Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Yves Zimmermann PDF
Yves Zimmermann PDF
YVES ZIMMERMANN
La palabra diseño, que hace unas décadas apenas nadie conocía en las latitudes
hispanas, ha adquirido ahora, entrado ya el siglo XXI, un amplio y universal
significado. Si antes esta palabra estaba circunscrita a las profesiones del diseño
gráfico, del diseño industrial o del diseño arquitectónico, hoy, en cambio, se diseña
todo. Recientemente, en una farmacia podía contemplarse un cartel con la
fotografía de un voluptuoso trasero femenino acompañado de un eslogan que
decía: «Rediseña tu cuerpo». Por otra parte, en la prensa se leen frases o titulares
como éste: «La Agencia Europea del Espacio diseñó su estrategia global para los
años 2002-2006». También se «diseñan redes cuánticas con el fin de crear
mensajes encriptados». Incluso los políticos diseñan. El señor Giscard d’Estaing, ex
presidente de la República Francesa, «presidió la convención que diseñó la Europa
del futuro». Y el gobierno español presentó un anteproyecto de ley «diseñado con
el único objetivo de cortar las fuentes de financiación del terrorismo y de sus
apoyos». Luego, según una nota periodística, el ciudadano da por descontado que
«los programas políticos se diseñan para ganar las elecciones». Y tenemos también
el «diseño inteligente», un movimiento de creyentes ultraortodoxos que afirman
que la teoría de la evolución de Darwin es incompleta ya que «la vida y el hombre
son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por un
ser superior», o sea Dios. ¡E incluso en el sexo se diseña! En la sección de
«Servicios» de un periódico, una señorita ofrecía un ¡«coito de diseño»! Un
diseñador no puede dejar de preguntarse, ¡¿qué diferencia habrá entre un coito
normal y un coito «de diseño»?!
La década del 80 sobre todo, y también parte de la de los 90, fue la época de un
auténtico boom, de una explosión del diseño. De pronto, este concepto saltó a la
palestra pública, se puso de moda, era chic. Empezaron a proliferar «diseñadores»
por todas partes. Por ejemplo, los que antes se llamaban «modistos» cambiaron su
denominación tradicional por la de «diseñadores de moda»; a los niños fruto de la
inseminación artificial se los llamó «hijos de diseño», e incluso los hoteles
comenzaron a ofrecer «habitaciones de diseño». En Inglaterra se vendían designer
socks, calcetines de diseño, y una portada de la revista alemana Der
Spiegel anunciaba Designer’s food, alimentos de diseño. Así, el diseño fue
adquiriendo una notoriedad totalmente insólita dos décadas atrás. Había nacido la
palabra diseño.
Sin embargo, durante este boom el término «diseño» fue adquiriendo también una
connotación negativa, peyorativa incluso. Muchos diseñadores, tanto gráficos como
industriales, seguían con la noción de que diseñar era hacer arte y convirtieron los
objetos y grafismos en espectáculos visuales; los objetos tradicionales, de toda la
vida, cambiaron de forma, de aspecto, un cambio que para muchas personas los
hacía modernos y atractivos. Pero con esta espectacularización de su forma, la
función de uso de estos objetos pasó a segundo plano, o incluso desapareció; y de
ello debieron darse cuenta los usuarios cuando utilizaban dichos «objetos de
diseño,» pues llegó a instalarse una percepción muy negativa del diseño que se hizo
manifiesta en el habla cotidiana. El diseño vino a ser considerado por parte del
público y de los medios de comunicación como sinónimo de cosmética aplicada a
los objetos o signos; o sea, como diseño aplicado en analogía al arte aplicado. Se
generalizó la idea de que el diseño sólo creaba bellas apariencias tras la cuales no
había nada sustancial.
La connotación negativa que fue adquiriendo esta palabra se manifestó, por
ejemplo, en el debate político. Durante una campaña electoral, un destacado
político acusó públicamente a su adversario de tener «un discurso de diseño, hueco
y vacío». O en la prensa: un artículo editorial de un reputado periódico llevaba por
título «Un centro de diseño». Contrariamente a lo que sugería – sobre todo a un
diseñador –, el artículo así titulado no trataba en absoluto de un centro de diseño
entendido como una institución que se ocupa de los asuntos de esta profesión, sino
que se refería al «giro al centro» del Partido Popular, un partido de derechas que
había proclamado que iba a centrarse. En el artículo quedaba implícito que ese
«centro» al que pretendía girar dicho partido era pura apariencia, un giro ficticio
porque era «de diseño».
No obstante todo ello, a partir de los años 90 la profesión se afianzó y logró que se
la considerara una actividad seria. El diseño empezó a enseñarse en escuelas
especializadas, hoy en día es una carrera universitaria y ¡hasta puede uno
doctorarse en diseño!
Ahora bien, sobre el trasfondo de esta trayectoria del concepto diseño, los
diversos diseños de estrategias, programas políticos, redes cuánticas, etc., antes
mencionados, pueden resultar extraños y sorprendentes al oído de un diseñador
profesional ya que éste suele entender el diseño como una actividad circunscrita a
unas profesiones específicas, tales como el diseño industrial, el diseño gráfico, el
diseño arquitectónico o el diseño textil; es decir, a profesiones que precisan de la
palabra diseño para identificar sus actividades. Cada una de estas profesiones
abarca un ámbito de actuación claramente diferenciado, aunque tiene en común
con las demás el diseño. Como es sabido, estas disciplinas de diseño configuran en
cada caso objetos distintos. El diseñador gráfico, signos, letras e imágenes de todo
tipo; el diseñador industrial, objetos físicos: frascos, electrodomésticos, muebles,
etc.; y el arquitecto, edificios, casas, fábricas, etc. Todos estos diseños son siempre
objetos físicos, materiales, que el ser humano utiliza a diario para conseguir
determinados fines. Por eso sorprende el uso de este término en contextos donde
los «objetos» que se «diseñan» son muy distintos a los de uso cotidiano, ante todo
porque a aquéllos les falta la distintiva materialidad de éstos. Por ejemplo: ¿cómo
es el «objeto» programa político? ¿Qué forma tiene? ¿Cómo es su diseño? La gran
diferencia entre los objetos proyectados por el diseño gráfico o industrial por un
lado y, por otro, la mención del concepto diseño en los ejemplos citados
anteriormente, salta a la vista y suscita de inmediato el interrogante: si el
denominador común entre aquellas disciplinas y estos ejemplos es el diseño, ¿qué
tienen en común? ¿Qué definición podría englobarlos a todos y dar, a la vez, razón
de sus diferencias?
Para encaminarnos hacia una respuesta a estos interrogantes es necesario que
vayamos a las raíces y nos preguntemos cuáles son, tomados en su sentido más
fundamental, los significados que yacen en la base de lo que se entiende
esencialmente por diseño. Una vez definidos, estos significados básicos nos darán
una suerte de esqueleto conceptual que propiciará la comprensión de todos los
procesos de trabajo en los que se diseña, pertenezcan éstos o no al ámbito estricto
del diseñador.
Tomando como punto de partida la experiencia profesional de un diseñador gráfico
o industrial, se puede decir que todo encargo que se le hace se caracteriza
fundamentalmente por la exposición de un PROBLEMA a la vez que se apunta al
tipo de SOLUCIÓN que se quiere lograr y para cuya consecución el diseñador debe
realizar un PROYECTO.
En este mismo sentido básico, debemos preguntarnos también por las raíces del
diseño, o sea, por el proceso de trabajo que conduce a un proyecto. ¿Qué significa
esencialmente este concepto de diseño?
Todo ser humano tiene una biografía que le caracteriza y singulariza de las demás
personas. La biografía, palabra que procede del griego biós, vida, y grafy, escritura,
es, así, la escritura de la vida de una persona. Sin embargo, las biografías no son
exclusivas de los humanos, también las palabras las tienen y nos explican su origen,
su nacimiento y posterior desarrollo, o sea, su vida. Dos breves ejemplos ilustran
esta afirmación: en época romana, cuando un alfarero había terminado de tornear
un cántaro, lo cocía en el horno. Por lo general, salía perfecto de esa estancia en las
llamas; pero a veces, por efecto de una mala cocción, las paredes del cántaro se
resquebrajaban levemente. Cuando sucedía esto, el alfarero sellaba las fisuras con
cera para que el objeto pudiera cumplir con su función básica de contenedor de
líquido. En la base del cántaro que salía perfecto, sin grieta alguna, el alfarero
escribía sine cera, o sea, sin cera, y así el cliente podía distinguir los recipientes sin
defectos. De allí nació la palabra «sincero» —respectivamente «sin-cera-mente»— ,
por la que entendemos que alguien es verdadero, honesto, sin fisuras ni
falsificaciones. Otro ejemplo es el de la palabra salario. En la antigüedad la sal era
un producto de tal importancia que motivó la construcción de una calzada desde la
salinas de Ostia hasta la ciudad de Roma, unos quinientos años antes de Cristo. El
camino fue llamado «Vía Salaria» y los soldados romanos que la custodiaban
recibían parte de su paga en sal. Esta parte era llamada «salarium argentum»
(«pecunio de sal»). De ahí procede la palabra salario.
Ahora bien, en inglés design significa tanto diseño como designio, intención.
Así, God’s design puede significar tanto el diseño como la intención de Dios; por
tanto, dado el doble significado de design, es siempre el contexto en que aparece el
término el que revela si éste significa diseño o intención. El recién publicado libro
del físico inglés, Stephen Hawking, con título The Grand Design2, da precisamente
lugar a la duda de si la traducción al castellano debería ser El Gran Diseño o, como
afirma el físico Jorge Wagensberg, El Gran Designio. La edición alemana, por su
parte, tiene por título Der grosse Entwurf, El gran proyecto. Como se ha sabido por
los artículos de prensa, el autor del libro afirma que no hay Dios, que no es
necesaria su presencia para explicar cómo se configuró el mundo en su inicio.
Ahora bien, uno puede imaginarse que exista auto-diseño en la naturaleza, por
ejemplo que las células del cuerpo humano se diseñan a si mismas por las
necesidades y condiciones de sus entornos; sin embargo, para que haya designio,
intención, parecería que debe haber un designador, un ente que formule o enuncie
tal designio inicial, lo que iría en contra de las afirmaciones señaladas por Hawking
respecto a la no-necesidad de tal ente.
2 El Gran Diseño, Stephen Hawking, Editorial Crítica, 2010
Por otra parte, en alemán diseño se denomina Gestaltung. La Gestalt significa la
figura de algo, tanto de un cuerpo humano como de un objeto, y
la Gestaltung corresponde a lo que en castellano llamamos configuración, o sea,
dotar algo con figura propia o característica.
La respuesta sobre el origen de la palabra diseño nos la da la etimología, término
que, al igual que muchos otros, procede del griego. Deriva de étumos, verdadero,
real, y lógos, palabra, razón. Étumos-logossignifica pues sentido verdadero de la
palabra. Referido a lo que aquí interesa, la palabra diseño deriva de designio,
intención, que a su vez procede de la palabra seña. Etimológicamente, seña se
define como: «Nota o indicio para dar a entender una cosa. Signo convenido entre
dos o más personas para entenderse»3.
3 J. Corominas, J.A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Editorial Gredos, Madrid, 1984
Según este razonamiento, los conceptos básicos que conducen a una definición
universal del diseño son: designio-diseño-seña. Lo que permite proponer la
fórmula:
4 Victor Papanek: Design for the real world, Thames and Hudson, London, 1985
Ahora bien, esta identidad, este modo de ser de una empresa, no se manifiesta
solamente a través de su imagen corporativa gráfica. Cualquier ciudadano, por las
diversas necesidades de su vida cotidiana, mantiene contactos con empresas,
Bancos, instituciones, grandes almacenes, oficinas gubernamentales, etc., sea para
comprar algo, pagar una deuda, informarse sobre eventos o por cualquier otro
motivo. Este contacto puede ser directo, en el encuentro personal entre un
ciudadano-cliente y un empleado o funcionario; también puede darse por teléfono
o por carta. La empresa a la que acude el ciudadano no suele ser la única en su
sector, hay otras que ofrecen básicamente los mismos productos o servicios que
ésta, como son los Bancos, grandes almacenes, cadenas de alimentación u otros.
Las empresas de un mismo sector compiten entre ellas con el fin de conseguir los
favores del ciudadano-cliente y, para lograr este propósito, recurren a distintas
estrategias, entre ellas la de dotarse de una imagen corporativa que transmita una
buena imagen al ciudadano-cliente. Pero no sólo las empresas que compiten entre
sí recurren a este medio visual para favorecer sus intereses. También las
instituciones sin competencia, tales como ayuntamientos, gobiernos, empresas
ferroviarias, gestoras de aeropuertos, etc., se proveen de imágenes corporativas
para suscitar una predisposición favorable en la ciudadanía. De este modo, la
empresa viene a ser como un producto que, mediante su imagen corporativa, se
vende al público.
Sin embargo, en más de una visita a una u otra empresa o institución, o después de
una conversación telefónica con alguna de ellas, el ciudadano puede sentirse
irritado e incluso ofendido por el trato recibido por un empleado o funcionario, y
esta situación se da también en empresas o instituciones que tienen buenas y hasta
muy buenas imágenes corporativas gráficas. El ciudadano puede entonces
preguntarse con toda la razón: ¿para qué sirve una buena imagen gráfica si la
vivencia directa y personal con la empresa produce una mala «imagen»? En estos
casos está plenamente justificado pensar que la «bonita» y «estética» imagen
corporativa gráfica no es más que maquillaje: la vivencia directa registra que el
modo de ser y el modo de aparecer de la empresa, es decir, su imagen y su
identidad, no son idénticas sino disonantes.
Según esta percepción del diseño sería entonces posible diseñar el propio yo, el
pensamiento y la convivencia con los demás, es decir, la relación entre las
personas. Si ello es así, cabe pensar que, si bien el contacto entre un cliente y el
empleado de una empresa es por lo general sólo una breve convivencia, ésta suele
ser repetitiva: el ciudadano va a menudo a unas tiendas, a un Banco, o utiliza unos
servicios públicos, etc. Por lo tanto, a las empresas implicadas debería interesarles
que este contacto fuera lo más positivo posible; por su propio beneficio, debería
interesarles transmitir esa verdadera buena imagen basada en la satisfacción del
cliente que asegura su fidelización.
Muchas son las empresas que tienen imágenes corporativas de un buen nivel
gráfico, pero en lo que concierne a esta imagen no-gráfica fallan prácticamente
todas. La excepción es la regla. Estando así las cosas, un proyecto de imagen
corporativa debería contemplar ambos aspectos y deberían diseñarse los
correspondientes programas de actuación para que la imagen gráfica y la imagen
no-gráfica fueran una unidad. De este modo, la empresa sí gozaría de credibilidad.
5 Otl Aicher, Analógico y digital, Gustavo Gili, Barcelona 2001
Diseño es designio hecho seña.
Se tratará ahora de aclarar qué relación guardan los conceptos de esta definición
con el diseño de lo que se llama genéricamente comportamiento, un término
amplio que abarca tanto la actitud de un sujeto ante las cosas que suceden a su
alrededor como el que adopta ante las que le suceden a sí mismo; esto es, sus
reacciones, su pensamiento, sus sentimientos frente a los impactos o impulsos
múltiples, positivos y negativos, que vienen a su encuentro y le afectan de un modo
u otro en su cotidianidad.
El designio
Partiendo de la definición básica propuesta, diseñar un producto, un símbolo o una
imagen corporativa no difiere, en el fondo, del proceso de diseño de algo que carece
de la materialidad de los objetos, como es una actitud. Así pues, el sujeto puede
convertirse en proyecto. Igual que en cualquier proyecto de diseño, el primer paso
en este proceso que conduce a la definición o formulación del DESIGNIO, del
propósito para conseguir la SOLUCIÓN, consiste en reconocer y analizar
previamente el PROBLEMA, la razón última por la que se siente la necesidad de un
cambio, en este caso la necesidad del DISEÑO de otro comportamiento o actitud.
Para empezar, es preciso identificar claramente qué comportamiento se desea
modificar con el fin de formular el DESIGNIO, la intención, y desarrollar un
PROYECTO para hallar la SOLUCIÓN del problema. El aspecto más importante a
tener en cuenta es que el comportamiento que uno quiere modificar es siempre
fruto de su modo de pensar, de su forma de considerarse y de considerar el mundo
que le rodea. Enfocar un cambio de comportamiento supone, pues, cambiar en
primer lugar la manera de pensar que ha llevado a la situación insatisfactoria que
se pretende cambiar. Esto supone una transformación de largo alcance que implica,
claro está, ir más allá de la mera representación de un papel durante el horario
laboral.
El diseño
Para lograr que el designio, la intención, se haga realidad, se haga seña, tome forma
definitiva, hay que diseñar esta seña. Dado que aquí se está considerando un
cambio de actitud, o sea, el diseño de algo no material sino mental, este cambio
sólo puede lograrse mediante algún tipo de actuación programada, de
entrenamiento, es decir, de ejercicio. El deportista hace esto mismo: se entrena
cada día para alcanzar la meta que se ha propuesto, la solución o seña que desea
conseguir. Es a través de la repetición de los ejercicios que se instaurará un nuevo
modelo de actitud, y este ejercicio cotidiano, este trabajo, vendría a ser
propiamente el proceso de diseño, el proceso de diseñarse.
La seña-forma
Cada ejercicio repetido contribuye a que poco a poco vaya configurándose la seña,
la solución o forma definitiva de aquello que quiere lograrse, esto es, una nueva
forma de vivir la vida, la cotidianidad. Esta seña-forma, esta nueva actitud, estará
configurada y completada cuando se llegue al punto en que el vivir de cada día sea
el ejercicio mismo, cuando se haya logrado fundir en una sola cosa la intención y la
forma, el designio y la seña.
Para ilustrar de forma más explícita la universalidad del diseño a partir del eje
triádico PROBLEMA-PROYECTO-SOLUCIÓN, se resumirá a continuación un
intercambio entre Sereno y Séneca, relatado en el texto «Sobre la serenidad» de la
obra de Séneca Diálogos6.
En dicho capítulo se expone de forma viva y explícita lo que se acaba de afirmar con
respecto a la posibilidad de diseñar la propia actitud o comportamiento.
En este intercambio, Sereno comienza por exponer a Séneca su malestar, los
problemas y los conflictos que tiene consigo mismo. «Al examinarme, se dejaron
ver en mí … ciertos defectos manifiestos, que podía tocar con mis manos; otros más
oscuros y escondidos … [y] encuentro en mí sobre todo esta disposición (pues, ¿por
qué no voy a confesar la verdad como a un médico?): ni estoy de veras liberado de
las cosas que temía y odiaba, ni tampoco sujeto a ellas». Confiesa tener una
«flaqueza de espíritu que duda entre estas dos cosas: ni se inclina hacia lo recto con
decisión, ni tampoco hacia lo malo». Más adelante expone lo que le gusta, que se
resume en la noción de la «moderación,» como, por ejemplo, que una «… mesa …
no se distinga por la variedad de sus vetas, ni sea conocida en la ciudad por la
pertenencia sucesiva a elegantes señores, sino que esté puesta para su uso, que no
se detengan los ojos de ningún invitado en ella por placer, ni encienda la envidia».
[Estas bien podrían ser palabras de un diseñador para quien el valor de uso de los
objetos es lo primero y principal y que, además, carezcan de toda ostentación, como
es la ostentación del diseño en ellos, por ejemplo.]
7 Martín Heidegger, Serenidad, Ediciones del Serbal, 1989
El que aquí interesa para nuestro propósito es el segundo texto, «Debate en torno
al lugar de la Serenidad». Consiste de una diálogo entre un investigador, un
profesor y un erudito. En él, los tres personajes tratan de dilucidar la naturaleza del
pensar. El pensamiento que se pone en cuestión en este diálogo, es el pensamiento
occidental que ellos entienden se basa esencialmente en un vorstellen, un
representar, pero que en sentido literal significa «ante-poner», con lo que el
representar se entiende como un poner-ante-sí la cosa por pensar para pensarla.
Este acto de «ante-poner» se fundaría siempre en un querer, en el sentido de
ejercer una voluntad; como dice uno de los interlocutores, «pensar es querer y
querer es pensar». Es por la representación entendido de este modo por lo que todo
ha llegado a ser objeto que está puesto a nuestro encuentro en un horizonte. Se
percibe por tanto este pensar fundamentado en un querer-voluntad, como el
PROBLEMA que no nos permite entender la esencia de las cosas.
Estas Cuatro Nobles Verdades son la fuente donde han bebido todos los maestros
que han logrado este dejar-ir, este «loslassen», tema central de todas las historias
del zen-budismo y que siempre, en todas las situaciones, incluso ante la muerte,
irradian una calma, una paz que evidencia la Gelassenheit, la Serenidad. Este yo
que les separaba de la Totalidad, lo han disuelto, «simplemente» son. Han visto lo
que este «yo» es: una ilusión.
Bibliografía.
Lucio Anneo Séneca, en latín Lucius Annaeus Seneca, también conocido como el joven (4 a.C. – 65
d.C.). Nació en Córduba, en la provincia romana de la Bética (actualmente Córdoba, España). Hijo
del orador Marco Anneo Séneca, fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter
moralista.
L. Anneo Séneca, Diálogos, Tecnos Editorial, 1986
Martín Heidegger, Serenidad, Ediciones del Serbal, 1989
Martín Heidegger, De camino al habla, Ediciones del Serbal, 1987
Arte¿?Diseño, editorial Gustavo Gili, 2004.
El Gran Diseño, Stephen Hawking, Editorial Crítica, 2010
J. Corominas, J.A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Editorial Gredos,
Madrid, 1984
Victor Papanek: Design for the real world, Thames and Hudson, London, 1985
Otl Aicher, Analógico y digital, Gustavo Gili, Barcelona 2001.