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LA INDIVIDUALIDAD DEL EXTRANJERO

JOHAN STEVEN MOTTA HURTADO

Una primera lectura de El extranjero de Camus, emana una fuerte sensación de


extrañamiento. Su fuente, sin duda, es Meursault o más bien, lo que no es. Definirlo es posible
ahondando de su frontera hacia afuera, a lo que se aleja de él. Desde el inicio de la novela,
sabemos que es un hombre que dista del pensamiento de un hombre común y corriente (en la
medida en que tal categoría tenga validez para definir a cualquier persona) puesto que no
comparte una serie de valores convencionales de la sociedad. Nos topamos con este
extrañamiento desde el inicio de la novela:

Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido


un telegrama del asilo: “Madre fallecida. Entierro mañana.
Sentido pésame”. Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.1

El lazo familiar más primitivo está quebrado para el protagonista de Camus. No hay en la
muerte de su madre remordimiento alguno. La noticia de su fallecimiento no lo afecta en lo
absoluto, ni encuentra nada de malo en esa indiferencia. La mayor turbación que parece
sentir, más adelante, es la de tener que ir a casa de Emmanuel para que le preste una corbata.
En una primera hipótesis podríamos atribuir este desprendimiento a otras causas que
normalmente encontramos en la realidad, pero a medida que avanzamos nos damos cuenta
que es el primero de esa serie de valores que mencionábamos y que no comparte. No ninguna
otra referencia a su familia. Sabemos poco de su padre, y nada de algún lazo sanguíneo en la
novela. Meursault está solo.

Al día siguiente, a falta de mejor opción va a tomar un baño y se reencuentra con Marie
Cardona, después ven una comedia juntos e inicia una relación con ella. Algo que usan como
acusación del carácter de Meursault en el juicio de su crimen, precisamente porque los ecos
del fallecimiento de su madre son endebles2. La relación con Marie no dista mucho de tener
de ecos similares. Los valores de las relaciones convencionales no rigen en la jurisdicción de

1
Albert Camus (2014). El Extranjero. Editorial Alianza. Madrid. Traducción de José Ángel Valente.
2
“Pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi
trabajo y que, después de todo, nada había cambiado” Op. 31.
Meursault. Le dice a Marie que no la quiere, cuando se lo pregunta, pero que se casaría con
ella dado el caso de que le complazca. Él siente un bienestar a su lado y es lo único que le
interesa. No hay reflexión en ello, ni existe una razón para que haya. Lo mismo sucede con
los valores referentes a la amistad que no tienen resonancia alguna para él. Es un tanto cómico
el ofrecimiento amistoso de Raymond y la posterior presunción de tal camaradería. Otro
factor que reluce en su contra en el juicio:

Me explicó entonces que, precisamente, quería pedirme consejo sobre este asunto, que yo era
un hombre, que conocía la vida, que podría ayudarlo y que así sería mi camarada. No dije
nada y volvió a preguntarme si quería ser su camarada. Dije que me daba lo mismo y pareció
contento3.

Meursault no tiene tampoco grandes ambiciones de cualquier tipo. El ofrecimiento de un


mejor puesto de trabajo en París con una vida agradable para alguien joven como él, es
recibida con la misma indiferencia, que roza levemente con el tedio, que le causa la muerte
de su madre, la relación con Marie, la amistad con Raymond. Sabemos que un momento no
fue así, que en su época de estudiante tuvo muestras de estas ambiciones pero que al
abandonar sus estudios perdieron valor. Meursault no es un demente, sus pensamientos no
son denotan locura sino más bien un desarraigo. No es tampoco tonto, es de hecho, perceptivo
en oposición a Emmanuel su compañero, “que no siempre comprende lo que pasa en la
pantalla” cuando van al cine y “hay entonces que explicárselo 4”. En su vida no está atado
emocionalmente a nada, no tiene vínculo alguno que lo descomponga como al viejo
Salamano.

Como es de esperarse la religión no hace parte de Meursault. Cierta comicidad tiene lugar en
el primer interrogatorio que le hacen luego del asesinato, en el que el juez, un obstinado
creyente, queda estupefacto y agotado, al ver el ateísmo del acusado y lo imposible de hacerlo
entrar en “razón”. “Nunca vi un alma tan endurecida” sentencia el juez.

La percepción de Meursault se detiene en cosas diminutas. O sus iniciativas, a falta de mejor


término, son insulsas, como cuando se dirige a su patrón, a parte de las veces que pidió

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permiso, que es solamente para manifestarle que la toalla giratoria para la tarde está húmeda
por completo. Por supuesto la replica de su jefe es que es un detalle sin importancia y lo es
sin ninguna duda. O la particular mujer que se sienta en su mesa en el restaurante de Celeste
y que al salir Meursault no ve una mejor opción que salir detrás de ella. Las cosas que lo
mueven están en el plano de lo más simple y sencillo. Nada más claro que en el terreno de
las cosas que, de alguna manera, lo hacen feliz.
En uno de los momentos más mayor tensión, luego de la riña y la herida de Raymond, vuelven
con los árabes y es plausible que puede morir alguien, pero en vez de eso, Meursault tiene el
tiempo de fijarse en que el árabe de la flauta tiene los dedos de los pies muy separados.

Trabajé toda la tarde. Hacía mucho calor en la oficina, y cuando salí, al atardecer, gocé
viniendo lentamente a lo largo de los muelles. El cielo era verde y me sentía contento. Con
todo, volví directamente a casa porque quería hacerme patatas cocidas5.

El bienestar en la vida de Meursault proviene de fuentes inesperadas, simples y cotidianas.


Es un sentimiento repentino pero reiterado en su vida, casi que un estado natural. Así, reluce
mientras camina en la conjunción entre factores cotidianos y su percepción que se detiene en
elementos carentes de importancia a las personas en general. El bienestar más común es el
que reconoce en Marie
Quizá más que percepción sea más bien una sensibilidad para extraer de la realidad las
pequeñas partículas que componen la felicidad, o al menos la suya. De elementos
aparentemente tan banales como la caricia del sol6. El ápice de esa felicidad tiene lugar en
la cabaña de Masson, y en especial en la playa de ese día.
Nos alejamos Marie y yo, y nos sentimos acompasados en nuestros movimientos y en nuestro
bienestar7.

Creo que son las líneas que mejor definen el día de ambos hasta el asesinato del árabe. Es un
movimiento entre ambos en el que juegan, un fluir de las caricias y la compañía del otro. Una
muestra del enamoramiento que no trasciende en Meursault, pese a que considera
verdaderamente casarse con Marie, sabemos que no tiene para él, el peso moral del

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matrimonio. Pero el fin del compás es marcado por el primer disparo en el cuerpo del árabe.
Meursault lo sabe:
Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa
donde había sido feliz8.

Pero de ninguna manera significa que Meursault no tenga valores que lo rijan en su
interacción con el mundo. Él es muy sincero con su condición, física y cuánto afecta su estado
emocional, como cuando entierra a su madre y estaba muy cansado y con mucho sueño por
que en palabras del mismo Meursault no se dio cuenta de lo que estaba pasando9. El caso es
que su abogado pocas esperanzas ve que resulte beneficioso para su acusado tal argumento
por lo que lo insta a que diga es que ese día había reprimido sus sentimientos naturales. La
respuesta de Meursault es inesperada para que alguien a quién todo le daba igual. “No, porque
es falso”. Sin embargo, no deja de ser extraño en un mundo donde la diplomacia o las
relaciones sociales coherentes exigen un grado de manejo de la información, si no es mentir,
al menos dar u ocular cosas en pro de una relación fructífera o un fin, en este caso su libertad.

II

Definir a Meursault, como decíamos antes, es mucho más fácil en el espacio de su frontera,
en lo que no es. Resulta mucho más sencillo porque Meursault no existe, no hay un prototipo
de él. En un plano general el héroe busca algo, tiene un objetivo que lo motiva, desde la
concepción clásica, y debe enfrentar una serie de obstáculos para lograrlo. Esta idea ha hecho
correr galones de tinta y compone, de hecho, gran parte del cine clásico. Pero él no busca
nada, únicamente cuando está recluido extraña como es natural, su libertad, que no es más
que la añoranza de la vida que tenía. Hasta ese momento el personaje de Camus nunca
encarnó una lucha por el poder, por el amor, por la nación. Había incorporado si un estado
de la felicidad, en la que las cosas que llegaban eran recibidas con agrado, pero sin euforia.
Lo que se va, o quién se va más bien, lo ve como parte de la naturaleza. Su interior se ha
consolidad como una utopía individual, su propio falansterio.

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Por otro lado, la sociedad se ve en un problema al tener un individuo como Meursault, que
no busca ascender en su trabajo y ser una parte dinámica en pro de la producción. Las
personas trabajan y gastan, no es un movimiento de años anteriores en el que trabajar era
sobrevivir. Su vida es austera y no parece molestarle, sus ambiciones son tan básicas como
comer y tener cigarrillos. Pero no aspira al mejor puesto que le ofrece su patrón, y quizá a un
mejor sueldo. Tampoco las instituciones envueltas por el velo de la fe, ejercen sobre él algún
control ni se rige por sus normas de conducta y por supuesto no contribuye tampoco al
mantenimiento de ellas. En el plano de la familia, Meursault tampoco tiene vínculo alguno.
Su madre, el último que le quedaba al parecer ya está roto cuando entramos en la historia.
No conocemos a nadie más y, por ende, no hay otro apego a ninguno de estos fantasmas. No
tiene hijos ni hermanos. Nadie por quien preocuparse, a quien ayudar o quien lo ayude o
acompañe, ni tampoco parece necesitarlo. Ni que hablar de una posición política, netamente
inexistente. Todo el andamiaje que representan las instituciones y las convenciones y, que se
incorporan al ser humano con nacer simplemente en determinado espacio geográfico. Ser
esclavo de su época y de su lugar en el mundo. Pero él está fuera de eso y parece haber
encontrado la felicidad es rincones inesperados. Y felicidad sería el término más cercano
pero inapropiado para el estado del protagonista. Ni siquiera en la prisión y en los últimos
momentos de su vida deja de encontrar esos momentos:

Mamá decía con frecuencia que uno es nunca completamente infeliz. Yo asentía en mi prisión
cuando se coloreaba el cielo y un nuevo día se deslizaba en mi celda10.

Es un estado constante en Meursault que se mantiene con altos y bajos pero constante, al fin
y al cabo, como se ve en sus últimos pensamientos:
Y también yo me sentí dispuesto a revivirlo todo. Como si esa gran cólera me hubiese purgado
del mal, vaciado de esperanza, ante esta noche cargada de signos y de estrellas me abría por
vez primera a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraterno
al cabo, sentí que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para
que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia
de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio.

En su mente vive una utopía sin ser un demente, sin ser un loco. Ha encontrado un equilibrio
con las cosas que lo rodean y un desprendimiento tal que ninguna de las construcciones

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sociales que se han forjado desde la existencia del hombre lo ata. No se desprende de los
sentimientos humanos, no se aleja de su condición como persona solo no lo afectan en la
manera en que normalmente sucede con los individuos que lo rodean. Siente felicidad (99) y
tristeza (92) como cualquier otro. Entonces el asesinato es un espacio, un punto de quiebre
entre un sujeto que se desprende de la sociedad. Los dos no pueden confluir en mismo tiempo.
Si bien los hombres son los que cambian a la sociedad y ella es la que los rige, para Meursault
no es posible conciliar su universo con el ya construido, uno en el que no ayudo a erigir.
Solamente nació en el y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. Tal es el abismo entre
el individuo y la sociedad que la respuesta es el absurdo, es un crimen inmotivado. No
queremos decir que el mundo ideal para él, es un lugar en que pueda asesinar sin
consecuencias, sino que es una respuesta ilógica para una relación sinsentido. Es eslabón roto
de una pareja individuo-sociedad inconciliable.

Reglas de la sociedad (103)


El éxito (100)

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