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EL CONDOR Y LA CHOLA

En la provincia boliviana muchos conocen esta bonita historia. La muchacha más linda de la región,
era la encargada de cuidar un rebaño de ovejas.
Todos los días se le podía ver recorriendo los prados, al lado de sus animales, pues no quería que a
ellos les pasara nada. Una mañana de verano, un cóndor de gran tamaño pasó por ahí y miró a la
joven.
De inmediato, su corazón quedó prendado de ella y buscó la manera de raptarla. Aguardó hasta que
los demás pastores se fueron a su casa y entonces utilizando sus garras, tomó a la chiquilla por los
hombros y la elevó hasta lo más alto de una montaña, lugar en donde la criatura vivía.
La pobre cholita le suplicaba que la dejara regresar a su casa al lado de sus padres, pues debía
ayudarlos con las labores del campo. Así pasaron varios días y la joven iba perdiendo peso, no sólo
por el temor que sentía, sino porque no había alimentos que comer.
Por su parte, el cóndor le llevaba a diario carne cruda, pero al no haber fuego, ella no podía
consumirla.
Fue entonces cuando el ave se percató de que los humanos cocinaban la comida utilizando la
lumbre. Una noche voló hasta donde encontró las cenizas humeantes de lo que anteriormente fue
una fogata, tomó un trozo de carne y lo calentó ahí, hasta que cambio de color.
Luego se lo llevó a la cholita y se lo dio a comer. No obstante, la chiquilla continuaba rogándole que
le permitiera retornar a su casa. Entonces el cóndor se dio cuenta de que no podía retenerla ahí, ya
que ella nunca lo iba a querer.
Haciéndole un gesto, el ave le dijo que se subiera en él y se sujetara fuertemente de sus plumas,
para así regresarla a donde pertenecía.
Era la primera vez que, en días, la muchacha usaba una sonrisa.
Posteriormente el ave cumplió su promesa y la devolvió a su domicilio sana y salva. Se dice que ella
conservó una de las plumas del cóndor, como un obsequio.

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