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Cuenta la leyenda que todo comenzó hace mucho tiempo, cuando el diablo
andaba ocasionando estragos en la Tierra. Tanto así, que San Pedro quiso
castigarlo por tanta maldad y fue a buscarlo por todo el mundo, hasta que lo
encontró. Se hallaba en territorio cálido, el que más le gustaba a la bestia. Se
encarnizaron los dos en una terrible lucha. Bien contra el mal, ángeles contra
demonios.
San Pedro lo empujó entonces por el barranco, quedando las huellas de sus
sandalias impresas en el borde del abismo. Al principio quiso alcanzarlo, pero
al ver que no podía salir de allí, decidió que ese sería su castigo, Permanecer
en el fondo de la barranca por la eternidad. Y así fue.
Es por eso que hasta el día de hoy, en los alrededores de la barranca del
diablo no crece demasiada vegetación, y en verano hace un calor insoportable.
Dicen que en las noches más oscuras, se escuchan todo tipo de lamentos y
risas malvadas brotando de aquel precipicio. Y si uno es tan desafortunado
como para caer por él, es probable que corra la suerte de quedarse atrapado
en el averno.
Si alguna vez viajas hasta Michoacán y pasas cerca de la barranca del diablo,
tal vez sea una buena idea que cambies de ruta. Y si no te queda más opción,
mejor ponte a rezar un Padrenuestro.