Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hace seis meses, no tenía ni idea siquiera que existía esta clase de
ayuda para mí. Pensaba que estaba condenada de por vida a incómodas
discusiones con hombres en los que estaba interesada. O, más
1
El término en inglés es "Sex surrogate", un sustituto sexual es un terapeuta que está
entrenado para trabajar con personas que tienen problemas sexuales ya sea por
circunstancias funcionales o emocionales. Este profesional guía al paciente mediante
métodos de relajación, comunicación, masajes, etc, y en sesiones más avanzadas se
realizan ejercicios de caricias, besos y en algunas ocasiones prácticas con penetración
entre terapeuta y paciente.
probablemente, a una vida siendo soltera. Porque, vamos a decirlo
claramente, ¿cuántas veces más puedes esperar sentarte y decirle a
alguien que no te gusta el sexo? Ver esta mirada cruzar sus rostros:
confusión, decepción, orgullo masculino arrogante. Porque cada chico
piensa que él es diferente. Que va a cambiarlo. Que pueden hacer que te
retuerzas, gimas y renuncies a los miedos e inseguridades que te hacen
estar acostada como un jodido pescado muerto, interiorizando un ataque
de pánico porque estás aterrorizada por lo que te harían si los empujas
quitándotelos de encima como quieres.
No sabía ni siquiera cómo demonios se veía, por Dios. Podía ser tan
viejo como mi padre con una barriga saliéndole del cinturón y manos
sudorosas. Literalmente. Podía tener este aspecto. No tenía idea. Pero
había pasado mis últimos días intentando convencerme de que esto no
importaba. Lo que importaba era aprender cómo sentirme cómoda en
presencia de un hombre, cómoda con ellos mirándome desnuda,
tocándome. Esto era lo que importaba. Sin importar o no que él tuviera
orejas grandes o tetas de hombre.
Así que, si esto significaba que tenía que acostarme con algún viejo
de sesenta años con dentadura postiza… que así fuera.
—Entonces escogiste mal los zapatos —dijo con sus ojos radiantes.
Sentí una carcajada elevarse, sacudiendo la cabeza y mirando mis pies,
envueltos en botines beige con tacones de aguja de siete centímetros—.
No te preocupes —dijo, poniendo una mano encima de los papeles— todo
el mundo está siempre nervioso. Es totalmente normal.
Asentí.
Gracias a Dios.
Y entró él.
Y…
Así que, sip, no era de mediana edad. Nada colgaba por encima de
su cinturón. Sin tetas. Ni manos grasientas u orejas de elefante. No. Esto
era de alguna manera casi peor.
Su cabello era negro, largo pero peinado hacia atrás. Fuertes cejas
oscuras sobre sus sorprendentes ojos azules. Una mandíbula afilada con
el más ligero rastro de barba oscura. Su cuerpo era alto. Delgado, con
hombros anchos, fornido. Viéndose increíblemente bien bajo su chaqueta
de traje negra y camisa blanca con los primeros dos botones
desabrochados, casual pero profesional.
Era impresionante.
Jesucristo.
—Sí.
—Y ahora tienes…
—Sí y no. Cada vez que supero una cosa que me pone ansiosa…
—Sip.
—Sí.
—Bien —dijo con normalidad. Como si era la cosa más normal del
mundo—. He leído en tu historial que ni siquiera recuerdas no tener una
fobia con el sexo.
—Correcto.
—Ninguno.
—Soy… frígida.
—Vale.
Santa mierda.
—Sí.
—¿Te excitas?
—Sí.
—Bien —dijo—. Ava, ¿puedes mirarme?
Uh. No. No creo. Pero mis ojos se movieron lentamente hacia arriba
de todas formas.
—Claro.
Seis. Tenía seis sesiones sin sexo. Bueno, esto estaba bien. Tragué
fuerte.
—Está bien. Entonces, que… ¿de qué serán las primeras cinco
sesiones?
—Correcto.
Por él.
—Sí.
—Sí.
—Ava —dijo aquel mismo sonido firme aunque rogante que había
aprendido a interpretar como mírame. Suspiré, levantando la mirada—.
No hago cumplidos a las mujeres por diversión. Si te digo algo, es en
serio. Es una observación. Eres una mujer hermosa. Y ya está.
Tenía razón.
Oh, señor.
—Gracias.
A lo cual se rió.
Hijo de puta.
—Sí.
—Vale.
Extrañas horas. Pero supongo que no era fácil entrar de ánimo para
pagar a un extraño para que te tocara a las ocho cuarenta de la mañana.
—Oh, asqueroso.
El hecho era que esta era una ciudad bastante cara. Y mi trabajo
no pagaba muy bien. Sola con mi sueldo, tendría que vivir en una de las
zonas de mierda, preocupándome por todos los personajes de mala pinta
con los que compartiría edificio. Así que, desafortunadamente, mi única
opción era encontrar una persona para compartir el piso para vivir en
una zona mejor.
—¿Qué?
—Ah, querida, esto duele —dijo poniendo una mano encima del
corazón—. Creí que éramos bastante cercanos. He comprado tus jodidos
tampones, por Dios.
Me reí.
—¿Le estas pagando tres k2 a este hijo de puta para que te enseñe
como tener sexo?
2
La k es una abreviatura y deriva de la palabra griega χιλιοι que significa "mil".
—Sí, así que ya sabes —se rió. Fui a cerrar la puerta pero la agarró
y la mantuvo abierta—. En serio, si no puedes hacer eso con él, estoy
aquí por si necesitas alguien que conoces y en el que confías… para
experimentar.
—¿Quién dice que confío en ti? —me burlé arqueando una ceja,
intentando cerrar la puerta.
Vale.
Día raro.
Así que, no solo que tenía cosas sobre el Dr. Chase en las cuales
pensar, tenía que considerar lo que sea que acababa de pasar con Jake.
Quiero decir… ¿Qué coño fue eso? Jamás ni una sola vez había siquiera
llegado a insinuar que se acostaría conmigo. Si lo hubiese hecho,
probablemente hubiera tenido fuera su culo hace tiempo. Era mi nombre
el que estaba en el contrato de alquiler después de todo.
Así que, en serio, ¿por qué de repente charlaba y ofrecía sexo? ¿Solo
porque era un desafío? Porque yo no era, como él pensaba, solo una perra
estirada. Que tenía problemas reales. ¿Y qué? ¿Quería probar su mano
para arreglarlos? ¿Cómo los otros cuatro chicos que había probado?
Probablemente. Era muy probable que fuera eso por lo que estaba
interesado. Porque tenía una anomalía. Porque no tenía sentido. Porque
quería demonstrar su virilidad intentando ponerme toda excitada y
perturbada.
Ahora, Chase.
Chase era el chico sexy del poster. ¿Qué lo habrá llevado hacia la
psicología en primer lugar? Podía haber hecho una fortuna solo posando
para fotos. O leyendo la guía telefónica a mujeres que babearían con cada
número saliendo de sus labios.
Quiero decir… habrá tenido que ir a la universidad y al postgrado.
En total al menos nueve años de estudios. Debe haber tenido un fuerte
interés en el campo de la psicología, no solo terapia sexual. Y después de
graduarse con tan alto grado y con el potencial para ganar toda clase de
dinero, ¿por qué decidió volverse además un terapeuta sexual? ¿Habría
sufrido él mismo alguna vez algún tipo de disfunción sexual? ¿Habría
visto a un terapeuta sexual que lo ayudó? ¿Cómo llega alguien a trabajar
en un terreno tan raro?
A no ser…
—Ale-maldita-luya.
Vestida tuve que admitir que había hecho una buena elección. De
lejos mucho mejor que lo que yo habría escogido. Anduve por mi
habitación durante veinte minutos, desordenando mi cabello, aplicando
interminables capas de bálsamo labial, frotando una pequeña cantidad
de colonia de vainilla por mi pecho y cuello. Para el momento en que
llegara ahí, el aroma sería leve, solo una indirecta en mi piel. Lo cual era
la única manera de ponerme cualquier clase de perfume, sin bañarme en
la jodida cosa como las mujeres con las que trabajaba.
Caminé hasta las puertas unos cortos nueve minutos más tarde,
tomando una respiración profunda y abriéndolas. Esperando, supongo,
ver la misma secretaria de mi última cita. Pero no, ahí de pie detrás del
escritorio estaba el Dr. Chase Hudson, viéndose mucho más guapo en un
traje gris, la chaqueta abierta, solo un botón sin cerrar en su camisa (esta
vez negra).
Levantó la mirada hacia el zumbido de aire frío, algo que podía ser
considerado una sonrisa tirando de una de sus comisuras.
—Ví lo que hiciste ahí —dijo y me giré para ver una sonrisa jugando
en sus labios mientras sostenía un vaso de vino para mí.
—No.
— Sí.
—Sí —susurré.
—Muy bien, me gusta eso —dijo y sonó como un elogio… algo que
un hombre nunca jamás me había ofrecido antes—. Me gusta tocarte —
dijo provocando un ajetreo en mi estómago. Su otro brazo, el de detrás
de mí, se deslizó hacia abajo, colocándose detrás de mis hombros, solo
apoyado, sin abrazar—. Y no digo esto solo porque es mi trabajo —dijo
sonando más cerca y bajé la mirada para ver que se había movido
rápidamente más cerca, sus caderas tan solo a un centímetro de mí. Ni
siquiera le había sentido moverse.
—¿Me crees?
—Sí.
Oh Dios mío.
—S…sí —admití.
—Sí —admití.
—Sí.
—¿Decir qué?
Joder. Si el proceso iba a ser “te haré cosas pero solo después de
pedirlas” entonces no íbamos a llegar a ninguna parte. Porque no podía.
Literalmente. No tenía sentido. Lo sabía racionalmente. No había ninguna
buena razón por la que no pudiera abrir mi boca y obligar las palabras a
salir. Pero simplemente no podía. Sin importar lo mucho que quería
hacerlo. Las palabras se quedaban en mi lengua y una especie de
ansiedad devastadora me mantenía muda.
Y no era solo sexo. Era todo lo que quería de verdad. O cosas que
quería parar. Las palabras simplemente… no salían.
—Abre tus ojos —dijo con su voz suave pero había un trasfondo de
calor ahí también. Tomé una respiración abriendo lentamente para mirar
sus ojos azul brillante—. Buena chica —dijo en voz baja—. ¿Has
disfrutado esto?
—Sí.
Elecciones. Elecciones.
Ambas. Todo.
Tan pronto como mi espalda estuvo hacia él, sus manos fueron a
mis hombros, cerca de mi cuello, presionando los nudos que se habían
vuelto parte de mí. Jake se había ofrecido más de mil veces para
trabajarlos, diciendo cuan poco saludable era caminar por ahí toda tensa
y con dolor, pero no podía siquiera comenzar a considerar quitarme la
ropa y dejarlo tocarme.
—¿Por qué?
—Es fisioterapeuta.
—¿Por qué?
—Porque tienes problemas de comunicación. Pensé que tu
compañero de cuarto es un tema seguro para empezar. —Ante mi silencio
añadió—: Cuéntame más sobre él.
—Ah —dijo, sus manos moviéndose otra vez—. ¿Esto te hace sentir
incómoda?
—En realidad no. Excepto saber con absoluta certeza que no quiero
hacerlo con él.
—Sí.
Jesucristo.
Tenía razón.
—Jake tenía una fiesta. Había un chico que… puso interés en mí…
—Nunca lo vi de nuevo.
Cristo sagrado.
—Dime que quieres que te bese —instó, sus palabras sonando casi
desesperadas, como si la incertidumbre fuera demasiado—. Ava, dímelo
nena.
Oh, Dios.
Mierda.
No.
Hubo una pausa antes de que sus brazos fueran alrededor de mí,
colocándose en mi cintura.
—Sí.
—¿Cuál es el nivel?
—Tal vez una media hora —declaró con indiferencia como si fuera
totalmente normal—. Ava, ¿tienes idea de lo cómoda que tienes que estar
con una persona para quedarte dormida?
Lo sabía. Oh, lo sabía. Nunca había sido capaz de dormir con otra
persona ni siquiera en la misma habitación. Lo cual hacía horribles las
fiestas de pijama con amigas y noches de fiesta cuando mi familia llegaba
de fuera y las personas necesitaban ser embutidas en todos los lugares
disponibles… como mi habitación.
—Esto es bueno, cariño —dijo y casi podía jurar que sentí sus
labios besar lo alto de mi cabeza, pero aparté la idea. Eso no era posible.
—Creo que esta fue una sesión exitosa. ¿Cómo te sientes con
respeto a esto?
Le seguí, mirándole.
—Dr. Hud…
—Si tú lo dices.
Oh Dios mío.
Jesús.
Después de la sesión
La puerta apenas se cerró (suavemente, podía añadir) cuando Jake
caminó dentro de la habitación, esta vez en un par de pantalones cortos
negros de ejercicio y nada más.
—Oh Dios mío —dije, calor elevándose en mis mejillas por ninguna
buena razón—, no funciona así, Jake.
—En serio… ya sabes que no soy una… persona de estas que salen.
—Sí.
—Mi tío era veterano —dije dándome cuenta que era la primera vez
que contaba la historia de mi tío fuera de mi despacho—. Tenía TEPT3 y
salió de la vida de su mujer e hijo… vivió en las calles durante años antes
de que uno de sus compañeros de pelotón apareciera delante de él un día
y lo trajera de vuelta, asegurándose de que recibiera ayuda.
3
Trastorno de estrés postraumático.
—Dime.
—¿Así que sabías que era algo en lo que querías verte involucrada?
Oh,
Dios
mío.
—Oh.
—No, pero sospecho que estar aquí fue idea tuya en primer lugar.
Obviamente esta no es la clase de cosas con las cuales se siente cómoda.
Y después la abandonas. ¿Entonces te diviertes a su costa? ¿Quién hace
esa clase de mierda? Es parte de tu vida. No te importa para nada… hazlo
malditamente mejor —dijo tirando dinero en la barra después tocando mi
hombro por un breve momento—. Ava —dijo haciendo una pausa,
esperando que lo mirara. Cuando lo hice me sonrió—. Te veré el jueves.
Y después se fue. Saliendo por la puerta, haciendo una pausa para
mirar, cruzando la calle y después desapareciendo en su edificio.
Asentí.
—Eres un genio.
****
—Oh —dije dejando caer las bragas que había estado mirando—.
Sí. Eh… acabo de empezar… —¿A ver a un terapeuta sexual? ¿Y estamos
a punto de desnudarnos por primera vez? No, eso no. —…a ver a alguien
—improvisé.
Lo siguiente que supe es que estaba saliendo con una bonita bolsa
de compra gris con rayas negras, con papel para envolver negro saliendo
por encima y unos cientos de dólares más pobre. Pero había valido la
pena. Al menos, tenía la esperanza de que lo haría.
—Incluso peor.
Pero por su disposición egoísta, lo era. Iba a hacer algo solo porque
era amable. Algo para mí. Sin esperar algo en cambio.
—Pero lo haces.
Sonreí.
—Lo es.
—Sí.
—¿Capaz de qué?
Vale.
—No es gran cosa —le restó importancia. Sabía que ganaba buen
dinero, mucho más que yo pero aun así. Era un regalo caro. Y nosotros
no hacíamos esa clase de cosas.
—Jake…
****
—Vale.
—Me imaginé que querías algo un poco más fuerte que vino tinto
—dijo con una sonrisa bailando en sus labios.
—Hola.
Demonios, sí lo hice.
—Bésame.
Mis ojos se abrieron encontrando los suyos. Cerca. Tan cerca. Bajé
la mirada a sus labios por un momento, los míos abriéndose con
anticipación, después volviendo a sus ojos. Y supe con ciega claridad que
no iba a dejarme salir sin hacerlo. Si no lo besaba primero, no habría
beso. Y maldita sea, solo… tenía que probarlo una vez más. Solo para ver
si había un terremoto como las dos veces anteriores.
Santa mierda.
Vale.
—¿Esto también era para mí? —preguntó. Asentí con una vacilante
sonrisa—. Nena, levántate —dijo sus manos empujando ligeramente
contra mis rodillas hasta que me deslicé de su lado, de repente cohibida.
Sus manos se colocaron encima del liguero.
Oh Dios mío.
Sentí que mi sexo se apretaba con eso. Tenso. Fuerte. Como si fuera
una espiral tirando demasiado apretada por un momento, casi doloroso,
antes de soltarse.
Pero no podía dejar que mis ojos bajaran por debajo de la cintura,
así que dejé a mis ojos retroceder arriba hasta encontrar su rostro otra
vez. Me dirigió una pequeña sonrisa.
—Me gustaría quedarme así toda la noche, cariño —dijo con voz
baja—, pero ya es hora.
Oh.
Mierda.
—Vale.
¿Quería ver su polla antes de mostrarle mis tetas y... otras cosas?
Um. Sí, no. Eso no iba a funcionar. De ninguna manera sería capaz de
quitarme la ropa después de ver... eso. Nop.
—¿Ava?
Tragué saliva, lamiendo mis labios nerviosamente.
—Yo —susurré.
Bien. Podría hacer eso. No era tan malo. Me incliné hacia adelante,
agarrando el broche de la diminuta combinación de material que sostenía
mis medias en mi liguero. Luego deslicé el material de seda abajo por mis
piernas. Paré mientras sacaba la segunda pierna. Pero no había vuelta
atrás. Tenía que hacerlo. Debía. Sin importar que me sintiera como si
fuera a vomitar. Gracias a Dios que tuve la previsión de no comer nada
en todo el día. Mis manos se movieron temblorosas hacia la correa de mi
liga, deslizándola hacia fuera.
Un poco mejor.
Hace un minuto era diez yendo hacia once. Pero ahora estaba un
poco mejor.
—Ocho.
—Sí.
—No fue…
—Vale.
—¿Quieres mirar?
Y...
Oh,
Dios mío.
—Tócame.
—Lo quieres, ¿no es así? —indagó, sabiendo que si—. Aquí —dijo,
rodando de espaldas, la sábana resbalando abajo hasta su cintura—, te
daré más acceso.
—Vale.
Sonrió un poco, su brazo alcanzando la sábana pero no de arriba
como me esperaba. En cambio estuvo tirando el material lejos de mis
piernas. Su mano fue a mi piel tan pronto como estuvo libre, acariciando
arriba y abajo.
—Te… creo.
—¿Lo crees?
Entonces movió la sábana otra vez y sentí el aire golpear una parte
mía más sensible. Instintivamente, cerré mis muslos, sabiendo que en
realidad no sería capaz de ver nada de esta manera. Su mirada dejo la
mía, mirando la piel expuesta. Su mano empujo la sábana más lejos,
exponiendo mi estómago.
—¿Qué?
—¿Por qué?
—Por favor.
Oh,
Dios
Mío.
—No puedo esperar para tocar, probar y sentir eso —dijo con afecto.
Su mano se movió a la parte posterior de mis muslos y luego se retiró de
repente—. Está bien —dijo—, ven aquí —agregó, rodando sobre su
espalda y palmeando su pecho. Me moví hacia él como si fuera el único
lugar en el mundo donde quisiera estar.
Me estaba vistiendo.
Y no era raro.
Una vez en la calle, su mano fue a mi espalda baja. Y, por una vez,
casi parecía posesivo. Pero eso era ridículo. Esa era mi mente dando
vueltas. De ninguna manera se sentía posesivo de mí.
Sacudí la cabeza.
—¿Tu tiempo?
—¿Qué? No.
—Ahí está. Eso —dijo mirándome—. ¿En qué estás pensando para
mirarme de esa manera?
—¿Hacer qué?
Se salió con eso, dejándolo claro que era mi trabajo sacar otro tema.
Para lo cual yo apestaba, pero cualquier cosa era mejor que intentar
continuar aquella incómoda discusión.
—No sientas pena por mí, princesa —dijo en voz baja—. No fui
abusado. Y la escuela me alimentaba cuando estaba ahí. Lo tuve mucho
mejor que un montón de chicos que conozco del sistema.
Pero valía la pena mirar a Chase echar la cabeza hacia atrás y reír
como un niño. El sonido tan feliz y divertido que hizo mi vientre voltear
otra vez.
Bragas. Mojadas.
Y lo hacía.
—Lunes. A las siete —me dijo, subiendo a su coche y, una vez que
entré en el mío, se alejó rápidamente.
Ni puta idea.
Lo cual era simplemente maravilloso. Podría pasar el fin de semana
entero enloqueciendo sobre eso. Ahora que ya habíamos estado
desnudos, estaba segura de que lo haríamos de nuevo. Y con la
desnudez... llegaban otras cosas. Pero, ¿qué otras cosas? No tenía ni idea.
Así que no había manera de prepararse. No había nada que pudiera hacer
excepto ponerme nerviosa perdida al respecto. Lo que era simplemente
encantador.
Tercera sesión
Muy bien. El lunes era una porquería. Realmente no hay otra
manera de decirlo. Después de una semana con Jake diciéndome que
calmara mi puto nerviosismo, ya no estaba… relajada. En realidad, solo
estaba con los nervios de punta y sin dormir, dando vueltas a la oficina
cuando alguien se frotaba contra mí, pero al mismo tiempo… en alguna
rara neblina privada de sueño.
Me reí.
—¿Ahora qué?
—Ava…
—Por favor, por favor… —dije levantando una mano—. Por favor,
dime de qué va esta sesión.
Sus hombros cayeron, su cabeza inclinándose a un lado.
—La próxima vez que estés así de ansiosa por saber algo, llámame.
No quiero que te estreses sobre algo que se puede arreglar fácilmente. En
realidad —dijo buscando mi mano y sacando mi teléfono— te daré mi
número así que, sin importar la hora que sea, puedes llamar y
tranquilizarte. ¿Vale?
—Miércoles.
Oh,
mi
buen
Dios.
¿En serio?
—¿Y tú?
—No, cariño.
Oh Dios.
Y yo sabía lo que eso quería decir. Sabía que quería que empezara
a quitarme la ropa también. Tomé una profunda inhalación, deslizando
mis leggings hacia abajo y quitándolos antes de estirarme para quitarme
el suéter.
—Si —admití.
Hubo un rápido pinchazo agudo, ahí, ante la idea. Porque una gran
parte de mi estaba bastante segura que el motivo por el cual las cosas
había ido progresando era por Chase. Bueno, comprensivo, paciente. Con
todo su encanto. Con todas las cosas exactas que decir siempre. Si fuese
otro tipo… si era otra persona acostada a mi lado masturbándose, ¿sería
capaz de tocarme? Sentí mi piel enfriarse con la idea. La espiral en mi
estómago.
—Ava —la voz de Chase me llamó y bajé la mirada para ver que
había dejado de acariciarse. Mi mirada fue a la suya, una pregunta clara
en ella—. Ahí estas —dijo. Y entonces sus labios bajaron a los míos.
Suave. Apasionado. Llenos de un profundo deseo. Sentí el mismo deseo
enterrado dentro de mí y me sumergí en él. En él. En lo que sea que
estaba pasando entre nosotros.
Su lengua se deslizó entre mis labios para jugar con la mía, suave,
una ligera caricia que me tenía susurrando contra su boca. Después se
retiró y sus labios tomaron mi labio inferior y lo chuparon fuerte. Y el
golpe de deseo tuvo mi cuerpo entero temblando.
Él lo sabía.
—Tan sexy —gruñó, se tensó a mi lado y supe que estaba tan cerca
como yo.
Incliné mi cara hacia la suya y sus labios bajaron sobre los míos.
Más fuerte. Hambriento. Desesperado. Y mi cuerpo subió. Mi respiración
se detuvo, alejándose de su rostro, me sentí suspendida en un extraño
vacío por un segundo.
Y lo hice.
Me estrellé en el orgasmo.
Fuerte.
Estoy aquí.
****
—¿Estás bien?
Por todo lo que sabía, había mucho que no conocía. Tantas cosas
que me encontré ansiosa de saber.
¿Qué coño?
—¿Chase?
Espera… ¿Qué?
—¿Qué?
—Chase, he estado andando por ahí por la ciudad sola, incluso por
la noche durante años.
—Eres mandón.
—Vale —acordé.
Y se fue.
—¿Hola?
—Quítate la ropa.
—¿Qué?
—¿Por qué?
—Sí, nena.
Pero no me lo creí.
—¿Estás desnuda?
—Sí.
—Chase…
—Vale.
—Sí.
—Hmm —murmuró—. Tócate. Y yo me tocaré. Solo relájate y
déjame oír.
Oh, Dios.
Dejarle oír.
—Chase —gimoteé.
—¿Ava?
Oh, Dios.
—¿Qué?
—¿Por qué tuve que venir? ¿Quieres que sea todo noble y traerla a
casa? Vale. Pero no me hagas venir.
—¿Conseguiste un polvo?
—No, Shay.
—¿Estás segura?
—Es un médico.
—Muy bien. Has puesto tus miras altas. Muy bien, alguien que
quiera cuidarte.
—Lo prometo.
—¿Si?
—Por supuesto.
La sonrisa en su rostro me hizo darme cuenta lo mucho que he
dejado que otras personas sufran por mis problemas.
****
—Nada.
—Y estás comiendo.
—¿Qué? No.
—Es más fácil decir que hacer —dije pero fui hacia el baño de todas
formas.
Los piropos son parte del proceso recordé para mí misma, no quieren
decir algo más que esto.
—Por supuesto.
Fui hacia el estéreo y elegí una lista de blues que encajaba con mi
estado de ánimo. Chase se giró hacia mí sosteniendo un Martini.
—¿Quieres hablar sobre esto?
—Es una buena manera de tener una idea de qué clase de estado
mental tiene un pac… tiene alguien.
Un paciente.
Una paciente.
—Sí.
Oh.
Bueno.
—Está bien. Aún quedan cosas para quitar —dijo con sus manos
moviéndose hacia arriba por mi espalda hasta donde mi sujetador aún
tenía dos cierres manteniéndolo.
—Ava…
—Ava —dijo en aquel tono. Aquel tono que decía mírame. Mi mirada
deambuló lentamente hacia arriba, observando sus abdominales,
después su pecho en el cual me gustaba descansar, luego finalmente su
magnífico rostro descuidado.
Vale.
Quizás.
—¿Estás segura?
—Sí.
—¿Estás nerviosa?
—Un poco.
—¿Siete?
—Está bien.
—Se siente bien, nena —me elogió y envió una ráfaga de agitación
en mi pecho. Su mano se fue a la mía por un segundo, apretando—. Solo
un poco más duro —me enseñó e hice como me dijo—. Si, exactamente
así.
Iba a tocarme.
Pronto.
Oh,
Dios
mío.
—¿Suena bien?
—Sí.
¿Bien?
Sonreí un poco.
—¿No?
Tengo que irme porque si me quedo, solo se enturbiarán aún más las
líneas y ya estoy tan profundamente hundida que apenas puedo ver la
superficie.
—Vale —dijo, aun sentando ahí, sin mirarme—. Jueves. A las siete
y media.
—No es fiesta.
—Nop.
—Es verdad.
—Oh, Dios mío. Es como hablar con una niña de ocho años con
TDA4 —dijo metiendo su bolsa de gimnasio detrás de la puerta—. ¿Estás
enferma?
—No.
4
Trastorno por déficit de atención.
Después unos no tan buenos. Unos con él burlándose de mí porque había
averiguado que me gustaba. O el conjunto de él diciéndome que no era
nada más que una paciente.
—¿Qué coño quieres decir con que no vienes? ¿Te estás muriendo?
—No, Shay.
—Maravilloso.
—No hay nada que echar, Jake. Oh —dije pensando en Shay— por
cierto, voy a traer una chica del trabajo el viernes. Y bajo ninguna
circunstancias te enrollas con ella.
—¿Qué quieres decir con traer una chica del trabajo? —preguntó,
mirándome como si me hubiera vuelto loca.
—Quiero decir… Shay, una chica con la que trabajo desde hace
años, va a venir aquí el viernes a las siete. Vamos a vestirnos y salir.
—Tienes sentimientos.
Hijo de puta. Debí saber que era demasiado esperar que Jake
tuviera un poco de consideración. No era el tipo.
—No…
—Oye, aun soy yo. Incluso cuando soy servicial. Entonces, ¿qué?
¿Te acabas de dar cuenta? Porque eres un poco lenta. Lo he estado viendo
pasar desde hace días.
****
—Ava.
—¿Por mí?
—Vale. ¿Qué tal si empezamos con cómo te van las sesiones con
él?
—Creo. Quiero decir que sé… que van muy bien. Y no es solo la
cosa del sexo. Simplemente creo… que mi confianza está mejorando.
Estoy de acuerdo en salir con mis compañeros de trabajo y estoy
plantándole cara a Jake.
—¿Por qué coño importa? —dije, tirando los pantalones por mis
piernas desnudas, después alcanzando la blusa y empujándola sobre mi
cabeza.
—Las vas a arruinar con todo ese helado —dijo, mirándome tomar
mi recipiente medio terminado del congelador.
—Bien.
—Apesta.
—Me lo dices a mí.
—Si.
Lo intenté.
Durante horas.
No sirvió.
Oh Dios mío.
—No lo sé. ¿Te importaría decirme por qué estás tú tan tenso?
—¿Qué hiciste?
—Lo sé.
—Claro.
Oh.
Bien.
—Sexo oral.
—Soy consciente.
—Estoy bien.
—No, no lo estás.
Oh, mierda.
Oh, el bastardo.
—No.
—¿Qué?
Guau.
Bien entonces.
Bueno.
—Ahora ve a la cama.
Me subí a la cama.
—Chase...
—Shh —dijo, mirándome a la cara, y luego rápidamente apartando
la mirada.
Ya no había objeción.
—Joder nena.
Encontré mi voz.
—Chase... no puedo...
Y lo hicimos.
Y, al parecer, podía.
—Supongo.
No que nunca hubiera dado sexo oral antes, sino en el método. Por
lo general (y supongo que decía mucho sobre los chicos con las que salí),
me asustaba. Así que sólo... se hacían cargo. Sostenían duro mi nuca y
sólo… golpeaban sus pollas en mi garganta. Sin delicadeza. Sin deseo de
complacerles. Sólo siendo utilizada.
Podría haber hecho eso para siempre. A pesar del dolor de cuello,
a pesar del dolor en la mandíbula. Felizmente le hubiera chupado hasta
el año siguiente, escuchando su respiración volviéndose más y más
desigual, viendo sus ojos cerrarse, después, abriéndolos porque no quería
perderse el espectáculo, sintiendo su mano cavando en mi cuello, lo
suficiente para que hubiera marcas en la mañana. Estaba tan absorta en
él y su deseo que no había nada más en el mundo.
Pero quería.
—No, nena —dijo, negando—. Dulce, dulce niña. Eso no fue bueno.
Eso fue jodidamente fenomenal —dijo, acariciando mis mejillas, pasando
su dedo sobre mis labios. Como si no pudiera tener suficiente de tocarme.
Y no iba a arruinarlo.
****
Oh diablos, no.
No.
—Chase.
—Vale.
—Sí.
Entonces me giré, a horcajadas sobre él, mirando sus pies, dejando
que guiase mis piernas hacia atrás hasta que estuvieron donde él quería
que estuviera (y tratando mucho, mucho en no pensar con qué estaba él
cara a cara). Sus manos fueron a mis caderas y rápidamente me incliné
y comencé a llevarle a mi boca. No pasó mucho tiempo hasta que sus
manos me empujaron hacia abajo y sentí su lengua encontrando mi
clítoris.
****
Y también... joder.
Y no funcionó.
—Oh, chica, pero esos son el mejor tipo de hombres. Soy Shay —
dijo, caminando hacia él—. Bonita V en el abdomen.
Oh Dios mío.
No estaban coqueteando.
—Está bien, traje algunos para ti, pero sé cuál debes llevar. Ahora
—dijo, su voz más grave, bajando la música como si lo que estaba a punto
de decir fuera súper importante—. Sé que por lo general tienes un... um...
estilo muy conservador. Por lo que sólo tendrás que tomar una
respiración profunda, ponerte tus bragas de chica mayor, y superarlo.
Sin embargo —dijo, agarrando el vestido—. Mejor que vayas sin bragas
en este.
—Eso no es va a pasar.
—Sácate la ropa.
—Eres imposible.
****
Y bailé.
Y llamé a Chase.
—No puedo.
Volví mi cabeza y allí estaba él, con un traje azul y camisa blanca.
Desde mi punto de vista, parecía un gigante: fuerte e intimidante. No
ayudó que estuviera fulminado con la mirada, positivamente fulminado
con la mirada al chico de la fraternidad.
—Sí, Shay.
—¿Por qué?
—Porque me gusta.
—¿No es una razón más por las que debería decirlas? —preguntó,
cogiendo mis rodillas y tirando mis piernas por encima de su regazo.
—Pero creo que podría estar equivocada. Pero tal vez no. Así es
como funciona, supongo.
****
—Sí nena.
—No, nena... te quedaste dormida casi tan pronto como llegué aquí.
Shay bufó.
Oh.
Dios.
—Gracias.
Sus manos se movieron por mi espalda hasta los hombros,
presionando en los músculos, doloridos de dormir en una posición tan
extraña. Me fundí de nuevo en él, mi cabeza ladeándose. Y entonces sus
labios estuvieron justo bajo mi oreja, besando una línea por el lado de mi
cuello y mi hombro.
—Sí.
No era un problema.
—Sí.
—¿Por qué?
Bueno, esa era sin duda una buena razón para usar un vestido.
Tragué saliva.
—¿Algo más?
—Vale.
Oh Dios mío.
Oh señor.
Y sentí una oleada tan ridícula de alivio que fue casi embarazoso.
Y pronto.
Sexta sesión
Sabía que iba a ser confrontada. Shay continuó mirándome todo el
día, pero nos encontramos inusualmente ocupadas, necesitamos trabajar
durante el almuerzo y no tuvimos ni un momento para pensar siquiera
en cotilleos.
—Oh chica. ¿Con quién crees que estás hablando? Conozco a una
mujer que está amarrada cuando veo una. ¿Quién es él?
Oh Dios.
—Bien —gruñí.
****
—Chase es uno.
Me volví, tan sorprendida al ver a Shay sin habla que no pude evitar
reír.
—¿Sorprendida?
—No. Quiero decir sí. Pero no. Ese hombre rezuma confianza
sexual. Así que tiene sentido. Ava —dijo, acercándose más y sentí que mi
estómago se apretaba—, ¿por qué estás viendo a un psicoterapeuta
sexual?
—Sexo.
—¿Qué?
****
****
—Yo, ah, creo que me prometieron algo que implicaba ser... um...
empujada contra una pared —dije, sintiéndome como un niño
malhumorado.
—Chase...
—Chase...
—No te preocupes, nena, voy a hacer que te corras esta noche.
Todavía no. Primero —dijo, levantándose y tomando mi mano—, tenemos
que ir a la otra habitación.
—Háblame, nena.
—Ambas.
—Bien.
—Sí.
Mierda.
—Bueno.
—No.
—No.
Maldición.
—Y cuando alguien tiene sus manos sobre ti, ¿cómo se siente eso?
—Sí.
—Dolió —adivinó.
—Sí.
Yo también.
—Está bien.
—No todos los chicos son como tú, Chase —dije, encogiéndome de
hombros.
Asentí.
—Sí.
—Rojo.
Me deslicé hacia atrás, observando sus ojos, luego puse mis brazos
sobre mi cabeza. El material desapareció, él me miró, sus ojos se cerraron
cuando respiró hondo.
—Gracias por ser tan paciente. —Me deslicé más abajo por sus
piernas, logrando acceso a su pecho. Le quité la chaqueta, luego
desabotoné su camisa, pasando mis manos sobre la piel debajo.
—Sí.
—¿Estás bien?
—Ow.
—Tres.
—¿Estás lista?
—Sí.
Y si eso era lo que se suponía que era el sexo, Shay tenía razón, yo
era tan virgen como la nieve recién caída.
Porque esto era único. Esto era lo más cercano al cielo que había
estado nunca.
—Oh, Dios mío. Oh, Dios mío —gimoteé, mis manos agarrando su
espalda, arañándolo.
No.
—Nada —mentí.
Mentira mentirosa.
Levanté la mirada.
Pero no allí.
No podía soportarlo.
Yo solo... no podía.
Estaba hecho.
—¡Ava!
Entonces corrí, entré por la sala de espera, abrí la puerta con dedos
torpes, y luego me tiré a la calle.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Después de la sesión
Giré la calefacción al máximo, mi cuerpo húmedo temblando
violentamente contra el frío.
Oh Dios mío.
Mierda.
Se terminó.
Ya lo había hecho.
No iba a volver.
Aunque estaba más jodida que cuando entré por primera vez.
Sí.
Él me hizo daño.
Shay llegó un rato más tarde, cuando mis sollozos se calmaron, las
lágrimas seguían fluyendo sin piedad, y me ofreció pañuelos de papel y
una taza de té. Tomé los pañuelos y dejé que el té se enfriara en mi mesilla
de noche.
—No creo que sea una buena idea —dijo la distintiva voz de Jake.
Más murmullos.
Jake entonces.
Venid de a uno, venid todos... mirad el patético lío que es Ava Davis.
—Bebé...
No.
No.
—No sabía que algo estuviera mal —murmuró él, más para sí
mismo—. Te habría ayudado. Parecías bien. Feliz incluso. Me di cuenta
que te quedaste allí demasiado tiempo. Debería haber adivinado que
pasaba algo.
Quería decirle que estaba bien. Quería aliviar algo de la tensión que
escuché en su voz. Pero ni siquiera podía consolarme, ¿cómo podría
consolarlo?
No más fingir.
—¿Qué pasó?
—¿Vosotros...?
Ay.
—Averígualo —dijo ella, sonó tan severa que casi quise sonreír—.
Lo digo en serio, doc. Arréglala. Quiero que vuelva a estar como antes.
Estaba muy bien. Salía, era más abierta conmigo y Jake...
—Lo sé.
—Cuatro.
—¿Para qué?
—¿Y la última?
—Es a elección del paciente. Podemos recapitular todo. Podemos
probar un fetiche si hay uno que le interesa. Tríos. O incluso sólo un poco
de terapia charlando.
Está bien. Sólo tienes que hablar de todas tus otras conquistas
sexuales mientras estoy acostada aquí mismo. Muriendo poco a poco. No
es gran cosa.
—Lo sé.
Iba a superarlo.
Y no abandonaría.
—Lo siento.
—Estoy bien. —Forcé una sonrisa, el movimiento casi dolía por ser
tan falso.
—No fue...
—Oh por favor. Chica, esa mierda puede funcionar con los
hombres, pero las mujeres nos conocemos mejor. Estás destrozada.
—Sí.
—Y anoche... después...
—Correcto.
—Sí, eso suena como algo que hace totalmente un psiquiatra —dijo
secamente.
—Shay...
—Gimnasio.
—¿No qué?
5
El termino también hace referencia a una mujer inteligente, hermosa, que puede
entrenar a los hombres y hacerlos obedientes a ella. Los hombres instintivamente
responden a su dominio natural y quieren complacerla.
—Chica, en un latido del corazón —dijo ella, asintiendo—. Diablos,
sólo me dame una cama oculta en alguna pared y consígueme un ropero
grande para mi ropa... y aquí estaré.
Me reí.
—Vas a necesitar bolas de acero para poder pasar otra sesión con
él sin perder tu mierda de nuevo.
Asentí.
—Ese es el plan.
Séptima Sesión
Bien. Podría hacerlo. Tenía una vida de experiencia en encerrarme
en mi misma. Podía hacerlo para cualquier situación que sabía que me
hacía sentir ansiedad. ¿Ir al dentista? Mantenía la calma. ¿Cumplir con
mi deber como jurado? Mantenía la calma.
Oh, bien.
Solo iba a tener que ser un repaso entonces.
—¿Qué quieres decir con “oh eso”? Vosotras dos perras no podéis
hablar en serio.
—No avasallo….
—¿Ahora qué?
—Más te vale.
****
De acuerdo
—Ava —dijo él enviándome una dulce sonrisa. Traje color gris claro,
camisa negra. Dos botones. Realmente necesitaba dejar de notar
pequeñas cosas como esas.
—¿Cómo te sientes?
Por el rabillo del ojo, vi sus pantalones caer el suelo justo cuando
mis dedos finalmente rompieron el grueso plástico. Puse todo mi enfoque
en lo que estaba haciendo, separando el plástico y liberando el vibrador
súper suave. Antes de que pudiera cerrar mi mano alrededor, la mano de
Chase lo tomó de mis manos.
Maldición.
Santa mierda.
Santa mierda.
Augh.
No.
Nombres cariñosos.
—Adelante.
—¿Qué?
Oh Dios mío.
De acuerdo.
dios
mío.
Bien.
Joder.
Oh, lo sentía.
—Encuentra lo que se siente bien, Ava —me dijo, sus manos yendo
a mis caderas.
Y entonces lo hice.
Oh
dios
mío.
Jesús
Cristo.
Fuerte.
Como prometió.
Y me sentí caer.
Y me corrí.
—Mierda, mierda, mierda, mierda. —Me dejé caer mientras las olas
seguían viviendo y él se mantenía embistiendo—. Chase…
Empujó profundamente.
—Ven aquí.
Oh, no.
De acuerdo.
Mantén. La. Calma.
No era amada. No era adorada. Era besada. Eso era todo. No era
nada más que eso. Solo besos. Solo más entrenamiento. Entrenamiento.
Porque era una clienta, no una amante. No una novia. Yo no era nadie
para él.
Demasiado pronto.
—Ava…
Oh, chico.
—Que mierda… —gruño él, luego negó con la cabeza, tomando una
respiración profunda, tranquilizándose—. No estas siendo tú.
—Me has visto solo un par de horas aquí y allá, Chase. No tienes
ni idea de quién soy en realidad.
Que es ser una maestra mentirosa y una real perra cuando estoy a
la defensiva.
Mía.
Mi Ava.
Mierda.
Necesitaba irme.
—Mañana. Siete.
—Bien —dije, apartándome y dejándome caer en mi asiento—. Te
veré mañana.
Mi Ava.
Suspiré, negando.
Casi ha terminado.
—¿Sí?
Jake asintió.
—Esta noche creo que sólo más sexo. La siguiente sesión después
de esa, creo, es cuando él me lleva a una cita y me muestra como
coquetear o algo así. Y luego la décima es la última. Podemos no hacer
nada.
—Creo que esto ha sido bueno para ti. Ya sabes… aparte de toda
la cosa de la transferencia.
—Sí —concordé. Había sido bueno para mí—. Está bien —dije,
saltando hacia arriba, tratando de hacer que mi mente pensara en algo
más que el Dr. Chase Hudson—. Shay va a venir con algunas de sus
cosas en una hora. Voy a buscarnos algo de comida —dije, agarrando mi
chaqueta y saliendo por la puerta.
Una vez fuera, tomé una profunda inhalación. Tres sesiones más.
Casi allí.
No tenía idea de lo que estaba sobre la mesa para más tarde esta
noche. Y, francamente, no quería saberlo. Era más fácil solo… ir a ello.
Que era, en y por sí mismo, un concepto complemente nuevo para mí.
Nunca había sido del tipo de persona que “fluía”. Yo era más el tipo de
persona que “alucinaría y pelearía contra ello con uñas y dientes”.
Pero tenía que admitir… incluso mi ansiedad generalizada había
estado mucho mejor.
Estaba funcionando.
Estaba mejorando.
Más o menos.
Pero no realmente.
—Si —sonreí, levantando tres dedos para que él supiera que no era
comida solo para mí.
No estaba mejorando.
—¿Hola?
—Ava Davis.
—Sí.
—Lo amo.
—De acuerdo, Ava. Entiendo que te sientes así, que se sienta real,
pero no lo es. Necesito que recuerdes eso. —Era por eso que necesitaba
llamarla. Porque me apoyaría. Me lo recordaría—. ¿Qué tan lejos estas en
tus sesiones?
—Está bien. Eso es bueno. Eso significa que en dos días más, todo
será mucho más claro. Tus sentimientos disminuirán y entonces, de
repente, se habrán ido. Y piensa en cuánto habrás ganado de la
experiencia.
—Fingir.
Eso era tan inesperado que me reí. Fuerte. Lo suficiente fuerte para
que las personas en la línea en el stand de pretzel me miraran.
—Sí.
—Es porque no eres tú. Sí, puedes ser muy tímida y reservada, pero
siempre hay calidez en ti. Así que si te cerraste, y todo lo que él sintió fue
frío, por supuesto que iba a sentir la diferencia.
—Bastante.
De acuerdo.
Bien.
Podría intentarlo.
—Mejor
—Muchas gracias.
****
—¿Estás bien?
—¿A dónde has ido? —pregunto Shay, haciendo una gesto hacia
su pan de ajo.
Sacudí la cabeza.
—No lo sé. Solo… me asusté. Necesitaba salir de ese lugar. Una vez
que llegué a cualquier parte, cogí el teléfono y…
—De acuerdo, nena —dijo, su voz bajando tanto que solo yo podría
escuchar—. Te estaré esperando.
—¿Sujetador?
—Aquí, ponte esto. Creo que somos de la misma talla —dijo ella,
entregándome un par de zapatos negros de charol con tacón rojo.
—Muy bien —dije, rociando algo del perfume que Jake me trajo—
deseadme suerte.
Oh
Dios
Mío.
Bien.
—Gracias.
Maldición.
—Claro —dije, pasando mis manos por los lados de su cabeza hasta
que aterrizaron en su hombro.
—Bien.
Oh.
Pues bien.
Vale.
¿Lo hacía?
—Bien.
Él se quedó mirando.
Sí señor.
Me puse de pie, moviéndome junto a él, y gateando, hasta estar
acostada sobre mi espalda. Se puso de pie, observándome, mientras se
quitaba la ropa.
—Las piernas hacia arriba —dijo, y yo las subí—. Cruza los tobillos.
—Absolutamente—. Maldita sea —dijo, dejando caer su camisa—. Esta
vista, nena... jodidamente perfecta.
Oh.
Correcto.
Casi lo olvido.
—¿Estás bien?
—¿Sí?
—¿Te duele?
—No.
—Sí.
—No.
Dios, sí.
Era demasiado.
Demasiado lento.
Y dulce.
E intoxicante.
Y era... demasiado.
—¿Chase?
—¿Sí, nena? —preguntó, sus caderas todavía balanceándose
suavemente en mí.
Eso era todo lo que necesitaba oír mientras sus empujes se hacían
más rápidos, más salvajes.
Y me dejé ir.
Y fue magnífico.
—¿Estás bien?
—Sí.
Bien.
—Mañana es viernes.
—Sí.
—¿Sola?
—Sí, sola. Los hombres se intimidan cuando las mujeres están con
sus amigas y no se acercan a una mujer con un hombre.
—Bien.
Oh,
joder
las
mariposas.
—¿Qué es?
—¿Cuál mirada?
Ídem.
—Nena...
—¿Sí?
—A las siete.
Pronto.
Después de la sesión
—¿Shay? —Llamé, cerrando y trabando la puerta del apartamento.
Era tarde. Pero no era tan tarde. Ella todavía estaría arriba,
acicalándose, revisando sitios de redes sociales, tomándose selfies.
Maravilloso.
—Tú eres la que sigue y sigue con esa mierda sobre lo similares
que somos.
—¿Y eso quería decir que teníais que tener relaciones sexuales?
—No, pero ¿quién rechazaría la oportunidad de jugar con su
gemelo en forma de sexo opuesto?
—Sí, pero sólo porque estás en una situación única. Las chicas
tímidas son calientes. Los chicos tímidos son aburridos como la mierda.
—¿Y quién dijo que yo quería más que eso? —preguntó Shay, y
luego se detuvo—. Mira, soy una mujer adulta que ha tenido bastante
experiencia. Puedo ver a un hombre como Jake a un kilómetro de
distancia. Sé exactamente cómo funciona esto. Eso no significa que no
valga la pena, ¿sabes? No todos los follamigos necesitan durar una vida.
O incluso el fin de semana. Nos divertimos.
—¿Y realmente crees que vas a poder andar alrededor como si nada
hubiera pasado?
—Sí...
—Solíamos follar en todas las superficies de esa maldita camioneta
de reparto. ¿Nos ves actuando como un puñado de perras por esa
mierda?
—Exactamente.
Tomé una respiración temblorosa. Cierto. Eso era cierto. Tenía más
de lo que había tenido antes. Incluso si estaba perdiendo lo que se sentía
como todo. No estaría sola otra vez.
****
—¿Un cambio de ropa? ¿Qué son los ochenta? Nadie usa más los
cambios. Este es el vestido. Y es de diseñador, no es ninguna muestra de
tela barata para cualquieras en las tiendas departamentales. Dijiste que
lo deseabas zorra.
—Se puede usar con medias semi opacas. Pero... quiero decir...
pantimedias. Las medias no deben cortar a la altura de los muslos. ¿A
qué club te llevará?
—¿Nerviosa?
—Sí.
—No lo he hecho.
—¿Por qué?
Asentí. Esa era una buena idea. No podía verme capaz de rechazar
a la gente. Sabía lo horrible que se sentía.
Tenía razón.
No realmente, nop.
—¿Qué es esto?
—Sí.
—Llegas tarde.
No él.
—Estás nerviosa.
—Sí.
—¿Por qué?
—No.
Bien.
Bueno. Era difícil no juzgar por cómo se veía. Porque lo que parecía
era francamente sórdido. Mesas azules brillantes, con la horrible pintura
descolorida, despintadas paredes blancas sobre las que dolorosamente
colgaban del techo falsas plantas. La gente adentro estaba vestida con
vaqueros y camisetas. Y yo estaba vestida como si estuviera tratando de
encontrar un sugar daddy6.
Restaurante.
6
En líneas generales, un hombre maduro y económicamente solvente que se
desenvuelve con facilidad en cualquier espacio. Le gusta estar con chicas jóvenes, pero
es lo suficientemente realista como para saber que ninguna muchacha se acercará a él
sin un interés de por medio, así que está dispuesto a pagar por su compañía de una
manera “decorosa”. Es decir, no le da una cantidad de dinero, sino que le compra ropa,
regalos, la lleva a cenar y viajar. Todo ello sin ningún compromiso.
confío en esa risa —le dije, observando su perfil cuando nos dijeron que
“simplemente nos sentáramos en cualquier parte”.
—¿Qué deseas?
Se encogió de hombros.
—¿Y?
—Y volvimos a su casa.
—Sí.
—¿Por qué?
—No.
—Ava... —empezó con ese tono. Ese tono que era medio regaño,
porque yo no le estaba dando lo que él quería.
—Ava...
—Yo no estaba...
—¿Molesto?
Bueno, mierda.
No.
—Probablemente no.
—Definitivamente no —corrigió.
Oh.
Bien.
Algo así.
—Te ves muy bien para alguien que murió por un pelotón de
fusilamiento hace casi cien años.
señor
Jesús.
Bien.
Oh Dios mío.
No lo registré.
De ninguna manera.
Bien.
Guau.
De acuerdo.
—Ava...
Me puse de pie, agarrando mi Martini.
Por el rabillo del ojo, pude ver a Chase. Se había movido al otro
extremo de la barra, haciendo girar su bebida, dándome miradas
ocasionales.
Técnicamente, sí.
—¿Quieres bailar?
Oh Dios.
Bailar no.
—Ava.
Chase.
—Ella dijo que no está contigo, amigo —dijo Tate, por encima de
mi hombro, parecía que estaba listo para defender mi honor si lo
necesitaba. Lo cual era dulce. Me habría dado cuenta de lo dulce que era
si Chase no estuviera detrás de mí, sin duda desaprobando
completamente mi comportamiento y dándome una de esas miradas
suyas.
—Ava...
—Ava...
—Hola nena...
¿Por qué tenía que ser tan jodidamente bueno?
No estaba bien.
—A las siete.
Lo quería demasiado.
—¿De veras crees que vas a lograr cerrar este capítulo de tu vida
haciendo esto?
—No.
****
—Esa es mi pregunta.
Allí estaba.
—Gracias.
—Sí, nena —dijo haciendo una mueca—. Sí —dijo con un poco más
de firmeza—. No estaba realmente seguro de si acabaríamos las sesiones
en el tiempo estimado. Eras tan introvertida y asustadiza y entonces
simplemente… ¿floreciste es una palabra demasiado cliché?
Y él solamente… me sostuvo.
—Chase…
—¿Sí, nena?
—Lo intentaré.
—Ava…
Siete horas
—En serio, vuelve a la cama —dijo Jake mirando mi cara con una
mezcla de simpatía y disgusto. Sabía que estaba mal. Estaba manchada
con lágrimas y manchas. Mis ojos se sentían como planetas.
—No es una mentira. La única persona que cree eso eres tú.
E iba a pasar.
Tres días
—Vamos, mira toda esa comida —Jake dijo, con un tono de voz
como si estuviera tratando de engañar a un perro para que comiese un
trozo de carne con una pastilla envuelta en ésta.
—No tengo hambre —le refunfuñé y sumergiéndome más en mi
bata y le subí el volumen a la televisión.
—Y ha sido cierto por cada comida cada día —le respondí, el solo
hecho de pensar en la comida hacia que mi boca se secara y mi estómago
se revolviera.
No estaba mejorando.
Cuando eso falló, ella insistió que fuera a ver a la doctora Bowler
porque ella “no iba a sentarse a mi alrededor viendo como me comportaba
como una pequeña idiota sobre mis sentimientos” por siempre.
Cuatro días
—¿Cuándo?
—El lunes.
Horribles.
Luego estupendamente.
Después se acabaron.
—No tan bien. Las cosas se enfriaron. Hubo un poco de… distancia,
creo. De ambas partes. Estaba intentando, ya sabe, mantenerme fuerte.
Sabía que iba a terminar y estaba luchando con ello.
—Ava —dijo con un tono que sabía que no presagiaba nada bueno.
Algo estaba por llegar. Algo que probablemente no quería escuchar—. No
estoy… completamente convencida de que eso sea un caso de
transferencia.
No podía ser.
Creo que eso fue el por qué había estado aferrándome a la idea de
la transferencia con tanta fuerza. Como una excusa. Como una
explicación. Así no tenía que asumir la responsabilidad.
—Ava…
—¿Considerar qué?
Siete días
Lo intenté.
Y eso era todo lo que se podía esperar de mí.
—¿Qué dinero?
—Hola, soy Ava Davis. Tengo una pregunta sobre el pago que hice
la semana pasada.
—Si.
—¿Ava?
—Si.
—La cuenta ha sido cancelada.
—¿Qué te dijeron?
—Sí.
—¿Qué?
Era ridículo.
Él ofreció un servicio. Utilicé ese servicio. Él tenía que haber
aceptado el pago.
—¿Ava?
—Te veré la próxima semana —le dijo, dándome otra mirada rápida
mientras se dirigía a la puerta.
La observé muda durante unos segundos, antes de sacudir la
cabeza, soltando el sobre y empezando a abrirme camino hacia la puerta.
Me giré lentamente.
—¿Qué?
Ninguno.
A menos que…
—Sí y no.
—Pero, ¿qué?
No.
Dios no.
—Chase…
—Sobre algo que era falso. Quizás no. Tal vez sí. Estabas
demasiado borracha.
—Sí.
Bien. Podía hacerlo. Ser una chica adulta. Quiero decir… ¿Qué
daño podría ocasionar? Ya estaba sufriendo.
Allí.
Estaba fuera.
Un poco.
La mitad de ello.
Bien.
Parecía afectado.
—¿Estabas?
—Chase…
Necesitaba decir algo más que eso. Ni siquiera podía decir lo que
significaba. ¿Era sorpresa? ¿Enfado? ¿Qué?
—¿Cuándo?
—¿Cuándo lo supiste?
—¿Que yo qué?
—Te extrañé —dijo, mirándome a los ojos—. Cada día. Cada hora.
Eras todo en lo que podía pensar.
—¿No?
—No —respondí con voz sin aire. Noté como su rostro recaía
ligeramente, entonces apartó su mirada rápidamente. Paciente. Sin
embargo, no quería paciencia, lo quería a él—. Te necesito dentro de mí
—le dije, llevando mis piernas alrededor de sus caderas, acercándolo
más—. Ahora.
—¿Estás segura?
Cerró los ojos y comenzó a balancear sus caderas contra las mías.
—¿Con qué?
—Chase…
Guau
Solo… Guau.
—¿Ah sí?
Para siempre.
Fin
Dedicatoria
Para aquellos que saben todo sobre el lugar más seguro del mundo.
Xx
Staff
Moderadora de Traducción
Crys
Traductoras
Crys – Lelu - Lvic15 – Myr - Lili-ana - Boom12
Moderadora de Corrección
Laavic
Correctora
Lelu
Mquetación
Lelu
Lectura Final
Laavic
Jessica Gadziala
Serie El terapeuta
2 – Dr. Chase Hudson
Este no es un tomo único y debe leerse
después de El terapeuta sexual.
Lo pediste y aquí lo tienes: la novela desde el
punto de vista del doctor Hudson más un
epílogo para que podamos ponernos al día
con Chase y Ava.
Aquí encontrarás respuestas a tus preguntas
sobre la infancia de Chase, cómo entró en la
profesión de terapeuta sexual, y cuáles eran
exactamente sus sentimientos por Ava
mientras trabajaba con ella.
Acerca de la Autora
Jessica Gadziala es escritora a tiempo completo,
entusiasta de los loros y bebedora de café de
Nueva Jersey. Disfruta de paseos cortos a la
librería, canciones tristes, café en vasos de
tamaño extra grande y el tiempo frío.
Ella es una gran creyente del sarcasmo,
personajes secundarios desarrollados, y mujeres
jodidamente tremendas.
Es muy activa en Goodreads, Facebook, así como
sus grupos personales en esos sitios. Únete. Ella
es amigable.
Esperamos que lo hayas disfrutado y
nos acompañes en los proyectos
futuros.
Tenemos excelentes historias para
compartir en nuestra lista: muchas ya
publicadas, en proceso o que
tendremos en un futuro cercano.
Si quieres saber más de nosotros o
formar parte de nuestro equipo puedes
contactarnos en:
contactar.sd@gmail.com