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Muy señor mío: no ceso de admirar que un hombre como Vd. md.

esté
titubeando entre el asenso y disenso al dicho popular de que el día martes
es aciago. Confiesa V. md. que esta observación tiene todo el aire de vana
y supersticiosa. Mas por otra parte, la experiencia de algunos considerables
infortunios que padeció en ese día le inclinan a juzgar que no carece
enteramente de fundamento. En un martes le llevó Dios a V. md. la mujer.
En otro cayó V. md. en una grave enfermedad. En otro se le huyó un criado
con cincuenta pesos que le había dado para emplear en una feria.
Son muchísimos, a la verdad, los hombres que fundan reglas sobre la
casualidad; pero estaba yo muy lejos de pensar que V. md. padeciese la
más leve tentación de caer en este vulgar error. Hago juicio de que V. md.
tenga de cuarenta y seis a cuarenta y ocho años de edad, tiempo que ha
incluido más de dos mil y cuatrocientos martes. Pues yo apostaré
cualquiera cosa a que en buena parte de este número logró V. md. días
muy felices y gustosos. Pero éstos no se apuntan, porque no tienen a su
favor la preocupación.

LOCALIZACIÓN DEL TEXTO


El texto pertenece a la obra Días aciagos, dentro de los ocho volúmenes que
componen su gran obra, Teatro crítico universal.
En este texto se aborda una de las grandes preocupaciones del Padre
Feijoo, como fue el acabar con la superstición que presidía el día a día del
hombre común, para lo cual se sirvió de toda serie de novedades científicas
para erradicar lo que él llamaba “errores comunes”. Hay que tener en
cuenta que su gran obra llevaba por título Teatro crítico universal o
Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores
comunes.
El Padre Benito Jerónimo Feijoo es uno de los grandes autores del s. XVIII,
en un período en el que se incrementan los estudios científicos e
historiográficos, dando lugar a una prosa científica y erudita del que el
Padre Feijoo es uno de los más dignos representantes.

TEMA Y ESTRUCTURA DEL TEXTO


El tema de este texto es “la superstición de los martes”.
En este texto podemos distinguir dos grandes apartados, que se
corresponden con cada uno de los párrafos. En el primero de ellos, el autor
nos introduce en la situación en la que se encuentra el destinatario del
escrito y se observa, por primera vez, el verdadero tema del texto: “dicho
popular de que el día martes es aciago”. A continuación, enumera una serie
de infortunios que le ocurren al personaje (defunciones, robos,
enfermedades), y que, casualmente, tuvieron lugar siempre en el mismo día
de la semana.
Feijoo, hombre erudito y científico, atribuye todos estos hechos a la
casualidad, y considera impropio que “un hombre como V. md.” otorgara
alguna credibilidad a la idea supersticiosa que ronda los “días martes”.
En el segundo párrafo, reitera su sorpresa por el hecho de que el personaje
en cuestión haya caído en este error, y concluye con la seguridad de que en
esos días “nefastos” también le han ocurrido sucesos agradables y felices.
En este párrafo es donde observamos la posición del Padre Feijoo. Califica
esta creencia como un “vulgar error”, criticando aquellos hombres que
“fundan reglas sobre la casualidad”.
Feijoo, a lo largo de su obra, critica duramente las supersticiones que
contradicen la razón, la experiencia empírica y la observación rigurosa y
documentada.

ESTILO LITERARIO DEL TEXTO


El texto se encuadra dentro de una de las principales manifestaciones
literarias del s. XVIII, el ensayo, a través del cual los autores ilustrados
pretendieron reformar y modernizar el país por medio de la literatura.
El texto está escrito en primera persona, con un narrador conocido y un
destinatario desconocido para el lector, pero ciertamente relacionado con el
autor (“no ceso de admirar que un hombre como V.”).
En su estilo no se aprecian figuras retóricas, propio del carácter ensayista,
que pretende que el lector no se “distraiga” del verdadero objetivo y motivo
del escrito, y que no es otro (en este caso) que eliminar la idea infundada y
supersticiosa que rodea el maleficio de los martes.
En el primer párrafo se observa la única enumeración del texto, donde se
detallan los infortunios que ha sufrido el personaje. Con un estilo sobrio,
emplea frases cortas y directas para mostrarnos lo ocurrido, sin más
“vestimentas” (“En un martes le llevó Dios la mujer. En otro cayó V. md. en
un grave enfermedad. En otro se le huyó un criado…”).
A pesar de la objetividad que se podría deducir, en general, de los ensayos,
en este caso se aprecia la subjetividad del autor en aspectos como la
calificación que hace de esta superstición (“vulgar error”), las críticas
veladas al destinatario del escrito por creer en las mismas (“no ceso de
admirar…”, “estaba yo muy lejos de pensar…”) y, finalmente, en la postura
defendida por el autor (“yo apostaré cualquiera cosa…”).

VALORACIÓN
La postura científica del Padre Benito Jerónimo Feijoo choca frontalmente
con las ideas pueriles y supersticiosas que no tienen ninguna base lógica y
empírica (como es el caso de la superstición).
Dentro de los cambios que tienen lugar durante la Ilustración, se
incrementan los estudios científicos que asientan unas bases metodológicas
inexistentes hasta entonces. En este sentido, autores como Feijoo o Mayans
y Siscar constituyen referentes válidos en este sentido.
Para mostrar sus ideas y preocupaciones, el género más utilizado fue el
ensayo, género que mejor se adaptaba a los objetivos que se trazaron los
ilustrados.
Dentro de estos objetivos, uno fundamental lo constituía la idea de
modernizar España, integrándola en las corrientes europeas, por lo que se
rechazaban posturas demasiado tradicionalistas, como los toros, los autos
sacramentales y, como en nuestro caso, las ideas y creencias
supersticiosas, la brujería, etc. Hay que tener en cuenta que esta época, la
Inquisición formaba todavía parte de esta sociedad.
Este escrito (Días aciagos) y su obra matriz, Teatro crítico universal,
constituyen la obra fundamental del Padre Feijoo (junto a sus Cartas
eruditas y curiosas), y uno de los referentes principales de la obra erudita y
científica del siglo XVIII.

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