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La prueba de fe de Abraham
22 Tiempo después, Dios probó la fe de Abraham.
—¡Abraham! —lo llamó Dios.
Abraham levantó la vista y vio el lugar a la distancia. «Quédense aquí con el burro —dijo Abraham a los siervos—. El
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Entonces Abraham puso la leña para la ofrenda sobre los hombros de Isaac, mientras que él llevó el fuego y el cuchillo.
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—¿Padre?
—Tenemos el fuego y la leña —dijo el muchacho—, ¿pero dónde está el cordero para la ofrenda quemada?
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—Dios proveerá un cordero para la ofrenda quemada, hijo mío —contestó Abraham.
—¡Abraham! ¡Abraham!
—¡No pongas tu mano sobre el muchacho! —dijo el ángel—. No le hagas ningún daño, porque ahora sé que de verdad temes a
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Entonces Abraham levantó los ojos y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos en un matorral. Así que tomó el
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carnero y lo sacrificó como ofrenda quemada en lugar de su hijo. Abraham llamó a aquel lugar Yahveh-jireh (que significa
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«el SEÑOR proveerá»). Hasta el día de hoy, la gente todavía usa ese nombre como proverbio: «En el monte del SEÑOR será
provisto».
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Luego el ángel del SEÑOR volvió a llamar a Abraham desde el cielo.
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—El SEÑOR dice: Ya que me has obedecido y no me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo, juro por mi nombre
que ciertamente te bendeciré. Multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable, como las estrellas del cielo y la arena a
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la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos; y mediante tu descendencia, todas las
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La palabra probó (missah), “poner a prueba” se encuentra en todas las versiones actuales de la
biblia. En esta circunstancia Dios estaba probando la lealtad espiritual extrema de Abraham
tocando la vida física de Isaac, a quien amas (2).
Algunos de los aspectos del mandato eran racionalmente inexplicables. Una comunidad pagana
podía justificar el sacrificio humano sobre el argumento de que la vida del sacrificado servía
para apaciguar a los dioses de ese pueblo en tiempos de crisis. Pero ni el patriarca ni los suyos
estaban pasando por circunstancias de esa índole. El matar a Isaac no traería ningún beneficio
manifiesto en la vida del muchacho, ni tampoco en la de Abraham, ni en la vida social de la
familia. Peor todavía contradecía la promesa de Dios.
Pero, una voz se oyó y el cuchillo fue detenido. Todo el inmenso sufrimiento de Abraham se
disolvió en maravilla, cuando oyó las palabras: porque ya conozco que temes a Dios (12). No
había rehusado a Isaac, a quien amaba con tanta ternura. Entonces, Dios proveyó un sacrificio
en sustitución del muchacho, un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos (13) que estaba
allí cerca. Ese era el sacrificio provisto por Dios.
El amor de Abraham hacia Dios había estado amenazado por su entrañable amor a Isaac. Este
hijo era la evidencia del cumplimiento de sus promesas y el medio humano por el cual tendría
asegurada su posteridad. Tenía que probarse que Abraham amaba a Dios sobre todas las cosas,
en una situación tan concreta como la mencionada, para que no hubiera confusión de
lealtades. La vuelta de su hijo desde el mismo borde de la muerte, fue su recompensa por haber
salido victorioso de la prueba. En esta ocasión, Dios renovó la promesa sobre la multiplicación
de la descendencia de Abraham (17), su poder sobre sus enemigos y su misión de ser canal de
bendiciones a todas las naciones de la tierra (18).
Para Abraham el monte Moríah era un nuevo lugar. En memoria de la revelación de la gracia
divina en la hora de crisis, lo denominó Jehová-jireh (14, “Jehová ve” y proveerá). Podemos
estar seguros de que el regreso al hogar fue muy distinto del viaje a Moríah. Abraham había
hecho frente a la amenaza de la muerte y había vencido por su completa confianza en la
integridad de Dios. Por otra parte, el Señor había demostrado claramente, que el sacrificio que
El desea es el que proviene del corazón, del acatamiento a su mandato.