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Las dos figuras, de la terraza, eran fácilmente visibles por la luz de la luna creciente.
Desde su lugar en el desierto, una playa devastada, pudo distinguir la forma de dos
personas abrazadas, con sus bocas encontradas en un beso largo y apasionado. La
vio apretarse, contra la otra mujer, fingiendo que estaba emocionado. Pretendiendo
que podría ser satisfecho por alguien así. Él lo sabía mejor. Sabía lo realmente ella
quería, lo que realmente necesitaba. Se imaginó rozándole los duros pezones de
sus pechos contra él, su pelvis balanceándose sobre él, invitándolo a dar rienda
suelta a su placer. Oyó sus gemidos, y sintió que su polla se convertía en carne
hinchada y caliente. La oyó jadear, pidiendo a gritos que la liberara. Olía su emoción,
su excitación en la parte posterior de la garganta. Su polla se levantó pensado en
ella, apretada alrededor de él, rogándole que necesitaba ser follada. Gritando
cuando la penetraba. Gritando para él. Con manos temblorosas, levantó los
prismáticos Rigel 2500 nocturnos. Las imágenes le devolvieron a la realidad, tan
grandes y tan claros que podría haber estado de pie en la terraza con ellas. Podía
distinguir sus párpados revoloteando, cuando estaba siendo besada, acariciada,
esos dedos largos tocando sus pezones a través de la bata entreabierta. Con el
rostro desencajado por el placer, dejó caer la cabeza hacia atrás. Su boca se abrió,
en un silencioso suspiro, mientras la otra mujer besaba su cuello y deslizaba una
mano dentro de su bata, para ahuecar su pecho. Ella apoyó las palmas contra el
pecho de la otra mujer y la empujó lejos, riendo. Inclinó la cabeza hacia las puertas
de cristal. Él sabía lo que ella estaba diciendo. Diciéndole a él. Llévame a la cama.
Quiero que me folles. Quiero que me hagas gritar. Me hagas gritar. Me hagas gritar.
"Lo haré pronto", murmuró mientras desaparecían en el interior y cerraban las
persianas. Su cabeza se golpeó con una mezcla de rabia y resentimiento. El dolor
de un eco sordo ante la insistente erección que se apretaba contra sus pantalones.
Se agarró a sí mismo, y se la apretó con tanta fuerza que las lágrimas borraron su
visión. "Te voy a dar lo que te mereces. Lo prometo. "
CAPITULO PRIMERO
La Sheriff Reese Conlon oyó el sonido de un golpe, en la puerta de su oficina, justo después
de 9 a.m, en una soleada mañana de septiembre, y felizmente hizo a un lado el un montón
de papeleo que tenía sobre su escritorio. En los últimos seis meses, había pasado de ser
una marine, al mando sobre el terreno en Irak, a estar sentada durante doce horas al día, en
su escritorio. El reciente huracán, sólo le había dado una excusa para salir de su oficina,
durante el apogeo de la catástrofe, aunque había tenido que volver detrás de su escritorio
para coordinar todas las tareas de reparaciones de los daños. Su transición a la vida civil,
después de haber sido desplegada en tiempo de guerra, había sido más fácil de lo que le
hubiera sido hace cinco años. Justo ahora, casi cualquier interrupción era bienvenida.
"Adelante", dijo Reese, mostrando su casi metro ochenta de altura, al mover la silla giratoria
hacia la puerta.
La puerta se abrió y Wayne Carter, una ex policía convertida en abogada, entró dentro. Esta
vez no llevaba ropa de diseño, algo que utilizaba de forma habitual cuando trabajaba, y con
la que Reese la había visto un par de días antes en el Provincetown City Hall. Hoy estaba
vestida con vaqueros desteñidos, una camisa de cuello abierto, de
color óxido, y unas botas marrones, del mismo color que su pelo castaño oscuro. Un cinturón
ancho con una hebilla de plata plana rodeaba su cintura elegantemente musculada. Sus ojos
pardos saludaron a Reese al otro lado de la mesa.
"Sheriff".
"Carter", dijo Reese, señalando una de las sillas plegables de madera frente a su escritorio.
"Toma asiento." Cuando ésta se sentó, Reese se echó hacia atrás y cruzó un tobillo sobre la
rodilla. "¿Qué puedo hacer por ti?. ¿Qué tal el trabajo?"
"Llevas la abogacía dentro ¿eh?" Carter sonrió. "Creo recordar que también ejercías. ¿No
estuviste una temporada como JAG en el Cuerpo? "
"Sí, pero fue por poco tiempo. Todavía no puedo recordar por qué me pareció en su día que
arrastrar reclutas borrachos a la base un sábado por la noche, era una buena idea ", dijo
Reese con un movimiento de cabeza. "Por supuesto, que ser policía militar es diferente a
ser policía civil. La policía militar tiene un especial margen de maniobra
para interpretar normas y reglamentos. Nos basamos en el libro, incluso cuando es menos
conveniente ".
Observó los ojos de Carter mientras hablaba, pero no esperaba ver nada en ellos. Carter
Wayne había sido una experimentada agente infiltrada, en la agencia de policía estatal, al
menos lo había sido hasta que se cruzó en la vida de la hija de un jefe de la mafia, lo que le
costó su carrera. Carter había cruzado la línea, mientras trabajaba investigando al jefe del
crimen de Boston, Alfonso Pareto. Se había enamorado de la hija de Pareto, Rica Grechi y
lo había arriesgado todo por la mujer que amaba. Entendía lo que Carter había hecho, ya
que no había nada que ella no haría, nada que no sacrificaría, para proteger a Tory o a su
hija, aunque eso no justificaba, profesionalmente, lo que aquella mujer había hecho.
"Serví durante doce años, cinco de ellos cubierto. Si te dijera que nunca rompí las reglas, no
me creerías ", dijo Carter, mirándola fijamente a los profundos ojos azules. Había esperado
que Conlon respetara su pasado. Carter había pasado toda su vida trabajando con hombres
y mujeres, que creían en la distinción entre el bien y el mal, y estaban dispuestos a arriesgar
sus vidas en nombre de la justicia.
Había sido una de ellos, a pesar de los años que había pasado encubierto, había estado
investigando casos de drogas, casos de delincuencia. Nunca se había topado con alguien
con un código ético tan fuerte o con tanto sentido del deber y de la responsabilidad
como Reese Conlon. Estaba pensando en decirle que ella no estaba a su altura, y que no
podría llegar a sus estándares, pero no lo hizo. Sabía que siempre había hecho su trabajo,
había sido una buena policía y siempre lo sería. "Puedes confiar en mí. Me mantendré en la
línea. Te doy mi palabra ".
"Me gusta oír eso", dijo Reese, "prométeme que si surge algo que te puede hacer elegir entre
tu insignia y la protección de tu familia, me lo dirás".
Carter se puso rígida. "Rica no tiene nada que ver con esto."
"Rica tiene que ver con tu trabajo. Las dos sabemos quién es, y sólo porque su padre se
haya mantenido en un perfil bajo, y se haya quedado fuera de su vida durante los últimos
seis meses no significa que vaya ser siempre así ".
"No voy a dejar que m arrastre de vuelta a su mundo", dijo Carter. "Y no va a dejar que
contamine este. "
"Y si lo intenta?"
Carter apretó los dientes, sabiendo que su respuesta determinaría la decisión de Reese. "Si
Rica estuviera amenazada físicamente, haría cualquier cosa que tuviera que hacer para
protegerla. A falta de eso, me ocuparé de los problemas a través de los canales
correspondiente ".
"Y que lo digas." Reese miró a su escritorio e hizo una mueca. Carter rió. "El huracán ha
destrozado este lugar, y estamos poco a poco trabajando para devolverlo a su normalidad,
pero todavía tardaremos varios meses más. Puedo acepar tu ayuda". Carter dejó escapar un
suspiro. "Bueno. Estoy lista para trabajar. "
Reese asintió. "Hay un montón de papeleo que hacer, es solo una formalidad. Rellénalo, y
me lo devuelves." Buscó entre una pila de papeles y sacó el registro de servicio, al que echó
un vistazo rápido. "Tendrás que hacer los turnos de medianoche a ocho, durante el resto de
la semana. A partir de esta noche ".
"Como la funeraria." Carter sonrió con tristeza. "Supongo que es lo que me toca por se
novata ".
Carter levantó una mano. "Hey, tranquila, lo entiendo. Soy la nueva de la cuadra. No tengo
ningún problema con eso ".
Reese se puso de pie y le tendió la mano, por encima del escritorio. "Entonces, bienvenida
a bordo, Oficial Wayne ".
Una vez que Carter le dejó rellenados los formularios necesarios, Reese volvió a revisar los
informes de incidentes del día anterior, la mayoría de los cuales eran simples conflictos,
comunes en cualquier comunidad como accidentes de tráfico, borrachos, quejas internas, y
algún que otro robo pequeño. La mayor parte de su trabajo, frente al departamento, era el
resultado del huracán que había devastado todo el Cabo, la semana anterior. A su paso, la
tormenta había dejado carreteras inundadas, daños materiales incalculables, civiles heridos
y desplazados, y decenas de denuncias de robos e incendios sospechosos, todos ellos
necesitaban ser investigados. La mayoría de los residentes de Provincetown que habían sido
evacuados, acaban de regresar paulatinamente a la ciudad. A medida que fueran volviendo
a sus casas y negocios, seguramente, recibiría más denuncias por vandalismo y robo.
Se frotó los ojos, ante el dolor de cabeza que se le estaba poniendo, y todavía sólo era media
mañana. No había dormido mucho en los últimos diez días, y después de la tormenta, aunque
estaba descansando mejor, seguía soñando con lo ocurrido en Irak. Pensando en lo ocurrido,
y sintiendo una opresión en su pecho, cogió el teléfono. "Clínica de Salud de East End",
respondió una voz masculina melodiosa.
"¿Está libre?" Preguntó Reese.
"¿Lo está alguna vez?" Randy, el recepcionista de la clínica, respondió con un suspiro
dramático.
"Dos minutos".
Reese escuchó silencio durante unos segundos, y luego la voz que había estado esperando
al otro lado del teléfono.
"Hola, cariño", dijo Tory . "Qué agradable sorpresa." "¿Cómo va tu día?" Preguntó Reese.
"La ciudad está todavía medio vacía, pero estamos al completo. ¿Y tú?" "Me estoy ahogando
entre tanto papeleo."
Tory se rió, y Reese se la imaginó apoyada en su escritorio, con el teléfono escondido entre
su hombro y la oreja, revisando informes mientras hablaban. Llevaría pantalones planchados
y una camisa de algodón debajo de su bata blanca de laboratorio.
Su cabello, castaño ondulado y largo, hasta los hombros estaría suelto, y sus brillantes ojos
cambiantes entre azul y verde, en función de su estado de ánimo. Al escucharla, y recordar
despertarse a su lado cada mañana, hizo que su inquietud junto con la banda de tensión
alrededor de su pecho se aliviara. Respiró hondo y lo dejó escapar, sintiendo los recuerdos
de la muerte y el horror, a distancia.
CAPÍTULO DOS
“Sheriff tienes otra visita", dijo Gladys cuando Reese cogió el teléfono. "Hoy
eres muy popular."
"Alguien a quien me gustaría ver?" "Oh, creo que sí. Es Ashley Walker ".
"Hazla pasar" caminó alrededor de su escritorio y le tendió la mano, una vez
que Ash llamó a la puerta, la abrió y entró. Le gustaba la investigadora de
seguros. Habían trabajado juntas antes, había generado críticas juntas, y Ash
se había preocupado de ella también. "Me alegro de verte."
"Lo mismo digo", dijo Ash. "Aunque no bajo estas circunstancias. Conducir por
la Ruta Seis parecía una zona de guerra. Fue muy dura la tormenta? "
"Lo suficiente". Se sentó en una de las sillas de madera, y hizo un gesto a Ash
para que se sentara en la otra.. El huracán que había asolado la costa y
embestido el Cabo, era el tipo de desastre natural que se producía,
afortunadamente, cada varias décadas, pero había causado muchos daños.
Su sistema de respuesta de emergencia había respondido, y habían logrado
evacuar a la mayoría de los visitantes, y a muchos de los residentes, antes de
que el viento y las lluvias inundaran la calles y comercios. Ahora, una semana
después de que la tormenta hubiera pasado, todas las fuerzas del orden,
bomberos voluntarios, trabajadores de rescate y trabajadores públicos habían
trabajado dieciocho horas al día para intentar recuperar la normalidad lo mejor
posible. "Tres víctimas por accidente de tráfico y un ahogamiento. Todo
relacionado con la tormenta, pero teniendo en cuenta la cantidad de daños a
la propiedad que tenemos, podría haber sido mucho peor ".