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Duch Lluis Interpretaciones Actuales en El Estudio Del Mito PDF
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Interpretaciones actuales
en el estudio del mito*
Este autor se sitúa, por un lado, en la línea iniciada en los años cuarenta,
desde una perspectiva propiamente histórica, por Raffaele Pettazzoni,
que deseaba, más allá de la mera historicidad de los fenómenos, descu
brir el núcleo de verdad de las expresiones míticas y, por el otro, con
tinúa, eso sí modificándola, la gran tradición epistemológica centroeu
ropea. Hübner, que procede del ámbito de las matemáticas y de la
filosofía de la ciencia, en su magna obra Kritik der wissenschaftlichen
Vernunft (1978), centrada principalmente en torno al alcance y sentido
de la razón y la racionalidad, anuncia el propósito de reflexionar sobre el
mito como “instrumento de la lógica”, que posee, en consecuencia, un
“contenido de verdad”. En uno de los estudios más importantes de estas
últimas décadas sobre los universos míticos (Die Wahrheit des Mythos,
1985), Hübner lleva a cabo lo que había anunciado en su primera obra
y sitúa en el centro de su investigación la racionalidad del mito y la re
lación de éste con la ciencia.
Mythos y logos son considerados como dos formas distintas y com
plementarias de aprehender la realidad, como dos maneras diferentes de
establecer la relación entre el sujeto y el objeto. Desde esta perspectiva
queda desechado cualquier trayecto unidireccional que postule el “paso
del mythos al logos” (Nestle), tan típico, por otra parte, de cualquier for
ma de ilustración antigua o moderna, porque el mito, de acuerdo con la
opinión de Hübner, no es ni algo irracional que deba abandonarse como
algo perteneciente a la prehistoria mental y cultural de los humanos ni
tampoco un factor “prerracional” que, mediante las oportunas secuen
cias temporales, dé lugar a algo “racional”, sino que el mito ofrece un
sistema histórico de pensamiento y experiencia, que se construye, de la
misma manera que el “pensamiento lógico”, sobre determinadas formas
y categorías de percepción a priori. Por todo ello, Hübner se propone
la formalización de una “ontología mítica”, que complementariamente
debe poseer el mismo valor que la “ontología científica”. Según su opi
nión, la primacía de la física sobre la consideración mítica de la natura
leza se basa sólo en razones prácticas, pero en ningún caso en razones de
preeminencia cognoscitiva, que puedan establecerse apodícticamente.
Según el parecer de este investigador, “el mito no es una formación más
o menos vaga o irracional, sino que ofrece un sistema de experiencia
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del ser humano hacia el mito: “La mera presencia de la conciencia es
pecíficamente humana produce en la cultura una situación mitógena
indestructible, con lo que parecen insustituibles tanto el papel creador
de vínculos, propio del mito en la vida social, como sus funciones in
tegradoras en el proceso de organización de la conciencia particular, y
específicamente no intercambiables por convicciones que son reguladas
por criterios del conocimiento científico”.
A partir de sus opciones ideológicas y metodológicas, Kolakows
ki, al igual que Gerd Brand, señala tres lugares en los que se concreta
la “necesidad del mito” en la cultura actual: 1) la necesidad de experi
mentar como significativo el mundo empírico; 2) la fe en la solidez de
los valores humanos; 3) la demanda de continuidad. Acercándose a la
concepción de Mircea Eliade, el filósofo polaco afirma que el común
denominador de los tres lugares anteriormente mencionados es “la exi
gencia de una detención del tiempo físico, sobrecubriéndolo con la
forma mítica del tiempo”. Como muchos otros investigadores de nues
tro tiempo, Kolakowski también muestra su preocupación por la crítica
situación de la cultura actual, ocupándose de las conflictivas relaciones
entre mito y filosofía. Con relación al mito, la tarea de la reflexión fi
losófica tendría que permitir “despertar la comprensión del significado
propio de las preguntas últimas en el ser humano [...] y descubrir a la
luz de esas preguntas el absurdo del mundo relativo (relative Welt)”.
de 1888. En 1891, Gauguin viajó por vez primera a las islas Marquesas,
que, finalmente, llegaron a convertirse en su ineludible “destino” perso
nal y artístico, porque eran el gabinete alquímico en donde se elaboraba
su mitología personal. Con un éxito sin precedentes, en Leipzig tuvo
lugar la exposición “arte negro” en 1891, que ofrecía al público culto
alemán —antes de la explosión racista y xenófoba—un arte alternativo,
una mitología que con figuras que no eran las habituales en el mundo
occidental permitía concretar una idéntica epifanía de lo mítico. A par
tir de entonces se sucedieron en Europa las exposiciones, conferencias
y publicaciones, que contribuyeron en las primeras décadas del siglo
XX, por obra y gracia del talento de P. Picasso, Matisse, Max Ernst, W.
Kandinsky, P. Klee, Maurice de Vlaminck, E. L. Kirchner, Juan Gris, E.
Heckel, M. Pechstein, etc., a una suerte de transmutación y ensancha
miento de los cánones estéticos de Occidente en dirección a las culturas
y sensibilidades que, hasta entonces por parte de la “cultura oficial”, ha
bían sido cualificados de “primitivas”, “salvajes”, “prelógicas” o “inferio
res”. Por aquellos años, el antropólogo alemán Arnold Gehlen calificó
de “neoprimitivismo” el arte vanguardista europeo que hacía irrupción
por aquel entonces, de manera especial el expresionismo germánico.
Georg Picht sostiene la opinión que en todas las artes del siglo XX
se percibe con bastante nitidez “tanto el incremento de las imágenes
primitivas, olvidadas desde antiguo, como las configuraciones arquetí
picas”. Por su parte, Kurt Hübner cree detectar en la pintura moderna,
sobre todo en la de Paul Klee, estudiada por él con especial dedicación
y simpatía, “la lucha entre lo mítico y lo científico-técnico”; lucha, por
lo demás, que casi se ha convertido en un hado inevitable.
Harald H. Holz distingue dos modelos interpretativos para ana
lizar la aproximación que efectúa la pintura moderna al mito. Por un
lado, debe tenerse en cuenta el recurso y valoración de las figuras míti
cas transmitidas y elaboradas por la tradición occidental, que se ha ocu
pado, casi exclusivamente, de los “argumentos” y figuraciones míticos
de origen bíblico, griego o romano. Ejemplos relevantes de este primer
modelo interpretativo son las conocidas aproximaciones pictóricas de
Beckmann a Perseo, de Chirico a las Musas, de Picasso al Minotauro,
de Masson a Dafne. El segundo modelo, que tal vez expresa con mayor
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Fuentes consultadas