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Érase una vez un niño llamado Óscar que estaba en el colegio tan tranquilo hasta que la pro-
fesora dijo:
Al final de la clase como todos los niños se habían portado bien lo contó:
Cuando se tenían que despedir, algunos niños lloraron, otros se alegraron de estar unos días
sin padres, a otros les parecía una cosa normal, cuando el autobús se alejaba todos se despe-
dían agitando las manos.
Durante el camino Óscar fue mirando el paisaje, y escuchando música con su ipod, la otra
parte del camino fue hablando con su mejor amigo Miguel.
Al día siguiente, Óscar y sus amigos se fueron a hacer snow y las niñas a esquiar, subieron y
bajaron unas cuantas veces las distintas pistas de la estación; ya por la tarde, Óscar, tuvo
una mala caída y se retorció el tobillo, algunos amigos le acompañaron a la enfermería, ya ca-
si por la noche volvieron todos al hotel a cenar y a dormir; en la cama algunos niños escucha-
ron música, otros hablaron, y al final todos se durmieron antes de que se lo mandaran porque
estaban muy cansados.
El segundo día, amaneció un sol radiante y un cielo, tan azul como el mar, como había una
temperatura alta, los monitores, advirtieron de que en algunas zonas podría haber avalanchas
por culpa del calor. Entonces todos nos fuimos a la cima a esquiar y a hacer snow, menos Ós-
car que se quedó reposando, y fue el más afortunado, porque de pronto, ¡KRONKKKK!, ¡Dios
mío, una avalancha! Y sucedió lo inevitable, la nieve cubrió a todos los compañeros de Óscar.
Entonces entraron en acción los guardias con sus perros especializados en avalanchas:
¡SNOWDOG! Y ¡SUPERDOG!
Todos los niños antes de volver al autobús para regresar a sus ca-
sas, fueron a visitar a Snowdog y a Superdog a quienes gritaban: