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TAREA 7 – Pablo Baubeta (IFD Minas)

El texto de la tarea aborda (a grandes rasgos), partiendo de consideraciones


conceptuales sobre la denominación de la disciplina y su objeto de estudio, el gran
problema de los “perfiles de la ciencia” y cómo distintos investigadores o especialistas
de las mismas se pueden relacionar con lo que se denomina “ciencia”, asignándole
características, aspectos, métodos y hasta fines, de manera implícita a sus maneras de
abordarla.

Ya, desde las primeras líneas del texto, el autor plantea que dentro de la disciplina
existen “distintos nombres que refieren a conceptos diferentes pero muy relacionados”.
Seguidamente nos menciona algunos de ellos: Epistemología, Gnoseología, Filosofía de
la Ciencia o Teoría del conocimiento. El autor nos advierte que los mismos en ciertos
casos son usados como sinónimos. Dos de estos términos mencionados (Gnoseología y
Epistemología) son contrapuestos en sus definiciones respectivas en el primer apartado
del capítulo. Citando a Miguel Quintanilla, desde su obra Diccionario de Filosofía
Contemporánea, nos refiere que “El término “gnoseología” significa lo mismo que la
expresión “teoría del conocimiento”. Por ende, aquel término referiría a lo que en
filosofía refieren los problemas sobre el “conocimiento en general”. Por otra parte, la
epistemología refería a aquella parte de la filosofía que se encarga de estudiar el
“conocimiento científico”. Contextualizando dichos términos dentro del panorama de la
lenguaje inglesa, el autor del capítulo aclara que en inglés “epistemología” se refiere a
lo que en nuestro entorno entendemos por “gnoseología” mientras que para lo que
nosotros entendemos como “epistemología” se usa la expresión “filosofía de la ciencia”.

Esta diferencia semántica, si bien puede pasar por un hecho trivial, representa un
“cambio de perspectiva a la hora de concebir el problema del conocimiento”, puesto que
al considerar la “teoría del conocimiento” con la epistemología se puede ver una
concepción con la cual el el conocimiento científico es la “forma paradigmática de todo
conocimiento”, mientras que si usáramos la expresión “gnoseología” para referirnos a la
teoría del conocimiento, podríamos hablar de una concepción que ve en el conocimiento
científico un tipo o “especie” de conocimiento.

El autor, aprovechando estas distinciones conceptuales, pretende exponer la existencia


de diversos “perfiles de ciencia”. Aquellas caracterizaciones sobre la ciencia y el
conocimiento tratado por ella, sirven para ver distintas “formas de ver la ciencia”. El
autor sostiene que dichos “perfiles” descansan sobre distintas “epistemologías en
curso”, que en muchos casos no se hacen explícitas. El autor menciona que dichas
“epistemologías” implícitas influyen sobre la manera en que se abordan los problemas
de la disciplina, haciendo notar posturas “historicistas” ante otras “ahistóricas” del
conocimiento de la ciencia, visiones “universalistas” sobre la “verdad” a la que se llega,
así como aquellos problemas que refieren al método y su alcance, estos entre muchos
otros cuestionamientos. Como ejemplo concreto de esas posturas implícitas, el autor
menciona el caso en el que los científicos se paran ante la observación de los “hechos”
de una manera “imparcial” y “contemplativa”. Según el autor, esto representaría una
visión “positivista o neopositivista de primera hora” y una base epistemología asociada
a dichos movimientos. Pese a eso, en ciertos casos “esas relaciones no son tan fáciles de
establecer”, siendo casos que el autor habla de “distintos grados de eclecticismo”, donde
se entrelazan bases teóricas de diversas corrientes. El autor menciona, además, que en
muchos casos se confunde el “éxito del camino” con el “camino lógico” con el que se
explica lo “descubriendo”, haciendo que el “descubrimiento aparezca como obvio”.
Esto último se asocia con esa visión que han tenido ciertos “investigadores serios” con
la cual si algo no “cuadra con los hechos” debe ser excluido de la investigación.

Seguidamente, el autor menciona lo que marcaría el camino del resto del capítulo, los
“dos grandes perfiles acerca de la ciencia”: el perfil “divulgador” y el perfil “crítico”.
El primero de ellos (el “divulgador”), lo vemos en especialistas que abordar la ciencia
como “algo perfecto o muy cercano a la perfección” separada de aquellos que le dieron
origen, apartada de cualquier contradicción y por lo general “éticamente neutra”. El
autor también lo califica como un perfil “simplificador” o “perfil acrítico” dentro del
cual ubicará (exponiendo posteriormente algunos textos) a especialistas como Carl
Sagan, Mario Bunge o Mario Sambarino. Por otra parte, tenemos el perfil “crítico” que
es aquel que ve la ciencia como un producto humano, “capaz de conquistas inestimables
pero también de peligros como nunca los ha conocido la especie humana”. Esta visión
ve de un modo “crítico” el abordaje “divulgador” puesto que a diferencia de este ve en
la propia ciencia problemas semejantes a los que la especie afronta en su “lucha por la
supervivencia y por el poder”. Dentro de este perfil, el autor transcribirá textos de Pierre
Thuillier, Dorothy Griffths y Edgar Morín.

Estos dos grandes perfiles demostrarán un abordaje diferente de los problemas


fundamentales de la disciplina: el problema sobre la “objetividad” del conocimiento de
la ciencia, el alcance de una “verdad” definitiva o “probablemente verdadera”, la
existencia o no de un método único en ciencia, así como la autonomía de los hechos o la
construcción de estos a través de una adecuación entre estos y las teorías científicas.

Posteriormente a esto, el autor dedica el resto del capítulo a la transcripción de autores


representativos de cada perfil, citando textos de los autores mencionados antes.

Dicha exposición comienza con el abordaje del estadounidense Carl Sagan. Dicho
escritor caracteriza a la ciencia como la “mejor herramienta de la que dispone el
hombre”, invención del hombre que se “autocorrige” y que es aplicable a todo. También
nos dice que dicha invención evolucionó a raíz de que “funciona”. También, Sagan,
menciona dos reglas fundamentales dentro de la ciencia, primero que no existen
“verdades sagradas” ya que todo lo que se supone se debe examinar de modo crítico
(“los argumentos de autoridad carecen de valor”), y segundo que todo lo que no “cuadre
con los hechos” debe ser descartado o revisado. Dentro de la postura de Sagan se puede
ver esa neutralidad y autónomo con el que es definida la ciencia y quienes la practican:
“No es imaginable que ninguna nación, ninguna religión, ningún sistema económico,
ningún sistema de conocimientos tenga todas las respuestas para nuestra supervivencia.
Ha de haber muchos sistemas sociales que funcionarían mucho mejor que los existentes
hoy en día. Nuestra tarea, dentro de la tradición científica, es encontrarlos”.

Posterior a la exposición de Sagan, el autor transcribe líneas de la postura del argentino


Mario Bunge. Este autor, comienza por exponer como diferencia existente entre los
“animales inferiores” y el “hombre” el hecho de que este trata de entenderlo, mientras
aquellos “solo están en el mundo”. El hombre cuenta con una inteligencia “imperfecta
pero perfectible”, que trata de “enseñorarse” del mundo y hacerlo más “confortable”.
Para eso existe ese “cuerpo de ideas llamado “ciencia””, el cual se caracteriza por ser un
conocimiento “racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible”. La
ciencia a permitido realizar una “reconstrucción conceptual del mundo”. Bunge
defiende que el hombre “amasa y remoldea la naturaleza” a fin de “enriquecer” ese
mundo que le es “dado”. El autor argentino nos dice: “la ciencia se nos aparece como la
más deslumbrante de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien en
sí mismo”. Ante las características mencionadas sobre el conocimiento de la ciencia,
Bunge habla de la racionalidad y la define como “constituida por conceptos, juicios y
raciocinios, y no por sensaciones, imágenes, pautas de conducta, etc.”. Dentro de los
aspectos de ese “conocimiento racional”, se menciona además que dichas “ideas” de las
cuales se encarga pueden combinarse de acuerdo a ciertas “reglas lógicas” a fin de
producir ideas nuevas. Finalmente, Bunge menciona que dichas ideas “no se amontonan
caóticamente o simplemente, en forma cronológica”, sino que a través de “sistemas de
ideas”. El pensador argentino hace hincapié también en el aspecto “objetivo” y
“verificable” de dicho conocimiento, para ello menciona el hecho de que concuerde
“aproximadamente con su objeto” a fin de proporcionar una “verdad fáctica”, donde las
ideas se “adapten a los hechos”. Bunge destaca esta “verificabilidad” diciendo además
que: “(…) quienes no deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben de
abstenerse de llamar científicas a sus propias creencias, aún cuando lleven bonitos
nombres compuestos con raíces griegas”. En resumen, el pensador argentino resalta que
el “conocimiento científico es verificable: debe aprobar el examen de la experiencia”.
Posteriormente a ello, Bunge en su texto expone las características de las ciencias
fácticas. Además de considerar el conocimiento de dichas ciencias como “fáctico”
(“parte de los hechos” y “siempre vuelve a ellos”, intentando “describir los hechos tal
como son”), “trascendente” a los hechos (“La investigación científica no se limita a los
hechos observados: los científicos exprimen la realidad a fin de ir más allá de las
apariencias; rechazan el grueso de los percibidos por ser un montón de accidentes,
seleccionan los que consideran relevantes, controlan hechos y en lo posible los
reproducen”) y “analítica” (ya que trata de “descomponer el todo en elementos”), el
conocimiento científico es también “claro y preciso” (“sus resultados son claros”),
metódico (La investigación científica “no es errática, sino planeada”) y especializado.

Finalmente, el autor del capítulo, para ejemplificar el perfil divulgador de la ciencia,


transcribe líneas del pensador uruguayo Mario Sambarino. Para este autor la ciencia es
una “actividad intelectual, de carácter colectivo”, de la cual sus afirmaciones son
fundadas críticamente y “objetivamente controlables”. La validez de este conocimiento
es impersonal, y cuenta además con “métodos de eficacia” entre los que menciona la
“indagación, demostración, verificación o falsación”.

Posterior a la exposición de estos tres autores, Yeanplong pasa a realizar exposiciones


del otro de los perfiles, el que había denominado como “critico”. Este perfil se enfrenta
a las concepciones que hace el perfil “divulgador”, tratando de ubicar los logros de la
ciencia dentro de una consideración del “proceso que acompaña los avatares del propio
desenvolvimiento de la cultura humana”. Para exponer las ideas de este perfil, el autor
transcribe líneas de P. Thuillier, D. Griffiths y E. Morín, los cuales abordan la ciencia
desde ese perfil pero haciendo énfasis en distintos aspectos.

El primero de los autores mencionados es el que lleva la mayor exposición de las


transcriptas por Yeanplong. El autor francés se propone cuestionar la idea de la ciencia
como un “saber objetivo”, o como producto de un “método único”, exponiendo aquellos
casos que “complican la imagen que numerosos manuales y obras de divulgación
ofrecen de la actividad científica”. El primer aspecto que se expone de los textos de
Thuillier es el referido a las teorías y los hechos y como es confusa esa consideración
sobre las “buenas teorías” como aquellas que son “confirmadas” por los “hechos”. El
autor francés plantea que “Jamás existe una adecuación perfecta entre las teorías y los
hechos”. Thuillier además de defender la idea de que los científicos “jamás están
seguros de haber localizado todos los “hechos” útiles”, nos dice que abordar la “verdad
de la ciencia” como algo que se prueba con los hechos, no es más que “empobrecer y
devaluar” lo más significativo de eso que han denominado “aventura científica”. Esto
último contradice la manera de actuar de grandes personajes de la historia de la ciencia
como fueron Galileo, Darwin, Pasteur o Einstein. Otro punto importante que menciona
el autor es que “una buena teoría no es una teoría definitivamente irrefutable y
absolutamente cierta”, ya que la consideración de la propia palabra “teoría” genera
cierta incertidumbre e imprecisión. “Entre las teorías y los hechos siempre existe un
desfase, una especie de “borrosidad””, agrega Thuillier. Otro problema pasa por la
consideración de que hechos son “buenos” y cuáles no. Otro aspecto pasa por el método
experimental y el tema de la objetividad. Estos representan algunos de los “mitos” más
conocidos, que no tienen en cuenta que los científicos también tienen “creencias y
pasiones” personales. El sabio según la postura “divulgadora” es visto como un
“espíritu puro, frío y a veces demasiado hábil”, algo que Thuillier cuestiona. Otro punto
importante se refiere a la visión del científico como un “observador neutral”. Thuillier
ve en esta visión del científico una “transposición engalanada de la concepción
empírica” que “sobreestima” la manera en que se perciben los “hechos”, caracterizados
por una verdad que el científico “descubre”. Otro punto importante refiere a que la
“racionalidad científica no es la única forma de racionalidad” es decir el carácter
racional o el modo en que la ciencia aborda la realidad no es el único modo de razonar
la misma. Para defender este punto Thuillier menciona la obra de Feyerabend, “Contra
el método”, y su conocida postura anarquista que defiende que el “método no existe” y
que “todo puede valer”. “Entendamos por eso que las ideas aparentemente más extrañas
e irracionales pueden revelarse fecundas; que los “hechos” reputados como más
dudosos pueden desencadenar investigaciones notables”, agrega Thuillier mencionando
las ideas de Feyerabend. Finalmente, Thuillier menciona dos aspectos importantes en su
crítica y son el hecho de que no existe “jerarquía absoluta de los diferentes tipos de
conocimientos”, ya que si consideramos cada saber como un “lenguaje” podemos ver
que cada uno de estos puede referir a cuestiones sociales muy diferentes con imágenes
del mundo distintas. Además, Thuillier agrega que los hombres mismos son los que
“inventan y construyen” dichas maneras de racionalidad a lo largo de su devenir
histórico, dejando en claro que la racionalidad “científica” no es la única posible y que
es necesario pensar en el contexto y el momento en el cual los hombres hacen ciencia.

Por otra parte, Yeanplong cita textos de la socióloga Dorothy Griffths y el filósofo
francés Edgar Morín, como parte de la postura crítica. Por un lado, Griffths hace énfasis
en la relación de la ciencia con el poder y las decisiones estatales y la toma de
decisiones vinculadas al poder político, mientras que Edgar Morín menciona la
importancia de abordar los problemas sobre el conocimiento científico desde los
problemas propios de las “estructuras del pensamiento” y el modo en la realidad es
“traducida” por parte de los especialistas bajo la forma de teorías, proponiendo así un
proceso “autoinvestigador” de la ciencia, o de “meta-ciencia” que permite abrir nuevos
“meta-horizontes”.

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