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Didi Huberman La Venus Rajada OCR PDF
Didi Huberman La Venus Rajada OCR PDF
Desnudez ideal:
la Venus de los Medicis
* * •
•
He aquí pues un desnudo admirable cincelado por su
í
\
propio dibujo. Sin embargo, su escala (a tamaño natu-
ral), así como su colorido (una tempera magra extrema-
damente fina, opaca y luminosa, pálida como una pie-
dra3), suscitan asimismo en el espectador la ineludible
evocación del relieve de una antigua estatua. El cuerpo
de Venus parece el de un mármol muy liso y muy frío, al
que el artista hubiera añadido únicamente ese extraño,
casi chocante, raudal de la cabellera dorada, así como el
verdiazul vitrificado de los ojos y esos toques de encar-
\f:
no lo sabe- lo que significa y representa plenamente para
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los seres humanos el Amor, cuva divinidad, como todo
el mundo sabe, ostenta ella.
Se puede argüir que lo propio de una divinidad es
trascender el motivo mismo de su divinidad. El hecho
de hallarnos ante un desnudo cuasi mineral nos obli-
garía en este caso a entenderlo y a interpretarlo cual
desnudo trascendido, sublimado, perfecto, ideal. En
suma, como a un desnudo celestial. Esta evidencia halla
una confirmación ieonológica en la referencia -fre-
cuente en casi todos los humanistas florentinos del
Quattrocento- al "desdoblamiento" del Amor tal y
como lo expuso un célebre pasaje del Banquete de 2 Sandro Botticelli,
Ja Virgen de la granada
Platón: "Si no hubiera más que una Afrodita, no habría (detalle), alrededor de 1487
más que un Amor. Pero, como ella es doble, hay asi- Temple sobre tabla.
mismo, necesariamente, dos Amores" *. No cabe duda
alguna acerca de que en el horizonte ideológico de un
pintor humanista como Botticelli existían dos Venus,
respectivamente llamadas Venus coelestis, la celestial, y
Venus naturalis, la vulgar. ¿Cómo extrañarse entonces
de que un historiador del arte como Kenneth Clark
haya establecido a partir de dicho "desdoblamiento" la
"justificación [misma] del desnudo femenino" en el
terreno, no ya de las imágenes en general -las imágenes
pueden ser vulgares, feas, hasta pornográficas-, sino en
el del arte en particular?
n i
y "Desde los tiempos más remotos, el carácter obse- tinguir el desnudo como "forma artística ideal" -forma
sivo e irracional del deseo físico ha buscado una satis- tan moralmente inofensiva como la de la ópera italia-
CO
facción a través de la imagen (images), y el arte euro- na, por ejemplo- de la desnudez contemplada como esa
peo (European art) se ha esforzado periódicamente cosa verdaderamente demasiado embarazosa, demasía-
durante el curso de su historia en conferir al desnudo do empática y sexual para acceder a la esfera "cultiva-
femenino una forma mediante la cual Venus dejara de da" del arte como tal:
w ser vulgar para convertirse en celestial"5.
"La desnudez (nakedness) es el estado en que se
I •
Es en este aspecto en el que Botticelli ha podido ser cali- halla aquel que ha sido despojado de sus ropas; la
ficado por Kenneth Clark como "uno de los más célebres palabra sugiere en parte el embarazo que la mayoría
6
poetas de Venus" : no se es poeta más que de la Venus de nosotros sentimos en dicha situación. La palabra
celeste, sobre todo en esa Florencia del Quattrocento en "desnudo" (nude), por el contrario, no suscita en un
la que retumban los sermones de Savonarola (portado- medio o ambiente culto ninguna asociación de ideas
res de todas las culpabilidades) al tiempo que resuenan embarazosa. La imagen imprecisa que proyecta en
las referencias a la antigua filosofía (portadora de todas nuestras mentes no es la de un cuerpo aterido e inde-
las idealidades). fenso, sino la de un cuerpo armónico, pletórico, segu-
ro de sí mismo: el cuerpo re-modelado. (...) El desnu-
«
título de su libro The Nude: A Study of Ideal Art, a dis- mente el juego de palabras fonético empleado por el autor Q
23
¿4
las dos significaciones conjugadas de la palabra d/seg- sus (nuestros) deseos, de su (nuestro) pudor. Despojado,
<
no- en el marco implícito del deseo y en el marco, más en suma, de su (nuestra) culpabilidad, esa especie de corte
explícito, de todo aquello que, en la pintura, guardaría que impone fundamentalmente todo deseos.
• I
relación con una fenomenología del cuerpo y de la ¿Cómo se las ingenia la "historia del arte en tanto que
carne. Cuando Kenneth Clark reivindica la idealidad disciplina humanista"^ para desexualizar y desculpabi-
rs del desnudo al indicarnos que "no consideramos el des- lizar la figura de Venus, para encerrarla y petrificarla pro-
nudo en tanto que organismo viviente, sino en tanto yectándola al tiempo al éter apaciguador de las ideas? En
10
que dibujo" se encamina, más o menos consciente- primer lugar, se obnubila con respecto al revestimiento
c
mente, tras los pasos de Vasari cuando éste hablaba del literario de la obra: coloca en primer término las "fuen-
disegno en términos de "intelecto" (intelletto), de "con- tes", términos griegos o latinos evidentemente menos per-
cepto" (concetto), de "idea" (idea) o de "enjuiciamiento" turbadores que la imagen directa de un seno desnudo, de
l
(giudizioY . una cabellera desparramada o de una mano sobre el vien-
La otra postura amplía todo esto a una esfera que tre. La inmediatez visual del Nacimiento de Venus se con-
yo llamaría neokantiana. Consiste en querer establecer vierte así en la ilustración de una "representación de pala-
la preeminencia del juicio estético sobre un rechazo deli- bras". Se prefiere distinguir a su través tan sólo la
berado y expreso de toda empatia hacia la imagen: "Ese transcripción o la traducción pictórica -una realidad secun-
proceso llamado en estética empatia", afirma de nuevo daria, claro está- de antiguas o de menos antiguas descrip-
Kenneth Clark, "se sitúa en los antípodas de la activi- ciones literarias, fuertemente mediatizadas a su vez por
dad creadora y del estado mental que origina el desnu- un distanciamiento espacial y cronológico: descripcio-
12
do" . Si el desnudo es una forma artística, eso signifi- nes relativas a la mítica, la inexistente Afrodita anadyo-
1
ca que se debería poder desembarazarlo de su desnudez. mena del pintor griego Apeles ^ Ese cuadro había
Esto significa que el universo estético no se constituiría, desaparecido hacía ya mucho tiempo cuando Plinio el
en semejante ejemplo, sino mediante la separación de Viejo y Ovidio lo ensalzaron con mayor o menor preci-
16
forma y deseo, aun si dicha forma acogiera expresa- sión y efectos retóricos . Después, los textos antiguos fue-
mente nuestros más poderosos deseos. Esto significa ron leídos e imitados por los humanistas, especialmente
que se podría, ante cada desnudo, mantener el juicio y por Poliziano en sus Stanze^. El desnudo de Botticelli no
olvidar el deseo, mantener el concepto y olvidar el fenó- será de este modo, para concluir, más que la consecuen- <
meno, mantener el símbolo y olvidar la imagen, man- cia figurativa, la consecuencia retraducida y desencarna- Q
tener el dibujo y olvidar la carne. Si ello fuera posible da de toda esta serie discursiva: dicho en otras palabras, N
-cosa que no creo-, entonces la Venus de Botticelli no el cuadro existente (el del Quattrocento) se habrá limita- a
sería, para concluir, nada más que un desnudo "celes- do así a ilustrar las descripciones literarias de un cuadro 2
LO
tial" y cerrado, un desnudo despojado de su desnudez, de inexistente, invisible y lejano (el de la Antigüedad).
¿5
26
Z Así pues, Venus se aleja. Mas, como si la Afrodita tura conocida como Venus de los Medicis no es sino el
^
pintada por Apeles se hallara aún demasiado cercana más célebre avatar de una serie, una Venus púdica
-sin duda a causa del propio material: pigmentos líqui- cuyas características conocían ya muy bien los hom-
•x dos, ligamentos orgánicos-, demasiado próxima al tor- bres del Quattrocento, e incluso los del Trecento; una
I
bellino originario, húmedo y humoral, afrodisíaco y estatua de ese tipo es mencionada en Florencia por
anadyomeno, se creyó conveniente y útil fijar, pretrifi- Benvenuto da Imola en su comentario de Dante, y
car un poco más la figura cincelada por Botticelli: se le Lorenzo Ghiberti habla del descubrimiento de una
O
fabricó entonces una vestimenta de mármol. Puesto que antigua escultura de Venus enterrada bajo la propia
la célebre Venus era un encargo de los Medicis, puesto casa de Brunelleschi. Abundan los ejemplos de este
que se ajustaba por su dimensión real (su "tamaño tipo en la Toscana, así como en Roma, por supuesto,
natural"), por su colorido e incluso por su gestualidad, y ello sin contar las innumerables versiones alVantica
a los cánones de la escultura griega (cabeza ladeada realizadas en diferentes materiales durante todo el
hacia la pierna doblada: se trata de un rasgo praxite- Renacimiento 21
liano clásico), se la asoció muy pronto con la Venus Una última operación terminó de completar esa "toma
i
<
*
de los Medicis, la más célebre de las obras de la de idealidad", por decirlo en términos similares a los de
T
I.
Antigüedad clásica conservadas en Florencia (ilustra- la "toma de posesión" o, en el caso de las órdenes reli-
ción 3). Pese a tratarse en realidad de una copia griega giosas, "toma de los hábitos", en lo que se refiere al des-
•
/
Venus, aquí, es más bien la Humanitas que se puede leer } Anónimo i»rieno o romano.
22
en Marsilio Ficino . Ls la Philosophia sobre la que escri- Venus de los Metí ¡as. Sii:l<> I
2
be Pico della Mirándola -*. a. de C Marmol.
y
<
ticipó en la representación botticelliana de la desnu- tizar de modo mágico los problemas; \\ a mi parecer,
dez. Pero todo ello participó de modo dinámico y dia- Kenneth Clark recurre exactamente a una operación
léctico, es decir en de un contexto hecho de asociacio- mágica, a un mecanismo defensivo psíquico, cuando aisla
nes y desplazamientos, de tensiones, de intensidades al desnudo de su desnudez, a fin de postular el estatuto
• » • » * • » " » " • - * . . p . . _ .
/^.
contradictorias, de "hibridaciones" y de "inestabili- de forma ideal. Recordemos el rechazo del historiador
dades", tal y como Warburg describía, con toda juste- del arte por esa "empatia" considerada como "situada
^r
za, el Renacimiento mismo en lo que se refiere a su en los antípodas de la actividad creadora y del estado
1
relación con las formas de la Antigüedad . 28 mental que engendra el desnudo'^ . ¿Cómo asombrarse
entonces de que Freud comprenda el aislamiento bajo el
, ^
r K
Anular la desnudez del desnudo boticelliano, idealizar-
lo a través de la sola consideración de sus funciones lite- aspecto de ese arcaico modo defensivo contra la pulsión
rarias, monumentales o metafóricas, es proceder exacta- que es el tabú del tacto}
mente del modo que Freud definió, en un texto célebre
sobre la inhibición y la angustia, como "aislamiento" "(...) tratando de este modo de impedir asociacio-
(Isolierung). El aislamiento es "un mecanismo defensivo,
*
nismo de defensa por "anulación retroactiva": no se las armas que hieren a distancia, presupone asimis-
mo necesariamente el tacto corporal, el acto de alzar N
suprimen impunemente los acontecimientos mismos. Por tu
O
el contrario, los escritos de historia -y en particular los la mano. Tocar a una mujer es, en lenguaje coloquial, D
un eufemismo referido a su utilización como objeto Z
de historia del arte- están llenos a rebosar de estos "ais- UJ
lamientos" que permiten simplificar, depurar, esquema- sexual. (...) Puesto que la neurosis obsesiva persigue O
33
34
y
<
al principio el tacto erótico y después, tras la regre- producir una desnudez en el sentido -fenomenológico-
2 sión, el tacto enmascarado bajo forma de agresión en que tratamos de abordarlo, es decir, en el sentido en
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PQ
(die ais Aggression tnaskierte Berührung), nada es que lo entiende, por rechazo, el propio Kenneth Clark:
x más susceptible de ser tajantemente prohibido en ella- el de establecer la atracción y el deseo, todo aquello que
S que ese contacto, nada hay que se preste mejor a eri- el historiador inglés denominaba, para excluirlo aún
girse en el epicentro de un sistema de prohibición. más de su análisis, "embarazo" o "asociación embara-
LO
Pero el aislamiento es la supresión de la posibilidad zosa 35,
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O
del contacto, el modo de sustraer una cosa a toda
2
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clase de tacto (...)"* .
tu
a Eva con sexo de niña). Sea como sea, la representa- Q
ción explícita de los "caracteres sexuales" no basta para N
{U
O
D
LO
* Nota de la Traductora: el autor alude a la iglesia florentina de Santa María tu
del Carmine. Q
35
I
Desnudez impura:
entre pudor y horror
* *
t• +
*8
y. Hay que salir al paso de esta objeción, o de esta sos- resultados, incluso de los datos concretos. Pero su enfo-
^
pecha de anacronismo (luminosos humanistas contem- que, su modo tan peculiar de encaminarse hacia el
plados por modernos excesivamente sombríos), seña- "tacto camuflado" de las imágenes, sigue creando escue-
lando que la operación idealizadora que lleva a cabo la: es una suerte.de lección inquisitiva que, por decirlo
Kenneth Clark con respecto al desnudo, este aisla- gráficamente, hemos de continuar desplegando una
miento de algunos aspectos en detrimento de todos los y otra vez. La primera cuestión que se planteaba
is.
demás, esta amnesia de las relaciones, traiciona por Warburg ante los cuadros de Botticelli es de un orden
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completo, y por así decirlo, academiza -en un senti-
• • M. *
casi táctil: es una cuestión de empatia. La demostración
propuesta -de la que los iconólogos no han retenido,
t , ^
oí
lógica y que inició su revolucionaria obra dentro de la Es otra cosa. La situación, como Warburg no dejó de O
Cu
historia del arte con una tesis sobre El Nacimiento de insistir a propósito del Renacimiento en general, per-
8
Venus y La Primavera de Botticelli^ . manece impura, híbrida, compuesta, tensa. N
tu
Este texto es de 1893 y podría considerarse por lo ¿En qué consiste la tensión? Warburg había adverti- Q
D
tanto "desfasado" -valoración frecuente, pero absurda do muy pronto en Botticelli un "dualismo entre la z
LO
en semejante campo- desde el punto de vista de los implicación personal y la distancia"4°. Visualmente, UJ
Q
39
¿j
4°
2 esto significa que las obras del pintor se hallan atrave- jóvenes, que éstos acaban de salir de un sueño y de
sadas por una contradicción tan extraña como admira- despertar a la conciencia del mundo exterior; y que,
tu
rr
ble: los sujetos -los cuerpos, los rostros, las miradas- pese a volverse resuelta, activamente hacia él, el
X permanecen impasibles interiormente, al tiempo que influjo de las imágenes del sueño obsesiona aún sus
toda la pasión correspondiente a las escenas represen- mentes (durchklángen noch die Traumbilder ihr
1
tadas se desplaza hacia fuera, la mayoría de las veces
•
Bewusstsein)"* .
muy cerca, a la orilla de los cuerpos. De forma que, para
representar el pathos -ese elemento psíquico, pático, Uno no puede sino asombrarse ante el carácter dia-
• • • •
ciertamente empático-, Botticelli se da por satisfecho léctico de esta observación: Warburg no propone en
U
con un simple "movimiento externo", como afirma ella el sueño como un contenido interpretativo, sino
Warburg: se limita a un simple viento agitando los cabe- como una "llamada a la interpretación", lo que es
* • •»
llos (los de la Venus, por ejemplo) o los atavíos (los de muy diferente^. No se trata en ningún momento de
las tres Gracias en La primavera, por ejemplo) de los presuponer en Botticelli una "pintura de los sueños",
personajes pintados. Warburg sentaba ahí las premisas un onirismo cualquiera. Pero Warburg nos sugiere que
de una argumentación dialéctica sobre la animación de lo relativo a la representación y a la tarea de objetivi-
la imagen, de donde iba a surgir un concepto decisivo, zación del mundo visible -cuerpos humanos, espacios
hoy en día algo olvidado, el de la "fórmula de lo paté-
\
r construidos, verosimilitudes narrativas- se halla some-
.i
1
tico" (Pathosformel)* . tido, en Botticelli, al contra-motivo, al síntoma recu-
Una de las conclusiones a las que llegaba Warburg rrente, anadyomeno, de una figurabilidad: una tarea
-conclusión sorprendente, ya que resulta mucho más psíquica en la que se desarrolla toda la subjetivización
"empática" y fenomenológica que "positiva" o icono- de mundos fantasmáticos. Decir aquí que la represen-
lógica, en el sentido, al menos, habitual neopanofskia- tación se halla sometida al síntoma es constatar que
no, del término- tenía que ver con la "atmósfera psí- su estabilidad aspectual -su vocación de suscitar un
quica" (Seelenstimmung) de los cuadros de Botticelli: cierto reconocimiento de las formas, una cierta refe-
al evocar la "belleza soñadora y pasiva" (tráumerische, renciabilidad- se halla sometida a algo que se presen-
passive Schónheit) de los personajes representados, ta a la vez como surgimiento, aparición de un rasgo <
D
Warburg se arriesgaba, siete años antes de la Traum- inesperado, impensable, en la trama de lo representa- cu
deutung freudiana,.a establecer el paradigma del sueño do, y como disimulo, desaparición del mundo donde
N
como eje interpretativo completo: ese mismo rasgo sería pensable44. Las "fórmulas de lo
Q
patético" según Warburg decididamente no son del
"Sentimos la tentación de argüir, a propósito de z
ámbito de una simple teoría de la expresión, sino del LO
CU
algunas de sus figuras femeninas o de algunos de sus de una teoría del síntoma. Q
4*
4*
7. ¿Qué implica esto? Que las imágenes en sí mismas en el sueño y en el síntoma: condensación y desplaza-
-las de Botticelli en un grado especial- son dialécticas. miento, disimulo y plasticidad, insensibilidad frente a la
CU
r T ^
Warburg no nos incita solamente a pensar en ciertos cua- contradicción, disociación del afecto y de la representa-
dros a través de inapaciguadas tensiones entre corte y ción, etc.* \
^ empatia, distanciamiento y contacto, "causa externa" y ¿Se puede hablar de todo esto referido a la "simple
/ ^
"causa interna", elemento psíquico y elemento objetivo, indumentaria" de la Venus botticelliana? ¿No resulta-
Vi
' . *
belleza apolínea y violencia dionisíaca, tacto de Eros y rá acaso contradictorio indagar semejante trabajo psí-
0¿
tacto de Tanatos... Es que además su formulación viene
•
quico en este desnudo femenino, justo después de haber
a reunirse exactamente con el esfuerzo emprendido, unos desechado todos sus ropajes de idealidad? A esta pre-
treinta años después, por Walter Benjamin, para calificar gunta hay que responder con dos argumentos. Por un
las imágenes en términos de "dialéctica en suspenso". lado, la desnudez -objeto de nuestro estudio- no signifi-
Para ello, Benjamin tuvo justamente que poner en mar- ca simplicidad, y no puede en ningún caso limitarse a la
cha el paradigma del despertar: un despertar poseído aún evidencia esquemática de lo que denominamos, a efectos
por el sueño, dominado todavía por éste, pero que ha de género artístico, un "desnudo": La desnudez es mate-
empezado ya a olvidarlo**. ria de trabajo, porque giran en su interior la representa-
Así se conformarían las imágenes, y las de Botticelli ción del cuerpo y ese "tacto camuflado" del que habla-
en un grado especial: entre un despertar a las "causas ba Freud, tacto de Eros y tacto de Tanatos reunidos en la
externas" y una remanente obsesión de los sueños, los misma operación. Por otra parte, si pretendo desechar los
deseos inconscientes, las "causas internas". Esta sería la "ropajes de idealidad" es únicamente porque reducen la
dialéctica de las imágenes: lo que describen se halla par- desnudez al desnudo y el trabajo fantasmático a un ais-
tido por un síntoma; y lo que les obsesiona se halla, lamiento de la mente, a una falsa pureza.
simétricamente, cruzado por un olvido. A ojos de Ninguna de las fuentes humanistas de El Nacimiento
Warburg, como a los de Freud o a los de Benjamin, las de Venus es en sí ilegítima, como ya he señalado con ante-
imágenes fueron pues, antes que nada, tensiones en mar- rioridad. La iconología es únicamente abusiva cuando uti-
cha, situaciones impuras. Mas la impureza es el signo liza textos y contextos como otras tantas claves de inter-
mismo de una complejidad dinámica, de un proceso en pretación. Warburg hace otra cosa a propósito de <
marcha, algo que aún no ha encontrado el apacigua- Botticelli: es perfectamente consciente de que las fuentes Cu
CU
miento de los resultados acabados. La impureza expre- literarias son menos un instrumento de simplificación,
sa el movimiento y la sobredeterminación: las "fórmu- hasta de resolución, que un instrumento de complejidad, N
O
las de lo patético" warburguianas ganarían mucho si se incluso de sobreinterpretación, en el sentido en que la D
Z
analizasen, no mediante "actitudes pasionales" estilo sobreinterpretación sería la interpretación adecuada a LO
tU
6
Charcot* , sino a la luz del "trabajo" que Freud analizó todo fenómeno sobredeterminado^. Las fuentes literarias Q
43
f
44
/
no son sólo simples claves , sino que son también puer-
-V
tas que se abren sobre nuevas asociaciones de ideas,
sobre nuevos laherintos. No son ropajes hechos para
aislar, sino para acompañar al cuerpo al que revisten
con un movimiento complejo, dinámico, abocado a las
incesantes modificaciones de las "causas externas" v de
s.
las "causas internas": como así fueron, a ojos de
^y
Warburg, las veladuras transparentes que trazan un cír-
culo de Pathosformeln alrededor de los cuerpos desnu-
dos de Botticelli.
No basta por tanto con repetir después de Warburg,
como lo han hecho tantos historiadores del arte^, que
El Nacimiento de Venus tiene como fuente literaria direc-
ta las Stanze de Poliziano que describen la misma "esce-
5 Sandro Botticelli,
na" o la misma "historia". No es suficiente con consta- El Nacimiento de Venus
tar que en un poema, escrito hacia 1494, Poliziano hacia 1484-1486.
Temple sobre lienzo.
describe a Afrodita anadyomena "escurriéndose los
cabellos con la mano derecha (...) y ocultando el pubis
0
con la izquierda"* . Ni siquiera vale contentarse con la
descripción, más precisa y detallada, e incluida en las
Stanze, de la escena:
real, de que la mar era real, de que la concha era real, árboles, resaltados de oro, son de una inmovilidad que
OQ
de que el soplido de los vientos era real: casi se contrasta penosamente con los signos, no obstante explí-
podían yer brillar los ojos de la diosa y al cielo son- citos, del viento o de la brisa; la lluvia de flores es lo
t .
Q
riéndole alrededor, al igual que el resto de los ele- menos festiva posible: únicamente los movimientos y la
mentos; las Horas de blancos vestidos caminan sobre disposición de los ropajes, así como la cabellera de Venus,
W la arena; el viento ordena sus cabellos desordenados son de una gracia absoluta; pero la gracia no implica for-
O
y sueltos; sus rostros no son ni semejantes ni des- zosamente un estado de alegríarEs pues más bien la falta
o
tu emejantes, como uno espera de las hermanas. del elemento "alborozo" o del elemento "radiante" lo que
sorprende en semejante contexto de venustidad.
"101. Se podría jurar que la diosa salió de las olas Una vez más, el juicio del historiador del arte habrá
sujetándose los cabellos con su mano derecha y sido falseado por un fenómeno de "aislamiento". El
cubriéndose la dulce manzana [es decir, su seno] con propio texto literario ha de leerse del modo en que se
la otra; y, hollada por el pie sagrado y divino, la arena leen las narraciones de sueños desde Freud y los relatos
se cubre de hierba y de flores; luego, con semblante míticos desde Dumézil o Lévi-Strauss; es decir, sin omi-
alegre y delicado, es acogida en medio de las tres nin- tir nada -regla fundamental-, sin romper el encadena-
fas, y envuelta en un vestido estrellado"^. miento asociativo, sin truncar las polaridades, sin sose-
gar las tensiones dialécticas. Está claro que hay en el
Tras citar este texto, Ronald Lightbown saca la con- texto de Poliziano una sarta de palabras que expresan
clusión, en su monografía sobre el pintor, de que la dicha, la sensualidad y la felicidad ante el nacimien-
"Botticelli se sitúa en el mismo registro de alborozo" y ter- to de esa divinidad bella como ninguna otra: "actos ale-
mina por ofrecernos un "cuadro radiante como ningún gres" (atti lieti), "zéfiros lascivos" (zefiri lascivi), "rego-
otro en todo el arte europeo" [there is no more radiant cijo" e incluso "sonrisa" del cielo (7 cel ne goda... 7 cel
z
picture in European art]$ (ilustración 5). Pero, ¿qué es lo rider li a torno) a la que parece corresponder el "sem-
que hay tan explícitamente "radiante" en El Nacimiento blante alegre y delicado" de la diosa (sembiante lieto e
de Venus} No gran cosa, en verdad: los rostros de los cua- peregrino). <
tro personajes expresan como mucho la interioridad Pero todos esos significados -basta con retroceder Cu
(Venus), cuando no el desafecto (el Aura, la Hora) y hasta unos versos más arriba en la lectura del poema- se yer- s
el disgusto (el Zéfiro); el cielo es neutro, la mar se halla guen sobre el trasfondo de una auténtica visión de N
tan extrañamente representada que uno llega incluso a horror, a la vez cósmica y orgánica. Warburg, a dife- Q
D
experimentar casi un cierto malestar ante esta rara acu- rencia de Ronald Lightbown, iniciaba su cita en el ins- z
LO
mulación de signos angulares; la concha es de una frial- tante en que Poliziano describe un terrible "rodar de Q
47
i
48
A planetas" (volger di pianeti) y al "tormentoso mar entender: esbozan un modelo interpretativo del propio
Egeo" (tempestoso Egeo) desencadenado por la catás- trabajo figural. Trabajo de disimulo, puesto que Botticelli
0+S* trofe divina: la caída gigantesca del "pedazo genital" parece no conservar en su cuadro sino el pudor, parece
(frusto genitale) de Urano, capado por su hijo ocultar todo el horror del relato originario cuyo sistemar
Saturno... Poliziano insiste en que "se ve" (si vede) al íntegro de polaridades míticas conocía, empero, vía
órgano monstruoso "errar a través de las olas sobre la Poliziano. Trabajo de desplazamiento, puesto que única-
Sj
blanca espuma" (errar per Vonde in bianca schiuma mente los "elementos secundarios" recogen el pathos de
avolto)^. Las dos estancias precedentes se hallan asi- f la escena.
rT"
W
mismo por completo consagradas al relato de la horrí- Más allá de Warburg, que se interesaba en exclusiva
sona castración del Cielo (la 'nfelice sorte del vecchio por los agitares del viento en cabelleras y drapeados,
Cielo), obra de su hijo iracundo (in vista irato... tagliar habría, sin duda, mucho que decir acerca de ciertas rare-
del padre le feconde membre), relato donde no se nos zas figurativas del cuadro concebidas como otros tantos
ha ahorrado ni el brotar de la sangre (sparger sangue) efectos de ese desplazamiento de figuración: por ejemplo,
t
*
ni el del " mismísimo esperma" (seme stesso)^. las modificaciones rítmicas de la espuma -a propósito de
En otro poema -escrito en latín- consagrado a la cual es imposible, conociendo el texto de Poliziano,
••:
Afrodita anadyomena, Poliziano rimaba el horror de las ignorar su asociación con el esperma divino-, esos remo-
castración del Cielo con el pudor de la diosa naciente**. linos diseminados por toda la superficie del agua y que se
Lo que, con sólo dos palabras, es decir mucho acerca concentran, dramatizándose un poco más, bajo la concha
del aspecto dialéctico de la imagen; la desnudez de de Venus; así como los inesperados juncos, algunos de
Venus emergens se le antojaba al poeta humanista tan ellos partidos por la mitad, en primer término del cuadro;
t ligada al horror como al pudor. Toda la sensualidad, al igual que la presencia incongruente de una pierna de
toda la dicha y la delicadeza afrodisíacas del cuerpo des- mujer (Aura) entre las del único personaje masculino del
nudo se inscribían de golpe sobre un trasfondo de cuadro (Zéfiro); o incluso la extraña forma en negativo
horror, de muerte y de castración. Al considerar El que dibuja el drapeado florido tendido por la Hora a la
Nacimiento de Venus -y la flagrante ausencia de todos diosa desnuda... Formas imposibles de interpretar aisla-
esos elementos negativos-, se comprende entonces que damente, tal y como sospechábamos. Comprobaremos <
Warburg haya podido sugerir la idea de un desplaza- que resulta más pertinente "desplegar" el trabajo de figu- Cu
miento de lo patético en lo que denomina el "elemento ración -disimulo y desplazamiento del horror hacia el
secundario" (Beiwerk), es decir, el viento agitando cabe- pudor- confrontando El Nacimiento de Venus con otros N
6
lleras y drapeados femeninos5 . tratamientos botticellianos de la desnudez.
Como de costumbre, las observaciones de Warburg Al menos, sabemos ya que los humanistas del LO
van mucho más lejos de lo que a primera vista dan a Quattrocento estaban muy lejos de ignorar ese * tacto p
49
50
60
camuflado" de Eros y de Tanatos, ese aspecto desga- ficies sobre los más bellos miembros" . Mas observar
<
rrado, cortante, que Kenneth Clark o Ronald Lightbown esto equivale a acceder al proceso allende el resultado: es
OÍ
ce
se niegan con todas sus fuerzas a considerar en la "poe- abrir la envoltura visible. Es pues abrir los cuerpos. A
sía" de los desnudos botticellianos. No solamente las pesar de que el llamada al estudio anatómico decir, a
61
O
fuentes literarias nos encaminan hacia esa crueldad
•
la práctica de las disecciones - no sea tan explícito en
•
i
I
Alberti como lo será poco después en el caso de Leonardo
I
LO
consecuencia disimulada, en el cuadro de los Uffizi-, da Vinci, queda muy claro que la "composición de los
O
0¡ sino que las fuentes estéticas y metafísicas del pintor nos miembros", su venustidad y su belleza mismas están con-
c
»-•
LU
O informan sobre el modo mismo en que ese "negativo" dicionadas por la crueldad objetiva de un acto tajante, la
.íi I
de las imágenes de desnudez y gracia pudo haber sido apertura de la envoltura corporal. Apertura a la cual con-
concebido en el Renacimiento. cede Alberti la suficiente importancia como para men-
•H
i»:
i, Basta con consultar el De pictura de Alberti: el pasa- cionarla dos veces en pocas líneas:
'i *
za". Por un lado, Alberti asienta toda la noción de com- sí. Se dice que hay entre ellos un buen concordar
*
1Í11 »
positio, esa auténtica, como él dice, pingendi ratio, [convenire pulchre] cuando su tamaño, su función,
V
• sobre una apuesta de armonía: "De la composición de su especie, sus colores y todos los demás aspectos
I.
las superficies nace esa elegante armonía de los cuerpos satisfacen a la venustidad y a la belleza [ad venusta-
8
y esa gracia que denominamos belleza"* . Armonía tem et pulchritudinem correspondeant]. [...] A fin de
I¡h
(concinnitas), gracia (gratia) y belleza (pulchritudo): todo conseguir ese concordar de tamaño de los miembros,
esto evidentemente se refiere, por supuesto, al mundo y de lograr ese concordar de tamaño cuando se pinta
i..
X-
a.
fc¡- visible dado por el cuadro -"el pintor sólo se aplica en a seres vivientes, en primer lugar, hay que colocar men-
imitar aquello que se ve bajo la luz"*?-, es decir, trata talmente por debajo los huesos [ossa subterlocare] por- <
i os
de los cuerpos, de su envoltura externa. que éstos, al no doblarse en absoluto, ocupan siempre D
cu
Por otro lado, Alberti precisa que todo ello se obtiene un lugar fijo. Es necesario a continuación lograr que
únicamente "observando [intueamur] la propia natura- los músculos y los nervios se hallen en su lugar; final- N
OJ
la naturaleza, admirable artista, ha compuesto las super- cute ossa et músculos vestitos reddere]. O
1
5
5*
Z "Preveo la posibilidad, llegados a este punto, de La obsesión por la figura anatómica desollada con-
c¿
que algunos me objeten lo que indiqué con anterio- tinúa siendo colindante a toda visión del desnudo: es
ridad, que el pintor no debe ocuparse en absoluto de ese un fenómeno que viene de muy atrás, ya se trate
X
i
las cosas que no se ven. Tendrán razón, pero así de utilizarlo como espantajo -cosa qué han hecho
c como cuando realizamos un personaje vestido hemos muchos autores cristianos, empezando por Clemente de
5 de dibujar primero un desnudo [prius nudum sub- Alejandría, fustigador de las representaciones de Afrodita
LO
signare] que cubriremos después con vestimentas, 6
O desnuda *-, o bien de hallarle una dignidad estética, lo
Oí
igualmente hemos de disponer primero, al pintar un que Goethe realiza admirablemente cuando enuncia,
O desnudo, los huesos y los músculos que recubrirás rebatiendo las tesis de Diderot, el principio porel cual
levemente de carne y de piel [sic in nudo pingendo en toda forma orgánica, y el desnudo es una de ellas, lo
prius ossa et musculi disponendi sunt, quos modera- exterior procede directamente, morfológicamente, de lo
tis carnibus et cute ita operías], de forma que se com- interior:
62
prenda sin dificultad dónde están los músculos" .
"[Diderot escribe:] El estudio de la figura anató-
En lugar de comentar este texto en los términos pre- mica desollada tiene sin duda sus ventajas; pero
visibles de la belleza ideal y de la belleza natural, inte- ¿acaso no es de temer que dicha figura pueda insta-
rroguémonos sobre el modo en que Alberti inicia aquí larse a perpetuidad en la imaginación; que el artista
una auténtica fenomenología de la apertura desde el ins- se empecine en la vanidad de querer mostrarse sabio;
•> tante mismo en que reivindica un acto de toma de hábi- que su mirada corrompida no pueda ya detenerse en
to, necesario, según él, para la "composición de los la superficie; que a pesar de la piel y de las grasas no
miembros". Una vez más, la vertiente del horror se entrevea siempre el músculo, su origen, su ligamen-
habrá desplazado, depositándose sobre la vertiente del to, su inserción; que su trazo vaya siempre demasia-
pudor, y a partir de ahí pintar un desnudo se asimilará do lejos; que resulte duro y seco, y que yo me encuen-
a la operación de un vestir sucesivo: ossa subterlocare; tre a esa maldita figura anatómica desollada hasta en
luego, se disponen los músculos, la carne y finalmente sus figuras de mujer? Puesto que nada poseo por
la piel. ¿Mas no presupone esto que el pintor ha tenido mostrar excepto lo exterior, me resultaría de lo más <
previamente acceso a lo interno, a esa sublocatio, o, grato que se me habituase a verlo bien, y que se me
mejor dicho, a ese sublocus orgánico? ¿Cómo, si no, dispensase de un conocimiento perdido que preferi- s
podrían disponerse, componer y hasta representarse ría olvidar. N
esas cosas de debajo de la piel que son el esqueleto y los "[...] No, querido Diderot, ya que dominas tan Q
músculos (apuntemos de paso que nada ha sido dicho bien la lengua, haz el favor de expresarte con mayor LO
53
54
Z exterior! Pero el exterior de una naturaleza orgáni- la armonía o la belleza por una parte, y la fractura o
ca, ¿qué es si no la aparición eternamente mutante la crueldad por la otra. Toda la cuestión de la desnudez
al r
ce
del interior? Esa exterioridad, esa envoltura se halla I parece hallarse supeditada a esta dialéctica. ¿Estructura
ajustada con una precisión tal a la construcción inter- o herida? ¿Forma o no forma? ¿Conveniencia o con-
t
na, variada, complicada y delicada, que ella misma flicto? Es curioso constatar que el "ropaje filosófico"
se convierte en interna; porque las dos determina- con que se revistió a Venus en el Quattrocentto se halla-
L^ I
ciones, la interior y la exterior, están siempre en »
\
ba muy lejos de poseer la estabilidad semántica que le
4
66
directa relación, ya se trate de un estado de absolu- han otorgado muchos historiadores del arte . En con-
1
oí 1
c 6
O
to reposo o del más violento movimiento" *. creto, el desdoblamiento simbólico de la diosa
t
-Venus coelestis y Venus naturalis- carece de esa índo-
Las imágenes orgánicas tendrían pues -y aun eso es
w
le de evidencia jerárquica que le presupusieron Kenneth
67
decir poco- una doble faz. Alberti lo sugiere al afirmar Clark y, antes que él, Erwin Panofsky . Hablar de una
que el cuerpo abierto, la figura anatómica desollada, es "Venus celestial" no consiste únicamente, como ya
al cuerpo desnudo lo que éste es a un cuerpo vestido. hemos visto en el caso del propio Poliziano, en depu-
Goethe lo sugiere por su parte al afirmar que el orga- rarla según el intellectus de Marsilio Ficino o de Pico
nismo interior aparece como tal en la naturaleza exte- della Mirandolla, encerrándola por consiguiente dentro
rior, "eternamente mutante", de su envoltura visible. j
de la esfera sin riesgos de las ideas puras, una esfera "no
68
Semejantes propuestas son al tiempo evidentes y difíci- táctil", como insiste Panofsky al respecto . La "Venus
les de entender en todas sus implicaciones: lo interno celestial" es también, por definición, la Venus nacida
puede ser pensado como estructura subyacente -con el del sexo emasculado del Cielo: evoluciona, por consi-
esqueleto en primer término-, aquello que no cambia y guiente, dentro de una esfera mitológica que es, de
le da a todo el cuerpo su ley física de armonía; en este manera incuestionable -los mitos están hechos así-, una
sentido, lo interior asume la función del esquema, es esfera de crueldad estructural.
6
decir, el propio poder de la forma *. Pero también se Los comentaristas evitan el fenómeno de "aisla-
puede pretender lo contrario: ¿abrir un cuerpo no entra- miento" cuando se adentran lo más lejos posible en la
ña acaso desfigurarlo, quebrar toda su armonía? ¿No complejidad dialéctica, en los pliegues y repliegues del <
oá
equivale a infligir una herida, provocando así un surgi- "ropaje filosófico" mismo. Es el caso de Edgar Wind en
o<
miento de lo informe que no se hallará bajo control del sus Misterios paganos del Renacimiento: desarrolla con 5
bello ordenamiento estructural mientras sigan en su tanta precisión la lectura filosófica de las "fuentes" que N
tamente -sin la esperanza de llegar a unificarlos nunca- que una "fuente filosófica" no debe utilizarse para redu- a
55
s6
fe]
s8 í
Z exactamente lo que hace Kenneth Clark- al dar por sen- 'cada vez que varias cosas diversas concurren para
<
tado que, en dicho desdoblamiento, la Venus celestial constituir una tercera, la cual ha nacido de su justa
oí
tí
ce
es un paradigma de la pureza. ¿Cómo olvidar al res- mezcla y temperamento, llamamos belleza a la flor
D pecto las penosas contradicciones del discurso de resultante de su composición proporcionada'. La
C
Pausanias en El Banquete de Platón, que convierte a la composición presupone no obstante la multiplicidad
o. Afrodita urania en una divinidad "ajena al elemento i que no cabría hallar en el reino del ser puro, sino
1
tí femenino"? ? ¿Y cómo, sobre todo, olvidar que la únicamente en el caótico universo del cambio. Así
oí Venus celestial es, por definición, la Venus "nacida del pues, Venus ha de nacer de 'esa naturaleza informe
tí
Cielo" -eufemismo para decir que nació de la castra- J • ^ —
t
de la que hemos dicho que se compone cada criatu-
2
ción del Cielo, en el impuro arremolinarse de la sangre,
ra': y eso es exactamente lo que significan las aguas
el esperma y la espuma mezclados: >
s
-ninguna belleza sin una relación de cosas en conflicto-, informe la simiente de las formas ideales: 'Y porque
4 hemos de añadir una tercera, que torna a la anadyome- las ideas no tendrían por sí mismas variedad ni diver-
r
f
•
na en un auténtico juego de lo informe y de la forma. sidad si no se mezclasen con la nauraleza informe, y
Wind muestra perfectamente que la belleza, en tanto que ra como sin variedad no hay belleza alguna, resulta jus-
principio compuesto, debía nacer -y aquí se trata exac- tamente de todo esto que Venus no hubiera podido
tamente de El Nacimiento de Venus- a partir de una <c t
della Mirándola un nrincioio comouesto: va aue *«. exactamente, en esta visión humanista de Venus, los dos
tí
59
H
60
*:
Multiple'^. mento de los conflictos dialecticos a los que debe su
"-•
1
razon de ser misma la notion de armonia, esa discordia
bramientos donde hemos de comprender el nacimiento
J
%
%
*,
•r:v
i
de Venus, esa especie de catastrofe productora de belle- +
1
I
momento entre los poetas, filosofos y pintores del
<fe
do por el desollado de Apolo: "^Por que me arrancas Renacimiento.
76
asi a mi mismo?" . c*Habria pues que comprender la
4
I
r »'
•V
Un buen ejemplo de ello es el Dictionarii seu reper-
desnudez de Venus, mas alia de todos los cercamientos I
I
?
torii moralis, escrito en la Edad Media por Pierre
2, con que Botticelli parece encubrirla* -salvaguardarla, i
•
Z sacramentos); finalmente, la nuditas criminalis denota- en las Stanze de Poliziano, podemos imaginarnos sin
ba el desenfreno, la vanidad, la ausencia de toda virtud: gran dificultad al poeta humanista, feliz y admirativo
es la que con tanta frecuencia representan los Juicios
r . "
saber si, desde un punto de vista escolastico, la desnudez vista de la continuidad, de la concordia y de la eucro-
>v
de Venus es naturalis, virtualis o mas bien criminalis...
h
nia. Imaginemos ahora el testimonio inverso: aquel que
La cuestion es resituar el motivo humanista de la Afrodita
' -
6
f.
64
z motivos venusinos no es nunca tan grande como cuando al tiempo que incitaba a las mujeres en general, aun a
<
88
el predicador se extravia a si mismo en el vertigo "eroto- las casadas, a "vivir como viudas" .
Pi
8 Asimismo, desarrollara su Tratado de la humildad a
mano ' -el adjetivo es debido a su propio biografo -- de
palabras tales como grazia y amore: "El buen vivir pro- partir de la idea de que la encarnacion (del Verbo divi-
cede de la gracia", escribe. Pero se refiere, evidentemen- no) debia cortarle al cristiano todas las vias de la carne
8
te, a un buen vivir cristiano y a una gracia mistical. El (humana y deseante) ?. Glosara la conception de la
rt 1
Trattato deli amore que Savonarola compuso en 1497, Virgen y vituperara a las "nuevas Madonnas" pintadas
0
Pfi repleto de terminos como passione o contemplazione por encargo de los florentinos idolatras? . Se pretended
infiammativa tenia, por supuesto, a un dios muriente, y * <-
i
* Manera de designar un nudo dialectico. del carnaval de 1497, esos grandes autos de fe en los
De modo que, alii donde Poliziano podia jugar con el que ardieron todos los accesorios de la vanidad, entre
%
deslizamiento etimologico de la espuma del mar (aphros) ellos los retratos de mujeres -tanto del presente como
al nombre griego de la diosa pagana (Afrodita) , S6 del pasado- celebres por su belleza:
it'.
en frances. •*:.-
femeninos y los utiles de tocador, perfumes, espejos, a
£t
t?.
65
'>••*
66
JL-. Ik
Uno sacrifica su carne en una linica ocasion por el
martirio o mediante la penitencia de toda una vida. La
primcra de todas las desnudeces de humillacion es, por
supuesto, la que Cristo eligio para si mismo: su des-
nudez infantil, su desnudez de inocencia tenia logica-
mente que culminar en la humillacion de la Cruz.
Volvera a replegarse por un instante en el seno mater-
no en el momento del Descenso y en el de la sepultura
-hechos que Botticelli ha pintado admirablemente,
ideando para ello unas extraordinarias dramaturgias
100
del contacto y la carnation mortificada
V
(ilustracio-
nes 8 v 9). Tambien los santos martircs, como el San
*
7i
z pojamiento anagogico, iluminacion en la que arden de cabecera de Georges Bataille- penetran directamente,
10
pronto todas las vestimentas... 4. con Odon de Cluny y San Anselmo, en el meollo de esa
pi
Estas observaciones demasiado sucintas tienen al crueldad fundamental dirigida a la consideration de la
menos el merito de situarrios sin demora en el corazon -r #
desnudez femenina:
* • - . » * - * . .
pudo ejercer de garantia, por paradojica que esta resul- pintado y convierte en pueriles los mas osados ana-
tase, para esa fe fundada sobre la encarnacion del
i
1 lisis modernos, las autopsias mas brutales. He aqui
Verbo. De este modo, la humillacion sobreentendida en un analisis bastante cruel de la belleza corporal, de
semejante renuncia se convertia en un verdadero campo la cosecha de este monje. (Collationes, II):
heuristico a explorar en todos los sentidos. Y hasta los "'La belleza del cuerpo se halla por entero en la
limites respectivos de cada uno de ellos. piei En efecto, si los hombres viesen lo que hay bajo
Sentido del pudor, cuando la humillacion se vuelve la piel, dotadosy como los linces de Boecio, de la
humildad, modestia, decencia. Cuando se afirman los capacidad de penetrar visualmente los interiores, la
ritos de pudor -o, a contrario, de desnudez victimaria- mera vista de las mujeres les resultaria nauseabunda:
cuando se transmiten los mitos en los que los heroes esa gracia femenina no es mas que saburra, sangre,
retroceden de espanto ante mujeres desnudas... . 106 humor, hiel. Pensad en lo que se oculta en las fosas
Sentido del horror, cuando la humillacion franquea el nasales, en la garganta, en el vientre: suciedad por
limite y se convierte en castigo: cuando la modestia con- doquier... Y nosotros, a quienes nos repugna rozar
tenida en el acto de sacrificar la carne se transforma en incluso con la punta del dedo el vomito o la porque- <
la crueldad contenida en el acto de herirla, de abrirla. ria, \como podemos desear estrechar entre nuestros
p
En ese instante, la desnudez culpable, se convierte en una brazos a un simple saco de excrementosV. u
n N
desnudez cortada, entregada a la apertura de los cuer- Y esto es lo que, con no menos precision, repite uJ
Q
pos como a la angustia de las almas. Las primeras pagi- Anselmo de Canterbury (De contemptu mundi): D
Z
nas del Latino mistico, ese libro admirable escrito por
t
"'Ella, la mujer, es de rostro claro y forma venus-
ta, ;y no se puede decir que te guste poco, la criatu- a
Remy de Gourmont -fue durante una epoca el libro de
I 73
ra ldctea!;Ah, si las visceras se abrieran y con ellas
todas las demds arquillas de la piel, que sucias car-
r l0
nes no verias bajo su blanca piei " ~.
N
dios Marte representado mas tarde frente a Venus, en
109 Q
el cuadro de Londres (ilustracion 10 y pi II). Y por
Z
ende, <;c6mo no recordar las innumerables desnudeces •-S)
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O
tras unos perros los persiguen sin piedad (ilustracion Ya no es posible pues, para comprender la desnudez
O
11). En los cantos XV y XVI, los "violentos contra natu- segun Botticelli, contentarse con relaciones de analogia u
O ra", es decir los sodomitas, se contorsionan, desnudos, homologia. Comprender la dialectica de las imagenes es
bajo una lluvia de fuego, bajo altos brocales por donde comprender la analogia con respecto al juego de las dife-
se acercan Dante y Virgilio (ilustracion 12). En el canto rencias, y la homologia con respecto al juego -esencial-
XVIII, los "seductores" y los "rufianes" corren inter- mente amenazador- que Georges Bataille revelaba en lo
JIJ
minablemente, desnudos, azotados por diablos, mien- que llamo una heterologia . No podemos a estas altu-
tras que los aduladores se hallan hundidos en un rio de *
ras seguir dandonos por satisfechos con la homologia que
mierda (stereo, merda)... Y asi sin variaciones hasta los acerca la figura de Venus a la de la Verdad (pi I e ilus-
gigantes encadenados del canto XXXI o los traidores tracion 4). La Verdad, en el cuadro de La Calumnia,
110
. congelados de los cantos XXXII y XXXIII . Imposible, sugiere ademas por si misma una asociacion, una bifur-
entonces, contemplar a partir de ahi un desnudo bot- cacion: senala un conjunto de escenas figuradas como
ticelliano como una simple "forma ideal" del arte: bajorrelieves en artesones de una arqueria. Escenas difi-
112
resulta imposible aislarlo, es decir, ignorar la inquietud cilmente descifrables a la primera ojeada .
mortal que conlleva toda desnudez de la carne. Fueron pintadas por Botticelli y su taller con una
admirable claridad figurativa, en un conjunto de cuatro
tablas, tres de las cuales se conservan actualmente en el
Museo del Prado (fueron donadas en 1941 por Francesc
Cambo). La ultima pertenece a una coleccion privada.
Muestran sin duda la mas radical transformacion -la
mas pertinente, pero por inversion o perversion de los
terminos- de la Venus "eternamente naciente" de los
Uffizi. Lo que exhiben, en efecto, es algo asi como una
Venus perpetuamente asesinada.
Estos cuadros poseen una gracia y una crueldad inau-
ditas: se ve en ellos, en tres ocasiones, a una bella joven
8c ">
/
desnuda de largos cabellos rojizos -como los de Venus-
:?»
huyendo patéticamente, perseguida por un caballero
~s
í'
16 Sandro Botticelli,
res dificultades en comprender, por ejemplo, el nexo Historia de Nastagio degli Onesü
entre una pala de altar y el tiempo litúrgico de la misa. panel II, detalle: La evisceración},
1482-1483. Temple sobre tabla.
Pero ¿qué es una obra pintada para un lugar donde se
consuma la noche de bodas, donde se duerme, se hace
el amor y, quizá, se muere? Las tablas, sea como sea, í
j
ft.]
t
i.
i i ^m m i •
í
88
i
ción cortés -y sobre todo cruel- fue elegida para hon- •V
Guardémonos mucho de prejuzgar lo que de buenas a piü poter pensare a suo piacere, como escribe eufemís-
i .
f ^
1
T
CD _>
X
primeras se nos antoja un regalo de muy mal gusto: nos
* • + X T . ^
ticamente Boccaccio), el joven, llamado Nastagio, se
/ - \ falta, con toda seguridad, el punto de unión privado, el r
extravía en un pinar (ilustración 19 y pl. IV). Y es allí
r•
nexo asociativo que permitió a los actores de este inter- donde tiene lugar de repente la aparición, precedida por
r
ÜÍ
cambio -comanditario, pintor, destinatario- justificar "agudos gemidos" y "gritos desgarradores" (grandissi-
c la representación, en un dormitorio, de semejante •4
I llz
extraña, y que suscita a su vez en el lector una penosa parole spaventevoli e villane minacciando) . Tal es la
sensación. Está en la quinta jornada del Decamerón de visión que embargó al héroe de un "estupor mezclado
120
V
Boccaccio . Por mucho que esta historia narre acon- 1
•T
1
4 de espanto" (maraviglia e spavento gli misse nelVani-
tecimientos, cosas de ámbito corporal, uno no puede al t mo). Trata, no obstante, y a pesar de hallarse desarma-
leerla sino rendirse a la evidencia de que su carácter es do, de hacer frente a los perros y al caballero. Pero éste
esencialmente psíquico: los problemas de "empatia" la h
f
se pone a contarle -como en los sueños o en los relatos
atraviesan de cabo a rabo, de manera que no se sabe i
orientales, según una temporalidad que interrumpe y
muy bien si lo que allí está descrito sucede objetiva- \
i
-I
J
piü la speranza mancava, piü multiplicasse il suo y ahora), y al futuro (lo que tú ves de mí es mi eterno z
LO
111
amore) . tormento, eso mismo que te arriesgas a que te suceda si Q
8Q
K
- •
"En castigo de su crueldad [per lo peccato delta
sua crudelta\, y por el gozo que sintió por mis tor-
mentos, fue, al igual que yo, condenada a las penas
del infierno. Cuando descendió allí, se nos infligió a
ambos este doble castigo: ella tendría que huir de mí,
y yo mismo, que tan enamorado estaba de su perso-
19 Sandro Botticelli,
na, tendría que perseguirla, no como a una mujer a Historia de Xastavio devli ()nest¡
a que se adora, sino como a una enemiga mortal. Y (panel I), 1482-1483.
así, todas las veces que le doy alcance la maro con Icrnplc sobre tabla.
93
ce. Mas, tras el espanto, sobreviene la reflexión. El
joven héroe -típicamente toscano, si no maquiavélico-
va a concebir un escenario de una gran perversidad:
organiza, en el lugar y a la hora de la terrorífica apari-
ción, un suntuoso banquete (magníficamente apprestar
da man<>iare\ con el fin de convence!' a la mujer ama d a
de acudir a él en persona (potervi matare la giovane da
Nastagio amata). Una vez conseguido este propósito,
se las ingenió para que "la joven de la que estaba ena-
morado fuese colocada en el sitio donde debía desarro-
llarse la escena" (al ¡uogo dove doveva il fatto interve-
11(
ning \ Cuando la "caza infernal" surgió en mitad del
banquete, "todos mostraban el colmo de su sorpresa,
21 Sandro Botticelli,
Historia de Nastagio ilegli Onesti preguntaban qué era aquello. Ninguno conocía la res-
(panel III), 1482-1483. puesta". Pero los condenados se encuentran entre los
Temple sobre tabla.
invitados (ilustración 21 y pi VI). El desconcierto y el
escándalo no se calmarán hasta que el caballero repita
el relato de sus tormentos (parlando loro come a
Nastagio aveva parlato). "Al fin se termina la ejecuciém.
11
La dama y el caballero desaparecen^ ". Y éste es el de-
senlace (ilustración 22 y pi Vil):
c
la escena la concernía más que a ningún otro espec- r
cológica" por lo que Botticelli crea ese contraste penoso propio tratamiento de la iconografía. Boccaccio creaba
entre, por un lado, la interiorización (el aire de enmis- ya un penoso hiato entre el mundo medieval de "las
mamiento, de melancolía, del héroe) y, por el otro, esa cacerías infernales" -las que se encuentran en Cesáreo
violencia patética, reiterada e insistente, de las escenas de Heisterbach, VincerTt de Beauvais, o en la clase de
de persecución. Muy al contrario: parece como si el 1
UJ
<w'
obras llamada Speculum morale ?*- y la dominante
propio proceso psíquico, con sus contrastes intrínsecos, sexual, persistente hasta en el desenlace, del relato de
se hubiera convertido, más allá del simple relato, en el Nastagio. Botticelli, por su parte, ha creado en sus
objeto central de la mimesis artística. tablas un tipo verdaderamente aberrante de caballería:
Como ya sabemos, Freud comentó extensamente en es como si viéramos a San Jorge encarnizarse con la
La interpretación de los sueños ese desfase típico de los pobre princesa, en vez de matar al dragón. A menos
afectos y de las representaciones (por ejemplo, la repre- que, insensible frente a la contradicción, el cuerpo des-
sentación del cadáver de una persona querida sin el nudo de la joven sea el lugar del que hay que extirpar
afecto concomitante; o bien el surgimiento de un afec- todos los dragones de nuestros deseos...
to desproporcionado en una representación perfecta- Un segundo rasgo característico es el trabajo ince-
1
mente banal)^ . Cuando André Chastel discierne en la sante del desplazamiento, que se observa en los nume-
"sequedad del dibujo y la acritud de los tonos" una rosos y sutiles juegos de correspondencias figúrales: por
prueba de que "la ejecución [de los paneles de Madrid] ejemplo, la asociación de la gran herida en la carne con,
fue confiada a un asistente", olvida lo esencial de justo en la vertical, esa "raja del cielo", esa especie de
esa "dramaturgia" que le reconoce no obstante a grieta procurada por el pintor en la masa frondosa del
2
Botticelli^ . La sequedad y la acritud -por lo demás bosque (ilustración 20 y pL V). Digamos que aquí
muy relativas, ya que se ven moduladas, o más exacta- -como en una percepción abierta a los poderes del fan-
mente modalizadas, según las escenas- han de ser con- tasma- la estructura del lugar participa "empáticamen-
sideradas como elementos patéticos en su totalidad: ele- te" de la violencia de la historia: es como si la herida O
mentos de contraste necesarios para la dramaturgia infligida al personaje se convirtiera en la del espacio
psíquica ya inherente en el relato de Boccaccio. Se nece- entero, frente a lo cual debería, acaso, quebrarse nues- N
x
sitaban la sequedad y la acritud para que emergiese tra propia mirada 35. Y es igualmente chocante consta- O
D
como extrañeza toda la violencia de los acontecimien- tar hasta qué punto se mueve ese bosque, transformán- on
tos representados. Se necesitaba frialdad para que fuese dose de un panel a otro: erizado aún por los rotos
99
^^^^•^^•^•^^h^
IOO
2 ramajes en el primer panel (ilustración 19 y /?/. IV), se la consecuencia fatal, descorazonadora, de la agresión,
<
rasga literalmente en el segundo, como una herida o un de la herida y del corte* infligidos a la carne. Todo esto
ce
telón de teatro (ilustración 20 y pi V), para clarearse y >
\
^
evoca por lo demás la predilección de ciertos autores
X remansarse, civilizarse en suma, en el tercero (ilustra- * *-
clásicos por lo que denominaré "los accidentes de la
i
don 21 y pi Vi). La representación de la boda reem- forma", las metamorfosis. Así pues, las visceras de la
r
5
plazará definitivamente los salvajes troncos por unas joven víctima sobre el suelo del bosque pueden remitir,
is:
columnas álVantica impecablemente simétricas (ilus- %
l desde un punto de vista humanista, al relato de
C L
r
tración 22 y pi Vil). I Y
Filomena en Las Metamorfosis de Ovidio: se trata de
O í
UJ
Tomaré como prueba suplementaria de que el lugar una joven virgen a la que viola salvajemente, y en varias
participa empáticamente de la violencia de la historia y ocasiones, Tereo, su propio cuñado. Al amenazarle ella
de todas sus pendientes psíquicas las casi obligadas aso- -i
í
í
i
con denunciarlo, él le corta la lengua. Ovidio no se
ciaciones que dicho bosque le sugiere tanto al lector de privó de describir con precisión el órgano cortado: "[...]
Boccaccio como al espectador de Botticelli. Es, desde el
1
í
}
toda temblorosa, murmurando aún sobre la tierra negra
T
principio, un bosque esencialmente ambivalente, por- de sangre; palpita como se agita la cola de una serpien-
tador de potencialidades contradictorias (como lo son, •
IOI
<
7 02
/ .
mar un eterno retorno de lo visual psíquico? ¿Qué es Desnudez psíquica:
esto, sino el modo visual de encarnar una obsesión del
C¿ la atracción del filo
#-.'
tiempo, una soberana regresión"? Cuando un gesto rei-
tera otro gesto o le responde simétricamente -basta con * * * •- • • •.
ro, y por otro a las de los testigos espeluznados: ¿Pero qué conclusiones sacar de todo esto desde el
Nastagio, por supuesto, pero también los demás con- punto de vista de una fenomenología de la desnudez?
\J
vidados del banquete, particularmente las jóvenes muje- Y, en primer lugar, ¿por qué está desnuda la joven per-
res-, se tiene la impresión de que un mismo síntoma, •
seguida por el caballero? Por lo que yo sé, ningún his-
un mismo Pathosformel, va y viene, desplazándose, toriador del arte se ha planteado realmente la cuestión.
i *
Al estudiar los "sueños típicos de desnudez", Freud infierno de crueldad). Por su parte, Ferenczi completa
<
y Ferenczi revelaron perfectamente la dialéctica subya- el esquema freudiano al indicar que los dos movimien-
as
r» %
cente a esta fenomenología de la aparición desnuda. tos contradictorios pueden también engendrar una
Freud evoca en primer lugar el"placer exhibicionista", parálisis del cuerpo espectador, cuando el placer escó-
C
ese resorte evidente de la vida infantil: "En el paraíso, pico incurre, a su vez, también en la angustia: en este
los hombres están desnudos y no sienten ninguna ver- caso, nos señala que la desnudez ha de comprenderse
- . *
r -
güenza, hasta el momento en que surgen la vergüenza como una "forma de intimidación", una asombrosa
y la angustia. [...] El sueño puede devolvernos cada transformación del amor en caza mortal y de la atrac-
1
ción en repulsión agresiva ^. Desde ese punto de vista,
• * m *
<• 1 1
tico, la antítesis de ese erotismo inocente, el "tacto de que donde perderse, desnudez compareciente, luego una
Tanatos": "[...] hemos de tener en cuenta, dentro de los caza con perros que no destrozará a la mujer culpable
sueños de exhibición, a la inhibición. La impresión de su desnudez, sino al hombre culpable del"placer de
J
mirarla 44.
penosa del sueño [dé desnudez] proviene de la reacción
del segundo sistema psíquico: sucede porque la escena Finalmente, lo que las tablas de "La caza infernal"
con tanta brutalidad como sutileza -y a
de exhibición ha logrado pese a todo representarse. Para
evitar esa sensación penosa, hubiera sido necesario no pesar del banquete final, que redime y reprime toda la
revivir nunca la escena. Volveremos a hablar más exten- violencia de la aparición (ilustración 22 y pl. VII)-, es
samente de la sensación de hallarse paralizado. El sueño h
que la desnudez está entrelazada de ensueño y crueldad.
la usa para indicar el conflicto de voluntades, el recha- El nudo así formado no puede ser deshecho: para enten-
zo, el no. Según nuestros proyectos inconscientes, la derlo, basta con fijarse, dentro del relato de Boccaccio,
exhibición ha de proseguir; según las exigencias de la en los usos del verbo cacciare. En primer lugar, escribe
1 2 que la severidad de la justicia de Dios castiga y le "da
censura, debe ser interrumpida" * .
l
De modo que hemos de comprender que los sueños caza" a nuestra crueldad (la crudeltá... cacciarla) *K <
N
el placer de exhibición incurre en la angustia (tal vez par del círculo de la crueldad: Boccaccio nos había pre- UJ
Q
habría que interpretar en este sentido la carrera cons- venido acerca de que su historia ilustraría las desdichas O
tantemente "detenida" de la joven pintada por Botticelli del amor y las prosperidades de la muerte, aun si unos t-O
UJ
en ese bosque del que no se sabe si es paraíso erótico o banquetes vienen a redimir y a reprimir toda la violen- Q
IO5
7
1
cia de esta dialéctica ***. HI feliz desenlace del relato es
muy poco verosímil desde el punto de vista de una psi-
cología de los personajes: no se entiende como la vio-
encía unida al desamor desemboca, en lo que respecta
a la joven indiferente, en un sentimiento de sincero
amor por Nastagio, ni cómo las "mujeres de Rávena"
pueden, a partir de semejante violencia, mostrarse "más
dispuestas que en el pasado a acceder a los deseos de los
1¡
hombres" -*~. Hemos pues de aprehender este conjunto
narrativo y figurativo en el nivel más estructural de una
metapsicología, en verdad de una ont.ología donde la
desnudez rimaría con el sueño v la crueldad.
Mas, y de nuevo, ¿por qué tender hacia una dimen-
sión psíquica, sea o no "psicológica", para reflexionar
sobre la desnudez, que esencialmente es una desnudez
i
•
3
r
de los cuerpos} Pues porque de lo que se trata es del
í
J
z lidad de la visión. El elemento psíquico y "pático" de de su estilo, por la desconcertante asociación entre lo
"frío" v lo "cruel". Dicha observación es asimismo váli-
«
^rs
logía de la desnudez corporal, como una "ficción" nos
alejaría de la "realidad". Muy al contrario: nos devuel- to, ya que Nastagio y los demás testigos de la aparición
i
ve poderosamente a ésta, en el preciso sentido en que padecen el mismo desconcierto, el mismo "rasgo onto-
or
Ludwig Binswanger ha podido explicitar el modo últi- lógico fundamental", como dice Binswanger: todos se
r i- mo en que el sueño es la existencia y no su negación: han sentido precipitados en esa visión de horror como
•i en su propia historia, ya que la citada visión transfor-
I
"Cuando salgo de las nubes para caer en una J
*
ma, efectivamente, la vida, el destino, el deseo de cada
decepción desconcertante, expreso esta impresión, uno de ellos.
tras recuperarme de ella, diciéndome: 'No sabía lo Y en el centro de todo esto está la desnudez: la des-
que me pasaba'. Diremos aquí, parafraseando a nudez que aparece, la que se abre, la que se mata, la
c
r
de saber "qué le pasa" a esa pobre joven desnuda, más Saint-Denis"; el narrador la acompañará a lo largo de
allá del hecho innegable de que -como en los sueños- una huida de ritmo jalonado por algunos episodios vio- a
se la mata y de que no por ello deja de intentar rehuir lentos emanados de la propia desnudez; se sucederán
la violencia de una agresión que sin duda la perseguirá una especie de cacerías, de crímenes, de evisceraciones, tí
Q
eternamente. Como iconógrafos instruidos por la y el ritornello infernal del movimiento incesante; la D
Z
"fuente" literaria, empero, nos sentimos también sobre- mujer desnuda irrumpirá en algo similar a un banque- un
tí
saltados ante estas imágenes por la extrañeza persistente te (una borrachera, para ser más exactos); habrá testi- Q
109
I IO
O
tí
Botticelli: no hay final feliz, ni cálculos maquiavélicos, dades florentinas de Botticelli. Pero hay una muerte y
OS
O
y no existe nada, sobre todo, que coloque al cuerpo una desnudez entrelazadas en mitad de una fiesta (ilus-
r } 1
• | femenino en el circuitcTsbcial de los intercambios matri- tración 21 y pi VI): está el soberano "tacto de Tanatos"
•I
r
moniales (como sí ocurría en el propio desenlace de uniéndose súbitamente al de Eros.
P
'Í
>
I
Boccaccio). Hubiera sido todavía más difícil ofrecer Una de las enseñanzas de este radical relato con-
Madame Edwarda como regalo de bodas de lo que cierne a la ontología de la desnudez que Bataille pro-
parece haberlo sido en el caso de las cuatro tablas de "La pone finalmente. Una empatia radical -que hace esta-
caza infernal". Madame Edwarda es una prostituta de llar en pedazos las reglas corteses del ammonitore
la calle Saint-Denis, pero el acontecimiento que suscita t
albertiano- ordena toda esta ontología: "Las sensa-
en la ficción de Bataille escapa por completo a las mis- ciones del acto sexual concuerdan irritantemente con
mísimas reglas del intercambio no matrimonial. Ella las figuras. [...] La suavidad, la hinchazón, la corrien-
es una suerte de ménade moderna. Es en ella - en su te lechosa de la desnudez femenina anticipan una sen-
cuerpo, en sus "besos enfermos", en sus "ojos bajos", en sación de huida líquida, que se abre por sí misma a la
sus espasmos de gozo y en sus "contorsiones", en el cen- 3 6
muerte como una ventana a un patio" ^ . De forma
tro mismo, en suma, de su carne, esa "herida palpitante yy t
nista de Florencia. nudo como género erótico -aún menos como género r^<
Significativamente, la aparición de Madame Edwarda de las bellas artes o como "forma ideal" de la plásti- oo
bajo el arco de la puerta Saint-Denis será descrita por ca- lo que le interesa a Bataille, sino la desnudez en N
Bataille como "negra, entera, simplemente angustiosa tanto que "rasgo ontológico fundamental". Rasgo que
1 z
como un agujero" 53. Es en ella misma -y no tras ella, no está carente de relación con el sueño y la angustia, LO
II
X-
t.*"-
112
z cuando "la presencia es llevada ante su ser". Bataille Paradoja suplementaria y decisiva: ¿la desnudez sería
<
oí
pone explícitamente en el mismo plano fenomenológi- acaso el asunto menos definido del mundo? No, desde
tí
co la desnudez, en el sentido en que quiere concebirla, luego, por falta de entidad. Al contrario, dice Bataille:
D 0
X y la "suspensión" del sujeto "ante lo que es": una sus- "Todo lo que es - es-demasiado"** . La desnudez, en
L
pensión que aboca al ser desnudado, desnudado de este sentido, "elude incesantemente la representación
8
todo, "hacia aquello que [lo] derribará"^ . nítida" por el motivo principal de que pone al ser en
tí
Si tomamos en cuenta nada más que este final de una movimiento, lo sitúa en el deseo, en el "deslizamiento",
Oí
frase, podemos deducir al menos dos rasgos esenciales y porque hace del deslizamiento mismo una dinámica
O
O de la desnudez según Georges Bataille. En primer lugar, de exuberancia ontológica, una dinámica de apertura
J
\ la desnudez no es el simple resultado de un proceso. Es en la que la representación fallará generalmente a la
k
i
t
r
el proceso mismo, la operación deseante por excelen- hora de "delimitarla". La desnudez es el asunto menos
t
cia. Todos los desnudos no son obscenos, por supuesto definido del mundo por la sencilla y esencial razón de
-para convencerse de esto basta con hojear el libro de que abre nuestro mundo.
*
t Kenneth Clark-, pero Bataille propondrá aprehender la Mas, ¿en qué sentido se ha de entender esta apertu-
desnudez según el horizonte que ésta deja entrever en ra? No elijamos (eso equivaldría, justamente, a encerrar,
tanto que proceso. A partir de ahí, se la entenderá como a limitar, a optar demasiado rápido por una "represen-
un deslizamiento hacia algo que "elude incesantemen- tación nítida"). Aceptemos el trabajo conjunto de los
te la representación nítida": dos significados antitéticos de apertura: abrir como se
abre el campo semántico, como se abre una infinidad
u
La desnudez no siempre es obscena y puede sur- de posibilidades; abrir como se abre, hiriéndolo, un
gir sin recordar la inconveniencia defacto sexual. Esto cuerpo, como se sacrifica la integridad de un organis-
es posible, pero en líneas generales una mujer que se mo. La desnudez conduciría pues su propio horizonte
desnuda delante de un hombre se abre a sus deseos procesal hacia la apertura de un mundo aumentado y
más incongruentes. La desnudez tiene pues un senti- hacia la de un mundo herido. ¿Acaso no es eso exacta-
do, sino de una total obscenidad, sí de un desliza- mente lo que Botticelli escenifica al disponer ante nues- <
miento. [...] Ese deslizamiento resulta con frecuencia tros ojos un mundo incomprensible, a menos que se u
difícil de captar por lo que atañe al hecho de que la abra la representación objetivante sobre la figurabilidad a
desnudez es el asunto menos definido del mundo: en del sueño (apertura de campo), a menos que se abra la OH
Q
deslizamiento es la razón por la cual el objeto del seca de su propia desnudez (apertura de sangre): >
D
2
deseo, cuya realidad es provocadora, sin embargo Esta ontología de la desnudez no carece por tanto de os
tí
114
una paradoja fundamental en todo el pensamiento de erotismo es la mancilla. [...] Cuanto mayor es la
l6
nf*
Georges Bataille, aquello que él denomina, en un capí- !
i
i
belleza, más profunda es la mancilla 3."
tulo de El erotismo consagrado a la belleza, "la con- k>
162
tradicción fundamental del hombre" : contradicción Cuanto mayor es la belleza frontal, más profunda es
1"
entre "el deseo de permanencia", el esfuerzo por man- la mancilla de lo interior, más desgarradora asimismo
jr
'*
f
i
1- tener las formas del ser (llamémoslo, por nuestra parte, la posibilidad de apertura, de herida. Pobre Venus,
una "Venus de mármol", una "Venus recluida"), y una *
*
pobre Verdad, pobre humanismo de los Medicis... Y
í
i
-'• r
\
1I•
' h
*
ta"). Lo que Bataille introduce en este punto es de i diza y sacrificada de Botticelli ese "horror sagrado"
:< •
nuevo una especie de dialéctica: la belleza no es sustan- que Bataille discernirá más tarde en la Olympia de
li
? ••
H-
1 . :
i H !
tiva o aislable -en una figura de la Venus púdica o de la Manet, esa mujer "impura", "desnuda y fría", esa mujer
• • '.-
'. t
t
bién una de las formas suavizadas que anuncia sin nunca de morir y de volver a morir bajo nuestros ojos?
desvelarlos los contenidos viscosos que nos horrori- La cruel desnudez escenificada por Botticelli se sitúa
zan y nos seducen. Pero la desnudez se opone a la también a la altura de la exigencia de Bataille según
belleza de los rostros o de los cuerpos decentemente otros puntos de vista: al igual que Manet pintó en
l6
vestidos en el hecho de que linda con el foco repe- Olympia "la negación del Olimpo" 5, Botticelli quiso
<
lente del erotismo. [...] La atracción de un rostro her- pintar una mujer maldita, una reproba, una antidiosa;
moso o de una bella vestimenta funciona en la medi- como Manet, ha pintado un "trasunto inmediato absur- 3
166
da en que ese rostro hermoso anuncia lo que do", una pesadilla, una "elocuencia asfixiada" por cu
disimula la ropa. De lo que se trata es de profanar su propia violencia; como Manet, ha alcanzado -aun- N
tí
ese rostro, su belleza. De profanarlo revelando en pri- que, claro está, por otras vías pictóricas y culturales- tí
Z
mer término sus partes secretas. [...] La belleza eso que Bataille denomina tan certeramente la "opaci- 1
/
1
tí
importa en primer lugar por el hecho de que la feal- dad de la violencia [...], atenuada apenas" por esa
T 15
r
116
z "figura clara" que lleva en sí el "resplandor agrio de la mente, tanto en el arte como en la fiesta, siempre se
<
S desgracia" y, al mismo tiempo, "la indiferencia de la le ha reservado una parte a eso que parece lo opues-
l6
tí
CO
belleza" ?. Otra manera según Bataille de expresar la to a la dicha y al agrado. [...] El arte, sin duda, no se
tí
paradoja contenida en las tablas de Madrid: su poder ha limitado en absoluto a representar el horror, pero
de fascinación, de atracción, no proviene de la belleza su movimiento lo sitúa sin problemas a la altura de
propiamente dicha -la belleza de esa joven colocada i »
i !
r
visión del arte como "ejercicio de crueldad". El texto que belleza se replantea aquí, desplazándola de su posición
¡!
lleva este título parte de la paradoja ligada al carácter central -posición abusivamente aislada por la estética idea-
t!
fr
fundamentalmente atrayente de las imágenes, aunque lista. Y hete aquí que la atrayente belleza se convierte en
r
» sean imágenes de terror. "Un espantapájaros tiene por atracción por el filo, movimiento psíquico de atracción
^
misión asustar a los pájaros, alejarlos del campo donde que va de la belleza corporal (Botticelli orfebre de Ve-
C!
se le ha colocado, mientras que el cuadro más terrorífi- nus) al sacrificio de la belleza (Botticelli verdugo de
co está colocado donde está para atraer a los visitan- Venus). La desnudez no es ni la natural "simplicidad"
168
tes" . De este premisa surgirá una cuestión fundamen- de los cuerpos, su supuesto "estado primigenio", ni la
tal por lo que respecta a toda antropología de la imagen: inofensiva "gramática" desexualizadora que, por ejem-
1 0
plo, vislumbraba en ellos Roland Barthes ? . La desnu-
"¿Cuáles son nuestros motivos para dejarnos dez sería más bien ese proceso de vertiente dual que tan
seducir por aquello mismo que significa para no- bien nos sugiere Georges Bataille: por un lado, la imagen
sotros, de un modo fundamental, un mal, aquello del cuerpo se ofrece, mostrándose de pronto a las mira-
que tiene incluso el poder de evocar la más comple- das, constituida cual un conjunto orgánico que puede
ta pérdida que padeceremos en la muerte? [...] Una eventualmente recubrirse como icono de efebo o de
<
suerte de muda determinación inevitable e inexpli- Venus; por el otro lado, se abre, como si el movimiento u
cable, próxima a la de los sueños, ha estado siempre del desnudarse -quitarse la ropa- tuviera que prolongar-
obstinadamente presente en los cortejos de figuras se más allá de de la piel, y alcanzar, por lo tanto, la ves- t/5
CU
que formaban el trasfondo de fiesta de ese mundo, el timenta de la piel. En ese instante, la desnudez revela su N
tí
de los espectros fascinantes de la desgracia y del "apertura a todo lo posible". En ese instante, el "tacto Q
tí
dolor. Nadie duda acerca de que el arte no tenga de Eros" conoce su destino mortífero. No existe imagen z
CO
1 1 tí
esencialmente el sentido de celebración, pero justa- del cuerpo sin imaginación de su apertura ? .
II'
r
Desnudez abierta:
la Venus de los médicos
¿ .
í 20
z sea, se trata de la obra más bella que he visto en mi demás muy acertada): "La restauración es perfecta [...];
<
vida. Uno se siente embargado por una dulce y santa dudo, sin embargo, de que los brazos, pese a todo de
tí
ce emoción al admirarla; y no le extraña, al fijarse en la una gran belleza, sean de la misma época que la escul-
1
belleza de los detalles, esa tradición que asegura que tura" ^. Unas líneas más abajo, el lector se verá remi-
1
el escultor utilizó cinco modelos diferentes para cul- tido a una descripción de la Venus de Tiziano ™. Y si
tí
minar esta bella obra, que es por tanto el resultado t *
El Nacimiento de Venus de Botticelli está ausente de
co
tí
O
de todas las bellezas de Grecia. Las proporciones de é
'i
este catálogo, es simplemente porque en 1775 el cua-
O
esta sublime estatua, la gracia de la figura, los divi- dro se hallaba todavía en la villa de Castello, propiedad
nos contornos de cada miembro, la grácil redondez 1
tí
O de los Medicis ^.
del pecho y de las nalgas son obras maestras que A pesar de que Sade se muestre, en sus descripciones
• 1 podrían competir con las de la naturaleza. [...] La •. T.
escultura tiene alrededor de cinco pies de altura; está 3 el íntimo atractivo de su desnudez -"aquello que el
1
fi
:
í
I
colocada sobre un pedestal de tres. Su postura algo pudor no permite nombrar" escribe, de manera sor-
í?
inclinada, concebida para resaltar toda su parte pos- prendente para un lector moderno de Las virtudes del
1
I
terior, le haría parecer quizá un poco más alta si estu- ,3 vicio- no debe extrañarnos el que un cierto componente
i 3
í
viera totalmente erguida. La concha marina y el del- í perverso se deslice pese a todo entre las páginas de ese
i
fín que le sirven de atributos consolidan la extendida i inocente Viaje a Italia. Este componente es discreto,
opinión de que se trata de la Venus marina de los
'1-
•'i
h
-}
pero soberano: incide en la propia composición del
griegos. Su actitud es la de una mujer desnuda, sor-
y
.' I-
-»
*
texto, ese a modo de montaje a través del cual Sade se
prendida de improviso, cuya inmediata reacción es
*
h
"divino marqués" no deja en apariencia traslucir nada dedor propone Florencia, de manera más concreta, más
ce
muy "sadiano", y desempeña a la perfección su papel trivial y, en ocasiones, más "tajante". <
académico de circunstancias. Nos parece estar consul- Desnudeces de carne y hueso, en primer lugar, como N
tí
tando a un historiador del arte cuando leemos sus glo- cuando regala al lector un auténtico catálogo de las C
sas a la atribución praxiteliana de la estatua, o cuando "bellas mujeres de Florencia" en ese año de 1775: "Du- 2
tí
lo vemos incurrir en este tipo de observación (por lo rante la estancia que realicé tuve varias veces la ocasión c
12
I zz
Í
-ff
de verlas a todas reunidas. La palma se la llevaban tres cido muy logradas. La de anatomía, por ejemplo,
176
extranjeras" , lo que no deja de evocar la operación toda ella de cera, es hermosa y completa. Sería desea-
- 1 1
.T,
imputada a Praxiteles, unas páginas atrás, por lo que -i
de Sade como la capital de una desnudez susceptible siem- no de la Historia de las Ciencias 182
(ilustraciones tí
24-25). PQ
<
inmediata continuación de este texto: Hasta la indicación de Sade acerca del corredor N
tí
Q
uniendo el palacio Pitti con el gabinete de anatomía es tí
12
T
124
/
campo para llegar a constituir algo que podríamos defi-
~y
nir como antropología de la imagen). Nos demuestra
que a partir del palacio Medicis, corazón del poder y de
la cultura, se han desarrollado dos ejes, dos accesos
simétricos: por un lado, el "corredor de Vasari" con-
ducía directamente al tesoro artístico de los Uffizi; por
el otro, un corredor análogo conducía directamente al
^s tesoro científico. Este último se llama La Specola, es
decir, el observatorio, el espejo de la naturaleza: el spe-
l8
r/////;;/ \ Tardíamente inaugurado -en 1775, es decir
el mismo año en que Sade escribió su Viaje a Italia-,
este museo extraordinario culminaba sin embargo un
programa humanista de larga duración, impensable sin
18
el "aperturismo" previo del Quattrocento ^ y sin la
voluntad de los Medicis de formar, en el Cinquecento,
colecciones que reunieran todos los tesoros del arte y del
í,s
conocimiento \
u
A propósito de la niña de nueve meses" menciona-
da por Sade, hay que señalar que un famoso modelador
de cera, Clemente Susini, fabricó unos años después,
entre 1781 y 1782, para ese mismo museo de La
Specola, la obra maestra del género: una Venere de*
medici, cuyo título juega, por supuesto, con la ambi-
güedad de los Medici y los médicos (medici, en italia-
no) (ilustracióm 26). Esta Venus de cera extraordinaria-
mente realista -lo es hasta en detalles como sus ojos de
vidrio, su cahellera de pelo natural y su vello del pubis-, 24-25 G.-Galletti v escultor anónimo,
Modelos de demostración obstétrica,
esta.Venus maquillada, adornada con un collar de hacia 1770. Terracota polícroma.
auténticas perlas, sensualmente tendida sobre una sába-
na de seda, era, como refirió Sade a propósito de la
"niña de nueve meses", desmontable: el investigador o
el estudiante de medicina podían metódica, tranquila-
r
i Ió
191
os mismísimos cuerpos .
¿Cómo no pensar, llegados a este punto, en ese cele-
bérrimo sueño de médico, el sueño freudiano de "la
inyección de Irma"? Primero de todos los sueños some-
11
tidos al psicoanálisis '-, este "sueño de sueños", como lo
í9
llama Lacan \ unía a una situación de partida munda-
na ("muchos invitados en casa") el inmediato acerca-
miento del durmiente a una joven ("Irma, a la que ense-
ff
/
guida me llevo a un lado"); sobreviene después la enun-
r-S
ciación de un dolor físico ("si supieras cómo me duelen
a garganta, el estómago v el vientre, esto me ahoga");
ocurre lüeno una especie de examen médico ("la con-
duzco cerca de la ventana v le examino la garganta")
que desemboca por sí mismo en una visión de angustia:
S
"Cojo miedo y la miro. |...| Huronees, ella abre mucho
~s
la boca, y observo, a la derecha, una gran mancha blam
ca, v percibo además partes increíbles, formaciones
deformes (merkwiirdigen krausen (iebilden) que tienen
el aspecto de cornetes nasales, y encima de la mancha
grandes escaras de un blanco grisáceo"'^.
Freud mismo ha discernido, entre otros canales inter-
pretativos, el nexo que une esta extraña visión de boca
abierta con un problema de desnudez femenina. Pero
llegado a este punto, confiesa no tener "ganas de pro-
19
fundizar al respecto" \ Por su parte, Lacan subraya la
concomitancia de esas condensaciones con el contexto
biográfico del durmiente, mujeres enfermas por un lado, 28 Clemente Susini,
196 Venus de los médicos (abierta),
y por el otro su mujer encinta de su hija Auna . De
1781-1782. ("era coloreada.
manera que el sueño se desarrolla en una encrucijada
de cuerpos femeninos fecundados y de cuerpos femeni-
nos infectados, de cuerpos femeninos por nacer y de
cuerpos femeninos en peligro de muerte. Aperturas en
todos los casos: aperturas que mezclan el "tacto de
Tanatos" con el de Eros, ciertamente con el de Aletheia.
La verdad -principal preocupación del hombre de cien-
cia, que el sueño simboliza tan bien en la fórmula final:
1 7
"trimetilamina" ?" - se topa aquí con la imagen abierta
del cuerpo de Irma, esa aparición que Lacan comenta
en términos a lo Bataille:
¿
I }¿
)
\s
desde la boca hasta el órgano sexual femenino,
pasando por la nariz; Freud, justo antes o justo des-
pués, se hace operar, por Fliess o por otro, los cor-
netes nasales. Se produce ahí el horrible descubri-
miento de la carne que no vemos nunca, el reverso de
la faz, del rostro, los secretorios por antonomasia, la . •,
•_•-
Vi
'4
Á
Lo que Lacan descubre en este ejemplo no es ni mas
menos, me parece, que la capacidad del orden imagi-
nario de descomponerse a sí mismo: "lis porque un
sueño se adentra tan lejos como puede en el sentido, el
orden de la angustia, y porque se ha experimentado un
acercamiento a lo real último, por lo que asistimos a
esta descomposición imaginaria"'". Si se me apura,
podríamos decir que no existe imagen del cuerpo sin la
apertura -el despliegue hasta la herida, hasta la dilace-
ración- de su propia imaginación. ; Acaso no es exac-
tamente eso lo que Botticelli ha podido realizar en sus
tablas de Madrid? ¿Y no es eso, asimismo, lo que Sade
ha podido entender, cuando en su Viaje a Italia no
omite señalar, en contrapunto a las maravillas artísticas
del tesoro de los Medicis, esa "veracidad aterradora"
que aportan las imágenes de descomposición del escul-
tor Giulio Gaetano Zumbo (ilustración 31)?
Cera coloreada. v
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este detalle tan horrible, que es difícil observar sin N
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llegar enseguida a evocar las siniestras ideas de la
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destrucción y, por consiguiente, aquélla, más conso- z
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1691-1695.
el ámbito religioso de los exvotos y el ámbito artístico
Cera coloreada.
de los modelli, hasta dar lugar a la creación de esas
equívocas obras maestras que son las distintas Venus
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anatómicas modeladas por Clemente Susini .
Existe pues una continuidad histórica, por poco visi-
ble que ésta sea -porque se trata de una continuidad de
apuestas al límite-, entre el cuchillo imaginario del orfe-
bre Botticelli hundido en la herida de su joven víctima
{ilustración 16 y pi VIII) y el escalpelo imaginario del
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7. habrán ultimado la tarea de rajar a Venus bajo el impe- * muy pronto" *. Henos de nuevo en ese Viaje a Italia
rio de un desenfreno absoluto del deseo. Que el lector, escrito por Sade unos veinte años antes. Pero las trans-
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rr
historiador de arte o aficionado a las Venus ideales, formaciones narrativas que va a padecer ese compendio
abandone aquí este texto, o bien que me.perdone por de la historia del arte en Florencia revisten un interés
s
meterle por los ojos semejante escenificación excesiva particular por el hecho de que sólo se escribirá sobre
de las crueldades va contenidas en el arte botticelliano. Venus (la belleza en general) para rajarla (abocarla al
sacrificio y a la crueldad).
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dez llama para sí, fomenta contra sí. lugar, la descripción de las obras religiosas será supri-
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Es necesario pues reabrir Las virtudes del vicio, y mida de un plumazo ^: rasgo de ateísmo. A continua-
ción, la visita a los Uffizi se concentrará, como pode-
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4.
reabrirlas en la página exacta en que Juliette, acompa-
ñada de su banda, entra en la hermosa ciudad de mos imaginarnos, en las representaciones de Venus, la
Florencia. Acaban de dejar -o más bien de golpear y
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to su atención hablándoles de la espléndida ciudad a la res con una mano, ocultando su bonito monticuli-
que enseguida llegamos. Estos detalles descansarán su
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i 11o con la otra. Su actitud es voluptuosa, y no te es
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imaginación, mancillada durante demasiado tiempo por cansas de observar al detalle las bellezas de este cua- NI
verdad, que habéis exigido de mí, necesitará si acaso mis nuevas amigas: tenía razón. Esta bella criatura
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140
z se ruborizó inocentemente cuando se lo dijimos; un llega al último círculo de esta crueldad, por medio del
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beso enardecido, que deposité sobre su boca de contraste atroz de los instrumentos que arrancan, que
rosa, la convenció de hasta qué punto aprobaba yo desventran, y de los instrumentos que penetran: "Si la
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la comparación" . última era la más bella, era también la más desgracia-
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c ralmente su texto de antaño -el desdichado hombre puesto que fue, de las cuatro que me jodí, la que más pla-
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"completamente desnudo" que "cae de espaldas y cer me dio: la putilla se embarazó el día mismo que le
muere", la "veracidad aterradora", etc.-, añadiendo arrebaté su virginidad'. [...] Y mientras el pérfido cape-
únicamente esta reflexión en boca de la heroína: "Mi llán raja el vientre de la víctima y la arroja a la muerte al
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cruel imaginación se divirtió con este espectáculo" ?. ¿
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Hay sin embargo, en ese aterrador desenfreno de los
da detenida sobre el Hermafrodita, "recostado sobre sentidos del "gran sucesor de los Medicis", una lección
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un lecho, exhibiendo el culo más bello del mundo . Se histórica que extraer: el humanismo florentino, tal y
pasa después al grupo de Caligula acariciando a su her- como ya señalaba Warburg, y antes que él Burckhardt,
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mana y a la efigie de Príapo, y luego -siguiendo un es fundamentalmente impuro. Esto significa que supo
recorrido museístico muy peculiar-, al depósito de los crear, en el marco de su larga historia entre los siglos
cinturones de castidad propiedad de los Medicis y a "la »
XIV y XVIII, las mismísimas condiciones -sociales, psí-
más bella y singular colección de puñales; algunos esta- quicas, estéticas- de su propia apertura. Incluso a pro-
ban envenenados". Y la narradora observa al respecto: pósito de una imagen atrayente como ninguna otra.
"Ningún pueblo ha refinado el crimen como los italia-
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crueldad. ¿Pobre humanismo? Resulta perturbador leer, *
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