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Azoles

Estos fármacos cambiaron la historia de la medicina y se considera que los


antifúngicos sistémicos derivados del imidazol y del triazol constituyen el avance
más importante de los últimos años, en el tratamiento de las micosis sistémicas
oportunistas. La aparición del fluconazol, después de la anfotericina, permitió
lograr una disminución de la toxicidad de los tratamientos antimicóticos. Los
imidazoles son bastante tóxicos, pero los triazoles sirven para tratar algunas
micosis sistémicas que antes eran intratables, con muy buena tolerancia por parte
de los pacientes.

El grupo de los azoles está compuesto por dos familias:

los imidazoles y los triazoles, que comparten mecanismos de acción y resistencia.


Entre de los imidazoles están clotrimazol, miconazol y ketoconazol; este último era
uno de los fármacos más utilizados en la onicomicosis, pero su toxicidad hepática
es muy importante.

Los triazoles se toleran mejor; entre de ellos destacan fluconazol e itraconazol, que
son los triazoles de primera generación; recientemente se desarrollaron los de
segunda generación, entre ellos voriconazol, ravuconazol y posaconazol, cuyo
espectro de acción ha mejorado frente a otros hongos.

El que se ha estudiado más ha sido el voriconazol, con muy buenos resultados en


cuanto a muerte celular.

Los azoles se pueden administrar por vía oral y parenteral, se distribuyen


relativamente bien y se disuelven con facilidad.

TOXICIDAD

La toxicidad presenta una diferencia importante entre los dos grupos de azoles,
debido a su selectividad. En consecuencia, los imidazoles son más tóxicos. Por
ejemplo, el ketoconazol inhibe la síntesis de testosterona en concentraciones 100
veces más bajas que el fluconazol; a su vez, hay menos actividad intrínseca de los
triazoles ante Candida albicans y se necesita CMIs más altas; por eso, muchos de
estos fármacos, como el clotrimazol, se utilizan en formulaciones tópicas y pueden
tener un efecto fungicida en el sitio de infección.
EFECTOS ADVERSOS

son náuseas, anomalías endocrinológicas (irregularidad menstrual, ginecomastia


en hombres) y alteraciones de las pruebas hepáticas, que es uno de los efectos más
frecuentes. El ketoconazol es el más tóxico. Cuando se administran estos fármacos
se deben monitorizar las pruebas hepáticas y ajustar la dosis en pacientes que
sufren daño hepático o que están usando otras drogas que podrían interferir.
Actualmente se recomienda el uso de azoles menos tóxicos (triazoles).

La importancia clínica de la resistencia a azoles radica en lo siguiente:

En las candidiasis vaginales, están apareciendo especies menos sensibles, C.


tropicalis y C. glabrata, de las cuales la segunda es una de las más importantes.
Algunos estudios han demostrado que las candidiasis recurrentes se asocian con
cepas que tienen estos mecanismos de resistencia.

El uso profiláctico de fluconazol en pacientes neutropénicos y pacientes con


pancreatitis ha producido un aumento de infecciones por C. krusei que no
responden a tratamiento. Hubo una tendencia a usar drogas azólicas de manera
profiláctica en la pancreatitis, por el riesgo de infección, pero esta práctica condujo
a que se seleccionaran cepas resistentes.

Las candidiasis superficiales en inmunosuprimidos son crónicas y por eso dichos


pacientes reciben tratamiento prolongado, lo que puede generar cepas resistentes
de Candida albicans.

La aparición de resistencia secundaria ha obligado a cambiar las indicaciones de


profilaxis; cada vez se utiliza menos el tratamiento profiláctico, el que se reserva
sólo para pacientes con riesgo muy elevado y con dosis más altas, para evitar que
sobrevivan poblaciones de levaduras que más adelante generen resistencia
secundaria y fracaso terapéutico.

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