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La Biblia enfatiza que lo que decimos es una indicación precisa de lo que hay en
nuestro corazón. Si tus palabras bendicen y animan a otros, dan testimonio de un
corazón compasivo. Si a menudo compartes las buenas nuevas acerca de Cristo,
demuestras un corazón que está agradecido por tu propia salvación. Cuando otros
están en crisis, ¿saben que encontrarán paz y consuelo en tus palabras? ¿Ofrece
con frecuencia y espontáneamente oraciones por los demás? ¿Sus palabras y la
manera en que las dice revelan un corazón paciente? Todos estos
comportamientos indican un corazón que es como el corazón del Padre.
Nuestras palabras son muy poderosas. Aparte de la obra redentora de Cristo, sólo
haremos daño con nuestras palabras. Necesitamos sabiduría de lo alto para usar
las palabras sabiamente. Nuestras palabras también revelan el estado de nuestros
corazones
Las palabras nos delatan. En Santiago 3:1-18 vemos que la lengua tiene poder;
que es por naturaleza hipócrita; y que sólo puede ser transformada desde arriba.