Pon un candado a la puerta de nuestro corazón para no pensar mal de nadie, no prejuzgar, no sentir mal, para no suponer ni interpretar mal, para no invadir el santuario sagrado de las intenciones.
Señor Jesús, lazo unificante de nuestra fraternidad.
Pon un sello de silencio en nuestra boca para cerrar el paso a toda
murmuración o comentario desfavorable, para guardar celosamente hasta la sepultura las confidencias que recibimos o las irregularidades que observamos, sabiendo que la primera y concreta manera de amar es guardar silencio.
Siembra en nuestra entrañas fibras de delicadeza. Danos un espíritu de
alta cortesía para reverenciarnos unos a otros como lo haríamos contigo mismo. Y danos, al mismo tiempo, la exacta sabiduría para enlazar convenientemente esa cortesía con la confianza fraterna. Señor Jesucristo, danos la gracia de respetarnos. Así sea.
Señor Jesús, manso y humilde
necesidad de que todos me quieran. Mi Desde el polvo me sube y me domina esta corazón está amasado de delirios sed insaciable de estima, esta apremiante imposibles. En fin, mi Señor Jesucristo; dame la Necesito redención. gracia de ir adquiriendo paulatinamente Misericordia, Dios mío. un corazón desprendido y vacío como el No acierto a perdonar, tuyo; un corazón manso, paciente y el rencor me quema, benigno. Cristo Jesús, manso y humilde las críticas me lastiman, de corazón, haz mi corazón semejante al los fracasos me hunden, tuyo. las rivalidades me asustan.
Mi corazón es soberbio. Dame la gracia
de la humildad, mi Señor, manso y humilde de corazón.
No sé de dónde me vienen estos locos
deseos de imponer mi voluntad, eliminar al rival, dar curso a la venganza. Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.
Gruesas cadenas amarran mi corazón:
este corazón echa raíces, sujeta y apropia cuanto soy y hago, y cuanto me rodea. Y de esas apropiaciones me nace tanto susto y tanto miedo, ¡infeliz de mí, propietario de mí mismo! ¿Quién romperá mis cadenas? Tú gracia, mi señor, pobre y humilde. Dame la gracia de la humildad.
La gracia de perdonar de corazón.
La gracia de aceptar la crítica y la contradicción, ó al menos de dudar de mí mismo cuando me corrijan. Dame la gracia de hacer tranquilamente la autocrítica.
La gracia de mantenerme sereno en los
desprecios, olvidos e indiferencias; de sentirme verdaderamente feliz en el silencio y el anonimato; de no fomentar autosatisfacción de los sentimientos, palabras y hechos.