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Lucy-Anne Holmes
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Título original: Women on Top of the World
Lucy-Anne Holmes, 2021
Traducción: Librada Piñero García
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
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A todas las mujeres que han hablado conmigo para este libro,
gracias.
Creo que este es un agradecimiento del que se harán eco
muchas mujeres y muchos hombres de todo el mundo.
Compartir secretos íntimos con una extraña no es algo que
ocurra todos los días. Aun así, hablasteis conmigo con una
generosidad de espíritu y un amor por el género femenino
absolutos.
Hablasteis para compensar los siglos de vergüenza, miedo,
violencia y silencio en torno a la sexualidad femenina y para
compartir con entusiasmo vuestros descubrimientos en materia
de placer y empoderamiento.
Sois valientes y brillantes, y me inclino ante todas y cada una
de vosotras.
Lucy-Anne x
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A menudo, durante el sexo, me
preocupaba si estaba haciendo algo mal
o si estaba haciéndolo bien, pero casi
nunca parecía haber diferencia entre una
cosa y la otra.
— MELODIE
MELODIE
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REINO UNIDO
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podido tener unos preliminares en los que él hubiera prestado atención a lo
que me gustaba y a lo que no. Que te den como un martillo neumático nunca
es bueno.
Me hizo sexo oral exactamente una vez y fue horrible. Mientras lo hacía
iba parando a beber agua fría y después volvía a ponerse a ello. ¡Una lengua
fría no es nada agradable! Yo era demasiado insegura y no supe cómo
reaccionar. Todo aquello fue rarísimo. Yo le hice sexo oral unas cuantas
veces. Me gusta hacerlo de vez en cuando, pero para disfrutarlo tiene que
apetecerme, si no es como una obligación.
Siempre se ponía lubricante antes de penetrarme. El sexo en sí estaba
bien. A veces dolía, sobre todo al entrar, pero el lubricante ayudaba. Después
de todo lo otro, la penetración estaba bien.
Una vez su madre estuvo a punto de entrar mientras estábamos en plena
faena. Él se vistió a la desesperada para ir a abrir la puerta y yo tuve que
esconderme bajo la colcha y fingir que tenía frío. Era verano. Es imposible
que no se diera cuenta pero por suerte no dijo nada.
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Teníamos una palabra de seguridad, «rojo», que acordamos al empezar a
practicar sexo, aunque nunca la utilizamos. Me pareció que sería incómodo
hablar de algo como aquello, pero la conversación fue muy tranquila y
relajada. Por lo general éramos muy convencionales, pero compró una cuerda
de bondage y una vez intentó atar un arnés. Cogió un tutorial de YouTube y
tuve que sentarme allí completamente desnuda mientras él daba vueltas entre
el arnés y yo intentando ver por dónde tenía que pasar la cuerda. Para cuando
lo tuvo atado ya se le había pasado el interés y tuve que quedarme un rato allí
sentada charlando, incómoda, antes de que me desatara.
A menudo, durante el sexo, me preocupaba si estaba haciendo algo mal o
si estaba haciéndolo bien, pero casi nunca parecía haber diferencia entre una
cosa y la otra.
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ILUSTRACIÓN DE NATALIE KRIM
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Cuando tengo un orgasmo veo números
y colores.
— TULIPÁN BLANCO
TULIPÁN BLANCO
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JAPÓN
La última vez que tuve relaciones sexuales fue hace medio año, con un amigo
con derecho a roce.
Pillamos bebida en un izakaya y él dijo que fuéramos a su casa. A mí me
pareció bien.
Cuando estábamos en su sofá, nos miramos a los ojos y entonces empezó
a besarme. Yo quería que fuera muy despacio pero también muy rápido, para
llegar a la parte de la penetración.
Me quitó el sujetador y fue muy emocionante. Estoy muy orgullosa de mis
tetas.
—Las has echado de menos, ¿eh? —le dije.
—Ya te digo —contestó él.
No le dejaba tocármelas. Cuando lo intentaba, le decía:
—Eh, eh, todavía no.
Me gusta ser juguetona. Si se lo tiene que trabajar, se esforzará más por
impresionarme. En su cabeza es ropa fuera, segunda base, tercera base y sexo.
Pero yo pienso: «¡No! Voy a jugar contigo». Así es más espontáneo. A mí me
gusta que haya muchos preliminares: besos, abrazos, besos en el cuello,
tocamientos, cosas divertidas… porque llevan a una conexión en la que las
dos personas se convierten en una.
Empecé a hacer cosas que sé que le gustan: jugueteé con sus orejas, se las
chupé y le pellizqué los pezones. Cuando llegó al punto álgido dijo:
—Déjame hacerte algo, por el amor de Dios.
—Vale —contesté—. Puedes hacerme lo que quieras.
Me encantó que jugueteara con mis pechos; tengo los pezones sensibles.
Pensé: «Hostia, qué pasada».
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Lo que más rabia me da es cuando los chicos pretenden hacer lo que ven
en el porno. No me gusta nada, así que si se empieza a poner rollo estrella del
porno, digo: «¡Eh, tío, tranquilito!». En el sexo es importante que aprendas lo
que te gusta pero también que enseñes a quien está contigo.
Este chico en concreto me ha enseñado a hacer mamadas. En lugar de
dedicarme a chupar por todas partes y ya, hay un sitio, un corazón invertido
hacia la parte alta de la polla, que le da mucho placer, y me aseguro de pasar
más por esa zona.
Durante mucho tiempo no quise que nadie me comiera. Las mujeres
meamos, cagamos y tenemos la regla, todo por ahí abajo; y además oyes
hablar de candidiasis, pérdidas de orina, olores y sabores raros. Pero entonces
un día conocí a una persona que me dijo: «Quiero hacértelo, por favor». Fue
INCREíBLE. Ahora estoy muy abierta: «Si yo te lo hago a ti, tú me lo haces a
mí. ¡Igualdad de oportunidades!».
Yo le había ido calentando durante mucho rato y él hizo lo propio. Me
gusta cuando el pene está a las puertas y de un empujón podrías tenerlo dentro
pero lo aguantan fuera un poco más.
Me encanta la penetración. Todo tu cuerpo está conectado, es sexy y
erótico, pero también me provoca casi una sensación de vergüenza; es muy
personal, quedas muy expuesta.
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pronto por la mañana, pero se aprovechó de que estaba dormida. Fue una
violación. Me quedé embarazada. Decidí no tener el bebé porque no contaba
con la estabilidad económica para hacerlo, así que fui a una clínica.
En aquella época me parecía que había sido culpa mía. No dejaba de
pensar que si no hubiera ido a aquella discoteca, si no hubiera ido al hotel con
aquel hombre, si me hubiera despertado y hubiera tomado el control de la
situación, entonces no habría tenido que tomar aquella decisión. Sin embargo,
tras mucho pensar, me di cuenta de que no era justo, de que la víctima había
sido yo, y si dejaba que aquello me atormentara para siempre entonces habría
ganado mi atacante. Fue ahí cuando empecé recuperar el control sobre mi
sexualidad.
Suena cursi pero quiero que las mujeres japonesas sepan que son sus vidas
y sus cuerpos, y que les está permitido crear su propio destino.
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ILUSTRACIÓN DE MARINAOMI
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Todo lo que sé sobre sexo lo he
aprendido yo sola.
— CAL
CAL
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REINO UNIDO
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Con un rollo suelo tener sexo más duro: no vas a estar mirando a alguien
intensamente a los ojos si os acabáis de conocer. Pero para mí el mejor sexo
es cuando estoy enamorada y el sexo es íntimo y muy muy lento, dos horas y
media por lo menos. Quiero excitar a esa persona, demostrarle cuánto la
quiero y me importa, sin palabras. Aunque también me gusta mirar a los ojos
mientras la toco y decirle que la quiero o qué cosas me gustan de esa parte de
su cuerpo. Y me encanta que me digan que soy guape.
Empiezo haciendo algo bastante suave, como besar los labios. Mucho de
lo que nos cuentan sobre el sexo es duro y rápido, pero la verdad es que
cuando te empiezas a excitar cualquier mínima sensación en el cuerpo de la
otra persona puede ser muy poderosa. Me gusta besar las mejillas, la frente, la
nariz y la barbilla. Quiero que sienta que amo todas las partes de su cuerpo.
Incluso le beso los brazos, los hombros o las pantorrillas; aunque no se me
dan bien los pies; ¡no quiero besarlos!
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ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
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Cuando practico sexo, intento disociar el
acto y mi trauma del pasado, y eso
dificulta las cosas.
— AUDREY
AUDREY
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ESTADOS UNIDOS
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cambiar drásticamente de opinión sobre el tema. Ahora, cuando se hace con
comunicación y consideración, lo disfruto. También es porque es una de las
pocas veces en que puedo soltarme y salir de mi cabeza. Me pierdo y me
descubro haciendo ruidos que me sorprenden, teniendo en cuenta mi
personalidad. Me gusta esa sensación de escapar.
Cuando se trata de hacer yo sexo oral, los sentimientos son complicados.
A veces hay chicos que me empujan la cabeza hacia su entrepierna, cosa que
decididamente no está bien. Ha habido veces en que lo he disfrutado porque,
de nuevo, me ha dado una sensación de control que me gustaba mucho; me
daba confianza porque entendía cómo proporcionar placer a alguien. Ahora
bien, si me dijeran que nunca más iba a poder chupar una polla, sin duda
sobreviviría. A mi última pareja seria no le gustaba que le hiciera sexo oral
porque no podía evitar verlo un poco degradante para la mujer y, en cierto
modo, yo estaba de acuerdo. Pero hay tan poquitos unicornios…
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supuesto que hablar ayuda, pero la verdad es que el viaje hacia el placer
sexual lo has de dirigir tú misma.
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ILUSTRACIÓN DE ARNELLE WOKER
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A veces, durante el sexo, me viene a la
cabeza mi padre.
— SALMA
SALMA
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LÍBANO
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intentar desmontar los tabúes que aprendimos mientras nos hacíamos
mayores.
Cuando estoy muy excitada me gusta bailar la danza del vientre para él. A
veces me pongo una falda larga y un sujetador. Otras lo hago sin el sujetador.
Me gusta que me bese en el cuello y me diga cosas cariñosas, y que eso le
lleve a besarme los pechos. Que me lama alrededor de los pezones y me los
chupe muy despacio mientras me mira a los ojos. Que después me siga
besando por el cuerpo hasta llegar a la vagina y al clítoris. Me gusta el sexo
oral, me excita mucho y me lleva al orgasmo.
Hemos trabajado que yo tenga orgasmos múltiples; es algo que él quiere
estimular en mí. Llego al orgasmo con el cunnilingus y después me penetra y
me vuelvo a correr.
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Nikki Peck es una artista que vive y trabaja en Vancouver, BC. Con la
mirada queer en primera línea, Peck examina en qué condiciones el acto de
dibujar (en concreto a lápiz y tinta) puede empoderar la sexualidad
femenina en la sociedad actual.@bonercandy69
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ILUSTRACIÓN DE NIKKI PECK
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Que dos parejas me hicieran gozar en
cuestión de veinticuatro horas fue
genial; me gusta rememorarlo cuando
me masturbo.
— JAYA
JAYA
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ECUADOR/AUSTRIA
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sexual consentida. Fue en plan: «Hala, esto me ofrece la posibilidad de unir
cosas que van conmigo. No tengo que satisfacer ningún estándar, deseo o
papel que pensara que se esperase de mí». Esa revelación me caló hondo pero
también me asustó. Me di cuenta de que tenía que entender mi sexualidad.
«¿Qué quiero?» es una de las preguntas más aterradoras y más liberadoras
que hay.
Una de las cosas de las que me di cuenta fue de que me sentía atraída
tanto por otros hombres como por mujeres, y de que quería tener relaciones
sexuales con ambos sexos de un modo ligero y alegre, sin mentir a mi pareja
ni verles a sus espaldas. Presioné mucho para tener una segunda relación que
fuera en paralelo a la que ya tenía. Pensé: «Esto es lo que quiero y voy a ir a
por ello».
Tengo un nuevo amante y estoy en el proceso lentísimo de permitir que
vaya surgiendo algo con él. Es como una bella danza, porque él es de origen
católico y es muy tímido en lo que a sexualidad se refiere. Para mí nunca se
trata solo de sexo, sino mucho más de la conexión.
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el otro no se sentirá herido ni montará un drama. Aquello fue una explosión
de orgasmos, arrancándonos la ropa y tirándola por el suelo.
Que dos parejas me hicieran gozar en cuestión de veinticuatro horas fue
genial; me gusta rememorarlo cuando me masturbo.
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ILUSTRACIÓN DE CANDIE PAYNE
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Por lo general, los penes me dan miedo.
Los penes de los hombres que me gustan
me dan igual, pero aparte de esos no
quiero ni ver, ni tocar ni coger ninguno.
— VI
VI
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LA INDIA
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También tenía trastorno de estrés postraumático como consecuencia de
abusos sexuales. La primera vez que abusaron de mí tenía nueve años.
Durante mi infancia sufrí una serie de abusos sexuales. Varias veces los
cometieron desconocidos; otras, personas en las que mi familia y yo
confiábamos. Como consecuencia de mi trauma por los abusos sexuales, me
gusta citarme solo con gente de mi edad. Los hombres mayores me provocan
repulsión y terror.
Me gusta llevar la iniciativa; me da mayor sensación de control. Diría que
me han rechazado el cincuenta por ciento de las veces pero siempre me alegra
que la otra persona esté lo bastante cómoda como para decir: «No quiero
hacer esto», y poder seguir adelante. Me gusta coquetear pero también ser
directa. Les pregunto si tienen condón, o cuándo se hicieron la prueba del
VIH. Si estoy lejos de casa, digo: «¿Quieres venir a mi habitación?».
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grande: creía que era algo de lo que me tenía que ocupar yo sola. Pero ahora
me doy cuenta de que si lo explico podemos tener mejor sexo.
Me gusta establecer normas para mí misma. Una de mis normas es que si
me acuesto con alguien quiero cogerle de la mano en público durante la hora
siguiente. Las últimas personas con las que me he acostado han estado de
acuerdo y nos hemos cogido de la mano. Ha sido muy agradable.
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ILUSTRACIÓN DE ANSHIKA «ASH». KHULLAR
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Me gusta más el sexo con mujeres que
con hombres: conectan más
emocionalmente.
— MARIA LIBRA
MARIA LIBRA
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FILIPINAS
Me gusta más el sexo con mujeres que con hombres: conectan más
emocionalmente y saben dónde tocar para conseguir el placer que deseas.
Soy de Filipinas, donde hablar de sexo es un gran tabú. Ahora que vivo
fuera, en Tailandia, me siento más segura hablando de ello.
Nunca tuve una charla sobre sexo con mis padres. Si salían escenas de
besos en televisión, cambiaban de canal. Estudié en un colegio católico muy
estricto en el que no se enseñaba educación sexual de verdad. Así son las
cosas en mi país. Allí suena mal incluso la palabra «condón».
Aprendí sobre el sexo viendo porno. Tenía quince años y quería saber
cómo pasaba. Hice una simple búsqueda de «porno gratis» o «ver porno en
línea» y fui dando un vistazo a lo que tenía buena pinta. «Ah, ¡así que esto es
lo que pasa!». Para mí fue incómodo porque pensaba que ver porno era algo
muy malo, un pecado.
Empecé a tocarme mientras leía fan fiction por internet. Me llevaba la
mano ahí abajo y me preguntaba por qué le gustaba a la gente. No sabía nada
del placer del clítoris. Eso lo descubrí cuando estuve con mi novia. Ella me
ayudó a explorar mejor mi cuerpo.
Ahora vivimos juntas. Nos pasamos la mayor parte del tiempo desnudas.
Normalmente soy yo quien lleva la iniciativa en el sexo, pero no soy una
persona directa, así que le doy muestras mostrándome tierna con ella y
tocándola, puede que jugando con sus tetas. Antes de que me baje la regla
suelo estar más cachonda. Además, si veo una imagen sexy o un espectáculo
en el que hay escenas sexis, siento como si tuviera que hacer sexo también.
Hay días en que solo necesito afecto y amor.
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Empiezo tocándola o besándola en sus zonas sensuales, las tetas o el
cuello, y sé que le gusta porque gime. Solo pienso en su placer y presto
atención a cómo reacciona.
Después le doy placer en el clítoris con los dedos. Primero jugueteo
alrededor y, si obtengo una respuesta positiva, lo toco directamente, trazo
formas, hago círculos, le doy golpecitos. O lo chupo. La dejo que gima a
gusto. Me centro en el momento. Nos miramos la una a la otra y eso nos hace
ver que estamos a salvo.
Cuando tocas demasiado el clítoris, hay un momento en que puede
hacerse demasiado placentero: ahí es cuando empiezo a follarla metiendo y
sacando los dedos. Uso entre uno y tres dedos; no uso más porque me da
miedo hacerle daño. O, si se hace cansado, le busco el punto G y le presiono
mucho la zona.
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Kate Philipson es una ilustradora gráfica autónoma de Londres. Sus
ilustraciones tienen un estilo femenino marcado de trazos enérgicos y
colores que explotan. Se inspira en la cultura popular, la fotografía de
moda y las novelas gráficas.@leopardslunch
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ILUSTRACIÓN DE KATE PHILIPSON
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Nunca se me ha ocurrido preguntarme si
he disfrutado. Puede que lo haga la
próxima vez.
— ROSE
ROSE
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ESTADOS UNIDOS
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función de la fase del ciclo en que estés, ahí abajo las cosas están diferentes, y
no sé qué es lo normal. No creo que las mujeres hablemos mucho sobre eso.
Me recorto el vello púbico pero no me rasuro ni me depilo con cera.
Alguna vez me han pedido que me quitara el vello púbico completamente.
Los hombres miran porno y esperan que las mujeres tengamos el aspecto y el
comportamiento de las que aparecen allí. Cuando era más joven intentaba
imitarlas: gemía fuerte cada vez que ellos embestían, sin motivo alguno.
Ahora intento sentirme segura de mí misma y no fingir nada.
Durante el cunnilingus, a veces soy capaz de bloquear esas
preocupaciones durante cinco segundos, pero después regresa todo.
Me pregunto de dónde vienen todos esos complejos. Me crie en el
cinturón bíblico de Estados Unidos y nunca recibí mucha información sobre
sexo más allá de que era algo malo que no debías hacer hasta que te casaras.
La única educación sexual que recibí fue sobre la abstinencia. No nos dejaban
salir de clase hasta haber firmado un contrato en el que decía que no
practicaríamos sexo antes del matrimonio. A todas las chicas nos daban unas
pulseritas donde decía: «Merece la pena esperar».
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Cuando se acaba, estoy contenta de haberlo hecho bien y de que haya
salido bien. Me hace sentir especial saber que he sido sexy y que él me
deseaba.
Nunca se me ha ocurrido preguntarme si he disfrutado. Puede que lo haga
la próxima vez.
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ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
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Trabajar como acompañante me ha
abierto un nuevo mundo de cosas que
me gustan.
— GRACE
GRACE
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AUSTRALIA
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implica que mientras no me duela y proporcione placer a la otra persona, yo
lo haré.
Casi siempre hago sexo oral: es un modo útil de conocer el pene antes de
que me penetre. Cuando el pene entra hasta el fondo de la boca, la lubricación
que se produce es muy agradable. Pero hay días en que es muy desagradable
que te la metan hasta la campanilla.
Cuando me hacen sexo oral puede pasar que me vengan a la cabeza
pensamientos no deseados. A veces pienso en un tío que me gusta y me he de
contener para no correrme demasiado pronto, ya que tiene que durar lo
bastante como para que el cliente tenga la sensación de haber amortizado el
dinero. O puede que de repente me ponga a pensar en cenas familiares, cosa
que no quiero de ninguna manera, así que me arranco de ahí volando.
También puede resultar algo confuso el hecho de obtener sensaciones
agradables de una persona por la que no te sientes atraída en absoluto o por la
que sientes rechazo.
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mañana siguiente me despertaba pensando: «No he ganado dinero y no me he
enamorado, así que ¿qué sentido tiene esto?».
Por encima de todo, deseo profundamente conocer a alguien con quien
pueda conectar tanto a nivel físico como emocional. Me siento increíblemente
cómoda estando desnuda y teniendo contacto físico con personas a quien
apenas conozco y que apenas me conocen. Pero lo que me parece erótico,
excitante, aterrador, nuevo y vulnerable es estar con alguien que de hecho sí
me conozca. Resulta que encontrar eso cuesta mucho más.
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ILUSTRACIÓN DE REGARDS COUPABLES
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Has de ser capaz de hablar de sexo
libremente, pero es un tema muy
delicado. Con los chicos pueden pasar
dos cosas: que les parezca sexy que te
sientas segura en ese tema, o que te
llamen puta, o zorra, o ramera.
— EMILY
EMILY
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AUSTRALIA
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Hay algo que pueda haserrr porrr usted», digo, pero siempre me sale fatal y él
se ríe de mí.
Me gusta que me den muchos besitos suaves y sugerentes por el cuello y
la oreja, aunque si me respiran al oído demasiado y demasiado pronto no me
gusta, me quita alegría interior. En ese momento resulta demasiado
estimulante, pero más adelante me encanta. Empezamos a liarnos, sin
demasiadas prisas ni agresividad. Nos tocamos un poco la cara, nos
agarramos el pelo, pero con suavidad; de lo contrario no me ayuda en
absoluto.
Nos miramos a los ojos para decidir rápidamente quién va a hacer sexo
oral a quién primero. Nos estamos haciendo algo mayores y a veces a él le
duele la espalda, así que se lo hago yo, o a mí me duele el cuello y es él quien
me lo hace.
Empiezo a besarle por el cuello y después voy bajando lentamente, en
función de cuánto quiera calentarle. Normalmente le beso por los muslos,
después los huevos, después subo por el pene y bajo por él. Si estoy
especialmente provocativa, dejo el pene y vuelvo a las zonas circundantes.
Hay algo de poderoso en verlos reaccionar como quieres: si tocas aquí o allá y
se ponen como locos, es bastante divertido. Me gusta sentirme poderosa en el
dormitorio. Me fascina esa relación que hay entre el poder y el disfrute.
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de mis ex les incomodaba mucho hablar de sexo, por eso ya no forman parte
de mi vida.
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ILUSTRACIÓN DE ELSA ROSE FRERE
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A lo mejor estamos en la cumbre de la
excitación y casi aprieto los dientes de
rabia y le digo cuánto la quiero… A
veces casi le hago daño, no lo puedo
evitar.
— ALESSANDRA
ALESSANDRA
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ITALIA
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Normalmente, cuando está casi desnuda me pide que me quite la ropa.
Eso me pone mucho. Es una sensación increíble, una sensación de
confirmación de que quiere ver mi cuerpo desnudo, disfrutar de él.
Me podría pasar todo el acto sexual mirándole los labios. Es muy verbal:
«¿Me puedes hacer eso más?» o «Me gusta eso que estás haciendo». Mola
mucho que confíe en mí lo bastante como para verbalizar lo que la satisface,
sin vergüenza, sin miedo, sin reservas.
Me gusta estar encima de ella observando cómo su cuerpo se mueve y se
convulsiona bajo el mío, mirándole los pechos. Hago un vaivén que emula el
movimiento del sexo heterosexual cuando el hombre penetra a la mujer. Hay
poder en ese movimiento; me visualizo con un pene, pensando que me
gustaría depositar mis genes dentro de su cuerpo.
Ella es eyaculadora y me aseguro de que pase cada vez que lo hacemos.
Me gusta tener una prueba visual de que se lo ha pasado bien. Antes casi le
daba vergüenza, y me alegro de haber sido capaz de tratarlo con ella. Me
encanta lo que le pasa a su cuerpo cuando tiene un orgasmo.
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Sabrina Gevaerd es una ilustradora brasileña que reside en Londres. Le
gusta explorar la intersección que hay entre la vida y la magia, con
elementos que van desde los rasgos femeninos hasta los
animales.@sabrinagevaerd
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ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
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Es verdaderamente nuevo para mí.
Incluso llevando tres años de relación,
aún estoy acostumbrándome a esa idea
de «hacer el amor» en lugar de
«practicar sexo».
— LISA
LISA
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AUSTRIA
Tengo una relación con un chico italiano. Para él no se trata de practicar sexo
sino de un deseo real de estar muy cerca de la persona a la que amas. Eso es
verdaderamente nuevo para mí. Incluso llevando tres años de relación, aún me
estoy acostumbrando a esa idea de «hacer el amor» en lugar de «practicar
sexo».
En el pasado, siempre estuve muy centrada en complacer a los hombres,
no pensaba en mí. Creo que era como consecuencia de un comentario que oí
de adolescente: «Si no hay buen sexo, la relación está acabada». Me han
martilleado que para conservar a un hombre tenía que hacer un buen papel.
Además, he estado con muchos hombres que habían visto demasiado porno, y
yo hacía lo que me parecía que les gustaba hacer, en lugar de decirles: «Si
vuelves a hacer eso creo que vomitaré».
A los hombres les parece buena idea cogerte la cabeza y empujártela hacia
ellos cuando les estás haciendo una mamada, porque es lo que aparece en
todas las pelis porno. La de veces que me vinieron arcadas y pensé que iba a
vomitar en cualquier momento, con lágrimas corriéndome por las mejillas.
Pero seguía porque pensaba que eso era lo que les daba placer a ellos. Aunque
después hubiera sexo, no había puta manera de que me corriera porque estaba
muy afectada por lo que había pasado antes.
Me sorprendió mucho que mi novio italiano no hiciera eso. Recuerdo la
primera vez que le hice una mamada; no se corrió como habían hecho todos
los demás. Pensé que estaba haciendo algo mal, pero él dijo: «No, quiero
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verte, mirarte a los ojos. Estás haciendo algo por mí y quiero tocarte y verte.
No es un sube y baja mecánico». Ahora casi estoy un poco insegura por no
ser un objeto. He de descubrir quién soy en materia de sexo: antes hacía un
papel.
Normalmente soy yo quien lleva la iniciativa. Me acerco a él, me siento
encima suyo y le susurro alguna fantasía al oído. O me desnudo delante de él,
o salgo del lavabo y dejo caer la toalla. Pero a partir de ahí quiero que se haga
cargo él. Si no lo hace, o si no está de humor, me siento rechazada. Dentro de
mí hay una voz que pregunta: «¿Qué he hecho mal? ¿Soy lo bastante buena
en la cama? ¿No soy lo bastante atractiva?».
Cuando me hace sexo oral soy un poco reservada. No quiero ponerle en
una situación que pueda no gustarle, y me preocupa mucho cuánto pueda
tardar en correrme. Me preocupa que piense que no estoy disfrutando.
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Mattia Cavanna es un ingeniero italiano que reside en Washington,
D. C. En su tiempo libre, es un galardonado pintor especializado en pintura
al óleo.@mattia_17771
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Pasé cinco o seis años imaginando que
padecía una enfermedad que me impedía
tener orgasmos. Después, a los
veinticuatro, tomé la decisión consciente
de explorar esa parte de mí porque la
sensación era que tenía una mano pero
no la utilizaba.
— OLGA
OLGA
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RUSIA
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fuera, pasaría más tiempo besando. No me gusta demasiada lengua pero me
gusta de veras cuando nos mordemos los labios mutuamente.
Mi último novio me hacía sexo oral pero no quería que yo se lo hiciera a
él, decía que la tenía «demasiado sensible». Yo pensé: «Madre mía, he
encontrado al hombre perfecto». La primera vez que me hizo sexo oral fue
incómodo para mí. «¿Por qué estoy tardando tanto?». A veces me venían a la
cabeza pensamientos del todo irrelevantes: «¿He enviado aquel correo?».
Al cabo de cuatro semanas, me decidí: «Voy a decirle unas cuantas cosas
sobre el sexo». Le dije que me preocupaba tardar demasiado en correrme y
que no siempre me corría cuando practicaba sexo. Para mí, decir aquellas
cosas era inaudito. Recuerdo que me puse a temblar, pero seguramente fue lo
más valiente que he hecho en mi vida personal. Estoy muy contenta de
haberlo hecho porque entonces me dijo que a él también le pasaba una cosa
rara. Le encantaba que le apretaran los huevos muy fuerte; si se los apretabas
lo bastante fuerte era capaz de correrse, ¡cosa que nunca habría descubierto
sola! Fue un intercambio de impresiones increíble.
La mayoría de veces me corro con el cunnilingus. Me gusta que me hagan
muchos movimientos circulares en el clítoris y que me metan un dedo
mientras me pellizco los pezones. Eso lo aprendí de una pareja a quien le
gustaba el BDSM. Me ponía abrazaderas en los pezones. Al principio me
daba un miedo tremendo pero ahora me gusta, y cuando me las quitan
también me gusta, aunque por otro motivo.
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más excitante? Empiezo a pensar en maneras de ponerle un poco de pimienta
al asunto… interpretar papeles, o hacerlo en lugares diferentes, como cuevas,
campos, playas.
Me gusta quedarme echada sobre él, con la cabeza sobre su pecho, mucho
rato después, con él todavía dentro. Para mí, esa es casi la mejor parte, como
la mañana después de Navidad: has abierto todos los regalos, el jaleo, el
alboroto y la cena ruidosa se han acabado, y tú estás allí disfrutando del
momento. Ya no va a haber más sorpresas, ya no esperas nada más, solo paz y
tranquilidad.
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ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
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Me pregunto si es racista tener
preferencias sexuales por determinadas
razas. Yo creo que sí lo es: la atracción
surge de alguna parte, no existe en una
burbuja.
— ELISIA
ELISIA
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SINGAPUR
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Me imagino que esa persona está en una habitación de hotel y voy a
visitarla. Resulta muy halagador desde el principio, con contacto físico
constante. Él o ella me abraza, juega con mi pelo; nos sentamos en el regazo
del otro. Es dulce y hay conexión, pero también hay siempre urgencia, una
especie de: «Hace tanto tiempo… He echado mucho de menos tocarte y que
me tocaras», creo que porque hace mucho tiempo para mí.
En los últimos dos meses he engordado un poco y si tengo los ojos
abiertos la cosa se complica algo más, ¡y eso no está nada bien porque
estamos en la era del feminismo! A veces la barriga se pone de por medio o
me rozo el muslo con la mano y pienso: «¡Puaj! ¡Qué blando!». Cuando pasa
eso, exagero aún más los halagos en mi fantasía o hago que mi pareja se
centre en esa parte con amor. En mi cabeza, puede que me dé un mordisquito
en la barriga o me arañe el muslo.
Tengo una fijación oral: a veces me muerdo los labios o me meto la mano
en la boca. Cuando estoy cerca del orgasmo, la boca se me pone hipersensible
y si me paso la lengua por los dientes no parece que sea mi boca, sino la de
otra persona, o el cuerpo de otra persona; y si me paso la lengua por la cara
interna de la mejilla casi puedo correrme.
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fregar platos. Mientras practicaba sexo con mi pareja, recordaba esas cosas y
pensaba: «Sí, sí, que te den por culo», lo cual está fatal.
Me pregunto si es racista tener preferencias sexuales por determinadas
razas. Yo creo que sí lo es: la atracción surge de alguna parte, no existe en
una burbuja.
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ILUSTRACIÓN DE TINA MARIA ELENA BAK
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Tenía problemas con mi imagen
corporal; no me sentía lo bastante mujer
ni lo bastante humana. Había decidido
que no podía explicar a nadie que me
habían practicado la ablación y que el
matrimonio no era para mí. No recuerdo
estar enfadada; era más bien una
aceptación apática del destino que
también notaba en otras facetas: «Mi
vida y yo, en muchos sentidos, estamos
malditas».
— WAMBUI
WAMBUI
— 32 —
KENIA
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recuerdo estar enfadada; era más bien una aceptación apática del destino que
también notaba en otras facetas: «Mi vida y yo, en muchos sentidos, estamos
malditas».
Al final conocí a alguien y nos casamos. Sexualmente él era amable e
intentaba hacerme sentir cómoda, pero aun así a mí me costaba mucho. Él
sabía que no me sentía lo bastante mujer. Me decía: «Solo quiero que te
tumbes en la cama, quiero mirarte», pero nunca pude hacerlo. No soportaba
abrir las piernas y que alguien me mirara porque la primera vez que había
ocurrido me habían mutilado. No podía practicar sexo de día, solo en la
oscuridad y bajo las sábanas. No quería mirar mi cuerpo, y mucho menos que
lo mirara otra persona.
Practicábamos sexo con penetración pero yo no estaba mojada y su cuerpo
me rozaba contra la cicatriz. Apretaba la mandíbula con fuerza esperando a
que se acabara. Tres meses después de que nos casáramos se mató en un
accidente de coche. Una de las cosas que pensé fue: «Uf, al menos ya no
tengo que hacer más sexo», y eso me rompió el corazón.
Después decidí evaluar la situación. Tenía solo veintiocho años. Sabía que
tenía un trauma psicológico, así que me puse a buscar asesoramiento; pero
también sabía que lo que me habían arrebatado físicamente era una parte
importante del sexo y me preguntaba si había alguna solución para la MGF.
En 2017 me sometí a cirugía reconstructiva. El paquete incluía también
terapia y varias sesiones con un sexólogo.
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pusiera la cara ahí abajo. Ahora ya no me da miedo que me vean y abro las
piernas como un paraguas. «Tómame. Tómame entera. Obra tu poder».
Mi pareja sabe lo mucho que disfruto el sexo oral y, viendo el entusiasmo
con que me lo proporciona, puedo decir que solo quiere que sea feliz. Me
gusta tanto que intento no correrme demasiado rápido; cuanto más aguanto,
más tiene que trabajárselo él. «¡Quiero quedarme aquí el resto de mi vida!».
Mis orgasmos son como fuegos artificiales: son explosivos, una
convulsión tras otra y tras otra, como si me electrocutara, hasta que llega la
más grande, y entonces me da la sensación de que me voy a morir.
Mi pareja alterna el sexo oral con la penetración, así que estoy muy
excitada y mojada. Es mágico. Estoy en mi propio mundo de Alicia en el País
de las Maravillas, viendo burbujas: no pensamientos, solo placer puro y duro.
Es una especie de vacío y de estar en ese momento que nunca había
experimentado.
Esta ha sido una época de asimilar completamente lo que la MGF me
había arrebatado y lo que podría haberme perdido el resto de mi vida. Pero me
entristece que haya mujeres que pasen por la vida con tantas dificultades. Sé
que la historia de la horrible vida sexual que tenía antes es la historia de
muchas mujeres.
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ILUSTRACIÓN DE KIM THOMPSON
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El sexo me parece divertido. Cuando me
corro, me río; cuanto mayor el orgasmo,
más descontrolada la risa.
— NOÉMIE
NOÉMIE
— 33 —
FRANCIA
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años quería conquistar a tantos chicos como pudiera! Pero nunca fui capaz de
acostarme con desconocidos o de tener rollos de una noche: era demasiado
romántica.
Con todo, aunque crecí con la idea de que el sexo era sano, en mis
primeras experiencias sexuales pasó una cosa que me hizo creer que una
mujer tenía que satisfacer sexualmente a un hombre para que él la amara. No
estoy segura de por qué. Probablemente porque tuve un padre muy liberal
pero muy dominante y eclipsante. Ahora justo empiezo a salir del patrón de
«Conmigo vas a tener el mejor sexo de tu vida y por eso me querrás más» y
centrarme en disfrutar del sexo, pedir lo que me gusta y respetar mis límites.
Mientras practico sexo, por mi cabeza pasan un montón de imágenes.
Normalmente solo me corro con el cunnilingus porque me permite
trasladarme al mundo de la fantasía. A menudo tengo una fantasía lesbiana, o
recuerdo grandes escenas de sexo buenísimo con mis exparejas (no es a
menudo, pero ha sucedido), o imagino una situación de sexo con un
desconocido. A veces, si el sexo es realmente genial, no necesito nada y
puedo perderme en el momento.
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Creo que soy una mujer insegura en un mundo de hombres que disfruta
mucho del sexo e intenta sentirse más empoderada.
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ILUSTRACIÓN DE REGARDS COUPABLES
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No creo que se hable lo bastante sobre
sexualidad y discapacidad.
— HOPE
HOPE
— 33 —
CANADÁ
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Fantaseo con mi exnovio, a quien no veo desde hace ocho años. La verdad
es que cuando estábamos juntos no tenía tiempo para mí, literalmente. La
última vez que le vi tenía un tiempo límite y no paraba de mirar el móvil y el
reloj. Ojalá hubiéramos podido tener una experiencia en la que él no pensara
en las otras cosas que tenía que hacer, o no saliera corriendo hacia su
siguiente cita. En mi fantasía, él saca tiempo para mí, no solo por mí, sino
porque realmente lo desea, y me penetra y no me duele.
El sexo siempre me ha dolido. Tengo una endometriosis intensa y el útero
en retroversión, lo que significa que mi útero descansa sobre el recto, no sobre
la vagina, pero hasta el año pasado no me lo diagnosticaron. Creo que nunca
he tenido una relación sexual sin dolor.
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en un tono tan humillante. Decía cosas como: «Escúpeme en la polla», cosa
que tampoco haría nunca.
Mucha gente cree que las personas discapacitadas o no pueden tener sexo
o no son sexuales. Vi una TED Talk de Danielle Sheypuk, una terapeuta que
va en silla de ruedas, en la que decía: «Tenemos unos círculos sociales
fabulosos, unas carreras estupendas y unas familias que nos quieren. Pero
cuando se trata de nuestra autoestima, de nuestra autoestima a la hora de salir
con alguien, hay que buscarla en la alcantarilla».
En mi caso, ese aspecto de mí todavía me cuesta mucho.
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ILUSTRACIÓN DE RACHEL GADSDEN
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Soy una soltera poli(amorosa). Me
acuesto con varias personas y cuento
con el amor y el apoyo de una novia y
un novio. Es pura magia.
— LINDA
LINDA
— 33 —
REPÚBLICA CHECA
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velocidad, diferencia de intensidad. A mí, como mujer, no es lo que me
funciona. Yo soy más del palo: «Pásate media hora haciéndome lo mismo».
Me encanta dar placer a un chico con la boca. A la mayoría de hombres
les gusta mucho que les hagan mamadas; no pueden más que entregarse. Creo
que cuando nos entregamos accedemos a un lugar mágico y quiero que la
gente lo experimente. Es veneración. Pienso: «Vaya, es todo un honor que me
hayas dejado hacerte esto».
A mí me cuesta entregarme con el cunnilingus. Cuando me lo hacen, lo
primero que pienso es una cosa que me pasó cuando tenía once años. Mi
hermana tenía un novio muy majo y a veces me sentaba en su regazo y nos
abrazábamos. Si mis padres no estaban en casa, él me desnudaba y me
chupaba. Yo pensaba que teníamos una relación y que estaba avanzando hacia
convertirme en una adulta. Sabía que tenía que mantenerlo en secreto porque
él era el novio de mi hermana. Durante mucho tiempo no supe que aquello era
abuso sexual. Más adelante me di cuenta de que mi depresión, mi trabajo, mi
gran sexualidad desde muy jovencita, todo estaba relacionado.
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Con la penetración, sin duda siento el poder de la feminidad. De que
podemos recibir mucho y estar bien. De todo lo que nuestros coños son
capaces de hacer: ser follados, dar a luz bebés, tener la regla. Cuando lo
pienso, estoy orgullosísima de ser mujer y de experimentar esa intensidad y
ese gran abanico de emociones.
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ILUSTRACIÓN DE SOFIE BIRKIN
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Creo que no he disfrutado del sexo en
mucho tiempo… Supongo que está de
capa caída por muchos factores, pero
sobre todo porque me cuesta aparcar a la
«mamá» para ser la «amante».
— HOLLY
HOLLY
— 35 —
INGLATERRA
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Nos besamos lo mínimo. Ahora lleva barba y la verdad es que no me va.
Debería ser sincera y decírselo.
Antes le hacía sexo oral, pero ahora ya no tanto. Tengo complejos. En el
colegio, los chicos solo me consideraban su amiga. No era una posición fácil,
y aún le doy vueltas en la cabeza. En los últimos dos años de secundaria
estaba enamorada de un chico pero él no sentía lo mismo por mí. Un día, en
una fiesta, nos enrollamos en un lavabo y le hice sexo oral. En la siguiente
fiesta, uno de sus amigos me dijo: «¿Quieres venir a esa habitación?»; fuimos
y volvió a pasar lo mismo. En otra fiesta, una chica me dijo: «¿Sabes? Todos
hablan de ti y de lo que pueden conseguir de ti». Lo hizo con mala intención
pero para mí fue una epifanía. En mi cabeza, con mi marido, me siento como
aquella alumna de secundaria de diecisiete años. Es extraño que esté saliendo
ahora.
Él va directo a hacerme el sexo oral. A veces me ayudo con los dedos para
llegar al orgasmo. Si lo hago, entonces le atraigo hacia mí y lo quiero dentro.
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Su actitud hacia mí es muy diferente al día siguiente de habernos
acostado: está mucho más demostrativo y amoroso, me dice que me quiere.
«¿A que es guapa vuestra madre?», les dice a los niños. Tiene la sensación de
que no soy la reina de hielo. En general, me muestro muy distante con él; lo
hago por supervivencia, para que no piense que tiene una oportunidad.
A mí me encantaría que me hiciera arrumacos y ya, pero él no viene a
abrazarme porque sí: solo lo hace si eso conduce al sexo.
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ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
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Tengo sueños en los que me masturbo.
En algunos me corro pero en otros no
puedo: me masturbo y me masturbo
pero no puedo llegar al orgasmo y es
muy frustrante. Normalmente estoy
escondida, mi madre está por allí cerca y
tengo muchas ganas de correrme.
— MÓNICA
MÓNICA
— 36 —
ESPAÑA
Solo me he corrido una vez con un chico. Normalmente lo finjo: respiro algo
más rápido, hago un poco de ruido y digo: «Sííí, he llegado».
La última vez que me acosté con alguien fue hace un año, con mi ex, el
Tío de los Cinco Minutos. En cinco minutos se corría; después se tumbaba y
se ponía a mirar el móvil. No se dedicaba en absoluto a mí. Cada vez que
pasaba eso, yo me sentía como una imbécil. «¿Pero qué coño estoy
haciendo?». Después él me decía: «¿Quieres correrte o no? ¿Estás bien?». Y
yo pensaba: «¿Se puede saber qué clase de pregunta es esa? ¡Esa no es
manera de preguntar, joder!».
En mi familia nunca se hablaba de sexo. No se podían hacer preguntas;
como si se supusiera que habías nacido sabiéndolo todo. Tenía que esconder a
mis novios. Pero ahora estoy entusiasmada por estar abriéndome y
liberándome. Tengo un amigo, el Tío Orgías, que está muy liberado, y un día
me dijo: «Siempre he sido muy sexual, me gusta jugar y hacer que la gente se
sienta bien». Eso me inspiró.
Tengo mucho apetito sexual. ¡¿Quieres ver mi consolador?! Es un conejo
rosa rampante. Me encanta mi conejito. Hay semanas en que no quiero salir
de mi habitación.
Me imagino a los chicos con los que me envío mensajes. Estoy en Tinder.
Es horrible; la primera vez que lo abrí me pasé el día riéndome. Es un
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mercado de carne. Se puede pasar muy rápido de decir hola a enviar fotos
tuyas desnuda.
Tuve un sueño caliente con un chico con el que me enviaba mensajes. Se
lo expliqué y me envió dos fotos en las que se le veía el pecho y un poquito
del pene. Tenía un lenguaje corporal supersexy. Me puso cachonda. Después
me envió una foto de la polla y pensé: «A la mierda, voy a enviarle fotos.
Quiero hacerlo. Todo el mundo lo hace; no quiero ser la rara».
Me puse mi camisón sexy; me excitaba dejarme puesto algo de ropa. Me
hice la foto después de masturbarme, con la corrida aún en los dedos. En otra
jugué con los espejos para que no se me viera la cara, solo toda la espalda y el
culo. Y había una de mí boca abajo en una pose sexy con el consolador al
lado. Me sentó de maravilla hacerlo. No sé por qué me había puesto tantas
trabas al respecto hasta entonces.
Un tío me ha explicado que es un cornudo; quiere ver cómo me acuesto
con otro. No parece un pervertido inquietante. Me ha enviado unas cuantas
historias y vídeos porno para que vea lo que le pone. Me parece muy
interesante y excitante, y tengo muchas ganas de probarlo. Creo que me
ayudará a abrirme.
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placer al proporcionárselo a ella. O veo vídeos de sexo a la fuerza en lugares
públicos, aunque evidentemente no es sexo a la fuerza real.
Aunque lo que más utilizo es la fantasía: soy capaz de imaginar cosas
mucho mejores que el porno barato.
El consolador es intenso. Lo utilizo en el clítoris por encima de la ropa
interior, ya que directamente sobre la piel puede ser demasiado fuerte, sobre
todo cuando cambio las pilas. Cuando tengo un orgasmo es como si fuera a
explotar. Lo siento una vez, y otra, y otra. Me corro, me corro, me corro. Un
orgasmo puede durar todo un minuto.
Tengo sueños en los que me masturbo. En algunos me corro pero en otros
no puedo: me masturbo y me masturbo pero no puedo llegar al orgasmo y es
muy frustrante. Normalmente estoy escondida, mi madre está por allí cerca y
tengo muchas ganas de correrme.
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ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
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No creo que haya nadie que no disfrute
cuando le hacen sexo oral. ¡Sí, sí, sí, por
favor!
— SOPHIE
SOPHIE
— 36 —
IRÁN
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épocas, programamos el sexo, y claro, no es lo más placentero, pero evita que
nuestra vida sexual vaya cuesta abajo en nuestra relación monógama.
Cuando llega el momento, nos preparamos, nos damos una ducha rápida,
nos lavamos los dientes y preparamos mi vibrador, el lubricante y pañuelos de
papel. Me pongo un modelito sexy, nos tumbamos en la cama el uno junto al
otro y empezamos a besarnos directamente.
Yo soy extremadamente sensible al tacto. Me encanta cuando su cuerpo
roza el mío. La espalda y los muslos son las partes que tengo más sensibles.
Cuanto más suave la caricia, más me gusta; lo complicado es hacer entender a
mi pareja el grado de delicadeza que quiero que tenga.
No creo que haya nadie que no disfrute cuando le hacen sexo oral. ¡Sí, sí,
sí, por favor! Una caricia suave y húmeda con la lengua es mucho más
deseable en tus partes íntimas que un tío de dedos ásperos que piensa:
«Cuanto más rápido, mejor».
Cuando me hacen sexo oral, pienso: «Dios, este tío es el más atractivo y
encantador del mundo». Un pensamiento absurdo, puesto que lo he tenido
sobre todos y cada uno de los chicos que me lo han hecho, aunque, teniendo
en cuenta lo sensible que soy al tacto, supongo que no es tan raro.
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Para mí, llegar al orgasmo de una manera o de otra no representa un gran
problema.
Por lo general, me gusta mucho más la parte en la que no hay penetración:
tocar con suavidad, chupar… Durante la penetración me vienen a la cabeza
todo tipo de pensamientos que me distraen y que nunca aparecen en otras
fases del sexo. Ha habido muchas veces en que he deseado que el tío se
corriera más rápido y me soltara.
Durante el sexo, me deleito con mi cuerpo. Cuando me pongo un modelito
sexy no es para impresionar al chico, sino para excitarme yo. A menudo
utilizo espejos para intentar verme desde los mismos ángulos en que me ve él.
Hubo una época en que pensaba: «Quizás sea bisexual». Probé con unas
cuantas mujeres y llegué a la conclusión de que, aunque me gusta el sexo con
mujeres, soy hetero al noventa por ciento.
Creo que la liberación sexual es empoderadora.
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ILUSTRACIÓN DE JEMIMA WILLIAMS
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A los chicos que no saben dar placer a
una mujer se les ha de explicar. Cuando
estaba con chicos que no me tocaban
bien, les cogía la mano y les mostraba
cómo hacerlo. Les decía: «Tienes que
tocarme así».
— ZAYE
ZAYE
— 36 —
MALASIA
Una vez, uno de mis amigos me llamó ninfómana porque me gusta mucho el
sexo.
—Tienes que hacértelo mirar porque siempre tienes tantas ganas… —me
dijo.
—Que las mujeres seamos sexualmente activas no es malo, y no tenemos
por qué avergonzarnos de ello —respondí.
En tanto que malaya musulmana, aprendí que no debía haber sexo antes
del matrimonio porque llevaría la vergüenza a mi familia. Ellos creen que el
sexo es algo precioso y que solo debería darse con la única persona a la que
amas. Pero, conforme iba haciéndome mayor, les decía a mis amigas que
quería descubrir lo que me gustaba; si no exploraba, ¿cómo iba a saberlo?
Mi novio y yo llevamos ocho años juntos. La gente nos pregunta por qué
no estamos casados ni vivimos juntos, a lo que respondemos: «¿Por qué
habríamos de hacerlo si así nos llevamos tan bien?». Nunca nos hemos
aburrido. ¡Supongo que los dos tenemos la libido alta!
Me encanta mirarle. Cuando me pregunta por qué le miro, respondo:
«Porque tengo mucha suerte. Me encanta mirar cada centímetro de ti». Le
quiero de veras.
Cuando tengo ganas de sexo, se me escapa una risita. O lo suelto sin
avisar.
—¡Pero si es mediodía! —me dice él.
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—¿Y qué? —respondo yo.
Nos enviamos muchos mensajes sexuales: «Tú estás en tu cama y yo en la
mía, así que uno de los dos está en la cama equivocada», o le hago una foto a
mi ropa interior y escribo: «Me la he quitado. ¿Cuándo vienes?».
Que un hombre no sepa besar y acariciar bien a una mujer, despacio y con
suavidad, como si la adorara, debe de ser horrible. Besar y acariciar son la
clave. Mi novio da unos besos muy dulces. Me encanta cuando me besa y me
va acariciando lentamente hasta bajar a mis pechos. Disfruto de todas sus
caricias.
Cuando ya me ha puesto cachonda y húmeda, me toca el clítoris o me
come. ¡Cuando me come tengo todos los orgasmos del mundo! A veces me
dice: «Yo aún no he acabado», y eso me pone mucho pero le aparto y le digo:
«Ahora me toca a mí». Entonces le voy besando y voy bajando hacia su pene,
disfrutando de sus puntos débiles: los lóbulos de las orejas, los pezones y la
barriga. Cuando le acaricio la cara interna de los muslos, gime: «Dios…» y
entonces me lo como hasta que ya no puede aguantar. Me encanta. A veces
tengo que decirle: «Ya vale. ¡Estoy deseando tenerte dentro!».
Ha habido veces, y nos reímos de ello, en que voy tan liada en el trabajo
que cuando le hago una mamada me pongo a pensar en eso. Yo se lo cuento:
prefiero ser sincera y decirle que tiene que distraerme.
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y llegar al orgasmo, aunque solo con él; con los chicos con los que estuve
anteriormente no me pasaba.
Hemos hablado de si quizás soy tan activa sexualmente porque estuve
expuesta desde muy pequeña. Abusaron sexualmente de mí de los siete a los
doce años. Mi propio hermano me tocaba, decía que me estaba enseñando.
Me di cuenta hace tan solo un par de años; me vino un flashback y empecé a
temblar. He tenido que ir a terapia durante un año. Debía sacarlo y
solucionarlo. Le dije a mi hermano que recordaba lo que había hecho y me
pidió perdón. Supongo que lo hemos superado.
Me dije que no puedo cambiar el pasado. Soy como soy. Estoy muy
agradecida por haber contado con el apoyo de los mejores amigos y de la
mejor hermana que se puedan tener.
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ILUSTRACIÓN DE ALPHACHANNELING
Página 98
Si voy a darme placer, me gusta
ducharme y puede que fumar hierba
para ponerme a tono.
— MARY
MARY
— 36 —
KENIA
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acercamiento. Él se toma su tiempo preparándolo todo: saca el aceite de
masaje, enciende velas y después se ofrece a hacerme un masaje. Por mi
parte, soy más del ardor del momento: me lanzo a por ello tocándole o
besándole de un modo concreto.
Si me dice que está cansado, siempre lo entiendo. Recuerdo cómo me
sentía cuando estaba cansada y me hostigaban para que practicara sexo. Si
está cansado, voy a buscar mi juguete sexual. Tuve mi primer orgasmo con
treinta y un años, con un juguete sexual y, guau, fue una sensación de
satisfacción enorme.
Si voy a darme placer, me gusta ducharme y puede que fumar hierba para
ponerme a tono. Después veo porno. Mis gustos varían: ahora mismo disfruto
viendo películas homosexuales; la semana pasada era BDSM. Uso mi
vibrador. Puedo llegar al orgasmo fácilmente tumbada boca arriba, aunque
cuando me pongo a cuatro patas los orgasmos son increíbles.
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impactó muchísimo. Cuando estoy al filo siempre lo rememoro, aunque en mi
fantasía siempre me lo hace mi marido. Una vez apareció en la fantasía la
persona que me había hecho el masaje pero perdí todo interés.
Cuando he acabado, tengo la sensación de que podría dormir ocho horas
seguidas.
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ILUSTRACIÓN DE KaCeyKal!
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Debo de funcionar mal.
Debo de estar mal hecha.
— MAI
MAI
— 36 —
GALES
Página 104
provocar incontinencia («Tal vez te vaya bien llevar un par de compresas en
el bolso»), o una cirugía total, que era carísima. Mi marido dijo: «¿Estas son
las opciones que tienes? ¡Pero si son todas horribles!».
El año pasado di a luz. Desde entonces no hemos probado mucho lo de
practicar sexo. Ni que decir tiene que estoy agotada, pero ha llegado un punto
en que es casi una fobia. Ha habido veces en que mi marido me ha besado y
yo me he puesto muy nerviosa, me he sentido acorralada. A veces se da
cuenta, y debe de ser horrible que al acercarse a su esposa vea el pánico en
sus ojos. Y es que me preparo para el dolor, aunque también para la
vergüenza y la decepción.
Mi marido es maravilloso pero a veces se enfada conmigo y está
resentido. Ya hace años que vivimos esta situación. Y no le culpo. Siempre ha
sido increíblemente sexual; el sexo le interesa incluso desde un punto de vista
intelectual. Nuestra tercera cita fue en el club sexual El Jardín de las Torturas.
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entienda que es una cosa seria pero que eso no le suponga un peso, porque
creo que ahí es donde me he equivocado yo.
Pero voy a seguir intentándolo una y otra vez hasta que las cosas mejoren
al menos un poco. Estoy en un viaje personal: leo libros e intento seguir
explorando esa faceta de mi vida. Solo espero no estar atascada en el barro y
con las ruedas patinando.
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ILUSTRACIÓN DE NAOMI VONA
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Me dan mucha rabia los hombres que se
aprovechan de las mujeres o que utilizan
su tendencia «dominante» para ser
egoístas y brutos, y a veces me pregunto
si esa rabia no será hacia mí misma,
hacia el tipo de hombre que quizás sería
yo.
— JESSICA
JESSICA
— 36 —
CANADÁ
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darme cuenta de que también me gusta que el sexo sea un poco más duro: que
me azoten en el culo, que me pongan las manos alrededor del cuello y
aprieten, ese tipo de cosas.
Antes me hacía enfadar que un hombre simplemente se identificara como
dominante; ahora me voy dando cuenta de que me siento muy atraída por los
hombres dominantes. No obstante, me siento muy dividida ante esta idea.
Aunque me gusta someterme, pago un precio emocional, y eso comporta dar
demasiado de mí misma. Para mí todo es bastante nuevo y el instinto me dice
que vaya en otra dirección, que no me adentre por ese camino. Pese a todo, el
tema me fascina.
Cuando empiezo a hacer sexo oral me excita mucho pero al cabo de un
rato empiezo a pensar: «Vale, a ver si se corre rápido. Que me está cogiendo
rampa en la pierna; ¿se corre ya o qué? Venga, hombre, córrete ya, por el
amor de Dios». Yo digo que el límite legal debería estar en los siete minutos.
Cuando era más joven no disfrutaba con el cunnilingus: no podía dejar de
pensar en si olía bien, en si tenía buen gusto, en si se acercaba demasiado al
ano. Ahora sí que disfruto, siempre que me lo hagan bien. A menudo, cuando
me lo hacen, solo intento correrme. Voy pensando en fantasías para ayudarme
a correrme más rápido. Cuando ellos tardan demasiado yo me impaciento, y
asumo que ellos piensan lo mismo.
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lo alto de una torre de agua muy alta con una chica preciosa. Le estoy dando
desde atrás y ella está muerta de miedo, inclinada sobre la barandilla a mucha
altura del suelo. Una vez, en la vida real, probé a subir a una torre de agua,
pero me dio miedo y tuve que bajar. No tengo ni idea de por qué eso acabó en
mi biblioteca de fantasías. Me dan mucha rabia los hombres que se
aprovechan de las mujeres o que utilizan su tendencia «dominante» para ser
egoístas y brutos, y a veces me pregunto si esa rabia no será hacia mí misma,
hacia el tipo de hombre que quizás sería yo.
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ILUSTRACIÓN DE EMILY MARCUS
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A veces me centro en la luz de la
habitación. Entonces cierro los ojos, la
llevo al interior de mi cuerpo y la
transporto hasta mi vagina.
— CELESTE
CELESTE
— 38 —
COLOMBIA
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En Colombia no hay fiestas de ese tipo y encontrar amantes es muy
diferente, de modo que aquí es donde vivo mi otra cara, y lo hago a través de
la danza. Latinoamérica es muy católica, pero con las telenovelas, los boleros
y la salsa también tenemos una fuerte influencia del drama tipo «el amor
apasionado solo hace daño».
En la salsa te dejas llevar y te entregas al otro. Está coreografiado: has de
seguir las reglas y los pasos, y es muy patriarcal, ya que siempre lleva el
hombre. Pero a veces puedes cambiar ese patrón y proponer un giro para que
él entienda que tú también sabes llevar. Si bailo con soltura con alguien y nos
volvemos uno en el baile, intuyo que también podríamos entendernos en la
cama. El olor de un compañero de salsa también puede ponerme muy
cachonda. Intento agarrarlo para que se dé cuenta de que le deseo y de que no
soy tímida ni escondo nada.
Una vez conocí a un chico muy guapo bailando. Me daba la sensación de
que estar conmigo le ponía nervioso. Era enorme, pero cuando lo vi desnudo
en una habitación de hotel, le dije: «Vaya, qué delicado eres…», a lo que
respondió: «Soy un hombre negro de dos metros de altura y nunca nadie me
había dicho eso, pero temo decepcionarte». Creo que le excitó que fuera tan
sincera con él.
Página 113
también me recuerdan a mí, y cuando cierro los ojos los veo como una
constelación de estrellas.
O bien intento crear una esfera de luz imaginaria y moverla por todo mi
cuerpo. Una vez lo hice en una masturbación guiada colectiva con doscientas
personas. En realidad era una meditación. Nos corrimos todos a la vez. Fue
uno de los momentos más bonitos de mi vida. Me sentí amada y aceptada, y
tan libre.
Creo que, si eres consciente de ello, el sexo puede ser una meditación y
cada relación con un amante puede ofrecerte una medicina en concreto.
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ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
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Llevamos casados Dios sabe cuántos
años. Cuando nos entra el deseo, no
tardamos mucho: ¡tenemos que hacer
limpieza!
— LING LING
LING LING
— 38 —
CHINA
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Se lo he dicho a mi marido; a él no le gusta nada que lo diga y me siento mala
persona, pero lo de besarse es como una secadora que no para de girar.
Si estamos en el sofá, él se baja los pantalones a media pierna y yo lo
monto a horcajadas completamente desnuda. Me gusta que me toque las tetas
y que me abrace fuerte. Antes hacíamos preliminares pero diría que no hemos
hecho nada parecido desde que di a luz.
Bastante a menudo me vienen a la mente situaciones en que imagino que
me sexualizan, quizás que me hacen retroceder hacia un rincón o me violan.
Puede que sea una trabajadora sexual, o una colegiala de la que se aprovecha
un profesor, o un hombre de negocios japonés. Nunca me he preguntado por
qué tengo esas fantasías ni he pensado si está bien o mal tenerlas;
sencillamente me ayudan a disfrutar del sexo.
Ya no practicamos sexo oral. De todos modos, nunca me gustó que mi
marido me lo hiciera porque pensaba demasiado en ello y mis pensamientos
superaban el placer. Yo se lo hacía a él, y seguramente seguiría haciéndoselo
si él quisiera o si me apeteciera.
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Nunca he oído hablar de sexo a personas chinas… nunca. Fui a uno de los
mejores institutos de mi ciudad y todo el mundo estaba centrado en estudiar y
ser el primero de la clase; no había ni una sola conversación sobre quedadas
de chicos y chicas. No recibí educación sexual alguna y no había ningún lugar
donde investigar sobre el tema. Y no iba a preguntar a mis padres.
Para mi generación, la generación de mi madre y las anteriores, es algo de
lo que no se habla. Pero eso está cambiando: últimamente he oído podcasts en
los que se habla de sexo.
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ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
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No querría que nadie, por el hecho de
tener una relación conmigo, tuviera
menos amor del que desee.
— JENNIFER
JENNIFER
— 39 —
ESTADOS UNIDOS/REINO UNIDO
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que quiere que le hagas o con qué está disfrutando. Por mi parte, emito
muchos gemiditos de satisfacción.
Siempre me he visto un poco como mi madre, alguien que cuida de la
gente. No se me da bien desear cosas para mí misma o sentirme con derecho a
ellas, y en el sexo eso significa que he tenido tendencia a ser yo quien da y a
estar algo incómoda cuando me prestan una atención desmesurada.
Me gustan las caricias suaves en el trasero, los costados, la cara interna de
los muslos, la barriga, el cuello, la clavícula y las tetas. Me he pasado la
mayor parte de mi vida sin tetas y ahora que por fin las tengo estoy
entusiasmada. Como diría mi pareja, me he unido a la comisión de las tetitas
pequeñitas.
Ahora, cuando me hacen sexo oral, la sensación física es muy diferente;
es delicada pero no siempre placentera por naturaleza. Necesito oír dentro de
mi cabeza una historia conmovedora que se base en sentirme deseada,
atractiva y cómoda con alguien, y he de centrarme en eso. Llegar al orgasmo
es un proceso largo que requiere mucho de ese pensamiento, pero si estoy
nerviosa o agobiada no puedo.
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En la actualidad existe mucho odio hacia las personas trans. Yo soy muy
consciente de cómo me ve la gente, y me da mucho miedo y mucha
vergüenza. Creo que es mi respuesta a las reacciones asqueadas y agresivas de
la gente ante algo que les parece raro.
Sin embargo, tengo una comunidad extraordinaria que me rodea. Creo que
debo de ser una de las mujeres trans más afortunadas del país.
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ILUSTRACIÓN DE CHRISSIE HYNDE
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Existe un gran respeto por el
matrimonio. Todo el mundo quiere que
su matrimonio salga adelante, que no
fracase. Cuando una pareja tiene
problemas en su matrimonio y se hace
de dominio público, la gente dice:
«¡¿Acaso no recibieron las
enseñanzas?!».
— PRISCILLA
PRISCILLA
— 40 —
TANZANIA
Cuando me vino la regla por primera vez, trajeron a mis abuelas para que nos
explicaran a mí y a algunas de mis primas en qué consistía la menstruación.
También nos dijeron que tendríamos que modificarnos los genitales para
prepararnos para el sexo.
No todas las tribus hacen las mismas cosas. En las tribus de mi padre y de
mi madre no se corta nada, pero se espera que te estires la piel de la base de la
vagina y la frotes con un polvo negro de hierbas. Eso te alarga los labios y se
supone que da placer sexual al hombre. Antiguamente, y en algunos casos
incluso hoy en día, en las negociaciones del matrimonio, la familia del esposo
puede preguntar: «¿Está la chica del todo preparada para nuestro hijo?», y los
hay que incluso piden hacer la comprobación.
Al ser yo la pequeña diva, la pequeña feminista, dije: «¡Un momento!
¿Por qué gira todo en torno al hombre?». En mi cultura no se espera que
cuestiones a los mayores, solo que escuches y obedezcas. Mis otras primas
hicieron lo que les pedían pero yo me negué y alguien se lo dijo a mi padre.
Él estaba al caso de aquella práctica, cómo no, porque mi madre la había
seguido, pero dijo: «Me parece que no es más que una patraña; mi hija no lo
hará».
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Mi padre me crio para que tuviera confianza en mí misma, para que fuera
valiente y alcanzara las estrellas. Él marcó la diferencia. Era un hombre
abierto y honesto. Un día me dijo: «Si vas a practicar sexo, asegúrate de usar
protección, lo ideal es que ames a la persona, y entérate de si tiene el VIH, de
si se ha hecho la prueba». En el sur de África, las tasas de positivos en VIH
pueden llegar a ser de una de cada cuatro personas. He perdido a muchos
familiares por esa enfermedad.
Para que me resulte placentero, el sexo ha de significar algo para mí. Creo
que los hombres y las mujeres se excitan de forma diferente. Para los
hombres, al final se convierte en algo emocional, pero por lo general es físico;
para mí siempre ha sido emocional.
Mi marido y yo tenemos vidas ajetreadas que giran básicamente alrededor
de nuestros hijos, así que siempre estamos cansados. Bromeamos al respecto:
«Hoy no, colega, estoy fuera de servicio». No practicamos sexo a menudo
pero cuando lo hacemos es muy sentido y apasionado porque nuestro amor es
más profundo.
Antes yo tenía mucho apetito sexual, pero disminuyó después de dar a luz
por primera vez. Creo que cuando tengo hijos, sobre todo durante el primer
año, no me siento nada sexual; me pasa especialmente durante el tiempo en
que doy el pecho. Siento que me debato entre pertenecer al bebé y pertenecer
a mi marido.
Cuando practicamos sexo, suele ser de madrugada, entre las 4 y las 8,
antes de que se despierten los niños. Me gusta tocarle la cara y las orejas; me
parece íntimo, consigo estar cerca y expresar lo que siento por él. Intento estar
presente en ese momento, observar sus reacciones; si se espabila y me
corresponde, sé que estoy haciéndolo bien.
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No sé cómo explicar mi orgasmo. Es como si se fuera acumulando agua
dentro de mí y estuviera a punto de reventar, pero un reventón bueno. Cuando
acabamos nos hacemos arrumacos o nos abrazamos un buen rato. Me siento
cansada pero también satisfecha, afortunada, feliz, todas esas emociones en
una.
Antes de casarnos, recibimos las enseñanzas matrimoniales tradicionales.
A mí me enseñaron mujeres y a mi marido, hombres. Algunas de las
enseñanzas fueron muy útiles: cómo llevar la casa, cómo llevar las
discusiones, qué hacer cuando llegan los hijos. Me hablaron sobre el sexo, y
sobre cómo moverse para dar placer al hombre: mucho de ello tiene que ver
con agitar la cintura y moverse lentamente arriba y abajo. A veces utilizo esos
movimientos. Funcionan.
Existe un gran respeto por el matrimonio. Todo el mundo quiere que su
matrimonio salga adelante, que no fracase. Cuando una pareja tiene
problemas en su matrimonio y se hace de dominio público, la gente dice:
«¡¿Acaso no recibieron las enseñanzas?!».
Nunca podría engañar a mi marido. Espero que él lo sepa. Me destrozaría
emocionalmente, y físicamente no podría hacerlo. Hasta ahora he aprendido
que la manera como conduces la relación con tu pareja también va ligada a la
relación sexual que tenéis. Si podéis estar conectados en todas las áreas de
vuestra relación, entonces seguro que la del sexo también estará sana.
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ILUSTRACIÓN DE OJIMA ABALAKA
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En Zimbabue, por tradición cultural, a
cierta edad se lleva aparte a las jóvenes
y se les dice que se alarguen los labios
vaginales y se pongan hierbas en la
vagina para que esté más firme para el
hombre; de ahí que tengamos las tasas
más elevadas de cáncer de cuello
uterino.
— RUDO
RUDO
— 41 —
ZIMBABUE
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que no reaccionas». Creo que él lo intentaba pero a mí no me daba la
sensación de que estuviera poniéndole corazón. Era como si fuera algo que
tuviera que hacer antes de meterme el pene. Yo quería que le dedicara tiempo
e iniciativa, que leyera sobre el tema, que investigara. ¡Google es gratis! Pero
no se tomó el tiempo para hacerlo. Aún intento digerirlo.
Se negaba a hacerme sexo oral, pero en cambio sí que esperaba que yo se
lo hiciera a él. Al principio yo no me lo planteaba demasiado, pero después
pensé: «¡Eh, un momento!». Cuando saqué el tema, dijo que sí, que sí, pero
después no lo hacía. El sexo oral es algo muy occidental; creo que es un
fenómeno que se ha ido introduciendo a través del porno. En la mayoría de
los casos, para las mujeres de Zimbabue no es una opción que esté sobre la
mesa. Solo lo practica la gente de clase media o superior; si eres de clase baja,
se considera de mal gusto. Si eres de clase baja estás menos expuesto a las
ideas occidentales y el conocimiento que tienes del sexo suele venir a través
de tus mayores y tus tías, no tanto de la cultura popular. Cuando eres de clase
media o media alta, como yo, no vives en un espacio rural ni en un espacio
con identidad de pueblo y no tienes cerca a tus tías para darte una charla sobre
sexo; aprendes a través de las películas, de tus amigos y de vídeos porno.
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A mí me empotraban. Me dolía, porque no estaba lubricada, y pensaba:
«¿Por qué sigue pasando esto?».
Cuando era más joven abusaron de mí varias personas. Me da mucha rabia
que la gente no entienda lo vulnerables que son los niños. Llevé el peso de
aquello durante mucho tiempo. Pasaba por la calle y me acosaban
sexualmente; me silbaban y me decían cosas, y yo me asustaba mucho.
Después hubo un compañero de trabajo que se pasó de la raya. Informé de
ello y al cabo de una semana me despidieron, pero los llevé a juicio y gané.
Desde entonces siempre me he sentido más dueña de mi sexualidad y de mi
cuerpo, como si pudiera decir «no» por la niña que llevo dentro y que no pudo
decirlo en el pasado.
Ahora quiero algo más, a alguien que no esté atorado en ese concepto
binario hombre-mujer, alguien que esté embarcado en un viaje de
descubrimiento, de sexualidad. No sé si llegaré a encontrar a esa persona,
pero es algo con lo que he empezado a soñar. Quién sabe.
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ILUSTRACIÓN DE DESTINY DARCEL
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De muy niña, quizás con siete años,
recuerdo montar en bicicleta y notarme
excitada, y pensar: «¡Esto puedo
hacérmelo yo!».
— BOUDICEA
BOUDICEA
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REINO UNIDO
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Seguramente lo hago más cuando me tiene que venir la regla. Empiezo mi
rutina de noche habitual, pongo un poco de aceite esencial, enciendo la
lámpara de sal y me meto en la cama.
No duermo desnuda porque no me gusta pasar frío y tengo un miedo del
todo irracional a que se me cuele algo por ahí abajo. Además, tengo las tetas
grandes, así que me pongo un sujetador de dormir. Si busco un apaño rápido
saco el vibrador, pero si quiero tomarme mi tiempo doy rienda suelta a mi
fantasía y me toco. Cuando no uso vibrador me resulta más fácil correrme por
delante que por detrás.
A veces pienso que tengo demasiadas fantasías, aunque tengo bastante
claro que nunca se tienen demasiadas.
Recurro mucho a una en la que cuatro hombres me dan placer. Podemos
estar en una casa, en un hotel, al aire libre, donde sea, no me escandalizo. No
les veo la cara; son más los cuerpos, lo que hacen y cómo utilizan las manos y
el pito. En cuanto al físico, los chicos han de estar bien definidos pero no ser
culturistas. Yo estoy bastante saludable y voy al gimnasio, así que tiene
sentido que los hombres de mis fantasías también se cuiden. Tienen el culo
prieto, ¡y otras cosas! No deja de ser interesante que suela haber más blancos
que negros.
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El orgasmo me recorre el cuerpo con un hormigueo y una vibración. Lo
noto por todas partes, pero a veces es muy fuerte en la zona del corazón. Es
una sensación agradable, reconfortante y vivificante.
El cuerpo de la mujer es maravilloso. Por muchas cuestiones sociales y
religiosas que rodeen al sexo, es nuestro mayor poder.
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ILUSTRACIÓN DE KIM THOMPSON
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Llevo muchos años con mi marido y
nuestra vida sexual ha experimentado un
crecimiento muy bonito.
— KATE
KATE
— 43 —
NUEVA ZELANDA
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sexy y muy loco. Se quita los pantalones y debajo lleva un microtanga de
estríper; me hace reír a más no poder.
O a veces a las 10 de la noche me dice: «Voy a hacerme una paja», y
siempre me parece bien. Me encanta tumbarme junto a él y notar su cuerpo
bien tenso. Es muy intenso, me sacude de arriba abajo. A veces mira porno o
nos explicamos fantasías.
Me gusta entrar en un estado de fantasía. Suelen estar ambientadas en
lugares cálidos, como una playa con palmeras en una isla. Aparecen cuerpos
hermosos desnudos, a menudo dos chicos; a veces, no siempre, uno de ellos
es mi marido, ¡aunque a él siempre le digo que lo es! El centro de atención
siempre soy yo, sexual, poderosa y admirada.
Me encanta tocarle el cuerpo, el pecho, el culo, la piel suave de debajo de
los huevos, oír cómo reacciona a mis caricias, notar cómo se pone caliente y
sudoroso. A veces me gusta meterme la polla en la boca cuando aún está
blanda y notar cómo se le va poniendo dura.
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Me crie en una familia católica muy conservadora en la que estaba mal
incluso pensar en el sexo. A los catorce años tuve la fantasía de que me
violaban. Hace poco pensé en ello: ¿por qué imaginaría algo tan horrible? Y
llegué a la conclusión de que debía de ser porque si una botella me violaba y
me penetraba, ya no era elección mía, así que no estaba pecando.
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ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
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Me enamoré y me casé. Practicamos
mucho sexo que, en mi opinión, era una
auténtica mierda. A él le servía, pero a
mí no. Llegué a pensar que mi cuerpo no
funcionaba bien.
— JASMINE
JASMINE
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PALESTINA
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Cargué con ello mucho tiempo. Ahora que soy mayor, entiendo el pánico
de mi madre: la virginidad es un gran negocio y ese tipo de cosas daña las
perspectivas de una mujer, aunque sea porque la raptaron de niña.
Me enamoré y me casé. Practicamos mucho sexo que, en mi opinión, era
una auténtica mierda. A él le servía, pero a mí no. Llegué a pensar que mi
cuerpo no funcionaba bien. Le dije: «Vamos a terapia sexual, quizás tengan
algún remedio para mí». Pero él es musulmán palestino como yo y nunca
accedió.
Nunca le dejaba hacerme sexo oral: no quería que bajara a mi zona
asquerosa. A él le encantaban las mamadas, así que yo pensaba: «Le quiero
tanto que lo haré por él», pero temía que se me fuera a correr en la boca, y
una parte muy joven de mí pensaba: «Por aquí es por donde mea». Le hacía
mamadas a condición de que siguiera unas normas muy estrictas. En los
últimos años de matrimonio, cuando ya le quería menos, incluso le hacía
ponerse un condón.
Ahora estamos divorciados y ya no vivo en Oriente Medio.
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y él fuera el Padre Cielo. Es el paraíso.
Tengo una hija y estoy orgullosa de lo positivos que somos en casa en
cuanto al sexo y el cuerpo. Su despertar sexual ha tenido lugar en un entorno
que realmente lo incentivaba. Por triste que resulte, fue el divorcio lo que lo
hizo posible.
Soy fuerte y llevo dentro una luchadora. He roto una cadena y es
magnífico.
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ILUSTRACIÓN DE ARNELLE WOKER
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No fue hasta que mi hijo menor tuvo
unos dos años cuando mi cuerpo
empezó a excitarse físicamente de
nuevo. «¡Menos mal que has vuelto!».
— MAGGIE
MAGGIE
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AUSTRALIA
Mi marido pasa fuera la mitad del tiempo: está en casa dos semanas y después
trabaja otras dos. Me da la impresión de que lo que hace que nuestra vida
sexual sea genial es el hecho de que sea poco frecuente.
Los dos sabemos que cuando él está en casa y los niños están en el
colegio, pasará.
—¡Adiós, niños!
—¡Adiós, cielitos, os queremos!
En cuanto se cierra la puerta de la calle, ya nos estamos besando en el
recibidor. Bastante a menudo nos duchamos juntos, nos enjabonamos y nos
secamos mutuamente, y después pasamos a la cama. Normalmente me recorre
el cuerpo a besos. Me encanta que me bese por el cuello, el pecho y después
los pechos y los pezones.
Siempre empezamos con él encima, con bastante suavidad, con calma.
Hace poco me recordó que la primera vez que nos enrollamos le dije: «No
vuelvas a sacarte el pene y a metérmelo de golpe; duele mucho». Me dijo que
lo había hecho siempre, que lo había visto en el porno y que creía que a las
chicas nos gustaba.
Lo hacíamos por toda la habitación y me encantaba por detrás. Ahora no
se me ocurre nada peor. Desde que llegaron los niños, por ahí abajo está todo
cambiado. El sexo ha de ser más suave, con más cuidado; de lo contrario me
duele, y ninguno de los dos quiere que eso pase.
Cuando los niños eran pequeños, yo podría haber pasado sin sexo
perfectamente; mi cuerpo no tenía respuesta sexual alguna y no creí que
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volviera a tenerla nunca más. El nacimiento de mi primer hijo fue muy
traumático, y fue de mal en peor. Sufrió daño cerebral y acabamos
demandando al hospital por negligencia humana. También me desgarré de la
vagina al ano y al coserme me cerraron demasiado la abertura vaginal. No
pude operarme a través del sistema sanitario público para arreglarlo. El
médico dijo: «Mejor esperar a tener otro hijo y ya te desgarrará él».
No fue hasta que mi hijo menor tuvo unos dos años cuando mi cuerpo
empezó a excitarse físicamente de nuevo. «¡Menos mal que has vuelto!». Me
da mucha rabia que digan que puedes practicar sexo seis semanas después de
dar a luz, porque pone mucha presión sobre la mujer. Recuerdo que mi
marido me dijo: «Ya han pasado seis semanas. ¿Estás lista?». Y yo contesté:
«¡Ni de coña!».
Mi formación para dar clases de yoga también contribuyó a curarme.
Aprendí técnicas de respiración. Cuando volvimos a practicar sexo después de
que naciera mi hijo, la respiración lenta y profunda y el sexo prolongado me
ayudaron a pasar del dolor al placer. Disminuir el ritmo y salir de mi cabeza
para meterme en mi cuerpo con la ayuda de la respiración me ayudó mucho.
Pero también tuve que plantearme mis pensamientos y sentimientos acerca
del sexo. A veces me molestaba mucho con mi pareja porque tuviera ganas de
sexo y descubrí que era porque estaba celosa: para él no había cambiado nada,
mientras que mi cuerpo había pasado un calvario para tener a nuestros hijos.
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Vamos lentos y seguros, con él sobre mí, hasta que la cosa se calienta y él
está a punto de correrse. Entonces me pongo yo encima. No lo alargo diez
minutos porque en esa postura acabaría hecha polvo. Engancho los tobillos
bajo sus pantorrillas y él suele apretarme los pezones, y entonces le llevo las
manos sobre mis caderas para poder moler mejor. En ese punto, ya no pienso;
solo siento.
Me encanta cuando nos corremos al mismo tiempo; normalmente nos
miramos. Creo que somos afortunados por tener eso. Él es la única persona en
todo el mundo con quien lo hago, y eso me parece genial.
A veces, cuando hemos acabado y estamos tumbados, abrazados, nos
felicitamos.
—Qué buena eres, nena. ¿Te ha gustado? A mí me ha gustado mucho.
—Ha sido una pasada.
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ILUSTRACIÓN DE ALPHACHANNELING
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Llevo cinco años sin mantener
relaciones sexuales. Pasé mucho tiempo
sin querer que nadie me tocara lo más
mínimo.
— JENNY
JENNY
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ESCOCIA
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ducho y me doy un masaje en los pechos. Cuando me crecieron los pechos,
sentí como si no debiera tenerlos, como si al convertirme en mujer estuviera
disgustando a mis padres. Tengo los pechos y los pezones bastante grandes,
así que me daba un poco de vergüenza, la verdad. Tocármelos en la ducha ha
cambiado la visión que tenía de ellos. Me ha hecho disfrutar de su mullida
jugosidad. Los tengo un poco caídos por haber dado de mamar a mis hijos,
pero me gusta porque es parte de su historia. Tengo los pezones muy
sensibles: siempre me ha gustado que me los toquen y me los chupen.
Me tumbo desnuda en la cama, sensible al ambiente, a esa sensualidad
que tiene estar desnuda. A veces uso un huevo de jade y puede que haga un
ejercicio del curso de huevo de jade de Layla Martin. Con el huevo de jade se
pueden ejercitar los músculos. Le atas un hilo a la punta y enganchas bolas de
Kegel o una bolsita de arroz. Después te pones de rodillas y aprietas el huevo
dentro de ti, de manera que el peso sube y baja. Es como yoga para los
músculos de tu yoni. Fui a un retiro de Layla Martin en México y éramos
cuarenta mujeres haciendo eso, con nuestras bolsitas de arroz balanceándose.
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lo general fantaseo para llegar al orgasmo. Después me siento ligera, viva y
completa.
El sexo es un tabú enorme. Cuando se habla de ello, la gente empieza a
hacer tonterías y a soltar risitas. Y, en cambio, es una parte fundamental de
quienes somos. Somos seres sexuales, y eso es lo que hacemos.
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ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
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Tenemos un ritual en el que llamo a los
ángeles y a nuestros guías. A menudo
hago una pregunta para cada uno de
nosotros, y después tomamos las cartas
de los ángeles y recibimos mensajes de
respuesta.
— MATYLDA
MATYLDA
— 46 —
POLONIA
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hacerlo, esnifamos rapé. Es una planta de tabaco sagrada originaria de
Sudamérica. Es buenísima para limpiar la energía y deshacerse del exceso de
actividad mental después de un día movido. También te aporta un subidón de
energía, a veces muy fuerte, otras muy relajante.
Nos abrazamos y nos quedamos notando los efectos, que duran unos diez
minutos. Después no quitamos la túnica, nos tumbamos y nos hacemos
arrumacos. Hablamos de cómo nos sentimos y también tenemos un ritual en
el que decimos tres cosas que nos encantan del otro y tres cosas que nos
encantan de nosotros mismos. Es una introducción muy buena; toda esa
conversación profunda desde el corazón me excita mucho.
Al principio tengo los ojos cerrados, pero después voy alternando entre
abrirlos y cerrarlos. Cuando los cierro estoy más conmigo misma y cuando los
abro estamos más juntos. Mi marido hace lo mismo.
Cuando estoy haciendo el amor me siento bonita y suave, como si hubiera
luz y vibración en todos los rincones de mi cuerpo, y soy más grande que mi
cuerpo, más grande que yo. La energía de nuestra burbuja es más de lo que
somos.
Todo es muy tranquilo. El mundo no existe; es como si no importara nada.
Nunca pienso en que mi hijo se vaya a despertar. Evidentemente, alguna vez
se ha despertado, pero forma parte de la vida, no pasa nada.
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En mi trabajo ayudo a mujeres y a parejas. Muy a menudo se da el caso de
que las mujeres no dan prioridad a su sexualidad. Antes tienen que hacerlo
todo: servir a los hijos, al marido, a la suegra, a los padres… y, al estar tan
metidas en ese ciclo de servidumbre, les cuesta practicar sexo si no han
lavado los platos. Lo que intento mostrarles es que si se nutren y dedican
tiempo a la energía más fuerte que tenemos en esta vida, en realidad estarán
generando más tiempo y energía en su vida.
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ILUSTRACIÓN DE SARAH B. WHALEN
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Con la penetración siento alivio en el
corazón. Siento como si hubiera
devorado a mi pareja. «De aquí no te
escapas».
— REHANA
REHANA
— 48 —
REINO UNIDO
Hace poco tuve problemas para llegar al orgasmo. Me notaba bloqueada. Pero
no era porque mi pareja estuviera probando una cosa diferente en mi vagina;
notaba que tenía el corazón cerrado. Le pedí que me acariciara el pecho en la
zona del corazón y, en cuanto lo hizo, algo cambió en mí y me puse a llorar.
Lo hablamos. Cuando más placer obtengo en el sexo es cuando estoy
conectada y abierta, y la conexión y la apertura tienen que ver con la
comunicación, con sentir y amar, con lo que ha pasado entre tu pareja y tú
desde la última vez que os visteis o que os acostasteis, todo eso.
Tenemos una relación a larga distancia y nos vemos durante períodos de
tiempo cortos e intensos, así que cuando estamos juntos es como si
estuviéramos de vacaciones.
Me parece muy atractivo. Tiene una fuerza vital muy vibrante; todo en él
desprende mucha energía. A veces me excito solo con oírle la voz; es como
sirope de arce.
La otra noche le dije: «A veces, cuando me besas, me alteras. En cuestión
de veinte segundos todo mi cuerpo se ablanda y estoy a la vez dentro y fuera
de mi cuerpo». Noto mucho en la zona del vientre, la vagina y el corazón.
Estoy abierta.
Su sexualidad tiene como un «fuego que está a punto de engullirme», y
pienso: «¿Quiero escapar e ir más despacio o quiero dejar que el fuego me
atrape?». Los besos me hacen desear tenerle dentro. Entre los besos y el sexo
puede pasar muy poco tiempo; me pone la punta caliente justo a la entrada,
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pero yo lo ralentizo. Me encanta esperar a estar absolutamente hambrienta, en
el punto de suplicar «fóllame ya».
Con la penetración noto alivio en el corazón. Siento como si hubiera
devorado a mi pareja. «De aquí no te escapas». Tiene una naturaleza
tranquila. Podría recibir una penetración casi sin movimiento, apenas el
suficiente para mantener la polla firme durante mucho tiempo, hasta una hora,
solo para hacer durar esa sensación de plenitud.
Cuando estoy verdaderamente abierta dejo de ser un ser pensante y me
convierto más en un ser de sensaciones. Estamos muy acostumbrados a tener
la conciencia en el cerebro pensante, pero, en esa sensualidad expandida, es
más bien que toda sensación es inteligencia. A veces le describo las
sensaciones a él y eso lleva a alguna charla juguetona sobre lo que está
sucediendo.
Una vez le sorprendí al decir: «Ahora mismo, tal como me estás follando,
es como si se me hubiera medio derretido un tofe en la boca». «¡¿Cómo?!»,
exclamó él. Pero es que era justamente así: tenía una mitad de la vagina
derretida y llena de dulzura, sin aristas, mientras que la otra mitad notaba la
plenitud de su polla.
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Digo mucho: «Oh, Dios». Resulta muy interesante que digamos «Oh,
Dios» durante el sexo. Intentamos hablar con el mayor conjunto de existencia,
con el más amplio, porque estamos en ese estado de viveza amplificada.
La gente no tiene suficiente tiempo para el sexo o para la sensualidad. Sin
embargo, en el sexo viven todas las partes de la psique.
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ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
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Para él, es sencillo en el sentido de que
si echa un polvo cree que estamos bien,
cerca el uno del otro, y si no tiene la
sensación de que no lo estamos. Para mí
la proximidad no es solo el sexo, pero ya
he dejado de intentar mostrarme cercana
a él de cualquier otra manera; estoy
harta.
— EMMA
EMMA
— 48 —
SUIZA
Para mí, la atracción ha desaparecido. El sexo es algo que hago por él; ya no
lo hago por mí.
Tenemos una gran amistad y nos reímos mucho. Es nuestro sentido del
humor lo que mantiene la relación, incluso en situaciones que no son
divertidas. Ahora bien, aparte de eso, no estoy segura de qué más tenemos. Sé
que él es maravilloso, pero es que ya no le admiro, y además tenemos
problemas económicos, lo cual no ayuda.
Durante la semana tenemos algo de tiempo sin nuestro hijo y ahí es donde
suele haber sexo. Normalmente es él quien toma la iniciativa, sin demasiadas
sutilezas. Se me acerca con la intención de besarme de una determinada
manera o me dice: «Dame un beso». Uf, me saca de quicio. Me digo: «Vamos
a hacerlo y así me dejará en paz de una vez», lo cual es horrible.
Para prepararme, me visualizo practicando sexo, preguntándome si quiero
un polvo rápido en la ducha o si me apetece algo más largo. Un polvo rápido
en la ducha empieza con una mamada o desnudos besándonos y
acariciándonos. Lo complicado es excitarse con el agua cayéndonos por
encima.
Me gustan las mamadas, tienen algo picante y muy sexual. Cuando las
hago me siento empoderada porque soy yo quien está al mando. Se pone dura
Página 162
y pienso «Hala». Me fascina. Ya no dejo que me haga el cunnilingus: me
parece más íntimo que la penetración. No quiero entregarme ni pasar más
tiempo del necesario.
Cuando he acabado y estoy a punto para el coito, me pongo de pie y dejo
que me penetre. Me coge de una pierna, de manera que tengo una en el suelo
y la otra en el aire. Físicamente ya no tenemos veinte años y él no es un
hombre fuerte, así que al final me doy la vuelta y dejo que me la meta por
detrás. Eso suele pasar cuando se le sale o cuando veo que corremos el riesgo
de rompernos la crisma. «¿Cómo te moriste?». «Pues mira, estábamos
practicando sexo ¡y me soltó!».
A veces me centro en las sensaciones y digo: «Mmm, qué bien, sigue
haciendo eso», pero a veces pienso en otras cosas, como lo que tengo
pendiente de hacer en el jardín. Me he dado cuenta de que durante la
penetración puedo empezar a hablar sobre cosas totalmente diferentes, porque
es cuando tengo toda su atención: no hay teléfono, así que está allí conmigo.
Tengo toda una lista de cosas de nuestra vida y de la casa que quiero decirle,
y lo hago mientras me penetra.
Acabamos cuando él eyacula. Yo no llego al orgasmo pero disfruto. Por lo
general no tengo orgasmos al practicar sexo en pareja, aunque sí que llego
cuando me estimulo el clítoris yo misma. Nunca he encontrado la manera de
integrar ese tocarme yo misma y el sexo con otra persona.
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A veces me pregunto si necesito un amante que me ayude a reencontrar
mi fuego. Conocí a una mujer que me dijo que pagaba a una persona para que
le diera auténtico placer. Una vez, mi pareja y yo hablamos de hacer un curso
de tantra, pero, si soy sincera, creo que antes me he de encontrar a mí misma,
comulgar con la tierra y descubrir lo sagrado femenino que hay en mí.
Para él, es sencillo en el sentido de que si echa un polvo cree que estamos
bien, cerca, y si no tiene la sensación de que no lo estamos. Para mí la
proximidad no es solo el sexo, pero ya he dejado de intentar mostrarme
cercana a él de cualquier otra manera; estoy harta.
Cuesta deshacer algo que llevas años haciendo. Creo que si hablamos
sobre el tema no volveremos a estar juntos nunca más, y no estoy preparada
para eso.
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ILUSTRACIÓN DE FRANCES CANNON
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Utilizo su polla, eso es lo que hago.
Utilizo su polla para darme placer. Si él
obtiene algún placer con ello, me alegro,
pero esto es para mí.
— ANGELA
ANGELA
— 48 —
REINO UNIDO
Página 166
actitud sexual. Ahora me doy cuenta de que era un mecanismo de
supervivencia porque estaba traumatizada por las violaciones.
Mi mecanismo de supervivencia actual es que casi nunca tolero
tocamientos que no quiero. Mi manera de conseguirlo es pidiendo que bajen
el ritmo o diciendo que no estoy preparada.
Pasé una etapa en la que me negaba a que entrara nada en mi vagina.
Decía: «No me la metas, ni se te ocurra intentar metérmela sin pedirme
permiso explícito verbalmente» y «En vez de follarme tú, quédate quieto y te
follo yo a ti; te envolveré».
Entonces pensé que por qué no lo hacíamos con sexo anal. Lo de «Tú te
quedas quieto y te follo yo con el culo», fue un punto de inflexión. Al
principio me estimulan analmente con los dedos, la boca, la lengua, los
labios… y después, puesto que es a mí a quien penetran, digo cuándo estoy
lista y controlo lo que ocurre y la profundidad. Al principio la penetración es
como un masaje con un tapón anal, pero cuando has entrado unos cuantos
centímetros es cuando empieza el placer para mí. No me gusta especialmente
el mete-saca continuo porque con tanto movimiento se me suelta el esfínter.
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realmente sano. Me parece que la mayoría de mujeres casi nunca lo
experimentan y eso me jode.
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ILUSTRACIÓN DE JASMINE CHIN
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Mi conejito es muy bueno. Cuando tiene
las pilas cargadas va muy rápido,
brrrrrrrrr, y el orgasmo me llega como
una explosión enorme.
— MARÍA
MARÍA
— 50 —
ESPAÑA
No disfruté del sexo hasta que cumplí los treinta y cinco y conocí a mi
marido. Teníamos una relación sexual increíble, pero hace ocho años tuve un
cáncer.
Cuando te dicen que tienes cáncer, tu vida cambia por completo. Tenía un
hijo de seis años, así que le dije al cirujano: «Corte todo lo que haga falta para
que pueda vivir, porque necesito ver a mi hijo hacerse un hombre». Me
hicieron una mastectomía completa, quimioterapia y radioterapia. El cuerpo y
el espíritu se te van agotando cada vez más. Intenté recuperar la energía,
sonreír y hacer arrumacos, pero no era capaz de practicar mucho sexo. Llevo
años medicándome desde entonces, cosa que ha hecho caer mi libido por el
suelo.
En estos momentos nuestra relación sexual es casi nula; lo hacemos puede
que una vez cada seis meses o cada año.
Me sabe muy mal por mi marido. Es un hombre de cincuenta y dos años
que está perfectamente sano y por supuesto quiere estar conmigo
sexualmente. Intenta ponerme a tono diciéndome lo bonita que soy, lo bonito
que es mi cuerpo. Cuando hace eso me agobio mucho porque él quiere que
reaccione a sus palabras y sentimientos, pero no lo hago; al contrario, me
invento mil excusas. Eso me deprime mucho, me hace sentir como si le
estuviera fallando.
Con todo, esta mañana ha pasado.
Por la noche había soñado con tener relaciones sexuales con él. Al
principio no sabía que era él. Estaba en una casa con un hombre; no le veía la
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cara pero era muy gruñón. Estábamos discutiendo en la cocina y él decía:
«¿No te das cuenta de que no sé cómo acercarme a ti y de que te quiero?».
Entonces empezaba a besarme y veía que era él. Entonces lo hacíamos con
mucha ternura.
En la vida real me estaba despertando, aún medio dentro del sueño, y
estaba abrazando a mi marido. Le he mirado con insolencia y él me ha mirado
como preguntándose: «¿Será este mi día de suerte?».
Ha sido muy delicado. Antes no lo era tanto; antes era más fogoso. Me
gusta besarle y cómo me toca por todo el cuerpo. Tanto da qué parte toque,
siempre hace que se me erice el vello.
Me encanta cómo me acaricia los pechos. A algunas personas puede que
les provoque rechazo ver los pechos de una mujer tras una mastectomía, pero
a él no le pasa. Me hace sentir que no importa cómo sea mi cuerpo, que él
experimentará lo mismo con o sin mis pechos, y yo soy capaz de alcanzar lo
mismo con o sin ellos.
Me encanta que me toque el clítoris. En cambio, no me gusta que me meta
los dedos en la vagina. Lo único que soporto y disfruto en la vagina es su
pene. No sé si es por lo que me ocurrió de niña.
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estado completamente expuestos el uno al otro. Me he sentido completa con
él, como un todo redondo, como una burbujita que daba saltos: «Qué contenta
estoy, qué contenta estoy».
Nikki Peck es una artista que vive y trabaja en Vancouver, BC. Con la
mirada queer en primera línea, Peck examina en qué condiciones el acto de
dibujar (en concreto a lápiz y tinta) puede empoderar la sexualidad
femenina en la sociedad actual.@bonercandy69
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ILUSTRACIÓN DE NIKKI PECK
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Creo que hago unas fotos artísticas
sensuales geniales, y entonces él
contraataca con su polla en medio de la
pantalla, en plan BUM.
— TEREZA
TEREZA
— 50 —
BRASIL
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hice unas fotos de mi sombra que eran maravillosas. Cada vez intento cambiar
el tema y la lencería.
Creo que hago unas fotos artísticas sensuales geniales y entonces él
contraataca con su polla en medio de la pantalla, en plan BUM. O dice:
«Quiero verte los labios». La mente de un hombre y la de una mujer están en
lugares completamente distintos. ¡Este hombre solo quiere ver mi agujero!
Me parece que las mujeres necesitamos más fantasía, atenciones, flores.
Aunque sean flores virtuales.
Hace poco me envió una película porno. La vi, claro está, y me puso
caliente, claro que sí, pero al mismo tiempo era una película carente de
sentimiento. Aquella noche tuvimos un encuentro sexual virtual pero a la
mañana siguiente pensé: «¿Por qué me envía estas cosas? ¡¿Es que quiere que
sea su puta?!».
En nuestros intercambios, nos masturbamos mientras nos enviamos
mensajes de texto y nos hacemos fotos con la otra mano. Me hago muchas,
escojo la mejor y se la envío por Instagram messenger, pero a los pocos
segundos la borro.
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libido. Tengo la sensación de que esta es mi última oportunidad y he de
cogerla y disfrutarla. ¡Tengo este cuerpo tan bonito! Y con tanta excitación…
¡No me lo quiero perder!
Han pasado treinta años y solo he estado con una persona. Tengo la
sensación de que vuelvo a ser virgen.
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ILUSTRACIÓN DE DESTINY DARCEL
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La historia a la que recurro a menudo es
una fantasía cuyo personaje principal es
la exnovia de un mago. También es un
súcubo, un demonio femenino que se
alimenta de sexo. Él es el amo de un
harén llamado La Casa del Placer.
Conocen a una doncella elfa lesbiana y
hay sexo a raudales.
— LILY
LILY
— 50 —
SUECIA
A veces me paso semanas sin masturbarme y otras lo hago cinco veces al día.
Lo uso para dejar de pensar, como cuando practico mindfulness. Es una
manera de conectar conmigo misma.
Hace seis meses descubrí que puedo eyacular. Lo ensucias todo pero es
divertido. Me compré un juguete nuevo, un estimulador clitorial de aire. Por
el aspecto, lo tendrías en el lavabo o en la cocina pero yo nunca había tenido
nada por el estilo; cumple su cometido «en menos de un minuto». En mi
opinión, el sexo con un compañero está muy bien si te tomas tu tiempo, pero
si estoy sola lo que quiero es ir al grano.
Cierro la puerta por dentro porque nunca sabes lo que puede hacer mi
madre, que vive cerca. Doblo una toalla en cuatro o cinco pliegues, me tumbo
en la cama y me tapo. A veces me desnudo de cintura para abajo. Cojo el
iPad. Mi perro se sube a la cama, como siempre. Leo un poco para ponerme a
tono: me encantan las historietas y las novelas eróticas.
No me gusta el porno por una razón de justicia. Me enseñaron educación
cívica, política, sociología y economía, como a todos los niños suecos hasta
que se gradúan. Vi una página web llamada The Truth About Porn. En ella
hay entrevistas de dos minutos con todo tipo de gente afectada por el porno.
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Hará cinco años comprendí hasta qué punto el porno depende de las víctimas
de la trata. Y bueno, no me pone. En cambio, los cómics son otra cosa.
Hay que investigar un poco porque el sexo de los cómics siempre es un
poco misógino y los japoneses, donde los personajes parecen niños y niñas,
no son adecuados. A mí me gustan las historietas en las que aparecen mujeres
activas que participan. La historia a la que recurro a menudo es una fantasía
cuyo personaje principal es la exnovia de un mago. También es un súcubo, un
demonio femenino que se alimenta de sexo. Él es el amo de un harén llamado
La Casa del Placer. Conocen a una doncella elfa lesbiana y hay sexo a
raudales.
Leo un rato y después enciendo el aparato. Cuando empiezo tengo la
cabeza metida en la historia, pero al poco las sensaciones se apoderan de mí.
Creo que cuanto mayor me hago, más orgásmica soy. Conozco mejor mi
cuerpo. Cuando miro atrás, hacia mi juventud, pienso: «¿Por qué no hacía
esto? ¿Por qué no hacía aquello?». En aquella época era muy susceptible: lo
que quería era tener buen aspecto; el sexo en sí tanto daba. Ahora tanto me da
el aspecto que tenga.
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juguete de placer y se corrió en tres segundos. Me llevé una decepción
enorme: normalmente se preocupaba por mí y hacía cosas, pero a aquellas
alturas ya solo quería quitárseme de encima.
Creo que si aquello se lo hubiera hecho un hombre a una mujer habría
sido una violación. Creo que le violé. Fue horrible. Eso pasó hace seis años,
pero todavía pienso bastante en ello.
Ahora soy misexual, pero me gustaría ser otrosexual. Es una pena con la
que cargo.
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ILUSTRACIÓN DE KATE PHILIPSON
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Antes el orgasmo era importantísimo
para mí, pero ya no. Estaría encantada
de proporcionarme placer yo misma
unas cuantas veces al mes.
— DEARBHLA
DEARBHLA
— 53 —
IRLANDA
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Subió, nos desnudamos y me preguntó: «¿Nos conectamos?». Así es
como lo llamamos cuando mete su lingam, la palabra tántrica para pene,
dentro de mí y no nos movemos mucho.
Me he dado cuenta de que cuando hablo con él a veces mi lenguaje puede
ser algo violento, a veces ladro, pero esta vez suavicé mis palabras y dije:
«No estoy preparada para eso, pero lo que me gustaría es que me pusieras la
mano en el yoni». Al principio, tener que explicar lo que quería me apartó de
la experiencia, pero continué y le pedí que me tocara con más suavidad, hasta
que la mano prácticamente volaba por encima de la zona. Soy muy sensible al
tacto y a la energía; si su mano vuela a unos centímetros de mi piel, noto algo.
Demostró mucha intuición y empezó a subir las manos por mi cuerpo, y
me gustó. Me acarició los pechos, me chupó los pezones; fue increíble.
Entonces nos dispusimos a conectarnos.
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La noche siguiente me dijo: «Aún me dura la animación de anoche».
Hablar de mi sexualidad para este libro ha sido una gran experiencia para
mí. Me he dado cuenta de que deseo ese tipo de sexo gourmet y estoy
decidida a trabajar por conseguirlo. Pero quiero hacerlo con un clan de
mujeres. Una amiga y yo acabamos de formar un círculo de mujeres en el que
apoyarnos e inspirarnos las unas a las otras para conseguir sexo gourmet y
una vida íntima satisfactoria.
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ILUSTRACIÓN DE CRIS RUIZ
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La mayoría de la gente se sorprende de
que esté dispuesta a hablar tan
abiertamente de sexo y de violencia
doméstica. Aún nos domina mucho el
«qué dirán».
— ANITA
ANITA
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INDIA
Estoy divorciada.
La relación sexual que tenía con mi marido no era genial. Era muy rápido,
mete-saca. Vivimos en la tierra del maldito Kamasutra, con sus 108 posturas,
¡y no probamos ni una de ellas!
El sexo oral no era un problema siempre y cuando fuera yo quien se lo
hiciera a él. Dudo que los hombres indios sepan hacer sexo oral. Te acaban
magullando o haciendo daño y no hay manera de que acierten el sitio. Es una
pérdida de tiempo, sobre todo porque se supone que si te lo hacen estás en
deuda con ellos.
Una vez tuve una relación de cuatro años y le pregunté a mi novio por qué
no me hacía sexo oral, a lo que respondió: «No es limpio. Es tu tracto
urinario». «¡¿Y qué me dices de tu puto tracto urinario?!», respondí yo.
Soy un poco rebelde. Mi padre murió cuando yo era muy pequeña y
entonces me enviaron a un internado. Cuando tenía nueve años abusaron de
mí sexualmente. El tipo no pudo penetrarme porque creo que era inexperto
pero aun así fue una experiencia muy traumática para una niña. En la India, la
mayoría de gente esconde este tipo de sucesos bajo la alfombra. He hablado
con muchos amigos, tanto chicas como chicos, que sufrieron abusos parecidos
y los adultos no quisieron escucharles. Cuando era adolescente siempre estaba
enfadada, quizás por esas cosas que me moldearon.
A los quince años me casaron con un hombre veinte años mayor que yo.
La primera vez que practicamos sexo de verdad, con penetración, a mí me
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daba miedo cuánto me iba a doler. Las chicas éramos muy inocentes, no
teníamos ni idea de que se suponía que habíamos de experimentar placer.
Uno de los motivos por los que le dejé era que me pegaba. Durante el
sexo no me hacía daño deliberadamente, pero si veía que estaba incómoda se
excitaba. Le gustaba a lo bruto.
La primera vez que experimenté placer durante el sexo fue la primera vez
que me puse encima de él. Fue una sensación increíble. No sabía que alguien
pudiera sentirse de aquella manera. Noté una especie de hormigueo por todas
partes, una descarga eléctrica que te hace sentir todos los dedos de las manos
y de los pies. La dicha absoluta. ¡Quería aquello siempre! Mi marido me
dejaba ponerme encima muchas veces, pero a menudo quería autoafirmarse,
así que se ponía encima él.
La sociedad india está muy dominada por el hombre; las mujeres estamos
oprimidas. No se contempla que tengamos deseos y desde luego no se
contempla que queramos tener orgasmos.
He explorado mi placer. Sé lo que me gusta, pero has de encontrar el
compañero adecuado. Me gusta besar, pero depende de si él sabe lo que se
hace. ¡No me gustan las babas! ¡Ni que los dientes se choquen! Las zonas que
más me gusta que me toquen son la nuca, los lados del cuello, las orejas y los
pezones. Me gusta que me toquen los pezones, incluso que me los chupen, y
el clítoris.
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muchísimo placer ser capaz de excitarle hasta aquel punto.
La mayoría de la gente se sorprende de que esté dispuesta a hablar tan
abiertamente de sexo y de violencia doméstica. Aún nos domina mucho el
«qué dirán». Sin duda ha controlado mi vida. Incluso mi madre dice aún:
«¿Qué dirán los vecinos?». A lo que yo respondo: «¿Es que nos pagan ellos
las facturas?».
Con todo, esa realidad está cambiando. Las mujeres cada vez son más
valientes y están aprendiendo a reafirmarse.
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ILUSTRACIÓN DE ANSHIKA «ASH». KHULLAR
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Básicamente, el mal sexo ya no merece
la pena. Demasiado engorro; ¿para qué
coño molestarse?
— ODILE
ODILE
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HOLANDA
«Vamos al Templo».
Cuando me dice eso es algo muy prosaico, pero por dentro pienso:
«¡Bien!».
Tenemos una cabaña-templo en el jardín, un lugar sagrado en el que están
muy presentes las deidades con las que trabajamos. Las de él son deidades
yidam budistas, mientras que yo trabajo principalmente con la diosa Rhiannon
y el Dios Astado. Nos quitamos los zapatos, encendemos velas e incienso y
después nos desnudamos. Podemos ir allí específicamente para llevar a cabo
unas prácticas determinadas o podemos encontrarnos como amantes.
Si nos encontramos como amantes, hacemos una visualización. «Nuestras
deidades están aquí, los seres elementales están aquí, los ancestros están aquí,
los grandes guías están aquí», y entonces empezamos a hacer el amor. Es una
forma de oración.
Las religiones patriarcales han hecho del sexo algo pecaminoso, muy
restrictivo o en gran medida prohibido, mientras que el camino pagano, y en
especial el camino de la Diosa, se centra mucho más en lo sagrado de la
sexualidad y el cuerpo.
A veces hago una ceremonia tántrica con la que aumento la energía sexual
de mi cuerpo. Para ello muevo sensualmente la cavidad pélvica, después
respiro en el yoni, el clítoris, las partes internas del yoni, la entrada del cuello
del útero, el espacio del útero. Visualizo el espacio del templo de mi cuerpo,
lo preparo para la llegada del dios en forma del lingam, la varita mágica.
O podemos hacer juntos un círculo de respiración, una práctica tántrica
muy básica pero muy bella para hacer circular la energía. Respiramos energía
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en el yoni, después subimos hacia el útero/vientre, y después al corazón, de
mi corazón pasamos al suyo, bajamos hasta el lingam y pasamos del lingam al
yoni.
Tiene la polla bonita. Y me encanta tenerla en todas partes. Me encanta
abrirme a un hombre. Me encanta que me penetre la presencia amorosa que es
la polla del amado. Qué bonita es. No sé por qué no se habla de ella más en
estos términos excitantes.
Puesto que me está cambiando el cuerpo, a veces estoy ahí
energéticamente pero físicamente no estoy tan húmeda como solía estarlo
antes. En esas ocasiones, usamos lo que denominamos «jugo del placer», un
buen lubricante, para que sea suave y fácil. No es problema; es una unción.
Nuestras relaciones sexuales pueden ser muy energéticas, pero suelen ser
muy sutiles, sin demasiado movimiento. Dejamos que la energía sexual se
mueva por nuestros cuerpos, nos rendimos a ella en lugar de hacer nada. Eso
no significa que estemos allí tumbados como dos muertos: yo hago muchos
sonidos y a veces mi cuerpo tiembla.
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mi fertilidad. Entonces la arpía dice: «¿Quieres tener un conocimiento más
profundo? Pues tendrás que desaprender todo lo que has aprendido». Ahora
eres dueña de tu cuerpo; ya no es para otras cosas. No es para tener bebés ni
para complacer con nuestra juventud a la masculinidad distorsionada de
nuestra sociedad, porque esa juventud ya ha pasado.
No me gusta el hecho de estar menos cachonda y excitada que antes, pero
creo que, si bien la intensidad de la energía sexual es menor, resplandece más.
Es más sutil y cuando se alza es muy placentera.
Básicamente, el mal sexo ya no merece la pena. Demasiado engorroso;
¿para qué coño molestarse?
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ILUSTRACIÓN DE SABRINA GEVAERD
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La primera vez que viví con un hombre
le hice una ensalada de huevo duro. Pelé
los huevos y me los metí en la vagina
antes de servírsela. Nunca le conté que
lo había hecho, y disfruté de veras
viendo cómo se la comía.
— ANJA
ANJA
— 58 —
ALEMANIA
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pezones, que ya de por sí son sensibles. Yo tenía miedo porque no sabía qué
me iba a hacer después y porque sabía que era un dominante-sádico. Me había
contado que el BDSM era su oportunidad de dejar salir al monstruo que
llevaba dentro y vivir sus agresiones en una forma de brutalidad
supuestamente aceptada. Eso es bastante inquietante. Tal vez aquello hizo
emerger algún sentimiento que ya tenía hacia él. Allí no había nadie más; si
ocurría algo contra mi voluntad, estaba totalmente sola.
Empecé a gritar de puro terror. Guau…
Se sorprendió de que tuviera miedo. Hasta entonces no nos había pasado
nunca. Me abrazó y me tranquilizó. «Respira. Vamos a parar un rato».
Cuando lo retomamos, me pegó con la mano en el culo, que es una cosa
que me encanta porque es íntima y precisa. Pura sensación y excitación a
través del dolor. Una caricia fuerte. Plaf. Me encanta como suenan los azotes,
es un sonido pleno y sexy. Se te pone el culo caliente. La mano está en
contacto un momento pero la ola generada por el impacto llega a todo el
cuerpo. Puede doler mucho, sobre todo si pega mucho rato en el mismo lugar,
y a veces lloro.
Los azotes forman parte de la fase de calentamiento, así que estaba a la
expectativa de lo que vendría después.
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Nunca me enseñaron nada sobre el sexo, así que cuando tenía catorce años
empecé a ir a la biblioteca a leer cuanto pudiera. Empecé con los textos de
Masters y Johnson, que me proporcionaron un modo científico de entender la
sexualidad que era fascinante.
Solía orinar en el suelo del salón: me ponía, y hacer algo prohibido y
diferente me daba sensación de libertad. Creo que ese fue mi comienzo en el
BDSM. Y recuerdo que la primera vez que viví con un hombre le hice una
ensalada de huevo duro. Pelé los huevos y me los metí en la vagina antes de
servírsela. Nunca le conté que lo había hecho, y disfruté de veras al ver cómo
se la comía.
Con lo que sé sobre sexualidad, la gente que no está en el BDSM me
parece aburrida; no son lo bastante sexys ni abiertos para mí y no están en
contacto con su poder y su energía sexuales.
Creo que la gente necesita saber que la sexualidad femenina es una
realidad.
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ILUSTRACIÓN DE MIRANDA LORIKEET
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Para mí era muy importante que un
chico me diera amor y me dedicara su
atención, y el sexo era una manera de
conseguirlo. Ahora que soy más
consciente de eso, me pregunto: «¿Qué
es este vacío que siento?».
— JOY
JOY
— 58 —
PORTUGAL
Antes el sexo era muy importante para mi marido y para mí. Dice que era
virgen hasta que me conoció, ¡así de bien se me daba! Pero hace tres años me
operaron y desde entonces es complicado.
Una de las operaciones fue en la vagina: cortaron la pared que separa la
vagina del recto porque el tejido estaba dañado y los excrementos se filtraban
a la vagina. El año siguiente a la operación tuve muchos dolores. Ni siquiera
ahora es como antes, así que creo que inconscientemente bloqueo los
sentimientos hacia el sexo.
Por su parte, él tuvo cáncer de próstata y le trataron con radioterapia.
Empecé a tener miedo por la radiación. Hablé con el médico, que me dijo que
no había ningún problema, pero no me quedé convencida. Ahora no tiene
esperma. Sale una cosa, pero ni huele ni sabe igual.
Mi marido siempre tiene ganas de sexo conmigo. Lo hacemos dos o tres
veces por semana, pero por mí lo haría cada quince días. Le amo y no
imagino mi vida sin él, pero ahora cuando se me acerca y me toca porque
busca sexo, pienso: «Ay, Diosss…». Pruebo a decir: «No me encuentro bien»
o finjo que estoy demasiado cansada. A veces piensa que ya no me gusta,
pero no es verdad; es solo que mi cuerpo no quiere hacerlo.
Por lo general lo entiende, pero a veces el hombre piensa con el pene. El
pene es muy importante. Cuando tuvo el cáncer, le dijo al médico: «No quiero
vivir si no puedo tener relaciones sexuales». Y eso que tiene sesenta y nueve
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años. Me da la impresión de que en Portugal los hombres creen que lo son
porque tienen pene.
A veces me apetece hacerlo, o no me importa hacerlo. Vamos rápido
hacia la penetración. Para mí no es problema porque siempre estoy húmeda.
Tengo siete hernias, así que no puedo estar boca arriba con él encima.
Siempre hacemos el perrito, aunque a él no le gusta tanto porque quiere
mirarme. Pero yo no puedo hacerlo porque me duele mucho.
Durante el sexo me toco el clítoris. Antes era capaz de tener uno, dos o
tres orgasmos de clítoris cada vez; era muy fácil. Ahora cuesta más. No sé si
tendría que tomar hormonas.
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Frances Cannon es una artista queer multidisciplinaria que reside en
Melbourne, Australia. Trabaja principalmente el dibujo y la pintura en
tinta, guache y acuarela.@frances_cannon
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Quizás sienta algo menos de deseo que
antes, pero todavía soy muy sexual,
sobre todo si me tomo unas cuantas
copas. Pienso en el sexo, veo porno y
tengo un vibrador maravilloso.
— CORAL
CORAL
— 64 —
CANADÁ
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puramente sexual, ya que nunca he tenido ese sentimiento de amamantar.
Pero tampoco es que me las tocara muy bien… A menudo le decía: «Son
bastante delicadas. Piensa en ellas como si fueran tus pelotas, no unas tetas de
goma».
No le gustaba el cunnilingus. Decía que era ateo, pero a mí me parece que
por ahí todavía había algo de catolicismo reprimiéndolo a la hora de
experimentar y expresarse. Yo siempre le hacía un montón de sexo oral. Me
gustaba excitarle; ¡para mí era como chupar una piruleta! Siempre tuve la
esperanza de que me devolviera el favor, o de que al menos me diera alguna
confirmación verbal de que le encantaba, pero cuanto decía era: «Ah, todo
bien».
Intentaba penetrarme, pero yo siempre quería estar más excitada. Le decía
que aún no estaba lista y entonces le veía echar mano del lubricante en lugar
de intentar hacer que me humedeciera naturalmente. La verdad es que no era
nada romántico. Para mis adentros me preguntaba por qué continuaba
prestándome a hacer aquello.
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posición, decepcionada por haber repetido la historia otra vez. Yo dejaba que
me tratara de aquella manera, la culpa no era solo suya.
Aquel hombre destruyó mi espíritu y ahora estoy recomponiéndome de
nuevo.
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ILUSTRACIÓN DE BÁRBARA MALAGOLI
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Creo que las mujeres somos más fuertes
que la mayoría de los hombres. Los
hombres no tienen amigos como las
mujeres tenemos amigas, así que cuando
conocen a alguien quieren que esa
persona sea su todo.
— VIVIAN
VIVIAN
— 70 —
ESTADOS UNIDOS
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en la primera cita pero tampoco tengo que esperar a nada, ni al anillo de
compromiso ni a la cuarta cena.
He descubierto que tengo mucha más libido que la mayoría de hombres de
mi edad y eso se traduce en insatisfacción. A esta edad, los hombres están
cansados siempre. Y yo digo: «¿Cómo? Pero si no has hecho nada en todo el
día. ¡Yo he cortado el césped, que parecía una jungla!». Además, cada vez
más son incapaces de aguantar la erección. Siempre me muestro muy
compasiva sobre el tema, pero a ellos los mortifica, así que no puedes insistir
mucho al respecto a menos que seas muy mala persona.
Ya no practicamos sexo salvaje por toda la casa. La mayoría de los
hombres son demasiado refinados o les da miedo hacerlo. Todo pasa en la
cama. A veces les digo: «Tengo ganas de sexo», o directamente les salto
encima. Cuando estoy encima de alguien y él no quiere, me quedo ahí hasta
que consigo lo que quiero. Hago bromas, le hago reír y al final se da por
vencido. Entonces le agarro el pene o intento hacerle una mamada.
Creo que, en general, la mayoría de gente tiene ganas de sexo; siempre
que sea algo fresco y excitante, no te has de esforzar mucho para persuadirles.
Si realmente veo que no están interesados, lo acepto y dejo que me abracen o
me hagan arrumacos.
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Si pienso en alguna otra cosa aparte de en el sexo que estoy practicando
en ese momento, seguramente será en por qué no volveré a hacerlo nunca más
con esa persona.
Después del sexo, si he tenido todo lo que quería, estoy relajada y lista
para irme a dormir. Puede que diga: «Venga, a dormir. Gracias, hasta mañana.
¡Estate preparado!».
También me gusta practicar sexo por la mañana.
Conforme te vas haciendo mayor, el ideal va cambiando. Hace años
pensaba que el ideal era estar enamorada. Ahora solo quiero lo que quiero
cuando lo quiero.
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ILUSTRACIÓN DE JENNY ECLAIR
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Estuvimos casados trece años, hasta que
me enteré de sus aventuras. Cuando nos
divorciamos, todos los que intentaban
ligar conmigo eran hombres casados.
Bienvenida al mundo real.
— LUCY
LUCY
— 74 —
NUEVA ZELANDA
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y con energía. Nunca me puso en un pedestal. Nunca se preocupó demasiado
por mí. Nunca me compró regalos. La verdad es que no hizo demasiado por
mí. Sin embargo, yo me sentía increíblemente amada. Estuvimos juntos veinte
años.
Si él quería hacer el amor y yo tenía la regla, me decía: «No pasa nada; lo
dejamos para otro día». Había llegado a decir que tenía la regla para oírle
decir «No pasa nada», porque era encantador. Siempre le estaba poniendo a
prueba; era un jugador nato. Si me decía que le gustaba cómo llevaba el pelo,
yo iba y me lo cambiaba.
Aquella relación debería haber acabado mucho antes. Mi conclusión es
que las aventuras con hombres casados son una situación de lo más insana
porque nunca puedes ser espontánea; tienes que reprimir los sentimientos.
Muchas mujeres dicen que ellas no lo harían, pero, en mi caso, había
conocido a muchos hombres y no me sentía atraída por ninguno de ellos.
Estaba sola, sin nadie que me abrazara. Nunca digas «de esta agua no
beberé»; nunca se sabe qué haría uno en determinadas circunstancias.
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Fue mi hermana quien dijo: «¡Está embarazada!». Y yo pensé: «Madre mía, si
ni yo misma lo sabía». Mi madre se me quedó mirando: «¿Es que no usasteis
nada?». Aquello se me quedó grabado. Me enfadé mucho con ella, aunque no
lo exterioricé. «¡Hombre, no te explican nada y se supone que lo has de saber
todo sobre el tema!».
Estuvimos casados trece años, hasta que me enteré de sus aventuras.
Cuando nos divorciamos, todos los que intentaban ligar conmigo eran
hombres casados. Bienvenida al mundo real.
Página 213
ILUSTRACIÓN DE ALICE SKINNER
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Se han cambiado los nombres y detalles identificativos para preservar la
privacidad de las personas.
Página 215
Ilustraciones: Natalie Krim; MariNaomi; Bárbara Malagoli; Arnelle
Woker; Nikki Peck; Candie Payne; Anshika Khullar; Kate Philipson; Alice
Skinner; Regards Coupables; Elsa Rose Frere; Sabrina Gevaerd; Mattia
Cavanna; Tina Maria Elena Bak; Kim Thompson; Rachel Gadsden; Sofie
Birkin; Jasmine Chin; Jemima Williams; Alphachanneling; 2021 KaCeyKal!;
Naomi Vona; Emily Marcus; Chrissie Hynde; Ojima Abalaka; Destiny
Darcel; Sarah B. Whalen; Frances Cannon; Golden Daze Illustration; Miranda
Lorikeet; Jenny Eclair
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Si necesitas ayuda o simplemente más información, puedes ponerte en
contacto con las siguientes organizaciones sin ánimo de lucro:
Colegas defiende los derechos LGBT en todos sus ámbitos y fomenta una
sociedad libre y diversa. Colegas LGBT
Asociación Deméter por la igualdad es una ONG que tiene como
objetivo ofrecer atención e intervención integral a niñas y niños
desfavorecidos que han vivido experiencias de violencia de género, ayudar en
la erradicación de la violencia de género y detener la transmisión
intergeneracional de la violencia y la normalización de las conductas
aprendidas. Asociación Deméter
Openheartsayuda.org ofrece ayuda y guía a víctimas de violencia de
género, acoso escolar y laboral, homofobia, xenofobia, racismo, adicciones o
cualquier otra situación de exclusión o marginación, o con problemas de
marginación y maltrato. Open Herats ayuda
Fundación Kirira es una ONG que tiene como objetivo la erradicación
de la mutilación genital femenina. Fundación Kirira
La Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD) es una ONG que defiende
los derechos de las personas en situación de fragilidad social (drogas y salud,
desigualdad, infancia y familia, dependencia y personas mayores,
discapacidad intelectual, igualdad de género). Les acompañan en diferentes
momentos de sus trayectorias vitales individualmente o en grupo y actuando
en la comunidad. Se esfuerzan por generar autonomía personal y convivencia
social desde unos principios éticos, de proximidad y de calidad. ABD ONG
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Lucy-Anne Holmes es escritora, actriz y activista que vive en Sussex. Es
autora de tres novelas anteriores que se publicaron en diez países, y de Don’t
Hold My Head Down, su divertida y reveladora odisea sexual personal.
Cuando no está trabajando en Mujeres en la cima del mundo, Lucy-Anne está
en un curso de capacitación para convertirse en una sacerdotisa sexual
sagrada.
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