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La nada

Había un jardín que tenía muchísimas flores gigantes, de unos tres metros de altura. Había
flores de todas las formas, colores y tamaños.

Pero había algo que destacaba con


respecto a las demás flores, era más grande
pero no tenía forma ni color.

No había nada en el mundo que se le


asemejara; no es que fuese negro o de alguna
forma extraña, es que no tenía ni forma, ni
color. Era a la vez de todas las formas y de
ninguna, y lo mismo pasaba con los colores.

Por su apariencia “la nada”, que así era


como le llamaban, estaba muy triste y nadie
quería estar con ella, había probado muchas
cosas para cambiar su aspecto pero nada
funcionaba.

Un bonito día de verano llegaron unos


seres que se podían mover y estaban vestidos
con trapos extraños. Se sostenían sobre dos
patas y medían aproximadamente un metro
setenta.

Esos individuos estaban maravillados con todas las flores pero al llegar a “la nada” no cabían en
sí de asombro y entusiasmo y pronto se llevaron a aquella cosa a otro lugar donde vivió feliz para
siempre rodeada de incesantes miradas de agrado.

Aitor Terán Menéndez

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