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2008-2009
A veces el poema es el objeto o don
y con más evidencia
pone de manifiesto ese propósito:
dar luz a una palabra
sin quitarle su magia
o ser depositario
de una visión o de un sentir
que toma cuerpo
en sílabas contadas.
Clara Janés
Pegasos, lindos Pegasos
caballitos de madera
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Antonio Machado
Recuerdos infantiles (Machado)
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
“mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón”.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales
El sueño de los niños (Machado)
El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.
La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.
Pequeños accidentes caseros (Berna Wang)
Me hice un tajo en un dedo cuando cocinaba.
Luego me despellejo otro dedo al abrir una botella.
Hoy me he raspado la pierna con el pico de la mesita.
Así que me he puesto seria:
he reunido en asamblea a todos los objetos de mi casa
y les he dicho que ya sé
que me muero de la pena,
que tengo el corazón en carne viva,
que ya sé
que no soy más que una herida que sangra tristeza,
que hasta respirar me duele porque él no me ama
como le amo yo;
en fin: que no hace ninguna falta, les he dicho,
que me lo recuerden también ellos
cada día.
A una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
David Blanco:
1.‐ SUSANA
Éste es el cuento de la pequeña Susana
Que sueña con el circo apoyada en su ventana
Con la sonrisa de espuma y los ojos de manzana
Sus padres la sorprendieron ayer por la mañana
Y la llevaron a ese circo que anuncian con campanas
2.‐ ¡QUÉ AJETREO DE PASEO!
Al circo fui. ¡Ay, qué ajetreo!
En el estómago sentía como un hormigueo
Para que todos disfrutéis de este paseo
Os contaré, paso a paso, todo lo que veo:
3.‐ EL FAQUIR QUE DORMÍA SOBRE CLAVOS
Había un faquir que dormía sobre clavos
Al que todos los asistentes le gritaban: ¡¡¡Bravo!!!
Tan cómodo soñaba el faquir Gustavo
Que no se levantó ni para ir al lavabo
Y yo, contenta, le eché unos centavos
9.‐ EL PAYASO DE LAS 20 PELOTAS
En un campo de amapolas, un payaso narizota
Hacía malabares con más de veinte pelotas
Las lanzaba al aire, como alegres gaviotas
Yo lo miraba boquiabierta, con cara de idiota.
Al payaso, despistado, se le cayó una pelota,
Después cayeron más, una y otra, como gotas.
El payaso corrió y corrió para esconder su derrota
Tan deprisa huyó que hasta se le perdió una