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EL PRAGMATISMO KUHNIANO A LOS CINCUENTA AÑOS DE LA

ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS

Richard Antonio Orozco Contreras

Pontificia Universidad Católica del Perú

RESUMEN

En este artículo, el autor muestra un aspecto relevante en la obra de Kuhn: su


metodología pragmatista. Además, sostiene que fue el poco interés en este
aspecto lo que motivó las críticas e incomprensiones en los primeros años de su
publicación, pero fue también el reconocimiento y valoración de este mismo
aspecto lo que trajo consigo el cambio de actitud de la comunidad filosófica.

Palabras claves:

Práctica científica, Paradigma, Comunidad científica, Racionalidad científica, Ciencia normal.

ABSTRACT

In this article, the author shows an important aspect of Kuhn's work: his
pragmatic methodology. It also contends that it was the lack of interest in this
aspect prompting criticism and misunderstandings in the early years of its
publication, but it was also the recognition and appreciation of this very aspect
which resulted in the change of attitude of the philosophical community.

Key words:

Scientific practice, Paradigm, Scientific community, Scientific rationality, Normal Science.

Thomas Kuhn publicó en 1962 un libro revolucionario que cambió de varias formas
nuestra manera de concebir la ciencia. Este libro fue titulado La estructura de las revoluciones
científicas y puede decirse de este que fue tan central y significativo en la vida y en el
desarrollo de las ideas del propio Kuhn que sus publicaciones posteriores solo aparecieron a su
sombra: “…la persona que atisbará por encima de mi hombro soy yo mismo.” (Kuhn, 2002,
p.131). En el prefacio a la Tensión esencial (Kuhn, 1977), se presentaba como un viaje el
movimiento de ideas que habían llevado al autor desde la física hasta la filosofía, pasando por

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la historiografía, y ese viaje ostentaba como punto de arribo la publicación de La estructura de
las revoluciones científicas. En el año 2000, cuando se publica la segunda colección de artículos
de Kuhn titulado El camino desde la estructura, nuevamente se asume la metáfora del viaje y
nuevamente es La estructura de las revoluciones científicas un hito significativo, aunque ya no
el punto de arribo, sino esta vez el punto de arranque.

Mas, no fue solo en la vida de Kuhn en que se puede reconocer significatividad a esta
publicación, sino que en la misma filosofía de la ciencia La estructura de las revoluciones
científicas marca un antes y un después. León Olivé se refiere a “la nueva filosofía de la
ciencia” (Olivé, 2007) que surge después de dicha publicación; y Ian Hacking resalta la manera
en que tal libro logró colocar al problema de la racionalidad de la ciencia como uno cardinal en
la filosofía. El propio Kuhn lo reconoció así al referirse al nuevo enfoque que La estructura
inauguró en la filosofía de la ciencia y que él denominó enfoque historicista. Dicho enfoque se
distinguía del tradicional dominado por el positivismo lógico y que era casi el único antes de la
aparición de Kuhn. No requiero argumentar más mi afirmación pues es casi un hecho
reconocido por todos (aún por parte de los detractores) el significativo lugar que ocupa el
texto de Kuhn en la filosofía de la ciencia del siglo XX.

Lo que me interesa resaltar no es la alta significatividad de esta publicación, sino más


bien entender el porqué de los vaivenes que han sufrido su acogida e interpretación por parte
de la comunidad filosófica. La pregunta que me interesa resolver es por qué fue tan criticado y
hasta desdeñosamente tratado por parte de la comunidad filosófica en las primeras décadas; y
sin embargo, mejor acogido y resaltado en las últimas décadas. El propio Kuhn plantea ya una
respuesta: “las mismas razones que me hicieron impopular en la década de 1960 fueron las
que me hicieron popular en la década de 1980”. (Kuhn, 2002, p. 357). Claro que Kuhn reconoce
límites en esta explicación pues observa que ambos contextos – 60s y 80s – son distintos, por
tanto no pueden ser del todo iguales las razones para ambos casos.

Algunos intérpretes han preferido hablar de un “primer Kuhn” y de un “segundo Kuhn”


para dar explicación a esta notable diferencia en la aceptación del texto. Es decir, cargan en el
propio autor la responsabilidad – por no decir la culpa – de su primer rechazo y su posterior
acogida. Según esta explicación, el primer Kuhn, con sus malentendidos e imprecisiones y por
la vehemencia de sus argumentos habría dado razón para su rechazo primero; pero
justamente, porque en él quedaba la responsabilidad, sus intentos de aclaración y la suavidad
de sus ideas habrían logrado en el segundo Kuhn más bien una cordial aceptación. No dudo
que pueda haber mucha razón en esta explicación, aunque mi respuesta mira mucho más

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integralmente; es decir, no dejaría solo el peso de la responsabilidad en Kuhn, sino que
intentaría reconocer también cambios en las expectativas de la comunidad filosófica a lo largo
de estas cinco décadas transcurridas después de la publicación.

Mi respuesta podría apuntar a explicaciones sociales o políticas, a desvelar las


profundas transformaciones que se han sucedido a lo largo de todo este tiempo, e inferir de
allí cómo estas transformaciones pudieron motivar cambios en las expectativas de la
comunidad filosófica; sin embargo, aunque interesante tal perspectiva, escapa a mis reales
posibilidades. Mi respuesta va por otro lado, apunta al interior de la comunidad – filosófica –
misma. En mi opinión, si algún cambio grande se ha producido en los últimos 25 años al
interior de la comunidad filosófica, especialmente en el mundo anglosajón, es lo que algunos
autores han llamado el giro pragmático de la filosofía.

“El desarrollo filosófico del último tercio del siglo XX está bajo el signo de un giro
pragmático. El despliegue multidireccional de las teorías de los actos de habla, la rehabilitación
del pragmatismo clásico, el neopragmatismo, la teoría crítica, el programa de naturalización de
la fenomenología, los estudios sociales y culturales sobre la empresa científica, el narrativismo
en filosofía de la historia, el auge de la filosofía de la acción y de las posiciones comunitaristas
en filosofía política, entre otras tendencias, son testimonio de dicho giro”. (Tozzi, Cabanchik,
Panelas, 2003)

Esta última explicación dejaría entrever que las expectativas de la comunidad filosófica
verdaderamente habrían sufrido una variación en sus intereses durante las últimas décadas,
pero no termina por explicar cómo tal situación podría haber llevado hacia una nueva
recepción del libro de Kuhn. Para lograr esta respuesta haría falta un nuevo elemento a
considerar: la existencia de un pragmatismo kuhniano; es decir, considerar que el propio texto
de Kuhn ya mostraba rasgos que ese giro pragmático alentaba y, por lo mismo, antes, cuando
el giro pragmático no era de mayor interés, el libro de Kuhn era poco valorado; mientras que
cuando el giro pragmático aparece, cambia radicalmente la valoración hacia el mismo. Cuando
hablo del pragmatismo kuhniano no me refiero a una posible herencia del pragmatismo clásico
camuflada entre las ideas de Kuhn o a una posible cercanía de Kuhn hacia posiciones
neopragmatistas de la filosofía. Aunque por propia confesión sabemos que recibió alguna
influencia de Dewey en sus primeros años de universidad (Kuhn, 2002, p. 302) o que incluso
leyó y conoció la obra de Peirce, no parece de tanta relevancia ese tipo de cercanías en la
formación de sus planeamientos. El pragmatismo kuhniano era, pues, bastante original,

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aunque en mi opinión habría coincidido con lo que James llamaba “el temperamento
pragmatista” (James, 2000, p. 83).

Así pues, mi argumento es que para entender mejor ese vaivén en la recepción de La
estructura de las revoluciones científicas haría falta también incursionar en la obra misma y,
más específicamente, en su aspecto metodológico. Kuhn describió su método como histórico y
sociológico, y eso habría que entenderlo como una reconsideración de lo que es la ciencia a
partir de lo que ocurre en la práctica científica: a partir de cómo el científico se va enfrentando
a las situaciones mismas, a sus anomalías, a sus dogmatismos, a sus crisis y a sus
emancipaciones. Su propuesta debía entenderse, en propias palabras, como el intento por
“construir una filosofía de la ciencia sobre las observaciones de la vida científica” (Kuhn, 2002,
p. 133). Esto que acabo de afirmar puede entenderse también como una comprensión de la
ciencia a partir de la misma práctica científica. Esta es una perspectiva un tanto novedosa pero
que cada vez se ve mejor trabajada (Martínez 2003). De lo que se trata es de superar las
especulaciones a priori y dar paso en su lugar a una reconstrucción pragmatista. El trabajo de
Kuhn tiene esta mirada y en lo que sigue de mi artículo intentaré mostrar cómo su método de
análisis estuvo marcado por esa perspectiva de comprensión a partir de la práctica misma del
científico o, como él mismo dijo, a partir de la vida misma del científico.

Cuando Kuhn introduce el concepto de comunidad científica no solo estaba explorando


el ámbito social de la labor del científico, sino que apuntaba a un tema epistemológico nuclear:
sostenía Kuhn que la ciencia – la producción de conocimientos – es un trabajo comunitario y
no solo individual; e incluso, Kuhn estaba sosteniendo que si bien la naturaleza era la principal
fuente para el reconocimiento de la verdad científica – el principal criterio epistemológico – no
obstante, es necesario pensar que esa “lectura de la naturaleza” se hace en comunidad y, por
tanto, esta última – la comunidad – cobra así también una significatividad epistémica.
Nuevamente, Kuhn es capaz de sostener esto pues su mirada está apuntando a la práctica del
científico, no a la especulación trascendental. Como Kuhn dijo, la producción de conocimientos
– la ciencia – es un “negocio” en el que intervienen la comunidad científica y la naturaleza.
Basta un ejemplo para aclarar esto que acabo de decir: considérese a un tesista que presenta
su investigación para ser reconocida como válida. En definitiva, es la opinión de la comunidad
científica – representada por la comunidad de profesores – la que valida o no como logro
científico dicho trabajo. Lo mismo ocurre para investigaciones especializadas, aquellas que se
suceden en revistas indexadas en donde el referato de la comunidad científica es la que acepta
o rechaza como ciencia aquella investigación. Lo que quiero indicar con estos ejemplos es que
la comunidad científica no solo determina la manera en que se ha de trabajar, sino que, más

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importante, se convierte en criterio epistemológico que determina qué saber puede ser
considerado conocimiento científico y qué saber no. Además, queda claro que esta concepción
de la comunidad científica solo es posible ser reconocida cuando lo que se atiende no es “la
ciencia” como un ente total sino cuando se observa el trabajo mismo de los científicos.

Así pues, el concepto de comunidad científica ha desnudado una ingenuidad en la


comprensión de la ciencia, a saber, la reconstrucción de esta como institución ética y
socialmente neutral. Cuando se pensaba que la ciencia era producto de la labor de un
individuo que se enfrentaba directamente a la naturaleza, en soledad, y con la sola ayuda de
sus instrumentos de medición, y de la lógica y la matemática; se dibujaba así un esquema
bastante idealizado alejado de la real praxis de la ciencia. La reconstrucción de la ciencia a
partir del concepto de comunidad, en cambio, va de la mano con una concepción pragmatista
de esta; así, apunta a mirar la ciencia como un proceso en el que se le reconocen aspectos
contextuales, psicológicos y condicionantes. Una perspectiva nueva que definitivamente
ilumina aspectos ocultos en la otra perspectiva idealista. León Olivé (2007) hace referencia,
por ejemplo, a cómo los problemas de género pueden ser abordados ahora como tema
relevante en la filosofía de la ciencia; mientras que en la reducción idealista de la ciencia, el
problema mismo no podía haber sido concebido. Así como el tema de género, también es
posible ahora plantearse problemas tales como el ecológico y muchos otros de naturaleza
ético-social, que son parte importante de las discusiones en filosofía de la ciencia. Ya con este
considerando se puede reconocer un aspecto relevante de por qué es valiosa la publicación de
la Estructura de las revoluciones científicas y de cómo esta publicación iluminó con su nueva
metodología una nueva forma de comprender la ciencia.

El segundo concepto que vio su nacimiento en la publicación de Kuhn fue el de


paradigma. No aparecen precedentes cercanos en la filosofía que hagan referencia a este
concepto. El mismo Kuhn confiesa que el concepto proviene de la lingüística. Paradigma era la
palabra-modelo que se usaba para dar forma a las declinaciones en el latín. Así pues, Rosa-ae
era el paradigma de la primera declinación. Todas las demás palabras de este conjunto debían
declinarse bajo la forma de rosa-ae. Kuhn extrae de esta palabra la idea de modelo ejemplar y
es así como será definida en un texto posterior (Kuhn, 1996). ¿Qué significa para Kuhn el
hecho de que los paradigmas sean el modelo esencial sobre el cual se desarrolla la labor
científica? Pues bien, el paradigma cumple principalmente tres funciones en la producción de
conocimientos científicos: en primer lugar, es el paradigma el que define los problemas
relevantes de la ciencia. Kuhn afirma que sin paradigmas los científicos caminarían “ciegos”. Es
sobre la base del modelo asumido por la comunidad por la que algo puede ser considerado un

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problema relevante, y sobre la base de esta consideración de los problemas, también se
pueden definir los datos para la ciencia. En segundo lugar, el paradigma ofrece un modelo de
solución de dichos problemas. Se puede decir que los alumnos en la universidad aprenden el
paradigma durante sus años de estudio, el paradigma dominante de la comunidad científica
respectiva, y eso significa que aprenden a resolver problemas-tipo con los cuales se
enfrentarán durante el ejercicio de su ciencia. Por último, el paradigma enmarca todo el
aparato conceptual de la ciencia. Todos los conceptos relevantes para una comunidad cobran
esa significatividad dentro de un sistema completo que es el paradigma. Los conceptos
aislados son ininteligibles o equívocos. El concepto masa, por ejemplo, es ininteligible si es que
no se menciona bajo qué paradigma se está comprendiendo. Así, “masa” en el paradigma
newtoniano significa algo que no aumenta ni disminuye, solo se transforma; pero en el
paradigma eisteiniano, el mismo concepto “masa” significa algo que puede transformarse en
energía dependiendo de la velocidad en la que se encuentra. El paradigma es pues el que
otorga significatividad al conjunto de conceptos y categorías que definen la comprensión de la
naturaleza durante una época determinada.

A lo largo de sus obras, no obstante, Kuhn va proponiendo distintos modos de


entender este concepto; de sobra son conocidas las críticas que recibió este autor justamente
a raíz de la imprecisión con la que lo manejó, aun a pesar de ser tan central a toda su teoría
(Zanotti, 2008). Pero, independientemente de tal imprecisión, el concepto de paradigma
dejaba ver un par de aspectos negados o ignorados por la filosofía de la ciencia precedente y
allí justamente radicaba su valor. Esta riqueza del paradigma se debía justamente a que este se
planteaba el análisis desde la perspectiva de la práctica científica. Desde la sola razón no se
puede entender bien cómo los científicos pueden depender de un paradigma, es necesario
comprender su trabajo cotidiano para reconocer tal hecho. Por un lado, los paradigmas
mostraban la fuerte dependencia de la ciencia (como producción de conocimientos) a sus
respectivos contextos temporales; y, por otro lado, psicológicamente, los paradigmas
revelaban la fuerte dependencia de los científicos a un clima de seguridad y confianza sobre el
cual plantear sus interrogantes cada vez más incisivas. Es decir, como dice Kuhn, los científicos
solo pueden ejercer eficientemente su labor en la medida que guardan una suficiente
confianza en el paradigma dominante. Cuando esta confianza se resquebraja, entonces
aparecen esos momentos de la historia que Kuhn denomina “crisis”. Pero así, con la
dependencia hacia los contextos y hacia la psicología de los científicos, Kuhn reconocía
componentes “aparentemente arbitrarios”, personales e históricos, que conformaban la

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ciencia misma. Así pues, esta presentación del componente novedoso en la ciencia puede
prestarse a una doble interpretación.

Por un lado, toda esta aceptación de aspectos no neutrales de la labor científica puede
parecer un empuje hacia el reconocimiento de la irracionalidad de la ciencia, es decir, no
habría cómo definir de manera categórica qué es un conocimiento científico; por otro lado,
también puede significar simplemente el reconocimiento honesto de los condicionamientos
innegables de la labor científica. Su negación, y por tanto su idealización y reduccionismo, ha
llevado a falsar la verdadera imagen de la ciencia y eso es justamente lo que Kuhn pretende
superar. Hay mucho por explicar todavía sobre el tema de los paradigmas. Quizá uno de los
temas en el que menos a gusto se sintió Kuhn luego de publicado el libro de La estructura.
Varios artículos posteriores a dicha publicación son dedicados a la revisión y precisión de este
concepto por parte de Kuhn. De hecho, en el prefacio de La tensión esencial, que tenía como
principal motivación aclarar y responder a los malentendidos aparecidos alrededor de La
estructura, Kuhn señala que dos son los sentidos principales en que se ha asumido este nuevo
elemento que él estaba reconociendo en la labor científica. El primero de ellos, la
identificación de los paradigmas con la ciencia propuesta en los libros de textos – aquellos
manuales imprescindibles que aparecen en la formación de los científicos – y el segundo, la
identificación de los paradigmas con el conjunto de compromisos que se asumen en una época
de cierta estabilidad durante el desarrollo de una disciplina científica. Kuhn es consciente que
ambos significados pueden leerse en su libro de 1962, y que los filósofos le han puesto el
mayor interés al último de ellos. Sin embargo, mirando de adelante para atrás, Kuhn cree que
ninguno de esos dos significados recoge el verdadero sentido que él quiso otorgar a los
paradigmas. “Por desgracia, en este proceso, los paradigmas adquirieron vida propia y casi
desplazaron las ideas acerca del consenso” (Kuhn, 1996, p.20). El interés de Kuhn, como él
mismo lo explica en dicho prefacio, estaba dirigido principalmente a mostrar que, durante
largos periodos de estabilidad en una disciplina científica (lo que él llama ciencia normal), los
científicos aprenden modelos de solución de problemas que se repiten de manera casi idéntica
y así se permiten profundizar o mejorar las propuestas de las teorías científicas. Así pues, el
interés no estaba puesto ni en el libro de texto, ni en todos los compromisos ontológicos,
epistemológicos o metodológicos que se asocian a la ciencia normal. De hecho, la gran crítica
al “libro de texto” es que este también generaliza e idealiza la historia de la ciencia, la práctica
misma del científico, en un afán de hacer que todo encaje según los actuales criterios. Quizá
también, la actitud de este segundo Kuhn, fue aminorar la fuerte revolución que la
introducción de los paradigmas en la labor científica había causado y por eso prefirió presentar

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a los paradigmas, en este segundo momento, reducidos más bien a un modelo consensuado
de resolución de problemas en la labor científica – como él lo explica, a la manera en que el
concepto de ‘paradigma’ era usado en la enseñanza del latín – sin embargo, es innegable que
dicho concepto presentó una mayor función y una mayor relevancia en 1962 de la que Kuhn
mismo quiso reconocerle.

¿Qué aspecto de la comprensión clásica de la ciencia quedaba comprometido con la


nueva explicación de esta que estaba proponiendo Kuhn? Principalmente, y es hacia donde el
propio Kuhn se dirigió, hacia la concepción del progreso científico como una empresa
acumulativa. Es decir, hacia la concepción de una ciencia que va apilando conocimientos unos
sobre otros. De esta forma, Aristóteles había sido superado por Newton, pues este último
habría apilado más conocimientos sobre los que Aristóteles había logrado. Era una mirada
única del progreso científico, sin considerar los contextos y la manera en la que estos influyen
en la labor científica. Einstein sería el logro máximo de la ciencia pues habría acumulado los
trabajos de Aristóteles y los de Newton. Aristóteles quedaba señalado, bajo esta
interpretación acumulativa de la ciencia, como un escolar escaso frente a los logros de
Einstein. Con justicia, habría que precisar que el modelo acumulativo estaba ya presente en la
misma concepción de la ciencia moderna que se forjó en el siglo XVII. Estaba presente en
Newton para quien el objetivo de la ciencia era la determinación – acumulativa – de las leyes
que rigen la naturaleza. Evidentemente estaba presente en Laplace quien se encontraba
convencido que un día la ciencia podría predecir el futuro pues conocería todas las leyes que
gobiernan la naturaleza. Así pues, su comprensión acumulativa del progreso científico lo llevo
a un extremo determinismo. Mas, también estuvo presente el modelo acumulativo en la
propuesta del Círculo de Viena, especialmente en los planteamientos de Carnap. La mayor
preocupación de Carnap y sus compañeros fue conseguir una ciencia desligada
completamente de la metafísica. Pero su segunda preocupación estaba referida a conseguir
una ciencia que se atuviera a un lenguaje empírico-observable. Esta búsqueda llevó a Carnap a
la concepción de una verdad que se iba forjando – acumulativamente – a partir de
proposiciones elementales (tomadas de Wittgenstein) y más delante de proposiciones
complejas (Losse, 1989). Así pues el modelo de Carnap era claramente representacionalista y
acumulativo. Pero también estaba presente en el modelo racionalista crítico de Popper, para
quien los conocimientos en la ciencia se asientan cuando son capaces de falsar a los anteriores
de manera categórica, y además contradecirlo en aquellos aspectos en los que las respuestas
precedentes eran insatisfactorias (Popper, 2007). Además de todos estos ejemplos, de hecho

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hemos de considerar que el modelo acumulativo se encuentra muy presente en el sentido
común casi a los niveles deterministas de Laplace.

En algún sentido, el propio Kuhn debía reconocer una forma de acumulación en las
ciencias, de lo contrario no podría afirmar – como de hecho lo hace – que era un convencido
del progreso científico. Sin embargo, Kuhn reconoció que la lectura acumulativa era –cuando
pretendía ser plena respecto del desarrollo de la ciencia – inexacta; que siguiendo el modelo
acumulativo, Aristóteles resultaba ser un pésimo alumno de Mecánica a pesar de haber sido el
gran físico por casi veinte siglos. En la historia de la ciencia necesariamente deben de
reconocerse cortes significativos en el lenguaje, en el listado de elementos que conforman la
naturaleza y también en los métodos y técnicas con que aprendemos a dar solución a los
problemas. No se trata solo de una superación acumulativa; es decir, no significa que los
lenguajes, listados o técnicas aparezcan sobre la base de la anterior, sino que en algunos casos
dicha ruptura puede generar una ruptura – parcialmente – inconmensurable, de manera tal
que el científico de este lado tendría que realizar todo un trabajo de inculturación –
encarnación – para lograr comprender como un todo el “mundo” del otro científico. Si Einstein
quiere comprender a Aristóteles tiene que de alguna forma ingresar a su mundo y, entonces,
se descubre no a un alumno escaso, sino toda una complejidad sistémica que ha hecho de este
autor el gran científico de la antigüedad. En la misma medida en que la antropología cultural
ha desarrollado argumentos contra nuestro arrogante etnocentrismo, que nos lleva a
interpretar a las otras culturas desde nuestros criterios y valores; y nos hace verlas bajo una
misma línea de desarrollo “detrás” de nosotros; así también Kuhn plantea sus argumentos
para propiciar una derrota de nuestro etnocentrismo científico que nos lleva a ver los
desarrollos de la ciencia anteriores al nuestro como “detrás”; y todos encaminados hacia una
sola Verdad que se va desvelando gradualmente.

Kuhn reconoce que son los libros de texto – los manuales con autoridad
imprescindibles en la formación de un estudiante al interior de una disciplina – los que han
cumplido la misión “pedagógica y propagandística” de mostrar el conocimiento como el
resultado de procesos acumulativos. En este sentido, estos – los libros de texto – nos han
engañado de manera fundamental (Kuhn, 2004, p.23). Ana Rosa Perez (1999) ha definido la
historiografía que domina la producción de los libros de texto como “presentista”, e indica que
esta lee la historia bajo los cánones de la ciencia vigente. Tal historiografía logra su cometido a
partir de dos básicas acciones que se entremezclan en su labor: 1) seleccionar lo que debe ser
la parte narrativa histórica en base a los contenidos de la ciencia presente; es decir, solo
considerando las teorías y modelos que pueden parecer estar presentes en los modelos y

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teorías vigentes; y 2) reformular aquello que se considera relevante o histórico en categorías
vigentes. El resultado, evidentemente, es un armonioso progreso de la ciencia, acumulativo, en
dónde no aparecerán ni contrastes ni discordancias; una historiografía de tipo hegeliana en la
que todo el pasado justifica el presente.

Hasta aquí he tratado de mostrar cómo las consideraciones filosóficas de Kuhn


estuvieron marcadas por una nueva metodología: la reconstrucción de la ciencia a partir de la
práctica científica. Hoy en día, no hay disciplina científica que no utilice el concepto de
paradigma. Se usa incluso en el lenguaje común o hasta para formar a los ejecutivos creativos
de las empresas. El argumento siempre es: rompe paradigmas si es que quieres alcanzar el
éxito. La interpretación que se le da así a Kuhn es la de un pensador iconoclasta que ha
desinflado los conceptos más importantes de la ciencia. Creo yo que la situación era más bien
contraria. Aunque se ha enfatizado mucho en las revoluciones científicas – esos períodos en
que se rompen los paradigmas – creo que el mayor énfasis de Kuhn, y también su mayor
fortaleza, fue mostrar cómo trabaja el científico asumiendo así una filosofía pragmatista. El
mayor peso de Kuhn no estaba en la fase de ciencia extraordinaria, sino en la ciencia normal.
En otras palabras, Kuhn era más conservador de lo que las interpretaciones de su obra han
querido mostrar. Es sintomático que uno de sus más importantes textos – y que fue el
precedente de la Estructura de las revoluciones científicas fue uno titulado “El papel de los
dogmas en la labor científica”. Su logro fue ayudarnos a ver cómo se desarrolla la labor
científica e introducir en esta mirada pragmatista elementos finos que nos hicieran incluir la
psicología y la sociología de la práctica.

Que la ciencia es el ejercicio de una racionalidad limitada, según Thomas Kuhn, se


reconoce cuando resaltamos la manera en la que este autor describe el accionar de esta como
un puzzle-solving. Como la tendencia en la interpretación de la obra de Kuhn ha llevado
comúnmente a los estudiosos a resaltar el tema de las revoluciones científicas y las rupturas
inconmensurables en el desarrollo de la ciencia, no se ha atendido con justicia la descripción
de la ciencia en su fase normal. No obstante, esa es, desde lejos, una mala lectura de la
filosofía de la ciencia kuhniana. Las rupturas categóricas en el desarrollo de la ciencia son un
elemento importantísimo en la descripción de Kuhn, pero no el único. “Por eso sugeriré más
adelante que algo así como el ‘pensamiento convergente’ es tan esencial como el divergente
para el avance de la ciencia” (Kuhn, 1996, p. 249). Resulta insuficiente e inapropiado ver toda
la interpretación de la obra de este autor como la defensa de un pensamiento iconoclasta. La
obra de Kuhn debe ser interpretada atendiendo con justicia hacia ambos momentos de la
labor científica; y lo que encontraremos será que en lugar de ver una ciencia irracional,

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veremos la propuesta de una ciencia racionalizada desde sus limitaciones (condicionamientos).
En mi opinión, fue esa tendencia de fijarse exclusivamente en la ciencia extraordinaria la que
llevó a los intérpretes a plantear el problema del irracionalismo en los años sesenta y setenta.
Las cosas cambiaron en los ochenta y noventa; se afinaron mejor los conceptos de
inconmensurabilidad y paradigma; así como también las ideas de argumentación persuasiva y
criterios objetivos en la elección de teorías. Es decir, se logró configurar un Kuhn menos
extremista y más prudente, lo que trajo consigo una mayor aceptación de sus propuestas en el
consenso de la filosofía de la ciencia. Pero, en mi opinión, todavía se ha seguido descuidando
el otro brazo de la obra kuhniana: la labor del científico durante la ciencia normal. Si la mirada
de los intérpretes hubiese sido más amplia como para atender ambos brazos al mismo tiempo,
creo que habría sido más fácil descubrir que la característica principal en la novedad del
planteamiento kuhniano no era ni el irracionalismo extremo ni el irracionalismo moderado;
sino una redefinición de la racionalidad científica considerando positivamente las limitaciones
(condicionamientos) de su proceso.

Una forma de ver con claridad esta perspectiva que Kuhn quiere enfatizar es a partir
de la diferencia que él encuentra con Popper. Este último interpreta la labor científica como la
de un racionalismo crítico, es decir, el científico está en un constante poner a prueba sus
teorías y conceptos. Por el contrario, Kuhn cree que lo que permite que la ciencia logre
resultados en su labor es la confianza en sus teorías. Una relativa confianza que dura todo el
tiempo que un paradigma pueda sostenerse. Para Popper, la labor científica es explicada como
una sucesión de teorías a partir de los problemas que unas van presentando y a los cuales
responde su sucesora. Como además enfatiza Popper, la secesión solo es pertinente cuando la
teoría sucesora ha logrado explicar esos aspectos que la anterior no podía, es decir, cuando
una teoría es eficaz donde la otra fallaba. Para el racionalista crítico es importante que el
científico confronte sus teorías de manera constante y eventualmente las supere dando razón
a nuevos datos empíricos y observaciones. Según Kuhn, sin embargo, eso es solo un cliché. Es
la manera en la que mucha gente no entendida ven a la ciencia (quizá por el fuerte influjo
social que Popper y el positivismo ejercieron hasta la primera mitad del siglo XX); pero es,
según Kuhn, un error manifiesto. En la explicación kuhniana, la “actividad que da cuenta de la
abrumadora mayoría del trabajo realizado en el terreno de las ciencias básicas” es la ciencia
normal (Kuhn, 1996); y esta no se explica por poner a prueba sus teorías y leyes, sino por el
contrario por aclarar y precisarlas. La actividad a la que Popper hace referencia es denominada
por Kuhn como “ciencia extraordinaria”, pero esta no sucede sino después de un prolongado
tiempo en el que un paradigma ha generado un clima de confianza y equilibrio en la

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comunidad científica. Las crisis que anteceden a la revolución científica no es bienvenida; la
comunidad ha formado en sus estudiantes una actitud a favor del paradigma de tal forma que
ellos se encargan de justificarlo y, más adelante, precisarlo. Si aparece una anomalía, esta no
es asumida como una derrota, sino como un desafío que debe entrar en coherencia con el
resto del aparato conceptual. De hecho, según Popper, la labor científica es semejante a la
actitud socrática y por ello la filosofía y la ciencia comparten un espíritu crítico (Popper, 1967,
p. 50). Según Kuhn, en cambio, solo cuando los científicos se encuentran en esos momentos de
crisis e inestabilidad es cuando su práctica se asemeja a la de los filósofos, es decir, solo allí se
asume la actitud crítica. Honestamente, creo que hay mucho por reconocer en la filosofía de
Kuhn para asumir con justicia los aportes que este autor nos dejó. Y aún, aunque solo nos
quedáramos con las malas interpretaciones que se han hecho sobre la Estructura de las
revoluciones científicas, aún así tendríamos que reconocer el inmenso valor que tiene este
libro para la filosofía de la ciencia, pues nos ha llevado a varias discusiones finas que nos ha
permitido una mejor comprensión de esta con elementos antes negados u ocultos.

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