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Lyotard peyorativamente denomina "grandes relatos" a los proyectos o utopías cuya finalidad era
legitimar, dar unidad y fundamentar las instituciones y las prácticas sociales, políticas, religiosas,
etcétera. Uno de esos grandes relatos, que él denominaría también "mito o leyenda", es el "mega-relato"
de la cristiandad. Para él, esos "mega-relatos" han entrado en crisis y han sido invalidados en el curso de
los últimos cincuenta años. La definición de Lyotard de los "grandes relatos" es inaceptable en cuanto a
la historia bíblica pues ésta no es un mito o leyenda sino la mismísima historia salvífica del hombre,
fundamentada en dos absolutos no negociables: Dios mismo y su Palabra dada a los hombres, inspirada
por Dios, que ubica al hombre en su contexto histórico pasado, presente y futuro.
Takeshi Umehara, posiblemente el filósofo japonés contemporáneo más destacado, se pregunta: "¿Es
tan difícil, hoy en día, ver que la modernidad, por haber perdido su relación con la naturaleza y el
espíritu, no es otra cosa que una filosofía de muerte?"5. Este comentario de Umehara conecta
claramente a la posmodernidad con la concepción oriental de la Nueva Era.
Una razón fundamental de la resurgencia de la religión es que la pobre percepción del Iluminismo en
cuanto a la racionalidad ha probado ser un fundamento débil sobre el cual construir la propia vida. La
estructura objetivista impuesta sobre la racionalidad ha tenido un efecto contraproducente en la
búsqueda humana. Cuando la racionalidad falla como base firme, abre la puerta a todo tipo de
religiones, cuanto más amorfas, mejor; y la falta de consistencia teológica permite la entrada al "vale-
todo" y a la "sinrazón". La metáfora, el símbolo, los rituales, las señales y los mitos –por mucho tiempo
ridiculizados por aquellos interesados únicamente en expresiones racionales y exactas– hoy están
siendo rehaPor el contrario, en cualquier profesión, ellos fundamentan las decisiones particulares
que se requieren para intervenir sobre casos concretos. Aunque cada uno de éstos constituye una
situación y una experiencia singular, los profesionales se basan para resolverlos en principios y
reglas generales. La docencia no constituye una excepción: requiere de principios y criterios
básicos de intervención, es decir, aquellos que le posibiliten la consecución metódica de sus fines
con los medios más adecuados. 9
Además de conocer los contenidos que enseña, el docente necesita contar con normas básicas
generales para la acción práctica de enseñar, a partir de las cuales pueda construir sus
propuestas y elaborar su propia experiencia.
Y esta es la contribución que brinda la Didáctica, es decir, el campo de conocimientos que permite
formular criterios de enseñanza y desarrollos metodológicos apropiados para alcanzar, en forma
concreta y práctica, distintas intenciones educativas. Constituye el espacio de conocimientos que
establece los puentes entre los fines educativos y el desarrollo de configuraciones metodológicas
particulares, sirviendo de base para la acción educativa en los distintos contextos y con los sujetos
particulares.
También cabe destacar el aporte de las didácticas específicas, centradas en los dominios de las
distintas disciplinas y sus contenidos escolares. En particular, estas contribuciones son de gran
utilidad para desarrollar en los alumnos los distintos modos de pensamiento que involucran los
contenidos: el histórico, el experimental, el deductivo, el analógico y el expresivo. Estos modos de
pensamiento serán una buena orientación para la construcción de las estrategias de enseñanza a
seguir.
3. La centralidad de la enseñanza
Los distintos enfoques de las prácticas presentados en los puntos anteriores son valiosos en la medida en que
se integren en forma pertinente en una estrategia global bilitados.