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Se hace necesario entonces que la ciudadanía cuenten con una formación científica que no esté
dirigida a formar estudiantes para estudios universitarios científicos, sino que busque preparar
personas que logren comprender el mundo y sus cambios, para que puedan tomar acciones
informadas y tomar una postura crítica frente a los desarrollos científicos, sin sentirse excluidos o
sin ninguna responsabilidad frente a ellos.
A continuación se exponen los siguientes ítems, que tienen por objetivo revelar el para qué
fomentar una educación científica en la sociedad: ¿Qué es cultura?, ¿Qué es ciencia?, ¿Es cultura
la ciencia?, y una conclusión a modo de reflexión.
¿Qué es cultura?
Desde finales del siglo XIX, el concepto de cultura ha sido ampliamente discutido en los
diferentes ámbitos de las ciencias sociales, llegándose a construir una concepción de cultura con
un carácter simbólico. Esta concepción es la que predomina actualmente (Giménez, 2005).
Según Gutiérrez, Gómez & Martín (2005), desde aquel carácter simbólico, la cultura es entendida
como un conjunto de procesos simbólicos que existen en una comunidad. Esto más precisamente
se refiere a la construcción social de ideas o representaciones del mundo, que se transmiten
históricamente, en formas simbólicas o sensibles, de acuerdo a las cuales unos individuos, que
pertenecen a un espacio y tiempo determinados, se comunican entre sí y comparten sus
experiencias y creencias.
Cuando se menciona la palabra “simbólico”, esta hace alusión al mundo de las representaciones
sociales que se han materializado en forma sensible como lo son las expresiones, artefactos,
acciones, acontecimientos y habilidades. Este sistema complejo de signos, modela y da sentido a
todas las prácticas sociales de la comunidad que lo construye, con lo que es claro que la cultura
no puede ser definida dentro de un esquema general para cualquier comunidad, ya que cada una
sufre unos procesos históricos diferentes, lo cual conlleva a que estructuren su proceso simbólico
de forma distinta en cada una (Giménez, 2005).
Como se ha visto, la cultura, al estar vinculada a una forma de comprender y actuar en el mundo,
se vuelve un instrumento de intervención sobre el mismo, y por tanto, un instrumento de poder.
Una forma en que la cultura transforma su entorno es por medio de la ciencia, construyendo
teorías y leyes que intenten explicar y entender el comportamiento de la naturaleza, teorías y
leyes que, al fin y al cabo, son representaciones construidas socialmente, de acuerdo al contexto
histórico y social en las que han surgido (Giménez, 2005). Por tanto, si la ciencia es un medio
transformador de la cultura, será que entonces ¿es cultura la ciencia? Para poder dar respuesta a
este interrogante, es preciso presentar algunas de las concepciones de ciencia más extendidas.
¿Qué es la ciencia?
Hoy en día, los ciudadanos del común tienen una concepción de ciencia bastante simple: se trata
de disciplinas muy complicadas, que poseen verdades exactas e irrefutables del mundo, de las
cuales solo pueden participar unas pocas personas con capacidades extraordinarias para las
matemáticas, bastante inteligentes y aplicadas. Esta concepción está bastante generalizada gracias
a que es la que más se difunde en los medios de comunicación y la escuela. Definir un concepto
de ciencia ha sido muy problemático y discutido desde el siglo XX por teóricos, filósofos y
algunos científicos que se interesaron por involucrarse más en el proceso del cual hacían parte
(Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). Diversos autores han intentado definir o establecer
las concepciones de ciencia, estas se encuentran reflejadas en dos imágenes, las cuales tiene
como factor de distinción, la importancia que cada una le da a la sociedad.
Un autor que comenta sobre esta concepción es Reichenbach, quien afirma que en el estudio de la
ciencia se distinguen dos contextos: contexto de justificación y contexto de descubrimiento. En el
primero, se estudian los factores internos de la ciencia, como la estructura lógica de cada teoría,
la cual justifica el carácter científico de una teoría; en el segundo, se analizan elementos que
influyen en el surgimiento de una teoría, como por ejemplo factores económicos, políticos,
religiosos, psicológicos e históricos (Gordillo, Mariano, Martín, & otros, 2001). En este segundo
contexto se refleja una concepción diferente a la mencionada anteriormente, la cual es
denominada externalista, en la que se le da un gran peso a los factores sociales (Gordillo,
Mariano, Martín, & otros, 2001).
Una de las circunstancias que ha generado que hasta estos días la ciencia sea considerada como
algo externo a la cultura, es que desde los centros educativos no se le ha dado el carácter cultural
al saber científico, el cual solo se ha basado en el conocimiento e implementación de fórmulas
matemáticas, el seguimiento de teorías, leyes, entre otras cosas, es decir, se le ha dado un sentido
meramente procedimental. En consecuencia, la formación de ciudadanos científicamente cultos
ha quedado evidentemente relegada (Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001). Pero esta
separación entre ciencia y cultura no es del todo cierta, ya que la ciencia ha sido producto de
muchos debates filosóficos que se han estructurado a través del propio pensar del hombre, y que
representa su percepción del cosmos, lo cual evidencia su carácter cultural, teniendo en cuenta la
perspectiva de cultura que se menciona en el presente trabajo.
En aquella perspectiva, se puede ver la coherencia de la ciencia como una construcción simbólica
de la sociedad, y para señalar esto, se toma en cuenta la siguiente afirmación “... lo simbólico
recubre el vasto conjunto de los procesos sociales de significación y comunicación…” (Giménez,
2005, pág. 5). Es por esto que el ser humano, desde tiempos remotos y en diferentes culturas, ha
dado explicación a los fenómenos naturales, tomando como referencia fuerzas superiores; las
diferentes culturas dentro de su cosmovisión entretejieron una tradición mítica, que guiaba el
actuar de las comunidades, y en algunos casos los ayudaba a aceptar la realidad y entender los
fenómenos de la naturaleza. Pero a través del tiempo se han venido presentado diversos debates
filosóficos entre este pensamiento y el pensamiento racional, por lo que este tipo de pensamiento
se ha debilitado, como se logra ver en la actualidad, debido a que el hombre realiza o interpreta
explicaciones mediante la ciencia (Maya, 1992).
Si cultura es todo lo que una comunidad conoce y comparte para establecer una relación, como lo
es el lenguaje, la escritura, las tradiciones y demás, es decir, todo el conjunto de representaciones
simbólicas que se establecen para dar explicación o sentido a algo que de alguna forma influye en
el bienestar común. Entonces, si la ciencia es una forma de dar explicación a diferentes
acontecimientos e interviene en el desarrollo social en todos sus ámbitos y por ende al mismo ser,
¿por qué esta última no es considerada como cultura? Si desde muchas décadas el conocimiento
científico ha sido un conocimiento transformador de sociedad, este debe ser considerado un
conocimiento común, no siendo necesariamente que las personas conozcan los procedimientos
científicos como tal, entendiendo esto como la forma de proceder de la disciplina, pero sí
entendiendo e interesándole saber la forma en que dicho conocimiento puede alterar la vida en
general, ya que si un conocimiento que afecta a toda persona sin importar el nivel en que lo haga
se ve la necesidad de que dichos afectados puedan intervenir de algún modo en las decisiones
referentes a este, convirtiéndose así en algo cultural; aun más en el momento en que se vive en
donde los adelantos científicos como tecnológicos están tan cercanos a las comunidades
cambiando el modo de vida en todos los ámbitos.
La educación se encarga de exponer o entregar una concepción exclusiva de ciencia, en donde los
estudiantes no apropian ni reflexionan entorno a ella, sino que han tomado un rol de receptores de
leyes o teorías del pasado, sin comprenderlas o interpretarlas. Tampoco se les enseña cómo
funciona realmente la ciencia, ni su utilidad en las situaciones de la vida cotidiana, y mucho
menos su importancia para la participación ciudadana en asuntos científicos y tecnológicos
(Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001).
Otro de los aspectos que obstaculizan la participación del ciudadano en la ciencia son los mismos
científicos, que en su constante adulación, creen ser los únicos con el derecho de tener dominio
del conocimiento, con lo cual sienten que poseen un poder sobre la gran mayoría que no lo
domina. Estas situaciones hacen que las personas no tengan criterios para participar en asuntos
referentes a la ciencia y su tecnología; criterios que no necesariamente hacen referencia a los
conocimientos en la materia como tal, sino al entendimiento de las repercusiones que estos
pueden causar, ya sea de forma inmediata o futura (Gutiérrez, Sagrario, Crespo, & otros, 2001).
Es por esto que los ciudadanos necesitan una educación científica que les permita tener criterios o
conocimientos para involucrarse en los temas científicos. Igualmente que esta educación les
permita en su vida cotidiana enfrentarse a muchas cuestiones de interés social que se relacionen
con la ciencia y la tecnología, tomar decisiones responsables sobre ellas, y estar en la capacidad
de aportar a la resolución de problemas surgidos en este contexto (Acevedo, 2004).
Para lograr lo anterior, el papel del docente en ciencias no puede ser el de un simple transmisor
de conocimientos, sino que debe ser un generador de situaciones que permitan desarrollar
significativamente el aprendizaje en los estudiantes, con el fin de que estos se les facilite adquirir
conocimientos para su autorregulación y participación en la sociedad y, de este modo, desarrollen
las competencias que requiere un ciudadano de hoy (Tobón, Pimienta, & Fraile, 2010). Los
profesores en ciencias se deben enfocar en las competencias de la ciencia, ya que son de gran
importancia para fomentar en los estudiantes la participación ciudadana en la toma de decisiones
a nivel científico y tecnológico, puesto que en muchas ocasiones las decisiones relativas a los
procesos científicos que son de interés en la sociedad, como por ejemplo mega proyectos,
vacunas, alimentos genéticamente modificados, y muchos otros, solo queda en las manos de
algunos pocos (Tobón, Pimienta, & Fraile, 2010). Se reconoce entonces la necesidad de brindar
competencias que le permitan al estudiante interpretar y reflexionar acerca de su realidad, lo cual
se ratifica en la siguiente afirmación “los conocimientos científicos de un individuo como el uso
de ese conocimiento para identificar problemas, adquirir nuevos conocimientos, explicar
fenómenos y extraer conclusiones basadas en pruebas sobre cuestiones relacionadas con la
ciencia” (PISA, 2006, pág. 13).
Por todo lo afirmado anteriormente, se hace evidente la necesidad de una educación científica en
la sociedad, entendida desde la National Science Education Standards como:
Conclusión.
Considerar cultura a la ciencia ha sido muy problemático durante muchas décadas, puesto que no
se considera necesario tener un conocimiento científico para ser visto como una persona culta,
como sí lo es el tener un conocimiento de las humanidades. Pero si cultura es todo aquello que
una comunidad debe saber y establece para relacionarse en su forma de vida y desarrollo de la
misma, ¿por qué no ver la ciencia como cultura?; esta, al ser un conocimiento tan determinante
en los estilos de vida de las personas en todo sentido, se ve la necesidad de que las personas
tengan una forma de intervenir en la misma, así no sea en la forma procedimental de la ciencia
como tal, pero sí entendiendo las influencias que lo desarrollado por esta puedan tener en su vida
en general y tener participación en las decisiones que se tomen en torno a ella.
El papel del docente es fundamental para lograr este cambio, y es por este motivo que se debe
buscar un compromiso por parte de los docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las
ciencias, que este vaya más allá del solo hecho de aplicación de fórmulas, solución de ecuaciones
o aprenderse la tabla periódica, sino que se logre apreciar lo importante y la influencia del
conocimiento científico en todo sentido. Sin docentes comprometidos a cambiar la visión que se
tienen de la ciencia como un conocimiento para pocos y difícil de entender, es imposible lograr
una participación de los ciudadanos frente a temas científicos, ya que no sabrían, o peor aún, no
considerarían que pueden participar en dichos temas.
Es claro que la ciencia sí debe ser considerada cultura, al ser esta una forma de transformar el
mundo, cambiar los estilos de vida e intervenir en todos los sectores sociales, recalcando la
importancia de tener conocimiento de algo que influye, ya sea directa o indirectamente, en el
desarrollo tanto individual como colectivo de las personas. Si la ciencia afecta a la cultura como
tal, aquella debe ser considerada como parte de esta.
Referencias Bibliográficas
Acevedo, J. A. (2004). Reflexiones sobre las finalidades de la enseñanza de las ciencias:
educación científica para la ciudadanía. Revista Eureka sobre enseñanza y divulgación de las
ciencias , 3-16.
Gil, D., & Vilches, A. (2001). Una alfabetización científica para el siglo XXI . Investigación en
la Escuela , 27-37.
Giménez, G. (2005). La concepción simbólica de la cultura. 1-17.
Gordillo, Mariano, Martín, & otros. (2001). ¿Qué es la ciencia? y ¿Tipos de ciencia? En Ciencia
Tecnología y sociedad (Primera ed., págs. 18-53). Grupo editoria del norte.
Gutiérrez, J., Sagrario, M., Crespo, G., & otros. (2001). ¿Es cultura la ciencia? En Enseñanza de
las ciencias desde la perspectiva Ciencia, Tecnologia y Sociedad (págs. 17-31). Madird: Narce,
S.A ediciones.
Maya, A. Á. (1992). El mito: una interpretación ambiental. La tadeo , 14-22.
PISA. (2006). Marco de la Evaluación. Conocimientos y Habilidades en Ciencias, Matemáticas y
Lectura. OCDA.
Tobón, S., Pimienta, J., & Fraile, J. (2010). Secuencias didácticas: aprendizaje y evaluación de
competencias. México: Prentice Hall, Pearson.