Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Teoria Del Gusto
La Teoria Del Gusto
com/2013/02/11/hume-y-la-belleza/
HUME Y LA BELLEZA
por deboracastilloabajo
El siglo XVIII, en Escocia y el Reino Unido, estuvo marcado en el ámbito filosófico por la
proliferación de escritos de diversos autores acerca de la norma estética, entre ellos David Hume.
Este filósofo y muchos de sus coetáneos —cada uno con ligeros matices—, buscaban la norma del
gusto a partir de la observación y el posterior análisis de la obra estudiada o admirada.
Hasta entonces los tratados sobre la estética perseguían encontrar unos criterios comunes que
definieran lo que era bello, sin embargo, Hume rompe con la regla de que la armonía es el
fundamento de la belleza. Según él, la belleza ya no depende solo de la cosa observada sino de quien
la observa. La hermosura ya no reside en la proporción armónica, como defendían los cánones
clásicos, sino que está en el sujeto que la contempla. Es decir, una obra de arte lo es porque alguien
la admira. Por lo tanto, la belleza está en la propia naturaleza humana.
Hume también creía que el proceso de creación se desarrollaba relacionando razón y pasión.
En el caso del escritor, la razón es la que le da vueltas a los aspectos más formales: que la historia no
tenga ni más ni menos páginas de las que son necesarias, que las palabras sean las adecuadas, el
orden en que finalmente se contará la historia, cuántas voces narrativas, cuántos personajes…
La pasión, probablemente, tendrá que ver con ese dilema que tenemos muchos de los que escribimos
y que es: ¿De qué voy a hablar?
Las modas dictan los temas, ahora vivimos en la resaca erótica y nuestras librerías están inundadas
de libros acerca del rol de los sumisos y sumisas en las relaciones sexuales. Y son los que más se
venden.
¿Quiere decir eso que si no escribimos acerca de lo que está de moda tenemos menos posibilidades
de publicar? Pues la verdad es que sí. Mercados mandan.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Escribir sobre lo que está de moda o acerca lo que el cuerpo nos pide?
Hume decía que la razón es la que nos dice cómo hacer las cosas, pero querer hacerlas no es una
cuestión de la razón. Y también que: En primer lugar, la razón sola no puede nunca constituir un
motivo de ninguna acción de la voluntad; y en segundo lugar, nunca puede oponerse a la pasión en
la dirección de la voluntad.
Yo supongo que se trata de encontrar el equilibrio prefecto entre razón y pasión.
Hay una novela que es utilizada por muchos profesores y autores de manuales de técnica narrativa
como ejemplo de casi todas las cosas que están bien hechas: Drácula de Bram Stoker.
¿De qué habla la novela? Del amor, de su fuerza y de cómo, si es verdadero, no será vencido ni por
la mismísima muerte. ¿Cómo lo cuenta? Con vampiros.
Ya ves, él sin tener ni idea y trending topic del siglo XXI. Que se lo digan si no a Stephenie Meyer,
autora de la saga Crepúsculo.
https://luisfelip.net/2012/07/24/la-normalizacion-del-gusto-la-teoria-estetica-de-david-hume/
Por otro lado, Hume tiene en común con otros estetas ingleses la preocupación
por temas morales, lo cual debe entenderse en el contexto de sacudidas sociales que
produjo la revolución agraria e industrial. En la Inglaterra del siglo XVIII, tendrá lugar
un acercamiento ideológico entre las élites sociales tradicionales y la burguesía aún
emergente. Estas dos clases sociales constituirán un mismo bloque hegemónico,
sustentado en un ejercicio «suave» del poder de clase que se imagina a sí mismo como
resultado legítimo del libre juego de los individuos, libres e iguales, en la sociedad civil.
Entre un millar de opiniones distintas que puedan mantener diferentes hombres sobre
una misma cuestión, hay una y sólo una, que sea la exacta y verdadera, y la única
dificultad reside en averiguarla y determinarla. Por el contrario, un millar de
sentimientos diferentes, motivados por el mismo objeto, serán todos ellos correctos,
porque ninguno de los sentimientos representa lo que realmente hay en el objeto. Sólo
señala una cierta conformidad o relación entre el objeto y los órganos o facultades de la
mente. Y si esa conformidad no existiera de hecho, el sentimiento nunca podría haber
existido.[1]
Lo que busca Hume con la norma del gusto, no es sino un modo de lograr conciliar la
diversidad de sentimientos (encontrando una especie de lenguaje común para
entendernos respecto de cuestiones de gusto) o en todo caso un modo de poder dar un
juicio sobre la propia validez de cada sentimiento.[2]
La obra de Hume se encuadra entre las estéticas del siglo XVIII. Su aportación se
encuentra a caballo entre el Rococó (importado de Francia) y un Neoclasicismo que
empieza a gestarse.
El siglo XVIII, de este modo, puede caracterizarse por dos eventos en el campo cultural:
(1) Se empiezan a trazar ya los límites del mundo del arte (y su objeto central, la obra de
arte), separándolo por primera vez de otras tres instancias como serán
Lo político (o moral).
Lo exterior (lo otro del arte, el «mundo de la vida» con sus exigencias
pragmáticas).
Lo inferior (lo feo, lo incorrecto, aquello que por su baja calidad no llega a ser
obra de arte).
El museo será la gran institución que consolide la autonomía de lo artístico (del mismo
modo como el parlamento será símbolo de la autonomía de lo político). Y el museo
necesita de una nueva categoría de intelectuales, la crítica.
(2) Se produce un giro copernicano en estética, por el cual autores como Hume y Kant
utilizarán la experiencia estética para hablar no de la belleza del objeto bello (en la
tradición que se remonta a Platón) sino del sujeto espectador o público. En la crisis de
representación propia de la época moderna, por la cual el signo se independiza de la
trascendencia y el arte busca la autonomía contra lo simbólico, se convierte en todo un
problema mantener sujeto aquello que se escapa cuando explota el ideal de contención
de la belleza clásica. Y lo que se escapa en efecto es lo sensible. En este periodo entre el
Rococó y el Neoclásico, la estética debe pensar
El imperativo moral de ordenar y jerarquizar nuestras impresiones sensibles
concretas (sin caer en un peligroso relativismo), en un periodo en el cual el arte ha
pasado del símbolo al signo. Una normativa será necesaria para conjurar el desorden
moral y del gusto que pudiera conllevar la gran transformación y apertura del mercado
del arte.
Esta será la tarea emprendida por Hume: en efecto, hay una enorme diversidad de
gustos, ¿pero acaso son todos iguales?
Si alguien afirma que existe una igualdad de ingenio y elegancia entre Ogilby y Milton,
o entre Bunyan y Addison, pensaríamos que ese individuo defiende una extravagancia
no menor que si sostuviese que la madriguera de un topo es tan alta como el pico de
Tenerife, o un estanque tan extenso como el océano.[3]
Los gustos no son todos iguales. Y aquí es donde Hume resuelve una normativa, que no
es otra que aquella que deben seguir los críticos, en tanto técnicos especialmente
dotados y cultivados para trazar una distinción.
De este modo, Hume establece cinco características que debe tener el crítico como
sujeto de un gusto cultivado:
4. Por otro lado (y esto anticipa a Kant), el crítico «debe mantener su mente libre
de todo prejuicio»,[8] sin dejarse influir por ningún factor externo al objeto que está
considerando.
5. Es obra del «buen sentido»[9] evitar que el prejuicio influya sobre el buen gusto
o sobre el propio sentimiento de la belleza; ejerce de este modo un
control racional sobre el juicio. El buen sentido se ocupa de tener en cuenta las
relaciones y correspondencias entre las partes de un objeto considerado en su conjunto.
Y es este modo de considerar al objeto, lo que nos permite considerar la belleza de un
objeto complejo y estructurado, así como tener en cuenta sus aspectos superiores
relacionados con la razón y (por extensión) con los fines públicos y/o morales. Como
dice Hume,
Solamente pueden tenerse por tales a aquellos críticos que posean un juicio sólido,
unido a un sentimiento delicado, mejorado por la práctica, perfeccionado por la
comparación y libre de todo prejuicio; y el veredicto unánime de tales jueces,
dondequiera que se les encuentre, es la verdadera norma del gusto y de la belleza.[10]
Se consolida de este modo una herramienta política de primera magnitud: pues la tarea
normalizadora, que en un principio pretendía la cohesión social en cuestiones de gusto,
permitirá ahora establecer al mismo tiempo una diferenciación jerárquica sobre la
igualdad de los objetos sensibles.
La obra de Hume toma, como hemos visto, elementos hegemónicos del clima cultural
imperante (el Rococó importado de Francia) junto con algunos elementos novedosos
que preparan las condiciones para una nueva transformación cultural (con la hegemonía
de un nuevo estilo, el Neoclásico).
Bibliografía
[1] D. Hume, «Sobre la norma del gusto», en La norma del gusto y otros ensayos.
Barcelona: Península, 1989, p. 27.
[2] Ibíd.
[8] Ibíd.
https://theorein.wordpress.com/2011/03/13/sobre-la-norma-del-gusto-de-hume/
El hombre busca naturalmente una norma del gusto mediante la cual pueda reconciliar
los sentimientos divergentes. Pero es imposible obtenerla.
Todo sentimiento es correcto en la medida en que no se refiere a nada que esté fuera
de sí, limitándose a señalar una cierta relación entre el objeto y las facultades
mentales. Por el contrario, en el caso del juicio, las determinaciones del entendimiento
no siempre son correctas, pues se hallan referidas al exterior, constituyéndose en
cuestiones de hecho.
La belleza no es una cualidad de las cosas mismas sino que existe sólo en la mente de
quien las contempla, de suerte que cada mente percibe una belleza diferente. No hay
impresiones de la belleza. La búsqueda de la belleza real sería necesariamente
infructuosa.
Sin embargo, existe una especie de sentido común que se opone a esta concepción y
viene a quebrar el principio de la igualdad natural de gustos, a la luz de la
comparación de objetos muy desproporcionados. Lo que llamamos “bello” responde a
una preferencia compartida de los individuos, es decir, se deriva de una concordancia
sistemática o por lo menos general en la inclinación por algo. Existe frente al
subjetivismo exacerbado, cierta objetividad, ciertas reglas generales de aprobación o
censura respecto del gusto estético que pueden obtenerse de la experiencia, de la
observación general de lo que universalmente complace a los hombres y, por ende,
existe la posibilidad del juicio crítico.
Hume fija cinco condiciones idóneas para la posibilidad del juicio crítico:
Podemos afirmar que la persona que posea las facultades consideradas anteriormente,
es el verdadero juez en bellas artes, de suerte que su veredicto unánime constituye la
verdadera norma del gusto y de la belleza por la que nos venimos interrogando.
Norma del gusto que resulta, pese a todo, relativizada en cierta medida por los
diferentes temperamentos de los hombres y los hábitos propios de las épocas y países
particulares, en especial, los morales. Puede darse el caso de que dos personas fueran
en sus respectivas culturas excelentes jueces del gusto y, no obstante, que no
coincidieran en al menos algunos de sus juicios.
La acusación más frecuente contra las cinco condiciones que señala Hume es que
incurren en un círculo vicioso. Para distinguir las obras de arte excelentes se ha de
acudir a los críticos competentes, los que posean las cinco cualidades, pero para
decidir si un crítico cumple estas condiciones tengo que determinar si aprueba las
obras excelentes y condena las malas. Así pues, para poder valorar las obras hay que
evaluar a los críticos y para evaluar a los críticos hay que valorar las obras.
https://enciclopedismo.com/gusto-artistico/
Gusto artístico
http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20120615/54312134275/que-es-tener-buen-
gusto.html
Los árbitros del gusto El profesor Fajardo, por su parte, cree que se
ha pasado del gusto por lo pintoresco, por la naturaleza y por lo
interesante que caracterizaba a la sociedad burguesa, al gusto por lo
impactante, lo estridente y lo que produce el mercado de consumo.
“El concepto de buen gusto tenía que ver con la sensibilidad de los
grandes burgueses por el arte de élite, por una forma de vestir, de
comer, de diseñar su hogar; pero con las industrias culturales de
finales del siglo XIX y el XX, se habló de democratizar el arte y se
impulsó un arte de masas. Con la globalización de los mercados, a la
gente se le ha instruido en el gusto por el consumo rápido, en función
de lo que el mercado impone; el gusto contemporáneo se ha vuelto
inmediatista, se caracteriza por la velocidad y lo efímero; el patrón
del gusto lo dicta el mercado y la gente consume los discos, vídeos,
películas, libros o ropa que les ofrecen con la idea no de
contemplarlos, sino de consumirlos rápido”, enfatiza.
Claro que también hay quien opina que el buen gusto es algo más
profundo, que va ligado a la valentía y la independencia de juicio, a la
capacidad de pensar las cosas y resistirse a ser engañado a nivel
social, político, literario o artístico. “Como sujetos establecemos un
diálogo con una imagen determinada y reflexionamos sobre las
sensaciones que es capaz de producirnos; es lo que Jacques Aumont –
director de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París (EHESS)–
llama la teoría de la recepción: recibir impactos visuales y ser
capaces de reflexionar sobre las sensaciones que proyectan sobre
nosotros como receptores; esas sensaciones nos invitan a la
apreciación, que puede ser positiva (nos gusta) o negativa (nos
desagrada)”, apunta Marín.
http://www.eumed.net/libros-gratis/2011a/937/Que%20es%20gusto%20estetico.htm
La Educación Plástica significa: educar con el lenguaje de las imágenes visuales y para ellos
en su acción particular las distintas manifestaciones plásticas en sentido general. La misma
posee alto valor en desarrollo en las esferas cognoscitivas y afectivas. Es un objeto de trabajo
del universo y lo visual, incluido los exponentes arquitectónicos con sus correspondientes
elementos compositivos, su forma y colorido, así como su sentido expresivo. No se limita solo a
ser una materia o asignatura escolar, sino que es un área de labor educativa artística que se
extiende más allá de lo docente, o sea lo extracurricular. Contribuye a desarrollar estas
capacidades de los estudiantes y permite formarlos para que sean sensibles al mundo de las
imágenes.
Desde hace algunos años ocupa un lugar central en los análisis que se realizan en los
diferentes niveles de dirección del Sistema Nacional de Educación la importancia de atender a
las necesidades educativas de los estudiantes de forma tal que les permita asumir una actitud
responsable ante los problemas sociales, económicos, políticos y culturales. Esta meta
importante debe lograrse con el perfeccionamiento del trabajo interdisciplinario y de integración
de los diversos factores que ejercen una influencia educativa sobre ellos. Para dar respuesta
ha esta problemática a partir del curso escolar 1994-1995 se instrumentaron transformaciones
en la política educacional cubana. De esta forma surgen y se desarrollan los Departamentos
Docentes de Ciencias Naturales, Ciencias Exactas y Humanidades, donde se incluye la
Educación Artística.
Los criterios didácticos y pedagógicos de agrupar y utilizar a más de una disciplina para
desarrollar un tema determinado es una consecuencia del enfoque epistemológico actual que
ha puesto al descubierto la necesidad de un enfoque interdisciplinario. Al respecto en el país se
destacan los estudios de Rosario Mañalich, Fernándo Perera y Jorge Fiallo, entre otros.
.En materia de educación artística, para la apropiación de cada idea rectora, los estudiantes
deben dominar un grupo de conceptos relacionados con el arte. Es por ello, que en las
actividades diseñadas deben quedar precisados los conceptos artísticos que deben dominar los
estudiantes.
Las ideas rectoras del enfoque artístico definido para la Educación Secundaria Básica son:
Como se observa estas ideas rectoras responden muy estrechamente al aspecto cultural de la
localidad y no incluyen explícitamente el aspecto social y cultural, cuestión por la cual deben
concebirse cuatro direcciones en las ideas rectoras: las culturales, las históricas, las locales y
nacionales o universales.
• Aumenta la motivación de los estudiantes por el cuidado y protección de las obras que
conforman ambiente .artístico y cultural de la localidad.
Los intentos de la política educacional cubana de lograr una mayor estructuración del saber,
han encontrado en la práctica algunas dificultades para su aplicación, las mismas no deben
constituir una justificación para desechar una posibilidad que, a todas luces, constituye un
eslabón fundamental en las aspiraciones de lograr un proceso docente educativo dirigido a
plantear y resolver situaciones prácticas de la localidad.
Aprovechar las potencialidades que brinda el desarrollo artístico y cultural de la localidad en las
clases de Educación Plástica es un reto para todos los docentes que están convencidos del
impacto de las trasformaciones en la secundaria básica.
Su aplicación debe ser creadora, nunca esquemática o aislada del contexto en el que se
desarrolla el adolescente, debe atender al contenido de enseñanza, es decir, no utilizar las
actividades por desarrollar la habilidad en sí, sino por su necesidad real en el proceso de
enseñanza–aprendizaje, velando por que siempre se manifieste la unidad de instrucción y
educación.
Actividad extradocente: Son las que se llevan acabo fuera del aula, pueden ser en el contexto
de la escuela, la familia o la comunidad en que se encuentra enmarcada la escuela. Estas
actividades se desarrollan dentro del proceso enseñanza aprendizaje, pero con menos
prioridad y peridiocidad que las actividades docentes. En ellas puede intervenir otros sectores
de la sociedad (Pedagogía. Guillermina Labarrere). Por tanto en la elaboración de la propuesta
de actividades se ha tenido en cuenta el siguiente aspecto.
• Que las actividades a desarrollar, presenten suficiente contenido y motivación, de tal forma
que le resulte interesante a los estudiantes.
Por todas estas razones el autor se dio a la tarea de diseñar actividades para potenciar y
desarrollar el gusto estético, artístico y creativo a través de la Educación Plástica.
En este capítulo se hace un bosquejo general de los antecedentes históricos del surgimiento
del arte como necesidad humana, así como el desarrollo que adquirió el arte en el decursar de
la vida, desde las culturas más antiguas que influyeron en nuestro continente y que dejaron
huellas imperecederas en nuestro desarrollo artístico y cultural, hasta llegar al contesto
pedagógico de nuestra educación. También se aborda de manera teórica y con resultados en la
vida práctica la influencia que genera la estética y la ética en el desarrollo de la Educación
Artística y especialmente para la Educación Plástica en Secundaria Básica, evidenciándose la
interrelación formativa de su unidad.
https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/37366/41368
Ideas y Valores
Ideas Valores, Volumen 61, Número 150, p. 9-35, 2012. ISSN
electrónico 2011-3668. ISSN impreso 0120-0062.
TEORÍA ESTÉTICA E HISTORIA DEL ARTE
KANT, WÖLFFLIN, WARBURG*
Aesthetic Theory and History of Art
Kant, Wölfflin, Warburg
LISÍMACO PARRA
Universidad Nacional de Colombia
japarrap@unal.edu.co
RESUMEN
A partir de las reflexiones de dos conocidos historiadores del arte del siglo XX,
Heinrich Wölfflin y Aby Warburg, se examina la vigencia de dos aspectos centrales
de la teoría estética kantiana: por un lado, la posibilidad de emitir juicios de gusto
plenamente acabados, lo que justificaría la empresa de una deducción
trascendental de los mismos, y, por el otro, su implicación en el conjunto de la vida
cultural y social, es decir, la significación de la experiencia estética de la forma, tan
enfatizada en la doctrina kantiana del gusto.
ABSTRACT
On the basis of the reflections of two well-known art historians of the 29 th century,
Heinrich Wölfflin and Aby Warburg, the article examines the validity of two central
aspects of Kantian aesthetic theory: on the one hand, the possibility of providing
fully complete judgments of taste, which would justify their transcendental
deduction, and, on the other hand, their involvement in cultural and social life, that
is, the significance of aesthetic experience as emphasized in the Kantian doctrine of
taste.
Keywords: I. Kant, H. Wölfflin, A. Warburg, aesthetics, history of
art.
Introducción
Resulta afortunado que un mismo objeto pueda examinarse desde diversas
perspectivas científicas o intelectuales. Pero no resulta tan afortunado si esas
diversas perspectivas no se relacionan con frecuencia y permanecen como
compartimentos estancos. En este escrito quiero insinuar un intercambio entre dos
disciplinas -la teoría estética filosófica y la historia del arte- que versan sobre un
objeto más o menos común, la creación artística. De manera concreta, pretendo
examinar dos aspectos centrales de la teoría del juicio de gusto, tal como la
formulara Kant en su Crítica de la facultad de Juzgar, a partir de las reflexiones de
dos historiadores del arte del siglo XX, los cuales son representantes de sólidas
tendencias historiográficas que uno casi se siente tentado a calificar de endoxas. Se
trata de Heinrich Wölfflin y Aby Warburg. Y aunque no afirmo que estos dos autores
se hayan ocupado explícitamente de la teoría estética de Kant, sí creo encontrar
una cierta conexión y evolución temáticas en sus respectivos planteamientos que
quiero presentar aquí.
Como punto de partida, esbozaré dos "tensiones" que en mi opinión atraviesan la
teoría kantiana sobre el juicio de gusto. La primera, de la que quizás Kant no podría
haber sido consciente, es la tensión existente entre una crítica del gusto y
la formación del mismo. La segunda, esa sí registrada por nuestro autor, es la
existente entre juicio de gusto puro, que versa sobre la belleza libre (pulchritudo
vaga) y juicio de gusto no puro, que recae sobre la belleza adherente (pulchritudo
adhaerens). Voy a examinar la primera de ellas a la luz de las reflexiones de Wölfflin
y la segunda a la luz de las de Warburg.
Las nociones de crítica y de formación del gusto
En el "Prefacio" de 1790 a la Crítica de la facultad de juzgar (cf. CJ B IX), Kant
distingue entre el propósito trascendental de su investigación y otra tarea distinta,
de la que advierte que no se ocupará, y a la que llama la formación y cultura del
gusto. Para esta última, afirma Kant, no se necesitan nuevas investigaciones
especiales, como la que se emprenderá en la tercera Crítica, sino que ella puede
seguir su curso tal como hasta el momento se ha venido haciendo.
La diferencia mencionada podría ilustrarse tomando ejemplos provenientes de
campos distintos al de la estética. Así, por ejemplo, es válido investigar por qué
puedo estar absolutamente seguro de que la proposición "2 x 2 = 4" será verdadera
siempre, independientemente del tiempo o lugar en que se la emita. Ahora bien,
esa investigación dará por sentado que yo sé multiplicar y, por lo mismo, se
desentenderá de todos los problemas propios de una pedagogía de la aritmética. De
manera similar, cuando nos referimos al caso del juicio de gusto -cuya fórmula
estándar podría formularse como "este X es bello"-, al menos dos requisitos se dan
por cumplidos (así como en el ejemplo que acabo de mencionar se da por cumplido
el que yo sepa multiplicar). El primero es planteado por Kant en los siguientes
términos: "[s]ólo cuando la necesidad (Bedürfnis) ha sido satisfecha, se puede
distinguir quién entre muchos tiene o no gusto" (CJ §5 B 16). Así, pues, cuando
emito un juicio diciendo de algo que es bello, mis inclinaciones personales deberían
estar satisfechas de modo que yo pueda presumir razonablemente que no van a
influir en ese juicio. De modo que cuando emitimos un juicio de gusto, de manera
implícita estamos afirmando que nuestras inclinaciones privadas no son el motivo
determinante del mismo y, de manera igualmente implícita, estamos aceptando
que si no fuese así, entonces nuestro juicio sería ilegítimo.
Para lo que Kant llama "propósito trascendental" de su investigación se da por
sentado que las inclinaciones de un individuo no juegan ningún papel determinante
en sus juicios de gusto, bien sea porque estén satisfechas, bien porque estén bajo
control; pero, como sea, que no han influido en la declaratoria de un determinado
objeto como bello. Sólo a partir de entonces adquiere sentido y comienza la
"investigación trascendental".
El segundo factor sobre el que aquí quiero llamar la atención se refiere a otra
característica muy importante que, según Kant, exhiben los juicios de gusto. Se
trata de que, cuando queremos justificar las elevadas pretensiones de nuestro juicio
de gusto -nada menos que las de su validez universal y necesaria-, no podemos
recurrir a ningún tipo de conocimiento.
Existe un último nivel de "explicación" que sólo prima facie resultaría necesario
para el historiador, y al menos no tan urgente para el espectador: "[l]a obra de arte
aislada siempre tiene algo de intranquilizante para el historiador. [Por eso,]
intentará darle contexto y atmósfera" (Wölfflin 1921 7).
Un camino para esta restitución de contexto y atmósfera, que me permitiré llamar
"sincrónico", consiste en una rica aplicación de la lógica clásica de términos (o de
conjuntos) mediante la cual se obtiene una clasificación de la obra individual. Se
trata de aproximar la obra a lo que le es contemporáneo, y un primer círculo a
considerar es entonces el de las producciones "hermanas", lo que nos permite
hacernos una idea sobre la personalidad del artista. El círculo se ensancha cuando
se incorporan colegas contemporáneos al artista, lo que permitirá esclarecer la
relación entre la individualidad aislada y el tipo conceptual de la generación. Así,
por ejemplo, aunque Durero se diferencia marcadamente de Grünewald, su
coincidencia en trazos esenciales constituirá el carácter de la generación, es decir,
las señales que permiten reconocer el arte alemán de comienzos del siglo XVI.
Ahora bien, a una generación pertenecen no sólo individuos, sino que, dentro de
ella, también es posible distinguir grupos: la escuela de Franconia (a la que Durero
pertenece claramente) o la suaba, etc. Todas estas familias se contienen en el
concepto de arte alemán en general: "explicar querrá decir siempre aquí enseñar a
sentir lo más universal en lo individual y único" (Wölfflin 1921 9). La pregunta que
surge entonces es si la de los esfuerzos derivados de la "pedantería" del historiador,
intranquilo frente a la obra de arte aislada, no habrían de resultar necesarios y
fecundos para el espectador lego cuando se enfrenta a la obra de arte individual.
Una dirección explicativa complementaria, y que podríamos calificar de
"diacrónica", quiere encontrar la relación de algo con lo que lo antecede, y entiende
que todo es pre-requisito para lo ulterior, trátese de la obra del artista individual o
de las generaciones (cf. Wölfflin 1921 9). Así, por ejemplo, el alto gótico francés
sería impensable sin la forma germinal del gótico temprano, el que a su vez surge
de las premisas del estilo románico.
De la aplicación combinada de este conjunto de estrategias, de cuya necesidad
Wölfflin quiere convencer al espectador lego, se deriva la formación del gusto. Y
según sea la calidad de esa formación, dependerá lo justificado o injustificado de las
pretensiones de su juicio de gusto. Pero es claro que de lo que aquí se trata es de
un ejercicio siempre renovable y nunca de una posesión cierta.
Así, pues, la diferencia entre el espectador y el historiador del arte, aunque real, es
relativa, y con ello quiero decir que normalmente un mismo individuo puede asumir
ambas perspectivas. Pero si preferimos considerarlos como dos personajes
distintos, entonces hemos de afirmar que en ambos ha de existir un cierto grado de
conocimiento, entendiendo por este no la argumentación demostrativa y sí, en
cambio, una familiaridad formal con la obra, familiaridad que puede ser más o
menos consciente, más o menos completa.
Resulta notable que el descomunal ensanchamiento del universo formal, que desde
finales del siglo XIX se impuso a la consideración estético-artística, no haya llevado
al historiador Wölfflin a la afirmación relativista según la cual "entre gustos no hay
disgustos". Wölfflin no ha ignorado la pretensión de universal reconocimiento
exhibida por el juicio de gusto, pero la ha reinterpretado. No la toma como un hecho
cumplido cuyo fundamento es preciso esclarecer, sino como la expresión de una
inextinguible aspiración humana a una comunicación que, pese a su fragilidad, o
precisamente por ella, es necesario cultivar de manera adecuada. Aunque difiera en
la letra con Kant, me parece evidente que comparte el mismo espíritu.
2 "Que quien cree emitir un juicio de gusto juzgue de hecho según esta idea [de
una voz universal] puede ser incierto; pero que él se refiera ciertamente a ello, es
decir, que haya de ser un juicio de gusto, lo anuncia mediante la expresión de la
belleza. Pero para él mismo puede estar seguro de ello mediante la mera
consciencia de la separación de todo aquello que pertenezca a lo agradable y a lo
bueno de la complacencia que aún le reste. Y esto es todo lo que se promete para el
acuerdo de los otros: una pretensión a la que también él estaría justificado bajo
estas condiciones, si él no faltara a menudo a ellas, y con ello emitiese un juicio de
gusto equivocado" (CJ §8 B 26).
3 Este planteamiento tiene una impronta inequívocamente winckelmanniana. En
efecto, en su Historia del arte en la antigüedad afirma Winckelmann, tanto acerca
de esta relación entre formación y talento, como también entre antiguos y
modernos: "[p]ues Holbein y Albrecht Durero, los padres del arte en Alemania,
mostraron tener en ellos un talento sorprendente. Y si ellos, como Rafael, Correggio
o Tiziano, hubiesen podido aprender de las obras de los antiguos, habrían sido tan
grandes como estos, e incluso quizás los hubiesen superado" (41).
4 "[D]e allí que el gusto inglés en los jardines [y] el gusto barroco en los muebles
prefieren impulsar la libertad de la imaginación incluso hasta el acercamiento a lo
grotesco, y que pongan precisamente en este apartamiento de toda coacción de la
regla, el caso en el que el gusto puede mostrar, en bocetos de la imaginación, su
perfección más grande" (CJ B 71).
5 "El arte es expresión, y la historia del arte es la historia del alma. Estudia a los
hombres y entenderás su obra, estudia el tiempo y tendrás su estilo. Aquí se es
plenamente consciente de que existen vínculos que pueden reposar, p. ej., en la
materia o en la técnica. Un país rico en piedra construirá de otra manera que uno
rico en madera o en ladrillo. Una técnica altamente desarrollada de la construcción
en hierro producirá formas que antes no pudieron existir" (Wölfflin 1921 12 s.).
6 "También se sabe que el artista no produce como el ave canta, sino que es más o
menos dependiente de un público que compra, y de que el cliente -sea la iglesia o
quien sea- hará valer sus exigencias. No hay duda de que la historia del arte está
entrelazada con la historia económica y social, e incluso con la del Estado" (Wölfflin
1921 13).
7 "Una explicación de qué tanto puedan valer, por ejemplo, el gótico nórdico o el
Renacimiento italiano, como ejemplos de una determinada concepción del mundo y
de la vida, no es pertinente aquí. Cualquiera está convencido de ello. El arte está
mezclado con miles de raíces en el suelo de la realidad histórica. Todo depende de
todo, y la vida en toda su extensión ha de ser traída para la explicación de los
momentos pictóricos y sus estilos. Y sin embargo, al querer entender la historia del
arte puramente como expresión, la cosa queda a medias" (Wölfflin 1921 14, énfasis
mío).
8 "Un cuadro representa algo, una edificación sirve para un fin, una señal tiene un
sentido; todo eso debe ser explicado. Pero la forma (y aquí sólo se hablará de ella),
¿no habla acaso por sí misma? Para entender un dibujo japonés, no tengo que haber
aprendido japonés" (Wölfflin 1921 3).
9 "En la conciencia general fueron asociados con los nombres de Warburg y Wölfflin
posiciones científicas fundamentales mutuamente excluyentes. Allá Wölfflin, el
estético y formalista; aquí Warburg, el historiador e investigador de
condicionamientos. Allá el fenomenólogo que se abandona sólo a las impresiones
visuales y a la percepción espontánea; aquí el cavilador que quisiera reconocer
todas las circunstancias y presupuestos de una forma artística. Allá entonces el
hombre visual que no necesita ni documentos ni libros, es decir, sin biblioteca. Aquí
el obseso que recopila libros con manía coleccionista. Allá el tipo del maestro y
profesor exitoso, aquí el tipo del erudito privado necesitado de legitimación. Allá,
pues, quien para su tiempo representó la quintaesencia de la historia del arte y que
hoy es contado entre la vieja guardia, aquí el hamburgués inhibido para la escritura,
casi desconocido en su tiempo, y que hoy promete llegar a ser siempre actual"
(Warnke 1991 79).
10 "Un juicio de gusto con respecto a un objeto sería puro de determinados fines
internos cuando quien juzga, o bien no tuviese ningún concepto de esos fines, o
bien en su juicio hiciese abstracción de ello. Pero entonces, aunque este emitiese un
juicio de gusto correcto en tanto que juzgase al objeto como belleza libre, sin
embargo podría ser censurado y acusado de falso gusto por el otro que observara la
belleza en el objeto simplemente como propiedad adherente (y que atiende al fin
del objeto). Sin embargo, cada uno juzga correctamente a su manera; el uno, según
lo que tiene ante los sentidos, el otro, en el pensamiento. Mediante esta
diferenciación se puede dirimir más de una desavenencia entre jueces del gusto
sobre la belleza, en tanto que se les señale que uno se atiene a la belleza libre y el
otro a la adherente, y que el primero emite un juicio de gusto puro y el otro un juicio
de gusto aplicado" (CJ §16 B 52).
Bibliografía
Aristóteles. Poética, García Yerba, V. (ed. y trad.). Madrid: Gredos, 1974.
Kant, I. Kritik der reinen Vernunft [CRP]. Hamburg: Felix Meiner Verlag, 1998.
Kant, I. Kritik der Urteilskraft [CJ]. Hamburg: Felix Meiner Verlag, 2009.
Panofsky, E. "Zum Problem der Beschreibung und Inhaltsdeutung von Werken der
bildenden Kunst" [1932], Ikonographie und Ikonologie. Bildinterpretation nach den
Dreistufenmodell. Köln: Dumot, 2006. 5-32.
Warburg, A. "Heidnisch-antike Weissagung in Wort und Bild zu Luthers
Zeiten". Ausgewählte Schriften und Würdigungen, Hrg. von Dieter Wuttke. Baden-
Baden: Verlag Valentin Koerner, 1980a. 199-305.
Warburg, A. "Italienische Kunst und internationale Astrologie im Palazzo Schifanoja
zu Ferrara". Ausgewählte Schriften und Würdigungen, Hrg. von Dieter Wuttke.
Baden-Baden: Verlag Valentin Koerner, 1980b. 173-198.
Warnke, M. "Warburg und Wölfflin". Aby Warburg. Akten des internationalen
Symposions, Hamburg 1990. Bredekamp Horst, Diers Michael und Schoell-Glass
Charlote. Weinheim: VCH Acta humaniora, 1991. 79-86.
Warnke, M. "Vier Stichworte: Ikonologie, Pathosformel, Polarität und Ausgleich.
Schlagbilder und Bilderfahrzeuge". Die Menschenrechte des Auges. Über Aby
Warburg, Hofmann, Syamken und Warnke. Frankfurt am Main: Europäische
Verlagsanstalt, 1980. 53-84.
Winckelmann, J. J. Geschichte der Kunst des Altertums. München: Verlag Lothar
Borowsky, 1981.
Wölfflin, H. Conceptos fundamentales de la Historia del Arte [1915], Moreno Villa, J.
(trad.). Barcelona: Ed. Optima, 2002.
Wölfflin, H. Das Erklären von Kunstwerken. Leipzig: Verlag von E.A. Seemann, 1921.