Los Países Bajos pasaron a formar parte de los territorios
del imperio español bajo el dominio del Emperador Carlos V como herencia de su padre, Felipe de Borgoña.
Para mantener el territorio se instalan los Tercios de
Flandes, ejército que se sufragaba con dinero del imperio. Si este no pagaba, atacaban las ciudades para obtener botín, por lo que eran odiados por la población.
Debido al avance del protestantismo y a unos nuevos
impuestos fijados desde Madrid, el pueblo flamenco se sublevó en una revuelta encabezada por Guillermo d’Orange en el 1566.
Las guerras mantenidas bajo el reinado de Felipe II para
mantener su imperio y defender la ortodoxia católica: contra los turcos (batalla de Lepanto), contra Inglaterra (La Gran Armada) y contra los insurgentes de Flandes Estas guerras tuvieron un elevado coste para la monarquía, que intentó paliar con un aumento de impuestos y de préstamos, que no hicieron sino empeorar la situación, llegando a la bancarrota.
En aquellos momentos de penuria económica y de
disturbios sociales era muy difícil, dificilísimo, poder encontrar un recluta para los Tercios, y aún más, poder pagarle. De ahí que se dijera que algo era tan difícil como poner una pica en Flandes.
El Camino Español fue una ruta terrestre creada por Felipe
II para conseguir llevar dinero y tropas españolas a la Guerra en los Países Bajos.
Los tercios vencieron en todas las batallas pero fueron
derrotados finalmente en la batalla de Rocroi (1643), que supuso el fin de la hegemonía española en Europa. Con el fin de la guerra de los 30 años (en 1648 y bajo el reinado de Felipe IV) rubricado con la Paz de Westfalia, es reconocida la independencia de los Países Bajos.