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Ahora Viene Un Poco de Topología... (P. Peusner) PDF
Ahora Viene Un Poco de Topología... (P. Peusner) PDF
TOPOLOGÍA…
Pablo Peusner
1
1
Agamben, Giorgio. “Elogio de la profanación”, en Profanaciones, Adriana Hidalgo editora, Buenos
Aires, 2005, p. 109.
2
fue lo que hizo que la topología fuera a parar al Museo y que entonces fuera casi
imposible utilizarla?
Considero que en la historia del psicoanálisis se produjo un proceso tal que la
articulación entre ciertos conceptos del corpus lacaniano (por ejemplo: sujeto,
inconsciente, Otro, objeto a) y ciertas superficies topológicas, terminaron resultando
imposibles, mientas que en la época de Lacan era posible.
Y tengamos en cuenta que cuando hablo de “un proceso” no se trata del plan
malicioso de nadie en particular. Creo que se produjo un proceso que modificó el modo
de pensar el psicoanálisis, que cambió las articulaciones que el psicoanálisis elegía para
discutir, que tocó el modo en que el psicoanálisis se dejó apoyar en cierta filosofía, en
cierta antropología, etc. Todo ese fenómeno produjo finalmente la imposibilidad de la
articulación y con ella, la caída en desuso de la topología.
Me da la impresión de que si no realizamos una crítica en el sentido kantiano de
los conceptos psicoanalíticos no vamos a poder lograr que esos conceptos se articulen
con las superficies topológicas: la articulación entre el psicoanálisis y las superficies
topológicas es sumamente específica y exige precisión en los modos en que Lacan
consideró tales conceptos. Cuando Lacan afirmó que el sujeto humano hablante tiene la
estructura topológica de un toro es porque está usando alguna concepción de sujeto
humano hablante específica. Cuando propuso que la estructura topológica de la realidad
coincide con la del cross-cap se estaba refiriendo a un modo específico de concebir la
realidad. Además, no cualquier modo de entender a la pulsión se articula con la noción
de agujero tal y como la plantea Lacan. No cualquier modo de pensar al inconsciente
articula con la banda de Moebius. No cualquier modo de considerar la transferencia
articula con la botella de Klein... Entonces, si no intentamos restablecer las nociones
específicas con las que Lacan produjo esas articulaciones, estas resultarán imposibles.
Si pensamos que la realidad psíquica es “el cristal con que se mira”, el cross-cap vuelve
al Museo. Si el sujeto coincide con el individuo, la banda de Moebius no puede ser
utilizada. Mi propuesta es que intentemos recuperar estas nociones a través de los
problemas que se suscitan en la clínica y que, para nosotros, analistas, resultan
cotidianos. La idea es retirar a la topología del Museo y por eso Agamben nos llamaría
“profanadores”, por intentar volver a utilizar esas cosas retiradas del uso debido a su
valor sagrado.
Lacan dice que al año siguiente hablará de las posiciones subjetivas. A nosotros
nos interesa el tema porque una parte del deseo tiende a desarrollarse ubicando en el
centro del problema la posición del sujeto. Y Lacan estaba preocupado por la posición
del sujeto.
Sin embargo, prefiero decir las posiciones subjetivas del ser. No pongo toda mi
fe, anticipadamente, en este título, tal vez encuentre otro mejor, pero, en todo caso, de
eso se tratará4.
Nótense aquí los reparos: Lacan buscaba un título para su siguiente seminario y
no lo encontraba. Primero pensó en “posiciones subjetivas del ser” pero le dejaba
algunas dudas y no aseguró que fuera ese el que usaría el año próximo. Ahora bien,
supongamos que muchos de sus seguidores escucharon esas palabras y al llegar al
seminario el año siguiente se encontraron con un título muy distinto. Lo llamativo es
que Lacan no dijo nada al respecto durante las primeras nueve reuniones. En la décima,
fechada el 3 de marzo de 1965, hizo apenas un señalamiento y recién en la última
reunión del seminario abierto, el 16 de junio de 1965, fue mucho más explícito:
El año pasado les había anunciado que les hablaría este año de las posiciones
subjetivas del ser, pero luego, por un movimiento de prudencia –en suma, me dejé
aconsejar–, me contenté con hablar en el título Problemas cruciales para el
psicoanálisis.
¡Tuve razón! No es que mi primer deseo haya sido sin embargo abandonado: las
posiciones subjetivas del ser están ahí en la pizarra desde hace cuatro o cinco reuniones
bajo el término del sujeto, del saber y del sexo5.
2
Lacan, Jacques. El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964),
Paidós, Buenos Aires, 1992, pp. 254-255.
3
Ibíd. p. 255 (las itálicas son del original).
4
Ibídem (las itálicas son del original).
4
Según esta cita, lo que Lacan consideraba como las “posiciones subjetivas del
ser” las venía trabajando bajo la forma del sujeto, del saber y del sexo. Decir “el sujeto”
es abrir todo un mundo de problemas, decir “el saber” es introducir la cadena
significante y hablar “del sexo” es plantear la articulación del cuerpo con los otros dos
conceptos. Pero tengo la impresión de que efectivamente algo pasó con ese título. Lacan
quería hablar de una cosa y terminó planteando otra –dice incluso que le aconsejaron
cambiarlo. Como el seminario XII fue dictado en la Escuela de Altos Estudios, a fin de
año debía presentar un resumen, una reseña de su curso. Contamos con esa reseña –y
también con las de algunos seminarios posteriores. Veamos algunas ideas que Lacan
dejó escritas en la reseña que corresponde al seminario Problemas cruciales...
En primer lugar, afirma: “El problema central se plantea en estos términos: el ser
del sujeto, adonde nos llevaba la punta de nuestras referencias anteriores”6. Es muy
curioso porque presentó durante un año lo que consideraba como los problemas
cruciales para el psicoanálisis, pero deja por escrito que el problema central, el
problema fundamental sobre el que se trabajó a lo largo del seminario, fue el ser el
sujeto.
Una segunda idea: “Que el ser del sujeto está hendido, Freud no hizo sino
decirlo una y otra vez de todas las maneras, luego de haber descubierto que el
inconsciente solo se traduce en nudos de lenguaje y tiene pues un ser de sujeto”7. Aquí
está nuevamente el problema del ser. El seminario se iba a titular “Posiciones subjetivas
del ser”; Lacan escribe que el problema central que trabajó en el seminario fue el ser del
sujeto; y termina afirmando (también por escrito) que el ser del sujeto es el ser del
inconsciente. Y luego hace una especie de giro que nos interesa especialmente, porque
habla de una “enunciación (...) que hiende el ser, en sus dos extremos y que no se une
sino al manifestar la torsión que sufrió en su nudo”8. Entonces, si ese ser del sujeto está
hendido, o sea cortado en dos, cuando se vuelve a unir no lo hace en forma directa sino
a través de una torsión. Y la torsión es una operación topológica, tanto que el propio
Lacan lo afirma porque define esa maniobra en términos de “¿Causación? ¿Inversión?
¿Negatividad? Esta es la torsión cuya topología se trata de hacer”9. Creo que está
indicado con enorme claridad: se trata de hacer la topología de esta torsión por la cual
este ser del sujeto que está hendido se vuelve a suturar.
Doy un pequeño salto y voy al último párrafo de esta reseña que dice lo
siguiente
Dive bouteille una expresión francesa que fue volcada al español demasiado
literalmente por ‘diosa botella’. En francés es una manera de referirse al “vino”. Si
5
Lacan, Jacques. Problèmes cruciaux pour la psychanalyse, dit “Séminaire XII” (1964-1965). Sesión del
16/6/1965. Sin pie editorial, Paris, 1999, p. 331 [Traducción personal].
6
Lacan, Jacques. “Problemas cruciales para el psicoanálisis. Reseña del Seminario 1964-1965”, en Otros
escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 217.
7
Ibídem.
8
Ibídem.
9
Ibídem.
10
Íbid. p. 220.
5
tomamos en cuenta esta pequeña rectificación que les propongo, lo que Lacan está
diciendo es que la botella de Klein es al ser del sujeto lo que el vino es al alcohólico: lo
que sostiene su condición.
El ser del sujeto tiene por sostén una botella de Klein, sea lo que eso sea.
Mientras tanto, tengan en cuenta que la construcción de una botella de Klein en un
espacio tridimensional es imposible. Nadie puede tener en la mano una botella de Klein
porque tiene un punto imposible de sumergir en el espacio de tres dimensiones –no se
confundan porque se venden botellas de Klein por Internet, pero son falsas, el punto
imposible, real, está falseado en su construcción.
Lacan permaneció inquieto con este asunto de los títulos, a tal punto que siguió
hablando al respecto bastante tiempo después. Por ejemplo, durante su seminario sobre
El acto psicoanalítico llegó a decir que “posiciones subjetivas del ser” era su título
secreto…
(...) ese orden de las “posiciones subjetivas del ser” que era el verdadero asunto,
el título secreto del segundo año de enseñanza que hice aquí bajo el nombre de
Problemas Cruciales...11.
Podemos pensar que cada vez que hablamos de problemas cruciales arrastramos
un problema secreto que es el problema del ser del sujeto. Se trata de un asunto
dividido, de un sujeto hendido –como decía Lacan. Leyendo con cuidado el seminario
se nota que Lacan no introduce puntualmente los problemas cruciales como, por
ejemplo, sí hizo en el seminario anterior con los cuatro conceptos, los que están
clarísimos y todos nos sabemos de memoria. ¿Cuáles son los problemas cruciales
desarrollados en el Seminario XII? Es difícil situarlos con precisión, aunque es un
seminario sumamente rico en articulaciones y propuestas. Lamentablemente no existe
en español una buena edición, ni siquiera una que esté completa e incluya las sesiones
del seminario cerrado. Pero en francés por suerte sí, y si bien es una versión no-oficial
está completa y anotada como corresponde (la debemos al trabajo de Michel Roussan).
Advertidos y atentos al problema del título secreto del seminario, el lector del
mismo encuentra que en determinado momento de su elaboración, Lacan requiere
alguna solución topológica para el problema del ser del sujeto –y no debemos confundir
al ser del sujeto con el problema de su existencia, son cosas diferentes. Creo que es un
asunto muy interesante porque sabemos que el neurótico tiene problemas con ese ser,
pero el psicótico y el perverso también, aunque se manifiesten de modos diversos.
Esta búsqueda e intento de elaboración del problema del ser del sujeto estaba
presente desde hacía mucho antes en la enseñanza de Lacan. En el seminario de 1954-
1955, El yo en la técnica y en la teoría psicoanalítica, realiza la lectura de una nota a
pie de página a La interpretación de los sueños agregada en 1919 (la encontrarán en la
página 206 de la edición española de Paidós). La cito directamente del texto de Freud:
Un segundo factor, mucho más importante y que cala más hondo, descuidado
igualmente por los legos, es el siguiente. Un cumplimiento de deseo tendría sin duda
que brindar placer, pero también cabe preguntar: ¿a quién? Desde luego, a quien tiene el
deseo. Ahora bien, sabemos que el soñante mantiene con sus deseos una relación
11 Lacan, Jacques. L’acte psychanalytique, dit “Séminaire XV” (1967-1968). Sin pie editorial,
París, sin fecha, sesión del 5 de noviembre de 1967, p. 6 [Traducción personal].
6
sumamente particular. Los desestima, los censura; en suma, no le gustan. Por tanto, un
cumplimiento de ellos no puede brindarle placer alguno, sino lo contrario. La
experiencia muestra entonces que eso contrario, que hemos de explicar todavía, entra en
escena en la forma de la angustia. Por consiguiente, en su relación con sus deseos
oníricos, el soñante sólo puede ser equiparado a una sumación de dos personas, que,
empero, están ligadas por una fuerte comunidad12 .
Observen a dónde irá Lacan a buscar al sujeto dividido, y vean los términos
primitivos de Freud para explicar esto. El soñante está compuesto por la suma de dos
personas diferentes pero unidas por una “fuerte comunidad”. Habrá que hacer un largo
recorrido para intentar traducir estas ideas al lenguaje de Lacan, pero quiero señalar qué
es lo que Lacan encuentra en esta nota de Freud. Una lectura ingenua de esta nota de
Freud podría hacernos creer que habla de un hombrecito adentro del hombre, como en
la teoría del homúnculo. Pero no somos ingenuos y tampoco Lacan, quien luego de leer
esta nota, agrega:
Freud no nos presenta las cosas bajo la forma de un episodio menor; él plantea
el problema en su punto esencial: ¿qué es el sentido? A esto y no a otra cosa se refiere
cuando dice los pensamientos.
Hay que precisar: cuál es el sentido del comportamiento de nuestro prójimo,
cuando estamos con él en esa relación tan especial que Freud inauguró en su abordaje
de las neurosis. ¿Ha de buscarse la respuesta en los rasgos excepcionales, anormales,
patológicos del comportamiento del otro? No es lo que hace Freud. El busca la
respuesta haciendo la pregunta donde el sujeto mismo puede hacérsela: analiza sus
propios sueños. Precisamente porque habla de sí mismo, pone en evidencia que otro y
no él mismo habla en sus sueños. Esto mismo nos confía la nota. Otro, aparentemente,
un segundo personaje está en relación con el ser del sujeto. Esta es la pregunta que se
plantea, del principio al fin, en la obra de Freud13 .
Al principio no está el origen, está el lugar. Quizá haya dos o tres aquí que
tengan cierta idea de mis cantinelas. “Lugar” es un término que utilizo a menudo,
porque a menudo hay referencias al lugar en el campo a propósito del cual se celebran
mis discursos (...) Para orientarse en ese campo, conviene disponer de lo que se llama en
otros ámbitos más seguros una topología y tener una idea de cómo está construido el
soporte sobre el que se inscribe lo que está en juego15.
15
Lacan, Jacques. “Lugar, origen y fin de mi enseñanza” (1967), en Mi enseñanza, Paidós-Colección
Paradojas, Buenos Aires, 2007, p. 14.
8
En primer lugar, quiero leer unos párrafos de la página 140 del seminario El Yo
en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica que considero geniales como para
comenzar a plantear el tema.
16
Lacan, J. El seminario, Libro 2, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Ed. Paidós,
Buenos Aires, 1992, p. 140.
9
Quisiera destacar cuán advertido estaba Lacan de este problema ya desde los
albores de su enseñanza o incluso antes de su inicio oficial en 1953. Me refiero a su
escrito sobre “Los complejos familiares en la formación del individuo”, también
conocido como “La familia”, de 1938. Cito:
Antes de seguir, observen ustedes que Lacan plantea que la “forma” de una
psicosis es familiar; es decir que los temas que componen el delirio y las alucinaciones
del psicótico son temas relacionados con el marco familiar. Mientras que, para la
neurosis, la familia es la fuente o la causa. Esto equivale a afirmar que el modo en que
la familia estuviera organizada y su aislamiento respecto del mundo social funcionan
como la causa de la neurosis para alguien que formara parte de dicha familia. Retomo:
Es decir que, cuando Lacan usa el adjetivo “familiar” para caracterizar una
psicosis o una neurosis, quiere decir que se refiere a un tipo de relación social, de lazo
social organizado según las leyes del significante.
Veamos ahora al final del párrafo:
17
Lacan, J. “Los complejos familiares en la formación del individuo” (1938), en Otros escritos, Paidós,
Buenos Aires, 2012, p. 73.
18
Ibídem.
19
Ibídem.
11
Segunda frase: “El sujeto como tal, funcionando en tanto que sujeto, es otra cosa
que un organismo que se adapta.” Lacan aleja al sujeto de la noción de organismo, se
aleja de la biología. Está claro aquí que “sujeto” no remite a una persona de carne y
hueso, no remite a un organismo ni a un cuerpo. No se trata de un objeto de tres
dimensiones.
Tercera frase (siempre del mismo texto): “Él es otra cosa, y para quien sabe
escucharla, toda su conducta habla desde otra parte que no es ese eje que nosotros
podemos captar cuando lo consideramos como función en un individuo”. O sea que el
sujeto es otra cosa que un organismo con capacidad adaptativa. Además, toda su
conducta, a la que accedemos por la vía de la palabra, por lo que un paciente nos cuenta,
nos habla desde un lugar que no coincide con ninguna función del individuo. Esto ya
quiere decir que deberíamos poner en duda quién es el que nos habla; si se trata o no
realmente del individuo, de la persona que tenemos ante nosotros. Lacan solo dice que
eso nos habla “desde otra parte” –nótese aquí cierta similitud con la idea de la “Otra
escena” que Freud tomó prestada de la obra de Fechner.
Ya en la página 20 del Seminario, dice: “Por ahora nos atendremos a esta
metáfora tópica: el sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro quiere
decir eso”. “Yo es otro” aparece en itálicas en el seminario porque se trata de una cita de
las Cartas del vidente, de Rimbaud. Es ese “yo” el que dice: “yo no puedo creer lo que
yo hice”. La primera idea espacial, tópica, consiste en descentrar la relación entre estos
dos ejes.
Un año después en el primer párrafo del escrito que se titula “El Seminario sobre
La Carta Robada”, Lacan habla del automatismo de repetición y dice:
Veamos ahora otra referencia de Lacan, en este caso se trata de “La instancia de
la letra...”, pagina 497 de los Escritos en español:
¿Es el lugar que ocupo como sujeto del significante, en relación con el que
ocupo como sujeto del significado, concéntrico o excéntrico? Esa es la cuestión.
20
Lacan, J. “El seminario sobre La Carta Robada”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires,
1984, p. 5.
13
21
Lacan, J. “El psicoanálisis. Razón de un fracaso” (1975), en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires,
2012, p. 362.
14
Sigue un breve recorrido por la clase XVIII del Seminario De un Otro al otro,
que, en su versión oficial, establecida, lleva por título “Adentro afuera”, escrito así, una
palabra junto a la otra, sin coma ni nada en medio, solo un espacio.
Es una clase amena y muy didáctica, en la que Lacan trabaja muy
accesiblemente con las nociones de individuo y organismo. Afirma allí que si uno
trabaja con la idea de individuo asimilado a un organismo, el adentro y el afuera va de
suyo. Habla entonces de Berkeley, representante del empirismo inglés, puesto que fue
quien mejor problematizó estas cuestiones con una especie de fórmula que resume así:
todo lo que está adentro de la bolsa de piel (el cuerpo, obviamente) es el adentro y todo
lo que no está adentro, está afuera; pero de todo eso que está afuera hay una
representación adentro. Así termina constituyendo un... ¡idealismo! Pero, según Lacan,
esto no es más que una idea de Aristóteles, ya presente en su tratado De la sensación:
vemos el mundo e incorporamos una representación de lo que vemos, la ponemos
adentro.
Y para dar una idea de este proceso, Lacan introduce el dispositivo conocido
como “la cámara oscura”, mecanismo básico para la creación de una cámara fotográfica.
La cámara oscura puede ser una caja o una habitación absolutamente a oscuras, cuyo
interior se encuentra pintado de negro, y a la que se le practica un pequeño orificio en
algún sitio. Es necesario que el adentro esté totalmente a oscuras y que afuera haya un
alto nivel de luminosidad. Ocurrirá que lo que está afuera se proyectará en la pared
interior contraria al orificio y entonces, lo que está expuesto afuera obtiene su
representación dentro de la cámara oscura. No obstante, el dispositivo genera una
anomalía, una aberración visual, porque invierte la imagen. Si nunca vieron el
dispositivo pueden visitar la página web de un fotógrafo muy famoso llamado Abelardo
Morell, quien trabaja mucho con esa técnica22.
Reparemos en que el dispositivo óptico más sencillo al servicio de introducir una
imagen exterior en el interior, o sea la cámara oscura, produce una aberración –conste
que, si en el agujero se colocara una lente, podrían producirse aberraciones
maravillosamente geniales.
Lacan propone que a lo largo de la historia del pensamiento, se pensó al sujeto
como si fuera una cámara oscura: una caja cerrada con un agujerito (uno o dos, no
importa), que se enfrenta a las cosas del afuera para guardar adentro una imagen de
aquellas, ignorando las aberraciones que el proceso conlleva. Es puro sentido común, y
por eso Lacan abre una propuesta:
22
http://www.abelardomorell.net/project/camera-obscura/
23
Lacan, J. El seminario, Libro 16, De un Otro al otro. Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 260.
15
24
Freud, Sigmund. “Psicopatología de la vida cotidiana”, en Obras Completas, Amorrortu editores,
Buenos Aires, varias ediciones, Vol. VI, p. 46.
25
Ibídem.
16
Sin duda, es porque todos los asistentes a un cierto diálogo se hallan presa
conjuntamente de algo en común que sin duda tiene que ver con un deseo, que un
mismo nombre propio, que todos han de conocer muy bien puesto que es el título de un
libro que no debe ser brillante ni en su contenido ni en su teoría, que se llama Ben
Hur… no importa mucho, se trata de una muchacha encantadora que creyó poder decir
al respecto, para asombrar un poco a los que la rodean, que había encontrado en este
libro tales ideas esenciales, no sé qué, sobre los esenios (…). ¿De qué se trata? De algo
que tal vez guarda cierta relación con un deseo, pero que pasaba por esta vocalización,
esta emisión de voz que se habría formulado bin Hure, ‘soy puta’.
utilizando como fuente una novela histórica de baja estofa (“un libro que no debe ser
brillante ni en su contenido ni en su teoría”). ¿Y de dónde salieron los esenios? ¿Cómo
sabía Lacan que el problema entre los romanos, los judíos y los primeros grupos
católicos era la causa de las penurias de Judá-Ben Hur, el protagonista de la novela?
¿Acaso se habría perdido la ocasión de ver la película?
Resumamos entonces la versión de Lacan: la joven encantadora y estudiante de
filosofía, bastante excitada sexualmente ante el primer encuentro con sus interlocutores
varones y universitarios (sabemos que son más de tres, seguramente cursantes de otra
carrera), intenta mostrarse sofisticada y conocedora del tema de la conversación, para lo
que invoca una novela de baja estofa y dudosa consistencia histórica; el título de la
misma suena fuerte en alemán: ‘soy puta’, declaración que coincide bastante con su
disposición durante la escena, y que reprime. Es de suponerse que el grupo de sus
interlocutores también está capturado por el deseo sexual que vuelve a la joven objeto
de sus intereses, y que ha disfrutado mucho del papelón –tres de esos jóvenes declaran
conocer el libro, pero no logran dar con su nombre. Ellos también están excitados con la
situación, pero llegan hasta allí, nadie puede enunciar el significante en cuestión. Lacan
se pregunta en el seminario: “¿Dónde está lo importante?, ¿dónde lo decisivo? (…) ¿En
dónde veríamos la garantía de que esos deseos tienen hasta un factor común?”.
Tengan en cuenta que estamos articulando un puente entre problemas que van de
1901 a 1965. El inconsciente freudiano, no es el nuestro. Lacan cierra esta clase
proponiendo que “tenemos que definir topológicamente (…) la localización del deseo”.
Y nos encontramos con la topología, otra vez.
Propongo aquí una lógica a partir de tres enunciados que ya fueron introducidos,
aunque en diverso orden:
Primero: lo que no marcha, el escollo, no es un problema de conducta, sino que
concierne al lenguaje. Segundo, si algo no marcha, hay un deseo en juego (o si hay
escollo, hay deseo). Finalmente, la localización del deseo debe definirse
topológicamente.
Nótese la insistencia de Lacan para situar todo el problema en la
bidimensionalidad del lenguaje. Hará falta Televisión para que ese lenguaje “embrague
con el cuerpo”. Y aquí es importante tensar esos inconscientes con el supuesto espacial,
porque el inconsciente freudiano no tiene localización anatómica, pero está adentro de
un sujeto humano hablante. Para Lacan el inconsciente está estructurado como un
lenguaje, ¿y quién tendría el lenguaje adentro? Recuerden que Lacan hablaba de la
cadena significante como de “anillos cuyo collar se llena en el anillo de otro collar
hecho de anillos”.
En “Sueño y telepatía”, escrito el mismo año (1921), cuenta que fue consultado,
por carta, por un hombre que lo interrogó acerca del carácter supuestamente telepático
de un sueño. Más allá de los detalles, este hombre soñó que su segunda esposa tenía
mellizos casi al mismo tiempo en que su hija daba a luz mellizos en otra ciudad (de lo
que el soñante se enteró por un telegrama recibido 48 horas después). Antes de
responderle, Freud le solicita que en una segunda carta le envíe asociaciones referidas al
sueño, y así descubre que el relato del mismo está claramente intervenido por
operaciones diversas que impiden asignarle al sueño un carácter de telepático, ya que lo
que el sueño cuenta no comunica al soñante nada de lo que ocurre al mismo tiempo en
otro lugar; incluso es diferente del suceso del que informa el telegrama. Entonces, sueño
y suceso divergen (en uno tiene mellizos su esposa, en el otro su hija), si bien
concuerdan en un solo punto que Freud considera muy interesante. Más allá de los
26
AE 18, p. 176
27
Ibíd. P. 182
19
La esencia del sueño consiste en el proceso peculiar del trabajo onírico, que,
con el auxilio de una moción inconsciente de deseo, trasporta unos pensamientos
preconscientes (restos diurnos) al contenido manifiesto del sueño. Ahora bien, el
problema de la telepatía importa tan poco para el sueño como el problema de la
angustia29.
Tenemos algunos comentarios de Lacan sobre este texto en el seminario Les non
dupes… del 20 de noviembre del ‘73. Voy solamente a reseñarlos, para orientar la
lectura de Lacan al respecto.
En principio, el sueño y la telepatía no tienen nada que ver. La telepatía es del
orden de la comunicación: un residuo de la jornada precedente que aparece en el sueño.
Pero Lacan se sorprende de que Freud prefiera admitir a la telepatía entre los sucesos
corrientes, antes que remitirla al menor mecanismo inconsciente.
Con respecto a los casos en cuestión, Lacan establece qué tipo de relaciones
presentan: por un lado, solo hubo relación con el sueño en tanto cifrado; por otro,
tenemos la relación del inconsciente del ocultista con el inconsciente del sujeto. En
todos los casos, se trató de una localización del deseo.
Si el inconsciente es la estructura del lenguaje, entonces no excluye el
reconocimiento del deseo del otro como tal: es concebible que la red, que el circuito,
comunique con otras estructuras: las de los padres e incluso la de un desconocido “por
poco que su atención esté un poco otra parte” (Lacan sitúa el desvío de la atención como
condición para el contacto inconsciente: los médiums hacen cálculos, revisan libros,
simulan rituales, etc.).
Lacan destaca que cada vez que Freud señala un hecho de telepatía, se trata
siempre de un caso donde la predicción falló, pero sin embargo dejó al sujeto en un
28
Lacan, Jacques. Les non dupes errent. Clase del 20 de noviembre de 1973 (inédito).
29
AE 18, p. 199
20
No hay duda de que Lacan nos dejó una enseñanza. Ahora bien, se trata de una
enseñanza enorme, producida entre la palabra y el escrito, de la que les ahorraré los
comentarios de sus dificultades, ya que supongo que ustedes también las padecen. Sin
embargo, hay algo que insiste más allá de los formatos y del estilo, y que –si me
permiten– voy a denominar “apropiación”. Lacan tomó ideas, referencias y conceptos
de numerosos campos conceptuales, y de diversos autores. A veces, estas apropiaciones
son explícitas y declaradas. Otras no. En ocasiones cita sus fuentes, las celebra o las
denosta –otras no. Diversos géneros literarios, el arte en sus más amplios registros, la
ciencia, la matemática, la biología, la filosofía, la política, la sociología y la
antropología, la psicología y la historia, aparecen en múltiples referencias, algunas de
las cuales son apenas menciones y otras resultan desarrolladas en extensos recorridos.
Les confieso que muchas veces, leyendo y estudiando a Lacan, lo odié por eso –
supongo que porque me desviaba de mi lectura intentando lograr comprender la
referencia. Pero a partir de determinado momento, comencé a sentir su desesperación
por enseñar. Esa desesperación coincide con cierto apuro, ese que lo llevaba a afirmar
que “no tenía tiempo” o que “no podemos detenernos en eso ahora” y tantas otras frases
que daban a entender que se consideraba escaso de tiempo. ¿Se acuerdan del acróstico
con el que firmó “La instancia de la letra”? T.t.y.e.m.u.p.t.: ‘Tu t´y es mis un peu tard’ –
era el año ’57 y Lacan se lamentaba de haber comenzado su tarea un poco tarde...
Quizás sea cierto si, tal como él mismo señala, consideramos que comenzó su
enseñanza en el ’53, cuando tenía ya 52 años...
Es una hipótesis que construyo a partir de una lectura de la enunciación de
Lacan: en cierto momento de su enseñanza se presentaba como desesperado y apurado
por transmitir lo que encontró (también estaba apurado en la vida, pero eso es otro tema
o quizás no, pero prefiero dejarlo a quienes lo conocieron personalmente). Sus
encuentros con François Cheng para estudiar la escritura china, o esos mensajes
enviados por tubo neumático a Pierrre Soury en los años ’70 para que le dibujara un
nudo o lo llamara por teléfono, van en la misma dirección. Si había encontrado algo, no
dudaba en echar mano a cualquier saber disponible o a cualquier persona que le
facilitara el acceso a ello (son célebres las anécdotas de los libros que pidió prestados y
nunca devolvió).
Creo que en este marco se encontró con el analysis situs o topología, y la utilizó
ya en el primer texto con el que fechó el inicio de su enseñanza. Me refiero al informe
que escribió para el Congreso de Roma de 1953, “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis” y que no le dejaron leer debido a su extensión. Ya tenemos
21
Pero antes de entrar en esos textos, preguntémonos por las fuentes topológicas
de Lacan, ya que él no nos dejó casi indicaciones al respecto...
Porque entre 1953 y 1961, año del Seminario sobre La identificación, profuso en
indicaciones y elaboraciones concernientes a la topología de superficies donde introduce
extensas elaboraciones en torno a la banda de Moebius, el toro y el cross-cap, Lacan
osciló en el modo de utilizar el término “topología”: en ocasiones lo usa como un modo
de referirse al espacio en contraposición con la tópica de Freud, generando un binario
significante que opone la topología (lacaniana) a la tópica (freudiana). Se trata de un uso
muy general, donde tan solo reemplaza la idea de una espacialidad por la de una
topología. No obstante, es ya un indicador de que estaba estudiando algo que pudiera
funcionar como una alternativa a los problemas espaciales que nos legara la tópica
freudiana: una espacialidad virtual pero que siempre quedaba adentro de alguna
persona. Digo: con Freud, el aparato psíquico no contaba con una localización somática,
pero de lo que no había dudas era de que el mismo quedaba adentro del sujeto –de allí la
necesidad de mecanismos para poner adentro lo que estaba afuera (como la
identificación) y afuera lo que estaba adentro (como la proyección). Esta espacialidad
ya había sido cuestionada por Melanie Klein y su propuesta de la identificación-
proyectiva, noción que dejaba en claro una dificultad en el modo de concebir y tratar el
espacio en los textos freudianos –al menos, a la hora de considerar ciertos fenómenos
clínicos. Conocemos bien la afirmación de Freud en su artículo sobre “La negación”,
cito: “Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es solo interior; lo otro, lo
real, está presente también en el afuera”30. Y por eso, no es difícil conjeturar su posición
a la hora de intervenir: cuando un paciente le dice, por ejemplo, “no vaya usted a creer
que estoy hablando de mi madre”, él respondería: yo no lo dije, lo dijo usted, salió de
usted, por lo tanto eso estaba adentro suyo... En este sentido, me arriesgo a afirmar que
la espacialidad de Freud se apoya en la geometría euclidiana. Y es curioso porque en sus
primeros trabajos sobre las afasias hay ciertas elaboraciones que son muy –digamos–
lacanianas: habla allí de la estructura de un aparato del lenguaje al que separa de los
aspectos anatómicos, y define a la palabra como una representación compleja
susceptible de presentarse como representación-palabra o representación-objeto
(justamente, gran parte del capítulo VI de su estudio sobre Las afasias de 1891, fue
incluido como apéndice al artículo “Lo inconsciente” de 1915). En esa época no estaba
tan clara la espacialidad euclidiana para esas elaboraciones, pero lamentablemente
Freud no continuó en esa línea de trabajo.
Decía entonces que en sus primeros nueve años de enseñanza, registramos en
Lacan un uso amplio del término “topología” como modo general de presentar el
espacio, incluso el de sus primeros modelos y esquemas. Sin embargo, en su Informe de
Roma, aparece un uso específico, casi técnico podríamos decir, que demuestra que
había estudiado el tema. Es un uso que aparecerá cada tanto entre el primero y el
noveno de sus seminarios, con sorprendente precisión –y en gran contraste con el otro
uso que señalé antes. Siguiendo esas referencias, he logrado dar con dos libros que
indudablemente Lacan utilizó como fuentes en varias ocasiones, aunque sin citarlos.
El primero de ellos es de Henri Poincaré, matemático, astrónomo y físico,
referente del pensamiento científico francés, quien publicó una obra titulada Últimos
30
Freud, S. “La negación” (1925), en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1989,
Volumen XIX, p. 255.
22
pensamientos31 en 1913. El capítulo III de dicha obra se titula “¿Por qué el espacio tiene
tres dimensiones?” y presenta la tesis de que el corte revela la estructura del espacio. Es
prácticamente la misma idea que Lacan sostendrá en el seminario La Identificación –
donde además, lo nombrará en dos ocasiones, celebrando su trabajo pero sin dar el título
del libro, el que incluye reflexiones acerca de la topología, aporta algunas definiciones y
sitúa el obstáculo intuitivo como un imposible de eliminar a la hora de considerar al
espacio desde una perspectiva topológica –Lacan prácticamente parafrasea algunos de
estos párrafos en el seminario. Se trata de una clara maniobra de apropiación, diría yo, a
medio camino: nombrando al autor (lo hará nuevamente en el los seminarios siguientes
y hasta en “L’étourdit”), pero no a la obra.
El segundo libro-fuente, cuya lectura por parte de Lacan podemos asegurar, es la
Introducción a la topología combinatoria de Maurice Fréchet y Ky Fan, publicada en
París en 194632. Muchas de las nociones que Lacan desarrollará al hablar de la topología
de superficies provienen de este libro, incluida la de “centro exterior” para referirse al
toro que utiliza en su Informe de Roma. Conviene en este punto, hacer el siguiente
comentario: cada libro de topología es diferente de otro. Si bien todos abordan los
mismos problemas, son curiosas sus divergencias: hay datos que aparecen en algunos y
no en otros, a veces detalles, dibujos o modos de presentación. La perspectiva adoptada
en el libro de Fréchet y Ky-Fan es la que Lacan eligió, por lo menos, desde “Función y
campo...” hasta el seminario La identificación; y lo hizo mediante una maniobra de
apropiación total: sin nombrar a los autores ni a la obra.
Estos son los únicos dos libros de topología de los que podemos estar seguros
que fueron leídos por Lacan; y me atrevo a afirmar esto porque con muy poco trabajo
sería muy fácil encontrar frases textuales de los mismos en el seminario o en algunos
escritos de Lacan que se refieren a la topología.
Decir que este sentido mortal revela en la palabra un centro exterior al lenguaje
es más que una metáfora y manifiesta una estructura. Esa estructura es diferente de la
espacialización de la circunferencia o de la esfera en la que algunos se complacen en
esquematizar los límites de lo vivo y de su medio: responde más bien a ese grupo
relacional que la lógica simbólica designa topológicamente como un anillo.
De querer dar una representación intuitiva suya, parece que más que a la
superficialidad de una zona, es a la forma tridimensional de un toro a lo que habría que
recurrir, en virtud de que su exterioridad periférica y su exterioridad central no
constituyen sino una única región (Escritos, p. 308).
31
Publicada en español por la editorial Espasa-Calpe, de Argentina, en 1945. En Brasil, publicada por
Livraria Garnier, Rio de Janeiro, 1924.
32
En español, publicada por EUDEBA en 1959 (no encontré una versión en portugués).
23
33
« Récit des trois rencontres entre Jean-Pierre Petit et Jacques Lacan, tournant autour de la surface du
Cross Cap et de la surface de Boy ». Jean-Pierre PETIT y Fabrice GUYOD
24
¿Conocería Lacan en la década del ’50 algo acerca de la teoría de los nudos y su
incidencia en la topología? Leímos sus quejas en Aún, acerca del pobre avance de la
teoría de los nudos hasta ese momento, y por eso parece aventurado suponer que tan
tempranamente ya se los había encontrado –sí podemos afirmar que su encuentro con el
nudo borromeo está datado el 8 de febrero del 72, en una cena con una “encantadora”
(sic) joven matemática llamada Valérie Marchand (discípula de Guilbaud, matemático
que introdujo la teoría de los juegos en Francia. Lacan cuenta la situación al día
siguiente, en el seminario ...o peor). Sin embargo, llama mucho la atención una
coincidencia tan grande –su seminario XXIII iba a denominarse “4, 5, 6”, porque el plan
de Lacan era trabajar con una cadena de 6 componentes, cuyos anillos fueran lo
simbólico, lo imaginario, lo real, el síntoma, la inhibición y la angustia. La invitación al
simposio sobre Joyce y un problema propiamente topológico, lo desviaron de dicho
plan...
Desde allí y hasta el año 1961, las referencias y el uso del término “topología”
continuaron, pero no con tanta precisión –el uso específico reapareció en el seminario
sobre La identificación, donde dedica por lo menos quince clases a desarrollos
topológicos. No obstante, en el intervalo ubicó a la cadena como sustrato topológico del
significante (en “La instancia de la letra...”), al grafo como un modo topológico
alternativo al de las conexiones del sistema nervioso y al esquema L como soportado
por una topología de cuaternario (ambos en “De una cuestión preliminar...”).
Abro entonces aquí una pregunta: ¿por qué Lacan situó a la topología en el
comienzo de su enseñanza? Hay mucho material disponible anterior al ’53, y si bien en
esos textos, intervenciones y conferencias hay referencias al problema espacial, nunca
aparece el término “topología”. Es como si lo hubiera reservado para el inicio mismo de
su tarea analítica como enseñante. Voy a retomar en este punto, su conferencia de 1967,
en Lyon ya citada en este trabajo, para darle una segunda vuelta de lectura:
34
Lacan, J. “Lugar, origen y fin de mi enseñanza” (1967), en Mi enseñanza, Paidós-paradojas, Buenos
Aires, 2007, p. 14.
25
topología que, de cierta manera, permite acceder a algo de lo real? Es tan solo una
pregunta, una más, pero sugerida por el mismo Lacan.
Tengo una idea hace mucho tiempo que me gustaría compartir con ustedes y es
el modo en que ocurren las cosas entre un seminario y otro. ¿Estamos seguros de que un
seminario comienza en la primera sesión y termina en la última? ¿No han pensado
alguna vez que, a pesar del corte temporal propio del período de vacaciones en el año
lectivo institucional, los asuntos de cada seminario y su anterior o su subsiguiente están
en una continuidad casi moebiana? Lacan suele anticipar desarrollos y se retoma
permanentemente. Vuelve a examinar los mismos problemas, los da vuelta, los invierte,
los toma por su envés, prueba su especularidad, busca sus puntos de imposibilidad, trata
de provocar su exhaustación lógica, intenta agotarlos... Cada tanto, introduce un corte
que revela cierta estructura: con un gráfico, un matema, una fórmula escrita o de palabra
–los llamados aforismos. Incluso más de una vez uno encuentra una afirmación y a
cierta distancia la afirmación contraria. Ocurre en el seminario de La Angustia, por
ejemplo, donde conviven dos definiciones: la angustia es el deseo del Otro y la angustia
es la ausencia del deseo del Otro. No se trata de una contradicción –ahí volveríamos a
ser discípulos de Aristóteles (Siempre me causó gracia la frase en que Lacan afirma que
“Aristóteles pudo haber supuesto la topología, pero de ello no han quedado rastros”35) –.
Entonces, si no leemos allí una contradicción, ¿de qué se trata? ¿No será más bien una
enseñanza “en transformación”, así como la topología es una geometría (no-métrica)
“en transformación”? ¿Será este el método topológico de Jacques Lacan?
Pero no nos precipitemos. Encontré una referencia precisa donde Lacan, para
oponer su enseñanza a la de los postfreudianos (sus clásicos enemigos), le asigna cierta
cualidad que reconoceremos como topológica. Se trata del texto titulado “De un
designio”, uno de los separadores redactados en 1966, durante la gran corrección de los
Écrits. Cito:
35
V. Lacan, J. “El sueño de Aristóteles” (1978), inédito.
26
modo en que construyó el título del texto y algunos significantes que aparecen allí como
asphère o n’espace– ya que introducen lo real de lalengua en el texto. Pero entonces,
esas continuidades de sonido que en Ginebra llamó “agua del lenguaje” permiten ciertos
autoatravesamientos propiamente topológicos, facilitados por la estructura
bidimensional del lenguaje...
La metáfora es una comparación abreviada en la que falta uno de los términos.
El cross-cap, la botella de Klein o la banda de Moebius no son como tal o cual cosa –
aunque tal o cual cosa no resulte dicha porque, según la fórmula de la metáfora, ha
quedado bajo la barra–, y en esa sustitución de lo que no aparece surge un plus de
significación. La topología no está allí para producir significación, sino justamente lo
contrario. Algo similar exigía Lacan a los lectores de sus Écrits: ¿recuerdan la frase al
inicio de “Instancia de la letra” en la que justificaba el apretamiento del texto
señalándole vehemente a sus lectores que su interés era no dejarles otra salida que su
entrada? Todos sabemos cuánto trabajo da encontrar un poco de significación en la
enseñanza de Lacan, y cuánta satisfacción conlleva ese momento...
Pero entonces, y para concluir, ¿es este el método topológico de Jacques Lacan?
36
Miller, J-A. Escisión, Excomunión, Disolución. Tres momentos en la vida de Jacques Lacan.
Manantial, Buenos Aires, 1987. p. 265.
37
Ibíd. p. 266.
38
Ibíd. p. 267.
28
cuales ha procedido –los que se pierden al leerlo a partir de una escansión evolutiva de
etapas que progresa desde un primer Lacan hasta, como se dice por ahí actualmente, un
ultimísimo Lacan.
Entonces, sí. Quizás exista un método topológico de Jacques Lacan. Tan
bidimensional e imposible de sumergir en tres dimensiones que en este intento por
apresarlo, nuevamente, se nos escapó…
29
APENDICE
No hay duda de que los objetos voz y mirada son una invención de Jacques Lacan.
Sin embargo, los mismos rechazan toda intuición asociada a la noción de “objeto” clásico,
el que suele describirse como un cuerpo tridimensional que sumergido en agua desplaza
volumen de líquido. Increíblemente, los objetos voz y mirada son objetos bidimensionales
–muy cercanos a la denominada “laminilla”–, cuerpos ultra-planos, dignos de habitar el
planeta imaginario que Edwin Abott nos legara en su libro Planilandia39, o el “cuarto del
pensamiento abstracto” de la película de Pixar estrenada en Argentina como “Intensa-
mente” (Inside out, tal su título original) –. En primer lugar, me interrogo por el tipo de
relación que los sujetos humanos hablantes podemos establecer con este tipo de objetos.
Hemos estudiado la geometría del plano, el que se presenta con una estructura real
de dos dimensiones (ancho y alto) y ninguna profundidad. Acerca del mismo, los ejemplos
que nos ofrecieron en la escuela primaria y secundaria son falsos: el pizarrón, una pared o
una hoja de papel tienen espesor, incluso cuando el mismo sea mínimo –o, como dicen los
físicos, despreciable–. Nosotros, analistas, no prestamos atención al espesor de las hojas de
papel con las que trabajamos, pero los profesionales del dibujo, la pintura o las artes
plásticas, sí. Lo concreto al respecto es que si atravesáramos una hoja de papel con una
alfiler, parte del mismo estaría en contacto con el aire que roza una cara de dicha hoja, otra
parte en contacto con el aire que roza la cara opuesta, y una tercera parte quedaría en
contacto con el espesor del mismo –no hace falta que despliegue aquí que el caso sería el
mismo para un pizarrón o una pared. Además, por definición, si se dibujara un punto en una
superficie bilátera, el mismo estaría en ambas caras de la misma, justamente por la ausencia
de espesor. Podría detenerme aquí para preguntar a los presentes: ¿acaso alguna vez
tuvieron la experiencia de encontrarse con una superficie bidimensional, ultra-plana, en la
vida cotidiana?
Luego de contrastar numerosos intentos, encontré una sola situación en la que un
sujeto humano hablante puede tomar contacto con algo así, y aquí propongo las
instrucciones para ello: ubíquense ustedes de pie en una piscina, en un río o en el mar. La
superficie del líquido elemento es infinitamente plana, pero bilátera: por eso, parte de su
cuerpo estará en contacto con el aire que roza a la superficie por encima, otra parte estará
en contacto con el líquido propiamente dicho y ninguna parte del cuerpo, ninguna, estará en
contacto con alguna otra cosa similar a un espesor. Si se trazara un punto en dicha
superficie (algo que podría imaginarizarse perfectamente bien arrojando al agua una
pelota), dicho punto resultaría visible desde ambas caras de la superficie y, obviamente, no
tendría contacto con ninguna otra materialidad que no fuera agua o aire. Encontramos allí
entonces una pura superficie bidimensional, 2D, ultra-plana o infinitamente plana.
Imposible de apresar o tomar con las manos, ¿quién se atrevería a afirmar que la superficie
39
Abbott, Edwin A. Planilandia. Una novela de muchas dimensiones (1884), Ed. Torre de viento, Barcelona,
1999.
30
del mar es un objeto de este mundo? Y sin embargo está allí, estableciendo en ocasiones
una diferencia enorme entre la vida y la muerte, entre el deseo y el goce...
Este breve rodeo justifica la apuesta lacaniana de definir a estos objetos como a-
cósmicos. ¿Pueden enlazarse dos superficies? Y en el caso de que fuera posible, ¿de qué
manera, con qué particularidades?
Para enlazar dos objetos tridimensionales, por ejemplo, un cruce entre dos paredes,
una de ellas debe interrumpirse para dar paso a la otra. Porque justamente debido a la
existencia de un espesor, ambas no pueden interpenetrarse (existe una ley física que impide
que dos cuerpos ocupen el mismo lugar en el espacio, siempre y cuando se encuentren
sumergidas en un espacio tridimensional). Pero puesto que las superficies bidimensionales
habitan el espacio real (así se refieren al mismo los topólogos), pueden perfectamente
interpenetrarse sin necesidad de que ninguna de ellas interrumpa su recorrido. Y así como
dos rectas pueden cruzarse en un punto compartido que automáticamente se convierte en un
conjunto formado por dos puntos que se ignoran mutuamente –siendo cada uno de ellos
correspondientes a cada una de las rectas–, dos superficies pueden cruzarse formando una
recta o línea de penetración cuyos puntos tendrán las mismas características: cada punto
constituirá un conjunto de dos puntos que se ignoran, cada uno de ellos perteneciente a una
recta inscripta sobre cada plano. Así, cada superficie podrá ser recorrida en su totalidad
como si la otra no existiera. En síntesis: las dos superficies que se interpenetran no
presentan una relación de oposición, sino que pueden compartir una recta en el mismo lugar
en el espacio, a condición de estar situadas en un espacio real, bidimensional, propiamente
topológico.
Los fenómenos clínicos son en ocasiones tan complejos que si logramos desarrollar
un poco esta lógica tal vez se nos aclaren. Si, como ya dijimos, la voz alimenta, caga y
mira; y la mirada habla, devora y produce mala suerte... Si la mirada puede ser silenciosa,
invocante o provocadora y la voz luminosa u opaca, entonces hay un enlace posible entre
ambas, aunque no necesario: una interpenetración que da cuenta de que el fenómeno es
bidimensional y por lo tanto imposible de capturar con algún gadget. Pero sin embargo
podemos alcanzarlo con dos de nuestros dispositivos: el dispositivo analítico y el pase, a
condición de comprender su modo de alcanzar lo real –que ya no será lo real del espacio
físico, sino lo real propio del psicoanálisis.
Las consecuencias de mi propuesta son fuertemente anti-intuitivas y probablemente
por eso, bien lacanianas. ¿De qué mejor modo podríamos vaciar a los objetos voz y mirada
de sustancia (tal como proponía Lacan en “La tercera”) que restándoles profundidad?
Ahora bien, ¿acaso todo el psicoanálisis lacaniano no es una apuesta a liberarnos de esas
profundidades de las que Freud no logró desprenderse del todo? (seamos sinceros: su
esquema del aparato psíquico en El yo y el ello es tridimensional).
¿Para qué recurrir a la topología, disciplina que explora el espacio bidimensional,
como referencia analítica, sino por eso?
***