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El Imperio español ha sido uno de los imperios más extensos de la historia y uno de los más importantes,
si no el que más, de todos los que han existido. ¿Por qué? Pues es una pregunta que responderemos a
lo largo de este vídeo, pero que tiene que ver con la audacia y la capacidad que el Imperio español el
tubo para descubrir y llevar a cabo avances que han marcado el destino de la humanidad. 1469.
Guardaros este año a fuego en vuestra memoria, porque es el año en el que las coronas de Castilla y
Aragón se unen con el matrimonio de los reyes católicos. Gracias a este Bodorrío, por fin, la península
ibérica tiene unos reyes fuertes que son capaces de abordar mayores aventuras que sus predecesores.
Sin embargo, para hablar de la historia del Imperio español, nos vamos a trasladar al año mágico. Y sí,
es el año en el que la mayoría está dispensando, 1492. ¿Por qué? Bueno, por un lado se acaba la
reconquista con la toma de Granada. Por otro lado, los reyes católicos expulsan a los judíos de la
península ibérica. Pero sobre todo y ante todo, Cristóbal Colón, ingenuo de él, se cree que llega a las
Indias.

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Pero bueno, ya sabéis que realmente había llegado a América, el nuevo mundo. Pero antes de meternos
con la conquista de América a principios del siglo XVI, los ríes católicos tomaron importantes puntos del
norte de África, como Melilla, futuro Villacisneros, Orán o Trípoli, entre otros. Aunque es verdad que
algunos de estos puntos se tomaron cuando Isabella Católica había fallecido. Poco después, Fernando el
Católico libraría con éxito una guerra contra Venecia y otra contra Francia, haciéndose con plazas
importantísimas como Milán o el Reino de Navarra. Para hacer frente a Francia, Fernando el Católico,
casó a sus hijas con miembros de la realeza de Inglaterra, Borgoña y Austria. Esto hizo que Juan a la
Loca, hija de Fernando el Católico, se casase con Felipe, el hermoso de Austria. Ambos tuvieron a
Carlos, que le conoceréis como Carlos I de España y V de Alemania. ¿Por qué? Pues porque Carlos
heredó los reinos de Castilla y Aragón y además el sacro imperio romano germánico. De esta forma y
previo pago, Carlos I obtiene el título de emperador y pone sus ojos en dos lugares, por uno, Italia y por
otro, América. Aunque también tendrá que solventar alguna revolutilla interna como la revuelta de los
comuneros, que se alzaron contra su rey por su a priori desconexión con las élites, gentes y costumbres
castellanas.

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Empezamos por América. Allí los españoles encontraron muchas cosas nuevas, pero la que más les
atraían eran tres, que conocían además muy bien, la plata, el oro y la gloria. No sin complicaciones con
el envío de varias expediciones, Carlos I se hizo con el control de Centroamérica, la mayor parte de
América del Sur y un buen pedazo de América del Norte. Hernán Cortés acabó con el Imperio Azteca,
Francisco Pizarro acabó con el Imperio Inca y diversos conquistadores se hicieron con grandes tonas de
toda América. En tiempos de Felipe II, llegaron toneladas de oro al puerto de Sevilla que servirán para
costear las guerras del imperio y los desmanes de la corona. Pero antes de meternos con ello, veamos
qué pasaba por Italia. En Italia, Francia amenazaba las posesiones imperiales y a menudo enviaban a
sus ejércitos a sitiar, saquear y ocupar zonas de dominio español, sobre todo en la región de Lombardía.
Sin embargo, de la mano del gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, los ejércitos imperiales son
reorganizados, creando los temidos tercios españoles. Los tercios revolucionaron la forma de combatir y
dominaron los campos de batalla durante casi 150 años, acabando de una vez por todas con la temida
caballería francesa.

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Batallas como las de Pavia, en las que el rey Francisco I fue capturado, o la de Vicoca, fueron ejemplos
de cómo los tercios mantuvieron a raíz a los franceses. Sin embargo, el Imperio español tenía bastantes
más problemas. El islam avanzaba por el Mediterráneo de la mano del Imperio otomano sin que nadie
pudiese hacerle frente. Y tan solo las tropas imperiales separaban a toda Europa de caer en manos
otomanas. Además, los piratas argelinos hacían de las suyas en el Mediterráneo, de forma que Carlos I
se vio obligado a llevar a cabo operaciones que se saldaron con un gran éxito, como la invasión de
Túnez o las expediciones de Orán y Argél. Pero esto no es todo. En lo que hoy es Alemania, se empezó
a extender una nueva corriente del cristianismo. Hablamos del cristianismo protestante. Diversos
territorios protestantes alemanes formaron una coalición llamada la Liga Esmacalda para derrotar al
catolicismo. Para acabar con esta coalición, los tercios tuvieron que ir a la batalla, destacando entre
todas la batalla de Moultved. En ella, los protestantes sufrieron una derrota sin paliativos. Sin embargo,
en esta época de esplendor del imperio, en la que el oro y la plata llegaban a Sevilla a raudales, el
Imperio español parecía no tener límite y se llegaron a completar gestas nunca vistas en la historia, como
la primera vuelta al mundo que completó Juan Sebastián Ilcano en una aventura sin precedentes.

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Si bien en Asia no había oro como en América, había mucho menos, un poco más adelante, sí fue una
importante fuente de productos como la seda, la porcelana o las especias. Y así es como Carlos I, tras
derrotar a los protestantes, a Francia, los grandes imperios americanos, explorar Asia y Oceania,
derrotar a los piratas argelinos y contener al Imperio otomano, muere dejando como heredero de su
imperio a su hijo Felipe II, aunque la corona del Sacro Imperio Romano Germánico se la dejará a su
hermano. Felipe II, conocido como el Prudente, no lo tendrá nada fácil. Heredó el Imperio español, es en
el que no se pone el sol y que tenía enemigos hasta debajo de las piedras. Los primeros problemas de
Felipe II vendrán de Francia, que reanudaron las hostilidades, aunque una vez más los tercios humillaron
al ejército francés en las batallas de San Quintín y Gravelinas. Mientras los franceses caían derrotados,
el imperio en América aumentaba colonizando nuevas zonas, como puede ser Florida. De igual forma, el
imperio aumentaba en Asia y Oceanía, estableciendo puestos y controlando amplias zonas, entre las que
destaca Filipinas por encima del resto. Manila, actual capital de Filipinas, fue fundada en 1572.

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Felipe II no tarda en toparse con más enemigos y le declaró la guerra al mismísimo sultán del Imperio
Otomano. Para vencer a los otomanos se formó la Liga Santa, liderada por España y que derrotó a los
otomanos en la gran y famosísima batalla de Lepanto. Tras ella, el Imperio Otomano entró en
decadencia y dejó de ser la amenaza para Europa que había sido años atrás. Sin embargo, los
problemas para la Corona española se iban a multiplicar. En Flandes, los calvinistas iniciaron una serie
de revueltas contra la dominación española, que desembocaron en una gran guerra conocida como la
Guerra de los 80 años. Una guerra sin fin para la Corona española, que tuvo que crear los tercios de
Flandes y dilapidar ingentes cantidades de dinero y de oro en mantener sus ejércitos. Un dinero que
realmente la corona no tenía, ya que el oro y la plata que llegaban de América no daban para mucho
más. Por ello, las tropas a menudo no eran pagadas y también se producían motines que acababan en
saqueos, como el de Ánberes. Esto hizo que muchos holandeses se uniesen a los rebeldes contra la
dominación española. Para aumentar su poder, Felipe II, que era nieto de Manuel I de Portugal, reclamó
el trono de Portugal a la muerte de Enrique I de Portugal.

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Pero no fue el único que lo hizo, así que tuvo que mandar a Álvaro de Bazar y al duque de Alba a
reclamar el trono por las malas. Y con la toma de Lisboa y de las Azores en la batalla de la Isla Terceira,
en la que dicho sea de paso, nació la infantería de Marina Española, la más antigua del mundo, lo
consiguió, añadiendo todos los territorios del Imperio portugués al Imperio Español. De esta forma, Felipe
II se convirtió en uno de los reyes más importantes de todos los tiempos. También en este siglo XVI y
hasta la mitad del siglo XVII, surge un movimiento cultural sin precedentes en España, conocido como el
Siglo de Oro, que da figuras de la talla de Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca, Lope de Vega y un
sinfín de artistas más, cuyas obras han llegado hasta nuestros días. Pero una vez más, un nuevo
enemigo aparecerá. Intentando pescar en Río Revuelto, los ingleses apoyarán a los rebeldes holandeses
y mandarán a sus corsarios a atacar diferentes puertos y posesiones españolas. Para acabar con esta
situación, Felipe II enviará a la Armada Invencible, que será derrotada, siendo ésta la principal mancha
en su reinado.

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Al año siguiente, fueron los ingleses quienes mandaron a su Armada Invencible a atacar la península
ibérica, fracasando también. Esta derrota arruinó a Inglaterra, a quien no le quedó otra que firmar una
paz que beneficiaba la corona española. Y aunque os pueda parecer que al imperio le iba genial, las
guerras con todas las grandes potencias de la época le habían salido muy caras y la Corona se declaró
en bancarrota en 1596. Para colmo, Felipe II muere en 1598 y su hijo Felipe III no iba a ser un gran rey.
Con él comienzan los llamados Austria Menores, una serie de reyes que pasaban de la política y que se
dedicaron a vivir bien sin muchas preocupaciones. Por ello, durante el reinado de Felipe III, el imperio
trató de reducir su número de enemigos, lo que no evitó que se declarase una nueva bancarrota en
1607. Sin embargo, las paces firmadas con Inglaterra y Francia permitieron a la Corona española centrar
sus esfuerzos en Flandes. En 1621, Felipe III muere y le sucede su hijo Felipe IV. Felipe IV delegará su
poder en el Conde Duque de Olivares. El Conde Duque de Olivares gobernó con puño de hierro y supo
ver que al imperio le hacían falta reformas.

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Sin embargo, las guerras continuaron, sobre todo en Flandes, donde entre holandeses y franceses
terminarían derrotando a los españoles en la Guerra de los Treinta Años, con batallas como la de dunas
o la de Rocroy. Esto llevó a la Corona española a firmar la paz de los Pirineos y la Paz de Vestfalia, lo
que significaba perder territorios como la Cerdaña, el Rosellón o Flandes. Poco antes, la crisis
económica que provocaron todas estas guerras habían provocado también grandes rebeliones internas.
Una de ellas ocurrió en Portugal, donde España, incapaz de hacer la frente, tuvo que reconocer la
independencia portuguesa en 1668. Felipe IV fue sucedido por Carlos II. Un Carlos II que no tenía las
condiciones mentales necesarias para manejar un imperio como el español. Con él continuó la
decadencia del imperio y se tocó fondo. Sin embargo, Carlos II, impotente, murió sin descendencia y la
que se iba a armar iba a ser cojonuda. El caso es que había tres pretendientes al trono. El primero, que
parecía la opción que contentaba a todos, murió antes que el propio rey y tenía.

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