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MÓDULO 1: Bases del DIT > 1.1.

La importancia de la primera infancia

EL ESTRÉS TÓXICO Y SU IMPACTO


Sabemos a partir de la investigación sobre la biología del estrés, que el impacto
negativo que éste causa durante periodos sensibles en la arquitectura del cerebro
puede afectar el aprendizaje, el comportamiento y la salud física y mental.

Lo que esto significa es que las experiencias que nosotros le proporcionamos a los
niños en esos primeros 3 ó 4 ó 5 años, sirven como un andamio; no les garantiza una
vida perfecta más adelante, pero en cierto modo es como una póliza de seguro.

Algunas experiencias son más importantes en la niñez que en etapas posteriores de


la vida, y por consiguiente es aconsejable invertir en lo que sucede en esos primeros
tres o cinco años de vida.

Una primera idea clave es que el estrés persistente o


crónico cambia la arquitectura cerebral.
Permítanme que les muestre esto:

Sabemos que existen cambios en la estructura de las células nerviosas que son
responsables de la comunicación y que habilitan a los niños a responder en su
mundo.

Las neuronas ubicadas en la corteza pre-frontal tienen muchas más conexiones


sinápticas que las neuronas ubicadas en la misma zona después de experimentar
estrés crónico durante el desarrollo. Por consiguiente el estrés tóxico provoca
cambios arquitectónicos que resultan en menos conexiones.

No es solo que los niños estén en riesgo de dependencia de drogas y alcohol, sino
que también afecta otros aspectos de su biología:

• mayor predisposición a sufrir depresión


• mayor predisposición a sufrir de enfermedades cardiovasculares
prematuramente.

No es que la suerte ya esté echada y la puerta cerrada para aquellos niños que
sufren de estrés tóxico. Sin embargo, si uno desea que el niño vuelva a una
trayectoria del desarrollo normal, y se espera mucho, va a ser como empujar para
abrir una puerta que pesa mil libras, en vez de simplemente abrirla muy suavemente,
que es lo que uno puede hacer con experiencias tempranas adecuadas.

Un segundo punto central es que en la medida que


comprendamos cómo las experiencias afectan el
cerebro, podremos obtener mayores beneficios de las
intervenciones.
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Así, estaremos en una mejor posición para hacer dos cosas:

• Identificar lo antes posible a los niños que corren el riesgo de salirse de la


trayectoria del desarrollo normal
• Desarrollar intervenciones dirigidas a circuitos específicos en el cerebro

Hay un periodo fundamental durante el cual este descuido profundo que ellos han
experimentado, requiere una intervención y enriquecimiento que tiene que suceder
en un cierto periodo de tiempo para que surtan los efectos más potentes.

El ingrediente más importante en las experiencias


positivas para los niños pequeños es contar con un adulto
receptivo o con los adultos que formen parte de la vida
del niño y que le ayudan a que su cerebro se entusiasme
con el aprendizaje y a mantener el desarrollo de su
cerebro.
Además de tratar de centrarse en alcanzar a las poblaciones en mayor riesgo lo
antes posible -y eso sería antes del nacimiento; si se tuviesen que centrar en
intervenir en situaciones después del nacimiento, cuando se tiene a un infante o a
un niño pequeño; o en el desarrollo de sistemas de cuidado infantil, donde los
clasificamos en cuanto a su calidad, se buscaría proporcionar los recursos para
alentarlos a contratar el mejor personal. Aunque esto no sale barato y requiere una
inversión, si comenzamos con esos sistemas y generamos sistemas de excelencia de
entrada y los aplicamos a los individuos que están en mayor riesgo, ahí es donde
vamos a obtener la mayor rentabilidad de la inversión.

Si luego seguimos siendo consistentes de cómo las experiencias dejan su huella en


el cerebro, entonces tenemos muchas más probabilidades de tener niños que
terminarán siendo ciudadanos de éxito, felices y productivos de la sociedad.

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