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9 ss.cc.
os profundos y senti- otra política; que el fin del Estado es el Bien Común; que este creer que la verdad es lo que opina más de la mitad de la
dos discursos que me no es el bien de la minoría ni de la mayoría sino bien de cada gente, más de la mitad de las veces.
han precedido y que uno obtenido en la comunidad de todos y que por ende su Fuiste, al fin, como esos santos medievales a quien tanto
proseguirán, dan cuenta actividad está enmarcada por los principios de subsidiaridad admiraste y que eran definidos como varas de hierro revesti-
noble de dos de las experien- y solidaridad, (o totalidad como‘ más n - das de terciopelo. En tu caso, como siem-
cias vitales, exactas e intran- gurosamente te habría gustado decir). De ti pre desdeñaste el terciopelo, rogamos hoy
sigentes de nuestro padre aprendimos que el derecho natural es por tu descanso eterno, pidiendo que desde
Osvaldo, cuales fueron; su fuente de toda justicia humana; que la el Más Allá te sigas esforzando por negar-
sacerdocio en la Santa Madre fidelidad a la verdad es fuente de toda li- nos a nosotros el descanso, mientras no
Iglesia Católica, Apostólica y bertad, y que la Cruz de Cristo es fuente de actuemos según nos enseñaste.
Romana, y su magistral culti- todo buen humor. eles a tu legado, sabemos que te
vo de la Filosofía, silencioso De ti aprendimos, padre y maestro gustará entregarte a esta tierra,
1 diálogo del alma en tomo al Osvaldo, que una nación, analogado del que tanto te dolió siempre, con una
por Alberto Cardemil Ser, conocimiento razonado ser humano y por ende compuesta por recia oración al Todopoderoso. A El, en tu
de Dios, el Mundo y el cuerpo y alma, no es fruto de un contra- nombre y junto a tus restos, elevamos un
Hombre. to sino producto de una herencia de las soneto anónimo y total de tu Siglo de Oro
Drrturrri del diputudu en lor
funemlec. del wterdote F filórofo P Me aproximo unción, generaciones, y que los que hoy estamos español, que me enseñaste y juntos repeti-
O<vuldriLiru Pérea en este momento solemne vivos no sólo tenemos derecho a ser mos muchas veces, y que fue en tu profun-
en que sepultamos la cor- nosotros mismos, sino el deber de seguir didad más recóndita, y por ende más secre-
poreidad mortal de Qsvaldo, a una tercera experiencia vital siendo nosotros mismos, por cuanto hemos tamente protegida, la. clave del sentido de
de su vigorosa y gigantesca humanidad, cual fue su influen- recibido por tradición valores, ideas, prin- tu vida: una formidable capacidad intelec-
cia práctica de ejemplo e ideas, su incomparabIe, extenso, cipios y estilos que deben ser desarrolla- tual rendida por el yugo del servicio a la
perseverante y cariñoso magisterio, que ejerció por más de dos, perfeccionados, purificados, vivifica- más humilde sencillez de Amor de Jesús el
seis décadas, sobre hombres y mujeres chilenos, a los que ha dos, para ser entregados, actuales y eficaces, a las genera- cristo.
correspondido desempeñar funciones importantes en la ciones que vendrán.
administración del Estado y en la política contingente. Padre Osvaldo, cuando hoy como Ia década de los “No me mueve mi Dios para quererte,
Pienso que muchas personas, como quien habla, acu- sesenta en que nos conocimos y amistamos la crisis de la El cielo que me tienes prometido,
ciadas por una angustia de servicio al bien común, por una confusión social paralizante sofoca nuestros días; cuando Ni me mueve el injierno tan temido
zozobra de rigurosa ontología, por una agonía de estética, por el ser humano parece devenir en una cifra, en un átomo inco- para dejar por eso de ofenderte.
una necesidad entrañable de metafísica, no podemos hoy municado y errático, en un sujeto y objeto del “show” comu-
dejar de dar nuestro testimonio en el entierro de Osvaldo. nicacional y económico; cuando la familia es cuestionada y Tú me mueves Señor; muéveme el verte,
;Cuánto le debernos! iC&nto le debe Chille! jCu6nkl oomba-tida en su esencia constitutiva; cuando en la sociedad Clavado en una cruz y escarnecido,
Ie debe la sociedad cristiana occidental! cuyas directrices parece buscarse como Único fin el éxito fácil, el placer y el Muéveme ver tu cuerpo tan herido
fundamentales, cuya genealogía doctrinaria, cuya ejemplari- poder utilizando cualyuier medio; cuando la moda reemplaza Muévenme tus afrentas y tu muerte.
dad sensible descubrió, anotó, desarrolló, defendió contra a la moral; cuando la globalización masificante tiende a con-
todos en todo tiempo y circunstancias, cuyo sentido y validez vertimos en ínfima sucursal de un supermercado mundial de Muéveme al$n ru amor mi Dios Señor
respetó y amó y nos enseñó a respetar y amar. valores, idea5 y principios, tu palabra firme, tu amistad ge- y en tul manera.
Muchos son los que hemos bebido y calmado nuestra sed nerosa, tu página rotunda y, sobre todo, tu ejemplo señero de Que aunque no hubiere cielo y o te amara
de trascendencia en sus “Nostalgias de Vásquez de Mella”, y caballero chileno, sacerdote y filósofo, nos siguen señalando Y aunque no hubkre iiz$emo te temiera.
“Visión Política de Quevedo”, libros fundamentales para todo el rumbo correcto.
poiíriccr-atn”io, en la sana o del moderno espirii dijiste qile ?a auténtica casidad nc con- No me tienes que dar Señoi; porque re quiera,
“Ortega”, en los valores pe tes de “Verdad y Libertad” blandura semliiitema dn la transacción, Porque aunque lo que espero no esperara
y “Ontología de la ley”, en los trascendentales tratados ae en ia comodidad del olvido, en la d Lo m i m u qur t,n q+m ir auislerú”.
estética que son “La poesía y mística en Juan Ramón
Jiménez” y “El Misterio de la poesía”, en la explicación de la
nacionalidad chilena que constituye “Hispanidad y mestiza-
je”, en los valores de la tradición occidental contenidos en ese
precioso libro que es “De Santo Tomás a Velázquez pasando
por Lope de Vega”.
Mantengo en mi mesa de trabajo, como joyas inapre-
ciables, varios originales de estos libros del padre
Osvaldo, co-rregidos, anotados y comentados de su puño y
letra. Sin embargo, constituyen un tesoro mucho más precia-
do, para mí y mis amigos, el recuerdo imperecedero de tantos
días luminosos, tantas tardes apacibles y tantas noches un
poco más desapacibles (el padre Osvaldo recordaba siempre
con una fina, caritativa y profunda sentencia de auténtico
humanista que las fronteras de la cultura coinciden con las
fronteras del vino) en cuyas horas oíamos, discutíamos, nos
admirábamos y muchas veces nos desacomodábamos, con su
discurso implacable, lógico, portentosamente erudito, bri-
llantemente paradojal; siempre coherente, siempre intransi-
gente, siempre informado (forma y materia padre Osvaldo) de
la más profunda y verídica realidad sobre la racionalidad y los

do aprendimos que el hombre, sustancia


ual de la naturaleza racional, tiene por fin
n de su alma eterna; que !as sociedades
naturales intermedias entre el Hombre y el Estado, se crean y
organizan prira la perfección y no para el envilecimiento de
aquel; que la familia es la organización esencial de una comu-
nidad terrena; que la ciudad humana tiene un sistema de je-
rarquías y representaciones de intereces reales que discurre
muy lejos de las ideologías; que hay una soberanía social y

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