Está en la página 1de 3

SERIE

Sé de Ejemplo
1. Ejemplo en Palabras
Profundizando en la Palabra

Lectura: Santiago 3:1-12

Nuestras palabras, tal y como dice Santiago en el capítulo 3 de su epístola,


son un arma muy poderosa que, si pudiéramos llegar a controlar, nos
llevaría a controlar todo el cuerpo:
“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra,
éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”
(Santiago 3:2)

Este capítulo de Santiago y otros versículos más (Proverbios 13:3; Proverbios


21:23; Salmo 39:1) comparan el controlar nuestra lengua con la brida de los
caballos, el freno que se les pone en la boca y que sirve para gobernar a
este animal fuerte e impetuoso. El Señor nos dice, literalmente, que
pongamos freno a nuestra boca, que refrenemos nuestras palabras y así,
podremos tener control sobre todo lo demás.

De igual forma, tal y como un timón controla a un barco por grande que
sea, lo que decimos nos controla a nosotras. Se dice que “somos esclavos
de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios”, o, como dice
Eclesiastés, hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar (3:7).
Muchas veces, lo único que hace falta para controlar nuestras palabras es
¡callarnos!

La lengua es, finalmente, comparada con una pequeña chispa que


enciende un gran fuego ¿Cuántos problemas nos ahorraríamos a nosotras
mismas y a los demás si controláramos aquello que sale de nuestra boca?
Hay un gran poder en las cosas que decimos. Podemos usar ese poder
para influenciar en forma positiva o hacerlo en forma negativa.

Recuerda que Jesús advirtió que no es lo que entra por la boca lo que
contamina al hombre, sino lo que sale de ella (Mateo 15:1-20), ¿y qué es lo
que va a salir por nuestra boca? ¡Lo que hay en nuestro corazón!

(Mateo 12:34). Si nos estamos llenando continuamente de la Palabra de


Dios, examinándonos y confrontándonos a nosotras mismas, eso va a ser lo
que hablemos. Pero si no lo hacemos… ¿qué vamos a decir?
Nuestra oración, debería ser la misma que la del salmista “pon guarda a mi
boca, oh Jehová” (Salmo 141:3) ¡Cuántos problemas, peligros y situaciones
comprometidas nos ahorraríamos!

Para poder ser de ejemplo con lo que sale de nuestra boca debemos
evitar:

1 – Hablar demasiado y sin sentido – Eclesiastés 10:12-14; Proverbios 18:7


2 – El Chisme – 1 Timoteo 5:13; Filipenses 2:14
3 – La Mentira – Salmo 34:13; Proverbios 19:5
4 – Hablar con ira – Proverbios 21:19; Proverbios 19:19
5 – Utilizar malas palabras – Efesios 4:29, Salmo 10:3 – 7

Y, del mismo modo, debemos esforzarnos para:

1 – Hablar con sabiduría – Proverbios 10:31; Daniel 2:14


2 – Hablar con prudencia – Proverbios 10:19; Proverbios 20:15; Amós 5:13
3 – Hablar la Palabra – Deuteronomio 6:7; Salmo 119:172
4 – Edificar con las cosas que decimos – Efesios 5:19; Proverbios 10:32
5 - Alabar y Adorar – Salmo 9:1; Efesios 5:19

Sigue lo bueno…
Onesíforo (2 Timoteo 1:16, 4:19): un hombre que utilizó sus palabras para
confortar y animar a Pablo mientras estaba en prisión. La mujer de
Proverbios 31 (v 26): sabiduría y clemencia (compasión) describen la forma
de hablar de esta mujer ideal, ejemplo obligado para todas nosotras

Aborrece lo malo…
Ananías y Safira (Hechos 5:1-11): su pecado no fue guardar parte del
dinero de la venta de su propiedad, su pecado fue mentir sobre ello… y les
costó la vida. La mentira se paga cara siempre.
María la hermana de Moisés (Números 12:1-15): en Éxodo 15:20-21 es
mencionada guiando al pueblo en alabanza, pero lo último que se dice
de ella antes de su muerte es que murmuró contra Moisés y fue castigada
por ello. Pasó de lo más alto, a lo más bajo por causa del chisme y la
murmuración.

Profundizando en mi interior

¿Eres, como dice Santiago, “pronta para oír, tarda para hablar, tarda para
airarte” (Santiago 1:19)? ¿O estás utilizando mal tu lengua?
Puede ser que hables demasiado y caigas en la necedad, que te guste el
chisme, que digas mentiras (aunque sean “mentiritas blancas”), que hables
con ira, que grites, que digas malas palabras o te expreses mal de la
gente. Cada una de nosotras sabemos perfectamente en qué área(s)
estamos fallando. ¿Qué ejemplo estás dando con tu forma de hablar?
Ahora bien, no basta con saber qué parte de nuestra forma de hablar es
pecado (sí, pecado), sino tomar los pasos necesarios para cambiar esa
actitud.

1. Identifica con exactitud el problema


2. Confiesa tu pecado a Dios y pide perdón a aquellas personas a las que
hayas podido herir con tu forma de hablar
3. Aprende y aplica cada característica del Fruto del Espíritu a tu vida
diaria
4. Anota aquellos versículos que te ayuden a cambiar la conducta
negativa por una positiva que sea de ejemplo a los demás y comienza a
memorizarlos.
5. Persevera
Para seguir estudiando
Para seguir profundizando en el tema, busca en Proverbios versículos que
hablan sobre las palabras. Anota las referencias en varias categorías y
estudia cada una de ellas con detenimiento.

También podría gustarte