a ese respecto:
"El «fondo» y los «huecos>> son, desde el punto de vista actual,
andamios que ya han cumplido su misión histórica en el proceso de
construcción del edificio y no sirven ya para nada. No significan sino
un estorbo, por cuanto nos impiden percibir la armonía del edificio,
y deben ser retirados." 1
En la historia de la ciencia se conocen casos de que una teoría ma-
temática correcta haya sido falsamente interpl"etada ~esde el punto de
vista físico. Así, a principios del siglo XIX, Ca1not expuso los prin-
cipios de la termodinámica, aunque en la explicación de la naturaleza
física del calor se basaba en la hipótesis oei calórico, que más tarde
fue abandonada. Durante mucho tiempo no se encontró una explica-
ción física correcta a las ecuaciones de Maxwell, que vinculaban la
naturaleza del calor a los procesos en el éter, siendo así que más tarde
se había prescindido también de la hipótesis del éter. Es induda-
ble que, en un futuro no muy lejano, ia teoría de las transforma-
ciones recíprocas de las partículas encontrará una explicación física
racional.

" Re\"ista L.1 Cin1cia y l.t Vida. núm. l. 1Q57, p:i,~t. 26.
. 7 Re\'ista Pmgr<'ros de las Ciertdas Físim•. t. UX. fase. :'>. julio de 1956. p.Í.·
81na 379.
88 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

§ 4. Dependencia de las propiedades de las partículas respecto


de sus nexos

Examinemos ahora algunos aspectos filosóficos del problema de la


r¡aturaleza o esencia de las propiedades de las partículas. Eso nds
permitirá abordar desde un nuevo aspecto el problema de lo finito,
lo infinito en el microcosmos. Podremos comprender las propiedades
de cualquier cuerpo sólo si tomamos en consideración sus vínculos e
interacciones con otros cuerpos. La· interacción es lo que determina
las propiedades de los objetos materiales y la forma en que dichas
propiedades se manifiestan. Cuanto más complejo sea el objeto ma-
terial, más multifacéticos y profundos serán sus enlaces con otros
cuerpos r más complejas serán sus propias formas de movimiento.
"El objeto de las Ciencias Naturales -escribía Engels - es la
materia en movimiento, los cuerpos. Los cuerpos son inseparables del
movimiento; sus formas y tipos se conocen sólo en el movimiento;
/rtiída podemos decir de los cuerpos fuera de su movimiento, fuera de
su relación con otros cuerpos. Sólo en el movimiento revela el cuerpo
lo que es. Por eso, las Ciencias Naturales estudian los cuerpos en su
relación mutua, en su movimiento. Conocer las diversas formas del
movimiento es conocer los cuerpos. Así, el estudio de las diversas for-
mas del movimiento es el objeto primordial de las Ciencias Natu-
rales." s
En las interacciones de los cuerpos se manifiestan todas sus pro-
piedades. No existen propiedades que no se revelen en los multifor-
mes fenómenos ext:·riores y enlaces de los cuerpos. Una confirmación
de ello es la práctica entera de la producción social, que demuestra
la inexistencia de la incognoscible "cosa en sí" y la posibilidad de
conocer objetiva y certeramente cualquier fenómeno por complejo
que sea. Gracias al análisis teórico de los vínculos electromagcéticos,
gravitatorios, nucleares, etc., de los cuerpos, se ha descubierto la com-
posición química de las estrellas y nebulosas, la estructura de las mo-
léculas y de los átomos, en una palabra, se ha llegado a conocer todo
aquello que hoy constituye el contenido de las Ciencias Naturales.
El perfeu:ionamiento de la técnica experimental y la creación de apa-
P Marx y Engels, CartaJ escogidaJ, 19B, pág. 283.
LAS PROPIEDADES DE LAS PARTICULAS Y SUS NEXOS 89

·ratos más perfectos, capaces de registrar las interacciones más sutiles


y ocultas, nos permitirá ampliar en mayor medida los límites de la
investigación.
Engels había observado con gran profundidad: "La interacción es
la verdadera car~sa finaJis de las cosas. No podemos ir más allá del
conocimiento de esta interacción por la razón precisa de que más
allá no hay nada que conocer. El conocimiento de las formas de mo-
vimiento de la materia (para lo cual, es cierto, nos falta todavía
mucho debido a la breve existencia de las Ciencias Naturales) sig-
nifica conocer la propia materia, y eso colma el conocimiento." 9
Como hemos indicado ya, cada cuerpo posee nexos externos e in-
ternos que se encuentran en indisoluble unión y dependencia reci-
proca. Los enlaces externos representan la estructura de los objetos,
es decir, el conjunto de sus vínculos internos. A su vez, la estructura
de los cuerpos depende en mucho de las condiciones de su existencia,
o sea de los enlaces exteriores, y se modifica al cambiar esos últimos.
Debido a ello, cada calidad tiene un número infinito de gradaciones
cuantitativas.
La división de los nexos en' externos e internos es relativa y viene
determinada, en lo fundamental, por la configuración espacial de los
cuerpos. Entre los enlaces externos e internos no hay límites impene-
trables. Los enlaces internos de un sistema pueden ser externos para
los cuerpos que constituyen dicho sistema. Y, al contrario, las uniones
y relaciones externas de un cuerpo son internas para el sistema de
que forma parte.
Cuando se trata de cuerpos macroscópicos, con límites espaciales
bien delimitados, no es difícil clasificar los vínculos en externos o in-
ternos. Pero no ocurre así cuando se tr:ta de microobjetos y se precisa
gran exactitud. A las partícubs elementales no se les puede adjudicar
límites geométricos estrictos, ya que no se trata de esferillas, sino de
objetos que poseen propiedades ondulatorias y están indisolublemen-
te ligados al campo. Cada campo contribuye a la estructura de las par-
ticulas y resulta imposible determinar con precisión dónde acaba el
campo exterior y dónde empieza la partícula propiamente dicha. Por
ejemplo, el radio del protón es de 2 · 10-14 cm aproximadamente.
Pero, en realidad, es el radio de la nube mesónica que rodea la
~ F. Engels. Di.Jiéclica de la watur.dntt, ed. dt .. pág. 184.
90 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

"médula" del protón. A medida que nos aproximamos al centro del


protón, aumenta la densidad de la materia, por lo que resulta impo-
sible fijar con exactitud el límite donde efectivamente empieza el
protón y termina su campo. Ese límite no existe objetivamente y las
dimensiones del protón se determinan, en medida considerable, por
la energía de su interacción con la partícula incidente. Si la energía
de esa partícula es grande, puede penetrar con mayor profundidad
en la región del protón, y en ese caso el valor efectivo de las dimen·
siones del protón será menor que si se trata de partículas de pequeña
energía.
Sin embargo, si prescindimos de esas sutilezas y no exigimos la de-
terminación exacta de los "limites" de cada partícula elemental, po-
dremos determinar, en general, los enlaces internos y externos de las
partículas elementales, ya que cada una de ellas interactúa como una
formación discreta y no se "expande" a regiones amplias del espacio.
Las propiedades de todo objeto material son resultado de sus víncu-
/ -- los internos y externos, así como de sus interacciones. Dichos vínculos
/ pueden ser infinitamente variados y por eso cualquier objeto ma·
terial puede tener todas las propiedades que se quiera. Del conjunto
de propiedades, unas son esenciales, otras no. Llamamos propieda-
des y uniones esenciales a las que determinan, en las condiciones da-
das, las pecuharidades cualitativas y las leyes internas de existencia
del cuerpo, mientras que las no esenciales carecen de tales caracte-
rísticas. Como es natural, se estudian en primer lugar los enlaces y
las propiedades esenciales, ya que para descubrir la ley que rige un
fenómeno es preciso hacer abstracción de todo lo accesorio y no esen-
cial, destacando lo principal, lo básico.
No obstante, una vez establecida la ley, el conocimiento se con-
centra en la investigación de propiedades y enlaces que antes no se
consideraban esenciales. Y suele ocurrir a veces que una propiedad,
aparentemente poco importante, entraña un profundo mundo de fe-
nómenos, cuyo estudio produce sensibles moditicaciones en la teoría.
Por ejemplo, el estudio atento del desplazamiento de los niveles de
electrones en un átomo de hidrógeno, que antes parecía secundatio y
se consideraba como error de medición, permitió establecer la exis-
tencia de estados de vacío en los campos y contribuyó al desarrollo
de la electrodinámica de los cuantos (véase cap. 11, § 5). Esto con·
LAS PROPIEDADES DE LAS PARTICULAS Y SUS NEXOS 91

firma la tesis ya enunciada de que el conocimiento va desde sus-


tancias de primer orden a las de segundo, y así sucesivamente.
Todas las propiedades de los cuerpos están indisolublemente liga-
das entre sí, pues son la forma en que se manifiesta la sustancia
única del objeto material dado. En casos de energías relativamente
pequeñas de interacción, las propiedades físico-químicas se determi-
nan más que nada por su estructura. En casos de gran energía, sus
propiedades dependen principalmente de los enlaces exteriores. Cuan-
do la energía de los enlaces externos se hace igual o mayor que la
energía de los internos, que al tratarse de partículas elementales co-
rresponde a su propia masa, el cuerpo puede transformarse en otro
cualitativamente distinto, es decir, que su estructura se transforma
radicalmente. Un ejemplo típico de ello son las transformaciones de
los núcleos atómicos y de las partículas elementales en casos de gran-
des energías de acción recíproca.
Históricamente, el conocimiento de la estructura de la materia em-
pezó por el descubrimiento de los enlaces exteriores, para pasar luego
al descubrimiento de los interiores. De acuerdo con ello examina-
remos primero la dependencia de las propiedades de las micropar-
tículas respecto de sus enlaces exteriores y luego el problema de su
estructura.
Según la tesis del materialismo dialéctico sobre la concatenación
universal y la interdependencia de los fenómenos, la variación en el
estado de un objetó material producirá la correspondiente variación
en el estado·y en las propiedades de los cuerpos a que esté enlazado.
Y viceversa, el cambio de los enlaces exteriores y de las condiciones
de existencia provocará el cambio de las propiedades del cuerpo. Eso
significa que cada objeto material refleja en si la influencia de otros
cuerpos y varía en consonancia con elio. Cabe decir que cada cuerpo
viene a ser a modo de un espejo del sistema material que él mismo
constituye. Lenin, en su obra Materialismo y empiriocriticismo, escri-
be: " ... Es lógico suponer que toda materia posee una propiedad
similar en su esencia a la sensación, la propiedad de reflejar... " 10 A
nuestro modo de ver, la propiedad de reflejar es la capacidad de los
objetos de reaccionar de modo determinado a la acción exterior, refle-
jando en si las variaciones habidas en el estado de otros cuerpos.
10 V. l. U1\io, Obr11s, 4' ed. en ruso, t. XIV, pág. 81.
92 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

Diríase que cada objeto material "plasma" en sí sus condiciones de


existencia y varía al variar estas últimas. Esto nos demuestra que las
propiedades de los objetos no sólo se revelan en las acciones recí-
procas, sino que cambian al cambiar los enlaces exteriores. Así nos
lo confirman todos los datos modernos de la ciencia.
Las partículas conocidas hasta la fecha interactúan entre sí bien
por colisiones directas, bien por la emisión y absorción de cuantos
del campo electromagnético y mesónico. A consecuencia de ello va-
ría su estado, dependiendo el carácter de esa variación, en lo fun·
damental, de la energía de las acciones recíprocas. Si la partícula
es absorbida por un sistema cualquiera, en su estructura se reflejan
las r.uevas condiciones de existencia, y así lo manifiestan ciertos cam-
bios de sus propiedades. Por ejemplo, cuando el núcleo captura al
nucleón, su masa se modifica, ya que cierta parte de la sustancia
del nucleón se transforma en radiación. Debido a ello, la masa del
nucleón en el núcleo es menor que su masa en estado libre. Obser-
vamos ese mismo "defecto" en la masa de los átomos al producirse
la captura de electrones en diversos niveles energéticos. Los electro-
nes situados más cerca del núcleo y poseedores por ello de enlaces
de mayor energía con el núcleo tienen menos masa propia que los
situados en capas electrónicas exteriores. Esto se debe a que el elec-
trón, al incidir en el nivel energético inferior, emite un fotón que
absorbe cierta parte de la masa y de la energía del electrón. No he-
mos de olvidar tampoco la importante circunstancia de que al unirse
las partículas sus propiedades no se agrupan adicionalmente, es de-
cir, ei conjunto de magnitudes que caracLriza las propiedades de los
productos finales de la reacción no es igual a la suma aritmética de
las magnitudes características de las propiedades de los componentes
iniciales. Lo mismo ocurre al agrupar los enlaces internos del siste-
ma, puesto que la resultante de los enlaces de un sistema complejo no
equivale a la suma aritmética de los enlaces de los componentes del
sistema. A causa de esto, las propiedades del todo se diferencian
cualitativamente de las propiedades de las partes componentes. En
el proceso de unificación de las partes en un sistema se produce el
tránsito a una cualidad nueva. Una característica de ese tránsito, en
el caso de las partículas, es la liberación de energía, absorbida por
los cuantos del campo electromagnético o por otras partículas. La
LAS PROPIEDADES DE LAS PARTICULAS Y SUS NEXOS 93

magnitud de la energía liberada nos da la medida de la estabilidad


del sistema formado.
Cabe decir que, en los sistemas, las propiedades de las partículas
"se generalizan" y pierden su carácter inJividual; por eso el sistema
de partículas - átomo o núcleo - interactúa con otros cuerpos como
un todo. Al hablar de "sistemas de partículas" conviene tener pre-
sente la limitación de ese término, legado por la mecánica clásica.
En los procesos de unificación de partículas elementales no se pro-
duce, como es natural, un sistema mecánico, sino una formación úni-
ca, íntegra, de la materia.
La agrupación no adicional de propiedades de partículas, al unirse
éstas en sistema, no se observa sólo en los "defectos" de la masa,
sino también en la modificación de otras propiedades. Por ejemplo,
el momento magnético de muchos núcleos atómicos es algo menor
que la suma de los momentos magnéticos de los nucleones que los
componen en estado libre. Si tomamos el deuterón, formado por pro-
tón y neutrón, veremos que su momento magnético equivale a 0,8565
del magnetón nuclear, mientras que la suma del momento magnéti-
co del protón (P.P = 2, 7896p.nu~) y la dtl momento magnético del neu-
trón ( P.n = 1,91 03p.nuc) es de 0,8793P,nue, lo que supera en 0,0228p.nuo
la resultante del momento magnético del deuterón.
Estos ejemplos nos muestran concretamente cómo se manifiesta la
propiedad de reflejar en el microcosmos.
El hecho de que las propiedades de las partículas dependan ra-
dicalmente de sus enlaces con otras partículas y con el campo exte-
rior amplía en alto grado la idea de lo finito y lo infinito en la es-
tructura de la materia. De ello se deduce que las partículas pueden
poseer las más diversas propiedades en dependencia de sus uniones
y relaciones concretas. Por ejemplo, los electrones que entran en la
composición de las células del cuerpo humano poseen unas propie-
dades algo distintas de los que se hallan en estado libre. Hemos di-
cho ya que los electrones asociados poseen masa y carga específica
(relación de la carga y la masa) algo distintas que en estado libre.
Han de existir también diferencias respecto a otras propiedades, aun·
que hoy día esto es un problema todavía no dilucidado.
El descubrimiento del átomo y de las propiedades generales de las
partículas elementales significa la primera etapa en el descubrimien·
94 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

to de la infinitud en la estructura de la materia. Las partículas ele-


mentales eran consideradas todavía como idénticas en sus diversas
uniones. La segunda etapa de conocimiento de la infinitud - que
pertenece todavía al futuro- será el estudio de las características in-
dividuales de cada tipo de partículas en sus respectivas combinacio-
nes. Eso no debe interpretarse en el sentido de que llegará un día
en que la ciencia haga un resumen de propiedades de cada electrón
por separado. En la región del mundo conocida actualmente, con
un radio de varios miles de millones de años de luz, existen apro-
ximadamente 1078 electrones y sería absurdo y utópico tratar de co-
nocer las características individuales de cada una de esas partículas,
o siquiera de una pequeña parte de ellas. Eso resulta imposible tam-
bién desde el punto de vista físico; todo intento de "marcar" la par-
tícula cambiaría su impulso y sus coordenadas, o la transformaría en
otra partícula; en cualquier caso, el electrón "marcado" desaparece
para siempre de nuestro campo visual y no podemos distinguirlo de
los--otros. Por eso, el propio planteamiento del problema - el estu-
dio de las propiedades iPdividuales de las partículas - no debe
referirse al análisis escrupuloso de cada electrón, sino al estudio de
las propiedades complementarias que se dan en los grandes conjun-
tos de partículas al agruparse en determinados sistemas, por ejemplo,
en moléculas albuminoideas de un tipo dado.
En la moderna mecánica cuántica, las partículas de un tipo de-
terminado se consideran como idéntica.s. Es decir, que los electrones
extraídos de diversa:i combinaciones tendrán, en condiciones iguales,
idénticas propiedades y por eso no se distinguirán entre sí.
Pero de ahí no se deduce que en condiciones diferentes las par-
tículas hayan de ser iguales en un todo. Como hemos dicho ya, las
propiedades de los cuerpos dependen de sus enlaces y acciones recí-
procas, debido a lo cual a un nuevo carácter de enlaces correspon-
derán propiedades nuevas. Por eso, para conocer el electrón de un
modo completo no basta con descubrir su estructura; hay que cono-
cer también todos sus vínculos exteriores dentro del sistema de que
forma parte.
Históricamente, en el conocimiento de las propiedades y la estruc-
tura de la materia han existido dos tendencias. La primera explica-
ba las propiedades del microcosmos basándose en las propiedades
LAS PROPIEDADES DE LAS PARTJCULAS Y SUS NEXOS 95
de los cuerpos macroscópicos. Los conceptos válidos para el macro-
cosmos se aplicaban al microcosmos, admitiendo la existencia de las
mismas leyes. La segunda tendencia, por el contrario, deducía las
propiedades de los cuerpos macroscópicos, y hasta de organismos
vivos, de las propiedades y leyes de interacciones de partículas ele-
mentales. Ambas tendencias contienen elementos racionales, pues re-
conocen que el micro y el macrocosmos constituyen una unidad in-
disoluble y se encuentran en mutua dependencia. Sin embargo, las
dos son erróneas en su expresión extrema, ya que no toman en con-
sideración el carácter específico de los fenómenos del micro y ma-
crocosmos, que no pueden ser identificados unos con otros. Esos gru-
pos de fenómenos ocupan diversos "pisos" del mundo material, en
cada uno de los cuales rigen leyes específicas sin validez para los
otros "pisos".
Las propiedades y leyes de movimiento de los cuerpos macroscó-
picos no pueden trasladarse automáticamente a las micropartículas.
Conceptos como color, temperatura, trayectoria mecánica, impenetra-
bilidad, etc., pierden todo sentido en relación con las partículas ele-
mentales. Es igualmente err6neo reducir todas las propiedades de
los cuerpos macroscópicos a interacciones de partículas elementales,
pues esos cuerpos tienen propiedades que no se pueden obtener su-
mando las propiedades de unas u otras partículas. No obstante, esa
tendencia se observa en forma evidente o velada en las obras de al-
gunos científicos extranjeros. E. Schrodinger, por ejemplo, en su
libro ¿Qué es la vida desde el punto de vista de la Física? 11, consi-
dera el organismo como un conjunto de células; las células las redu-
ce a moléculas y éstas a partículas elementales. Schrooinger supone
también que en principio se puede componer, no sólo para el elec-
trón, sino para todo el organismo en conjunto, la correspondiente
función ondulatoria (característica del comportamiento), cuyo cálculo
permitiría descubrir, hasta los detalles más ínfimos, el comportamien-
to de todo el organismo.
Schrodinger olvida el importantísimo hecho de que los organis-
mos vivos, aunque compuestos de células, moléculas, etc., se dife-
rencian cualitativamente en sus propiedades de las propiedades de

n E." Schrodinger, ¿Q11é es la vida dmle el P11111o de vista de la Fírira? Ediciones


en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1947.
96 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

cada uno de esos elementos estructurales. Por ello, incluso si consi-


guiéramos descomponer el organismo en micropartículas, determinar
seguidamente su estado y resol ver una cantidad inmensa de ecuacio-
nes, ese esfuerzo agotador y en realidad absurdo no nos proporcio-
naría un cuadro adecuado de las funciones de un organismo o del
estado de cualquier cuerpo macroscópico, ya que en las ecuaciones para
partículas no existen siquiera los parámetros que caracterizan a los
cuerpos macroscópicos y a los organismos. Por ejemplo, toda una se-
rie de propiedades de los cuerpos vivos, tales como el metabolismo,
la irritabilidad, la sensación, etc., no pueden aplicarse a las partícu-
las y no se manifestarán por muchas ecuaciones que resolvamos. Son
propiedades que se observan sólo en aglomeraciones de conjuntos
enormes de partículas dentro de un sistema único autorregulador, es
decir, en el organismo vivo. Las ecuaciones capaces de describir estas
propiedades no serían ya ecuaciones de micropartículas, sino de una
agrupación grande y compleja de partículas: de un organismo vivo.
En principio, cualquier proceso complejo puede explicarse por la
,interacción de las partículas, aunque ello no agota la esencia del pro-
ceso, pues éste no depende únicamente de los enlaces internos, sino
también de los exteriores, es decir, del carácter de las acciones recí-
procas del cuerpo con otros cuerpos. Ahora bien, esos enlaces exte-
riores no pueden reducirse a los interiores, a las interacciones de las
partículas que forman el cuerpo dado. Por ejemplo, nuestro pensa-
miento, como forma especial del movimiento, depende de procesos
moleculares que transcurren en 15.000 millones de células cerebrales.
Sin embargo, la naturaleza del pensamiento no se limita a esos proce-
sos, ya que, ante todo, es el reflejo del mundo exterior, y no puede
ser comprendida si no se toman en cuenta los múltiples y diversos
vínculos del cerebro humano con el medio ambiente. Al mismo tiem-
po, esos vínculos exteriores no pueden reducirse a los procesos mole·
rulares del cerebro. De ahí el carácter específico del pensamient.J
como forma especial del movimiento y su diferencia cualitativa fren·
te a todos los procesos puramente biológicos.
Pero incluso haciendo abstracciones de los enlaces exteriores del
complejo sistema macroscópico y examinando tan sólo sus enlaces
internos, resulta prácticamente imposible tomarlos todos en conside-
ración. Para un solo átomo tendríamos que analizar más relaciones
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 97
de causa y efecto de- lo que pudiera hacerse con ayuda de todas las
imágenes de calcular existentes hoy día. El cómputo de todos los mi·
croenlaces se convertiría, en fin de cuentas, en un problema de
cómputo de todas las propiedades de los objetos macroscópicos inte-
grados por tales partículas. Por consiguiente, ni la explicación de los
mic1ofenómenos desde el punto de vista de los procesos macroscó-
picos ni la interpretación de los microprocesos desde el punto de vis-
ta de los fenómenos macroscópicos son capaces, por sí solas, de ofre·
cernas un cuadro completo y objetivamente veraz de la estructura de
la materia. Tan sólo la unión dialéctica de las dos orientaciones antes
mencionadas nos proporcionl. un método seguro para comprender
actrtadamente la materia.

§ 5. Unidad de campos y de partículas

La dtpendencia en que las propiedades de la" partículas se en-


cuentran respecto tie sus enlaces exteriores lie manifiesta con partí·
cular claridad en las relaciones recíprocas de partículas y campos. Las
micropartículas que conocemos hasta ahora están indisolublemente
lig.J.dá.S a ~iv~rsos campos, que transportan las acciones recíprocas
entre tilas. No existen partículas sin campo, lo mismo que no exis·
ten campos no enlazados con partículas. El electrón, por ejemplo,
jamás cxisic! f'..lera dd campo, como una "desnuda" esferilla carga-
da, sino -1ue se encuentra siempre indisolublemente unido a los cam-
pos ~~ectromagneticvs y gravitatorios.
El carnpv se origina por un conjunto de partículas o cuerpos cu·
yas interacciones transmite. De ahí que el campo pertenezca a todos
los cuerpos del sistema material, y no a uno de ellos solamente. To-
das las formas de materia conocidas hasta ahora son capaces de for·
mar un campo gravitator;o; las partículas cargada$ crean el campo
eléctrico y el magnético, y las internucleares, el campo nuclear. De
hecho, cada partícula interactúa con otras no a través de un solo cam-
po, sino a través de varias clases de campos.
La interacción en el campo electromagnético y gravitatorio se pro-
paga siempre a la velocidad de la luz, sin que dependa para nada
de la velocidad de la fuente de irradiación. La constancia de la ve-
98 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

locidad de la luz es una de las leyes más importantes de la natura-


leza. En el campo nuclear, la velocidad de propagación de las inter-
acciones es evidente que no puede ser superior a la velocidad de la
luz.
La tensión del campo electromagnético y gravitatorio disminuye
en proporción inversa al cuadrado de distancia; el campo nuclear se
extiende en sectores del orden de 1o-13 cm y cambia con la distancia
de acuerdo con una ley completamente distinta.
El estudio de la estructura atómica demuestra que no sólo los cam-
pos dependen de las partículas, sino que las propiedades de éstas
dependen a su vez de la acción de los campos exteriores. En el mun-
do rige la concatenación universal de todo con todo, debido a lo
cual la causa y el efecto intercambian constantemente de lugar.
La influencia inversa del campo sobre las partículas que lo han
creado empieza a ocupar un destacado lugar en la Física moderna.
El estudio de esa influencia nos lleva a descubrimientos sorprenden-
tes que contradicen las antiguas ideas metafísicas sobre la materia.
~aminemos, por ejemplo, el proceso de irradiación de una fuente
----lumínica. Hasta hace poco se consideraba que el carácter de la radia-
ción no dependía en absoluto del medio absorbente exterior, sino que
venía determinado por las propiedades de la fuente. Sin embargo,
experimentos de mayor precisión han demostrado que la fuente lu-
mínica y el medio absorbente constituyen un todo inseparable. "La
molécula luminosa y la luz que emite - escribe el académico Vaví.-
lov - experimentan profundas variaciones cuando la iluminación se
efectúa en un medio absorbente y las partículas absorbentes vecinas
están situadas a menor distancia de la fuente que la longitud de la
onda luminosa." 12
El enlace de la partícula con los campos presupone que cada uno
de éstos determina las propiedades de aquélla. Propiedades tan im-
portantes como la masa, la carga eléctrica, la carga mesónica y al-
guna otra dependen del carácter de los enlaces de la partícula con
los campos correspondientes. Por ejemplo, la carga eléctrica caracte-
riza la unión de la partícula con el campo electromagnético; la masa
lo hace con respecto al campo gravitatorio (como carga gravitato-

12 S. Vavílov, Mitroeslrut:tt~ra de la luz, Academia de Ciencias de la U.R.S.S .•


1950. pág. 3.
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 99

ria), y la carga mesónica, propia de electrones, mesones y nucleo-


nes, determina la unión de esas partículas con el campo mesónico.
Como la masa y las cargas son propiedades esenciales de las partícu-
las, salta a la vista la mutua dependencia de las partículas y los cam-
pos, que no pueden separarse en absoluto.
Las partículas no interactúan sólo con campos en estado corriente,
de energía muy superior a cero, sino también con los llamados "es-
tados de vacío", en los cuales el valor propio de la energía del cam-
po es mínima y tiende a cero.
Las investigaciones demuestran que el campo electromagnético no
desaparece ni siquiera cuando faltan sus partículas (cuantos) . La
intensidad del campo jamás es igual a cero, pero oscila co.nstante-
mente en torno a ese valor.
Las "oscilaciones cero" del campo electromagnético actúan cons-
tantemente sobre el electrón, provocando cambios en sus propieda-
des. La interacción del electrón con las fluctuaciones del vacío pue-
den representarse del siguiente modo. El electrón emite cuantos del
campo y los vuelve a absorber en el acto. El número medio de par-
tículas viene a ser igual a cel'O, pero las oscilaciones de la energía
del campo no se interrumpen. Bajo la acción del campo de esos fo-
tones "virtuales", el electrón efectúa un peculiar movimiento oscila-
torio en torno a una cierta posición de equilibrio. Al hacerlo, su car-
ga se dispersa un tanto en el espacio, cosa que se manifiesta en forma
de un determinado "radio" del electrón, igual a 3,35.10-12 cm. Este
radio no debe entenderse en sentido literal, imaginando al electrón
en forma de una esferilla. Determina simplemente el sector de dis-
tribución de la carga eléctrica del electrón f'D ciertas condiciones de
su existencia.
El cómputo de las interacciones del electrón con el campo vacío
proporciona una comprensión más exacta del espectro del átomo de
hidrógeno por la teoría de la estructura fina; se lía visto también
que, debido a las acciones recíprocas del electrón con las fluctua-
ciones del vacío, varían asimismo propiedades tan fundamentales del
electrón como la masa propia, la carga eléctrica y el momento mag-
nético.
El electrón interactúa no sólo con el campo electromagnético, sino
con el campo de electrones-positrones que la teoría actual con-
100 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA .MATERIA

sidera también como forma real y objetiva de la materia. Hasta la


fecha no se ha elaborado el concepto general y exacto de esa forma
de la materia. Se considera que, a semejanza del vacío electromag-
nético, existen ciertos estados del campo de electrones-positrones en
los cualt>S el número general de éstos es igual a cero, pero con la
"virtual" formación y el aniquilamiento simultáneo de esas partícu-
las pares. Los electrones y positrones pueden pasar de un estado de
latencia a otro observaole si el campo absorbe un núcleo de fotón
con energía superior a un millón de electrón-voltios.
Si en el campo vacío se introduce una carga eléctrica real, el pro-
tón, por ejemplo, su acción impondrá cierto desplazamiento de elec-
trones dt vacío, la "polarización del vacío". Las fluctuacicnes del
vacío de electrón-positrón interactúan constantemente cor. las oscila-
ciones del vacío electromagnético, cosa que complica en alto grado
el cuadro general de los reicrofen&nenos. No ahondaremos et1 la
descripción de esos procesos, cuya investigación está aún en sus co-
mienzos. Señalaremos únicamente que la teoría actual ha trope-
zado con grandes dificultades t:n la interpretación de las acciones
!'edprocas de las partículas con los estados de vacíos de los campos.
-- J:a·~a de la energía de oscüarioncs cero del campo electromag-
nético en todas sus frecuencias produce integrales divergentes que
dan valores infinitos a la energía y a !a mas.:. del electrón. De la
misma manera, el cómputo de la int~racci?•I del electrón y ]as fluc-
tuaciones del vacío de electrón-positrón ¡roporciona valores infini-
tos en cuanto a la carga eléctrica. Esos iufinitos valores no tienen
sentido físico y ofrecen grandes dificultades para h teoría. Hoy día
se eliminan de un modo bastante artificioso que, en general, se re-
duce a lo siguiente: se toman los valores de la masa y la carga de-
ducidos de la experiencia y se desprecian los "suplementos diver-
gentes del campo" a la masa y a la carga. Esa operación se conoce
con el nombre de "renormalización de masa y carga". Todos admi-
ten que semejante solución es artificiosa, pero hasta ahora no se ha
encontrado otra. La teoría futura tendrá que elaborar un cuadro de
interacciones de partículas con el vacío en el cual los suplemectos
del campo a las propiedades de las partículas tengan valor finito
en consonancia con los datos del experimento. Además, habrá q~e
tener en cuenta que las propiedades no dependen únicamente del
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 101

campo electromagnético, sino también del gravitatorio, del mesónico


y de otros campos posibles.
La dependencia en que las propiedades de las partículas se hallan
respecto de las interacciones con los campos exteriores aumenta esen-
cialmente al crecer la energía y la velocidaJ de las partículas. El
electrón en movimiento acelerado irradia ondas eiectromagnéticas;
y esa irradiación, con gran velocidad de movimiento (en potentes
aceleradores), se convierte en luz visible. Debido a la irradiación,
que representa la acción recíproca del elt'Ctrón con el campo elec-
tromagnético, disminuye la velocidad y la energía del electrón, y,
por consiguiente, su masa. El proceso inverso de aumento de energía
y masa tiene lugar al ser acelerado el electrón. Diríase que el campo
exterior transmite al electrón parte de su energía, por lo cual aumenta
la energía y la masa del eleclrón. La energía y la masa aumenta a
medida que la velocidad de la partícula se aproxima a la velocidad
de la luz.
Así, pues, el movimiento de las partículas. no puede ser consi-
derado como un proceso mecánico de desplazamiento de la partí-
cula invariable de un lugar a otro. El movimiento de la partícula
comprende su ininterrumpida interacción con el campo exterior y
otras partículas, debido a lo cual combian sus propiedades. En rela-
ción con esto conviene señalar que, en general, el concepto de mo-
vimiento mecánico no debe identificarse con el concepto de despla·
zamiento espacial. Todo movimiento mecánico es desplazamiento
espacial, pero no todo desplazamiento espacial puede considerarse
como movimiento mecánico. Por ejemplo, el movimiento de electre>·
nes en el átomo, de protones y neutrones en el núcleo, la propaga-
ción de perturbaciones en el campo electromagnetico y gravitatorio
son desplazamientos espaciales que no pueden calificarse de movi-
mientos mecánicos. El concepto de movimiento mecánico se refiere
a formas más simples de desplazamiento espacial por una trayec-
toria descrita por las leyes de la mecánica clásica. IJentificarlo con
el desplazamiento espacial es, en general, inexacto; y ello proporciona
a los idealistas una base para explicar falsamente los microprocesos.
Partiendo de este error, los idealistas "físicos" afirman que como el
movimiento de las partículas no se subordina a las leyes de la mecá-
nica clásica, éstas existen fuera del espacio y del tiempo. Pero, en rea-
102 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

lidad, el movimiento es imposible fuera del espacio y del tiempo, si


bien las formas del movimiento pueden ser diversas.
Con una velocidad de movimiento próxima a la velocidad de la luz,
del carácter de los enlaces exteriores depende no sólo la masa, sino
también otras propiedades de las partículas, en particular el ritmo de
sus procesos temporales. Examinemos, por ejemplo, el mesón·1t neu-
tro de gran energía. En un sistema de referencia en reposo, el tiempo
de su duración o el período de su desintegración será, aproximada-
mente, de lo-13 seg. Ese tiempo variará muy poco hasta que alcance
la velocidad de 290.000 kmjseg, en virtud de la cual la distancia re-
corrida por el mesón desde el lugar de su nacimiento hasta el de su
desintegración no es superior a fracciones de milésima de milímetro.
Con una velocidad de 297.000 kmjseg, su tiempo de vida será, más
o menos, de 1,3.10-13 seg y durante ese tiempo el mesón recorrerá
0,002 de mm. Sin embargo, si la velocidad del mesón continúa acer-
cándosC1 a la velocidad de la luz, su vida aumentará de acuerdo con
la fór~ula: To

donde To es el tiempo de vida en estado de reposo relativo;


T, el tiempo de vida en estado de movimiento.

Así, pues, la distancia cubierta por el mesón puede aumentar has-


ta muchos metros, y ese aumento será debido en medida muy insig-
nificante al incremento de la velocidad. En el caso dado, los enlaces
concretos que determinan el periodo de desintegración son las rela-
ciones entre el mesón en movimiento (su velocidad) y el sistema en
el cual se mueve.
Ahora bien, ¿podemos considerar como absoluta esa variación del
ritmo de los procesos temporales? No, puesto que la velocidad de la
partícula que determina tal variación es una magnitud relativa que
depende de los enlaces concretos de dicha partícula con otros cuer-
pos, que se manifiestan como sistemas de referencia correspondientes.
En relación con la partícula que se mueve paralelámente al mesón
dado y a la misma velocidad, el tiempo de vida del mesón será el
mismo que en el sistema de referencia en reposo. Pero si tomamos
como sistema de referencia el mesón en movimiento, entonces respec·
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 103

to a él y sólo respeco a él, el ritmo de los procesos temporales en la


Tierra se modera en un número correspondiente de veces. Si un ob-
servador provisto de una cámara cinematográfica rápida se moviese
a la misma velocidad, podría plasmar esa moderación del ritmo de
procesos temporales en la Tierra respecto al propio sistema de referen-
cia. De este modo, el tiempo propio de los sistemas viene a ser una
característica relativa que depende de los enlaces internos y externos,
así como de la velocidad del movimiento del sistema. Para el ha-
bitante de la Tierra, su tiempo es el tiempo que caracteriza el ritmo
de los procesos en el sistema solar. Pero si se desplazase dentro de
un cohete en el espacio mundial a una velocidad próxima a la velo-
cidad de la luz, su tiempo propio se moderaría considerablemente
con relación al tiempo de la Tierra. De regreso, ese viajero imagina-
rio se daría cuenta de que había transcurrido mucho más tiempo que
en su sistema de referencia, o sea que habría envejecido menos que el
resto de los terrícolas.
Junto a la variación del ritmo de los procesos temporales, la teo-
ría de la relatividad afirma que las dimensiones espaciales de los
cuerpos depende de la velocidad de su movimiento: la longitud de
la barra que se mueve con gran velocidad será menor, dentro del
sistema dado, que la longitud de esa misma barra en estado de re-
poso:

donde 1 es la longitud en estado de movimiento;


lu, longitud en estado de reposo.

Todas estas leyes son efectos cinemáticos que expresan las propie-
dades esenciales del espacio y el tiempo.
Su dependencia de las interacciones de los cuerpos con los campos
no se manifiesta directamente de ningún modo, ya que en todas las
expresiones se incluye una magnitud puramente cinemática, la velo-
cidad t•, que modifica las propiedades del espacio-tiempo.
Empero, eso no significa que la variación de las velocidades recí-
procas del movimiento de los cuerpos no se refleje de alguna manera
en el carácter de las interacciones físicas entre dichos cuerpos, así
como en sus enlaces con el campo exterior. En el caso de sistemas de
104 LAS PAR.TJCULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

inercia que se mueven uniformemente y en línea recta unos res-


pecto a otros, las interacciones de los campos pierden su importancia
y podemos prescindir de ellas. Para describir los sistemas basta con
examinar las relaciones cinemáticas, puramente exteriores de los cuer-
pos. Pero esto resulta insuficiente si se estudia el movimiento no iner-
cial, por ejemplo, la aceleración de la partícula cargada en el sinc10:
fasotrón. En ese caso, la propia modificación de la velocidad del mo-
vimiento de la partícula en el acelerador se debe a la acción del
campo exterior. Por consiguiente, de la acción del campo depende el
incremento de la energía, y por lo tanto de la masa, ya que ésta se
halla indisolublemente relacionada con la energía.
No sólo la masa depende de las acciones de los campos en el caso
del movimiento acelerado; lo mismo ocurre con otras propiedades
accesibles a los medios modernos de observación. Si en el sincrofaso-
trón se acelerasen los mesones cargados, podría observarse directa-
mente el aumento de su vida (por la longitud de su recorrido) . Di-
cho aumento se debe directamente al incremento de la velocidad, y
éste, a su vez, viene determinado por la acción del campo exterior.
Por consiguiente, .'la variación del ritmo de los procesos temporales
de cuerpos en movimiento acelerado se relaciona indirectamente con
la acción del campo o de otro factor acelerador. Volvemos, pues, a
comprobar que el materialismo dialéctico está en lo cierto cuando
dice: para comprender correctamente los fenómenos es preciso es-
tudiarlos en su relación indisoluble con otros fenómenos, en su mu-
tua dependencia. Cuando varía el carácter de las relaciones exteriores
de los cuerpos, varían también las relaciones internas y la estructura
del objeto material dado.
Esa ley, que se observa en los cuerpos macroscópicos, adviértese
también en los procesos de transformaciones recíprocas de partículas
elementales. En regiones de gran energía, las partículas adquieren
numerosos grados de libertad, debido a lo cual cada partícula puede
transformarse en otra cualquiera, siempre que existan las condicio-
nes correspondientes.
Nuestro análisis de la dependencia de las propiedades respecto
de los enlaces sería incompleto si no señalásemos el papel de los
enlaces internos de los cuerpos en cuanto a las propiedades de los mis-
mos. Como hemos dicho, con una energía relativamente pequeña de
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 105

acciones recíprocas es menor la energía de los enlaces internos del


sistema o la energía propia (si se habla de partículas elementales) ,
y las propiedades, en lo fundamental, dependen de la estructura de
los cuerpos. Cuando se trata de cuerpos macroscópicos, es del todo
evidente que sus propiedades físico-químicas dependen de la estruc·
tura atómica y molecular. Del mismo modo, las propiedades de los
propios átomos y moléculas vienen determinadas por el carácter y el
tipo de los enlaces de las partículas que los constituyen. Resulta más
difícil observar esa dependencia en el caso de las partículas elemen·
tales, cuya estructura todavía no se conoce bien. Sin embargo, tam·
bién entonces se observa algo análogo. Algunas propiedades, como,
por ejemplo, la masa de reposo, siempre tienen valor estable y en to-
das las interacciones no descienden por debajo de una ma,gnitud de-
terminada. La masa de reposo varía solamente cuando la partícula
dada se transforma en otra. También el espín conserva siempre su
valor discreto y, al parecer, no cambia al modificarse los enlaces ex-
teriores de la partícula. Eso nos demuestra que, por lo menos, la ma·
sa de reposo y el espín vienen.determinados, en lo fundamental, por
sus nexos internos (estructura) . Si las propiedades de las partícu-
las dependiesen tan sólo de sus nexos exteriores, la estabilidad in-
dicada sería imposible. Todas las propiedades serían sumamente "di-
fusas" y cambiarían dentro de límites muy amplios, en dependencia
de la historia de cada partícula.
La Física se plantea ya el problema de la dependencia de las pro·
piedades de las partículas respecto de su estructura. Más arriba se-
ñalábamos que la teoría electrónica ha lanzado la hipótesis del origen
electromagnético de la masa, suponiendo que ésta y el impulso del
electrón dependen totalmente de su campo exterior. Sin embargo,
según la teoría actual, sólo una parte insignificante de la masa de
reposo tiene carácter de campo. Esa parte, comó se indica en algu-
nos trabajos, 13 equivale, aproximadamente, a Vt 37 de toda la masa
de reposo. Supónese que el electrón, lo mismo que otras partículas,
tiene una masa fundamental que, conjuntamente con la suplementa-
ria del campo, constituye toda su masa.
Esta delimitación de las propiedades en dos partes - del campo
13 Véase, por ejemplo, la obra de D. Jvanenko y A. Sokolov, Teoria dásira tlel
rt~mpo, ed. rusa., págs. 4,0.471.
106 LAS PARTICULAS ELEMENTALES DE LA MATERIA

y propias- no se puede fundamentar hoy día con precisión, ya que


en los experimentos, la masa, la carga y otras propiedades se ma-
nifiestan como un todo único y la propia teoría del campo produce
un número infinito de valores divergentes que carecen de sentido
físico, y por tanto se rechazan. Sin embargo, lo que importa es la
propia tendencia de la teoría actual a relacionar la naturaleza de las
propiedades de las partículas elementales con su estructura.
La estructura de las micropartículas no se debe comprender en un
sentido simplista, según el espíritu de las ideas mecanicistas. El con-
cepto de divisibilidad o fraccionamiento no vale para las partículas
elementales; por eso, en relación con ellas no cabe aplicar lo que
Lucrecio decía de que "la mitad siempre hallará su mitad y no habrá
límite para la división en parte alguna". Las micropartículas no
tienen mitad, no son ni simples ni compuestas, aunque sin duda son
sumamente complejas. Por ello, el problema de su estructura se ha
de resolver, ante todo, en el plano del estudio de sus complejos
enlaces internos, así como de la investigación de sus propiedades y
transformaciones recíprocas. El estudio de estas últimas tiene en nues-
tro caso una importancia. extrema, ya que ellas indican la unidad inter-
na de las diversas partlculas elementales, la realidad de una cierta
esencia común. En relación con esto queremos recoger la interesante
hipótesis, expuesta en algunos trabajos, de que las diferentes partícu-
las elementales no son sino estados más o menos estables de una· cierta
"protomateria", de estructura relativamente más sencilla. Esa "proto-
materia" se la supone en dos variedades fundamentales, de las cua-
les una se subordina a la estadística de Bose (espín entero) y otra
a la estadística de Fermi (espín semientero) . El primer tipo da ori-
gen a partículas con valor de espín entero, mientras que del segundo,
con espín semientero, proceden, por ejemplo, el neutrino, el electrón
y los nucleones.
Es difícil decidir si esto responde a h realidad. Es pos1ble que
encierre toda una serie de elementos artificiosos, puesto que admite
la comunida!i de origen de partículas que por sus propiedades guar-
dan poca relación entre sí, como el neutrino, los mesones-rc y los
nucleones, que poseen igual espín. Investigaciones ulteriores de la
interacción de partícubs de gran energía, así como el análisis teórico
de la naturaleza de sus propiedades, ac 1ararán sin duda el problema.
UNIDAD DE CAMPOS Y DE PARTICULAS 107

Además del estudio de las transformaciones, un medio importante


para descubrir la estructura de las partículas son las investigaciones
orientadas a establecer vínculos entre sus propiedades; de esta for-
ma, conociendo un grupo de propiedades, se podría fundamentar y
deducir teóricamente otro grupo. En la historia de la ciencia existe
un caso similar, cuando el descubrimiento del enlace entre los áto-
mos, que hasta fines del siglo XIX eran considerados como partículas
elementales, permitió conocer su compleja estructura. Nos referi-
mos al descubrimiento por Mendeléiev de la ley periódica de los ele-
mentos químicos, que estableció la relación entre el peso atómico
y las propiedades fundamentales de los elementos, en particular su
valencia. Según esa ley, el aumento del peso atómico lleva consigo
la repetición periódica de elementos con propiedades análogas, de
forma que conociendo el lugar del elemento en el sistema periódico
pueden precisarse sus principales propiedades físicas y químicas. El
descubrimiento de las leyes de unión entre las propiedades de los
átomos demostró teóricamente su complejidad, confirmada experi-
mentalmente a fines del siglo XIX.
Por lo que se refiere a las 'partículas elementales, se ha intentado
también relacionar sus propiedades fundamentales con la estructura.
Lorenz trató de hacerlo en sus estudios sobre la teoría electrónica.
Al formular la hipótesis del origen electromagnético de la masa del
electrón, extrajo la fórmula del radio "clásico" del electrón, que re-
¡z
lacionaba su masa y su carga: ro= me~ . La conclusión de que las
propiedades fundamentales del electrón estaban relacionadas entre
sí desmentía su carácter absolutamente elemental, pues era un indi-
cio de que poseía estructura. Dicha relación, sin embargo, se basa
en la hipótesis de que el electrón es una esferilla cargada; mas esto
no coincide con los numerosos experimentos quct demuestran la com-
pleja naturaleza ondulatoria del electrón y su enlace indisoluble con
los diversos campos. Sigue en pie el problema de relacionar entre sí
las propiedades de las partículas elementales. Su resolución propor-
cionará una base segura para la clasificación científica de las mismas
Y el establecimiento de una ley única, semejante a la ley periódica de
los elementos. Así conseguiremos penetrar un grado más en las pro-
fundidades de la materia.
CAPÍTULO 111

CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA


A LA LUZ DE LOS DATOS ACTUALES

§ 1. Unidad de contrarios en las propiedades de la materia

El problema de lo finito y lo infinito se ha entrelaudo coos-


tantemente con el problema de la continuidad y discontinuidad de
la materia. La discontinuidad absoluta era el apoyo filosófico de la
teoría que consideraba la materia formada por elem;.!ntos indivisos
v sin estructura; la continuid~d absoluta, pot: el contrario, conducía
a la negación del atomismo y a la teoría de la infinita divis¡bilidad
de l:t. materia. Ambas concepciones han experimentado sustP nciales
cambios y correcciones a la luz del progreso modemú. Por esa ra-
zf.~ resulta 'lumamente interesante conocer L.Jmo resue-lve hoy día la
ciencia el problema dt: lo continuo y lo discontinuo.
La tesis del materialismo dialéctico sobre la unidad de los contra-
rios es la üase filo~Mica que permite plantear correctamente el pro-
blew'l. Todo objeto material contiene en sí la unidad de propieda·
des y tendencias opuestas. El estudio amplio y detallado de cada una
de ellas es la condición primordial del pensamiento dialéctico. "El
desdoblarr.ientu del todo v el COliO<:imiento de sus partes contradic-
tori~ ... es la esenda ... de la dialéctica" \ escribía Lenin.
U na de las contradicciones más importantes de la naturaleza inor-
gánica, que determina su desarrollo, es la atracción y la repulsión.
Sus acciones reciprocas condicionan la existencia estable de todos los
sistemas materiales y su continua modificación interna. Esas contradic·
1 V. l. Lc:nin, C11t:tdernos filos6ficos, ed. cit., pág. ~27.

109
110 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

ciones forman una unidad tan indisoluble que, en determinadas oca-


siones, la atracción puede ser reemplazada por la repulsión, y vicever-
sa. Más aún, en numerosos casos su interacción se manifiesta como
la igualdad de las contradicciones de atracción y repulsión. Según la
teoría cuántica, las interacciones de los cuerpos a distancia son resulta-
do de la transmutación de cuantos del campo electromagnético, gravi-
tatorio o nuclear. La irradiación de cuantos de campo por un objeto
material es, en realidad, una repulsión peculiar. Sin embargo, esa
irradiación es la que permite el intercambio de cuantos y constituye
la base de la atracción que se forma entre los cuerpos. La interac-
ción, en este caso, se manifiesta corno unidad de contrarios.
En la propia existencia de la materia se revela también la unidad
de los contrarios. Sabernos que el movimiento es el modo de exis-
tencia de la materia que no puede separarse de ella. Sin embargo,
pese al carácter universal del movimiento, cada cuerpo posee la pro-
piedad contraria: la inercia, es decir, la capacidad de oponerse al
cambio de su estado de reposo o del movimiento uniforme y rectilí·
neo. Al mismo tiempo, todos los cuerpos presentan una relativa es·
tabilidad de su estado cualitativo. Todos los organismos vivos po·
seen una estabilidad considerable de formas y funciones, pese a la
continua renovación que impone el metabolismo. La estabilidad, pro-
pia de los objetos materiales, es la antinomia indispensable del cam·
bio. Sin reposo y estabilidad serían imposibles el movimiento y el
cambio, y sin éste cualquier estabilidad sería imposible.
Lo continuo y lo discontinuo son también contradicciones inheren·
tes a los objetos materiales. Pero su carácter difiere por completo de
la atracción y la repulsión. De entre todas las contradicciones exis·
tentes en la naturaleza podemos destacar dos grupos fundamentales.
Uno de ellos lo integran antinomias que interactúan consta_ntemente.
Su lucha es la fuente y el contenido interno del proceso de desarrollo.
Pero existe otro grupo de opuestos, entre los cuales no hay lucha
de ningún género y que, objetivamente, no son fuente de desarrollo.
Entre ellos se encuentran las propiedades corpusculares y ondulato-
rias de las partículas, la continuidad y discontinuidad, lo finito y lo
infinito, el más y el menos, el diferencial y el integral, etc. En la
vida cotidiana se pueden encontrar numerosos ejemplos de contra·
dicciones semejantes. Ahora bien, sería erróneo equiparar el primer
UNIDAD DE CONTRARIOS 111

grupo al segundo, cuma suele hacerse con frecuencia, ya que eso nos
lleva a la interpretación simplista y vulgar de una de las leyes fun-
damentales de la dialéctica materialista. El primer grupo de contra-
dicciones caracteriza directamente el origen y el contenido interno
del proceso de desarrollo; las contradicciones del segundo grupo de-
terminan la. forma exterior de ese proceso, por ejemplo, lo continuo
y lo discontinuo, pero en su mayor parte expresan el estado general
de la materia, las leyes de su organización estructural.
A lo largo de los últimos trescientos años se han hecho numerosos
intentos para resolver el problema de lo continuo y lo discontinuo. En
los siglos xvn, XVIII y XIX, la materia se consideraba como un con-
junto de átomos discretos o partículas cargadas y éter continuo. Sin
embargo. no se llegó a resultados satisfactorios, pues siempre se su-
ponía la existencia bien sólo de formaciones continuas, carentes de
toda propiedad discreta, bien sólo de formas discretas de la materia,
sin ningún rasgo de continuidad, cuando, de hecho, todo objeto ma-
terial constituye la unidad de lo continuo y lo discontinuo. Esa uni-
dad tiene diversas manifestaciones y aspectos concretos. Se exterio-
riza, primeramente, en el pr¿pio movimiento y desarrollo y, luego,
en el carácter de la distribución espacial de la materia. Con relación
a los microobjetos, se manifiesta en la unidad de partículas y cam-
pos, de las propiedades corpus::ulares y ondulatorias.
Examinemos ahora las manifestaciones de unidad de lo continuo
y lo discontinuo en el proceso del movimiento y el desarrollo. El
simple desplazamiento mecánico en el espacio constituye ya la uni-
dad de dichas contradicciones. El movimiento no puede representarse
como una suma de momentos consecutivos de reposo, ya que de mo-
mentos de repeso jamás surge el movimiento. Cuando el cuerpo se
mueve, en cada momento dado de tiempo se encuentra y no se en-
cuentra en un punto dado. La constante aparición y solución de esa
contradicción hace posible el movimiento. Así, pues, el movimiento
representa la unidad de la discontinuidad y la continuidad del espa-
cio y del tiempo.
Si consideramos el movimiento como can:tbio en general, la uni-
dad de dichas antinomias se manifestará en cambios cuantitativos y
cualitativos. Los cambios cuantitativos expresan la continuidad en el
desarrollo; los cualitativos caracterizan el desarrollo en su aspecto
112 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

discontinuo, es decir, representan la "discontinuidad de la continui-


dad", el salto a un nuevo estado. En muchos fenómenos, los cambios
cuantitativos y cualitativos están separados en el tiempo: primero tie-
nen lugat las acumulaciones cuantitativas y luego, con mayor o menor
rapidez, se producen los cambios cualitativos sustanciales. Pero hay
también muchos fenómenos en los cuales los cambios cuantitativos y
cualitativos no están separados en el tiempo, sino que se producen
simultáneamente. El tránsito a la nueva cualidaJ se realiza en ese caso
en forma de cambios graduales de la vieja cualidad, sin saltos bruscos
ni explosiones. En los fenómenos sociales, así ocurre con el desarro-
llo del idioma; en la naturdeza, en la evolución biológica de las es-
pecies vegetales y animales, o en los cambios de la bioesfera y de la
corteza terrestre en regiones donde no hay una intensa actividad tec-
tónica. Cambios de esa índole se observan también en fenómenos co-
rrientes, por ejemplo, la evaporación gradual del agua sin calenta-
miento. El paso al estado de vapor se produce en un ambiente -de
unidad de los cambios cuantitativos y cualitativos. El proceso de eva-
poraáón no es más que u!l escape consecutivo de moléculas fuera
de la capa s!.lperficial y su distribución entre las moléculas del aire.
Todo tránsito 01alitativo se descompone en un número enorme de
cambios cualitativos de menor escala. Engels decía que "en la natu-
raleza no hay saltos precisamente porque toda ella está constituida
por saltos". La evaporación del agua es un ejemplo elocuente. Tam-
bién en otros casos de moJificación gradual de la cualidad, el paso
a un t:"Stado nuevo se efectúa con unidad de los carr'IJio.; cuantitati-
vos y cualitativos, con unidad de lo continuo y lo discontinuo.
Lo continuo tiene a menudo por base un gran número de micro-
fenómenos discretos. Por ejemplo, la continuidad de los gases y lí-
quidos se debe al cará(ter de los enlaces de sus átomos y moléculas.
La continuidad de la acción macroscópica descansa en la discontinui-
dad de la acáón de un número infinito de microprocesos elementa-
les. Esa discontinuidad está determinada por la presencia del cuanto
de acción h = 6,62 · I0- 21 erg · seg.
La indisoluble interdependencia de los cambios cuantit::..~ivos y
cualitativos nos muestra que la unidad de lo continuo y lo discon-
tinuo es obligatoria para todos los fenómenos. Si la materia fuese
únicamente continua, sería imposible el cambio de sus propiedades
UNIDAD DE CONTllARIOS 113
por medio de saltos; y si, por el contrario, fuese solamente discreta,
sería imposible la interacción de sus elementos estructurales y su
agrupación en formas más complejas.
La unidad de lo continuo y lo discontinuo se manifiesta también
en la distribución de la materia en el espacio. El espacio y el tiempo,
según el materialismo dialéctico, son las formas básicas de existen·
cia de la materia, unidas indisolublemente a ella. De la misma ma·
nera que la materia no puede existir fuera del espacio y el tiempo,
tampoco el espacio y el tiempo pueden existir independientemente de
la materia. El espacio real no es más que la manifestación de las ex·
tensiones de todas las clases de materia existentes en la naturaleza,
mientras que el tiempo representa la medida del cambio ij.Qiversal
de la materia. De aquí se desprende que la materia está distribuida
continuamente en el espacio y que no existen regiones donde no
haya materia en alguna de sus formas.
La tesis de la distribución continua de la materia ha sido con·
cretamente desarrollada en la moderna teoría del campo. El campo
electromagnético, por ejemplo, es el conjunto del enorme número de
campos electromagnéticos elementales originados por las partículas.
Esos campos se subordinan al principio de la superposición, según
el cual la intensidad de los campos formados por diversos cuerpos
se agrupan adicionalmente; y los propios campos se transmutan recí-
proca y continuamente. Las características fundamentales del campo
varían de un punto a otro, de forma que el estado de cada elemento
del campo se determina por los estados de otros elementos en puntos
infinitamente próximos. A diferencia de los cuerpos sólidos y líqui-
dos, que poseen forma determinada, el campo tiene una distribu-
ción continua y su intensidad disminuye gradualmente con la distan·
cia (a excepción del campo nuclear). Por esa razón es imposible
precisar dónde acaba la esfera de acción del campo.
Sin embargo, el campo no debe considerarse co.nio algo continuo,
sin interrupción ni estructura; posee también propiedades dis,onti-
nuas que se manifiestan en sus acciones recíprocas con las partículas.
En la absorción y la irradiación, el campo se manifiesta como un
conjunto de formaciones discretas, los cuantos, que son estados de ex-
citación de los campos. Hasta en sus estados de vacío, en los que no
hay cuantos, existen propiedades discretas, que se manifiestan en las
114 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

interacciones de los campos vacíos con las partículas, en el hecho, so-


bre todo, de que tales campos pueden originar partículas: electrones,
positrones, etc. Ese proceso de formación de partículas sería imposi-
ble si los campos vacíos no tuviesen ocultas propiedades discretas.
De lo dicho podemos deducir que, en cuanto se refiere a la dis-
tribución espacial, la materia se nos muestra, simultáneamente, como
sustancia discreta, en forma de partículas, y continua, en forma
de diversos estados de los campos. Y esto de tal manera que las par-
tículas discretas o cuantos no se oponen a la sustancia continua
como algo exterior. Son puntos centrales o estados de excitación de
los campos, a semejanza de las olas en la superficie del mar. Lo con-
tinuo viene a ser el fondo o el substrato material de lo discreto, en
el cual se revelan coocretame'nte sus propiedades.
Esto nos lleva de la mano a otra cuestión: ¿No reduce 1a teoría
moderna lo discontinuo a lo continuo, las partículas a los campos?
¿No pierde su realidad objetiva la forma de la materia que nos he-
mos habituado a definir como cuerpo? Esto se relaciona con la deter-
minación de las interacciones entre el campo y el cuerpo, y exige un
análisis más detallado.

§ 2. Las relaciones mutuas entre campo y cuerpo


vistas por la Física actual

Las ideas físicas sobre la naturaleza de lo corpóreo se hao mo-


dificado radicalmente en el transcurso de los últimos cincuenta
años. Hace relativamente poco se la tenía como forma única de la
materia y el concepto de cuerpo se tomaba como sinónimo de materia.
Tal identificación de materia y cuerpo suele encontrarse aún en la
vida diaria, en la técnica e incluso en ciertas Ciencias Naturales. Se
entiende en este caso por materia todo cuanto tiene masa determinada
y puede, en fin de cuentas, ser reducido a micropartículas. Esa iden-
tificación, en la mayoría de los casos, no trae consigo errores o equí-
vocos fundamentales. Pero sólo es cierta mientras no llegamos al
problema de los campos y de su papel en los procesos materiales.
Si analizamos las interacciones de las partículas con los diversos cam-
pos, así como los procesos de transformación de partículas corpóreas
RELAOONES MUTUAS ENTRE CAMPO Y CUERPO 115

en ruantos del campo electromagnético, entonces, ~a evitar errores,


tendremos que admitir que además de lo corpóreo existe otra forma
especial de la materh: el campo.
Sin embargo, la división de toda la materia en dos formas fun-
damentales - cuerpo y campo- únicamente se puede trazar con
precisión en el sentido g"!neral macroscópico de la materia. En este
caso, por cuerpo se entiende algo que se puede desplazar a cual-
quier velocidad, dentro de límites comprendidos entre el cero y las
velocidades próximas a la luz, que posee masa de reposo y una im-
penetrabilidad consid~rable, mientras que los campos carecen de esas
propiedades y se hallan sometidos al principio de la superposición.
Pero si del concepto general macroscópico del mundo pasamos al
estudio de la microestructura del propio cuerpo, nuestra división an-
terior de la materia en campo y cuerpo dejará de parecemos tan evi-
dente y tropezaremos con grandes dificultades.
El cuerpo se compone de átomos y moléculas que no se adhie-
ren directamente unos a otros, sino que están separados por distan-
cias considerables en comparación con sus propias dimensiones. Esos
espacios no son vacíos absolutos, pues están ocupados por los cam-
pos. Un cuadro todavía más asombroso nos ofrecen los átomos. Las
dimensiones lineales de los átomos de hidrógeno son, aproximada-
mente, de lo-' rm, mientras que las del núcleo del átomo de hidró-
geno - el protón -son del orden de 10-1• rm, es decir, un millón
de veces menos. A los núcleos atómicos y electrones les corresponde,
más o menos, el 1 o-u de todo el volumen del átomo, y si consiguié-
ramos comprimir la masa de 100.000.000 ton de agua hasta al-
canzar la densidad de los núcleos atómicos, su volumen sería de un
cm3• Quiere decirse que casi todo el espacio del "cuerpo" está ocu-
pado por diversos campos, que transmiten las interacciones de las
partículas.
Pero ¿es correcto calificar de cuerpo a los propios núcleos ató-
micos? ¿No estarán constituidos por materia que no sea cuerpo?
Las investigaciones demuestran que los protones y neutrones no ocu-
pan totalmente los núcleos atómicos, sino tan sólo hacia %o parte
del volumen, repartiéndose el espacio restante entre los campos elec-
tromagnético, gravitatorio y nuclear. El núcleo, además, no existe en
forma de un sistema invariable de nucleones, ya que éstos se hallan
116 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

en estado de extraordinario e intensivo movimiento. Así, pues, al


llegar a las últimas y, al parecer, "auténticas" partículas del cuerpo,
los núcleos atómicos, descubrimos que no sólo son cuerpos, sino que
principalmente están constituidas por campos materiales.
Tampoco se han de considerar como verdaderas partículas cor-
póreas- en oposición al c;~.mpo -las partículas elementales.
La teoría moderna estima que las diversas partículas son cuantos o
estados de excitación de los correspondientes campos materiales: los
protones y neutrones, cuantos del campo nuclear; los mesones, cuantos
de varios tipos de campos mesónicos, y los electrones y positrones,
cuantos del campo de electrones y positrones, etc. El concepto de
campo es más general que el de partícula, ya que existen estados es-
peciales de vacío, sin partículas. Ahora bien, ¿cómQ se define el cuer-
po en este caso? Llegamos así a una de las conclusiones más impor-
tantes de la Física actual, la de la relativa diferencia entre campo í'
c1erpo.
La división de toda la m:tteria en campo y cuerpo es correcta en
líneas generales siempre y cuando el mundo se enjuicie desde el pun-
to de vista macroscópico. Sólo en este caso se puede trazar una divi-
soria cualitativa entre campo y cuerpo en el sentido de la masa,
las leyes-de movimiento, el grado de penetrabilidad, etc. Pero tan
pronto como pasamos ai estudie, de la microestructura del propio
cuerpo, a las propieriades de las partículas elementales, la división
macroscópica de toda la materia en dos formas pierde su validez. La
oposición de campo y cuerpo ~:n el plano de la microestructura de
la materia resulta eHónea.
Antes, al concepto de campo se vinculaba una forma de mate·
ria que transmitía las interacciones de las partículas del cuerpo, al
tiempo que éstas permanecían invariables y constantes en todas las
mutaciones. Pero en los últimos decenios esta opinión se ha modifi·
cado. Hoy día está demostrado que las propias partículas pueden sur·
gir y desaparecer al actuar como transmisores de interacciones entre
cuantos del campo. Por ejemplo, cuando los fotones originan electro·
nes y positrones, y en la transformación inversa de éstos en fotones,
las partículas "corpóreas" actúan como transmisores de interaccio-
nes entre cuantos del campo electromagnético. Un papel análogo
cumplen también algunos mesones, que se originan cuando fotones.
RELACIONES MUTUAS ENTRE CAMPO Y CUERPO 117

de gran energía se dispersan en núcleos atómicos y se transforman


luego en fotones. En los núcleos atómicos, los mesones se comportan
como cuantos del campo nuclear, aunque tienen masa de reposo y, al
parecer, deberían considerarse como cuerpos. Si tomamos los proce-
sos en cascada, provocados por los rayos cósmicos, veremos numerosas
y variadas partículas que aparecen y se transforman, actuando como
transmisores de interacciones entre las p:~.rtículas iniciales y finales.
La divisoria entre cuerpo y campo desaparece prácticamente en esos
procesos, ya que es posible la transformación recíproca universal de
partículas y campos. En regiones de gran energía, las partículas, lo
mismo que los campos, tienen numerosos grados de libertad.
Se ha considerado durante largo tiempo (y muchos lo siguen con-
siderando hasta hoy día) que la diferencia fundamental entre campo
y cuerpo radica en que este último tiene masa de reposo, mientras
que el campo cart'Ce de ella. Según los puntos de vista actuales, los
campos gravitatorio y electromagnético carecen, en efecto, de masa
de reposo. Sin embargo, cuando se llegó a la idea de que el campo
mesónico y el de electrones positrones, así como de otras partículas,
poseían masa de reposo, la díferencia señalada perdió todo sentido.
Anteriormente indicábamos que el campo y la sustancia pueden
diferenciarse por las diversas leyes de su movimiento. Esta delimita-
ción es correcta en cierta medicia, pero no nos basta si entre los cuantos
del campo se incluyen partículas l:On masa de r~;poso finita, que pue-
den moverse a cualquier velocidad menor que la velocidad de la luz.
También resulta imposible establecer una divisoria absoluta entre
campo y merpo por la penetrabilidad dei campo y la impenetrabi-
lidad del cuerpo, ya qu~ los rayos cósmicos de gran energía y, sobre
todo, el neutrino, penetran considerablemente en el espesor del cuer-
po, mientras que la penetrabilidad del campo nuclear es muy escasa.
Finalmente, se ha querido atribuir al cuerpo la existencia de una
enorme conc~:ntraciún de materia y energía, Jiferenciándola así del
campo. Pero tampoc..> esto nos sirve, ya que existen fotones de energía
tan grande que al chocar con los núdeos atómicos originan electrones,
positro!les, me:.ones y otras micropartículas.
Pooríamos continuar la relatión de infructuosas búsquedas de una
diferencia absoluta entre el campo y el cuerpo, pero los ejemplos
expuestos demuestran p que en !a naturaleza, según palabras de En-
11 R C:ONTlNUfTlAO Y mc;C:ONTINUIDAD DE LA MATERIA

gels, no hay contradicciones irreconciliables, líneas divisorias clara-


mente establecidas; y es nuestra conciencia la que atribuye a las con-
tradicciones y diferencias existentes en la naturaleza su inmovilidad
y carácter absoluto.
Por lo que se refiere a las partículas elementales, ya no cabe pre_-
guntarnos si son campo o cuerpo, pues poseen simultáneamente pro-
piedades de campo y de la forma de materia que hemos definido con
el nombre de cuerpo. Este último es una formación mucho más com-
pleja que las micropartículas. Por su microestructura, el Ctlerpo es un
con¡unto de partlculas y campos con masa de reposo finita y nula. El
concepto de campo y cuerpo, aplicado a partículas elementales con
masa en reposo finita, no caracteriza a diferentes objetos materiales,
sino a unos y los mismos. Y si decimos que los electrones, posjtro-
nes, mesones y nucleones son partículas corpóreas, eso no debe inter·
pretarse en el sentido de que son opuestos al campo. Con ello no
hacemos sino determinar su pertenencia a cierto conjunto material
que calificamos de sustancia. No hay que olvidar, además, que la
terminología es uno de los aspectos más conservadores de la ciencia
y que un término viejo se sigue empleando lo mismo que antes, pero
dándole un sentido completamente distinto.
Eso no significa, sin embargo, que el cuerpo, como clase de ma-
teria, desaparezca, se reduzca a algo inasequible. Significa únicamente
que nuestras ideas sobre la materia han avanzado un grado más; la
propia materia existe igual que antes y se mueve de acuerdo con !tUS
leyes, que son reflejadas sólo aproximadamente por nuestra concien-
cia.. Y si la afirmación de que el cuerpo tiene microestructura de
campo puede parecer peregrina, ya que muchos se imaginan el campo
como algo huidizo e inasequible,. ello no es aún motivo para poner
en duda los resultados de la Física moderna, hoy día ampliamente
confirmados por la experiencia. Debemos, simplemente, modificar
nuestra idea del campo y ponerla en consonancia con los datos cien-
tíficos. Las concepciones de un realismo primitivo no pueden ser-
virnos de norma para valorar las deducciones teóricas. Tanto más
erróneo es presentar este punto de vista como la teóría del materia·
lismo dialéctico acerca de la materia y poner así en duda los resulta-
dos de las teorías físicas. "La destructibilidad del átomo, su carácter
inagotable - subrayaba Lenin -- , la variabilidad de todas las formas
RELACIONES MUTUAS ENTRE CAMPO Y CUERPO 119

de la materia y de su movimiento han sido siempre la base del mate-


rialismo dialéctico. En la naturaleza, todos los límites son convencio-
nales, relativos, móviles, expresan el acercamiento de nuestra mente
al conocimiento de la materia... " 2 ·

Así, pues, la división macroscópica de la materia en dos grandes


formas- campo y cuerpo- es inexacta y superficial. No la pode-
mos aplicar a los microprocesos, donde resulta más correcto hablar
de partículas y campos. Por lo que se refiere a las formas esencia·
les de la materia, es indudable que no son dos solamente, sino muchí-
simas más. A nuestro juicio, al preó:;¡;.r las formas esenciales de la
materia no hay que guiarse por una de sus propiedades, la masa, por
ejemplo, sino por el conjunto de todas sus propiedades fundamenta·
les y leyes del movimiento consideradas en su unidad orgánica. Las
formas esenciales de la materia son conjuntos de objetos materiales
que se caracterizan por la comunidad de las propiedades más carac·
!erísticas y de las leyes del mo'llimiento. Si enfocamos así las formas
esenciales de la materia tendremos que incluir en ésta partículas y
campos cualitativamente distintos, así como moléculas, seres ma·
croscópicos inorgánicos, la materia viva, etc. Cada una de esas for·
mas de materia posee sus propiedades y leyes de existencia comunes
a todos sus elementos componentes, que no tienen validez cuando
se trata de otras formas esenciales de la materia. El número de esas
formas esenciales se irá ampliando a medida que se ahonde en el
estudio de la estructura de la materia.
Volviendo al problema de las partículas y los campos, observare-
mos que el concepto de que las diversas partículas elementales son
cuantos de diferentes campos supone un adelanto considerable frente
a la opinión de que soñ simples corpúsculos, pues permite compren-
der la esencia interna de las transformaciones recíprocas de las par·
tículas, así como la naturaleza de sus propiedades fundamentales; en
este sentido existen todavía grandes dificultades, relacionadas con la
eliminación de los infinitos valores divergentes de la masa, la energía
Y la carga de las partículas. La concepción de la materia como campo
puede tener suma importancia. en fin, para comprender correcta·
mente la estructura de las partículas elementales.
En el proceso de desarrollo de la concepción de la microestructura
2 V. l. lenin. Obras compl..tas, 4° ed. en ruso, t. XIV, pá8. 268.
120 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

de la materia como campo encontramos, como tendencia especial, la


llamada teoría única del campo, creada principalmente por Einstein
en los últimos treinta años de su vida. En ella trataba de unificar el
campo electromagnético y el gravitatorio, considerándolos como diver-
sas manifestaciones de una cierta entidad única, de un campo único. Si
se conseguía encontrar ecuaciones para ese campo, sería posible de..
ducir la existencia de diversas partículas elementales y campos, así
como sus propiedades fundamentales y leyes de su comportamiento.
La mayoría de los científicos mantenía una actitud escéptica frente a
ese problema, y algunos lo consideraban, incluso, anticientífico e idea-
lista; Einstein trabajó, sin embargo, tenazmente, si bien no logró
alcanzar resultados positivos.
La propia idea del campo único merece seria atención por cuanto
se deriva del principio de la unidad del mundo. Mas la solución
dada por Einstein y hasta su propia manera de formularlo contienen
muchos aspectos discutibles.
En la teoría general de la relatividad de Einstein, el campo gra-
vitatorio no se considera como forma especial de la materia, sino
como una deformación del espacio-tiempo. Esa misma idea se aplica
a otros campos, entre ellos al hipotético campo único. Einstein, con
su teoría-del- campo único, pretendía crear una teoría del espacio y del
tiempo que permitiese deducir todas las características de las partícu-
las elementales y los campos.
Al fracaso de la teoría del campo ún¡co han contribuido segura-
mente muchos factores. En primer lugar, la extraordinaria comple-
jidad matemática del propio problema. Pero un factor importante ha
sido, sin duda, su errónea formulación metodológica: la reducción
de diversas partículas y campos_a propiedades del espacio y del tiem-
po. Las relaciones recíprocas de la materia y el espacio-tiempo se
trastrocaban por completo. En vez de considerar el espacio y el tiem-
po como formas de existencia de la materia, es decir, derivadas de
ella, la propia materia era convertida en noción geométrica y se consi-
deraba como derivada del espacio y del tiempo. Al espacio-tiempo
continuo se le adjudicaba la categoría de sustancia física independien-
tt:, pero, en realidad, la sustancia única es tan sólo la materia.
El intento de convertir en noción geométrica la materia tiene, ade-
más, otro fallo. Reducir todas las partículas y todos los campos a un
RELACIONES MUTUAS ENTRE CAMPO Y CUERPO 121

campo único y considerar este último como una deformación del


espacio-tiempo, significa de hecho reducir lo discontinuo a lo conti-
nuo. Y tal operación es irrealizable. lvanenko señala muy justamente
que es imposible "deducir la teoría cuántica o la teoría del electrón
y de las otras partículas de una u otra teoría clásica del campo formu·
lada en este caso de modo geométrico. . . En las ecuaciones clásicas
falta la constante cuántica h y no se la puede sustituir con ninguna
combinación de constantes existentes, es decir, con la de la velocidad
de la luz, e, y la constante de gravitación, x." 8
Por consiguiente, es imposible eliminar del todo una discontinui·
dad de los microobjetos relacionada con la presencia del cuanto de
acción y reducirlo todo a la continuidad. La materia se manifiesta
s;.!mpre como una unidad de contrarios.
Pero sería erróneo considerar la teoría del campo único como una
tendencia completamente falsa, como un callejón sin salida de la
Física. Lo que en ella se afirma sobre la unidad de las diversas for·
mas de la materia en movimiento merecen profunda atención y hay
que seguir su estudio, aunque, probablemente, apoyándose en una
base distinta. Es indudable que las diversas micropartículas y cam·
pos tienen algo de común en su estructura y que su base material es
única en muchas de sus propiedades. Así nos lo demuestra, ante to·
do, la transformación mutua universal de las diversas partículas y
campos. Es muy posible que los mesones de diferentes masas sean
estados de excitación de uraa o dos clases fundamentales de campos
mesónicos, al modo de los hiperones, que son, probablemente, estados
de excitación de los nucleones. Esa teoría habla asimismo de la pro-
funda unidad interna de los campos electromagnético y gravitatorio,
idea que Jeberá ser estudiada con todo detalle en la futura teoría de
la electrogravitación.
De esa forma, el des~.rrollo histórico de laS" Ciencias Naturales
nos lleva a admitir la unidad de la materia. Sin embargo, no debe
creerse por eso que algún día se descubrirá una ''protomateria",
cuyas diversas combinaciones cuantitativas constituyan toda la mul·
tiformidad de los cuerpos. Si decimos que lo multiforme es único en
su base, con el mismo fundamento podemos decir que lo único es
3 A. Sokolov y D. lvanenko, Teoría cuán/ka del '"ampo, GostejizJat, 1952,
pág. 525.
122 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

infinitamente multiforme en su estructura y manifestaciones. Por lo


tanto, si es cierto que existe un campo único, su estructura tendrá
propiedades inagotables. Una vez conocida esa sustancia, se descu-
brirá otra nueva, mucho más profunda, que constituirá la base del
campo dado.
¿De qué forma, pues, se puede resolver el problema de lo conti-
nuo y discontinuo a la luz de todo lo dicho? El estudio del desarrollo
histórico de las concepciones relativas a la estructura de la materia
nos hace ver la constante lucha entre teorías que tratan de reducir
lo continuo a elementos discretos y aquellas que consideran secunda-
rio todo lo discreto en relación con lo continuo, que constituye la
base de la materia.
En su forma mis acusada, el viejo atomismo caracteriza la primera
concepción; la se oda la encabeza la teoría de la divisibilidad infi-
nita de la, ateri:1. La Física de los siglos XVII, xvm y XIX conoce
intentos, si bien no consecuentes, de conciliar ambas tendencias y de
agruparlas en el marco de una concepción común. La teoría de Fara-
day y Ma:xwell se inclina más por la segunda concepción, ya que con-
sidera el campo electromagnético como medio primario ininterrum-
pido, y las cargas, como puntos nodales del campo. En la teoría
electrónica de Lorenz predomina, por el contrario, la idea de que
la carga es primaria en relación con el campo. La teoría cuántica re-
torna a la idea de que los campos son primarios. Observamos, pues,
a modo de espirales en el desarrollo del conocimiento científico de
la materia, que va por el camino de la negación. Cada concepción
más perfecta niega la anterior, pero, al mismo tiempo, recoge sus as-
pectos positivos, gracias a lo cual el conocimiento sigue, en general,
una línea ascendente, en forma de espiral que se va ampliando.
Es de suponer que la actual teoría cuántica del campo tampoco
dará una solución definitiva ..al problema de lo continuo y lo discon-
tinuo, del nexo entre partículas y campos. Lo más probable es que la
verdad no radique en saber cuál de esos conceptos - el campo y las
partículas, lo continuo y lo discontinuo - es primario en relación con
el otro. Teóricamente, de la Física moderna lo mismo se pueden de-
ducir las cargas del campo que el campo de las cargas. La verdad
estará, probablemente, en la combinación dialéctica de ambas ideas.
Los conceptos de causa y efecto son inaplicables en este caso, ya que
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 123

las cargas y el campo son inseparables entre sí. El campo es origina-


do por las cargas, pero, al mismo tiempo, cada uno de los campos
actúa sobre las partículas y determina sus propiedades. Si tomamos
las partículas como efectos ruánticos de los campos, con ello se sub-
raya tan sólo su indisoluble unidad con los diversos campos. Es muy
posible que tanto las partírulas como los campos conocidos hasta aho-
ra sean manifestaciones de cierta forma única de materia, que cons-
tituye su base. Su estudio pertenece a la ciencia del futuro.

§ 3. Unidad de las propiedades corpusculares y ondulatorias


de los microobjetos

La indisoluble interdependencia de lo continuo y lo discontinuo


halla también expresión concreta en la unidad de las propiedades
corpusculares y ondulatorias de los microobjetos. Hace unos treinta
años quedó establecido el hecho de que todas las partírulas tienen se-
mejantes. propiedades contradictorias, pero hasta hoy no se ha logrado
dar una interpretación filosófica y teórica de este hecho.
El desarrollo de la teoría de la luz en los siglos xvn, xvm y XIX
sentó las premisas fundamentales de la concepción moderna acerca
de las propiedades corpusculares y ondulatorias. A lo largo de todo
el período posterior, las teorías corpusrular y ondulatoria han rivaliza-
do en la explicación de la naturaleza de la luz. La primera, expuesta
por Newton y sus discípulos, consideraba la luz como un flujo de
partículas, mientras que la segunda, enunciada por Huygens, man-
tenía que la luz era un proceso ondulatorio en el éter. Algunos
hechos, como la propagación rectilínea de la luz, encontraban explica-
ción satisfactoria en la teoría corpuscular, mientras que otros fenó-
menos sólo se podían explicar con la teoría ondulatoria. Entre estos
últimos figura la difracción, es decir, la inflexión del rayo luminoso
en el interior de la sombra geométrica, así comG la interferencia, es
decir, el debilitamiento y reforzamiento recíprocos de los flujos lu-
mínicos al pasar por intersticios pequeños y cristales.
Durante mucho tiempv se creyó que la teoría corpuscular y on-
dulatoria eran irreconciliables, pero el descubrimiento de los fotones
por Einstein señaló el camino de su unificación. La fórmula intro-
124 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

ducida por éste para la energía del fotón, E = hv, relacionaba las
ideas corpuscular y ondulatoria de la luz. Si v expresa la frecuencia
de oscilaciones del fotón, h representa el cuanto de acción y es sím-
bolo de la discreción de los microfenómenos. Y eso significa que la
luz representa una unidad de contrarios.
Entre la longitud de la onda del fotón y su impulso cabe estable-
cer una relación determinada: .\ = ~ ( .\ es la longitud de la onda
y p su impulso). En 192 5, Luis de Broglie demostró que esta
fórmula era aplicable no sólo a los fotones, sino también a partícu-
las con una masa finita en reposo. A toda partícula se puede relacio-
nar una cierta longitud de onda, de magnitud inversamente pro-
porcional al impulso o a la cantidad de movimiento de la partícula:
.\ = ~r = _!_
mv
. De esa fórmula se deduce que al aumentar la veloci·
dad del movimiento y la masa de la partícula, predominan las pro-
piedades corpusculares, y, al disminuir, las ondulatorias. En los cuer-
pos macroscópicos, con masa relativamente grande, la longitud de
onda es tan ínfima que la podemos despreciar tranquilamente. Mas
en las micropartículas alcanza valores comparables a las dimensiones
de los átomos, por lo cual resulta posible la difracción de electrones
al ser dispersados por otras partículas.
Cuando se hace pasar un flujo de electrones por un cristal en la
pantalla o en la placa fotográfica se produce un cuadro de interfe-
rencia típico: la alternación de círculos oscuros y claros. Ese mismo
cuadro se origina si se hace pasar por un cristal gran cantidad de
partículas, unas tras otras, con un intervalo de tiempo relativamente
grande. En el último caso, los círculos o franjas de interferencia no
se producen de una vez, sino gradualmente, estadísticamente. Esto
demuestra que las propiedades ondulatcrias no son el resultado de
interacciones colectivas tan sólo, sino que son propias de cada par-
tícula. Cada partícula por separado, se comprende, no produce la
interferencia. El electrón o el fotón, al incidir la placa, se fija en for-
ma de punto; pero la dispersión de la partícula se efectuará preci-
samente en las direcciones donde se tncuentran las franjas claras,
es decir, los máximos del cuadro dt: interferencia. Las partículas no
incidirán en absoluto los lug:ues oscuros Eso significa que en estos
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 12~

últimos la amplitud del campo ondulatorio será igual a cero, mien·


tros que en los claros llegará a la máxima.
Razonando de este modo podemos relacionar la probabilidad de
dispersión del fotón o el electrón en determinadas direcciones con
sus propiedades ondulatorias. Estas determinarán la probabilidad de
que las partículas se encuentren en un lugar dado del espacio. Para
el campo electromagnético, la medida de intensidad del campo en el
volumen dado será el cuadrado de la amplitud de las oscilaciones elec-
tromagnéticas. Si oponemos los fotones al campo, el cuadrado de la
amplitud caracterizará el número correspondiente de fotones en el
volumen dado. Para los electrones, el cuadrado de amplitud de la
onda en un lugar dado representa, asimismo, la medida de la loca·
li:zación probable de la partícula en dicho lugar.
El electrón, al pasar por el cristal o la reja de difracción, no in-
teractúa con un átomo, sino con todo el conjunto de átomos de la
región adyacente. Gracias a ello se dispersa tan sólo en determinadas
direcciones, con la particularidad de que su incidencia en cierto pun-
to del cuadro de interferencia viene determinada por las leyes de la
probabilidad. ·
La unidad de propiedades corpusculares y ondulatorias no se ma-
nifiesta solamente en esos experimentos. Si irradiam~ electrones con
rayos X, veremos que al ser dispersados los fotones por los electro-
nes, la frecuencia del fotón varía según el ángulo de dispersión (el
llamado efecto de Compton). Este fenómeno será imposible de ex-
plicar si los microobjetos se consideran corpúsculos u ondas, y no
formaciones en que se aúnan propiedades corpusculares y ondula·
torias.
La existencia simultánea de propiedades tan contradictorias en los
microobjetos parece inadmisible guiándonos por las ideas que nos
son habituales. Los conceptos clásicos, que reflejan los fenómenos
macroscópicos, son incapaces de reflejar adecuadamente la esencia
contradictoria de las micropartículas. Por esa razón hay quien niega
la unidad de dichas propiedades en los microobjetos y afirma que
son producto de la interacción con los aparatos empleados en las me-
diciones. En opinión de Bohr, los aspectos corpusculares y ondulato-
rios son complementarios y se excluyen recíprocamente; además, no
se debe hablar, según él, de las propiedades de los microobjetos, si·
126 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

no de los dispositivos de medición. De dichos aspectos, unos se des-


criben con ayuda del concepto de posición de los corpúsculos y otros
con ayuda del concepto de longitud de ondas. Por lo que se refiere a
las micropartículas, éstas no son reales, ya que los microfenómenos
no existen independientemente o fuera de los límites de observación.
En la década del 30, Bohr manifestó que era imposible adjudicar rea-
lidad física· independiente a los objetos del mundo atómico. Amplian-
do esa opinión, P. Frank decía que no podíamos calificar el electrón
de partícula material. "El electrón es un conjunto de magnitudes físi-
cas que introducimos para establecer un sistema de principios del cual
podemos deducir lógicamente las indicaciones de los aparatos de me-
dición." • Las dificultades, en opinión de Frank, surgen porque se
habla de objetos en vez de hablar de los métodos de empleo de pa-
labras. De acuerdo con la teoría de la complementariedad, los micro-
objetos no existen independientemente de las observaciones. Existir
significa ser percibido; tal es la conclusión idealista subjetiva que se
deriva de esa teoría.
Semejantes afirmaciones se contradicen con los datos de la ciencia
mod~tna. Las propiedades de los microobjetos tienen existencia ob-
jetiva, independiente de nuestra conciencia, y se exteriorizan tan só-
lo en los actos de medición; y las propiedades corpusculares y ondu-
latorias se manifiestan en los experimentos no por separado, según
sea la clase de los aparatos de medición, sino en unión indisoluble
y recíproca. Si, por ejemplo, a través de un cristal hacemos pasar
sucesivamente electrones y observamos el carácter de su dispersión
en una placa fotográfica, veremos que cada electrón se localiza dis-
cretamente en la placa, pero se dispersa de acuerdo con las leyes on·
dulatorias, de forma que numerosos puntos llegan a constituir gra-
dualmente un cuadro de interferencia. En el efecto de Compton, el
cuanto de roentgen se dispersa en el electrón como partícula, pero
varía la frecuencia de sus oscilaciones como onda.
La existencia simultánea de propiedades corpusculares y ondulato-
rias parece incompatible sólo en el caso de que se pretenda mostrar
su unidad fuera del movimiento, en estado de reposo de las partí-
culas. En efecto, el concepto de partícula, que expresa el aspecto dis·

• P. Frank. Foundations of Physits. lnlernational Entye/opaeáia of Unifietl


Srienre, vol. I, N• 7, Chicago, 1946, pág. 54.
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 127

creto de la materia, conserva su sentido también para el estado de


reposo de los microobjetos; pero el concepto de onda, aplicado a la
partícula en reposo, parece completamente absurdo. Si la partícula
incide la placa fotográfica, su localización significa que sus propie-
dades ondulatorias han desaparecido; si se propaga como onda, re-
sulta imposible hablar de una localización puntual, de un movimien-
to según una trayectoria mecánica.
Eso es completamente cierto, pero al enjuiciar desde todos los
puntos de vista las propiedades de los microobjetos no debemos di-
vidir artificialmente un fenómeno en aspectos que se excluyan recí-
procamente. Importa recordar que la unidad de las propiedades cor-
pusculares y ondulatorias no se efectúa en cada uno de esos estados
por separado, sino tan sólo en el proceso del movimiento de los mi-
croobjetos. Una vez localizada en el espacio como formación discre-
ta, la micropartícula se propaga de acuerdo con las leyes ondulato-
rias, de forma que el cuadrado de la amplitud de la onda expresa
la medida de probabilidad de su localización en un volumen dado
del espacio. Los microobjetos, por su naturaleza, no son ni ondas,
ni corpúsculos, ni tampoco la 'mezcla de unas y otros, sino que son
formaciones sumamente complejas, en las que se combinan dialécti·
camente cualidades contradictorias. Nuestro lenguaje carece hoy día
de conceptos ttdecuados para reflejar su estructura, y por ello los des-
cribimos valiéndonos de conceptos habituales, que en este caso re-
sultan inexactos. Como decía Bacon, la inteligencia humana se pa·
rece a un espejo curvo: refleja la naturaleza de las cosas aportando
a ella su propia naturaleza.
Para poner de manifiesto la esencia de las propiedades ondulato-
rias de los microobjetos es preciso relacionarlas no sólo con las leyes
del movimiento de las partículas, sino también con su estructura. En
ese sentido ofrece grandes perspectivas la teoría del campo, que consi-
dera los microobjetos como estados de excitación de campos diversos.
Las excitaciones se propagan de acuerdo con las leyes ondulatorias,
cosa que corresponde al carácter del movimiento de las micropar·
tículas.
De la unidad de propiedades corpusculares y ondulatorias se de·
rivan valiosas conclusiones, que tienen sustancial importancia para
comprender el problema de la causalidad en los microfenómenos.
128 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

Esas conclusiones no tienen nada que ver con las ideas de la Física
clásica sobre la causalidad. ,La mecánica clásica considera que toda
micropartícula posee simultáneamente los valores de las coordenadas y
del impulso todo lo exactos que se quiera, que pueden, en principio,
precisarse en cada momento cinético de la partícula por una trayectoria
mecánica. Esa idea se basaba en el concepto de que las micropartí·
colas eran esferillas microscópicas sólidas o puntos materiales. La
mecánica cuántica mostró la falsedad de esa afirmación. Las partí·
colas elementales no son esferillas microscópicas, ni tampoco puntos
materiales, por lo cual no se les pueden aplicar los conceptos de la
Física clásica sobre el valor simultáneo y exacto de las coordenadas
y el impulso. El efecto, el impulso del electrón se expresa por la
longitud de su onda: p = !!... . Supongamos que se procede a deter·
A.
minar las coordenadas del electrón, es decir, de fijarlo en un pun-
to. La longitud de la onda en el punto equivale a cero, debido a lo
cual el impulso será infinito o indefinido, ya que lo infinito, en este
caso, no tiene sentido físico. De algunas otras tesis se deduce que
si el impulso se determina con absoluta exactitud, las coordenadas
o posición del electrón resultan indefinidas. El producto de las in·
exactitudes de las coordenadas y el impulso equivale aproximada-
mente a la constante de Planck: tJ.x • t!.p .> h. Esta fórmula representa
la conocida relación de incertidumbre de Heisenberg. De ella se de-
duce que si tJ.x tiende a cero, t!.p tiende a un valor infinito, y vice-
versa.
La relación de incertidumbre se deriva de la naturaleza corpus-
cular y ondulatoria de los microobjetos y tiene fundamental impor-
tancia para la solución del problema de lo finito y lo infinito en el
microcosmos. A diferencia de la Física clásica, en la cual prevalecía
la opinión de que los microfenómenos, por pequeños que fuesen,
dependían de las leyes existentes en el macrocosmos, de que la estruc-
tura de lo infinitamente grande e infinitamente pequeño era homo-
génea, la Física actual señala la diferencia cualitativa de esas leyes Y
propiedades.
La novedad y peculiaridad de las consecuencias que se derivan de
las relaciones de incertidumbre son tan considerables que, a veces,
se comprenden con dificultad e inducen con frecuencia a interpre-
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDU ... ATOhiAS 129

taciones erróneas de los microprocesos. Se afirma en ccasiones que


las micropartículas, de hecho, pl)seen valores simultáneos y exactos
de coordenadas e impulso, pero que la relación de: incerticlumhre
impide su determinación, introduciendo así el agnosticismo en Ja
c1encia. Es indudable, sin embargo- dicen los partidarios de esa
teoría - , que la ciencia superará es:::. barrera y conseguirá pre-:isar con
mayor exactitud las propiedades del electrón. Lo mi!..no que el mi-
croscopio electrónico ha dej:.do muy atrás la capacid.td dl"l microsco-
pio óptico. se encontrarán con el tiempo medios m ...cho ;rtás :;utiles
de acción sobre los electrones que los cuantos lumino!:os y se deter-
minarán con mayor exactitud las coordenadas y el impul:iv, ve;¡cien-
do así la relación de incertid•.t:nbrP..
Esos razonamientos, pese a su aparente valor lógico y al enpleo
de una terminología materialista, son erróneos, ya que introducen en
la Física la idea de una falsa infinitud en la concepción de !.~' pro-
piedades del microcosmos. Por pe<Jueñas que sean la!' ~calas. les ob-
jetos de esas regiones poseen, segú!l los partidarios de •1 icha teoría,
las mismas propiedades que estamo:; habituados a ver o a supuner
en cuerpos macroscópicos. '
En realidad, el elatróll y otras partículas elem(ntale-.:. St"'n unas
!'nrmas de la materia a las que, objetivamente, no correspondel"' va-
lores exactos y simultáneos de coordenadas e impulsos. No pcdemos,
por ejemplo, determinar con absQluta exactitud el límite donde ter-
mina la atmósfera de la Tierra; sin embargo, este !)t) signifi¡;a que
el conocimiento esté lirnitado; no lo podemos determmar porq•1e ob-
jetiYamentc dkho límite carece de fronteras exact:ts. La densidad
del aire disminuye gradualmente con la distanda hasta hacero;e i¿;ual
a la densidad media del espacio interestel:lr. Igual ocurre en el caso
del electrón: ellírraite superior de la exactitud de determinacióú de las
ccordenadas y el impulso no depende de la limitadón de nuestra
cap~cidad de conocimiento, sino de que los electro~es, ubjetiv¡.men-
te, uo poseen las car~cterísticas dadas. La relación de incerticfurnbre
señala precisamente el límite de aplicación al electrón de los conce:ptos
clásicos de coordenada e impulso.
Bs as:mismo inaplicable a las micropartículas el concepto dt> m•'l-
vimiento mec.i.nico según una trayectoria, ya que al conc.:!pto ele traycc-
tori::;. va ligada la posibilidad de precisar ~imultáneamente' bs coor-
130 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

denadas y el impulso de un cuerpo. Los microobjetos se mueven de


acuerdo con las complejas leyes ondulatorias descritas por la mecá-
nica cuántica y la electrodinámica. Debido a ello, la relación de causa-
efecto en el microcosmos se manifiestan en formas cualitativas distin-
tas de:: las que se conocían en la mecánica clásica.
La mecánica clásica suponía que el estado de un sistema, suficien-
temente aislado de influencias exteriores, venía determinado por sus
fuerzas internas, de tal modo que las interacciones de cualquier ele-
mento constituyente determinaban en un instante dado el estado del
sistema en cualquier período de tiempo futuro. El pasado llevaba en
sí lo que existe en el presente, y el presente encerraba todos los acon-
tecimientos futuros. Así, conociendo la distribución y los impulsos
de todas las partículas del sistema, se pueden calcular previamente
sus estados en cualquier tiempo venidero.
Esta concepción del determinismo mecanicista tenia ciertos funda-
mentos en la mecánica celeste, donde por las posiciones iniciales del
Sol y de los planetas podían predecirse sus posiciones en cualquier
momento futuro del tiempo y, por consiguiente, anunciar las fechas
de los eclipses, oposiciones de los planetas, etc. Considerábase que
en todos los demás procesos de la naturaleza existía un cuadro aná-
logo, aunque, tal vez, mucho más complejo. Por eso, conociendo
todas las características de los átomos, resolviendo luego una infinita
cantidad de ecuaciones y reuniendo las sÓluciones, se podría decir
con toda exactitud cuál fue el comportamiento del sistema en el pa-
sado y cuál habría de ser en el futuro, incluso en un futuro muy
remoto.
El determinismo mecanicista contribuyó en gran medida a la lu-
cha contra la ideología religiosa de la sociedad feudal, pues negaba
la existencia de la providencia y deducía todos los fenómenos d,e la
naturaleza de las interacciones de los átomos. No obstante, en su ex-
presión extrema conducía al fatalismo, no religioso, ciertamente, pero
si materialista. De acuerdo con esa concepción, los más fútiles aconte-
cimientos se consideraban inconmovibles e inevitables, y la necesidad
de ellos derivaba de un pasado remoto. "Admitiendo esa nece-
sidad - escribía Engels - no rebasamos los límites de la concep-
ción teológica de la naturaleza. Para la ciencia _es casi indiferente
que llamemos a esto... eterna decisión divr o que, juntamente
1
'
UNIDAD DE PROPlEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 131
con los turcos, lo califiquemos de sino o de necesidad. En ningún
caso se alude siquiera al estudio de la cadena causal . . . La casua-
lidad no se explica por la necesidad; más bien al revés, la necesidad
se rebaja a la estricta casualidad." 5
La limitación del determinismo mecanicista, puesta de manifiesto
por los fundadores del marxismo, se ha exteriorizado con toda clari-
dad en la mecánica cuántica. La relación de incertidumbre muestra
la falsedad del propio planteamiento del problema de la posibili-
dad de precisar simultánea y exactamente el impulso y las coorde-
nadas, a fin de pronosticar con exactitud el comportamiento futuro
de las partículas. El movimiento de los microobjetos depende de sus
innumerables enlaces e interacciones recíprocas, de las peculiaridades
de su estructura interna. La mecánica cuántica no se halla e;. condi-
ciones de estudiar esas complejas uniones externas e internas. Tam-
bién resulta imposible seguir la historia de una partícula durante al-
gún tiempo algo duradero, ya que se transforman continuamente,
pasando de una forma a otra. Es cierto que la solución de la ecua-
ción de Schrodinger permite predecir el comportamiento de las par-
tículas durante un cierto tiempo, pero se tr~ta de un tiempo suma-
mente limitado y la propia predicción tiene carácter de probabilidad,
cosa que está muy lejos del ideal del determinismo clásico.
El nuevo concepto de la causalidad impone a la Física actual
el reconocimiento de la no equivalencia de efectos derivados de un
conjunto de causas. A título de ejemplo examinaremos el experimen-
to de dispersión de los electrones por una reja de difracción. En ese
proceso, los electrones inciden con la máxima probabilidad sobre
aquellos sectores del cqadro de interferencia que, en términos gene-
rales, pueden ser señalados de antemano. Pero no podemos deter-
minar con exactitud en qué punto preciso de la pantalla incidirá el
electrón. Ahora bien, ¿es sustancial esa incertidumbre de la predic-
ción? Y si lo es, ¿por qué causa?
Las causas de una u otra dispersión del electrón se deben a sus
interacciones con todo el conjunto de átomos de la reja o del cristal
en el camino de su movimiento. Estas interacciones son de una ex-
traordinaria diversidad y la teóría actual no está en condiciones
de estudiarlas. Importa señalar asimismo que el carácter de los enla-
1 F. Engels, Dialé~li~a Je la nalll,.aJna, ed. cit., pág. 173.
132 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

ces exteriores d:l electrón con otras partículas viene determinado


por sus enlaces internos o su estruct.ua, que hoy día se desconoce.
Gracias a ello aumenta todavía más la incertidumbre en la predic-
ción del lugar de incidencia del electrón sobre la pantalla. Lo único
que se puede decir es que el electrón, al dispersarse, incide sobre uno
<le los d&culos del cuadro de interferencia; pero sobre cuál precisa-
mente y en qué lugar, no se sabe.
Esa indeterminación, en parte, no es de principio. Si se consiguie-
ra calcular todos los enlaces exteriores del electrón, de los que de-
pende el carácter de su dispersión, podría indicarse con mucha ma-
yor exactitud la región de su incidencia. Sin embargo, esa localización
no puede ser ilimitada, o, en todo caso, no puede reducirse a las di-
mensiones del electrón. Gracias a la relación de incertidumbre, que
es una ley objetiva de la natura~eza, incluso teniendo en cuenta to-
dos los enlaces e interacciones def electrón, siempre quedará cierta in-
certidumbre en cuanto al carácter de su dispersión, debido a lo cual el
sector de incidencia previsto será considerablemente- mayor que las
propias dimensiones del electrón. Por consiguiente, en función de !as
causas, los efectos que de ellas se derivan no son equivalentes, sino
más o menos probables, hecho que demuestra la existencia de nuevas
formas de causalidad en el microcosmos.
Esa incertidumbre en la conducta de los microobjetos no significa
que los fenómenos estudiados sean absolutamente espontáneos e in-
determinados. Es indudable que obedecen a causas, y no a una, sino
a muchas. Pero tales causas no radican ya en los enlaces externos de
las partículas elementales, sino en sus enlaces internos, en el carác-
ter inagotable de sus estr:.tcturas. La acción de dichos enlaces inter-
nos hace "emerger" unos u otros resultados a la superficie del fe-
nómeno, a la esfera del experimento. La ley que se revela en el
experimento se forma estadísticamente, como suma de otras muchas
leyes más profundas, cuyo conccimientc es obra del futuro.
El descubrimiento de hs Pt.cva•; fornas de causalidad en el micro·
l.OSID:>s dio pie a los ide-alistas "físicos" para reanudar sus ataques
contra el f"l'laterialismo. S.-:g(•n Lcr.i'1, las tencativas :c-:tccionaria!: wn
fruto dei rropio progreso ilc 'a" ciencias. Algunos ir:·:estigadorcs,
refiriéndose a cierta ir.f:1·c::. ;<L ··¡ncvntrolable." dd aparato sobre el
objeto, sostienen que di.::ha influcJcia ;J. . Éor•!":! el principio de cau
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 133

salidad. Dirac escribe: "La ley de la causalidad puede aplicarse sólo


a un sistema que no sufra perturbaciones. Si el sistema es pequeño,
resulta imposible observarlo sin originar en él grandes perturbacio-
nes y, por consiguiente, no puede esperarse que entre los resultados
de las observaciones exista un vehículo causal. Debido a ello, en la
teoría cuántica rige por principio el indeterminismo." 6
Muchos científicos niegan el carácter objetivo de la causalidad
porque, desconocedores del materialismo dialéctico, identifican el
principio de la causalidad con el determinismo mecanicista y, apoyán-
dose en la falsedad de este último, impugnan el principio de la cau-
salidad en absoluto. Eddington, por ejemplo, se refiere a las pala-
bras de Ornar Hayyam, el gran poeta de la Antigüedad: "El primer
día de la creación quedó escrito lo que habría de ser leído en el úl-
timo día de la expiación", y dice que es así como él entiende el de-
terminismo. "El determinismo significa predeterminación." 7 Y co-
mo en la naturaleza no hay predeterminación, tampoco hay enlace
causal.
Otra deducción idealista de la relación de incertidumbre es la ne-
gación del carácter objetivo del espacio y el tiempo. Basándose en que
la determinación exacta del impulso conduce a una indeterminación
completa de las coordenadas, algunos físicos manifiestan que en este
caso se infringe el curso del proceso en el espacio-tiempo. " ... Los
procesos atómicos- escribe Heisenberg- no siempre pueden ser
representados como procesos objetivos que se efectúan en el espacio
y el tiempo . . . La indivisible partícula elemental de la Física actual
posee la propiedad de ocupar un espacio no en mayor medida que
otras propiedades, por .ejemplo, el color y la solidez. Por su esencia
no es una formación material en el tiempo y el espacio, sino, hasta
cierto punto, sólo un símbolo, cuyo empleo impone a las lf)·es de la
naturaleza una forma particularmente sencilla." 8
La teoría de la complementariedad de Bohr, basada en la interpre-
tación idealista del principio de incertidumbre, tuvo una difusión muy
amplia. Esta teoría considera que existen dos clases de aparatos, de los
cuales unos permiten determinar las características del espacio-tiempo
" P. A. Dirac, Fundamentos de la mer,ínira tu.1ntÍt.l, 19~-r. p.ig. 12.
7 A. Eddington, New pathu·ays in srienc-e, Cambridge 1935, pág. 75.
" W. Heisenberg, Wandlu11ge11 in dm Grund/age., d" N.lturu·iu.-nHh.zfr,
S. 49, Si.
134 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

y otros las de impulso-energía. Las primeras características son las con-


diciones de existencia de las partículas en el espacio y en el tiempo, y
las segundas determinan el comportamiento causal de los microobje-
tos. Según Bohr, ambos grupos de características se excluyen recípro-
camente. El conociD;liento de unas se adquiere a costa de renunciar
a las otras. En relación con ello, Bohr expone la siguiente famosa
alternativa: bien describimos las partículas en el espacio y en el tiem-
po, y entonces el principio de la causalidad es una ficción, bien este
principio es correcto, y entonces debemos admitir que las micropar-
tículas existen fuera del espacio y del tiempo. Este razonamiento tan
confuso se basa en una err9nea concepción del espacio-tiempo y la
causalidad. El espacio y el tiempo no se consideran como formas ob-
jetivas de existencia de la materia, sino como formas subjetivas de
percepción del mundo. Si las características del espacio-tiempo no se
manifiestan en el experimento, sino que son indeterminadas, se de-
duce que las partículas existen fuera del espacio y el tiempo. Se es-
tima que sólo las magnitudes observables son objeto de la teoría; por
lo que se refiere a las inobservables se niega simplemente su exis-
tencia.
Los idealistas que niegan la objetividad de las relaciones de espa-
cio-tiempo de los microobjetos evitan contestar lógicamente cuando
se les pregunta sobre el sentido de semejante negación. Pues si ad-
mitimos la existencia y el movimiento de los microobjetos, reconoce-
mos la realidad del espacio-tiempo, en los cuales ese movimiento
transcurre; en el caso contrario resulta imposible entender el mo-
vimiento. Por eso, una filosofía que reconoce la realidad del movi-
miento de los cuerpos, pero que niega el espacio y el tiempo, es ínti-
mamente contradictoria. Para acomodarse a las exigencias mínimas
de la Lógica, esa filosofía tendría que negar también la objetividad
del movimiento, y, con ello, la objetividad de la materia. Y en ese
caso el tema mismo desaparece. Ni siquiera cabe decir que el mundo
es un conjunto de sensaciones humanas, ya que las sensaciones per-
tenecen al organismo humano que representa una cierta forma de la
materia, y ésta, según la premisa aceptada por los ideálistas, no existe.
El sofisma de la filosofía idealista consiste en que demuestra una
cosa y declara rebatida otra completamente distinta. Basándose en la
indeterminación de la coordenada al det~inar el impulso, deduce
\
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 135

sin lógica alguna que existen micropartículas fuera del espacio, mien-
tras que la indeterminación del impulso, al determinar las coordena-
das, se interpreta como una "prueba" de que la causalidad no existe.
Con semejantes métodos sofísticos se puede demostrar todo cuanto
se quiera, pero lo demostrado carecerá en absoluto de validez.
Todos los datos de la Física nos demuestran sin lugar a duda que
los microobjetos, además de poseer propiedades de espacio-tiempo,
se subordinan al principio de la causalidad. Ese principio no signi-
fica, ni mucho menos, que el desarrollo esté predeterminado y que
a lo presente siga un futuro equivalente, por muy lejano que esté.
Significa sólo que no hay acción sin causa, que las relaciones de cau-
sa y efecto se manifiestan en forma de leyes estrictas que rigen di-
versos fenómenos. En el microcosmos existen esas leyes y la mecánica
cuántica las ha descubierto en parte, al formular algunas ecuaciones
de movimiento para las partículas elementales y los campos. Esas
ecuaciones nos permiten describir con bastante exactitud los fenó-
menos más heterogéneos y aplicarlos a la industria y a la técnica.
Si la ciencia no conociese 1~ leyes que rigen los fenómenos intra-
atómicos, habría sido imposible hallar el medio de liberar y utilizar
la energía atómica.
El hecho de que los microobjetos tengan propiedades ondulato-
rias induce a una nueva concepción de las dimensiones espaciales
de las partículas elementales, circunstancia ésta de suma importancia
para comprobar correctamente las relaciones recíprocas entre lo finito
y lo infinito en la estructura de la materia. Se considera habitual-
mente que las dimensiones lineales y el volumen de cualquier cuer-
po pueden, en principie, expresarse con la exactitud que se quiera;
los límites de esa exactitud dependen de la precisión de los apara-
tos que se utilicen, ya que los cuerpos, objetivamente, poseen dimen-
siones absolutamente exactas, que se pueden determinar hasta lo in-
finito.
Pero en la realidad no ocurre así. La determinación del volumen
y de algunas otras magnitudes se hace imposible al llegar a cierta
etapa y pierde su sentido. Los cambios cuantitativos producen un:~.
modificación sensible de la cualidad, y a esa nueva cualidad no se le
pueden aplicar las viejas operaciones cuantitativas. Por ejemplo, es
imposible determinar con la exactitud que se quiera la presión del
136 CONTINUIDAD Y DISCONTIUUIDAD DE LA MATERIA

gas en un recipiente. Esa presión la forman las numerosas incidencias


de las moléculas sobre las paredes del recipiente; al llegar en nuestra
determinació'l a. la fuerza del golpe de cada molécula, no podríamos
seguir, puesto que más allá el concepi.c de presión es inaplicable.
Exactamente igual nos sucede si determinamos la longitud o el VQ.-
lumen de algún cuerpo sólido; al !legar a la medición de escalas
atómicas, este- pierde todo sentido. l:!n cada cuerpo se produce un
consta~te trasi.;-go de átomos y moléculas, su oscilación en torno a
ciertos centre.; de equilibrio. Cie:ta parte de los átomos pasa cons-
tantcrLerte de la superficie de lo!= cuerpos al medio circundante y
allí so::~ absorbidos por el cuerpo. De al1í que las dimensiones y la
masa del cuerpo, empezando por algunas escalas de exactitud, varíen
sin L·:·sal. Así, pues, los cuerpos, oojet:ivamente, no poseen dimen-
sionl:". n • masas, ni otras propiedades siempre exactas e invariables.
Ya he:tr · ind!Cado antes que una propiedad como el momento
magnéticl) -.:.· lo$ nucleones no es algo que existe invariablemente, si-
no que es estadísticamente medio en el tiempo, ya que se origina
como IL""Sultado d~ una "disociación· temporal de nucleones y la for-
mación de mesones·:lt. Es probable que también otras propiedades de
las partículas elementales sean eshdíslit:amente medias, debido a unas
interacóones profundas y sutiles. Todos esos efectos se encuentran
por ahora fuera de las posibilidade~ de medición, y por ello no tienen
todavía gran importancia desde el punto de vista práctico. La exac-
tituC: 'llcanzada en las mediciones es, en lá mayoría de los casos, más
que suficiente prácticamente; esto nos hace suponer que todas las
proriedadcs c:e pueden medir con la ex1ctitud que se quiera.
ML comflicado aún es el problema de los átomos y de las par-
tÍCL' las elementales. Sus dimensiones se determinan muy aproxima-
damecnce por el resultado de su dispersión por otras partículas. La
saciún efectiva que se produce con la colisión de partículas depende,
en modo c"Scncial, de sus relativas velocidades, cargas y masas. En cada
ca~:) puede., ser distintas, por lo que también serán diferentes sus di-
me:r;ionN. Ello es así porque cada micropartícula está indisoluble-
m~:ntc unida a Jos diversos campos que contribuyen a" su estructura. El
Jím;tc entre ía partícula propiamente dicha y su campo es muy relativo
y •::::i:.bíc· depende de la energía de las interacciones y de las cargas
.qu(· tengan. Si la partícula incidenre tiene gran energía y no posee
UNIDAD DE PROPIEDADES CORPUSCULARES Y ONDULATORIAS 137

carga, puede penetrar profundamente en la región de la partía¡la


dada y originar diversos procesos; si tiene la misma carga y poca
energía, la dispersión de la partícula incidente se efectuará a dis-
tancias bastante grandes. L:1s dimensiones de las partículas, calcu-
ladas a base de su dispersión, serán distintas en ambos casos. Actual-
mente no existen otros medios de medición, ya que es imposible
encerrar la partícula elemental en un micrómetro u otro aparato para
determinar directamente sus dim'!flsiones. Por ello el concepto de di-
mensiones absolutamente exactas respecto de las partículas elemen-
tales supone una abstracción idealizada. Las verdaderas dimensiones
de las partículas dependen de sus interacciones con otros microob-
jetos.
Esto último se hará todavía más evidentt: si recordamos que a
toda partícula va unida una determinaJa longitud de onda, que ca-
racteriza la región de su localización espacial. La longitud de onda
depende de la masa y velocidad de movimiento: A = _!!....._ , y varía
Tlltl
al variar estas últimas. Por ejemplo, si tomamos un electrón con
energía superior a varios certtenares de electrón-voltio, la longitud
de su vnda será, aprc,ximadamente, de 1o-s cm, es decir, comparable
a las dimensiones del átvmo. Un electrón con onda de semejante lon-
gitud no tkne cabida en el núcieo atómico. Para lvcalizar el electrón
t:n la zona del núcleo atómico, la long1tud ele su onda deberá ser
1o-la cm. Pero con esa longitLIC de onda, el electrón pc:;eerci una ener-
gía suficientememe grande para transformarse, formandv otras par-
tículas. Debido a ello, la localización del electrón en una zona tan
pequeña resulta físicamente imposible.
Todavía más relativo es el concepto de dimensiones exactas si nos
referimos a los cuantos del campo electromagnético, que tiene una
distribución continua en el espacio. Para los fotones resulta impo-
sible establecer dimensiones determinadas e invariables. La longitud
de onda. del fotón viene determinada por la frecuencia de las osci-
laciones A = !.__,
1'
y la frecuencia de las oscilat.:iones depende de la
energía del fotón E = !J,.. Toda localización del fotón en una zona
menor que la longitud de su onda es físicamente imposible. Por ello
las dimensiones del fotón se determinan tvtalmente por su energía,
si es que es posible aplicar el concepto de dimensión a la:; ondas elec·
138 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

tromagnéticas. Todo esto demuestra, desde un nuevo punto de vista,


el carácter inagotable de la materia en profundidad.

§ 4. Carácter cuántico de las propiedades e interacciones


de microobjetos

Un rasgo esencial del microcosmos, de importancia capital para


comprender el problema de la discontinuidad en la continuidad de
la materia, es el carácter discreto de sus propiedades e interacciones,
debido a la existencia del cuanto de acción h. La continuidad de
energía que observamos en los procesos macroscópicos es, en reali-
dad, un conjunto de enormes cantidades de procesos energéticos dis-
cretos. En los fenómenos macroscópicos, el valor de la constante de
Planck es ínfimo, por lo cual la discontinuidad de la acción en los
macrofenómenos pasa completamente inadvertida y es descrita con
bastante plenitud por las leyes de la mecánica clásica. Pero tan pron-
to (.Omo pasamos a las escalas atómicas, diríase que penetramos en
otro mundo, cuyo rasgo característico es el atomismo de la acción.
Por esa razón, las propiedades fundamentales de las partículas,
que son el resultado de sus enlaces e interacciones, también tienen
carácter cuántico. Tanto los sistemas átomo-moleculares como las par-
tículas elementales son discretos. Cad:t átomo puede hallarse sólo en
determinados estados estacionarios, que con;)tituyen una serie inte-
rrumpida. En dichos estados el átomo posee valores discretos de
energía, de cantidad de movimiento angular y de proyección del mo-
mento en dirección del campo magnético. En los átomos, los electro-
nes pueden girar en torno de los núcleos, pero no por todas ias
órbitas, sino por unas cuantas, para las cuales la cantidad de movi-
miento angular es igual a un múltiplo entero de h/2n. En estados
estacionarios la energía del átomo continúa siendo constante. Si la
energía varía por alguna acción suficientemente grande, el átomo, de
un salto, pasa de un estado a otro, evitando los estados intermedios.
Debido a ese tránsito se irradian cuantos de frecuencia estrictamente
determinada, que dependen de la diversidad de energía de los esta-
dos. Con la absorción inversa de la energía por el átomo, la energía
puede transmitirse no en porciones todo lo pequeñas que se quiera,
CARACTER CUANTICO DE PROPIEDADES E INTERACOONES 139
sino en determinadas porciones discretas. El átomo puede absorber
solamente una energía (de fotón o de otra partícula) que equivale
a la diferencia de energía de sus dos estados, pero no menor.
Esto tiene sustancial importancia, pues demuestra que es imposible
aplicar nuestras ideas macroscópicas a regiones tan pequeñas como se
quiera. La realidad resulta ser incomparablemente más compleja y
rica que todas las suposiciones especulativas.
Las propiedades fundamentales de las partículas tienen valores
discretos. El espín, el momento magnético y la carga mesónica se ca-
racterizan, en su aspecto cuantitativo, por expresiones que contienen
la constante de Planck. Respecto a la masa propia y la carga eléctri-
ca, no se ha conseguido establecer el enlace con la constante de
Planck, pero se sabe que las partículas no pueden poseer cargas eléc-
tricas menores que la del electrón. Del mismo modo, las partículas
de dicha clase tienen masa de reposo claramente determinada; el
electrón u otra partícula, en los procesos de interacción cambia cons·
tantemente de energía, impartiéndola en porciones tan pequeñas co-
mo se quiera hasta que se reduce a la magnitud de E = mc2 • Por de-
bajo de ese nivel es imposible la transmisión de energía y de masa;
cabe tan sólo la transformación de la partícula en otros microob-
jetos cualitativamente distintos.
El carácter discreto de las propiedades y los estados de las partí-
culas da lugar a importantes conclusiones sobre el carácter de sus
interacciones. En la Física clásica se aceptaba tácitamente que entre
las partículas, cualesquiera que fuesen, existe siempre un vínculo
estable, propagándose además sus interacciones con una velocidad
infinitamente grande. Se admitía asimismo que la energía de las in-
teracciones entre las partículas podía ser todo lo pequeña que se qui-
siese, pero que dichas interacciones se mante~ían continuamente.
Cualquier átomo del Universo está enlazado con otro y, como decía
Leibniz, cada mónada, cada átomo, es un espejo vivo del Universo.
La teoría actual introduce esenciales correcciones a tales ideas.
Ante todo no existe esa infinita velocidad de propagación de inter-
acciones. El límite superior conocido es la velocidad de la luz. De-
bido a ello, la acción de un cuerpo no provoca una acción inver-
sa inmediata por parte del otro cuerpo. Esa "reacción" se produce
después de que la luz alcanza el otro cuerpo y recorre el camino inver-
140 CONTiNUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

so. Por eso, cacia cuerpo refleja en si no el estado efectivo del otro
cuerpo en el momento dado, sino un cierto estado anterior.
Por otro lado, en virtud de la acción cuántica, la interdependen-
cia entre cuerpos separados en el espacio no puede mantenerse con·
tinuamente con pequeñas ~nergías de interacción. A distancias bas-
tante grandes, el enlace entre los cuerpos puede no ser continuo en
el tiempo, sino discreto. Por eso no cabe afirmar que cada átomo del
Universo está constantemente enlazado con otro cualquiera y refleja
en sí todo el Universo. Trataremos de demostrarlo.
De acuerdo con las opiniones modernas, el enlace entre las partí-
culas se realiza por medio del intercambio de cuantos d<: los campos
electromagnético, gravitatorio y mesónico. Supongamos que la prime-
ra partícula emite cuantos y que la segunda los absorbe, y viceversa.
Gracias a ello, entre las partículas se produce una determinada fuer-
za de interacción. La acción continua de esta fuerza es el resultado
de una enorme cantidad de actos discretos de interacciones, a seme-
janza de como la acción ininterrumpida en la pantalla cinematográ-
fica se debe al rápido movimiento consecutivo de los cinegramas de
la película. Ese cuadro de interacciones produce los mismos resulta-
dos cuantitativos que se deducen de las leyes de Newton y Coulomb,
<lue nada nos dicen sobre la naturaleza de las interacciones gravitato-
rias y electromagnéticas.
Examinaremos a título de ejemplo la interacción electromagnética.
Supongamos que el cuerpo A emite fotones de un modo unifonne
y en todas las direcciones, una parte de los cuales es absorbida por
el cuerpo B. Supongamos que el cuerpo B es lo suficientemente gran-
de y denso como para absorber todos los fotones incidentes. La can-
tidad de fotones absorbidos guardará la misma relación con la canti-
dad general de fotones emitidos que guarda la superficie del cuerpo
dado con la superficie de una esfera cuyo radio sea igual a la distan-
cia entre los cuerpos que interactúan.
~upongamos ahora que la distancia entre los cuerpos se hace dos o
tres veces mayor. En ese caso, la superficie de la esfera se hará pro-
porcionalmente cuatro o nueve veces mis grande y disminuirá pro-
porcionalmente la relación de la superficie del cuerpo con la super-
ficie de la esfera. Entonces el cuerpo dado absorberá cuatro o nueve
veces menos fotones, y la fuerza de atracción entre los cuerpos dis-
CARACTER CUANTICO DE PROPIEDADES E INTERACCIONES 141

minuirá en razón directa y proporcional al cuadrado de 1:> distancia


entre ellos, según las leyes de Coulomb. De forma an:'iloga, si exami-
namos la interacción gravitatoria como resultado del intercambio de
cuantos del campo gravitatorio, obtenemos la ley de New~on. Claro
que el proceso efectivo de interacciones es bastante más complejo que
el esquema analizado, pero es útil para la apreciación cualitativa de
los resultados. Nuestro esquema no habrá de ser valedero para las
interacciones nucleares, ya que a los nucleones del núcleo no se les
puede aplicar el concepto macroscópico de dimensiones angulares.
Hoy día podemos considerar indudable sólo una cosa: la interacción
entre las partículas se efectúa como resultado del intercambio de
cuantos de diversos campos, aunque el mecanismo de esa interacción
todavía no está claro.
Los cuantos emitidos se llevan cierta parte de la masa y la energía
del cuerpo, si bien la energía de los cuantos no puede ser tan pe-
queña como se quiera. Como la masa del cuerpo es finita, puede irra-
diar un número finito de cuantos, parte de los cuales ~ absorbido
por otro cuerpo que, a su vez, emite cuantos. La interacción se ¡>ro-
duce como resultado del intercambio de cuantos.
Esa interacción sería continua en el tiempo si cada uno de los cuer-
pos absorbiese y emitiese en cualquier momento del tiempo todos los
cuantos que se quisiera. Pero esto resulta imposible, ya qut" la m:tsa
y la energía del cuerpo son limitadas y los cuantos no pueden poseer
energía infinitamente pequeña. Por ello, las interacciones entre los
cuerpos son discretas en el tiempo, es decir, discontinuas. Tal discon-
tinuidad depende de la probabilidad del intercambio de cuantos, y
es tanto mayQr conforme ·disminuye la cantidad de cuantos que in-
tercambian l0s cuerpos. Esto último depende de las masas de los cutr-
pos y de las distancias entre ellos. Si la distancia entre los cuerpos
es suficientemente grande y su masa pequeña, la probabilidad del
intercambio de cuantos puede ser todo lo pequeña que se quiera. En
t-Ste caso la inter:J.cción entre }c,s cuerpos se produce una vez a lo lar-
go d..:· nn determinade período de tiemp0, más o menos considerable.
Cuerpos infinitamente alejados unos de ot~'l~ tendrán un enlace in-
significante. Más aún, dc=ntro del Cosmos inhnito ro existe enlace
único, ya que la velocid.:~.d de propagación de las interacciones es una
magnitud finitl. Y eso significa que, tomando todo el Uni'.·erso, no
142 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

puede existir una sucesión única de acontecimientos, es decir, un tiem-


po único que transcurra en todas partes de forma igual e indepen-
diente del carácter de los procesos materiales.
De aquí, sin embargo, no se desprende que el principio del enlace
universal se infringe. Tampoco dentro de la sociedad cada individuo
está ligado a otro, y, sin embargo, esto no altera el enlace universal,
que se efectúa indirectamente, a través de Estados y otras institucio-
nes sociales. Igual ocurre en la naturaleza: el enlace entre partículas
y cuerpos alejados se realiza indirectamente, a través de sistemas ma-
teriales más generales en los cuales están agrupados dichos cuerpos.
Cada cuerpo se halla enlazado directamente tan sólo con la forma-
ción inmediata, pero la suma de las acciones produce una fuerza
suficientemente grande y capaz de asegurar interacciones efectivas a
grandes distancias. Como en el Universo cada sistema forma parte de
un conjunto de cuerpos de dimensiones todavía mayores, es posible
el enlace indirecto entre toda clase de sistemas. Ahora bien, ese en-
lace no se efectúa constantemente en el tiempo, sino en forma dis-
creta, con la particularidad de que la "interrupción" en las interac-
ciones será tanto más considerable cuanto mayor sea la distancia
entre los cuerpos y menor su masa. Pero si tomamos en consideración
que el U ni verso es infinito, en la escala de la infinitud del tiempo el
enlace directo o indirecto existe entre sistemas y cuerpos todo lo ale-
jados que se quiera. En el marco de la infinitud del tiempo el mundo
resulta un todo único y ligado en sus formas estructurales.
Otra manifestación muy interesante del carácter discreto de las
interacciones se observa en los microprocesos, en los efectos de la
transformación recíproca de las micropartículas. El análisis de esos
fenómenos nos obliga a modificar por completo nuestras ideas sobre
las propiedades del espacio y el tiempo en el microcosmos. Estas mo-
dificaciones vienen impuestas por el nuevo planteamiento del pro-
blema de las dimensiones de la partícula elemental, que da origen a
la hipótesis cuántica del propio espacio-tiempo.
Según señalábamos, en todas las interacciones y transformaciones
conocidas las partículas elementales se manifiestan como un todo úni-
co. En el proceso de transformación, las partículas pasan a otras for-
mas plena o discretamente, pero no por partes; además, las partículas
secundarias no están contenidas en forma terminada en las prima-
CARACTER. CU.ANTICO DE PROPIEDADES E INTERACCIONES 143
rías, sino que se originan por transformaciones cualitativas de la ma-
teria. Incluso se puede suponer que, en general, las partículas ele-
mentales carecen de partes en la acepción corriente de la palabra,
y no se les puede aplicar el concepto de sistema. En efecto, se consi-
dera sistema compuesto una formación material donde la energía de
enlace de los elementos componentes es mucho menor que la energía
propia, correspondiente a su masa de reposo. Son sistemas de esta
índole todas las formaciones cósmicas, los cuerpos que nos rodean, las
moléculas, los átomos e incluso los núcleos atómicos. Tales sistemas
se desintegran en sus elementos componentes si la energía de la ac-
ción exterior sobrepasa la energía de enlace entre dichos elementos.
Otra cosa completamente distinta ocurre cuando se trata de partí-
culas elementales. No se fisionan ni siquiera cuando la energía de la
acción exterior es muchas veces superior a la energía que corresponde
a su masa de reposo. En ese caso, la partícula no se fisiona, sino que
se transforma cualitativamente en otro mictoobjeto, también elemen-
tal. Por ejemplo, la energía propia del electrón es igual a O, 5·108
electrón-voltios, y si el electrón fuese un sistema compuesto, al ac-
tuar sobre él un cuanto gamm~ de la misma energía se desintegraría
indefectiblemente en sus elementos componentes. Pero incluso si la
energía del cuanto gamma llega a 101 electrón-voltios, el electrón
no se fisiona, sino que se transforma en otras micropartículas. Las
partículas no se fisionan ni siquiera cuando la incidente posee una
energía de 10 18 electrones-voltios, como ocurre a veces en los rayos
cósmicos. En todos los casos la transmutabilidad recíproca de las par-
tículas elementales hace físicamente imposible su fisión. De aquí se
desprende que las partículas elementales no pueden ser "sistemas"
materiales en la acepción corriente de esa palabra.
Es muy probable que la extraordinaria estabilidad estructural de
las partículas elementales esté relacionada con el carácter peculiar del
espacio-tiempo en el microcosmos. En una determinada etapa, los
cambios cuantitativos, a medida que se profundiza en la estructura
de la materia, originan cambios cualitativos radicales de las propie-
dades de la materia, dándose la circunstancia de que a la nueva cua-
lidad corresponden características cuantitativas distintas, incluidas las
de espacio-tiempo. Diríase que la materia está dividida en diversas
formas estructurales o pisos, en cada uno de los cuales predominan
144 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

sus leyes específicas. En la región del macrocosmos los cuerpos pue-


den tener cualquier climensión reométr\ca, pero en el microcosmos
eso no se observa. Las dimensiones de los núcleos atómicos y de
las partículas elementales se aproximan a magnitudes de 1o-ta a
10-•• cm. Eso se refiere también a los microobjetos que se originan
por la desintegración de partíc•.1las inestables. La región de la posible
localización espacial se relaciona con la longitud de onda, que es in-
versamente proporcional a la masa y velocidad de movimiento de la
par~ícula. Por ello no es obligatorio que las dimensiones de los pro-
ductos de desintegración sean menores que las partículas inici? les,
como ocurre frecuentemente en el macrocosmos. Al desintegrarse las
micropartículas, las partículas secundarias tienen aproximadamente
la misma o mayor longitud de 0nda Gue las iniciales, y por ello po-
seen, más o menos, la misma localización espacial.
De estos datos y de algunos otros se deduce que en la región de
los microprocesos ha de existir cierta longitttd elemental del orden
de I0-13 a 10-a cm, a semejanza de como existe el cuanto elemen-
tal de acción. Esta longituti se h~lla estreLhamente unida a la combi-
nación de las constantes fundamentales: carga y masa de 1:1. partícula,
velocidad de la luz y constante de Planck. Así, el radio clásico del elec-
trón ~equivale
me
aproximadamente a 2,8·1 0- 13 cm. La longitud de la
onda de Broglic para el nucleón con energía de enlace de 7 - 8·1 O"

electrón-voltios es de A = ~::::: 2·10- 13 cm. Un valor similar posee tam-


bién la 1ongitud de onda de Compton para mesón y nucleón:
}!_:::: w-~~- 10- u cm. El radio del protón. dctermin:Hlo por los ex-
me
perimentoc. equivale a 4·10-14 cm, y la región del impacto J~ :·,dea-
nes rápid05 en sus colisiof'les es tie I0-13 cm.
Esa longitud es tanbien caract<.:rística de numerosos prc esos l !ec-
trornagnéticos. P·Jr ejemplo. en los experimentos de formaciór1 de
mesones por fotones, la longitud de onda del fotón es. -_ .•xtma-
l.tmente, de 10-13 - 10-u cm. Es poco probable qu' ~~gan disminu-
:·· ndo bo; lengitudes dL onda respecto al -:aiT'r<' (..;'_. ··omagnélico, ya
que h_,<; :·uantos del campo S'? tr1.n~f. rnun ~..n F.uti: <~las de sustan-
cia. De ese modo, numerosos datos demue:>tran e ¡as "dimensb-
nes"' de las partiCulas elementales se aproximan · .;;dores del orden
CARACTER CUANTICO DE PROPIEDADES E INTERACCIONES 145
de 10-xs a 10-14 cm. Es posible que la cifra varíe, aunque no mucho.
Si las dimensiones espaciales de las partículas elementales más im-
portantes tienen, en efecto, tal valor discreto, cabe deducir que exis-
ten intervalos espaciales "elementales" de las mismas dimensiones.
Al mismo tiempo hay que admitir como posible la existencia de
cuantos de tiempo, ya que el espacio y el tiempo están indisoluble-
mente ligados entre sí. El cuanto de tiempo puede caracterizar el
tiempo mínimo durante el cual se producen en la partícula elemental,
como un todo, algunos cambios físici)S. Como la velocidad de pro-
pagación de interacciones equivale a la velocidad de la luz, los cuan-
tos de tiempo caracterizarán el tiempo durante el rual la luz, puede
propagarse de una región de partícula elemental a otra:
1 10-16 cm
T = ..2.= = l0-2 • -;eg.
0 e 1010 cm ¡seg

Las magnitudes indicadas son las menores dimensiont>S espacia-


les e intervalos de tiempo que se descubren o s~ miden en cualquier
experimento donde el objeto o el medio de medición ~on partícu-
las elementales. La magnitud' mínima de tiempo registrada hoy día
-lQ- 15 seg (el período de desintegración del mesón-::t neutro)
es mucho mayor que el cuanto de tiempo To. Fuera de !a región lo y
To o dentro de sus límites no parecen ser apEcables Jos modernos mé-
todos teóricos de descripción de microprocesos.
El valor de /0 y To, además de caracterizar a las partículas elemen-
tales propiamente dichas, se refiere a todos sus procesos de interac-
ción. Las interacciones entre partículac; elementales n<' pueden efec-
tuarse en regiones menores que las longitudts o intervalos de tiempo
t ';!mentales. Supongamos, en efecto, que una partícula choca con otra
(por ejemplo, chocan dos protones). El tiempo menor de la coli-
sión efectiva será el tiempo necesario para que se prodt..lca alguna
variación esencial del estado de las partículas que interactúan. Si las
partículas elementales fuesen esferillas absolutamente sólidas, de di-
mensiones claramente delimitadas, el tiempo de su colisión pcdría ser
todo lo pequeño que se quisiese. Pero en la naturaleza no exi~ten
cuerpos absolutamente sólidos: en ellos la fuerza de acción sobre un
lado del cuerpo tendría que transmitirse al otro inmediatamente, es
decir, con una velocidad infinitamente grande, cosa físicamente im-
146 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA .MATERIA

posible, ya que la velocidad de propagación de las interacciones es


siempre finita. Tanto menos pueden considerarse absolutamente sóli-
das las partículas elementales. Como se ha demostrado ya, las partícu-
las elementales poseen propiedades ondulatorias y están indisoluble-
mente relacionadas con diversos campos. El choque de dos partículas
va acompañado de la recíproca penetración de sus campos, dándose
la circunstancia de que en cualquier caso un cambio más o menos
esencial en el estado de ambas partículas resulta sólo posible en es-
calas iguales o mayores que las longitudes e intervalos de tiempo ele-
mentales.
No obstante, la conclusión de que las propiedades del espacio y
del tiempo son cuánticas no ha de considerarse como algo absoluto,
como suele hacerse, negando de antemano la posibilidad de fenóme-
nos materiales en regiones menores de 1o-u cm y 1o-24 seg. Esto
equivale, en realidad, a negar la estructura de las partículas elemen-
tales y la existencia de otras formas de la materia que no sean las
ya conocidas. Y no hay motivo alguno para dudar de que en regiones
mucho menores de espacio y tiempo se producen determinados pro-
cesos materiales. Se sabe que aunque la acción en el microcosmos es
cuántica, la energía cinética de las partículas puede variar continua-
mente, aumentando o disminuyendo en todas las pequeñas porciones
que se quiera. El carácter discreto de las propiedades del espacio-
tiempo ha de complementarse naturalmente con la continuidad. La
longitud mínima de 1 o-u cm caracteriza la región de las interaccio-
nes discretas de las partículas elementales, y el período de 1o-u seg,
el tiempo de su cambio físico, como formaciones enteras de la ma-
teria. Pero no d~emos olvidar que, además de las partículas elemen-
tales, existen formas de materia como los estados de vacío de los
campos, continuamente distribuidos en el espacio, que poseen gran
número de grados de libertad, al tiempo que sus interacciones se
transmiten de un punto a otro. Esto ~ignifica que los procesos mate-
riales se verifican en intervalos mucho menores de espacio y tiempo.
Lo mismo cabe decir de los fenómenos relacionados con la estructura
de las partículas elementales.
En vista de ello sería erróneo decir que el espacio y el tiempo en
el n:icrocosmos están constituidos por determinadas celdillas y no po-
seen escalas menores. El carácter discreto del espacio y el tiempo,
CARACTER CUANTICO DE PROPIEDADES E INTERACCIONES 147

relacionado con los procesos materiales, tiene como antinomia nece-


saria la continuidad. Sin embargo, en algunos trabajos donde se des-
arrolla la teoría de la cuantificación del espacio-tiempo, esa idea se
hace absoluta y se llega a la afirmación de que, en general, es impo-
sible hablar de intervalos espaciales y temporales menores que los
cuantos dados. Semejante conclusión produce contradicciones irreduc-
tibles. Como la idea de la cuantificación del espacio-tiempo ha de
tener gran importancia para las futuras teorías y se harán, indudable-
mente, nuevos intentos de convertirla en absoluta, nos detendremos
en ella con mayor detalle. En nuestros razonamientos partiremos de
Jo contrario. Si suponemos que el espacio es, en efecto, un conjunto
de celdillas microscópicas indivisas y el tiempo un conjunto .de mo-
mentos indivisos y que entre las celdillas y los momentos dados no
hay intervalos de ninguna clase, ningún espacio ni tiempo, veremos
que de ese supuesto se derivan numerosas contradicciones.
El tiempo se divide en tres partes: pasado, presente y futuro. El
pasado es aquello que puede influir en el futuro, mientras que el fu-
turo ya no puede influir sobre el pasado. Es mucho más difícil deter-
minar el presente. En la vida' cotidiana entendemos por presente la
hora, el día, el año e incluso el siglo, en dependencia de las dimen·
siones del fenómeno y de la escala de sus variaciones en el tiempo.
Pero hablando con propiedad, el presente es un momento; todo cuan·
to hubo anterior a él se refiere al pasado, todo cuanto haya después
de él, al futuro. El presente es el límite en que el pasado y el futuro
se unen en un punto que se mueve ininterrumpidamente por la línea
del tiempo, pero en una sola dirección: hacia el futuro. Las proxi·
midades de dicho punto pueden tener dimensiones tan pequeñas co-
mo se quiera.
Imaginémonos ahora que existen átomos indivisos de tiempo con
una magnitud muy pequeña, pero finita, de unos 1 o-:~ seg o menos
todavía, de forma que la variación del tiempo se réaliza por saltos,
por lo menos de un átomo de tiempo. En este caso, cada uno de esos
momentos finitos e indivisos del presente incluiría tanto el pasado
como el futuro, que se agrupan en las proximidades del presente en
el límite de I0-2 ·' seg. Pero como el momento de tiempo dado es in-
cliviso, de hecho no puede haber en él ni pasado ni futuro; representa
tan sólo el presente, no hay en él un proceso continuo de variación y
148 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

el tránsito al presente siguiente se efectúa de un salto y momentánea-


mente, ya que, según lo convenido, no existe estado intermedio de
tiempo. Como los momentos dados del presente son contiguos, la di-
ferencia entre ellos equivale a cero y a 10-24 seg. Pero nada puede
ser al mismo tiempo igual a cero y a una magnitud finita. Por con-
siguiente, la idea de que existen átomos indivisos de tiempo resulta
íntimamente contraciictoria.
Su carácter contradictorio se manifiesta también en el aspecto fí-
sico, al examinar el proceso del movimiento. El tiempo es la medida
de la evolución universal de la materia. En casos de movimiento
mecánico, el tiempo es el cociente del camino recorrido dividido por
la velocidad del cuerpo. Supongamos ahora que el tiempo está cuan-
tificado y que el cuerpo se desplaza en el espacio. Cada momento
indiviso, por el mero hecho de serlo, caracteriza la posición del cuer-
po en un punto dado; el momento siguiente caracteriza su posición
en otro punto, etc. La distancia entre esos puntos debe ser igual a la
magnitud finita, ya que cada momento siguiente se diferencia del
anterior en una magnitud finita, por ejemplo, en 10-24 seg, y du-
rante ese tiempo el· punto en movimiento tendrá ocasión para des-
plazarse a una distancia finit:a. Supongamos que ese desplazamiento
equivale a 10-15 cm. Entonces nos preguntaremos: ¿de qué forma ha
ocurrido esto? Si decimos que el tiempo existe en forma de átomos
indivisos, el cuerpo en movimiento, en cada momento finito de tiem-
po, debe hallarse en ese punto y, en el siguiente momento, en otro;
la continuidad de la acción, en este caso, se comprende como la suma
de un gran número de posiciones sueltas, inmóviles y sucesivas, se-
mejantes al movimiento en la pantalla cinematográfica. La aparente
continuidad de la acción en la pantalla se debe a la capacidad de la
vista para conservar la representación visual, durante una décima de
segundo, tiempo que permite el paso del dnegrama siguiente; pero
en el caso del movimiento objetivo, esa interpretación no sirve. Por
la propia idea de la cuantificación del tiempo, entre dos momentos
indivisos no hay tiempo ninguno, pues equivale a cero. Pero se ad·
mite, sin embargo, que el cuerpo, en el momento siguiente, se en·
cue::ntra en otro punto que en el momento anterior, y que la distancia
entre loo; puntos es una magnitud finita. Como esa distancia se re-
corre ¿,.!Cante el tiempo que media entre dos momentos indivisos que,
CARACTER CUANTICO DE PROPIEDADES E INTERACCIONES 149
según lo convenido, es igual a cero, la velocidad del cuerpo resulta
infinita. Del estado en reposo, en el momento dado, el cuerpo tendrá
que pasar a velocidades infinitas, para volver a detenerse de nuevo,
y así sucesivamente. Para que eso sea posible hay que admitir la
creación y el aniquilamiento de fuerzas infinitamente grandes que
actúan sobre el cuerpo. Resulta evidente que tal suposición es com·
pletamente antinatural.
Para salvar esas contradicciones hemos de admitir que la vel~
ciclad del movimiento es finita y que el movimiento es posible en el
transcurso de los supuestos cuantos de tiempo, es decir, se verifica de
un punto a otro. Pero en ese caso renunciamos a la idea primitiva
de la indivisión de los cuantos de tiempo y admitimos la continuidad
del tiempo y la posibilidad de su variación en intervalos todo lo pe-
queños que se quiera. La continuidad del tiempo nos conduce lógi-
camente a la continuidad del espacio.
Así, pues, el carácter discreto del espacio y el tiempo tiene valor
relativo, ya que caracteriza únicamente ciertos procesos materiales.
En el caso de partículas elementales, la "mínima" longitud expresa,
aproximadamente, sus dimens1ones espaciales, los límites de locali·
zación de sus interacciones y el "mínimo" intervalo de tiempo, es
decir, el período de las variaciones físicas en las partículas elemen-
tales como formaciones enteras de la materia. El valor concreto de
tales longitudes e intervalos puede ser algo distinto de lo que hemos
señalado anteriormente. En algunos trabajos 9 se indica la posibilidad
de que las longitudes elementales tengan otros valores en relación con
el radio gravitatorio de las partículas elementales y también con el
radio electromagnético.del electrón, teniendo en cuenta la polariza-
ción del vacío. Esas magnitudes son de I0-.; 2 a w-~s cm. De forma
correspondiente varían los valores de !os cuartos de tiempo. Inde-
pendientemente de lo próximas que esas magiJitudes se ~allen de
la realidad, queremos señalar que ei carácter discreto del espacio y el
tiempo caracteriza tan sólo determinados procesos materiales, a la vez
que otros procesos exigen para su realización la continuidad del es·
pacio-tiempo. Por tanto, la propia esencia de la materia condiciona
la unidad de los aspectos contradictorios en las formas esenciales de
su existencia.
9 ProgreJo¡ de l:rs Ciewrias Físir.zr, t. LIX. fase. 1. mayo de 1956. pá~~- 11·4"'.
150 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

§ 5. Finitud e infinitud de la materia

Así, pues, toda la experiencia del desarrollo histórico del conoct·


miento científico demuestra la unidad de lo finito y de lo infinito
en forma de cualquier objeto material. Intentaremos representar con-
cretamente esa unidad. Se manifiesta, primero, en las leyes de exis-
tencia espacial de los objetos materiales. Todo cuerpo está limitado
en el espacio y por ello es finito. Pero, al mismo tiempo, cada cuerpo
origina diversos campos que son potencialmente capaces de propa-
garse infinitamente en el espacio. Gracias a ello conocemos las pro-
piedades y leyes de desarrollo de estrellas y nebulosas- extraordina-
riamente alejadas de nosotros.
En segundo lugar, esa unidad se manifiesta en el carácter de la
existencia de la materia en el tiempo. Cada objeto concreto tiene
su principio en el tiempo y, por ende, debe tener, inevitablemente, su
fin. Surge en determinadas circunstancias y se transforma, pasado
algún tiempo, en otros cuerpos, o bien se desintegra en sus elementos
componentes. Pero la sustancia material que constituye la base del
cuerpo es indestructible e increada y tiene existencia infinita.
En tercer lugar, la unidad de lo finito y de lo infinito se revela en
las propiedades propias de la materia en su conjunto y en el valor de
cada una de ellas. Todo objeto material posee infinito número dé pro-
piedades, y eso es lo que da su carácter inagotable a la materia. Pero,
al mismo tiempo, las propiedades del cuerpo siempre tienen cierto
valor finito, y en su determinación cuantitativa no pueden ser todo
lo grandes o pequeñas que se quiera. Por ejemplo, tienen valor fi-
niro la velocidad del movimiento, la temperatura del cuerpo y otras
características. El límite inferior de la temperatura es el cero abso-
luto: 273,2°. El límite superior no se ha establecido, pero también
ha de existir. La temperatura máxima es la que permite la existencia
del cuerpo macroscópico como un tddo estable, sin que se desintegre
en sus componentes. En las profundidades estelares hay temperaturas
de decenas de millones de grados; esa cifra ha de hallarse próxima al
máximo valor de la temperatura que impera constantemente en la
naturaleza en vastas escalas. Es cierto que en la Física nuclear se
calcula a veces la energía del núcleo al incidirle una partícula rápida
FINITUD E INFINITUD DE LA MATERIA 151
refiriéndola a la temperatura, que resulta del orden de I0- 1 ~ a I0-14
grados. No obstante, el concepto de temperatura es convencional en
este caso, ya que caracteriza el estado de un gran conjunto de partícu-
las o moléculas y es inaplicable a cada una de las interacciones mi·
croscópicas.
También existen límites paca el valor de la masa del cuerpo. En el
Universo no existen estrellas con una masa tan grande como se
quiera; la masa estelar más pesada es aproximadamente cien veces
superior a la masa del Sol. No pueden existir estrellas de mayor
masa, ya que las enormes fuerzas de presión en sus profundidades
producen, al parecer, ceaccion~ termonucleares tan intensas que la
estrella se desintegra en una serie de cuerpos de menos masa.
Si existe, pues, un límite superior de la masa de un cuerpo, es po-
sible que exista tambtén un límite inferior, aunque hoy día carecemos
de datos concretos sobre ello. Por límite inferior comprendemos la
existencia en la naturaleza de microobjetos cuya masa sea la menor
de las posibles. Por lo que se refiere a las formas de la materia que
constituyen dichos microobjetos, el concepto de masa, en su acepción
habitual, les resulta inaplicable, lo mismo que no se puede aplicar al
fotón el concepto de masa mecánica. Son formas de materia que po-
seen propiedades cualitativamente distintas.
Semejante hipétesis no es una especulación puramente discursiva.
Al estudiar las leyes que rigen la Yariación de la densidad de los cuer-
pos, vemos que la densidad aumenta a medida que se reducen las di-
mensiones de los sistemas materiales estables. Si en cuanto a las estre-
llas gigantes la densidad media de la materia equivale a 10-• g/cm~
y en la Tierra es de 5., gjcm 3 , en los núcleos atómicos, en cambio,
equivale a 10 gjcm • Como es natural, hemos de preguntarnos si ese
14 3

aumento de la densidad continúa en la profundidad de la materia, o


bien si existe cierto límite máximo. La respuesta definitiva nos la
podrá dar tan sólo la futura teoría de la gravitación, que habrá de
estudiar la estructura y el papel del campo gravitatorio en la región
de las partículas elementales. En la actualidad se están dando los pri-
meros pases para la construcción de esa teoría. Se supone, sin em-
bargo, que la máxima densidad posible de la materia se aproxima
a 1018 g/cm 3 • Con una densidad mayor, la irradiación de gravitones
alcanzaría tal intensidad que provocaría la desintegración de las par-
! ~2 Ct"lN'TTNFTDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

tículas. Al parecer, el límite indicado de la densidad no es definitivo


y tal vez se tenga que modificar con el tiempo. Mas, independiente-
mente de ello, es indudable que la densidad no puede aumentar in·
finitamente al profundizar en la estructura de la materia. Como h
densidad es el cociente de la masa dividida por el volumen, su límit~
superior será equivalente al límite superior de la masa en su acepción
habitual.
De todas las propiedades de la materia tal vez sólo a la extensión
en el espacio y a la duración en el tiempo se le puede adjudicar el
atributo de infinitas, tanto aplicado al microcosmos como en la escala
del Cosmos, ya que lo mismo el espacio que el tiempo son formas uní·
versales de existencia de la materia. Si admitiésemos que el espacio-
tiempo estaba limitado en una dirección, habríamos de reconocer
forzosamente su limitación en otra dirección: en la escala del Cos·
mos o en la del microcosmos. Mas ni lo uno ni lo otro es cierto,
ya que está en contradicción con las propieda.des fundamentales de
la existencia.
Los idealistas adoptan un criterio agnosticista en cuanto a la limita-
ción de los valores de la!> propiedades concretas de la materia. La
consideran no como una propiedad de la realidad objetiva, sino como
prueba de la supuesta impotencia de la mente humana, de su incapa·
cidad para conocer la e!lencia de los fenómenos. E. Whittaker, filó-
sofo y matemático inglés, habla incluso de su "postulado de impoten·
cia", que él considera piedra angular en la teoría del conocimiento. 10
Para Whittaker, toda ley de la naturaleza es una limitación de las
posibilidades de la mente humana y una prueba de la impotencia del
individuo en sus relaciones con la naturaleza. Claro está que toda ley
de la naturaleza puede formuhrse en forma negath·a, limitando la
capacidad humana. Por ejemplo, el principio de incertidumbre o in-
determinación puede formularse como la imposibilidad de medir
simultánea y exactamente las coordenadas y el impulso del clectrór.;
la segunda ley de la termodinámica, que se refiere al aumento de la
entropía en sistemas cerrados, puede expresarse en el sentido de
que es imposible construir un mó"il eterno que trabaje sólo a ex·
pensas de la energía calórica del medio circundante, sin ningún tra-

lO E. Whittaker, Eádington's príndple in rbe philorophy of ui-'11ce, Cambrid¡::e,


1951, pá~. 33
FINITUD E INFINITUD DE LA MATERIA IH
bajo complementario de refrigeración del mecanismo en funciones;
la ley de conservación de la energía puede enunciarse diciendo que
es imposible crear energía de la nada, etc.
Sin embargo, lo Q,icho no agota la esencia de la ley. Una ley ex·
presa, ante todo, los vínculos esenciales y reiterativos de los fenó·
menos de la naturaleza, la regulación de diversos pro::esos, y en ese
sentido toda ley es una limitación; pero es una limitación sólo para
la fantasía de nuestra mente, pues nos dice que en la naturaleza no se
realizan todos los estados ideados por nosotros en forma abstracta,
sino únicamente aquellos que corresponden a sus leyes internas. Por
lo que se refiere a la propia naturaleza, la ley no puede ser una limi-
tación, ya que en la naturaleza la lib~tad coincide con la necesidad.
Y si dicha ley rige, se debe precisamente a que deriva de la esencia
interna de la materia en determinadas condiciones concretas, mientras
<JUe en otras condiciones regirán otras leyes.
El descubrimiento de una ley nueva no prueba la impotencia de
la mente humana, sino, por el contrario, su ilimitada capacidad de co-
nocimiento.
Además, la complejidad y' el carácter inexhaustivo de los diversos
fenómenos de la naturaleza nos demuestran que el concepto de ma·
teria, como cuerpo, no debe relacionarse con una de sus formas o
propiedades concretas; el concepto de materia engloba el conjunto
de los objetos y fenómenos existentes en la naturaleza, independien-
temente de si se conocen o no hoy día.
En la Física clásica, la materia se identificaba con una de sus pro·
piedades: la masa. Creíase que la masa era la medida de la cantidad
de materia. Esa idea, sin embargo, entraña profundas contradicciones
y viene a ser un eco de la vieja concepción metafísica de la mate-
ria. Como la opinión de que la masa es la medLda de la cantidad de
materia está bastante generalizada, vamos a detenernos en ella con
más detalle.
Al rlefinir la masa como medid.1 de la cantidad ce materia, se
parte de algunos fenómenos corrientes. Por ejemplo, se toman des
kilos d~ uca sustancia v se comparan con un kilo 'de la misma sustan·
cia, después de lo cual se afirma que en dos kilos la cantidad de
materia es doble que en un kilo. De aquí se deduce que la masa es la
medida de la cantidad de materia. En este caso tal interpretación de
154 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

la masa es correcta, ya que representa la relación entre cantidades


de materia en cuerpos de composición homogénea.
Las dificultades son mucho mayores si se comparan cuerpos de
composición heterogénea, por ejemplo, dos kilos de hierro y un kilo
de aire. En este caso es preciso demostrar con gran exactitud que en
dos kilos de hierro, que ocupan un cuarto de decímetro cúbico, hay
doble cantidad de materia que en un kilo de aire, que ocupa un volu-
men miles de veces mayor. La mecánica clásica lo demostraba por la
suposición de que todos los cuerpos estaban compuestos de átomos
homogéneos y que la relación de las masas de los cuerpos equivalía
a la relación de las cantidades de átomos impenetrables y homogéneos
en los diversos cuerpos. Creían que si del volumen dado se extraían
todos los átomos, no quedaría en él ninguna materia.
Semejante concepción de la masa y de la materia imperó hasta me-
diados del siglo XIX. Cierto que entrañaba una contradicción latente.
La definición de la masa como medida de la cantidad de materia, pro-
porcional a la densidad y al volumen de la materia, incluía el concep-
to de densidad. Pero la densidad no es más que la masa en relación
con la unidad de volumen, y por ello 'la definición entrañaba un
círculo vicioso; la masa era determinada por la densidad y ésta por la
masa. Sin embargo, pocos eran los físicos que se fijaban en esa con-
tradicción.
Las dificultades se presentaron al ser descubierta la complejidad del
átomo y la materialidad del cuerpo electromagnético. Advirtióse
que era imposible reducir la materia a átomos sin estructura, que los
átomos estaban constituidos por partículas elementales y campos, y
que, incluso después de eliminados todos los átomos de un espacio
dado, éste no quedaría absolutamente vacío. En esas condiciones,
¿qué podía servir cdmo medida de la cantidad de m:tteria? Por la
fuerza de la tradición, seguía considerándos(. como tal la masa. Ahora
bien, ¿qué masa? Es sabido que los cuantos del campo electromag-
nético no tienen masa de reposo y por ello no puede aplicárseles la
vieja definición de la cantidad de materia, tanto más que el concepto
de densidad y volumen, en el caso de cuantos del campo, no es tan
evidente, ni mucho menos, como en el caso de cuerpos materiales.
Finalmente, de acuerdo con la ley de proporcionalidad de la masa y
energía E= mc2 , cabe considerar, con el mismo fundamento, que la
FINITUD E INFJNI'fUD DE LA MATERIA 155

mclfida de la cantidad de materia es la energía, teniendo en cuenta


únicamente el coeficiente de proporcionalidad. Incluso sería más ló-
gico, ya que la energía, como medida de movimiento, es propia de
todas las clases de materia, mientras que el concepto de masa mecá-
nica no puede aplicarse a los cuantos del campo electromagnético y
gravitatorio. Pero la máxima dificultad en la definición dada surge
cuando nos preguntamos: ¿Qué significa "cantidad de materia"? La
materia es una sustancia inagotable que tiene manifestaciones infini-
tamente variadas. Lenin describía la materia como una realidad ob-
jetiva, dada en las sensaciones. Por ello la pregunta anterior equivale
de hecho a esta otra: ¿Cuánta realidad objetiva está contenida en un
cuerpo? La cantidad global de materia en un espacio dado podría
definirse si lográsemos eliminar toda la materia de dic.J"to espacio.
Mas esa operación es irrealizable aun en teoría, ya que en tal caso
desaparecería hasta el espacio, que es forma de existencia de la ma-
teria, y que sin ella carece de existencia independiente.
Además, tampoco se puede medir la cantidad total de materia en
un volumen determinado, porque en el mundo no existe más que
materia en movimiento y para medir se precisa siempre algo distinto
de lo que se mide. Esto es sustancial en el problema que examina-
mos y nos demuestra con toda evidencia que el concepto de "cantidad
de materia", en el sentido de una característica cuantitativa, es inde-
finido. Cabe hablar de la cantidad de átomos y de partículas elemen-
tales en un cuerpo, pero no de la cantidad general de toda la materia.
Tanto más erróneo S~Cría tratar de la cantidad de ·materia en un volu-
men dado como de algo invariable. La materia varía constantemente;
entre cualquier cuerpo y el medio exterior se verifica una continua
transmutación de cuantos de diversos campos; el espacio que nos rode:t
es atravesado por flujos potentes de neutrones irradiados por el Sol
y las estrellas; por último, cada micropartícula interactúa con el océano
sin fondo de los caq~pos vacíos. Considerando todo esto se compren-
derá fácilmente que la definición de masa como medida de la cantidad.
de materia es un concepto totalmente anticuado, una reminiscencia de
las opiniones metafísicas sobre la materia. La masa ha de ser definida
de acuerdo con sus manifestaciones concretas, en consonancia con los
datos de la Física actual. Desde ese punto de vista, la masa, como
hemos dicho, es la medida de la inercia y de los enlaces gravitatorios,
156 CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD DE LA MATERIA

y también, en cierto modo, la medida de la propia energía interna


encerrada en el cuerpo. Mas tampoco esa definición es rigurosamente
exacta, ya que, según la ley de la proporcionalidad de la masa y la
energía, esta última puede ser considerada, con el mismo fundamen-
to, como medida del valor de la masa del cuerpo.
Ninguna propiedad concreta de la materia puede expresar con ple-
nitud la cantidad total de materia como sustancia; sólo puede caracte-
rizar los aspectos cuantitativos y cualitativos de algunas clases concre-
tas de la materia. El conocimiento de la cantidad total de la materia
equivale a su conocimiento exhaustivo, cosa irrealizable de por sí.
En relación con todo lo anterior, cabe preguntar: ¿Tiene sentido
el propio concepto de cantidad de materia? La respuesta es afirma-
tiva. La materia como sustancia tiene determinación cuantitativa y
cualitativa, aunque éstas son infinitas. Por ello podemos hablar de la
cantidad de materia con el mismo fundamento y razón que de la in-
finitud de la materia. Cada propiedad concreta expresa, desde un
punto de vista, la determinación cuantitativa y cualitativa de la mate-
ria. La cantidad total de materia en un volumen determinado se ex·
presará por el conjunto de las propiedades de todas las clases de
materia existentes en dicho volumen. Entre esas propiedades figura,
indudablemente, la masa, que caracteriza las relaciones cuantitativas
entre cuerpos de homogénea cdmposición física. Como el conoci-
miento de todas las propiedades es un proceso infinito, igual de infi-
nito es el conocimiento de la cantidad total de materia. Volvemos,
en una etapa superior, al criterio antiguo, expresado por Anaximan·
dro, de que la materia, en su esencia, es algo ilimitado (ttpeiron)
y de que su finitud es relativa.
El conocimiento de los límites de lo finito significa rebasar esos
límites y pasar a lo infinito, mas ese tránsito no acaba con el carácter
objetivo de lo finito. Aunque sabemos el carok.-ter complejo de ias
moléculas y los átomos, no se ha eliminado su indivisión cualitativa.
En los conceptos de molécula y átomo existe un determinado factor
objetivo, ya que caracterizan las etapas cualitabvas, las fases de la
materia en constante desarrollo. Por ello, a pesar de la complejidad
de la materia y la relatividad de nuestras ideas sobre ella, cada nuevo
conocimiento alcanzado representa las ilimitadas posibilidades de la
mente humana y el valor imperecedero de su progreso.
Sección segunda

INFINITUD DE LA MATERIA EN EL ESPACIO


Y EN EL TIEMPO
CAPÍTULO I

BASE FILOSOFICA DEL PROBLEMA DE LA INFINITUD


DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

§ l. Solución del problema en la filosofía premarxista

El carácter inagotable de la organización estructural del mundo en


el microcosmos tiene como complemento obligatorio su infinitud
en el espacio y en el tiempo. La idea de la infinitud del Universo
entró en la Filosofía mucho antes de que las Ciencias Naturales pu·
diesen presentar pruebas concretas en su favor. En ese sentido, la
Filosofía marchó siempre por delante de la ciencia, y ahora incluso,
cuando el estudio del Universo ha avanzado tanto, la infinitud del
mundo sigue siendo, ante todo, un problema filosófico. La infinitud
no se manifiesta, ni puede manifestarse, directamente en los experi-
mentos. Por ello no puede servir de objeto concreto de investigación
experimental, sino de análisis teóricos de las Ciencias Naturales y la
Filosofía.
La primera conjetura sobre la infinitud del mundo se debe a la
antigua filosofía materialista y figura en su crítica de la concepción
religiosa-mitológica de la naturaleza. Anaximandro decía que lo in-
finito - el apeiron - forma innumerables mundos, cada uno de los
cuales desaparece "mucho tiempo después de haber surgido, y que la
rotación de todos se operaba en infinitos tiempos". 1
La idea de la infinitud del mundo está tan arraigada en la con-
ciencia de los filósofos materialistas, que de una u otra forma se ha

1 Academia de Ciencias de la U.R.S.S., Historia de la Filosofía, tra. esp. de


Adolfo Sánchez Vázquez, Editorial Grijalbo, 1960, t. I, pág. 72.

159
160 INFINITUD DEL ESPAQO Y EL TIEMPO

desarrollado en casi todas las teorías filosóficas. Es curioso que casi


todos compartiesen esa teoría, tanto los partidarios de la infinita divi-
sibilidad de la materia como los adeptos del atomismo; éstos, aun
negando la infinita organización estructural de la materia en profun-
didad, la admitían para el Cosmos.
Demócrito y sus discípulos, Epicuro y Lucrecio, han expuesto con
gran profundidad la teoría de la infinitud de la naturaleza. Según
Demócrito, en el espacio infinito existen innumerables átomo; que
constituyen todos los cuerpos. En el Universo hay infinita cantidad
de soles parecidos al nuestro, y la Vía Láctea sólo es un conjunto enor-
me de estrellas que se encuentran a gran distancia de nosotros.
La idea de la infinitud del mundo quec!a expresada de brillante
forma por Lucrecio en su inmortal poema:
No tiene término el Universo en parte alguna ...
Ni bordes tiene, ni límite, ni fin.
Y no importa en qué parte del mundo te halles:
Estés donde estés, desde el sitio que ocupas,
infinito siempre será en todas sus direcciones. 2

¿En qué se basaban los materiatistas de la Antigüedad para afirmar


la infinitud del Universo? Ante todo, en un razonamiento lógico y
no contradictorio, ya que los datos experimentales en aquellos tiem-
pos eran sumamente exiguos. La infinitud del Universo se demos-
traba partiendo de lo contrario: si admitimos que ,en algún lugar hay
un límite del mundo, tendremos que imaginarlo como algo que tiene
extensión; pero la extensión presupone la posibilidad de rebasar ese
límite, es decir, admite la existencia del espacio fuera de él, ya que
un límite que no tiene ninguna extensión no podría existir; por consi-
guiente, tanto si existe como si no, debemos admitir la posibilidad de
una extensión ilimitada del espado. El filósofo pitagórico Arquitas
demostraba esa idea del siguiente modo: "Supongamos que me en-
cuentro en el mismísimo borde del Universo, en el mismo firmamento
celeste. ¿Puedo extender la mano o un bastón al espacio exterior o
no lo puedo hacer? Es absurdo suponer que no lo pueda hacer; pero
si la extiendo, lo exterior habrá de ser cuerpo o espacio. . . En cada
uno de esos casos podremos pasar a esa nueva divisoria obtenida Y
z Lucrecio, Sobre la rul/uraleza de las ~osas, ed. rusa. pág. 61.
SOLUCION l'.tlEMARXISTA DF.L PROBLEMA 161

hacer la misma pregunta. Como el bastón tropezará cada vez con algo
nuevo, resulta evidente que eso sucederá infinitas veces." a Lucrecio
recurre al ejemplo de un hombre que al llegar al extremo del mundo
arroja una lanza al espacio y consigue arrojarla cada vez más lejos.
Los materialistas de la Antigüedad rel~cionaban la infinitud del
espacio con la existencia ererna de la materia en el tiempo. Heráclito
decía: "'El mundo es único, no ha sido creado por ningún Dios ni
por ningún hombre, sino que es, ha sido y será siempre un fuego
vivo que se enciende y se apaga con arreglo a leyes." Para Heráclito
el fuego no es un medio material real, que constituye el agua, la tie-
rra, etc., sino más bien un s!mbolo de la materia en constante cam-
bio, que, a semejanza de la llama de la hoguera, es a cada nuevo
instante la misma y distinta.
El tiempo, afirmaban los mat~rialistas de la Antigüedad, ha exis-
tido siempre, no es algo que ha surgido. Esta afirmación la basaban
en el principio de que la materi::., como sustancia, es increada e in-
destructible. principio que era el punto de partida de todo materia-
lismo consecuente. La profund~ ar;;amentación y exposición de este
principio en un plano filosófico se debe a los materialistas de la Anti-
güedad, en particdar a Lu<.recto. Convencido de que en la naturaleza
nada se crea de la nada y ql!~ ta.mpoco hada desaparece sin dejar
rastro, lucrecio afirmaba la infinitud del Universo en el tiempo:

Si en el transcurso de todo el siglo ido


hubo cuerpos, de los que cnmpuesto está el mundo.
al reno•:arse, q11edR patente su inMortal naturaleza
y f-!O!' ello es imposible qL;~ nada en n:tda se convierta. 4
Pues nada hay donde del Universo pt.eda
ocultarse parte de la materia, ni de donde pueda
\·enir de pronto una fuerza m:~va y hacer distinta
la naturaleza de todas las cosas, descomponiendo
el orden de su movimiento.~
Lo ::¡u.e sienpre ha nacido, nacerá
f''l bs mismas condi<:iones, vivirá y se har.í f, ate.
tJI r•,mo a .:ada uno corre::pt>nda según las le~·t:s de la naturaleza. 11
3 Cita tomada oel libro de S. Lurie Ensayos .1obre Histori" de la Cif'ndu antigua,
eJ. rusa, pág. 178.
t Lucrecio. Soln·e la 1zatM.Jlez.r ¿._, las cosaJ, ed. rusa, pág. 21.
:; l!:·ídem, pá.~:. 91.
• Ibídem, r
162 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

Lo extraordinario es que Lucrecio aborde en forma absolutamente


correcta el problema del tiempo y que expusiera, hace dos mil años,
ideas generalt:S que sólo últimamente han sido desarrolladas par-
tiendo del materialismo dialéctico y de la teoría de la relatividad.
Lucrecio rechaza la posibilidad de que el tiempo fluya independiente-
mente de la materia, y considera absurda la teoría de que hubiese
transcurrido una eternidad antes de la creación del mundo:

Tampoco hay tiempo por sí mismo, son los objetos


quienes dan la sensación de lo realizado en siglos,
de lo que ahora sucede y sucederá más tarde.
Hemos de admitir que nadie percibir podrá jamás
el tiempo, por sí solo, fuera del movimiento
deJos cuerpos y del reposo. 7

El poema de Lucrecio significaba la cumbre del materialismo anti-


guo, tanto por la profundidad de las ideas enunciadas como por los
méritos artísticos de su exposición. Después de Lucrecio, y a lo largo
de diecisiete siglos, el problema de la infinitud del Universo no avan-
zó de hecho ni un ápice. Por el contrario, las ideas de aquel entonces
fueron olvidadas. En el medievo, la teoría predominante en la concep-
ción del Universo fue la de Aristóteles, elevada a dogma por la teolo-
gía. Esa teoría, a diferencia de otras investigaciones del filósofo grie-
go, apenas si contenía nada valioso y original. Aristóteles considera el
Cosmos finito y en forma de esfera, por ser la figura más "perfecta";
en el centro del Cosmos, la tierra esferoidal, y en torno de ella, en di-
versas esferas concéntricas, giran los planetas y las estrellas; Aristóteles
calculó que había 55 esferas de movimiento, además de otras que él
llama "ideales"; entre lo terrestre y lo no terrestre hay diferencias
radicales; todos los cuerpos celestes están constituidos por un éter es·
pecial, que se diferencia por principio de la sustancia ordinaria; los
cuerpos celestes se ponen en movimiento en sus esferas por un "pri-
mer motor"; como éste es eterno, lo son también el movimiento y el
tiempo. En estas ideas se basaba el sistema geocéntrico del Universo,
que fue piedra angular de las concepciones religiosas sobre el mundo.
La teología medieval desterró los últimos vestigios de las concep-
ciones materialistas acerca de la naturaleza. Aristóteles, considerando
1 Lucrecio, Sobre ltt 7tttturttleza de las t:oJaJ, ed. rusa, pág. 33.
SOLUCION PREMARXISTA DEL PROBLEMA 163
finito el espacio, admitía, pese a todo, la eternidad del tiempo; pero
la religión rechazaba hasta esa idea. El mundo, en su conjunto, se
consideraba creado algo más de 7.000 años atrás. El año de 1958,
según los anales bíblicos, correspondería al 7466 de la "creación del
mundo". Afinnábase asimismo que el fin de éste era inevitable, y
hubo "profetas" que anuflciaron en numerosas ocasiones para fechas
ya muy pretéritas el ''fin del mundo" y el "juicio final".
La teología niega la existencia de un ti :.:mpo anterior a la creación
del mundo y posterior a su fin. La eternidad ·en que permaneció
Dios antes de la creación del mundo se hallaba fuera del tiempo
y Dios dio comienzo a éste al crear el mundo. Al crear el mundo,
el Supremo Hacedor renunció a la eternidad y llenó un fragmento
de la misma con Wl contenido temporal concreto, que representa la
existencia 'del mundo. El propio Dios ha sido y es un ser fuera del
tiempo y a él no se le puede aplicar tal categoría. El tiempo caracte-
riza la aparición, el cambio y el fin de todas las formas concretas;
Dios, como ser infinito, no ha podido surgir, es infinitamente per-
fecto y por ello es invariable ~n todos sus atributos; por consiguiente,
no puede dejar de ser. Así, pues, Dios no existe en el tiempo; pero
el propio tiempo es producto de la acción divina. A la pregunta de
qué es lo que hada Dios antes de la creación, Lutero respondía: "Per-
manecía sentado en un soto de abedules y cortaba varas para las
gentes que hiciesen preguntas inútiles." Lutero subrayaba así que
los dogmas religiosos no son objeto de demostración lógica, sino
articulos de fe, que deben ser aceptados como algo dado desde arri-
ba. A un creyente convencido no puede hacerle cambiar de opinión
ninguna clase de pruebas científicas. En respuesta a la objeción de
que el mundo tiene muchos más años que 7.500, que la ciencia ha
demostrado de un modo irrefutable que la Tif'rra y el Sol existen
desde hace miles de millones de años, el creyente dirá: Dios creó el
mundo y lo hizo de forma. que nos parezca que la edad de la Tierra,
determinada por la velocidad de desintegración de los elementos ra-
diactivos, sea de 5.000 millones de años, la edad del Sol todavía
mayor, etc.
Sin embargo, lo que se cifra exclusivamente en la fe descansa sobre
una base poco firme y es muy vulnerable a los ataques del pensa-
miento lógico y científico. Los más inteligentes defensores de la reli-
164 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

gión lo comprendieron así hace mucho y se esforzaron por tia;: cierta


apariencia lógica a los do5mas religiosos. No obstante, est&, por la
propia lógica de las cosas, produjo P.fectos diametralmente Ofue..tos.
que iban contra el dogma ¡ daban origen a corrientes "herét:i:C. .... ,
cruelmente combatidas por la Jgl~ia.
Nicolás de Cusa {1401-1464) fue el primero en poner en dud:t,
en el marco del escolasticismc rdigioso, el dogma del fin del mun-
do en el espacio y el tiempo; no r.egaba la existencia de Dios, pero
lo extendía a toda la naturaieza. "Dios está en todas las cosas, lo
mismo que todas ellas están en él", dP.C!a. En la concep:::ión panteís-
ta de Nicolás de Cusa, Dios es un ser Uiliversal y ubicuo que comu-
nica su infinitud a la naturaleza, f'Jr lo cual ésta se hace ilimitada
en el espacio. El Universo y la raisma esencia de Dios se asemejan.
según él, a una esfera ilimitad2. Cuanto mayor es el radio de la es-
fera, tanto menor es la deformación dt> su superficie; si el radio
es infinito, la superficie no expe~imenta deformación alguna y la
1ínea trazada en ella es completamente recta. Siguiendo esa línea re-
sultaría imposibie determinar el centro del mundo. De ahí deduce
Nicolás de Cusa que el Universo tiene "su centro en todas partes y
en ninguna su circunferencia". El dogma dP. h. infinitud de Dios
le sirve para refutar el dogma del fin dd mund<.o, es decir, hace que
la propia teología use el lenguaje del materialismo.
Las Ciencias Naturales comenzaron a emancipa:.-se rtefinitivamente
de las ligaduras teológicas en 1543, año en 1ue Nicolás CopérnicC\
publica su famoso libro Sobre la rotación de las t·:ft:r.::s celestes, una
exposición del sistema heliocéntrico del mundo, que .:ombatía el sis-
tema de Ptolomeo. Suponía Copérnico que el cenhv del n:undo era
el Sol y que alrededor de él giraban los planetas, mientns :as e~trellas,
situadas a enormes distancias del Sol, permanecían inmóviles.
El primer partidario ferv'Jroso de la teoría de Copérnico fue GiN-
dano Bruno ( 1548-1600). Pero rechazó la inconsecuente hip6t:esil;
de Copérnico sobre el Sol como centro del mundo y, siguiendo a Ni·
colás de Cusa, expuso una teoría panteísta acerca del Universo, que
es infinito y cuyo centro se encuentra en cualquier parte y en ninguna
al mismo tiempo. En el espacio inconmensurable e infinito, deda Bru·
no, flotan innumerables soles, estrellas rodeadas de pb ""letas a st"'le·
janza de aquellos que giran alrededor de nuestro Sol.
SOLUCION PREMARXISTI\ DEL PROBLEMA 165

Pese a la. t'!naz oposición de la Iglesia, que- condenó a morir en la


hoguera a Giordano Bruno y persiguió con saña~ los sabios más e.rrú-
nentes, la teoría de que el Universo es infinii:o no tardó en verse
confirmada. A partir del siglo XVII comienza el período de la crecien-
te y audaz p..:!netra.ción de las Ciencias Naturales en las profundidades
del Universo. E! primer telescopio, inventadc, por Galileo, y el per-
feccionamiento ulterior de los instrumentos asrronómicos ampliaron
increíble.ment~ !os límites del mundo visible. los trabajos de Galileo,
Kepler y Ne\\"tún sentaron las bases de la mecán.:::a celeste, que sirvió
de fundamento científico a los avances de ia tt:.-oría del Universo. la
física de Newton proporcionaba un cuadro sintético y universal del
mundo, y en todo <.aso de los fenómenos que en aquella época se
prestaban al experimento o a la observación. Hasta mediados del
siglo XIX casi no se conocieron hechos que no pudieran explicarse
según la físka de Newton.
Newton extt>ndió las leyes por él descubierus fuera de los límites
del sistema solar. :.:.plicándolas a todo el Universo en su conjunto.
Gracias a ello ¡.rogresó la Cosmología, cienc!<~. que estudia la estruc-
tura y las leyes qtJe rigen las modificaciones del C<'Smos. Por primera
vez, la Cosm01og1a, al margen de conjeturas y argumentos filosóficos,
adquiría una basP científica. Newton afirma c:ue el Universo es infi-
nito y que en é! cxtsten cantidades ilimitadas .!e mJ.teria. Entre los
diversos cuerpos l.ctú:.:.n fuerzas gravitatorias que los agrupan en sis-
temas de diversos órdenes de complejidad. Lao; ft;,erzas de gravitación
se equilibran en los sistemas estables por las fuenas centrífugas, gra-
cias a lo cual los cuerpos no se funden en una ma.;a continua, sino
que se distribyen con .mayor o menor uniformidad en el espacio.
Aunque el Universo~ infinito, la densidad media de la materia en
el espacio no es en ningún sitio iguai a cero; esto equivale a decir
que es finita, aunque tal densidad puede tener una magnitud tan pe-
queña como se quiera. La distribución de la materia en el espacio es
estática en lo fundamental o, dicho de otro modo, no experimenta
por término medio ~ambios esenciales en e! tiempo.
la Cosmologí::> de Newton tenía el mérito de ser universal y evi-
dente hasta cierto pur.ro. Adolecía, sin embargo, de una serie de
defectos esenciales que más tarde se pusieron de manifiesto.
Debemos se.illhr, ante todo, el carácter metlfísico de sus ideas
166 INFINITUD DEL ESPAOO Y EL TIEMPO

sobre el espacio, como receptáculo vacío e invariable de la materia e


independiente de ella. El espacio vado, una vez admitido, conducía
lógicamente a la .teoría mística de la acción a distancia, ajena al espí-
ritu científico materialista. En este sentido, las opiniones de Newton
significaban un retroceso en comparación con la teoría de Descartes.
quien negaba el vacío absoluto y consideraba el espacio como la exten-
sión de la materia, deduciendo su infinitud de la infinita extensión
de la sustancia material.
Eran asim_ismo metafísicas y contradictorias las opiniones de New-
ton acerca de la esencia del tiempo. Newton escribía: "El tiempo
absoluto, 11erdaderamente matemático por sí mismo y por su propia
esencia, sin relación alguna con nada exterior, transcurre uniforme-
mente y también es llamado duración.
"El tiempo relati11o, aparente o habitual es la medida de la duración
exterior, exacta o variable, realizada por medio de algún movimiento
y percibida por los sentidos, que se emplea en la vida corriente en
lugar del tiempo verdaderamente matemático; así son, por ejemplo,
la hora, el día, el mes y el año." •
En el tiempo todo se distribuye en orden sucesivo, y en el espacio,
en orden de situación. Newton atribuía a todo el Universo un tiempo
igual y homogéneo. De hecho, eso significaba admitir una velocidad
infinita de propagación de señales, es decir, que cada acción provo-
ca inmediatamente su correspondiente reacción, por muy lejos que se
hallen los cuerpos interactuantes.
La interpretación newtoniana del tiempo recogía ciertos rasgos del
tiempo objetivo, debido a lo cual se adaptaba perfectamente a la Fí-
sica clásica y predominó en ella hasta fines del siglo XIX. Sin embar-
go, en esa definición existen algunas contradicciones lógicas y supo-
siciones arbitrarias. En primer término, no hay razón alguna para
suponer que la velocidad de propagación de las interacciones es infi-
nita y el tiempo idéntico en todo el Universo. Esa afirmación no se
deducía de la experiencia ni podía deducirse, siendo, por consiguien·
te, apriorística. En segundo lugar, la afirmación d~ que el tiempo
fluye por igual en todas las partes suscitaba de por sí la pregunta
de en qué fluye. Si en nada, el concepto de "fluir" pierde todo sentí·
a Obrar tlel atlllilmito A. Krylofl, t. VII, Academia de Ciencias de la U.R:S.S.,
193:5, pág. 30.
SOLUOON PREMARXJSTA DEL PROBLEMA 167

do, ya que el fluir en nada es imposible; si fluye en algo significa que


existe algún otro tiempo, en el cual fluye el "tiempo verdaderamente
matemático" de Newton, con lo que la definición resulta errónea.
Estas contradicciones lógicas se producían por hal: :r separado New-
ton el tiempo de la materia y de las modificaciones reales de los cuer-
pos. Pero el tiempo no existe fuera de las variaciones reales de la
materia: es una forma de existencia de la misma. Los fenómenos no
surgen y desaparecen en un tiempo que fluye eternamente, sino que
el propio tiempo es la duración del proceso de formación, aparición
y tránsito a otras formas. Hegel tenía razón completa al decir: '"El
tiempo no es una especie de cajón en el cual está todo, como unto-
rrente que lo arrastra en su fluir y engloba todo cuanto caiga en él.
El tiempo no es más que la abstracción de esa absorción. Como las
cosas son finitas, se encuentran en el tiempo, pero las cosas no des-
aparecen por hallarse en el tiempo, sino que ellas mismas son tem-
porales y eso las determina objetivamente. El proceso de las propias
cosas reales constituye, por consiguiente, el tiempo... " 11
Así, el concepto de tiempo caracteriza un cierto orden de coexisten-
cia y sucesión de acontecimientos. Ese orden puede ser distinto para
los diversos sistemas materiales y, por consiguiente, el ritmo del tiem-
po, en cada caso, será específico.
Por otra parte, la aceptación por Newton del valor absoluto del
tiempo se contradecía con sus opiniones teológicas sobre las causas de
la evolución del mundo. Newton no admitía el movimiento infinito
de la materia y para explicar el movimiento de los planetas por sus
órbitas expuso la idea del "impulso inicial" como causa del movi-
miento de todos los cuerpos. Así. pues, en forma débilmente velada,
defiende la idea de la creación del mundo. Pero quien admite la exis-
tencia del "impulso inicial" no puede hablar ya de la infinita evo-
lución del mundo en el tiempo. El tiempo de la evolución resulta
finito en oposición a la infinitud del espacio, aceptada por Newton.
Mas si admitimos la finitud del tiempo y su creación en el momento
del "impulso inicial", no podemos considerarlo como absoluto y flu-
yente sin relación con algo exterior, ya que el atributo de absoluto
puede pertenecer únicamente a Dios, r no a formas concretas de lo
existente.
e Ht-gel. 0bf'3I, t. 11. Sotsekguiz, 1934, pág. 50.
168 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

Pero si admitimos que el tiempo fluía antes del impulso inicial


en medio de la absoluta inmovilidad de la materia, no podremos de-
terminar de ningún modo esa fluencia, ya que nac;a se modifica. En
tal caso, ¿qué puede expresar el tiempo y a qué puede referirse? La
única respuesta sería suponer que el tiempo caracteriza el estado de
Dios. Pero esa respuesta va cuntra los dogma.~ religiosos, según los
cuales Dios es un ser fuera del tiempo y no se le puede aplicar dicho
concepto.
Newton, que entendía perfectamente esas sutilezas religiosas y es-
cribía tratados teológicos, no podía ignorarlo. Por consiguiente, la
definición del tiempo dada por é! resultaba incompatible con los pos-
tulados de la Teología y de una lógica a salvo de contradicciones.
En ese sentido Leibniz, contemporáneo de Newton, demostró una
comprensión más razonada del tiempo. Para él, el tiempo era "el
orden de sucesión de los fenómenos". La eternidad, afirmaba, no se
manifiesta en la duración, sino en las cosas duraderas.
Pese a sus defectos, la Cosmología de Newton significó un gran
progreso científico, ya que se basaba en la expresión cuantitativa de
importantísimas leyes de la naturaleza. De ella derivaron otras teo-
rías cosmológicas, que han hecho progresar esencialmente la com-
prensión de una serie de problemas.
Kant, en su obra Historia general de la naturaleza y teoría del cielo,
publicada en 1755, expuso importantes problemas cosmológicos. Fue
el primero en fundamentar detalladamente la concepción histórica de
la naturaleza, defendiendo la hipótesis nebular en cuanto al origen
del sistema solar. Kant afirmaba que la naturaleza no permanece in-
variable en el tiempo, sino que es un producto del desarrollo histó-
rico.
El sistema solar tiene su origen en una nube cósmica, el "caos".
Bajo la acción de las fuerzas de atracción y repulsión, esa nube, en el
curso del desarrollo natural, se transformó en el Sol y en los planetas
que giran a su alrededor. Laplace, por su parte, expresó una hipótesis
similar en 1796. Según palabras de Engels, la hipótesis de Kant-La-
place fue la primera en abrir una brecha en las petrificadas concepcio-
nes metafísicas de los hombres de ciencia sobre el Universo.
Para Kant, el estado de la nebulosa primitiva no fue el origen de
la materia. Admitía que ese estado, a su vez, procedía de formas ante-
SOLUCION PREMARXISTA DEL PROBL~MA 169

riores y que el tiempo de existencia del mundo no había de ser limi-


tado. Pero nada dijo en concreto sobre ese estado anterior de la ma-
teria, considerando que ya de por sí había muchos puntos oscuros en
su explicación del origen del sistema solar.
De mucho más valor es su aportación a la idea de la infinitud de
la materia en el espacio. En aquel entonces, el nivel de las observa-
ciones astronómicas permitió demostrar sin dejar lugar a duda que
nuestra Vía Láctea constituye un gigantesco sistema estelar, compues-
to por muchos cientos de millones de estrellas. Después de esto im-
poníase la pregunta de si nuestro sistema solar era el único en el
Universo o si existían fuera de él otros sistemas semejantes. Kant
expuso la profunda idea de que la nebulosa Andrómeda se parecía a
nuestro sistema solar y que la distancia que la separaba de nuestra
Tierra era varias veces superior a la distancia que media hasta las
estrellas visibles. Basándose en ello afirmaba que, además de nuestro
Universo -la Vía Láctea-, existía un ''Universo todavía mayor",
constituido por un conjunto incontable de muchos estelares dispersos
como islas en el espacio infinito. Dichos sistemas forman parte de
otros todavía mayores, y éstos' a su vez de sistemas aún más grandio-
sos, etc. El Universo es una sucesión jerárquica de sistemas cada vez
mayores: esta es la importantísima conclusión a que llegó Kant; lo
mismo dedujeron, independientemente de él, Wright ( 1750} y Lam-
bert (1761).
En su Crítica de la razón práctica, Kant describe del siguiente
modo el Universo infinito:
"Cuando el sujeto se eleva con el pensamiento por encima del lugar
que ocupa en el mundo sensible y amplía hasta el infinito el enlace
existente en la naturaleza de unas estrellas con otras, de mundos y más
mundos, de sistemas y sistemas, y amplía, además, ese enlace en el
tiempo, analizando las etapas ilimitadas de su movimiento periódico,
su comienzo y uitcrior desarrollo, el pensamiento no resiste ese mo-
vimiento progresivo a lejanía inconmensurable, donde tras el mundo
más lejano hay todaví.z otro más lejano, donde el pasado, por mucho
qu<! se le haya analizado, tiene pasados áN11 más remotos y el futuro,
por mucho que se le haya previsto, tiene todavía otro futuro; el pen-
samiento no resiste esa idea de lo inconmensurable, tal como el in-
dividuo sueñ1 que hace un largo viaje, caminando y caminando
170 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

sin cesar, sin ver el fin de su camino, y termina por una caída o un
11értigo." 10
Kant consideraba que lo infinito es inaccesible a nuestra mente y
se halla fuera del límite de las ideas concretas. Para Kant, la infinitud
es una repetición constante e ilimitada de "estrellas y estrellas, de sis-
temas y sistemas", es decir, una "infinitud irracional" de mal género
que no "resiste el pensamiento". En relación con eso, Hegel obser-
vaba: "lo que agota el pensamiento y provoca su caída y su vértigo no
es sino el aburrimiento debido a la repetición, pues el límite desapa-
rece y vuelve a aparecer y de nuevo desaparece, y así siempre, uno por
otro y uno en otros." 11
Hegel sometió a una crítica acerba y acertada la idea metafísica de la
infinitud del espacio como repetición ilimitada de unos y los mismos
fenómenos. Lo principal consiste en saber distinguir el verdadero
concepto de lo infinito. Burlándose de la concepción metafísica de lo
infinito, muy en boga entre algunos astrónomos, Hegel escribía:
"Entre los astrónomos hay algunos que alardean de la sublimidad
de su ciencia por el hecho de que la astronomía se enfrenta con canti-
dades inconmensurables de estrellas, con inconmensurables espacios y
tiempos donde las distancias y los períodos, ya de por sí tan enormes,
sirven de unidad y por muchas veces que se repitan resultan siempre
de una pequeñez insignificante. Presentan su vano asombro y sus risi-
bles esperanzas de ir en su vida de ultratumba de una estrella a otra
y de adquirir, viajando de esa suerte por el espacio infinito, nuevos y
nuevos conocimientos del mismo género, como rasgos fundamentales
de la supremacía de su ciencia. Pero esta ciencia es digna de admira-
ción no por esa infinitud cuantitativa, sino más bien por las relacio-
nes de medida y las leyes que la razón conoce en esos objetos }' que
son lo infinito racional, en oposición a la indicada infinitud irra-
cional." 12
Por relaciones de medida y leyes, Hegel comprendía una cierta
línea "nodal" en la que los cambios cuantitativos se transforman
en cualitativos. Admitía, pues, en líneas generales, que la infinitud
racional presupone no sólo la multiformidad cuantitativa del mundo,
sino también la cualitativa.
10 He,~tel, Obra1, t. V, págs. 255·256.
11 Ibldem, pág. 256.
12 Ibídem, pág. 257.
POSICION DEL MATERIALISMO DIALECTICO 171

§ 2. Posición del materialismo dialéctico en el problema


de la infinitud del espacio y el tiempo

La filosofía del materialismo_ dialéctico fue la que dio la solución


más profunda al problema de la infinitud del espacio y el tiempo.
Engels recogió y ordenó en sus obras las ideas más valiosas expuestas
al particular por la filosofía anterior, sobre todo por Kant y Hegel.
Sin embargo, Engels no se limitó a repetir las tesis ya enunciadas,
sino que dio un gran paso en la comprensión del problema. Al mismo
tiempo, sometió a una severa crítica las concepciones idealistas expues-
tas por Kant, Hegel y otros filósofos sobre la infinitud del mundo.
Las opiniones de Hegel sobre la esencia del espacio y el tiempo
eran sumamente contradictorias. Por una parte, consideraba que el
espacio y el tiempo no son el fondo exterior de los fenómenos, sino
las condiciones radicales de existencia, y criticaba la idea de la infini-
tud irracional. Mas, por otra parte, admitía, con un criterio idealista,
que la existencia es posible fuera del tiempo, y señalaba un cierto
comienzo del tiempo en relaeión con la materia. El punto de partida
del sistema filosófico hegeliano era el concepto de la idea absoluta
(absoluta, según la atinada expresión de Engels, por la mera razón de
que Hegel no puede decir absolutamente nada concreto sobre ella) .
Esa idea absoluta o espíritu existe inicialmente en un estado invariable
y homogéneo. Luego, debido a las contradicciones internas en él pro-
ducidas, empieza a desarrollarse y forma la naturaleza. La idea se
"enajena" y pasa a otra existencia, al estado de naturaleza. A conti-
nuación se desenvuelve en forma de naturaleza y de sociedad humana,
hasta que vuelve en estado de espíritu, es decir, en el pensamiento y
en la historia, a sí misma. No nos detendremos ep los detalles del sis-
tema hegeliano. Señalaremos únicamente que, según su autor, el tiem-
po empieza sólo en la segunda etapa de existencia del espíritu abso-
luto, cuando éste engendra la naturaleza; antes, el tiempo no existe.
"La idea, el espíritu - escribe Hegel - , está por encima del
tiempo, ya que constituye el propio concepto del tiempo. El espíritu
es eterno, existe en sí y para sí, no es arrastrado por el flujo del tiem-
po, porque no se pierde en un aspecto del proceso." 18
11 Hegd, Obrt~s, t. 11, pág. 52.
172 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

" ... Tan sólo los objetos de la naturaleza están subordinados al


tiempo, en tanto que son fimtos; lo verdadero, la idea, el espíritu, es,
por el contrario, eterno." 14
Nc .:s difícil distinguir en estas concepciones un dogma religioso
débilmente velado. La "enajenación" de la idea y su tránsito a la
naturaleza no es otra cosa que la creación del mundo. Por lo que se
refiere a la afirmación de que el tier!1po es inaplicable al espíritu,
.coincide plenamente con el dogma religioso sobre Dios como un ser
fuera del tiempo, que creó el tiempo a la vez ·~ue la naturaleza. Hegel,
que admite formalmente la infinitud del espacio, hace pasar de con-
trabando la idea del carácter finito del tiempo y de la creación del
mundo.
No menos contradictorias e inconsecuentes son las concepciones de
Kant, que fluctúa constantemente entre el idealismo y el materialismo.
Por una parte, en su teoría cosmogónica, Kant razona la idea del des-
arrollo de la naturaleza basándose en el tiempo y expone la profunda
hipótesis del "gran Universo", infinito en el espacio. Mas, por otra,
Kant pone en duda la veracidad del conocimiento humano y no con-
sidera suficientemente demostrada la infinitud del espacio y el tiempo.
Esas fluctuaciones toman cuerpo en las antinomias o contradicciones
insolubles que, según Kant, son propias de la razón humana. Una de
esas antinomias se refiere precisamente al espacio y al tiempo. Kant
considera igualmente demostrable la te::is de que el mundo no tie-
ne principio en el tiempo y es infinito en el "'Spacio y la de que tiene
principio en el tiempo y límite en el espacio. Las demostraciones de
ambas tesis son interesantes y originales, aunque contradictorias y un
tanto forzadas. Engels analiza esas contradicciones de Kant en el
Anti-Diihring. el criticar a Dühring, quien negaba la infinitud del
espacio y el tic::mpo utilizando casi literalmente la argumentación de
Kant, pero presentándola como suya propia. Kant razonaba del si·
guiente modo:
"Tesis: el mundo tiene principio en el tiempo y está limitado en el
espacio. Demostración: En efecto, si admitimos que el mundo no
tiene principio en el tiempo, hasta cada momento dado habrá transcu-
rrido una eternidad y, por consiguiente, ha transcurrido una serie in-
finita de estados sucesivos de:: cosas en el mundo. Pero la infinitud de
H He~el, Obr.u. tomo H. p.ÍJ!. 50.
POSJCION DEL MATERIALISMO DIALECTICO 17>

cada serie consiste rrecisamente en que jamás puede terminar por


medio de una síntesis sucesiva. Por lo tanto, la infinita serie universal
ya pasada es imposiblt:: dt: aquí se deduce que el comienzo del mundo
es condición indispensable de su existencia; esto es lo primero que se
quería. demostrar." Is
Kant demuestra la limitación del mundo en el espacio utilizando
la hipótesis de la finitud del tiempo. que se admite por demostrada.
Para que las partes del espacio infinito puedan unirse en un todo
sería preciso un tiempo infinito, que ya tendría que haber pasado,
pues admitimos la infinitud del espacio no como un proceso que con·
tinúa, sino como algo ya culminado y existente de hecho. Pero antes
se había demostrado que el tiempo es finito y, por consiguiente, el
mundo no puede ser infinito, sino que está enmarcado por ciertos
límites.
b. prt:misa inicial de este argumento encierra ya lo que se quiere
Jemostrar. Kant dice que en cada momento dado la serie infinita de
e~l:1dos tranl>curridos debe estar terminad:~., es decir, admite límite
para d tiempo. Pero la existencia del límite es precisamente lo que
se rrdendía demostrar. Es cieito que Kant refiere ese límite al final
y ~o al comienzo, mas eso no tiene gran importancia, pues lo que
tiene fin uebe tener, inevitableme~te, principio, ya que el concepto
de principio y fin estáh indisolublemente unidos entre sí y no existen
el uno sin el o~ro. Por consigulente, h ¡.,.opia rremisa, relativa a la
terminación de la serie mai:emirica, C0!1tiene el objeto de la demostra·
ción. Una serie infinita no terminad.1 cc.t~~nuaría en el futuro ilimi·
tado, y por consiguiente sería imposible hab''lr doe su wmíenzo en .:-1
pasado.
Igualmente contradictoria r~sulta la demnst'"acióal de <.J.UC el espcio
es limitado, ya que se basa en la acept~ción de la fimtud del tiempo.
Es interesante señalar que Kant expone acto seguido demostrado·
nes opuestas, que tambiéu considera irrefutables.
"La antítesis dice: «El mundo no tiene ni prindpio ni termino en el
espacio: es infinito tanto en relación con el tiempo como en relación
con el espacio»." D~mostración: ... "Supongamos que el mundo ten·
ga principio. Como el principio es un estado al que antecede un tiem·
po c..a.ndo el objeto dado no existía, el comienzo del mundo debería
" F. Engc:is, /Úrti·Diihri•r~, Gosro!itizJat. ~)~7. pág. 46.
174 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

estar precedido por un tiempo en el que no había mundo, es decir,


un tiempo vacío. Pero en el tiempo vacío es imposible la aparición
de ninguna cosa, ya que ninguna parte de ese tiempo contiene, con
preferencia ante otra parte, ninguna condición diferenciada de la exis-
tencia frente a la de la no existencia. Por consiguiente, algunas series
de cosas en el mundo pueden tener comienzo, pero el propio mundo
no puede tenerlo y es infinito respecto al tiempo transcurrido." 18
Hegel demostró brillantemente la inconsistencia de este argumen-
to. También en este caso Kant toma por base lo que se quiere de-
mostrar. Afirma que el comienzo del mundo y la existencia real deben
ir precedidos por algún otro tiempo y otra existencia, que él ca-
lifica de vacío. El tiempo habitual lo continúa en el pasado, hace
que penetre en el tiempo vacío, lo elimina y hace que continúe exis-
tiendo hasta el infinito. El dogma religioso, comparado con ese su-
puesto, resulta incluso más consecuente, ya que niega la existencia de
todo tiempo anterior a la creación del mundo y manifiesta que el pro-
pio acto de la creación es lógicamente inexplicable e irracional.
Con la misma inconsistencia demuestra Kant la infinitud del mun·
do en el espacio. Para Kant, la finitud del Universo es imposible
porque el mundo, en ese caso, "se encontraría en un espacio vacío e
ilimitado y tendría cierta relación con él; pero esa relación del mun-
do con algo que no es un obieto es nada". 11 Por lo tanto, hay que
admitir que el mundo es infinito.
También en este caso incurre en una petición de principio, al admi-
tir la existencia de un espacio fuera de los límites del mundo, que tie-
ne relación con ese espacio, que parece formar parte de él y continúa
hasta lo infinito. Tanto la tesis como la antítesis parten de la ad-
misión de un cierto límite que al mismo tiempo no es límite, ya que
existe algo fuera de él. Kant veía una contradicción irresoluble en
que ambas tesis se demostrasen de idéntico modo: la única solución
era para él el negar la realidad objetiva del espacio y del tiempo, de-
clarándolas formas apriorísticas, condiciones subjetivas de la intui·
ción sensible. En nuestra conciencia puede haber contradicciones, pero
en el mundo objetivo no existen.
No puede ser más evidente el carácter metafísico e idealista de

16 Hegel, Obras, t. V, pág. 265.


11 Ibídem, pág. 266.
POSIOON DEL MATERIALISMO DIALECTICO 175

esas concepciones. La realidad objetiva del espacio y del tiempo vie-


ne demostrada por toda la práctica social e histórica de la hwnani·
dad, lo mismo que la existencia en el mundo de contradicciones
multiformes, que constituyen la fuerza motriz del desarrollo. Y la
circunstancia de que Kant se confundiese entre las contradicciones
por él mismo creadas y fuese incapaz de resolverlas con argumen·
tada lógica, no prueba todavía que el espacio y el tiempo carezcan
de realidad objetiva. Es imposible demostrar la infinitud del tiempo
tal como lo pretendía Kant, es decir, suponiendo que si el tiempo
tuviese comienzo le habría antecedido algún otro tiempo. La infini·
tud del tiempo nos la demuestra, ante todo, el principio de que la
materia y su movimiento son increados e indestructibles, principio que
constituye una ley fundamental de la naturaleta y se halla confir·
mado por todos los datos de la ciencia y la práctica.
En efecto, si suponemos que el tiempo tuvo un comienzo, habre-
mos de admitir la existencia de un estado del mundo sin tiempo.
En dicho estado no podía existir movimiento alguno de la materia,
ya que el movimiento presupone espacio y tiempo; y éste, según lo
convenido, no existía. Como no había movimiento, la materia no po-
día tener propiedad alguna ni tampoco interactuar, ya que las ínter·
acciones se producen siempre como movimiento y las propiedades de
los cuerpos son el resultado de sus interacciones. Pero la materia no
puede existir sin propiedades, pues su existencia sin ellas es imposi·
ble. Por consiguiente, antes del comienzo del tiempo no podía existir
ni materia ni movimiento. Se comprende fácilmente que "entonces"
tampoco podía haber espacio, ya que el espacio real representa la
extensión de la materia y esta última, como se ha dicho ya, no podía
existir. Así, pues, al no haber tiempo resulta imposible toda existen·
cia. Mas la no existencia, por su propio sentido, representa lo que
no es nada y de lo que nada puede surgir. Por consiguiente, si el
mundo no hubiese existido alguna vez, si no existiesen el tiempo y
el espacio, tampoco podrían haber surgido. Y como la realidad del
mundo es indudable, queda plenamente refutada la posibilidad de
un comienzo de tiempo.
La única objeción a esto no se apoya en argumentos lógicos y cien·
tíficos, sino en el punto de vista religioso, pues la religión adtnite
la creación sobrenatural e irracional del mundo a la vez queJa crea·
176 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

ción del espacio y el tiempo. Esa objeción no se basa en ningum. prue-


ba; se trata de un dogma, que ha de ser creído y no comprendido. Con
el mismo fundamento podríamos afirmar que el mundo no existe real-
mente y que todo cuanto observamos no es más que un sueño. Algunos
filósofos llegan justamente a esa conclusión. 18 Pero si en nuestros ra-
zonamientos partimos de los datos de la ciencia y de la práctica, ha-
bremos de admitir inevitablemente la realidad objetiva de que la
materia y el movimiento son increados e indestructibles, y de ahí
la eternidad de la existencia del mundo en el tiempo y el espacio. La
materia es la sustancia de las cosas, infinita e inagotable en sus
propiedades, que se modifica constantemente en virtud de su existen-
cia y que no precisa de ningún impulso exterior para ponerse en
movimienro.
Veamos ahora cómo puede demostrarse que el espacio es infinito.
El argumento de los materialistas antiguos -la posibilidad del avan-
ce ilimitado más allá de la supuesta frontera del mundo- es co-
rrecto en principio, pero no exacto científicar:nente, ya que encie!"ra,
en forma tácita, la idea metafísica de la infinii:ud como repetición
ilimitada de unas y las mismas operaciones y fenómenos. Sin predeter-
minar el cootenido concreto de la infinitud del espacio, lo más lógico,
a nuestro juicio, sería deducirla de la infinitud de la propia materia
como sustancia del mundo. En la naturaleza existe una cantidad in-
finita de materia y esa materia posee ilimitada ~:(tensión. ¿Cómo de-
mostrar que la cantidad de materia en el mundo es infinita? Del si-
guiente modo. Podemos descubrir la limitación de algo sólo en el
caso de q11e podamos salir fuera de él y pasar a la región de otros
fenómenos. Pero, en relación con la materi~, es~ operación es irreali-
rallle de por sí, ya que en la naturaleza no existe naJa más que la
mater~¡¡, .!O sus múltiples for'llas. Y como ~s imposible rebasar los
límites Je b materia, no puede hablarse de su iirnitación, de lo e 1al
se deduce que la materia e:, infinita.
J .a idea de la infinitud del espacio es íntimamente contradicloria
desde el punto de vista 1ógiw. En efecto, la suposición de que el
espacio es finito se deduce" tácitamente de la existencia de cierto lí-
mite para el espacio, ya que la finitud de algo se puede demostrar
en el caso de poder determinar sus límites. Pero la propia definí-
1s P. Jcrd:;!l, Physks of the 20th cenlury, N. Y .. 1944, pág. 185.
POSICION DEL MATERIALISMO DIALECTICO 177

ción de límite significa que se ha conseguido franquearlo y pasar a


una región más amplia. Como esta operación puede repetirse infini-
tas veces, deducimos que el espacio es infinito.
La idea del materialismo dialéctico sobre la infinitud del espacio
y el tiempo se distingue radicalmente de la idea metafísica.. En la
Física clásica se consideraba que el tiempo fluye independientemente
de todas las modificaciones de la materia. Era un tiempo "puro".
sin mezcla alguna y, por lo tanto, verdadero. Newton formuló una
concepción semejante, que fue compartida por ca.si todos los sabios
hasta que apareció la teoria de la relatividad. Tal idea del tiempo
entraña las contradicciones íntimas más arriba examinadas.
La única manera de salvar esas contradicciones es rda<;ionar el
tiempo con el proceso de transformación de la propia materia. El
tiempo es precisamente aquello que representa dicho proceso en el
aspecto de su sucesión.
No obstante, sería erróneo considerar el tiempo y los cambios en
las relaciones de causa y efecto, es decir, plantear si el tiempo es la
causa de los cambios o éstos ,la causa del tiempo. Los conceptos de
causa y efecto son completamente inaplicables en este caso. Pues si
consideramos que los cambios son la causa del tiempo, habremos de
admitir que el tiempo puede surgir después de los cambios y, por
tanto, que también éstos han ocurrido fuera del tiempo: sabemos
que la causa es siempre independiente respecto del efecto y le ante-
cede. Igualmente erróneo sería afirmar que el tiempo es la causa de
los cambios, ya que no se comprende en absoluto lo que puede repre-
sentar el tiempo antes de los cambios. De aquí que el concepto de
causa y efecto sea inaplicable al tiempo y a los cambios, que éstos
no pueden hallarse en relación de causa y efecto.
Lo más correcto, a nuestro juicio, sería considerar el tiempo como
una forma de existencia de la materia que expresa el proceso de su
transformación sucesiva. El tiempo es la duración de los objetos mate-
riales en su propia existencia, duración que depende de las relaciones
del cuerpo dado con otros cuerpos, así como del carácter de los pro-
cesos que en él se efectúan. El ritmo de esos procesos puede ser dis-
tinto para los diversos sistemas materiales, de forma que los sistemas
que se mueven a grandes velocidades unos respecto de otros, o cua-
litativamente distintos por sus leyes internas, tampoco poseerán el
178 INFINITUD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO

mismo tiempo propio. Esta importante conclusión de la teoría de


la relatividad ha sido ilustrada antes con detalle tomando el ejemplo
de la deSintegración de los mesones y otros procesos posibles con ve-
locidades próximas a la velocidad de la luz. También tiene gran im-
portancia en la Cosmología, para comprender el desarrollo del Uni-
verso en el tiempo. La infinitud del tiempo no debe comprenderse en
el sentido de que en todo el Universo rige un tiempo único, del cual
han transcurrido ya infinitas cantidades. La teoría de la relatividad
afirma que ese tiempo único para todo el Universo no existe. Como
la velocidad de propagación de interacciones es finita, los sucesos si-
multáneos en un sistema de coordenadas no serán simultáneos en
otro sistema que se mueva con relación al primero; el ritmo del tiem-
po será distinto en dichos sistemas .
.Así, pues, la eternidad del tiempo no ha de comprenderse en el
sentido de que el Universo es infinitamente viejo en un cierto flujo
único de tiempo. La hemos de comprender, ante todo, en el sentido
de que la materia, increada e indestructible, tuvo y tendrá una exis-
tencia infinita, independientemente del ritmo temporal en que cam-
bien sus formas concretas.
"Lo infinito es una contradicción - escribía Engels - y está lleno
de contradicciones. Es ya una contradicción que lo infinito se com-
ponga solamente de magnitudes finitas y, sin embargo, así es. 19 Si
lo infinito no se compusiera de magnitudes finitas, no podría existir,
pues no seria real. "Precisamente porque lo infinito es contradictorio,
constituye un proceso infinito que se desarrolla sin limitación en el
tiempo y el espacio. El término de esa contradicción significaría el fin
de lo infinito." 20
El materialismo dialéctico niega asimismo la interpretación me-
tafísica de la infinitud del espacio, según la cual por mucho que
nos adentremos en el Universo siempre encontraremos relaciones
espaciales homogéneas, con idénticos cuerpos y leyes ya conocidas por
nosotros. Semejante homogeneidad estructural no es tan evidente, ni
mucho menos. La unidad del mundo no se debe comprender en el
sentido de que su estructura es uniforme. Por el contrario, la unidad
.del mundo presupone que es inagotable, tanto en el sentido de sus

111 F. Engels, Anli-Dühring, pág. 49.


20 Ibídem, pág. 49.
POSICION DEL .MATERIALISMO DIALECTICO 1 79

formas espacio-temporales como en cuanto a las leyes del movimien-


to de la materia. La. Física actual nos proporciona pruebas concretas
de ese carácter inagotable, pero, hasta ahora, solamente en el plano
teórico.
'•
·• ~

1.
•'
CAPiTULO 11

LA COSMOLOGIA MODERNA Y LA INFINITUD


DEL UNIVERSO

§ l. Estructura de la galaxia y la metagalaxia

i.a Cosmología moderna estudia las leyes del desarrollo y la orga-


nización estructural c!t la materia en regiones del Universo accesibles
a la observación. Sus conclusiones tienen gran importancia en cuanto
al problema de la infinitud d'el espacio y el tiempo. Sin embargo, en
t:Ste sentido sólo pueden ser correctas las tesis filosóficas generales
que concuerdan con el materialismo dialéctico, entre las que inclui-
mos, ante todo, lJ.S leyes fundamentales de la dialéctica, la ley de
conservación de la materia y el movimiento y las leyes que se refle-
jan en las c::.tegcrias de la dialéctica materialista. Por lo que se refiere
a las leyes concr~tas, poseen una esfera de acción limitada, y fuera de
ésta no tienen aplicación. Algunos cosmólogos extranjeros, que no lo
toman en cu~n~a. hacen valederas las leyes deducidas, a veces poco
fundamentadas, a todo el Universo en su conjunto. Así es como en-
tran en 1:1 Cosmología diversas teorías idealistas, como, por ejemplo,
la tec.ría de la expansión del Universo, de su inevitable muerte
térmica, etc.
ToJa extrapolación de leyes a regiones que se encuentran fuera
del mundo accesible debe hacerse con suma cautela, sobre todo si se
refieren a propiedades particulares de la materia. Como decía Aris·
tótelcs, "la más pequeña dtSviación Je la verdad se incrementa en el
curso posterior del desarrollo en decenas de miles de veces". La ex·
trapolación se acerca tanto más a la verdad cuantas más propiedades

181
1 R2 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

generales de la materia englobe, siempre y cuando la teoría se base


en los principios del materialismo dialéctico.
La existencia de leyes generales en la naturaleza tiene singular
importancia para un conocimiento correcto del mundo. Más aún, gra~
cias a ello se hace posible el conocimiento ilimitado de la naturale2a.
Toda nueva ley puede ser comprendida y explicada si se establece su
enlace interno con leyes antes conocidas; el propio descubrimiento
de la ley nueva resulta posible partiendo de principios ya conocidos.
Los éxitos de la ·ciencia son tanto ·mayores cuanto más profunda y
plenamente se descubra la unidad de las leyes que rigen los diversos
fenómenos; a su vez, el conocimiento de la unidad de las leyes con-
duce a descubrimientos nuevos. Las propiedades de los gigantescos
cuerpos cósmicos se estudian según las leyes que rigen el movimiento
de las partículas más minúsculas de la materia; el conocimiento de lo
pequeño es la base para el descubrimiento de lo infinito. Gracias a
la.. Wlid~~od de las leyes, el estudio de los fenómenos de una región
relativamente pequeña del Universo nos permite conocer la esencia
de: los procesos en regiones mucho mayores. Para conocer el Universo
infinito hay que estudiar la región del mundo que nos es accesible, la
cual refleja en sí el estado de regiones mucho más vastas. Por lo tan-
to, el estudio profundo de los mundos vis~bles nos puede proporcio-
nar datos valiosos sobre los procesos que se efectúan en regiones del
Cosmos ·sumamente alejadas de nosotros. En relación con ello, pasa-
remos a considerar las ideas más importantes de la Cosmología m~
d~ sobr~ la estructura de la parte conocida del Universo. Empe-
zaremos nuestro
. .breve examen analizando la estructura de nuestra
galaxia, ya que es el sistema estelar más estudiado.
Nuestra galaxia se compone, aproximadamente, de 150.000 mi-
llones de estrellas agrupadas en forma de disco o, más exactamente,
de una espiral gigantesca. Su diámetro es de unos 100.000 años de
luz y su espesor de 16.000 años de luz.
Además de las eStrellas, integran la galaxia alrededor de 100 mi-
llones de nebulosas difusas, constituidas por polvo y gases. La masa
general de la galaxia se calcula habitualmente en 1"20.000 millones
de masas solares o 2,5·10.. gr.
Posee la galaxia estructura espiral, con un núcleo y varias ramas
espirales. El diámetro de su núcleo estelar es por lo menos de 4.000
ESTRUCTURA DE LA GALAXIA Y LA METAGALAXIA 183
años de luz y su masa equivale, más o menos, a un S% de toda la
masa del sistema. El núcleo no se distingue en los rayos habituales
a causa de la absorción de la luz por las nubes de polvo, pero po-
demos fotografiar sus rayos infrarrojos. El Sol está situado a una
distancia de 28.000 años de luz del núcleo y a 22.000 años de luz
del extremo de la galaxia.
Los movimientos de las estrellas en la galaxia son sumamente
complejos, pero, en general, cabe decir que toda ella gira alrededor
de su eje; se trata de una rotación, que no se parece a la de los cuer-
pos sólidos, ya que la velocidad en las regiones centrales es mayor
que en la periferia. Nuestro Sol se mueve alrededor del centro de la
galaxia con una velocidad aproximada de 234 kmj.reg, realizando
su rotación completa en 190 millones de años. -
En la galaxia desempeña un papel importante la llamada materia
oscura qifusa. La densidad de las nebulosas difusas es muy pequeña,
por término medio de 10-23 gjcm 3 o de algunos átomos de hidró-
geno por _cm 3 • Pero debido a la enorme extensión de dichas nebulo-
sas, su masa resulta muy grande y asciende a varios centenares de
millones de masas solares. Es' probable que una parte de la sustancia
difusa se desprendiera de las estrellas incandescentes en el curso de su
evolución; el origen de la sustancia restante no se conoce todavía.
Por grande que sea nuestra galaxia, resulta pequeña si la compa-
ramos con la parte del Universo observable. Fuera de ella existe un
número ilimitado de sistemas estelares y nebulosas, muchos de los
cuales se aproximan por sus dimensiones a la galaxia. Entre los sis-
temas más importantes que se encuentran próximos a nosotros figu·
ran las Nubes de Mag¡¡,Uanes, así como la galaxia de la constelación
de Andrómeda, que se encuentra de nosotros a un millón }' medio de
años de luz. La galaxia de Andrómeda se distingue por su clara es-
tructura espiral y su núcleo esferoidal, que en la actualidad se ha
conseguido "diferenciar" en fotografías de estrellas aisladas. Exterior-
mente se parece mucho a nuestro sistema estelar y tiene más o menos
sus mismas dimensiones.
Cada año se descubren nuevas nebulosas extragaláxicas. El re-
flector de 200 pulgadas del observatorio de Palomar (EE.UU.) los
registra en número superior a 400 millones. Las más alejadas se en-
cuentran a una distancia aproximad:t de 2.000 millones de años de
184 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

luz, o 2·10 27 cm. El rayo de luz que llega a nosotros empezó su mo-
vimiento en esos mundos cuando en la Tierra se producían los pri-
meros procesos tectónicos, pero no existía aún la vida. Cuando para
llegar a la Tierra le faltaba recorrer dos milésimas de su camino,
iniciábase en la Tierra el proceso de transformación del mono er;t
hombre. Durante ese tiempo se sucedieron 40.000 generaciones, has-
ta que, por fin, se llegó a la creación de telescopios y placas foto-
gráficas capaces de captar los mensajes de esos mundos tan remotos.
Pero las distancias que la luz recorre en miles de millones de años
son para la teoría científica lapsos de tiempo infinitamente menores.
No todas las galaxias tienen estructura espiral. La mayoría de ellas
posee una forma más o menos esferoidal y se llaman elípticas. Hay
también galaxias amorfas, irregulares.
No es posible formular de momento una ley claramente definida
en cuanto a la distribución espacial de las galaxias observadas. Estas
constituyen grupos pequeños, grandes nubes, nubes de nubes y tam-
bién aparecen solitarias en vastas regiones del espacio. Pero lo carac-
terístico en la mayor parte de ellas es la tendencia a la aglomeración
y a la formación de grupos de las dimensiones más variadas. Nues-
tra galaxia, por ejemplo, es miembro de un sistema de 17 galaxias,
situadas en un radio de un millón de años de luz. Fuera de esta re-
gión, la galaxia más próxima se encuentra a una distancia de sólo ocho
millones de años de luz. Hay aglomeraciones de galaxias que cuentan
con miles de miembros. Sin embargo, la distribución de las propias
galaxias en un radio aproximado de 500 millones de años de luz no
revela ninguna ley evidente y es más bien uniforme. Si dividimos el
número general de galaxias de magnitud estelar visible n + 1 por el
número de galaxias de magnitud n, el cociente será igual a 3,98. Esta
ley K~(~ )l) = 3,98 sería válida para estrellas visibles si ocupa-
rar. uniformemente el espaciu vacío. En cuanto a las estrellas de nues-
tra galaxia, el cociente no llega a 3,98 por la existencia de ,srandes
nubes de materia oscura que absorben la luz estelar. Eso nos demues·
tra que en el espacio intergaláctico la absorción dé la luz es muy
redecida a causa de la pequeña densidad de la materia, y que las ga-
laxias en su conjunto, en la región del Universo a que alcanzan los
instrumentos modernos, están distribuidas con relativa uniformidad.
PARADOJAS DEL INFINITO 185
No debemos deducir, sin embargo, que las galaxias se hallan dis·
tribuidas uniformemente en todo el Universo infinito. Esa distribu·
ción habrá de existir en escalas limitadas, tras de las cuales empiezan
otros sistemas cósmicos con nueva organización estructural.
Hoy día está demostrado que las galaxias visibles constituyen un
sistema de escalas mucho más vastas: la metagalaxia. Según ciertos
datos, nuestra galaxia se encuentra a una distancia de varias decenas
de millones de años de luz del centro de la metagalaxia y se mueve
alrededor del centro a una velocidad aproximada de 1.000 kmjseg.
El radio de la metagalaxia se fija, más o menos, en 2,5 a 3 mil mi·
llones de años de luz, aunque esta cifra puede ser mayor todavía.
Acaso la metagalaxia tenga forma de disco y gire alrededor de su
eje en un período de 1011 a 1012 años. Pero todas esas cifras son poco
seguras, ya que las observaciones son hasta ahora escasas. Lo único
indudable es que la metagalaxia se compone de un gran número de
subsistemas; éstos, a su vez, son aglomeraciones localt;s de galaxias,
a semejanza de nuestra Vía Láctea, que se compone de numerosos sub-
sistemas de estrellas que se p~netran recíprocamente. Es evidente, asi-
mismo, que la metagalaxia no es todo el Universo, y que más allá
existen otros muchos sistemas que poseen una diversa organización
estructural.

§ 2. Paradojas del infinito

La idea de que el U niverso es ilimitado en el espacio tropieza con


grandes dificultades en su desarrollo consecuente. Estas dificultades
han dado motivo, en reiteradas ocasiones, a que se pusiese en duda
la propia infinitud del espacio.
En octubre de 1823 afirmó Olbers que si el Universo fuese infi·
nito y contuviese una multitud ilimitada de estrellas, distribuidas
uniformemente en el tSpacio vado, cada sector del firmamento es-
telar poseería una luminosidad igual a la de la superficie solar. El
brillo de las otrellas disminuye en proporción al cuadrado de la dis-
tancia, y en la misma proporción disminuyen sus dimensiones angu-
lares visibles. Por eso, si admitimos que el número de estrellas es
infinito, habíamos de distinguirlas a simple vista en cualquier direc-
186 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

ción; cualquier superficie del cielo aparecería cubierta de estrellas y


tendría una luz cegadora, cosa que en realidad no ocurre.
No se trata sólo de esta paradoja fotométrica. Zeeliger expuso en
1894 una paradoja gravitatoria, según la cual si en el Universo exis·
tiesen infinitas estrellas, las fuerzas de gravitación que actúan sobre
cualquier cuerpo sedan infinitamente grandes. En efecto, si supone-
mos que en todas las partes del Universo rige la ley de gravitación
de N ewton y que la densidad media de la materia difiere siem-
pre de cero, el valor del potencial gravitatorio, calculado para todo
el mundo, tendría una magnitud infinita en cada punto del espacio.
Pero en este caso, sobre cualquier cuerpo actuarían fuerzas ilimitadas.
y bajo su acción los cuerpos adquirirían una aceleración infinita, cosa
que no se observa en la realidad.
Se ha tratado de salvar la paradoja fotométrica suponiendo la exis-
tencia de una materia oscura interestelar, que absorbe la luz. Sin
embargo, con ello se ahondan todavía más las dificultades que nos
presenta la para.doja gravitatoria, ya que la existencia de tal materia
suplementaria significa un aumento de tensión todavía mayor en los
canipos gravitatorios.
Ambas paradojas partían del supuesto tácito de que las estrellas
están distribuidas uniformemente en el espacio infinito y que el pro-
pio espacio tiene en todas partes proporciones euclidianas. Se con-
sideraba, asimismo, que las leyes físicas conocidas que caracterizan
la gravitación, la irradiación y otras interacciones del campo electro-
magnético y gravitatorio con los cuerpos, son leyes únicas y con vigor
en todo el Universo. Se trata de suposiciones arbitrarias, carentes de
una base firme, pero antes de la teoría general de la relatividad no
se ponían en duda.
En 1908, el astrónomo sueco Charlier trató de explicar ambas pa·
radojas partiendo de la teoría de la estructura jerárquica del Universo,
argumentada ya por Kant y Lambert. Según esa teoría, el Universo se
halla estructurado de forma que cada sistema va incluido en otro to-
davía mayor. Un conjunto de estrellas forma la galaxia; un conjunto
de galaxias, la metagalaxia, etc. Con una determinada relación entre
los parámetros de los sistemas, la paradoja fotométrica y gravitatoria
se eliminan. Si suponemos, por ejemplo, que una estrella cualquiera se
encuentra en el límite de una galaxia de primer orden, la galaxia
PAilADOJAS DEL INFINITO 187

de primer orden en el límite de la galaxia de segundo, ésta en el


límite del tercero, etc., la fuerza gravitatoria que actúa sobre dicha
estrella puede ser representada por una serie convergente, cuya suma
de términos es finita. De forma análoga se elimina la paradoja foto-
métrica. Para que la serie converja es preciso que la relación del radio
def sistema n con el radio del sistema n-l se subordine a la siguiente
relación:

::_1 > VN;;


donde N. es el número de estrellas o galaxias en el sistema de orden n.

Los cálculos demuestran que esta simple relación se confirma, en


general, en cuanto a galaxias similares a la nuestra y la metagala-
xia.1 Llamémosles sistemas de 1" y 29 orden. Si calculamos que en
la .Jiletagalaxia hay airededor de 10 10 galaxias, la relación R~/R1 será
mayor de 100.000. Suponiendo que los radios de las galaxias se apro-
ximan, por término medio, a 30.000 años de luz, obtendremos un
radio de la metagalaxia de R2 > 3·1 0° años de luz, lo cual está en
consonancia con el resultado ·apetecido. Sin embargo, la coincidencia
de la hipótesis de Charlier con la posible estructura de ·l9s sistemas
no signifiCa, ni mucho menos, que su esquema pueda aplicarse a todo
el Universo infinito. Si se hiciese así, las dificultades resultarían in-
superables.
La primera dificultad se refiere a la interpretación de la densidad
de la sustancia. Con la organización jerárquica del Universo, la den-
sidad media de la sustancia será tanto menor cuanto mayor sea el or-
den del sistema, ya que la masa de éste aumenta mucho menos que
el volumen ocupado por él. Así, en el sistema solar, en un espacio
de un radio equivalente a la órbita de Plutón, la densidad media de
la materia equivale, aproximadamente, a 2 • 1()-12 g/cm 3 ; en la ga-
laxia es ya igual a 10-24 g/cm 3 y en la metagalaxia a 4 · 10-2 n g/cm'.
Para comprender el valor de la densidad media en la metagalaxia
supongamos que queremos dilatar un vaso de aire con algunas par-
tículas de polvo hasta que la densidad de la materia descienda a
4 · 10-29 g1cm 3 • Para ello tendríamos que dilatar el vaso hasta que
su diámetro fuese de 17.000 km y su altura de 27.000. En tal "vaso"
1 P. Parenago, C11rso Je astronomía estelar, Gostejizdat, 1954, pág. 3~6.
188 LA INFINITUD DEL UNIVE.IlSO

cabrían 6, 5 globos terráqueos. En cambio, &na esfera del radio de la


Tierra contendría en el espacio de la metagalaxia, por término medio,
0.04 g de materia.
Se comprende fácilmente que en el esquema del Universo estruc-
turado jerárquicamente la densidad de la materia irá disminuyendo
a medida que aumente el orden del sistema. Si aplicarnos esta ley a
lo infinito, veremos que en el límite del espacio infinito la densidad
media de la naturaleza equivale a cero. El Universo infinito resulta
infinitamente vacío, si se nos permite la expresión.
La teoría de Charlier admite, precisamente, que la densidad media
de la materia en el Universo equivale a cero, condición indispensable
para la eliminación de las paradojas fotométrica y gravitatoria. Sin
embargo, la admisión de dicho supuesto significaría la eliminación de
toda la materia del Universo. Desde ese punto de vista pierde sentido
hasta el propio concepto del espacio, ya que el espacio no tiene exis-
tencia independiente de la materia y expresa la extensión de la misma;
si la densidad media de la materia dentro del Universo resulta igual
a cero, pierde sentido hasta el propio concepto del espacio. Llegamos
a la admisión del vacío absoluto, pero no en cuanto a una determina-
da región del mundo, sino respecto de todo el Cosmos. Salta a la
vista que semejante solución es en absoluto inaceptable.
También hay dificultades en otro sentido. Si suponemos que el Uni-
verso en su conjunto est:í estructurado jarárquicamente y que la densi-
dad media tiende a cero, habremos de admitir que a medida que au·
mentan las dimensiones de los sistemas disminuye la prol;labilidad de
que la sustancia absorba la radiación dispersa. Cuanto más elevado es
el orden del sistema, mayor sera la cantidad de radiación que éste dis
persa definitiv:unente en el espacio mundial. Llegaríase con el tiempo
inevitablemente a un estado en que toda energía de las estrelllb que-
daría dispersa juntamente con la radiación electromagnética y el mun-
do entraría en un equilibrio termodinámico. Como el Universo elri~te
infinitamente, dicho estado tendría que haberse producido ya en un
tiempo todo lo remoto que se quiera. El hecho de que ~':) haya sido
así, demuestra que en eJ mundo tiene lugar ao sélo Ja dispersión,
sino también la absurción de las radiaciones y su incorporación a un
nuevo ::ido de desarrollo. Y dicha absorción es posible en el marco
de todo el Universo solamente si la densidad media de la materia es
PARADOJAS DEL INFINITO 189

distinta a cero, cosa que se contradice con la estructura jarárquica de


todo el Universo.
La solución de las paradojas fotométrica y gravitatoria se debe
buscar, en nuestra opinión, en el estudio de las interacciones de los
campos electromagnético y gravitatorio con los cuerpos en el marco
del Cosmos. La existencia de sucesiones jerárquicas de sistemas en
ciertos límites del espacio desde I0- 13 hasta 1027 cm no significa to-
davía que exista la misma sucesión infinita en las profundidades de
la materia ni en la escala del Universo. Ha de verse interrumpida
por ambos lados, siendo sustituida por otras formas de organización
estructural de la materia. Más arriba decíamos que el concepto de sis-
tema mecánico era inaplicable a las partículas elementales que no se
fisionan en elementos ni siquiera cuando la energía de la acción exte-
rior es miles de veces superior a la energía propia de la partícula
correspondiente a su masa de reposo y tan sólo se produce la transfor-
mación de unas formas de partículas elementales en otras. La escalera
jerárquica de sistem<ú'i'necánicos subdependientes se quiebra al llegar
a las partículas elementales, ,debido al carácter especial de sus inter-
acciones. Cabe suponer que esas limitaciones se producen también
en la escala del Cosmo5 en cuanto a la sucesión jerárquica de los sis-
temas. La metagalaxia no parece ser todavía ese límite, y puede haber
sistemas de órdenes todavía mayores que agrupen a numerosas meta-
galaxias; mas no hay ningún fundamento para suponer que la materia
siga agrupándose de tal forma, constituyendo así sistemas cada vez
mayores. Para convencernos de la justeza de ese aserto, veamos el sen-
tido que se adjudica al concepto de sistema material y cuáles son las
leyes que rigen la agrupación de sistemas en otros de mayor orden.
Llamamos siJtema a un conjunto de cuerpos tan estrechamente
vinculados entre sí que interactúan con otros sistemas como un todo
entero. Entre los elementos componentes de todo sistema debe existir
un enlace constante y estable, considerablemente mayor que el enlace
con elementos de otros sistemas. Dicho con otras palabras, para que
exista un sistema entero es condición indispensable que la energía de
sus enlaces internos sea mayor que la energía de los externos y que la
energía cinética de sus elementos componentes. En el caso contrario,
el sistema se desintegrará bajo la acción de fuerzas externas o inter-
nas. En todos los sistemas t:>bservados se cumple dicha condición
190 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

de estabilidad. Los átomos, las moléculas, los cuerpos macroscópicOs


sólidos, las aglomeraciones de estrellas y las galaxias interactúan CQn
otros sistemas similares como un todo entero. La energía de sus enla-
ces internos es considerablemente mayor que la energía cinética de
sus elementos componentes y que la energía de sus enlaces exteriores.
Esto no se observa en toda aglomeración de cuerpos. Por ejemplo, si
nos imaginamos un gas en el vacío, veremos que no existe como sis-
tema estable. La energía cinética de las moléculas del gas es mucho
mayor que la energía de atracción entre las moléculas, y éstas se dis-
persarán a grandes distancias las unas de las otras; el gas no formará
un sistema único.
Examinemos ahora si se cumplen las condiciones de formación y
estabilidad de los sistemas en la escala del Cosmos. En general, la nor-
ma de estabilidad se cumplirá incluso en las aglomeraciones de gala-
xias. Pero no podemos decir lo mismo de posibles sistemas de orden
todavía mayor. No hay que olvidar que al aumentar las dimensio-
nes de los sistemas cósmicos, aumenta !a energía cinética de cada
sistema. Según las mediciones del efecto llamado "desplazamiento
hacia rojo" en los espectros de galaxias lejanas, éstas se mueven
con enormes velocidades unas respecto de otras, alcanzando hasta
120.000 kmjseg. Se supone asimismo que la metagalaxia posee
enorme energía cinética en su movimiento respecto de otros sistemas.
Al mismo tiempo, por lo que se refiere a las fuerzas de atracción, se
observa una ley inversa: la energía de enlace por unidad de masa dis-
minuye a medida que el orden del sistema aumenta. Eso s-e debe a la
constante disminución de la densidad media de la materia al au·
mentar la escala del sistema. En cierta etapa, la energía de los enlaces
gravitatorios entre los sistemas se hace menor que su energía cinética
y resulta imposible su agrupación en sistemas de un orden todavía
mayor. Por lo tanto, las sucesión jerárquica de sistemas se ve inte-
rrumpida y la ulterior organización estructural de la materia se atiene
a otra ley.
Para que en el Universo pudiera existir una sucesión jerárquica
infinita de sistemas, la energía de los enlaces internos dentro de cada
uno de ellos tendría que ser superior a la energía de los enlaces exter·
nos y a la energía cinética de los elementos componentes. Para siste-
mas de grandes dimensiones, esa energía debería ser extraordinaria·
PARADOJAS DEL INFINITO 191

mente grande, y para todo el Universo, infinita. Pero esas fuerzas


infinitamente grandes de gravitación en el interior de sistemas en
sucesivo aumento tendrían que manifestarse en cada cuerpo, cosa que,
como se sabe, no ocurre. Por extraordinario que pudiera parecer, el
Universo de Lambert-Charlier no elimina, sino, por el contrario, pre-
supone la paradoja gravitatoria, ya que los infinitos potenciales de
gravitación son condición indispensable para la formación natural
de una sucesión jerárquica ilimitada de sistemas. Si faltasen esos valo-
res de potenciales tan elevados, los sistemas cósmicos, a partir de
magnitudes de cierto orden, no podrían retener sus elementos com-
ponentes, y andando el tiempo esos sistemas se desintegrarian sin
remedio o, lo que es más probable, no podrían llegar a formarse
siquiera.
Los que defienden la estructura jerárquica del Universo aceptan
arbitrariamente el hecho de que el Universo está ya estructurado de
acuerdo con esa teoría, pero se olvidan de preguntar cómo pudo llegar
a tal estado. Hay que tener presente que cualquier sistema material
limitado, por grandes que seaq sus dimensiones, no puede ser eterno.
Históricamente ha surgido de otras formas de la materia. Por lo
tanto, hubieron de existir más fuerzas que asegurasen la agrupación
de los distintos cuerpos en el sistema dado. En el caso de moléculas,
átomos, sistema solar y galaxias, esas fuerzas tienen valor finito. Pero
si tomamos un sistema mucho mayor, habrán de ser mucho mayores
y para fuerzas infinitamente grandes serán infinitamente grandes; de
no ser así, dichos sistemas no podrían formarse. La teoría de Charlier
presupone la existencia de sistemas infinitamente grandes de sucesión
jerárquica, ya que las paradojas fotométrica y gravitatoria se resuel-
ven únicamente en la convergencia de la serie infinita. Mas si admi-
timos la realidad de esos sistemas, lógicamente se deduce la necesidad
de potenciales infinitamente grandes de gravitación, que son la con-
dición imprescindible para la aparición y existencia de tales sistemas.
Por consiguiente, volvemos a admitir aquello que la teoría había de
impugnar o eliminar. Eso significa, por lo tanto, que las paradojas
fotométrica y gravitatoria no se eliminan con esta teoría.
Se ha intentado eliminar la paradoja fotométrica por la interpre-
tación del "desplazamiento hacia el rojo" en los espectros de las ne-
bulosas extragalácticas. No nos detendremos ahora con detalles en este
192 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

fenómeno, pues lo haremos en otro lugar. Señalaremos tan sólo


que las líneas espectrales de todas las nebulosas extragalácticas es-
tán desplazadas hacia el rojo, siendo ese desplazamiento tanto mayor
cuanto más lejos está la nebulosa. El desplazamiento en cuestión se
considera como un efecto del alejamiento real de las galaxias, cuya
velocidad aumftnta con la separación en que se hallan unas de otras.
El desplazamiento hacia el rojo parece eliminar la paradoja fotomé-
trica en la región visible del espectro. La luz de las galaxias muy leja-
nas resulta desplazada hacia la región de los rayos infrarrojos y las ra-
dio ondas, que el ojo no percibe. El problema, sin embargo, no queda
resuelto, pues incluso existiendo ese desplazamiento, la paradoja foto-
métrica deberia afectar a los rayos infrarrojos y radio ondas, cosa que
no se observa. Para explicar este hecho hemos de suponer que el aleja-
miento de las galaxias y el efecto de la expanción tienen lugar en todo
el Universo infinito. Pero semejante suposición es absurda, pues si
dicho expanción existiese en todo el Universo, llegaríamos a la con-
clusión de que el mundo ha sido creado. Si partimos de la tesis cientí-
fica de que el mundo no ha sido creado, pero que la expansión se
produce en todo el Universo, para explicar la dispersión de la gala-
xia por el espacio infinito debemos admitir que el proceso de dila-
tación es eterno y su velocidad finita. Mas si esto fuese así, habría
ahora entre las galaxias distancias infinitamente grandes, cosa que se
contradice de plano con la realidad. Así, pues, el simple desplaza-
miento hada el rojo no elimina de forma consecuente la paradoja
fotométrica, sin hablar ya de que prescinde del problema de la gra-
vitación.
A nuestro juicio, la solución más consecuente y no contradictoria
de las paradojas fotométrica y gravitatoria para el Universo infinito
está en admitir que la sustancia material conocida o algún otro cuerpo
desconocido pueden absorber los campos electromagnético y gravi-
tatorio, absorción acompañada por la transformación de los cuantos
del campo en formas de materia cualitativamente distintas.
La idea de la absorción de la luz por la materia interestelar se expu-
so hace mucho tiempo y ha sido estudiada reiteradas veces desde dife-
rentes puntos de vista. Sin embargo, como no se conocía bien el carác-
ter de las transformaciones de las partículas y los campos, ha sido
siempre rebatida como poco convincente. Objetábase que si se admi-
PARADOJAS DEL INFINITO 193
tía la absorción de la luz después dt: su múltiple dispersión, la ma-
teria absorbente acabaría por acumular tal cantidad de energía que
empezaría a ewitir luz, dándose el caso de que esa emisión y, por
consiguiente, la luminosidad del cielo sería tanto más considerable
cuanto mayor fuese el grosor óptico de la materia oscura. Así, pues,
la absorción de la luz no suprime, sino que refuerza la paradoja foto-
métrica.
Esa objeción se br.sa tácitamente en el supuesto de que sólo es
posible un proceso: la transformación de la materia en radiación,
negando el proceso inverso. Sin embargo, esto carece de base. En el
proceso de su evolución, las estrellas pierden r:onstantemente, por la
irradiación electromagnética, una parte conside=::.ble de su ~asa. Esa
irradiación se produce a expensas de las reacciones termonucleares, en
las cuales la materia con masa finita en reposo se transforma en cam-
po electromagnético. Si admitimos que en todo el Universo se pro-
ducen solamente esos procesos, siendo imposible la transformación
inversa de la radiación en sustancia, tendremos que admitir indefecti-
blemente que pasados unos 10 12 años toda la materia del mundo que
nos rodea se convertirá en raoiación. Más aí:n, teniendo en cuenta
que el r.J.Undo existe eterna.:nente en el tiempo, esa transformación
hubo de producirse hace mucho, cosa Gue no se ajusta a la realidad.
La solución de esta antinomia puede ser doble: primero, suponer que
en el Universo hay una constante absorci.Sn de radiaciones t>lectro-
magnéticas, acompañada de su tránsito a materia; segundo, admitir
que semejante tránsito es i:nposiblc y que el r.mndo que observamos
ha surgido hace miles de millones de años de un estado de materia
sustancialmente distinto, que se regía por leyes totalmente distintas y
en d cual }a materia no se transfc,rmaba en radiación ni existían esas
formas de materia. En el ú:timo ca.;o, el mundo es eterno, pero los
.:.ambios en la región que observamos se ..:fectúan sólo en el sentido
del paso de la materia a radiación. De aquí se dedute que al cabo de
!0 12 ó 10 15 años la gran masa de la materia de nuestro mundo se
tramformuá en radiación y el mundo volverá a un estado sustancial-
mente distir.to, al que no ser.;.n aplicables nuestras ideas. La segunda
hipótesis elimina también la paradoja fotométrica, si bien exige cam-
bivs radicales en d wnr.epto moderno sobre el Universo. En ese caso,
casi todas las leyes fundamentales de la naturr.leza no son eternas, sino
194 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

históricas, es decir, tan sólo rigen durante un cierto período de tiem-


po. Aunque hoy día es imposible refutar este punto de vista, tam-
poco se puede aducir nada en su favor. Por lo tanto, nos parece más
natural prescindir de la segunda hipótesis y examinar únicamente la
primera, Llnto más que deriva de la idea que se tiene sobre el enlace
de partículas y campos.
Hoy día conocemos bien el proceso de transformación de fotones
en electrones, positrones y mesones. También es posible el tránsito
de fotones en nucleones, aunque para ello los fotones deben poseer
gran energía. En los procesos ordinarios de absorción de luz solar por
la Tierra, la radiación electromagnética se transforma igualmente en
otras formas de la materia y su energía se convierte en energía térmi-
ca, química, etc. Es muy posible que también en la escala del Cos-
mos, donde se dan condiciones físicas sustancialmente distintas de las
existentes en nuestra Tierra, los procesos de absorción total sean cons-
tantes e intensivos, viniendo a ser el contrario indispensable de la
irradiación. En ese caso, la paradoja fotométrica se elimina de forma
natural y la luminosidad del firmamento nocturno debe ser tal como
llega hasta nosotros ..
Examinemos ahora los diferentes modos en que la paradoja gravi-
tatoria puede ser eliminada. Una de las posibilidades es la absorción
completa de la gravitación por la materia y su transformación en
otras formas de la materia. La teoría cuántica moderna considera que
el campo gravitatorio es una forma especial de la materia semejante
al campo electromagnético. El campo gravitatorio es irradiado cons-
tantemente por todos los cuerpos y absorbe parte de su ·energía. Es
cierto que esa pérdida de energía es mucho menor que la producida
por la irradiación electromagnética; sólo se hace sensible en períodos
de tiempo que equivalen a muchos miles de millones de años de luz.
Pero esa diferencia cuantitativa no tiene importancia de principio, ya
que remitiéndonos a la eternidad los intervalos indicados son tan pe-
queños como los milenios. Lo que importa es el propio hecho de la
transformación de la materia en gravitación. Admitiéndolo como
un proceso real, llegamos a las mismas conclusiones que hicimos res-
pecto del campo electromagnético: si las formas de materia conocidas
se transforman irreversiblemente en gravitación, considerando la exis·
tencia eterna del mundo hoy día no existirían en el Universo más que
PROPIEDADES METRICAS DEL ESPAOO Y DEL TIEMPO 19~

campos gravitatorios. Como eso no se ha producido, debemos admitir


las dos posibilidades indicadas: bien la absorción total de la gravita·
ción y su paso a otras formas de la materia, bien la transformación
sustancial de la estructura del mundo en determinados intervalos de
tiempo. Lo mismo que en el caso del campo electromagnético, la pri·
mera posibilidad nos parece, actualmente, más verosímil.
Como antes se indicaba, en la teoría cuántica del campo se agmite
la posibilidad de la transformación de gravitones en pares de electro-
nes-positrones. Es evidente que la naturaleza conoce otras transforma-
ciones, tanto más si consideramos que entre el campo electromagné-
tico y el gravitatorio existe una profunda unidad interna. Todas esas
transformaciones conducirán a la finitud de los potenciales del campo
gravitatorio en todo el Universo y en cada una de sus regiones finitas.
De la misma manera podemos admitir como posible la absorción
de los neutrinos, que se llevan una parte considerable de la energia
estelar. Esos microobjetos habrán de incorporarse a un nuevo ciclo
de desarrollo.
Así, pues, las diversas partículas y campos, las formas continuas
y discontinuas de la materia se encuentran en el U niverso en unidad
orgánica y transformación recíproca.
Finalmente, queremos señalar otra solución de la paradoja gravi-
tatoria para completar lo ya expuesto. Al formular el problema, la
Física clásica suponía tácitamente que la ley de gravitación de New-
ton actuaba por igual en todo el Universo y a las distancias que se
quisiese. Pero la teoría de la relatividad general nos demuestra que
esto no es así. En la escala de los grandes sistemas cósmicos entran en
vigor otras leyes, cuya actuación demuestra que el problema de la
infinitud del potencial gravitatorio no es aplicable al mundo en su
conjunto. Mas antes de pasar a esos problemas tan complejos, es pre-
ciso que nos detengamos brevemente en los avances más importantes
de la teoría de la relatividad en cuanto a la estructura del espacio
y del tiempo en la región conocida del Universo.

§ 3. Propiedades métricas del espacio y del tiempo


Hasta principios del siglo XIX predomina en la Física y en la
Geometría la idea de que las propiedades del espacio y del tiempo
196 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

eran independientes de la materia. Newton expresó bien ese punto de


vista en la idea del espacio y el tiempo abo;olutos. Suponíase que el
tiempo fluye por igual en todo el Universo y que el espacio, lo mismo
si se trata del microcosmos que del Cosmos, posee propiedades hom~
géneas, expresadas por la geometría de Euclides. La sorprendente ar-
monía lógica de la geometría euclidiana, así como su profundidad,
han servido de motivo, en reiteradas ocasiones, para afirmar que no
estaba deducida de la experiencia, sino que era libre creación de la
inteligencia humana. Esto sirvió a Kant para desarrollar la teoría de
que el espacio y el tiempo son formas a priori de la intuición sensible.
Nicolás Lobachevski ( 1792-18 56) , el creador de la geometría no
euclidiana, fue el primero en a.'iestar un golpe a esas concepciones
sobre el espacio y el tiempo y, juntamente con ellas, al apriorismo de
Kant.
lo mismo que muchos geómetras anteriores, Lobachevs~i trató de
demostrar el quinto postulado de Euclides, según el cual por un punto
situado fuera de una recta se puede trazar ~ólo una recta paralela a
la dada. En la demostración de ese postulado muchos matemáticos
relevantes habían hecho gala de su ingenio e inventiva, sin logr:u,
empero, tal propósito, ya que en última instancia poníase de mani-
fiesto que la demostración se basaba en un postulado nuevo, equi-
valente al que se trataba de demostrar. El fracaso de todo~ esos inten-
tos hizo sospechar a Lobachevski que el postulado en cuestión era
indemostrable. Para convencerse de ello enunció el postulado contr2.-
rio, según el cual a través de un punto situado fuera de_ una recta se
puede trazar no una, sino por lo menos dos rectas paralelas a la dada.
Lobachevski unió este supuesto a los otros axiomas de la geometría
euclidiana, que él aceptaba como inconmovibles. Considerando que el
razonamientc., consecuente acabaría por llevarle a la contradicción del
supuesto aceptado con los otros ax10mas, Lobachevski desarrolló una
cadena de demostraciones en la que se puso inesperad:tmente de ma-
nifiesto que no había ninguna contradicción. Más aún, la nueva geo-
metría no euclidiana resultó tan armúnica y argumentada como la de
Euclides. Es cierto que en algunos casos parecía ir contra el sentido
común. Afirmaba, por ej('mplo, que la suma de !os ángul0o; de un
triángulo es menor que dos rectos y qu~ lll lon~itud de la circunfe-
rencia no es proporcional al radio, sino que aumenta más de prisa.
PttOPlEDADES METRICAS DEL ESPAOO Y lJEL TIEMPO 197

Sin embargo, Lobachevski no se dejó influir por esas aparentes con-


tradicciones, pues estaba convencido de que las propiedades del es·
pacio dependían de la distribución de la materia y de que en sus
diversas regiones podía haber irregularidades en relación con la geo-
metría de Euclides. Lobachevski confiaba en hallar la confirmación de
esa idea en las futuras observaciones astronómicas.
El ulterior desarrollo de las ideas de Lobachevski se debe al mate-
mático alemán Riemann, quien demostró que la determinación mé-
trica del espacio depende del carácter de las fuerzas operantes. Por
ello, el espacio de Riemann no posee las propiedades del espacio
euclidiano y coincide con él tan sólo en regiones infinitamente pe·
queñas. La medida que distingue el espacio de Riemann del de Eucli-
des es la llamada curvatura del espacio. Una consecuencia de esa cur·
vatura es, por ejemplo, que la suma de los ángulos de un triángulo
cuyos lados son líneas geodésicas puede no ser igual a dos rectos y
que la longitud de la circunferencia no aumente proporcionalmente
al radio.
La curvatura del espacio .Puede ser positiva, negativa y cero. El
espacio de la curvatura cero tendrá propiedades métricas totalmente
homogéneas y es igual al espacio euclidiano. El espacio de la curvatura
positiva tendrá una geometría similar a la geometría de las superficies
esféricas y el espacio de la curvatura negativa será el espacio de Lo-
bachevski.
Esas ideas abstractas se han visto inesperadamente confirmadas por
la teoría general de la relatividad.
La teoría general de la relatividad considera el campo gravitatorio
.::omo una peculiar curvakira del espacio-tiempo. Supongamos que nos
proponemos determinar una recta en el espacio. Esa recta no la po-
demos referir al vacío absoluto, sino que debemos relacionarla obli·
gatoriamente con algún proceso material, por ejemplo, con la. rro-
pagación del rayo de luz. Habitualmente la recta se define como
la distancia más corta entre dos puntos. Supong.unos que deseamos
medir la distancia más corta entre la Tierra y una estrella cualquiera.
Es evidente que esa distancia será 1:1 que podamos medir a lo l:ugo
del ra.yo visual. Mas eso significa que habíamos tomado por la Jis-
t:tncia m.í.s corta la líne-J. de propagación de un rayo de luz.
Im:~g;;,~'mos :thor:t que el r:tyo de luz r1s::. cerca de: un cuerpv de
198 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

gran masa, por ejemplo, por las proximidades del Sol. Según la teo-
ría de la relatividad, el rayo de luz, por la acción del campo gravita-
torio, se desviará hacia el Sol en un ángulo de 1,75 segundos del arco.
Dicha desviación puede registrarse del siguiente modo: Antes de un
eclipse solar se fotografía el sector del firmamento que ocupará el Sql
durante el eclipse. Ese mismo sector se fotografía luego durante el
eclipse total, cuando en la oscuridad destacan las estrellas más bri-
llantes. Al comparar ambas fotografías, se ve que la situación de las
estrellas no coincide. Este fenómeno se debe a que en el primer caso
la luz se propaga fuera del potente campo gravitatorio del Sol, mien-
tras que en el segundo dicho campo actúa y provoca la desviación de
los rayos luminosos. Y como antes habíamos definido la línea recta.
como la línea de propagación del rayo de luz, habremos de admitir
que el espacio se deforma cuando hay campos gravitatorios, es de-
cir, que sus propiedades métricas se diferencian de las propiedades
del espacio euclidiano. Podría argüirse, es cierto, que no existe nin·
guna curvatura del espacio, que lo único que ocurre es que los rayos
luminosos se deforman en los campos de gravitación, mientras que
dichos campos actúan en el espacio euclidiano donde hay líneas rectas
ideales. Mas la objeción carece de base, pues admite la posibilidad
de definir líneas rectas independientemente de los procesos materiales
y con referencia al espacio vacío. Ello es imposible, ya que en el vacío
nada se distingue de nada. Además, no debemos olvidar que el espa-
cio no es un cajón en el que se halla la materia, sino que es una forma
esencialísima de existencia de la materia, que representa su extensión.
Por ello es un craso error hablar de las propiedades del espacio sin
relacionarlas con los diferentes campos materiales. Einstein tenía toda
la razón al decir: "El aspecto espacial de las cosas reales ... se expresa
plenamente por el campo... es la propiedad del campo. Si nos ima-
ginamos que el campo está alejado, tampoco quedará «espacio», pues.
el espacio no tiene existencia independiente." 2
Sería erróneo pensar que el espacio deformado se encuentra en otro
espacio no deformado, con referencia al cual aparece deformado. La
curvatura espacial se debe entender simplemente como la diferencia
de sus propiedades respecto de las propiedades del espacio euclidiano.
2 A. Einstein, Esencia de la teorla de la relatividad, Editorial de Literatura Ex·
tranj~ra, 195~. pág. 147.
PROPIEDADES METRICAS DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO 199
La geometría de Euclides describe las relaciones espaciales que carac·
terizan el movimiento mecánico más simple de velocidades relativa·
mente pequeñas. A diferencia de esto, la geometría de Riemann,
utilizada en la teoría de la relatividad, refleja las relaciones espaciales
que se producen al moverse los cuerpos a grandes velocidades, pró-
ximas a las de la luz, y en presencia de campos gravitatorios. Por ello,
la geometría de Riemann guarda íntima relación con la teoría de los
fenómenos gravitatorios y electromagnéticos.
Veamos ahora cómo varían las propiedades del tiempo en depen·
dencia de la distribución de la materia. Decíamos que la teoría de la
relatividad ha refutado las viejas nociones sobre el carácter absoluto
del tiempo, demostrando que no existe ningún tiempo homogéneo
que fluya por igual en todo_ el Universo. El ritmo de los procesos
temporales depende también de los campos gravitatorios. Diríase que
el tiempo fluye más despacio en las proximidades de las grandes ma-
sas. Una manifestación física concreta de este fenómeno la tenemos,
por ejemplo, en el desplazamiento hacia el borde rojo de las líneas
espectrales de la luz emitida por las estrellas de gran masa. 3
Dicho desplazamiento corresponde al menor número de oscilaciones
de los átomos por unidad de tiempo en la estrella, en comparación
con el número de oscilaciones en la Tierra.
Todos estos hechos nos prueban que el espacio y el tiempo están
indisolublemente relacionados no sólo con la materia, sino también
entre sí. Debido a ello, desde el punto de vista científico sería más
correcto hablar de una forma única de existencia espacio-tiempo, que
de diversas formas de existencia de la materia., separadas respecto del
espacio y del tiempo. Objetivamente, en la naturaleza no ex·isten in-
dependientemente el uno del otro y toda delimitación entre ambos
es puramente convencional. En la teoría de la relatividad esa unifica-
ción del espacio-tiempo ha llegado a plasmar en el concepto de con·
tinuo cuatridimensional.
Veamos ahora qué importancia tienen los principios y hechos ex-
puestos para comprender la estructura de la región del Universo que
nos es accesible. Ante todo es preciso que nos detengamos en la cur-
vatura del espacio. ¿Puede aplicarse el concepto de curvatura al espa·
3 No se debe confundir este fenómeno con el "desplazamiento hacia el rojo'' en
los espectros de las galaxias, originado por la fuga de éstas.
200 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

cio l'eal? En caso afirmativo, ¿qué importancia puede tener? ¿Es posi-
tiva o negativa? ¿No será en su conjunto igual a cero y no será
euclidiano nuestro espa:io?
La suposición de que la curvatura es nula y el espacio es euclidiano
se opone a numerosos e importantes postulados de !a teoría de 1,
relatividad. El U ni verso infinito en este caso sería po:.ible sólo si
la densidad media de la materia en él fuese igual a cero, cosa que es
inadmisible. Si admitimos la densidad finita de la materia en el Uni-
verso, tendremos que admitir la realidad de la curvatura del espacio,
condicionada por la existencia de la materia. De lo que se trata es
de saber si esa curvatura es positiva o negativa . .Al formular las ecua-
ciones de la gravitación, Einstein supuso que la materia está distri~
huida uniformemente en el Universo, con una densidad media de
4 · 10~ 8 g/cm 3 aproximadamente. Entonces, de sus ecuaciones se des-
prendía que el espacio posee curvatura positiva y es cerrado, aunque
ilimitado por su extensión. Si un cuanto de luz es emitido en cual-
quier dirección, al avanzar todo el tiempo en un espacio cerrado no
tropezará en ningún sitio con su límite. Al mismo tiempo, después de
recorrer una distancia grande, aunque finita, puede volver a la misma
región, tras de haber efectuado un "viaje alrededor del mundo". En
este sentido la estructura del espacio riemanniano se asemeja a la
forma de la superficie terrestre, que es ilimitada, ya que en ningún
lugar se acaba, pero que, sin embargo, e5 finita.
Einstein no argumentó la conclusión de la curvatura positiva y del
espacio cerrado con indiscutibles datos científicos. La obtuvo mane-
jando una premisa arbitraria, la distribución uniforme de la materia
en el Universo, que introdujo para simplificar los resultados de la
teoría como una de las variantes posibles de solución de las ecua-
ciones. Sin embargo, más tarde, esa conclusión se presentó como ya
demostrada, deducida inevit:tblemente de los principios teóricos. Esto
sirvió para que en numerosas obras se proragasen diversos infundios
idealistas sobre el fin del mundo y la rosibilidad de que fu~ra de sus
límites existiesen fuerzas y seres sobrenaturales. Hubo quien se em-
peñó en calcular el n~mero total de átomos en el Universo, que "re-
:.ultaron" ser del orden de 1 o;• a 1 ogo, así como el "radio del Univer-
so", que: en opiniún de Eddington equivale a 6 · 102 u cm, es decir,
una di-;tilncia ba'itante próxima a lo que está ya al alcance de los
PROPIEDADES METRICAS DEL ESPAOO Y DEL TIEMPO 201

instrumentos modernos. Por consiguiente, ¡la ciencia se aproxima a


los límites del Universo!
Es difícil saber si los autores de esas teorías creían seriamente que
no existían más mundos y espacios fuera de los límites por ellos
calculados. Desde el punto de vista científico semejantes conclusiones
son una infundada extrapolación a todo el U ni verso de leyes obtenidas
para una región determinada del mundo. Incluso para una región
limitada algunas de esas leyes resultan inaplicables, pues algunos
datos nos dicen que el espacio de la metagalaxia posee, en general,
curvatura negativa, es decir, que no es cerrada (véase más adelante).
Algunos investigadores identifican con un criterio metafísico la
región accesible del mundo con todo el Universo, y el período de
la posible aparición de los mundos que observamos con la edad
del mundo en su conjunto. Cuando proclaman la finitud del Universo
y su creación, no se paran a pensar en la posibilidad de que existan
otras regiones del mundo con las que interactúan el conjunto de sis-
temas galáxicos que nos rodea, que la materia de las galaxias haya
tenido una existencia infinita l}nterior y es indestructible. Tales infun-
dios reaccionarios contribuyen tan sólv a fortalecer las posiciones del
fideísmo en la ciencia y deben ser enérgicamente impugnados si que-
remos obtener un cuadro auténticamente científico del mundo.
Sin embargo, no debemos deducir de esto que todas las teorías
cosmológicas extranjeras han de ser rechazadas de plano, que la Cos-
mología relativista, desarrollada por muchos autores, es una teoría
seudocientífica, como se ha afirmado en algunos artículos. La Cosmo-
logía relativista presenta muchos elementos racionales y profundas
tesis que deben ser utilizadas y desarrolladas. En otro capítulo nos
detendremos en ellas; ahora nos limitaremos a señalar que hasta la
propia idea de la curvatura positiva del espacio me¡ece ser considerada
con atención, ya que no está excluida la posibilidad de que en el
Universo infinito existan regiones donde la densidad de la sustancia
corresponda a la curvatura posittva del espacio. En esas regiones, unos
mismos objetos brillantes o aglomeraciones de estrellas podrían ser vi-
sibles dos veces. Por ejemplo, en la región del mundo que nos rodea
el reflector de cinco metros de Palomar descubre hoy día alrededor
de 400 millones de galaxias. Si admitimos que nuestro espacio posee
curvatura rositiv:t, no está excluida la posibilidad de que veamos dos
202 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

veces algunas de ellas: en la dirección dada y en la diametralmente


opuesta. En la dirección dada, la luz pudo tardar varios millones de
años y en la opuesta centenares de millones, o incluso miles de millo-
nes de años, hasta verificar su "viaje alrededor del mundo". Identifi-
car dichas galaxias por vía óptica parece ser imposible, y no sólo
porque ambas placas serían la representación de lados distintos de un
mismo sistema, sino también porque dichas representaciones estarian
separadas por los centenares de millones de años precisos para que
uno de los rayos luminosos realizase su largo viaje. Esta idea parece
ser inaplicable a nuestra región del mundo, pero tal vez existan re-
giones del espacio donde, en virtud de la curvatura positiva, se pue-
dan observar semejantes efectos. El enlace de esas regiones con otras
habrá de realizarse por medios que la teoría moderna no conoce.
Examinemos ahora otras concepciones cosmológicas enunciadas en
los últimos decenios.

§ 4. Dilatación de la metagalaxia

La teoría de Einstein suponía que las dimensiones del Universo se


determinan por la cantidad de materia en él contenida. Suponía tam-
bién que la densidad de la materia, y por consiguiente las propieda-
des métricas del espacio, no se modifican con el transcurso del tiem-
po. Pese a la modificación de algm-::lS de las partes que lo integran,
el mundo, en su conjunto, es invariabl:!. Frente a esa concepción
estática del Universo, el sabio soviético A. Fridman expresó en 1922
la teoría de que el Universo se transforma al correr del tiempo. Con
el tiempo cambian las propiedades métricas del espacio y, a la vez, la
distancia entre dos puntos cualesquiera. Diriase que el espacio del
Universo se dilata constantemente.
La hipótesis de Fridman sobre la variación métrica del espacio con
el tiempo permite deducir naturalmente de las ecuaciones de gravita-
ción de Einstein la densidad finita media de la materia en el Univer·
so; antes, el valor finito de la densidad se obtenía introduciendo en
las ecuaciones del campo gravitatorio un "término cosmológico" es-
pecial, que complicaba la teoría. Según Fridman, el Universo con
una densidad finita de la materia no puede ser estático, sino que debe
dilatarse obligatoriamente con el transcurso del tiempo.
DILATACION DE LA METAGALAXIA 203

Poco después de publicado el trabajo de Fridman, los astrónomos


americanos Slipher y Hubble descubrieron que las líneas espectrales de
las nebulosas extragalácticas se desplazan hacia el rojo, siendo ese
desplazamiento mayor cuanto más lejos se encuentra la nebulosa.
El "desplazamiento hacia el rojo" fue interpretado como efecto Dop-
pler, por la lejanía en que se hallan de nosotros las nebulosas. Como
se sabe, la velocidad de la luz no depende de la velocidad de la fuente
de emisión, pero sí depende de ella la longitud perceptible de la
onda luminosa. Si la fuente se mueve en dirección al observador, este
último percibe una luz de gran frecuencia (es decir, desviada hacia
el extremo violeta del espectro), pero si la fuente se mueve en direc-
ción contraria, la frecuencia de la luz percibida disminuye y las líneas
espectrales se desplazan hacia el extremo rojo. Este fenómeno guarda
analogía con otro que se produce en la acústica. Cuando al encuentro
del pasajero avanza un tren, la señal acústica que emite posee alta
frecuencia, pero disminuye bruscamente tan pronto como el tren ha
pasado. En el caso de las ondas luminosas,, el desplazamiento hacia el
extremo rojo es tanto mayor cuanto mayor es la velocidad con que
se aleja la fuente de emisión. '
El principio de Doppler permite determinar las velocidades de las
estrellas y las galaxias por el rayo visual. Las observaciones demues-
tran que la velocidad con que se alejan las galaxias aumenta en pro-
porción a su distancia (ley de Hubble) . Por cada millón de años de
luz, la velocidad aumenta en 172 kilómetros por segundo. Hoy día
conocemos galaxias que se alejan a una velocidad de 120.000 kmjseg,
y hay motivos para creer que esa velocidad sigue aumentando. Si su-
ponemos que el radio de la metagalaxia es, por lo menos, de tres mil
millones de años de luz, obtendremos en su límite una velocidad de
alejamiento de 170.000 kmjseg, aproximadame!lte. Sin embargo, es
poco probable que la dependencia entre la distancia y la velocidad
sea siempre proporcional. Según la teoría de la relatividad, ningún
cuerpo puede moverse a una velocidad mayor que la velocidad de la
luz. Por eso, a medida que aumenta la distancia se aminora la acele-
ración, siempre y cuando la ley de Hubble sea correcta para tan gran-
des regiones del Universo.
El alejamiento recíproco de las galaxias no se debe considerar sólo
con respecto a la Tierra, viendo en el concepto de dilatación de nues-
204 Ll. INFINITUD DEL UNIVERSO

tra región del mundo el retorno al sistema geocéntrico. Esa dilatación


tendría el mismo aspecto desde cualquiera de las galaxias que nos
rodean. A semejanza de como unas astilla~ arrojadas al río se dis-
persan más y más al ser arrastradas corriente abajo, así los gigantes-
cos sistemas estelares se van alejando cada vez más en el fluir del
tiempo. Gracias a la dilatación de la metagalaxia, incluso con la
curvatura positiva del espacio, seria imposible ei retorno del rayo
lumínico a la región de partida. Mientras la onda electromagnética
consiguiera pasar la mitad de la esfera de toda la metagalaxia, las
dimensiones de esta última aumentarían dos o tres veces, de forma que
la meta final del movimiento "circular" de la onda quedaría mucho
más lejos de lo que estaba en un principio, en el momento de emisión
de la luz.
El descubrimiento del "desplazamiento hacia el rojo" y su interpre-
tación como efecto Doppler significaban un cambio radical de las
ideas sobre la parte conocida del Universo. Pero en la ola de los nue-
vos descubrimientos científicos ha emergido la turbia espuma del
idealismo y del oscurantismo religioso. La teoría de que la región
del mundo que nos rodea se expande ha dado origen a diversas teorías
idealistas sobre la creación del Universo. Si comparamos la distancia
que media hasta cua!quier galaxia con las velocidades radiales de ale-
jamiento y calculamos luego el tiempo que se necesitó para recorrer
ese camino, obtenJríamos la cifra aproximada de 2.000 millones de
años, y, según los últimos datos, hasta de 5.000 millones de años.
Esta cifra se aproxima a la supuesta edad de la Tierra, determinada
por la desintegración radiactiva del uranio, el torio y los isótopos del
potasio. Una magnitud similar se obtiene al determinar la edad de los
meteoritos. La coincidencia de esas cifras inspiró a muchos científicos.
inclinados al misticismo, la idea de que hace 5.000 millones de años
~e creó el Universo, produciéndose más tarde su expansión. Lemaitre,
un abate belga, es autor de una teoría sobre la creación del Universo.
derivado de un gigant(."SCO "átomo-padre" c¡ue estalló por voluntad
di\·ina. Esa teoría dio origen a otras muchas similares. En opinión de
E. T. Whittaker, "lo más lógico es considerar que el mundo fue crea-
do de la <<nada» por un acto de voluntad divina".• Pío XII, en un
discurso pronunciado en 1951 ante la Academia vaticana, modernizó
• E. T. W'hittakcr, y¡,, ht'mmiNe ,IJitf end of the W'orld. I.ondres, 1944.
DILATACION DE LA METAGALAXIA 205
la leyenda bíblica sobre la creación del mundo, cuya edad fija no en
7. 500 años, sino en varios miles de millones de años.
A la par de la teoría sobre la creación simultánea de todo el Uni·
verso, se propaga intensamente hoy día la teoría de la creación gradual
e ininterrumpida de la materia; los que sostienen esta concepción son
P. Jordan, F. Hoyle, H. Bondi, R. Kapp, G. L. Whitrow, T. Gold, y
algún otro. Todos ellos niegan que la materia y el movimiento sean
increados e indestructibles y proclaman su posible creación de la
"nada", así como el total aniquilamiento de la materia. ¿En qué se
basan los autores de dicha teoría? Parten del llamado "principio cos-
mológico perfecto", enunciado por Bondi y Gol d. Según este princi-
pio, cualquier parte del Universo debe ser idéntica a otra, y la abso-
soluta homogeneidad del Universo se conserva dernamente, en el
transcurso de toda su existencia, como si en el mundo, como en un
tod9, no ocurriesen cambios de ninb}llna clase. No se aduce prueba
alguna demostrativa dt:: ese principio metafísico; sus autores lo decla·
ran simplemente, lo mismo que los teólogo;, sostenían el principio de
la perfección de las órbitas y declaraban inconmovibles las esferas
celestiales. Refiriéndose a la d'ilatación del espacio galáctico y exten·
diendo esa dilatación a todo el mundo en coniunto, afirman que la
densidad de la materia, debido a la dispersión de las galaxias, dismi·
nuye constantemente, tendiendo a cero. Pero est:l disminución de la
densidad supone ciertos cambios en el estado del Universo, cosa que
se contradice con el "principio cosmológico perfecto". Por consiguien-
te, la pérdida de la materia por la dilatación ha de verse compensad:1
por su formación en las regiones dadas, a fin de que la densidad de
la materia siga siendo constante. Ahora bien, ¿de qué se forma la ma-
teria? "La materia -responde Hoyle - no se forma de ningún mo-
do. La materh surge, se crea, simplem~nte. Durante un tiempo, los
átomos que cunstituyen la materia no existen, pero más tarde exis·
ten." 5
"Hay que comprender claramente - afirma Bondi - que al ha·
blar de la creación no nos referimos a que la materia se forma de
irradiaciones, sino de ia nada." 6 Y la creación, según nos dice otro,
no puede tener ninguna explkación causal.
~ F. Hoyle. The ntllure of unh·use, Oxford, 1950. p:íg. 12~.
6 H. Bondi, Cosmolog)', Cambri<lge, 1952, pág. 144.
206 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

Para compensar el efecto de dilatación en 1 cm 3 por segundo se


debe formar, por término medio, 1 ()--4 3 g de materia por segundo,
es decir, un átomo de hidrógeno por litro de volumen cada mil millo-
nes de años. El hidrógeno formado se concentra en estrellas y nebu-
losas, de manera que, pese a la expansión del Universo, el número de
galaxias en el campo visual sigue siendo el mismo. Pero esas galaxias
no existirán siempre para nosotros. A cierta distancia su velocidad
se hace igual a la velocidad de la luz, y entonces desaparecen de nues-
tro horizonte visible, ya que su luz no puede llegar a nosotros.
Hoyle afirma que en todo el Universo se efectúa la transformación
irreversible del hidrógeno en elementos más complejos y que no se
observa el fenómeno inverso. Por consiguiente, el hidrógeno no puede
ser infinitamente viejo, sino que hubo de formarse en un tiempo de-
terminado. Hoyle niega la posibilidad de que el hidrógeno se haya
originado por una explosión primaria, ya que, en su opinión, des-
pués de la explosión la materia no habría podido concentrarse en
estrellas y galaxias. La solución de esas dificultades la ve Hoyle en
que "el hidrógeno se origina constantemente en el transcurso de todo
el tiempo infinito y lo mismo sucede ahora". 7 "Para renunciar por
completo a la idea de la conservación de la energía y la materia en el
Cosmos, debemos tomar en cuenta la expansión del Universo." 8
Esta hipótesis, que representa una profundísima degradación de
las teorías idealistas del Universo, carece de argumentos científicos, e
incluso se contradice con la lógica más elemental. En primer lugar,
sin pruebas de ninguna clase se rechaza un principio básico de la
ciencia como es la ley de la conservación de la materia y el movimien-
to, confirmada por todos los datos de la teoría y la práctica. Con ello
empuja a una concepción francamente religiosa sobre el Universo,
ya que sin ayuda de fuerzas sobrenaturales la creación de la materia
"de la nada" no encuentra explicación alguna. El argumento en favor
de la necesaria creación del hidrógeno, por ser irreversible su trans-
formación en elementos más complejos, carece de toda consistencia,
pues aún no conocemos los posibles procesos materiales en la evolu-
ción del mundo, en los cuales indudablemente se origina hidrógeno
de otras formas de la materia; pero nuestro desconocimiento no sig-
7 .. ScientficAmerkan··. septiembre 1956, pág. 1~8.
8 Ibidem, pág. 160.
DILATACION DE LA METAGALAXIA 207

nifica, ni mucho menos, que tales procesos no existan. Más adelante


nos referimos a .un posible proceso semejante.
En segundo lugar, la idea de la expansión de todo el Universo
infinito es íntimamente contradictoria, pues deja en el aire la pregun-
ta de hacia dónde se expande, ya que se había aceptado de antemano
que nada existía fuera del Universo. Los partidarios de la teoría en
cuestión admiten tácitamente que la expansión se efectúa en el vacío
ilimitado, que no contiene materia, debido a lo cual disminuye la den-
sidad de ésta en la parte del mundo observable y, por consiguiente,
la creación de la misma. Pero la idea de que existe ese vado absoluto
carece de toda consistencia. De los principios fundamentales de la
teoría de la relatividad y del materialismo dialéctico se deduce irre-
futablemente que el espacio y el tiempo son formas de existencia de
la materia y sin ella no tienen existencia independiente. Por lo tanto,
si hubiese algún lugar sin materia, no habría "allí" ni espacio ni tiem-
po, por lo que sería imposible la expansión del Universo, ya que esta
última presupone la existencia del espacio exterior. Pero si admi-
timos la realidad de ese espacio, habremos de suponer también la exis-
tencia de diversas clases de materia en él, y con ello se hace evidente
la falsedad de la constante disminución de la densidad de la materia
en el Cosmos y, al mismo tiempo, la inutilidad de toda esa teoría de
la creación de la materia.
Finalmente, el famoso "principio cosmológico perfecto", sobre el
cual se basan todas esas teorías especulativas, carece también de todo
fundamento experimental y lógico. Nada nos lleva a suponer que el
Universo sea homogéneo y similar en todas sus partes y en todos los
tiempos. Por el contrario, hay razones para considerar que cambia•
constantemente y que sus diferentes regiones se diferencian cualitati-
vamente entre si por su estructura y por las leyes de su movimiento.
La difusión en publicaciones extranjeras de diversas teorías idealis-
tas sobre la expansión del Universo ha suscitado duras críticas po¡;
parte de los científicos materialistas. La idea de la expansión del Uni-
verso se ha calificado muy certeramente como anticientífica, como una
teoría que contribuye al fortalecimiento del fideísmo. Al mismo tiem-
po, algunos sabios, en el ardor de la polémica, han manifestado que
esa idea es falsa no sólo respecto al Universo en su conjunto, sino
también en relación con la región limitada que observamos. El aleja·
208 LA INFINITUD DEI. UNIVERSO

miento de las galaxias, dicen, no es más que un efecto aparente; el


"desplazamiento hacia el rojo" no viene determinado por el aleja-
miento, sino por ciertas modificaciones de las propiedades de la luz
durante su largo movimiento en el espacio cósmico. Debido precisa-
mente al movimiento en el transcurso de muchos millones de años, la
energía y la frecuencia de oscilaciones de los cuantos disminuyen por
la interacción de los cuantos con los campos gravitatorios y la materia
difusa intergaláctica. Ese "envejecimiento" específico de Jos cuantos
determina el desplazamiento de las líneas espectrales hacia el extre-
mo rojo.
Po:: sí misma, la hipótesis de la variación de las propiedades de la
luz durante su largo movimiento en los campos gravit;-.torios no pue-
de ser refutada hoy día, pues en la naturaleza no hay fenómenos que
sean absolutamente invariables. Mas tampoco hay nada que la con-
firme, ya que no se conoce ningún proceso análogo. Eso sí, le podemos
hacer algunas objeciones. La primera es que si la frecuencia de las
oscilaciones de los cuantos variase debido a su movimiento, se "difu-
minarían" las imágenes fotográficas de las galaxias, cosa que de hecho
no se observa. La segunda objeción es que esta hipótesis no consit;ue
explicar por qué la magnitud de la frecuencia del desplazamiento
rojo no depende de la frecuencia inicial de los cuantos. Hemos de
tener en cuenta que el desplazamiento hacia el rojo no es propio sola-
mente de la radiación en la región visible del espectro, sino también
de otras ondas electromagnéticas. los últimos datos de la radioastro-
nomía demuestran su realidad para las ondas de radio, en estricta
concordancia con la ley de Hubble. Todo esto habla en favor de que
nuestra región del Universo part·ce encontrars~ en estado de expan-
sión, ind~pendientemente de cuáles sean sus causas.
En la propia idea de la expansión lo.::al del Universo no hay nada
sobrenatural. Nos pueden turbar solamente 1~ enornJes velocidades
de esa dilatación, que, según las mediciones, alcanzan a decenas de
miles de kilómetros por segundo. Pero estas velocidades resultan enor-
mes sólo desde el punto de vista de la escala terrestre, y no cósmicas,
en cuyo marco son incluso relat!vamente pequeñas. E.:.1 tfecto, si nues·
tra galaxia se moviese a la velocidad de 65.000 kilómetros por se-
gundo, tardaría medio millón de años en recorrer l!!la distancia igual
a su diámetro, mientras que la Tierra recorre una distancia igual a su
DILATAOON DE LA METAGALAXIA 209
diámetro en siete minutos. Sería, pues, más certero decir que las gala-
xias se dispersan muy lentamente desde el punto de vista de la escala
cósmica.
Simplificaríamos, naturalmente, las cosas si considerásemos que esa
expansión comprende regiones todo lo alejadas que se quiera. Es evi-
dente que los medios de observación modernos nos han acercado a
.regiones donde; no existe proporcionalidad entre la distancia y la velo-
cidad de alejamiento. Al parecer, no se puede afirmar categórica-
mente que la expansión es totalmente homogénea en todas las partes.
El coeficiente de aceleración -172 kmjseg por cada millón de años
de luz - es estadísticamente medio para la<; galaxias observadas.
Tampoco hay fundamento para decir, como hace Hoyle, . que las
galaxias, a cierta distancia, "desaparee.-. del horizonte de visibilidad..
y que jamás podremos saber nada de ellas. Incluso si las velocidades
de alejamiento se aproximasen a la velocidad de la luz, la radiación
electromagnética podría llegar a nuestra región espacial. De acuerdo
con el importantísimo principio de la teoría de la relatividad, la velo-
cidad de cualquier cuerpo no ~uede superar la velocidad de la luz y
esta última no depende de la velocidad de la fuente que la emana.
Por lo que se refiere al desplazamiento a la región invisible del es-
pectro, incluso si tuviera efectivamente lugar no quedaría excluida la
posibilidad de medirla por los métM.os físicos de los rayos infrarrojos
o de la radioastronomía.
Por otra parte, hay ciertos datos que hablan indirectamente en favor
de la idea de la dilatación metagaláctica. La edad de la Tierra y de los
meteoritos, determinada por el método de la desintegraL;ón radiactiva,
se aproxima a los 5.000 millones de años, y es posible que la mayo-
ría de estos elementos no hayan podido formarse mucho después de
tal fecha. Al parecer, existe cierto enlace genético entre la evolución
de la sustancia en el interior de las galaxias y su dispersión. Finalmen-
te, la gran cantidad de estrellas dobles, que con la acl'.1al distribución
de la materia no pudieron ser captadas accidentalmente, demuestra
que en otros tiempos la materia de la región circundante del Universo
se encontraba en estado más denso.
A veces se combate la teoría de la dilatación de la metagalaxia di-
ciendo que, según ciertos cálculos, algunas aglomeraciones estelares
tienen una edad de 1011 a 10u años, lo cual supera en mucho Ia
210 LA INFINITUD DEL UNIVERSO
'
supuesta edad de la metagalaxia, deducida por el comienzo de su
dilatación. Sin embargo, esto no es una objeción de peso, ya que la
teoría de la evolución estelar, como observaba Einstein, "se basa en
un fundamento menos sólido que la ecuación del campo", 9 de la cual
se deduce su dilatación.
Si admitimos que la dilatación de la metagalaxia tiene efectiva-
mente lugar y empezó hace cinco a siete mil millones de años, enton-
ces se deduce lógicamente que antes hubo de existir un estado de com-
presión de la materia, que en sus bordes tendrían un aspecto de
dilatación. Es posible también que la dilatación que ahora observamos
produzca compresión en regiones vecinas de la metagalaxia, donde
podría registrarse un desplazamiento hacia el azul o violeta de las
líneas espectrales de las galaxias.
Se han formulado varias hipótesis sobre las posibles causas de la
dilatación de la metagalaxia. La compresión en el pasado hubo de
originar con el tiempo enormes temperaturas de 1010 a 1012 grados y
presiones de miles de millones de atmósferas, debido a lo cual se
produciría una intensa reacción termonuclear de gran volumen, que
acabó con una gigantesca explosión; las capas de materia que se en-
contraban en la esfera exterior recibirían, en consonancia, una mayor
aceleración. Más tarde, la materia dispersa se condensó en forma de
estrellas y galaxias.
Hoy día carecemos de informes concretos para decidir si en efecto
existió tal proceso, pero nada puede objetarse contra el hecho de que
los procesos opuestos de concentración y dispersión de la materia, de
su compresión y expansión, son ley general del desarrollo en el Uni·
verso. Es posible que la dilatación de la metagalaxia sea producto de
una compresión anterior de los sistemas cósmicos. independientemen-
te de las causas que la originaran. El Universo existe como una unidad
de contrarios cuyas interacciones y transformaciones recíprocas cons-
tituyen la esencia de su eterna evolución. Por ello resulta sugestiva la
hipótesis de que en diferentes regiones del Universo infinito tiene
lugar, con determinados lapsos de tiempo enormes con respecto a la
escala terrestre, una colosal concentración de materia y energía, en
virtud de la cual la naturaleza, como el fénix fabuloso, renace con·
- tinuamente de sus cenizas.
9 A. Einstein, Ere11fia de la teoría de la relativid.~J. eJ. rusa. r:í¡::. 115.
DILATACION DE LA METAGALAXIA 211

Se comprende fácilmente que la concepción del Universo dinámico


excluye la idea de la limitación espacial del mundo como sistema
cerrado. Tampoco cabe hablar de la curvatura positiva del espacio
órcundante. De las ecuaciones de gravitación se deduce que si el es-
pacio, en la escala del cosmos, tuviese curvatura positiva, la densidad
media de la materia sería mayor de 6.10-28 gjcm 3 • Si la densidad fu~
se menor, la curvatura del espacio sería negativa. Hasta hace muy
poco se suponía que la densidad media de la sustancia en la meta-
galaxia es próxima a 6 · 10-28 g/cm 3 • Sin embargo, un cálculo más
exacto de las distancias hasta las galaxias demuestra que por término
medio distan el doble de lo que se suponía antes. Teniendo en cuenta
los nuevos datos sobre las dimensiones de la región visible. y de la
masa de todas las galaxias en ella existentes, la densidad media de
la materia resulta de unos 4 · 10-29 g/cm 3 , lo que nos lleva al espacio
de la curvatura negativa. 10 El espacio de la curvatura negativa será
verdaderamente infinito, sin limitaciones de ninguna clase. Las pro-
piedades métricas de ese espacio se verían anunciadas ya en las teorias
de Lobachevskí y Fridman. .
Debemos subrayar, sin embargo, que no sería correcto aplicar a
todo el Universo infinito las conclusiones de las teorías de Fridman
y Lobachevski, ya que esas teorías, lo mismo que otras, tienen un sec-
tor de aplicación limitado. Es indudable que con el paso a regiones
cada vez más amplias de espacio, las teorías modernas se verán reem-
plazadas por concepciones más generales, a semejanza de como la
teoría de la relatividad resultó ser más universal que la de Newton
y la sustituyó en la explicación de los procesos correspondientes.
El límite de aplicación de la teoría newtoniana de gravitación en
la explicación del Universo puede relacionarse con el llamado radio
grar•itat01·io del sistema. El radio gravitatorio es la medida de la masa
en reposo del sistema, expresada en unidades de longitud:
. GAI
cz
donde G es la constante de 1:!. gravitación;
M, la masa del cuerpo:
( 1 la velocidad de la luz.

Para cuerpos de masa relativamente pequeña en escala cósmica, el


10 V. Fok, Tcorí:t del espado, el tiempo y la gralliltuión, Gostejizdat, 1955,
p:ig. ·163.
212 LA INFINITUD DEL UNIVERSO

radio gravitatorio es muchas veces menor que el habitual radio geo-


métrico. Para la Tierra, por ejemplo, equivale sólo a 5 mm, para el
Sol a 1,5 km, para la galaxia a 0,015 de un año de luz. Sin embargo,
a medida que aumenta la masa del sistema, su radio gravitatorio se
hace similar al geométrico.
En las regiones donde el radio gravitatorio es similar al geométrico,
las leyes de la mecánica de Newtoo no son aplicables. Con el aumento
sucesivo de las distancias y la masa de los sistemas, es de suponer
que se manifieste la limitación de las leyes de la teoría de la rela-
tividad.
Todo ello nos demuc.5tra una vez más que el Universo es inagota-
ble, pese a todas las afirmaciones de que sus partes son idénticas y
homogéneas.
Las tesis que hemos examinado permiten eliminar la paradoja gra-
vitatoria arriba mencionada. Esta paradoja se origina al suponer que
la teoría gravitatoria de Newton es aplicable a todo el Universo y
a todas las distancias que se quiera. Sin embargo, tal suposición no es
correcta, ya que a partir de ciertas distancias entran en vigor leyes
distintas, que excluyen los valores infinitos de los potenciales gravi-
tatorios.
CAPÍTULO DI

LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA EN EL UNIVERSO

§ l. Desarrollo de la materia inorgánica

El desarrollo de la materia va íntimamente unido a la existencia


del mundo en el tiempo. Tiene suma importancia dilucidar si esa
existencia está relacionada con ciertas transformaciones irreversibles
de la materia en una sola dirección o bien si se efectúa en forma de
renovaciones constantes con el retorno a los puntos de partida. Hoy
día la solución detallada de este problema resulta muy difícil, por la
escasez de datos concretos de que disponemos sobre el carácter del
desarrollo de la materia en el Universo. En la naturaleza inorgánica
la evolución transcurre con extraordinaria lentitud y los cambios cua·
litativos radicales se producen de ordinario en inmensos períQdos de
tiempo. De ahí que las observaciones directas nos muestren no el pro-
ceso general del desarrollo, sino '"estados momentáneos" de objetos
heterogéneos. Por esa razón, enjuiciar en este caso las leyes generales
del desarrollo equivaie a determinar el argumento de la pelí~la
guiándnnos por algunos de sus cinegramas tomados al azar. Sin em·
bargo, a veces, hasta esos cinegramas dan cierta idea sobre los res·
tantes eslabones del proceso. Es verdad que en la Astronomía los
cinegramas se refieren a objetos diversos, y no a uno solo. Suponien·
do, sin embargo, que las leyes del desarrollo son únicas, cabe ver en
lo aislado una manifestación de lo general, del mismo modo que la
observación de algunos árboles del bosque nos da una. idea general
sobre el desarrollo del árbol en su conjunto. Se debe evitar tan sólo
el unir a la misma cadena hechos que, en realidad, caracterizan eta·

213
214 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

pas de desarrollo de objetos completamente heterogéneos. La solución


del problema será tanto mejor cuanto más generales sean las leyes de
desarrollo que se examinen. Por lo que se refiere a leyes más gene-
rales, se pueden hacer ya ciertas conclusiones.
El desarrollo, lo mismo que el movimiento, es ley general de la
materia. La materia, independientemente del estado en que se encuen:
tre, bien en forma de nebulosa incandescente o en forma de estrellas,
planetas u otros cuerpos menores, siempre sufre cambios internos que
determinan el desarrollo de los diversos sistemas.
Mas al observar los diferentes cambios, vemos que siempre repre-
sentan el proceso directo del desarrollo. El concepto de movimiento
y cambio es más amplio que el concepto de desarrollo. Este es, fun~
damentalmente, el movimiento progresivo y lógico por línea ascen-
dente de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior. Los
combios que son regresivos y se producen por línea descendente, con
la consecutiva desintegración del sistema y su transformación en otras
formas, no pueden considerarse como desarrollo, por lo menos para
el sistema de que se trata. Respecto de otros sistemas, tales cambios
pueden ser premisa o condición de su desarrollo, mientras que para
el sistema en cuestión constituyen la fase de su extinción y aniquila-
miento como tal calidad. Por consiguiente, el movimiento como for-
ma de existencia de la materia tiene una rama ascendente y otra des-
cendente. La rama ascendente representa el proceso del desarrollo, y
la descendente, la degradación y extinción. Más adelante nos deten-
dremos con detalle en las relaciones recíprocas de esas dos tendencias.
Ahora examinaremos lo que representa la rama ascendente y qué se
debe tomar por criterio del desarrollo.
En el mundo material existen tres grandes grupos de fenómenos
que se diferencian cualitativamente entre sí: 1) fenómenos sociales;
2) fenómenos biológicos de la naturaleza viva, y 3} fenómenos de
naturaleza inorgánica. En cada uno de esos grupos imperan leyes es-
pecíficas y, por consiguiente, son diferentes los criterios relativos al
progreso.
En la sociedad, el desarrollo está vinculado a un nivel cada vez más
alto de fuerzas productivas, a un nuevo tipo de relaciones de produc-
ción más en consonancia con las fuerzas productivas y con los inte-
reses de las masas populares, a la consecución de un nivel de vida
DESARROLLO DE LA MATERIA INORGANICA 215

material y cultural más y más elevado, al perfeccionamiento de los


medios de conocimiento científico y artístico de la realidad.
En la naturaleza viva, el desarrollo se manifiesta como una regular
complicación de funciones de las especies, orientada a una mejor
adaptación de los organismos a las condiciones de existencia y a su
reflejo multiforme y diferenciado del mundo circundante. Así, en el
mundo animal estarán en la etapa más alta de desarrollo las especies
que posean el sistema nervioso más perfecto y sean capaces de refle-
jar de forma múltiple y diferenciada los diversos estímulos exterio-
res, es decir, aquellas que se han adaptado mejor a las condiciones
de su existencia. El desarrollo en el mundo animal va unido al per-
feccionamiento de la capacidad de reflejar. La propiedad de reflejar,
propia de toda materia, par~e dar origen a la vida, a la excitabi-
lidad y, con la aparición de organismos dotados de sistema nervioso,
a la capacidad de sensación. El producto superior del desarrollo de la
materia es el cerebro humano, capaz de reflejar ampliamente la rea-
lidad, tanto en imágenes sensibles ·como en conceptos abstractos.
En la naturaleza inorgánica,. las formas del desarrollo y los crite-
rios por que hemos de regimos son completamente distintos. El con-
cepto de progreso, en primer lugar, tan evidente en la sociedad e
incluso en la naturaleza viva, se hace en este caso sumamente impre-
ciso. Observando las diversas transformaciones de la materia - la
conversión de una materia difusa en estrellas, y viceversa, la transfor-
mación de unas partículas elementales en otras, etc. - , resulta difícil
precisar cuál de estas formas es más progresiva. En general, el con-
cepto de progresivo no es aplicable a la inmensa mayoría de las trans-
formaciones que se opesan en la naturaleza inorgánica. Unicamente
tendrá validez con referencia a formas de desarrollo del mundo in-
orgánico relacionadas con el paso de lo inanimado a lo vivo, es decir,
a la aparición de la vida. Por lo que se refiere al propio hecho del
desarrollo de la ma.teria inorgánica, está fuera de toda duda. Sería
imposible la aparición y el desarrollo del ser vivo si no existiese en
la misma base de la materia la tendencia inextinguible al autodes-
arrollo, a la formación espontánea de formas materiales y movimien-
tos más y más complejos. Esa tendencia es inherente tanto a las mi-
cropartículas como a los cuerpos macroscópicos. Lo que interesa es
dilucidar en qué formas se manifiesta.
216 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

En la naturaleza, el desarrollo aparece como el tránsito de lo infe-


rior a lo superior, cosa que en la mayoría de los casos coincide con el
tránsito de lo simple a lo complejo. Los conceptos de simple e infe-
rior, complejo y superior son muy similares, aunque sería err6neo
identificarlos en todos los casos. Dichos conceptos no tienen valor ab-
soluto, sino relativo. Todo lo que es simple lo es únicamente con
referencia a algo más complejo y no por sí solo. De la misma mane-
ra, todo lo inferior tiene sentido s6lo con respecto a algo superior y
más complejo. En la naturaleza no existen cuerpos absolutamente sim-
ples, como tampoco absolutamente complejos. La naturaleza es eterna
en el tiempo, y por ello cada objeto material es el resultado de una
infinita modificaci6n anterior de la materia; al mismo tiempo, es el
punto de partida para la sucesiva modificaci6n ilimitada. Conside-
rando la eternidad es imposible determinar qué cuerpo es sencillo y
cuál es complejo. Para hacerlo hay que tomar de la eternidad cierto
lapso de tiempo y examinar los procesos en una regi6n limitada del
espacio. En este caso, se califica de complejo un sistema material que,
en principio, pueda descomponerse en sus elementos integrantes o
surgir de ellos en el proceso de su desarrollo hist6rico. Esos elemen-
tos componentes serán más simples con relaci6n al sistema. El grado
de complejidad se deriva de la relaci6n genética de los cuerpos. Así,
los cuerpos macrosc6picos serán más complejos que las micropartí-
culas, ya que contienen las formas modificadas del movimiento de
aquéllas y poseen, además, propiedades que no tiene cada partícula
por separado. Comparando los objetos por sus elementos componen-
tes homogéneos o por sus propiedades similares, podremos determi-
nar el grado de complejidad de casi todos los cuerpos conocidos.
Constituyen una excepci6n tan s6lo las partículas elementales y los
campos, ya que desconocemos sus estructuras y los objetos materiales
que les anteceden en el desarrollo hist6rico de la materia. En este
caso cabe suponer, únicamente, el grado de complejidad, que, según
señalábamos antes, está posiblemente relacionada con la magnitud
de la propia energía de las partículas.
Al determinar el grado de complejidad hay que diStinguir el grado
objetivo de complejidad y la que se manifiesta en el plano de la teo-
ría del conocimiento. Si algún cuerpo, en el proceso de su conocí·
miento, nos parece más complejo, eso no significa todavía que lo sea
DESARROLLO DE LA MATERIA INORGANiCJI. 217

objetivamente. Por ejemplo, los átomos y las partículas elementales


nos parecen mucho más complejos que los cuerpos macroscópicos.
Mas eso no significa. que en el plano del desarrollo histórico de lc1
materia las partículas elementales sean más complejas que los cuer-
pos macroscópicos. La aparente simplicidad de estos últimos se debe
a que no conocemos todas sus propiedades, sino tan sólo aquellas que
observamos ordinariamente y que suponemos son las más importan-
tes. Cuando nos habituamos a los cuerpos que nos rodean, dejamos de
pensar en los aspectos ocultos de los fenómenos. Pero si nos remonta-
mos sobre la fuerza de la costumbre y tratamos de pasar del aspecto
exterior al estudio de la esencia íntima de dichos objetos materiales,
-a la precisión de la naturaleza físico-química de sus propiedades, ad-
vertiremos que esos cuerpos están muy leJOS de ser tan simples
como nos lo parecía. Para poderlos explicar desde todos los puntos
de vista tendríamos que recurrir a la teoría atómica y descubrir las
peculiaridades de las uniones entre las micropartículas de cada cuerpo.
Si lo logramos, aunque sea parcialmente, sus propiedades nos parece-
rán tan complejas como las propiedades de los microobjetos.
Conviene recordar que el curso del conocimiento no siempre coin-
cide con el curso del desarrollo histórico de los fenómenos. La evo-
lución en la región del mundo que nos rodea ha seguido en los
últimos miles de millones de años una línea de desarrollo de lama-
teria cada vez más compleja, que va desde partículas elementales a
los átomos, y luego a las moléculas y cuerpos macroscópicos. Pero el
desarrollo del conocimiento de la materia ha seguido una trayectoria
inversa: primero se conocieron a rasgos generales las propiedades de
los cuerpos macroscópicos; luego, la ciencia pasó al estudio de las
moléculas y los átomos, y, hace muy poco, al de las partículas ele-
mentales. Por lo tanto, lo lógico está a veces muy lejos de coincidir
con lo histórico, y semejante coincidencia no constituye una ley obli-
gatoria.
En el mundo accesible a las mediciones modernas se conocen las
dos formas más simples y más complejas de la materia: la primera
la tenemos en las partículas elementales y los campos; la segunda,
en el cerebro humano, que es producto de un largo desarrollo histó-
rico. Tomemos las partículas elementales como "punto cero" de par-
tida en la supuesta escala de desarrollo de la materia, y el cerebro
218 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

como el producto final de ese desarrollo. En ese caso, las diferentes


combinaciones de la materia se distribuirán en forma de una larga
escalera genética. En sl.rs peldaños más altos se hallarán los objetos
materiales que posean numerosos y variados enlaces e interacciones y
que, en virtud de ello, se caracterizan por formas complejas de mo-
vimiento. El desarrollo se verificaría por el paso de partículas ele-
mentales a átomos, luego a moléculas de diversa complejidad, cuerpos
macroscópicos y sustancia viva. Por consiguiente, el desarrollo se ma-·
nifiesta como complicación cada vez mayor de los enlaces e interac-
ciones de las partículas, así como de las formas de materia a que ello
da lugar. En este proceso, los cambios cuantitativos y cualitativos
constituyen una unidad orgánica. El aumento cuantitativo de las mi-
cropartículas hasta integrar moléculas y la formación entre ellas de-
nuevos enlaces da lugar a transformaciones radicales cualitativas en la
estructura de las moléculas y a la formación de nuevas combinacio-
nes químicas. Por ello, el grado de complejidad de los objetos mate-
riales no se determina sólo por sus aspectos cuantitativos, sino tam-
bién y ante todo por su aspecto cualitativo, por el carácter de las.
formas correspondientes del movimiento. Por ejemplo, la agrupación
de las micropartículas puede constituir un cuerpo cuya masa sobre-
pase en millones de veces la masa del cerebro humano, pero eso no
significa que sea más complejo que él.
En cualquier cuerpo inorgánico, por grande que sea su masa, hay
tan sólo formas relativamente simples de movimiento. La sustancia
de ese cuerpo está integrada por moléculas relativamente sencillas.
Por el contrario, el ser vivo, y tanto más el cerebro humano, están
constituidos por moléculas albuminoideas que se componen de millo-
nes de átomos. Los enlaces e interacciones entre las micropartículas.
de esas moléculas son incomparablemente más complejos y variados
que en las sencillas moltculas de la sustancia inorgánica. Al mismo
tiempo hemos de tener en cuenta los multiformes enlaces que existen
entre las propias moléculas del ser vivo, sus células, etc. La acción de
todos esos enlaces produce formas superiores de movimiento, que
aunque comp~nden con un aspecto modificado formas relativamente
más simples del movimiento de las microparticulas, se diferencian:
cualitativamente de ellas.
Pero no todas las formas de movimiento de los cuerpos macroscó-
DESARROLLO DE LA MATERIA INORGANICA 219

picos son más complejas que las formas de movimiento de las micro-
partículas. El desplazamiento espacial de los cuerpos macroscópicos
no es más complejo que el de las micropartículas. Más bien ocurre
lo contrario, que el movimiento de las micropartículas en el espacio
resulta mucho más complicado que el de los cuerpos macroscópicos.
Esa mayor complejidad se refleja en la teoría: el movimiento de las
micropartículas se describe por las ecuaciones de la mecánica cuántica,
que comprenden, como caso particular, las ecuaciones de la mecánica
clásica; estas últimas caracterizan el desplazamiento espacial de los
cuerpos macroscópicos. En cambio, los cuerpos macroscópicos pueden
resultar más complejos que las micropartículas respecto de otras for-
mas del movimiento.
Así, pues, en su conjunto, el desarrollo de la materia inorgánica
ofrece una complejidad cada vez mayor de enlaces y formas de movi-
miento de los correspondientes objetos materiales; es en el propio
proceso de complejidad creciente de enlaces y formas de movimiento
donde vemos el criterio objetivo más general para juzgar acerca del
desarrollo de la materia inorgánica.
La propiedad más importante de los objetos materiales es la ten-
dencia a la complejidad, cuyas raíces se pierden en la inagotable es-
tructura de la materia. Las partículas elementales, los átomos, las
moléculas, los cristales, etc., son "nódulos" cualitativos que surgen en
el proceso de su permanente autodesarrollo. No sabemos si esa ley
se refiere también a las propias partículas elementales, pues se desco-
nocen las formas de materia que las constituyen. Pero es muy posible
que en las diferentes regiones del Universo se produzcan procesos de
formación de electrones, protones, neutrones y otras partículas, simi-
lares a los conocidos procesos de transformación de las radiaciones
en sustancia. Como es natural, esto no se puede aelicar a todo el Uni-
verso; tampoco se puede suponer un tiempo en el que no existieran
partículas elementales, y atribuyendo a éstas un origen posterior, en
el proceso del desarrollo de la materia. Ei Universo es infinito, y por
ello la ausencia de esas formas de materia en una región no significa
su ausencia en otras regiones.
Por lo que se refiere a los átomos y a las moléculas, su aparición
histórica es indudable. En las profundidades estelares se producen
reacciones de síntesis en las que el hidrógeno y el helio, en condi-
220 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

dones especiales, dan lugar a elementos pesados. Las moléculas más


simples comienzan a formarse ya en las atmósferas estelares; debido
a las bajas temperaturas de los planetas se producen reacciones de
oxidación y se forman diversas combinaciones de carbono y oxígeno
con otros elementos, llegando a originarse los cuerpos albuminoideos
y la vida. Engels decía que la materia "llega a formar seres pensantes
en virtud de su propia naturaleza, y por ello ocurre inevitablemente
siempre cuando se dan las condiciones correspondientes (que no son
obligatoriamc::nte unas y las mismas en todas las partes) ".1
El contenido interno del desarrollo es la lucha de los contrarios.
En la esfera de la naturaleza inorgánica esta lucha se manifiesta en
forma de interacciones de fuerzas y tendencias contradictorias. Las
fuerzas más esenciales de este género son la atracción y la repulsión
en sus diversas formas. La unidad de la atracción y la repulsión de-
termina la estabilidad y los cambios internos de todos los sistemas
materiales. Es lo que constituye la base del eterno proceso de disper-
sión de la materia en el espacio y de su concentración inversa, que
significa el comienzo de un nuevo ciclo de desarrollo. No puede de-
cirse que las acciones recíprocas de atracción y repulsión sean la causa
del desarrollo; caracterizan tan sólo su contenido interno. El concepto
de causa y efecto es inaplicable en este caso, ya que con la misma
razón puede decirse que es el desarrollo lo que produce la acción de
las fuerzas contradictorias. Ese vínculo indisoluble entre la acción
de fuerzas contradictorias y el desarrollo está expresado en la cono-
cida tesis de Lenin: "El desarrollo es la lucha de los contrarios."
Además de las leyes generales de la dialéctica -ley del paso de
los cambios cuantitativos a cualitativos, y viceversa, ley de la unidad
y la lucha de los contrarios, ley de la negación de la negación - ,
el desarrollo de la materia se subordina a otras leyes generales. Una
de ellas puede formularse del siguiente modo: cuanto más compleja
es y mejor organizada está la forma de la materia y del movimiento,
tanto más rápidos son su desarrollo y su transformación cualitativa.
Dentro de la naturaleza inorgánica el desarrollo se efectúa con ex-
traordinaria lentitud; en el estado de los sistemas cósmicos, por ejem-
plo. los cambios cualitativos radicales suelen ocupar decenas y cen·
tenas de millones de años. La materia viva se desarrolla con mucha
1 F. Engels, Dia/l(tica Je la naiNraleZA, ed. rusa, pág. 164.
DESARllOLLO DE LA MATERIA INORGANICA 221

mayor rapidez. En el transcurso de los mil millones de años de exis-


tencia de la vida en la Tierra, han aparecido y desaparecido canti-
dades enormes de plantas y animales y se han originado dentos de
miles de especies nuevas. Con gran rapidez - en el sentido biológt·
co- se ha producido la evolución del ser humano, que es cosa de
los últimos cientos de miles de años. Así, pues, el desarrollo se ace-
lera a medida que surgen formas más complejas y perfectas. Esa ley
no es privativa de la naturaleza; también puede aplicarse a la socie-
dad. En ésta también se observa la aceleración del desarrollo al pasar
de una formación a otra de tipo superior. Para convencernos basta
comparar los períodos de existencia de las sociedades de la comunidad
primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista, así como el volu-
men de su progreso material y cultural. En los últimos cien años, la
ciencia y la producción han conseguido someter a la naturaleza mu-
cho más que en toda la historia anterior de la humanidad. Por lo
que se refiere a las perspectivas del progreso en el futuro, incluso
la fantasía científica más audaz queda rápidamente superada por las
realizaciones efectivas.
Si esta ley se formula en ~entido inverso, cabe decir que el des-
arrollo se retrasa al pasar a formas relativamente menos complejas
de la materia y el movimiento. Por ejemplo, en la nube de la sus-
tancia cósmica difusa, constituida por hidrógeno y helio, con densi-
dad muy reducida, la probabilidad de formación de moléculas será
insignificante. Casi todas las colisiones de micropartículas serán elás-
ticas, y sus interacciones, reversibles. Pasará mucho tiempo antes de
que esa nube se convierta, por la acción de las fuerzas internas, en
una formación más densa que, a su vez, sea la base para la formación
de estrellas. Por otra parte, es imposible que en esas condiciones sur-
jan formaciones moleculares complejas.
El aminoramiento del ritmo de desarrollo no depende sólo de la
simplicidad estructural de la materia, sino también del carácter de
su distribución espacial: cuanto mayores sean las dismensiones o cuan-
to más alto el orden de dicho sistema material, más lento será el ritmo
de su cambio y desarrollo. Si tomamos un cambio sencillo, veremos
claramente su aceleración a medida que aumenta el orden de los
sistemas: el electrón realiza en el átomo su vuelta alrededor del nú-
cleo en unos 10~ 1' seg, la Tierra gira alrededor del Sol en un año.
222 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

el Sol en torno del centro de la galaxia en 190 millones de años y el


"año" metagaláctico para nuestro sistema estelar debe ser todavía
mayor.
El proceso del desarrollo está relacionado con cambios cualitativos
radicales y es fácil prever que esos cambios perderán velocidad a me-
dida que aumente el orden de los sistemas. Esta dependencia es
completamente natural y viene determinada por el carácter de las in-
teracciones físicas de los cuerpos. Al aumentar las distancias se exige
cada vez más tiempo para la transmisión de la energía de unos cuer-
pos a otros. Debido al carácter finito de la velocidad de propagación
j
;~
de las interacciones, el cambio en el estado de cualquier sistema tarda ..

en producir cambios en el estado de otro sistema. Este último refleja


dicho cambio pasado cierto período de tiempo, que es tanto mayor "ti
cuanto mayores sean las dimensiones del sistema. Al aumentar la dis-
tancia, disminuye también la fuerza de acción sobre el sistema. El
·:1;8.
1
,~
!esultado de todo eso será el aminoramiento general del ritmo de los
cambios y del desarrollo con el paso a sistemas cada vez mayores.
f
Para todo el Universo, en el cual las fuerzas de interacción entre
cuerpos infinitamente alejados son infinitamente pequeñas, el cambio
general en un tiempo limitado será también infinitamente pequeño.
Mas como el Universo existe eternamente, esos cambios, aunque in-
determinados en la escala de la eternidad, serán todo lo grandes que
se quiera.
Las leyes que relacionan el ritmo del desarrollo con el grado de
'omplejidad y la distribución espacial de la sustancia caracterizan
este proceso, sobre todo en su aspecto cuantitativo. Pero existen otras
leyes más profundas, que expresan los aspectos cualitativos del des·
arrollo. Si analizamos la composición química de la materia en la
región del mundo accesible a la observación, veremos que el 99%
de todos los elementos que constituyen las estrellas y las nebulosas
corresponde al hidrógeno y al helio, mientras que a los elemen~os
restantes coresponde un 1% de la masa. Es cierto que la composición
química de la Tierra y de los planetas es algo distinta: El 86% de
la corteza terrestre corresponde al oxígeno, sílice, aluminio y hierro.
Pero tal diferencia nos la explican las peculiaridades del desarrollo
cosmogónico de la Tierra, en el curso del cual los elementos ligeros
- hidrógeno y helio- se volatilizaron en el espacio. Los planetas de
DESARROLLO DE LA MATERIA INORGANICA 223

gran masa, como Júpiter, han podido conservar los elementos ligeros
y su composición química se asemeja a la del Sol y de las estrellas.
Por lo que se refiere a las moléculas complejas y cuerpos albumi-
noideos, su masa en la escala del Cosmos constituye una magnitud in-
significante. La masa de la sustancia viva en la Tierra (planetas en
lo fundamental) es 1o-s aproximadamente de la masa de todo el pla-
neta. En la escala de la galaxia, la relación entre la masa de la sus-
tancia viva y la masa de todos los cuerpos será todavía fnenor.
A. Oparin y V. Fésienkov : consideran que de cada millón de es-
trellas de la galaxia sólo a una se le puede descubrir un planeta don-
de sea posible la vida; entre los 150.000 millones de estrellas de la
galaxia, habrá unos 150.000 planetas. Suponiendo que sus masas, por
término medio, no se distingan grandemente de la masa de la Tierra
y que la cantidad de sustancia viva en ellas sea la misma, habrá en
la galaxia una masa de sustancia viva de 161 a ton. Con relación a la
masa de la galaxia, igual a 2,5 · 1031 ton, esta magnitud constituye,
aproximadamente, un 4.10- 21 • Así, pues, el estado más difundido de
la materia en el Universo es el de sus formas más simples, mientras
que las estructuras altamente organizadas son un fenómeno bastante
raro, aunque todo nos induce a pensar que existe un número incon-
table de mundos habitados.
Este carácter de propagación y de las combinaciones químicas in-
dica la existencia de una ley, que se puede formular del siguiente
modo: la cantidad relativa de formas complejas de materia y de mo-
vimiento en un sistema es tanto menor cuanto más alto sea el grado
de su complejidad. A medida que aumenta el grado de complejidad
y el orden de los sistemas, la curva de propagación de la materia
compleja tenderá asintóticamente al cero. Esto significa que en la exis-
tencia general de la materia dentro de un sistema dado, la probabi-
lidad de formación de estructuras perfectas es tanto menor cuanto
más alto sea el grado de su complejidad y perfección. Así lo adverti-
mos hasta en el desarrollo espiritual o físico del individuo: la proba-
bilidad de alcanzar cierta perfección en el conocimiento de la natura-
leza y en la creación artística o de implantar un récord deportivo será
tanto menor cuanto más elevado sea el grado de esa perfección. Pero
~ A. Oparin y V. Fésienko\', La r•id,J en el Unir•erso, Academia de Ciencias de
la U.R.S.S., 19:'i6, pág. 222.
224 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

lo que el individuo no puede lograr él solo en las diversas esferas


de la actividad espiritual y productiva, puede ser alcanzado por la
sociedad en su conjunto. Por eso el desarrollo de la sociedad no se
aminora, sino que se acelera con el progreso histórico.
Como peculiaridad importante del proceso de desarrollo debemos
señalar que éste no sigue en todas partes un mismo camino, sino que
transcurre en diversos planos. Las formas y los resultados del des-
arrollo suelen ser cualitativamente diferentes entre sí, atendidos los
distintos sistemas materiales. La evolución de la materia desde las
partículas elementales hasta la sustancia viva y el cerebro humano,
que tuvo lugar en nuestra Tierra, es en principio posible en otros
planetas siempre que se den las condiciones precisas para ello. Sin
embargo, si las condiciones físico-químicas de la materia son distin·
tas, como sucede, por ejemplo, en las estrellas, el desarrollo de la
materia seguirá una trayectoria completamente distinta. La ley gene-
ral- complicación de enlaces y formas de movimiento- sigue ri-
giendo en este caso, pero con resultados cualitativamente distintos de
los que se produjeron en la Tierra.

§ 2. Desarrollo de los objetos cósmicos

La parte fundamental de la materia del mundo que nos rodea está


concentrada en las estrellas y nebulosas amorfas, formadas principal-
mente por hidrógeno y helio con una pequeña mezcla de otros ele-
mentos ligeros y combinaciones muy simples del tipo CH, NH v
HzO. La densidad media de la materia difusa en lá galaxia es de
2 • 10-23 gjcm 3 , es decir, de varios átomos por centímetro cúbico de
espacio, En cambio, las dimensiones de las nebulosas difusas son tan
extraordinarias que su masa general equivale, aproximadamente, a la
masa de todas las estrellas de la galaxia. Esto demuestra la constante
renovación de la materia de las estrellas y nebulosas, es decir, tanto la
formación de nebulosas de la sustancia que dispersaron las estrellas
como la formación inversa de estrellas por la sustancia difusa. Hoy
día tenemos la certeza de que sigue la formación de estrellas, aunque
existen opiniones diversas sobre este proceso y la naturaleza física del
"material inicial".
DESARROLLO DE LOS OBJETOS COSMICOS 225
V. Ambartsumián, que ha descubierto asociaciones estelares, de ori-
gen reciente, considera que las estrellas están constituidas por una
sustancia desconocida en ia Física moderna, de una densidad super-
alta. 3 Esos cuerpos superdensos poseen una masa muchas veces su-
perior a las masas estelares. Al !legar a cierta etapa de su existencia
estallan. formando estrellas y nebulosas. Contra ese punto de vista
se esgrimen objeciones de mucho peso. Ante todo, nada indica que
debamos abandonar la idea de que las estrellas se forman con tipos de
materia conocidos hasta ahora. Enfocá.ndolo así, se declaran de ante-
mano erróneos todos los intentos de explicar !a "parición de estrellas
partiendo de la materia c..>nocida, y de hecho se cierra el camino a la
solución del problema. Además, la teoría moderna demuestra la im·
posibilidad de que existan ... aerpos con masa y densidad superaltas,
muchas veces superiores a la den:::dad y a la masa de las estrellas,
sometidos al mismo tiempo a bajas temperatur.lS. Si fuese así, en las
profundidades de tales cuerpos habría e!lormes presiones y tempera·
tucas, que ocasionarían intensas reacciones term::>nucle;>.res. Así, pues,
los cuerpos con una masa semejante poseerían temperaturas muy ele-
vad::!s y se desintegrarían en d~\·ersas formaciones.
Hoy día está generalizada la opinión de que las estrellas se forman
de materia difu~a gaseosa y pulverulenta. En nuestros razonamientos
partiremos de esa hipétesis.
Supongamos que existe una nube difusa de grandes dimensiones
con una masa equivalente a 1.000 mao;as solares. T.os cálculos nos de-
muestran qul! si la temperatura del gas es de 80 a 100° K, y su densi-
dad es de 20 a 3C átomos por rm 3 , esa nube será estable contra la
acción de las fuerzas exteriores y empezará a wmprimirse por la ac-
ción de las fuerzas gravitat0rias. Al aumentar la densidad hasta
I0- 20 g/rm\ en la nube difusa empezarán a surgir cuerpos con dimen-
siones de ru.teroid~, que se convertirán en centros de condensación
grwitatoria de la materia e Irán creciendo gradualmente de tamaño.
A medida que las masas de esos cuerpos aumenten, la condensación
gravitatoria se hará más rápida, por Jo cual aumentará la temperatura
en el interior de los cuerpos. El incremento de la temperatura y la
pre!:ión constituyen la condición indispens'ible para que se produzcan
3 "Procesos nucleare~ c:~1 las estrellas", Editorial de Literatura E:.tranjC'ra, 19~"'.
págs. 229-230.
226 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

reacciones termonucleares. La máxima presión que soportan los áto-


mos sin aniquilarse es de unos 107 kgjrm 2 • A una gran presión, las
capas electrónicas quedan "aplastadas". Conforme la presión aumen-
ta, empieza la aproximación de los núcleos atómicos. Cuando la masa
del cuerpo alcanza el valor crítico, alrededor de %o de la masa del
Sol,• la presión y la temperatura serán tan grandes que la apro-
ximación de los núcleos atómicos alcanzará posiblemente las regiones
de acción de las fuerzas nucleares. En virtud de ello, los nucleones in-
teractúan directamente y se inician las reacciones termonucleares. La
cantidad de energía liberada es entonces tan grande, que un cuerpo
relativamente frío se convierte en estrella de irradiación intensiva.
Nos encontramos aquí con un ejemplo elocuente de transición de
cambios cuantitativos a cualitativos; el aumento cuantitativo de la
masa del cuerpo produce cambios cualitativos en su estado. La ener-
gía de la compresión gravitatoria se transforma en calor y origina la
formación de reacciones termonucleares. Vemos en ello una prueba
más de la unidad indisoluble entre los campos gravitatorio, electro-
magnético y nuclear, así como de la posibilidad de las transformacio-
nes recíprocas de la -energía de esos campos.
Las estrellas de nueva formación pueden poseer las masas más
diversas, pero sus valores se mantendrán entre 1/20 y 200 masas sola-
res. Un cuerpo de masa menor no será estrella, ya que en él no se
producirían reacciones termonucleares; más bien se parecería a un
planeta; por otra parte, en una estrella con masa varios cientos de
veces superior a la masa del Sol, se producirían reacciones termonu-
cleares de tal intensidad que las fuerzas gravitatorias no podrían
mantener en equilibrio la sustancia; dicha estrella se desintegraría en
formaciones menores. Es probable que éste sea el origen de los grupos
de estrellas que observamos. En una "protoestrella" primaria con una
masa de varios centenares o millares de masas solares, la presión de
la radiación es tan potente, que la protoestrella se desintegra en una
serie de cuerpos de masa menor, que luego se convierten en estrellas.
La formación de estrellas consume una parte relativamente peque·
ña de la materia de la nebulosa primitiva; la sustancia restante se dis-
persa, presionada por la radiación de las estrellas originadas, pata

• V. Fésienkov, Orig~n 1 tl~sarrollo tle lor rampos rel~stes a la luz tle los daJos
11rtuales, Academia de Ciencias de la U.R.S.S., 1953, pág. 14.
DESARROLLO DE LOS OBJETOS COSMICOS 227

incorporarse a un nuevo ciclo de desarrollo en otro lugar y en otro


tiempo. La concentración de la materia difusa hasta formar la nebu-
losa es cosa de cientos de millones o tal vez de miles de millones de
años. Sin embargo, a medida que la nebulosa adquiere densidad, su
evolución se acelera. Una vez creadas las condiciones para la apari·
ción de estrellas, todo el proceso de su formación transcurre en un
período relativamente corto, del orden de un millón de años. No obs·
tante, no se ha conseguido observar directamente este proceso, ya que
la estrella no se ve hasta que se ha formado, y cuando se hace visible
ha dado ya fin el proceso de su formación.
El astrónomo soviético V. Ambartsumián y sus colaboradores han
descubierto en el firmamento grupos de estrellas, que llaman aJocia-
ciones estelares, cuya edad no pasa de varios millones de años. Según
la escala cósmica, se trata de estrellas muy "jóvenes", ya que su edad
es mucho menor que la edad de la galaxia.
Hoy está muy dif~dida la idea de que las estrellas se forman de
glóbulos, masas oscuras y esféricas de materia difusa que se destacan
nítidamente sobre el fondo de algunas nebulosas difusas claras.
Así, pues, los datos de la. observación favorecen la hipótesis de
que el proceso de formación estelar continúa en la galaxia incluso
hoy día. Es indudable que eso se refiere también a otras galaxias.
¿Cuál es la evolución posterior de las estrellas? Desde el comienzo
de su ciclo vital la estrella irradia intensamente energía, que es absor·
bida por diversas partículas elementales y campos, así como por nubes
enteras de gases expulsados de las prafundidades estelares a conse-
cuencia de procesos violentos. Debido a ello disminuye continuamen-
te la masa de la estrella, varía su composición química y, por lo tanto,
sus características espectrales. En la actualidad todas las estrellas se
subdividen por sus espectros en varias clases, que se designan con· las
letras O, B, A, F, G, K y M. Esa sucesión de letras caracteriza en los
espectros la ininterrumpida variación de la intensidad de las líneas de
los diversos elementos, variación que depende fundamentalmente
de la temperatura de las estrellas. Las estrellas O, B, A y F, de clase
espectral próxima, tienen una temperatura de 70.000 a 10.000° y las
estrellas G, K y M, de lejana clase espectral, de 6.000 a 3.000°.
Nuestro Sol pertenece a la clase espectral G y la temperatura de su
superficie es de unos 6.000°.
228 LEYES DEL DE!'ARROLLO DE LA MATERIA

Existe una estrecha relación entrt> la masa de la ~~rella y su lumi-


nosidad; la proporción entre una y otra es de 3,9. Eso significa que
esa luminosidií.d aumenta en grado considerable al aumentar la masa.
Hoy día se considera que gran parte de las estrellas que obsen·a-
mos va evolucionando de las clases espectrales O y B hacia las clases
K y M, con su correspondiente disminución de masa y brillo. Es ciuto
que la masa varía en grado mucho menor que la luminosidad y la
temperatura, ya que, a pesar de la enorme cantidad de energía irradia-
da, la merma general de la masa m = { es relativamente pequeña.
c-
¿Cuál es el estado final de las estrellao; en el pro,eso de su evolu-
ción? ¿Hay estrellas apagadas? Come la mayoría de l:ts e<;trellas ter·
minan su evolución en forma de pigmeos rojos. tn ese cst.1do pueden
existir mucho tiempo, ya que relativamente gast::.n poca energía. Con
el tiempo se enfrían, pero esto sucede después ele que st: masa dis-
minuye por debajo del valor crítico. momento en el cual ~esan las
reacciones termonucleares. Por cor:~siguiente, en la naturaleza no pue-
den existir estrellas apagadas de masa bastante g!'ande. Si existen, por
su masa se parecen más a un planeta que a una estrella.
El desarrollo de las estrellas no es sól'l un proces0 puramente evo-
lutivo; en ellas se producen también rápitios .:ar.a1bios en forma de
~ltos. Por ejemplo, las estrellas nuevas tienen un rr.:smo brillo :a
mayoría del tiempo, pero a veces se encienden repentinamente. Du-
rante algunos días su claridad llega al máximo, clespui'S ese fulgor
se debilita y la estrella retorna a su estado anterior.
Las explosiones estelares son a veces extraordinarias por su inten-
sidad; es probable que provoquen entonces cambios esenciales en la
estructura de la estrella. Eso ocurre sobre todo con las explosiones
de las estrellas supernovas, que aumentan de pronto su brillo en
decenas de miles de millones de veces, pudiéndose comparar su lumi-
nosidad con la de todas las estrellas de la galaxia. Debido a la explo-
sión es expelida al espacio en forma de envoltura una pa..-te conside-
rable de la sustancia estelar, y es probable que la misma estrella pase
a un estado cualitativo distinto. Pasados algunos meses, el brillo de
esa estrella se debilita.
No poseemos una teoría bien argumentada que explique esas ex-
plosiones luminosas de las estrellas novas )' supernovas. Es posible
DESARROLLO DE LOS OBJETOS CvSMlCOS 2.29

que se deba a explosiones tcrmNauc!eares en las profundidades de la


estrella, ya que la energía que se libera equivale a la energía de ex-
plosil,n de una bomba de hidrégealO con una. masa equivalente a la
de un gran r!aneta. En nmgún otro proceso, 2. excepción de las mo-
mentáneas reacciones nucleares, pueden liberarse cantidades tan enor·
mes de energía.
¿Qué relación guardan las indicadas transformaciones de las estre·
Has con el proceso del desarrollo general de la materia? ¿Es aplicable
aquí el criterio de desarrollo antes señal:;.do? Desde luego, ya que
también en el case de las estrellas se van haciendo más complejos
sus enlaces. Esa complejidad la observamos en dos aspectos: en las
relaciones externas de las estrellas entre sí y en sus uniones internas.
El primer aspecto se refiere a las interacciones estelares en el marco
de los sistemas galácticos, así co:no a las leyes del desarrollo de las
galaxias; el c;egundo, a las modificacion.:s de- la composición química
de la propia estrtlla en el procesl) de su evolución. Examinemos pri·
merame..,.e a!gunos problemas relaci::>nados con la evolución de las
galaxias.
Hoy día, numerosos datos teóricos y experimentales abogan por el
esquema de Weizsecker, quien supuso que las galaxias se desarrollan
primeramente en forma irregular; de ella::: se forman las galaxias espi-
rales con un claro movimiento de- rotación y, por fin, aparecen, ya
como tercera etapa, las galaxias elípti..:as de forma esferoidal. Las
.galaxias irregulares están constituidas por masas considerables de ma-
teria amorfa y estrellas "jóvenes", que irr..dian gran cantidad de
energía. Semej:mtes estrellas, que t:tmbiéu existen en nuestra galaxia,
forman la llamada "población r·, a diferencia de las estrellas "vie-
jas", que constituyen la "población 11". No se han encontrado repre·
sentantes de la población II en las galaxias irregulares. Las galaxias
espirales están constitnidas tanto por unas estrellas como por otras.
Hay en ellas subsistemas esféricos daramecte delimitados, que tienen
su núcleo, y subsistemas planos, que form¡.n los brazos espirales de la
galaxia. En las nebulosas elípticas p:eJominan las estrellas de la po-
blación 11, que originan los subsistemas esféricos. No tienen ramas
espirales y, por consiguiente, se ven muy pocas estrellas de pobla·
ción l. Las ga!axias dípticas pueden considerarse como sistemas que
han perdido ya la masa fundamental de la materia difusa merced a
230 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

la formación de estrellas y se encuentran en la última fase de la evolu-


ción. Mas eso no significa, como es natural, que no puedan ya formar
estrellas. En el curso de la evolución estelar se desprende constante-
mente de ellas gran cantidad de materia difusa que se une a lama-
t~ria existente en el espacio y, concentrándose con el tiempo en gran-
des masas, da lugar a la aparición de nuevos grupos de estrellas. Sin
embargo, en las galaxias elípticas esos procesos no parecen ser tan
intensos como en las espirales e irregulares.
Así, pues, el desarrollo de las galaxias se inicia, según esa hipó-
tesis, por tina enorme protonube gaseosa y pulverulenta que gira
lentamente; a medida que se va comprimiendo, su velocidad de rota-
ción aumenta cada vez más. En el proceso de compresión se forman
estrellas de diversas masas y brillo. Gradualmente, en la galaxia irre-
gular se van formando el núcleo y las ramas espirales de estrellas,
cuyo centro está constituido por una sustancia oscura difusa. Al prin-
cipio, el núcleo de la galaxia es relativamente pequeño por su masa,
pero aumenta a medida que el sistema se desarrolla, de forma que
la galaxia espiral va transformándose poco a poco en elíptica. En
esta última hay una cantidad relativamente pequeña de sustancia di-
fusa oscura, la cual ha pasado ya a formar estrellas.
En el curso de la evolución de las galaxias se van haciendo más y
más complejas las uniones entre las estrellas. Esta complejidad se ma-
nifiesta, en primer lugar, en la formación de numerosas estrellas nue-
vas de sustancia difusa, y, en segundo, en que el movimiento de
estrellas se hace más ordenado y se somete a las leyes generales de ro-
tación y desarrollo de las galaxias. No se conocen todavía los detalles
de ese desarrollo, y el esquema que hemos esbozado, más que una teo-
ría fundamentada, es una hipótesis que se deduce de los datos teóricos
y experimentales que se poseen. Pero sigue siendo indudable el hecho
de que la evolución de las estrellas y galaxias es un proceso que se
encuentra en íntima dependencia.
En el curso de la evolución estelar, gran parte de su materia y ra-
diación es expelida al interior de las galaxias, donde, con el tiempo,
se incorpora a un nuevo proceso de formación de estrellas. Mas una
parte determinada de la materia es expelida por la estrella al espacio
exterior de la metagalaxia y, por consiguiente, se pierde plenamente
para la galaxia dada. ¿Cuál es el destino ulterior de esa materia? Es
FORMAOON DE LOS ELEMENTOS QUIMICOS 231

indudable que no se pierde sin dejar huellas, sino que con el tiempo
se aglomera en grandes masas que dan origen a nuevas galaxias. Este
proceso tiene lugar hoy día en el espacio que nos rodea. Lo demuestra
el hecho de que muchas de las galaxias que observamos tienen las
más diversas edades. Por ejemplo, las galaxias irregulares vecinas, la
Gran Nube de Magallanes y la Pequeña Nube de Magallanes, se con-
sideran formaciones mucho más remotas que nuestro sistema.
La concentración de la materia metagaláctica y la formación de ga-
laxias se efectúan en un período de tiempo todavía mayor que los
procesos internos de las estrellas. Esto es completamente natural, ya
que el ritmo del desarrollo se aminora al aumentar el orden de los
sistemas. Ahora bien, ¿continúa el proceso del desarrollo al pasar a
escalas cada vez mayores? Es indudable que sí. No obstante, nada
concreto puede decirse por ahora respecto al desarrollo de la propia
metagalaxia, ya que desconocemos su estructura, y todos los períodos
de tiempo accesibles a la medición son mucho menores que el período
en que se producen modificaciones visibles en este grandioso sistema.
Por ello pasaremos del análisis del desarrollo de la materia en su
amplitud el análisis de su desurollo en profundidad, es decir, al se-
gundo aspecto de la evolución estelar más arriba mencionado, que
guarda relación con el origen y el desarrollo de los elementos quí-
micos.

§ 3. Formación de los elementos químicos

El estudio de los isótopos de diversos elementos y del carácter de


su desintegración demuestra que los elementos químicos no son eter-
nos, sino que tienen su historia. Algunos isótopos son formaciones de
vida muy breve, de tan sólo milésimas de segundo; otros tienen un
período de desintegración tan largo que prácticamente se les puede
considerar invariables. Al mismo tiempo, hay cierto número de ele-
mentos, como el helio, por ejemplo, que no pueden desintegrarse
espontáneamente y se precisa gran cantidad de energía para que se
fisionen sus átomos. Mas sea cual fuere el destino de cada elemento
por separado, es indudable que en cada región del espacio los ele-
mentos químicos no existieron siempre, sino que han aparecido
en un determinado período de tiempo. Prueba de ello es la diferente
232 LEYES DEL DESARRCLLO DE LA MATERIA

composición química de las nebulosas difusas y las estrellas, sobre


todo aquellas que pertenecen a la lejana clase espectral. Mientras que
las nebulosas difusas están coru;tituidac; casi por entero de hidrógeno
con una pequeña cantidad de helio, en las estrellas. por el contrario,
la concentración relativa de hidrógeno disminuye a medida de SIJ
evolución, aumentando la cantidad de helio. Al mismo tiempo, y de-
bido a la síntesis de los núcleos, se forman otros elementos.
La teoría del origen de los elemento:; se halla hoy dia en la etapa
de su elaboración inicial. Existen numerosas hipótesis, a veces pura-
mente especulativas y en contra¡;licción con los datos experimentales,
pero es muy positiva, sin embargo, su tendencia general a presentar
las combinaciones estructurales básicas de la materia no como algo
eterno e invariable, sino como un feflómeno histórico y en constante
evolución.
En las hipótesis sobre el origen de los elementos hay dos tendencias.
La primera considera que los elementos se han formado como una
consecuencia de los llamados procesos de eq11ilibrio, que transcurren
en una fase relativamente tranquila de evolución del sistema. La se-
gunda estudia la formación de elementos como resultado de procesos
no equilibrados, que se verifican durante las reacciones nucleares, in-
tensas y breves, en las regiOnes internas del sistema. Existen asimismo
teorías que tratan de unificar los resultados más importantes de am-
bas tendencias.
Examinemos primero el problema de la formación. de elementos
desde el punto de vista de las teorías de equilibrio. Hoy día se sabe
de fijo que los elementos se originaa en el transcurso de la evolución
estelar y debido a las reacciones nucleares producidas en sus profun·
didades. En todos los casos, la energía que se libera procede sobre
todo de la transformación del hidrógeno en helio, mas esas trans·
formaciones pueden ocurrir de di\'ersas manera. En la teoría actual
se aceptan tres modos posibles de transformación de hidrógeno en
helio, correspondientes a divtrsas etapas deJa evolución estelar.
En la primera etapa de la evolución, cuando la ~strella acaba de
formarse de la nube de gas y polvo y la temperatura alcanza en su
centro a 20 millones de grados, la transformación del hidrógeno en
helio se efectúa con la particip1ción de elementos ligeros. Los proto·
nes se unen con núcleos de litio, berilio y boro y, finalmente, como
FORMACION DE LOS ELEMENTOS QUIMICOS 233

resultado de esas reacciones, se forman los núcleos de helio. Los me-


tales ligeros "se queman" en esas reacciones; el tiempo empleado en
la combinación equivale, por término medio, a varios cientos de si·
glos, es decir, muy poco si lo comparamos con la duración general de
la estrella.
A medida que se van gastando los metales ligeros, empieza a pre·
dominar la reacción llamada de protón por protón, que transcurre del
siguiente modo: La interacción de los protones origina deutrones que
vuelven a unirse con los protones, formando núcleos de He3 ¡ la com-
binación de dos núcleos He 3 produce H' con la formación de dos
neutrones excedentes. Como la masa de reposo de He' es menor que
la masa conjunta de los protones, la gran cantidad de energía libe-
rada produce el calentamiento de las regiones internas de la estrella
hasta 50 millones de grados.
Al seguir evolucionando la estrella, la transformación de hidrógeno
en helio se efectúa con la participación de carbono. En el ciclo car-
bónico, argumentado por primera vez por Bethe, se combinan suce-
sivamente los protones con n~deos de carbono C12 y C 13 , luego con
los núcleos que se forman de N 14, N 15, 0 15, originándose, en fin de
cuentas, el núcleo de helio y carbono. De forma esquemática podemos
representar esa reacción del siguiente modo:
c12 + H1-+ N13, N1s ~ c13 + e"'",
C13 + Hl-+ Na,
Na + Hl-+ ou, ou ~ Nts + e+,
Nt5 + H1-+ C12 + He'.*
Cada una de estas fases transcurre en períodos larguísimos de tiem-
po - desde milenios hasta decenas de millones de años - , con lo
que se asegura el carácter gradual de la liberación de energía. En este
proceso la cantidad general de carbono sigue siendo constante; el car-
bono cumple funciones de catalizador y el hidrógeno se va transfor-
mando paulatinamente en helio.
El ciclo carbónico asegura la cantidad de energía precisa para es-
trellas cuyo brillo es hasta 1.000 veces menor que el del Sol. Cuando
la luminosidad de la estrella es todavía menor, el ciclo carbónico no
puede ser la fuente principal de liberación de energía. En ese caso

• "Procesos nucleares en las estrellas··, Memorias, pág. 64.


234 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

la fuente es el ciclo de protón por protón. Teniendo en cuenta que la


luminosidad y la temperatura de la estrella son funciones de su masa,
deducimos que el predominio de uno u otro ciclo depende de la mag-
nitud de la masa. En el Sol y en estrellas parecidas a él, ambos ciclos
parecen ser equivalentes y actúan simultáneamente. 5
Debido a las reacciones nucleares, en el seno de las estrellas se ori-
gina gran cantidad de neutrones libres, que son capturados por nú-
cleos atómicos, formándose así nuevos elementos. Toda una serie de
observaciones confirma la existencia de esta síntesis. El hecho más
interesante fue el descubrimiento en los espectros de algunas estrellas,
y también en el Sol, del tecnecio, con el número atómico 43. 6 El tecne-
cio es un elemento inestable; su isótopo de más vida tiene un período
de semidesintegración que dura 216.000 años, lo que es muy inferior
a la edad de las estrellas. Por consiguiente, se trata de un elemento
sintetizado en el proceso evolutivo de la estrella. Debemos observar,
sin embargo, que elementos con peso atómico superior al medio, y
tanto más los pesados, no pueden formarse en condiciones de equi-
librio en las regiones centrales de las estrellas con las temperaturas
allí existentes, del orden de 20 a 50 millones de grados. La captura
de neutrones por núcleos iría acompañada en este caso por el escape
de partículas-alfa, es decir, por la desintegración inversa de los áto-
mos. Tampoco se pueden originar reacciones termonucleares a base
de elementos más pesados que el hidrógeno, el nitrógeno y el oxí-
geno, por ejemplo. Para que semejante reacción fuese posible, se
precisaría una temperatura de 109 a 10 10 grados, que es la que se re-
quiere obligatoriamente para la síntesis de elementos medios y pesa-
dos. Es del todo evidente que ningún proceso de equilibrio puede
asegurar tales condiciones, ya que un sistema con semejante tempera-
tura interna no sería estable, sino que se desintegraría rápidamente.
Estas condiciones pueden originarse sólo durante procesos especiales,
no equilibrados, por ejemplo, en el seno de las estrellas supernovas,
en el proceso de sus explosiones. Podemos admitir, pues, que la for-
mación de los elementos pesados medios tiene lugar durante las ex·
plosioncs de las supernovas. Esta hipótesis nada tiene de sobrenatural
en principio. Las estrellas supernovas aparecen en la galaxia, por

5 "Procesos nucleares de las estrellas", Memorias, págs. 61-70.


a Obra citada, pág. 362.
FORMAOON DE LOS ELEMENTOS QUIMICOS 235

término medio, una o dos veces cada 100 a 200 años, y teniendo en
cuenta que la galaxia existe desde hace unos 7.000 millones de años
es de suponer que en ese tiempo habrán estallado, por lo menos,
20 millones de estrellas supernovas, siempre y cuando el fenómeno
se haya producido desde el principio. Tal cantidad de estrellas es sufi-
ciente para asegurar la concentración de elementos medios y pesados
que se observa. La síntesis de elementos en este caso puede efectuarse
en un lapso muy breve de tiempo, antes y después de la aparición de
la estrella, cuando en su centro se origina una temperatura enorme y
una gran densidad de la materia, que alcanza, probablemente, a
10 12 g/rm 3 • .Al mismo tiempo, se libera gran cantidad de neutrones,
que pasan a constituir los elementos. Los elementos originados son
expelidos al espacio tanto en el proceso de la aparición d~ la estrella
supernova como en el período de su evolución sucesiva. Por eso las
estrellas de "segunda generación", que se forman de una materia di-
fusa, surgen ya a base de la reserva de elementos. Esto nos explica
por qué en las atmósferas de algunas estrellas de clase espectral le-
jana se observan líneas de elementos pesados que no han podido
originarse en condiciones de 'equilibrio en el interior de la estrella.
Otra variedad de la teoría de procesos no equilibrados es la llamada
"teoría de "a- {l- y", enunciad~:. en 1948 por .Alpher, Bethe y Ga-
mow. Estos autores hacen depender la formación de los elementos de
la expansión de la metagalaxia, que ellos refieren a todo el Universo.
El material inicial es para ellos cierta materia primaria, el "ylem",
constituida fundamentalmente por radiación con restos de materia
en forma de neutrones. No explican cómo ha surgido esa materia,
pero se supone que existió contados minutos, ya que los neutrones
no son estables y se desintegran en un período de 13 minutos. Inme-
diatamente después de su formación, dicha materia empezó a dilatarse
intensamente en el espacio, dando así origen a lás estrellas y las gala-
xias, que siguen alejándose con una velocidad que aumenta propor-
cionalmente con la distancia. Los elementos químicos se formaron en
la fase inicial de la expansión, cuando los neutrones se desintegraron
libremente y apareció un número considerable de protones. En el cur-
so de la expansión, los protones fueron captando a los neutrones y se
produjo la síntesis de los elementos, incluidos los pesados.
La idea de que el mundo fue creado y la negación de su eternidad
236 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

en el tiempo es profundamente reaccionaria y debe ser rechazada sin


ningún género de duda. Sin embargo, en la teoría de "a- {J _y''
hay algunos factores racionales. Si suponemos que es posible la explo-
sión primaria, no considerada como un acto de creación, sino como
fase 'de existencia de la metagalaxia, que ya antes había sufrido di-
versas transformaciones, la propia idea de la síntesis de elementos en
un estadio primario de expansión puede admitirse como una hipótesis
posible. Su certeza o falsedad no se demuestra por vías apriorísticas,
sino por la observación y con una teoría cosmogónica sólidamente r-.t-
zonada. Hoy día tenemos argumentos a favor y en contra de esa teo-
ría. Entre los argumentos a su favor podemos citar la coincidencia de
las edades del uranio, de los meteoritos y la Tierra, así como el tiem-
po del supuesto comienzo de expansión de la metagalaxia. Además,
la curva de propagación de los elementos, obtenida por los autores
de esa teoría, se aproxima, en sus rasgos generales, a la curva de pro-
pagación establecida partiendo de las observ:~.ciones y del análisis es-
pectral. Las mayores diferencias corresponden a elementos con peso
atómico superior a 100. Es asimismo importante la idea de que la pro·
pagación de los elementos y el carácter de la captura de neutrones
por los núcleos dependen del peso atómico de estos últimos. La hipó-
tesis explica en parte el hecho de que los núcleos con "'cifras mágicas"
de nucleones sean los más extendidos. Se trata de núcleos que poseen
capas internas saturadas de nucleones y es poco probable que capturen
nuevos nucleones, es decir, con secciones eficaces muy pequeñas. En
opinión de Gamow, esos núcleos de sección eficaz tan pequeña resul-
t&.n los puntos flacos (literalmente bottlenecks, que :;ignifica cuellos
de botella) en el proceso ininterrumpido de la síntesis, de forma que
la sustancia se ha de aglomerar en torno a ellos en proporciones muy
elevadas. Ese argumento parece explicar satisfactoriamente la abun-
dancia anómala de núcleos que se observa en las regiones adyacentes
a las "cifras mágicas". r
Sin embargo, contra esta hipótesis se lanzan objeciones de peso.
Ante todo, hay divergencias entre la abundancia calculada de elemen-
tos y los que se observan, sobre todo en la región de los núcleos pe-
sados. Además no se explica satisfactoriamente de qué manera se ha
conseguido en el proceso de síntesis ··saltar" los núcleos con pesos
r G. Gamow, The rrf.rtio11 of rhe 1111itwse, N. Y., 19~2. pig. 67.
J'ORMAOON DE LOS ELEMFNTOS QUIMICOS 237

atómicos 5 y 8, pues en la naturaleza no existen elementos con ese


peso :ltómico. Er. el laboratorio se puede crear el helio 5 bombardean-
do el helio-4 con neutrones, pero se desintegra momentáneamente en
helio-4. Exactamente igual, el isótopo berilio-S, obtenido artificial-
.nente. se desintegra inmediatamente en dos núcleos de helio-4. Ló-
gicamente se plantea la pregunta: ¡cómo se pudo "saltar" esos ele-
mentos? La síntesis de elementos partiendo de nudeones no debía
haber pasado de helio-4 y, en todo caso, tendría que l.aberse detenido
ante núcleos con masa 8. Los autores de la hipótesis tratan de sub-
sanar esa dificultad con la supo';ición de que la síntesis nuclear no
se H:aliza por una captura sucesiva de neutrones, sino uniendo núcleos
de helio-4. e<: decir, salvando el núcleo intermedio con masa 5. Sin
embar~o, no han conseguido argumentar esta idea ni vencer la difi-
cultad originada por el número de masa 8. Debemos señalar asimismo
que en ia región de las masas de números grandes, la síntesis de
elementos pesados por vía de una captura sucesiva de neutrones es
poco probable. Es mucho más probable el proces0 de fisión por cuan-
tos-gamma de los nÚdOO$ que ~e originan, t::.nto más que en la com-
poo;ición de la materia inicial supüesta se admite una alta den~idad de
radiaciones Je gran energía. Finalmente, otra objeción contra tal hi-
pótesis es que no est? demostrado el propio hecho de la explosión pri-
mari:l. al dilatarse la metagalaxia; se afirma, por otra parte, que la
cor11ciden~ia de edades de los dementos radiactivos y la Tierra puede
obedecer a causas com¡:;letamente distintas.
To<!.os esos argumentos nos dicen que, hoy día. esa hipótesis no
permite resolver correctamente el problema del origen de los ele-
mentos. No obstante, el aparato y el método elaborados por ella pue-
den utilizarse para el .~nálisis de las posibilidades de síntesis de ele-
mentos en la formación de estrellas supernovas, ya que en el seno
de éstas se originan condiciones parecidas a las que podrían haber
existido en la etapa inicial de la expansión de la metagalaxia, si tal
fenómeno fue producido por una explosió!l. La hipótesis de la for-
mación de elementos en las estrellas supernovas parece descansar
sobre una base más real, ya que se deduce de hechos observados y
contiene menos supuestos arbitrarios. Cabe pensar que la síntesis de
elementos en las estrellas supernovas sucede tanto en el proceso de su
explo:.ión luminosa como en la etapa anterior, próxima a las condi-
238 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA
'1
'•
clones de equilibrio. En esta fase, cuando se originan grandes presio-
nes y temperaturas es factible superar las dificultades ya menciona-
das, relativas a los núcleos 5 y 8 y a la fisión de los núcleos por
cuantos-gamma.
Pero independientemente de cuál sea la verdadera teoría sobre la
formación de elementos, podemos suponer ya ahora que la síntesis de
elementos (y por consiguiente, la complejidad de los enlaces de las
micropartículas) se produce en un ambiente de unidad de los proce-
sos de equilibrio y desequilibrio, de cambios cuantitativos y cualitati-
vos. El gradual cambio evolutivo de las estrellas, correspondiente a los
procesos de equilibrio, da origen a la formación de elementos ligeros,
mientras que los cambios violentos, en forma de salto, correspondien-
tes a los procesos no equilibrados, hacen posible la síntesis de ele-
mentos medios y pesados.
Por otra parte, no todos los núcleos que se forman en el proceso
de síntesis resultan estables. Hoy día se han descubierto más de 800
isótopos, que corresponden a los 102 elementos químicos conocidos.
Casi todos los elementos tienen varios isótopos; la mayoría de ellos
son radiactivos y se desintegran poco después de su aparición. Esto
nos demuestra que el desarrollo de la materia no es un proceso de
avance rectilíneo, sino que presupone un movimiento en zigzag 1
de retroceso a los puntos de partida, hasta que de sus diversas estruc-
turas no se originen unas suficientemente estables contra la acción
interna y externa. Por ello, en el concepto de formas de materia com·
plejas y altamente organizadas debe incluirse también el criterio de
la estabilidad relativa. Entre los núcleos atómicos, los más estables
son los que presentan cubiertas saturadas de nucleones. Ofrecen ma·
yor abundancia cósmica los núcleos con número par de protones y,
simultáneamente, con número par de todos los nucleones. Son menos
frecuentes los núcleos con número impar de protones y de todos los
nucleones.
El estrecho vínculo entre la abundancia cósmica de los núcleos y SU
estabilidad nos demuestra que la formación de muchos elementos ha
podido verificarse durante procesos de equilibrio, mientras que la
mayor propagación de núcleos con cubiertas saturadas de nudeones
habla en favor de la síntesis de muchos elementos en procesos no
equilibrados.
FORMAOON DE LOS ELEMENTOS QUIMICOS 239

La formación de elementos químicos en diversas condiciones carac·


teriza las formas más simples del desarrollo en el Cosmos. Estas for·
mas son las predominantes en la existencia general de la materia. Mas
para nosotros ofrecen mucho mayor interés práctico las formas de
desarrollo que producen complejas combinaciones químicas y el ser
vivo. La formación de esas combinaciones en estrellas y nebulosas di·
fusas es imposible; puede darse solamente en los planetas. Además,
la vida que conocemos puede engendrarse no en todos los planetas,
sino sólo en aquellos que posean atmósfera y agua y reciban del astro
central suficiente cantidad de calor.
Así, pues, si decidimos precisar un cierto "punto cero" en el des·
arrollo de la materia, es decir, si nos imaginamos una nebulosa difusa
de gran tamaño y observamos su evolución, veremos cómo el flujo
general primario del desarrollo se ramifica en varias direcciones que
nos llevan a resultados cualitativamente distintos. Al principio esa
nebulosa se va haciendo más y más densa, debido a lo cual, en una
etapa determinada, aparecen las estrellas. La nube inicial da también
origen a los planetas. La mat~ria difusa no utilizada se dispersa en
el espacio por la radiación estelar, y después de un período determi·
nado se concentra de nuevo en alguna región del espacio. Los enlaces
de las estrellas con otros cuerpos se van haciendo cada vez más com-
plejos en el curso de su evolución, modifícase su temperatura y el
carácter del movimiento turbulento de la sustancia, así como su com-
posición química.
Una trayectoria completamente distinta sigue el desarrollo de la
materia en los planetas. En éstos se originan combinaciones químicas
cada vez más complejas; los gases que emanan de las rocas forman
la atmósfera, se producen potentes procesos tectónicos que constituyen
el aspecto exterior del planeta. Si la masa del planeta es lo suficien·
temente grande como para retener la atmósfera y recibe suficiente
calor del astro central, en la superficie del planeta pueden formarse
amplios depósitos de agua y originarse la vida. Al surgir la vida, apa·
recen leyes totalmente nuevas de desarrollo y varía el aspecto general
del planeta; se forma una amplia bioesfera que se extiende a grandes
distancias, tanto en las profundidades de los océanos como en el aire.
Debido a la actividad vital de las plantas, se forma oxígeno y dismi·
nuye sensiblemente el ácido carbónico. La aparición de seres pensan-
240 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

tes y el avance de la civilización produce nuevas y radicales trans-


formaciones del medio geográfico. Finalmente, en el desarrollo del
pensamiento humano la materia adquiere conciencia de las leyes más
profundas de su existencia. Así, pues, en el multifacético proceso del
desarrollo universal, cada tendencia se distingue cualitativamente por
su ritmo, leyes y resultados.

§ 4. Relaciones recíprocas entre la irreversibilidad y la rotación


de la materia en el desarrollo

Todo fenómeno es una unidad de contrarios y a todo proceso se


le opone el proceso opuesto. Esta es una de las leyes más importantes
del mundo material. En relación con ello es lógico que nos pregun-
temos: ¿Tiene proceso opuesto el propio proceso del desarrollo? Sí,
lo tiene. La etapa de existencia de un sistema matenal, que se carac-
teriza por la complejidad cada vez mayor de los enlaces y las varia·
dones progresivas, es seguida, en última instancia, por otra etapa de
desintegración y de cambios regresivos. Ambas etapas se encuentran
en un estado de dependencia reciproca. La consecución de resultados
superiores acaba por producir el retorno pardal a los puntos de par-
tida, a fin de que el proceso de desarwllo posterior empiece sobre
una nueva base. Cuanto más alto es el nivel alcanzado por la materia
en su desarrollo, más violentamente se desintegra en sus elementos
componentes. Por consiguiente, los cambios tienen una rama ascen-
dente y otra descendente. V. l. Lenin decía que "en los conceptos abs-
tractos ... no Je puede expresar el principio del movimiento más que
como prindpio de la unidad de contrarios. El movimiento y el deve-
nir pueden, en general, no repetirse, ni volver al punto de partida,
mas entonces tal movimiento no sería «la unidad de contrarios». Pero
tanto el movimiento astronómico y mecánico (en la Tierra) como ja
vida de plantas, animales y seres humanos llevaba a la humanidad no
sólo la idea del movimiento, sino del movimiento con retorno a los
puntos de partida, es decir, del movimiento dialéctico." 8
La realidad de esos procesos inversos está cumplidamente demos·
tada por toda la práctica histórica de la sociedad y por la experiencia
B V. Lenin, Cuadernos fi/nsófkos, pá~t. 290.
IRREVERSIBILIDAD Y ROT AOON DE LA MATERIA 241

individual del hombre. Todo cuerpo finito, bien sea una estructura
inorgánica, bien un organismo vivo, es transitorio en el tiempo. Apa-
rece en determinadas condiciones y con el tiempo se convierte en una
forma material cualitativamente distinta, o bien se desintegra en sus
elementos componentes. Todos los cuerpos cósmicos- planetas, es-
trellas y galaxias- experimentan también semejantes transformacio-
nes, con la diferencia de que en estos casos los períodos aumentan
en muchas veces. Incluso en la región de los elementos químicos se
puede observar el proceso de desintegración, que se manifiesta clara-
mente en todos los elementos radiactivos. Tan sólo un número peque-
ño de elementos permanece estable, es decir, no se desintegra espon-
táneamente. Eso no significa, sin embargo, que dichos elemeQtos sean
inmutables y existan eternamente. Los núcleos de tales elementos ex-
perimentan la constante acción de los rayos cósmicos que producen
diversos cambios y modifican sin cesar la concentración general de
elementos en dicha región. Desde el punto de vista teórico resulta
muy interesante ver cómo se efectúa la desintegración del helio y la
renovación de las reservas de hidrógeno en el Universo. El proceso
no está investigado todavía y se tienen muy pocos datos sobre él; por
lo tanto, todo cuanto se expone a continuación no es más que una
hipótesis.
Según sabemos, en todos los procesos que se producen en el inte-
rior de las estrellas, el hidrógeno se transforma en helio y aparecen
también otros elementos. Pero no se observa el proceso inverso, es
decir, la desintegración del helio y la reposición de las reservas de
hidrógeno. ¿Cabe afirmar que no existe ese proceso? No, no puede
hacerse tal afirmación, ya que en tal caso habría desaparecido todo el
hidrógeno del Universo y existirían solamente los elementos medios y
pesados. Hoyle y otros idealistas "resuelven" dicho problema admi-
tiendo la creación mistica de átomos de hidrógeno de la "nada" y
"sin causa alguna". Pero su hipótesis nada tiene qué ver con la cien-
cia; con semejantes métodos puede demostrarse todo cuanto se quiera.
La ciencia admite solamente la explicación natural de los fenómenos,
sin recurrir a procesos místicos e inmateriales.
En la solución científica del problema caben dos posibilidades. La
primera parte del supuesto de que la transformación del hidrógeno
en otros elementos es un proceso unidirigido, sin la desintegración
242 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

consiguiente por hidrógeno de los elementos formados. Si admiti-


mos esta posibilidad, habremos de reconocer que el propio hidrógeno
no ha existido siempre, sino que se formó miles de millones de años
atrás de un estado de materia distinto sustancialmente y que el mun-
do, con el tiempo, pasará en aquellas regiones donde hay hidrógeno
a un nuevo estado cualitativo. Sin embargo, desde el punto de vista
de la ciencia moderna, esta posibilidad carece de base y por ello es
preciso desecharla.
Nos queda únicamente la segunda posibilidad; la transformación
del hidrógeno en otros elementos no es irreversible y es posible la
desintegración de cualquier núcleo en protones y neutrones. Para que
esta desintegración sea factible, el núcleo de helio o de otro elemento
ha de estar sometido a una acción de gran energía. Si en alguna re-
gión del espacio se hubiese producido una temperatura de varios bi-
llones de grados, ésta habría sido suficiente para la desintegración de
los núcleos. Mas semejante temperatura es imposible en gran escala,
ya que el sistema se desintegraría a una temperatura mucho menor.
No obstante, al núcleo se le puede transferir una energía equivalente
en actos singulares de interacción. Lo importante es que estos proce-
sos se próduzcan en grandes escalas, a fin de asegurar la abundancia
observada de hidrógeno. ¿Existe en la naturaleza un factor constante
de ese género capaz de producir la fisión de los núcleos? Sí, existe.
Es la radiación cósmica, es decir, un flujo de partículas de enorme
energía. El origen de los rayos cósmicos sigue siendo un enigma en
muchos de sus aspectos; supónese que son emitidos ·por las estre-
llas, sobre todo cuando estallan las novas y las supemovas y luego
se aceleran hasta alcanzar grandes energías en los campos magnéticos
de la galaxia. Al chocar con los núcleos atómicos, las partículas cós-
micas pueden provocar la fisión completa o parcial de núcleos en
nucleones. Estos procesos se verifican constantemente en la atmósfe-
ra y se registran en la emulsión de las placas fotográficas de capa
gruesa.
Es indudable que las fisiones nucleares se producen también en
-el Cosmos, donde son, probablemente, el factor principal de la for-
mación de hidrógeno a partir de otros elementos.
Para demostrar que esto puede ser así, haremos un cálculo aproxi-
mad..o de la probabilidad de semejantes fisiones. Según las medido-
IRREVERSIBILIDAD Y ROTACION DE LA MATERIA 243

nes, en las placas fotográficas colocadas a una altura de 3 a 7 km,


inciden varias partículas cósmicas por 1 cm 2 • Supongamos que en
1 cmz de placa, situada en el espacio universal, inciden por segundo
1 o partículas. Supongamos también que el flujo de emisión cósmica
de esa intensidad atraviesa una nube de materia difusa con una densi-
dad de I0-19 g/ cm'. ¿Cuántos años habrán de pasar para que cada nú-
cleo choque con una partícula cósmica? Para determinarlo, recordemos
que la sección media eficaz del núcleo equivale a I0-2 ' cm 2 • Teniendo
en cuenta que cada segundo pasan 1O partículas por 1 cm 2 , vere-
mos que cada núcleo puede fisionarse, por término medio, en 10 18 seg
ó 3·10 10 años. Treinta mil millones de años es un plazo muy grande,
pero perfectamente aceptable. En las regiones del espacio 4onde la
densidad de la materia y la radiación son superiores, las colisiones
serán, naturalmente, más frecuentes. Pero incluso si en algunas regio-
nes del espacio la probabilidad de fisión es menor de lo que indica-
mos, resulta indudable que también en ellas la renovación de las
reservas de hidrógeno depende, en lo fundamental, de la acción de
las radiaciones cósmicas.
La existencia de procesos inversos de desintegración ha dado rei-
terados motivos para afirmar que en el mundo, tomado en su con-
junto, no hay desarrollo de ningún género, sino tan sólo constantes
procesos de rotación con el retomo consiguiente a los puntos de par-
tida. Spinoza decía ya que la variación es atributo de las cosas y que
el mundo, en su conjunto, es invariable. Hoy día se intenta basar la
teoría de la rotación en la teoría de la relatividad. Por analogía con
la idea de la curvatura del espacio, se introduce el concepto de la cur-
vatura del tiempo. En caso de curvatura positiva, el tiempo se describe
por una curva cerrada; si es constante, por una circunfere(lcia, y por
una elipse si es variable. En este caso, todos los fenómenos de la
naturaleza se repetirían constantemente con un período que vendría
determinado por la longitud de la circunferencia o l'a elipse, que re-
presentarían el curso del tiempo.
Semejante teoría halló su expresión concreta en la concepción del
Universo pulsante, propuesta inicialmente por Einstein y desarrollada
más tarde por numerosos autores. Según esta teoría, el Universo se
contrae y se expande periódicamente. En la actualidad estamos vivien-
do un ciclo de expansión, que será seguido dentro de varios miles de
244 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

millones de años por otro de contracción, etc. En el Universo pul-


sante, un ciclo no se diferencia de otro, debido a lo cual no se puede
hablar de un curso constante del tiempo. Puede fijarse únicamente
la orientación dd tiempo para un ciclo determinado, pero no para
todo el Universo. Ampliando semejante teoría, R. Schlegel supone
que el concepto de tiempo es inaplicable el Universo en su conjunto,
es decir, que éste es "atemporal".
"El Universo- escribt: Schlegel- es infinito, pero no en el tiem-
po precisamente, sino más bien fuera del tiempo, en todo el signifi-
cativo sentido de esta palabra." e
Sin embargo, la teoría del Universo pulsante es íntimamente con-
tradictoria y no corresponde a la realidad. Para que en todo el Uni-
verso se produzcan procesos cíclicos completos, no sólo el tiempo, sino
también todo el espacio mundial debería tener curvatura positiva. La
curvatura positiva del espacio significa que el Universo es cerrado.
Más arriba se ha demostrado ya que esa idea es in.::onsistente. Todo
sistema real, incluido el Universo infinito, no es un sistema cerrado.
Un sistema no cerrad0 interactúa obligatoriamente con otro sistema,
y esa interacción provoca cambios irreversibles en el estado del sis-
tema, por lo que resulta imposible la repetición completa de los ciclos.
Si tomamos en cuenta la circunstancia de que la curvatura del espacio
en la región adyacente del Universo es nesativa, se hará todavía más
evidente la imposibilidad del ciclo completo. Para que sea posible el
retorno al estado inicial, las diferentes regiones del Universo deben
interactuar entre sí de forma correspondiente. Sin embargo, la velo-
cidad de propagación de las interacciones es una magnitud finita y
en el espacio infinito la interacción se propagaría un tiempo infinito.
Por consiguiente, también sería ilimitada en el tiempo la culmina·
ción de un ciclo para todo el mundo, lo que ya de por sí hace absurdo
el concepto de cíclico referido al Universo en su conjunto.
En el desarrollo de los diversos sistemas puede producirse, y se
produce naturalmente. el retorno a los puntos de partida; sin em·
bargo, ningún ciclo debe ser comprendido en sentido absoluto. Inclu-
so un proceso repet:ido tan sencillo como es la rotación de la Tierra
alrededor de su eje n') se puede considerar como una rotación abso-
9 R. Schlegel. "The age of the unh·erse", The BritiJh fournal for the Philosoph1
Clf Srien<e, vol. V, núm 19, nov. 1954, pág. 232.
IRREVERSIBILIDAD Y ROTACION DE LA MATERIA 245

luta, ya que constantemente se producen pequeña" oscilaciones de ve-


locidad por la acción de los flujos y reflujos y de algunos otros fac·
tores. Lo mismo ¿ebemos decir respecto de la rotación de planetas
en torno al Scl o de las estrellas en torno al centro de la galaxia,
donde las perturbaciones gravitatorias por parte de otros cuerpos pro-
vocan constantemente ciertos cambios en las órbitas.
Respecto al desarrollo, importa subrayar que no hace más que re-
petir parcialmente las etapas recorridas, perCI las repite de otra mane-
ra, sobre una base más alta. El desarrollo no se efectúa en círculos,
sino siguiendo una línea muy compleja, semejante a la espiral. Rige
en él la ley dialéctica de la negación de la negación, que presupone la
conservación de algunos elementos de la etapa anterior de desarrollo.
Bn el m•mdo nada desaparece sin dejar huella; cada fenómeno ejerce
una influencia mayor o menor en el desarrollo sucesivo. Esta influen-
cia presupone cambios irreversibles en el estado de los sistemas, de-
bido a lo cual resulta imposible el retorno a los puntos de partida.
Cada fenómeno tiene en su desarrollo una fase de culminación.
Pero el término del desarrollo ¡:le un sistema no significa la desapa-
rición de todas las consecuencia de su evolución. Esas consecuencias
se incorporan como factores o eslabones a la cadena de desarrollo de
un sistema más general. Sabemos que las consecuencias de la vida y
actividad de cada individuo no desaparecen sin dejar huellas después
de su muerte, sino que significan una aportación mayor o menor al
desarrollo de toda la sociedad. La evolución de cualquier organismo
vegetal o animal constituye un aspecto aislado en el desarrollo de la
especie. En la naturaleza inorgánica, esta ley actúa también en forma
específica y puede formul.me, más o menos, del siguiente modo: todo
movimiento o proceso reversible en un sistema es un momento del
desarrollo o del cambio irreversible de un sistema de orden superior.
El movimiento de las partículas elementales en los átomos p:ucce un
proceso completamente reversible y repetido, ya que en la m.1yoría de
las interacciones la reacción puede seguir una u otra dirección. Sin
embargo, esa reversibilidad se infringe durante el largo período de
existencia de dicho conjunto de partículas, durante el cual se forman
átomos y moléculas de diversa complejidad y, en determin,tdas con-
diciones, sustancia viva. Es indudable que la complejidad creciente
de la materia tiene por fuente interna la tendencia al autodesarrollo,
246 t..EYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

que se abre paso desde las "infinitas profundidades" de la mater1a


y que, al producirse, cambia de forma irreversible las interacciones de
las micropartículas. Si dichas interacciones fuesen plenamente rever·
sibles, sería imposible el desarrollo y la formación de estructuras com-
plejas.
Esta ley rige asimismo en la esfera de los fenómenos macroscópi-
cos. En la vida cotidiana observamos la constante sucesión de las es·
taciones del año, la repetición de fenómenos meteorológicos, como
precipitaciones, vientos, etc. Parece que en la naturaleza se efectúa una
renovación permanente con retorno a los puntos de partida. En efec·
to, se produce una determinada repetición, pero, sin embargo, ésta
no es completa. Por la acción de diversos factores internos y externos,
la superficie terrestre experimenta constantes cambios: se forman
nuevas montañas y se destruyen las viejas, se convierten en panta-
nos los lagos y se forman otros, etc. La atmósfera pierde constant~
mente oxígeno, que es absorbido por los minerales, formando óxidos.
Sus reservas se habrían agotado muy pronto, si no se renovase cons-
tantemente gracias a la actividad vital de las plantas, que mediante
la fotosíntesis absorben gas carbónico y lo descomponen en carbono
y oxígeno libre. Por otra parte, las reservas de anhídrido carbónico se
completan por la respiración de animales y personas, las actividades
industriales, y sobre todo gracias a la actividad volcánica. De esa for-
ma, todos los procesos reversibles de la superficie terrestre y de la
atmósfera son eslabones de la evolución irreversible que se produce
en la composición química de las capas superficiales de la Tierra, en
el desarrollo de toda la biosfera.
El movimiento de los planetas alrededor del Sol es otro eslabón
más en el desarrollo general del sistema solar. Según las teorías mo-
dernas, el Sol se formó a la vez que otras estrellas de una protonube
primaria. Al abandonar la aglomeración estelar, el Sol, por la fuerza
de la atracción, arrastró cierta parte de la materia amorfa, que pasó
a formar los planetas. 10
Desde el comienzo de la formación de los planetas, su rotación
alrededor del Sol se vio acompañada de una constante absorción de
materia amorfa en las proximidades de las órbitas, debido a lo cual
10 "Trabajos presentados a la Primera Confe~ncia Cosmogónica", Academia de
Ciencias de la U.R.S.S., 1951
IRREVERSIBILIDAD Y ROTAOON DE LA MATERIA 247

las masas de los planetas se fueron incrementando continuamente,


aproximándose sus órbitas a las que ahora presentan. Sobre la Tierra
siguen cayendo hasta la fecha varias toneladas diarias de sustancia
meteórica, en su mayor parte en forma de polvo o pequeños gránulos.
Planetas de mayor masa, como Júpiter, en virtud de su atracción cap-
turan cantidades mucho mayores de sustancia meteórica. De esa ma·
nera, las constantes renovaciones del movimiento de los planetas cons-
tituyen aspectos del desarrollo a que está sujeto todo el sistema solar
en su conjunto.
En el desarrollo de la galaxia y de otros sistemas estelares existe
una ley análoga. La rotación de las estrellas y de la materia amorfa
alrededor de un centro común de gravedad guarda relación con nu·
merosos cambios irreversibles, como es la irradiación por las estrellas
de materia y energía, la formación de nuevas estrellas por la materia
difusa y la modificación de la estructura y forma exterior de la ga-
laxia. Todos estos procesos traen como consecuencia el paso de las
galaxias de forma irregular a la forma espiral y de ésta a la elíptica.
Es indudable que todas las renovaciones y cambios reversibles re-·
presentan casos particulares del desarrollo y de la evolución irrever·
sible en el marco de un sistema más general: la metagalaxia. Engels
escribía: "La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, y las
Ciencias Naturales modernas, que ofrecen para esa prueba un mate-
rial extremadamente rico, cada día más abundante, han demostrado
así que en la naturaleza, al fin y al cabo, todo se realiza de modo
dialéctico y no metafísico ... , que la naturaleza no se mueve en un
círculo eternamente homogéneo, que se repite constantemente, sino
que vive su historia real." 11
La irreversibilidad de los cambios en todos los sistemas materiales
halla su expresión concreta en el carácter del curso del tiempo, que
expresa la sucesión de existencia de los cuerpos. En la existencia ge-
neral del mundo, el tiempo es también irreversible, pues fluye del
pasado al futuro a través del presente.
Si consideramos que la interacción recíproca de los cuerpos es ley
fundamental de su existencia, resulta evidente que el tiempo debe
fluir obligatoriamente del pasado al futuro para que sean posibles
las interacciones. Si fluyese al contrario- del futuro al pasado-, la
11 F. Engels. A111i-Diihring, ecl. rusa, r.igs. 22·23.
248 lEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

relación de causa y efecto de los acontecimientos se produciría en


sentido inversCJ. El efecto antecedería a la causa y ésta se produciría
después del efecto, cosa completamente imposible. En tal caso no
habría efecto, ya que carecería de fundamento, como lo es siempre
la causa. Del mismo modo, la causa no podría ser causa, ya que el
efecto se habría producido antes de ella. Por consiguiente, con el fluir
inverso del tiempo serían imposibles las interacciones y los cambios,
y, por lo tanto, sería imposible la propia existencia de la materia.
Gracias precisamente a que el tiempo es la forma fundamental de
existencia de la materia, la medida de su variación, tiene una direc-
ción unilateral del pasado al futuro, y sólo esa dirección hace posible
la relación de causa y efecto de los fenómenos.
Nos hemos detenido tan prolijamente en este problema, al parecer
evidente, porque hasta hoy día se afirma que es posible el curso inver-
so del tiempo: según se dice, así ocarre en los microprocesos y hasta
en escala cósmica, en las hipotéticas regiones del Universo donde dis-
minuye la entropía. Semejantes afirmaciones se basan en la suposición
de que existen procesos totalmente reversibles. Ello es así porque en
las ecuaciones de la mecánica clásica y cuántica el signo del tiempo
puede ser positivo y negativo. En Física, eso significa que si es po-
sible un movimiento cualquiera del cuerpo, es posible también el mo-
vimiento continuo, pasando el cuerpo por los mismos estados, pero
en sucesión inversa. Las ecuaciones de la mecánica y de la teoría de
las micropartículas se consideran invariantes con relación al signo del
tiempo y los procesos correspondientes simétricos con relación al pasa-
do y al futuro. Apoyándose en esto, algunos autores suponen que la
sucesión temporal transcurre en el microcosmos en dirección contraria
al macrocosmos. Esa opinión se basa también en la hipótesis de que
en el microcosmo:; las interacciones pueden propagarse con una velo-
cidad mayor que la velocidad de la luz, lo cual, según se afirma, habla
en favor del curso inverso del tiempo.
Semejantes razonamientos son totalmente erróneos. Incluso si las
interacciones se propaga!.en con una velocidad varias veces superior
a la velocidad de la luz, seguiría en pie el hecho de que un fenó-
meno, antes de producirse, debe tener una causa determinada. En
caso contrario se infringirían las leyes fundamentales de conservación
de la materia y sus propiedades.
/
IRREVERSIBILIDAD Y ROTACION DE LA MATERIA 249

También es endeble el primer argumento. La posibilidad de cam·


biar el signo del tiempo en las ecuaciones no significa aún que la
sucesión temporal de fenómenl)s se produzca en el mundo real del
mismo modo. Significa tan sólo la posibilidad teórica de invertir los
procesos en el sistema dado, igual si se trata de un sistema de -puntos
materiales de la mecánica clásica que de un sistema de partículas ele-
mentales de la teoría cuántica. Pero los microprocesos no pueden ca·
racterizarse por la sucesión inversa del tiempo. Si suponemos la posi·
bilidad de un fluir inverso del tiempo, sería imposible explicar la
existencia del movimiento. En tal caso no habría efecto, ya que no
tendría fundamento; tampoco habría causa, pues a su vez tendría
que estar producida por alguna otra causa, y esta última, con el curso
inverso del tiempo, se encontraría lógicamente después de ella y, por
ende, no podría provocarla. La hipótesis del curso inverso del tiempo
va contra las leyes fundamentales de la naturaleza. Supongamos,
en efecto, que se produzca alguna reacción nuclear con liberación de
energía. Con el fluir corriente del tiempo, primero tiene lugar la
reacción, luego se libera la energía, que es transportada por la radia-
ción o por las partículas de la sustancia. Si el curso del tiempo es in-
verso, primero aparecerían las partículas de determinada energía y
luego se produciría la reacción nuclear. Mas la aparición de partículas
de la nada se contradice con la ley de la conservación de la materia
y la energía. Si admitimos que esa ley se infringe en todos los micro-
procesos, resulta falsa la idea de la inversa sucesión temporal de los
fenómenos.
Al examinar la dirección del tiempo en los microproccscs, debe·
mos tener en cuenta que las micropartículas integran casi siempre
diversos sistemas macroscópicos y, por consiguiente, sus interacciones
se determinan en grado considerable por la influencia del macrocos-
mos. En los fenómenos macroscópicos, como se sabe, el tiempo va
del pasado al futuro. Por ello, todos los microprocesos, sin exceptuar
los reversibles, pueden realizarse dentro de un tiempo irreversible, de
acuerdo con el principio de la causalidad y otras importantísimas le-
yes de la naturaleza. Los científicos soviéticos L. Landau y E. Lifshitz
observan muy justamente que aunque la ecuación fundamental de la
mecánica cuántica- la ecuación de Schrodinger- es simétrica con
relación al cambio de signo del tiempo, "la mecánica cuántica con·
250 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

tiene en realidad y de un modo sustancial la no equivalencia de am-


bas direcciones del tiempo. Esa no equivalencia se manifiesta en el
proceso de la interacción, fundamental para la mecánica cuántica, del
objeto de la mecánica cuántica clisica con el sistema, que se subor-
dina con suficiente grado de exactitud a la mecánica clásica. Es decir~
que si el objeto cuántico experimenta sucesivamente dos procesos de
interacciones ( llamémosles A y B) , la afirmación de que la probabi-
lidad de uno u otro resultado del proceso B se determina por el resul-
tado del proceso A, será acertada sólo si el proceso A se hubiera pro-
ducido antes que el proceso B." 12
La relación de causa y efecto es un factor importante que deter-
mina la dirección del tiempo. Pero dentro de ese factor fundamental,.
en la región del macrocosmos hay otra importante característica física
relacionada de un modo equivalente con la dirección del tiempo. Esa
característica es la entropía. El incremento de la entropía en todo sis-
tema cerrado puede ser la prueba del curso irreversible del tiempo,
que va del pasado al futuro.

§ 5. Ley de incremento de la entropía

Antes de examinar las relaciones entre la entropía y la evolución


del tiempo, nos detendremos en la esencia física de este concepto, así
como en su origen.
El concepto de entropía apareció con el progreso de la termodinámi-
ca, al ser formulados los dos principios fundamentales de esta última.
El primer principio de la termodinámica es la ley de la conservación
de la energía aplicada a los procesos calóricos. La ley de la conser-
vación de la energía afirma que es imposible crear un móvil perpetuo
de "primer género" que produzca trabajo sin ayuda de calor o de
alguna otra fuente de energía. Pero la ley de conservación de la ener-
gía no niega la posibilidad de obtener un trabajo ininterrumpido
utilizando el calor del medio circundante - el aire o el agua de los
mares - sin alteración alguna en otros cuerpos. La instalación que
aseguraría ese trabajo sería un móvil perpetuo de "segundo género".
La segunda ley de la termodinámica afirma que es imposible crear
12 E. Landau y E. Lifshitl, FiJi~a estllllística, Gosten?Jlat, 1951, pág. 47.
/
/
/
LEY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 251
dicho móvil. En la naturaleza no pueden efectuarse procesos cuyo
resultado único sea la transformación del calor en trabajo. El meca-
nismo colocado en un depósito de agua tibia no tardará en adquirir
la temperatura del agua y dejará de producir trabajo. Para obtenerlo
de nuevo es preciso crear temperaturas diferentes, es decir, refrige-
rar dicho mecanismo. Mas para refrigerarlo habremos de invertir
mayor cantidad de trabajo que el que puede producir la máquina uti-
lizando plenamente el calor libre originado por la diferencia de tem-
peraturas. Por consiguiente, la transformación no compensada del
calor en trabajo es imposible.
La segunda ley de la termodinámica afirma que en todos los fe-
nómenos de la naturaleza el calor pasa por sí solo de cuerpos más
calientes a otros que lo están menos y que el paso inverso del calor
es imposible siempre que no se invierta un trabajo complementario.
Todos los procesos calóricos tienden a la dispersión del calor y a la
nivelación de las diferencias de temperatura entre el cuerpo y el me-
dio. Eso significa que se nivelan las velocidades del movimiento de
las moléculas. Si un sistema c~rrado llega a un estado en que sus
transformaciones espontáneas son ya imposibles, es que ha llegado al
equilibrio calórico. En este caso se dice que la entropía del sistema
ha llegado a su punto máximo. La entropía es la medida de la pro-
babilidad de realización de dicho estado termodinámico o la medida
de la desviación del sistema de equilibro estadístico. Caracteriza la
"degradación" de la energía interna de un sistema cerrado, su inca-
pacidad para transformarse en otras formas de energía.
Para comprender mejor la significación de la entropía desde el
punto de vista cuantitativo, supongamos que tenemos cierto volumen
de gas con determinada energía calórica. Esta energía es la suma de
las energías cinéticas de las distintas moléculas, eutre las cuales puede
distribuirse de diferentes maneras, según sea la velocidad de las mis-
mas. Las velocidades de las moléculas son muy variadas, pero las
probabilidades de las diversas velocidades son distintas. Y nos pre-
guntamos: ¿qué probabilidad hay de que n1 moléculas posean ve-
locidades con intervalo de v1 + dv:, y n2 moléculas, velocidades
Vz + dvz, etc.? Esa probabilidad se expresará por el valor de S= +
( Wtlnwl + w,Jnw2 + walnwa + ... ), donde fl/1 = !!.!
n
y n la cantidad
252 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

general de moléculas. El valor de S, proporcional al logaritmo de


probabilidad del sistema, será la entropía del sistema de moléculas.
La experiencia demuestra que en un sistema aislado se establecerá,
al correr del tiempo, la distribución más probable de energía entre
las moléculas, de forma que el sistema pasará de un estado de menor
entropía a otro de mayor entropía, en consonancia con el equilibrio
estadístico.
La segunda ley de la termodinámica puede formularse como ley
del incremento de la entropía de un sistema calórico aislado en los
procesos irreversibles o de su invariabilidad en los procesos reversi-
bles. Debemos advertir que esto se refiere únicamente a los sistemas
aislados; si el sistema no lo es, no puede haber en él un estado de
equilibrio estadístico. Por ejemplo, la vida en la Tierra se desarrolla
constantemente y en los orgamsmos vivos no se observa la tenden-
cia al paso -~- un estado de entropía máxima. Esto oc se debe a que
los fenómenos de 1:1 vida estén en contradicción con la segunda ley
de la termodinámica, sino tan sólo a que se encuentran en constante
interacción con el medio, del cual reciben luz, calor y productos ali-
menticios. No es difícil comprender que si un organismo vivo se ve
aislado por completo del medio circundante y se convierte en sistema
cerrado, sin aire, luz ni alimentos, pasará muy pronto a un estado de
equilibrio termodinámico con el medio. Así, la tendencia a la desor-
~nización y al movimiento no regulado de moléculas predomina en
los sistemas cerrados, mientras que en los no cerrados es posible un
movimiento regulado todo lo duradero que se quiera y el desarrollo
en línea ascendente. Si los procesos en un siste:na cerrado son rever-
sibles, es decir, si se efectúan tanto en una dirección como en la
inversa, la entropía del sistema puede seguir siendo constante; pero en
los procesos i:reversibles aumenta obligatoriamente. Ahora bien, co-
mo la inmensa mayoría de los procesos de la naturaleza son irrever·
sibles, la entropía aumenta en todas las partes.
Esta peculiaridad de la entropía permite relacionarla con el cam·
bio del tiempo. En el transcurso de las últimas décadas se expone la
concepción de que el aumento de la entropía es índice de la dirección
del tiempo del pasado al futuro. En algunos trabajos la entropía es
considerada como la única característica que/)lafia de una forma por
completo equivalente al transcurso del tiempo y que parece repre-
LEY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 253
sentar su dirección. Supongamos que en el espacio universal, en una
región 'luficientemente alejada de las estrellas, vuelve un cohete pi-
lotado por hombres. En su movimiento por el oscuro vacío del espa-
cio, los hombres no se percatarán de ninguna dirección claramente
delimitada, como, por ejemplo, "arriba" o "abajo", ya que ningún
cuerpo del cohete estará sometido a la acción de la fuerza gravita-
toria. Todas las direcciones del espacio serán equivalentes. Como es
natural, podemos preguntarnos: ¿Puede extenderse también al tiempo
esa equivalencia e imprecisión de direcciones? ¿Qué factor nos per-
mitirá determinar que el tiempo fluye del pasado al futuro, y no vi-
ceversa? Eddington y otros físicos extranjeros consideran que dicho
factor sería el incremento de la entropía del sistema. "Por cuanto
se trata del Universo físico- escribe Eddington- , debemos to-
mar como dirección del tiempo aquella en que aumenta la desorga·
nización, de manera que en cualquier vertiente de la montaña que
estemos, la aguja del tiempo «futuro» estará dirigida hacia abajo." 18
Esa relación del curso del tiempo con los cambios de la entropía
no carece de cierto fundamento. En efecto, entre todas las propieda-
des concretas del sistema mate~ial no hay ninguna, a excepción de la
entropía, que varíe de forma completamente equivalente con el. tiem-
po. El curso del tiempo no se puede identificar directamente con el
proceso de desarrollo, ya que el desarrollo de cualquier sistema con-
creto tiene principio y fin, mientras que el tiempo es infinito. Ade-
más, si consideramos que tal proceso determina la dirección del tiem-
po del pasado al futuro, entonces el proceso de desorganización y
desintegración que sigue al desarrollo habría que determinarlo como
el curso inverso del tiempo, del futuro al pasado, cosa completamente
inaceptable.
No obstante, la identificación de la dirección del tiempo con el
incremento de la entropía también encierra ciertas contradicciones.
Ante todo, nada nos indica que el tiempo fluye en forma irreversible
del pasado al futuro sólo por el hecho de que aumente la entropía.
La entropía es una característica física particular, mientras que el
tiempo es la forma universal de existencia de la materia. El concepto
de entropía es aplicable tan sólo a procesos calóricos macroscópicos;
no se puede aplicar a los microprocesos ni a las partículas elementales.
13 A. Eddington, New pa1hu•ays in sdence, pág. 63.
254 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

Y si relacionamos los cambios del tiempo únicamente con el incre-


mento de la entropía, habremos de aceptar que todas las partículas
elementales existen fuera del tiempo y que los microprocesos no tie-
nen ninguna sucesión temporal, suposición completamente absurda.
Por lo tanto, la entropía no es el únimo factor indicativo de la di-
reacción del tiempo; en todo caso, es una norma totalmente inaplica-
ble en el microcosmos.
Al estudiar los procesos macroscópicos desde ese punto de vista,
tropezamos también con grandes dificultades y contradicciones. En
algunos casos, según afirma la Física estadística, resulta posible no
sólo el incremento de la entropía, sino también su disminución. Esa
disminución está relacionada con las fluctuaciones que se producen
en un sistema que tiende al equilibrio estadístico. Examinemos, por
ejemplo, un recipiente dividido por una pared; a un lado de la mis-
ma hay gas y en el otro el vacío. Si quitamos la pared, el gas inva-
dará la parte vacía y su densidad se hará igual en todas partes; se
formará un estado de equilibrio estadístico con la entropía máxima. Si
el sistema está aislado, dicho estado se conservará todo el tiempo que
se quiera. Sin embargo, pasados determinados intervalos de tiempo,
en el sistema pueden producirse desviaciones del estado dado o fluc-
tuaciones. Más todavía, en principio es posible que todas las molé-
culas vuelvan a reunirse, en un cierto momento de tiempo, en un
lado del recipiente, dejando vado el otro. Cierto que la probabilidad
de semejante fenómeno es reducidísima, tanto menor ~antas más
sean las moléculas del recipiente. Si la masa del gas equivale, por
ejemplo, a un gramo, semejante hecho puede tener lugar una sola vez
en muchos trillones de años. Sin embargo, en nuestro caso lo que
importa es la posibilidad teórica de semejantes procesos. La admisión
de tal posibilidad tiene gran importancia en la Física estadística. A
fines del siglo XIX, Boltzmann utilizó la idea de las fluctuaciones para
atacar la teoría de la muerte calórica del Universo. Suponía Boltz-
mann que en el Universo se producen constantes desviaciones del
equilibrio estadístico acompañadas de una disminución de la entropía
(este problema lo analizaremos más adelante) .
Este punto de vista aporta esenciales,.modificaciones a la idea de
la relación entre la entropía y el tieníp~. Si el curso del tiempo del
pasado al futuro se identifica con el incremento de la entropía, la
LEY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 255
disminución de ésta significaría el curso contrario del tiempo: del
futuro al pasado. Pero, como indicábamos más arriba, tal conclusión
nos lleva a suponer que la relación de causa y efecto de los aconteci-
mientos se produce a la inversa, infringiendo así las leyes fundamen-
tales de la conservación. Además, la propia interacción de los objetos
materiales resulta imposible. Por lo tanto, hay que renunciar a la
idea del curso inverso del tiempo, lo cual equivale a decir que no
podemos tomar el aumento de la entropía como prueba del curso del
tiempo hacia el futuro, por lo menos para todos los procesos. Así,
pues, no es el tiempo el que se deduce de una característica física
particular, la entropía, sino, por el contrario, el incremento de la en-
tropía deriva de los cambios de la materia en el tiempo. No debe
olvidarse, además, que el concepto de entropía no es aplicable a to-
dos los estados existentes en la naturaleza; tampoco lo podemos apli-
car a todas las formas de la materia, sino tan sólo a las que se carac-
terizan por parámetros termodinámicos.
En este caso, ¿qué podemos tomar como criterio efectivamente
universal y equivalente de la di~ección del tiempo? A nuestro juicio,
ese criterio son las leyes objetivas de las interacciones y enlaces cau-
sales de los fenómenos. El tiempo fluye irreversiblemente del pasado
al futuro, en tanto en cuanto se observa el enlace causal de los fenó-
menos. Con el fluir inverso del tiempo, el enlace causal sería impo-
sible y, por consiguiente, imposible la interacción y el movimiento.
Como tal dirección no existe objetivamente, no puede haber criterios
determinantes para ella. Esto se refiere también por completo a los
microprocesos. La posibilidad de sustituir el signo del tiempo en
las ecuaciones de micropartículas no significa el cambio efectivo de la
dirección del tiempo, sino tan sólo la admisión de que la partícula o
el sistema pueden pasar tanto del estado A al estado B como del es-
tado B al estado A, siendo el proceso del tránsito igual en ambos
casos. Pero incluso si esos procesos reversibles se producen, transcu-
rren en el marco del curso irreversible del tiempo. Según observan
L. Landau y E. Lifshitz, en la mecánica cuántica "existe la no equiva-
lencia física de ambas direcciones del tiempo y es posible que su ex-
presión «macroscópica» sea la ley del aumento de la entropía" .a
De esa manera, el aumento de la entropía es la prueba física con-
14 L. Landau y E. Lifshitz, Física estadística, ed. rusa, plig. 47.
256 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

creta del curso irreversible del tiempo, pero es aplicable tan sólo a
ciertos grupos de fenómenos y existe en el marco de un criterio más
general de enlace causal. Por ello, la ley del incremento de la entro-
pía no se debe tomar como ley absoluta y universal, vigente para to-
das las formas de existencia de la materia. Si la consideramos como
ley absoluta, se llega a la reaccionaria teoría de la extinción térmica
del Universo. En las últimas décadas esta teoría ha sido muy aireada
y los idealistas la esgrimen como uno de los más importantes argu-
mentos que "refutan" el materialismo. Como el problema del futuro
del Universo tiene gran importancia para el tema de nuestro libro,
nos detendremos en este punto con mayor detalle.
La teoría de la muerte térmica del Universo data de la segunda
mitad del siglo XIX y se debe a Thomson. Más tarde fue desarrollada
por Clatis1üs, quien indicó que aplicando la segunda ley de la ter-
modinámica al mundo en su conjunto se llega a la conclusión de que
todos los procesos de la naturaleza se efectúan sólo en sentido de la
dispersión de energía, de forma que el Universo tiende ineludible-
mente al estado de equilibrio termodinámico. A. partir de entonces,
esa concepción se ha manejado constantemente en los trabajos de los
filósofos y físicos partidarios del idealismo. A. ello han contribuido
sobre todo Jeans y Eddington. Jeans considera la segunda ley de la
termodinámica como ley de la "degradación" de la energía en el Uni·
verso. "El nivel de la energía - escribe - no puede descender eter-
namente, y, lo mismo que las pesas de un reloj, tendrá que llegar a
su posición más baja. Lo mismo le ocurre al Universo: no siempre
estará en condiciones de moverse, pues tarde o temprano llegará un
momento en que el último ergio de energía alcance el peldaño infe-
rior en la escalera de la degradación de la actividad, y en ese mo-
mento la vida activa del Universo cesará. La energía se conservará
aún, pero perderá toda capacidad de variación; será tan incapaz de
poner en movimiento el Universo como el agua de un apacible es·
tanque de hacer girar la rueda hidráulica. Nos encontraremos en un
Universo muerto, aunque, posiblemente, templado, en plena muer-
te térmica." "Para el U niverso, lo mismo que para los mortales, la
única vida posible es el movimiento !Jacíá-1a tumba.'' 15
Eddington hace suyas las conclusiónes de Jeans y considera que con
13 James Jeans, The Unir•erse arouná tiJ, Camb. N. Y., 1945, págs. 279-280.
LEY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 257

el tiempo toda la sustancia del Universo pasará a ser radiación y el


mundo se parecerá a un globo de ondas de radio en dilatación. "Ca-
da 1. 500 millones de años - escribe - ese globo de radio ondas
duplicará su diámetro y su volumen, se dilatará eternamente en pro-
gresión geométrica. Es evidente que en este caso se puede describir el
fin del mundo físico como una colnsal transmisión de radio." 16
Eddington relaciona la causa del curso del tiempo hacia el futuro
con el incremento de la entropía. ¿Qué ocurriría si el U niverso lle-
gase al equilibrio térmico? Veamos lo que nos dice: "La entropía
no puede seguir aumentando, y como la segunda ley de la termodi-
námica prohibe su disminución, permanecerá constante. En ese c~o.
desaparece nuestro índice de tiempo y, como se trata de un .sistema,
el tiempo interrumpe su curso. Eso no significa que el tiempo deje
de existir; existe y se extiende, lo mismo que existe y se extiende el
espado, pero carece ya de toda calidad dinámica. El estado del equi-
librio termodinámico es un estado necesario de muerte, así que no
habría ninguna conciencia para prever uno u otro índice de la «fle-
cha del tiempo». Será el fin del.mundo.
"Lancemos ahora una ojeada en la dirección opuesta - continúa
Eddington - . Observando el tiempo en el pasado, encontraremos una
organización cada vez mayor en el mundo. Si no nos detenemos antes,
lleg.1remos a un momento en el cual la materia y la energía han te-
nido la máxima organización posible. Ir más allá en el pasado es
imposible. Llegamos al otro extremo del espacio-tiempo, a su límite
último, pero que, de acuerdo con nuestra dirección del tiempo, lo
llamaremos principio." 17
El matemático Whittaker lleva esa concepción hasta su final lógico,
proclamando que "el proceso universal tiene principio y fin, pero que
Dios, independientemente de todas las demás cualidades que pueda
tener, debe ser eterno: no tiene ni principio ni fin" .18
Así, pues, la demostración está culminada; partiendo de una inter-
pretación errónea de los datos de la ciencia moderna se proclama lo
que durante siglos se esforzaron por demostrar los teólogos y los fi-
lósofos idealistas. Pero si antes eso se afirmaba con artificios lógicos

11 A. Eddington, New pa1hway1 in uien~e, pág. 71.


17 Ibidem, pág. 58.
ts E. Whittaker, EJdington'J priruip/e in lhe phi/o¡ophy of uien~e, pág. H.
258 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

y señalando la predeterminada armonía del mundo, hoy día se emplea


para demostrarlo el aparato de la ciencia moderna.
" ... Es sumamente característico- escribía V. l. Len: 1 - el ver
cómo los representantes de la burguesía culta, al igual que el náufrago
que se aferra a una tabla de salvación, traten por los medios más refi-
nados de conservar o buscar un sitio para el fideísmo, que en las capas
inferiores de las masas populares es originado por la ignorancia, la in-
cultura y el absurdo salvajismo de las contradicciones capitales." :n
La teoría de la muerte térmica del Universo fue, desde su prin-
cipio mismo, violentamente criticada por Engels, quien demostró sus
íntimos vínculos con la religión, ya que admitía tácitamente la crea-
ción del mundo en el pasado. Engels rebate la afirmación de que
todas las formas del movimiento se convertirán forzosamente en calor,
el cual sce dispersará irremisiblemente en el espacio, e indica que el
movimiento de la materia es indestructible no sólo en el sentido cuan-
titativo, sino también cualitativo, es decir, en el sentido de sus posi-
bles e ilimitadas transformaciones de unas formas en otras. El calor
emitido al espacio universal se convierte obligatoriamente en otras
formas de movimiel;lto, a fin de incorporarse a un nuevo ciclo de des-
arrollo. Estas tesis de Engels constituyen la base filosófica que per-
mite refutar la teoría de la extinción térmica del Universo.
El físico materialista Boltzmann (1844-1906) hizo una fundada
crítica de esta teoría. En la termodinámica clásica se consideraba que
si el sistema había alcanzado el equilibrio termodinámico, cesaban en
él todos los procesos activos relacionados con cualquier desviación de
ese estado. Boltzmann abordó el problema partiendo de la teoría
molecular cinética. Relacionó el concepto de entropía con el de fun-
ción del estado del sistema molecular, admitiendo la posibilidad de
que este sistema variase incluso con un equilibrio estadistico. La en·
tropía, así considerada, resulta proporcional al logaritmo de la proba-
bilidad del estado del sistema. El incremento de la entropía significa
el paso a estados más y más ,erobables. Pero como el estado más pro-
bable se aproxima a otro cuya probabilidad es algo menor, tendrán
lugar en el sistema pequeñas deYiaciones o fluctuaciones de dicho
estado, durante las cuales la ~opía irá disminuyendo.
Boltzmann aplica esta idea a todo el Universo. Admite que la se-
le V. J. Lenín, Obras, 4' ed. en ruso, t. XIV, págs. 294·295.
LEY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 259
gunda ley de la tP~mooinámica es correcta para el Universo entero,
el cual, en su conjunto, se halla en estado de equilibrio térmico. Sin
embargo, en algunas de sus partes se producen desviaciones o fluc-
tuaciones de dicho estado con disminución de la entropía, que a veces
abarca regiones gigantescas. Semejantes fluctuaciones vienen deter-
minadas por las leyes de la probabilidad, y después de cada una de
ellas el sistema recobra estado de equilibrio térmico. La región del es-
pacio que nos rodea es precisamente una fluctuación de proporciones
gigantescas en el curso de la cual surgió la vida en la Tierra.
La hipótesis fluctuatoria de Boltzmann cumplió históricamente un
papel progresivo en la lucha contra la teoría de la muerte térmica
del Universo, pues demostraba la posibilidad de los constan~es cam-
bios en el mundo. Sin embargo, presentaba también defectos que des-
valorizaban su contenido crítico. De hecho no eliminaba la idea reac-
cionaria de que el equilibrio térmico es inevitable; por el contrario,
presuponía que todo el Universo está sumido ya en ese estado, es
decir, proclamaba como real lo que la teoría criticada presentaba como
posible en el futuro. La hip~esis de Boltzmann negaba en absoluto

el desarrollo regular en el Universo, pues lo reducía un conjunto de
desviaciones circunstanciales del estado general de extinción térmica.
La solución de Boltzmann es también limitada, puesto que, sin
ningún fundamento, aplica las leyes particulares de la Física molecu-
lar a todo el Universo infinito.
¿Cuál es, pues, la refutación verdaderamente científica de la teo-
ría de la muerte térmica del Universo? A nuestro juicio, hay que de-
terminar, ante todo, los límites de aplicación de la segunda ley de la
termodinámica; hay que dar también una interpretación correcta a
los procesos de transformación de las micropartículas en el micro-
cosmos. La concepción de la muerte térmica es íntimamente contra-
dictoria, pues a la vez que proclama la finitud del mundo en el tiempo
acepta su infinitud en el espacio. Pero si admitimos" que el Universo
no está limitado en el espacio en virtud de la velocidad finita de pro-
pagación de las interacciones, al equilibrio térmico universal se llega-
ría en un tiempo infinito. De esta forma, la muerte térmica seria
solamente posible en un futuro infinito, lo que de hecho significa
negar la posibilidad de semejante estado.
En la realidad, el equilibrio térmico es imposible incluso en un fu-
260 LEYES DEL DESAIUt.OLLO DE LA MATERIA

turo infinito, ya que admitir tal posibilidad presupone la transfor-


mación irreversible de todas las formas de movimiento en calor, que
se dispersa definitivamente; y semejante suposición carece de todo
fundamento. Los partidarios de esta teoria aplican - sin justificación
alguna- la seguncJa ley de la termodinámica a todos los procesos
universales y a todo el Universo infinito.
Esta ley, que afirma en forma categórica la llegada inevitable del
equilibrio térmico, puede aplicarse tan sólo a sistemas térmicamente
aislados. Pero ningún sistema real, y tanto menos el Universo infinito,
satisface esta condición, ya que no son sistemas cerrados. Cualquier
galaxia o un sistema todavía mayor tendrán siempre sistemas exte-
riores, que con su influencia les harán salir del estado de equilibrio;
por otra parte, dicho estado es imposible, pues el sistema irradia con-
tinuamente materia y energía.
br constante e irreversible dispersión de las radiaciones en el Uni-
verso sería posible en dos casos: 1) si todo el Universo fuese un
islote de materia existente en un espacio absolutamente vacío; 2) si
el Universo tuviese una estructura jerárquica y la densidad de la ma-
teria tendiese constantemente a cero al aumentar la escala de los sis-
temas. En este último caso también tenderia a cero la absorción de las
radiaciones. Pero anteriormente hemos demostrado que el U niverso
no puede estar estructurado de este modo, y por ello es imposible en
él la dispersión irreversible de la energía. El propio hecho de la au-
sencia de equilibrio térmico en un Universo eterno aboga en contra
de semejantes esquemas de estructuración del mundo en su conjunto.
La organización de la materia en sistemas enteros y estables ha
de tener en el Universo un límite superior, pasado el cual la distri-
bución de la materia se hace más o menos uniforme y subordinada
a la ley causal. Con esta organización estructural es muy posible que
en espacios suficientemente grandes del mundo, en los cuales la ener-
gía cinética del movimiento térmico de las micropartículas resulte
equiparable a la energía de sus interacciones gravitatorias, la radiación
sea absorbida por la materia difusa, transformándose su energía en
otras formas de energía. En sistemas de tal escala, la masa general
puede ser tan grande que su campo gravitatorio estará en condiciones
de retener casi toda la radiaciór¡..estetar, mientras no quede absorbida.
Un sistema así poseería curvátura espacial positiva, a semejanza del
LEY DE INCREMI!WTO DE LA ENTROPIA 261
Universo cerrado de Einstein, con la sola diferencia de que en el Uni-
verso real habría un número infinito de sistemas semejantes. El enlace
entre esos sistemas, más que con ayuda de los campos corrientes, se
realizaría a través de otras fuerzas de naturalen desconocida.
De esa manera, la primera y fundamental razón de que el mundo
real no pueda llegar al estado de equilibrio térmico reside en la absor·
ción de toda la materia irradiada a partir de un volumen de espacio
suficientemente grande.
Debemos examinar ahora la suerte que corre la radiación absorbida
y ver de qué manera puede volver a incorporarse a un nuevo ciclo
de desarrollo. Esto nos obliga a precisar los límites de la segunda
ley de la termodinámica. No es que afirmemos que rige en una región
del Universo y en otra no. La segunda ley de la termodinámica se
extiende a todas las regiones del U verso donde existen procesos tér-
micos, ya que en todas partes e álor pasa de cuerpos más caldeados a
cuerpos menos caldeados, · do imposible lo contrario. Y con todo
y eso, la infracción de la segunda ley de la termodinámica está rela-
cionada precisamente con la posibilidad de una inversión semejante.
·Esta ley encierra otra afirmación, a saber: que la entropía de un
sistema cerrado tiende al máximo al establecerse el equilibrio esta·
dístico. En este sentido, la ley ~ aplicable tan sólo a sistemas cerrados
y no rige en los sistemas cósmi~s reales, y tanto más a todo el Uni,
verso infinito. \
La segunda ley de la termodinámica se refiere únicamente a los
procesos térmicos, y no se extiende a otras formas de movimiento. Ya
en el siglo pasado se estableció que no podía aplicarse al movimiento
browniano, condicionado por las interacciones moleculares, que se
produce contra las conclusiones que determinan el incremento de la
entropía en sistemas cerrados y no manifiesta tendencia alguna al cese
o al establecimiento del equilibrio estadístico.
Esta ley no es tampoco aplicable a las interacciones nucleares, elec·
tromagnéticas y gravitatorias en escala atómica; sin embargo, son pre-
cisamente estos procesos los que determinan todo el desarrollo de la
materia en el Cosmos. La segunda ley de la termodinámica no con-
sidera el tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos al aumen·
tar la masa del sistema. En un sistema cerrado de dimensiones relati·
vamente pequeñas puede producirse, debido a .la nivelación de las
262 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

velocidades del movimiento de las moléculas, un estado de equilibrio


térmico. Mas no en todos los sistemas cen~dos se desarrollará el pro-
ceso en este sentido. Si la masa del sistema aislado supera en Y.zo la
masa solar, en sus profundidades se originará una presión y una tem-
peratura tan ele-Vadas que se iniciará la reacción termonuclear, con lo
que se liberará mucha más energía que la energía cinética primaria
de las moléculas. ¿.Acaso no se contradice este desarrollo del proceso
con la segunda ley de la termodinámica? Es indudable que sí, ya que
en el sistema no se origina ningún equilibrio estadístico, sino, por el
contrario, se libera una enorme cantidad de calor. Pero, por otra parte,
el calor en este caso no se forma por su tránsito de cuerpos menos
c~deados a otros más caldeados, sino en virtud de la energía de las.
interacciones gravitatoria y nuclear, respecto a las cuales la segunda
ley de la termodinámica no contiene afirmaciones de ninguna clase.
Mora bien, una vez que el calor ha surgido, su destino ulterior que-
c,ia~ determinado por esa ley.
Tropezamos aqní con los límites de aplicación de la segunda ley
de la termodinámica.: dicha ley no rige en los casos de calor no
originado por procesos térmicos, sino por interacciones electromagné-
ticas, nucleares y gravitatorias. La ley no se refiere a todas las trans-
formaciones energéticas existentes en la naturaleza, sino solamente a
aquellas que están relacionadas con las transformaciones del calor. En
particular, no tiene validez en los microprocesos, donde es posible la
transmisión del calor por cuantos desde sistemas de menos energía
propia a sistemas con gran energía propia. Por lo tanto, no es tan
universal como la ley de la conservación de la energía, aplicable a
todos los procesos sin excepción, tanto singulares como estadísticos.
Estos hechos tienen importancia primordial cuando se trata de refu-
tar la teoría de la muerte térmica del Universo y de comprender las
causas internas del infinito desarrollo del mundo. .Al afirmar que
la energía se dispersa irreversiblemente en el espacio, los partidarios
de dicha teoría comprenden el proceso de un modo unilateral. Olvi-
dan que la energía no se dispersa por sí sola, sino juntamente con la
materia, que es indestructible. Por lo que se refiere a la radiación ·
electromagnética, ésta, tarde o temp~anor es absorbida por la mate-
ria difusa en las infinitas regioneS del espacio; la materia vuelve
a concentrarse en grandes masas. .Antes hemos señalado que si la
LBY DE INCREMENTO DE LA ENTROPIA 26~

masa de la nebulosa difusa es suficientemente grande y su densi·


dad tiene un mínimo de I0- 19 g/cm 3 , esa nebulosa se contraerá por
la acción de las fuerzas gravitatorias. Al contraerse, la energía del
campo gravitatorio se transforma en energía térmica y se produce el
autocaldeamiento de la nebulosa. Al llegar a cierta etapa, se origina·
rán las reacciones termonucleares y la nebulosa- se desintegrará en un
grupo de estrellas. La liberación de energía se efectúa en este caso a
expensas de las interacciones gravitatorias, electromagnéticas y nuclea-
res, que no caen bajo la acción de la segunda ley de la termodiná-
mica. Mas como ha surgido ya un sistema con una determinada ener-
gía térmica, su evolución ulterior puede explicarse, en ciert::t medida,
mediante dicha ley. La evolución del sistema estará relacionada con
el incremento de la entropía, ya que ésta aumenta en todo sistema
donde hay procesos térmicos. ·sin embargo, a pesar de ello, la entropía
no alcanzará jamás su valor máximo en el mundo como un todo en·
tero. La explicación la tenemos ante todo en la acción de los campos
gravitatorios, que empiezan a desempeñar un singular papel en las
grandes regiones del Universo.
Según observan L. Landau y E. Lifshitz, el campo gravitatorio no
puede ser incluido en el sistema cerrado; el mundo en su conjunto
"debe ser considerado no como un sistema cerrado, sino como un sis-
tema que se encuentra en un campo gravitatorio variable; en relación
con ello, la aplicación de la ley del incremento de la entropía no
conduce a la conclusión de que el equilibrio estadístico es indispen-
sable".20
Otro argumento en pro de semejante conclusión es que el ritmo de
la evolución se aminora. al aumentar el orden de los sistemas, y como
el mundo representa un sistema infinito, el incremento de la entropía
será en él infinitamente lento; así, el valor de la entropía durante el
infinito tiempo de existencia del mundo será indeterminado. La en-
tropía aumenta en todas partes sin que el mundo pasase a un estado
de equilibrio estadístico. Incluso si tomamos solamente en cuenta los
procesos de dispersión, ese estado resulta infinitamente alejado en el
tiempo. Pero en la realidad es imposible, incluso teóricamente, en un
futuro infinito, ya que en el mundo, además de la dispersión, existen
procesos opuestos de concentración de la materia y la energb, proce-
20 L. I.andau y E. Lifshitz, Físitll est.Jistita, ed. rusa, pág. 4S.
264 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATEIUA

sos cuyo papel aumenta cada vez más al ensancharse las dimensiones
de los sistemas materiales.
Sin embargo, de aquí no hemos de deducir que la evolución del
mundo constituye un proceso cíclico infinito con el constante retorno a
los puntos de partida. Más arriba señalábamos que la teoría del proce-
so cíclico absoluto es inaplicable tanto al mundo en su conjunto como
a sistemas limitados. En el desarrollo del Cosmos rige por doquier
la ley arriba señalada, según la cual unos cambios relativamente rever-
sibles en un sistema cualquiera expresan un momento de cambios
irreversibles en el maceo de un sistema más general. La acción de
esta ley depende, en particular, del hecho de que todo sistema, en el
proceso de su evolución, irradia al espacio exterior materia y energía
y de que esa radiación produce cambios irreversibles en el estado de
las regiones limítrofes. Debido a éllo, el mundo material en su con-
junto se desarrolla de un modo irreversible. Cada una de sus partes
integrantes constituye el resumen de la infinita evolución anterior de
la materia y sirve, al mismo tiempo, de punto de partida para su suce- ·
siva e ilimitada evolución.
El desarrollo del Universo es irreversible no sólo porque cada vez
se crean nuevas condiciones de existencia de los sistemas materiale$,
sino también porque en el curso del tiempo habrán de cambiar las
propias leyes del movimiento de la materia. En relación con esto ofre-
ce sumo interés el problema de cómo se desarrollan en el tiempo las
leyes del movimiento, así como las diversas formas de enlaces causales.

§ 6. Carácter determinista del desarrollo en la naturaleza

El estudio del desarrollo infinito de la materia en el tiempo nos


lleva inevitablemc -~~ a las siguientes preguntas: ¿Significa este des·
arrollo el desenvolvimiento de posibilidades con anterioridad existen-
tes? ¿O es que en el curso de la evolución se crean constantemente
nuevos estados de la materia y, en consonancia con ello, nuevas posibi-
lidades, diferentes por completo de-las-viejas, que nl siquiera poten-
cialmente estaban contenidas en eÍlas? ¿Podemos decir que el estado y
las leyes del mundo de hoy día determinan plenamente su estado y sus
leyes en el futuro? ¿Está implícito su estado futuro en el presente y lo
CARACTER DETERMINISTA DEL DESARROLLO . 265

estuvo el presente en el pasado? Dt otro modo, ¿existe algún enlace


causal equivalente entre cualquier estado concreto del sistema mate-
rial y su estado ulterior, entre las leyes existentes y las leyes que re·
girán en el futuro? Todos estos problemas, en forma algo diferente,
fueron ya tratados por la filosofía antigua y se plantearon muchas
veces en épocas posteriores. Cada sistema filosófico daba su respuesta,
que en la mayoría de los casos era afirmativa. La negativa venía prin-
cipalmente de los afiliados al idealismo subjetivo y al voluntarismo,
los cuales no admitían el carácter objetivo de las leyes de la natura-
leza, considerándolas producto de la mente humana.
Entre las tendencias idealistas que respondían afirmativamente a
las preguntas arriba formuladas debemos mencionar, ante todo, diver-
sos sistemas de idealismo objetivo en contacto directo con la religión.
De acuerdo con la concepción idealista religiosa, el desarrollo del
mundo viene impuesto por la predeterminación divina; en el momen·
to de la creación del mundo se habían previsto ya hasta los detalles
más ínfimos y todo fenómeno espontáneo quedaba totalmente excluí·
do. Sin embargo, esta concepci~n llevaba en sí contradicciones inter-
nas: si todos los fenómenos sin exclusión están predeterminados por
Dios, también los "pecados" cometidos por los hombres están prede-
terminados y pierden sentido el infierno y el castigo en la otra vida,
así como el paraíso. Los teólogos no han conseguido hasta la fecha
remontar esta contradicción, aunque sobre este tema se han escrito
docenas de libros.
Los adeptos del materialismo mecanicista de los siglos xvn y XVDI
rechazaban las ideas idealistas religiOsas acerca de la creación del mun-
do y la predeterminación divina, considerando el mundo como mate-
ria en constante evolución. Según ellos~ el mundo está constituido por
átomos indivisos en constante movimiento e interacción, y esas accio-
nes recíprocas son las que determinan, en última rnstancia, todo cuan-
to ocurre en la naturaleza. Por eso, todos los fenómenos tienen una
causa estrictamente determinada y se sujetan rigurosamente a la nece-
sidad, siempre y cuando existan para ello las condiciones correspon-
dientes. En la naturaleza no existen fenómenos casuales (es decir, sin
causa) ; lo casual es aquello cuya causa desconocemos. El conocimiento
de la causa de la casualidad demuestra que ésta es producto de la
necesidad, y por ello se ha de considerar también como una necesidad,
266 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

aunque no conocida. Una inteligencia que conociese todas las causas


del mundo no vería fenómenos casuales, cualquier acontecimiento se
produciría necesariamente.
Holbach y Diderot, que aplicaron consecuentemente esta concep-
ción, asestaron un golpe demoledor a la noción idealista religiosa del
mundo. Es evidente que, pensando así, el problema del determinismo
en el desarrollo se resolvía en sentido afirmativo. Cada estado con-
creto del mundo es obligatoriamente producto de un estado anterior,
pues si no hubiese existido esa necesidad no habría surgido. El pasado
llevaba en si, en forma de posibilidad, todo lo existente hoy día, y
el presente contiene el futuro como posible. El desarrollo del mundo
es el desarrollo equivalente de la necesidad. La naturaleza no conoce
libertad de opción, hace lo que se deriva obligatoriamente de las leyes
-de su existencia. Conociendo esas leyes, asi como todos los estados de
los cuerpos en el tiempo presente, podrían preverse los acontecimien-
tos del futuro si la mente humana no fuese demasiado débil para
enfrentarse con semejante análisis. Pero la dificultad no es de prin-
cipio; una inteligencia mucho más poderosa, en el caso de que exis-
tiese, del conocimiento de todas las causas en el presente deduciría
claramente el desarrollo del futuro. Laplace escribía:
"Una inteligencia que conociese todas las fuerzas que en un mo-
mento dado animan a la naturaleza, así como la posición relativa de
todas sus partes integrantes, y si, además, fuese lo suficientemente
amplia para someter esos datos al anál~is, podría abarcar en una
fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del Universo y
los movimientos de los átomos más ligeros: nada quedaría incierto
para ella, y el futuro, lo mismo que el pasado, se extendería ante su
vista. La perfección que la mente humana ha sabido proporcionar a
la astronomía nos da una débil idea de lo que puede ser una inteli·
gencia semejante." 21
No hay que pensar que Laplace y los demás materialistas franceses
se inclinaban hacia el fatalismo religioso: exponían, por el contrario,
concepciones materialistas acerca del mundo y se mantenían 1ñtran·
sigentes frente a la religión. E~ietto que Holbach se calificaba de
fatalista, pero era un fatalismó basado en la idea materialista de la
21 Laplace, Ensayo fi/osófiro sobre la Jeorla áe la twobabilitlllll, ed. rusa, 1908.
pág. 9.
CARACTER DETERMINISTA DEL DESARROLLO 267

naturaleza. El nombre exacto de esa concepción es el de determinismo


mecanicista consecuente.
Más adelante, la concepción del determinismo encontró en la me-
mánica una fórmula más sencilla y, en general, más primitiva. Consi-
derábase que conociendo las coordenadas y los impulsos de los ele-
mentos componentes de un sistema, así como las fuerzas exteriores
que actúan sobre él, puede determinarse, operando con las ecuaciones
correspondientes, el comportamiento del sistema en cualquier tiempo
futuro. Los éxitos de la mecánica celeste parecían confirmar la certeza
de semejante aserto.
Sin embargo, la teoría cuántica ha demostrado que eso es irrealiza-
ble. La exactitud del valor simultáneo de las coordenadas e impulsos
de las partículas se consigue por la relación de incertidumbre. Por
ello, el planteamiento del problema según Jo hace el determinismo
mecanicista pierde sentido.
Debemos señalar, no obstante, que la mecánica cuántica rechaza
la interpretación simplista que del determinismo hace la mecánica
clásica, aunque acepta el determinismo formulado por los materia-
listas franceses. Si se reflexiona atentamente acerca de lo que Laplace
dice, veremos que éste no consideraba suficiente para predecir el fu-
turo el simple conocimiento de las coordenadas y los impulsos de las
partículas. Paca él, una condición indispensable era el conocimiento de
todo el conjunto de propiedades e interacciones de los diversos cuer-
pos, comenzando por los gigantescos mundos cósmicos y terminando
en los diminutos átomos. Al mismo tiempo, Laplace indicaba clara-
mente que la inteligencia humana era demasiado débil para resolver
semejante problema; sólo podía hacerlo una inteligencia incompara-
blemente más lúcida, para la cual el conocimiento de todas las causas
es condición necesaria y suficiente para prever todas las consecuencias.
Tampoco debe creerse que la concepción determi~ista, por sí sola, nos
lleva a la conclusión de que la materia está constituida por corpúscu-
los muy simples y sin estructura. Los materialistas franceses operaban
con el concepto de átomo indiviso porque no veían otra explicación
más racional de la materia. En aquel entonces se desconocía la com·
plejidad del átomo y ni siquiera se habían descubierto experimental-
mente los propios átomos. Pero aun admitiendo la complejidad y el
carácter inagotable de los átomos y demás microobjetos de que nos
268 LEYES DEL DESARROLLO DE LA .MATERIA -~
habla la ciencia actual, incluso dentro del marco de esas premisas, se
puede formular en principio, de un modo lógico y no contradictorio,
el problema planteado por Laplace. En este caso, la idea determinista
de la naturaleza no puede ser refutada por la mecánica cuántica. El
principio fundamental del determinismo, de que no hay acción sin
causa, puede aplicarse por completo a los microprocesos, por muy
complejos que sean. De ahí que, desde el punto de vista del determi-
nismo consecuente, las condiciones necesarias para predecir el futuro
sean el conocimiento de todos los enlaces internos y externos de los
microobjetos, la consideración de todas las causas operantes. Este
planteamiento del problema no puede impugnarse recurriendo al
· -principio de la incertidumbre, ya que ello exige el cumplimiento de
condiciones incomparablemente más complejas de las contenidas en el
mismo principio.
Pese a lo que de ordinario se cree, el determinismo consecuente
tampoco se puede refutar admitiendo el carácter objetivo de las casua-
lidades. Podríamos hacerlo sólo en el caso de que las casualidades
fuesen algo que no tuviese causa. Entonces, el conocimiento de todas
las causas no sería suficiente para prever las consecuencias en el fu-
turo, ya que en el proceso del desarrollo irrumpiría la casualidad, que
por .111 misma esenria no puede ser predicha. Pero en la naturaleza no
existen fenómenos sin causa, la naturaleza no conoce la "libertad de
elección" del voluntarismo. Por ello, la concepción de lo casual como
carente de causa es errónea. La casualidad tiene también sus causas. "
Es la forma en que se manifiesta y complementa la necesidad. Engels
escribía que "cuando en la superficie se observa el juego de la casua-
lidad, esa casualidad está siempre subordinada a leyes internas y ocul-
tas. Se trata solamente de descubrir esas leyes." 22
La casualidad se manifiesta como el punto de intersección de mu·
chas (por lo menos dos) necesidades, y ~i conocemos la dirección de
todas esas necesidades podremos prever también el punto de su inter·
sección, es decir, la casualidad. Es cierto que en la realidad todo fenó-
meno casual viene determinad~un número tal de factores y leyes
<JUe es casi imposible tomarlo en consideración. Pero no se trata de las
dificultades, sino del principio de la cuestión. Si admitimos que la
casualidad tiene sus causas y está condicionada por profundas leyes
12 C. Marx y F. Engels, ObriU euogitlas, t. 11, Gospolitizdat, 195,, pig. ~71.
CAllACTER DETERMINISTA DEL DESARROLLO 269
internas, el conocimiento de todas esas causas y leyes será la condición
necesaria y suficiente para prever las casualidades, y también para evi-
tarlas, en la medida de lo posible, si van contra los intereses del indi-
viduo. La negación de semejante posibilidad equivale a admitir la
incognoscible "cosa en sí", es decir, es una concesión al agnosticismo
y al idealismo. Significaría también confesar la impotencia del hom-
bre ante las casualidades espontáneas y nocivas, imposibles de prever
y, por lo tanto, inevitables en absoluto.
De aquí no debe deducirse, sin embargo, que la casualidad es
una categoría puramente subjetiva y que si existe es porque no cono-
cemos sus causas. La casualidad es tan objetiva como la necesidad,
pues viene a ser el punto de intersección de las necesidades y la forma
de su manifestación. Pero la circunstancia de que dicho punto de in-
tersección o dicha forma de manifestación de la necesidad se nos pre-
sente como pura casualidad imposible de prever viene determinada,
sin duda alguna, por el desconocimiento de todas las causas que la ori-
ginaron. Por eso, Hegel decía que lo "casual tiene cierta base, ya que
es casual, pero tampoco la tiene,. puesto que es casual. .. La necesidad
se determina a sí misma como casualidad y .•. por otra parte esa ca-
sualidad es más bien necesidad absoluta ... " 23 Engels comparte ese
criterio de Hegel.
Son innumerables los ejemplos demostrativos de que la casualidad
se manifiesta como necesidad en otros enlaces y relaciones. En un
trozo de uranio, pongamos por caso, se desintegrarán cada segundo
un millón de núcleos. El que sean esos núcleos precisamente los que
se han desintegrado en ese momento, y no otros, es para nosotros una
pura casualidad; pero si lográsemos penetrar en la estructura de di-
chos núcleos, analizar todos los enlaces entre sus nucleones, dicha
desintegración no sería una pura casualidad para nosotros, pues po-
dríamos predecirla de antemano.
El propio hecho de la desintegración no desaparecerá por eso, pero
dejará de parecer casual. Por lo tanto, la premisa fundamental del
determinismo- cuando éste habla de la posibilidad de prever el fu-
turo conociendo todas las causas - no puede ser refutada admitiendo
la objetividad de las casualidades, ya que ellas mismas se deben a la
acción de profundos enlaces causales.
•• F. Engels, Ditdlrtitll Je /11 1111111ralna, ed. rusa, pig. 174.
270 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

¿Significa esto que la concepción del determinismo de !.aplace es


irrefutable en sí y concuerda plenamente con la realidad? No pode-
mos decirlo, ya que dicha concepción nos lleva a considerables con-
tradicciones y dificultades. Si admitimos que el conocimiento de to-
das las causas existentes hoy día es condición suficiente para prever
todas las consecuencias futuras, habremos de admitir también que el
desarrollo transcurre en la naturaleza de un modo completamente
equivalente.
De acuerdo con este punto de vista, el futuro está totalmente im-
plícito en el pasado, y el conjunto de las causas que se tienen en un
momento concreto determina por completo las posibles consecuencias
en el futuro. Pero semejante punto de vista deriva en una. concepción
próxima al fatalismo. Todos los acontecimientos, por improbables o
insignificantes que sean, se producen como algo ineludible. Por ejen'l·
plo, en una gran ciudad está hoy predeterminado cuánta gente mo-
rirá de accidente mañana, dentro de una semana, de un mes, etc.;
y la necesidad de esos sucesos va implícita en el carácter de la ac-
tividad humana, en el sistema de circulación, de caminos, etcétera.
Si tratamos de explicar el presente por esta concepción nos veremos
obligados a admitir que la existencia de tantas letras en una página, la
caída de un lápiz tirado al suelo en este lugar, y no en otro, etc., exis-
tía ya como posibilidad primaria en la materia que pasó a constituir
nuestra galaxia, el Sol y la Tierra; además, esos hechos han tenido
que producirse así precisamente, y no de ninguna otra manera. Como
la materia que ha formado todos los cuerpos tuvo u·na existencia
anterior infinita, la necesidad de que esos hechos se realizasen estaba
implícita en el pasado infinito. Engels decía que admitiendo esa ne·
cesidad no salimos del marco de una concepción religiosa del mundo,
aunque en este caso, desde el punto de vista formal, no se hable de
fuerzas sobrenaturales.
Así, pues, partiendo de q~hay acción sin causa y que el cono-
cimiento de las causas es c6ndición necesaria y suficiente para prever
las consecuencias - afirmación correcta en sí - , llegamos a la ab-
surda idea de que todos los acontecimientos, por muy insignificantes
que sean, están eternamente predeterminados. Es evidente que el ra-
zonamiento adolece de algún error; tal vez algunas premisas se senta·
ron con carácter absoluto, sin tomar en cuenta otros hechos de la rea-
CARACTER DETERMINISTA DEL DESARROLLO 271

lidad. ¿Cuál ha sido el error? Para encontrarlo, examinemos algunas


peculiaridades importantes del proceso de desarrollo.
El desarrollo es un proceso de transformación de posibilidades en
realidades. La posibilidad es una tendencia con existencia real y que
permanece latente en objetos y fenómenos, convirtiéndose en reali-
dad sólo cuando se dan determinadas condiciones para ello. Lo po-
sible no es aquello que surge en la mente humana en virtud de
razonamientos lógicos e ilógicos, sino tan sólo lo que corresponde a
las leyes objetivas de la naturaleza. Eso es lo q•tc nos permite di-
ferenciar lo posible de lo imposible.
Las posibilidades pueden ser reales y formales. Las posibilidades
formales son aquellas que, en principie, corresponden a las leyes ob-
jetivas, pero no pueden realizarse por falta de las condiciones preci-
sas. Las posibilidades reales son aquellas que, además de concordar
con las leyes, poseen todas las condiciones necesarias para su reali-
zación.
La diferencia entre la posibilidad real y formal es relativa. La for-
mal puede convertirse en real si se producen las condiciones corres-
pondientes, lo mismo que la real pasará a ser formal en el caso de
que desaparezcan esas condiciones.
Según el determinismo de Laplace, el desarrollo es el desenvol-
vimiento equivalente de las posibilidades implícitas en la materia.
Todo estado del mundo determina plenamente cualquier estado ul-
terior. A su vez, este estado es producto necesario de un estado ante-
rior, y así hasta lo infinito. Pero aquí se producen contradicciones
esenciales. De todas las posibilidades que existen en el estado con-
creto de un sistema material, sólo unas pocas se transforman en rea-
lidad. Las restantes no se realizan y desaparecen si no corresponden
a los nuevos estado del sistema. Dicho con mayor propiedad, se
transforman de posibilidades reales en formales. Por lo tanto, no
todas las posibilidades existentes en la materia se hacen realidad. Esta
es la primera prueba de que la concepción determinista del mundo es
defectuosa.
Además, si de todas las posibilidades existentes se ·ealizan sólo
unas pocas, en el proceso del desarrollo universal la C.dltidad de
posibilidades reales existentes deberá ir disminuyendo constantemen·
te. Con el desarrollo del mundo, gran número de posibilidades de
272 LEYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

orden más elevado se reducirán a un gran número de orden inferior,


etcétera. La esfera de las posibilidades irá restringiéndose más y más,
lo mismo que un triángulo que se moviese hacia la cúspide. Durante
el infinito tiempo de existencia del mundo habrían desaparecido las
posibilidades reales existentes. El hecho de que el desarrollo sigue
y que la materia posee un número infinito de posibilidades en su
evolución, hos demuestra que en el proceso del desarrollo no se pr~
duce únicamente la degradación de las viejas posibilidades, sino tam-
bién la constante aparición de otras nuevas, que corresponden a los
nuevos estados de la materia. Esas nuevas posibilidades dan base para
el desarrollo sucesivo. No existían antes, no estaban implícitas en
los estados anteriores de la materia, sino que se han originado en una
etapa determinada de su desarrollo como posibilidades de nuevos
estados.
La formación de nuevas posibilidades no va contra las leyes de la
conservación de la materia y sus propiedades; se trata de un aspecto
cardinal del proceso de transformación de la materia. Ahora bien,
como las posibilidades se crean, no todo cuanto se ha realizado hoy
dia estaba implícito en un pasado tan remoto como se quiera, lo mis·
mo que no todo cuanto se origine en el futuro está latente hoy día_
Eso significa que el desarrollo del mundo no viene predeterminado.
Esto acaba con la idea fatalista del desarrollo de la naturaleza, aun-
que se mantiene plenamente el carácter objetivo de sus leyes. El des-
arrollo es el desenvolvimiento de las leyes interiormente propias de la
materia. Pero a cada forma de materia cualitativamente nueva le co-
rresponden nuevas leyes, que aparecen juntamente con la forma dada
de la materia. Por ejemplo, al aparecer la sustancia viva se originan
las leyes de la vida; la aparición del ser humano trae consigo las leyes
del desarrollo social. Dichas leyes no estaban implícitas en la primera
nebulosa difusa y era imposible deducirlas de las interacciones de par-
tículas elementales en la nube amorfa, que caracterizan la interdepen-
dencia de objetos materiales-aerualidades sustancialmente distintas.
Volviendo al problema planteado anteriormente, debemos decir que
el desarrollo no es únicamente el desenvolvimiento de las posibili-
dades existentes de antemano, sino también un proceso de creación
de posibilidades nuevas. Cada estado sucesivo sólo está parcialmente
determinado por el anterior, en grado tanto menor cuanto mayor
CARACTER DETliRMlNISTA DEL DESARJWf.I.O 273

sea la separación en el tiempo y cuanto mayor sea el número de fac·


tores operantes. Entre el estado anterior del sistema material y el
siguiente puede existir enlace equivalente tan sólo si los factores de-
terminantes y ias leyes que rigen la evolución del sistema siguen sien-
do los mismos; en caso contrario, el enlace no será equivalente, ya que
cada fenómeno puede tener multitud de causas y multitud de efectos.
El concepto de desarrollo determinado es una expresión débil,
unilateral, de todo el proceso lógico del desarrollo. Lenin escribía
que la casualidad es una reducida parcela de la concatenación uni-
versal de los fenómenos. Del mismo modo, la equivalencia de las
relaciones de causa y efecto en el mundo es un caso particular y sim-
plificado de los enlaces lógicos en la naturaleza.
Además, el desarrollo de la naturaleza no puede hallarse deter·
minado desde la eternidad por la sencilla razón de que las propias
leyes del desarrollo no son absolutamente invariables y dadas de una
vez para siempre. Toda ley es la expresión de vínculos esenciales y
estables entre los fenómenos. Si los fenómenos cambian, cambia tam-
bién el carácter de sus nexos y1 por consiguiente, la ley correspon-
diente. En vez de la ley antigua, aparece otra nueva y la vieja queda
como una posibilidad que plasmaría en realidad si voiviesen a pre-
sentarse las condiciones desaparecidas y la interdependencia de los
fenómenos.
Como toda la naturaleza se halla en constante desarrollo, la mayor
parte de las leyes que rigen en determinada región del Universo son
históricas, es decir, han aparecido en una cierta etapa del desarrollo.
Tales son, por ejemplo, las leyes oe la sociedad, de la naturaieza viva
y otras muchas leyes de la naturaleza inorgánica. Por ejemplo, la ley
periódica de los elementos rige sólo en regiones donde hay ciernen-
tos químicos. La esfera de su acción se amplía a medida que se for-
man elementos medios y pesados. La Cosmología relativista admite
que con el transcurso del tiempo combiarán no sólo las leyes de los
fenómenos macroscópicos, sino también del mundo atómico. Esos
cambios parecen manifestarse en las aiteraciones de los parámetros
fundamentales de las leyes, de las constantes universaies del mundo:
masa, carga, constante de gravedad, etc. Semejante hipótesis correspon·
de en principiv a la tesis del materialism•> dialéctico relativa al cambio
y al desarrollo universal, aunque hoy día no p<;tá confirr!iada concre-
274 I.EYES DEL DESARROLLO DE LA MATERIA

tamente. La determinación de la edad de los minerales por la des-


integración del torio, uranio, potasio y otros elementos, demuestra
que la constante de la desintegración radiactiva es en todos los casos
invariable en el tiempo, por lo menos durante el período de existen-
cia de la Tierra. :• La constante de la desintegración radiactiva guar-
da estrecha relación con otras constantes de fenómenos atómicos, y
eso nos demuestra la poca probabilidad de cambio de estas últimas
en un período comprendido entre cinco a siete mil millones de años.
Mas tampoco se baila excluido que dichos períodos de tiempo sean
demasiado pequeños para descubrir semejantes cambios, pues acaso se
produzcan en períodos mínimos de cientos de miles de millones de
años.
En todo caso, es indudable que considerando la eternidad de exis-
tencia de la materia y su infinitud en el espacio, todas las constantes
y leyes de la naturaleza sufren cambios. La única excepción de esa
regla son, tal vez, las leyes de la conservación de la materia y el mo-
vimiento, así como las leyes fundamentales de la dialéctica, que se
refieren a las particularidades fundamentales de toda existencia y que
por su propia esencia no pueden transformarse en ninguna otra co-
sa. Por lo que se refiere a las leyes que expresan las propiedades y
relaciones particulares de los objetos materiales, adquieren nueva for-
ma al tiempo que cambian esas propiedades y relaciones. Las leyes
antiguas pierden su vigencia y quedan en calidad de posibilidades de
un estado determinado de la materia en esta región del Universo. Tal
vez actúen en otras regiones del Cosmos, ya que la materia se halla
en diversas etapas de desarrollo y lo que en una región constituye
una etapa pasada, puede ser etapa futura en otra. Por ello, la ley que
existe como posibilidad formal en una región del Universo puede
ser realidad en otra.
En su conjunto, tomando la infinitud del espacio y el tiempo, no
.hay diferencia entre lo posible)' lo real, pues aquí toda posibilidad es
realidad. Dicho de otro modo, .Shrlgo se deduce como necesario de la
propia existencia de la materi~ y corresponde a las leyes de su movi-
miento, en algún lugar del Universo infinito ya está realizado en for-
mas diversas, aunque con una esencia única. Eso no quiere decir,
~e Véase V. Cherdintzev, p,·op.tgadón áe los elmzmtoJ químicos, Gostejizdat,
19~6, págs. 270-273.
CARACTER DETERMINISTA DEL OESARROLLO 275

naturalmente, que en todo el Universo existen numerosas regiones


completamente idénticas, que hay mundos iguales en un todo a nues·
tro planeta, con gentes que viven y actúan lo mismo que nosotros. L1.
materia es inagotable, y por ello los resultados concretos del desarrollo
pueden ser diversos de acuerdo con las condiciones y el caráct:?r de las
fuerzas vigentes. Por esa misma razón, también las manifestaciones
concretas de la vida pueden ser multiformes. Lo forzoso, tal vez, es
solamente la tendencia lógica y universal a la complejidad de las for-
mas de la materia y el movimiento, es decir, la tendencia que a partir
de la materia inorgánica origina la vida y luego seres racionales, ca-
paces de reflejar la realidad en leyes y conceptos científicos. Con la
aparición de los seres pensantes diríase que la materia llega al cono·
cimiento de las leyes de su existencia. Como la materia existe infini·
tamente, ese conocimiento ha ocurrido y ocurre un número infinito
de veces. Cabe suponer, incluso, que los problemas teóricos en que
se debate hoy día la mente humana hayan sido resueltos en reitera-
das ocasiones y en otras formas por seres racionales en otros mundos,
aunque sus soluciones nos sean desconocidas. Los resultados alcanza·
dos desaparecen sin dejar huella y el desarrollo de la materia em·
pieza en cada planeta de nuevo. El tiempo, en su incesante fluir,
borra todo lo que se ha establecido, pero engendra continuamente
nuevas e infinitas posibilidades, cuya realización constituye la esencia
de la eterna evolución de la naturaleza.
EsTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPR:MIR EL DÍA 10 DE JULIO Df.. 1975, EN
LA IMPRENTA DE Eorr.roNEs SoL, S. A., CAu.. E DE S. SÁNCHEZ CoLÍN,
N~ 20, CoL. PROVIDENCIA, MP.x1co 16, D. F. SE UfPRIMIERON
2.'1lM> EJEMPLARES.

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