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Ritos de iniciación. Adolescencia. El adiós a la infancia.

Louise Kaplan Paidós. Psicología. 1996.

Cap. 1. Tribalizaciones y glorificaciones.

Sociedades cazadoras recolectoras: El cuerpo humano es tratado como

un pedazo de madera cuya superficies pueden ser pulidas, atravesadas,

marcadas y cuyas prominencias irregulares se pueden cincelar o moldear

hasta que adquieran la forma, cualquiera sea esta que la sociedad considera propia

de la mujer o del hombre adulto. Extracción de un diente. Amputación de la

última falange del dedo meñique. Corte o perforación del lóbulo de la

oreja. Perforación del tabique nasal. El tatuaje. Escarificación del

rostro, el pecho, la espalda, las piernas y los brazos. Extirpación del

clítoris. Perforación del himen. Incisión en el pene y la remoción del

prepucio.

En otras sociedades , los ritos de pubertad de la niña están

estrechamente vinculados a su efectiva pubescencia fisiológica: se

piensa que una niña se convierte en mujer cuando empieza a


menstruar. Las mujeres son equiparadas a los niños. Se consideran que están más

cerca de la naturaleza, que están más controladas por la naturaleza, y guardan con

ésta, una relación más íntima que los hombres. La intimidad de la mujer con las

fuerzas misteriosas de la naturaleza hacen que su fisiología pubescente deba

ser controlada lo antes posible. El efecto del rito, es ligar a la niña a un

hogar, (el hogar de su infancia). A los varones se los inicia en la

esfera pública y a las mujeres en la esfera doméstica.

En el momento de la primera menstruación, se acostumbra a insertar

ortigas y hierbas en la vagina para “provocar” la hemorragia y

empujar a la niña a la femineidad adulta. Se puede considerar que una niña

está en condiciones de ser iniciada cuando se le empiezan a formar los pechos, y esto

precede en algunos años a la menstruación. Se frotan los pechos de la niña

con grasa, o se le pinta un círculo con ocre rojo alrededor de cada

pezón.
En algunas sociedades, se instruye a la niña cuyos pechos

comienzan a desarrollarse para que agrande los labios de su vulva,

por medio de tirones o golpea suaves, o introduciendo plantas

urticantes, hierbas y hojas en su vagina. También puede encargarse

de esto una mujer mayor, la que procederá a estirar los labios de la

vulva y punzar levemente el tejido vaginal en varios puntos. Se

considera más bella a la mujer con labios vulvares gruesos.

Su cuerpo es marcado y moldeado. Se la encierra en un espacio

preestablecido de su casa o de la aldea, en una choza o cámara de reclusión, rodeada

por un montículo de tierra, enterrada hasta la cintura de un pozo lleno de arena. Su

separación de la infancia, no requiere que se traslade a otro lugar.

En el caso de los varones, la ceremonia consiste en separarlo de las

mujeres y los niños, exigiéndole que renuncie a su apego emocional

a la madre, la que llora por él. Entonces el varón pasa a apegarse a todos los

varones. Se designa una persona responsable o a un grupo de


maestros para que enseñen al varón los deberes y las

responsabilidades morales de su comunidad.

En algunas tribus se procede como si el varón estuviera muerto durante el tiempo que

dura su noviciado. Se lo separa de su ambiente y se lo recluye, sólo o

con un grupo de pares de su mismo sexo. Se le hace sufrir un

debilitamiento físico o mental con la finalidad de erradicar todo

recuerdo de su infancia. Se lo somete a la flagelación y otros

castigos físicos. La intoxicación con vino de palmera, tabaco o

mescal, le produce anestesia y amnesia. Se borra su personalidad

anterior. Finalizado este tiempo, se incluyen mutilaciones corporales

y pinturas en el cuerpo. Se llama a este periodo tiempo sagrado.

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