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Ana Collazo

Aristóteles pertenece a la época clásica, nace en 384 a. C y muere en el año 322 a. C. en


Macedonia. Cuando tenía 17 años, decide irse a Atenas para ingresar en la Academia platónica,
en ese momento Platón tendría unos 50 años y Aristóteles era uno de sus estudiantes más
brillantes. Aún teniendo una relación de maestro-alumno, en sus ideas y formas de expresarlas
encontramos muchas diferencias, siendo la filosofía de Platón idealista y exotérica, es decir, con
la finalidad de ser leída fuera, razón por la que sus textos están llenos de mitos con un lenguaje
y una forma muy cuidados; en cambio las ideas recogidas de Aristóteles son realistas y
esotéricas, lo que significa que estaban escritas solo con el objetivo de ser leídas dentro del
liceo, por lo que sus textos son más difíciles de entender y están menos cuidados.

Aristóteles abandona la Academia con la muerte de Platón y se marcha de Atenas haciendo


varios viajes. En este momento Filipo II, rey de Macedonia le pide que sea el preceptor de su
hijo Alejandro Magno, a lo que él acepta. Durante esta etapa, comienza a elaborar sus propio
pensamiento, muchos de sus tratados de Ética, Física y Lógica son escritos en este momento,
aunque muchas ideas siguen siendo las propias de Platón. Con el ascenso al trono de Alejandro
Magno, este explota su carácter conquistador unificando territorios, lo que provoca que el
concepto de la polis como estado independiente desaparezca y consigo, el tipo de filosofía que
se estaba dando hasta la época. A Aristóteles no le gustan estos nuevos cambios por lo que
regresa a Atenas.

De vuelta en Atenas, decide formar su propia academia conocida como el Liceo. En ella es
donde se da su mayor producción filosófica además de sus investigaciones biológicas.

Con la muerte de Alejandro Magno, se da una revolución de los atenienses contra los
macedonios, por lo que Aristóteles huye de Atenas por temor a que lo maten.

El tema principal que se nos presenta en este texto de Aristóteles de Ética a Nicómaco es la
idea del bien supremo, al que todos los demás bienes se dirigen, que en este caso es la
felicidad. Nos muestra esta idea del bien como lo que da sentido a nuestra existencia; es decir,
el objetivo que tenemos en este mundo durante nuestra existencia es alcanzar el bien supremo:
la felicidad.

Este fragmento del texto elegido para el comentario lo podemos dividir en dos partes según el
contenido del texto. En la primera parte, que abarca desde el comienzo del fragmento hasta casi
el final de la línea quinta de este que termina con las palabras “ser feliz”, nos habla de la
existencia del bien supremo que ya comentamos anteriormente y la concepción que la mayoría
de la sociedad tiene y coincide, que es la felicidad. También nos comenta como la política tiende
a intentar conseguir alcanzar la felicidad común del todo el pueblo, pero sin entrar en una
explicación mayor.

En la segunda parte, que dura desde el final de la quinta línea hasta el final del fragmento, nos
muestra en cambio las diferentes visiones que la población tiene acerca de qué es la felicidad.
Algunos creen que esta se resume a el placer, honor y riqueza, otros consideran que esta va
cambiando dependiendo de su situación actual, llegando a identificar la felicidad con la salud
cuando están enfermos, o con la riqueza cuando son pobres. Son pocos los que entienden la
felicidad como lo que reúne todos los bienes menores nombrados anteriormente, es decir, a lo
que aspiramos cuando por ejemplo queremos sentir placer, adquirir honor y poseer riqueza.
En este texto podemos encontrar diversos conceptos clave para el entendimiento y el análisis
del texto. El primero que encontramos es la Política. Aristóteles entiende la política como un
saber práctico cuyo objetivo es que todos los habitantes de la polis en conjunto alcancen la
felicidad, la perfección, el bien común. Para Aristóteles, la política es esencial en la sociedad,
pues considera que los seres humanos somos seres sociales por naturaleza, lo que significa
que aislados del grupo, no podríamos sobrevivir, y por lo tanto, necesitamos a alguien o algo
que rija al grupo en su conjunto en una buena dirección.
Otro concepto importante que aparece en el texto es la felicidad, para este filósofo la felicidad
es lo que aspiramos a alcanzar a lo largo de nuestra vida, es la razón por la cual actuamos de
una manera específica o realizamos unas cosas concretas. Aristóteles asocia la felicidad como
el bien más elevado de todos los bienes. Con este concepto ya podemos relacionar un tercer
concepto que también merece ser explicado, y es los bienes. Cuando este habla de los bienes,
habla de todos los aspectos o acciones que producen beneficios al individuo, con esto lo que
quiero decir es que para Aristóteles (en términos generales), todo aquello que produjese un
bienestar en la persona se consideraría un bien, y este conjunto de bienes sería lo que
fomentaría a la persona a alcanzar el bien absoluto, el ya recién nombrado: la felicidad.

Nos encontramos ante un texto del libro I de la obra Ética a Nicómaco donde Aristóteles se
centra en la concepción teleológica de su ética, así como en la naturaleza de la felicidad, de
bien.

Aristóteles comienza este texto exponiendonos ya con su primera frase, la concepción


teleológica que este tiene del mundo, en la que todo se basa según las causas finales, al decir
que todo conocimiento y elección tienden a un bien. Con esto lo que podemos interpretar es que
todo el conocimiento que adquirimos y todas las elecciones que tomamos a lo largo de nuestra
vida son con una finalidad, y esta finalidad o causa final es el bien. Esta breve idea es la que
dará pié al resto del desarollo del texto.

Partiendo de esta idea, Aristóteles se cuestiona cual es exactamente esta causa final que nos
determina a los seres humanos. Es interesante la manera en la que plantea esta cuestión, pues
cuando lo hace, a su vez no se olvida de relacionarlo con la política, esencial en su
pensamiento: “...qué es aquello a lo que tiende la Política y cuál es el más elevado de todos los
bienes...”; de esta manera, podemos ya apreciar que para Aristóteles, existe una gran conexión
entre la Ética de la que se centra este texto y la Política. Para él, ambas son saberes prácticos
que se rigen bajo la misma finalidad, alcanzar el bien. La diferencia entre las dos son que la
ética se centra en el individuo exclusivo y por lo tanto aspira a alcanzar el bien particular y la
política en cambio se centra en la sociedad en su conjunto por lo que aspirará a alcanzar el bien
común. La importancia de la Política para Aristóteles es que considera que somos seres
sociales, seres que necesitamos un grupo y que fuera de este no sabemos sobrevivir. Por esta
razón, a demás de la Ética, necesitamos la Política para que nos guie a la sociedad como
conjunto a alcanzar el bien supremo.

Cuando hablo del bien supremo o de la causa final por la que nos regimos, en verdad estoy
hablando de la felicidad, pues todos estaríamos de acuerdo en que nuestro objetivo final en esta
vida es ser felices y por esta razón actuamos de una manera determinada. No podemos llegar a
confundir la felicidad (el bien supremo) con otros bienes menores como el placer, la riqueza o el
honor, pues estos otros bienes van seguidamente encaminados hacia la idea de un bien mayor
hasta finalmente alcanzar el bien supremo. Pongamos un ejemplo: El estado nos obliga a
adquirir una educación mínima, más adelante soy yo la que decido continuar recibiendo una
educación para en un futuro poder conseguir un trabajo que me llene y que me aporte una base
económica suficiente para poder vivir la vida sin preocupaciones y poder invertirlo en otras
acciones que me produzcan un bienestar para así al final poder llegar a alcanzar la felicidad.
Vemos como durante toda esta cadena, son en parte la Política y mayoritariamente nuestras
acciones las que nos conducen a tal bien.

Pero ¿cómo somos capaz de determinar por nosotros mismos que acciones y decisiones son
las adecuadas para acercarnos a esta felicidad? Aquí es donde entra en juego la virtud, que con
Aristóteles adquiere una connotación diferente a la que establece Platón. Para Platón la virtud
está relacionada con el conocimiento, por lo que, sintetizandolo mucho, podemos decir que para
él, cuanto más conocimiento se tuviese, más virtuoso se sería. En cambio Aristóteles lleva la
virtud a un plano más práctico, él considera que la virtud es la disposición del alma que nos
permite comportarnos de una manera determinada. Este comportamiento se basará en la
realización perfecta de la función más apropiada a la naturaleza de cada ser. Por lo que si cada
uno realiza durante su vida la función a la cual está predestinado a hacer, y por lo tanto la que
mejor se le da, este estará tomando el camino correcto para alcanzar la felicidad. Como cada
uno tiene una actividad propia por naturaleza diferente, cada uno tendrá diversas acciones
distintas que le produzcan unos bienes diferentes. Digamos que cada individuo tendrá su propio
camino formado por pequeños bienes distintos pero finalmente todos se reunirán en un mismo
punto, la felicidad como representación de la meta. Podemos ver entonces como Aristóteles
plantea la virtud en un plano práctico, pues para él además de tener que conocer la virtud, lo
fundamental es ponerla en práctica.

Como hemos mencionado anteriormente, el alma actúa según la virtud y puesto que esta tiene
dos funciones: la de conocer y la de actuar, encontraremos dos tipos de virtudes vinculadas
cada una de estas funciones. Por un lado están las virtudes éticas como la valentía y la justicia,
las cuales habrá que practicarlas pero controlándonos para no desviarnos hacia ningún extremo
vicioso. Por otro lado tenemos las virtudes dianoéticas o intelectuales tales como la sabiduría o
la prudencia; estas en cambio cuanto más sean practicadas mejor. Vemos entonces que una
persona sabia estará más cerca de alcanzar la felicidad. Esto lo vemos reflejado en el texto con
la frase “Pero sobre la felicidad –qué cosa es– ya disputan y la gente no explica de la misma
manera que los sabios”. Con este enunciado nos muestra cómo una persona sabia tendrá una
idea diferente acerca de la felicidad que el resto de la población, pues aunque Aristóteles le de
mucha importancia a la acción de nuestra función en la vida determinada por nuestra naturaleza,
no se olvida de la importancia que tiene el conocimiento en nuestras vidas para poder ser más
felices al ver las cosas desde otra perspectiva más “acertada”.

Podemos concluir entonces que la concepción teleológica que tiene Aristóteles está muy
presente en sus textos de Ética. Tras haber desarrollado profundamente la idea de la felicidad
como el bien supremo, la entendemos como lo que da sentido a nuestra existencia, pues es a lo
que todos aspiramos y por lo que actuamos. Sin un fin como este, nuestra vivencia carecería de
sentido alguno.

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