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EL COMENTARIO DE TEXTOS
LITERATURA C3^ Y SOCIEDAD
DIRECTOR
ANDRÉS AMORÓS
3/' Edición
EDnXDRIM>íf^ASTALL\
Copyright (g) Editorial Castalia, 1973
Zurbano, 39 - Madrid (10) - Tel. 4195857
I. S. B. N. 84-7039-151-8
literatura en la educación
es, sin olvidar que aun las obras ideológicamente más reac-
cionarias pueden llevar una carga estética intemporal, unas
posibilidades de goce anímico capaces de hacerlas atravesar
los siglos.Diríamos que se alcanza de esta manera, no una
alianza, pero sí un pacto de convivencia entre los puntos de
Bachillerato. Y
aun los filólogos suelen exigir «otra cosa» a
los profesores de Literatura: no querría ofender a nadie si
pienso que, en algunas ocasiones, muy razonablemente. Con
otros caracteres, la contestación alcanza, pues, también a
nuestras Facultades, que han sido tradicionalmente minori-
tarias al serlo los saberes por ellas cultivados. ¿Pueden con-
vertirse en centros docentes multitudinarios sin quedar auto-
máticamente disueltos? Esto es lo que, en realidad, está
ocurriendo, y no carece de significado el hecho de que sean
las principales protagonistas de la inquietud estudiantil; y
ello se debe, entre otros, a esos dos motivos aludidos: lo
aleatorio de las «vocaciones» que a ellas concurren, y su
propia falta de inventiva para hacer frente a la masificación.
Por ambas causas, las disciplinas literarias se hallan entre
las principalmente afectadas. La
literatura que, de ordinario,
que puede usarse como arma
interesa a los estudiantes es la
de combate; su estudio parece una actividad arqueológica
escasamente atractiva, y se tiende a dejarlo recluido en las
secciones de Español: normalmente lo rechazan los alumnos
de Arte y de Clásicas, y nadie muestra el menor fervor por
mantenerlo en los cursos propedéuticos. También en las
Facultades de Letras, la Literatura se bate en abierta re-
tirada.
10. Con
todo, ahí hay todavía millares de jóvenes con-
vencidos de que a la gran desahuciada le queda mucha
vida. Lo demuestran recurriendo a ella para apoyar su es-
fuerzo, su lucha por un mundo mejor. Que piensan en su
utilidad como palanca para transformarlo. Que ensayan con
ascetismo dramas para representarlos, donde y si pueden,
como gritos de alerta. Que escriben poemas tercamente, con
la certidumbre de que realizan actos de trascendencia cívica.
Que protestan en la clase de literatura demandando otro
rumbo, aunque no sepan bien cuál. Miles y miles de jóvenes
en todo el mundo, y en nuestras aulas también, que sienten
cómo les late el alma, y se resisten a dejársela amordazar.
Para ello, la abren a cualquier soplo, a cualquier llamada
que avive su esperanza; y, antes que rendirla, no vacilan en
suicidarla con la negación y el nihilismo.
EL LUGAR DE LA LITERATURA EN LA EDUCACIÓN 23
12. La reforma
educativa ordena la creación de un pri-
mer de estudios universitarios, que habilitará para im-
ciclo
partir la Enseñanza General Básica. Me parece obvio que
las Facultades deben disponerse a preparar profesores para
esa función, renunciando a sus ñnes especulativos anteriores.
La situación que describe L. Kampf para los Estados Uni-
dos y que, probablemente, vale para cualquier país, debe
cambiar como vía de salvación de los estudios literarios, y
28 FERNANDO LÁZARO CARRETER
NOTAS
1 Cito por la ed. it. en Ángelus novus, Torino, Einaudi, 1962,
146.
2 Utilizo la ed. it. II socialismo e Vuomo a Cuba, Milano, Fel-
trinelli, 1967, 22-25.
3 Karl Marx, Bari, Laterza, 1969, 248-249.
^ Marxismo e letter atura, Bari, Laterza, 1971, 155.
5 The Dissenting Academy, New York, Pantheon Book.
En torno a un monólogo de Calisto
Rafael Lapesa i
tíanos nuevos españoles desde fines del siglo xv, había per-
dido una fe sin haber ganado otra?
Todas estas preguntas y muchas más han hallado res-
puestas divergentes en la copiosa bibliografía relativa a la
obra. En lo que sigue no pretendo lanzar ninguna exégesis
nueva: todo o casi todo ha sido dicho antes por Américo
Castro, Carmelo Samoná, Stephen Gilman, Enrique More-
no, Marcel Bataillon, María Rosa Lida de Malkiel o José
Antonio Maravall, entre otros, cuando no por Menéndez
Pelayo o Ramiro de Maeztu. ^ Desde aquí reconozco mi
deuda con ellos, a la vez que me eximo de especificar lo
que de cada uno incorpore. Cabe preguntarse qué valor pue-
de tener un escrito que se declara basado en apoyos tan dis-
pares. ¿No quedará reducido a inútil malabarismo eclécti-
co? Creo, sin embargo, que no será ocioso mostrar cómo un
leaor asiduo de esta obra inquietante entiende el actual «es-
tado de la cuestión»; cómo se encara con un fragmento del
texto, toma postura ante cada rasgo, le reconoce o le extrae
una significación y trata de encuadrarlo en un marco que
relacione coherentemente el fragmento con la obra entera y
que responda a una interpretación homogénea. Si esta se
acerca a la de alguno de mis predecesores más que a la de
otros, la proximidad o coincidencias no serán, desde luego,
casuales.
^ Mezquino, 'desdichado*.
32 RAFAEL LAPESA
morir luego,
5 Mengua, * desdicha'.
6 Celar, 'ocultar'.
"^
Mengua, * falta', 'carencia'.
EN TORNO A UN MONÓLOGO DE CALISTO 33
s Empecible, 'perjudicial'.
9 Incogitado, 'insospechado'.
10 Arderse, 'quemarse'.
11 Alude a las leyes de Dracón, severísimas, a las que siguieron
otras más humanas.
12 Sindicado, 'junta de procuradores', quizá 'tribunal'.
1^ Constitución, las facultades legales del tribuno.
34 RAFAEL LAPESA
castigado.
15 *Aunque no hubiese interpretado de la manera más favorable
lo ocurrido'.
16 Conoscer, 'agradecer'.
EN TORNO A UN MONÓLOGO DE CALISTO 35
butó: «gran filósofo era»; sí, gran conocedor del ser humano
y de su azaroso vivir. Presentó magistralmente a Calisto
anulado por la pasión, sumido en el desconcierto, sin posi-
bilidad de reacción, incapaz de nuevos intentos para ganar
por sí solo el amor de Melibea. Así lo reconocen sus criados:
«¡O pusilánimo! ¡o hideputa!», dice de él Sempronio, el
lacayo resentido, lleno de ambiciones frustradas; y Párme-
no, más piadoso: «Deshecho es, vencido es, caydo es». Cho-
can las apetencias de unos y otros; duelen limitaciones y
fracasos; la fidelidad ingenua de Pármeno empieza a tam-
balearse ante los embates de la corrupción, y Celestina, con
Calisto postrado a sus pies, se adueña de los hilos que mue-
ven a unos y otros personajes. Todos están sujetos a elegir
entre los encontrados riesgos que los acechan a cada mo-
mento: la vida humana aparece como un continuo peligro.
EN TORNO A UN MONÓLOGO DE CALISTO 37
¡Ay, ay, que esto es! Esta herida es la que siento, agora que se
ha resfriado, agora que está elada la sangre que ayer hervía, agora
que veo la mengua de mi casa, la falta de mi servicio, la perdi-
ción de mi patrimonio, la infamia que tiene mi persona. De la
muerte de mis criados se ha seguido.
¡O cruel juez! ¡Y qué mal pago has dado del pan que de mi pa-
dre comiste! Yo pensava que pudiera con tu favor matar mil hom-
bres sin temor de castigo, iniquo falsario, perseguidor de verdad,
hombre de baxo suelo. Miraras que tú y los que tú mataste, en
servir a mis passados y a mí érades compañeros; mas quando el
vil está rico, ni tiene pariente ni amigo.
NOTAS
1Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, III, Madrid, 1910;
R. de Maeztu, Don Quijote, Don Juan y La Celestina, Ma-
drid, 1926; Américo Castro, Santa Teresa y otros ensayos, Madrid,
1929, y La Celestina como contienda literaria, Madrid, 1965;
Carmelo S amona, Aspetti del retoricismo nella Celestina, Roma,
1953; Stephen Gilman, The Art of La Celestina, Madison, Wis-
consin, 1956; Enrique Moreno, Meditación sobre La Celestina,
Archivum, VIII, Oviedo, 1958; Marcel Bataillon, La Celestine
selon Fernando de Rojas, París, 1961; María Rosa Lida de Mal-
kiel. La originalidad artística de La Celestina, Buenos Aires,
1962; José Antonio Maravall, El mundo social de La Celestina,
Madrid, 1964, etcétera.
2 Cito por la edición de M. Criado de Val y G. D. Trotter,
giendo ausencia con todos los de la ciudad, todos los días encerrado
en casa con esperanga de verme a la noche. ¡Afuera, afuera la
ingratitud, afuera las lisonjas y el engaño con tan verdadero ama-
dor!» (Acto XVI, 258, 1. 33-37).
8 The Art of La Celestina, p. 130.
I
Un soneto de Góngora
diamante día
ingeniosamente vínculo
apremiado sacrilego
impaciente divina
insidioso marfil
indiano
invidiosa
NOTAS
1 D. Luis de Góngora, Obras completas, edic. de J. e I. Millé
y Jiménez (Madrid, Aguilar [1932]), pp. 470 y 479. Los epígrafes
proceden de las ediciones de Hoces y Vicuña.
2 Francisco de Quevedo, Obra poética, edic. de J. M. Blecua,
voL I (Madrid, Castalia, 1969), pp. 514 y 646.
3 Ed. cit., pp. 532-533.
R. Jammes, Étiides sur Voeuvre poétique de Don Luis de
^
7 Ibid., p. 453.
8 Ibid., p. 453.
9 Ibid., p. 372.
10
Apunta también que «lo importante es que Góngora emplea
el hiato con fines expresivos», expresividad que no era desconocida
,
para un Herrera. Góngora y el Polifemo, t. III (Madrid, Gredos,
0967), p. 249.
11
En «Sobre un
soneto falsamente atribuido a Góngora», RFE,
XXI (1934), p. 376 y ss., donde el estudio estadístico de los hiatos
es ejemplar y sirve además para desechar un soneto.
12 En Góngora y el Polifemo, t. II, p. 178, al comentar este
y soneto precisamente, escribe: «La abundancia de voces con hiato
culto, a la latina, es demasiado grande para que la consideremos
I
casual en este soneto. V., más abajo, III, nuestras notas al v. 4.^
de la estr. 50 y al 1.° de la 62, del Polifemo. En la composición
que ahora comentamos en todas las voces en que tal hiato salvo —
en «indiano» —
ocurre, se diría que Góngora ha querido resaltar
una virtud o una violencia latentes en el concepto designado:
«diamante» (deslumbrante luz); «ingeniosamente» (agudeza de lo
ingenioso); «apremiado», «impaciente», «insidioso», «invidiosa»
(violencia, asechanza o protesta contra un orden, un tiempo o un
mérito). Si se busca en los sonetos del mismo año (p. ej. en los
núms. 352 y 353 de Millé) se encontrarán varios casos en que el
poeta no practica esos hiatos antinaturales, aunque a veces se trata
de las mismas voces que hemos citado en esta nota. Góngora re-
salta así el carácter de joyita, de pequeña y preciosa galantería de
este soneto que parece labor de orfebre».
13Vid. E. Alarcos Llorach, Fonología española, 4.* ed. (Ma-
drid, Gredos, 1971), p. 147.
1"*
«Fonología expresiva y poesía» en la Revista de Letras (Uni-
versidad de Oviedo), XI (1950), pp. 13 y 14.
UN SONETO DE GÓNGORA 61
Y en un romance de 1590:
El tema y su genealogía
El TEMA EN GÓNGORA
i^
Ilustre y hermosísima María...
I Y Micón:
Otros tópicos
Y en el Polifemo:
El soneto
mientras, 1, 3, 5, 7,
cabello, 1 oro bruñido, 2
blanca frente, 4 lilio bello, 4
labio, 5 clavel temprano, 6
gentil cuello, 8 luciente cristal, 8
72 ALFREDO CARBALLO
gó/za/cué/Uo/ca/bé/Uo/lá/bioy/frén/te
ó/ro/lí/lio/cla/vél/cris/tál/lu/cién/te
^^
en/tié/rra en/hú/mo en/pól/vo en/sóm/bra en/ná/da.
^ Final /
NOTAS
Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Ma-
1
pp. 350-355.
EN TORNO A «MIENTRAS POR COMPETIR...» 77
p. 247.
8 Ob. cit., II, p. 377.
de Quevedo
Francisco Ayala
^^t -Cc-cé^
LA BATALLA NABAL: «EL BUSCÓN» 83
tan flaco que puede pasar por memento morí de los rocines,
esa flacura se deberá a razones de ascetismo: «Demostraba
abstinencia en su aspecto y echábansele de ver las peniten-
cias y ayunos: sin duda ninguna, no había llegado a su
noticia la cebada ni la paja». Pero, sobre todo, «lo que más
le hacía digno de risa eran las muchas calvas que tenía en
el pellejo, pues, a tener una cerradura, pareciera un cofre
vivo». Otra vez el animal, cuya muerte próxima se ha su-
gerido metafóricamente («no le faltaba para cerrar sino los
ojos») y cuya estampa se ha dado por símbolo de la muerte
de los rocines antes de que, en efecto, quede él mismo muer-
to como queda al final del capítulo, es comparado a una
cosa inanimada: parece un cofre vivo. Solían por aquel en-
tonces forrarse los cofres de piel, que con el tiempo y el
uso se gastaba por partes, hacia calvas; y las que este ca-
ballo presenta (otra versión del texto dice que «bisnietos
tenía en tahonas», aludiendo a los infames pasteles de car-
ne), proclaman su vejez y anticipan el destino postumo de
su pellejo.
En todavía será identificado como un tablón («iba a
fin,
de una visión!
como la niebla,
como el gemido del lago azul.
como la niebla,
como el gemido del lago azul.
2. Aspectos métricos
A. La linea de verso
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LA RIMA XV DE BÉCQUER 93
C. La rima
Bécquer usa en esta poesía las dos especies de rima, y lo
hace con prodigalidad. El esquema de la obra es el siguiente:
^^AN>Do ' i. ,
'XA^jX<rh - ^j3í¿^
FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA
1.* 10 A 1." 10 F
10 A 10 F
5 B 5 G
5 B 5 G
10 c 10 fi
5 c 5 B
2.* 10 D 2." 10 I
10 D 10 I
10 E 10 J
10 E 10 J
5 c 5 fi
b'
15
5 d d'
eso eres tu ||
eso soy yo ||
Tú, I
f |,
que Yo, que |
como^ I
como^ 20 Yo, que
10 comoy I
como'^ tras I
tras
v) niebla
x) sonido
y) llama
z) gemido del lago azul.
C, La correlación tú/yo
um s n ae a pa ae
6 o ó o ó o
i.
del arpa.
o o 90 o
4. Interpretación crítica
A. Pasividad y actividad
B. La interpretación inmediata
C. La interpretación mediata
La Poesía es
al Amor
t
como lamujer resulta ser EL POETA las y poesía resulta ser
poesía hecha considera expresión poética
carne . \
v en el lenguaje
visiones impo-
sibles de alcanzar.
cultad del crítico, pues por fuerza han de ser aspectos par-
ciales de un conjunto que, como tal poema, es único. No se
trata, por otro lado, de poner en duda la originalidad de
Bécquer, sino de hallar las posibles piezas que se integra-
ron en el proceso que hubo desde el origen del poema hasta
que la expresión quedó lograda. Bécquer asegura «cuando
siento, no escribo» {Cartas literarias a una mujery II); y el
proceso que va desde la acumulación de las impresiones
poéticas, dormidas en el fondo de la memoria, hasta que el
lio FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA
6. Se establece la síntesis:
significación poética de la rima xv
Es evidente que Bécquer consideró siempre esta poesía
como una de sus predilectas; lo prueban las tres impresiones
116 FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA
NOTAS
1 Y
lo prueban las observaciones de Antonio Alatorre, «Sobre
el texto original de las Rimas de Bécquer (A propósito de la edi-
ción de J. P. Díaz)», Nueva Revista de Filología Hispánica, XIX,
1967, pp. 401-417.
2 El texto transcrito se encuentra en parte de los folios 519
y
580. Lo tomo de Gustavo Adolfo Bécquer, Libro de los gorriones.
Edición facsímil, estudio y transcripción de la prosa por Guiller-
mo Guastavino, y del verso por Rafael de Balbín y Antonio
Roldan, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1971. El
texto no presenta corrección alguna en las palabras de la poesía.
Aparece retocado por otra tinta más negra en cuanto a los acentos
y la puntuación; con esta otra tinta se han señalado (acaso sobre-
poniéndolos a los trazados con la primera) las comas de los fines
de los versos 1, 2, 4, 5, 9, 12, 13, 15 y 16; las comas del fin
del primer hemistiquio de los versos 9 y 10; las comas que hay
después de la primera palabra yo de los versos 18 y 20. También
retocó los puntos finales de los versos 6 y 17, lo mismo que el
punto y coma final del verso 19. Hizo lo mismo con un acento
en la palabra aura (verso 5), que he quitado para ajustar el tex-
to a las normas actuales; y también con el tú final del verso 6.
He quitado los acentos de la palabra á de los versos 8 y 18. He
añadido una coma entre los hemistiquios de los versos 5 y 7. Dejé
las admiraciones finales, que están sin retocar, de los versos 11 y
22. Finalmente puse los acentos en las demás palabras no indica-
das y que los necesitaban, así como la coma después del tú del
verso 7. La letra inicial del verso 9 está en mayúscula en el
original por ser la primera palabra de la página 580 del manus-
crito.
3 Sobre Rima, véanse: Robert Pageard, «Va-
los textos de esta
riantes desRimas XV et V», Bulletin Hispanique, LXIII, 1961,
pp. 259-262; Juan María Diez Taboada, «Sobre la Rima XV
de G. A. Bécquer», Revista de Literatura, XXII, 1962, pp. 91-
96: las noticias de este artículo se encuentran recogidas y amplia-
das en el epígrafe titulado «La mujer cendal flotante y sombra
aérea» del libro del mismo autor La mujer ideal. Aspectos y fuentes
de las Rimas de G. A, Bécquer, Consejo Superior de Investiga-
ciones Científicas, Madrid, 1965, pp. 17-34; y mis estudios: El
manuscrito de la Rima XV
del Archivo del Ayuntamiento de Se-
villa, aparecido en la Corona poética dedicada a Gustavo Adolfo
Bécquer, Publicaciones de la Diputación Provincial, Sevilla, 1971,
pp. 53-58 (contiene facsímil, transcripción y ligero comentario de
manuscrito de la Rima XV
del Archivo del Ayuntamiento de Se-
is, poesía); «Comentario de la versión sevillana de la Rima Cendal
*
27 ídem, p. 31.
28 ídem, p. 30. Pero no me atrevería a asegurar que el cambio
vaga esperanza / ansia perpetua, que no aparece hasta el texto
del Libro de los gorriones tuviera relación con la perpetua an-
siedad, que aparece hacia el fin del poema.
29 ídem.,
p. 33. La mención del mismo Diez Taboada (ídem,
p. 26, nota 13) a versos del poema «Ella, él» de Zorrilla, me pa-
rece demasiado lejana; la persecución del «fantasma vano» es un
tema general del Romanticismo. Y
tampoco estimo necesario el
acercamiento a «A Jarifa, en una orgía» de Espronceda, que pro-
pone R. Pageard (Rimas de G. A. Bécquer, edición citada, p. 54-
55), pues no se encuentra en la Rima XV
la nota escéptica que
subraya este crítico como paralela.
30 Graham Orton, The Germán Elements in Bécquer's Rimas,
,
Je n'en puis comparerle lointain souvenir
/ Qu'á ees brouillards légers que l'aurore souléve
Et qu'avec la rosee on voit s'évanouir.
Gonzalo Sobejano
NOTAS
1 «En los primeros días del siglo xx asistimos, en el caso de
Clarín, al triste espectáculo de un hombre agotado (...). Por estos
días, mientras corrige las pruebas de una nueva edición de La
Regenta, confiesa con amargura a su mujer: ^¿Ves esto? Ya no
podría yo escribirlo ahora'. Se refiere a un párrafo vibrante y su-
gestivo, de los infinitos que contiene la monumental obra de su
juventud.» Juan Antonio Cabezas, «Prólogo biográfico», p. XLI,
en Leopoldo Alas «Clarín», Obras selectas, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1947.
2 En carta de 29 Octubre 1899, desde Oviedo, pide Alas a
Galdós «un prólogo para la nueva edición de La Regenta que
voy a publicar»; en carta de 18 Abril 1901, tras muchas insis-
tencias, le comunica: «Figúrese lo que me habrá alegrado su tar-
jeta en que me anuncia la terminación del prólogo. Muchas gracias
y perdón por la molestia». Cartas a Galdós presentadas por Sole-
dad Ortega, Madrid, Rev. de Occ, 1964, pp. 287 y 295. (En 19
Octubre de 1900 escribia Femando Fe a Leopoldo Alas: «Todo
está listo y solo falta la impresión de ese Prólogo y encuadema-
ción del tomo 1.°, como es natural», ibid., p. 291.)
3Me refiero a las ediciones: México,UNAM, 1960, Introduc-
ción de Juan M. Lope y Huberto Batis (tomo II, pp. 9-12); y
Barcelona, Editorial Planeta, 1963, Edición, introducción, biblio-
grafía y notas de José M.* Martínez Cachero (pp. 408-412), reedi-
tada en 1967.
166 CíONZALO SOBEJANO
vurriy Oviedo, II, 1952, pp. 141-160. De interés para este punto
es también: Frank Durand, «Structural Unity in Leopoldo Alas'
La Regenta»^ en Hispanic Review, XXXI, 1963, pp. 324-335.
7 E. Alarcos Llorach, art, cit., p. 155.
^ Consúltense los dos excelentes trabajos de Francés W. Weber:
modernismo
¿O un amor alemán —
que no han sentido
—
jamás los alemanes ? La celeste
Gretchen; claro de luna; el aria; el nido
del ruiseñor; y en una roca agreste
Y
del divino Enrique Heine un canto
a la orilla del Rhin; y del divino
Wolfgang, la larga cabellera, el manto;
y de la uva teutona, el blanco vino.
O
con amor hindú que alza sus llamas
en suprema de los mitos
la visión
en la visión rubeniana de
la India, se acentúan los caracteres
superficiales, de muy
pobre manual, de conocimiento casi
periodístico, disperso en el aire por el eco de las campañas
victorianas en la península indostánica. Y, a la vez, pres-
tigio francés, por haber sido empleado el tema indio por
Leconte de Lisie. Pero hemos de repetir una y otra vez
^-^
Fl^
«DIVAGACIÓN»: ACLARACIÓN SOBRE EL MODERNISMO 187
NOTAS
1 Sobre la proyección social de Bécquer, es muy valioso este
testimonio del Azorín joven: «...Gustavo Adolfo Bécquer. Es el
más grande poeta de nuestro siglo xix. Simboliza la Poesía. Fue
adorado por las mujeres y como los hombres son tan tontos que
sonríen de todo lo que apasiona a las mujeres, los contemporáneos
del poeta le han guardado cierta secreta consideración desprecia-
tiva, hasta que han llegado nuevas generaciones que no han en-
contrado ridículo admirar al mismo hombre a quien admiran
nuestras hermanas, nuestras primas y nuestras queridas» {La vo-
luntady II, 10).
2 Las Humoradas se publicaron en 1886-88.
3Las Rimas de Bécquer se publicaron por vez primera en Ma-
drid,1871. Véase Rubén Benítez, Ensayo de una bibliografía ra-
zonada de Gustavo Adolfo Bécquer, Universidad de Buenos Aires,
1961.
4 El léxico evocador de la fiesta sensual pagana se encuentra
16 La incorporación
del Japón a la civilización moderna debió
de ser un grande y asombroso tema de charlas, periodismo, etc.
Es la transformación del país desde 1854, en que se abrieron los
puertos a la navegación comercial occidental, hasta 1889, en que
se establece una constitución y la monarquía hereditaria. Yama-
gata puede confusamente aludir a dos cosas, las dos muy actúa-
«DIVAGACIÓN»: ACLARACIÓN SOBRE EL MODERNISMO 193
Valle había empleado antes ese adjetivo, por ejemplo, entre otros
lugares, en Sonata de invierno,
Banville, en su Petit traite de versification frangaise (1872),
expuso sus teorías, en las que la poesía queda identificada con el
brillo de las rimas.
20 Así aparecen iniciados algunos libros de Blas de Otero, por
Andrés Amorós
j
EL PRÓLOGO DE «LA VOLUNTAD» 195
y finas hojarascas»).
—
208 ANDRÉS AMORÓS
NOTAS
1 A. Alonso: «La musicalidad de la prosa en Valle- Inclán», en
Materia y forma en poesía. Biblioteca Románica Hispánica, Cre-
dos, Madrid, 1955, pp. 257-369.
2 Cfr. E. Alarcos Llorach, en Revista de Filología Española,
XXXI, 108, y M. Seco: Diccionario de dudas de la lengua espa-
ñola. Ed. Aguilar, 5.^ ed., Madrid, 1967, pp. 274-276.
3 Cfr. nuestra Introducción a la novela contemporánea, Ed. Ana-
J
y
ía) fortaleza
U/CABALLEROS A/murallas conventos
j^)
ÁVILA < } castillo del alma
j
UNAMUNO: «ÁVILA DE LOS CABALLEROS» 229
es lo mismo:
si nuestro texto no es, también, un metafórico
NOTAS
1 El texto está fechado en marzo de 1909 y fue recogido en el
libro que, con este título, publicó en 1911 la editorial Renaci-
miento de Madrid, cuyo director literario era el comediógrafo
Gregorio Martínez Sierra. Citaremos todas las obras de Unamuno
por la edición de Obras completas (OC), Madrid, Escelicer, S. A.,
1966-1971 hecha al cuidado de M. García Blanco y de la que
han aparecido nueve vols.
2 Es sabido que desde la publicación de Paz en la guerra — en-
tregada a la imprenta en otoño de 1896 —las novelas de Una-
muno se desprenden de toda referencia ambiental, cronológica o
geográfica. En 1920, fecha del prólogo de Andanzas y visiones
españolas (Vid. OC, I, p. 345), Unamuno da las razones de ello,
no todas convincentes; creemos que lo esencial está en el hecho
de que el paisaje adquiere entidad literaria propia e independiente
tn su obra desde 1902. En el texto que nos ocupa habría que
tener en cuenta, además, un factor puramente superficial: la nor-
mal extensión de una colaboración periodística, que es la forma
exterior del comentario de la obra de Larreta.
3 Lo mismo ocurre con los tres primeros capítulos, concernien-
p. 497).
66 No podemos abordar, en este momento, el sugestivo
estudio
de las críticas literarias de Unamuno en las cuales podrían des-
velarse, sin duda, tantos o más principios éticos que estéticos. Por
lo que a nuestro texto se refiere, bastará con subrayar que los
dos pasajes de Larreta reproducidos están en íntima relación
con dos caracteres de la obra del propio Unamuno: con la musi-
calidad del paisaje, el primero; con el valor expresivo de la para-
doja, el segundo.
67 Ciudad
y campo. De mis impresiones de Madrid (OC, I,
p. 1040).
68 Vid. Frente a Ávila (OC, I, pp. 490-491).
69 Cf. Paisaje teresiano: «la maravillosa ciudad que tiene que
mirar al cielo» (OC, I, p. 496).
"70
Sobre importancia de la paradoja y de la metáfora es re-
la
velador este texto: «Y entonces pensé en cómo la más grande y
más duradera oratoria que conocemos, la del Evangelio, es entera-
mente poética. Los sermones de Jesús están divinamente tejidos
con metáforas, parábolas y paradojas. La metáfora, la parábola
y la paradoja son los elementos didácticos de las enseñanzas del
divino Maestro» (^Poesía y oratoria, 1905, OC, I, p. 1280). Vid.
también OC, III, pp. 934-935 y C. Blanco Aguinaga, Unamuno,
teórico del lenguaje, México, El Colegio de México, 1954, pp. 104-
107; F. Huarte, El ideario lingüístico de Miguel de Unamuno
(CCMU., V, 1954, esp. pp. 172-177) y A. Castro, La paradoja
unamuniana (CCMU., XVIII, 1968, pp. 71-84).
"^1
Entre los frecuentes textos que sobre esta lectura del paisaje
podrían aducirse, citaremos: «...iba leyendo entre las cumbres y
los desfiladeros la lección eterna de la Naturaleza. No lección ale-
gre, no. El campo, y sobre todo la montaña, sólo le alegra al
238 EUGENIO DE BUSTOS
Ávila aparece ésta: «Si el Salmista dice que los cielos narran la
gloria del Señor, las rocas, los berruecos de Ávila, entrañas de
la tierra, nos hablan de su amor terrible, del amor terrible
de Dios a sus criaturas», para aludir inmediatamente a la trans-
verberación de santa Teresa y decirnos que Ávila también «muere
porque no muere» (OC, IX, p. 1138).
78 De ahí que la ciudad sea también campo
y el campo ciu-
dad; esto es, paisaje. Así, un teso puede sugerir la imagen de una
catedral barroca y las líneas de su ciudad son «como las líneas
de estos campos». Vid. La torre de Monterrey a la luz de la hela-
da {OC, I, p. 466). Los ejemplos podrían multiplicarse; impor-
tante también es Ciudad, campo, paisajes y recuerdos (OC, I,
pp. 360-365).
79 Así es visto por Maragall en su correspondencia. Al texto
citado en nuestra nota 43, añádase ahora este texto coetáneo del
nuestro: «Creo que debe vivir como un profeta de Israel...» (car-
ta de 31-XII-1909) y, en su última carta, «Ya le dije que V. se
me figura como un profeta de Israel...» (25-III-1911). Op. cit.,
pp. 91 y 103. Vid. también el artículo de 1922 titulado Yo, indi-
viduo, poeta, profeta y mito (OC, VIII, pp. 477-478).
8^ «Yo busco a mi patria, al alma de mi patria, y sé que está
al comienzo.
Constantemente denostados por Unamuno; valga sólo una
82
Gisbert en 1910, los deñne en otro pleno paralelo: Son los «Que
yendo a la conquista / del marchito laurel de la victoria / miran
la liza sólo» (OC, VI, p. 875).
84 «...Hay individuos, hay acaso pueblos enteros que no viven
sino con la sobrehaz del alma; hay individuos, hay acaso pueblos
enteros que viven, más que con la voluntad y el sentimiento, con
los deseos y las sensaciones. Hay individuos, hay acaso pueblos
enteros que no viven otra vida que la vida que pasa, que no sien-
ten hambre y sed de inmortalidad, que no tienen lo que nuestro
padre Alonso Rodríguez llamaba apetito de divinidad» (OC, I,
p. 272).
85 También podría señalarse la existencia de una teoría sobre
las como morada del hombre contenida en este libro.
ciudades
Vid. Grandes y pequeñas ciudades (OC, I, pp. 300-305). Se
prolonga en sus Ajidanzas y visiones españolas: En la quietud de
la pequeña ciudad {OC, I, 394-399) y Por capitales de provincia
{OC, I, pp. 400-404). El punto de partida de todo ello es el
ensayo de 1902 titulado Ciudad y campo. De mis impresiones de
Madrid {OC, I, pp. 1031-1042).
Unamuno en sí mismo: "Para después
de mi muerte''
Manuel Alvar
Vientos abismales,
tormentas de lo eterno han sacudido
de mi alma el poso,
y su haz se enturbió con la tristeza
del sedimento.
Turbias van mis ideas,
mi conciencia enlojada,
empañado el cristal en que desfilan
de la vida las formas,
y todo triste
porque esas heces lo entristecen todo.
Oye tú que lees esto
después de estar yo en tierra,
cuando yo que lo he escrito
no puedo ya al espejo contemplarme;
oye y medita!
Medita, es decir: sueña!
«Él, aquella mazorca
de ideas, sentimientos, emociones,
sensaciones, deseos, repugnancias,
voces y gestos,
instintos, raciocinios,
esperanzas, recuerdos,
y goces y dolores.
UNAMUNO: «PARA DESPUÉS DE MI MUERTE» 241
Y
he aquí que si cualquier poema significa una búsqueda
en sombra para
la desde ella— —
alumbrar a la luz, estos
versos de Unamuno no daban su luz real, sino la que acer-
tábamos a proyectar con nuestros tanteos. El comentario del
— —
UNAMUNO: «PARA DESPUÉS DE MI MUERTE» 243
II
III
Vientos abismales,
tormentas de lo eterno han sacudido
de mi alma el poso,
y su haz se enturbió con la tristeza
del sedimento.
Turbias van mis ideas,
mi conciencia enlojada,
empañado el cristal en que desfilan
de la vida las formas,
y todo triste
porque esas heces lo entristecen todo
TRISTEZA
IV
VI
Cuando Unamuno —
olvidado ya el presunto lector
vuelve a monologar con sus cantos, los recursos estilísticos
que afloran son idénticos a los que empleó en el pórtico del
poema. Las palabras trascienden su propio valor para con-
vertirse en representaciones llenas de expresividad gracias
a metáforas o imágenes. El canto, esa misteriosa criatura
cuya vida se debe al poeta, deja de ser —
simplemente el —
'poema de unas determinadas características' para cobrar en
el alma de Unamuno todo el sentido simbólico de una ínti-
ma liturgia. En él se encuentra la objetivación material, que
va más allá de los elementos inasibles de la palabra (voz
UNAMUNO: «PARA DESPUÉS DE MI MUERTE» 255
VII
VIII
i
UNAMUNO: «PARA DESPUÉS DE MI MUERTE» 259
vendaval —
las creencias de Unamuno; dramáticamente, el
alma se ha entristecido por la angustia de la fe vacilante.
Si se pierde la fe en la creencia, nada podrá justificar la
muerte, pues el hombre durará menos que las criaturas m-
corpóreas que pueda inventar. Pero tampoco ellas vivirán
eternamente: con la fe muere la esperanza.
IX
-o
o
o Exhortación Increpación a Exhortación Increpación a 3
o al lector. I los cantos. I al lector. II los cantos. II
Introducción
Exhortación I Increpación I
Conclusión
Nos encontramos —
al analizar estos versos —
cómo se ha
cumplido aquella caracterización del poema que don Mi-
guel dio a Gerardo Diego: «el poema es cosa de postcepto,
y el dogma, cosa de precepto». ^^ Desde una toma de con-
tacto con esa conciencia de lo eterno, el poeta ha ido
llegando a unas conclusiones desazonantes, que se apartan
de cualquier dogmatismo. En religión, y en literatura. Muy
a posteriori, Unamuno pudo decir que
XI
con las ideas que el poeta tiene de los elementos que tradi-
cionalmente constituyen lo que se llama verso^ e incluso de
lo que se entiende por poesía. Y
que ambos planos
resulta
están —en Unamuno— totalmente condicionados: una idea
profunda no necesita de adornos, la pobreza expresiva exige
un adensamiento de contenido. Con lo que la lírica deja de
ser un simple ejercicio retórico para convertirse en una ma-
nera —
acaso la única posible —
de expresar la visión del
mundo que pueda tener el poeta. Por eso en Unamuno el
mensaje arroja los problemas de la expresión hacia un fon-
do entenebrecido y, en él, más que en otros escritores.
NOTAS
1 Poesías^ pp. 14-17 (citaré siempre por la primera edición).
García Blanco en su exhaustivo Don Miguel de Unamuno y sus
poesías (Salamanca, 1954) no dedicó ningún comentario al poema,
que —
sin embargo —
fue muy gustado por E. W. Olmsted y tra-
ducido al francés (por Mathilde Pomés, 1938).
2
Poesías y p. 14.
Cfr. Amado Teótimo, apud Estudios y ensayos de literatura
3
nia del Cristianismo (OC, XVI, p. 456), escribiría algo que vie-
ne desde estos días de la crisis:
Gregorio Salvador
NOTAS
1 Sobre todo en «Análisis connotativo de un soneto de Una-
muno», Archivum, XI V, Oviedo 1964; «El tema del árbol caído
en Meíéndez Valdés», Cuadernos de la Cátedra Feijoo 19, Oviedo
1966, y «Cuarto tiempo de una metáfora», Homenaje al Prof. Alar-
eos García, II, Valladolid 1965-67. Un resumen de mi posición
teórica con respecto a la literatura se halla también en «La no-
vela, entre el arte y el testimonio». Prosa novelesca actual. Uni-
versidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander 1968, pp. 121-
123.
2Svend Johansen, «La notion de signe dans la Glossématique
et dans TEstétique», y Ad. Stender-Petersen, «Esquisse d'une
theorie structurale de la Littérature», ambos trabajos publicados en
Recherches Structurales, volumen V de los «Travaux du Cercle
Linguistique de Copenhague».
3 Dámaso Alonso, que nunca se ha proclamado estructuralista,
el sistema habitual.
—
«La primavera ha venido. Nadie sabe como ha sido.» apoya,
15
SU belleza literaria —
un pasaje de La pata de la raposa,
por tratarse de una novela publicada en 191 1, es decir, poco
menos que contemporánea de Las cerezas del cementerio. Se
trata de aquella escena en que Alberto Díaz de Guzmán
pasea su mirada por el interior de un humilde chigre (una
taberna), y es capaz de contemplarlo todo transmutado en
un conjunto de exquisitas referencias o resonancias artísticas
j
«LAS CEREZAS DEL CEMENTERIO», DE G. MIRÓ 293
Ya los pastores que por los campos del caudaloso Ezla apacen-
taban sus ganados, se comenzaban a mostrar cada uno con su
rebaño por la orilla de sus cristalinas aguas tomando el pasto
antes que el sol saliese y advirtiendo el mejor lugar para después
pasar la calurosa siesta, cuando la hermosa pastora Selvagia por
la cuesta que de la aldea bajaba al espeso bosque, venía trayendo
delante de sí sus mansas ovejuelas.
de García Lorca
Carlos Bousoño
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Noche de cielo balbuciente
y aire tartamudo.
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
306 CARLOS BOUSOÑO
Jorobados y nocturnos
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
!i
j
«MALESTAR Y NOCHE», DE GARCÍA LORCA 309
Piraguamonte, piragua,
piragua, jevizarizagua.
«Irracionalismo» y «connotación^^
1
«MALESTAR Y NOCHE», DE GARCÍA LORCA 323
Abejaruco.
En tus árboles oscuros
y guardar el secreto
de nuestros rostros pálidos,
porque en las bacanales de la vida
vacías nuestras copas conservamos,
mientras con eco de cristal y espuma
ríen los zumos de la vid dorados.
Nosotros exprimimos
la penumbra de un sueño en nuestro vaso,
y algo que es tierra en nuestra sangre siente
la humedad del jardín como un halago.
Nosotros exprimimos
la penumbra de un sueño en nuestro vaso
y aire tartamudo.
y pesado como él. Claro que decir de los astros que son
«de plomo» resulta también una alusión realista a su color
natural, pues la poesía, y especialmente la contemporánea
(que aspira más que la de cualquier otra época, con la ex-
cepción barroca, a la economía verbal), tiende a la conden-
sación de cuantas significaciones pueda reunir en una expre-
sión sola. Cosa curiosa, pero no casual sino efecto de la
expresividad inconsciente: esto mismo ha dicho Freud de
los sueños, cuyos elementos tienden a la pluralidad semán-
tica.
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
334 CARLOS BOUSOÑO
("El viajero")
Los tres
borrachos cantan desnudos.
III. Conclusiones
NOTAS
1 Véase mi libro Teoría de la expresión poética, ed. Credos,
Bib. Románica Hispánica, 5.* ed., Madrid, 1970, tomo I, pp. 280-
302, Cap. XI titulado «San Juan de la Cruz, poeta 'contem-
poráneo'».
2 Ya que la vida no puede funcionar sino como un todo, esto
es, como un organismo, en que cada elemento ha de estar al ser-
vicio del conjunto.
342 CARLOS BOUSOÑO
^ Lo
dicho no excluye otros evidentes inñujos, especialmente en
los poetas últimamente mencionados. En cuanto a Alberti,
tres
creo que los ángeles «buenos» y «malos» de su libro Sobre los
ángeles derivan, no de Rilke, como se ha dicho alguna vez, sino
concretamente, con las naturales diferencias, de los ángeles tam-
bién moralmente contrastantes de Soledades, Galerías y otros poe-
mas de Machado: los que se ven en los poemas LXIII y LXIV,
"Se equivocó la paloma-
de Rafael Alberti
Marina Mayoral
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
A Se equivocó la paloma — a
Se equivocaba. — r
^ = a + r
p
A ^
"^
^ n ^desarrollo de i4 = ai <; -r — C
r ^r
o lo que es igual: ^(a + r) + B4 [ai (P + T) + r] + C
En las cuatro estrofas que constituyen la segunda parte
del poema se nos indican cuáles son los errores que cometió
la paloma. Analicemos las tres primeras, dejando la última
que presenta más dificultades. Los errores que aparecen re-
señados son de dos clases: unos, totales, incomprensibles,
muestra de esa destrucción del instinto de que ya hablamos.
Son los siguientes: «Por ir al norte fue al sur», «(creyó)
que la noche (era) la mañana», «(creyó) que la calor (era)
la nevada». Aquí se confunden términos inconfundibles, se
Suele creerse que los textos poéticos son los menos ade-
cuados para el estudio de la lengua, ya que la actitud poé-
tica es en cierto modo marginal y esporádica. Es cierto que
la expresión poética parece revestida de un especial engo-
lamiento respecto de las manifestaciones habituales de la
lengua de todos los días. Pero precisamente por ello, la poe-
sía campo de observación más desnudamente
nos ofrece un
que el habla cotidiana. En ésta, cuando nos co-
lingüístico
municamos con las personas de nuestro entorno, el lugar,
el momento, los comunes presupuestos, dan por consabidas
li i
un poema de dámaso alonso 353
y como en un 15
juego estúpido y malvado,
romper lo más delicado
al tuntún.
>» * y g „_ — f $ '
1
356 EMILIO ALARCOS LLORACH
1 ^-> 5
/ \
2 < > 4
\ /
elementos de la expresión.
Observemos las unidades fónicas que aparecen en las ri-
mas, teniendo en cuenta sólo la vocal tónica y la átona
final. La construcción circular de los contenidos se poten-
cia con el paralelismo de las expresiones. Si los contenidos
de las sextinas 1 y 5 de una parte, y los de las 2 y 4 de
otra, son paralelos, vemos que a la vez las rimas de los pies
quebrados en unas y otras son idénticas (-ar y -ón):
es patear protestar
y no llorar y no llorar
un corazón al trompicón
su sazón a traición
358 EMILIO ALARCOS LLORACH
Y como en un
al tuntún.
1 é - é <- —-> é - é 5
2 é - á < > é - á 4
estr. 1 é a é
estr. 2 é ó á
estr. 3 é ú á
estr. 4 é ó á
estr. 5 é á é
Par. 1 Queb, Par. 2
Manuel Seco
— —resumió
Sí — Isabel . Son esos nombres que vie-
nen en las letras del principio de la película.
— Lo que pasa con
Sí. ese trabajo es que hay que
esperar mucho para
colocar los guiones y ver mucha
gente; conocer a unos y otros. Pero luego, cuando se
tiene un nombre, ya se gana muchísimo, fíjate. [...]
—Pues Mercedes decía que os casabais este año para
verano, ¿no? ¿No haciendo te estabas ya el ajuar?
— Me Sí. haciendo lo estoy a pocos. Ya veremos. A
él todo eso de ajuar y peticiones y preparativos no le
gusta. Dice que casarse en diez días, cuando decida-
mos, sin darle cuenta a nadie. Ya ves tú.
— ^Uy, por Dios, qué cosa más rara. Lo dirá de bro-
ma. [...]
—No le digas a Merche que estaba
triste y eso
— en voz baja, mirando a la puer-
dijo Julia de prisa
— Son
ta . cosas que se dicen por decir, que unos días
te levantas de mejor humor que otros. Como ella a
Miguel no le tiene mucha simpatía...
—
Por favor, mujer, qué bobada, yo qué le voy a
decir.
—^No te vayas a creer que no le quiero por lo que
te he dicho. Yo no le cambiaba por ninguno.
—Pues claro.»
« [Esto =
que no te dejes avasallar] es lo que ^yo por lo —
menos —
te aconsejo», la hablante ha puesto por delante
su «yo» con la intención de marcar bien los límites del
consejo: se trata del consejo que te conviene, «al menos
de mi parte, desde mi punto de vista». Notemos que yo
no solamente no es el sujeto de la oración (el sujeto es
«esto», que hemos indicado entre corchetes), sino tampoco
LA LENGUA COLOQUIAL! «ENTRE VISILLOS» 367
La interrogación retórica
[7] Ah, eso siempre, eso todos. ¿Por qué te crees tú que reñimos
Antonio y yo? Pues por eso, nada más que porque no me
daba la gana de hacer lo que él quería.
[8] —No le digas a Merche que estaba y eso.
tríste [...] —Por
favor, mujer, qué bobada, yo qué le voy a decir.
368 MANUEL SECO
En ninguno de los tres casos el hablante espera respuesta
a su pregunta. Sin embargo, en cada uno tiene esta una
fisonomía distinta. En [6], la pregunta se la dirige a sí
misma la persona que la formula, y lleva dentro una nega-
ción: «me pregunto qué puede querer que haga yo» =
«no
sé qué puedo hacer». En [7], la pregunta no encierra la cer-
tidumbre de una negación, como en el caso anterior, sino
que va dirigida a la segunda persona para reclamar su aten-
ción sobre la auto-respuesta que sigue, reveladora de la causa
del hecho (reñimos) expuesto en la misma interrogación. En
[8], la interrogación vuelve a tener sentido negativo, y mu-
cho más marcado que en [6], hasta el punto de que de su
forma interrogativa no conserva sino la construcción. Este
ejemplo responde al esquema, muy vivo en el lenguaje co-
loquial, qué +Verbo ir + a + Verbo en infinitivo (tú
qué vas a saber; ella qué va a esperar; nosotros qué íbamos
a figurarnos, etc.), en donde el verbo ir en presente o im-
perfecto seguido de otro verbo en infinitivo equivale al pre-
sente o imperfecto (respectivamente) de este segundo verbo,
y donde qué equivale a «nada». Mayor grado de gramatica-
lización se presenta en
[9] Dice [...] que en cambio yo allí podría hacer muchas cosas
y qué sé yo qué.
La oración suspENDroA
[11] Si pudiera venir por lo menos un día o dos, ahora por las
ferias. Hablando es otra cosa.
[12] No le digas a Merche que estaba triste y eso [...]. Como
ella a Miguel no le tiene mucha simpatía...
La oración sincopada
La tendencia centrífuga
[27] ¿Por quéte crees que reñimos Antonio y yo? Pues por eso,
nada más que porque no me daba la gana de hacer lo que
él quería.
372 MANUEL SECO
[36] Dice que casarse en diez días, cuando decidamos, sin darle
cuenta a nadie.
374 MANUEL SECO
LÉXICO DIFUMINADO
[53] —Pues con eso ya, que no le quiero. —Ah, eso siempre, eso
todos.
Final
NOTAS
1 Me exime de reseñar los trabajos más importantes sobre el
español coloquial de España el remitir a dos excelentes prólogos:
el de A. Carballo Picazo a su Español conversacional, ejercicios
de vocabulario, Madrid 1961, y el de F. González OUé a sus
Textos para el estudio del español coloquial. Pamplona 1967. Una
bibliografía exhaustiva puede encontrarse en J. Polo, «El español
familiar y zonas añnes (ensayo bibliográñco)», en Yelmo, 1 (1971)
y siguientes.
Véanse R. A. Hall, Introductory Linguistics, New York 1964,
2
Madrid, Aguilar, 10.^ ed., 1968, II, 1506a): «La mejor recom-
pensa para las personas que de otro campo han venido a reconocer
a Isabel II es darles acceso hasta lo que llaman gradas del Trono
por medio de la investidura de nobleza y grandeza de España y
qué sé yo qué»; id., Narváez, caps. 6 y 26 (ed. cit., II, 1536íz
y 1608a), etc.
Sobre la elipsis, véase Ch. Bally, Traite de stylistique fran-
"7
go 1951, 373-374.
12 Cf. Arniches, La venganza de la Petra {Teatro completo y
Madrid, Aguilar, 1948, II, «
160): —
¡Cámara, tú eres como las
casas de la Gran Vía, hijo! Pa levantarte a ti hacen falta seis
cuadrillas de obreros. — Que soy espacioso y monumental».
13 Sobre pues, véanse Beinhauer, 336-339,
y Seco, 131.
14 Cf. Beinhauer, 107.
la lengua. / — —
Rojas Zorrilla: « Primillo, fondo en cuñado, / idos un poco a
\Si yo hablaba aquí por vos! / —
Sois un hablador,
y ella / es también otra habladora. / —
\Si vos me disteis licen-
cia!» {Entre bobos anda el juego, acto I, vv. 893-898).
16 Cf. Beinhauer, 142. También en Hispanoamérica:
Kany, 98
y 142. J. Coste y A. Redondo, Syntaxe de Vespagnol moderne,
París 1965, 213, afirman que el tú impersonal, «cada vez más
frecuente en la lengua familiar», solo es posible cuando la frase
«es ya impersonal». La observación se cumple, en efecto, en los
ejemplos [38] y [39]; pero no es, en modo alguno, una norma.
El uso no es nuevo; véase un ejemplo de Cervantes: «De los
alguaciles dijo que no era mucho que tuviesen algunos enemigos,
siendo su oficio, o prendería, o sacaríe la hacienda de casa, o
teneríe en la suya en guarda y comer a tu costa» {El licenciado
Vidriera, en Clásicos Castellanos, 36, Madrid 1957, 73). Por otra
parte, tampoco es exclusivo del español, como todo el mundo sabe.
17 Cf. Bally,
294; Hofmann, 64; Beinhauer, 56 y 144.
18 Cf.
M. Seco, Arniches y el habla de Madrid, Madrid 1970,
435.
19 Cf. Beinhauer, 341. Sobre cosa, cf. E. Lorenzo, El español
de hoy, lengua en ebullición, 2.^ ed., Madrid 1971, 20. Sobre eso,
cf. S. Fernández, Gramática española. I: Los sonidos, el nombre
y el pronombre, Madrid 1951, 251-252.
20 El lenguaje
y la vida, 2.* ed., Buenos Aires 1947, 111. Véase
también M. Criado de Val, «Encuesta y estructuración gramatical
del español hablado», en Presente y futuro de la lengua española,
Madrid 1964, I, 464.
Un comentario de texto para
estudiantes extranjeros: Carta de Teresa
Panza a Sancho Panza, su marido
Elena Catena
Nuestro comentario
11
Ya en tiempos de Cervantes ínsula era un arcaís-
ínsula: isla.
mo que gente común no entendia. Don Quijote aprendió la
la
palabra por sus frecuentes lecturas de libros de caballerías. Sancho
y Teresa no saben exactamente lo que es; suponen que es un
pueblo, un territorio o un reino (Cf. Martín de Riquer, Cervantes
y el Quijote, Barcelona, 1960, pp. 156-159).
12 la Berrueca: El artículo delante de un nombre propio es de
... escribió dos cartas una para su marido y otra para la Duquesa
1
CARTA DE TERESA PANZA A SANCHO 397
Claudio Bernard
mismo.
Eso que el texto «quiere decir»—su significación, su sen-
tido — puede poseer, y con frecuencia posee, una indiso-
luble unidad interna. El texto nos dice entonces con sus
palabras, pura y simplemente, lo que su autor quiso decir
con ellas: que el jugo gástrico enrojece el papel de tornasol
o que la suma de los ángulos interiores de un triángulo es
igual a dos ángulos rectos. No siempre acontece así. Los
textos literarios dicen no pocas veces —
recuérdese, sumo
ejemplo, el Quijote — más de lo que con ellos quiso expre-
sar quien los escribió. Por otra parte, hay ocasiones en que
la torpeza del autor, o acaso su voluntaria doblez, ponen
404 PEDRO LAÍN
—
y el personal , dentro de lo que ese texto «quiere decir».
Las palabras empleadas, el aire de una época de la historia
europea y la individual personalidad de Cl. Bernard se fun-
den unitariamente en este fragmento de la Introducción al
estudio de la medicina experimental. Muéstrase en él un
hombre original,plenamente compenetrado con su país, su
oficio y su época, capaz de expresar clara y precisamente lo
que piensa.
7. Dije al comienzo que el comentario de un texto cien-
tífico debe ser doblemente «personal»: en cuanto discierne
la originalidad del autor que lo compuso y en cuanto mani-
fiesta la originalidad del lector que lo interpreta. Después
de haber expuesto sumariamente la personal originalidad de
Cl. Bernard, veamos cómo, a su modo, puede ser original
el comentarista del texto transcrito.
Frente al culto romántico de la pura espontaneidad per-
sonal, y frente al modo de pensar que el psiquíatra Bleuler
llamó «autístico e indisciplinado», es preciso sostener que
también para la suscitación de la originalidad son posibles
las reglas. En otro lugar he recogido las varias que Cajal
expuso para ayudar al aprendiz de investigador científico.
Ahora, ante este fragmento de Cl. Bernard, indicaré, a título
de ejemplo, alguna de las vías para conseguir cierta origi-
nalidad personal en el comentario.
Un comentario puede ser original por tres caminos distin-
tos: la crítica, el esclarecimiento y la adición perfeaiva.
Criticando lo leído, el comentarista podrá discernir el error
de la verdad, lo posible de lo cierto y lo feo de lo bello;
esclareciéndolo, hará intelectualmente accesible lo que tal vez
fue enmarañado y oscuro; añadiendo a su contenido elemen-
UN TEXTO CIENTÍFICO: CLAUDIO BERNARD 417
BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL
La Introduction a Vétude de la médecine experiméntale puede
ser leída en cualquiera de sus numerosas ediciones francesas. Son
especialmente recomendables las de la Librairie Delagrave, de
París. El libro ha sido vertido al castellano tres veces. Una, en
1880, por el doctor Espina y Capo; otra, en 1942, por J. J.
Izquierdo, en su libro Bernard, creador de la medicina científica
(Méjico, 1942); otra, en fin, en 1947, bajo el titulo Claudio
Bernard y dentro de la colección «Clásicos de la Medicina» que
dirige el autor de este artículo (Madrid, 1947). Su autor es el
doctor Alberti. En último libro y en la excelente biografía
este
de M. D. Olmsted —
Claude Bernard, Physiologist (Harper, New
York and London, 1938), traducido al castellano por Ediciones
Peuser (Buenos Aires, 1951) —
se encontrará mención suficiente
de la amplia bibliografía que ha suscitado la obra de Cl. Bernard.
La edición del Manuscrit inédit del gran filósofo ha sido ya
oportunamente reseñada. Mi trabajo sobre Ramón y Cajal antes
aludido («Cajal y el problema del saber») puede leerse en los libros
Palabras menores (Barcelona, 1952), y Grandes médicos (Barce-
lona, Salvat, 1961).
Un texto geográfico. "En la montana'',
de A2
Lzorín
<íCómo podremos, —
vivir sin nuestras vidas? ^ha escrito Steinbeck.
— Sin nuestro pasado, ¿cómo sabremos que somos nosotros mismos?
. ¿Cómo será eso de ignorar qué tierra es la que se extiende fuera
. .
rostro, el olor de las plantas y flores, los ruidos del agua, las hojas
y los pájaros, el sentimiento y conciencia de la agilidad de nuestros
430 EDUARDO MARTÍNEZ DE PISÓN
con unos servicios que nunca tuvo cuando era un suelo tra-
bajosamente roturado. El campo de Azorín no es un espacio
recreativo, de escape, no es el espacio-mercado de un área
metropolitana, no es el miserable escaparate de las últimas
piezas deterioradas de un museo etnográfico. No hay en él
invasión de máquinas ajenas a la labranza —
ni tampoco de
las propias , —
de gentío, transplantes de formas y modos
extraños; no es una naturaleza desnaturalizada, hecha acce-
sible al opaco turista, arrebatándole ese intrínseco carácter
suyo de ser lo remoto, que le proporciona su encanto y su
fuerza. El campo de Azorín tiene malas comunicaciones para
los aldeanos; no es todavía el espacio desertizado por el éxo-
do: es el campo pobre que aún no conocía el ácido progreso
de los suburbios y las chabolas. El campo de Azorín no está
reacondicionado, adulterado, adaptado al consumo social ur-
bano; es un campo que —
pese a su gran penuria tiene —
unas estruauras, unas formas y unas funciones que le son
propias. Es un campo duro, penoso, pero no desesperanzado
y triste.
... todo ello tan sencillo y trágico a la vez... ¡Hay tanta deses-
peranza para mi —en tanta resignación! ¡Cuándo, en la evolución
castiza, y sin romperla —
^vano empeño, además— , vendrá de nuevo
Y Azorín añadía:
de Ortega
Helio Carpintero
ensayo.
444 HELIO CARPINTERO
—
y ahora' , de algún modo se revela en la perspectiva con
que el mundo se le ofrece: porque aquélla permite descubrir
las preferencias, el sistema atencional que en su fondo le
constituye. El cazador, para seguir el ejemplo ofrecido por
Ortega, vive en un paisaje venatorio; pues bien, también
acontece la relación inversa: que sólo quien contemple el
mundo según una perspectiva venatoria será real y efeaiva-
mente cazador.
Lo anterior basta para advertir qué lejos se halla Ortega
de toda interpretación puramente subjetivista de las prefe-
rencias. Cierto que cada cual tiene las suyas: pero, tenién-
dolas, configuran ellas un particular modo de ser hombre
que le es dado, que lleva consigo un paisaje determinado;
representa esto, precisamente, lo que Ortega entiende como
«vocación».
En abstracto, las preferencias carecen de realidad; sólo la
adquieren en cada situación, en función de aquellas cosas
entre las que cabe elegir, rechazando unas para destacar
otras. Ortega habla en el ensayo de la preferencia por la
novedad: está claro que semejante tendencia perceptiva no
puede manifestarse sino en el caso de que nuestro contorno
llegue a albergar algún estímulo nuevo. Las preferencias se
actualizan situacionalmente, y en consecuencia, sólo situa-
cionalmente cobra figura una «vocación». Lo que el hombre
haga, según su vocación, habrá de ser hecho en función de
sus circunstancias, porque sólo éstas pueden poner en marcha
su «corazón», su máquina de preferir.
Este concepto del 'sistema de preferencias' es central, si
no me equivoco, en el pensamiento de Ortega. Su relación
con la vocación es inmediata, y terminamos de verla; pero
en el ensayo comentado hay más:
4. Texto y expresión
títulos PUBLICADOS
EL COMENTARIO DE TEXTOS
2 / Andrés Amorós
VIDA Y LITERATURA EN "TROTERAS Y DANZADERAS"
LITERATURA Oa Y SOCIEDAD