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RELACIÓN ENTRE CULTURA Y CIENCIA: IMPORTANCIA DE

LA FORMACIÓN DE UNA CULTURA CIENTÍFICA EN LA


ESCUELA.
Luz Marina Virgen Jajoy (1227307); Lina Marcela Gallardo (1227595); Yeison Andres
Arboleda (1229256); Gina Vanessa Torres (1222452).
Universidad del Valle
Instituto de educación y pedagogía
Educación y cultura científica

La ciencia y la tecnología cumplen hoy en día un papel fundamental en nuestra sociedad, al


permitir el desarrollo de muchos de sus sectores, generando diversos cambios sociales, políticos,
económicos y ambientales, los cuales se han naturalizado a tal punto, que a las personas se les ha
vuelto casi imposible pensar sobre ellos; sólo los aceptan sin reflexionar y no intentan participar
en la toma de decisiones con respecto a dichos cambios.
Esta situación se ha alimentado desde diferentes actores sociales importantes, tales como la
escuela, los medios de comunicación y la comunidad científica, que han presentado una imagen
de ciencia alejada y deformada, la cual parece corresponder sólo a una gran carga de
conocimientos complejos, relacionadas fuertemente con las matemáticas, a la que sólo pueden
acceder ciertas personas privilegiadas con una capacidad innata para adquirir dichos
conocimientos, y que tiene como fin ofrecer comodidades materiales y progreso a la sociedad.

Se hace necesario entonces que la ciudadanía cuenten con una formación científica que no esté
dirigida a formar estudiantes para estudios universitarios científicos, sino que busque preparar
personas que logren comprender el mundo y sus cambios, para que puedan tomar acciones
informadas y tomar una postura crítica frente a los desarrollos científicos, sin sentirse excluidos o
sin ninguna responsabilidad frente a ellos.

A continuación se exponen los siguientes ítems, que tienen por objetivo revelar el para qué
fomentar una educación científica en la sociedad: ¿Qué es cultura?, ¿Qué es ciencia?, ¿Es cultura
la ciencia?, y una conclusión a modo de reflexión.

¿Qué es cultura?
Desde finales del siglo XIX, el concepto de cultura ha sido ampliamente discutido en los
diferentes ámbitos de las ciencias sociales, llegándose a construir una concepción de cultura con
un carácter simbólico. Esta concepción es la que predomina actualmente (Giménez, 2005).

Según Gutiérrez, Gómez & Martín (2005), desde aquel carácter simbólico, la cultura es entendida
como un conjunto de procesos simbólicos que existen en una comunidad. Esto más precisamente
se refiere a la construcción social de ideas o representaciones del mundo, que se transmiten
históricamente, en formas simbólicas o sensibles, de acuerdo a las cuales unos individuos, que
pertenecen a un espacio y tiempo determinados, se comunican entre sí y comparten sus
experiencias y creencias.

Cuando se menciona la palabra “simbólico”, esta hace alusión al mundo de las representaciones
sociales que se han materializado en forma sensible como lo son las expresiones, artefactos,
acciones, acontecimientos y habilidades. Este sistema complejo de signos, modela y da sentido a
todas las prácticas sociales de la comunidad que lo construye, con lo que es claro que la cultura
no puede ser definida dentro de un esquema general para cualquier comunidad, ya que cada una
sufre unos procesos históricos diferentes, lo cual conlleva a que estructuren su proceso simbólico
de forma distinta en cada una (Giménez, 2005).

No se debe caer en el error de catalogar a la cultura como un conjunto de simples reflexiones


sobre el mundo, ya que esta se refiere a representaciones construidas por un grupo, que están
organizadas en un sistema cognitivo, el cual depende de la historia y el contexto ideológico de
dicho grupo, convirtiéndose en representaciones de la realidad misma para este.

Como se ha visto, la cultura, al estar vinculada a una forma de comprender y actuar en el mundo,
se vuelve un instrumento de intervención sobre el mismo, y por tanto, un instrumento de poder.
Una forma en que la cultura transforma su entorno es por medio de la ciencia, construyendo
teorías y leyes que intenten explicar y entender el comportamiento de la naturaleza, teorías y
leyes que, al fin y al cabo, son representaciones construidas socialmente, de acuerdo al contexto
histórico y social en las que han surgido (Giménez, 2005). Por tanto, si la ciencia es un medio
transformador de la cultura, será que entonces ¿es cultura la ciencia? Para poder dar respuesta a
este interrogante, es preciso presentar algunas de las concepciones de ciencia más extendidas.

¿Qué es la ciencia?
Hoy en día, los ciudadanos del común tienen una concepción de ciencia bastante simple: se trata
de disciplinas muy complicadas, que poseen verdades exactas e irrefutables del mundo, de las
cuales solo pueden participar unas pocas personas con capacidades extraordinarias para las
matemáticas, bastante inteligentes y aplicadas. Esta concepción está bastante generalizada gracias
a que es la que más se difunde en los medios de comunicación y la escuela. Definir un concepto
de ciencia ha sido muy problemático y discutido desde el siglo XX por teóricos, filósofos y
algunos científicos que se interesaron por involucrarse más en el proceso del cual hacían parte
(Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). Diversos autores han intentado definir o establecer
las concepciones de ciencia, estas se encuentran reflejadas en dos imágenes, las cuales tiene
como factor de distinción, la importancia que cada una le da a la sociedad.

Una de las primeras concepciones que se han desarrollado de la ciencia es la de considerarla


como un saber verdadero, puesto que emplea un determinado método para relacionar hechos y
teorías (Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). Esta concepción surgió a principios del siglo
XX, y se conoce como internalista. Su nombre hace referencia al hecho de que en esta
concepción las explicaciones se basan únicamente en los factores internos de la ciencia, dándole
la espalda a factores sociales tales como la historia, la política, la economía, la religión, entre
otros de la sociedad en la que se desarrolla (Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001).

Un autor que comenta sobre esta concepción es Reichenbach, quien afirma que en el estudio de la
ciencia se distinguen dos contextos: contexto de justificación y contexto de descubrimiento. En el
primero, se estudian los factores internos de la ciencia, como la estructura lógica de cada teoría,
la cual justifica el carácter científico de una teoría; en el segundo, se analizan elementos que
influyen en el surgimiento de una teoría, como por ejemplo factores económicos, políticos,
religiosos, psicológicos e históricos (Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). En este segundo
contexto se refleja una concepción diferente a la mencionada anteriormente, la cual es
denominada externalista, en la que se le da un gran peso a los factores sociales (Gordillo,
Mariano, Martín, & otros, 2001).

¿Es cultura la ciencia?


Concebir la ciencia como parte de la cultura ha sido muy problemático, tanto, que no se considera
necesario saber de ciencia para ser denominado como alguien culto o con cultura; de acuerdo a lo
que se tiende a pensar, esa característica le corresponde a aquellas personas que se encuentran
involucradas con las llamadas Humanidades (arte, letras, política...) (Gutiérrez, Sagrario, Crespo,
& otros, 2001). Esta, entre otras situaciones, ha llevado a considerar a la ciencia como un ente
externo a lo que tradicionalmente se ha entendido como cultura. Esto se puede evidenciar en las
dos culturas que señaló Snow en su momento; este autor expresó que el mundo cultural estaba
dividido en una cultura literaria y en otra científica, totalmente antagónicas, en donde la literaria
contaba con más prestigio (Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). Hoy en día se conservan
evidencias de lo dicho por este autor hace más de cincuenta años, como lo son los currículos
educativos, que limita a los estudiantes a tener que decidir si estudian humanidades o ciencia, la
una o la otra, mostrándose como si fueran totalmente diferentes y desvinculadas, pero esto es un
grave error conceptual que viene desde las antiguas ideas sobre el conocimiento, y que puede
limitar a las generaciones futuras de formarse dentro de una cultura integral (Gordillo, Mariano,
Martín, & otros, 2001).

Una de las circunstancias que ha generado que hasta estos días la ciencia sea considerada como
algo externo a la cultura, es que desde los centros educativos no se le ha dado el carácter cultural
al saber científico, el cual solo se ha basado en el conocimiento e implementación de fórmulas
matemáticas, el seguimiento de teorías, leyes, entre otras cosas, es decir, se le ha dado un sentido
meramente procedimental. En consecuencia, la formación de ciudadanos científicamente cultos
ha quedado evidentemente relegada (Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001). Pero esta
separación entre ciencia y cultura no es del todo cierta, ya que la ciencia ha sido producto de
muchos debates filosóficos que se han estructurado a través del propio pensar del hombre, y que
representa su percepción del cosmos, lo cual evidencia su carácter cultural, teniendo en cuenta la
perspectiva de cultura que se menciona en el presente trabajo.
En aquella perspectiva, se puede ver la coherencia de la ciencia como una construcción simbólica
de la sociedad, y para señalar esto, se toma en cuenta la siguiente afirmación “... lo simbólico
recubre el vasto conjunto de los procesos sociales de significación y comunicación…” (Giménez,
2005, pág. 5). Es por esto que el ser humano, desde tiempos remotos y en diferentes culturas, ha
dado explicación a los fenómenos naturales, tomando como referencia fuerzas superiores; las
diferentes culturas dentro de su cosmovisión entretejieron una tradición mítica, que guiaba el
actuar de las comunidades, y en algunos casos los ayudaba a aceptar la realidad y entender los
fenómenos de la naturaleza. Pero a través del tiempo se han venido presentado diversos debates
filosóficos entre este pensamiento y el pensamiento racional, por lo que este tipo de pensamiento
se ha debilitado, como se logra ver en la actualidad, debido a que el hombre realiza o interpreta
explicaciones mediante la ciencia (Maya, 1992).

Si cultura es todo lo que una comunidad conoce y comparte para establecer una relación, como lo
es el lenguaje, la escritura, las tradiciones y demás, es decir, todo el conjunto de representaciones
simbólicas que se establecen para dar explicación o sentido a algo que de alguna forma influye en
el bienestar común. Entonces, si la ciencia es una forma de dar explicación a diferentes
acontecimientos e interviene en el desarrollo social en todos sus ámbitos y por ende al mismo ser,
¿por qué esta última no es considerada como cultura? Si desde muchas décadas el conocimiento
científico ha sido un conocimiento transformador de sociedad, este debe ser considerado un
conocimiento común, no siendo necesariamente que las personas conozcan los procedimientos
científicos como tal, entendiendo esto como la forma de proceder de la disciplina, pero sí
entendiendo e interesándole saber la forma en que dicho conocimiento puede alterar la vida en
general, ya que si un conocimiento que afecta a toda persona sin importar el nivel en que lo haga
se ve la necesidad de que dichos afectados puedan intervenir de algún modo en las decisiones
referentes a este, convirtiéndose así en algo cultural; aun más en el momento en que se vive en
donde los adelantos científicos como tecnológicos están tan cercanos a las comunidades
cambiando el modo de vida en todos los ámbitos.

Educación Científica en la Escuela.


En la escuela, durante muchos años, se ha promovido una concepción de ciencia como un saber
rígido, difícil de apropiar y que requiere de mucho esfuerzo; situación que ocasiona que los
estudiantes opten por centrarse en el conocimiento y estudio de las letras (Gutiérrez, Sagrario,
Crespo, & otros, 2001). Esta separación pone en evidencia que la formación en las escuelas no se
puede considerar integral, ya que el conocimiento científico no se estima como fundamental para
el desarrollo personal de los estudiantes, siendo este de vital importancia, más en la época actual,
en la cual los avances científicos y tecnológicos son cada vez más influyentes en todos los
ámbitos de la sociedad.

La imposibilidad de que en la sociedad se presente una construcción que incluya el saber


científico dentro de su cosmovisión, y no solo se limite a utilizar y admirar los hechos científicos
de forma enajenada, recae principalmente en tres actores de la sociedad que alimentan la
concepción de ciencia como un saber absoluto e imposible para las personas del común. Estos
actores o imágenes son la educación, los medios de comunicación y los mismos científicos
(Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001), cuestión que se aborda a continuación.

La educación se encarga de exponer o entregar una concepción exclusiva de ciencia, en donde los
estudiantes no apropian ni reflexionan entorno a ella, sino que han tomado un rol de receptores de
leyes o teorías del pasado, sin comprenderlas o interpretarlas. Tampoco se les enseña cómo
funciona realmente la ciencia, ni su utilidad en las situaciones de la vida cotidiana, y mucho
menos su importancia para la participación ciudadana en asuntos científicos y tecnológicos
(Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001).

De la misma manera en que la educación se encarga de seguir involucrando a unos pocos en la


ciencia, los medios de comunicación se encargan de mitificarla, evitando al ciudadano concebir la
ciencia como una construcción social, sino como un agente externo a su cultura, al exhibir los
desarrollos más fantásticos de la ciencia, que parecen no tener nada que ver con su cotidianidad,
ni afectarlos directamente (Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001).

Otro de los aspectos que obstaculizan la participación del ciudadano en la ciencia son los mismos
científicos, que en su constante adulación, creen ser los únicos con el derecho de tener dominio
del conocimiento, con lo cual sienten que poseen un poder sobre la gran mayoría que no lo
domina. Estas situaciones hacen que las personas no tengan criterios para participar en asuntos
referentes a la ciencia y su tecnología; criterios que no necesariamente hacen referencia a los
conocimientos en la materia como tal, sino al entendimiento de las repercusiones que estos
pueden causar, ya sea de forma inmediata o futura (Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001).
Es por esto que los ciudadanos necesitan una educación científica que les permita tener criterios o
conocimientos para involucrarse en los temas científicos. Igualmente que esta educación les
permita en su vida cotidiana enfrentarse a muchas cuestiones de interés social que se relacionen
con la ciencia y la tecnología, tomar decisiones responsables sobre ellas, y estar en la capacidad
de aportar a la resolución de problemas surgidos en este contexto (Acevedo, 2004).
Para lograr lo anterior, el papel del docente en ciencias no puede ser el de un simple transmisor
de conocimientos, sino que debe ser un generador de situaciones que permitan desarrollar
significativamente el aprendizaje en los estudiantes, con el fin de que estos se les facilite adquirir
conocimientos para su autorregulación y participación en la sociedad y, de este modo, desarrollen
las competencias que requiere un ciudadano de hoy (Tobón, Pimienta, & Fraile, 2010). Los
profesores en ciencias se deben enfocar en las competencias de la ciencia, ya que son de gran
importancia para fomentar en los estudiantes la participación ciudadana en la toma de decisiones
a nivel científico y tecnológico, puesto que en muchas ocasiones las decisiones relativas a los
procesos científicos que son de interés en la sociedad, como por ejemplo mega proyectos,
vacunas, alimentos genéticamente modificados, y muchos otros, solo queda en las manos de
algunos pocos (Tobón, Pimienta, & Fraile, 2010). Se reconoce entonces la necesidad de brindar
competencias que le permitan al estudiante interpretar y reflexionar acerca de su realidad, lo cual
se ratifica en la siguiente afirmación “los conocimientos científicos de un individuo como el uso
de ese conocimiento para identificar problemas, adquirir nuevos conocimientos, explicar
fenómenos y extraer conclusiones basadas en pruebas sobre cuestiones relacionadas con la
ciencia” (PISA, 2006, pág. 13).

Por todo lo afirmado anteriormente, se hace evidente la necesidad de una educación científica en
la sociedad, entendida desde la National Science Education Standards como:

“Todos necesitamos utilizar la información científica para realizar opciones que se


plantean cada día; todos necesitamos ser capaces de implicarnos en discusiones públicas
acerca de asuntos importantes que se relacionan con la ciencia y la tecnología; y todos
merecemos compartir la emoción y la realización personal que puede producir la
comprensión del mundo natural” (citado por Gil & Vilches, 2001, p. 2)

Conclusión.
Considerar cultura a la ciencia ha sido muy problemático durante muchas décadas, puesto que no
se considera necesario tener un conocimiento científico para ser visto como una persona culta,
como sí lo es el tener un conocimiento de las humanidades. Pero si cultura es todo aquello que
una comunidad debe saber y establece para relacionarse en su forma de vida y desarrollo de la
misma, ¿por qué no ver la ciencia como cultura?; esta, al ser un conocimiento tan determinante
en los estilos de vida de las personas en todo sentido, se ve la necesidad de que las personas
tengan una forma de intervenir en la misma, así no sea en la forma procedimental de la ciencia
como tal, pero sí entendiendo las influencias que lo desarrollado por esta puedan tener en su vida
en general y tener participación en las decisiones que se tomen en torno a ella.

En este sentido, si es necesario que la gente tenga un papel participativo en la ciencia, se ve la


necesidad de que haya una educación científica para que dicha participación se de. Por tanto, el
papel de la escuela es fundamental, puesto que esta de algún modo es la que brinda a las personas
una visión de lo que es ciencia y su importancia; cosa que es vital para que el ciudadano asimile
la importancia de tener opinión en todo lo desarrollado por un saber tan poderoso y
transformador como lo es el conocimiento científico. Es por esto que la escuela debe facilitar que
se promuevan ambientes de aprendizaje para que los estudiantes desarrollen habilidades
científicas y así formar ciudadanos activos, propositivos y críticos.

El papel del docente es fundamental para lograr este cambio, y es por este motivo que se debe
buscar un compromiso por parte de los docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las
ciencias, que este vaya más allá del solo hecho de aplicación de fórmulas, solución de ecuaciones
o aprenderse la tabla periódica, sino que se logre apreciar lo importante y la influencia del
conocimiento científico en todo sentido. Sin docentes comprometidos a cambiar la visión que se
tienen de la ciencia como un conocimiento para pocos y difícil de entender, es imposible lograr
una participación de los ciudadanos frente a temas científicos, ya que no sabrían, o peor aún, no
considerarían que pueden participar en dichos temas.
Es claro que la ciencia sí debe ser considerada cultura, al ser esta una forma de transformar el
mundo, cambiar los estilos de vida e intervenir en todos los sectores sociales, recalcando la
importancia de tener conocimiento de algo que influye, ya sea directa o indirectamente, en el
desarrollo tanto individual como colectivo de las personas. Si la ciencia afecta a la cultura como
tal, aquella debe ser considerada como parte de esta.

Referencias Bibliográficas
Acevedo, J. A. (2004). Reflexiones sobre las finalidades de la enseñanza de las ciencias:
educación científica para la ciudadanía. Revista Eureka sobre enseñanza y divulgación de las
ciencias , 3-16.
Gil, D., & Vilches, A. (2001). Una alfabetización científica para el siglo XXI . Investigación en
la Escuela , 27-37.
Giménez, G. (2005). La concepción simbólica de la cultura. 1-17.
Gordillo, Mariano, Martín, & otros. (2001). ¿Qué es la ciencia? y ¿Tipos de ciencia? En Ciencia
Tecnología y sociedad (Primera ed., págs. 18-53). Grupo editoria del norte.
Gutiérrez, J., Sagrario, M., Crespo, G., & otros. (2001). ¿Es cultura la ciencia? En Enseñanza de
las ciencias desde la perspectiva Ciencia, Tecnologia y Sociedad (págs. 17-31). Madird: Narce,
S.A ediciones.
Maya, A. Á. (1992). El mito: una interpretación ambiental. La tadeo , 14-22.
PISA. (2006). Marco de la Evaluación. Conocimientos y Habilidades en Ciencias, Matemáticas y
Lectura. OCDA.
Tobón, S., Pimienta, J., & Fraile, J. (2010). Secuencias didácticas: aprendizaje y evaluación de
competencias. México: Prentice Hall, Pearson.

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