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La película dirigida por Jaime Osorio es una lección de maestría, sin necesidad de
alabanzas, sino simplemente por el hecho de lograr un relato tan sólido con el mínimo de
recursos. Su sustento narrativo recae en solo tres personajes y tres escenarios, dos
apartamentos y una calle. La historia no es un relato titánico, al contrario, es una historia
particular que se sumerge profundamente en la humanidad de sus escasos personajes. La
Historia, constantemente, se busca a si misma en los interrogantes, las causas, los nombres,
las enumeraciones cronológicas, la relaciones y el descarte de elementos
circunstancialmente poco significativos. Las diferentes expresiones artísticas, en muchos
casos, trata de acompañarla, de darle una segunda mirada que no necesariamente debe ser
verdadera, simplemente verosímil. Una producción complementaria de la primera, una
forma de estudiar los acontecimientos y luego ir a la obra y decir “Claro, estos personajes
actúan así porque en ese entonces pasó esto”. Pero hay otras que se sienten un poco más
libres, que se quitan de encima los lazos y juegan un poco con las posibilidades, con las
distorsiones y los contornos de la historia real, uno de los mejores ejemplos es Los
Bastardos sin Gloria de Tarantino. Confesión a Laura es un caso intermedio, se para en la
frontera entre ambos. Pone como telón de fondo la fractura histórica que significó la muerte
del caudillo, pero al mismo tiempo no es una película sobre Gaitán, ni siquiera tiene un
papel como en Roa el film de Andy Baiz. El 9 de Abril se encuentra latente pero sutil y la
figura del político liberal solo aparecerá en pocos fotogramas, una vez en la billetera de
Santiago, otra en un librito de Laura, recordándonos la filiación de ambos y de paso, el
Suceso que aún arde afuera.
Las negociaciones que hace el guion con su materialización en imágenes no son ningún
secreto. Los diferentes motivos (narrativos, diferenciales económicos, de tiempo, fallas
físicas del material grabado) o diferencias director-guionista conducen a los cortes o
modificaciones. Aún en los tiempos de lo digital se hace casi imposible llevar a cabo un
guion al pie de la letra a su grabación. De hecho, más que escribirse un guion es
reescribirse, así que en sí mismo es difícil hablar de una fidelidad a la versión literaria de la
película, pero se trata de un esfuerzo por no alejarse del corazón de la historia.
Confesión a Laura no es, como es de esperarse, una excepción a esta regla. Desde la
secuencia inicial, por ejemplo, hay un momento que el guion prepara para dar el contexto
social inmediatamente mediante las imágenes de archivo, los discursos de Gaitán y, a través
de dos locutores en voz en off. El primero da una voz al contexto de los hechos y de las
imágenes documentales; el otro, mucho más reaccionario, interviene inicialmente con un
vehemente: “¡Viva la revolución! ...” y finaliza “No hay otro camino a tomar: ¡La muerte
o la libertad!”. Específicamente son tres monólogos que tiene el enérgico locutor con este
tinte. Pero su voz no aparece en ningún momento en la película. Es camino para diversas
explicaciones, pero a fin de cuentas es imposible saber con certeza el corte del locutor que
si aparece en el guion pero que no llega a la pantalla.
Sin necesidad de hacer saltos, en la secuencia posterior, en que Santiago entra en escena, el
guion lo sitúa en un escenario que inmediatamente nos da un bosquejo, ya no de los hechos,
sino del ambiente que se vive en ese momento y de la posición del protagonista frente a tal
evento. En el guion se describe la subsecuencia de la siguiente manera:
EMBOLADOR
(Levantando el brazo) ¡Con Gaitán a la carga!
Santiago, con cierto sobresalto, se aleja del hombre y continúa su camino. Llega a la puerta
del edificio, saca las llaves y con nerviosismo comienza a abrir la puerta. La abre. Por un
lado pasan dos hombres corriendo. Santiago se asusta. Entra y cierra con rapidez.
Mas adelante, la conversación que tiene lugar entre Laura y Josefina por teléfono, da paso a
otra omisión. Minutos antes, Laura y Santiago salían para el apartamento de Josefina, pero
se dan cuenta de que será imposible, al menos por el momento pro los francotiradores de
los tejados.
LAURA
Aló…, Josefina…, (tratando de dominar la angustia) sí, estoy muy asustada, no
entiendo…. desde aquí no se ven sino francotiradores… ¿O sea que aquí (señala
hacia el techo) también están?... sí, … ya estábamos saliendo para allá cuando se
oyeron los disparos y sí, ya lo vimos, es impresionante… yo creo que es lo mejor.
(Animándose un poco), tal vez más tarde se calmen y comiencen a bajar, porque por
el momento me parece muy peligroso… pero no ve que aquí es muy difícil, es que
ese radio está muy viejo y no coge bien las emisoras… además con la interferencia
que hay… ¿Y qué dijeron?... ¡Ah!, claro, es en la Biblioteca…bueno, esperemos a
ver qué pasa… ¿Le paso a Don Santiago?... bueno, sí. Es una suerte que haya
estado aquí y que usted sea una persona tan calmada.
La ausencia de este diálogo es una pena en la secuencia de la película, tanto Laura como
Santiago denotan un sentimiento como de resignación y por supuesto nerviosismo. Sin
embargo, en el guion se plantea mucho más aterradora la atmósfera de la situación. Los
detalles son mucho más claros y contundentes en sus palabras. Aquí sabemos por ejemplo
que hay un francotirador justo sobre el apartamento de Laura, un detalle que más adelante
se deduce, pero era mucho más quirúrgico insertarlo aquí. También, es llamativa la última
línea (Es una suerte que haya estado aquí y que usted sea una persona tan calmada…)
porque nos da un matiz de Josefina que la hace poco uniforme. Durante toda la narración
vemos que es una mujer de carácter fuerte e irremediablemente inflexible pero aquí es de
las pocas ocasiones en que parece comprender, adaptarse a la situación y reconocer por
primera vez la gravedad del asunto, y cede ante ella. No volvemos a ver tal
comportamiento, desde aquí estará siempre haciendo ese papel irritante y controlador que
caracteriza su rol. Es cierto que en ocasiones no es tan punzante, pero lo suple con su
manera de ser quien maneja la situación. Si omitimos está línea, forzamos el papel de
Josefina a una sola faceta. Alexandra Cardona creó todo un sistema de concatenaciones en
los diálogos y acciones que se pierde en las omisiones que se hicieron en la película.
II
Por otro lado, uno de los aspectos que mejor se logran de la escritura a la realización es el
ambiente de incomodidad que prima casi todo el tiempo entre los protagonistas. En la
secuencia en que ambos se ven irremediablemente encerrados en el apartamento de Laura,
bailan una especie de vals de la torpeza, especialmente en Santiago que recorre
absurdamente el camino equivocado para sentarse en el sofá, en la misma secuencia, para
finalmente tomar la silla de al lado, y levantarse de nuevo a desabrocharse el saco. Se sienta
casi que el borde de esta y siempre inclinado hacia adelante en la posición menos cómoda
posible. La situación se dilata penosamente hasta el casi eureka de “¡Toronjil! Si señor”
que exclama Laura.
III
Las negociaciones que hace el guion para verse realizado son inevitables. El caso ideal es el
director que escribe y dirige sus películas. La idea que inicialmente concibió es
relativamente más fácil llevarla a cabo desde su perspectiva, evidentemente debe lidiar con
los productores y lo medios. Un segundo caso, son las duplas que crean un estilo o una
lectura compatible como los hermanos Coen o Nolan, o Gonzáles Iñarritu y Guillermo
Arriaga. Pero para nuestro caso y creo que es el más general, es comparable a una
traducción. La esencia de Confesión a Laura radica en la emotiva torpeza en que los
protagonistas se van desnudando las apariencias con un juego de torpezas hasta liberarse de
una vida de leves arrepentimientos que en años de acumularse se ven más grandes que ellos
mismos, hasta el punto de que un gran suceso haga un cambio de igual magnitud en sus
vidas. Pelear entonces con las variantes es una guerra perdida, el mejor ejemplo son los
diálogos que mutan en casi todas las ocasiones, entonces al asunto radica en identificar el
sentido original de la obra y buscar los medios para sacarlo a la luz. Las omisiones que
hemos expuesto no son radicales en cuanto en escenas posteriores se han dando los matices
o la información necesaria para que se me mantenga el corazón de la historia, y los cambios
en las líneas aportan una mayor espontaneidad que muy difícilmente logra el cine
colombiano actual.