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LA CONSTITUCIÓN DE 1991: LOS DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA.

Santiago Quintero Suárez

RESUMEN.

Este breve ensayo pretende, de manera general, mostrar la relación del proceso
de construcción de la Constitución Política de 1991 y la Carta en sí misma, con la
inserción de los Derechos Humanos y otras dinámicas de relevancia internacional
referente a la defensa de los derechos fundamentales en el ordenamiento jurídico
colombiano, y así mismo, cómo se ha manifestado este fenómeno en el panorama
político y social del país. Primero se hará un acercamiento a la realidad social y
política del país en los periodos previos a la Asamblea Nacional Constituyente de
1991, resaltando la situación de los derechos fundamentales y las libertades
individuales en el país en este lapso de tiempo, las razones que llevan a la
conformación de tal Asamblea y cómo se valora y se procede frente al tema que
aquí interesa en la nueva Constitución; finalmente, se verá de qué manera
repercuten las decisiones incluidas en la nueva Constitución sobre el campo social
y político de la nación.

Palabras clave: Asamblea Nacional Constituyente, Constitución Política de 1991,


Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario.

INTRODUCCIÓN.

La comprensión y articulación desde la perspectiva histórica de las ideologías, los


proyectos y las realidades políticas cumple un papel fundamental al momento de
empezar a reflexionar acerca del espíritu de una nación como unidad política y
conceptual y como parte constitutiva del devenir humano en general, en función
del espíritu absoluto al que tiende la dialéctica del pensamiento. Así, resulta
pertinente analizar la historia política colombiana, desde diferentes enfoques para
comprender los procesos que aquí se han llevado a cabo y poder realizar un
acercamiento al espíritu -en este caso político- del país.
Los sucesos históricos no son necesariamente causales consecuentes o
resultados indefectibles de dinámicas fácticas. Debido a que el proceso histórico
está dado por iniciativas humanas, es evidente que “siempre que ocurre algo
nuevo se da algo inesperado, imprevisible y, último término, inexplicable
causalmente” (Arendt: 1997, p.65) Resulta inocente, cundo no indecente, tratar de
predecir la historia por medio de fórmulas vacías que tratan de reproducir sucesos
anteriores como si cualquier posibilidad ya estuviera definida en el pasado. Estas
pretensiones freudianas1 son aún menos concebibles en un país como el nuestro
donde la impredecibilidad de los hechos ha marcado épocas importantes de
nuestra historia. Aun así, esto no descarta la posibilidad de concluir, a partir del
análisis histórico, la esencia propia de los protagonistas de los hechos, y entender
las discrecionalidad de los movimientos, ideas y sujetos que marcan la historia y el
devenir de nuestro país.

De esta manera, aproximarse a un tópico que hoy está, como se dice


popularmente, en boca de todos, como lo es el de los Derechos Humanos y el de
la protección de los derechos y libertades de los individuos, por medio de un foco
analítico-histórico es ampliamente importante para la comprensión de las
dinámicas sociales y la esencia de las estructuras conductuales de los individuos y
los grupos sociales en su actuar en la esfera pública y su aporte para la evolución
–en términos generales- de su entorno.

Colombia, históricamente, no ha resaltado particularmente el tema de Derechos


Humanos y las garantías frente a los derechos y libertades fundamentales. Esta
preocupación no ha sido una característica importante del recorrido jurídico y
mucho menos político del país. “La insensibilidad ante la violación de los derechos
de "los otros" ha sido y continúa siendo común […]” (Restrepo: 1991, p.3) en
Colombia. Apenas hace pocos años, y soportado como veremos en la
Constitución Política de 1991, se comienzan a integrar estas circunstancias en el
marco de las realidades de la nación.

1
Aquí el término ‘pretensiones freudianas’ hace referencia a una extrapolación de la teoría psicoanalítica,
según la cual toda conducta humana está justificada y es necesariamente consecuente a las vivencias
durante la infancia. Ver Obras Completas de Sigmund Freud. Volumen XI.
Para vislumbrar cómo se materializa tal integración es necesario mirar los
antecedentes a la consolidación de la Carta Política hoy vigente. Para no hacer de
este ensayo una compilación historiográfica, y con una intención más analítica que
meramente descriptiva, se verá de manera general los momentos importantes
previos a la Asamblea Nacional Constituyente y así, lograr un acercamiento al
tema que nos compete.

LA VIOLENCIA.

El enfrentamiento bipartidista que se había empezado a gestar en Colombia desde


la segunda mitad del siglo XIX, se consolidaba formalmente durante la época
llamada ‘La Violencia’(1947-1965), donde la visceral contienda política entre
liberales y conservadores se hizo abiertamente sangrienta y la esfera pública se
convirtió más en una lucha por la hegemonía en el poder y sobre todo por el
reconocimiento de superioridad ideológica, que en una búsqueda por mejorar las
condiciones sociales, culturales y económicas del país. La lucha partidista se
agudiza hasta generar lo que podría denominarse una guerra civil, deja miles de
muertes, desplazamientos campesinos, desgastes millonarios entre muchos otros
daños de carácter social.

La mayor manifestación de la violencia partidista, además de las muchas pérdidas


humanas, se ve en el desplazamiento de pequeños propietarios a manos de
grandes terratenientes que los obligan a abandonar sus terrenos o los compran
por precios irrisorios, apoyados bien sea en acción u omisión, por el estado. Se
genera un éxodo masivo de campesinos a las ciudades. Muchos de estos
desplazados se congregan en torno a movimientos de autodefensa buscando
reivindicar su derecho a la propiedad y se afianzan como guerrillas. La sociedad
está inmiscuida en un momento oscuro de violencia, enfrentamientos de las
fuerzas públicas, y en general cruentas luchas en defensa de una bandera azul o
roja.
Se hace evidente la falta de respaldo material que poseen los derechos y
libertades individuales de los habitantes. La pugna política interna nubla el
panorama internacional, incluso cuando en 1948 en Paris, las Naciones Unidas
emitían la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la fiebre de derecho
humanitario comenzaba a crecer. La preocupación en el interior estaba lejos de
ser esa.

La sociedad colombiana, cansada de la violencia extrema, y ante la imposibilidad


prevista por los dos partidos contendores de ganar la guerra civil, llevan a ambos
bandos a buscar una solución que tuviera como insignia la paz. Así se llega en
1975 a refrendar el Frente Nacional.

EL FRENTE NACIONAL: UNA CRISIS DE GOBERNABILIDAD Y LEGITIMIDAD.

Este proyecto (1958-1974) que pretendía prácticamente repartir el poder de forma


equitativa, tuvo amplias consecuencias políticas y sociales bastante importantes.
Turnar y repartir el gobierno parecía la mejor solución para evitar la lucha por la
inmanencia en el poder. “Había para ambos [partidos] una bandera que resultaba
bastante rentable. Ésta era la paz” (Botero: 2013, p.48)

Los objetivos principales de este acuerdo era retomar un orden social y un


equilibrio entre los enfrentamientos de la época de ‘La Violencia’ y alcanzar una
estabilidad jurídico-político que permitiera la modernización del Estado. Incluso
luego de lograr parcialmente tales objetivos, el país cayó en una crisis ideológica.
Los partidos comienzan a mutar en simples plataformas de acceso al poder. La
línea dogmática de los partidos tradicionales se difumina en un clientelismo
político.

“El aspecto fundamental del Frente Nacional tiene que ver con el cerramiento del
sistema, su "enconchamiento" y el carácter excluyente como se practicó la política
en nuestro país.” (Granda: 1994, p.1) La estructura burocrática se solidificó aún
más y la participación política se limitó a las pequeñas élites que ostentaban el
poder y a quienes tenían la confianza de tales. Esta característica, excluyente de
manifestaciones políticas externas a los partidos y al oficialismo, propia del modelo
del Frente Nacional, ocasiona un auge de movimientos cívicos y sociales como el
movimiento estudiantil en el 71 y la aparición de los principales cuatro grupos
guerrilleros del país: Las FARC, el ELN, el EPL y el M19.

Estas expresiones demuestran que el Frente Nacional genera una crisis de


gobernabilidad y legitimidad2 en el orden nacional. El problema de legitimidad se
ve evidenciado en el abstencionismo electoral, en el surgimiento de grupos
alternos y contrarios al gobierno central y en el poco apoyo popular a los
desideologizados partidos políticos que resultaron diluidos en lo que López
Michelsen llamaría “El Partido del Orden”; la crisis de gobernabilidad, por otro
lado, es causada por “la desinstitucionalización del Estado, su pérdida del
monopolio legítimo de la fuerza, la crisis de los partidos y del Congreso, el estado
caótico de la justicia, expresada en los altísimos índices de impunidad y en la
aparición de múltiples formas de justicia privada.”(Granda: 1994, p.2) Esto
manifiesta una falta de control estatal, incapacidad para definir objetivos y tomar
decisiones oportunas a las problemáticas sociales y necesariamente en una
paulatina pérdida de validez y aprobación popular, esto es, legitimidad.

La mencionada crisis del sistema político se vio acompañada de un


desconocimiento reiterado de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, un
traro de orden público a la más mínima manifestación de una demanda ciudadana
y un carente control de la Fuerza Pública. El Frente Nacional “intentó instaurar un
predominio de la paz que no suponía igualdad ni justicia social” (Botero: 2013,
p.48) Estos ataques protagonizados por el estado a los derechos fundamentales
se extendieron por mucho más tiempo sobre la sociedad colombiana, incluso
luego de haber terminado oficialmente el pacto.
2
Este punto es tratado más extensamente por Alberto Granada Marín, en su ensayo “Asamblea Nacional
Constituyente y Constitución Política de 1991” Él señala al respecto: “Legitimidad, en el sentido señalado por
Max Weber, implica respaldo por parte de la ciudadanía, un mínimo de obediencia y un reconocimiento de
validez, bajo algún título, a las diferentes instituciones y a los titulares del poder del Estado. (…) La crisis de
gobernabilidad se refiere a la incapacidad del sistema político y del conjunto de la sociedad para darle
respuesta a las demandas sociales y políticas, en la perspectiva de construir soluciones coyunturales y
estratégicas que le den salida viable a los conflictos.”
La violencia se trasladó, entonces, a los grupos guerrilleros que ahora contaban
con tintes e influencias ideológicas del socialismo soviético, la Revolución Cubana,
la Revolución China, el pensamiento de Mao Zedong y hasta sentimientos
nacionalistas.

El fortalecimiento de la insurgencia guerrillera junto el problema de gobernabilidad,


también abrió paso a la conformación de grupos paramilitares, generando una
instabilidad política y social, y de nuevo, procesos violentos en el acontecer del
país.

Múltiples reformas, posteriores al final del Frente Nacional, trataron de hacer frente
a las condiciones del momento; pueden identificarse cuatro, de forma somera: el
fallido intento de conforma una Asamblea Constituyente en el gobierno de López
Michelsen (1974-1978); el proyecto presentado al Congreso que pretendía una
reforma al aparato judicial durante el gobierno de Turbay Ayala (1978-1982);
durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) se trató de impulsar un
ambicioso proyecto de reforma constitucional que por falta de voluntad política y
conflicto de intereses no le permitió más que adelantar unas leyes sobre
descentralización fiscal y administrativa; por último, la presidencia de Virgilio Barco
(1986-1990) fue la que comenzó un desmonte real del Frente Nacional,
promulgando ampliar los medios de participación mediante la regulación de la
elección popular de alcaldes y la consulta popular.

Aunque los primeros cuatro gobiernos trataran de aproximarse a reformas


constitucionales y legales que contrariaran e intentaran de dar solución al conflicto
que vivía el país, el panorama no cambió radicalmente. La tendencia represiva, el
abuso del Estado de Sitio, el conflicto guerrillero que comenzaba a entremezclarse
con el fenómenos de narcotráfico, tampoco fueron de gran ayuda para impulsar la
protección, al menos jurídica, de la sociedad civil. Los intereses políticos del
órgano burocrático estaban separados de los intereses populares.

EL CAMBIO: LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE.


“La situación de violencia y descontento generalizados que se presentaba
llevó a la conclusión de que las instituciones existentes no permitían
resolver los problemas del país. De allí que, en 1990, se decidió convocar
una Asamblea Nacional Constituyente, con el fin de lograr un nuevo
acuerdo político fundamental que permitiera consolidar la paz y la
estabilidad institucional.”(Jaramillo: 2007, p.12)

El país necesitaba urgentemente un cambio, eso era evidente. El asesinato del


candidato presidencial, Luis Carlos Galán en Agosto del 89 ayudó a legitimar e
impulsar la conocida propuesta de la “séptima papeleta”3, de un masivo
movimiento integrado principalmente por estudiantes de universidades privadas.
La sociedad civil comenzaba a darse cuenta de la capacidad de acción y reacción
que podía adquirir a través de movimientos intensivos y así, alcanzar una
participación remarcable en las decisiones políticas y ser tenidos en cuenta los
asuntos de las necesidades básicas materiales. En otras palabras, la movilización
popular se convirtió en la mejor forma de participación política y de reclamar los
derechos fundamentales. Es en este aspecto que se encuentra la posibilidad de
hacer frente al problema de legitimidad y gobernabilidad que había dejado como
herencia el Frente Nacional.

De este modo, triunfa la propuesta de la “séptima papeleta” y en 1990 se convoca


a una Asamblea Nacional Constituyente, con el objetivo de establecer un nuevo
orden nacional y acabar con los principales problemas que se habían coagulado
en la nación desde tiempo atrás.
3
“Llevada a cabo por el movimiento estudiantil "Todavía podemos salvar a Colombia", quienes expidieron
una declaración en la cual se destacan los siguientes puntos: El rechazo a todo tipo de violencia,
cualesquiera que sean las ideologías o intereses que pretendan justificarla; la exigencia al respeto de los
derechos humanos en Colombia; el apoyo a las instituciones democráticas en su lucha contra todas aquellas
fuerzas que pretenden desestabilizarlas, llámense narcotráfico, guerrilla, grupos paramilitares u otros; el
rechazo para estos fines, y en virtud de la autodeterminación de los pueblos, de cualquier tipo de
intervención armada por parte de estados extranjeros; la solicitud de convocatoria al pueblo para que se
reformen aquellas instituciones que impiden que se conjure la crisis actual; la exigencia de la depuración
exhaustiva de las Fuerzas Armadas, de la Policía, del Gobierno y de los Partidos Políticos.” (Granda: 1994,
p.6)
LA NUEVA CONSTITUCIÓN: NUEVAS GARANTÍAS JURÍDICAS.

La constitución que se elabora con la participación de movimientos indígenas,


religiosos, comunales y cívicos, de estudiantes, intelectuales, ex guerrilleros entre
otros, ayuda a crear un texto más diverso y que no obedeciera simplemente a
particularidades políticas, con una dinámica más amplia y nuevas garantías para
los ciudadanos.

Los puntos fundamentales y novedosos de la constitución son: primero, hacer de


Colombia un Estado Social de Derecho. Esta definición deviene en muchos
factores que renuevan realidades jurídicas y sociales como que el Estado debe
proteger y velar por los derechos y libertades de las personas, garantizar la
participación libre en la elección de los representantes y de aquellos que ostentan
el poder político, y principalmente, que el Estado debe garantizar unas condiciones
mínimas para la vida digna de los habitantes del país; segundo, la nueva
constitución amplía el catálogo de derechos fundamentales de los individuos y les
da carácter de normas jurídicas, esto es, los integra al ordenamiento legal y los
convierte en herramientas de defensa y garantía que pueden ser de cumplimiento
obligatorio por las instituciones públicas y privadas; tercero, la creación de
mecanismos e instituciones procesales para la vigencia y protección de los
derechos de las personas. Tal es el caso de la Corte Constitucional, la Defensoría
del Pueblo y las acciones judiciales como la acción de tutela. La creación de estos
agregó un inmenso abanico de posibilidades de participación y de reivindicación
de derechos para los ciudadanos, evitando que se conviertan en meras normas de
papel y se haga posible el acceso a reclamar las libertades y derechos de las
personas; cuarto, se le otorga rango de normas constitucional a los tratados y
convenios internacionales sobre Derechos Humanos, es decir que toman carácter
vinculante al momento realizar juicios de constitucionalidad. “Para ello desarrolló la
figura del bloque de constitucionalidad.4 De acuerdo con esta figura, la

4
Para ve un análisis más detallado acerca del Bloque de Constitucionalidad, ver el artículo del profesor
Rodrigo Uprimny “El Bloque de Constitucionalidad en Colombia. Un análisis jurisprudencial y un ensayo de
sistematización doctrinal.” En el mencionado ensayo se tratan los orígenes del término y su desarrollo tanto
en el escenario internacional como en el nacional. (Esta nota no se encuentra en la cita original)
Constitución no se agota en su mismo texto, sino que existen otras normas, no
incluidas dentro de ella, que forman parte de la misma.” (Jaramillo: 2007, p.14);
quinto, se establece una protección y reconocimiento de la pluralidad étnica.

Las comunidades indígenas en Colombia habían estado siempre al margen del


campo político, cuando no perseguidas y devastadas. La nueva constitución abre
un espacio de reconocimiento e integración de estas comunidades a la esfera
pública. Se evidencia la mencionada apretura en la creación de resguardos, una
jurisdicción especial indígena, dando prioridad a las autoridades tradicionales
indígenas en sus territorios y teniendo en cuenta su participación en la decisión
sobre explotación de tierras pertinentes las zonas donde habitan. También se
abrieron espacios para la participación de representantes exclusivamente de las
comunidades indígenas y de las negritudes. “Ello ha permitido, por ejemplo, que la
cuestión indígena haya dejado de ser considerada como un mero problema de
orden público, tal como ocurría en el pasado, para pasar a constituir un reto
interesante en la construcción de la comunidad política” (Jaramillo: 2007, p.15)

Así las cosas, en la nueva constitución, no sólo se positivizan y formalizan nuevas


estructuras jurídicas, garantías y protecciones para la prevalencia de los Derechos
Humanos, de libertades y principios fundamentales que defiendan la dignidad
humana, se ratifican los tratados internacionales y convenios que se preocupan
por tales con rango de normas constitucionales, se da acceso al Derecho
Internacional Humanitario, de crucial importancia en un país en constante
situación de guerra, entre otros, sino que también y principalmente, la Constitución
Política de 1991 “puso el aseguramiento de los derechos y libertades de las
personas como propósito central de la actividad del Estado, incluyó distintos
sectores de la población dentro de la sociedad política y procuró expandir el
campo de aplicación del ideal democrático.” Situaciones que años anteriores ni
siquiera se habían considerado plausibles, como el Bloque de Constitucionalidad
adquirieron gran fuerza en el procedimiento legal y judicial.

La Carta Política del 1991, refleja, indudablemente un carácter progresista y


humanitario, del cual había carecido toda la historia colombiana; nuevas y
esperanzadoras intenciones invadieron el espíritu político, por lo menos, en su
sentido formal.

CONSIDERACIONES FINALES.

Es necesario aclarar, que el hecho de que la nueva Constitución hubiera dado un


giro dogmático al Estado, y propiciado otras posibilidades en materia de derechos,
la realidad no es tan alentadora como se esperaría. Colombia no ha dejado de ser
un país violento, siguen existiendo multiplicidad de escollos en el acontecer diario,
la corrupción, el narcotráfico, los intereses políticos individuales sobre los
colectivos, la represión sobre minorías, las muchas infracciones a los derechos
fundamentales de los individuos, entre otros, siguen en el trasegar continuo de la
nación.

¿Pero por qué, luego de los avances y condiciones alcanzados con la Constitución
del 91, siguen existiendo tales problemas?

…La mayor parte de la población colombiana se ha acostumbrado a mirar


la violación de los derechos humanos como un mal endémico del país o
como un desastre natural, tan natural como los derrumbes o los terremotos.
(…) Podría decirse, en disculpa de los colombianos, que esta insensibilidad
es en buena medida fruto de la impotencia del ciudadano aislado ante una
violencia todopoderosa, generalizada y sin control. Pero debemos
reconocer que, junto a la impotencia, se ha instalado también la indiferencia
ante la cotidiana violación de los derechos ajenos. Entre indiferencia e
impotencia se da una causalidad circular: los colombianos somos
indiferentes ante la violencia por causa de nuestra incapacidad para
controlarla, y somos impotentes porque permanecemos
colectivamente pasivos ante ella. (Restrepo: 1991, p.2)

Lo que cabe resalta aquí, es que la inserción jurídica y aceptación legal de


tratados internacionales, derechos fundamentales y otros mecanismos de este
tipo, no significa necesariamente, que estos se expandan a todos los ámbitos de la
sociedad. Los derechos humanos no son simplemente residuos legislativos, son
formas de linear un estilo de vida axiológico en primera instancia. Se trata de una
inserción desde la esfera individual y la contemplatividad de cada ser racional, que
se debe exteriorizar y manifestar en el espacio político. Así pues, si tenemos en
cuenta que el respeto a los derechos humanos es la premisa elemental de toda
ética y de todo ordenamiento jurídico, es necesario concluir, que esta proposición
resulta extremadamente débil y quebradiza en la mentalidad de los colombianos.
(Restrepo: 1991, p.2)

Así pues, el Estado ha ayudado a dar el primer paso, se han abierto nuevas
posibilidades y plataformas garantes de la defensa de los derechos
fundamentales, que aunque con vicios y problemas procedimentales, han
aportado a un cambio acompasado de la mentalidad popular respecto a los
Derechos Humanos. Ahora el siguiente paso depende de la sociedad civil, de la
inserción cotidiana y la aprehensión de una sensibilidad y una preocupación por la
violencia que amplíe las fronteras de participación ciudadana en la exigencia de la
reivindicación de sus derechos fundamentales.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

ARENDT, H. ¿Qué es la política? Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona: 1997.

GRANDA, A. Asamblea Nacional Constituyente Y Constitución Política de 1991.


Tomado de Revista Pensamiento Humanista, No. 2. Medellín, Universidad
Pontificia Bolivariana: 1994.

RESTREPO, L.A. Los Equívocos de los Derechos Humanos en Colombia.


Fundación Viva la Ciudadanía. Bogotá: 1991.
JARAMILLO, J.F. La Constitución De 1991: Un análisis de sus aportes desde una
perspectiva histórica. Tomado de Revista Pensamiento Jurídico, No. 20. Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia: 2007.

UPRIMNY, R. El Bloque De Constitucionalidad En Colombia. Un análisis


jurisprudencial y un ensayo de sistematización doctrinal.

BOTERO, R.A. Los Caminos del Unicornio. Aproximaciones de la Historia Política


de Colombia. Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín, Medellín: 2013.

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA

SACHICA, L.C – VIDAL, J. La Constituyente de 1991. Compilación y análisis


histórico-jurídico de sus antecedentes y primeras decisiones. Bogotá, Cámara de
Comercio, tomo I: 1991.

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