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Predica la Palabra
Hoy en día, muchos pastores están bajo una tremenda presión creyendo que
deben saber hacer todo, menos predicar la Palabra. Los expertos les dicen que
para que crezca su congregación en números, deben tratar con las
“necesidades sentimentales” de las personas. Son animados a ser cómicos,
psicólogos, y oradoresque solamente motivan a su audiencia. Son advertidos a
tocar temas que para la gente son un tanto desagradables. Muchos han
abandonado la predicación bíblica por sermones devocionales que han sido
diseñados para que la gente se sienta bien con sí misma. Algunos han
reemplazado la predicación con dramas y otras formas de entretenimiento.
Pero para el pastor cuya pasión es la predicación bíblica, tiene solo una opción:
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2).
En el capítulo uno, Pablo le había dicho a Timoteo, “Retén la forma de las sanas
palabras que de mí oíste” (v. 13). Él se refería a cada palabra revelada en la
Escritura. Le urgió a Timoteo que “Guarde…el tesoro que te ha sido
encomendado.”Después en el capitulo dos le dijo que estudiara la Palabra y que
la manejara con precisión (2:15). Ahora le estaba diciendo que la
proclamara. Así que la fiel tarea del ministro gira alrededor de la Palabra de
Dios—guardándola, estudiándola, y proclamándola.
Pero Pablo dice que el ministro excelente debe ser fiel a predicar la Palabra
hasta cuando sea considerado anticuado. La expresión que él usa es “estar
listo”. El término griego que se usa es “epistemi”, y literalmente significa
“pararse al lado”. Da la idea de estar ansioso. Esta palabra fue frecuentemente
usada para describir a un soldado, un militar, siempre en su guardia, preparado
para hacer su deber. Pablo estaba hablando de un ansia explosiva para
predicar, como la de Jeremías, quien dijo que la Palabra de Dios era como
lumbre dentro de sus huesos. Esto era lo que le estaba exigiendo a Timoteo.
No desánimo, sino que estuviera listo. No indecisión, sino que fuera audaz. No
pláticas que motiven, sino la Palabra de Dios.
Hace algunos años, escuché una entrevista por la radio de un predicador que
es muy conocido por su énfasis en pensar positivamente. Este hombre había
declarado por escrito, que con perseverancia trata de evitar mencionar el
pecado en sus predicaciones porque siente que las personas ya están
abrumadas con bastante culpa. El que lo entrevistaba le preguntó que cómo
podía justificar una práctica como esta. El pastor le contestó diciendo que había
tomado esa decisión desde el principio de su ministerio, para poder enfocarse
en las necesidades de las personas y no en atacar su pecado.
Note que Pablo no está sugiriendo que la manera para alcanzar a una sociedad
es ablandar el mensaje para que las personas se sientan cómodas. Sino, todo lo
opuesto. Este tipo de cosquilleo de oídos es deplorable. Pablo le urge a Timoteo
a estar dispuesto a sufrir por el amor de la verdad, y que continúe predicando
la Palabra fielmente.
Un apetito por este tipo de predicación tendrá un final horrible. El versículo 4
dice que estas personas en última instancia “apartarán de la verdad el oído y se
volverán a las fábulas”. Ellos mismos se harán victimas de su propio rechazo de
la verdad. “Y apartarán” está escrito en la voz activa. La gente por su propia
voluntad escoge tomar esta acción. “Y se volverán a las fábulas” está escrito en
la voz pasiva. Describe lo que les pasa. Una vez apartándose de la verdad, se
harán víctimas de la decepción. Al momento que se aparten de la verdad, se
hacen esclavos de Satanás.
Siempre han existido hombres tras el pulpito quienes se les acercan grandes
multitudes porque son oradores, narradores interesantes, conferencistas
divertidos, personalidades dinámicas, manipuladores astutos, oradores
estimulantes, políticos populares, o estudiosos eruditos. Este tipo de
predicación quizás sea popular, pero no necesariamente tiene poder. Nadie
puede predicar con poder si no está predicando la Palabra. Y ningún predicador
fiel diluye ni abandona el consejo entero de Dios. Proclamar la Palabra—en su
totalidad—es el llamado del pastor.