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general) hay que distinguir bien la culpa profesional y el error profesional. A mi entender, para
que un error genere responsabilidad civil debe encontrar en su composición el elemento culpa.
Por error profesional debe entenderse, con CATTANEO 4 , el comportamiento objetivamente
distinto del que exigía la situación en concreto, pero no necesariamente culposo. No es que
haya error profesional, ni mucho menos, cada vez que no se obtenga el resultado último, ya
que puede ser que el fracaso se verifique aunque se haya hecho lo humanamente posible, o
que sea posible a posteriori reconocer la corrección de la conducta seguida. El error se da
cuando la conducta no resulta objetivamente idónea para el caso concreto, incluso aunque el
profesional haya actuado diligentemente, utilizando los conocimientos normales del buen
profesional de su categoría y según lo que ese buen profesional hubiera hecho en las mismas
circunstancias. Si, después de conocido el fracaso, se descubre que la conducta tenía que
haber sido diferente, nada podrá reprocharse al profesional. El comportamiento fue
técnicamente equivocado, pero, aun siendo la causa de la no consecución del resultado que
interesaba al cliente, sólo si es culposo será generador de responsabilidad. No todo error
profesional es causa de responsabilidad, sino sólo aquél que es efecto de imprudencia o
patente ignorancia.
LOS JUECES Y MAGISTRADOS, PROFESIONALES INMUNES Con todo, no son sólo los periodistas
los que se libran de la quema. Dice repetida jurisprudencia, y de cualquier Sala del Tribunal
Supremo, que para que exista un error judicial capaz de generar la responsabilidad por daños y
perjuicios es preciso que exista la aplicación de un precepto legal inequívocamente inadecuado
o interpretado de forma absolutamente inidónea, una equivocación palmaria por aplicación
del derecho basada en normas inexistentes o entendidas fuera de todo sentido (sentencia de
la Sala Cuarta de 20 de diciembre de 1999). A diferencia de lo que sucede con la
responsabilidad civil del común de los mortales, para que un juez responda civilmente se
precisa algo más que mera negligencia: es necesario que haya tenido en cuenta en su
sentencia “normas inexistentes, caducadas o con su integración palmaria y bien expresiva en
su sentido contrario o con oposición frontal a la legalidad” (sentencia de la Sala Primera de 12
de marzo de 1996). Que se haya, en suma, desatendido datos de carácter indiscutible,
generando una “resolución esperpéntica, absurda, que rompe la armonía del orden jurídico”
(Sala Primera, sentencia de 24 de enero de 1997, o las de 24 de febrero y 10 de abril de 2000),
dando lugar a una interpretación “absurda o insensata del Derecho“ (Sala Cuarta, sentencia de
10 de diciembre de 1999) capaz de ser apreciada por cualquier persona versada en Derecho