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¡USTED NO CANTA!

Esta señorita que enseña canto en una escuela primaria sabrá mucha música, tocará muy bien el piano, tendrá un
educadísimo oído musical, un extraordinario gusto artístico, una refinada sensibilidad, pero no tiene alma de
maestra e ignora en absoluto la delicada psicología infantil.
Y yo sé por qué lo digo: está enseñando un canto a los niños de segundo grado. Una canción bonita, sencilla y
emotiva.
Todos la han aprendido y a los chicos les gusta cantar. Pero hay un varoncito vivaracho y simpático que tiene
voz gruesa. No desentona, apenas si se nota en el conjunto su voz de futuro bajo.
A la señorita que enseña canto le horroriza esa voz. Ella con su exquisito oído musical, con su refinamiento
artístico, ¿cómo podría permitir ese crimen de leso buen gusto?
Y ordena secamente:
—¡Usted, no canta!
Y como el chico la mira extrañado, preguntándose a sí mismo qué falta habrá cometido, qué error pudo
deslizarse en su comportamiento, la señorita explica:
—Ud. no canta; tiene la voz muy gruesa.
¡Extraña manera de enseñar canto! Ridícula orden que revela de cuerpo entero, la falta de comprensión de la
señorita.
Precisamente ése, el que más mal canta ha de ser el que más necesita practicar.
No se trata aquí, en las escuelas, de presentar coros artísticos intachables: se trata simplemente de desarrollar el
gusto de los alumnos.
¿Sabe la señorita el mal que le hizo a este niño con su orden estúpida y antipedagógica?
El chico quedó mortificado, empequeñecido ante los demás. A él le gustaba cantar. Los días de canto regresaba
a su casa y con toda alegra hacía oír a su mamita la canción aprendida.
Ahora ya no cantará más, tiene… fea voz.
Sus compañeros, cuando oyeron la orden lo miraron burlones. Las chicas —¡esas chicas que están siempre
dispuestas a reírse de los varones!— lo miraron también…
Y mientras los demás niños reanudaron el canto, él permaneció ahí silencioso, avergonzado, dolorido.
Esta señorita ha hecho hoy un grave mal. Ella no se lo imagina porque no tiene alma de maestra, porque no sabe
ver a través de los ojos de los chicos.
Será, lo repito, una gran música, todo lo inteligente que se quiera, pero para andar entre los chicos no se necesita
sabiduría sino tacto. En la escuela no precisamos técnicos sino corazones.
Un chico es una cosa demasiado delicada para que pueda manipularse sin cuidado.

Herminia Brumana [1932], “Tizas de Colores”, en Obras completas [1958], Buenos Aires, Claridad.
Herminia Brumana (1901-1954) es maestra y escritora, vinculada al feminismo y a las posiciones políticas de
izquierda. En “Tizas de colores” presenta sus experiencias como docente primaria.

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