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Recent Changes ¿Qué es el conocimiento? 0 55 …
Por este motivo, si nos preguntamos por las vías que hacen posible la adquisición del conocimiento
de sí mismo y del mundo, descubriremos que las fuentes de conocimiento son los sentidos, la razón
o pensamiento y, en algunos casos, la fe. En efecto, si consideramos nuestros actos de conocimiento,
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veremos que se trata principalmente de:
Estas fuentes de conocimiento están ligadas al cuerpo (los sentidos) y la mente (la razón) de los seres
humanos. Así, mediante los sentidos conocemos ciertas propiedades de las cosas corporales (los
animales, las plantas, los planetas) como su color, su textura, su sabor; mediante la razón conocemos
otras propiedades de los cuerpos como su magnitud, su figura, el espacio que ocupan, y ciertas
“cosas” racionales como los números y las relaciones entre ellos. Los filósofos han discutido durante
muchos siglos cuál de estas vías es la más adecuada y confiable y, en consecuencia, cuáles son sus
alcances y limitaciones. Los debates más intensos en la historia de la filosofía moderna se han
producido alrededor de los sentidos y la razón como fuentes de conocimiento; a los que defienden la
primera opción se los conoce como empiristas y a los segundos, como racionalistas.
Los nombres que se asocian con las corrientes modernas son, entre los racionalistas, René Descartes
(1596-1650), Baruch de Spinoza (1632-1677) y Gottfried Leibniz (1646-1716); entre los empiristas,
John Locke (1632-1704), George Berkeley (1685-1753) y David Hume (1711-1776); y como
fundador del criticismo, Kant.(2)
Los empiristas
Los racionalistas
Comparación entre los postulados del racionalismo y los postulados del empirismo
¿SABER O SABERES?(3)
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1. Los saberes
Planteada esta "actitud" general del saber, hay que ver cómo se justifica la distinción entre saberes
institucionalizados y saberes sojuzgados.
Lo propio de los primeros es realizarse a través de actuaciones verbales a las que se otorga, en un
momento y espacio histórico dados, el valor de actos de discurso "serios". Se produce, así, una
institucionalización de la pretensión propia del saber al sentido de la verdad. Ello comporta la
discriminación de locutores privilegiados -los "expertos"- que detentan el poder del discurso y cuya
autoridad, al ser reconocida desde las instituciones, configura un poder social.
Frente a éstos, es posible ubicar todos aquellos saberes "sojuzgados": la sociedad no reconoce la
validez de su pretensión al sentido y a la verdad y anula su derecho a ella. De este modo, o bien se
impide su emergencia -son saberes "soterrados"-, o bien se los priva, por descalificación, de
cualquier poder social: son saberes "sometidos".
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¿Para qué sirven los colegios?
[...] ¿Que significa "conocer" o "saber" algo? Si hemos aprendido nuestra lección nos abstendremos
de lanzarnos sin más a teorizar sobre el "verdadero" conocimiento: más modestamente,
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empezaremos la investigación por el uso lingüístico, observaremos si nuestro empleo de esas
palabras es ambiguo, elegiremos en su caso el significado que nos interese, examinaremos su grado
de vaguedad y, en caso necesario, estipularemos algún significado más preciso que satisfaga nuestras
expectativas.
Veamos, pues, algunos ejemplos: "sé esquiar"; "Roberto sabe que el cuadrado de la hipotenusa es
igual a la suma de 1os cuadrados de los catetos"; "mi tío sabe jugar al ajedrez"; "sé que algún día
seré medico"; "conozco a la novia de mi hermano"; "Benjamín conoce las islas como la palma de su
mano".
Advertimos rápidamente que usamos "conocer" y "saber" de la misma forma y en los mismos casos,
por lo que su significado parece ser el mismo. Pero las cosas se ponen más complicadas cuando
tratamos de analizar qué tienen en común los distintos usos de "saber" y "conocer" en los ejemplos
mencionados.
1. Conocimiento directo
"Conozco a la novia de mi hermano" y "Benjamín conoce las islas como la palma de su mano"
parecen mostrar que hay o ha habido una relación directa entre el sujeto cognoscente y el objeto de
su conocimiento. No es común que digamos de alguien que conoce una región como la palma de su
mano si nunca la ha recorrido y apenas es capaz de señalarla en un mapa. Del mismo modo, si
preguntamos "Conoce Usted a Nicanor?", nuestro interlocutor contestara afirmativamente cuando
quiera aseverar que alguna vez estuvo en presencia de Nicanor; no pretenderá tal vez haber penetrado
sus íntimos pensamientos ni sus sentimientos mas profundos, pero sí, al menos, que alguna vez se lo
han presentado. Puede ocurrir, sin embargo, que nuestro interlocutor conteste: "personalmente no,
pero lo conozco". Lo que quiere decimos en este caso es que sabe algunas cosas acerca de Nicanor;
que puede describir en proposiciones algunas propiedades que atribuye a dicha persona. Por ejemplo,
que "es un señor muy distinguido, de pronunciada calva". Esta forma de conocimiento es distinta del
contacto directo, ya que solo se refiere a la verdad de ciertas proposiciones. Pero, ciertamente, ambos
significados de "conocer" guardan cierta relación entre sí: se supone, en efecto, que quien ha estado
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en presencia de una persona o de una cosa es capaz de enunciar algunas proposiciones verdaderas
acerca de ella; por lo menos, las que se refieren a su aspecto exterior.
2. Habilidad
"Sé esquiar" y "mi tío sabe jugar al ajedrez" tienen en común algo que las distingue de los demás
ejemplos. En estas proposiciones parece indicarse que alguien posee cierta capacidad: en la primera
de ellas afirmo que, puesto sobre un par de esquíes, soy capaz de deslizarme por la nieve sin
enterrarme en ella de cabeza ni quedar abrazado al árbol más próximo. La palabra "saber", pues,
indica aquí una habilidad, como escribir a maquina, hablar francés o guisar un excelente conejo al
vino blanco. En tales casos no es común, en idioma castellano, el uso del verbo "conocer"; pero, si
alguien nos dijera que "conoce mecanografía", o que "conoce a fondo la técnica de la cocina
francesa" lo entenderíamos del mismo modo.
3. Saber proposicional
"Roberto sabe que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos" no
parece indicar conocimiento directo ni habilidad especial alguna. Podría decirse que, en este caso, el
objeto de conocimiento es simplemente la proposición que describe la tesis del teorema de Pitágoras.
Algo semejante, pues, a lo que ocurría con el individuo que afirmaba conocer a Nicanor, aunque no
personalmente. Conviene aclarar aquí que este tipo de saber, que para distinguirlo de los otros
podríamos llamar saber proposicional, no consiste en el conocimiento de proposiciones: las
proposiciones pueden ser construidas por cualquiera, con solo conocer (en el sentido de habilidad)
algún lenguaje que permita formularlas. "Saber", en este sentido, consiste en saber que ciertas
proposiciones son verdaderas (o que son falsas, lo que equivale a la verdad de sus negaciones).
Sabemos, por ejemplo, que el sol sale por el este, que el calor dilata los metales y que Buenos Aires
fue fundada en 1536. También sabemos que no por mucho madrugar amanece más temprano y que
no es verdad que la Tierra sea plana. Se trata, entonces, de un saber que, a través de proposiciones
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descriptivas, se refiere a los hechos (estados de cosas), y permite distinguir las descripciones
verdaderas de las falsas. Este es el tipo de saber del que están compuestas las ciencias [...].
Entonces, ¿qué es lo que define al conocimiento? Puedes tratar de encontrar alguna respuesta en el
siguiente texto de Ben Dupré: La teoría tripartita del conocimiento
*
Para conocer más sobre el conocimiento en las ciencias, visita los links que aparecen a continuación:
CONOCIMIENTO RAZONABLE(6)
1. Evidencia
Para que una creencia sea razonable debería haber alguna evidencia positiva en apoyo de la misma.
Imagina que alguien dice que hay hombrecillos verdes que viven en Marte. Cuando los desafías a
que demuestre su creencia, dice “Bueno, no se puede demostrar que no existen”. Este es un
argumento falaz, porque la persona no ha dado pruebas positivas para apoyar su creencia, y si bien
es difícil probar que definitivamente no existen hombrecitos verdes de Marte, esto simplemente
refleja el hecho de que siempre es difícil probar una sentencia negativa. El hecho de que no se puede
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probar que algo no es verdad no hace nada para demostrar que es cierto. La falacia de pensar que lo
que hace es llamada argumento ad ignorantiam.
Debemos velar no sólo por la evidencia a favor de nuestras creencias, pero también evidencia de qué
contaría en su contra. Porque, según los psicólogos, tenemos una tendencia inquietante, conocida
como sesgo de confirmación, para notar solo la evidencia que apoya nuestras creencias. Por ejemplo,
si uno cree en la astrología, tiende a considerar las veces que su horóscopo es acertado y a pasar por
alto las veces que está mal. Para contrarrestar esta tendencia, se debe mantener un registro no sólo de
la frecuencia con que el horóscopo es acertado, sino también de la frecuencia con que no lo es.
2. Coherencia
Un segundo criterio para decidir si una creencia es razonable es si se cohesiona, o encaja con nuestra
comprensión actual de las cosas. A pesar de las apariencias, no creo que este criterio contradiga lo
dicho anteriormente acerca de la necesidad de cuestionar el sentido común. Cuando se trata de
examinar nuestras creencias, nuestra posición es como la de un marinero que tiene que reconstruir su
nave cuando aún está en el mar. Si desmonta completamente la nave y trata de reconstruir desde
cero, se va a ahogar. Su única opción es reconstruirlo pieza a pieza. Del mismo modo, no podemos
poner en duda todas nuestras creencias al mismo tiempo. Lo mejor que podemos hacer es
examinarlas una a la vez en el contexto de nuestras otras creencias. Si no quieren ahogarse,
simplemente no hay otra manera de proceder.
Lo que este criterio implica es que, a pesar de que debemos estar abiertos a nuevas ideas, cuanto más
improbable algo relativo al estado actual del conocimiento es, más fuerte deberá ser la evidencia en
su favor antes de que podamos tomarlos en serio. Consideremos, por ejemplo, personas como Uri
Geller – “el paranormalista más famoso del mundo"- que aseguran ser capaces de doblar cucharas
utilizando sólo la energía mental. Dado nuestro conocimiento actual de la forma en que funciona el
mundo, parece poco probable que una cuchara se puede doblar a través de medios no físicos
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simplemente centrándose la mente en ella. Así que antes de aceptar tal creencia debemos exigir una
buena evidencia en apoyo de la misma. Hasta donde yo sé, no existe tal evidencia.
EL CONOCIMIENTO Y LA FE
Razón y fe
(1) Hessen, J. Teoría del Conocimiento, Editorial Panamericana, Colombia, 2006, págs.
(2) Raffin, Marcelo (coord.), Filosofía, Tinta Fresca ediciones, 2006.
(3) El texto de este apartado es la reproducción parcial de: Lasala, Malena. "Los
límites de la ciencia y la ciencia como límite" en: Guiber; Lasala; Regnasco;
Trevijano. La razón científica, su texto y su contexto. Editorial Biblos, 1991, págs.
39-40
(4) El texto de este apartado es la reproducción parcial de: Guibourg, R., Ghigliani,
A., y Guarinoni, R. Introducción al conocimiento científico. Eudeba, 1991, Cap. 2
"Conocimiento", págs. 81-83.
(5) Schujman, G. Filosofía-Polimodal, Aique Grupo Editor, Buenos Aires, 2004. Página
58
(6) Traducción de Van de Lagemaat, R. Theory of Knowledge for the IB Diploma,
Cambridge University Press, UK, 2005. Págs. 14-15.