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La enfermedad de Leigh es un trastorno clínicamente heterogéneo y poco frecuente en la edad

pediátrica, que presenta una forma de herencia variable. Se origina por una anomalía genética que
condiciona déficit de complejos enzimáticos produciendo una alteración funcional mitocondrial. El

pronóstico es malo y carece de tratamiento eficaz. Se presenta el caso de un lactante de un mes con
aparición precoz y rápida evolución, en el que se halló un déficit de complejos I, III y IV de la cadena

respiratoria mitocondrial.

El síndrome de Leigh o encefalomielopatía necrotizante subaguda es una enfermedad


neurológica progresiva definida por las características neuropatológicas específicas
asociadas a las lesiones del tronco cerebral y de los ganglios basales. Su prevalencia al
nacer se ha estimado en 1/36.000. El inicio de los síntomas se produce típicamente antes
de los 12 meses de edad pero, en casos raros, puede producirse durante la adolescencia,
o incluso el inicio de la edad adulta. Los síntomas iniciales habituales son la falta de
adquisición de las etapas del desarrollo motor, la hipotonía con pérdida de control
cefálico, vómitos recurrentes y trastornos del movimiento. Los signos piramidales y
extrapiramidales, el nistagmo, los trastornos respiratorios, la oftalmoplejía y la neuropatía
periférica a menudo se observan posteriormente. La epilepsia es relativamente poco
común. El síndrome de Leigh tiene múltiples causas, implicando todo un defecto en la
producción aeróbica de energía, que puede afectar desde el complejo de la piruvato-
deshidrogenasa hasta la ruta de la fosforilación oxidativa. La mayoría de las mutaciones
se encuentran en el genoma nuclear. Los genes identificados hasta el momento codifican
para una de las subunidades del complejo de la piruvato-deshidrogenasa (PDH), una de
las subunidades de los complejos respiratorios I o II, o una proteína involucrada en el
ensamblaje del complejo respiratorio IV. Entre el 10 % y el 30 % de las personas con
síndrome de Leigh son portadores de mutaciones del ADN mitocondrial, las más comunes
de las cuales son las mutaciones 8993T> G y 8993T> C en el gen MTATP6, que codifica
para una subunidad de la ATP-sintasa. A menudo se dice que estas personas tienen el
síndrome de Leigh por transmisión materna (MILS). Y albergan una proporción muy alta
(más del 95 %) de las mutaciones del ADN mitocondrial. Proporciones más bajas de estas
mutaciones mitocondriales se asocian con un fenotipo más leve, como el síndrome de
NARP. La causa genética de una serie de casos de síndrome de Leigh sigue siendo
desconocida. En la mayoría de los casos, el síndrome de Leigh se transmite de manera
autosómica recesiva. Sin embargo, los defectos en la PDH causados por anomalías en la
subunidad E1 alfa están ligados al cromosoma X y las alteraciones del ADN mitocondrial
se transmiten por vía materna. El diagnóstico del síndrome se basa en la resonancia
magnética del cerebro que muestra la topología específica de las lesiones en los ganglios
basales y el tronco cerebral, a menudo asociadas a leucodistrofia y atrofia cerebral. Las
concentraciones de lactato están aumentadas constantemente en el líquido
cefalorraquídeo y, a menudo, en la sangre. El diagnóstico etiológico se basa en los
análisis bioquímicos en busca del defecto subyacente en la producción de energía. La
piruvato-deshidrogenasa se analiza en leucocitos o en cultivos de fibroblastos de piel,
mientras que la fosforilación oxidativa se analiza de forma más completa en el músculo o
el hígado. La asesoría genética depende de la identificación de la causa de la
enfermedad. El diagnóstico prenatal es posible en los casos con una anomalía genética
conocida en un gen nuclear, pero es mucho más difícil cuando la alteración afecta a un
gen del mtADN. Cuando sólo se ha identificado el defecto bioquímico, el diagnóstico
prenatal se hace complejo por dificultades técnicas potenciales en el análisis bioquímico
de amniocitos. No hay tratamiento específico para la enfermedad de Leigh. Se han
propuesto varias vitaminas o cofactores, incluyendo la vitamina B1 (tiamina), vitamina B2
(riboflavina) carnitina y el coenzima Q10, y se pueden probar de forma sistemática. Para
pacientes con deficiencia en piruvato-deshidrogenasa se ha propuesto una dieta
cetogénica. El pronóstico del síndrome de Leigh es pobre, con una esperanza de vida
reducida a sólo unos pocos años para la mayoría de los pacientes.

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